La política económica de la época se orientó hacia el mercado interno, liderada por un Estado dirigista y nacionalista. Se buscó consolidar la autonomía económica del país a través de la nacionalización de servicios públicos, banca y depósitos, y el IAPI controló el mercado exterior para redistribuir ingresos a favor de la industria nacional. Se otorgaron créditos a través de bancos específicos para beneficiar a pequeñas y medianas empresas e industrias.