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EL HOMBRE

INTEGRAL
Desarrollando
el potencial masculino
ante las problemáticas
de la vida
INTRODUCCIÓN
El éxito del hombre tiene relación directa con el enfrentar
las responsabilidades y problemas de la vida. El hombre sin
éxito es aquel que evade sus responsabilidades y busca a otro
para resolver sus problemas en vez de resolverlos él mismo.
Dios nos ha redimido por la sangre de Jesucristo para que
seamos realistas. Eso significa no ser ni pesimistas ni demasiado optimistas. Seamos realistas al examinarnos como hombres que somos, y seamos realistas al evaluar nuestro medio
ambiente. Veremos que Dios tiene respuestas a los problemas
que nos plantea la vida.
La Biblia en un 80% desarrolla principios para caballeros.
La Biblia muestra, entonces, que es al hombre a quien le
corresponde enfrentar el desarrollo mismo de toda la historia.
Es al hombre a quien se le demanda ser instrumento de Dios
para afrontar los problemas de nuestra sociedad. En este estudio queremos medir nuestro horizonte para ver la razón de
nuestra existencia en este mundo y las responsabilidades que
nos toca enfrentar en la vida.
Si usted piensa que su caso es demasiado difícil y que por
ello no hay solución, Dios le pregunta: «¿Hay algo imposible
para mí?» No hay nada imposible para Dios. ¿Sabe cuál es la
única imposibilidad? Es una actitud en nosotros de no querer
cambiar. Pero si quiere cambiar y de veras ser un hombre de
éxito, le invito a reflexionar sobre el contenido de este libro
y dejar que Dios obre en su vida.

7
Unas palabras del
autor

Capítulo 1
EL HOMBRE
Y SU POTENCIAL

Es justo agradecer el privilegio que ha sido el compartir
estos temas para caballeros en diferentes actividades, los
cuales me han obligado a repensar muchos valores que pueden
pasar desapercibidos.
En el libro se podrá encontrar algunos tópicos que son
producto de una experiencia que en el momento de su proceso no era lo más agradable, pero hoy, en la mano del Señor,
puede ser una inspiración y una motivación para otros. Cada
uno de los temas que se han expuesto, cuando está saturado
con el poder de Dios, puede traer transformaciones que el
medio lo creería imposible.
En este párrafo quiero hacer reconocimiento al estímulo y
el trabajo de redacción que mi esposa ha invertido en este libro para transformar las pláticas no formales dadas a los
caballeros a un documento que hace placentera su lectura.
La mejor manera para leer este libro es hacerlo en forma
de peregrinaje a través de la rutina y el humor que la vida
presenta a diario.
Samuel Berberián

8

Los evolucionistas dicen que el hombre surgió solo, sin la
intervención de Dios, a través de miles de años de mutaciones.
Los creacionistas, basados en la Palabra de Dios, dicen que
somos criaturas de Dios, o sea, creación de Dios. Si usted
desea, puede creer que descendió del mono o el orangután,
aunque científicamente le costará comprobarlo.
La Biblia habla claramente que Dios creó todo el universo,
incluso al hombre. El hombre es y existe porque Dios lo quiso.
Dios formó al hombre con un propósito definido aunque el
hombre muchas veces no conoce esos propósitos. Como hombres que somos, con capacidad pensante y libre albedrío, preferimos hacer lo que queremos con nuestra vida y vivir alejados
de nuestro Creador, sin darnos cuenta que la vida carece de
sentido sin Dios.
EL HOMBRE Y LOS COMPLEJOS
En el Salmo 8:5-6 se habla del hombre diciendo: «Le has
hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y
honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos, todo
lo pusiste debajo de sus pies». Según el salmista, el hombre
no es producto de la casualidad o de un «accidente» de la
naturaleza, tiene un propósito definido en los planes de Dios.
9
Cuando Dios creó al hombre, lo hizo con mano de artista,
con una perfección y toque especial. A cada uno le hizo único
en sus rasgos; a cada persona Dios le dio distinción para
diferenciarse de los demás. Mírese al espejo y mire a las
personas a su alrededor. Cada uno con diferente color de ojos,
de cabello, de cutis. Aparte hay diferencia de estatura, de peso
y de porte. Ahora vea su impresión digital: nadie tiene una igual
a la suya. Y Dios creó al hombre para que reinara en todo lo
demás que había creado, que sea señor sobre la naturaleza.
¿Acepta usted que es criatura de Dios y se acepta tal como
es? Mucha gente no se acepta a sí mismo, tiene muchos complejos y por ello no logran éxito como individuos. En la estatura, peso y apariencia física tal vez no coincidimos con
el gusto de los demás, pero debemos sentirnos bien y conformes de todos modos. Lo que la gente opina de mí no interesa,
la opinión de Dios es la que realmente vale, y El se agrada de
cada criatura suya.
En Génesis 2:7 leemos: «Entonces Jehová Dios formó al
hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de
vida, y fue el hombre un ser viviente». Tal vez la materia prima
de la cual fuimos hechos no es la más refinada o valiosa, pero
lo que interesa es Quien nos hizo. Si uno compra un cuadro
en una galería de arte, no es por el marco, la tela o el tipo de
pintura que se usó. El cuadro vale por el artista que lo pintó.
Los hombres somos producto del Artista más competente
de la historia. El hombre debe aceptar que es imagen de Dios
y así empezará a respetarse a sí mismo. Muchos de los malos
hábitos que tenemos son producto de una falta de auto-respeto
y falta de respeto también a nuestro Creador. Aunque hay cosas
que no entendemos, mejor aceptar la realidad que Dios tiene
razón de hacerlas y no pelearnos con Dios.
EL HOMBRE Y EL PECADO
El hombre es un paquete de contradicciones. Por un lado,
fue creado a imagen y semejanza de un Dios perfecto y santo.
10

Por otro lado, es heredero de una naturaleza de pecado. En
Romanos 5:12 dice: «Por tanto, como el pecado entró en el
mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte
pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron».
Como seres humanos, somos herederos del primer hombre
quien pecó en el huerto de Edén. Somos herederos de la naturaleza pecaminosa de Adán y lo manifestamos en nuestra
conducta para con Dios. Lo que se nos dice «no hagas» eso
hacemos y además tenemos una tendencia hacia el mal.
Nuestra naturaleza pecaminosa nos hace pecar.
El hombre justifica su actitud echándole la culpa a otros,
pero todo esto es una cobardía al no aceptar que el mal está
en nosotros. Si lo aceptamos, la solución es mucho más fácil.
Cuando echamos la culpa a otro, el mal persiste. Debemos
enfrentar nuestras debilidades con responsabilidad y decisión,
pidiendo perdón a Dios.
EL HOMBRE Y SUS LIMITACIONES
Los «superhombres» sólo existen en la fantasía. Las limitaciones son establecidas por Dios con el objeto de que planifiquemos con realismo nuestra vida. El hombre al fin debe
admitir sus limitaciones y vivir dentro de ellas.
Salomón expresó claramente en Eclesiastés 3:11: «Todo lo
hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón
de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha
hecho Dios desde el principio hasta el fin».
El libro de Eclesiastés es el que más habla de la naturaleza
del hombre con todos sus extremos. En el verso señalado
tenemos un ejemplo de las limitaciones que el hombre posee.
Dios ha puesto eternidad en el corazón del hombre, sin embargo, al entrar el pecado al mundo, Dios limitó la vida del
hombre sobre esta tierra y el hombre debe planificar su vida
para que rinda.
Pero en Jeremías 10:23 nos advierte el profeta: «Conozco
oh Jehová, que el hombre no es señor de su camino, ni del
11
hombre que camina es el ordenar sus pasos». Uno puede tener
mucha voluntad y comprometerse a muchas cosas, pero al fin
el hombre no siempre cumple con sus propias metas.
Llega la muerte y con ella la eternidad y el hombre a veces
muere frustrado al no haber hecho nada en su vida. Es vital
que en su juventud el hombre tenga relación con Dios y viva
dentro de las limitaciones que tiene, con propósitos nobles.
EL HOMBRE, ¿UN SER SOLITARIO?
Dios nos ha creado para que convivamos, que vivamos en
una familia con un círculo de amistades, aunque en determinados momentos necesita de soledad y quietud para poder
pensar.
En Génesis 2:18 podemos ver: «Y dijo Jehová Dios: No es
bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él».
A Dios no le agradó la soledad de Adán, el principio divino
contempla la necesidad del hombre de tener compañía, de tener
una esposa.
Uno de los problemas más serios que el hombre enfrenta
en estos días es la convivencia. Por pleitos familiares hay
divorcios; por diferentes situaciones las amistades se enfrían.
A veces hay amistades por intereses temporales. Un ejemplo bíblico de una convivencia «comprada» es la del Hijo
Pródigo. Este hijo no quiso cultivar la convivencia sana y
normal de su hogar; despreció todo y en una tierra apartada
tenía muchas amistades hasta que terminó su dinero y con ello
acabaron también esas amistades. Aprendió la dura lección que
mejor humillarse y pedir perdón en la familia que buscar
amistades ajenas.
La vida presente nos exige vivir en apuros y atropellos, con
tensiones y acondicionamientos que no permiten mucho tiempo para la convivencia. Pero el hombre está llamado por Dios
a ser responsable para poner las normas y los principios de
convivencia y para cultivar la relación.

12

EL HOMBRE Y SUS METAS
Dios ha creado al hombre intelectualmente capaz, emocionalmente progresivo y socialmente cultivable. Por ello le da el
señorear la tierra. Sin embargo, el hombre hoy no logra desarrollar su potencial por vivir muy conformista; evita aumentar
sus responsabilidades diciendo «no puedo».
El hombre tiene la capacidad de proyectarse hacia el futuro.
El tener metas es una capacidad que sólo existe en el ser
humano; los animales no planifican a corto, mediano y largo
plazo como hace el hombre.
En Génesis 1:28 dice: «Y los bendijo Dios, y les dijo:
Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y
señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en
todas las bestias que se mueven sobre la tierra». Esto claramente denota un mandato para el hombre. Para cumplirlo hay que
elaborar metas.
Las metas que el hombre se propone alcanzar se relacionan
con lo que él quiere lograr y hacia donde él quiere llegan Por
eso se pregunta a dónde va y qué pretende lograr con su
actividad. El hombre es movido y encaminado en relación a
sus metas, sean estas expresas o inconscientes. Sus resultados
reflejan las buenas o malas metas trazadas.
Si uno vive en obediencia a Dios y sus principios, sus metas
lograrán realizarse con la ayuda y poder divinos. Es tarea
individual determinar cuan honradas y fructíferas son nuestras
metas. Sólo así veremos si estamos en la dirección que Dios
quiere para nuestras vidas.
¿CUÁNDO DELEGAR UN TRABAJO A OTRO?
Muchos hombres consideran que nadie puede hacer lo que
ellos hacen y se «matan» trabajando haciendo todo ellos solos.
Pero Dios nos ha creado con un potencial que nos permite
delegar muchos trabajos a otras personas. Encontramos un
ejemplo claro de delegar en Números 27:18-20.
13
Dice así: «Y Jehová dijo a Moisés: Toma a Josué, hijo de
Nun, varón en el cual hay espíritu, y pondrás tu mano sobre
él; y lo pondrás delante del sacerdote Eleazar, y delante de toda
la congregación; y le darás el cargo en presencia de ellos. Y
pondrás de tu dignidad sobre él, para que toda la congregación
de los hijos de Israel le obedezcan».
Delegar es «renunciar y retirarme de determinada actividad
o responsabilidad, pero enseñando a otro para que lo haga».
Eso es lo más doloroso para el hombre, el tener que renunciar.
El hombre cree que toda la vida permanecerá en un caigo, en
una responsabilidad o en un privilegio. Cuando ve a otros
surgir, se siente amenazado.
Un ejemplo es cuando el hijo va creciendo y empieza a
tomar ciertas responsabilidades y decisiones, pero el padre en
todo esto ve que le están «quitando terreno» en sus dominios.
En la vida diaria, el hombre cristiano tiene tres opciones:
delegar como un padre, voluntariamente retirarse con todos los
honores, o esperar ser expulsado del puesto.
Hay un proceso normal al delegar, el cual tiene que ser
progresivo en la vida del hombre. A Juan el Bautista, cuando
le dijeron que el Señor Jesucristo se hacía popular y famoso,
respondió que el Señor Jesucristo le convenía crecer y a él
menguar. ¿Por qué se expresó así? Sencillamente porque es la
ley de la vida. Dios mismo ha instituido el principio de delegar.
Si el hombre no aprende a delegar, se va auto-eliminando
y pasa al más absoluto olvido. Si usted no quiere ser autoeliminado y en la vejez ser dejado en un rincón, enseñe a otro
lo que usted sabe. Cuando usted delega a otros, volverán a
usted para ser aconsejados. La asesoría no es más que opinar,
recomendar y ceder la responsabilidad de la decisión a otro.
IMPULSADO AL DESARROLLO
El hombre no vive solo por existir, vive inspirado por el
impulso a desarrollar las cosas. No es la naturaleza la que nos
empuja a desarrollarnos, sino que uno empuja a la naturaleza
14

a que se produzca el desarrollo. Para que el trigo o el maíz
crezca, hay que arar la tierra, sembrar y luego cosechar. El
impulso al desarrollo es una gracia que Dios ha puesto en el
ser humano.
El ejemplo de José nos muestra hasta qué punto puede llegar
un hombre. En el libro de Génesis 41:39-41 dice: «Y dijo
Faraón a José: Pues que Dios te ha hecho saber todo esto, no
hay entendido ni sabio como tú. Tú estarás sobre mi casa, y
por tu palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el
trono seré yo mayor que tú». Dijo además Faraón a José: «He
aquí yo te he puesto sobre toda la tierra de Egipto».
José era un hombre de mucho impulso, además era sabio.
Dice Génesis 41:38: «Y dijo Faraón a sus siervos: ¿Acaso
hallaremos a otro hombre como éste, en quien está el espíritu
de Dios?» Basado en el Espíritu de Dios uno avanza y se
desarrolla; es decir, tiene impulso al desarrollo, porque Dios
es creativo y es un Dios de progreso.
José había aprendido a valerse del pasado como experiencia
para proyectarse hacia el futuro. El bagaje que traemos del
pasado nos vale para darnos el empuje que necesitamos hacia
adelante.
El desarrollo necesariamente tiene que ser progresivo y con
fundamento. Por eso, cuando uno instala una empresa, por
arriesgada que ésta sea, hace cálculos de todo tipo: el mercado,
los recursos humanos y materiales, etc., para ver cómo trabajará en relación con la competencia, o el campo de trabajo que
tiene en su medio. El desarrollo no se logra sin haber meditado
y planificado.
Si el hombre vive desconectado de su pasado, al querer desarrollarse, sufre decepciones. Notemos que cuando estamos en
Cristo, aún los errores del pasado sirven como base para nuestro desarrollo y por lo menos podemos tener la seguridad de
que no caeremos en lo mismo, haciéndonos precavidos y cautos.
Cuando no podemos desarrollarnos materialmente nos estamos atrofiando en nuestras capacidades. Seguramente usted
conoce gente que en su juventud tenía un potencial y proyec15
ción de vida tan fuerte que se destacaban, pero después, literalmente se han ido apagando porque, teniendo abundancia de
recuerdos, poco hacen para estimular su desarrollo o para
ofrecer a los demás.
Dios definitivamente no nos ha creado con esa capacidad
tan limitada. Por el contrario, nos da una capacidad PROGRESIVA Y DESARROLLISTA.
ETAPAS CRONOLÓGICAS DEL HOMBRE
Hay una cosa real que dentro de nuestra sociedad y cultura
se nota mucho: se marcan ciertas etapas cronológicas en cuanto
al potencial del hombre para desarrollar sus capacidades.
1. Un hombre hasta los veinte años es un «tubo de experimento» y todo el mundo está a la expectativa para ver qué hará
en determinada situación.
2. De los veinte a los treinta años se espera que la persona
pruebe qué es lo que puede hacer en la vida.
3. De los treinta a los cuarenta años el hombre marca su futuro, y si en este tiempo no hizo nada, perdió la oportunidad.
Se espera que el hombre logre sus metas fundamentales a
esta edad.
4. De los cuarenta a los sesenta años el hombre es considerado
ya como un experto; aunque tenga algunas equivocaciones
y desaciertos, difícilmente será engañado o manejado por
otros. A esta edad se sabe perfectamente lo que es la vida.
5. De los sesenta años en adelante, el hombre es un maestro
y está dispuesto a orientar y aconsejar a los demás con base
en su experiencia adquirida.

cidad para satisfacer demandas y obligaciones de nuestro
medio ambiente. Por eso no hay peor cosa que alguien diga:
«Veré si puedo hacerlo». Nuestro medio ambiente nos hace
demandas: la provisión económica del hogar, el liderazgo en
la familia, etc.
Un ejemplo lo tenemos en Moisés. Cuando él vio el modelo
que Dios le mostró para hacer el tabernáculo, lo hizo conforme
Dios se lo mostró. Simplemente era cumplir para satisfacer una
necesidad. Dice Éxodo 39:32: «Así fue acabada toda la obra
del tabernáculo, del tabernáculo de reunión; e hicieron los hijos
de Israel como Jehová lo había mandado a Moisés; así lo
hicieron».
Cuando Dios nos pide algo, nunca es imposible. Dios conoce las capacidades y limitaciones de nosotros los hombres
porque El las ha dado. Dios no nos va a pedir que movamos
una piedra que no se puede mover. En nosotros hay un potencial que, si estamos dispuestos, podemos utilizarlo para satisfacer las demandas del medio donde nos desenvolvemos.
Satisfacer implica sacrificio como también creatividad.
Dios nos ha hecho seres eminentemente creativos y así llenar
las necesidades de los demás. La vida nada tiene de monótona
cuando hacemos funcionar el potencial de creatividad que Dios
ha puesto en nosotros. El hombre fue creado con capacidad
para detectar el medio y para satisfacerlo. •
El Señor Jesucristo nos salvó y ha cambiado nuestras vidas.
Cuando llegamos a El éramos un montón de vicios, males y
pecados. Pero Jesucristo va cambiando nuestras vidas por su
poder ejercido en ellas.
La perspectiva negativa de nuestro potencial puede cambiar
si Cristo reina en nosotros. Después nos sorprenderemos de
como hemos cambiado y todo lo que hemos logrado.

CAPACIDAD PARA LOGRAR SUS METAS
El hombre tiene la capacidad de terminar lo que emprendió.
Todos al nacer traemos inherente un potencial, pero necesita
desarrollarse y perfeccionarse. Dios nos ha creado con cápa-

lo

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Capítulo 2
CÓMO DOMINAR
LA VOLUNTAD
Cuando se habla de controlar o dominar la voluntad, encontramos que la Biblia habla del dominio propio o de templanza.
A la verdad, algunos tenemos más «temblanza» que «templanza» porque sabemos que nos están ganando la guerra.
Hay dos términos que aclaran el tema. Uno de ellos es «estar
a plomo». Cuando uno quiere ver si la pared está recta deja
caer la plomada, y como la plomada es pesada y no se mueve,
muestra la situación real de la pared. Es como aquel que dijo:
«¡Le dije que no!», y de allí no se mueve.
Pero hay otro término que se usa mucho; es «plantarse» o
sea, no moverse de su punto de vista. Algunos estamos plantados en floreros y no cuesta cambiarnos de un lugar a otro,
pero otros están bien plantados, se han arraigado, tienen raíces
profundas y no se mueven por nada.
Hay dos frases dignas de citar, una del sabio Salomón y otra
del famoso Séneca. Dice Séneca: «El hombre más poderoso
es el que es dueño de sí mismo». Yo no sé si la frase es popular
porque cuesta verla cumplida o porque es muy antigua.
Salomón, en Proverbios 16:32 dijo: «Mejor es el que tarda
en airarse que el fuerte, y el que enseñorea de su espíritu que
el que toma una ciudad.» Yo creo que la ilustración de Salomón
es tremenda: que es más importante dominar mi espíritu, mi
voluntad (o mi genio) que tomar una ciudad. O si usted quiere
19
un ejemplo guatemalteco: es más importante dominar mi voluntad que hacer un golpe de Estado. Mire, hacer un golpe de
Estado o relevo no cuesta mucho si es que el otro se deja
relevar. Pero controlarse a uno mismo ¡cómo cuesta!

Con un jefe de mucho "hígado" no dura mucho el empleado.
Señores míos, mejor si analizamos nuestros prejuicios y predisposiciones para ver si es nuestro carácter que motiva los
conflictos que tenemos.

¿ESCAPAR O CONTROLARSE?

¿Alguna vez le ha pedido al Señor darle paciencia? El
problema está en que Dios no tiene una cuenta bancaria donde
gira sobre paciencia. Dios, cuando da paciencia, le da suficiente razón para comprobar que sí la tiene. Yo quisiera tenerla
y no usarla, pero Dios tiene otro método. ¿Qué pasa? El
problema es sencillo: yo espero que las cosas se controlen,
cuando en realidad soy yo el que las debe controlar.

En una oportunidad tuve un jefe del cual aprendí muchas
cosas, especialmente lo que no se debe hacer en la vida.
Cuando él se hizo cargo de la oficina, hizo ciertos arreglos, uno
de los cuales era poner una puerta adicional. Lo que hacía a
veces era dejar el saco colgado en su oficina y desaparecía.
Primero yo pensaba que era por una emergencia que se iba,
pero luego capté que cuando no podía controlarse el genio
mejor controlaba la puerta y se iba. Él era muy buena gente,
especialmente bueno para zafarse de la gente que le molestaba.
Es interesante, en un mundo donde todo se controla, el
hombre no puede controlar a sí mismo. Usted enciende la radio temprano en la mañana y le dice el locutor a qué hora va
a salir el sol, y cabal sale, y la hora de la puesta de sol, y cabal
se pone. No se descontrola el sol, pero calcule qué tarde llega
su jefe a su oficina. O si usted tiene subalternos, ¿llegan a la
hora designada? O a veces se da el caso que llegan a buena
hora, pero sin ganas de trabajar y se produce poco ese día.
Todos sabemos cómo cuesta arrancar a trabajar los lunes, y
peor luego de un feriado. Todo esto se relaciona con el controlar
la voluntad.
Me llama la atención que el sabio Salomón junta dos cosas
interesantes. Primero dijo: «Mejor es el que tarda en airarse que
el fuerte». Dicho de otro modo: es más fuerte el que tarda en
usar el «hígado» que el que tiene músculos.
Mire, no cuesta mucho desarrollar músculos, pero cómo
cuesta sofocar el enojo por algo que me dijeron, o cómo me
miraron, o una llamada de teléfono de cierto «fulanito». Nos
alteramos, el hígado domina, levantamos la voz y decimos con
voz en cuello: «¡Esto no se aguanta!».
20

CÓMO CORREGIRSE
1. Escuchar a sus empleados
Si usted es un jefe, a ver si se arriesga a preguntar a sus
subalternos qué cosa quisieran cambiar de usted. Si tienen las
agallas de decirlo, ya sabe usted dónde está el problema y
puede aplicar el remedio.
Tiempo atrás escuché en la radio un comentario sobre lo que
se hace en las empresas en la China. Ponían un muñeco del
jefe en un salón de la empresa para que la gente pudiera
desquitarse contra el muñeco.
Recordé que esta idea no era original de la China, sino que
primeramente se hacía en el Medio Oriente. Los sultanes, en
las grandes harenes que tenían, miraban por una ventanita para
ver quién daba el golpe, no para desquitarse sino para corregirse. Por eso Sultán Hamid el Primero dijo: «Los que me
corrigen son mis sirvientes porque me dicen la verdad sin
querer. Los demás se burlan con sonrisa». Y razón tenía Sultán
Hamid, porque quién trabaja conmigo conoce mis mañas, mis
«debilidades» o «características». No importa cómo las llamen,
la cuestión es curarlas. Si podemos ver dónde está el error,
entonces habrá que ser valientes para corregirlo.

21
2. Aprender a decir no
Sencillamente, la fortaleza nuestra no está en el conquistar,
está en el dominar. Si no, pregunten a los que hacen dieta ,)ara
adelgazar. «Ay, estaba tan rico el pastel, ¿cómo le iba a decir
que no?» Pues, no hay problema, el pastel estaba feliz porque
participa en el ensanchamiento. «Es que estábamos celebrando
el cumpleaños del fulano, ¿cómo le iba a negar el brindis?»
Sólo que te desbrindaron el equilibrio, quedaste tambaleando.
¿Por qué? Porque sencillamente queremos quedar bien y no
somos valientes para decir no.
¿Ha escuchado esa frase: «hay que quedar bien»? Me llama
mucho la atención. Muchos, al querer «quedar bien» quedamos
«bien» mal, porque vamos en contra de nuestros principios.
Luego, llegando a casa decimos: «Ay, ¡qué tonto! ¡cómo me
dejé manipular!».
Es que no tengo fuerza de voluntad y dejo que otros me
manipulen. Si quedé bien, ya somos dos tontos: uno que se dejó
hacer el tonto y otro que lo tonteó a él. No logré nada. Por eso
dice el proverbista: «Y el que se enseñorea de su espíritu es
mejor que el que toma una ciudad».
3. No buscar atajos
Señores, podemos elogiar los logros que hemos hecho en
la vida o felicitarnos por el curriculum que hemos logrado.
Pero la pregunta es ¿cómo lo logramos? Leyendo entre líneas,
¿lo logramos por la disciplina o lo logramos por algún medio
chueco?
En nuestra cultura, lo importante es lograrlo, no importa
cómo. Pero a Dios le interesa más el medio que el fin. Usted
vive en un mundo donde lo que importa es que se logre su
cometido. Si usted logró algo, le felicitan, le condecoran, ponen
su foto en los diarios. Pero si usted fuera honesto, ¿merece, de
veras, ese premio?
He enseñado en varias instituciones educativas, seminarios,
institutos bíblicos, etc. y para estimular a los alumnos a veces
se promueve diversos tipos de becas para aquellos que tienen
22

buen rendimiento académico. En una oportunidad se presentó
una beca completa a un estudiante que tenía el mayor promedio. Entonces lo llamaron a este alumno para entregarle la carta
donde constaba que recibía la beca.
Después del aplauso le dijeron: «¿tiene algunas palabras?»
Y él, muy nervioso, llegó al micrófono, diciendo: «Señores,
perdonen, esto es una sorpresa. Yo creo que no lo merezco. Por
"chivear" no hay mérito». Las personas encargadas decidieron
dejarle la beca, pero le dijeron que mantuviera el promedio sin
«chivean. Luego de un trimestre perdió la beca porque no
podía mantener el promedio.
EL DOMINIO PROPIO EN LA BIBLIA
Busqué dentro del vocabulario bíblico donde se usa este
término de «dominio propio» o «dominarse a sí mismo». En
el Nuevo Testamento, la primera vez que se refiere al dominio
propio, es en Hechos 24:25-26 cuando el apóstol Pablo, prisionero, tiene la oportunidad de dar un discurso delante de un
rey llamado Félix. Pablo se fue de boca con su discurso y
cuando llegó al momento de hablar de la justicia, del dominio
propio y del juicio venidero, Félix dijo: «Mejor te vas,
platicamos otro día». Y lo quitó. Es interesante que el asunto
del dominio propio sí lo manejaban los griegos muy bien, pero
Félix no quería que un prisionero le hablara de esto.
Después de este pasaje, Pablo lo menciona en 2 Timoteo
1:7 diciendo: «Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio». Interesante
que el dominio propio lo presenta en contraste con la cobardía,
y va junto con poder y amor, dos grandes fuerzas positivas.
El apóstol Pedro habla del dominio propio también, en un
listado de cualidades que el cristiano necesita si desea tener
fruto en su vida. En 2 Pedro 1:5-8 dice: «Vosotros también,
poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe
virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio
propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a
23
la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque
si estas cosas están en vosotros y abundan, no os dejarán estar
ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor
Jesucristo».
«Bueno, pero yo sé lo que quiero hacer.» Sí, yo sé lo que
quiero hacer, pero no me sale. Por eso San Pablo decía en
Romanos 7:19: «Porque no hago el bien que quiero, sino el mal
que no quiero, eso hago». Tal vez a usted no le pasa, pero a
mí sí. Usted tal vez encontró la fórmula mágica para controlarse, con algo que puso debajo del sillón en la oficina para
mantener el equilibrio, o algo. Otros admitimos la realidad que
«aquí sí me ganaron la jugada».
Si somos sinceros y honestos, hay sólo dos alternativas.
Una alternativa es vivir la ilusión de que puedo controlarme
solo y vivir el ridículo de que todo el mundo sabe que no la
hago. La otra alternativa es decir a Dios: «Tú me creaste y creo
que estoy desprogramado. A ver si me programas otra vez»,
y empezar a tener un control sobre la realidad.
Señores, les voy a ser sincero. Si el hombre pudiera controlar su voluntad por su cuenta, la muerte de Jesucristo en la
cruz fue en vano. La misma escena del calvario se lo puede
decir. Durante dos o tres años miles de personas recibieron el
favor del Señor Jesucristo: fueron sanados, alimentados y
enseñados. Pero cuando unos cuantos señores gritaron: «¡Crucifícale!», la voluntad del pueblo se volvió contra Jesús.
La pregunta que yo me hago es ésta: ¿Seré yo del montón'
¿O seré lo que Dios quiere? Los publicistas cuentan con esa
tendencia del hombre de seguir al gentío, seguir a la mayoría.
Pero ¿será lo correcto?
Hemos de ser honestos. ¿Quién tiene dominio sobre mi
voluntad? Yo no la tengo. Yo he tenido que cederla a otro. El
apóstol Pablo dice: «No ya yo, más Cristo; y lo que de aquí
en adelante yo vivo, lo vivo para Él».
Tal vez usted pensará que si Cristo gobierna su vida, todo
será aburrido y sin gracia y chiste. Perdóneme que le contradiga, pero el vivir como Dios manda es lo más divertido que
7

24

hay. Si no cree que Dios es divertido, solo mire a su prójimo,
sus vecinos, y mírese al espejo. Mire, si no es gracia lo que
Dios ha hecho, si no es divertido. Toda la creación de Dios es
un chiste, sólo hay que saber interpretarlo.
Si yo someto mi voluntad a Dios, ¿quiere que le diga una
cosa? la vida se vuelve algo alegre. ¿Hay errores? Sí, para que
aprendamos a no hacerlo otra vez. ¿Hay disgustos? Sí, pero no
para hacer una galería de disgustos.
Una vez le decía a alguien: «Perdone, este es mi primer
error». Se me quedó mirando: «¿Tan vanidoso es usted?» Le
contesté: «No, es que yo sólo sé contar hasta el número uno
y paso, ¿para qué sufrir? Si lo que recuerdo basta, para qué
enumerarlos?» ¿Por qué? Porqué yo sé de quién dependo y dejo
mis errores con Él.
Yo quisiera pensar, por otro lado, en algo que el Señor
Jesucristo dijo que es muy humillante, muy molesto, pero es
verdad todavía. En Juan 15:5 dice: «Yo soy la vid, vosotros los
pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho
fruto; porque separados de mí nada podéis hacer». En otras
palabras, somos todos descontrolados hasta que Él nos agarre.
Dios no nos ha mandado a la tierra para que nos desarmemos, viendo cómo arreglamos el mundo. El mundo no es
nuestro, somos simplemente mayordomos. Si yo no puedo
dominar mi voluntad ¿cómo voy a dominar el personal de mi
empresa, mi casa, etc.? Algunos dicen: «¡En mi casa mando
yo!» Sí, manda saludos y de allí no manda nada.
El que manda no lo dice, simplemente las cosas funcionan.
«En mi empresa las cosas se hacen como yo diga.» ¿De veras?,
s que usted no conoce su empresa. La gente por respeto no
lo contradice, pero cuando usted no está, hace lo que quiere.
Aquellos que hemos entrado en una empresa empezando de
abajo para arriba sabemos todos los chistes del caso.
¿Estamos dispuestos a aceptar la verdad? ¿O haremos como
aquel pobre borracho que estaba parado hamacándose delante
una puerta? Viene un amigo y le dice: «¿Qué está pasando?»
borracho le contesta: «Están pasando las puertas; cuando
e

e

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llegue la mía, voy a entrar». Le dice su amigo: «No, vos. El
que se marea sos vos, la casa no se mueve». Es ridículo pensa:
que las casas se van moviendo para que yo entre, pero ¿cuánta;
veces nos comportamos igual, esperando que todo lo demá<
llegue a mí para que yo logre lo que quiero, cuando el problem;
soy yo mismo?
Dios permite las cosas para que de veras entremos en aque
molde que nos puede permitir que nos logremos. Nuestra patrh
y nuestro mundo está lleno de hombres que han logrado mucho
pero los entretelones muchas veces son tristes. Dios no quiere
eso. ¿Podemos permitir que Dios tome dominio de nuestro ser

Capítulo 3
METAS
Y OBJETIVOS

r

Un maratonista corre hacia una meta, un destino fijado y
pone todo su empeño para llegar lo antes posible. Una «meta»
tiene que ver con un concepto físico, algo concreto. Para
nosotros, los caballeros, eso podrá ser la compra de una casa
en 20 años, o el obtener un sueldo de cierto nivel para dentro
de cinco años.
Un objetivo, por otro lado, tiene que ver con un concepto
teórico; un objetivo se fija mentalmente. Eso podrá ser el tener
una familia unida, hijos respetuosos, o tener madurez en mi
vida personal.
Ambas cosas, metas concretas y objetivos teóricos, son
esenciales a la persona que desea llegar a algo en la vida. Por
cierto que hay gente tan pasiva y conformista que no se propone avanzar a ningún lugar, no trazan metas ni objetivos para
la vida.
Al planificar nuestra vida, no fijamos metas para el pasado
sino para el futuro, a qué queremos llegar. Nadie puede planificar dónde nacer o qué padres tener. Aunque no nos guste,
eso ya es parte de nuestra vida y más nos vale aceptar lo que
no podemos cambiar. Lo importante es ¿qué hago con los años
Por delante? ¿Qué quiero lograr con mi vida?
Tristemente, cuando algo nos sale mal, buscamos a quién
m o s la culpa. Si yo tengo un negocio y me va mal, «es
e e c n a

26

27
que la economía no ayuda». Nuestro padre Adán inventó ese
«chiste» hace muchos años, culpando a su mujer. De todos
modos, ambos fueron echados de la «finca». Pero es ridículo
echar la culpa a otro porque si sabíamos que la economía está
mala, ¿por qué no buscar una alternativa? Si la silla donde estoy
sentado está rota, mejor repararla o quedarme de pie, porque
cayéndome solo se ríen de mí. Culpar a los demás no ayuda.
Si tengo un empleado que echa a perder todo, pues mejor
cambiarlo por otro.
Cuando yo propongo objetivos y metas, se pone al descubierto lo que yo soy y la realidad de mi corazón. Quizás se
descubra que lo que pretendo es sólo PRESUMIR con mis
metas. Quiero que la gente tenga una opinión favorable de mí,
entonces afirmo tener metas aceptables a ellos. Pero el problema vendrá mañana o pasado cuando yo no pongo nada de mi
parte y se descubra la realidad. En el momento quedo bien,
piensan bien de mí, pero luego... no funcionó. Andaba presumiendo pero no estaba alcanzando nada.
Supóngase que le han dicho que está muy gordo y que debe
reducir de peso. Entonces usted le dice a su familia que va a
inscribirse en un gimnasio y va a ponerse en dieta. Pero si luego
no hace nada, se dan cuenta que solo lo dijo para presumir, pero
que no tenía intenciones de hacerlo.
La segunda alternativa por la cual uno establece metas es
por COMPETIR. Si aquél lo hace, yo también. Pero yo no soy
aquél, yo soy yo. Hay gente que jamás llega a vivir su propia
vida, siempre vive imitando, competiendo, comparándose con
la vida del otro. Si le pregunta, ¿quién eres? tal vez le diga su
nombre y apellido, calle y número donde vive, pero ¿quién es?
No sabe.
Por ejemplo, si miramos que cierto caballero tiene éxito, nos
proponemos vestirnos y arreglamos como él para tener el éxito
que tiene él, sin damos cuenta que no es el traje, es su modo
de ser, su modo de trabajar, su modo de llevarse bien con las
personas, su modo de manejar sus finanzas.
La publicidad usa esta característica del ser humano de
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imitar a las personas de éxito. Aparece un famoso atleta tomando cierta cerveza o fumando cierto cigarrillo y la gente le copia
porque quiere tener éxito como él, sin pensar que él no fuma
ni bebe en su vida real porque dejaría de ser un atleta profesional. Es un engaño.
Mucha gente come, viste y se peina pensando en la otra
persona y lo único que logra es no saber quién es. Es mejor
preguntarme ¿quién soy yo? ¿qué pretendo en la vida? y ¿qué
quiero alcanzar? Ahí está la clave.
La tercera razón equivocada por la que la gente establece
metas es PARA QUE LOS DEJEN TRANQUILOS. Mi esposa quiere que haga algo y le digo que sí para que ya no insista, aunque no tengo la intención de hacerlo. O prometo que
«pronto lo voy a hacer», pero es sólo para que me deje tranquilo. A la larga, esto produce frustración en mi pareja, en mis
hijos, o mi jefe cuando ve que pasa el tiempo y los trabajos
no se realizan nunca.
¿Cuál es la razón fundamental por la cual uno establece
metas? Es para desafiar mi propia capacidad y mi propio logro.
Es para poder evaluarme si la hago o no. Algunos, al aprender
a tirar al blanco, primero tiran y luego pintan el centro; así se
sienten logrados. Pero, ¿eso es sentirse logrado? Mejor tomar
el tiempo necesario para equivocarse y con el tiempo superarse,
porque a la larga voy a aprender. Lo queremos todo fácil, pero
así no se logran las metas más valiosas de la vida. Lo que
cuesta también así lo vale.
Hay un personaje bíblico en 2 Samuel 18:17-32 que ilustra
esta apariencia de éxito, pero que es un fracaso a la larga. Usted
recuerda que cuando murió Absalom (el hijo del Rey David),
fue un día de victoria para Israel pero triste para David. Alguien
tenia que llevar la noticia al Rey. Joab escogió a uno que había
isto el suceso y lo envió como mensajero. Pero Ahimaas era
el mensajero oficial, el profesional. Él quería también llevar el
mensaje y como insistió mucho, Joab lo dejó correr.
Los dos mensajeros aparentemente hacen exactamente el
mismo trabajo, pero terminan con resultados diferentes.
v

29
Ahimaas corrió más veloz que el otro y llegó primero, pero al
llegar, no tenía la información completa. El otro, aunque más
lento, llegó con información exacta porque era testigo ocular
del evento.
Al querer competir con los demás, muchas veces nos pasa
igual como a Ahimaas. Por querer lucirnos y pasar adelante
quedamos mal y nos tienen que poner a un lado, como el Rey
David puso a Ahimaas. El otro, un etíope, hizo bien el mandado
en obediencia al general Joab. La obediencia vale mucho más
que el lucimos delante de las personas.
Cuando uno establece una meta, cuando establece un objetivo, no es cuan bien luce, cuan rápido llega o cuan adelante
de los demás va. Es cuan útil llega a ser al fin y al cabo.
Tristemente, algunos de nosotros nunca establecemos públicamente dónde queremos llegar para que la gente no se ría
de uno. Hay gente que a principio de año se propone objetivos
pero no los dicen a nadie por si no resulta. Es mejor decirlos
para comprometerme, y si de veras son ridículos, hacer caso
a lo que la gente me diga y definir objetivos más viables.
¿Qué pensaría usted que yo me propusiera como meta que
este año sí voy a dejar crecerme el pelo? ¿Cómo se hace? Si
no hay abono que sirva a los calvos. A mí ya no me crece.
Aunque haga la meta de no perder lo poco que tengo, tampoco
puedo. Ahora, si yo le dijera: «Mire, este año- mi meta es no
amargarme porque pierdo el pelo», tal vez es más factible.
Si yo voy a establecer una meta, tiene que tener cuatro
características:
1. Una meta tiene que ser lógica
Si yo mido sólo 1,25 de alto no voy a enrolarme en el equipo de basquetbol, porque me tiran a mí en la canasta y no a
la pelota. Si en el colegio nunca salí bien en las matemáticas,
no voy a proponerme ser ingeniero, que vive con números toda la vida; busco otra carrera donde funcione mejor. Dios m
ha dado ciertas habilidades, ciertas capacidades y ciertos
limitantes también. Debo tener en cuenta quién soy y qu
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30

preparación tengo para decidir qué voy a proponerme en la
vida. Algunos de nosotros ya estamos a medio camino de la
vida y nos hemos metido donde no calzamos. Que Dios nos
ayude a buscar alternativas.
Una meta tiene que ser lógica por el hecho que el ser
humano fue creado por Dios para usar su sentido común,
razonar y saber explicar a su medio qué es lo que pretende
hacer. Razonar no solo es un ejercicio que nos ayuda a convivir,
sino además nos ayuda a ganamos el respeto de aquellos con
los cuales tenemos que compartir las horas de la vida diaria.
El esforzarse a enunciar una meta lógicamente es simplemente transformar una idea en un proceso racional, que no sólo
me convence a mí sino ayuda a los demás a entenderme para
que puedan ayudarme a llegar a la meta, o por lo menos, a no
estorbarme. Por eso se escucha decir: «Eso es cosa de él». O
dicen: «Así es él». Eso implica que sí me entienden, pero no
por eso comparten la lógica de mi vida.
La vida no es para que la gente me apruebe en todo lo que
yo hago, pero que me respete lo suficiente para permitirme
hacer lo que me he propuesto. Eso sólo se logra en la medida
que mis ideas no son extrafalarias, sino lógicas.
2. Una meta tiene que ser alcanzable
¿Qué pensaría usted si yo propusiera llegar a mi meta dentro
de 80 años y ya tengo 50? ¡Qué tonto sería! ¿Quién vive 130
años? Eso es planificar nunca llegar a la meta. Pero si planifico
metas para los próximos 10 años, si no me mata un susto,
quizás los podré realizar.
Ahora, si un joven tiene 20 años y hace planes para los
próximos 30 años, está bien. Pero si planifico repetir cada año
e la universidad cinco veces, eso es tonto. Mucha gente en
su caminar con Dios, en progresar en carácter, lo lleva a esa
e ocidad de no avanzar, pero cuando tiene que ver con ganar
' quieren en la mitad del tiempo. Si alguien se empeña
no u
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o Él manda y servirle, le dicen que
ay que ser tan fanático; pero si uno se empeña en ganar
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mucho dinero, no lo consideran fanático. ¿Dónde están nuestros valores entonces?
Estamos en esta tierra unos pocos años, y luego sigue la vida
eterna. La gente se molesta cuando uno busca a Dios y toma
tiempo para edificar su vida espiritual, porque ellos piensan que
no vale la pena; pero mejor prepararse para la vida eterna que
es más extensa, ¿no cree?
3. Una meta tiene que dignificarme
Si yo me propongo tirarme de un puente, o tirarme bajo un
tren, lo más probable es que me encierren por psicópata. ¿Por
qué? Porque soy una amenaza social. Ese tipo de metas no me
dignifica. Supongamos que este año me propongo perder 50%
del capital que tengo en mi empresa. «Es que no tengo ganas
de levantar ya la empresa». Si la meta no me dignifica, me
anula.
Imagínese cuando el rey David deja a Ahimaas a un lado
porque no traía la noticia requerida. ¡Qué vergüenza! Pero
Ahimaas se metió en eso, ofreciendo llevar un mensaje cuando
no lo tenía. Así hacemos nosotros cuando nos metemos donde
no debemos. Es más frustración, es más decepción cuando yo
me establezco una meta que al fin y al cabo a mí no me
dignifica.
En nuestra sociedad mucha gente se da a los vicios para
olvidar las ridiculeces que han hecho en la vida. ¿Por qué?
Porque no se aguanta a sí mismo, no se aguanta la realidad de
tener que vivir con el pensamiento: «¡Ah! ¡Qué tonto soy!»
Pero con Dios no hay imposibles y hay la posibilidad de
cambiar. El mérito no es admitir que somos brutos, el mérito
es dejar de serlo. El año pasado, hace cinco años, me propuse
algo, y no resultó; pero siempre hay esperanza cuando Dios
está en el negocio.
Yo fui un alumno de los mejores, pero contando de atrás
para adelante. En primero básico gané educación física y
música y todas las demás materias las gané por recuperaciónEn segundo básico perdí la mitad y gané la mitad. En tercero
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básico un profesor un día me dijo: «Usted es tan bruto que ni
estudiar sabe». Le dije con sinceridad: «Pues, sí, es verdad.
Nadie me enseñó cómo se hace para estudiar». Yo me ponía
a leer y cada vez entendía menos. Me dice este profesor: «Y
usted, ¿quiere aprender?» «Yo, sí», le contesté. Una vez que
me lo explicó, era tan claro. Pensé:«¡qué tonto que no lo había
aprendido antes!» Y ¿sabe cómo fue? Era una fórmula que me
explicó en poco tiempo: «Mira, la coma para respirar, el punto
es para parar, el punto y aparte es para resumir. Y si en un
punto y aparte no entendiste, para allá». ¡Tan fácil! No era
cuánto leía, sino cuánto entendía. ¿Cuál era la meta? La meta
no era leer sino entender.
4. Una meta nunca es final
La última meta es morirse, pero no la planifique, viene
sólita. Usted viva el tiempo que pueda, y cuando le toque la
campana, usted se larga y no alegue. De todos modos, de
semilla no va a quedar. Por más que te quieran, llega un
momento cuando es mejor irse. ¿Por qué? Porque se aburren
de verlo a uno.
Entonces, cada meta que yo me propongo es temporal de
todos modos, y al lograr una meta, planifico otra. Por ejemplo,
si planifico estudiar de abogado, eso no es la meta final. El
diploma que me dan es un medio para trabajar y servir a mucha
gente. Si quiero ser ingeniero, al graduarme no me siento a
gozar de mi título, es una puerta para construir un montón de
cosas y así sentirme logrado. Un título es bonito, pero no es
una meta final.
^ ¿Sabe qué pasa a veces? Hay personas que cuando se gradúan de algo, les da flojera y ya no tienen motivación, porque
el lograr ese título era la última meta que tenían. Hay personas
que cuando llegan a cierto nivel en su empresa se acomodan
y ya no se esfuerzan porque allí era su meta.
Alguna gente así vive. Ya aceptaron al Señor ¿y ahora qué?
^ quedan allí trabados en la puerta de la vida cristiana. Otros
asisten a las reuniones y paran allí. No se dan cuenta que hay
e

33
mucho más, hay muchas oportunidades para servir y ser útiles
a nuestro prójimo.
¿Cuál es el objetivo que yo tengo en la vida? Planifíquelo,
aunque lo tenga que cambiar porque no funciona. Si no tengo
metas y objetivos, lo más probable es que soy esclavo de
alguien; si no planifico mi propia vida, otro lo hará por mí,
pero yo sé mejor lo que deseo lograr. Entonces mejor escojo
mis propias metas en la vida.
La conclusión es esta: o llego al final y me dicen «párese
allí» o simplemente cumplo con mi misión. Puedo llegar como
Ahimaas y decir «Fíjese, viví la vida, pero no sé lo que pasaba»
o llegar y decir: «Yo sí sé lo que pasaba». Nadie quiere ser
esclavo, pero mucha gente se ofrece de regalado para que los
esclavicen.
¿Sabe una cosa? El primer plan que tengo que hacer es
agradar a Dios y le garantizo que el resto no me va a ir mal.
Me puede ir difícil, pero no me va mal. Me puede ir cuesta
arriba, pero no me quedo atrás. Honremos al Señor y por difícil
que sea, nos va a ir bien.

Capítulo 4
EL HOMBRE,
CABEZA DEL HOGAR
En nuestros días no es sorprendente encontrar a una mujer mandando a todos en el hogar, y en algunos casos, a los
abuelos. Los padres de familia, por pereza o acostumbrados a
eso, dejan que su esposa controle las cosas de la casa. ¿Pero
ese arreglo es adecuado? ¿Es funcional? ¿Qué tal los hogares
donde la mujer manda y el hombre es nulo?
QUÉ DICE LA BIBLIA
Si estudiamos el trasfondo bíblico vemos que la autoridad
del hombre en su hogar es el orden instituido por Dios. En
Efesios 5:23-25 leemos: «Porque el marido es cabeza de la
mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su
cuerpo, y El es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta
a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo.
Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la
iglesia, y se entregó a sí mismo por ella».
Este pasaje bíblico demanda al marido ser cabeza de su
hogar, así como Cristo lo es de su iglesia, y tiene que saber
coordinar y encarar esa responsabilidad con una actitud de
amor.

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QUÉ DICE LA SOCIEDAD
En cuanto a la sociedad, nuestra cultura misma, a través de
normas legales, religiosas y morales, hace realidad este reconocimiento. Al hombre se le asigna la función de ser cabeza
del hogar y se le demanda en virtud de ellos, siendo responsable
y cumplido en su deber. Este reconocimiento que recibe el
hombre de parte de Dios y de la sociedad misma, ¿cómo se
aplica a la familia en términos concretos?

El problema actual en el hombre es la falta de constancia
en los principios para ser cabeza de su hogar. Abraham estaba
sujeto a un principio de orden pues cuando Dios le pidió que
sacrificara su hijo, no hizo una reunión con su mujer para
discutirlo. Comprendió que Dios le había hablado directamente como cabeza de su hogar y no a la esposa. Entonces él tuvo
que obedecer. En la actualidad, la pregunta que hacen muchos
hombres es: cuáles decisiones debe el hombre enfrentar solo
y cuáles determinar conjuntamente con la esposa.

INICIATIVA PARA GANAR EL RESPETO

ARBITRO EN LOS PLEITOS FAMILIARES

Al hombre se le reconoce ser cabeza del hogar para poder
guiar a ese núcleo, a esa pequeña comunidad llamada familia.
Según este principio, el hombre está puesto para que tome la
iniciativa en el hogar. Si el hombre se casó con una joven, es
porque expresó y manifestó el deseo de hacerlo. Nace entonces
su responsabilidad de guiar y establecer el orden en el nuevo
hogar que formarán.
El ejemplo más clásico lo tenemos en la vida de Abraham.
La Biblia no menciona si Abraham se enamoró o no de Sara.
Sólo anota que estaba casado con ella. Favorable o desfavorable, enamorado o no, dicha relación era una realidad. Había
en el hogar de Abraham un principio de convivencia y de
responsabilidad. En el matrimonio de Abraham había problemas; sin embargo, el Nuevo Testamento los cita como modelo
y ejemplo para nosotros.
En r Pedro 3:6 encontramos que Sara le llamaba a su
esposo «señor». A pesar de todo, Sara no había perdido el
respeto hacia su esposo. Abraham había logrado infundir respeto en su mujer. Esto se debió a que había un principio de
orden en su hogar. Abraham nunca perdió la autoridad, el deber
y la responsabilidad. Él manifestaba su conducta de tal modo
que en sus principios era constante. Abraham no era un genio,
o alguien que nunca sentía temor, pero la diferencia radicaba
en su constancia en el principio de orden para guiar.

El arbitro en cualquier deporte no juega una posición específica en el equipo. Su responsabilidad es vigilar todo y
marcar el orden como un coordinador responsable de lo que
sucede. El padre en el hogar tiene similar función. Si hay problemas internos entre los miembros de la casa, debe informarse
de lo que pasa y llamarlos al orden. Es importante mantener
la calma, y cortarles la emoción cuando alguno está por celebrar algo que no traerá provecho y crecimiento al hogar.
Si hay una falta de respeto hacia la voluntad y las órdenes
del padre, esto muestra que nunca ha tomado con responsabilidad su papel de coordinador. El buen coordinador da a conocer las reglas del juego. El ejemplo bíblico de Isaac nos muestra
a un coordinador perfecto. Sabía ubicarse y comportarse dentro
de las circunstancias que se le presentan en la vida. Cuando
había pleitos con los vecinos, Isaac sirvió de pacificador.
Habernos hombres que muchas veces caemos en el error de
atender más a los vecinos que a los propios miembros de la
casa. Todo esto se debe a que no hay un criterio claro de lo
que significa coordinar el hogar con responsabilidad, papel que
le toca desempeñar al padre.

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En la coordinación del hogar nuestra prioridad debe ser
cumplir con los deberes para con la esposa y luego los hijos.
Cuando el padre efectivamente coordina, está capacitado para
delegar, o sea, autoriza a otro miembro a cumplir una función.
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La responsabilidad para coordinar exige del hombre que
sepa aplicar las reglas de orden y así poder guiar a su familia.
El hombre debe establecer las reglas y los principios para que
funcione la coordinación y su familia debe someterse a la
autoridad que Dios le da por el hecho de ser el responsable de
coordinar a la familia.
ENSEÑAR Y CORREGIR
Muchos hombres oramos: «Señor, bendice a mi familia»,
pero para que Dios bendiga, a veces es necesario quitar de en
medio los estorbos. El hombre está puesto en su familia para
la orientación y nunca para la manipulación. Si usted no orienta
sino sólo manipula, no habrá bendición para su familia.
Usted seguramente ha visto hombres que saben manipular
a su mujer y sus hijos. Esto no es orientar, eso es abusar. Es
función fundamental del hombre orientar a su familia y bendecirla. Actualmente, orientar es tarea de las más difíciles. Si
un padre quiere bendecir a su familia, antes tiene que orientarla
para que Dios se manifieste. Si no puede orientar, no puede
esperar nada de su gente. Hay hombres que se dedican por
entero al trabajo, para hacer un «futuro» a sus hijos, pero éstos
sólo están esperando que el viejo se muera para aprovechar a
su manera el fruto del trabajo del padre.
Bendecir a la familia no es cuántos bienes puede el hombre
darles o dejarles. Esencialmente la orientación para bendecir
se traduce en enseñar y corregir a sus hijos. Más vale entonces
enseñar a trabajar a los hijos en vez de dejarles fortunas o
dinero. Interesa más enseñarles a ser hombres y mujeres de
Dios y que sepan vivir la vida como Dios manda, aunque en
última instancia eso es lo más difícil. Orientar no requiere
únicamente de canas, también conlleva úlceras, pues los hijos
son tan buenos o malos como uno.
Bendecir no es sólo decir: «Hijo, que Dios te bendiga».
Bendecir es hacer la situación propicia para que la bendición
de Dios descanse. Dios bendice a mi familia pero el padre es
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quien debe cultivar esa bendición. Corregir a la esposa o al hijo
es un acto que trae bendición al hogar. Si el niño hurta un lápiz
o un cuaderno de un compañero de clase, el padre no le felicitará por ello porque sería cultivar un delincuente en el futuro.
Es mejor afrontar la pena e ir a devolver los objetos. Si la
esposa tiene malos hábitos que dañan el hogar, el esposo con
tacto y en privado debe ayudarle a entender el efecto de su
conducta y buscar corregirlo. El hombre debe orientar para que
la bendición venga. Dios nos ha puesto por cabeza. Es bueno
saberlo y comprenderlo para experimentar este principio en
nuestra vida.
RESOLVER LOS PROBLEMAS
Ser jefe del hogar no es tan sólo tener un sillón de cuero
en el cual «se sienta papá» o dar órdenes y asignar trabajos a
los miembros de la comunidad familiar. Es más que todo eso.
El padre tiene que resolver los problemas que tengan los miembros de la familia. Pero a veces es más difícil que los propios
miembros de la familia tengan acceso a nosotros que otras
personas. Nuestros hijos muchas veces no nos ven ni la cara.
Como hombres, Dios nos ha puesto como un eje sobre el
cual nuestra familia gira y hace demandas. A veces el hombre
aleja a los miembros de la familia más que atraerlos. Dios nos
ha puesto como eje concéntrico que atrae todo lo demás hacia
sí, porque el hombre es quien trae la unidad en el hogar. La
mujer aporta emociones y alegría pero el hombre trae unidad.
COMPAÑERISMO CON SU ESPOSA
En cuanto a su esposa, el hombre tiene una demanda de
compañerismo. En I Corintios 7:5 encontramos «No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y
volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa
de vuestra incontinencia».
a

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Esta cita bíblica tiene una referencia directa con la vida
sexual, pero es referencia indirecta al compañerismo que debe
existir entre los cónyuges. El hombre tiene la obligación de no
negarse a su mujer sino cultivar un concepto de compañerismo.
En este sentido, déjeme hacerle una observación. Este compañerismo no debe ser algo mecánico, ni automático, deberá
ser esencialmente humano. Y hay que cultivarlo a ese nivel.
Hay esposos que llegan a sus casas para tener relación con su
mujer y se tiran como que fuese una piscina porque dicen: «al
fin y al cabo para eso me casé». El hogar y la familia no es
un prostíbulo legalizado, es toda una convivencia humana.
Si un hombre realmente va a proyectar un compañerismo,
tiene que cultivar una interrelación y tomar tiempo para el
diálogo con su esposa. Esto crea el compañerismo entre los
cónyuges. En la vida sexual, el preámbulo y la preparación
entre los cónyuges es más importante que el mismo acto en sí.
Me atrevo a decir que no hay esposa que no se pueda
conquistar si el hombre sabe proyectarse hacia ella con un
auténtico compañerismo. Frecuentemente el hombre es felicitado en sus negocios, en el trabajo, en el deporte, etc., pero en
la intimidad de la vida no puede sentirse igual de satisfecho,
pues no es capaz de conquistar a su esposa. La raíz de todo
es que muchas veces nos olvidamos de que somos compañeros
primero- y todo lo demás es una compensación mutua de la
convivencia.
Piense que ese compañerismo del que hemos venido hablando es el mejor ejemplo para sus hijos, pues de manera
tácita, crea en ellos espíritu de compañerismo.

en su vida, en la escuela, con sus amigos, esto demostrará que
hay comunicación.
Vea lo que dice de Abraham en Génesis 18:19: «Porque yo
sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que
guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para
que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca
de él». Este verso es una base para establecer lo que Dios quiere
de nosotros. El hombre debe tratar de que sus hijos sientan el
deseo de buscar a Dios, pero ¿cómo se hará? Se hará siendo
buen ejemplo a sus hijos y guardando estrecha amistad para
con los hijos.
Seremos viejos, distraídos, etc., pero somos sus amigos.
¿Porqué? Porque cultivamos la amistad con ellos. Es un honor
ser amigo de nuestros hijos, si perdemos este privilegio estaremos perdiendo lo más interesante de la vida. Incluso, los hijos
son el mejor calmante para la tensión nerviosa, de los compromisos o de los conflictos. A través de una plática con ellos, se
adquiere alegría y se recobra vitalidad.
Si le preguntan cosas difíciles, esto no debe ser el obstáculo
que impida la amistad entre padres e hijos. Hágalos saber que
usted no es un genio para saberlo todo. Como amigo el padre
cumple tres funciones: provee ayuda, compañía y corrección.
Como amigo de mis hijos, debo ayudarlos y estar con ellos.
También debo exigirles cuando están fallando, acompañándoles y corrigiéndoles. Verá que aquel hijo le dará las gracias y
le amará más. Seamos amigos: es una demanda que nuestra familia nos hace en nuestro papel de cabeza de nuestros hogares.
COORDINADOR PARA LAS AMISTADES

AMISTAD CON SUS HIJOS
El hombre está demandado a ser un amigo para sus hijos,
y note bien que estamos hablando del hombre como cabeza de
su hogar. Esto implica un concepto dinámico en la relación
padre-hijo, pues debe evitarse cultivar asperezas, barreras o
limitaciones en la relación. Si sus hijos le cuentan cómo les va
40

La demanda en mi hogar es que yo sea un coordinador para
jos amigos y parientes. Viene la suegra, viene el tío, la abuela,
'os hermanos de la iglesia, invitados, amigos, etc. y entonces
el hombre se ve urgido de coordinar el juego en ese caso. El
nombre define cuánto tiempo están, y cómo deberán ser ateni d o s , pues afecta el bienestar del hogar.
41
a

Veamos lo que dice en I Timoteo 3:4 a este respecto: «Que
gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con
toda honestidad». Si mi esposa va a invitar a alguien a la casa,
ella me pide permiso. Si yo lo autorizo, me convierto en el
responsable por la persona que está en casa, porque yo di la
autorización que permitió su visita.
El hombre debe tener plena conciencia de estar honrando
a Dios. Si uno honra a Dios, Él está dispuesto a guiarnos para
que podamos gobernar nuestra casa.

Capítulo 5
CÓMO SER AMIGO
DE SUS HIJOS

VIGILANTE PARA LOS EXTRAÑOS
Cualquier extraño que entre a mi casa, sea el plomero o el
carpintero, tiene que saber que allí hay un «matón» y que se
las tendrá que ver conmigo. Ninguno se va a pasar de la cuenta
si tiene claro que en casa hay un vigilante de la familia, un
padre y esposo que cuida de los suyos.
Si viene un joven que le gusta a mi hija, pues, va a saber
que hay un «señorón» allí que le saldrá al frente y con quien
tendrá que platicar ampliamente. Nuestra casa no debe ser un
parque de turismo al que entra y sale cualquier tipo de gente.
Hay alguien que siempre vigila el hogar. Si a casa viene un
electricista o albañil, pues, tenemos que vigilarlo, porque puede
ser una persona que traiga un mal ejemplo para nuestros hijos.
En 1* Timoteo 3:7 dice: «También es necesario que tenga
buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en el lazo del diablo». ¿Sabe cuándo cae uno en descrédito? Pues, cuando no se es responsable de cuidar lo que
Dios le ha dado. Si el hombre es cabeza de su hogar, tiene que
ser un vigilante, para que la gente afuera de casa dé un buen
testimonio. Recordemos que el orden es parte del carácter de
Dios y una de las prioridades para el carácter del hombre.

Bien dijo un pensador asiático: «Para llegar a ser padre se
tarda nueve meses, pero para llegar a ser amigo de sus hijos
se tarda toda una vida». Y a veces ni así se logra porque algunos
llegan a ser padres simplemente por un principio de naturaleza
no por una devoción, por la responsabilidad que le toca.
La amistad es un arte; hay que saberla cultivar. Es extraño
pero a veces es más fácil hacerse amigo con el que no se conoce
que con el que se convive. Si usted me presenta a fulano de
tal, que trabaja en tal empresa y vive por tal lugar, en pocos
minutos se desarrolla una relación y salimos siendo amigos.
Pero con la gente que convivimos, compartiendo lo mas
íntimo, el techo, la comida, ¡cómo cuesta ser amigo! ¿Por qué?
Porque nos conocemos demasiado bien, conocemos sus debilidades y por eso no le confiamos. Así en los negocios. Usted
acepta muy bien un cheque menos a una persona que una vez,
por alguna razón, le rechazaron el cheque, por eso usted no le
acepta ni uno más.
Quisiera que tomáramos seriamente dos aspectos de la
relación familiar: la relación con nuestros hijos, y por el otro
ado, como hijos, la relación con nuestros padres. Los que
tienen el privilegio de tener todavía a sus padres en vida, les
a , como hijos, aceptar la amistad que ellos brindan.
t o c

42

43
Normalmente, la amistad que un padre ofrece a su hijo no
es una amistad que está programada, planeada, discutida y
aprobada por ambas partes. Surge de una espontaneidad, de una
necesidad de tener que convivir porque es la manera más
económica para una familia vivir todos juntos, soportándose
con cariño.
Vivir juntos no es quererse, es simplemente encontrarse
muy cerca. Usted puede encontrar muchos hogares donde
aparentemente hay armonía, pero simplemente saben actuar
bien el programa y el teatro lo hacen muy bien. No se pelean
porque no se hablan; no se deben porque nadie pide nada; no
se empujan porque tampoco se arriman. Simplemente, cada
uno sabe exactamente dónde le toca. Sonreír es simplemente
un acto deliberado de la voluntad pero no es complacerse. La
amistad no es simplemente una aprobación, es una complacencia de ambas partes.
1. Debemos aceptarnos
Amigos míos, la cosa más difícil en nuestra sociedad y en
nuestra cultura es aceptarnos. En ocasiones los hijos llegan
porque falló el plan de control de natalidad y a veces llegan
porque ha sido añorado mucho tiempo. A los primeros se los
aguantan porque vinieron «sin permiso» y los otros están sobreprotegidos con demasiado cuidado. En ambos casos el niño
crece con angustia y sin espacio para desarrollarse.
Yo creo que ningún mortal en sus cabales se ofrecería el
trabajo de ser padre o madre porque le sea «divertido». Es una
gran responsabilidad y nada fácil. Algunos padres de familia
dicen: «Si yo tuviera que empezar otra vez lo haría distinto».
Lo decimos con sinceridad, pero la verdad es que quizás lo
haríamos peor en vez de mejor.
Aceptarse es renunciar a la imagen que nosotros mismos
nos hemos forjado de otra persona (en este caso nuestro hijo)
que tal vez es simplemente un sueño. No sé de usted, pero
cuando yo empecé en este oficio dije: «Voy a ser el padre
ejemplar». Hago todo el esfuerzo para cumplir con mi ideal de
44

padre, pero la realidad es que soy tan humano y mis hijos lo
saben muy bien.
Si yo no me acepto a mí mismo, no puedo aceptar a mis
hijos y menos aceptar a mis padres, por la frustración de aquella
imagen ideal que tengo pero que nunca se hace realidad. Pero
si nos aceptamos, no vivimos, CONVIVIMOS. Si yo acepto
a mis hijos como son, con sus mañas y chifladuras, es aceptar
que son Berberianes igual que yo. Es de la misma industria;
mantienen el folklore propio de la familia. En el momento que
yo los acepto, allí empezamos a convivir y nos entendemos.
Y quizás no se hable mucho, pero en lo poco que se habla se
puede decir mucho.
2. Debemos hablar
Usted conoce aquellas familias que la sobremesa es silenciosa y sepulcral porque quieren lograr una buena digestión.
Ellos saben demasiado bien que si hablan se acabó la felicidad.
También hoy hay muchos medios para evadir la conversación
con los hijos. «¡Cállate y mira el programa!» «¡Cállate, que está
hablando el fulano». Aunque no me importe lo que dice el
fulano, mejor que el hijo no hable. La intención es evitar discusiones y diferencias de opinión.
Nos hemos olvidado de lo agradable que es poder hablar
aunque sea de cosas insignificantes; lo importante es con quien
estoy hablando. O acaso cuando usted estaba en su noviazgo,
¿hablaba sólo de negocios muy serios? No me acuerdo lo que
hablé con Martha, simplemente era una excusa para estar
juntos. Amigos míos, nuestra relación de aceptarnos va a probar que no importa de qué hablemos, nos gozamos hablando.
No importa dónde vamos, es que estamos juntos. No importa
en qué situación nos encontremos ¡qué agradable es estar con
•os hijos!
¿Recuerda usted alguna vez cuando su hijo o hija buscó una
excusao s para no estar con usted? O quizás lo hicimos con
n
estr
P dres. Puede suceder, pero el error más grave es
emitirlo como normal. Hay momentos de bajón cuando hay

J¡

a

45
malos entendidos o discordia, pero aceptarlo como normal es
perder la guerra.
El hecho de tener que convivir con mis hijos o con mis
padres no fue elección mía. Dios me ha puesto allí y yo delante
de Dios soy responsable. No es algo que yo tuve que elegir,
es algo de lo que yo tengo que rendir cuentas a Dios. Tal vez
Dios nunca me pregunte cuánto éxito tuve en mis negocios pero
me consta que voy a tener que rendir cuenta de mi relación con
mi familia, con mis hijos. ¿Qué amistad cultivé con ellos?
Le voy a ser sincero: la amistad lo cultiva el grande, no el
chico. El niño es un recipiente que recibe lo que nosotros le
damos. Si yo le digo a mi niño que es un necio, que es un
malcriado, que es un atrevido, que con él no quiero ir a ningún
lado, pues ¿qué amigo me estoy echando? Diga lo mismo a un
compañero de trabajo o a un vecino y creo que usted no sale
muy vivo de eso. Pero cuando yo digo: «¡Qué gusto estar
contigo! Cuénteme de cómo estás», nuestro hijo nos abre el
corazón con alegría.
¿Cuándo fue la última vez que sus hijos le compartieron una
opinión sincera que tenían de usted? Porque un amigo es sincero y se lo dice.
Me acuerdo una vez cuando mi hijo me habló con sinceridad sobre lo que pensaba acerca de mi carácter y mi modo de
hacerlas cosas. Aunque me dolía, le dije: «Mira, creo que está
acertado. Ayúdame a salir de esto, porque el hecho que te des
cuenta hace que me tengas que ayudar porque otra gente no
me lo dice».
Me dijo: «¿Te enojaste porque te lo dije?» «No», le dije,
«lamento que sea verdad». ¿Quién sabe mejor que un hijo que
vive con uno? Le pregunté: «¿Qué cosas hago que te caen
mal?» Y cuando me dio la ilustración tuve que darle la razónEs mucho mejor admitir donde está el error que empezar a
justificarlo. Cada vez que yo me justifico alejo a mis hijos de
la amistad.

46

3. Debemos renunciar a intereses personales
Si de veras yo quiero cultivar amistad con mis hijos, tengo
que deliberadamente cultivar una renuncia a mis propios
intereses. Yo no puedo ser padre y al mismo tiempo buscar
objetivos egoístas en la vida.
Antes de lograr mis objetivos debo ayudar a que mis hijos
logren sus objetivos. El momento que yo llego a ser padre el
egoísmo terminó y debo tomarles en cuenta. Cuando yo sacrifico el bienestar de ellos por unos amigos míos, mis hijos pasan
a ser mis enemigos. Cuando yo sacrifico la relación con ellos
por unos pocos pesos más, mire, me va a salir más caro porque al fin y al cabo lo que gano es para compartir con ellos
y si ellos necesitan más de mi tiempo, pues, mejor planificar
dárselo.
¿Cuántas veces ha conocido usted gente que llenan de
bienes a sus hijos pero nunca se dan ellos mismos a ellos?
«Hijo, ¿querés este libro? Te lo compro. Si querés aquel aparato, te lo compro». Y simplemente es un montón de bulto que
no compensa la ausencia de un padre. Por qué no tira todo eso
y se ofrece usted mismo diciendo: «Mira, ¿qué querés que
hagamos juntos?»
Por el tipo de vida que tengo yo, me toca estar muy ajustado
en horarios. Me acuerdo un día, llegué a casa y mi hijo tenía
su juguete allí, desarmado. Cuando lo desarman es un placer,
pero cuando lo vuelven a armar, se molestan porque no funciona. Sólo entrando yo, se me vino como que fuera cosa de
vida o muerte, «Papá, mira, necesito que me ayudes con este
juguete». «¿Qué pasó?» «Es que no funciona». «Mira, hijo, es
que yo tengo...» «Ya sé, no tienes tiempo. Eres una persona
muy ocupada...» Me sentí encajonado, así que le dije: «Tengo
unos minutos y te voy a ayudan>.
Bueno, yo tengo fama de llegar temprano a mis compromisos, pero ese día llegué como diez minutos tarde. El encargado de la reunión estaba nervioso, pensando que yo no iba
a llegar. «Y ¿qué le pasó?» «Es que tenía un compromiso
'^portante, por eso me demoré».
47
Lo interesante es que, a los dos meses, cuando viajaba de
Guatemala a Cobán con mi hijo, estábamos platicando. Le dije:
«Mira, ¿pensás que soy un buen papá?» «Sí», me dijo. «Bueno,
y ¿por qué pensás que soy buen papá?» Pensó durante un rato
y luego dijo: «Es que me ayudas cuando no me funcionan los
juguetes.»
Señores, el sacrificio no es para hacerse monumento, es para
suplir la necesidad del otro. ¿Qué es lo que necesitan mis hijos?
Yo estoy dispuesto a sacrificarme. Eso es lo que vale, si es que
de veras queremos ser amigos de nuestros hijos. ¿Cuándo fue
la última vez que usted sacrificó un gusto muy personal suyo
para que su hijo se sintiera que de veras es una persona importante en su vida?
Cuando los niños están pequeños, los papas muchas veces
son muy ocupados, gente muy importante que no tiene tiempo
para los hijos. Pero cuando los hijos son ya jóvenes o adultos
y los padres tienen más tiempo, los hijos ya no tienen tiempo
para ellos tampoco. Los padres preguntan: «¿a dónde vas?»,
y le contestan: «¿qué te importa ahora? Cuando yo era niño
y le preguntaba algo, siempre estabas ocupado leyendo el
diario; y ahora ¿por qué tanto le interesa saber de mí?» Es que
nunca se cultivó una amistad y ya de grandes, usted no lo puede
imponer de una vez.
¿Qué pasaría si alguien viniera con una pistola y dijera:
«Mire, fulano, ¿quiere ser amigo mío, sí o no?» «Pues, sí. ¡Qué
otra me queda!» Cuántos de nosotros, como padres, nos valemos de nuestra autoridad y decimos: «Hijo, véngase acá.
Quiero que platiquemos». «Está bien», «¿qué tienes que decir?»
«Nada.» «¿Por qué nada?» «No sé.» ¿Le ha pasado a usted?
Los hijos no hablan porque nunca se les enseñó. Como padres
les enseñamos a caminar, a comer, cómo hacer sus tareas. Pero
nunca les enseñamos cómo hacerse amigos. Quizás usted dice:
«pero a mí tampoco me enseñaron». Pero el error de otro no
es para reproducirse sino para corregirse, ¿no cree?
Hay una escritura en 1 Juan 3 que dice: «Mirad cual amor
nos ha dado el Padre para que seamos llamados hijos de Dios.»
48

¡Qué hermoso es llegar a ser hijo de Dios! ¿Cómo es eso? Es
que a Dios le dio la «gana» de que sea así. Jesucristo vino para
pagar el precio para que eso sea así. Yo nunca hubiera sido hijo
de Dios si Jesucristo no hubiera venido a este mundo, entregándose a sí mismo, muriendo en la cruz, ocupando mi lugar.
Amigos míos, la paternidad es una cosa, y la amistad es
otra. Mi paternidad para con mis hijos está registrado en la
Municipalidad y hasta pueden pedir fe de edad y aparece que
yo soy el papá. Pero eso no dice nada de relación ni de convivencia.
El problema más serio que yo veo es que, de acuerdo a los
principios de Dios, nosotros como padres tenemos la función
de proyectar la imagen de Dios a nuestros hijos y eso es lo que
a mí me asusta. ¿Sabe por qué algunos no quieren rezar el Padre
Nuestro? Porque ya con el padre que tienen en casa les basta
y sobra ¿para qué un Padre Celestial? Mejor no.
Señores, esto es grave, es serio. Muchos de nosotros hemos
fallado en la imagen que hemos proyectado. Pero ¿quiere que
le diga una cosa? Hay remedio al mal. Porque si yo estoy
dispuesto a renunciar a mi egoísmo, mi orgullo y mis caprichos,
Dios está dispuesto a sanar toda relación y permitirme crear
una amistad como nunca. Tal vez sea más difícil, pero no
imposible.
«Mirad cual amor nos ha dado el Padre que seamos llamados hijos de Dios.» Le costó su propio hijo. Hay señores que
no sacrifican su partido de fútbol para hacerse amigo de sus
hijos. ¿Qué tiene que perder? Si usted pierde el partido, luego
n la prensa o en la televisión le van a decir quién ganó. Y si
no dicen nada, de todos modos no perdió la oportunidad de
cultivar amistad con su hijo.
Dios quiere usar mi vida y la suya como padres, de proyectar tal amistad a nuestros hijos que cuando piensen del Padre
Celestial, piensen: «¡Qué bonito! Si mi papá, con todas sus
mañas y chifladuras, era bueno, ¡qué bueno será el otro! A pesar
de s limitaciones, hicieron como pudieron». Tristemente,
señores, muchos hijos lloran en el velorio de sus padres pero
e

U S

49
no dicen nada, que si hablaran, tal vez mirarían a todos los
amigos de sus papas y dirían: «por esos fulanos yo nunca tuve
amistad con mis padres».
Señores, ¿quiénes son los que roban la oportunidad de ser
amigos genuinos de nuestros hijos? Los hijos que Dios me ha
dado a mí y le ha dado a usted son simples visitas en casa por
unos años. Tarde o temprano se van a ir a hacer su vida y luego
serán amigos a distancia. En el poco tiempo que nos toca
tenerlos, que Dios nos dé la gracia y la sabiduría de hacernos
amigos genuinos, amigos en el sentido que le damos protección, seguridad y comprensión.
Y la última pregunta es: ¿Es Jesucristo el Señor que gobierna mi vida y me instruye para que sea amigo de mis hijos? ¿Es
El quien toma las riendas de mi vida para que el resultado
inmediato con mis hijos sea una amistad agradable a pesar de
los problemas, a pesar de los sinsabores de la vida, a pesar de
lo que viene? Si no, ¿por qué no empezar por allí? Le garantizo:
si nosotros permitimos que Jesucristo se haga caigo de nuestra
vida, El no sólo va a sanar las heridas del pasado, nos va a dar
maneras creativas en las cuales podamos cultivar esa amistad.

Capítulo 6
EJE DE UNA
SOCIEDAD PRODUCTIVA
Nuestra sociedad es compleja y tiene su base en la producción de bienes materiales para asegurar la subsistencia de la
misma. Al hablar de la PRODUCTIVIDAD, estamos hablando
del aspecto más moderno en nuestros días, pero lamentablemente sólo se piensa desde una perspectiva humana de la
productividad.
La prensa, radio, televisión, etc., solamente ven en sus enfoques el problema económico, la pobreza, la superpoblación,
la falta de alimentos básicos, la desnutrición. Pero ¿será posible
que Dios haya creado un mundo y se le esté acabando la
comida? ¿O será que es la única manera que Dios está usando
para ver si el hombre le busca y se arrepiente de sus malos
caminos?
¿ERES PRODUCTIVO Y RESPONSABLE?
La verdad es que algunos de nosotros sólo ocasionamos
problemas en nuestros trabajos. Sin embargo, el principio es:
LA PRODUCTIVIDAD ES PARTE DE LA CARACTERÍSTICA
FUNDAMENTAL DEL HOMBRE Es un elemento que el hombre posee en sí mismo por el solo hecho de señorear sobre la
creación total (Salmo 8:5-6).
Cuando se habla de la responsabilidad del hombre, estamos

50

51
pensando en el tipo de responsabilidad que la sociedad actual
demanda. Es una responsabilidad que se debe manifestar en
supervisión y vigilancia.
ORDENADO POR DIOS
Sabemos que nuestro Dios es un Dios de orden y de principios. Por ello, Dios proyecta su voluntad a través de ordenanzas, mandatos y demás enseñanzas que su Palabra muestra.
Cada demanda que Dios tiene sobre el hombre, cada requisito que establece, cada mandato, refleja esa característica de
ser un Dios de orden. Por ejemplo, vemos en la naturaleza la
ubicación del sol, conforme transcurren las horas del día. Dios
ha establecido un orden a todo. Dice Juan 1:3: «Todas las cosas
por El fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho,
fue hecho».
Qué diría usted si Dios creara el sol y la luna y de pronto
colisionaran y luego se escuchara una voz desde el cielo diciendo: «Disculpen, esto sí que salió un poco mal». Difícilmente habría sobrevivientes para escuchar esto. El hombre vive con
una calma absoluta pues sabe que esto no puede suceder porque
el Creador es un Dios de orden.
Dios delega en el hombre la productividad en el mundo. El
ser más complicado que Dios ha creado es el hombre y todo
lo que Dios ha hecho produce algo. No puede ser de otra manera, puesto que El es un Dios de orden y de perfección. En
el mundo actual, hace falta producir y hacerlo con responsabilidad. Hay hombres que no producen ni siquiera lo que
consumen. No existe productividad porque no hay responsabilidad.
INTERRELACIÓN CON EL PRÓJIMO
El hombre productivo y responsable desarrolla una
interrelación con el prójimo, se convierte en un eje para poder
rendir y aportar al prójimo y no para sí mismo únicamente.
52

Dios dispuso que el hombre esté sobre los animales y toda
la creación para que la haga productiva. Pero esencialmente la
productividad necesita desarrollarse en interrelación con el
prójimo, y la Biblia nos enseña que tenemos que amar a nuestro
prójimo como a nosotros mismos.
Cada acto o trabajo que desarrolla el hombre tiene que ser
encaminado a buscar que se obtenga productividad para la
honra y la gloria de Dios. Con ello realmente estaremos contribuyendo al prójimo y evitando caer en actitudes individualistas que no glorifican a Dios.
Notemos que a veces el prójimo se llama «cliente». Y
alguien ha dicho que los humanos tendemos a vender todo lo
que a nosotros no nos sirve. Cuando el hombre va a vender algo
dice: «Esto es lo mejor que hay, es una buena oportunidad, es
lo más práctico y de mejor calidad que existe». Pero cuando
se aleja el cliente luego de pagar dice: «Qué negocio el que
hice». Cuando va a comprar algo dice lo opuesto: «Esto no
sirve, esto no vale tanto», y empieza a regatear el precio y
cuando termina de comprarlo dice para sí: «Qué buena oportunidad tuve». Esta es la perspectiva que muchos tenemos
acerca del prójimo.
Pero cuando existe productividad y una buena interrelación
con el prójimo, no puede haber engaño. Cuando existe productividad todo es distinto, hay interrelación y ayuda al prójimo.
Usted recordará el relato de Lucas 10:30-37 donde se habla
del "Buen Samaritano". Alguien cayó en manos de ladrones
y lo dejaron medio muerto. Pasa una persona pero únicamente
lo mira y quizás piensa que no es socorrista ni bombero. Por
ello el Señor Jesús, a través de este relato, lo que cuestiona es
el aspecto humano. Pues en algunas cosas simplemente hay
que ser lo suficientemente humano y tomar iniciativa, tal como
lo hizo el samaritano.
Nosotros, como hombres cristianos, somos miembros de
una sociedad que produce, pero como cristianos somos ejes de
esa sociedad. Establecemos la norma, establecemos el patrón
seguir. En este sentido, tenemos el deber de dejar de tratar
a

53
a las personas como «el cliente número tal», y tratarle pensando
que también es un humano, es un prójimo.
La Biblia requiere muchas actitudes para el pueblo de L ios,
en relación con la moral y la ética pero vemos que la productividad de algunas empresas está basada en el engaño, pues en
algunos negocios la libra pesa 16 onzas y en otros un poco
menos. Ahora pensemos, ¿cómo puede vivir un hijo de Dios
que está produciendo en una sociedad así? La única respuesta
valedera es que uno debe convertirse en el EJE y no en el
satélite de los problemas de la sociedad.
Si uno cambia, todo será distinto, porque Dios está de
nuestra parte si hacemos su voluntad. Tal vez no llegue a ser
muy rico, materialmente hablando, pero tendrá paz en su
corazón, y podrá producir a favor del prójimo y, por consiguiente, de la sociedad misma.
¿QUÉ TAL LA RELACIÓN CON SU JEFE?
Este punto quizá sea algo muy difícil de aceptar pero es una
realidad y una necesidad en la vida de todo hombre que desea
convertirse en el eje de la sociedad productiva. El hombre,
como un ser productivo y responsable, tiene que admitir que
está sujeto a autoridades superiores, siempre está arriba de
nosotros otra persona. En Efesios 6:6 dice claramente: «No
sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres,
sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad
de Dios».
Esto significa que uno no debe buscar que le vean trabajar
sino hacerlo porque Dios está encima de nosotros. Si uno es
empleado, tiene un jefe; si es jefe, pues tiene a un director o
gerente, y el gerente está bajo el presidente de la empresa. Pero
si usted es el presidente de la empresa, tiene un Dios que le
mira desde arriba.
No debemos tergiversar el concepto de que, por ser nuestra
propiedad algún bien, podemos hacer lo que se nos antoje,
puesto que tenemos conciencia de que hay que hacer lo que
54

Dios manda. Quien ajusta los ejes es el Señor mismo. Ante este
planteamiento uno se pregunta: ¿dónde está el empuje de producir del que hablamos anteriormente? El empuje estriba en la
responsabilidad.
Si revisamos la historia y nos remontamos a las culturas
prehispánicas, notamos que para los Incas, los Aztecas y los
Mayas, el trabajo de labrar la tierra era casi un culto religioso.
No era un afán de ver qué gano o qué vendo. Había una práctica
casi ceremonial en la producción de la tierra. Yo estoy seguro
de que, por lo menos a nivel de países latinoamericanos, si el
indígena dejara de labrar la tierra nos moriríamos de hambre
todos.
Interesante resulta notar que, sin conocer a Cristo, ellos
tenían honradez. Nosotros que conocemos a Dios y creemos
en Cristo como nuestro Salvador debemos darle honra en
nuestro trabajo.
Somos nuevas criaturas y tenemos la responsabilidad de ser
un eje en una sociedad productiva. En este sentido, debe entenderse que no es una tradición, sino es una experiencia, es un
confrontamiento con un Dios vivo dentro de nuestra profesión,
dentro del negocio, de la comunidad o dentro de la empresa
donde estamos. Entonces el trabajo ya no es una amenaza, o
una carga, sino un auténtico placer, una realización del hombre.
En Salmos 118:24 se nos dice que este es el día que Dios
ha hecho para que sus hijos demuestren lo que Él hace en sus
vidas. Nos dice que debemos gozarnos en él; no es sólo para
el día del servicio o del culto. Los lunes nos cuesta llegar al
trabajo y el viernes quisiéramos hasta irnos más temprano. Los
lunes como los viernes son días que Dios ha hecho, y uno tiene
el compromiso para con el prójimo. Tal vez sea colérico o
neurótico, pero al fin y al cabo hay uno por encima que es
mucho más exigente en todo lo que uno haga. Un día seremos
llamados y rendiremos cuentas de todo delante de Dios.
Uno puede engañar a todo el mundo, pero a los ojos de
Dios no se escapa el engaño. Dios para nosotros no es una
amenaza, es una bendición. Nosotros, los cristianos, tenemos
55
la sagrada responsabilidad delante de Dios de ser ejemplo en
todo, aunque la gente nos mire con cara de ridículo y diga
«pobre tonto».
LA CREATIVIDAD EN EL TRABAJO
El hombre no es un robot programado, tiene una creatividad
continua. El hombre, cuando fue creado por Dios, recibió la
capacidad para progresar, sea joven o sea viejo. El hombre no
fue creado para «jubilarse» y ya no usar su creatividad, tema
de la obra teatral «Te jubilaste, sonaste" popularen la Argentina
en los años 50.
En la vida normal, el hombre es tan práctico y creativo que
va cambiando las cosas para no estancarse. Con la edad, se van
adquiriendo y trazando nuevas perspectivas, nuevas metas. Un
joven de 20 años no tiene las mismas motivaciones para el
trabajo que una persona de 50 años, tienen una proyección
distinta.
Una sociedad no puede funcionar sólo con jóvenes, ni tampoco podría sólo con viejos. Se complementan el uno al otro.
Por eso es que uno de los problemas más grandes dentro de
una sociedad productiva como la actual es considerar que los
viejos no sirven para nada. Pero en la vida, de acuerdo con el
plan de Dios, hacen falta viejos como jóvenes. Dios es tan sabio
que en el traslape de generación a generación usted tiene dos
polos que en vez de alejarse se unen. La creatividad del hombre
debe ser constante y no se pierde con la edad, únicamente
cambia la motivación y la proyección.
APRENDIENDO DEL PASADO
Uno no puede negar la herencia cultural del pasado. El
hombre no puede decir «a mí no me interesa lo que pasó allá
atrás», porque sobre el pasado se va acumulando lo que se hará
en el futuro.
Cuando hablamos de ser herederos del pasado no simple56

mente nos referimos a tradiciones y costumbres, sino también
a las lecciones que aprendemos; si es industria, agricultura,
comercio o cualquier actividad de la vida humana.
La herencia del pasado es toda una escuela para nuestras
vidas, siempre y cuando podamos asimilarla para que tenga una
aplicación personal en el desarrollo de nuestras actividades y
decisiones que tomemos en la vida.
Lo que se estudia hoy es la capacidad que permita aprender del pasado. El hombre conscientemente debe orientar su
productividad en función de la herencia del pasado. El pasado
representa una lección para el presente y una advertencia para
el futuro.
RESPONSABLE DEL PRESENTE
El hombre además de ser heredero del pasado, tiene una
responsabilidad en el presente. Esto se manifiesta en el cuidado
de los bienes que se nos han dado por parte de Dios para nuestro
beneficio.
Los cristianos somos responsables por todo lo que tengamos
que administrar. Al fin y al cabo, como seres humanos y como
hombres, somos los administradores de los bienes que Dios ha
puesto a nuestra disposición. La naturaleza también es responsabilidad nuestra preservarla, lo que llamamos ecología.
Uno puede botar la basura en cualquier lado, pero el daño
se lo hace a uno mismo. Cuando se está en relación directa con
Dios, el egoísmo, el capricho, o el enojo se dejan de lado y
se ajustan a lo que la voluntad de Dios establece. Hay un dicho
que nos hace reflexionar en este sentido: «Los turistas piden
sol y los campesinos quieren lluvia».
Al hombre le toca ser el mayordomo fiel y responsable de
•o que se ha asignado. Donde el hombre pasa se echa a perder
la naturaleza. Como cristianos debemos ser más responsables
cuidar nuestro mundo, una verdadera ecología cristiana.

57
DESAFIADO POR EL FUTURO
El futuro nos presenta un desafío, el cual tenemos que
enfrentar con toda seriedad y decisión. La única manera de
enfrentar el reto del futuro es con una estrategia cristiana. Los
políticos tienen una mentalidad particular, los industriales tienen otra, la gente de campo tiene otra, etc. Usted ve que cada
uno tiene una salida al problema. ¿Será que Dios tiene la
respuesta a todo esto? Mire lo que dice Eclesiastés 9:10: «Todo
lo que te viniera a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas;
porque en el sepulcro, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni
ciencia, ni sabiduría».
Ahora pensemos, ¿cuál es la filosofía de nuestros días? Es
la mayor productividad con el menor esfuerzo, sin importar
cómo acaben las cosas. Pero para los cristianos no debe ser esta
la perspectiva. Debemos adoptar una estrategia cristiana para
un mundo convulsionado y lleno de destrucción, y ser «sal de
la tierra». No es cuestión de evadir trabajo, sino hacer todo el
trabajo debido.
Otro versículo que nos puede ayudar a entender el desafío
del futuro está contenido en 2 Pedro 3:14: «Por lo cual, oh
amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz».
Preguntémonos, ¿en qué nos debe encontrar irreprensibles?
En todo. Si el Señor Jesucristo viene ya, El nos puede encontrar en el desarrollo de una estrategia cristiana en nuestro modo
de vida, porque somos la luz del mundo.
Al mundo le interesan las personas que tienen algo que
ofrecer como alternativa a los problemas. Los cristianos tenemos la respuesta de Dios. Debemos construir los caminos por
los cuales pueda caminar la demás gente.
a

Capítulo 7
LA MOTIVACIÓN
AL TRABAJO
¿Cuáles son las preguntas típicas de la gente?: «¿Dónde
trabajas? ¿Cuánto ganas? ¿Cuándo te han ascendido? ¿Cuánto
te dieron de aumento?» Pero, ¿alguna vez te preguntaron si lo
que te pagan vale por lo que trabajas? ¿O si has estafado a la
empresa robando tiempo o dignidad? Nadie pregunta eso aunque sea cierto.
Si a uno le aumentan nos felicitan, si nos ascienden nos
dicen: «¡Qué suerte tienes!» Pero: ¿Trabajas? No. ¿Cuál es el
elogio más grande que alguien tiene? Que cuanto menos trabaje, más gane. Hemos llegado a la idea que el trabajo es una
maldición cuando en realidad el trabajo es lo único que le
dignifica a uno.
Cierta vez llegó alguien a pedirme que lo ayudara porque
buscaba trabajo. Me dice:
«Mire, hermano, busco trabajo y no encuentro. Ayúdeme».
«¿Cuánto tiempo ha estado sin trabajo?»
«Ocho meses.»
«Ay» le dije, «yo me junto al club de usted. Si usted puede
vivir ocho meses, bien alimentado y sin trabajar, dígame cómo
hace, porque usted es un genio, merece un monumento...
y ¿quién es el tonto que lo mantiene?»
0

58

59
NEHEMÍAS Y LA CONSTRUCCIÓN DEL MURO

QUÉ ES EL TRABAJO
Es interesante que el trabajar no necesariamente implica
ganar, pero hay gente que no hace nada a menos que se le pague
y que se le pague bien. La realidad es que hay tantos quehaceres
en la vida por los cuales no hay un «sueldo», no hay ganancias
en billetes pero por los cuales hay otras recompensas reales.
Ganar y trabajar no es sinónimo.
Trabajar tampoco tiene que ver siempre con producir, aunque muchas industrias producen ropa, herramientas, libros,
juguetes, etc. Imagínese si yo tengo una funeraria, ¿qué «produzco» yo? Lo que doy es un servicio a los que pierden un ser
querido, y cuando más gente muere, más «ganancias» tengo.
¿Cuándo «ganan» más los bomberos? ¡Cuándo hay más incendios!
¿Qué pasa con el agricultor? Si usted ha visto en el campo,
que produzca la tierra depende de Dios. Uno trabaja la tierra,
pero no por eso siempre produce la cosecha que uno anhela.
Si no llueve, por gusto uno cree que está produciendo. El
campo de maíz puede lucir plantas bien altas, pero viene uno
de estos ventarrones y el maíz está en el suelo. ¿No trabajó la
persona? Sí, trabajó. ¿Produjo? No. ¿Para qué trabaja uno
entonces? Trabaja para dignificarse.
Trabajar tiene que ver con dignidad, con responsabilidad y
con capacidad. Yo puedo trabajar en algo porque me dignifica
trabajar, puedo aún trabajar con responsabilidad y esmero
porque sé que así se tiene que hacer. Pero se puede dar el caso
de que en mi trabajo haga más daño que bien. ¿Por qué? Porque
no sé desempeñar ese cargo, no tengo preparación para esa
tarea, no es mi lugar. Hay albañiles que saben de construcción
y saben usar la cuchara de albañil. Yo no sé de eso, pero si me
piden dar una clase, enseñar un curso, o dictar una conferencia,
eso sí es mi área porque me preparé para hacerlo y es mi
vocación.

60

Venga conmigo a un pasaje bíblico en el Antiguo Testamento en el libro de Nehemías. Israel ha regresado del cautiverio,
está construyendo los muros, está construyendo Jerusalén. No
por eso tiene muchos amigos. Si usted progresa, va a caer mal
a aquel que está estancado. Le va a hacer la guerra.
Leamos en Nehemías 4:6: «Edificamos pues el muro, y toda
la muralla fue terminada hasta la mitad de su altura». ¿Por qué?
¿Les iban a pagar un sueldazo de primera? ¿Iban a recibir un
premio, una medalla de oro, un reconocimiento, un puesto
político? No. Edificaron el muro «porque el pueblo tuvo ánimo
para trabajar». ¿Qué era? Era reconstruir algo que hacía falta.
Lo único que necesitaban era ánimo para trabajar.
¿Sabe una cosa? No hay nada peor que una persona desanimada. Bueno, usted nunca lo escuchó pero imagínese que
alguien dijera: «Ay, otra vez me toca ir a trabajar, yo me cansé
de eso». O ha oído alguna vez a otro que diga: «Otra vez el
lunes hay que ir a trabajar. ¡Qué rico estaba el fin de semana!»
¿Por qué? «Es que, vos vieras, donde yo trabajo, no da ganas
ir.» Pero uno no va por las ganas.
¿Alguno de ustedes le da ganas de ir al dentista? «Ay, ¡qué
rico! Voy al dentista a abrir la boca para que me haga hoyos
allí.» Pero si no se saca petróleo perforando allí. Uno va, abre
la boca y cuando terminó el dentista, se le paga todavía encima
y le dice gracias. ¿Por qué? Porque la necesidad lo obliga.
Es muy interesante que si el pueblo judío es lo que es, es
porque esto es la mentalidad que tiene. Tome un punto histórico
de Israel hoy. Hace 45 años la mitad del territorio de Israel era
desierto y la otra mitad era un pantano.
Cuando llegaron los judíos habían entre ellos médicos,
abogados, ingenieros, de todo. Dicen que había un médico para
ada cinco israelitas que estaba allí. ¿Y qué hicieron todos estos
Profesionales? En el norte empezaron a drenar los pantanos
Para poder cultivar la tierra. Al sur empezaron a traer agua
(aunque sea salada) para que pudiera producir. ¿Y sabe cómo
c

61
lo que hizo? Calculó todo para que el cliente pudiera garantizar
que en un mínimo de tiempo le saliera la misma hamburguesa,
el mismo tamaño, mismo sabor y a un buen precio. Y ahora
la gente hace cola para comer una hamburguesa en MacDonalds. El punto era sincronizar el trabajo, haya mucha gente,
haya poca gente, sea domingo, sea lunes, la hamburguesa sale
igual. Ese señor estaba pensando ayudar a la gente a que coma
bien y sin esperar y terminó ganando bastante dinero.

era?: «Mire, doctor, páseme esa herramienta». «Cómo no, licenciado.» Y así iba la cosa, trabajando todos con ganas.
Recuerdo en 1969 cuando con mi señora estuvimos en
Israel, en el desierto, cerca de Jericó, conocimos a un señor que
estaba trabajando con el invento llamado riego por goteo.
Tenía un pedazo de terreno con un plástico encima y él abajo
haciendo sus experimentos con cinco o seis personas. Él tenía
cuatro doctorados y un montón de reconocimientos, era un
genio. Yo le pregunté por qué no estaba en la universidad. Me
contestó: «No, estoy trabajando la tierra, ¿para qué estar en la
universidad? Yo tengo que probar cosas aquí». Ahora, hasta
en Guatemala venden el invento del goteo. ¿Sabe por qué?
Porque tienen el ánimo de trabajar.
¿TE ENSEÑARON A TRABAJAR?
¿Sabe una cosa? Todo lo que hacemos en la vida, alguien
nos lo tuvo que enseñar. Cuando yo era niño me enseñaron a
caminar, me enseñaron a comer solo. No sé de usted, pero
cuando yo empecé a comer sólito dejaba comida por todos
lados menos en la boca, hasta que al fin lo aprendí. Y así
íbamos aprendiendo a vestirnos, a guardar nuestras cosas, a leer
y escribir y tantas cosas más.
Pero ¿a cuántos de nosotros nos enseñaron a trabajar, a ser
disciplinados en hacer algo? Si no lo sé hacer, ¿cómo puedo
hacerlo con ánimo? Imagínese, si usted nunca estudió mecanografía y le piden escribir a máquina, ¿cómo lo podrá hacer,
con o sin ánimo?
Si no nos han enseñado a trabajar, ni a gente llegamos. Me
pueden educar pero ¿para qué? Para que consiga un empleo
donde gane mucho pero no produzco nada.
La gente que más ha logrado en la vida empezó a trabajar
pero con ganas. ¿Alguna vez usted entró en MacDonalds a
comer una hamburguesa? Fue fundado por Ray Kroc, un
hombre que no tenía mucha escuela pero sabía trabajar. ¿Sabe
62

UN MANDAMIENTO: TRABAJAR
Vamos a otro pasaje más. En el libro de Éxodo 20:8-9
tenemos el cuarto mandamiento. Dios da una orden clara:
«Acuérdate del día de reposo para santificarlo; seis días trabajarás y harás toda tu obra.».
Esto es una orden más dura que la de un militar. No dice:
«trabajarás cuando tengas ganas de trabajar» o «Trabajarás si
necesitas dinero» o «trabajarás si consigues un empleo que te
guste». No. Dice sencillamente: «Trabaja seis días, haz toda tu
obra».
¿Qué pensaría usted si yo dijera: «Mire, yo he logrado
descansar seis días y trabajar sólo uno». «¡Qué suerte!», dirías,
«¿cómo lo haces?» Pero ¿cree usted que yo voy a honrar a Dios
con eso? Cuando Dios estaba dando la orden de trabajar seis
días, no estaba pensando en que si el hombre no trabaja se
desarma el mundo. No es que Dios contrató una raza que le
hiciera el servicio doméstico. Usted sabe mejor que yo que
donde el hombre no ha metido la mano, la naturaleza está mejor conservada.
En Guatemala, por ejemplo, los bosques de Peten eran muy
bonitos hasta que el hombre empezó a cortar todo para vender
la madera y ganar dinero. El hombre no está haciendo ningún
favor a la tierra, Dios no necesita a nosotros para que cuidemos
la tierra, la pobrecita. Nosotros la arruinamos. Dios nos
mandó trabajar para nuestro bien, para sentirnos útiles y con
dignidad.
a

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EL HOMBRE INTEGRAL Por: Samuel Berberian

  • 1. EL HOMBRE INTEGRAL Desarrollando el potencial masculino ante las problemáticas de la vida
  • 2. INTRODUCCIÓN El éxito del hombre tiene relación directa con el enfrentar las responsabilidades y problemas de la vida. El hombre sin éxito es aquel que evade sus responsabilidades y busca a otro para resolver sus problemas en vez de resolverlos él mismo. Dios nos ha redimido por la sangre de Jesucristo para que seamos realistas. Eso significa no ser ni pesimistas ni demasiado optimistas. Seamos realistas al examinarnos como hombres que somos, y seamos realistas al evaluar nuestro medio ambiente. Veremos que Dios tiene respuestas a los problemas que nos plantea la vida. La Biblia en un 80% desarrolla principios para caballeros. La Biblia muestra, entonces, que es al hombre a quien le corresponde enfrentar el desarrollo mismo de toda la historia. Es al hombre a quien se le demanda ser instrumento de Dios para afrontar los problemas de nuestra sociedad. En este estudio queremos medir nuestro horizonte para ver la razón de nuestra existencia en este mundo y las responsabilidades que nos toca enfrentar en la vida. Si usted piensa que su caso es demasiado difícil y que por ello no hay solución, Dios le pregunta: «¿Hay algo imposible para mí?» No hay nada imposible para Dios. ¿Sabe cuál es la única imposibilidad? Es una actitud en nosotros de no querer cambiar. Pero si quiere cambiar y de veras ser un hombre de éxito, le invito a reflexionar sobre el contenido de este libro y dejar que Dios obre en su vida. 7
  • 3. Unas palabras del autor Capítulo 1 EL HOMBRE Y SU POTENCIAL Es justo agradecer el privilegio que ha sido el compartir estos temas para caballeros en diferentes actividades, los cuales me han obligado a repensar muchos valores que pueden pasar desapercibidos. En el libro se podrá encontrar algunos tópicos que son producto de una experiencia que en el momento de su proceso no era lo más agradable, pero hoy, en la mano del Señor, puede ser una inspiración y una motivación para otros. Cada uno de los temas que se han expuesto, cuando está saturado con el poder de Dios, puede traer transformaciones que el medio lo creería imposible. En este párrafo quiero hacer reconocimiento al estímulo y el trabajo de redacción que mi esposa ha invertido en este libro para transformar las pláticas no formales dadas a los caballeros a un documento que hace placentera su lectura. La mejor manera para leer este libro es hacerlo en forma de peregrinaje a través de la rutina y el humor que la vida presenta a diario. Samuel Berberián 8 Los evolucionistas dicen que el hombre surgió solo, sin la intervención de Dios, a través de miles de años de mutaciones. Los creacionistas, basados en la Palabra de Dios, dicen que somos criaturas de Dios, o sea, creación de Dios. Si usted desea, puede creer que descendió del mono o el orangután, aunque científicamente le costará comprobarlo. La Biblia habla claramente que Dios creó todo el universo, incluso al hombre. El hombre es y existe porque Dios lo quiso. Dios formó al hombre con un propósito definido aunque el hombre muchas veces no conoce esos propósitos. Como hombres que somos, con capacidad pensante y libre albedrío, preferimos hacer lo que queremos con nuestra vida y vivir alejados de nuestro Creador, sin darnos cuenta que la vida carece de sentido sin Dios. EL HOMBRE Y LOS COMPLEJOS En el Salmo 8:5-6 se habla del hombre diciendo: «Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos, todo lo pusiste debajo de sus pies». Según el salmista, el hombre no es producto de la casualidad o de un «accidente» de la naturaleza, tiene un propósito definido en los planes de Dios. 9
  • 4. Cuando Dios creó al hombre, lo hizo con mano de artista, con una perfección y toque especial. A cada uno le hizo único en sus rasgos; a cada persona Dios le dio distinción para diferenciarse de los demás. Mírese al espejo y mire a las personas a su alrededor. Cada uno con diferente color de ojos, de cabello, de cutis. Aparte hay diferencia de estatura, de peso y de porte. Ahora vea su impresión digital: nadie tiene una igual a la suya. Y Dios creó al hombre para que reinara en todo lo demás que había creado, que sea señor sobre la naturaleza. ¿Acepta usted que es criatura de Dios y se acepta tal como es? Mucha gente no se acepta a sí mismo, tiene muchos complejos y por ello no logran éxito como individuos. En la estatura, peso y apariencia física tal vez no coincidimos con el gusto de los demás, pero debemos sentirnos bien y conformes de todos modos. Lo que la gente opina de mí no interesa, la opinión de Dios es la que realmente vale, y El se agrada de cada criatura suya. En Génesis 2:7 leemos: «Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente». Tal vez la materia prima de la cual fuimos hechos no es la más refinada o valiosa, pero lo que interesa es Quien nos hizo. Si uno compra un cuadro en una galería de arte, no es por el marco, la tela o el tipo de pintura que se usó. El cuadro vale por el artista que lo pintó. Los hombres somos producto del Artista más competente de la historia. El hombre debe aceptar que es imagen de Dios y así empezará a respetarse a sí mismo. Muchos de los malos hábitos que tenemos son producto de una falta de auto-respeto y falta de respeto también a nuestro Creador. Aunque hay cosas que no entendemos, mejor aceptar la realidad que Dios tiene razón de hacerlas y no pelearnos con Dios. EL HOMBRE Y EL PECADO El hombre es un paquete de contradicciones. Por un lado, fue creado a imagen y semejanza de un Dios perfecto y santo. 10 Por otro lado, es heredero de una naturaleza de pecado. En Romanos 5:12 dice: «Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron». Como seres humanos, somos herederos del primer hombre quien pecó en el huerto de Edén. Somos herederos de la naturaleza pecaminosa de Adán y lo manifestamos en nuestra conducta para con Dios. Lo que se nos dice «no hagas» eso hacemos y además tenemos una tendencia hacia el mal. Nuestra naturaleza pecaminosa nos hace pecar. El hombre justifica su actitud echándole la culpa a otros, pero todo esto es una cobardía al no aceptar que el mal está en nosotros. Si lo aceptamos, la solución es mucho más fácil. Cuando echamos la culpa a otro, el mal persiste. Debemos enfrentar nuestras debilidades con responsabilidad y decisión, pidiendo perdón a Dios. EL HOMBRE Y SUS LIMITACIONES Los «superhombres» sólo existen en la fantasía. Las limitaciones son establecidas por Dios con el objeto de que planifiquemos con realismo nuestra vida. El hombre al fin debe admitir sus limitaciones y vivir dentro de ellas. Salomón expresó claramente en Eclesiastés 3:11: «Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin». El libro de Eclesiastés es el que más habla de la naturaleza del hombre con todos sus extremos. En el verso señalado tenemos un ejemplo de las limitaciones que el hombre posee. Dios ha puesto eternidad en el corazón del hombre, sin embargo, al entrar el pecado al mundo, Dios limitó la vida del hombre sobre esta tierra y el hombre debe planificar su vida para que rinda. Pero en Jeremías 10:23 nos advierte el profeta: «Conozco oh Jehová, que el hombre no es señor de su camino, ni del 11
  • 5. hombre que camina es el ordenar sus pasos». Uno puede tener mucha voluntad y comprometerse a muchas cosas, pero al fin el hombre no siempre cumple con sus propias metas. Llega la muerte y con ella la eternidad y el hombre a veces muere frustrado al no haber hecho nada en su vida. Es vital que en su juventud el hombre tenga relación con Dios y viva dentro de las limitaciones que tiene, con propósitos nobles. EL HOMBRE, ¿UN SER SOLITARIO? Dios nos ha creado para que convivamos, que vivamos en una familia con un círculo de amistades, aunque en determinados momentos necesita de soledad y quietud para poder pensar. En Génesis 2:18 podemos ver: «Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él». A Dios no le agradó la soledad de Adán, el principio divino contempla la necesidad del hombre de tener compañía, de tener una esposa. Uno de los problemas más serios que el hombre enfrenta en estos días es la convivencia. Por pleitos familiares hay divorcios; por diferentes situaciones las amistades se enfrían. A veces hay amistades por intereses temporales. Un ejemplo bíblico de una convivencia «comprada» es la del Hijo Pródigo. Este hijo no quiso cultivar la convivencia sana y normal de su hogar; despreció todo y en una tierra apartada tenía muchas amistades hasta que terminó su dinero y con ello acabaron también esas amistades. Aprendió la dura lección que mejor humillarse y pedir perdón en la familia que buscar amistades ajenas. La vida presente nos exige vivir en apuros y atropellos, con tensiones y acondicionamientos que no permiten mucho tiempo para la convivencia. Pero el hombre está llamado por Dios a ser responsable para poner las normas y los principios de convivencia y para cultivar la relación. 12 EL HOMBRE Y SUS METAS Dios ha creado al hombre intelectualmente capaz, emocionalmente progresivo y socialmente cultivable. Por ello le da el señorear la tierra. Sin embargo, el hombre hoy no logra desarrollar su potencial por vivir muy conformista; evita aumentar sus responsabilidades diciendo «no puedo». El hombre tiene la capacidad de proyectarse hacia el futuro. El tener metas es una capacidad que sólo existe en el ser humano; los animales no planifican a corto, mediano y largo plazo como hace el hombre. En Génesis 1:28 dice: «Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra». Esto claramente denota un mandato para el hombre. Para cumplirlo hay que elaborar metas. Las metas que el hombre se propone alcanzar se relacionan con lo que él quiere lograr y hacia donde él quiere llegan Por eso se pregunta a dónde va y qué pretende lograr con su actividad. El hombre es movido y encaminado en relación a sus metas, sean estas expresas o inconscientes. Sus resultados reflejan las buenas o malas metas trazadas. Si uno vive en obediencia a Dios y sus principios, sus metas lograrán realizarse con la ayuda y poder divinos. Es tarea individual determinar cuan honradas y fructíferas son nuestras metas. Sólo así veremos si estamos en la dirección que Dios quiere para nuestras vidas. ¿CUÁNDO DELEGAR UN TRABAJO A OTRO? Muchos hombres consideran que nadie puede hacer lo que ellos hacen y se «matan» trabajando haciendo todo ellos solos. Pero Dios nos ha creado con un potencial que nos permite delegar muchos trabajos a otras personas. Encontramos un ejemplo claro de delegar en Números 27:18-20. 13
  • 6. Dice así: «Y Jehová dijo a Moisés: Toma a Josué, hijo de Nun, varón en el cual hay espíritu, y pondrás tu mano sobre él; y lo pondrás delante del sacerdote Eleazar, y delante de toda la congregación; y le darás el cargo en presencia de ellos. Y pondrás de tu dignidad sobre él, para que toda la congregación de los hijos de Israel le obedezcan». Delegar es «renunciar y retirarme de determinada actividad o responsabilidad, pero enseñando a otro para que lo haga». Eso es lo más doloroso para el hombre, el tener que renunciar. El hombre cree que toda la vida permanecerá en un caigo, en una responsabilidad o en un privilegio. Cuando ve a otros surgir, se siente amenazado. Un ejemplo es cuando el hijo va creciendo y empieza a tomar ciertas responsabilidades y decisiones, pero el padre en todo esto ve que le están «quitando terreno» en sus dominios. En la vida diaria, el hombre cristiano tiene tres opciones: delegar como un padre, voluntariamente retirarse con todos los honores, o esperar ser expulsado del puesto. Hay un proceso normal al delegar, el cual tiene que ser progresivo en la vida del hombre. A Juan el Bautista, cuando le dijeron que el Señor Jesucristo se hacía popular y famoso, respondió que el Señor Jesucristo le convenía crecer y a él menguar. ¿Por qué se expresó así? Sencillamente porque es la ley de la vida. Dios mismo ha instituido el principio de delegar. Si el hombre no aprende a delegar, se va auto-eliminando y pasa al más absoluto olvido. Si usted no quiere ser autoeliminado y en la vejez ser dejado en un rincón, enseñe a otro lo que usted sabe. Cuando usted delega a otros, volverán a usted para ser aconsejados. La asesoría no es más que opinar, recomendar y ceder la responsabilidad de la decisión a otro. IMPULSADO AL DESARROLLO El hombre no vive solo por existir, vive inspirado por el impulso a desarrollar las cosas. No es la naturaleza la que nos empuja a desarrollarnos, sino que uno empuja a la naturaleza 14 a que se produzca el desarrollo. Para que el trigo o el maíz crezca, hay que arar la tierra, sembrar y luego cosechar. El impulso al desarrollo es una gracia que Dios ha puesto en el ser humano. El ejemplo de José nos muestra hasta qué punto puede llegar un hombre. En el libro de Génesis 41:39-41 dice: «Y dijo Faraón a José: Pues que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay entendido ni sabio como tú. Tú estarás sobre mi casa, y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el trono seré yo mayor que tú». Dijo además Faraón a José: «He aquí yo te he puesto sobre toda la tierra de Egipto». José era un hombre de mucho impulso, además era sabio. Dice Génesis 41:38: «Y dijo Faraón a sus siervos: ¿Acaso hallaremos a otro hombre como éste, en quien está el espíritu de Dios?» Basado en el Espíritu de Dios uno avanza y se desarrolla; es decir, tiene impulso al desarrollo, porque Dios es creativo y es un Dios de progreso. José había aprendido a valerse del pasado como experiencia para proyectarse hacia el futuro. El bagaje que traemos del pasado nos vale para darnos el empuje que necesitamos hacia adelante. El desarrollo necesariamente tiene que ser progresivo y con fundamento. Por eso, cuando uno instala una empresa, por arriesgada que ésta sea, hace cálculos de todo tipo: el mercado, los recursos humanos y materiales, etc., para ver cómo trabajará en relación con la competencia, o el campo de trabajo que tiene en su medio. El desarrollo no se logra sin haber meditado y planificado. Si el hombre vive desconectado de su pasado, al querer desarrollarse, sufre decepciones. Notemos que cuando estamos en Cristo, aún los errores del pasado sirven como base para nuestro desarrollo y por lo menos podemos tener la seguridad de que no caeremos en lo mismo, haciéndonos precavidos y cautos. Cuando no podemos desarrollarnos materialmente nos estamos atrofiando en nuestras capacidades. Seguramente usted conoce gente que en su juventud tenía un potencial y proyec15
  • 7. ción de vida tan fuerte que se destacaban, pero después, literalmente se han ido apagando porque, teniendo abundancia de recuerdos, poco hacen para estimular su desarrollo o para ofrecer a los demás. Dios definitivamente no nos ha creado con esa capacidad tan limitada. Por el contrario, nos da una capacidad PROGRESIVA Y DESARROLLISTA. ETAPAS CRONOLÓGICAS DEL HOMBRE Hay una cosa real que dentro de nuestra sociedad y cultura se nota mucho: se marcan ciertas etapas cronológicas en cuanto al potencial del hombre para desarrollar sus capacidades. 1. Un hombre hasta los veinte años es un «tubo de experimento» y todo el mundo está a la expectativa para ver qué hará en determinada situación. 2. De los veinte a los treinta años se espera que la persona pruebe qué es lo que puede hacer en la vida. 3. De los treinta a los cuarenta años el hombre marca su futuro, y si en este tiempo no hizo nada, perdió la oportunidad. Se espera que el hombre logre sus metas fundamentales a esta edad. 4. De los cuarenta a los sesenta años el hombre es considerado ya como un experto; aunque tenga algunas equivocaciones y desaciertos, difícilmente será engañado o manejado por otros. A esta edad se sabe perfectamente lo que es la vida. 5. De los sesenta años en adelante, el hombre es un maestro y está dispuesto a orientar y aconsejar a los demás con base en su experiencia adquirida. cidad para satisfacer demandas y obligaciones de nuestro medio ambiente. Por eso no hay peor cosa que alguien diga: «Veré si puedo hacerlo». Nuestro medio ambiente nos hace demandas: la provisión económica del hogar, el liderazgo en la familia, etc. Un ejemplo lo tenemos en Moisés. Cuando él vio el modelo que Dios le mostró para hacer el tabernáculo, lo hizo conforme Dios se lo mostró. Simplemente era cumplir para satisfacer una necesidad. Dice Éxodo 39:32: «Así fue acabada toda la obra del tabernáculo, del tabernáculo de reunión; e hicieron los hijos de Israel como Jehová lo había mandado a Moisés; así lo hicieron». Cuando Dios nos pide algo, nunca es imposible. Dios conoce las capacidades y limitaciones de nosotros los hombres porque El las ha dado. Dios no nos va a pedir que movamos una piedra que no se puede mover. En nosotros hay un potencial que, si estamos dispuestos, podemos utilizarlo para satisfacer las demandas del medio donde nos desenvolvemos. Satisfacer implica sacrificio como también creatividad. Dios nos ha hecho seres eminentemente creativos y así llenar las necesidades de los demás. La vida nada tiene de monótona cuando hacemos funcionar el potencial de creatividad que Dios ha puesto en nosotros. El hombre fue creado con capacidad para detectar el medio y para satisfacerlo. • El Señor Jesucristo nos salvó y ha cambiado nuestras vidas. Cuando llegamos a El éramos un montón de vicios, males y pecados. Pero Jesucristo va cambiando nuestras vidas por su poder ejercido en ellas. La perspectiva negativa de nuestro potencial puede cambiar si Cristo reina en nosotros. Después nos sorprenderemos de como hemos cambiado y todo lo que hemos logrado. CAPACIDAD PARA LOGRAR SUS METAS El hombre tiene la capacidad de terminar lo que emprendió. Todos al nacer traemos inherente un potencial, pero necesita desarrollarse y perfeccionarse. Dios nos ha creado con cápa- lo 17
  • 8. Capítulo 2 CÓMO DOMINAR LA VOLUNTAD Cuando se habla de controlar o dominar la voluntad, encontramos que la Biblia habla del dominio propio o de templanza. A la verdad, algunos tenemos más «temblanza» que «templanza» porque sabemos que nos están ganando la guerra. Hay dos términos que aclaran el tema. Uno de ellos es «estar a plomo». Cuando uno quiere ver si la pared está recta deja caer la plomada, y como la plomada es pesada y no se mueve, muestra la situación real de la pared. Es como aquel que dijo: «¡Le dije que no!», y de allí no se mueve. Pero hay otro término que se usa mucho; es «plantarse» o sea, no moverse de su punto de vista. Algunos estamos plantados en floreros y no cuesta cambiarnos de un lugar a otro, pero otros están bien plantados, se han arraigado, tienen raíces profundas y no se mueven por nada. Hay dos frases dignas de citar, una del sabio Salomón y otra del famoso Séneca. Dice Séneca: «El hombre más poderoso es el que es dueño de sí mismo». Yo no sé si la frase es popular porque cuesta verla cumplida o porque es muy antigua. Salomón, en Proverbios 16:32 dijo: «Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte, y el que enseñorea de su espíritu que el que toma una ciudad.» Yo creo que la ilustración de Salomón es tremenda: que es más importante dominar mi espíritu, mi voluntad (o mi genio) que tomar una ciudad. O si usted quiere 19
  • 9. un ejemplo guatemalteco: es más importante dominar mi voluntad que hacer un golpe de Estado. Mire, hacer un golpe de Estado o relevo no cuesta mucho si es que el otro se deja relevar. Pero controlarse a uno mismo ¡cómo cuesta! Con un jefe de mucho "hígado" no dura mucho el empleado. Señores míos, mejor si analizamos nuestros prejuicios y predisposiciones para ver si es nuestro carácter que motiva los conflictos que tenemos. ¿ESCAPAR O CONTROLARSE? ¿Alguna vez le ha pedido al Señor darle paciencia? El problema está en que Dios no tiene una cuenta bancaria donde gira sobre paciencia. Dios, cuando da paciencia, le da suficiente razón para comprobar que sí la tiene. Yo quisiera tenerla y no usarla, pero Dios tiene otro método. ¿Qué pasa? El problema es sencillo: yo espero que las cosas se controlen, cuando en realidad soy yo el que las debe controlar. En una oportunidad tuve un jefe del cual aprendí muchas cosas, especialmente lo que no se debe hacer en la vida. Cuando él se hizo cargo de la oficina, hizo ciertos arreglos, uno de los cuales era poner una puerta adicional. Lo que hacía a veces era dejar el saco colgado en su oficina y desaparecía. Primero yo pensaba que era por una emergencia que se iba, pero luego capté que cuando no podía controlarse el genio mejor controlaba la puerta y se iba. Él era muy buena gente, especialmente bueno para zafarse de la gente que le molestaba. Es interesante, en un mundo donde todo se controla, el hombre no puede controlar a sí mismo. Usted enciende la radio temprano en la mañana y le dice el locutor a qué hora va a salir el sol, y cabal sale, y la hora de la puesta de sol, y cabal se pone. No se descontrola el sol, pero calcule qué tarde llega su jefe a su oficina. O si usted tiene subalternos, ¿llegan a la hora designada? O a veces se da el caso que llegan a buena hora, pero sin ganas de trabajar y se produce poco ese día. Todos sabemos cómo cuesta arrancar a trabajar los lunes, y peor luego de un feriado. Todo esto se relaciona con el controlar la voluntad. Me llama la atención que el sabio Salomón junta dos cosas interesantes. Primero dijo: «Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte». Dicho de otro modo: es más fuerte el que tarda en usar el «hígado» que el que tiene músculos. Mire, no cuesta mucho desarrollar músculos, pero cómo cuesta sofocar el enojo por algo que me dijeron, o cómo me miraron, o una llamada de teléfono de cierto «fulanito». Nos alteramos, el hígado domina, levantamos la voz y decimos con voz en cuello: «¡Esto no se aguanta!». 20 CÓMO CORREGIRSE 1. Escuchar a sus empleados Si usted es un jefe, a ver si se arriesga a preguntar a sus subalternos qué cosa quisieran cambiar de usted. Si tienen las agallas de decirlo, ya sabe usted dónde está el problema y puede aplicar el remedio. Tiempo atrás escuché en la radio un comentario sobre lo que se hace en las empresas en la China. Ponían un muñeco del jefe en un salón de la empresa para que la gente pudiera desquitarse contra el muñeco. Recordé que esta idea no era original de la China, sino que primeramente se hacía en el Medio Oriente. Los sultanes, en las grandes harenes que tenían, miraban por una ventanita para ver quién daba el golpe, no para desquitarse sino para corregirse. Por eso Sultán Hamid el Primero dijo: «Los que me corrigen son mis sirvientes porque me dicen la verdad sin querer. Los demás se burlan con sonrisa». Y razón tenía Sultán Hamid, porque quién trabaja conmigo conoce mis mañas, mis «debilidades» o «características». No importa cómo las llamen, la cuestión es curarlas. Si podemos ver dónde está el error, entonces habrá que ser valientes para corregirlo. 21
  • 10. 2. Aprender a decir no Sencillamente, la fortaleza nuestra no está en el conquistar, está en el dominar. Si no, pregunten a los que hacen dieta ,)ara adelgazar. «Ay, estaba tan rico el pastel, ¿cómo le iba a decir que no?» Pues, no hay problema, el pastel estaba feliz porque participa en el ensanchamiento. «Es que estábamos celebrando el cumpleaños del fulano, ¿cómo le iba a negar el brindis?» Sólo que te desbrindaron el equilibrio, quedaste tambaleando. ¿Por qué? Porque sencillamente queremos quedar bien y no somos valientes para decir no. ¿Ha escuchado esa frase: «hay que quedar bien»? Me llama mucho la atención. Muchos, al querer «quedar bien» quedamos «bien» mal, porque vamos en contra de nuestros principios. Luego, llegando a casa decimos: «Ay, ¡qué tonto! ¡cómo me dejé manipular!». Es que no tengo fuerza de voluntad y dejo que otros me manipulen. Si quedé bien, ya somos dos tontos: uno que se dejó hacer el tonto y otro que lo tonteó a él. No logré nada. Por eso dice el proverbista: «Y el que se enseñorea de su espíritu es mejor que el que toma una ciudad». 3. No buscar atajos Señores, podemos elogiar los logros que hemos hecho en la vida o felicitarnos por el curriculum que hemos logrado. Pero la pregunta es ¿cómo lo logramos? Leyendo entre líneas, ¿lo logramos por la disciplina o lo logramos por algún medio chueco? En nuestra cultura, lo importante es lograrlo, no importa cómo. Pero a Dios le interesa más el medio que el fin. Usted vive en un mundo donde lo que importa es que se logre su cometido. Si usted logró algo, le felicitan, le condecoran, ponen su foto en los diarios. Pero si usted fuera honesto, ¿merece, de veras, ese premio? He enseñado en varias instituciones educativas, seminarios, institutos bíblicos, etc. y para estimular a los alumnos a veces se promueve diversos tipos de becas para aquellos que tienen 22 buen rendimiento académico. En una oportunidad se presentó una beca completa a un estudiante que tenía el mayor promedio. Entonces lo llamaron a este alumno para entregarle la carta donde constaba que recibía la beca. Después del aplauso le dijeron: «¿tiene algunas palabras?» Y él, muy nervioso, llegó al micrófono, diciendo: «Señores, perdonen, esto es una sorpresa. Yo creo que no lo merezco. Por "chivear" no hay mérito». Las personas encargadas decidieron dejarle la beca, pero le dijeron que mantuviera el promedio sin «chivean. Luego de un trimestre perdió la beca porque no podía mantener el promedio. EL DOMINIO PROPIO EN LA BIBLIA Busqué dentro del vocabulario bíblico donde se usa este término de «dominio propio» o «dominarse a sí mismo». En el Nuevo Testamento, la primera vez que se refiere al dominio propio, es en Hechos 24:25-26 cuando el apóstol Pablo, prisionero, tiene la oportunidad de dar un discurso delante de un rey llamado Félix. Pablo se fue de boca con su discurso y cuando llegó al momento de hablar de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Félix dijo: «Mejor te vas, platicamos otro día». Y lo quitó. Es interesante que el asunto del dominio propio sí lo manejaban los griegos muy bien, pero Félix no quería que un prisionero le hablara de esto. Después de este pasaje, Pablo lo menciona en 2 Timoteo 1:7 diciendo: «Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio». Interesante que el dominio propio lo presenta en contraste con la cobardía, y va junto con poder y amor, dos grandes fuerzas positivas. El apóstol Pedro habla del dominio propio también, en un listado de cualidades que el cristiano necesita si desea tener fruto en su vida. En 2 Pedro 1:5-8 dice: «Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a 23
  • 11. la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo». «Bueno, pero yo sé lo que quiero hacer.» Sí, yo sé lo que quiero hacer, pero no me sale. Por eso San Pablo decía en Romanos 7:19: «Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago». Tal vez a usted no le pasa, pero a mí sí. Usted tal vez encontró la fórmula mágica para controlarse, con algo que puso debajo del sillón en la oficina para mantener el equilibrio, o algo. Otros admitimos la realidad que «aquí sí me ganaron la jugada». Si somos sinceros y honestos, hay sólo dos alternativas. Una alternativa es vivir la ilusión de que puedo controlarme solo y vivir el ridículo de que todo el mundo sabe que no la hago. La otra alternativa es decir a Dios: «Tú me creaste y creo que estoy desprogramado. A ver si me programas otra vez», y empezar a tener un control sobre la realidad. Señores, les voy a ser sincero. Si el hombre pudiera controlar su voluntad por su cuenta, la muerte de Jesucristo en la cruz fue en vano. La misma escena del calvario se lo puede decir. Durante dos o tres años miles de personas recibieron el favor del Señor Jesucristo: fueron sanados, alimentados y enseñados. Pero cuando unos cuantos señores gritaron: «¡Crucifícale!», la voluntad del pueblo se volvió contra Jesús. La pregunta que yo me hago es ésta: ¿Seré yo del montón' ¿O seré lo que Dios quiere? Los publicistas cuentan con esa tendencia del hombre de seguir al gentío, seguir a la mayoría. Pero ¿será lo correcto? Hemos de ser honestos. ¿Quién tiene dominio sobre mi voluntad? Yo no la tengo. Yo he tenido que cederla a otro. El apóstol Pablo dice: «No ya yo, más Cristo; y lo que de aquí en adelante yo vivo, lo vivo para Él». Tal vez usted pensará que si Cristo gobierna su vida, todo será aburrido y sin gracia y chiste. Perdóneme que le contradiga, pero el vivir como Dios manda es lo más divertido que 7 24 hay. Si no cree que Dios es divertido, solo mire a su prójimo, sus vecinos, y mírese al espejo. Mire, si no es gracia lo que Dios ha hecho, si no es divertido. Toda la creación de Dios es un chiste, sólo hay que saber interpretarlo. Si yo someto mi voluntad a Dios, ¿quiere que le diga una cosa? la vida se vuelve algo alegre. ¿Hay errores? Sí, para que aprendamos a no hacerlo otra vez. ¿Hay disgustos? Sí, pero no para hacer una galería de disgustos. Una vez le decía a alguien: «Perdone, este es mi primer error». Se me quedó mirando: «¿Tan vanidoso es usted?» Le contesté: «No, es que yo sólo sé contar hasta el número uno y paso, ¿para qué sufrir? Si lo que recuerdo basta, para qué enumerarlos?» ¿Por qué? Porqué yo sé de quién dependo y dejo mis errores con Él. Yo quisiera pensar, por otro lado, en algo que el Señor Jesucristo dijo que es muy humillante, muy molesto, pero es verdad todavía. En Juan 15:5 dice: «Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer». En otras palabras, somos todos descontrolados hasta que Él nos agarre. Dios no nos ha mandado a la tierra para que nos desarmemos, viendo cómo arreglamos el mundo. El mundo no es nuestro, somos simplemente mayordomos. Si yo no puedo dominar mi voluntad ¿cómo voy a dominar el personal de mi empresa, mi casa, etc.? Algunos dicen: «¡En mi casa mando yo!» Sí, manda saludos y de allí no manda nada. El que manda no lo dice, simplemente las cosas funcionan. «En mi empresa las cosas se hacen como yo diga.» ¿De veras?, s que usted no conoce su empresa. La gente por respeto no lo contradice, pero cuando usted no está, hace lo que quiere. Aquellos que hemos entrado en una empresa empezando de abajo para arriba sabemos todos los chistes del caso. ¿Estamos dispuestos a aceptar la verdad? ¿O haremos como aquel pobre borracho que estaba parado hamacándose delante una puerta? Viene un amigo y le dice: «¿Qué está pasando?» borracho le contesta: «Están pasando las puertas; cuando e e 25
  • 12. llegue la mía, voy a entrar». Le dice su amigo: «No, vos. El que se marea sos vos, la casa no se mueve». Es ridículo pensa: que las casas se van moviendo para que yo entre, pero ¿cuánta; veces nos comportamos igual, esperando que todo lo demá< llegue a mí para que yo logre lo que quiero, cuando el problem; soy yo mismo? Dios permite las cosas para que de veras entremos en aque molde que nos puede permitir que nos logremos. Nuestra patrh y nuestro mundo está lleno de hombres que han logrado mucho pero los entretelones muchas veces son tristes. Dios no quiere eso. ¿Podemos permitir que Dios tome dominio de nuestro ser Capítulo 3 METAS Y OBJETIVOS r Un maratonista corre hacia una meta, un destino fijado y pone todo su empeño para llegar lo antes posible. Una «meta» tiene que ver con un concepto físico, algo concreto. Para nosotros, los caballeros, eso podrá ser la compra de una casa en 20 años, o el obtener un sueldo de cierto nivel para dentro de cinco años. Un objetivo, por otro lado, tiene que ver con un concepto teórico; un objetivo se fija mentalmente. Eso podrá ser el tener una familia unida, hijos respetuosos, o tener madurez en mi vida personal. Ambas cosas, metas concretas y objetivos teóricos, son esenciales a la persona que desea llegar a algo en la vida. Por cierto que hay gente tan pasiva y conformista que no se propone avanzar a ningún lugar, no trazan metas ni objetivos para la vida. Al planificar nuestra vida, no fijamos metas para el pasado sino para el futuro, a qué queremos llegar. Nadie puede planificar dónde nacer o qué padres tener. Aunque no nos guste, eso ya es parte de nuestra vida y más nos vale aceptar lo que no podemos cambiar. Lo importante es ¿qué hago con los años Por delante? ¿Qué quiero lograr con mi vida? Tristemente, cuando algo nos sale mal, buscamos a quién m o s la culpa. Si yo tengo un negocio y me va mal, «es e e c n a 26 27
  • 13. que la economía no ayuda». Nuestro padre Adán inventó ese «chiste» hace muchos años, culpando a su mujer. De todos modos, ambos fueron echados de la «finca». Pero es ridículo echar la culpa a otro porque si sabíamos que la economía está mala, ¿por qué no buscar una alternativa? Si la silla donde estoy sentado está rota, mejor repararla o quedarme de pie, porque cayéndome solo se ríen de mí. Culpar a los demás no ayuda. Si tengo un empleado que echa a perder todo, pues mejor cambiarlo por otro. Cuando yo propongo objetivos y metas, se pone al descubierto lo que yo soy y la realidad de mi corazón. Quizás se descubra que lo que pretendo es sólo PRESUMIR con mis metas. Quiero que la gente tenga una opinión favorable de mí, entonces afirmo tener metas aceptables a ellos. Pero el problema vendrá mañana o pasado cuando yo no pongo nada de mi parte y se descubra la realidad. En el momento quedo bien, piensan bien de mí, pero luego... no funcionó. Andaba presumiendo pero no estaba alcanzando nada. Supóngase que le han dicho que está muy gordo y que debe reducir de peso. Entonces usted le dice a su familia que va a inscribirse en un gimnasio y va a ponerse en dieta. Pero si luego no hace nada, se dan cuenta que solo lo dijo para presumir, pero que no tenía intenciones de hacerlo. La segunda alternativa por la cual uno establece metas es por COMPETIR. Si aquél lo hace, yo también. Pero yo no soy aquél, yo soy yo. Hay gente que jamás llega a vivir su propia vida, siempre vive imitando, competiendo, comparándose con la vida del otro. Si le pregunta, ¿quién eres? tal vez le diga su nombre y apellido, calle y número donde vive, pero ¿quién es? No sabe. Por ejemplo, si miramos que cierto caballero tiene éxito, nos proponemos vestirnos y arreglamos como él para tener el éxito que tiene él, sin damos cuenta que no es el traje, es su modo de ser, su modo de trabajar, su modo de llevarse bien con las personas, su modo de manejar sus finanzas. La publicidad usa esta característica del ser humano de 28 imitar a las personas de éxito. Aparece un famoso atleta tomando cierta cerveza o fumando cierto cigarrillo y la gente le copia porque quiere tener éxito como él, sin pensar que él no fuma ni bebe en su vida real porque dejaría de ser un atleta profesional. Es un engaño. Mucha gente come, viste y se peina pensando en la otra persona y lo único que logra es no saber quién es. Es mejor preguntarme ¿quién soy yo? ¿qué pretendo en la vida? y ¿qué quiero alcanzar? Ahí está la clave. La tercera razón equivocada por la que la gente establece metas es PARA QUE LOS DEJEN TRANQUILOS. Mi esposa quiere que haga algo y le digo que sí para que ya no insista, aunque no tengo la intención de hacerlo. O prometo que «pronto lo voy a hacer», pero es sólo para que me deje tranquilo. A la larga, esto produce frustración en mi pareja, en mis hijos, o mi jefe cuando ve que pasa el tiempo y los trabajos no se realizan nunca. ¿Cuál es la razón fundamental por la cual uno establece metas? Es para desafiar mi propia capacidad y mi propio logro. Es para poder evaluarme si la hago o no. Algunos, al aprender a tirar al blanco, primero tiran y luego pintan el centro; así se sienten logrados. Pero, ¿eso es sentirse logrado? Mejor tomar el tiempo necesario para equivocarse y con el tiempo superarse, porque a la larga voy a aprender. Lo queremos todo fácil, pero así no se logran las metas más valiosas de la vida. Lo que cuesta también así lo vale. Hay un personaje bíblico en 2 Samuel 18:17-32 que ilustra esta apariencia de éxito, pero que es un fracaso a la larga. Usted recuerda que cuando murió Absalom (el hijo del Rey David), fue un día de victoria para Israel pero triste para David. Alguien tenia que llevar la noticia al Rey. Joab escogió a uno que había isto el suceso y lo envió como mensajero. Pero Ahimaas era el mensajero oficial, el profesional. Él quería también llevar el mensaje y como insistió mucho, Joab lo dejó correr. Los dos mensajeros aparentemente hacen exactamente el mismo trabajo, pero terminan con resultados diferentes. v 29
  • 14. Ahimaas corrió más veloz que el otro y llegó primero, pero al llegar, no tenía la información completa. El otro, aunque más lento, llegó con información exacta porque era testigo ocular del evento. Al querer competir con los demás, muchas veces nos pasa igual como a Ahimaas. Por querer lucirnos y pasar adelante quedamos mal y nos tienen que poner a un lado, como el Rey David puso a Ahimaas. El otro, un etíope, hizo bien el mandado en obediencia al general Joab. La obediencia vale mucho más que el lucimos delante de las personas. Cuando uno establece una meta, cuando establece un objetivo, no es cuan bien luce, cuan rápido llega o cuan adelante de los demás va. Es cuan útil llega a ser al fin y al cabo. Tristemente, algunos de nosotros nunca establecemos públicamente dónde queremos llegar para que la gente no se ría de uno. Hay gente que a principio de año se propone objetivos pero no los dicen a nadie por si no resulta. Es mejor decirlos para comprometerme, y si de veras son ridículos, hacer caso a lo que la gente me diga y definir objetivos más viables. ¿Qué pensaría usted que yo me propusiera como meta que este año sí voy a dejar crecerme el pelo? ¿Cómo se hace? Si no hay abono que sirva a los calvos. A mí ya no me crece. Aunque haga la meta de no perder lo poco que tengo, tampoco puedo. Ahora, si yo le dijera: «Mire, este año- mi meta es no amargarme porque pierdo el pelo», tal vez es más factible. Si yo voy a establecer una meta, tiene que tener cuatro características: 1. Una meta tiene que ser lógica Si yo mido sólo 1,25 de alto no voy a enrolarme en el equipo de basquetbol, porque me tiran a mí en la canasta y no a la pelota. Si en el colegio nunca salí bien en las matemáticas, no voy a proponerme ser ingeniero, que vive con números toda la vida; busco otra carrera donde funcione mejor. Dios m ha dado ciertas habilidades, ciertas capacidades y ciertos limitantes también. Debo tener en cuenta quién soy y qu e e 30 preparación tengo para decidir qué voy a proponerme en la vida. Algunos de nosotros ya estamos a medio camino de la vida y nos hemos metido donde no calzamos. Que Dios nos ayude a buscar alternativas. Una meta tiene que ser lógica por el hecho que el ser humano fue creado por Dios para usar su sentido común, razonar y saber explicar a su medio qué es lo que pretende hacer. Razonar no solo es un ejercicio que nos ayuda a convivir, sino además nos ayuda a ganamos el respeto de aquellos con los cuales tenemos que compartir las horas de la vida diaria. El esforzarse a enunciar una meta lógicamente es simplemente transformar una idea en un proceso racional, que no sólo me convence a mí sino ayuda a los demás a entenderme para que puedan ayudarme a llegar a la meta, o por lo menos, a no estorbarme. Por eso se escucha decir: «Eso es cosa de él». O dicen: «Así es él». Eso implica que sí me entienden, pero no por eso comparten la lógica de mi vida. La vida no es para que la gente me apruebe en todo lo que yo hago, pero que me respete lo suficiente para permitirme hacer lo que me he propuesto. Eso sólo se logra en la medida que mis ideas no son extrafalarias, sino lógicas. 2. Una meta tiene que ser alcanzable ¿Qué pensaría usted si yo propusiera llegar a mi meta dentro de 80 años y ya tengo 50? ¡Qué tonto sería! ¿Quién vive 130 años? Eso es planificar nunca llegar a la meta. Pero si planifico metas para los próximos 10 años, si no me mata un susto, quizás los podré realizar. Ahora, si un joven tiene 20 años y hace planes para los próximos 30 años, está bien. Pero si planifico repetir cada año e la universidad cinco veces, eso es tonto. Mucha gente en su caminar con Dios, en progresar en carácter, lo lleva a esa e ocidad de no avanzar, pero cuando tiene que ver con ganar ' quieren en la mitad del tiempo. Si alguien se empeña no u ^* » ' o Él manda y servirle, le dicen que ay que ser tan fanático; pero si uno se empeña en ganar , n e r o l o e g r a d a r a os v i v r c o m 31
  • 15. mucho dinero, no lo consideran fanático. ¿Dónde están nuestros valores entonces? Estamos en esta tierra unos pocos años, y luego sigue la vida eterna. La gente se molesta cuando uno busca a Dios y toma tiempo para edificar su vida espiritual, porque ellos piensan que no vale la pena; pero mejor prepararse para la vida eterna que es más extensa, ¿no cree? 3. Una meta tiene que dignificarme Si yo me propongo tirarme de un puente, o tirarme bajo un tren, lo más probable es que me encierren por psicópata. ¿Por qué? Porque soy una amenaza social. Ese tipo de metas no me dignifica. Supongamos que este año me propongo perder 50% del capital que tengo en mi empresa. «Es que no tengo ganas de levantar ya la empresa». Si la meta no me dignifica, me anula. Imagínese cuando el rey David deja a Ahimaas a un lado porque no traía la noticia requerida. ¡Qué vergüenza! Pero Ahimaas se metió en eso, ofreciendo llevar un mensaje cuando no lo tenía. Así hacemos nosotros cuando nos metemos donde no debemos. Es más frustración, es más decepción cuando yo me establezco una meta que al fin y al cabo a mí no me dignifica. En nuestra sociedad mucha gente se da a los vicios para olvidar las ridiculeces que han hecho en la vida. ¿Por qué? Porque no se aguanta a sí mismo, no se aguanta la realidad de tener que vivir con el pensamiento: «¡Ah! ¡Qué tonto soy!» Pero con Dios no hay imposibles y hay la posibilidad de cambiar. El mérito no es admitir que somos brutos, el mérito es dejar de serlo. El año pasado, hace cinco años, me propuse algo, y no resultó; pero siempre hay esperanza cuando Dios está en el negocio. Yo fui un alumno de los mejores, pero contando de atrás para adelante. En primero básico gané educación física y música y todas las demás materias las gané por recuperaciónEn segundo básico perdí la mitad y gané la mitad. En tercero 32 básico un profesor un día me dijo: «Usted es tan bruto que ni estudiar sabe». Le dije con sinceridad: «Pues, sí, es verdad. Nadie me enseñó cómo se hace para estudiar». Yo me ponía a leer y cada vez entendía menos. Me dice este profesor: «Y usted, ¿quiere aprender?» «Yo, sí», le contesté. Una vez que me lo explicó, era tan claro. Pensé:«¡qué tonto que no lo había aprendido antes!» Y ¿sabe cómo fue? Era una fórmula que me explicó en poco tiempo: «Mira, la coma para respirar, el punto es para parar, el punto y aparte es para resumir. Y si en un punto y aparte no entendiste, para allá». ¡Tan fácil! No era cuánto leía, sino cuánto entendía. ¿Cuál era la meta? La meta no era leer sino entender. 4. Una meta nunca es final La última meta es morirse, pero no la planifique, viene sólita. Usted viva el tiempo que pueda, y cuando le toque la campana, usted se larga y no alegue. De todos modos, de semilla no va a quedar. Por más que te quieran, llega un momento cuando es mejor irse. ¿Por qué? Porque se aburren de verlo a uno. Entonces, cada meta que yo me propongo es temporal de todos modos, y al lograr una meta, planifico otra. Por ejemplo, si planifico estudiar de abogado, eso no es la meta final. El diploma que me dan es un medio para trabajar y servir a mucha gente. Si quiero ser ingeniero, al graduarme no me siento a gozar de mi título, es una puerta para construir un montón de cosas y así sentirme logrado. Un título es bonito, pero no es una meta final. ^ ¿Sabe qué pasa a veces? Hay personas que cuando se gradúan de algo, les da flojera y ya no tienen motivación, porque el lograr ese título era la última meta que tenían. Hay personas que cuando llegan a cierto nivel en su empresa se acomodan y ya no se esfuerzan porque allí era su meta. Alguna gente así vive. Ya aceptaron al Señor ¿y ahora qué? ^ quedan allí trabados en la puerta de la vida cristiana. Otros asisten a las reuniones y paran allí. No se dan cuenta que hay e 33
  • 16. mucho más, hay muchas oportunidades para servir y ser útiles a nuestro prójimo. ¿Cuál es el objetivo que yo tengo en la vida? Planifíquelo, aunque lo tenga que cambiar porque no funciona. Si no tengo metas y objetivos, lo más probable es que soy esclavo de alguien; si no planifico mi propia vida, otro lo hará por mí, pero yo sé mejor lo que deseo lograr. Entonces mejor escojo mis propias metas en la vida. La conclusión es esta: o llego al final y me dicen «párese allí» o simplemente cumplo con mi misión. Puedo llegar como Ahimaas y decir «Fíjese, viví la vida, pero no sé lo que pasaba» o llegar y decir: «Yo sí sé lo que pasaba». Nadie quiere ser esclavo, pero mucha gente se ofrece de regalado para que los esclavicen. ¿Sabe una cosa? El primer plan que tengo que hacer es agradar a Dios y le garantizo que el resto no me va a ir mal. Me puede ir difícil, pero no me va mal. Me puede ir cuesta arriba, pero no me quedo atrás. Honremos al Señor y por difícil que sea, nos va a ir bien. Capítulo 4 EL HOMBRE, CABEZA DEL HOGAR En nuestros días no es sorprendente encontrar a una mujer mandando a todos en el hogar, y en algunos casos, a los abuelos. Los padres de familia, por pereza o acostumbrados a eso, dejan que su esposa controle las cosas de la casa. ¿Pero ese arreglo es adecuado? ¿Es funcional? ¿Qué tal los hogares donde la mujer manda y el hombre es nulo? QUÉ DICE LA BIBLIA Si estudiamos el trasfondo bíblico vemos que la autoridad del hombre en su hogar es el orden instituido por Dios. En Efesios 5:23-25 leemos: «Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y El es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella». Este pasaje bíblico demanda al marido ser cabeza de su hogar, así como Cristo lo es de su iglesia, y tiene que saber coordinar y encarar esa responsabilidad con una actitud de amor. 34 35
  • 17. QUÉ DICE LA SOCIEDAD En cuanto a la sociedad, nuestra cultura misma, a través de normas legales, religiosas y morales, hace realidad este reconocimiento. Al hombre se le asigna la función de ser cabeza del hogar y se le demanda en virtud de ellos, siendo responsable y cumplido en su deber. Este reconocimiento que recibe el hombre de parte de Dios y de la sociedad misma, ¿cómo se aplica a la familia en términos concretos? El problema actual en el hombre es la falta de constancia en los principios para ser cabeza de su hogar. Abraham estaba sujeto a un principio de orden pues cuando Dios le pidió que sacrificara su hijo, no hizo una reunión con su mujer para discutirlo. Comprendió que Dios le había hablado directamente como cabeza de su hogar y no a la esposa. Entonces él tuvo que obedecer. En la actualidad, la pregunta que hacen muchos hombres es: cuáles decisiones debe el hombre enfrentar solo y cuáles determinar conjuntamente con la esposa. INICIATIVA PARA GANAR EL RESPETO ARBITRO EN LOS PLEITOS FAMILIARES Al hombre se le reconoce ser cabeza del hogar para poder guiar a ese núcleo, a esa pequeña comunidad llamada familia. Según este principio, el hombre está puesto para que tome la iniciativa en el hogar. Si el hombre se casó con una joven, es porque expresó y manifestó el deseo de hacerlo. Nace entonces su responsabilidad de guiar y establecer el orden en el nuevo hogar que formarán. El ejemplo más clásico lo tenemos en la vida de Abraham. La Biblia no menciona si Abraham se enamoró o no de Sara. Sólo anota que estaba casado con ella. Favorable o desfavorable, enamorado o no, dicha relación era una realidad. Había en el hogar de Abraham un principio de convivencia y de responsabilidad. En el matrimonio de Abraham había problemas; sin embargo, el Nuevo Testamento los cita como modelo y ejemplo para nosotros. En r Pedro 3:6 encontramos que Sara le llamaba a su esposo «señor». A pesar de todo, Sara no había perdido el respeto hacia su esposo. Abraham había logrado infundir respeto en su mujer. Esto se debió a que había un principio de orden en su hogar. Abraham nunca perdió la autoridad, el deber y la responsabilidad. Él manifestaba su conducta de tal modo que en sus principios era constante. Abraham no era un genio, o alguien que nunca sentía temor, pero la diferencia radicaba en su constancia en el principio de orden para guiar. El arbitro en cualquier deporte no juega una posición específica en el equipo. Su responsabilidad es vigilar todo y marcar el orden como un coordinador responsable de lo que sucede. El padre en el hogar tiene similar función. Si hay problemas internos entre los miembros de la casa, debe informarse de lo que pasa y llamarlos al orden. Es importante mantener la calma, y cortarles la emoción cuando alguno está por celebrar algo que no traerá provecho y crecimiento al hogar. Si hay una falta de respeto hacia la voluntad y las órdenes del padre, esto muestra que nunca ha tomado con responsabilidad su papel de coordinador. El buen coordinador da a conocer las reglas del juego. El ejemplo bíblico de Isaac nos muestra a un coordinador perfecto. Sabía ubicarse y comportarse dentro de las circunstancias que se le presentan en la vida. Cuando había pleitos con los vecinos, Isaac sirvió de pacificador. Habernos hombres que muchas veces caemos en el error de atender más a los vecinos que a los propios miembros de la casa. Todo esto se debe a que no hay un criterio claro de lo que significa coordinar el hogar con responsabilidad, papel que le toca desempeñar al padre. 36 En la coordinación del hogar nuestra prioridad debe ser cumplir con los deberes para con la esposa y luego los hijos. Cuando el padre efectivamente coordina, está capacitado para delegar, o sea, autoriza a otro miembro a cumplir una función. 37
  • 18. La responsabilidad para coordinar exige del hombre que sepa aplicar las reglas de orden y así poder guiar a su familia. El hombre debe establecer las reglas y los principios para que funcione la coordinación y su familia debe someterse a la autoridad que Dios le da por el hecho de ser el responsable de coordinar a la familia. ENSEÑAR Y CORREGIR Muchos hombres oramos: «Señor, bendice a mi familia», pero para que Dios bendiga, a veces es necesario quitar de en medio los estorbos. El hombre está puesto en su familia para la orientación y nunca para la manipulación. Si usted no orienta sino sólo manipula, no habrá bendición para su familia. Usted seguramente ha visto hombres que saben manipular a su mujer y sus hijos. Esto no es orientar, eso es abusar. Es función fundamental del hombre orientar a su familia y bendecirla. Actualmente, orientar es tarea de las más difíciles. Si un padre quiere bendecir a su familia, antes tiene que orientarla para que Dios se manifieste. Si no puede orientar, no puede esperar nada de su gente. Hay hombres que se dedican por entero al trabajo, para hacer un «futuro» a sus hijos, pero éstos sólo están esperando que el viejo se muera para aprovechar a su manera el fruto del trabajo del padre. Bendecir a la familia no es cuántos bienes puede el hombre darles o dejarles. Esencialmente la orientación para bendecir se traduce en enseñar y corregir a sus hijos. Más vale entonces enseñar a trabajar a los hijos en vez de dejarles fortunas o dinero. Interesa más enseñarles a ser hombres y mujeres de Dios y que sepan vivir la vida como Dios manda, aunque en última instancia eso es lo más difícil. Orientar no requiere únicamente de canas, también conlleva úlceras, pues los hijos son tan buenos o malos como uno. Bendecir no es sólo decir: «Hijo, que Dios te bendiga». Bendecir es hacer la situación propicia para que la bendición de Dios descanse. Dios bendice a mi familia pero el padre es 38 quien debe cultivar esa bendición. Corregir a la esposa o al hijo es un acto que trae bendición al hogar. Si el niño hurta un lápiz o un cuaderno de un compañero de clase, el padre no le felicitará por ello porque sería cultivar un delincuente en el futuro. Es mejor afrontar la pena e ir a devolver los objetos. Si la esposa tiene malos hábitos que dañan el hogar, el esposo con tacto y en privado debe ayudarle a entender el efecto de su conducta y buscar corregirlo. El hombre debe orientar para que la bendición venga. Dios nos ha puesto por cabeza. Es bueno saberlo y comprenderlo para experimentar este principio en nuestra vida. RESOLVER LOS PROBLEMAS Ser jefe del hogar no es tan sólo tener un sillón de cuero en el cual «se sienta papá» o dar órdenes y asignar trabajos a los miembros de la comunidad familiar. Es más que todo eso. El padre tiene que resolver los problemas que tengan los miembros de la familia. Pero a veces es más difícil que los propios miembros de la familia tengan acceso a nosotros que otras personas. Nuestros hijos muchas veces no nos ven ni la cara. Como hombres, Dios nos ha puesto como un eje sobre el cual nuestra familia gira y hace demandas. A veces el hombre aleja a los miembros de la familia más que atraerlos. Dios nos ha puesto como eje concéntrico que atrae todo lo demás hacia sí, porque el hombre es quien trae la unidad en el hogar. La mujer aporta emociones y alegría pero el hombre trae unidad. COMPAÑERISMO CON SU ESPOSA En cuanto a su esposa, el hombre tiene una demanda de compañerismo. En I Corintios 7:5 encontramos «No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia». a 39
  • 19. Esta cita bíblica tiene una referencia directa con la vida sexual, pero es referencia indirecta al compañerismo que debe existir entre los cónyuges. El hombre tiene la obligación de no negarse a su mujer sino cultivar un concepto de compañerismo. En este sentido, déjeme hacerle una observación. Este compañerismo no debe ser algo mecánico, ni automático, deberá ser esencialmente humano. Y hay que cultivarlo a ese nivel. Hay esposos que llegan a sus casas para tener relación con su mujer y se tiran como que fuese una piscina porque dicen: «al fin y al cabo para eso me casé». El hogar y la familia no es un prostíbulo legalizado, es toda una convivencia humana. Si un hombre realmente va a proyectar un compañerismo, tiene que cultivar una interrelación y tomar tiempo para el diálogo con su esposa. Esto crea el compañerismo entre los cónyuges. En la vida sexual, el preámbulo y la preparación entre los cónyuges es más importante que el mismo acto en sí. Me atrevo a decir que no hay esposa que no se pueda conquistar si el hombre sabe proyectarse hacia ella con un auténtico compañerismo. Frecuentemente el hombre es felicitado en sus negocios, en el trabajo, en el deporte, etc., pero en la intimidad de la vida no puede sentirse igual de satisfecho, pues no es capaz de conquistar a su esposa. La raíz de todo es que muchas veces nos olvidamos de que somos compañeros primero- y todo lo demás es una compensación mutua de la convivencia. Piense que ese compañerismo del que hemos venido hablando es el mejor ejemplo para sus hijos, pues de manera tácita, crea en ellos espíritu de compañerismo. en su vida, en la escuela, con sus amigos, esto demostrará que hay comunicación. Vea lo que dice de Abraham en Génesis 18:19: «Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él». Este verso es una base para establecer lo que Dios quiere de nosotros. El hombre debe tratar de que sus hijos sientan el deseo de buscar a Dios, pero ¿cómo se hará? Se hará siendo buen ejemplo a sus hijos y guardando estrecha amistad para con los hijos. Seremos viejos, distraídos, etc., pero somos sus amigos. ¿Porqué? Porque cultivamos la amistad con ellos. Es un honor ser amigo de nuestros hijos, si perdemos este privilegio estaremos perdiendo lo más interesante de la vida. Incluso, los hijos son el mejor calmante para la tensión nerviosa, de los compromisos o de los conflictos. A través de una plática con ellos, se adquiere alegría y se recobra vitalidad. Si le preguntan cosas difíciles, esto no debe ser el obstáculo que impida la amistad entre padres e hijos. Hágalos saber que usted no es un genio para saberlo todo. Como amigo el padre cumple tres funciones: provee ayuda, compañía y corrección. Como amigo de mis hijos, debo ayudarlos y estar con ellos. También debo exigirles cuando están fallando, acompañándoles y corrigiéndoles. Verá que aquel hijo le dará las gracias y le amará más. Seamos amigos: es una demanda que nuestra familia nos hace en nuestro papel de cabeza de nuestros hogares. COORDINADOR PARA LAS AMISTADES AMISTAD CON SUS HIJOS El hombre está demandado a ser un amigo para sus hijos, y note bien que estamos hablando del hombre como cabeza de su hogar. Esto implica un concepto dinámico en la relación padre-hijo, pues debe evitarse cultivar asperezas, barreras o limitaciones en la relación. Si sus hijos le cuentan cómo les va 40 La demanda en mi hogar es que yo sea un coordinador para jos amigos y parientes. Viene la suegra, viene el tío, la abuela, 'os hermanos de la iglesia, invitados, amigos, etc. y entonces el hombre se ve urgido de coordinar el juego en ese caso. El nombre define cuánto tiempo están, y cómo deberán ser ateni d o s , pues afecta el bienestar del hogar. 41
  • 20. a Veamos lo que dice en I Timoteo 3:4 a este respecto: «Que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad». Si mi esposa va a invitar a alguien a la casa, ella me pide permiso. Si yo lo autorizo, me convierto en el responsable por la persona que está en casa, porque yo di la autorización que permitió su visita. El hombre debe tener plena conciencia de estar honrando a Dios. Si uno honra a Dios, Él está dispuesto a guiarnos para que podamos gobernar nuestra casa. Capítulo 5 CÓMO SER AMIGO DE SUS HIJOS VIGILANTE PARA LOS EXTRAÑOS Cualquier extraño que entre a mi casa, sea el plomero o el carpintero, tiene que saber que allí hay un «matón» y que se las tendrá que ver conmigo. Ninguno se va a pasar de la cuenta si tiene claro que en casa hay un vigilante de la familia, un padre y esposo que cuida de los suyos. Si viene un joven que le gusta a mi hija, pues, va a saber que hay un «señorón» allí que le saldrá al frente y con quien tendrá que platicar ampliamente. Nuestra casa no debe ser un parque de turismo al que entra y sale cualquier tipo de gente. Hay alguien que siempre vigila el hogar. Si a casa viene un electricista o albañil, pues, tenemos que vigilarlo, porque puede ser una persona que traiga un mal ejemplo para nuestros hijos. En 1* Timoteo 3:7 dice: «También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en el lazo del diablo». ¿Sabe cuándo cae uno en descrédito? Pues, cuando no se es responsable de cuidar lo que Dios le ha dado. Si el hombre es cabeza de su hogar, tiene que ser un vigilante, para que la gente afuera de casa dé un buen testimonio. Recordemos que el orden es parte del carácter de Dios y una de las prioridades para el carácter del hombre. Bien dijo un pensador asiático: «Para llegar a ser padre se tarda nueve meses, pero para llegar a ser amigo de sus hijos se tarda toda una vida». Y a veces ni así se logra porque algunos llegan a ser padres simplemente por un principio de naturaleza no por una devoción, por la responsabilidad que le toca. La amistad es un arte; hay que saberla cultivar. Es extraño pero a veces es más fácil hacerse amigo con el que no se conoce que con el que se convive. Si usted me presenta a fulano de tal, que trabaja en tal empresa y vive por tal lugar, en pocos minutos se desarrolla una relación y salimos siendo amigos. Pero con la gente que convivimos, compartiendo lo mas íntimo, el techo, la comida, ¡cómo cuesta ser amigo! ¿Por qué? Porque nos conocemos demasiado bien, conocemos sus debilidades y por eso no le confiamos. Así en los negocios. Usted acepta muy bien un cheque menos a una persona que una vez, por alguna razón, le rechazaron el cheque, por eso usted no le acepta ni uno más. Quisiera que tomáramos seriamente dos aspectos de la relación familiar: la relación con nuestros hijos, y por el otro ado, como hijos, la relación con nuestros padres. Los que tienen el privilegio de tener todavía a sus padres en vida, les a , como hijos, aceptar la amistad que ellos brindan. t o c 42 43
  • 21. Normalmente, la amistad que un padre ofrece a su hijo no es una amistad que está programada, planeada, discutida y aprobada por ambas partes. Surge de una espontaneidad, de una necesidad de tener que convivir porque es la manera más económica para una familia vivir todos juntos, soportándose con cariño. Vivir juntos no es quererse, es simplemente encontrarse muy cerca. Usted puede encontrar muchos hogares donde aparentemente hay armonía, pero simplemente saben actuar bien el programa y el teatro lo hacen muy bien. No se pelean porque no se hablan; no se deben porque nadie pide nada; no se empujan porque tampoco se arriman. Simplemente, cada uno sabe exactamente dónde le toca. Sonreír es simplemente un acto deliberado de la voluntad pero no es complacerse. La amistad no es simplemente una aprobación, es una complacencia de ambas partes. 1. Debemos aceptarnos Amigos míos, la cosa más difícil en nuestra sociedad y en nuestra cultura es aceptarnos. En ocasiones los hijos llegan porque falló el plan de control de natalidad y a veces llegan porque ha sido añorado mucho tiempo. A los primeros se los aguantan porque vinieron «sin permiso» y los otros están sobreprotegidos con demasiado cuidado. En ambos casos el niño crece con angustia y sin espacio para desarrollarse. Yo creo que ningún mortal en sus cabales se ofrecería el trabajo de ser padre o madre porque le sea «divertido». Es una gran responsabilidad y nada fácil. Algunos padres de familia dicen: «Si yo tuviera que empezar otra vez lo haría distinto». Lo decimos con sinceridad, pero la verdad es que quizás lo haríamos peor en vez de mejor. Aceptarse es renunciar a la imagen que nosotros mismos nos hemos forjado de otra persona (en este caso nuestro hijo) que tal vez es simplemente un sueño. No sé de usted, pero cuando yo empecé en este oficio dije: «Voy a ser el padre ejemplar». Hago todo el esfuerzo para cumplir con mi ideal de 44 padre, pero la realidad es que soy tan humano y mis hijos lo saben muy bien. Si yo no me acepto a mí mismo, no puedo aceptar a mis hijos y menos aceptar a mis padres, por la frustración de aquella imagen ideal que tengo pero que nunca se hace realidad. Pero si nos aceptamos, no vivimos, CONVIVIMOS. Si yo acepto a mis hijos como son, con sus mañas y chifladuras, es aceptar que son Berberianes igual que yo. Es de la misma industria; mantienen el folklore propio de la familia. En el momento que yo los acepto, allí empezamos a convivir y nos entendemos. Y quizás no se hable mucho, pero en lo poco que se habla se puede decir mucho. 2. Debemos hablar Usted conoce aquellas familias que la sobremesa es silenciosa y sepulcral porque quieren lograr una buena digestión. Ellos saben demasiado bien que si hablan se acabó la felicidad. También hoy hay muchos medios para evadir la conversación con los hijos. «¡Cállate y mira el programa!» «¡Cállate, que está hablando el fulano». Aunque no me importe lo que dice el fulano, mejor que el hijo no hable. La intención es evitar discusiones y diferencias de opinión. Nos hemos olvidado de lo agradable que es poder hablar aunque sea de cosas insignificantes; lo importante es con quien estoy hablando. O acaso cuando usted estaba en su noviazgo, ¿hablaba sólo de negocios muy serios? No me acuerdo lo que hablé con Martha, simplemente era una excusa para estar juntos. Amigos míos, nuestra relación de aceptarnos va a probar que no importa de qué hablemos, nos gozamos hablando. No importa dónde vamos, es que estamos juntos. No importa en qué situación nos encontremos ¡qué agradable es estar con •os hijos! ¿Recuerda usted alguna vez cuando su hijo o hija buscó una excusao s para no estar con usted? O quizás lo hicimos con n estr P dres. Puede suceder, pero el error más grave es emitirlo como normal. Hay momentos de bajón cuando hay J¡ a 45
  • 22. malos entendidos o discordia, pero aceptarlo como normal es perder la guerra. El hecho de tener que convivir con mis hijos o con mis padres no fue elección mía. Dios me ha puesto allí y yo delante de Dios soy responsable. No es algo que yo tuve que elegir, es algo de lo que yo tengo que rendir cuentas a Dios. Tal vez Dios nunca me pregunte cuánto éxito tuve en mis negocios pero me consta que voy a tener que rendir cuenta de mi relación con mi familia, con mis hijos. ¿Qué amistad cultivé con ellos? Le voy a ser sincero: la amistad lo cultiva el grande, no el chico. El niño es un recipiente que recibe lo que nosotros le damos. Si yo le digo a mi niño que es un necio, que es un malcriado, que es un atrevido, que con él no quiero ir a ningún lado, pues ¿qué amigo me estoy echando? Diga lo mismo a un compañero de trabajo o a un vecino y creo que usted no sale muy vivo de eso. Pero cuando yo digo: «¡Qué gusto estar contigo! Cuénteme de cómo estás», nuestro hijo nos abre el corazón con alegría. ¿Cuándo fue la última vez que sus hijos le compartieron una opinión sincera que tenían de usted? Porque un amigo es sincero y se lo dice. Me acuerdo una vez cuando mi hijo me habló con sinceridad sobre lo que pensaba acerca de mi carácter y mi modo de hacerlas cosas. Aunque me dolía, le dije: «Mira, creo que está acertado. Ayúdame a salir de esto, porque el hecho que te des cuenta hace que me tengas que ayudar porque otra gente no me lo dice». Me dijo: «¿Te enojaste porque te lo dije?» «No», le dije, «lamento que sea verdad». ¿Quién sabe mejor que un hijo que vive con uno? Le pregunté: «¿Qué cosas hago que te caen mal?» Y cuando me dio la ilustración tuve que darle la razónEs mucho mejor admitir donde está el error que empezar a justificarlo. Cada vez que yo me justifico alejo a mis hijos de la amistad. 46 3. Debemos renunciar a intereses personales Si de veras yo quiero cultivar amistad con mis hijos, tengo que deliberadamente cultivar una renuncia a mis propios intereses. Yo no puedo ser padre y al mismo tiempo buscar objetivos egoístas en la vida. Antes de lograr mis objetivos debo ayudar a que mis hijos logren sus objetivos. El momento que yo llego a ser padre el egoísmo terminó y debo tomarles en cuenta. Cuando yo sacrifico el bienestar de ellos por unos amigos míos, mis hijos pasan a ser mis enemigos. Cuando yo sacrifico la relación con ellos por unos pocos pesos más, mire, me va a salir más caro porque al fin y al cabo lo que gano es para compartir con ellos y si ellos necesitan más de mi tiempo, pues, mejor planificar dárselo. ¿Cuántas veces ha conocido usted gente que llenan de bienes a sus hijos pero nunca se dan ellos mismos a ellos? «Hijo, ¿querés este libro? Te lo compro. Si querés aquel aparato, te lo compro». Y simplemente es un montón de bulto que no compensa la ausencia de un padre. Por qué no tira todo eso y se ofrece usted mismo diciendo: «Mira, ¿qué querés que hagamos juntos?» Por el tipo de vida que tengo yo, me toca estar muy ajustado en horarios. Me acuerdo un día, llegué a casa y mi hijo tenía su juguete allí, desarmado. Cuando lo desarman es un placer, pero cuando lo vuelven a armar, se molestan porque no funciona. Sólo entrando yo, se me vino como que fuera cosa de vida o muerte, «Papá, mira, necesito que me ayudes con este juguete». «¿Qué pasó?» «Es que no funciona». «Mira, hijo, es que yo tengo...» «Ya sé, no tienes tiempo. Eres una persona muy ocupada...» Me sentí encajonado, así que le dije: «Tengo unos minutos y te voy a ayudan>. Bueno, yo tengo fama de llegar temprano a mis compromisos, pero ese día llegué como diez minutos tarde. El encargado de la reunión estaba nervioso, pensando que yo no iba a llegar. «Y ¿qué le pasó?» «Es que tenía un compromiso '^portante, por eso me demoré». 47
  • 23. Lo interesante es que, a los dos meses, cuando viajaba de Guatemala a Cobán con mi hijo, estábamos platicando. Le dije: «Mira, ¿pensás que soy un buen papá?» «Sí», me dijo. «Bueno, y ¿por qué pensás que soy buen papá?» Pensó durante un rato y luego dijo: «Es que me ayudas cuando no me funcionan los juguetes.» Señores, el sacrificio no es para hacerse monumento, es para suplir la necesidad del otro. ¿Qué es lo que necesitan mis hijos? Yo estoy dispuesto a sacrificarme. Eso es lo que vale, si es que de veras queremos ser amigos de nuestros hijos. ¿Cuándo fue la última vez que usted sacrificó un gusto muy personal suyo para que su hijo se sintiera que de veras es una persona importante en su vida? Cuando los niños están pequeños, los papas muchas veces son muy ocupados, gente muy importante que no tiene tiempo para los hijos. Pero cuando los hijos son ya jóvenes o adultos y los padres tienen más tiempo, los hijos ya no tienen tiempo para ellos tampoco. Los padres preguntan: «¿a dónde vas?», y le contestan: «¿qué te importa ahora? Cuando yo era niño y le preguntaba algo, siempre estabas ocupado leyendo el diario; y ahora ¿por qué tanto le interesa saber de mí?» Es que nunca se cultivó una amistad y ya de grandes, usted no lo puede imponer de una vez. ¿Qué pasaría si alguien viniera con una pistola y dijera: «Mire, fulano, ¿quiere ser amigo mío, sí o no?» «Pues, sí. ¡Qué otra me queda!» Cuántos de nosotros, como padres, nos valemos de nuestra autoridad y decimos: «Hijo, véngase acá. Quiero que platiquemos». «Está bien», «¿qué tienes que decir?» «Nada.» «¿Por qué nada?» «No sé.» ¿Le ha pasado a usted? Los hijos no hablan porque nunca se les enseñó. Como padres les enseñamos a caminar, a comer, cómo hacer sus tareas. Pero nunca les enseñamos cómo hacerse amigos. Quizás usted dice: «pero a mí tampoco me enseñaron». Pero el error de otro no es para reproducirse sino para corregirse, ¿no cree? Hay una escritura en 1 Juan 3 que dice: «Mirad cual amor nos ha dado el Padre para que seamos llamados hijos de Dios.» 48 ¡Qué hermoso es llegar a ser hijo de Dios! ¿Cómo es eso? Es que a Dios le dio la «gana» de que sea así. Jesucristo vino para pagar el precio para que eso sea así. Yo nunca hubiera sido hijo de Dios si Jesucristo no hubiera venido a este mundo, entregándose a sí mismo, muriendo en la cruz, ocupando mi lugar. Amigos míos, la paternidad es una cosa, y la amistad es otra. Mi paternidad para con mis hijos está registrado en la Municipalidad y hasta pueden pedir fe de edad y aparece que yo soy el papá. Pero eso no dice nada de relación ni de convivencia. El problema más serio que yo veo es que, de acuerdo a los principios de Dios, nosotros como padres tenemos la función de proyectar la imagen de Dios a nuestros hijos y eso es lo que a mí me asusta. ¿Sabe por qué algunos no quieren rezar el Padre Nuestro? Porque ya con el padre que tienen en casa les basta y sobra ¿para qué un Padre Celestial? Mejor no. Señores, esto es grave, es serio. Muchos de nosotros hemos fallado en la imagen que hemos proyectado. Pero ¿quiere que le diga una cosa? Hay remedio al mal. Porque si yo estoy dispuesto a renunciar a mi egoísmo, mi orgullo y mis caprichos, Dios está dispuesto a sanar toda relación y permitirme crear una amistad como nunca. Tal vez sea más difícil, pero no imposible. «Mirad cual amor nos ha dado el Padre que seamos llamados hijos de Dios.» Le costó su propio hijo. Hay señores que no sacrifican su partido de fútbol para hacerse amigo de sus hijos. ¿Qué tiene que perder? Si usted pierde el partido, luego n la prensa o en la televisión le van a decir quién ganó. Y si no dicen nada, de todos modos no perdió la oportunidad de cultivar amistad con su hijo. Dios quiere usar mi vida y la suya como padres, de proyectar tal amistad a nuestros hijos que cuando piensen del Padre Celestial, piensen: «¡Qué bonito! Si mi papá, con todas sus mañas y chifladuras, era bueno, ¡qué bueno será el otro! A pesar de s limitaciones, hicieron como pudieron». Tristemente, señores, muchos hijos lloran en el velorio de sus padres pero e U S 49
  • 24. no dicen nada, que si hablaran, tal vez mirarían a todos los amigos de sus papas y dirían: «por esos fulanos yo nunca tuve amistad con mis padres». Señores, ¿quiénes son los que roban la oportunidad de ser amigos genuinos de nuestros hijos? Los hijos que Dios me ha dado a mí y le ha dado a usted son simples visitas en casa por unos años. Tarde o temprano se van a ir a hacer su vida y luego serán amigos a distancia. En el poco tiempo que nos toca tenerlos, que Dios nos dé la gracia y la sabiduría de hacernos amigos genuinos, amigos en el sentido que le damos protección, seguridad y comprensión. Y la última pregunta es: ¿Es Jesucristo el Señor que gobierna mi vida y me instruye para que sea amigo de mis hijos? ¿Es El quien toma las riendas de mi vida para que el resultado inmediato con mis hijos sea una amistad agradable a pesar de los problemas, a pesar de los sinsabores de la vida, a pesar de lo que viene? Si no, ¿por qué no empezar por allí? Le garantizo: si nosotros permitimos que Jesucristo se haga caigo de nuestra vida, El no sólo va a sanar las heridas del pasado, nos va a dar maneras creativas en las cuales podamos cultivar esa amistad. Capítulo 6 EJE DE UNA SOCIEDAD PRODUCTIVA Nuestra sociedad es compleja y tiene su base en la producción de bienes materiales para asegurar la subsistencia de la misma. Al hablar de la PRODUCTIVIDAD, estamos hablando del aspecto más moderno en nuestros días, pero lamentablemente sólo se piensa desde una perspectiva humana de la productividad. La prensa, radio, televisión, etc., solamente ven en sus enfoques el problema económico, la pobreza, la superpoblación, la falta de alimentos básicos, la desnutrición. Pero ¿será posible que Dios haya creado un mundo y se le esté acabando la comida? ¿O será que es la única manera que Dios está usando para ver si el hombre le busca y se arrepiente de sus malos caminos? ¿ERES PRODUCTIVO Y RESPONSABLE? La verdad es que algunos de nosotros sólo ocasionamos problemas en nuestros trabajos. Sin embargo, el principio es: LA PRODUCTIVIDAD ES PARTE DE LA CARACTERÍSTICA FUNDAMENTAL DEL HOMBRE Es un elemento que el hombre posee en sí mismo por el solo hecho de señorear sobre la creación total (Salmo 8:5-6). Cuando se habla de la responsabilidad del hombre, estamos 50 51
  • 25. pensando en el tipo de responsabilidad que la sociedad actual demanda. Es una responsabilidad que se debe manifestar en supervisión y vigilancia. ORDENADO POR DIOS Sabemos que nuestro Dios es un Dios de orden y de principios. Por ello, Dios proyecta su voluntad a través de ordenanzas, mandatos y demás enseñanzas que su Palabra muestra. Cada demanda que Dios tiene sobre el hombre, cada requisito que establece, cada mandato, refleja esa característica de ser un Dios de orden. Por ejemplo, vemos en la naturaleza la ubicación del sol, conforme transcurren las horas del día. Dios ha establecido un orden a todo. Dice Juan 1:3: «Todas las cosas por El fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho». Qué diría usted si Dios creara el sol y la luna y de pronto colisionaran y luego se escuchara una voz desde el cielo diciendo: «Disculpen, esto sí que salió un poco mal». Difícilmente habría sobrevivientes para escuchar esto. El hombre vive con una calma absoluta pues sabe que esto no puede suceder porque el Creador es un Dios de orden. Dios delega en el hombre la productividad en el mundo. El ser más complicado que Dios ha creado es el hombre y todo lo que Dios ha hecho produce algo. No puede ser de otra manera, puesto que El es un Dios de orden y de perfección. En el mundo actual, hace falta producir y hacerlo con responsabilidad. Hay hombres que no producen ni siquiera lo que consumen. No existe productividad porque no hay responsabilidad. INTERRELACIÓN CON EL PRÓJIMO El hombre productivo y responsable desarrolla una interrelación con el prójimo, se convierte en un eje para poder rendir y aportar al prójimo y no para sí mismo únicamente. 52 Dios dispuso que el hombre esté sobre los animales y toda la creación para que la haga productiva. Pero esencialmente la productividad necesita desarrollarse en interrelación con el prójimo, y la Biblia nos enseña que tenemos que amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Cada acto o trabajo que desarrolla el hombre tiene que ser encaminado a buscar que se obtenga productividad para la honra y la gloria de Dios. Con ello realmente estaremos contribuyendo al prójimo y evitando caer en actitudes individualistas que no glorifican a Dios. Notemos que a veces el prójimo se llama «cliente». Y alguien ha dicho que los humanos tendemos a vender todo lo que a nosotros no nos sirve. Cuando el hombre va a vender algo dice: «Esto es lo mejor que hay, es una buena oportunidad, es lo más práctico y de mejor calidad que existe». Pero cuando se aleja el cliente luego de pagar dice: «Qué negocio el que hice». Cuando va a comprar algo dice lo opuesto: «Esto no sirve, esto no vale tanto», y empieza a regatear el precio y cuando termina de comprarlo dice para sí: «Qué buena oportunidad tuve». Esta es la perspectiva que muchos tenemos acerca del prójimo. Pero cuando existe productividad y una buena interrelación con el prójimo, no puede haber engaño. Cuando existe productividad todo es distinto, hay interrelación y ayuda al prójimo. Usted recordará el relato de Lucas 10:30-37 donde se habla del "Buen Samaritano". Alguien cayó en manos de ladrones y lo dejaron medio muerto. Pasa una persona pero únicamente lo mira y quizás piensa que no es socorrista ni bombero. Por ello el Señor Jesús, a través de este relato, lo que cuestiona es el aspecto humano. Pues en algunas cosas simplemente hay que ser lo suficientemente humano y tomar iniciativa, tal como lo hizo el samaritano. Nosotros, como hombres cristianos, somos miembros de una sociedad que produce, pero como cristianos somos ejes de esa sociedad. Establecemos la norma, establecemos el patrón seguir. En este sentido, tenemos el deber de dejar de tratar a 53
  • 26. a las personas como «el cliente número tal», y tratarle pensando que también es un humano, es un prójimo. La Biblia requiere muchas actitudes para el pueblo de L ios, en relación con la moral y la ética pero vemos que la productividad de algunas empresas está basada en el engaño, pues en algunos negocios la libra pesa 16 onzas y en otros un poco menos. Ahora pensemos, ¿cómo puede vivir un hijo de Dios que está produciendo en una sociedad así? La única respuesta valedera es que uno debe convertirse en el EJE y no en el satélite de los problemas de la sociedad. Si uno cambia, todo será distinto, porque Dios está de nuestra parte si hacemos su voluntad. Tal vez no llegue a ser muy rico, materialmente hablando, pero tendrá paz en su corazón, y podrá producir a favor del prójimo y, por consiguiente, de la sociedad misma. ¿QUÉ TAL LA RELACIÓN CON SU JEFE? Este punto quizá sea algo muy difícil de aceptar pero es una realidad y una necesidad en la vida de todo hombre que desea convertirse en el eje de la sociedad productiva. El hombre, como un ser productivo y responsable, tiene que admitir que está sujeto a autoridades superiores, siempre está arriba de nosotros otra persona. En Efesios 6:6 dice claramente: «No sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios». Esto significa que uno no debe buscar que le vean trabajar sino hacerlo porque Dios está encima de nosotros. Si uno es empleado, tiene un jefe; si es jefe, pues tiene a un director o gerente, y el gerente está bajo el presidente de la empresa. Pero si usted es el presidente de la empresa, tiene un Dios que le mira desde arriba. No debemos tergiversar el concepto de que, por ser nuestra propiedad algún bien, podemos hacer lo que se nos antoje, puesto que tenemos conciencia de que hay que hacer lo que 54 Dios manda. Quien ajusta los ejes es el Señor mismo. Ante este planteamiento uno se pregunta: ¿dónde está el empuje de producir del que hablamos anteriormente? El empuje estriba en la responsabilidad. Si revisamos la historia y nos remontamos a las culturas prehispánicas, notamos que para los Incas, los Aztecas y los Mayas, el trabajo de labrar la tierra era casi un culto religioso. No era un afán de ver qué gano o qué vendo. Había una práctica casi ceremonial en la producción de la tierra. Yo estoy seguro de que, por lo menos a nivel de países latinoamericanos, si el indígena dejara de labrar la tierra nos moriríamos de hambre todos. Interesante resulta notar que, sin conocer a Cristo, ellos tenían honradez. Nosotros que conocemos a Dios y creemos en Cristo como nuestro Salvador debemos darle honra en nuestro trabajo. Somos nuevas criaturas y tenemos la responsabilidad de ser un eje en una sociedad productiva. En este sentido, debe entenderse que no es una tradición, sino es una experiencia, es un confrontamiento con un Dios vivo dentro de nuestra profesión, dentro del negocio, de la comunidad o dentro de la empresa donde estamos. Entonces el trabajo ya no es una amenaza, o una carga, sino un auténtico placer, una realización del hombre. En Salmos 118:24 se nos dice que este es el día que Dios ha hecho para que sus hijos demuestren lo que Él hace en sus vidas. Nos dice que debemos gozarnos en él; no es sólo para el día del servicio o del culto. Los lunes nos cuesta llegar al trabajo y el viernes quisiéramos hasta irnos más temprano. Los lunes como los viernes son días que Dios ha hecho, y uno tiene el compromiso para con el prójimo. Tal vez sea colérico o neurótico, pero al fin y al cabo hay uno por encima que es mucho más exigente en todo lo que uno haga. Un día seremos llamados y rendiremos cuentas de todo delante de Dios. Uno puede engañar a todo el mundo, pero a los ojos de Dios no se escapa el engaño. Dios para nosotros no es una amenaza, es una bendición. Nosotros, los cristianos, tenemos 55
  • 27. la sagrada responsabilidad delante de Dios de ser ejemplo en todo, aunque la gente nos mire con cara de ridículo y diga «pobre tonto». LA CREATIVIDAD EN EL TRABAJO El hombre no es un robot programado, tiene una creatividad continua. El hombre, cuando fue creado por Dios, recibió la capacidad para progresar, sea joven o sea viejo. El hombre no fue creado para «jubilarse» y ya no usar su creatividad, tema de la obra teatral «Te jubilaste, sonaste" popularen la Argentina en los años 50. En la vida normal, el hombre es tan práctico y creativo que va cambiando las cosas para no estancarse. Con la edad, se van adquiriendo y trazando nuevas perspectivas, nuevas metas. Un joven de 20 años no tiene las mismas motivaciones para el trabajo que una persona de 50 años, tienen una proyección distinta. Una sociedad no puede funcionar sólo con jóvenes, ni tampoco podría sólo con viejos. Se complementan el uno al otro. Por eso es que uno de los problemas más grandes dentro de una sociedad productiva como la actual es considerar que los viejos no sirven para nada. Pero en la vida, de acuerdo con el plan de Dios, hacen falta viejos como jóvenes. Dios es tan sabio que en el traslape de generación a generación usted tiene dos polos que en vez de alejarse se unen. La creatividad del hombre debe ser constante y no se pierde con la edad, únicamente cambia la motivación y la proyección. APRENDIENDO DEL PASADO Uno no puede negar la herencia cultural del pasado. El hombre no puede decir «a mí no me interesa lo que pasó allá atrás», porque sobre el pasado se va acumulando lo que se hará en el futuro. Cuando hablamos de ser herederos del pasado no simple56 mente nos referimos a tradiciones y costumbres, sino también a las lecciones que aprendemos; si es industria, agricultura, comercio o cualquier actividad de la vida humana. La herencia del pasado es toda una escuela para nuestras vidas, siempre y cuando podamos asimilarla para que tenga una aplicación personal en el desarrollo de nuestras actividades y decisiones que tomemos en la vida. Lo que se estudia hoy es la capacidad que permita aprender del pasado. El hombre conscientemente debe orientar su productividad en función de la herencia del pasado. El pasado representa una lección para el presente y una advertencia para el futuro. RESPONSABLE DEL PRESENTE El hombre además de ser heredero del pasado, tiene una responsabilidad en el presente. Esto se manifiesta en el cuidado de los bienes que se nos han dado por parte de Dios para nuestro beneficio. Los cristianos somos responsables por todo lo que tengamos que administrar. Al fin y al cabo, como seres humanos y como hombres, somos los administradores de los bienes que Dios ha puesto a nuestra disposición. La naturaleza también es responsabilidad nuestra preservarla, lo que llamamos ecología. Uno puede botar la basura en cualquier lado, pero el daño se lo hace a uno mismo. Cuando se está en relación directa con Dios, el egoísmo, el capricho, o el enojo se dejan de lado y se ajustan a lo que la voluntad de Dios establece. Hay un dicho que nos hace reflexionar en este sentido: «Los turistas piden sol y los campesinos quieren lluvia». Al hombre le toca ser el mayordomo fiel y responsable de •o que se ha asignado. Donde el hombre pasa se echa a perder la naturaleza. Como cristianos debemos ser más responsables cuidar nuestro mundo, una verdadera ecología cristiana. 57
  • 28. DESAFIADO POR EL FUTURO El futuro nos presenta un desafío, el cual tenemos que enfrentar con toda seriedad y decisión. La única manera de enfrentar el reto del futuro es con una estrategia cristiana. Los políticos tienen una mentalidad particular, los industriales tienen otra, la gente de campo tiene otra, etc. Usted ve que cada uno tiene una salida al problema. ¿Será que Dios tiene la respuesta a todo esto? Mire lo que dice Eclesiastés 9:10: «Todo lo que te viniera a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el sepulcro, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría». Ahora pensemos, ¿cuál es la filosofía de nuestros días? Es la mayor productividad con el menor esfuerzo, sin importar cómo acaben las cosas. Pero para los cristianos no debe ser esta la perspectiva. Debemos adoptar una estrategia cristiana para un mundo convulsionado y lleno de destrucción, y ser «sal de la tierra». No es cuestión de evadir trabajo, sino hacer todo el trabajo debido. Otro versículo que nos puede ayudar a entender el desafío del futuro está contenido en 2 Pedro 3:14: «Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz». Preguntémonos, ¿en qué nos debe encontrar irreprensibles? En todo. Si el Señor Jesucristo viene ya, El nos puede encontrar en el desarrollo de una estrategia cristiana en nuestro modo de vida, porque somos la luz del mundo. Al mundo le interesan las personas que tienen algo que ofrecer como alternativa a los problemas. Los cristianos tenemos la respuesta de Dios. Debemos construir los caminos por los cuales pueda caminar la demás gente. a Capítulo 7 LA MOTIVACIÓN AL TRABAJO ¿Cuáles son las preguntas típicas de la gente?: «¿Dónde trabajas? ¿Cuánto ganas? ¿Cuándo te han ascendido? ¿Cuánto te dieron de aumento?» Pero, ¿alguna vez te preguntaron si lo que te pagan vale por lo que trabajas? ¿O si has estafado a la empresa robando tiempo o dignidad? Nadie pregunta eso aunque sea cierto. Si a uno le aumentan nos felicitan, si nos ascienden nos dicen: «¡Qué suerte tienes!» Pero: ¿Trabajas? No. ¿Cuál es el elogio más grande que alguien tiene? Que cuanto menos trabaje, más gane. Hemos llegado a la idea que el trabajo es una maldición cuando en realidad el trabajo es lo único que le dignifica a uno. Cierta vez llegó alguien a pedirme que lo ayudara porque buscaba trabajo. Me dice: «Mire, hermano, busco trabajo y no encuentro. Ayúdeme». «¿Cuánto tiempo ha estado sin trabajo?» «Ocho meses.» «Ay» le dije, «yo me junto al club de usted. Si usted puede vivir ocho meses, bien alimentado y sin trabajar, dígame cómo hace, porque usted es un genio, merece un monumento... y ¿quién es el tonto que lo mantiene?» 0 58 59
  • 29. NEHEMÍAS Y LA CONSTRUCCIÓN DEL MURO QUÉ ES EL TRABAJO Es interesante que el trabajar no necesariamente implica ganar, pero hay gente que no hace nada a menos que se le pague y que se le pague bien. La realidad es que hay tantos quehaceres en la vida por los cuales no hay un «sueldo», no hay ganancias en billetes pero por los cuales hay otras recompensas reales. Ganar y trabajar no es sinónimo. Trabajar tampoco tiene que ver siempre con producir, aunque muchas industrias producen ropa, herramientas, libros, juguetes, etc. Imagínese si yo tengo una funeraria, ¿qué «produzco» yo? Lo que doy es un servicio a los que pierden un ser querido, y cuando más gente muere, más «ganancias» tengo. ¿Cuándo «ganan» más los bomberos? ¡Cuándo hay más incendios! ¿Qué pasa con el agricultor? Si usted ha visto en el campo, que produzca la tierra depende de Dios. Uno trabaja la tierra, pero no por eso siempre produce la cosecha que uno anhela. Si no llueve, por gusto uno cree que está produciendo. El campo de maíz puede lucir plantas bien altas, pero viene uno de estos ventarrones y el maíz está en el suelo. ¿No trabajó la persona? Sí, trabajó. ¿Produjo? No. ¿Para qué trabaja uno entonces? Trabaja para dignificarse. Trabajar tiene que ver con dignidad, con responsabilidad y con capacidad. Yo puedo trabajar en algo porque me dignifica trabajar, puedo aún trabajar con responsabilidad y esmero porque sé que así se tiene que hacer. Pero se puede dar el caso de que en mi trabajo haga más daño que bien. ¿Por qué? Porque no sé desempeñar ese cargo, no tengo preparación para esa tarea, no es mi lugar. Hay albañiles que saben de construcción y saben usar la cuchara de albañil. Yo no sé de eso, pero si me piden dar una clase, enseñar un curso, o dictar una conferencia, eso sí es mi área porque me preparé para hacerlo y es mi vocación. 60 Venga conmigo a un pasaje bíblico en el Antiguo Testamento en el libro de Nehemías. Israel ha regresado del cautiverio, está construyendo los muros, está construyendo Jerusalén. No por eso tiene muchos amigos. Si usted progresa, va a caer mal a aquel que está estancado. Le va a hacer la guerra. Leamos en Nehemías 4:6: «Edificamos pues el muro, y toda la muralla fue terminada hasta la mitad de su altura». ¿Por qué? ¿Les iban a pagar un sueldazo de primera? ¿Iban a recibir un premio, una medalla de oro, un reconocimiento, un puesto político? No. Edificaron el muro «porque el pueblo tuvo ánimo para trabajar». ¿Qué era? Era reconstruir algo que hacía falta. Lo único que necesitaban era ánimo para trabajar. ¿Sabe una cosa? No hay nada peor que una persona desanimada. Bueno, usted nunca lo escuchó pero imagínese que alguien dijera: «Ay, otra vez me toca ir a trabajar, yo me cansé de eso». O ha oído alguna vez a otro que diga: «Otra vez el lunes hay que ir a trabajar. ¡Qué rico estaba el fin de semana!» ¿Por qué? «Es que, vos vieras, donde yo trabajo, no da ganas ir.» Pero uno no va por las ganas. ¿Alguno de ustedes le da ganas de ir al dentista? «Ay, ¡qué rico! Voy al dentista a abrir la boca para que me haga hoyos allí.» Pero si no se saca petróleo perforando allí. Uno va, abre la boca y cuando terminó el dentista, se le paga todavía encima y le dice gracias. ¿Por qué? Porque la necesidad lo obliga. Es muy interesante que si el pueblo judío es lo que es, es porque esto es la mentalidad que tiene. Tome un punto histórico de Israel hoy. Hace 45 años la mitad del territorio de Israel era desierto y la otra mitad era un pantano. Cuando llegaron los judíos habían entre ellos médicos, abogados, ingenieros, de todo. Dicen que había un médico para ada cinco israelitas que estaba allí. ¿Y qué hicieron todos estos Profesionales? En el norte empezaron a drenar los pantanos Para poder cultivar la tierra. Al sur empezaron a traer agua (aunque sea salada) para que pudiera producir. ¿Y sabe cómo c 61
  • 30. lo que hizo? Calculó todo para que el cliente pudiera garantizar que en un mínimo de tiempo le saliera la misma hamburguesa, el mismo tamaño, mismo sabor y a un buen precio. Y ahora la gente hace cola para comer una hamburguesa en MacDonalds. El punto era sincronizar el trabajo, haya mucha gente, haya poca gente, sea domingo, sea lunes, la hamburguesa sale igual. Ese señor estaba pensando ayudar a la gente a que coma bien y sin esperar y terminó ganando bastante dinero. era?: «Mire, doctor, páseme esa herramienta». «Cómo no, licenciado.» Y así iba la cosa, trabajando todos con ganas. Recuerdo en 1969 cuando con mi señora estuvimos en Israel, en el desierto, cerca de Jericó, conocimos a un señor que estaba trabajando con el invento llamado riego por goteo. Tenía un pedazo de terreno con un plástico encima y él abajo haciendo sus experimentos con cinco o seis personas. Él tenía cuatro doctorados y un montón de reconocimientos, era un genio. Yo le pregunté por qué no estaba en la universidad. Me contestó: «No, estoy trabajando la tierra, ¿para qué estar en la universidad? Yo tengo que probar cosas aquí». Ahora, hasta en Guatemala venden el invento del goteo. ¿Sabe por qué? Porque tienen el ánimo de trabajar. ¿TE ENSEÑARON A TRABAJAR? ¿Sabe una cosa? Todo lo que hacemos en la vida, alguien nos lo tuvo que enseñar. Cuando yo era niño me enseñaron a caminar, me enseñaron a comer solo. No sé de usted, pero cuando yo empecé a comer sólito dejaba comida por todos lados menos en la boca, hasta que al fin lo aprendí. Y así íbamos aprendiendo a vestirnos, a guardar nuestras cosas, a leer y escribir y tantas cosas más. Pero ¿a cuántos de nosotros nos enseñaron a trabajar, a ser disciplinados en hacer algo? Si no lo sé hacer, ¿cómo puedo hacerlo con ánimo? Imagínese, si usted nunca estudió mecanografía y le piden escribir a máquina, ¿cómo lo podrá hacer, con o sin ánimo? Si no nos han enseñado a trabajar, ni a gente llegamos. Me pueden educar pero ¿para qué? Para que consiga un empleo donde gane mucho pero no produzco nada. La gente que más ha logrado en la vida empezó a trabajar pero con ganas. ¿Alguna vez usted entró en MacDonalds a comer una hamburguesa? Fue fundado por Ray Kroc, un hombre que no tenía mucha escuela pero sabía trabajar. ¿Sabe 62 UN MANDAMIENTO: TRABAJAR Vamos a otro pasaje más. En el libro de Éxodo 20:8-9 tenemos el cuarto mandamiento. Dios da una orden clara: «Acuérdate del día de reposo para santificarlo; seis días trabajarás y harás toda tu obra.». Esto es una orden más dura que la de un militar. No dice: «trabajarás cuando tengas ganas de trabajar» o «Trabajarás si necesitas dinero» o «trabajarás si consigues un empleo que te guste». No. Dice sencillamente: «Trabaja seis días, haz toda tu obra». ¿Qué pensaría usted si yo dijera: «Mire, yo he logrado descansar seis días y trabajar sólo uno». «¡Qué suerte!», dirías, «¿cómo lo haces?» Pero ¿cree usted que yo voy a honrar a Dios con eso? Cuando Dios estaba dando la orden de trabajar seis días, no estaba pensando en que si el hombre no trabaja se desarma el mundo. No es que Dios contrató una raza que le hiciera el servicio doméstico. Usted sabe mejor que yo que donde el hombre no ha metido la mano, la naturaleza está mejor conservada. En Guatemala, por ejemplo, los bosques de Peten eran muy bonitos hasta que el hombre empezó a cortar todo para vender la madera y ganar dinero. El hombre no está haciendo ningún favor a la tierra, Dios no necesita a nosotros para que cuidemos la tierra, la pobrecita. Nosotros la arruinamos. Dios nos mandó trabajar para nuestro bien, para sentirnos útiles y con dignidad. a 63