Este documento narra la historia de un niño que espera la visita del tío Armando en el Día de Todos los Santos, una tradición en la que se recuerda a los muertos. Sin embargo, la madre le explica que el tío Armando falleció trabajando como minero de dinamita. A pesar de que la familia se reunió para recordarlo, la madre estaba tan ocupada atendiendo a otros invitados que olvidó realmente honrar la memoria del tío Armando.
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El noviembre
1. Era un noviembre de esos noviembres,
específicamente era el dia de “todos santos”, esa
festividad bien extraña donde los muertos no estan
muertos. Donde las almas se dan su descansito del
“cielo”, toman un minibus que los trae hasta acaá
(al infierno). (Pasaje 0.70 ctvs.)
Mi hermano estaba llorando, armando la mesa para el tío Armando, como lo
extraña(mos). El “tío” de la mina lo ha “timbrado”, se ha hecho morir. Mi madre
nos cuenta que el tío Armando, era un minero que armaba las dinamitas en las
minas, era bien peligroso su trabajo. (Era diciendo)
Me imagino si el tío Armando se habrá enojado con el “tío”, se debe estar
armando un quilombo entre esos dos. El tío Armando siempre ha sido de un
carácter medio especial, su plato favorito era la sopa de maní, también le
encantaban las kaukas y la coca-quina. Todo el día andaba con su coquita
y su coca-quina. Tenía ya 43 años, estaba hecho pelota, la mina te destroza,
así que si no era la dinamita, iban a ser esos pulmones que le iban a pasar
factura. (Su Apellido por favor)
Como es tradición, abrimos la puerta a que todos pasen a orar y que se sirvan
un platito de comida. Mientras mi madre servía la comida para los invitados, yo
estaba esperando al invitado especial. El tío Armando, no llegaba. (Ya había
pasado como 3 horas, nadas siempre).
2. En vano le hemos hecho venir, cuanto habrá tardado, ni lo hemos visto y
tampoco ha comido. Mi madre cansada de atender a tanto invitado me dijo
“Quita esa carita de idiota, que ahorita de un lapo de voy a hacer reaccionar”.
Yo le respondí “Mama, pero acaso no teníamos que esperarlo al tío
Armando”
Ella con su enojo me respondió: “Ay como pues sonso, el tío se ha
muerto ya, esto es para recordarlo no más”.
No le dije nada más a mi mama, estaba muy cansada como
para pelear, pero estoy seguro que entre tanto ajetreo y
movimiento, lo último en recordar fue a mi tío Armando.
Ahí me di cuenta que mi madre nunca se imagino que
los espíritus también podían sentir pena