Este párrafo enfatiza la importancia de la oración personal para los ministros. Indica que las oraciones de los ministros no serán escuchadas por Dios si mantienen la iniquidad. Para que sus oraciones sean escuchadas, los ministros deben ser hombres de oración, estudiantes diligentes de las Escrituras y tener hambre y sed de justicia. También deben prestar atención a sus propios caminos y evitar los defectos de carácter que no armonizan con la verdad.