Santiago advierte sobre el poder de la lengua y la necesidad de usarla con cuidado. La lengua puede bendecir o maldecir, es difícil de controlar como un fuego, y con ella seremos juzgados con mayor severidad como maestros. La lengua debe usarse para edificar a otros y glorificar a Dios, no para dañar o contradecirse maldiciendo después de bendecir. La verdadera sabiduría se muestra a través de una conducta piadosa y palabras de mansedumbre.