1. El 26 de julio de 2011 exactamente ala 7: 45 murió el
centurión de la noche en la clínica la asunción de la ciudad
de Barranquilla, desde ese mismo momento todos los
colombianos lamentaban la muerte de este gran maestro de
la salsa popular.
Estaba recuperado de
una de las tantas
recaídas por los
quebrantos de salud
de los últimos años.
Esas facturas de cobro
que la vida les tiene
ahí engavetados a los
seres humanos y que,
en el momento menos
pensado, los
desempolva con la
perentoria intención
de cobro.
A finales de mayo, tras otra salida triunfal de la clínica luego
de un largo viacrucis en la unidad de cuidados intensivos, Joe
volvió a hablar de la muerte.
Estaba seguro que su muerte causaría un gran sismo en
Barranquilla. Que su sepelio sería el más multitudinario,
bullicioso y sentido de cuantos se han realizado en
Barranquilla en todos los tiempos. En una de las últimas
entrevistas, sin grabadoras encendidas, lo predijo: “mi
2. hermano, morirse así debe ser muy lindo”. Ese ‘morirse así’
era irse de este mundo en las circunstancias, el tiempo y el
ste
modo precisos.
Ayer cuando barranquilleros, cartageneros y colombianos lo
despidieron llorando y cantando se confirmó la
contradicción que siempre fue la vida del Joe. Alegría y
tristeza. Bonanza y escasez. Altos y bajos. Nunca términos
Altos
medios. Joe fue siempre grande y alegre, en medio de esa
tristeza que ocultaba muy bien en los entre pliegues de su
alma, como consecuencia de no haber encontrado nunca,
durante 56 años de desesperada búsqueda, el amor
verdadero y duradero. Encontrado nunca, durante 5 años de
56
desesperada búsqueda, el amor verdadero y duradero.
Un amor del cual él dijera “esto es lo que necesito para
refugiarme por el resto de mi vida”.