SlideShare una empresa de Scribd logo
1 de 12
Descargar para leer sin conexión
1ufi(J13A EN CRISIS, 1919-1939
6. ASCENSO Y TRIUNFO DEL NAZISMO EN ALEMANIA
It IC1 1A1(1) j. EVANS
Mercedes Cabrera, Santos Juliá,
Pablo Martín Aceña (Comps.)
Derek 1-1. Aidcroft
Gabriel Tortella
René Rémoncl
Mercedes Cabrera
Shlomo Ben Ami
Adrian Lyttleton
Peter Tcmin
Pablo Martín Aceña
Richarci J. Evans
Luis Angel Rojo
Francisco Cabrillo
Enz.° Collotti •
Aldo Ag,osti
Noria Puit.;
Juan J. Lin'z
Javier Tuseli
Santos Juliá
Luis Arranz
Juan Pablo Pus;
44,141olfo Pararnio
Autor
n ,,r 4 1;_..;
,-- i .--,----- -,, it.
, - •,:,,‹ ::.-d '4,., ,,„,1-:?,,r .
5.-
--<-3 2c.s
----U-
Titulo Original
C-P-267 . _‘,,_( 1 1,31,,,
Capitulo Página C,..1... - •
h
-
r". - • ,
Año Friitorini. Pais
MIO WILKTY
.. ... , . r
9
Historiadores y analistas políticos de diferentes generaciones y
convicciones han atribuido a diversas causas el ascenso y triunfo
del nazismo en Alemania. Algunos han subrayado el poder caris-
mático del líder,del movimiento, Aciolf . Hitler, y la compleja y'
seductora propaganda a través r! --;ia,(11 su mensaje se transmitió
al electorado alemán. Otros han insistido en la debilidad política
de la República de Wcimar y sus defensores. Otra corriente in-
terpretativa se ha centrado en la depresión económica de 1929-
1933, crisis del capitalismo que —se ha afirmado a menudo—
impulsó a la aran empresa a buscar una solución dictatorial para
ei problema del desempleo masivo y el hundimiento de la in-
dustria. Pero otros historiadon«s.han calificado de carente de
perspectivas este enfoque y han buscado las causas clel ascenso y._
triunfo del nazismo en la evolución a más largo plazo de la so-
ciedad y la política alemana desde med!ados cicl sigío xiX.•En la
abundante bibliografía dedicada al fenómeno del nazismo en los
últimos cincuenta años se lino expuesto muchas otras teorías e in-
terpretaciones, pero la mayoría de los intentos slrios de explicar
la llegada el poder del nazismo en 1933 se inscriben en la prácti-
ca en alguna de las cuatro corrientes explicativas amplias que he
apuntado. En esta conferencia me propongo examinar sucesiva-
mente estos planteamientos, para terminar con unas breves ob-
servaciones propias'.
Ri bel12 E141111, profesor de Historia del 1.3irbeck College en la Universidad de
Londres. Autor de 1?ethinking German History: Nininernib Century Go-man) , and ¡be
Origins of the Tbird kcirb, y editor, entre otros, de The German IVorbing Class ¡SSS-
-1945.
' l'ara la historiografía dcl nazismo, véase Pierre Acloberry, The Nazi Quession. An
Essay on the bacrpretatinn nf National Sncialism 1922-1975. Londres, 1981; J. Far-
gultarson y J. Miden, Explaining Hitler's Germany, 2' ediciún, Londres, 1989; lan
Kersliaw, The Nazi Diaatorihip: Probleals and Pertpecticv of Inielpretation, 2' edición,
Londres, 1989.
98 Europa en crísis. 1919-1939 Richard J. Evans 99
El movimiento nazi comenzó su andadura formal en Munich el 9 de
enero de 1919, con la fundación del Partido Obrero Alemán por el
mecánico ferroviario Anton Drexler. Este partido era uno de los
varios movimientos de extrema derecha presentes en la agitada
escena política de la Baviera de la revolución y la contrarrevolución
de posguerra. Como sugería su nombre (cambiado en febrero de
1920 por el de Partido Obrero Nacional Socialista Alemán), pre-
tendía ganarse a las masas trabajadoras para el nacionalismo extre-
mo mediante la combinación de anticapitalismo, pangermanismo y
antisemitismo, conceptos que, en el lenguaje político de la época,
venían sugeridos por los términos «nacional» y «socialista». Adolf
Hitler no ingresó en el partido hasta el 12 de septiembre de 1919. •
Hitler, nacido en Austria en 1889, se convirtió en seguidor del
nacionalista, antisemita y pangermanista Georg Ritter von Schñ-
nerer en Viena antes de la guerra. Su convicción de que todos los
alemanes debían unirse en un solo Estado-nación basado en la raza
le llevó a no alistarse en el ejército austriaco, sino en el alemán, en
1914. Terminada la guerra, comenzó a actuar como observador po-
lítico del ejército de Baviera y se unió al partido de Drexler. Pero,
gracias a su capacidad oratoria, pronto comenzó a desempeñar un
papel cada vez más importante en el partido, y en agosto de 1921
se convirtió en su máximo dirigente. Hitler fue el principal autor,
junto con Drexler, del programa de febrero de 1920, y la fuerza de
su oratoria fue el principal motivo del crecimiento del partido en
los años siguientes, hasta superar los 50.000 afiliados en 1923 2.
Los testimonios de la fuerza de Hitler como orador son tan nu-
merosos que no dejan ninguna duda sobre la intensidad del mag-
netismo personal que ejercía. Según algunos oyentes, proyectaba
un «hechizo hipnótico» sobre su audiencia: la asistencia a uno de
sus mítines producía a menudo «una exaltación que sólo podía
compararse con la conversión religiosa»'. Otros han señalado que
Una útil introducción general puede encontrarse en J. Noakes y G. Pridham
(eds.), Nazistn 1919 - 1945: A Documentar), Readet; 4 vols., Exeter, 1983-1992, vol. 1:
The Rise lo Power 1919-1924. Véanse también Ernst Deuerlein (ed.), Der Aufstieg tkr
NSDAP 1919-1933 in Augenzeugenberichten, Düsseldorf, 1968 y G. Franz-Willing,
Die Hitlerbewegung, vol. 1: Der Usprung 1919 bis 1922. Hamburgo, Berlín, 1962.
Kurt Ludecke, 1 knew Hitler, Londres, 1938, pp. 699-702, citado en Noakes y
Pridham, op. cit., p. 18.
parecía tener la capacidad de articular los temores y ambiciones
más profundos de sus oyentes'. Fue la voluntad de Hitler la que
empujó al partido hacia la acción violenta durante la crisis po-
lítica de la República en 1923, cuando Francia ocupó el Ruhr y la
rebelión comunista parecía planear sobre Sajonia y Turingia. Pero
su intento de tomar el poder en Baviera y utilizarlo como tram-
polín para organizar un golpe nacionalista contra el gobierno de
Berlín fue un fracaso. La policía y el ejército de Baviera se negaron
a apoyar el putsch, y la marcha de Hitler, con dos mil seguidores,
sobre el centro de Munich fue dispersada tras un breve tiroteo el 9
de noviembre de 1923. Hitler transformó el juicio subsiguiente
en una victoria propagandística al describirse como el único na-
cionalista que había estado dispuesto a actuar de manera resuelta.
No obstante, los acontecimientos de 1923 frenaron temporal-
mente el ascenso del nazismo. El partido fue prohibido, y aunque
Hitler fue excarcelado en diciembre de 1924, en muchas zonas de
Alemania no se le permitió hablar en público durante algún
tiempo, lo cual supuso un grave escollo para el resurgimiento del
partido'.
Hitler aprendió dos lecciones importantes del fracaso del
putsch de 1923. En primer lugar, abandonó la idea de un golpe
de Estado directo y violento por considerarlo peligroso y poco
práctico. En adelante insistiría en llegar al poder por medios
constitucionales o al menos en aparentar que así era. En segundo
lugar, debido a las disensiones internas que habían dividido a la
extrema derecha durante los primeros años de la década de 1920
y habían alcanzado nuevas alturas —o profundidades— durante
su forzosa ausencia de la escena política en 1923-1925, Hitler
insistió a partir de 1926 en lo que después se denominó «prin-
cipio de caudillaje». Hay datos que indican que, hasta entonces,
Hitler se consideraba un simple «captador» de apoyo para un
gran dictador nacionalista que estaba por llegar. Pero la adu-
' Citado en E. Kolb, The 1Veimar Republic Londres, 1988, p. 98. Véase M. Broszat
«Soziale Motivation und Führerbindung des Nationalsozialismus». Vierteljahrshefte
für Zeitgeschichte, vol. 18, 1970, pp. 392- 409.
' Noakes y Pridham, op. cit., pp. 22-35. Véase también A. Tyrell (ed.)., Führer be-
fiehl... Selbsteugnisse aus der «Kampfzeit» der NSADP, Düsseldorf, 1969; Deuerlein, op.
cit.; y Deurlein (ed.), Der Hitler Putsch: Bayerische Dokumente zum 8.19. November 1923,
Stuttgart, 1962.
100 Europa en crisis, 1919-1939 Richard J. Evans
101
lación de que fue objeto en el juicio, la redacción en prisión de
su libro Mein Kampf y las expectativas creadas por sus desmorali-
zados seguidores ante su excarcelación, propiciaron una imagen
más segura de sí mismo que Hitler reforzó insistiendo en la obe-
diencia incondicional a él debida por los miembros del re-
fundado partido'.
De 1926 a 1928, el partido nazi se dedicó preferentemente a
unir los diversos grupos dispersos de nacionalistas de extrema de-
recha bajo la jefatura de Hitler, a reunir un conjunto de jóvenes y
dinámicos dirigentes de segunda línea, como Josef Goebbels y
Gregor Strasser, y a establecer una estructura organizativa com-
pleja pero flexible, con secciones especiales para numerosos sectores
de la población —desde los estudiantes hasta los sindicalistas—
que resultaron cruciales a la hora de contribuir a su expansión
cuando finalmente comenzó a conseguir un apoyo masivo. En las
elecciones de 1928 para el Reichstag, los nazis sólo consiguieron
doce escaños y el 3% de los votos. El número de afiliados rondaba
los 100.000. Sin embargo, ya había indicios de que ejercían un
atractivo muy superior para algunos sectores de la población, espe-
cialmente el campesinado de zonas protestantes como Schleswig-
Holstein. Dos años después abandonaron la periferia extremista de
la política para situarse en el centro del escenario. En las elecciones
para el Reichstag celebradas en 1930 consiguieron 6,5 millones de
votos y 107 escaños, con lo que se convirtieron en el segundo
partido del país. En julio de 1932, los nazis eran con diferencia el
partido político mayor y más aceptado de Alemania, con el 37%
de los votos, 230 escaños en el Reichstag y más de trece millones
de votantes. Esta fuerza electoral —que se mantuvo, con cierto re-
troceso, por encima del 30% en las elecciones de noviembre de
1932— constituyó la base fundamental de su llegada al poder en
1933'.
Hitler fue fundamental para el triunfo de los nazis por dos mo-
tivos. En primer lugar, su historia y su imagen política ocuparon el
lugar más destacado de la amplia y compleja actividad propagan-
' A. 'fyrell, Vom •Trommler,› zum «Fiihrer». Der IVandel in Hitlers Selbstverstandnis
zwischen 1919 und 1924 und die Entwicklung der NSDAP, Munich, 1975; e Jan
Kershaw, The «Hitler Myth». Image and Reality in Me Third Reich, Oxford, 1987, pp.
13-17.
' Noakes y Pridham, pp. 57-87.
dística que el partido desplegó en estos años. En segundo lugar, fue
Hitler quien insistió, pese a la oposición de muchas personalidades
del partido, en negarse a entrar en un gobierno de coalición si no
era para dirigirlo, por lo que se prolongaron durante varios meses
las negociaciones con otros políticos para formar un gabinete con
participación de los nazis. El 30 de enero de 1933, Hitler se salió
finalmente con la suya y fue nombrado canciller de un gobierno en
el que los nacionalistas conservadores disponían de la mayor parte
de las carteras ministeriales.
El ascenso de los nazis al poder no acabó ahí. En los meses si-
guientes, Hitler utilizó su cargo para desplazar a sus oponentes,
consiguió poderes dictatoriales mediante el decreto presidencial de
emergencia promulgado el 28 de febrero de 1933, la mañana si-
guiente al incendio del Reichstag, y selló la implantación de la
dictadura con la aprobación, menos de un mes después, de la Ley
de Plenos Poderes por el órgano legislativo, del que habían sido
excluidos los comunistas y que se reunió en un clima de fuerte in-
timidación nazi. A comienzos del verano de 1933, todos los parti-
dos y organizaciones políticas habían sido disueltos, a excepción de
los nazis, y había culminado la creación de un Estado de partido
único'.
Muchos historiadores han estudiado el rápido ascenso al poder
del nazismo desde el punto de vista del desarrollo de los fines
propios de Hitler, mediante el funcionamiento de la voluntad po-
lítica personal de éste. Pocos pensarían ahora que Hitler era un
simple oportunista, dispuesto a sacrificar toda política y todo
ideal si ello le acercaba al poder. Es obvio que modificó o cambió
algunas ideas para adaptarse a las .exigencias del momento. Pero a
partir, como muy tarde, de la redacción de Mein Kampf según esta
perspectiva, sus objetivos fueron claros y explícitos: la conse-
cución del poder dictatorial, seguida del rearme, la guerra, la cre-
ación del lebensraum en Europa oriental y la aniquilación de los
judíos. Se ha afirmado .que el primer objetivo lo alcanzó uniendo
el carisma retórico a la astucia política, y en los años siguientes
La crónica clásica de este proceso sigue siendo K.D. Bracher, Die Auflinung der
Weimarer Republik, 6 edición, Kónigstein, 1978, y K.D. Bracher, W. Sauer y G.
Schulz, Die nationalsozialistische Machtergreifung, 3 vols., Francfort, 1974; véase
también K.D. Bracher, The German DictatorshtP, Harmondsworth, 1973 [La dictadura
alemana, Madrid, Alianza, 1974].
102 Europa en crísis, 1919-1939 Richard J. Evans 103
continuó utilizando estas cualidades al servicio de sus intenciones
a largo plazo. Sin Hitler, se ha dicho a menudo, nada de esto ha-
bría ocurrido'.
Pero hay motivos para afirmar que el movimiento nazi fue algo
más que una mera prolongación de la voluntad de Hitler, que su
triunfo fue algo más que un simple fruto del genio de éste. El ca-
risma no puede ejercerse sin una audiencia dispuesta a dejarse
atraer por él. Hitler no habría triunfado si su mensaje, incluida su
exigencia de jefatura política fuerte e individual, no hubiera res-
pondido a las ideas y aspiraciones de una parte importante del elec-
torado alemán. Los votos no se consiguen sólo con propaganda,
como demostró el fracaso del nazismo para lograr un seguimiento
masivo durante su primera década de existencia. A pesar de su
complejidad y modernidad, la propaganda nazi tampoco logró
todo lo que se propuso. Parece obvio, por ejemplo, que ni el anti-
capitalismo ni el antisemitismo fueron elementos suficientemente
atractivos de la política nazi antes de 1933. Pero la propaganda na-
zi sí se apuntó tantos en su ataque contra la República de Weimar
y todo lo que ésta representaba. Consiguió apoyo, en parte, porque
parecía la fuerza que contaba con más probabilidades de terminar
con las instituciones políticas de la primera democracia de Ale-
mania. Esas instituciones, por su parte, han desempeñado un papel
fundamental en los intentos de muchos historiadores por explicar
el ascenso del partido y su triunfo en 1933, por haber concentrado
sobre ellas el resentimiento popular y entregado al nazismo mu-
chos de los mecanismos constitucionales esenciales para su táctica
de «legalidad» posterior a 1923 en su búsqueda del poder'
9 E. Jáckel, Hitler in History, Londres, 1984; E. Jáckel, Hitler's Weltanschanung,
Cambridge, Mass., 1981. De carácter más general, véase T.W. Mason, «Intention
and Explanation: a current controversy about interpretation of National Socia-
lism», en G. Hirschfeld y L. Kettenacker (eds.), The ,Führer State». Myth and Re-
ality, Stuttgart, 1981; y G. Schreiber, Hitler. Interpretation 1923-1983, Darmstadt,
1984.
lan Kershaw, «Ideology, Propaganda and the 0. se oí the Nazi Party», en P. D.
Stachura (ed.), The Nazi Machtergreifung, Londres, 1983; D. Welch (ed.), Nazi Propa-
ganda. The Power and the Limitaions, Londres, 1983; W.S. Allen, The Nazi Seizure of
Power. The Experience of a Single German Town 1922-1945, 2 edición, Nueva York,
1984; W.S. Allen, ,,The Appeal of Fascism and the Problem of Nacional Disince-
grarion», en H.A. Turner (ed.), Reappraisals of Fascism, Nueva York, 1975; Kershaw,
Hitler Myth, pp. 13-46, 229-252.
La República de Weimar nació como consecuencia de la derrota de
Alemania en la I Guerra Mundial. Al gobierno revolucionario en-
cabezado por los socialdemócratas que tomó posesión el 9 de no-
viembre de 1918 le siguió, a comienzos de 1919, la elección de
una Asamblea Nacional que se reunió en Weimar. La Constitución
aprobada por la Asamblea era una de las más democráticas del
mundo, pero han sido muchos los analistas que, retrospectiva-
mente, han considerado que estaba minada por defectos fatales.
Muchas de las disposiciones de la Ley Fundamental de Alemania
Occidental de 1949, que hace las veces de Constitución de la
actual República Federal, pretendían impedir el resurgimiento del
nazismo evitando aquellos errores.
Muchos historiadores han criticado el sistema de representación
proporcional que fijaba la Constitución de Weimar para las eleccio-
nes nacionales y provinciales y al que se ha responsabilizado en gran
medida de la multiplicidad de partidos que complicaron la escena
política de Weimar e hicieron inevitable que todos los gobiernos
fuesen de coalición. Esas coaliciones pluripartidistas fueron suma-
mente inestables. En sus catorce años de existencia, la República de
Weimar conoció nada menos que veinte gabinetes distintos (vein-
tiuno si se incluye el de Hitler). La ineficacia de esos gobiernos venía
predestinada por la necesidad de no hacer nada que desagradase a
alguno de los socios de coalición y por la constante rotación de mi-
nistros. Muchos de los avances electorales de los nazis se realizaron a
costa de partidos más pequeños como el de la economía (Wits-
chaftspartei), los hanoverianos y los partidos campesinos (Landbund,
Landvolk, Bauernpartei), circunstancia que sirve de testimonio de la
frustración del electorado con esos grupos minoritarios.
Pero con frecuencia se ha insistido demasiado en estos aspectos.
La continuidad ministerial fue considerable entre gobiernos suce-
sivos. Gustav Stresemann fue ministro de Exteriores en nueve gabi-
netes consecutivos, de 1923 a 1929; Otto Gessler fue ministro del
Ejército en trece gobiernos y Heinrich Brauns lo fue de Trabajo en
doce. Incluso en ministerios en los que, como Economía, los
cambios eran más frecuentes, el mismo titular solía mantenerse en
el cargo durante un periodo que no resultaría extraño en un go-
bierno moderno. Por otra parte, los grupos minoritarios no repre-
sentaban muchos escaños en el Reichstag; tras las elecciones de
104 Europa en crisis, 1919-1939 Richard J. Evans 105
1928, de un total de 491, ocuparon 47 entre seis de ellos, sin contar
el Partido Popular de Baviera, que era en muchos aspectos una rama
del Centro Católico. El principal problema era la formación de coa-
liciones a partir de los partidos más importantes: los demócratas
(DDP-Partido Demócrata Alemán), el Centro Católico, los socia-
listas (SPD-Partido Socialdemócrata Alemán), los comunistas
(KDP-Partido Comunista de Alemania), el Partido Popular Alemán
(DVP) y los nacionalistas (DNVP-Partido Nacional Popular
Alemán). En la práctica, los comunistas nunca fueron candidatos
serios para formar parte del gobierno, mientras que los centristas
fueron la base de diecisiete de los veintiún gabinetes; en otras pa-
labras, todos aquellos gabinetes de Weimar se constituyeron sobre
una base electoral democrática. La existencia de un sistema pluri-
partidista, con un partido socialista, un partido católico, un partido
conservador-nacionalista y dos partidos liberales, se remonta a un
momento muy anterior a la instauración de la representación pro-
porcional. La existencia de cinco partidos importantes (a los que se
incorporó el comunista, como partido de masas, en 1922) reflejaba
el hecho de que la sociedad alemana estaba cuarteada por múltiples
fisuras sociales, religiosas, regionales e ideológicas. Ni fue una con-
secuencia de la constitución de Weimar ni el sistema electoral ma-
yoritario habría impedido el ascenso de los nazis".
Parecidas reservas pueden formularse acerca del papel de los
plebiscitos en el sistema de Weimar. De ellos se ha dicho que soca-
varon la democracia representativa y pusieron un arma propagan-
dística peligrosa en manos de los extremistas. Sin duda es cierto
que los nazis consiguieron credibilidad y respetabilidad en un mo-
mento crucial gracias a su participación, a petición de los naciona-
listas, en la campaña emprendida por la derecha en 1929 en favor
del rechazo plebiscitario del Plan Young, acuerdo internacional ne-
gociado para programar, aunque no para eliminar, los pagos de
Alemania en concepto de reparaciones por los perjuicios causados a
los aliados por la I Guerra Mundial. Pero la realidad es que hay de-
mocracias modernas, como Austria y Suiza, que sobreviven bas-
tante bien con disposiciones sobre plebiscitos en sus respectivas
constituciones, y la confusión política que rodeó los plebiscitos de
" Kolb, Weintar Republic, pp. 148-154; y E.R. fluber, Deutsche Volassungsgeschichte
seit 1789, vols. 5-7, Stuttgart, 1978-1984.
la Alemania de Weimar fue más una consecuencia de los antago-
nismos sociales y políticos del momento que una causa. La consti-
tución también ha sido criticada por no haber reducido el predo-
minio de Prusia, que ocupaba más de la mitad de Alemania y al-
bergaba a la mayoría de la población, y por no haber reforzado el
poder del gobierno central en el sistema federal. Pero en la
práctica, Prusia, gobernada por los socialdemócratas, fue casi
siempre un bastión de la democracia de Weimar, por lo que el fe-
deralismo también tuvo sus ventajas.
Sin embargo, sí había una disposición constitucional que gene-
raría problemas en el futuro. Se trataba de la elección por votación
popular de un presidente fuerte, con un mandato de siete años y
que disfrutaría, en virtud del artículo 48, de la facultad de go-
bernar por decreto en situaciones de emergencia. El primer presi-
dente de la República, el socialdemócrata Frieclrich Ebert, fue lo
bastante imprudente para hacer uso con frecuencia de estos poderes
—a menudo con la más endeble de las bases, como por ejemplo
cuando disolvió en 1923 los gobiernos provinciales, de extrema iz-
quierda pero legalmente constituidos, de Sajonia y Turingia. Su
sucesor, el mariscal de campo Paul von Hindenburg, iría mucho
más lejos. Hindenburg, monárquico archiconservador que carecía
de un verdadero compromiso con la República de Weimar, propor-
cionó entre 1930 y 1933 gran parte de la pantalla constitucional
que ocultó el final del sistema democrático y la creación de una
dictadura. Al permitir la utilización de sus poderes para gobernar
por decreto como principal instrumento legislativo a partir de
1930, a Hitler le resultó relativamente fácil alcanzar buena parte
de sus objetivos sin aprobación parlamentaria, antes incluso de la
aprobación de la Ley de Poderes'.
A fin de cuentas, sin embargo, las disposiciones de cualquier
Constitución son 'menos importantes en sí mismas que la legiti-
midad del sistema político para cuyo funcionamiento están conce-
bidas. Para muchos autores, la República de Weimar carecía fatal-
mente de legitimidad desde el principio. Fueron la Asamblea Na-
cional y el gobierno revolucionario los que aprobaron los términos
" Kolb, Weimar Republic, pp. 70, 74-75. Sobre el uso de estos poderes por Ebert,
véase H.A. Winker, Von der Revolution zar Stabilisierung. Arbeiter und Arbeiterbewegung
in der Weimarer Republik 1918 bis 1924, Berlín, Bonn, 1984.
106 Europa en crísis, 1919-1939
del Tratado de Versalles, que impuso a Alemania el pago de fuertes
reparaciones económicas por los perjuicios causados a Francia y
otros países en la guerra, separaron de Alemania zonas importantes
de su territorio, como Alsacia-Lorena y buena parte de la Alta Si-
lesia, y limitaron estrictamente las Fuerzas Armadas alemanas
tanto en efectivos como en medios. La relativa severidad del
tratado ya venía presagiada por los términos del armisticio de no-
viembre de 1918, y la propaganda de los nazis calificaba de «trai-
dores de noviembre» a los socialdemócratas, que habían aceptado
esos términos, y los acusaban de haber minado fatalmente el es-
fuerzo bélico alemán al fomentar la agitación y la revolución en el
frente interior: la infamante leyenda de la «puñalada por la es-
palda» de los años de posguerra.
Todos los partidos presentes en la escena política alemana coin-
cidían en su rechazo de Versalles, incluidos los socialdemócratas, que
se habían visto obligados a firmar el acuerdo de -paz. Casi nadie
aceptaba la cláusula de «culpabilidad de guerra» que justificó la ma-
yoría de las disposiciones punitivas del tratado. La investigación his-
tórica moderna ha dejado sentado que la principal responsabilidad
del estallido de la I Guerra Mundial recayó en efecto en Alemania, y
que la guerra se perdió debido al fracaso militar y a la ausencia de re-
cursos económicos y de gestión económica, no a causa de la revo-
lución desde dentro. Por poco rigurosos que hubieran sido los tér-
minos del tratado, la magnitud de los objetivos bélicos y las expecta-
tivas nacionalistas alemanas en 1914-1918 habrían hecho menos que
probable su aceptación general en Alemania después de la guerra.
Algo hay de cierto en la observación de que el tratado fue la peor de
las soluciones posibles, pues avivó el resentimiento nacionalista de
Alemania mientras dejaba intacta la base de su categoría de gran po-
tencia. La propaganda nazi pudo aprovechar el descontento general
con el Tratado dé Versalles para convencer a muchos de que el ca-
rácter democrático y los orígenes revolucionarios de la República es-
taban fatalmente vinculados a la humillación nacionalu.
"Kolb, Weimar Republic, pp. 22-23, 166-178; A. Hillgruber, «Unter dem Schatten
von Versailles», en K.D. Erdmann y H. Schulze (eds.), Weimar. Selbstpreisgabe einer De-
nzokratie, Düsseldorf, 1980; G. Schulz, Revolutions and Peace Treaties 1917-1920,
Londres, 1974; U. Heinemann, Die verdrinigte Niederlage. Politische liffentlichkeit und
Kriegsschuldfrage in der Weimarer Republik, Gtittingen, 1983. Sobre las reparaciones,
véase una obra reciente, Bruce Kent, The Spoils of War, Oxford, 1989.
Richard J. Evans
107
La falta de legitimidad de la República se reflejaba también en
el hecho de que, a partir de 1920, los partidos que respaldaban sus
instituciones fundamentales —socialdemócratas, católicos y demó-
cratas— estuvieron en minoría. El Partido Popular sólo se resignó
a aceptar la República de Weimar, con condiciones y a regaña-
dientes, gracias a la influencia de su principal figura, Gustav Stre-
semann, y tras la muerte de éste en 1929 abandonó rápidamente
esa postura para adoptar una abierta hostilidad. Los nacionalistas
hicieron todo lo posible para socavar el sistema político y alentaron
la existencia de escuadrones asesinos contra los políticos republi-
canos. Para los comunistas, por último, la República era un ré-
gimen burgués y capitalista que estaba maduro para ser destruido
mediante la revolución proletaria. El feroz antimarxismo de todos
los partidos, a excepción del socialdemócrata y el comunista, hizo
más para impedir la formación y funcionamiento de gobiernos de
coalición que las vacilaciones de los propios socialdemócratas sobre
la formación de alianzas con agrupaciones «burguesas», e hizo que
sus partidarios fueran más susceptibles al antimarxismo más di-
námico y extremista de los nazis.
Sin embargo, una vez formuladas todas estas observaciones,
sigue siendo cierto que la República de Weimar logró superar las
tormentas de la revolución y la insurrección armada de 1919 a
1923, y en 1928, con el advenimiento del gobierno de gran coa-
lición encabezado por el socialdemócrata Hermann Midler, co-
menzaba a parecer que se consolidaba. Lo que cambió la situación,
lo que hizo que el partido nazi dejara de ser un grupo extremista
situado en la periferia de la política para convertirse en el mayor
partido político del país, fue sobre todo la gran depresión que co-
menzó en 1929.
III
La economía de Weimar estuvo acosada por dificultades desde el
principio. La República comenzó su existencia en un periodo de
inflación que se remontaba a 1914. Los historiadores han se-
ñalado recientemente que esta situación fomentó el pleno empleo
y, por consiguiente, contribuyó a estabilizar la República en sus
primeros años. Así, convirtió la huelga general en una poderosa
arma contra los intentos de anular la constitución como el putsch
108
Europa en crívis, 1919-1939
de Kapp de 1920' 4. Pero en 1922-1923 la inflación se transformó
en hiperinflación. El caos económico de 1923 avivó la agitación
política de ese año y dio un impulso importante, aunque tem-
poral por el momento, a extremistas como los nazis. A más largo
plazo, aunque no parece que los pequeños comerciantes, ten-
deros, artesanos y agricultores sufrieran una reducción de sus in-
gresos importante y generalizada, y los deudores, especialmente
las grandes empresas, se beneficiarían considerablemente, sec-
tores clave de la clase media como los obligacionistas, los pensio-
nistas y los rentistas sufrieron gravemente las consecuencias. El
efecto neto no fue tanto un empobrecimento general de la clase
media, como se suele pensar, como la fragmentación y desinte-
gración política y social, ya que unos grupos ganaron y otros per-
dieron''.
La recuperación económica de 1924-1928 fue, en el mejor de
los casos, precaria. La racionalización y el ahorro provocaron un de-
sempleo generalizado. La cartelización generó una serie de pesados
y superpoderosos gigantes industriales como IG Farben. La in-
versión procedía con frecuencia del extranjero y se realizaba a corto
plazo, por lo que podía retirarse con facilidad, como efectivamente
ocurrió en 1929 tras el crash de Wall Street. Los empresarios pen-
saban —no hay acuerdo acerca del grado de justificación de esa
idea— que los costes laborales eran demasiado elevados, y anularon
la serie de compromisos entre los sindicatos y la patronal que
habían estado en vigor durante los primeros años de la República'''.
El sistema de seguridad social introducido en 1927, que constituía
la base del Estado del bienestar de Weimar, se encontró con la hos-
tilidad del empresariado debido a sus costes. La contracción eco-
nómica comenzó antes incluso del crash de 1929.
R. Bessel, «Unemployment and Demobilisation in Germany after the First
World War», en Richard J. Evans y Dick Geary (eds.), The German Unemployed,
Londres, 1987, pp. 1-22..
O. Usa y G.D. Feldinan (cds.), listorische rimzesie de, deuts,hen Inlhaion 19/4-
¡924, Berlín, 1978; G.D. Feldman et al. (ecls.), Die deiasche Infla/ion, Berlín, 1982;
C.L. Holtfrerich, The German infla/ion, 1914 - 1923 Berlín, 1986.
K. Borchardt, Wachstum, Krisen, Handlungsspielrdume der Wirtschaftspolitik, Güt-
tingen, 1982; C.L. Holtfrerich, «Alternativen zu Brunings Wirtschaftspolitik in der
Weltwirtschaftskrise?», Historische Zeitschrift, 235, 1982, pp. 605-631; H.A.
Winkler, Der Schein der Nornzalitdt, Arbeiter und Arbeiterbewegung in del. 1Veimarer Re-
publik 1924 bis 1930, Berlín, Bonn, 1985, c. 1.
Richard J. &mis
109
Pero de todos los acontecimientos que tuvieron lugar en la
historia de la economía de Weimar, el decisivo fue sin duda la
depresión de 1929-1933. Al terminar 1932 había casi siete mi-
llones de desempleados, que suponían aproximadamente el 35%
de la población activa. Muchos de ellos estaban sin trabajo desde
hacía dos o tres años y habían agotado su derecho a prestaciones.
La renta nacional descendió un 39%. Las fábricas cerraron o con-
tinuaron funcionando a tiempo parcial. Las quiebras se multipli-
caron y la actividad empresarial se creyó al borde de la ruina. El
gobierno de «gran coalición» formado en 1928 llegó a su fin
bajo la presión que suponía el ahondamiento de los antago-
nismos sociales. El nuevo gabinete «independiente», presidido
por Heinrich Brüning, emprendió una política de deflación
salvaje. Los historiadores continúan debatiendo hasta qué 131.11110
existían otras opciones reales en términos prácticos, pero parece
obvio que si Brüning no hubiera hecho de la cancelación de las
reparaciones su objetivo económico fundamental, como con-
dición previa para la colaboración más estrecha con los naciona-
listas en la creación de un régimen autoritario, tal vez incluso la
restauración de la monarquía, una política de creación de em-
pleo y reflación podría haber sido una posibilidad ya en el vera-
no de 1931".
La realidad, sin embargo, fue que la crisis se intensificó en el
curso de 1932 y constituyó la base del triunfo del nazismo por dos
motivos: En primer lugar, impulsó a la gran empresa a buscar con
'reciente urgencia una solución autoritaria para el impasse político
le la República; una solución que mitigase la presión a la que es-
aban sometidos, desmantelando el Estado del bienestar, frenando
o suprimiendo los sindicatos, proscribiendo a comunistas y social-
demócratas y creando una fuerza de trabajo dócil y barata que per-
mitiese a la industria iniciar el proceso de recuperación. Sin em-
bargo, en la gran empresa no había acuerdo sobre la posibilidad de
prestar apoyo a Hitler o escoger otra forma de régimen totalitario.
La división continuaba en enero de 1933 y, por consiguiente, su
respaldo económico se dirigió a diversos partidos de derecha. Los
" Además de las obras citadas en la nota 16, véase también Kent, The Spoils ofIVar,
y K.D. Bracher, «Brünings unpolitische Politik und die Auflósung der Weimarer
Republik», Vierteljahrshefte filr Zeitgeschichte 19, 1972, pp. 113-123.
110 Europa en cráis, 1919-1939 Richard Evans II
nazis obtenían la mayor parte de su financiación de pequeños em-
presarios, donantes extranjeros y, sobre todo, de las aportaciones de
sus afiliados, suscripciones de periódicos y otras fuentes propias.
En ningún momento dependieron de las aportaciones de la gran
empresa. La eficacia de esas aportaciones era discutible en cual-
quier caso, habida cuenta de su total incapacidad para impedir el
derrumbamiento electoral de los nacionalistas y el Partido Popular
a comienzos de la década de 1930 1H•
Sin embargo, la gran empresa sí contribuyó a socavar la Repú-
blica de Weimar mediante su apoyo económico y político a di-
versas formas del radicalismo de derecha como las del Partido Po-
pular, los nacionalistas y los nazis. Su influencia benefició a sec-
tores del mundo de los negocios, como la pequeña empresa, que
apoyaban a partidos políticos antidemocráticos como los nazis.
También hay algunos indicios, aunque con frecuencia se ha exa-
gerado, de que algunos representantes de grupos empresariales
desempeñaron un papel en las intrigas políticas que tuvieron
lugar en torno al presidente Hindenburg en 1932-1933 y que
condujeron finalmente al nombramiento de Hitler como can-
ciller. Por último, la mayor parte del mundo empresarial aceptó
la toma del poder por los nazis en 1933, y amplios sectores, como
por ejemplo IG Farben, cambiaron de postura y apoyaron a los
nazis con importantes subvenciones durante los meses cruciales
de la «toma del poder», antes y después de las elecciones de mar-
zo de 1933".
En segundo lugar, fue sin duda la depresión de 1929-1933 la
que sirvió de base al desplazamiento masivo de las preferencias de
los votantes hacia los nazis en esos años. Hasta las elecciones de
1928, la mayoría de los votos nazis procedían de la pequeña em-
presa, el campesinado, el sector de servicios públicos y los arte-
sanos varones protestantes; en pocas palabras, de la pequeña bur-
1 " Turner, German Big Business and the Rise o/ Hitler, Oxford, 1985; R. Neebe,
Grossindustrie. Staat und NSDAP 1930-1933, Güttingen, 1983.
G.D. Feldman; «Aspekte deurscher Industriepolitik am Ende der Weimarer Re-
Publik 1930-1932», en K. Holl (ed.), Wirtschaftskrise ciad liberale Demokralie, Güt-
tingen, 1981, pp. 103-125; V. Hentschel, Weimars letzte Monate, Düsseldorf, 1978; D.
Stegmann, «Zum Verháltnis von Grossindustrie und Nationalzozialismus 1930-
1933», Archiv für Sozialgeschichte XIII, 1973, pp. 399-482; P. 'layes, Industry and
Ideology; IG Farben in the Nazi Era, Cambridge, 1985.
guesía protestante. El gran crecimiento del voto nazi en las elec-
ciones de 1930-1933 sólo se debió en parte a la captación de los
votos de los integrantes de esos grupos que con anterioridad pre-
ferían a los partidos minoritarios, los nacionalistas, el Partido Po-
pular y los demócratas. La misma importancia tuvo el éxito del
partido a la hora de conseguir un número importante de votantes
de casi todos los demás grupos sociales, especialmente las mujeres,
los trabajadores no manuales, los trabajadores rurales, los obreros
de pequeñas empresas industriales o talleres domésticoF
todo de pequeñas ciudades, y las clases media y alta. Los nazis
ejercieron un atractivo especial sobre los jóvenes de esos medios
que votaban por vez primera. El voto de los nacionalistas, el
Partido Popular, los demócratas y los partidos disidentes dis-
minuyó en vertical".
Lo que los nazis ofrecían era ante todo una alternativa di-
námica, carismática y bien organizada a los partidos políticos a
los que estos votantes imputaban la responsabilidad del caos
social, económico y político de los últimos años de la República
de Weimar; una alternativa que se proponía acabar principal-
mente con los partidos «marxistas», especialmente los socialde-
mócratas, con quienes en gran medida se identificaba la Repú-
blica de Weimar. Donde los nazis no lograron hacer mella de
manera significativa fue en el coto católico, que continuó te-
niendo como principal destinatario al centro; en el socialdemó-
crata, que siguió siendo fuerte en los núcleos industriales que
tenían una prolongada tradición de compromiso con el movi-
miento obrero; entre los obreros industriales que habían conse-
guido conservar el empleo; y en el coto comunista, que aumentó
rápidamente, gracias sobrc todo a los desempleados y los jóvenes
de clase obrera. Sin embargo, incluso entre estos grupos los nazis
alcanzaron al menos algunos éxitos, por lo que puede decirse que
su irrupción corno partido de masas en 1930-1933 reflejaba el
hecho de que conseguían votos, en mayor o menor medida, prác-
ticamente en todos los grupos sociales del país. En otras palabras,
en los últimos años de la República de Weimar el nazismo fue un
partido que aglutinó el descontento y ejerció un atractivo espe-
" T. Childers, The Nazi Vote,: The Social Foundations of Fascism in Germany 1919-
1933, Chape] Hill, 1933; RE Hamilton, Who Voted for Hitler?, Princeton, 1982.
112
Europa en crísis, 1919-1931
cialrnente fuerte para los jóvenes y las clases medias protestan.
tes'.
Por último, la depresión, con su desempleo masivo de larga du«
ración, cercenó fatalmente toda posibilidad de que la clase obrera
organizada opusiera una resistencia seria a la destrucción de la Re-
pública de Weimar. Por otra parte, ahondó los antagonismos entre
los socialdemócratas, muchos de los cuales seguían teniendo
trabajo, y los comunistas, sin trabajo en una proporción abru-
madora en 1932, y confirió efectivamente cierta plausibilidad a la
insistencia suicida de los comunistas en que los socialdemócratas
eran «socialfascistas» a quienes poco importaba la difícil situación
de las masas proletarias indigentes". La depresión hizo inviable
una huelga general corno la que había desbaratado el putsch de
Kapp en 1920. Han sido muchos los que han afirmado que los so-
cialdemócratas deberían haber intentado resistir la ilegal desti-
tución de su gobierno en Prusia por el canciller von Papen y el
ejército en julio de 1932, mediante la fuerza en caso necesario.
Pero las posibilidades de éxito de esa resistencia eran escasas y el
resultado se habría parecido probablemente al de la guerra civil de
Austria de febrero de 1934, cuando un levantamiento socialista re-
alizado en circunstancias semejantes fue aplastado en unos días 23.
IV
Aunque el éxito electoral de los nazis fue la condición sine qua non de
su triunfo en 1933, no sería correcto afirmar, como han hecho al-
gunos historiadores, que llegaron al poder por medios legales o cons-
titucionales o que la República de Weimar no fue destruida por sus
adversarios sino que se destruyó a sí misma. La dictadura sólo fue po-
sible cuando las instituciones democráticas de la República dejaron
J. l'alter, «Wer verhalf Hitler zum Sieg?», Ases Politik und Zeitgeschichte, Serie B,
28-29, 14 julio, 1979, pp. 3-21; J: Falter, Wahlen und Abstimmungen in der IVeimarer
Republik, Munich, 1986.
" Evans y Geary (eds.), German U nemployed; P.D. Stachura (ed.), Unemployment and
the Great Depression in Weintar Germany; Londres, 1986.
" H.A.' Winkler, Der Weg in die Katastrophe. Arbeiter und Arbeiterbewegung in der Wei-
marer 1?epublik 1930 bis 1933, Berlín, Bonn, 1987; Helga Grebing, «Flucht vor
Hitler?», Aus Politik und Zeitgeschicbte, B 4-5, 29 enero 1983, pp. 26-42.
RichardJ. Evans
¡ 13
de funcionar, con la llegada del gobierno independiente de Brüning y
la eliminación efectiva del Reichstag como institución política
después de que las elecciones de 1930 anulasen la posibilidad de una
mayoría viable para la tarea legislativa del gobierno. La dictadura sólo
fue probable cuando el canciller von Papen destituyó de forma in-
constitucional al gobierno de Prusia en 1932. La dictadura sólo fue
inevitable cuando los nazis desataron una campaña de violencia,
terror, asesinato e intimidación contra sus oponentes en los seis pri-
meros meses de la cancillería de Hitler. La República fue derrotada
por sus oponentes, no por sí misma; la muerte de la democracia ale-
mana no fue un suicidio político, sino un asesinato político'.
Sin embargo, adoptan una perspectiva demasiado limitada
quienes se centran exclusivamente en los años 1930-1933 para
tratar de explicar la caída de Weimar y el advenimiento del Tercer
Reich. Muchos historiadores han afirmado que la disposición de
los votantes a apoyar en las urnas el autoritarismo y el extremismo
nazis; la tolerancia generalizada del militarismo y la violencia po-
lítica y los enconados resentimientos nacionalistas contra Versalles
tenían raíces más profundas en la historia y la cultura política de
Alemania. A menudo se ha insinuado que la disposición de al-
gunas élites claves de la sociedad alemana a colocar a Hitler en el
poder en 1933 reflejaba una ausencia de compromisos a largo plazo
con los valores democráticos modernos derivada de la convulsa evo-
lución de la sociedad alemana desde mediados del siglo xIX. Los
valores antidemocráticos, según esta perspectiva, tenían raíces pro-
fundas en el pasado alemán..
Siguiendo este razonamiento, mientras otros países como Gran
Bretaña y Francia habían vivido sus revoluciones burguesas (Gran
Bretaña en 1640 y Francia en 1789), Alemania no había seguido su
ejemplo cuando le llegó el turno en 1818. Por el contrario, la aris-
tocracia terrateniente prusiana representada por los junker mantuvo
con firmeza el control de la situación e incluso lo amplió al resto de
Alemania en el curso del proceso de unificación dominado por
Prusia y conducido por Bismarck. La burguesía se ,deudalizó», asu-
miendo los valores preindustriales y antidemocráticos de arriba,
mientras la pequeña burguesía urbana y rural era manipulada por
" Sobre la visión según la cual la República de Weimar se destruyó a sí misma,
véase Erdmann y Schultze, Weimar
114 Europa en crisis, 1919-1939 Richard J. Evans 115
demagogos inspirados por los junker y pertenecientes a organiza-
ciones como la Liga Agraria, para adoptar formas cada vez más faná-
ticas de nacionalismo y autoritarismo en el empeño de las viejas
élites por evitar, en la medida de lo posible, el desafío de la clase
obrera y las consecuencias democráticas de la industrialización.
Cuando las consecuencias fueron más evidentes, en 1918, pro-
sigue esta argumentación, cundió la desesperación entre las élites
—la aristocracia junker, el cuerpo de oficiales del ejército, los altos
funcionarios y la judicatura y sus aliados de la burguesía industrial
y profesional «feudalizada»— en su preocupación por recuperar la
iniciativa histórica. Comenzaron a fomentar el ascenso del na-
zismo, la forma más radical de movilización de la pequeña bur-
guesía, mientras no dejaban de socavar las instituciones de la Re-
pública. Por último, en una serie de intrigas centradas en el presi-
dente Hindenburg —a su vez, poderoso símbolo del viejo orden
monárquico— instalaron a los nazis en el poder. Aunque su espe-
ranza de controlar a Hitler mediante la ocupación por sus represen-
tantes de la mayoría de las carteras del gabinete de coalición de
enero de 1933 pronto resultó fuera de lugar (continúa el
razonamiento), gobernaron el país, no obstante, más o menos con-
juntamente con los nazis y obligaron a Hitler a mutilar a su rama
paramilitar radical, los «camisas pardas», en la «noche de los cu-
chillos largos» de 1934. Pocas actuaciones de los nazis en sus cinco
primeros años de poder merecieron la seria desaprobación de las
viejas élites. Sólo con la radicalización del sistema a partir de 1938
comenzó el proceso de alejamiento que condujo finalmente al in-
tento conservador de derribar a los nazis en la fallida conspiración
de la bomba de julio de 1944.
Pero esta interpretación plantea problemas teóricos y empíricos.
Ni las revoluciones burguesas trajeron de inmediato la democracia
—ni siquiera en Inglaterra y Francia— ni ésta acompañó necesa-
riamente a la industrialización. La sociedad y la cultura alemanas, a
pesar del fracaso político de 1848, estaban impregnadas de los va-
lores burgueses mucho antes de 1914. En el ejército, a menudo
eran oficiales modernizadores de origen burgués quienes man-
tenían ideas antidemocráticas, mientras que el dominio de la aris-
tocracia sobre el funcionariado y d cuerpo de oficiales disminuía
sin cesar a partir de mediados del siglo XIX. Tal como se entiende
habitualmente, la «revolución burguesa» no implica una transfor-
mación de la política, junto con la economía y la sociedad, sino
que históricamente esas revoluciones siempre han tenido lugar en
etapas, y esto fue tan cierto tanto en el caso de Alemania como en
los de Gran Bretaña y Francia. También se han empleado argu-
mentos parecidos sobre la ausencia o no consumación de una revo-
lución burguesa o sobre una burguesía «feudalizada» para explicar
la evolución política de las modernas Gran Bretaña, España y
Rusia; argumentos que se han ampliado hasta abarcar toda Europa,
por lo que parece que en realidad casi ninguna revolución burguesa
culminó plenamente; sin embargo, la historia política de cada uno
de estos países europeos fue notablemente distinta de la del resto".
Muchos historiadores han sobrestimado considerablemente el
genio manipulador de la aristocracia junker de la Alemania de fi-
nales del siglo XIX y comienzos del xx, cuando la realidad es que,
en todo momento, se vio obligada a llegar a compromisos con las
fuerzas de la modernidad. Por otra parte, el ascenso del naciona-
lismo radical entre la pequeña bruguesía y las clases medias fue en
muchos aspectos un proceso autónomo que funcionó en el sistema
político desde abajo y adquirió notoriedad a partir de la movili-
zación política generalizada de la década de 1890. Esto fue espe-
cialmente cierto en el caso de los nazis. Sus triunfos electorales de
comienzos de la década de 1930 no se debieron a un llamamiento
manipulador a valores y grupos sociales «preindustriales», sino a
iniciativas demagógicas que insistían por igual en la modernidad y
en la tradición y lograron transformar el partido en un instru-
mento de amplia base para la protesta popular contra las múltiples
crisis de Weimar. El argumento. según el cual fueron las «viejas»
élites las que instalaron en el poder a los nazis pasa por alto el
hecho de que los terratenientes se habían distanciado de los indus-
triales, que a su vez estaban profundamente divididos con respecto
al nazismo en enero de 1933. El general Schleicher, cuya utili-
zación del poder del ejército con fines políticos desempeñó un
papel tan importante en las intrigas de 1932-1933, era en muchos
aspectos moderno, incluso radical, en su concepción social y po-
lítica. Desde una base histórica más amplia, muchos de los hábitos
" Sobre este debate, véase David Blackbourn y Geoff Eley, The Peculiarities of
German History, Oxford, 1984; David Blackbourn, Populists and Patricians, Londres,
1987; Geoff Eley, From Unification ro Nazism, Londres, 1985; Richard J. Evans, Re-
thinking German History, Londres, 1987.
116 Europa en crísis, 1919-1939
y actitudes de las clases medias alemanas que convencionalmente
se han considerado «feudales», por ejemplo, su apoyo a los duelos
por cuestiones de honor o su hostilidad, como empresarios, hacia
los sindicatos, pueden explicarse igualmente desde la perspectiva
de la autoafirmación burguesa o la racionalidad capitalista'.
Resulta, en fin, poco plausible considerar que el ascenso y
triunfo del nazismo fueron ante todo la expresión de las fuerzas
preindustriales de la sociedad y la cultura alemanas. Esas fuerzas
continuaban presentes en Alemania a comienzos de la década de
1930, pero ya no eran dominantes ni fueron realmente esenciales
Para la crisis de 1930-1933. Esa crisis fue sobre todas las cosas una
crisis de modernidad. Por cierta que fuese la invocación del pasado
por los nazis y los nacionalistas, se trataba de una invocación total-
mente moderna en la medida en que, en realidad, inventaba o rein-
ventaba la historia y la combinaba con la promesa de un futuro
tecnológicamente complejo. Es cierto que fuerzas importantes per-
tenecientes a las élites se inclinaban a destruir la democracia, y es
probable que incluso sin Hitler en el puesto de canciller se hubiera
registrado alguna forma de dictadura en 1934 ó 1935 y la reanu-
dación del conflicto internacional a comienzos de la década de
1940. Pero eso no hace que las concepciones de las élites estuviesen
«feudalizadas» o fuesen «preindustriales» ni reconoce de modo su-
ficiente el hecho de que, en 1932, la mayoría de los partidarios de
los nazis procedían de grupos sociales, desde la burguesía eco-
nómica y profesional a los trabajadores no manuales y los obreros
no sindicados de las pequeñas industrias, que eran modernos en
muchos aspectos en sus valores y comportamiento".
V
El nazismo surgió como fuerza dominante de la extrema derecha
en la segunda mitad de la década de 1920 porque estaba bien orga-
26 David Blackbourn y Richard J. Evans; The German Bourgeoisie, Londres, 1990; Mi-
chael Geyer, Aufriistung oder Sicherheit? Die Reichswehr in der Krise der Machtpolitik
1924-1936, Wiesbaden, 1980.
" Un resumen de estos aspectos puede hallarse en el capítulo final de Eley, From
U nification ro Nazism. Sobre el problema de qué podría haber ocurrido si Hitler no
hubiera llegado al poder, véase H.A. Turner, Geissel des 20 Jahrhunderts, Berlín, 1989.
Richard J. Evans 117
nizado, porque era dinámico y porque tenía un líder carismático
que supo expresar como nadie los temores y ansiedades de arte-
sanos urbanos, tenderos, campesinos y otros sectores de la pequeña
burguesía protestante. Se convirtió en movimiento de masas a co-
mienzos de la década de 1930 porque estas cualidades eran precisa-
mente las que atraían a millones de personas cuyas vidas se habían
visto convulsionadas por la depresión, personas que por sus valores
y convicciones, a diferencia de la comunidad católica o de la clase
obrera organizada, eran receptivas a la Petórica demagógica del na-
cionalismo extremo. El hecho de que estas personas no hubieran
tenido hasta ese momento un movimiento político único, unido y
adecuado que las representara realzó el contraste con el dinamismo
aparentemente monolítico de los nazis. Hitler y su movimiento
prometieron eliminar el sistema de Weimar que estas personas
tanto odiaban y aplastar a los socialdemócratas y los comunistas,
con los que tantos lo habían asociado desde sus comienzos revolu-
cionarios en 1918.
El ascenso del nazismo es inseparable de la debilidad de la Re-
pública de Weimar. La primera experiencia de democracia parla-
mentaria en Alemania se realizó en una época de grandes cambios
en las estructuras demográficas, sociales y económicas; en una épo-
ca en que el modernismo cultural estaba en su apogeo; en una
época en que la industria y la agricultura experimentaban una serie
de rápidas conmociones estructurales, desde la inflación hasta la
racionalización, la caída de los precios, la depresión y el hundi-
miento. Lo que el arte y la literatura de aquel periodo expresaron
con tanta brillantez era una febril inestabilidad que estuvo acom-
pañada, incluso en los mejores años de Weimar, por la incerti-
dumbre política y la pérdida de legitimidad. Esta situación
propagó el desencanto y la sensación de impotencia entre las élites.
A comienzos de la década de 1930 era obvia, incluso para los mo-
nárquicos más intransigentes, la imposibilidad de retornar a los
días de Bismarck y Guillermo II. Lo que el nazismo ofrecía era una
versión modernizada y actualizada de los resentimientos naciona-
listas radicales en la que el deseo de cambio dinámico y renovación
de los jóvenes (y era efectivamente para los jóvenes para quienes el
movimiento tenía más atractivo) pudo combinarse con el anhelo de
orden, autoridad y estabilidad de los ancianos y las personas de
mediana edad. El carisma de Hitler ofreció a quienes todavía no es-
taban vinculados estrechamente a un entorno político aglutinador
i
7. EL PENSAMIENTO ECONOMICO ;
ANTE EL PARO Y LA CRISIS, 1919-1939
•1;;
LUIS ANGEL ROJO .111
: 1
11:1
A Enrique Fuentes Quintana
La I Guerra Mundial aparece ¿orno un fuerte trazo divisorio entre
os pet
3---: MWFicos: uno, apacible y optimista; el otro, cargad
Ue sentimientos de inquietud e inseguridad en los que germinó un
clima de violencia cuyo desenlace fue un desastre bélico de ma-
yores proporcZWque el anterior.
Sin embargo, muchos rasgos económicos de la segunda etapa
eran ya perceptibles antes de 1914. Algunas de las actividades que
Sbían desempeñado papeles c
—iliWaorros en el aro: teso económico
•e sig o XIX —e car.on os texti es •e i.ras naturales, la side-
rurgia, las máquinas herramientas, el material ferroviario— habían
comenzado a perder dinamismo en favor de otros sectores que se
adentraban en fases de expansión más rápida —177e-EWSZTT
, las
manufacturas eléctricas, las industrias química y farmacéutica, .el
automóvil, los servicios. La extensión del proteccionismo, las estra-
te ias y los acuerdos encaminados a reducir la competencia en los
mercaclosTla intervención creciente de los Estados en 1ii ida
nómica eran fenómenos ya observables al comenzar el siplo. Los
países más avanzados, que habían iniciado, con vigor variable, el
despliegue que habría de conducirles al consumo de masas a lo
largo de varias décadas, acusaban en sus exportaciones el efecto del
desarrollo industrial incipiente de numerosas naciones atrasadas,
aunque el mundo vivía el apogeo del colonialismo. Y las grandes
potencias económicas registraban variaciones persistentes en sus
posiciones relativas que tendían a aumentar el peso económico y
político de Estados Unidos y a erosionar, incluso en Europa, la pri-
macía británica. Estos y otros rasgos contenían o expresaban ele-
¡18 Europa en crlsis, 1919-1939
la oportunidad de encontrar la integración y la seguridad en unos
momentos de gran crisis política, social, económica y cultural. La
violencia intrínseca del nazismo se ocultaba en parte y en parte se
desataba contra los símbolos de Weimar —desde las sedes de los
sindicatos hasta la pintura abstracta, desde las tabernas comunistas
hasta el «bolchevismo cultural»— que los más afectados por los
cambios vertiginosos de la década de 1920 consideraban más ame-
nazadores y molestan.
El nazismo, en fin, cumplió su promesa de destruir el odiado
«sistema» de Weimar, pero también fue demasiado inestable en su
mezcla de modernidad práctica y tradición manipulada, y simbolizó
las incertidumbres de la época en la misma medida en que lo había
hecho Weimar..Su inestabilidad dinámica se fue haciendo más evi-
dente a medida que avanzaba la década. A finales del decenio de
1930 estaba cada vez más fuera de control; doce años después, la
toma del poder por los nazis había conducido a la catástrofe.
Detlev Peukert, Die Weimarer Republik.. Krisenjahre der klassischen Moderne, Frank-
furt, 1987.
Luis Angel Rojo, catedrático de Teoría Económica y autor de importantes libros de
economía e historia del pensamiento económico, entre los que destacan, Renta, precios
y balanza de pagos y Keynes, su tiempo y el nuestro.

Más contenido relacionado

Similar a Evans 1991_Nazismo.pdf

Principales Personajes de la Segunda Guerra Mundial
Principales Personajes de la Segunda Guerra MundialPrincipales Personajes de la Segunda Guerra Mundial
Principales Personajes de la Segunda Guerra Mundialdanielaesgo
 
Trabajo sociales personajes arreglado
Trabajo sociales personajes arregladoTrabajo sociales personajes arreglado
Trabajo sociales personajes arregladoVictor Muñoz Ruano
 
Protagonistas de la segunda guerra mundial.
Protagonistas de la segunda guerra mundial.Protagonistas de la segunda guerra mundial.
Protagonistas de la segunda guerra mundial.leslygiraldo
 
Hitler
HitlerHitler
HitlerFAscui
 
Grandes protagonistas de la Segunda Guerra Mundial
Grandes protagonistas de la Segunda Guerra MundialGrandes protagonistas de la Segunda Guerra Mundial
Grandes protagonistas de la Segunda Guerra Mundialleinerfabian
 
09 el folletojuniuslacrisisdelasocialdemocraciaalemana 0
09 el folletojuniuslacrisisdelasocialdemocraciaalemana 009 el folletojuniuslacrisisdelasocialdemocraciaalemana 0
09 el folletojuniuslacrisisdelasocialdemocraciaalemana 0Praxisfhycs
 
Grandes personajes de la segunda guerra mundial
Grandes personajes de la segunda guerra mundialGrandes personajes de la segunda guerra mundial
Grandes personajes de la segunda guerra mundialLuisecorc
 
Trabajo final de investigación
Trabajo final de investigaciónTrabajo final de investigación
Trabajo final de investigaciónJimehna del Pino
 
Segunda guerra mundial (en el cine)
Segunda guerra mundial (en el cine)Segunda guerra mundial (en el cine)
Segunda guerra mundial (en el cine)jamarquez1
 
Grandes protagonistas de la sgm trabajo
Grandes protagonistas de la sgm trabajoGrandes protagonistas de la sgm trabajo
Grandes protagonistas de la sgm trabajoGustavo0618
 

Similar a Evans 1991_Nazismo.pdf (20)

Principales Personajes de la Segunda Guerra Mundial
Principales Personajes de la Segunda Guerra MundialPrincipales Personajes de la Segunda Guerra Mundial
Principales Personajes de la Segunda Guerra Mundial
 
Nazis de la guerra
Nazis de la guerraNazis de la guerra
Nazis de la guerra
 
Trabajo sociales personajes arreglado
Trabajo sociales personajes arregladoTrabajo sociales personajes arreglado
Trabajo sociales personajes arreglado
 
Nazismo
NazismoNazismo
Nazismo
 
Protagonistas de la segunda guerra mundial.
Protagonistas de la segunda guerra mundial.Protagonistas de la segunda guerra mundial.
Protagonistas de la segunda guerra mundial.
 
Hitler
HitlerHitler
Hitler
 
Grandes protagonistas de la Segunda Guerra Mundial
Grandes protagonistas de la Segunda Guerra MundialGrandes protagonistas de la Segunda Guerra Mundial
Grandes protagonistas de la Segunda Guerra Mundial
 
Segunda guerra
Segunda guerraSegunda guerra
Segunda guerra
 
09 el folletojuniuslacrisisdelasocialdemocraciaalemana 0
09 el folletojuniuslacrisisdelasocialdemocraciaalemana 009 el folletojuniuslacrisisdelasocialdemocraciaalemana 0
09 el folletojuniuslacrisisdelasocialdemocraciaalemana 0
 
PERSONAJES DESTACADOS SGM
PERSONAJES DESTACADOS SGMPERSONAJES DESTACADOS SGM
PERSONAJES DESTACADOS SGM
 
Trabajo sociales personajes
Trabajo sociales personajesTrabajo sociales personajes
Trabajo sociales personajes
 
Grandes personajes de la segunda guerra mundial
Grandes personajes de la segunda guerra mundialGrandes personajes de la segunda guerra mundial
Grandes personajes de la segunda guerra mundial
 
Nazismo
NazismoNazismo
Nazismo
 
Trabajo final de investigación
Trabajo final de investigaciónTrabajo final de investigación
Trabajo final de investigación
 
Nacismo y fascismo
Nacismo y fascismoNacismo y fascismo
Nacismo y fascismo
 
Nacismo y fascismo.
Nacismo y fascismo.Nacismo y fascismo.
Nacismo y fascismo.
 
Segunda guerra mundial (en el cine)
Segunda guerra mundial (en el cine)Segunda guerra mundial (en el cine)
Segunda guerra mundial (en el cine)
 
Grandes protagonistas de la sgm trabajo
Grandes protagonistas de la sgm trabajoGrandes protagonistas de la sgm trabajo
Grandes protagonistas de la sgm trabajo
 
Protagonistas de la ii guerra mundial
Protagonistas de la ii guerra mundialProtagonistas de la ii guerra mundial
Protagonistas de la ii guerra mundial
 
Soc1 muni1n9chi nazismo
Soc1 muni1n9chi nazismoSoc1 muni1n9chi nazismo
Soc1 muni1n9chi nazismo
 

Último

Estrategia de prompts, primeras ideas para su construcción
Estrategia de prompts, primeras ideas para su construcciónEstrategia de prompts, primeras ideas para su construcción
Estrategia de prompts, primeras ideas para su construcciónLourdes Feria
 
Valoración Crítica de EEEM Feco2023 FFUCV
Valoración Crítica de EEEM Feco2023 FFUCVValoración Crítica de EEEM Feco2023 FFUCV
Valoración Crítica de EEEM Feco2023 FFUCVGiustinoAdesso1
 
Cuaderno de trabajo Matemática 3 tercer grado.pdf
Cuaderno de trabajo Matemática 3 tercer grado.pdfCuaderno de trabajo Matemática 3 tercer grado.pdf
Cuaderno de trabajo Matemática 3 tercer grado.pdfNancyLoaa
 
ACERTIJO DE LA BANDERA OLÍMPICA CON ECUACIONES DE LA CIRCUNFERENCIA. Por JAVI...
ACERTIJO DE LA BANDERA OLÍMPICA CON ECUACIONES DE LA CIRCUNFERENCIA. Por JAVI...ACERTIJO DE LA BANDERA OLÍMPICA CON ECUACIONES DE LA CIRCUNFERENCIA. Por JAVI...
ACERTIJO DE LA BANDERA OLÍMPICA CON ECUACIONES DE LA CIRCUNFERENCIA. Por JAVI...JAVIER SOLIS NOYOLA
 
actividades comprensión lectora para 3° grado
actividades comprensión lectora para 3° gradoactividades comprensión lectora para 3° grado
actividades comprensión lectora para 3° gradoJosDanielEstradaHern
 
CALENDARIZACION DE MAYO / RESPONSABILIDAD
CALENDARIZACION DE MAYO / RESPONSABILIDADCALENDARIZACION DE MAYO / RESPONSABILIDAD
CALENDARIZACION DE MAYO / RESPONSABILIDADauxsoporte
 
GUIA DE CIRCUNFERENCIA Y ELIPSE UNDÉCIMO 2024.pdf
GUIA DE CIRCUNFERENCIA Y ELIPSE UNDÉCIMO 2024.pdfGUIA DE CIRCUNFERENCIA Y ELIPSE UNDÉCIMO 2024.pdf
GUIA DE CIRCUNFERENCIA Y ELIPSE UNDÉCIMO 2024.pdfPaolaRopero2
 
TIPOLOGÍA TEXTUAL- EXPOSICIÓN Y ARGUMENTACIÓN.pptx
TIPOLOGÍA TEXTUAL- EXPOSICIÓN Y ARGUMENTACIÓN.pptxTIPOLOGÍA TEXTUAL- EXPOSICIÓN Y ARGUMENTACIÓN.pptx
TIPOLOGÍA TEXTUAL- EXPOSICIÓN Y ARGUMENTACIÓN.pptxlclcarmen
 
BIOMETANO SÍ, PERO NO ASÍ. LA NUEVA BURBUJA ENERGÉTICA
BIOMETANO SÍ, PERO NO ASÍ. LA NUEVA BURBUJA ENERGÉTICABIOMETANO SÍ, PERO NO ASÍ. LA NUEVA BURBUJA ENERGÉTICA
BIOMETANO SÍ, PERO NO ASÍ. LA NUEVA BURBUJA ENERGÉTICAÁngel Encinas
 
ACERTIJO DE POSICIÓN DE CORREDORES EN LA OLIMPIADA. Por JAVIER SOLIS NOYOLA
ACERTIJO DE POSICIÓN DE CORREDORES EN LA OLIMPIADA. Por JAVIER SOLIS NOYOLAACERTIJO DE POSICIÓN DE CORREDORES EN LA OLIMPIADA. Por JAVIER SOLIS NOYOLA
ACERTIJO DE POSICIÓN DE CORREDORES EN LA OLIMPIADA. Por JAVIER SOLIS NOYOLAJAVIER SOLIS NOYOLA
 
Ley 21.545 - Circular Nº 586.pdf circular
Ley 21.545 - Circular Nº 586.pdf circularLey 21.545 - Circular Nº 586.pdf circular
Ley 21.545 - Circular Nº 586.pdf circularMooPandrea
 
Dinámica florecillas a María en el mes d
Dinámica florecillas a María en el mes dDinámica florecillas a María en el mes d
Dinámica florecillas a María en el mes dstEphaniiie
 
ORGANIZACIÓN SOCIAL INCA EN EL TAHUANTINSUYO.pptx
ORGANIZACIÓN SOCIAL INCA EN EL TAHUANTINSUYO.pptxORGANIZACIÓN SOCIAL INCA EN EL TAHUANTINSUYO.pptx
ORGANIZACIÓN SOCIAL INCA EN EL TAHUANTINSUYO.pptxnandoapperscabanilla
 
OCTAVO SEGUNDO PERIODO. EMPRENDIEMIENTO VS
OCTAVO SEGUNDO PERIODO. EMPRENDIEMIENTO VSOCTAVO SEGUNDO PERIODO. EMPRENDIEMIENTO VS
OCTAVO SEGUNDO PERIODO. EMPRENDIEMIENTO VSYadi Campos
 
origen y desarrollo del ensayo literario
origen y desarrollo del ensayo literarioorigen y desarrollo del ensayo literario
origen y desarrollo del ensayo literarioELIASAURELIOCHAVEZCA1
 
plan de capacitacion docente AIP 2024 clllll.pdf
plan de capacitacion docente  AIP 2024          clllll.pdfplan de capacitacion docente  AIP 2024          clllll.pdf
plan de capacitacion docente AIP 2024 clllll.pdfenelcielosiempre
 
Sesión de aprendizaje Planifica Textos argumentativo.docx
Sesión de aprendizaje Planifica Textos argumentativo.docxSesión de aprendizaje Planifica Textos argumentativo.docx
Sesión de aprendizaje Planifica Textos argumentativo.docxMaritzaRetamozoVera
 
SEXTO SEGUNDO PERIODO EMPRENDIMIENTO.pptx
SEXTO SEGUNDO PERIODO EMPRENDIMIENTO.pptxSEXTO SEGUNDO PERIODO EMPRENDIMIENTO.pptx
SEXTO SEGUNDO PERIODO EMPRENDIMIENTO.pptxYadi Campos
 
PIAR v 015. 2024 Plan Individual de ajustes razonables
PIAR v 015. 2024 Plan Individual de ajustes razonablesPIAR v 015. 2024 Plan Individual de ajustes razonables
PIAR v 015. 2024 Plan Individual de ajustes razonablesYanirisBarcelDelaHoz
 
FORTI-MAYO 2024.pdf.CIENCIA,EDUCACION,CULTURA
FORTI-MAYO 2024.pdf.CIENCIA,EDUCACION,CULTURAFORTI-MAYO 2024.pdf.CIENCIA,EDUCACION,CULTURA
FORTI-MAYO 2024.pdf.CIENCIA,EDUCACION,CULTURAEl Fortí
 

Último (20)

Estrategia de prompts, primeras ideas para su construcción
Estrategia de prompts, primeras ideas para su construcciónEstrategia de prompts, primeras ideas para su construcción
Estrategia de prompts, primeras ideas para su construcción
 
Valoración Crítica de EEEM Feco2023 FFUCV
Valoración Crítica de EEEM Feco2023 FFUCVValoración Crítica de EEEM Feco2023 FFUCV
Valoración Crítica de EEEM Feco2023 FFUCV
 
Cuaderno de trabajo Matemática 3 tercer grado.pdf
Cuaderno de trabajo Matemática 3 tercer grado.pdfCuaderno de trabajo Matemática 3 tercer grado.pdf
Cuaderno de trabajo Matemática 3 tercer grado.pdf
 
ACERTIJO DE LA BANDERA OLÍMPICA CON ECUACIONES DE LA CIRCUNFERENCIA. Por JAVI...
ACERTIJO DE LA BANDERA OLÍMPICA CON ECUACIONES DE LA CIRCUNFERENCIA. Por JAVI...ACERTIJO DE LA BANDERA OLÍMPICA CON ECUACIONES DE LA CIRCUNFERENCIA. Por JAVI...
ACERTIJO DE LA BANDERA OLÍMPICA CON ECUACIONES DE LA CIRCUNFERENCIA. Por JAVI...
 
actividades comprensión lectora para 3° grado
actividades comprensión lectora para 3° gradoactividades comprensión lectora para 3° grado
actividades comprensión lectora para 3° grado
 
CALENDARIZACION DE MAYO / RESPONSABILIDAD
CALENDARIZACION DE MAYO / RESPONSABILIDADCALENDARIZACION DE MAYO / RESPONSABILIDAD
CALENDARIZACION DE MAYO / RESPONSABILIDAD
 
GUIA DE CIRCUNFERENCIA Y ELIPSE UNDÉCIMO 2024.pdf
GUIA DE CIRCUNFERENCIA Y ELIPSE UNDÉCIMO 2024.pdfGUIA DE CIRCUNFERENCIA Y ELIPSE UNDÉCIMO 2024.pdf
GUIA DE CIRCUNFERENCIA Y ELIPSE UNDÉCIMO 2024.pdf
 
TIPOLOGÍA TEXTUAL- EXPOSICIÓN Y ARGUMENTACIÓN.pptx
TIPOLOGÍA TEXTUAL- EXPOSICIÓN Y ARGUMENTACIÓN.pptxTIPOLOGÍA TEXTUAL- EXPOSICIÓN Y ARGUMENTACIÓN.pptx
TIPOLOGÍA TEXTUAL- EXPOSICIÓN Y ARGUMENTACIÓN.pptx
 
BIOMETANO SÍ, PERO NO ASÍ. LA NUEVA BURBUJA ENERGÉTICA
BIOMETANO SÍ, PERO NO ASÍ. LA NUEVA BURBUJA ENERGÉTICABIOMETANO SÍ, PERO NO ASÍ. LA NUEVA BURBUJA ENERGÉTICA
BIOMETANO SÍ, PERO NO ASÍ. LA NUEVA BURBUJA ENERGÉTICA
 
ACERTIJO DE POSICIÓN DE CORREDORES EN LA OLIMPIADA. Por JAVIER SOLIS NOYOLA
ACERTIJO DE POSICIÓN DE CORREDORES EN LA OLIMPIADA. Por JAVIER SOLIS NOYOLAACERTIJO DE POSICIÓN DE CORREDORES EN LA OLIMPIADA. Por JAVIER SOLIS NOYOLA
ACERTIJO DE POSICIÓN DE CORREDORES EN LA OLIMPIADA. Por JAVIER SOLIS NOYOLA
 
Ley 21.545 - Circular Nº 586.pdf circular
Ley 21.545 - Circular Nº 586.pdf circularLey 21.545 - Circular Nº 586.pdf circular
Ley 21.545 - Circular Nº 586.pdf circular
 
Dinámica florecillas a María en el mes d
Dinámica florecillas a María en el mes dDinámica florecillas a María en el mes d
Dinámica florecillas a María en el mes d
 
ORGANIZACIÓN SOCIAL INCA EN EL TAHUANTINSUYO.pptx
ORGANIZACIÓN SOCIAL INCA EN EL TAHUANTINSUYO.pptxORGANIZACIÓN SOCIAL INCA EN EL TAHUANTINSUYO.pptx
ORGANIZACIÓN SOCIAL INCA EN EL TAHUANTINSUYO.pptx
 
OCTAVO SEGUNDO PERIODO. EMPRENDIEMIENTO VS
OCTAVO SEGUNDO PERIODO. EMPRENDIEMIENTO VSOCTAVO SEGUNDO PERIODO. EMPRENDIEMIENTO VS
OCTAVO SEGUNDO PERIODO. EMPRENDIEMIENTO VS
 
origen y desarrollo del ensayo literario
origen y desarrollo del ensayo literarioorigen y desarrollo del ensayo literario
origen y desarrollo del ensayo literario
 
plan de capacitacion docente AIP 2024 clllll.pdf
plan de capacitacion docente  AIP 2024          clllll.pdfplan de capacitacion docente  AIP 2024          clllll.pdf
plan de capacitacion docente AIP 2024 clllll.pdf
 
Sesión de aprendizaje Planifica Textos argumentativo.docx
Sesión de aprendizaje Planifica Textos argumentativo.docxSesión de aprendizaje Planifica Textos argumentativo.docx
Sesión de aprendizaje Planifica Textos argumentativo.docx
 
SEXTO SEGUNDO PERIODO EMPRENDIMIENTO.pptx
SEXTO SEGUNDO PERIODO EMPRENDIMIENTO.pptxSEXTO SEGUNDO PERIODO EMPRENDIMIENTO.pptx
SEXTO SEGUNDO PERIODO EMPRENDIMIENTO.pptx
 
PIAR v 015. 2024 Plan Individual de ajustes razonables
PIAR v 015. 2024 Plan Individual de ajustes razonablesPIAR v 015. 2024 Plan Individual de ajustes razonables
PIAR v 015. 2024 Plan Individual de ajustes razonables
 
FORTI-MAYO 2024.pdf.CIENCIA,EDUCACION,CULTURA
FORTI-MAYO 2024.pdf.CIENCIA,EDUCACION,CULTURAFORTI-MAYO 2024.pdf.CIENCIA,EDUCACION,CULTURA
FORTI-MAYO 2024.pdf.CIENCIA,EDUCACION,CULTURA
 

Evans 1991_Nazismo.pdf

  • 1. 1ufi(J13A EN CRISIS, 1919-1939 6. ASCENSO Y TRIUNFO DEL NAZISMO EN ALEMANIA It IC1 1A1(1) j. EVANS Mercedes Cabrera, Santos Juliá, Pablo Martín Aceña (Comps.) Derek 1-1. Aidcroft Gabriel Tortella René Rémoncl Mercedes Cabrera Shlomo Ben Ami Adrian Lyttleton Peter Tcmin Pablo Martín Aceña Richarci J. Evans Luis Angel Rojo Francisco Cabrillo Enz.° Collotti • Aldo Ag,osti Noria Puit.; Juan J. Lin'z Javier Tuseli Santos Juliá Luis Arranz Juan Pablo Pus; 44,141olfo Pararnio Autor n ,,r 4 1;_..; ,-- i .--,----- -,, it. , - •,:,,‹ ::.-d '4,., ,,„,1-:?,,r . 5.- --<-3 2c.s ----U- Titulo Original C-P-267 . _‘,,_( 1 1,31,,, Capitulo Página C,..1... - • h - r". - • , Año Friitorini. Pais MIO WILKTY .. ... , . r 9 Historiadores y analistas políticos de diferentes generaciones y convicciones han atribuido a diversas causas el ascenso y triunfo del nazismo en Alemania. Algunos han subrayado el poder caris- mático del líder,del movimiento, Aciolf . Hitler, y la compleja y' seductora propaganda a través r! --;ia,(11 su mensaje se transmitió al electorado alemán. Otros han insistido en la debilidad política de la República de Wcimar y sus defensores. Otra corriente in- terpretativa se ha centrado en la depresión económica de 1929- 1933, crisis del capitalismo que —se ha afirmado a menudo— impulsó a la aran empresa a buscar una solución dictatorial para ei problema del desempleo masivo y el hundimiento de la in- dustria. Pero otros historiadon«s.han calificado de carente de perspectivas este enfoque y han buscado las causas clel ascenso y._ triunfo del nazismo en la evolución a más largo plazo de la so- ciedad y la política alemana desde med!ados cicl sigío xiX.•En la abundante bibliografía dedicada al fenómeno del nazismo en los últimos cincuenta años se lino expuesto muchas otras teorías e in- terpretaciones, pero la mayoría de los intentos slrios de explicar la llegada el poder del nazismo en 1933 se inscriben en la prácti- ca en alguna de las cuatro corrientes explicativas amplias que he apuntado. En esta conferencia me propongo examinar sucesiva- mente estos planteamientos, para terminar con unas breves ob- servaciones propias'. Ri bel12 E141111, profesor de Historia del 1.3irbeck College en la Universidad de Londres. Autor de 1?ethinking German History: Nininernib Century Go-man) , and ¡be Origins of the Tbird kcirb, y editor, entre otros, de The German IVorbing Class ¡SSS- -1945. ' l'ara la historiografía dcl nazismo, véase Pierre Acloberry, The Nazi Quession. An Essay on the bacrpretatinn nf National Sncialism 1922-1975. Londres, 1981; J. Far- gultarson y J. Miden, Explaining Hitler's Germany, 2' ediciún, Londres, 1989; lan Kersliaw, The Nazi Diaatorihip: Probleals and Pertpecticv of Inielpretation, 2' edición, Londres, 1989.
  • 2. 98 Europa en crísis. 1919-1939 Richard J. Evans 99 El movimiento nazi comenzó su andadura formal en Munich el 9 de enero de 1919, con la fundación del Partido Obrero Alemán por el mecánico ferroviario Anton Drexler. Este partido era uno de los varios movimientos de extrema derecha presentes en la agitada escena política de la Baviera de la revolución y la contrarrevolución de posguerra. Como sugería su nombre (cambiado en febrero de 1920 por el de Partido Obrero Nacional Socialista Alemán), pre- tendía ganarse a las masas trabajadoras para el nacionalismo extre- mo mediante la combinación de anticapitalismo, pangermanismo y antisemitismo, conceptos que, en el lenguaje político de la época, venían sugeridos por los términos «nacional» y «socialista». Adolf Hitler no ingresó en el partido hasta el 12 de septiembre de 1919. • Hitler, nacido en Austria en 1889, se convirtió en seguidor del nacionalista, antisemita y pangermanista Georg Ritter von Schñ- nerer en Viena antes de la guerra. Su convicción de que todos los alemanes debían unirse en un solo Estado-nación basado en la raza le llevó a no alistarse en el ejército austriaco, sino en el alemán, en 1914. Terminada la guerra, comenzó a actuar como observador po- lítico del ejército de Baviera y se unió al partido de Drexler. Pero, gracias a su capacidad oratoria, pronto comenzó a desempeñar un papel cada vez más importante en el partido, y en agosto de 1921 se convirtió en su máximo dirigente. Hitler fue el principal autor, junto con Drexler, del programa de febrero de 1920, y la fuerza de su oratoria fue el principal motivo del crecimiento del partido en los años siguientes, hasta superar los 50.000 afiliados en 1923 2. Los testimonios de la fuerza de Hitler como orador son tan nu- merosos que no dejan ninguna duda sobre la intensidad del mag- netismo personal que ejercía. Según algunos oyentes, proyectaba un «hechizo hipnótico» sobre su audiencia: la asistencia a uno de sus mítines producía a menudo «una exaltación que sólo podía compararse con la conversión religiosa»'. Otros han señalado que Una útil introducción general puede encontrarse en J. Noakes y G. Pridham (eds.), Nazistn 1919 - 1945: A Documentar), Readet; 4 vols., Exeter, 1983-1992, vol. 1: The Rise lo Power 1919-1924. Véanse también Ernst Deuerlein (ed.), Der Aufstieg tkr NSDAP 1919-1933 in Augenzeugenberichten, Düsseldorf, 1968 y G. Franz-Willing, Die Hitlerbewegung, vol. 1: Der Usprung 1919 bis 1922. Hamburgo, Berlín, 1962. Kurt Ludecke, 1 knew Hitler, Londres, 1938, pp. 699-702, citado en Noakes y Pridham, op. cit., p. 18. parecía tener la capacidad de articular los temores y ambiciones más profundos de sus oyentes'. Fue la voluntad de Hitler la que empujó al partido hacia la acción violenta durante la crisis po- lítica de la República en 1923, cuando Francia ocupó el Ruhr y la rebelión comunista parecía planear sobre Sajonia y Turingia. Pero su intento de tomar el poder en Baviera y utilizarlo como tram- polín para organizar un golpe nacionalista contra el gobierno de Berlín fue un fracaso. La policía y el ejército de Baviera se negaron a apoyar el putsch, y la marcha de Hitler, con dos mil seguidores, sobre el centro de Munich fue dispersada tras un breve tiroteo el 9 de noviembre de 1923. Hitler transformó el juicio subsiguiente en una victoria propagandística al describirse como el único na- cionalista que había estado dispuesto a actuar de manera resuelta. No obstante, los acontecimientos de 1923 frenaron temporal- mente el ascenso del nazismo. El partido fue prohibido, y aunque Hitler fue excarcelado en diciembre de 1924, en muchas zonas de Alemania no se le permitió hablar en público durante algún tiempo, lo cual supuso un grave escollo para el resurgimiento del partido'. Hitler aprendió dos lecciones importantes del fracaso del putsch de 1923. En primer lugar, abandonó la idea de un golpe de Estado directo y violento por considerarlo peligroso y poco práctico. En adelante insistiría en llegar al poder por medios constitucionales o al menos en aparentar que así era. En segundo lugar, debido a las disensiones internas que habían dividido a la extrema derecha durante los primeros años de la década de 1920 y habían alcanzado nuevas alturas —o profundidades— durante su forzosa ausencia de la escena política en 1923-1925, Hitler insistió a partir de 1926 en lo que después se denominó «prin- cipio de caudillaje». Hay datos que indican que, hasta entonces, Hitler se consideraba un simple «captador» de apoyo para un gran dictador nacionalista que estaba por llegar. Pero la adu- ' Citado en E. Kolb, The 1Veimar Republic Londres, 1988, p. 98. Véase M. Broszat «Soziale Motivation und Führerbindung des Nationalsozialismus». Vierteljahrshefte für Zeitgeschichte, vol. 18, 1970, pp. 392- 409. ' Noakes y Pridham, op. cit., pp. 22-35. Véase también A. Tyrell (ed.)., Führer be- fiehl... Selbsteugnisse aus der «Kampfzeit» der NSADP, Düsseldorf, 1969; Deuerlein, op. cit.; y Deurlein (ed.), Der Hitler Putsch: Bayerische Dokumente zum 8.19. November 1923, Stuttgart, 1962.
  • 3. 100 Europa en crisis, 1919-1939 Richard J. Evans 101 lación de que fue objeto en el juicio, la redacción en prisión de su libro Mein Kampf y las expectativas creadas por sus desmorali- zados seguidores ante su excarcelación, propiciaron una imagen más segura de sí mismo que Hitler reforzó insistiendo en la obe- diencia incondicional a él debida por los miembros del re- fundado partido'. De 1926 a 1928, el partido nazi se dedicó preferentemente a unir los diversos grupos dispersos de nacionalistas de extrema de- recha bajo la jefatura de Hitler, a reunir un conjunto de jóvenes y dinámicos dirigentes de segunda línea, como Josef Goebbels y Gregor Strasser, y a establecer una estructura organizativa com- pleja pero flexible, con secciones especiales para numerosos sectores de la población —desde los estudiantes hasta los sindicalistas— que resultaron cruciales a la hora de contribuir a su expansión cuando finalmente comenzó a conseguir un apoyo masivo. En las elecciones de 1928 para el Reichstag, los nazis sólo consiguieron doce escaños y el 3% de los votos. El número de afiliados rondaba los 100.000. Sin embargo, ya había indicios de que ejercían un atractivo muy superior para algunos sectores de la población, espe- cialmente el campesinado de zonas protestantes como Schleswig- Holstein. Dos años después abandonaron la periferia extremista de la política para situarse en el centro del escenario. En las elecciones para el Reichstag celebradas en 1930 consiguieron 6,5 millones de votos y 107 escaños, con lo que se convirtieron en el segundo partido del país. En julio de 1932, los nazis eran con diferencia el partido político mayor y más aceptado de Alemania, con el 37% de los votos, 230 escaños en el Reichstag y más de trece millones de votantes. Esta fuerza electoral —que se mantuvo, con cierto re- troceso, por encima del 30% en las elecciones de noviembre de 1932— constituyó la base fundamental de su llegada al poder en 1933'. Hitler fue fundamental para el triunfo de los nazis por dos mo- tivos. En primer lugar, su historia y su imagen política ocuparon el lugar más destacado de la amplia y compleja actividad propagan- ' A. 'fyrell, Vom •Trommler,› zum «Fiihrer». Der IVandel in Hitlers Selbstverstandnis zwischen 1919 und 1924 und die Entwicklung der NSDAP, Munich, 1975; e Jan Kershaw, The «Hitler Myth». Image and Reality in Me Third Reich, Oxford, 1987, pp. 13-17. ' Noakes y Pridham, pp. 57-87. dística que el partido desplegó en estos años. En segundo lugar, fue Hitler quien insistió, pese a la oposición de muchas personalidades del partido, en negarse a entrar en un gobierno de coalición si no era para dirigirlo, por lo que se prolongaron durante varios meses las negociaciones con otros políticos para formar un gabinete con participación de los nazis. El 30 de enero de 1933, Hitler se salió finalmente con la suya y fue nombrado canciller de un gobierno en el que los nacionalistas conservadores disponían de la mayor parte de las carteras ministeriales. El ascenso de los nazis al poder no acabó ahí. En los meses si- guientes, Hitler utilizó su cargo para desplazar a sus oponentes, consiguió poderes dictatoriales mediante el decreto presidencial de emergencia promulgado el 28 de febrero de 1933, la mañana si- guiente al incendio del Reichstag, y selló la implantación de la dictadura con la aprobación, menos de un mes después, de la Ley de Plenos Poderes por el órgano legislativo, del que habían sido excluidos los comunistas y que se reunió en un clima de fuerte in- timidación nazi. A comienzos del verano de 1933, todos los parti- dos y organizaciones políticas habían sido disueltos, a excepción de los nazis, y había culminado la creación de un Estado de partido único'. Muchos historiadores han estudiado el rápido ascenso al poder del nazismo desde el punto de vista del desarrollo de los fines propios de Hitler, mediante el funcionamiento de la voluntad po- lítica personal de éste. Pocos pensarían ahora que Hitler era un simple oportunista, dispuesto a sacrificar toda política y todo ideal si ello le acercaba al poder. Es obvio que modificó o cambió algunas ideas para adaptarse a las .exigencias del momento. Pero a partir, como muy tarde, de la redacción de Mein Kampf según esta perspectiva, sus objetivos fueron claros y explícitos: la conse- cución del poder dictatorial, seguida del rearme, la guerra, la cre- ación del lebensraum en Europa oriental y la aniquilación de los judíos. Se ha afirmado .que el primer objetivo lo alcanzó uniendo el carisma retórico a la astucia política, y en los años siguientes La crónica clásica de este proceso sigue siendo K.D. Bracher, Die Auflinung der Weimarer Republik, 6 edición, Kónigstein, 1978, y K.D. Bracher, W. Sauer y G. Schulz, Die nationalsozialistische Machtergreifung, 3 vols., Francfort, 1974; véase también K.D. Bracher, The German DictatorshtP, Harmondsworth, 1973 [La dictadura alemana, Madrid, Alianza, 1974].
  • 4. 102 Europa en crísis, 1919-1939 Richard J. Evans 103 continuó utilizando estas cualidades al servicio de sus intenciones a largo plazo. Sin Hitler, se ha dicho a menudo, nada de esto ha- bría ocurrido'. Pero hay motivos para afirmar que el movimiento nazi fue algo más que una mera prolongación de la voluntad de Hitler, que su triunfo fue algo más que un simple fruto del genio de éste. El ca- risma no puede ejercerse sin una audiencia dispuesta a dejarse atraer por él. Hitler no habría triunfado si su mensaje, incluida su exigencia de jefatura política fuerte e individual, no hubiera res- pondido a las ideas y aspiraciones de una parte importante del elec- torado alemán. Los votos no se consiguen sólo con propaganda, como demostró el fracaso del nazismo para lograr un seguimiento masivo durante su primera década de existencia. A pesar de su complejidad y modernidad, la propaganda nazi tampoco logró todo lo que se propuso. Parece obvio, por ejemplo, que ni el anti- capitalismo ni el antisemitismo fueron elementos suficientemente atractivos de la política nazi antes de 1933. Pero la propaganda na- zi sí se apuntó tantos en su ataque contra la República de Weimar y todo lo que ésta representaba. Consiguió apoyo, en parte, porque parecía la fuerza que contaba con más probabilidades de terminar con las instituciones políticas de la primera democracia de Ale- mania. Esas instituciones, por su parte, han desempeñado un papel fundamental en los intentos de muchos historiadores por explicar el ascenso del partido y su triunfo en 1933, por haber concentrado sobre ellas el resentimiento popular y entregado al nazismo mu- chos de los mecanismos constitucionales esenciales para su táctica de «legalidad» posterior a 1923 en su búsqueda del poder' 9 E. Jáckel, Hitler in History, Londres, 1984; E. Jáckel, Hitler's Weltanschanung, Cambridge, Mass., 1981. De carácter más general, véase T.W. Mason, «Intention and Explanation: a current controversy about interpretation of National Socia- lism», en G. Hirschfeld y L. Kettenacker (eds.), The ,Führer State». Myth and Re- ality, Stuttgart, 1981; y G. Schreiber, Hitler. Interpretation 1923-1983, Darmstadt, 1984. lan Kershaw, «Ideology, Propaganda and the 0. se oí the Nazi Party», en P. D. Stachura (ed.), The Nazi Machtergreifung, Londres, 1983; D. Welch (ed.), Nazi Propa- ganda. The Power and the Limitaions, Londres, 1983; W.S. Allen, The Nazi Seizure of Power. The Experience of a Single German Town 1922-1945, 2 edición, Nueva York, 1984; W.S. Allen, ,,The Appeal of Fascism and the Problem of Nacional Disince- grarion», en H.A. Turner (ed.), Reappraisals of Fascism, Nueva York, 1975; Kershaw, Hitler Myth, pp. 13-46, 229-252. La República de Weimar nació como consecuencia de la derrota de Alemania en la I Guerra Mundial. Al gobierno revolucionario en- cabezado por los socialdemócratas que tomó posesión el 9 de no- viembre de 1918 le siguió, a comienzos de 1919, la elección de una Asamblea Nacional que se reunió en Weimar. La Constitución aprobada por la Asamblea era una de las más democráticas del mundo, pero han sido muchos los analistas que, retrospectiva- mente, han considerado que estaba minada por defectos fatales. Muchas de las disposiciones de la Ley Fundamental de Alemania Occidental de 1949, que hace las veces de Constitución de la actual República Federal, pretendían impedir el resurgimiento del nazismo evitando aquellos errores. Muchos historiadores han criticado el sistema de representación proporcional que fijaba la Constitución de Weimar para las eleccio- nes nacionales y provinciales y al que se ha responsabilizado en gran medida de la multiplicidad de partidos que complicaron la escena política de Weimar e hicieron inevitable que todos los gobiernos fuesen de coalición. Esas coaliciones pluripartidistas fueron suma- mente inestables. En sus catorce años de existencia, la República de Weimar conoció nada menos que veinte gabinetes distintos (vein- tiuno si se incluye el de Hitler). La ineficacia de esos gobiernos venía predestinada por la necesidad de no hacer nada que desagradase a alguno de los socios de coalición y por la constante rotación de mi- nistros. Muchos de los avances electorales de los nazis se realizaron a costa de partidos más pequeños como el de la economía (Wits- chaftspartei), los hanoverianos y los partidos campesinos (Landbund, Landvolk, Bauernpartei), circunstancia que sirve de testimonio de la frustración del electorado con esos grupos minoritarios. Pero con frecuencia se ha insistido demasiado en estos aspectos. La continuidad ministerial fue considerable entre gobiernos suce- sivos. Gustav Stresemann fue ministro de Exteriores en nueve gabi- netes consecutivos, de 1923 a 1929; Otto Gessler fue ministro del Ejército en trece gobiernos y Heinrich Brauns lo fue de Trabajo en doce. Incluso en ministerios en los que, como Economía, los cambios eran más frecuentes, el mismo titular solía mantenerse en el cargo durante un periodo que no resultaría extraño en un go- bierno moderno. Por otra parte, los grupos minoritarios no repre- sentaban muchos escaños en el Reichstag; tras las elecciones de
  • 5. 104 Europa en crisis, 1919-1939 Richard J. Evans 105 1928, de un total de 491, ocuparon 47 entre seis de ellos, sin contar el Partido Popular de Baviera, que era en muchos aspectos una rama del Centro Católico. El principal problema era la formación de coa- liciones a partir de los partidos más importantes: los demócratas (DDP-Partido Demócrata Alemán), el Centro Católico, los socia- listas (SPD-Partido Socialdemócrata Alemán), los comunistas (KDP-Partido Comunista de Alemania), el Partido Popular Alemán (DVP) y los nacionalistas (DNVP-Partido Nacional Popular Alemán). En la práctica, los comunistas nunca fueron candidatos serios para formar parte del gobierno, mientras que los centristas fueron la base de diecisiete de los veintiún gabinetes; en otras pa- labras, todos aquellos gabinetes de Weimar se constituyeron sobre una base electoral democrática. La existencia de un sistema pluri- partidista, con un partido socialista, un partido católico, un partido conservador-nacionalista y dos partidos liberales, se remonta a un momento muy anterior a la instauración de la representación pro- porcional. La existencia de cinco partidos importantes (a los que se incorporó el comunista, como partido de masas, en 1922) reflejaba el hecho de que la sociedad alemana estaba cuarteada por múltiples fisuras sociales, religiosas, regionales e ideológicas. Ni fue una con- secuencia de la constitución de Weimar ni el sistema electoral ma- yoritario habría impedido el ascenso de los nazis". Parecidas reservas pueden formularse acerca del papel de los plebiscitos en el sistema de Weimar. De ellos se ha dicho que soca- varon la democracia representativa y pusieron un arma propagan- dística peligrosa en manos de los extremistas. Sin duda es cierto que los nazis consiguieron credibilidad y respetabilidad en un mo- mento crucial gracias a su participación, a petición de los naciona- listas, en la campaña emprendida por la derecha en 1929 en favor del rechazo plebiscitario del Plan Young, acuerdo internacional ne- gociado para programar, aunque no para eliminar, los pagos de Alemania en concepto de reparaciones por los perjuicios causados a los aliados por la I Guerra Mundial. Pero la realidad es que hay de- mocracias modernas, como Austria y Suiza, que sobreviven bas- tante bien con disposiciones sobre plebiscitos en sus respectivas constituciones, y la confusión política que rodeó los plebiscitos de " Kolb, Weintar Republic, pp. 148-154; y E.R. fluber, Deutsche Volassungsgeschichte seit 1789, vols. 5-7, Stuttgart, 1978-1984. la Alemania de Weimar fue más una consecuencia de los antago- nismos sociales y políticos del momento que una causa. La consti- tución también ha sido criticada por no haber reducido el predo- minio de Prusia, que ocupaba más de la mitad de Alemania y al- bergaba a la mayoría de la población, y por no haber reforzado el poder del gobierno central en el sistema federal. Pero en la práctica, Prusia, gobernada por los socialdemócratas, fue casi siempre un bastión de la democracia de Weimar, por lo que el fe- deralismo también tuvo sus ventajas. Sin embargo, sí había una disposición constitucional que gene- raría problemas en el futuro. Se trataba de la elección por votación popular de un presidente fuerte, con un mandato de siete años y que disfrutaría, en virtud del artículo 48, de la facultad de go- bernar por decreto en situaciones de emergencia. El primer presi- dente de la República, el socialdemócrata Frieclrich Ebert, fue lo bastante imprudente para hacer uso con frecuencia de estos poderes —a menudo con la más endeble de las bases, como por ejemplo cuando disolvió en 1923 los gobiernos provinciales, de extrema iz- quierda pero legalmente constituidos, de Sajonia y Turingia. Su sucesor, el mariscal de campo Paul von Hindenburg, iría mucho más lejos. Hindenburg, monárquico archiconservador que carecía de un verdadero compromiso con la República de Weimar, propor- cionó entre 1930 y 1933 gran parte de la pantalla constitucional que ocultó el final del sistema democrático y la creación de una dictadura. Al permitir la utilización de sus poderes para gobernar por decreto como principal instrumento legislativo a partir de 1930, a Hitler le resultó relativamente fácil alcanzar buena parte de sus objetivos sin aprobación parlamentaria, antes incluso de la aprobación de la Ley de Poderes'. A fin de cuentas, sin embargo, las disposiciones de cualquier Constitución son 'menos importantes en sí mismas que la legiti- midad del sistema político para cuyo funcionamiento están conce- bidas. Para muchos autores, la República de Weimar carecía fatal- mente de legitimidad desde el principio. Fueron la Asamblea Na- cional y el gobierno revolucionario los que aprobaron los términos " Kolb, Weimar Republic, pp. 70, 74-75. Sobre el uso de estos poderes por Ebert, véase H.A. Winker, Von der Revolution zar Stabilisierung. Arbeiter und Arbeiterbewegung in der Weimarer Republik 1918 bis 1924, Berlín, Bonn, 1984.
  • 6. 106 Europa en crísis, 1919-1939 del Tratado de Versalles, que impuso a Alemania el pago de fuertes reparaciones económicas por los perjuicios causados a Francia y otros países en la guerra, separaron de Alemania zonas importantes de su territorio, como Alsacia-Lorena y buena parte de la Alta Si- lesia, y limitaron estrictamente las Fuerzas Armadas alemanas tanto en efectivos como en medios. La relativa severidad del tratado ya venía presagiada por los términos del armisticio de no- viembre de 1918, y la propaganda de los nazis calificaba de «trai- dores de noviembre» a los socialdemócratas, que habían aceptado esos términos, y los acusaban de haber minado fatalmente el es- fuerzo bélico alemán al fomentar la agitación y la revolución en el frente interior: la infamante leyenda de la «puñalada por la es- palda» de los años de posguerra. Todos los partidos presentes en la escena política alemana coin- cidían en su rechazo de Versalles, incluidos los socialdemócratas, que se habían visto obligados a firmar el acuerdo de -paz. Casi nadie aceptaba la cláusula de «culpabilidad de guerra» que justificó la ma- yoría de las disposiciones punitivas del tratado. La investigación his- tórica moderna ha dejado sentado que la principal responsabilidad del estallido de la I Guerra Mundial recayó en efecto en Alemania, y que la guerra se perdió debido al fracaso militar y a la ausencia de re- cursos económicos y de gestión económica, no a causa de la revo- lución desde dentro. Por poco rigurosos que hubieran sido los tér- minos del tratado, la magnitud de los objetivos bélicos y las expecta- tivas nacionalistas alemanas en 1914-1918 habrían hecho menos que probable su aceptación general en Alemania después de la guerra. Algo hay de cierto en la observación de que el tratado fue la peor de las soluciones posibles, pues avivó el resentimiento nacionalista de Alemania mientras dejaba intacta la base de su categoría de gran po- tencia. La propaganda nazi pudo aprovechar el descontento general con el Tratado dé Versalles para convencer a muchos de que el ca- rácter democrático y los orígenes revolucionarios de la República es- taban fatalmente vinculados a la humillación nacionalu. "Kolb, Weimar Republic, pp. 22-23, 166-178; A. Hillgruber, «Unter dem Schatten von Versailles», en K.D. Erdmann y H. Schulze (eds.), Weimar. Selbstpreisgabe einer De- nzokratie, Düsseldorf, 1980; G. Schulz, Revolutions and Peace Treaties 1917-1920, Londres, 1974; U. Heinemann, Die verdrinigte Niederlage. Politische liffentlichkeit und Kriegsschuldfrage in der Weimarer Republik, Gtittingen, 1983. Sobre las reparaciones, véase una obra reciente, Bruce Kent, The Spoils of War, Oxford, 1989. Richard J. Evans 107 La falta de legitimidad de la República se reflejaba también en el hecho de que, a partir de 1920, los partidos que respaldaban sus instituciones fundamentales —socialdemócratas, católicos y demó- cratas— estuvieron en minoría. El Partido Popular sólo se resignó a aceptar la República de Weimar, con condiciones y a regaña- dientes, gracias a la influencia de su principal figura, Gustav Stre- semann, y tras la muerte de éste en 1929 abandonó rápidamente esa postura para adoptar una abierta hostilidad. Los nacionalistas hicieron todo lo posible para socavar el sistema político y alentaron la existencia de escuadrones asesinos contra los políticos republi- canos. Para los comunistas, por último, la República era un ré- gimen burgués y capitalista que estaba maduro para ser destruido mediante la revolución proletaria. El feroz antimarxismo de todos los partidos, a excepción del socialdemócrata y el comunista, hizo más para impedir la formación y funcionamiento de gobiernos de coalición que las vacilaciones de los propios socialdemócratas sobre la formación de alianzas con agrupaciones «burguesas», e hizo que sus partidarios fueran más susceptibles al antimarxismo más di- námico y extremista de los nazis. Sin embargo, una vez formuladas todas estas observaciones, sigue siendo cierto que la República de Weimar logró superar las tormentas de la revolución y la insurrección armada de 1919 a 1923, y en 1928, con el advenimiento del gobierno de gran coa- lición encabezado por el socialdemócrata Hermann Midler, co- menzaba a parecer que se consolidaba. Lo que cambió la situación, lo que hizo que el partido nazi dejara de ser un grupo extremista situado en la periferia de la política para convertirse en el mayor partido político del país, fue sobre todo la gran depresión que co- menzó en 1929. III La economía de Weimar estuvo acosada por dificultades desde el principio. La República comenzó su existencia en un periodo de inflación que se remontaba a 1914. Los historiadores han se- ñalado recientemente que esta situación fomentó el pleno empleo y, por consiguiente, contribuyó a estabilizar la República en sus primeros años. Así, convirtió la huelga general en una poderosa arma contra los intentos de anular la constitución como el putsch
  • 7. 108 Europa en crívis, 1919-1939 de Kapp de 1920' 4. Pero en 1922-1923 la inflación se transformó en hiperinflación. El caos económico de 1923 avivó la agitación política de ese año y dio un impulso importante, aunque tem- poral por el momento, a extremistas como los nazis. A más largo plazo, aunque no parece que los pequeños comerciantes, ten- deros, artesanos y agricultores sufrieran una reducción de sus in- gresos importante y generalizada, y los deudores, especialmente las grandes empresas, se beneficiarían considerablemente, sec- tores clave de la clase media como los obligacionistas, los pensio- nistas y los rentistas sufrieron gravemente las consecuencias. El efecto neto no fue tanto un empobrecimento general de la clase media, como se suele pensar, como la fragmentación y desinte- gración política y social, ya que unos grupos ganaron y otros per- dieron''. La recuperación económica de 1924-1928 fue, en el mejor de los casos, precaria. La racionalización y el ahorro provocaron un de- sempleo generalizado. La cartelización generó una serie de pesados y superpoderosos gigantes industriales como IG Farben. La in- versión procedía con frecuencia del extranjero y se realizaba a corto plazo, por lo que podía retirarse con facilidad, como efectivamente ocurrió en 1929 tras el crash de Wall Street. Los empresarios pen- saban —no hay acuerdo acerca del grado de justificación de esa idea— que los costes laborales eran demasiado elevados, y anularon la serie de compromisos entre los sindicatos y la patronal que habían estado en vigor durante los primeros años de la República'''. El sistema de seguridad social introducido en 1927, que constituía la base del Estado del bienestar de Weimar, se encontró con la hos- tilidad del empresariado debido a sus costes. La contracción eco- nómica comenzó antes incluso del crash de 1929. R. Bessel, «Unemployment and Demobilisation in Germany after the First World War», en Richard J. Evans y Dick Geary (eds.), The German Unemployed, Londres, 1987, pp. 1-22.. O. Usa y G.D. Feldinan (cds.), listorische rimzesie de, deuts,hen Inlhaion 19/4- ¡924, Berlín, 1978; G.D. Feldman et al. (ecls.), Die deiasche Infla/ion, Berlín, 1982; C.L. Holtfrerich, The German infla/ion, 1914 - 1923 Berlín, 1986. K. Borchardt, Wachstum, Krisen, Handlungsspielrdume der Wirtschaftspolitik, Güt- tingen, 1982; C.L. Holtfrerich, «Alternativen zu Brunings Wirtschaftspolitik in der Weltwirtschaftskrise?», Historische Zeitschrift, 235, 1982, pp. 605-631; H.A. Winkler, Der Schein der Nornzalitdt, Arbeiter und Arbeiterbewegung in del. 1Veimarer Re- publik 1924 bis 1930, Berlín, Bonn, 1985, c. 1. Richard J. &mis 109 Pero de todos los acontecimientos que tuvieron lugar en la historia de la economía de Weimar, el decisivo fue sin duda la depresión de 1929-1933. Al terminar 1932 había casi siete mi- llones de desempleados, que suponían aproximadamente el 35% de la población activa. Muchos de ellos estaban sin trabajo desde hacía dos o tres años y habían agotado su derecho a prestaciones. La renta nacional descendió un 39%. Las fábricas cerraron o con- tinuaron funcionando a tiempo parcial. Las quiebras se multipli- caron y la actividad empresarial se creyó al borde de la ruina. El gobierno de «gran coalición» formado en 1928 llegó a su fin bajo la presión que suponía el ahondamiento de los antago- nismos sociales. El nuevo gabinete «independiente», presidido por Heinrich Brüning, emprendió una política de deflación salvaje. Los historiadores continúan debatiendo hasta qué 131.11110 existían otras opciones reales en términos prácticos, pero parece obvio que si Brüning no hubiera hecho de la cancelación de las reparaciones su objetivo económico fundamental, como con- dición previa para la colaboración más estrecha con los naciona- listas en la creación de un régimen autoritario, tal vez incluso la restauración de la monarquía, una política de creación de em- pleo y reflación podría haber sido una posibilidad ya en el vera- no de 1931". La realidad, sin embargo, fue que la crisis se intensificó en el curso de 1932 y constituyó la base del triunfo del nazismo por dos motivos: En primer lugar, impulsó a la gran empresa a buscar con 'reciente urgencia una solución autoritaria para el impasse político le la República; una solución que mitigase la presión a la que es- aban sometidos, desmantelando el Estado del bienestar, frenando o suprimiendo los sindicatos, proscribiendo a comunistas y social- demócratas y creando una fuerza de trabajo dócil y barata que per- mitiese a la industria iniciar el proceso de recuperación. Sin em- bargo, en la gran empresa no había acuerdo sobre la posibilidad de prestar apoyo a Hitler o escoger otra forma de régimen totalitario. La división continuaba en enero de 1933 y, por consiguiente, su respaldo económico se dirigió a diversos partidos de derecha. Los " Además de las obras citadas en la nota 16, véase también Kent, The Spoils ofIVar, y K.D. Bracher, «Brünings unpolitische Politik und die Auflósung der Weimarer Republik», Vierteljahrshefte filr Zeitgeschichte 19, 1972, pp. 113-123.
  • 8. 110 Europa en cráis, 1919-1939 Richard Evans II nazis obtenían la mayor parte de su financiación de pequeños em- presarios, donantes extranjeros y, sobre todo, de las aportaciones de sus afiliados, suscripciones de periódicos y otras fuentes propias. En ningún momento dependieron de las aportaciones de la gran empresa. La eficacia de esas aportaciones era discutible en cual- quier caso, habida cuenta de su total incapacidad para impedir el derrumbamiento electoral de los nacionalistas y el Partido Popular a comienzos de la década de 1930 1H• Sin embargo, la gran empresa sí contribuyó a socavar la Repú- blica de Weimar mediante su apoyo económico y político a di- versas formas del radicalismo de derecha como las del Partido Po- pular, los nacionalistas y los nazis. Su influencia benefició a sec- tores del mundo de los negocios, como la pequeña empresa, que apoyaban a partidos políticos antidemocráticos como los nazis. También hay algunos indicios, aunque con frecuencia se ha exa- gerado, de que algunos representantes de grupos empresariales desempeñaron un papel en las intrigas políticas que tuvieron lugar en torno al presidente Hindenburg en 1932-1933 y que condujeron finalmente al nombramiento de Hitler como can- ciller. Por último, la mayor parte del mundo empresarial aceptó la toma del poder por los nazis en 1933, y amplios sectores, como por ejemplo IG Farben, cambiaron de postura y apoyaron a los nazis con importantes subvenciones durante los meses cruciales de la «toma del poder», antes y después de las elecciones de mar- zo de 1933". En segundo lugar, fue sin duda la depresión de 1929-1933 la que sirvió de base al desplazamiento masivo de las preferencias de los votantes hacia los nazis en esos años. Hasta las elecciones de 1928, la mayoría de los votos nazis procedían de la pequeña em- presa, el campesinado, el sector de servicios públicos y los arte- sanos varones protestantes; en pocas palabras, de la pequeña bur- 1 " Turner, German Big Business and the Rise o/ Hitler, Oxford, 1985; R. Neebe, Grossindustrie. Staat und NSDAP 1930-1933, Güttingen, 1983. G.D. Feldman; «Aspekte deurscher Industriepolitik am Ende der Weimarer Re- Publik 1930-1932», en K. Holl (ed.), Wirtschaftskrise ciad liberale Demokralie, Güt- tingen, 1981, pp. 103-125; V. Hentschel, Weimars letzte Monate, Düsseldorf, 1978; D. Stegmann, «Zum Verháltnis von Grossindustrie und Nationalzozialismus 1930- 1933», Archiv für Sozialgeschichte XIII, 1973, pp. 399-482; P. 'layes, Industry and Ideology; IG Farben in the Nazi Era, Cambridge, 1985. guesía protestante. El gran crecimiento del voto nazi en las elec- ciones de 1930-1933 sólo se debió en parte a la captación de los votos de los integrantes de esos grupos que con anterioridad pre- ferían a los partidos minoritarios, los nacionalistas, el Partido Po- pular y los demócratas. La misma importancia tuvo el éxito del partido a la hora de conseguir un número importante de votantes de casi todos los demás grupos sociales, especialmente las mujeres, los trabajadores no manuales, los trabajadores rurales, los obreros de pequeñas empresas industriales o talleres domésticoF todo de pequeñas ciudades, y las clases media y alta. Los nazis ejercieron un atractivo especial sobre los jóvenes de esos medios que votaban por vez primera. El voto de los nacionalistas, el Partido Popular, los demócratas y los partidos disidentes dis- minuyó en vertical". Lo que los nazis ofrecían era ante todo una alternativa di- námica, carismática y bien organizada a los partidos políticos a los que estos votantes imputaban la responsabilidad del caos social, económico y político de los últimos años de la República de Weimar; una alternativa que se proponía acabar principal- mente con los partidos «marxistas», especialmente los socialde- mócratas, con quienes en gran medida se identificaba la Repú- blica de Weimar. Donde los nazis no lograron hacer mella de manera significativa fue en el coto católico, que continuó te- niendo como principal destinatario al centro; en el socialdemó- crata, que siguió siendo fuerte en los núcleos industriales que tenían una prolongada tradición de compromiso con el movi- miento obrero; entre los obreros industriales que habían conse- guido conservar el empleo; y en el coto comunista, que aumentó rápidamente, gracias sobrc todo a los desempleados y los jóvenes de clase obrera. Sin embargo, incluso entre estos grupos los nazis alcanzaron al menos algunos éxitos, por lo que puede decirse que su irrupción corno partido de masas en 1930-1933 reflejaba el hecho de que conseguían votos, en mayor o menor medida, prác- ticamente en todos los grupos sociales del país. En otras palabras, en los últimos años de la República de Weimar el nazismo fue un partido que aglutinó el descontento y ejerció un atractivo espe- " T. Childers, The Nazi Vote,: The Social Foundations of Fascism in Germany 1919- 1933, Chape] Hill, 1933; RE Hamilton, Who Voted for Hitler?, Princeton, 1982.
  • 9. 112 Europa en crísis, 1919-1931 cialrnente fuerte para los jóvenes y las clases medias protestan. tes'. Por último, la depresión, con su desempleo masivo de larga du« ración, cercenó fatalmente toda posibilidad de que la clase obrera organizada opusiera una resistencia seria a la destrucción de la Re- pública de Weimar. Por otra parte, ahondó los antagonismos entre los socialdemócratas, muchos de los cuales seguían teniendo trabajo, y los comunistas, sin trabajo en una proporción abru- madora en 1932, y confirió efectivamente cierta plausibilidad a la insistencia suicida de los comunistas en que los socialdemócratas eran «socialfascistas» a quienes poco importaba la difícil situación de las masas proletarias indigentes". La depresión hizo inviable una huelga general corno la que había desbaratado el putsch de Kapp en 1920. Han sido muchos los que han afirmado que los so- cialdemócratas deberían haber intentado resistir la ilegal desti- tución de su gobierno en Prusia por el canciller von Papen y el ejército en julio de 1932, mediante la fuerza en caso necesario. Pero las posibilidades de éxito de esa resistencia eran escasas y el resultado se habría parecido probablemente al de la guerra civil de Austria de febrero de 1934, cuando un levantamiento socialista re- alizado en circunstancias semejantes fue aplastado en unos días 23. IV Aunque el éxito electoral de los nazis fue la condición sine qua non de su triunfo en 1933, no sería correcto afirmar, como han hecho al- gunos historiadores, que llegaron al poder por medios legales o cons- titucionales o que la República de Weimar no fue destruida por sus adversarios sino que se destruyó a sí misma. La dictadura sólo fue po- sible cuando las instituciones democráticas de la República dejaron J. l'alter, «Wer verhalf Hitler zum Sieg?», Ases Politik und Zeitgeschichte, Serie B, 28-29, 14 julio, 1979, pp. 3-21; J: Falter, Wahlen und Abstimmungen in der IVeimarer Republik, Munich, 1986. " Evans y Geary (eds.), German U nemployed; P.D. Stachura (ed.), Unemployment and the Great Depression in Weintar Germany; Londres, 1986. " H.A.' Winkler, Der Weg in die Katastrophe. Arbeiter und Arbeiterbewegung in der Wei- marer 1?epublik 1930 bis 1933, Berlín, Bonn, 1987; Helga Grebing, «Flucht vor Hitler?», Aus Politik und Zeitgeschicbte, B 4-5, 29 enero 1983, pp. 26-42. RichardJ. Evans ¡ 13 de funcionar, con la llegada del gobierno independiente de Brüning y la eliminación efectiva del Reichstag como institución política después de que las elecciones de 1930 anulasen la posibilidad de una mayoría viable para la tarea legislativa del gobierno. La dictadura sólo fue probable cuando el canciller von Papen destituyó de forma in- constitucional al gobierno de Prusia en 1932. La dictadura sólo fue inevitable cuando los nazis desataron una campaña de violencia, terror, asesinato e intimidación contra sus oponentes en los seis pri- meros meses de la cancillería de Hitler. La República fue derrotada por sus oponentes, no por sí misma; la muerte de la democracia ale- mana no fue un suicidio político, sino un asesinato político'. Sin embargo, adoptan una perspectiva demasiado limitada quienes se centran exclusivamente en los años 1930-1933 para tratar de explicar la caída de Weimar y el advenimiento del Tercer Reich. Muchos historiadores han afirmado que la disposición de los votantes a apoyar en las urnas el autoritarismo y el extremismo nazis; la tolerancia generalizada del militarismo y la violencia po- lítica y los enconados resentimientos nacionalistas contra Versalles tenían raíces más profundas en la historia y la cultura política de Alemania. A menudo se ha insinuado que la disposición de al- gunas élites claves de la sociedad alemana a colocar a Hitler en el poder en 1933 reflejaba una ausencia de compromisos a largo plazo con los valores democráticos modernos derivada de la convulsa evo- lución de la sociedad alemana desde mediados del siglo xIX. Los valores antidemocráticos, según esta perspectiva, tenían raíces pro- fundas en el pasado alemán.. Siguiendo este razonamiento, mientras otros países como Gran Bretaña y Francia habían vivido sus revoluciones burguesas (Gran Bretaña en 1640 y Francia en 1789), Alemania no había seguido su ejemplo cuando le llegó el turno en 1818. Por el contrario, la aris- tocracia terrateniente prusiana representada por los junker mantuvo con firmeza el control de la situación e incluso lo amplió al resto de Alemania en el curso del proceso de unificación dominado por Prusia y conducido por Bismarck. La burguesía se ,deudalizó», asu- miendo los valores preindustriales y antidemocráticos de arriba, mientras la pequeña burguesía urbana y rural era manipulada por " Sobre la visión según la cual la República de Weimar se destruyó a sí misma, véase Erdmann y Schultze, Weimar
  • 10. 114 Europa en crisis, 1919-1939 Richard J. Evans 115 demagogos inspirados por los junker y pertenecientes a organiza- ciones como la Liga Agraria, para adoptar formas cada vez más faná- ticas de nacionalismo y autoritarismo en el empeño de las viejas élites por evitar, en la medida de lo posible, el desafío de la clase obrera y las consecuencias democráticas de la industrialización. Cuando las consecuencias fueron más evidentes, en 1918, pro- sigue esta argumentación, cundió la desesperación entre las élites —la aristocracia junker, el cuerpo de oficiales del ejército, los altos funcionarios y la judicatura y sus aliados de la burguesía industrial y profesional «feudalizada»— en su preocupación por recuperar la iniciativa histórica. Comenzaron a fomentar el ascenso del na- zismo, la forma más radical de movilización de la pequeña bur- guesía, mientras no dejaban de socavar las instituciones de la Re- pública. Por último, en una serie de intrigas centradas en el presi- dente Hindenburg —a su vez, poderoso símbolo del viejo orden monárquico— instalaron a los nazis en el poder. Aunque su espe- ranza de controlar a Hitler mediante la ocupación por sus represen- tantes de la mayoría de las carteras del gabinete de coalición de enero de 1933 pronto resultó fuera de lugar (continúa el razonamiento), gobernaron el país, no obstante, más o menos con- juntamente con los nazis y obligaron a Hitler a mutilar a su rama paramilitar radical, los «camisas pardas», en la «noche de los cu- chillos largos» de 1934. Pocas actuaciones de los nazis en sus cinco primeros años de poder merecieron la seria desaprobación de las viejas élites. Sólo con la radicalización del sistema a partir de 1938 comenzó el proceso de alejamiento que condujo finalmente al in- tento conservador de derribar a los nazis en la fallida conspiración de la bomba de julio de 1944. Pero esta interpretación plantea problemas teóricos y empíricos. Ni las revoluciones burguesas trajeron de inmediato la democracia —ni siquiera en Inglaterra y Francia— ni ésta acompañó necesa- riamente a la industrialización. La sociedad y la cultura alemanas, a pesar del fracaso político de 1848, estaban impregnadas de los va- lores burgueses mucho antes de 1914. En el ejército, a menudo eran oficiales modernizadores de origen burgués quienes man- tenían ideas antidemocráticas, mientras que el dominio de la aris- tocracia sobre el funcionariado y d cuerpo de oficiales disminuía sin cesar a partir de mediados del siglo XIX. Tal como se entiende habitualmente, la «revolución burguesa» no implica una transfor- mación de la política, junto con la economía y la sociedad, sino que históricamente esas revoluciones siempre han tenido lugar en etapas, y esto fue tan cierto tanto en el caso de Alemania como en los de Gran Bretaña y Francia. También se han empleado argu- mentos parecidos sobre la ausencia o no consumación de una revo- lución burguesa o sobre una burguesía «feudalizada» para explicar la evolución política de las modernas Gran Bretaña, España y Rusia; argumentos que se han ampliado hasta abarcar toda Europa, por lo que parece que en realidad casi ninguna revolución burguesa culminó plenamente; sin embargo, la historia política de cada uno de estos países europeos fue notablemente distinta de la del resto". Muchos historiadores han sobrestimado considerablemente el genio manipulador de la aristocracia junker de la Alemania de fi- nales del siglo XIX y comienzos del xx, cuando la realidad es que, en todo momento, se vio obligada a llegar a compromisos con las fuerzas de la modernidad. Por otra parte, el ascenso del naciona- lismo radical entre la pequeña bruguesía y las clases medias fue en muchos aspectos un proceso autónomo que funcionó en el sistema político desde abajo y adquirió notoriedad a partir de la movili- zación política generalizada de la década de 1890. Esto fue espe- cialmente cierto en el caso de los nazis. Sus triunfos electorales de comienzos de la década de 1930 no se debieron a un llamamiento manipulador a valores y grupos sociales «preindustriales», sino a iniciativas demagógicas que insistían por igual en la modernidad y en la tradición y lograron transformar el partido en un instru- mento de amplia base para la protesta popular contra las múltiples crisis de Weimar. El argumento. según el cual fueron las «viejas» élites las que instalaron en el poder a los nazis pasa por alto el hecho de que los terratenientes se habían distanciado de los indus- triales, que a su vez estaban profundamente divididos con respecto al nazismo en enero de 1933. El general Schleicher, cuya utili- zación del poder del ejército con fines políticos desempeñó un papel tan importante en las intrigas de 1932-1933, era en muchos aspectos moderno, incluso radical, en su concepción social y po- lítica. Desde una base histórica más amplia, muchos de los hábitos " Sobre este debate, véase David Blackbourn y Geoff Eley, The Peculiarities of German History, Oxford, 1984; David Blackbourn, Populists and Patricians, Londres, 1987; Geoff Eley, From Unification ro Nazism, Londres, 1985; Richard J. Evans, Re- thinking German History, Londres, 1987.
  • 11. 116 Europa en crísis, 1919-1939 y actitudes de las clases medias alemanas que convencionalmente se han considerado «feudales», por ejemplo, su apoyo a los duelos por cuestiones de honor o su hostilidad, como empresarios, hacia los sindicatos, pueden explicarse igualmente desde la perspectiva de la autoafirmación burguesa o la racionalidad capitalista'. Resulta, en fin, poco plausible considerar que el ascenso y triunfo del nazismo fueron ante todo la expresión de las fuerzas preindustriales de la sociedad y la cultura alemanas. Esas fuerzas continuaban presentes en Alemania a comienzos de la década de 1930, pero ya no eran dominantes ni fueron realmente esenciales Para la crisis de 1930-1933. Esa crisis fue sobre todas las cosas una crisis de modernidad. Por cierta que fuese la invocación del pasado por los nazis y los nacionalistas, se trataba de una invocación total- mente moderna en la medida en que, en realidad, inventaba o rein- ventaba la historia y la combinaba con la promesa de un futuro tecnológicamente complejo. Es cierto que fuerzas importantes per- tenecientes a las élites se inclinaban a destruir la democracia, y es probable que incluso sin Hitler en el puesto de canciller se hubiera registrado alguna forma de dictadura en 1934 ó 1935 y la reanu- dación del conflicto internacional a comienzos de la década de 1940. Pero eso no hace que las concepciones de las élites estuviesen «feudalizadas» o fuesen «preindustriales» ni reconoce de modo su- ficiente el hecho de que, en 1932, la mayoría de los partidarios de los nazis procedían de grupos sociales, desde la burguesía eco- nómica y profesional a los trabajadores no manuales y los obreros no sindicados de las pequeñas industrias, que eran modernos en muchos aspectos en sus valores y comportamiento". V El nazismo surgió como fuerza dominante de la extrema derecha en la segunda mitad de la década de 1920 porque estaba bien orga- 26 David Blackbourn y Richard J. Evans; The German Bourgeoisie, Londres, 1990; Mi- chael Geyer, Aufriistung oder Sicherheit? Die Reichswehr in der Krise der Machtpolitik 1924-1936, Wiesbaden, 1980. " Un resumen de estos aspectos puede hallarse en el capítulo final de Eley, From U nification ro Nazism. Sobre el problema de qué podría haber ocurrido si Hitler no hubiera llegado al poder, véase H.A. Turner, Geissel des 20 Jahrhunderts, Berlín, 1989. Richard J. Evans 117 nizado, porque era dinámico y porque tenía un líder carismático que supo expresar como nadie los temores y ansiedades de arte- sanos urbanos, tenderos, campesinos y otros sectores de la pequeña burguesía protestante. Se convirtió en movimiento de masas a co- mienzos de la década de 1930 porque estas cualidades eran precisa- mente las que atraían a millones de personas cuyas vidas se habían visto convulsionadas por la depresión, personas que por sus valores y convicciones, a diferencia de la comunidad católica o de la clase obrera organizada, eran receptivas a la Petórica demagógica del na- cionalismo extremo. El hecho de que estas personas no hubieran tenido hasta ese momento un movimiento político único, unido y adecuado que las representara realzó el contraste con el dinamismo aparentemente monolítico de los nazis. Hitler y su movimiento prometieron eliminar el sistema de Weimar que estas personas tanto odiaban y aplastar a los socialdemócratas y los comunistas, con los que tantos lo habían asociado desde sus comienzos revolu- cionarios en 1918. El ascenso del nazismo es inseparable de la debilidad de la Re- pública de Weimar. La primera experiencia de democracia parla- mentaria en Alemania se realizó en una época de grandes cambios en las estructuras demográficas, sociales y económicas; en una épo- ca en que el modernismo cultural estaba en su apogeo; en una época en que la industria y la agricultura experimentaban una serie de rápidas conmociones estructurales, desde la inflación hasta la racionalización, la caída de los precios, la depresión y el hundi- miento. Lo que el arte y la literatura de aquel periodo expresaron con tanta brillantez era una febril inestabilidad que estuvo acom- pañada, incluso en los mejores años de Weimar, por la incerti- dumbre política y la pérdida de legitimidad. Esta situación propagó el desencanto y la sensación de impotencia entre las élites. A comienzos de la década de 1930 era obvia, incluso para los mo- nárquicos más intransigentes, la imposibilidad de retornar a los días de Bismarck y Guillermo II. Lo que el nazismo ofrecía era una versión modernizada y actualizada de los resentimientos naciona- listas radicales en la que el deseo de cambio dinámico y renovación de los jóvenes (y era efectivamente para los jóvenes para quienes el movimiento tenía más atractivo) pudo combinarse con el anhelo de orden, autoridad y estabilidad de los ancianos y las personas de mediana edad. El carisma de Hitler ofreció a quienes todavía no es- taban vinculados estrechamente a un entorno político aglutinador
  • 12. i 7. EL PENSAMIENTO ECONOMICO ; ANTE EL PARO Y LA CRISIS, 1919-1939 •1;; LUIS ANGEL ROJO .111 : 1 11:1 A Enrique Fuentes Quintana La I Guerra Mundial aparece ¿orno un fuerte trazo divisorio entre os pet 3---: MWFicos: uno, apacible y optimista; el otro, cargad Ue sentimientos de inquietud e inseguridad en los que germinó un clima de violencia cuyo desenlace fue un desastre bélico de ma- yores proporcZWque el anterior. Sin embargo, muchos rasgos económicos de la segunda etapa eran ya perceptibles antes de 1914. Algunas de las actividades que Sbían desempeñado papeles c —iliWaorros en el aro: teso económico •e sig o XIX —e car.on os texti es •e i.ras naturales, la side- rurgia, las máquinas herramientas, el material ferroviario— habían comenzado a perder dinamismo en favor de otros sectores que se adentraban en fases de expansión más rápida —177e-EWSZTT , las manufacturas eléctricas, las industrias química y farmacéutica, .el automóvil, los servicios. La extensión del proteccionismo, las estra- te ias y los acuerdos encaminados a reducir la competencia en los mercaclosTla intervención creciente de los Estados en 1ii ida nómica eran fenómenos ya observables al comenzar el siplo. Los países más avanzados, que habían iniciado, con vigor variable, el despliegue que habría de conducirles al consumo de masas a lo largo de varias décadas, acusaban en sus exportaciones el efecto del desarrollo industrial incipiente de numerosas naciones atrasadas, aunque el mundo vivía el apogeo del colonialismo. Y las grandes potencias económicas registraban variaciones persistentes en sus posiciones relativas que tendían a aumentar el peso económico y político de Estados Unidos y a erosionar, incluso en Europa, la pri- macía británica. Estos y otros rasgos contenían o expresaban ele- ¡18 Europa en crlsis, 1919-1939 la oportunidad de encontrar la integración y la seguridad en unos momentos de gran crisis política, social, económica y cultural. La violencia intrínseca del nazismo se ocultaba en parte y en parte se desataba contra los símbolos de Weimar —desde las sedes de los sindicatos hasta la pintura abstracta, desde las tabernas comunistas hasta el «bolchevismo cultural»— que los más afectados por los cambios vertiginosos de la década de 1920 consideraban más ame- nazadores y molestan. El nazismo, en fin, cumplió su promesa de destruir el odiado «sistema» de Weimar, pero también fue demasiado inestable en su mezcla de modernidad práctica y tradición manipulada, y simbolizó las incertidumbres de la época en la misma medida en que lo había hecho Weimar..Su inestabilidad dinámica se fue haciendo más evi- dente a medida que avanzaba la década. A finales del decenio de 1930 estaba cada vez más fuera de control; doce años después, la toma del poder por los nazis había conducido a la catástrofe. Detlev Peukert, Die Weimarer Republik.. Krisenjahre der klassischen Moderne, Frank- furt, 1987. Luis Angel Rojo, catedrático de Teoría Económica y autor de importantes libros de economía e historia del pensamiento económico, entre los que destacan, Renta, precios y balanza de pagos y Keynes, su tiempo y el nuestro.