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Mitos y leyendas de este lado del mundo
Hubounavezenestelugar
Mitos y leyendas de este lado del mundo
Hubo una vez en este lugar
Presidenta de la Nación
Cristina Fernández de Kirchner
Vicepresidente de la Nación
Amado Boudou
Ministra de Cultura de la Nación
Teresa Parodi
Jefa de Gabinete
Verónica Fiorito
Secretario de Políticas Socioculturales
Franco Vitali
Coordinadora Programa Libros y Casas
Daniela Allerbon
Mitos y leyendas de este lado del mundo
Hubo una vez
en este lugar
Coordinación editorial
Daniela Allerbon, Pilar Amoia
Redacción y compilación
Graciela Piombo
Corrección
Gabriela Laster
Diseño de la colección
Bernardo + Celis / Trineo
Diagramación
Paula Erre y Javier Bernardo
Gestión de derechos de autor
Natalia Silberleib, María Nochteff Avendaño, Daniela Valeiro
5
ProgramaLibrosyCasas
Libros y Casas es un programa que se lleva adelante desde el
año 2007 con el objetivo de democratizar el acceso a los libros
y promover la lectura tanto en el ámbito privado como en los
espacios comunitarios a través de distintas actividades.
Hasta el momento ha entregado cien mil bibliotecas –un
millón ochocientos mil libros– a cada una de las familias que
recibieron viviendas de los Programas Federales de Construc-
ción de Viviendas a lo largo de todo el país, y ha llevado ade-
lante más de mil talleres de lectura. Se estima que el total de
beneficiarios del programa alcanza el millón de personas.
Los textos fueron especialmente editados y seleccionados
para que las familias cuenten con una biblioteca básica que
incluye libros de ficción para grandes y chicos, libros ilustra-
dos, de historieta, manuales, libros históricos y periodísticos.
El programa Libros y Casas ha sido tomado como mode-
lo y fue replicado en Cuba (Bibliotecas Familiares) y en Chile
(Maletín Literario). Su impacto en las prácticas de lectura fue
evaluado en el año 2008 a través de encuestas en 13 provin-
cias. De la información recolectada se concluyó que la llegada
de los libros impactó de manera positiva en los hogares, ade-
más de que gran parte de las familias contaban con menos de
diez libros antes de recibir la biblioteca.
En 2015, de acuerdo con las nuevas prácticas surgidas a
partir de los cambios en el acceso a las nuevas tecnologías y
a su uso, el programa complementa sus acciones a través de
una plataforma web y libros interactivos explorando nuevas
herramientas para promocionar la lectura.
Esperamos que muchos viejos y nuevos lectores y lectoras
disfruten de estos libros.
9 Historias que viajan
11 Región Centro-Norte
Aymaras. Origen de la quinua
Quechuas. La vieja diabla
Comechingones. El águila
Diaguitas. El Llastay
33 Región Gran Chaco
Qom. 
El rayo y el hombre
La llegada de las mujeres
Wichis. El robo del fuego
51 Región Mesopotamia
Guaraníes. 
La Tierra sin Mal
Leyenda del chajá
Mboí-Tuí y el camino secreto
67 Región Patagonia
Mapuches. Viaje a la tierra de los muertos
Selk’nam. 
El hain. La pelea del Sol y la Luna
La Luna roja
80 Autores
83 Bibliografía
Índice
9
Hubo una vez en este lugar pueblos que contaron historias.
Hombres y mujeres que, en el intento por comprender la
vida y la muerte, hablaron del cielo, la luna, las estrellas, el
sol, los hielos eternos, las lluvias. Hombres y mujeres que,
como nosotros, se enamoraban, se peleaban, tenían miedo
y, cuando estaban muy contentos, celebraban la vida.
Por aquel entonces, eran otras las fronteras. Muchos
de los que investigaron sobre estos pueblos sostienen que
cuando los españoles llegaron a América en el siglo xvi, vi-
vían en lo que hoy es la Argentina entre quinientos mil y un
millón de indígenas. Toda esta gente era mucha y diferente:
mocovíes, pilagas, chanés, abipones, quechuas, aymaras,
chorotes, charrúas, chulupíes, comechingones, diaguitas,
guaraníes, tehuelches, selk’nam, mapuches, tobas, qom,
wichis, huarpes, entre otros. Un mundo de gente. Algunos
practicaban la agricultura y vivían en grandes concentra-
ciones urbanas. Permanecían en un solo lugar y allí hacían
sus casas, tenían sus hijos, plantaban, cazaban, y pasaban
una vida tranquila y sedentaria. Los que eran agricultores
cultivaban con riego el maíz, el zapallo, la papa, los porotos
y otras cosas más en terrazas que hacían en las montañas.
En cambio, los que vivían en las zonas llanas eran in-
quietos y curiosos. Se trasladaban buscando tierras y ali-
mentos y no decidían donde quedarse. Iban y venían de un
lado a otro. A esos se los llama nómades.
De este a oeste y de norte a sur, todo el territorio estaba
habitado por estos pueblos. Eran diferentes entre sí, pero
tenían algo en común: a todos sin excepción les gustaba
contar historias. Lo hacían alrededor del fuego, mientras
trabajaban la tierra, cuando se juntaban entre amigos para
Historiasqueviajan
10
celebrar un nacimiento o la llegada de la adolescencia. Lo
hacían mientras navegaban río abajo en sus canoas, y en
sus ceremonias. Había quienes contando exorcizaban el
miedo y quienes explicaban con un relato lo que parecía no
tener explicación.
Contaban historias increíbles de seres extraños, de
amores contrariados, de pueblos que buscaban la tierra sin
mal, de hombres que bajaban al mundo de los muertos, de
mujeres estrella que llegaban desde el cielo para quedarse
en la tierra.
Unos a otros fueron contándose estas historias anti-
guas con sabor a tierra y olorcito a lluvia. Unos y otros las
cuidaron volviéndolas a contar para que hoy lleguen a tus
manos.
Te invitamos a leer estos relatos de algunos de esos
pueblos que habitaban nuestro país. Te invitamos a volver-
los a contar para que no se detenga el viaje y estas historias
crezcan hasta más allá de los tiempos.
Graciela Piombo
Textos Graciela Piombo
Ilustraciones Mariano Epelbaum
Región Centro-Norte
Aymaras. Origen de la quinua
Quechuas. La vieja diabla
Comechingones. El águila
Diaguitas. El Llastay
12
13
¿Sabíasque…?
Los aymara tenían un gran co-
nocimiento del clima y del suelo.
Por eso, fueron grandes agricul-
tores. Practicaron métodos que
les permitieron llevar sus culti-
vos de maíz, quinua y papa a más
de 4000 metros de altura.
La costumbre quechua de mas-
ticar hojas de coca estaba muy
difundida entre los pueblos del
noroeste y hoy en día se man-
tiene este hábito. Para poder co-
quear, se hace un bollo con las
hojas, al que llaman “acullico”.
Se la utilizaba y aún se la utili-
za para aliviar el cansancio y el
hambre. También, como medici-
na y en los ritos en los que se rea-
lizan ofrendas.
Los quechuas y los aymaras llegaron desde lo que hoy es
Bolivia, al norte de la Argentina, y se integraron a otros
grupos (diaguitas, omaguacas, atacamas) que hacía tiem-
po ocupaban la puna, los valles y las quebradas norteñas.
Gente de las alturas, hermanos del cóndor y los cardones,
pueblos silenciosos, caminadores, trabajadores. Herede-
ros de la forma tradicional de vida en los Andes. Cultores
de la Pachamama,1 Madre Tierra, que los cobija, los ali-
menta y los protege, pero también los castiga si abusan de
su generosidad.
Pueblos de las alturas respetuosos de la naturaleza,
agricultores, especialmente del maíz y la quinua; criado-
res de llamas, alpacas, guanacos, buenos pastores. Custo-
dios de los cultos ancestrales que introdujeron los incas, el
Dios Sol, Inti, la Pachamama, pero también de otras dei-
dades menores protectoras de todo lo que la tierra ofrece.
Coloridos, musicales, carnavaleros, copleros. Supieron
pintar los valles y las quebradas con sus vestimentas, sus
cajas, sus quenas, erkes3 y charangos. Relataron historias
fundacionales en rondas amanecidas y volvieron a contar-
las una y otra vez hasta hacerlas paisaje.
Losquechuas
ylosaymaras
1.
Pacha en quechua significa
universo, mundo, tiempo,
lugar, y Mama, madre. La
Pachamama es una deidad
andina que se relaciona con
la tierra, la fertilidad, la
madre y lo femenino.
2.
Instrumento de viento de
gran tamaño propio del
altiplano.
14 Región Centro-Norte
15
Los quechuas y los aymaras
D
icen que, en tiempos de los antiguos, la gente
aymara conversaba con las estrellas.
La tierra comenzaba a dar frutos, pero algo
extraño pasaba que nadie podía explicar. Por
las noches, alguien arrancaba de la tierra las matas de
papas. Podía ser un animal o tal vez algún ladrón. Nadie
se explicaba qué estaba pasando. En aquel lugar había un
joven encargado de cuidar las chacras que, preocupado
por la situación, decidió quedarse sin dormir una noche
para sorprender a quien estaba terminando con todas
las plantaciones. En medio de la noche, el joven vio una
luz brillante en el sembradío. Tan brillante era la luz que
lo enceguecía. También escuchó risas y voces dulces de
mujeres que hablaban en una lengua que no comprendía.
En cuanto pudo acercarse un poco más, vio a tres hermosas
jóvenes campesinas que hablaban mientras arrancaban de
la tierra las matas de papa.
Entonces el joven hizo sonar una campana que llevaba
en su chuspa3 para alertar a los vecinos en caso de peligro.
Las jóvenes, alarmadas por el sonido fuerte de la campana,
salieron corriendo, pero una tropezó y él la atrapó. Cuando
se miraron, algo sucedió. El corazón del joven quedó
prendido a los ojos oscuros y asustados que lo miraban sin
parpadear.
Advertidos del peligro por el “tan tan” de la campana,
llegaron lugareños con antorchas y palos en sus manos
Origendelaquinua
3.
Bolsa,
morral.
16 Región Centro-Norte
dispuestos a hacer justicia. Dicen que la gente aymara
podía conversar con las estrellas. Así fue que la joven se
convirtió en un ave y salió volando para llegar adonde sus
compañeras, las otras estrellas, la estaban esperando. El
joven se quedó perplejo y no pudo explicar a los demás lo
que había ocurrido. Pero por más que lo intentaba no podía
olvidarse de aquellos hermosos ojos negros que había visto
el día anterior.
No se dio por vencido y, no bien salió el sol, fue en busca
del cóndor para que lo llevara hasta las estrellas que habían
huido de la tierra. Se subió a su lomo; el cóndor extendió
sus alas imponentes y remontó el cielo.
Llegó hasta un campo donde brillaba una planta dorada
para él desconocida. El joven se quedó a vivir allí. Los días
pasaban y la hermosa muchacha estrella lo alimentaba con
quinua4 y con amor. Pero un día, el joven quiso regresar
a la tierra porque extrañaba a sus padres. La muchacha
estrella le dio quinua para que la llevara a su pueblo. Antes
de remontar el cielo para regresar se dieron un abrazo y,
con las manos en alto, la joven lo saludó hasta que cóndor y
muchacho se perdieron en el cielo.
Cerca del sol, él desparramó las semillas de quinua que
cayeron felices a la tierra.
Dicen que desde entonces la quinua es el alimento del
pueblo andino.
4.
La quinua es una
planta. Es conside-
rado un grano sa-
grado por los pueblos
originarios de los
Andes por sus exclu-
sivas propiedades
nutricionales.
17
18 Región Centro-Norte
N
o era extraño que aquella tarde el padre hu-
biera mandado a los niños a buscar leña al campo.
Era cosa de todos los días, conocían bien el lugar,
la leña se acababa rápido y era necesario prender
el fogón para defenderse del frío.
Los ponía contentos correr por el campo, ayudar a su
padre, jugar mientras tanto y, en ocasiones, esconderse
detrás de los árboles. El niño era apenas dos años mayor
que su hermana y, como a muchos niños de su edad, le en-
cantaba asustarla. Levantaban ramitas secas, pedazos de
tronco y todo lo que sirviera para hacer fuego. De tanto en
tanto creían ver un montón de leña a lo lejos y, cuando se
acercaban, eran solo huesos blancos de caballo; entonces
seguían buscando sin darse por vencidos. Y, otra vez, ha-
biendo creído ver un cúmulo de leña descubrían que se tra-
taba de un montoncito de cañas. Así el tiempo iba pasando.
Comenzó a oscurecerse el cielo. No había luna que se
viera. Se hizo de noche y en medio de la oscuridad se die-
ron cuenta de que se habían alejado mucho y no sabían re-
gresar. Estaban perdidos en el campo.
El hermano parecía tener menos miedo y, atento a las
sombras de los árboles que se movían y parecían fantas-
mas, vio a lo lejos el reflejo de una luz blanca. Avanzaron
siguiendo el reflejo de la luz. Era un rancho muy pobre con
una chimenea humeante.
No necesitaron llamar pues no bien se acercaron a la
puerta, salió una vieja.
—¿Qué buscan niños? ¿Qué los trae por acá? —les pre-
guntó con una voz rasposa.
Laviejadiabla
19
Los quechuas y los aymaras
20 Región Centro-Norte
La vieja era muy fea. La cara repleta de arrugas, una gran
nariz ganchuda, pelos desgreñados y una voz gastada que
metía miedo.
—Buscamos un lugar donde quedarnos a pasar la noche,
doñita. Estamos perdidos. Tenemos frío y hambre. Nuestro
padre nos mandó a buscar leña y jugando se hizo la noche y
perdimos la huella —respondió el niño resuelto a conseguir
ayuda.
—Conque perdieron la huella —dijo la vieja frotándose
las manos, y los invitó a pasar. Les ofreció carne y papas
para comer y una cama para descansar. Pero la carne no
era carne, sino sapo y las papas hervidas no eran más que
piedras duras.
Llegó la hora del descanso. La vieja mandó al niño a dor-
mir en un rincón oscuro y frío, mientras que a la niña, que
era rosadita y regordeta, la llevó a dormir con ella.
Al día siguiente, el niño buscó a su hermana por todos
los rincones de ese rancho horrible, pero no la encontró.
—Tu hermana fue a buscar agua al pozo —le dijo la vie-
ja cuando lo vio inquieto, y le dio una calabaza para que él
también fuera por agua.
Así fue que el niño fue al pozo, pero al llegar no encontró
a su hermana, sino a un sapito que croaba sin parar.
—Croc croc croc, estás cargando agua en la cabeza de tu
hermana —dijo—. Eso no es una calabaza, es la calavera de
tu hermana donde llevas el agua.
Sorprendido, el niño prestó atención al sapito, que si-
guió diciéndole:
—No vuelvas a esa casa, la vieja es bruja, diabla. Como
tu hermana era gordita y rosada, la vieja hambrienta se la
comió. No vuelvas, no vuelvas.
El niño salió corriendo asustado, sin poder creer lo que
el sapito le estaba diciendo.
En el camino se encontró con la vieja, que comen-
zó a perseguirlo porque, según parece, se había quedado
con hambre. El niño corría desesperado mientras la vieja
gritaba:
21
Los quechuas y los aymaras
—¡Esperá!, tengo algo muy rico para vos.
El niño no la escuchó y siguió corriendo. Corrió tanto
que encontró el camino de vuelta y llegó a su casa agitado
y lleno de miedo. Le contó a su padre lo que había pasado.
—Vayamos a buscar a tu hermana —dijo el padre.
Caminaron horas enteras por el campo y, cuando el
niño creyó llegar al lugar donde estaba la casa, vio solo
unos molles.5
Ni casa, ni vieja, ni hermanita. En ese lugar no había
nada.
5.
Árbol pequeño
propio de Amé-
rica del Sur.
22
Los comechingones vivían en las sierras de la actual Cór-
doba, en la región central de la Argentina, y ocupaban
lo que hoy es la zona de Calamuchita, San Javier y Los
Molinos.
No se sabe bien cuál es el origen del término come-
chingón. Existen tres versiones que definen esta palabra.
La primera tiene que ver con su forma y dice que la pala-
bra comechingón procede de comi, “serranía” o “sierra”;
chin, “pueblo”; y gon, plural de la palabra pueblo: “pue-
blos de las serranías”.
Otra teoría dice que el término comechingón quiere
decir “los que viven en las cuevas”, nombre que les pusie-
ron los sanavirones, unos vecinos que querían destacar los
sitios en los que vivían los comechingones.
La última versión tiende a afirmar que comechingón
quiere decir “muera-muera” o “matar” y que este habría
sido su grito de guerra y les quedó como nombre por lo
mucho que lo usaban.
Los comechingones eran barbudos y altos, cosa poco
habitual entre los habitantes de los pueblos originarios,
que por lo general son lampiños. Para alimentarse, tra-
bajaban la tierra y criaban llamas; sembraban maíz, po-
roto, zapallo y quinua. Molían los granos en morteros.
Les gustaba comer guanacos, ciervos y liebres, y los fru-
tos de la algarroba6 y el chañar.7 Sus casas eran de piedra
más bien bajas porque la mitad estaba por debajo del ni-
vel del terreno. Por su forma, estas casas-pozo mantenían
el calor durante el invierno y eran frescas en verano. En
el centro de la habitación hacían un fogón para cocinar y
calefaccionar.
Loscomechingones
23
23
7.
Árbol cuyo fruto carnoso y
muy dulce se utiliza para
hacer un tipo de mermelada
comúnmente conocida como
“arrope”.
8.
Especie de árbol muy espi-
noso propio de América del
Sur.
6.
Fruto del algarrobo, alimen-
to energético muy nutritivo.
¿Sabíasque…?
Si bien no tenían muchos ri-
tos religiosos, creían en un dios
comparable con el dios Sol y
practicaban la magia y las dan-
zas rituales de origen amazóni-
co, tal como quedó registrado en
las pinturas rupestres de Cerro
Colorado, en las que se ve repre-
sentado el hechicero haciendo
uso del fruto del cebil8 como
narcótico.
Eran grandes artistas. Trabajaron la cerámica, mol-
dearon la piedra y fueron excelentes pintores. Si van de
viaje al Cerro Colorado en Córdoba, podrán ver la Reserva
Cultural Natural Cerro Colorado, uno de los centros pic-
tóricos rupestres más importantes de la Argentina. En es-
tas pinturas está representada la fauna del lugar: llamas,
cóndores, yaguaretés; formas de agricultura incipiente,
figuras humanas que representan guerreros nativos ar-
mados con arco y flecha y vistosos tocados de plumas que
se extienden desde la cabeza y abarcan toda la espalda.
Verdaderas obras de arte y testimonio del avasallamien-
to sufrido con la llegada de los conquistadores europeos
montados a caballo o a pie, representados en la piedra.
Casi sin lugar a dudas, con la llegada de los conquis-
tadores, tal como les sucedió a casi todas las etnias ame-
ricanas, gran parte de la población murió a causa de las
epidemias contra las cuales carecían de inmunidad (espe-
cialmente la viruela, el sarampión y ciertos tipos de gri-
pe). Esto facilitó en gran medida la conquista española.
24 Región Centro-Norte
C
uentan los que saben contar que los come-
chingones eran valientes. Se defendían de los inva-
sores con arco y flecha, bastones de madera dura y a
veces usaban el fuego para incendiar las posesiones
de sus enemigos. Para ir a la guerra, se ponían collares de
cuero y se pintaban la cara de negro y rojo. Cuentan tam-
bién que se escuchaban desde lejos sus gritos guerreros con
los que se daban ánimo y valor para enfrentar al enemi-
go. Entre los comechingones no existían diferencias entre
hombres y mujeres a la hora de ir a la guerra. Luchaban por
igual unos y otras defendiendo lo que les pertenecía. La lle-
gada de los españoles fue el principio del fin de este pueblo
valeroso. Cuenta una leyenda mil veces contada que Ara-
bela era una niña comechingón que podía ver más allá de lo
que ven los hombres y las mujeres comunes. Con su poder,
cuando llegó a ser una muchacha, ayudó a su pueblo para
defender a los hermanos de su tribu. Todos la querían mu-
cho y la respetaban. Ella era quien indicaba cuándo y por
dónde debían sorprender al enemigo, cuándo debían ata-
car o permanecer ocultos. Arabela era hermosa y valien-
te. Toda una guerrera. Mientras las luchas se daban entre
pueblos vecinos, reinaba cierto equilibrio en la región. Pero
cuando desde lejos llegaron los españoles, el cielo se oscu-
reció. Ya no hubo tiempo para criar guanacos ni cultivar la
tierra. La sangre comechingón corrió por ríos y montañas
y los pocos que sobrevivieron terminaron contagiándose
Eláguila
25
Los comechingones
enfermedades que hasta entonces no conocían. Arabela
luchó junto con su pueblo más allá de lo que un humano
puede resistir. Murió luchando por los suyos, pero su alma
está protegida por el vuelo triunfal del águila, que para los
comechingones es símbolo de libertad y hermandad entre
los pueblos. Por eso desde entonces, cuando un águila vue-
la alto en el cielo, el espíritu valiente y audaz de Arabela
vuelve a estar entre los habitantes del lugar.
26
Losdiaguitas
Fueron los incas los que los llamaron diaguitas, que en el
idioma del antiguo imperio significaba “serranos”. Los
diaguitas vivieron en montañas, valles y quebradas de las
actuales provincias argentinas de Salta, La Rioja, este de
Catamarca, oeste de Tucumán y norte de San Juan.
Vivieron en poblados que, en algunos casos, llegaron
a tener tres mil habitantes. Sus jefes o caciques eran los
encargados de organizar y proteger al pueblo. Constru-
yeron sus casas en las montañas; en la parte más alta de
los cerros, levantaban como defensa los pucarás, estruc-
turas de piedra desde las que miraban si se acercaban los
enemigos.
Eran hábiles agricultores y desarrollaron técnicas
muy avanzadas para cultivar. Las tierras donde culti-
vaban se llamaban canchones. Cuando los terrenos de
labranza tenían mucha pendiente, los transformaban en
andenes, una especie de escalera con canales para que
pase el agua. Ahí cultivaban maíz, porotos, ajíes, habas
y zapallos.
Para obtener carne, cazaban guanacos y dejaban las
llamas para aprovechar su lana y como animal de carga.
El algarrobo para los diaguitas era casi sagrado. De él
obtenían madera, leña, tinta para colorear telas, harina,
aloja9 y patay.10 Tan importante era que, por tener un al-
garrobal, los pueblos llegaban a la guerra. El cacique era
el encargado de poner fin a la discusión por las buenas o
por las malas. Si no se podía evitar la pelea, enviaba una
flecha al cacique de otro pueblo para que lo ayudara; si la
aceptaba, se convertía en aliado; si la rechazaba, se decla-
raba neutral. Entre los diaguitas, el cacique tenía mucho
27
¿Sabíasque…?
El idioma de los diaguitas sigue
presente en los nombres de pue-
blos, sierras, ríos y quebradas del
Noroeste argentino. Usamos el
cacán cuando mencionamos las
sierras del Aconquija en Tucu-
mán o las de Famatina en La Rio-
ja. También, cuando hablamos
de Guandacol o Nonogasta en La
Rioja, o de Payogasta o Lucacatao
en Salta.
10.
Pasta seca rica en proteí-
nas hecha con el fruto del
algarrobo.
9.
Bebida refrescante elabora-
da con algarroba, agua, miel
y especias.
trabajo, pero también algunos privilegios. Podía tener mu-
chas esposas, su casa era más grande, usaba ropa más fina
y más adornos. Pero no todo era un lecho de rosas; si per-
día el apoyo de sus hombres, la salida más honorable y la
más frecuente era el suicidio.
28 Región Centro-Norte
29
Los diaguitas
C
uidado con el Llastay!, se escuchaba seguido
decir a los cazadores de guanacos. Es bromista y
divertido, pero cuando algo no le gusta, hace que
se enoje el cerro y la desgracia es segura.
Esa mañana, Francisco había salido al cerro a cazar
guanacos. Creyó que era su día de suerte porque apenas
puso la mirada en lo alto vio una tropa grande de guanacos
que pastaban tranquilos. Separado, un poco más alejado de
los guanacos, estaba el relincho.11
Pensó en esconderse detrás de unas piedras, cerca del
abra12 y esperar que pasara la tropa. Entonces, seguro
que cazaría muchos guanacos. Tiró el primer tiro. Dio en
el blanco. El pobre animal quedó malherido. Presintiendo
el peligro, el relincho pegó el alarido que alertó a los
demás guanacos, que salieron disparando. El cazador,
envalentonado, tiró otro tiro, y otro y otro más. Cuentan
que esa vez cayeron muertos tres guanacos, pero al instante
el relincho apuntó en dirección a Francisco, que seguía
escondido detrás de las peñas. Cuando el cazador lo vio
avanzar hacia él, le tiró un tiro que solo lo hizo renguear un
poco. Parecía inmortal ese enorme guanaco que agarró por
la quebrada y se perdió de vista.
Francisco tenía un perrito guanaquero,13 que salió
corriendo olfateando las huellas del relincho. Corrió entre
las piedras y las plantas espinosas detrás de él. Quería saber
de dónde había salido ese enorme guanaco. Ya entrada la
ElLlastay
11.
Guanaco que go-
bierna la tropa y
anuncia el peligro
con su relincho.
12.
Paso entre
montañas.
13.
Cazador de
guanacos.
30 Región Centro-Norte
tarde, llegó a un recoveco muy cerrado de las sierras donde
había una casa grande hecha de piedra con una puerta
tapada de plantas. El perrito entró en la casa y desapareció.
En vano fue que Francisco lo llamara, parecía que se lo
había tragado la tierra. Entonces, sin pensarlo dos veces,
entró en la casa y se encontró con una galería ancha y
larga con muchas columnas y, en ellas, atados perros de
distintos colores y tamaños. Ahí estaba su perro ladrando
y forcejeando para soltarse. Y ahí nomás apareció un viejo
bajito de barba larga, con ojotas y vestido con ropa toda
hecha con lana de guanaco. El joven cazador se sorprendió
al verlo:
—No te asustes, no te haré daño. Soy el Llastay, hijo de
la Pachamama —le dijo el viejo—. Ella me manda a cuidar
las tropas de guanacos y vicuñas. Persigo a los cazadores
avarientos. A esos que cazan más de lo que precisan los
castigo duramente.
Como había sido la primera vez, el Llastay perdonó a
Francisco y lo dejó desatar a su perro. Le advirtió que si
volvía a cazar más de lo que necesitaba, lo pagaría muy
caro. El viejito se dio vuelta y desapareció, pero Francisco
alcanzó a ver que rengueaba de una pierna y se quedó
pensando en el relincho que había herido en la quebrada.
—Seguro que ese era el Llastay —se dijo.
Desde entonces, Francisco solo cazó guanacos por
necesidad y, por las dudas, les contó esta historia a todos
sus amigos que andaban cazando en los cerros.
31
Los diaguitas
Textos Graciela Piombo
Ilustraciones Matías Trillo
Qom. 
El rayo y el hombre
La llegada de las mujeres
Wichis. El robo del fuego
Región Gran Chaco
34
Losqom
Habitantes del chaco argentino –actuales provincias de
Formosa, Chaco, este de Salta, nordeste de Santiago del
Estero y norte de Santa Fe–, región húmeda y calurosa
donde la temperatura puede superar los 40ºC. Territorio
de suelo plano con ríos que dan muchas vueltas y forman
lagunas y pantanos. Hábitat de tapires, osos hormigueros,
ciervos, armadillos y yaguaretés.
Los qom, conocedores de los montes como nadie, ca-
zadores, pescadores, recolectores de frutos y de miel.
Diestros en el manejo del arco y de la flecha, expertos en
la pesca con red.
Los qom, más conocidos como tobas, fueron apoda-
dos así por los guaraníes porque tenían la costumbre de
raparse la cabeza. En guaraní, tová significa frente, mote
despectivo que utilizaron sus vecinos para llamarlos fren-
tones. Aunque toba es el nombre más popular, se sabe que
ellos prefieren ser llamados qom, que en su lengua signifi-
ca “gente”.
Siempre fueron nómades. El ambiente los ayudaba a
trasladarse de un lugar a otro. Lo hacían buscando re-
cursos, recorrían el monte para cazar, pescar o recolectar
frutos, pero también para adquirir determinados bienes
por medio del intercambio con otros pueblos. Después de
la llegada de los españoles, adoptaron el caballo y se hicie-
ron grandes jinetes.
Los qom creían que lo que la naturaleza ofrecía era de
todos y que nadie tenía el derecho de apropiárselo, por eso
desde muy pequeños aprendían a compartir. Muchos de los
relatos que se contaban unos a otros hablan de este princi-
pio de reciprocidad, que era muy importante para ellos.
35
¿Sabíasque…?
La salud de la comunidad qom
depende en gran parte de la asis-
tencia de sus piogonak, cha-
manes que ejercen de médicos
y psiquiatras desde tiempos in-
memoriales. Con una formación
profundamente religiosa y es-
piritual, su tarea abarca mucho
más que la curación de enfermos;
la enfermedad es una crisis en el
equilibrio espiritual que afecta
al cuerpo y al alma, centro de la
vida humana. El piogonak debe
realizar un complejo análisis para
buscar y encontrar el origen y la
causa, y, a través de estos, la so-
lución y el restablecimiento del
equilibrio mental de la persona
enferma.
Eran profundamente religiosos. Creían en un ser su-
premo, pero también adoraban a la naturaleza. Las invo-
caciones las hacían muy temprano a la mañana, cuando
aparecían las primeras luces de las estrellas para guiar el
amanecer de un nuevo día, con canciones tradicionales
acompañadas con el ritmo de las sonajas de calabaza. Al
finalizar, se bañaban con agua y echaban el sobrante hacia
donde nace el sol; luego encendían el fuego y se prepara-
ban para comenzar el día.
El cosmos para ellos se dividía en tres planos. El supe-
rior, el cielo, era el lugar donde vivían las nubes, los vien-
tos y las tormentas. Para los qom, este plano estaba regido
por Kasongongá, creador de los rayos, que bajaba el fuego
a la tierra. El otro plano era el intermedio: el de la tierra.
Zona de montañas, ríos, arroyos y lagunas. Plano de todo
lo que da la naturaleza, incluido el hombre. El tercer pla-
no era el del inframundo regido por Pegim Aloah, casado
con Salamanca, señora de las aguas. Los muertos eran los
principales pobladores de este plano. Para vivir allí, ha-
bía que conocer las reglas que, por cierto, eran bastante
estrictas.
36 Región Gran Chaco
K
asongongá14 es la deidad qom que tiene el
poder del rayo. Vive en el cielo. Creen que man-
da a formar las nubes, pide a la serpiente arco iris
que traiga los vientos a la tierra, castiga con gra-
nizo y, de tanto en tanto, se presenta ante los hombres to-
mando forma de viejita o de oso hormiguero.
Kasongongá es para los qom el rayo que cae a la tierra
con la fuerza destructora de la naturaleza. Pero también es
una deidad benefactora que, cuando se cruza con un indio,
si este es obediente y cumplidor, le asegura buena pesca y
abundancia para el resto de su vida.
Dicen que una vez un qom estaba cazando en el monte
para llevar comida a su gente. La tarde estaba tranquila, ilu-
minada por los rayos del sol que se colaban entre los árboles.
El qom avanzaba por el monte cuando de pronto escuchó
un gemido suave, largo, lastimoso. Se metió monte adentro
para ver de qué se trataba siguiendo ese sonido que cada vez
se hacía más fuerte cuando se encontró con un potai.15
Inmediatamente, al estar frente a frente, le contó quién
era y cómo había quedado atrapado en el tronco de aquel
árbol. Le pidió ayuda, necesitaba liberarse y volver al cielo
y solo un hombre que prendiera una fogata en su nombre
podría ayudarlo.
Al principio, al cazador le costó creerlo. Pero cuando lo
pensó un poquito mejor, recordó que la noche anterior se
había desatado una terrible tormenta y que era posible que
Elrayoyelhombre
14.
Deidad también
llamada Qasogo-
ná, Qasoxanaxa,
Kasoronra, Kasó-
gongá, Kasong’rá o
Kasogonagat.
15.
Oso hor-
miguero.
37
Los qom
38 Región Gran Chaco
39
Los qom
un rayo hubiera caído con toda su fuerza hasta que-
dar atrapado en el tronco de un árbol.
Kasongongá le dijo que solo tenía que encender
una gran fogata y que él se encargaría del resto.
El cazador, obediente, juntó todas las ramitas y
hojas secas que pudo y armó una gran fogata. Cuando
las llamas de la hoguera se elevaron en lo alto, Kason-
gongá comenzó a elevarse con el humo y desde lo alto
le habló al cazador de este modo:
—Ahora podés irte a tu casa. Rápido, porque en
poco tiempo se desatará en el monte una gran tor-
menta. Para agradecerte lo que hiciste por mí, te pro-
meto que nunca te faltará alimento y que serás un
experto cazador.
Dicho esto, Kasongongá se confundió con el humo,
se elevó al cielo y desapareció. Tal como lo había anun-
ciado, empezó a llover fuerte en el monte. Los relám-
pagos iluminaban la noche. El Rayo estaba festejando
el regreso a su casa.
40
41
Los qom
P
ara los antiguos qom, en el principio de los
tiempos no había mujeres sobre la tierra. Solo
había animales y hombres que cazaban, pescaban
y recolectaban. Estos hombres no eran totalmente
humanos ya que no habían nacido de una mujer. Para
reproducirse, depositaban su semen en orificios hechos
en calabazas que luego sellaban con cera. Cuando nacían
los pequeños hombrecitos, rompían la calabaza tal como
si fuera un huevo y por todo alimento succionaban la
tierra. Al no tener con qué amamantarse, morían al poco
tiempo de nacer. Los pocos que sobrevivían se esforzaban
para encontrar algo con que alimentarse. No era fácil para
ellos vivir de este modo. Todas las mañanas salían a cazar
y regresaban a la tarde un poco antes de que se pusiera el
sol. Uno de esos días, al volver, descubrieron que alguien
les había robado la comida. Pensaron mucho, pero no
pudieron descubrir al ladrón.
Para que no pasara lo mismo, cuando salieron al día
siguiente, tuvieron la idea de pedirle al loro que vigilara
mientras estaban ausentes. El loro tendría que avisarles
a los cazadores si descubría al ladrón de la comida. Y así
fue que el emplumado, orgulloso por la tarea que le habían
encomendado los hombres, se acomodó en lo alto de un
árbol para ver mejor, dispuesto a descubrir al culpable.
Eran las mujeres, que por entonces vivían en el cielo
y eran mucho más astutas que los hombres, quienes cada
Lallegadadelasmujeres
42 Región Gran Chaco
tarde bajaban por una soga desde el cielo sin ser vistas
por nadie. Ese día, al ver al loro vigilante, antes de robar
la comida se encargaron de que no dijera ni una sola
palabra quemándole la lengua con unas brasas. Una vez
que se aseguraron de que el loro no hablaría, robaron más
alimento y regresaron al cielo.
Cuando los cazadores llegaron, se encontraron nueva­
mente sin comida y con el loro mudo. Se los veía confundidos
y apenados. Entonces habló Ta’anki, el carancho, y les dijo
que él se quedaría para vigilar y descubrir al que estaba
robando comida en el campamento.
Al día siguiente, las mujeres volvieron a bajar sin darse
cuenta de que el carancho, escondido detrás de unas matas,
hacía un buen rato que las estaba mirando. Como siempre,
robaron el alimento, pero cuando quisieron regresar al cielo
no había soga por la que subir. El carancho la había cortado
con una piedra filosa y muchas mujeres comenzaron a caer
del cielo.
Desde entonces, el pueblo qom cree que las mujeres más
bellas quedaron del lado de la soga que comunica con el
cielo y pudieron escapar de la caída, mientras que las más
feas habitan la tierra.
43
Los qom
44
Provienen del Chaco Central y Austral, en el centro de
América del Sur. Los españoles los llamaron “matacos”,
palabra de origen guaraní que significa “animal salvaje”
porque consideraban que eran inconquistables y aguerri-
dos. Ellos prefirieron llamarse wichis, que en su lengua
significa “lo que tiene vida”.
Se organizan en grupos para desplazarse por el terri-
torio; los hombres cazan, pescan, extraen miel y también
realizan todo tipo de changas en ámbitos rurales y urba-
nos. Las actividades de recolección son realizadas por las
mujeres. Las familias también crían ganado menor y ma-
yor en pequeña escala y tienen animales de granja. Com-
plementan la economía doméstica con la confección de
artesanías en madera y fibra de chaguar.16
Los wichis no acumulan ni acaparan. Viven con lo mí-
nimo y utilizan lo que la naturaleza les brinda en cada
época del año.
La palabra wichi, si bien representa a los hombres, tie-
ne un sentido mucho más amplio. Wichi es naturaleza,
medicina, comida, cielo, estrellas, actos, pensamientos,
sentimientos. Ser wichi es estar a favor de la vida.
Para los wichis, en todo hay alma. Los animales, las
plantas, los relámpagos, la lluvia tienen alma. El alma
es doble y si por alguna razón alguien pierde una parte,
creen que sobreviene el sufrimiento.
Para los wichis, hubo un tiempo en el que las cosas no
eran como las vemos ahora, sino exactamente al revés.
La tierra por entonces estaba arriba y el cielo abajo. Di-
cen que era tanta la suciedad que caía de la tierra que el
cielo comenzó a impacientarse y pidió a los dioses que se
Loswichis
16.
Planta
textil.
45
¿Sabíasque…?
Los wichis, grandes observado-
res de la naturaleza de su región,
conocen y aprecian las cualida-
des de hojas, flores y frutos. De
ellos obtienen los remedios para
sus males. Desde antes de la con-
quista usaban el tabaco y sustan-
cias narcóticas.
invirtieran los planos. Así fue que desde entonces el cielo
está arriba y la tierra abajo y entre uno y otro, el territorio
de los vientos y las nubes.
La mujer ocupa un rol central en cuanto a la memoria
grupal de la parentela wichi. Es la encargada de transmitir
las historias fundacionales y velar por la descendencia.
46
Elrobodelfuego
H
ace mucho tiempo, después de que un incendio
quemara toda la tierra, los árboles volvieron a
crecer, todo volvió a ser como era antes menos una
cosa. El sol, al ver el terrible incendio, estaba tan
enojado pensando que alguien había querido ponerse a su
altura que dejó a los hombres sin fuego. No era fácil vivir
así, sobre todo porque ya se habían acostumbrado a tenerlo.
Los hombres no tenían fuego, pero había alguien que
se las había ingeniado para quedarse con una buena fogata
encendida sin que el sol se diera cuenta. El dueño del fuego
ahora era el Yaguareté. Justo el Yaguareté, malo como
pocos, odioso y enemigo de los hombres.
Que él tuviera fuego era lo mismo que nada porque por
más que los hombres le rogaran y rogaran, el Yaguareté no
quería darles ni una brasita. Encima, si le rogaban mucho,
parece que se fastidiaba y sus rugidos estremecían el monte.
Tanto rogaron los hombres y tanto rugió el Yaguareté
que los primeros decidieron mandar una delegación en
representación de todos los animales para que tratara de
convencer al felino.
Todofueenvanoy tanenvanofuequelosanimales,como
no pudieron por las buenas, decidieron robarle el fuego.
El primero en atreverse fue el Oculto,17 el más experto
en cuevas de todo el monte. No bien le pidieron ayuda, ahí
nomás planeó hacer un hoyo largo en la tierra que empezara
donde el Yaguareté no pudiera verlo y terminara justito en
17.
También llama-
do tucu tucu, es
un roedor de hábi-
tos subterráneos
que cava madri-
gueras en el suelo
y vive dentro
de ellas.
47
48 Región Gran Chaco
la fogata. La idea era asomarse despacio, robar una brasa y
volver sin dejar rastro. Parecía un plan perfecto, pero no
dio resultado. El Oculto hizo ruido, el Yaguareté lo escuchó
y lo esperó para darle un zarpazo. El Oculto quedó todo
magullado y con el hocico chato.
Cuando el Oculto llegó malherido y con las manos
vacías adonde estaban los otros animales, grande fue la
decepción de todos. Fue el Conejo, entonces, quien se
ofreció para tan arriesgada prueba. Pensó que de nada
valdría querer acercarse sin que el Yaguareté lo viera
porque, hiciera lo que hiciera, el dueño del fuego era muy
astuto, tenía vista de lince y oído finísimo. Así que decidió
acercarse con algún pretexto. Después de haber pensado
mucho y sabiendo de antemano que el Yaguareté siempre
estaba hambriento, decidió acercarse ofreciéndole algo
rico para comer. Con ayuda de la Garza consiguió unos
pescados y fue a verlo. El Yaguareté enseguida olfateó el
pescado y lo dejó acercarse.
—Dejalo ahí y andate nomás —le dijo. Pero el Conejo
insistió en cocinarlo para que su regalo fuera completo. Se
acercó al fuego, abrió al medio los pescados, los puso sobre
una rama verde y cada tanto los acomodaba para que se
fueran cocinando parejitos. Tanto tardaba que el Yaguareté
49
Los wichis
bostezaba de aburrimiento. Aprovechando su distracción,
el Conejo apoyó sobre las brasas la cola de una mojarrita a la
que se le pegó una brasa pequeña. Rápido el conejo la sacó
del fuego, la puso debajo de su mandíbula y salió corriendo.
Cuando el Yaguareté se dio cuenta del engaño, saltó como
un rayo y se puso a correr detrás del Conejo. Casi lo alcanza
pero, al verse acorralado, el Conejo tiró a los yuyos secos la
brasita, que se convirtió rápidamente en llamarada y creció
y creció y creció hasta incendiar el monte. El Yaguareté,
desesperado, aunque lo intentó, no pudo apagar el fuego.
Los otros animales corrieron con ramas y cada uno se
llevó un poquito de fuego para tener su propia fogata. El
Yaguareté se quedó muy enojado, más intratable que antes.
Y
, a partir de entonces, tuvo las plantas de las patas secas,
medio quemadas por haber tratado de apagar el fuego.
Como recuerdo de esta aventura, el conejo del Chaco tiene
una manchita blanca en la garganta, allí donde se quemó
con la brasa que había robado. Dicen que desde entonces el
fuego se metió dentro de los árboles y por eso se lo puede
encontrar frotando dos ramitas.
Textos Graciela Piombo
Ilustraciones Luis Grane
Guaraníes. 
La Tierra sin Mal
Leyenda del chajá
Mboí-Tuí y el camino secreto
Región Mesopotamia
52
Para conocer mejor a los guaraníes, tenemos que referir-
nos a una leyenda que se contaba hace muchísimo tiempo.
Parece que todo comenzó con la historia de Tupí y Guara-
ní, hermanos mellizos que tuvieron que separarse porque
sus mujeres no paraban de pelear. Cada uno se fue por su
lado y dio origen a un pueblo: los tupíes y los guaraníes.
Los que estudiaron a estos pueblos aseguran que esto fue
así porque hace muchísimo tiempo existieron en la región
amazónica pueblos con costumbres parecidas. De a poco
se fueron separando y finalmente los guaraníes se estable-
cieron en el sur de Brasil, este de Bolivia y Paraguay y nor-
deste de la Argentina que, por supuesto, por entonces no
se llamaban así. Como buena gente de río, eran inquietos y
a veces emigraban siguiendo el curso de las aguas. Así fue
que, siguiendo las aguas del río Uruguay, algunos de ellos
llegaron muy cerquita de Buenos Aires a las islas del Delta
del Paraná.
Cuentan que además de seguir el curso de los ríos, era
la creencia de encontrar la Tierra sin Mal la que los movía
en sus desplazamientos.
La palabra y la religión eran dos fuertes columnas que
sostenían a este pueblo. Con la palabra producían largos
poemas, bellas canciones; ofrendando a sus dioses, crea-
ban mitos, leyendas, relatos ejemplares que les mostraban
una vida mejor. Eso sí, aunque todos sabían hablar, no
cualquiera tenía acceso a las palabras más bellas y profun-
das. Para eso se necesitaba recorrer un largo camino junto
a un maestro al que los guaraníes llamaban chamán.
Cuentan que el chamán recibía las “bellas palabras” en
sueños y con ellas creaba himnos religiosos que cantaba a
En lengua guaraní,
ñe’~e significa “palabra” y
también significa “alma”.
Creen los indios guaraníes
que quienes mienten la
palabra, o la dilapidan, son
traidores del alma.
Eduardo Galeano
Losguaraníes
53
¿Sabíasque…?
Los guaraníes creían en la Tierra
sin Mal, una especie de paraíso
terrenal al que se podía entrar
sin morir. Cada tanto, algún ka-
raí afirmaba haber recibido en
sueños la revelación de dónde se
ubicaba ese ansiado lugar y cómo
llegar hasta él. Con sus discur-
sos elocuentes, arengaba a todos
para que abandonaran aldeas y
cultivos y siguieran el camino
que le había sido indicado. Mu-
chos de estos éxodos eran pe-
nosos y trágicos; los peregrinos
debían avanzar por zonas bosco-
sas y ríos desconocidos, rodear
saltos de agua, improvisar puen-
tes con troncos y lianas, enfren-
tar a grupos enemigos y padecían
enfermedades.
los demás hombres, luego recibía también en sueños sus
propias palabras y con ellas armaba himnos que compartía
con su comunidad. Las palabras circulaban, iban y venían
desde los sueños a los hombres. Los himnos y los relatos
eran siempre distintos. A los que podían crear sus propios
cantos se los consideraba dueños de la palabra.
Buscaban la Tierra sin Mal que, a diferencia de otras re-
ligiones, no era inaccesible a los vivos y a la que, si bien se
reconocía como morada de los más antiguos, se podía lle-
gar sin haber pasado por la muerte. Cuando algún profeta
o karaí, mensajero de los dioses, lo convocaba, ahí iba el
pueblo guaraní, detrás de esas bellas palabras inspiradas
por “los que viven encima de nosotros” (los antepasados)
a buscar la Tierra sin Mal. Ese era el gran objetivo de este
pueblo: lograr el teko mara he’y, es decir, una vida inta-
chable a cuya culminación solo se podría llegar en la Tierra
sin Mal. La danza y el canto rituales eran las formas más
importantes para lograr la purificación necesaria que per-
mitiría llegar a esa tierra soñada.
En sus relatos, los llamados dueños del mundo animal
y vegetal se presentaban como verdaderas fuerzas de la
naturaleza capaces de cambiar el destino de los hombres.
Los animales y las plantas tenían una activa participación
en las historias que contaban los guaraníes. A veces eran
benéficos, otras, amenazantes, pero siempre estaban en-
tre los hombres recordando que la naturaleza mueve el
curso del destino humano.
54 Región Mesopotamia
LaTierrasinMal.
Elparaísoterrenal
delosguaraníes
C
uentan los guaraníes que la Tierra sin Mal
está en este mundo. La llaman Ywy Mara Ey y seña-
lan hacia el este cuando quieren indicar para dónde
hay que ir para encontrarla. También hablan de un
Gran Mar Originario, Pará Guazú Rapytá, que hay que cru-
zar para poder llegar a ella.
Mucho contaron estos pueblos acerca de este paraíso te-
rrenal. Algunos lo describieron como un lugar con vege-
tación exuberante donde cada persona tenía su parcela de
tierra para trabajar y no era necesario preocuparse por la
cosecha porque siempre era buena y abundante. Otros lo
presentaron como un lugar de difícil acceso en el que no
hace ni frío ni calor, donde los frutos están al alcance de
la mano, corren ríos de aguas transparentes, las aves can-
tan bellas canciones y la naturaleza jamás deja de brindar lo
necesario para subsistir.
Para los guaraníes, llegar a la Tierra sin Mal es alcanzar
la vida eterna. No es necesario estar muerto para lograrlo,
incluso algunos dicen que solo los vivos pueden llegar has-
ta allí. No todos están de acuerdo con esta idea porque hay
quienes sostienen que la Tierra sin Mal es el lugar al que van
los hombres cuando mueren y solamente pueden acceder a
ese lugar sin necesidad de morir como héroes después de ha-
ber realizado largos ayunos y ejercicios espirituales. Asegu-
ran que los muertos no viven allí como almas, sino en cuerpo
y alma. El cuerpo nunca enferma ni envejece. No son dioses,
pero es como si lo fueran. Creen que la tierra y sus habitantes
serán castigados por los abusos cometidos y un cataclismo
universal la arrasará. Primero con un Gran Fuego al que se-
guirá la Gran Inundación.
55
Los guaraníes
56
57
A
guará había sido de joven un cacique muy
valiente, respetado y querido por su pueblo. Pero el
tiempo había pasado y se sentía cansado y enfermo.
Era Taca, su hija, quien lo ayudaba en las tareas de
jefe. Desde chiquita, su padre le había enseñado a manejar
el arco y la flecha, a cazar, a tomar decisiones. Taca era una
mujer independiente y decidida, y como si esto fuera poco,
también era hermosa. Trenzas negras larguísimas, piel
cobriza, ojos grandes y brillantes. Las madres de la tribu
acudían a ella cuando sus hijos estaban en peligro, las más
jóvenes le pedían consejos y Taca siempre estaba dispuesta
a escuchar y brindar una palabra que aliviara.
Muchos jóvenes estaban enamorados de la hija del caci-
que y querían casarse con ella. Pero su corazón tenía dueño
y nada ni nadie podía cambiar sus sentimientos. Ella había
dado su palabra y cuando una guaraní daba su palabra, iba
el alma en ese juramento.
Ará-Naró era el novio de Taca. Se había ido a cazar a las
selvas del norte y a su regreso se casarían.
Los días pasaban tranquilos. Nada hacía suponer lo que
estaba por venir.
Una tarde, Petig, Carumbé y Pindó, tres jóvenes de la
tribu, salieron como lo habían hecho tantas otras veces a
buscar miel al bosque. Se separaron para encontrar más
panales. Gritos desgarradores de espanto retumbaron en-
tre los árboles. Petig había sido atacado por un yaguareté
Leyendadelchajá
Los guaraníes
58
hambriento y no había podido defenderse. El animal sal-
vaje lo había destrozado con sus garras. Sus compañeros no
pudieron hacer otra cosa que escapar y contar lo sucedido
cuando llegaron a la tribu.
Asustados, ya no iban al bosque a buscar frutos porque
el yaguareté acechaba. Muchos lo habían visto merodean-
do el lugar.
Fue entonces cuando el consejo de ancianos que se reu-
nía cuando algún problema serio amenazaba a la tribu tomó
una decisión para terminar con semejante amenaza.
Un grupo de jóvenes fuertes y valientes entraría en el bos-
que para matar al yaguareté y poner fin a esta desgracia. Pero
para sorpresa de los ancianos y de toda la tribu, solo Pirá-Ú
se presentó ante el consejo. Ahí se fue al bosque confiado en
su valor y su fuerza creyendo que iba a regresar triunfante
con la piel del yaguareté como ofrenda para su pueblo. Nunca
regresó y la tristeza ganó la partida. Los ancianos decidieron
llamar una vez más y nadie respondió al llamado. El enojo de
Taca fue tan grande ante la cobardía de los jóvenes que deci-
dió ir ella misma a enfrentarse con el feroz animal.
—Me avergüenzo de esta tribu de cobardes —dijo—. Si
Ará-Naró estuviera entre nosotros no dudaría en ir al bos-
que a matar al yaguareté. Yo iré y traeré su piel. Vergüenza les
dará reconocer que una mujer tuvo más valor que un grupo
de miedosos. El anciano cacique no quería saber nada de que
su hija se enfrentara al yaguareté. Trató de disuadirla con mi-
les de argumentos para que se quedara, pero ninguno la con-
venció. La joven se preparó para partir. Justo en el momento
Región Mesopotamia
59
de la despedida, llegó la noticia de que los cazadores que ha-
bían partido hacia las selvas del norte estaban regresando.
Ará-Naró venía con ellos. La alegría de Taca fue inmensa.
Ahora podrían ir juntos al bosque a terminar con esa pesa-
dilla. Partieron cuando la luna envió su luz sobre la tierra. La
esperanza de terminar con el yaguareté los alentaba. Se de-
tuvieron cerca de un ñandubay.18 Supusieron que el animal
estaba cerca y no se equivocaron. Con paso lento pero segu-
ro, el felino avanzó hacia los jóvenes. Ará-Naró lo enfrentó
con valentía. ¡Chajá!, ¡chajá!19 —gritaba Taca animando a su
enamorado—. Sin pensarlo, la valiente Taca también se trabó
en lucha con el animal. Nadie salió triunfante. El yaguare-
té de un zarpazo le desagarró el cuello y lo arrojó a la tierra.
Con él rodó la fiera enfurecida y poderosa. Taca, Ará-Naró
y el yaguareté pagaron con su vida el heroísmo que los llevó
a la lucha. El viejo cacique murió de tristeza. Todos lloraron
su muerte. Prepararon una gran urna de barro y, después de
colocar en ella el cuerpo del cacique, pusieron sus prendas y,
como era costumbre entre los guaraníes, provisiones de co-
mida y bebida. En el momento de enterrarlo, una pareja de
aves se posó sobre la urna. Gritaban “¡chajá!, ¡chajá!”. Eran
Taca y Ará-Naró, quienes, convertidos en aves por Tupá,20
volvían a la tribu de sus hermanos para ser eternos guardia-
nes y alertar a los suyos cada vez que amenazara un peligro.
Por eso, el chajá sigue cumpliendo el designio que le impu-
siera Tupá y, cuando advierte algo extraño, levanta el vuelo y
da el grito de alerta: “¡chajá!, ¡chajá!”.
Todos los personajes de la
leyenda llevan nombres
relacionados con el mundo de la
naturaleza:
Aguará: zorro; Taca: luciérnaga;
Ara-Naró: rayo; Petig: tabaco;
Carumbé: tortuga; Pindó:
palmera; Pira-Ú: pescado negro.
Los guaraníes
18.
Árbol que tiene una ma-
dera rojiza muy dura y
resistente.
19.
Chajá: el nombre de esta
ave proviene del guara-
ní y significa ¡vamos! o
¡escapa! Procede de una
deformación del sonido
del grito de estas aves
cuando se ven sorpren-
didas; de este modo,
avisan a las otras de su
especie en la cercanía
para que huyan del po-
sible predador.
20.
Dios supremo de los
guaraníes.
60
M
boí-Tuí21 era en otro tiempo un hermoso
loro que habitaba en la Tierra sin Mal, una espe-
cie de paraíso terrenal al que se podía entrar sin
morir, donde los cultivos crecían solos, la miel
y la carne eran abundantes y no existían las enfermedades.
Cuentan los guaraníes que la Tierra sin Mal tenía una sola
entrada y que era Rupavé, el primer hombre creado por
Tupá,quien cuidaba celosamente que no entrara ningún
extraño. También dicen que Mboí-Tuí era un loro astuto
y conocía un camino secreto para llegar sin que Rupavé se
diera cuenta.
Un día, con secretas intenciones, unos hombres malva-
dos le hicieron beber miel de lechiguana22 a Mboí-Tuí para
emborracharlo. El loro, embriagado por la dulzura de la
miel, comenzó a hablar hasta por los codos. Contó muchas
cosas que los malvados escucharon con atención, pero lo
peor fue que sin darse cuenta dio a conocer la senda secreta
a la Tierra sin Mal por la cual pudieron colarse.
Cuando Rupavé se dio cuenta de que habían entrado ex-
traños al paraíso guaraní sin su consentimiento y encontró
al loro borracho hablando sin parar, comprendió inmedia-
tamente lo ocurrido.
Mboí-Tuíyel
caminosecreto
Región Mesopotamia
21.
Mboí-Tuí en
lengua guaraní
significa “víbora-
loro”. Se lo consi-
dera el protector
de los animales
acuáticos y los
humedales.
22.
Insecto de la
familia de las
avispas que
produce miel y
es originario de
Brasil.
61
Los guaraníes
62
Enojado, furioso y fuera de sí, maldijo a Mboí-Tuí con
todas sus fuerzas y lo condenó para siempre a perder su fa-
cultad para volar.
Así fue como sus alas atrofiadas se convirtieron en patas
cortas y su cuerpo mutó en serpiente. El parlanchín, ahora
convertido en una serpiente de cabeza emplumada y pico
de loro, habitó desde entonces los humedales protegien-
do a los animales acuáticos y asustando a todo el que se le
cruzara.
Región Mesopotamia
63
Los guaraníes
Mapuches. 
Viaje a la tierra de los muertos
Selk’nam. 
El hain. La pelea del Sol y la Luna
La Luna roja
Textos Graciela Piombo
Ilustraciones Alex Dukal
Región Patagonia
66
24.
Miguel Ángel Palermo,
Lo que cuentan los ma-
puches, Buenos Aires,
Sudamericana, 2011.
23.
Rayen Kvyeh (Flor de Luna)
nació en Chile y se crio en
la cultura mapuche. Fue
detenida por la dictadura
militar; se exilió y se radicó
en Alemania, donde vivió
un proceso de identificación
con la cultura mapuche.
Cambió su nombre (origi-
nalmente se llamaba Rosa
Zurita) y escribió la historia
del pueblo mapuche. En el
año 1989 publicó en Alema-
nia el primer libro de una
trilogía en idioma mapu-
dungun y alemán.
Los españoles los llamaron “araucanos”, pero ellos eli-
gieron llamarse mapuches, que en mapudungun, su len-
gua, significa “gente de la tierra”. Llegaron a la Patagonia
desde Chile, de donde son originarios. Basaron su sub-
sistencia en la caza del guanaco y el ñandú, pero también
recolectaban raíces y semillas en la meseta y mariscos y
mamíferos marinos en la costa.
“Mapu llama este pueblo a su tierra, que se estira a los
dos lados de la cordillera de los Andes, en la Argentina
y en Chile, entre bosques espesos, lagos verdes y azules,
montañas nevadas, volcanes y llanuras interminables”.24
Mapuches, gente de la tierra, gente aguerrida que de-
fendió con uñas y dientes su territorio haciendo frente a
incas, españoles y criollos. Bravos guerreros, pero tam-
bién artesanos del lenguaje y la poesía que supieron can-
tarle a la luna, a las estrellas, a los pájaros en sus bellas
romanceadas.
Gente respetuosa que pedía permiso a los espíritus
creadores de los vegetales y animales antes de servirse de
ellos y se sabía responsable de conservar el equilibrio del
planeta. Seres que concebían al mundo poblado de espí-
ritus y dioses y tenían como creador de todo lo viviente a
Ngnechen, que habitaba las alturas y tenía la facultad de
conceder la vida y la muerte.
Losmapuches
El viento transmite el sonido de
las hojas trepando la roca.
Es la voz de un indómito pueblo
por miles de estrellas protegida.
Rayen Kvyeh23
67
¿Sabíasque…?
Los mapuches, además de sus
cantos ceremoniales, también
cantaban para divertirse. Estos
cantos se llamaban ülkantún,
que en mapudungun significa
“cantar sobre algo”. Los ülkan-
tún son textos poéticos cantados
a capella en mapudungun, por
hombres o mujeres, sobre distin-
tos temas como el amor, la amis-
tad, entre otros. Son canciones
sociales y de diversión.
Pueblo recolector y cazador, nómade y gran conocedor
de zonas inhóspitas.
Gente de la tierra que, sometida, desarraigada y obli-
gada a vivir en reservas y ciudades pobres, no se dio por
vencida y entendió que el lenguaje y la literatura eran una
manera de preservar la identidad.
68 Región Patagonia
Viajealatierra
delosmuertos
S
e conocieron siendo niños. Jugaron juntos,
es­
cucharon relatos de sus mayores, aprendieron
los secretos de la comunidad. Juntos fueron cre-
ciendo; hasta que un buen día se dieron cuenta de
que estaban enamorados. Con el consentimiento de los más
antiguos, se casaron y durante un tiempo fueron felices.
Una noche, la joven soñó que se le clavaban espinas en
el cuerpo. Se despertó sobresaltada con la sensación de que
algo malo iba a ocurrir. Esas espinas le habían traído un mal
presagio.
Cuando se acercó a su esposo para contarle lo que había
soñado, lo encontró ardiendo de fiebre. Fue tanta la fiebre
que al cabo de unos días murió.
La joven viuda no tenía consuelo. No comía, no dormía,
lloraba sin parar. Ahogada en lágrimas, lo único en lo que
pensaba era en morir para reunirse con el que amaba. Una
noche se quedó dormida llamando a su esposo con el pen-
samiento y, en sueños, lo vio llegar. Al verla tan desespe-
rada, el joven muerto prometió que a la noche siguiente la
iría a buscar. Le pidió a la joven que se preparara con ropa
abrigada y le advirtió que el viaje sería largo y difícil. A la
noche siguiente, se quedó dormida esperándolo. Cuando
despertó, lo vio parado a su lado. El joven le dio seis panes y
le pidió que comiera uno antes de subir al caballo. La joven
obedeció y él le aconsejó que no hablara. La marcha debía
ser en silencio. Al poco tiempo de andar, llegaron a la orilla
69
69
Los mapuches
70 Región Patagonia
de un mar. Él amarró el caballo y le señaló una canoa que
esperaba cerca de las piedras. Le pidió que antes de embar-
car comiera otro pan. La joven lo hizo. A la mitad del viaje
le dio otro pan para comer y la joven se quedó dormida.
Cuando despertó, ya habían llegado a la otra orilla. Por
todas partes se veían fuegos y gente, mucha gente bebien-
do y calentándose en fogatas pequeñas que resplandecían
por todas partes.
Bajaron de la canoa y caminaron entre la gente. Ella re-
conoció a sus antepasados. Todos sus parientes muertos
tiempo atrás se acercaron a saludarla con emoción ver-
dadera. Bebían, cantaban, lloraban de alegría al verla allí.
Había sido una noche intensa. Recostada sobre el hombro
de su esposo, se durmió. Cuando despertó, brillaba el sol y
estaba completamente sola. En lugar de la gente había unos
carboncitos humeantes que, al mirarlos, la enceguecían. Se
puso a llorar al verse desamparada en medio de esa tierra
desolada. Una vez más se quedó dormida y al despertar,
otra vez se había hecho de noche.
Entre las sombras, apareció su marido. Cuando le pre-
guntó por qué se había ido, el joven le explicó que todos
71
Los mapuches
esos carbones que había visto eran los muertos que, al no
soportar la luz del día, tomaban esa forma esperando el re-
greso de la oscuridad. Le aconsejó que volviera a su tierra.
Antes de embarcarse, le dijo que tenía que comer otro pan.
Embarcaron. La mujer se quedó dormida. Después desper-
tó. Habían llegado al otro lado del mar, desembarcaron.
El esposo le pidió que se sentara a esperar el amanecer y
la joven así lo hizo. Esperando la llegada de la luz del día, la
mujer se durmió por última vez. Al despertar se encontró
en el cementerio, sentada sobre la sepultura de su esposo.
Espantada, se puso a gritar. Gritó tan fuerte que sus pa-
rientes la escucharon y corrieron en su auxilio. La llevaron
hasta la casa, la abrigaron, le dieron algo fuerte para tomar.
Más tranquila, pudo contar todo lo que le había pasado.
Dicen los que la conocieron que a los seis días murió.
72
Ocuparon casi toda la isla de Tierra del Fuego, a excepción
de la península Mitre en el sudeste, territorio de los haush,
y el extremo sur, hábitat de los yámana. No se sabe exac-
tamente cuándo y cómo llegaron, pero al parecer lo hi-
cieron en guanacos cuando la isla todavía estaba unida al
continente.
Eran inquietos, cada tanto se trasladaban buscando lu-
gares que les ofrecieran mayor cantidad y variedad de ali-
mentos. Tanto ir de un lado a otro los obligó a construir
viviendas sencillas. Algunas de forma cónica hechas con
ramas y cubiertas con pieles cosidas y otras construidas con
palos trabajados y un cobertor de pieles de guanaco o lobo
marino que, una vez instaladas, formaban tres cuartos de
un círculo. En ocasiones cuando se trasladaban lo hacían
con sus casas, que podían ser desmontadas con facilidad.
Los guanacos eran su principal fuente de alimentación
y también, aunque en menor proporción, comían patos,
cisnes, y recolectaban raíces y frutos.
A pesar de estar rodeados de océanos, los selk’nam no
eran navegantes ni tenían forma alguna de embarcación;
tampoco se relacionaban demasiado con sus vecinos. Si
bien en sociedad eran todos iguales, algunos gozaban de
ciertos privilegios.
Los chamanes eran los que se podían comunicar con
el cielo, que era una importante fuente de poder. Eran
respetados porque la gente común creía que ellos podían
ocasionar la muerte o provocar enfermedades mortales si
se sentían ofendidos.
Los sabios eran los conocedores de todos los relatos,
los depositarios de las tradiciones mitológicas. No tenían
Losselk’nam
73
¿Sabíasque…?
Wisn’, el perro, era el único ani-
mal doméstico que tenían los
selk’nam y era su principal ayu-
dante en la cacería del guanaco,
al que sabía encerrar para saltarle
a la garganta y degollarlo de una
dentellada.
poderes sobrenaturales, pero como se encargaban de
transmitir los mitos, esta profesión de contadores de his-
torias les daba un lugar importante dentro de la sociedad.
Los guerreros también eran muy respetados cuando
llegaban a edad madura por su valentía y coraje para de-
fender a la comunidad de pueblos invasores.
Cada familia vivía en un territorio bien delimitado lla-
mado harúwen. Para los selk’nam, cada harúwen respon-
día a un cielo; por lo tanto, cada ser pertenecía al cielo que
le correspondía a su harúwen. Estaba prohibido casarse
con una persona del mismo cielo y si, por alguna razón, se
tenían que mudar, inmediatamente pasaban a pertenecer
a un nuevo cielo.
Se vestían con cueros y pieles de animales. Les gustaba
adornarse con collares, brazaletes y pulseras hechos con
huesos de aves, conchillas y trenzas de tendón de guana-
co. Los hombres llevaban un adorno triangular de cue-
ro sobre la frente, atado alrededor de la cabeza (kóchil).
Hombres, mujeres y niños se pintaban las caras y cuer-
pos con colores rojo, negro, blanco y amarillo con dibujos
sencillos.
74
75
Los selk’nam
L
os selk’nam, hombres de a pie. Antiguos mora-
dores de la Isla de la Tierra del Fuego. Adoradores
de Krah y Kren, el Sol y la Luna. De generación en
generación y durante siglos cumplieron un ritual,
el hain, que cuenta la eterna lucha entre el Sol y la Luna.
Los selk’nam, pueblo violentamente exterminado, alguna
vez contaron así:
En el principio de los tiempos, las mujeres selk’nam
eran las que mandaban. Varios meses al año se reunían en
la Gran Choza, un lugar sagrado al que solo ellas podían en-
trar para realizar sus ceremonias.
Cuenta el mito que las mujeres necesitaban comida para
calmar el enojo de Jalpen, la diosa de las profundidades,
que si no era alimentada amenazaba con terminar con la
vida de todas ellas. Krah, la Luna, lideraba este grupo de
mujeres.
Los hombres de la tribu estaban asustados por la amena-
za de Jalpen y tenían miedo de perder a sus mujeres. Enton-
ces trabajaban más de lo posible para contentar a la diosa,
que con sus rugidos subterráneos estremecía la tierra.
El propósito de las mujeres era asustar a los hombres
para tener más poder sobre ellos. Cuando se reunían en la
Gran Choza se burlaban, comían la carne destinada a Jalpen
y disfrutaban del engaño.
Una tarde, mientras Kren, el Sol, estaba cazando, se
acercó a la Gran Choza y escuchó las risas de las mujeres;
Elhain.
LapeleadelSolylaLuna
76 Región Patagonia
un poco más cerca, se esforzó por comprender lo que las
mujeres decían y descubrió el gran secreto.
Presuroso, corrió a contarles a los hombres lo que había
escuchado. Montados en furia, los hombres se rebelaron y
mataron a todas las mujeres de la tribu. Solo se salvaron las
niñas pequeñas. El Sol también mató a la hija que había te-
nido con la Luna. Las mujeres habían sido derrotadas y de
este modo los hombres heredaron la ceremonia del hain.
77
78
78
L
aLunaeraunpodermalignoparalosselk’nam.
Veían en el ciclo lunar la repetición del enojo de la
Luna por la humillación sufrida aquella vez que el
Sol descubrió el gran secreto de las mujeres y se lo
contó a los hombres.
Les daba miedo verla llena y roja. Creían que así se po-
nía cuando estaba furiosa y que podía “agarrarlos” si la
miraban.
Decían que cuando la Luna ya no podía más de ira re-
cordando aquella vez en que el Sol la humilló, entraba en
eclipse. Se ponía grande y roja y ese rojo anunciaba muer-
te, desgracias y sangre de venganza. La Luna anunciaba en
cada eclipse que muchos hombres morirían en combate.
Por esa razón, entre los selk’nam cada vez que había un
eclipse, los hombres apagaban todos los fuegos de los cam-
pamentos y se reunían en torno al chamán.
El viejo brujo se ponía un sombrero de plumas de agui-
lucho y convocaba a las mujeres que, moviendo sus brazos,
cantaban y bailaban en círculo pidiéndole a la Luna que se
apiadara de la tribu.
El brujo, imitando los graznidos del aguilucho, se trans-
portaba a la Luna y allí recibía el mensaje de Krah. Todos
esperaban las palabras del anciano porque de ellas depen-
día la suerte del grupo. El mensaje podía ser favorable o
sentenciar la desgracia de la tribu.
Se creía que cuando la respuesta de la Luna no era favo-
rable, el brujo moría a los pocos meses.
LaLunaroja
79
80
GracielaPiombo
Nació en Lanús, provincia de Buenos Aires. Es licenciada en Letras
y astróloga. En 1991 ingresó al Instituto Vocacional de Arte Manuel
José de Labardén, de la Municipalidad de Buenos Aires. De 2000
a 2006 integró el Equipo de Educación de la Fundación Arte Viva
de Argentina. En noviembre de 2005 presentó los resultados de la
implementación del Programa de Pensamiento Visual en Argentina
en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Se desempeña tam-
bién como titular de la cátedra de Literatura Inglesa y Norteame-
ricana en la Universidad del Salvador. Desde 2014 integra el equipo
del Programa de Fortalecimiento de la Enseñanza de la Lengua en
la Educación Secundaria del Ministerio de Educación de la Nación.
MarianoEpelbaum
(Buenos Aires, 1975). Es diseñador de personajes, ilustrador y ani-
mador 2D tradicional. Trabaja profesionalmente desde 1996 en di-
versas disciplinas y actualmente está incursionando en la dirección
de arte. Fue director de arte y diseñador de personajes de Metegol,
coproducción argentino-española dirigida por Juan José Campa-
nella. Diseñó personajes para el programa Playground del canal
Disney Junior y trabajó en diversas publicidades. En el campo edi-
torial ilustró para editoriales de la Argentina, España, Puerto Rico,
México, Brasil, Inglaterra y Estados Unidos. En 2014 diseñó perso-
najes para la muestra y paseo de seres míticos en Tecnópolis.
AlexDukal
(Puerto Madryn, 1972). Ilustrador nacido y criado en la Patagonia
argentina. Mientras estudiaba en la Escuela Nacional de Bellas Ar-
tes Manuel Belgrano, en Buenos Aires, comenzó a publicar histo-
rietas e ilustraciones en la mítica revista Fierro. Se dedicó varios
años a la pintura y a la enseñanza, actividad que actualmente
Autores
81
ejerce ofreciendo seminarios de ilustración digital. En 2000 expu-
so en el Reino Unido y paralelamente empezó a dedicarse de lleno
a la ilustración. Desde entonces ha trabajado para editoriales de
todo el mundo ilustrando con pasión diferentes tipos de proyec-
tos, mayormente libros infantiles.
LuisGrane
(Buenos Aires, 1967). Después de estudiar tres años de Medicina
en la Universidad de Buenos Aires, decidió dedicarse por comple-
to a su pasión: el dibujo. Luego de un breve paso por la carrera
de Diseño Gráfico, viajó a Europa. Trabajó tres años en Londres
en animación para publicidad y luego en México como director
de arte en publicidad y en estudios de animación. Su estilo está
fuertemente influido por las culturas mesoamericanas. En 1996 se
mudó a Los Ángeles donde trabajó seis años como animador para
DreamWorks en películas como Ratatouille, SpiderMan 2, Matrix
y Hotel Transylvania. Fue diseñador y animador para Sony, Pixar,
Laika, Disney y Warner, entre otros estudios. En 2014 publicó en
Estados Unidos su libro Sad Stories.
MatíasTrillo
(Buenos Aires, 1972). Estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes
Prilidiano Pueyrredón (IUNA), donde se recibió de profesor nacional
de Artes Plásticas con Especialidad en Pintura. Hizo las ilustracio-
nes de los libros Filotea, de Ema Wolf, Uno de elefantes, de Jor-
ge Accame y Sucedió en colores, de Liliana Bodoc, entre muchos
otros. También participó de los Cuadernos y Debates del Bicente-
nario y realizó colaboraciones para la revista Fierro. Hizo trabajos
de video y animación para Pakapaka, Nickelodeon y Cartoon Net-
work. Obtuvo distinciones de ALIJA y fue elegido para la Campaña
Historietas por la Identidad de Abuelas de Plaza de Mayo.
83
BATTINI, Berta E. Vidal de, Cuentos y leyendas populares de
la Argentina. Tomo VIII, Buenos Aires, Ediciones
Culturales Argentinas, Secretaría de Cultura, Ministerio
de Educación y Justicia, 1984.
BLACHE, Martha, Estructura del miedo. Narrativas folklóricas
guaraníticas, Buenos Aires, Plus
Ultra, 1982.
CHAMBI, Edgar Quispe, Aaymara. Leyenda Cuentos Mitos
Poemas, Puno, Instituto del Bien Común. Diseño
educativo para culturas de tradición oral Academia
Peruana de la Lengua Aymara, 2004.
CHAPMAN, Anne, El fin de un mundo. Los selk’nam de Tierra del
Fuego, Buenos Aires, Vázquez Mazzini, 1989.
COLMAN, Narciso R. (Rosicrán), Ñande Ypy Kuéra (“Nuestros
antepasados”), 1929.
COLOMBRES, Adolfo, Los guaraníes, Buenos Aires, Colihue,
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Colihue, 2012.
CORDEU, Eduardo, “Aproximación al horizonte mítico
de los tobas”, en Runa, Vol. XII, Partes 1 y 2, Buenos
Aires, 1969-1970.
DÁVALOS, Felipe y otros (Texto / Ilustraciones), Hijos de la
primavera: vida y palabras de los indios de América,
México, FCE, 1994. Coordinador: Federico Navarrete
Linares. Adaptación: Katyna Henríquez.
EQUIPO NAyA, Diccionario de mitos y leyendas:
http://www.cuco.com.ar/
Bibliografía
84 Bibliografía
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mito grecolatino de Orfeo y Eurídice”,
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del Sol, 2011.
SÁNCHEZ, Orlando, Rasgos culturales de los tobas, autor
y recopilador toba, Roque Sáenz Peña, Chaco,
revisión y edición del texto: Samuel Almada. Buenos
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Universitario ISEDET, 2006.
SUGOBONO, Nahuel, Leyendas, mitos, cuentos y otros relatos
tobas, Buenos Aires, Longseller, 2006.
VELÁZQUEZ SÁNCHEZ, Carlos, “La yacumama”, en Cuentos e
historias de la selva: http://cuentoshistoriasdelaselva.
blogspot.com.ar/2013/09/la-yacumama.html
WILLKA, Wanka, Fábulas andinas, Jujuy, IQJ, 1997.
YAMPEY, Girala, Mitos y leyendas guaraníes, Asunción, Editorial
Manuel Ortiz.
• 90 minutos. Relatos de fútbol
• Todo queda en familia. Textos de humor
• Cosas imposibles. Cuentos fantásticos y de terror
• Bajo sospecha. Relatos policiales
• Palabra de mujer. Crónicas sobre mujeres argentinas
• Amores argentinos. Historietas sobre cuentos y novelas de amor
• Mucha, mucha poesía. Tres siglos de poesías y canciones
• Hubo una vez en este lugar. Mitos y leyendas de este lado del mundo
• Animales rimados y no tanto. Poesía para chicos
• Brujas, princesas, y pícaros. Cuentos clásicos infantiles
• Constitución de la Nación Argentina
• El Nunca más y los crímenes de la dictadura
• Manual de las mujeres. Guía de derechos, salud reproductiva,
familia y trabajo para adolescentes y mujeres adultas
• Manual del hogar. Guía para el mantenimiento de la casa
y la prevención de accidentes domésticos
LabibliotecaLibrosyCasas
Hubounavezenestelugar
Mitos y leyendas de este lado del mundo
Hubo una vez en este lugar pueblos que contaron historias. Hombres y
mujeres que, en el intento por comprender la vida y la muerte, hablaron
del cielo, la luna, las estrellas, el sol, las lluvias. Hombres y mujeres que se
enamoraban, se peleaban, tenían miedo y, cuando estaban muy contentos,
celebraban la vida.
Toda esta gente era mucha y diferente: mocovíes, pilagas, chanés,
abipones, quechuas, aymaras, chorotes, charrúas, chulupíes,
comechingones, diaguitas, guaraníes, tehuelches, selk’nam, mapuches,
tobas, quom, wichis, huarpes, entre otros. Eran diferentes entre sí, pero
tenían algo en común: a todos, sin excepción, les gustaba contar historias.
Te invitamos a leer estos relatos de algunos de esos pueblos que habitaban
nuestro país. Te invitamos a volverlos a contar para que no se detenga el
viaje y estas historias crezcan hasta más allá de los tiempos.

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Hubo una vez, leyendas aborigenes argemtinas

  • 1. Mitos y leyendas de este lado del mundo Hubounavezenestelugar
  • 2.
  • 3. Mitos y leyendas de este lado del mundo Hubo una vez en este lugar
  • 4. Presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner Vicepresidente de la Nación Amado Boudou Ministra de Cultura de la Nación Teresa Parodi Jefa de Gabinete Verónica Fiorito Secretario de Políticas Socioculturales Franco Vitali Coordinadora Programa Libros y Casas Daniela Allerbon
  • 5. Mitos y leyendas de este lado del mundo Hubo una vez en este lugar
  • 6. Coordinación editorial Daniela Allerbon, Pilar Amoia Redacción y compilación Graciela Piombo Corrección Gabriela Laster Diseño de la colección Bernardo + Celis / Trineo Diagramación Paula Erre y Javier Bernardo Gestión de derechos de autor Natalia Silberleib, María Nochteff Avendaño, Daniela Valeiro
  • 7. 5 ProgramaLibrosyCasas Libros y Casas es un programa que se lleva adelante desde el año 2007 con el objetivo de democratizar el acceso a los libros y promover la lectura tanto en el ámbito privado como en los espacios comunitarios a través de distintas actividades. Hasta el momento ha entregado cien mil bibliotecas –un millón ochocientos mil libros– a cada una de las familias que recibieron viviendas de los Programas Federales de Construc- ción de Viviendas a lo largo de todo el país, y ha llevado ade- lante más de mil talleres de lectura. Se estima que el total de beneficiarios del programa alcanza el millón de personas. Los textos fueron especialmente editados y seleccionados para que las familias cuenten con una biblioteca básica que incluye libros de ficción para grandes y chicos, libros ilustra- dos, de historieta, manuales, libros históricos y periodísticos. El programa Libros y Casas ha sido tomado como mode- lo y fue replicado en Cuba (Bibliotecas Familiares) y en Chile (Maletín Literario). Su impacto en las prácticas de lectura fue evaluado en el año 2008 a través de encuestas en 13 provin- cias. De la información recolectada se concluyó que la llegada de los libros impactó de manera positiva en los hogares, ade- más de que gran parte de las familias contaban con menos de diez libros antes de recibir la biblioteca. En 2015, de acuerdo con las nuevas prácticas surgidas a partir de los cambios en el acceso a las nuevas tecnologías y a su uso, el programa complementa sus acciones a través de una plataforma web y libros interactivos explorando nuevas herramientas para promocionar la lectura. Esperamos que muchos viejos y nuevos lectores y lectoras disfruten de estos libros.
  • 8.
  • 9. 9 Historias que viajan 11 Región Centro-Norte Aymaras. Origen de la quinua Quechuas. La vieja diabla Comechingones. El águila Diaguitas. El Llastay 33 Región Gran Chaco Qom. El rayo y el hombre La llegada de las mujeres Wichis. El robo del fuego 51 Región Mesopotamia Guaraníes. La Tierra sin Mal Leyenda del chajá Mboí-Tuí y el camino secreto 67 Región Patagonia Mapuches. Viaje a la tierra de los muertos Selk’nam. El hain. La pelea del Sol y la Luna La Luna roja 80 Autores 83 Bibliografía Índice
  • 10.
  • 11. 9 Hubo una vez en este lugar pueblos que contaron historias. Hombres y mujeres que, en el intento por comprender la vida y la muerte, hablaron del cielo, la luna, las estrellas, el sol, los hielos eternos, las lluvias. Hombres y mujeres que, como nosotros, se enamoraban, se peleaban, tenían miedo y, cuando estaban muy contentos, celebraban la vida. Por aquel entonces, eran otras las fronteras. Muchos de los que investigaron sobre estos pueblos sostienen que cuando los españoles llegaron a América en el siglo xvi, vi- vían en lo que hoy es la Argentina entre quinientos mil y un millón de indígenas. Toda esta gente era mucha y diferente: mocovíes, pilagas, chanés, abipones, quechuas, aymaras, chorotes, charrúas, chulupíes, comechingones, diaguitas, guaraníes, tehuelches, selk’nam, mapuches, tobas, qom, wichis, huarpes, entre otros. Un mundo de gente. Algunos practicaban la agricultura y vivían en grandes concentra- ciones urbanas. Permanecían en un solo lugar y allí hacían sus casas, tenían sus hijos, plantaban, cazaban, y pasaban una vida tranquila y sedentaria. Los que eran agricultores cultivaban con riego el maíz, el zapallo, la papa, los porotos y otras cosas más en terrazas que hacían en las montañas. En cambio, los que vivían en las zonas llanas eran in- quietos y curiosos. Se trasladaban buscando tierras y ali- mentos y no decidían donde quedarse. Iban y venían de un lado a otro. A esos se los llama nómades. De este a oeste y de norte a sur, todo el territorio estaba habitado por estos pueblos. Eran diferentes entre sí, pero tenían algo en común: a todos sin excepción les gustaba contar historias. Lo hacían alrededor del fuego, mientras trabajaban la tierra, cuando se juntaban entre amigos para Historiasqueviajan
  • 12. 10 celebrar un nacimiento o la llegada de la adolescencia. Lo hacían mientras navegaban río abajo en sus canoas, y en sus ceremonias. Había quienes contando exorcizaban el miedo y quienes explicaban con un relato lo que parecía no tener explicación. Contaban historias increíbles de seres extraños, de amores contrariados, de pueblos que buscaban la tierra sin mal, de hombres que bajaban al mundo de los muertos, de mujeres estrella que llegaban desde el cielo para quedarse en la tierra. Unos a otros fueron contándose estas historias anti- guas con sabor a tierra y olorcito a lluvia. Unos y otros las cuidaron volviéndolas a contar para que hoy lleguen a tus manos. Te invitamos a leer estos relatos de algunos de esos pueblos que habitaban nuestro país. Te invitamos a volver- los a contar para que no se detenga el viaje y estas historias crezcan hasta más allá de los tiempos. Graciela Piombo
  • 13. Textos Graciela Piombo Ilustraciones Mariano Epelbaum Región Centro-Norte Aymaras. Origen de la quinua Quechuas. La vieja diabla Comechingones. El águila Diaguitas. El Llastay
  • 14. 12
  • 15. 13 ¿Sabíasque…? Los aymara tenían un gran co- nocimiento del clima y del suelo. Por eso, fueron grandes agricul- tores. Practicaron métodos que les permitieron llevar sus culti- vos de maíz, quinua y papa a más de 4000 metros de altura. La costumbre quechua de mas- ticar hojas de coca estaba muy difundida entre los pueblos del noroeste y hoy en día se man- tiene este hábito. Para poder co- quear, se hace un bollo con las hojas, al que llaman “acullico”. Se la utilizaba y aún se la utili- za para aliviar el cansancio y el hambre. También, como medici- na y en los ritos en los que se rea- lizan ofrendas. Los quechuas y los aymaras llegaron desde lo que hoy es Bolivia, al norte de la Argentina, y se integraron a otros grupos (diaguitas, omaguacas, atacamas) que hacía tiem- po ocupaban la puna, los valles y las quebradas norteñas. Gente de las alturas, hermanos del cóndor y los cardones, pueblos silenciosos, caminadores, trabajadores. Herede- ros de la forma tradicional de vida en los Andes. Cultores de la Pachamama,1 Madre Tierra, que los cobija, los ali- menta y los protege, pero también los castiga si abusan de su generosidad. Pueblos de las alturas respetuosos de la naturaleza, agricultores, especialmente del maíz y la quinua; criado- res de llamas, alpacas, guanacos, buenos pastores. Custo- dios de los cultos ancestrales que introdujeron los incas, el Dios Sol, Inti, la Pachamama, pero también de otras dei- dades menores protectoras de todo lo que la tierra ofrece. Coloridos, musicales, carnavaleros, copleros. Supieron pintar los valles y las quebradas con sus vestimentas, sus cajas, sus quenas, erkes3 y charangos. Relataron historias fundacionales en rondas amanecidas y volvieron a contar- las una y otra vez hasta hacerlas paisaje. Losquechuas ylosaymaras 1. Pacha en quechua significa universo, mundo, tiempo, lugar, y Mama, madre. La Pachamama es una deidad andina que se relaciona con la tierra, la fertilidad, la madre y lo femenino. 2. Instrumento de viento de gran tamaño propio del altiplano.
  • 17. 15 Los quechuas y los aymaras D icen que, en tiempos de los antiguos, la gente aymara conversaba con las estrellas. La tierra comenzaba a dar frutos, pero algo extraño pasaba que nadie podía explicar. Por las noches, alguien arrancaba de la tierra las matas de papas. Podía ser un animal o tal vez algún ladrón. Nadie se explicaba qué estaba pasando. En aquel lugar había un joven encargado de cuidar las chacras que, preocupado por la situación, decidió quedarse sin dormir una noche para sorprender a quien estaba terminando con todas las plantaciones. En medio de la noche, el joven vio una luz brillante en el sembradío. Tan brillante era la luz que lo enceguecía. También escuchó risas y voces dulces de mujeres que hablaban en una lengua que no comprendía. En cuanto pudo acercarse un poco más, vio a tres hermosas jóvenes campesinas que hablaban mientras arrancaban de la tierra las matas de papa. Entonces el joven hizo sonar una campana que llevaba en su chuspa3 para alertar a los vecinos en caso de peligro. Las jóvenes, alarmadas por el sonido fuerte de la campana, salieron corriendo, pero una tropezó y él la atrapó. Cuando se miraron, algo sucedió. El corazón del joven quedó prendido a los ojos oscuros y asustados que lo miraban sin parpadear. Advertidos del peligro por el “tan tan” de la campana, llegaron lugareños con antorchas y palos en sus manos Origendelaquinua 3. Bolsa, morral.
  • 18. 16 Región Centro-Norte dispuestos a hacer justicia. Dicen que la gente aymara podía conversar con las estrellas. Así fue que la joven se convirtió en un ave y salió volando para llegar adonde sus compañeras, las otras estrellas, la estaban esperando. El joven se quedó perplejo y no pudo explicar a los demás lo que había ocurrido. Pero por más que lo intentaba no podía olvidarse de aquellos hermosos ojos negros que había visto el día anterior. No se dio por vencido y, no bien salió el sol, fue en busca del cóndor para que lo llevara hasta las estrellas que habían huido de la tierra. Se subió a su lomo; el cóndor extendió sus alas imponentes y remontó el cielo. Llegó hasta un campo donde brillaba una planta dorada para él desconocida. El joven se quedó a vivir allí. Los días pasaban y la hermosa muchacha estrella lo alimentaba con quinua4 y con amor. Pero un día, el joven quiso regresar a la tierra porque extrañaba a sus padres. La muchacha estrella le dio quinua para que la llevara a su pueblo. Antes de remontar el cielo para regresar se dieron un abrazo y, con las manos en alto, la joven lo saludó hasta que cóndor y muchacho se perdieron en el cielo. Cerca del sol, él desparramó las semillas de quinua que cayeron felices a la tierra. Dicen que desde entonces la quinua es el alimento del pueblo andino. 4. La quinua es una planta. Es conside- rado un grano sa- grado por los pueblos originarios de los Andes por sus exclu- sivas propiedades nutricionales.
  • 19. 17
  • 20. 18 Región Centro-Norte N o era extraño que aquella tarde el padre hu- biera mandado a los niños a buscar leña al campo. Era cosa de todos los días, conocían bien el lugar, la leña se acababa rápido y era necesario prender el fogón para defenderse del frío. Los ponía contentos correr por el campo, ayudar a su padre, jugar mientras tanto y, en ocasiones, esconderse detrás de los árboles. El niño era apenas dos años mayor que su hermana y, como a muchos niños de su edad, le en- cantaba asustarla. Levantaban ramitas secas, pedazos de tronco y todo lo que sirviera para hacer fuego. De tanto en tanto creían ver un montón de leña a lo lejos y, cuando se acercaban, eran solo huesos blancos de caballo; entonces seguían buscando sin darse por vencidos. Y, otra vez, ha- biendo creído ver un cúmulo de leña descubrían que se tra- taba de un montoncito de cañas. Así el tiempo iba pasando. Comenzó a oscurecerse el cielo. No había luna que se viera. Se hizo de noche y en medio de la oscuridad se die- ron cuenta de que se habían alejado mucho y no sabían re- gresar. Estaban perdidos en el campo. El hermano parecía tener menos miedo y, atento a las sombras de los árboles que se movían y parecían fantas- mas, vio a lo lejos el reflejo de una luz blanca. Avanzaron siguiendo el reflejo de la luz. Era un rancho muy pobre con una chimenea humeante. No necesitaron llamar pues no bien se acercaron a la puerta, salió una vieja. —¿Qué buscan niños? ¿Qué los trae por acá? —les pre- guntó con una voz rasposa. Laviejadiabla
  • 21. 19 Los quechuas y los aymaras
  • 22. 20 Región Centro-Norte La vieja era muy fea. La cara repleta de arrugas, una gran nariz ganchuda, pelos desgreñados y una voz gastada que metía miedo. —Buscamos un lugar donde quedarnos a pasar la noche, doñita. Estamos perdidos. Tenemos frío y hambre. Nuestro padre nos mandó a buscar leña y jugando se hizo la noche y perdimos la huella —respondió el niño resuelto a conseguir ayuda. —Conque perdieron la huella —dijo la vieja frotándose las manos, y los invitó a pasar. Les ofreció carne y papas para comer y una cama para descansar. Pero la carne no era carne, sino sapo y las papas hervidas no eran más que piedras duras. Llegó la hora del descanso. La vieja mandó al niño a dor- mir en un rincón oscuro y frío, mientras que a la niña, que era rosadita y regordeta, la llevó a dormir con ella. Al día siguiente, el niño buscó a su hermana por todos los rincones de ese rancho horrible, pero no la encontró. —Tu hermana fue a buscar agua al pozo —le dijo la vie- ja cuando lo vio inquieto, y le dio una calabaza para que él también fuera por agua. Así fue que el niño fue al pozo, pero al llegar no encontró a su hermana, sino a un sapito que croaba sin parar. —Croc croc croc, estás cargando agua en la cabeza de tu hermana —dijo—. Eso no es una calabaza, es la calavera de tu hermana donde llevas el agua. Sorprendido, el niño prestó atención al sapito, que si- guió diciéndole: —No vuelvas a esa casa, la vieja es bruja, diabla. Como tu hermana era gordita y rosada, la vieja hambrienta se la comió. No vuelvas, no vuelvas. El niño salió corriendo asustado, sin poder creer lo que el sapito le estaba diciendo. En el camino se encontró con la vieja, que comen- zó a perseguirlo porque, según parece, se había quedado con hambre. El niño corría desesperado mientras la vieja gritaba:
  • 23. 21 Los quechuas y los aymaras —¡Esperá!, tengo algo muy rico para vos. El niño no la escuchó y siguió corriendo. Corrió tanto que encontró el camino de vuelta y llegó a su casa agitado y lleno de miedo. Le contó a su padre lo que había pasado. —Vayamos a buscar a tu hermana —dijo el padre. Caminaron horas enteras por el campo y, cuando el niño creyó llegar al lugar donde estaba la casa, vio solo unos molles.5 Ni casa, ni vieja, ni hermanita. En ese lugar no había nada. 5. Árbol pequeño propio de Amé- rica del Sur.
  • 24. 22 Los comechingones vivían en las sierras de la actual Cór- doba, en la región central de la Argentina, y ocupaban lo que hoy es la zona de Calamuchita, San Javier y Los Molinos. No se sabe bien cuál es el origen del término come- chingón. Existen tres versiones que definen esta palabra. La primera tiene que ver con su forma y dice que la pala- bra comechingón procede de comi, “serranía” o “sierra”; chin, “pueblo”; y gon, plural de la palabra pueblo: “pue- blos de las serranías”. Otra teoría dice que el término comechingón quiere decir “los que viven en las cuevas”, nombre que les pusie- ron los sanavirones, unos vecinos que querían destacar los sitios en los que vivían los comechingones. La última versión tiende a afirmar que comechingón quiere decir “muera-muera” o “matar” y que este habría sido su grito de guerra y les quedó como nombre por lo mucho que lo usaban. Los comechingones eran barbudos y altos, cosa poco habitual entre los habitantes de los pueblos originarios, que por lo general son lampiños. Para alimentarse, tra- bajaban la tierra y criaban llamas; sembraban maíz, po- roto, zapallo y quinua. Molían los granos en morteros. Les gustaba comer guanacos, ciervos y liebres, y los fru- tos de la algarroba6 y el chañar.7 Sus casas eran de piedra más bien bajas porque la mitad estaba por debajo del ni- vel del terreno. Por su forma, estas casas-pozo mantenían el calor durante el invierno y eran frescas en verano. En el centro de la habitación hacían un fogón para cocinar y calefaccionar. Loscomechingones
  • 25. 23 23 7. Árbol cuyo fruto carnoso y muy dulce se utiliza para hacer un tipo de mermelada comúnmente conocida como “arrope”. 8. Especie de árbol muy espi- noso propio de América del Sur. 6. Fruto del algarrobo, alimen- to energético muy nutritivo. ¿Sabíasque…? Si bien no tenían muchos ri- tos religiosos, creían en un dios comparable con el dios Sol y practicaban la magia y las dan- zas rituales de origen amazóni- co, tal como quedó registrado en las pinturas rupestres de Cerro Colorado, en las que se ve repre- sentado el hechicero haciendo uso del fruto del cebil8 como narcótico. Eran grandes artistas. Trabajaron la cerámica, mol- dearon la piedra y fueron excelentes pintores. Si van de viaje al Cerro Colorado en Córdoba, podrán ver la Reserva Cultural Natural Cerro Colorado, uno de los centros pic- tóricos rupestres más importantes de la Argentina. En es- tas pinturas está representada la fauna del lugar: llamas, cóndores, yaguaretés; formas de agricultura incipiente, figuras humanas que representan guerreros nativos ar- mados con arco y flecha y vistosos tocados de plumas que se extienden desde la cabeza y abarcan toda la espalda. Verdaderas obras de arte y testimonio del avasallamien- to sufrido con la llegada de los conquistadores europeos montados a caballo o a pie, representados en la piedra. Casi sin lugar a dudas, con la llegada de los conquis- tadores, tal como les sucedió a casi todas las etnias ame- ricanas, gran parte de la población murió a causa de las epidemias contra las cuales carecían de inmunidad (espe- cialmente la viruela, el sarampión y ciertos tipos de gri- pe). Esto facilitó en gran medida la conquista española.
  • 26. 24 Región Centro-Norte C uentan los que saben contar que los come- chingones eran valientes. Se defendían de los inva- sores con arco y flecha, bastones de madera dura y a veces usaban el fuego para incendiar las posesiones de sus enemigos. Para ir a la guerra, se ponían collares de cuero y se pintaban la cara de negro y rojo. Cuentan tam- bién que se escuchaban desde lejos sus gritos guerreros con los que se daban ánimo y valor para enfrentar al enemi- go. Entre los comechingones no existían diferencias entre hombres y mujeres a la hora de ir a la guerra. Luchaban por igual unos y otras defendiendo lo que les pertenecía. La lle- gada de los españoles fue el principio del fin de este pueblo valeroso. Cuenta una leyenda mil veces contada que Ara- bela era una niña comechingón que podía ver más allá de lo que ven los hombres y las mujeres comunes. Con su poder, cuando llegó a ser una muchacha, ayudó a su pueblo para defender a los hermanos de su tribu. Todos la querían mu- cho y la respetaban. Ella era quien indicaba cuándo y por dónde debían sorprender al enemigo, cuándo debían ata- car o permanecer ocultos. Arabela era hermosa y valien- te. Toda una guerrera. Mientras las luchas se daban entre pueblos vecinos, reinaba cierto equilibrio en la región. Pero cuando desde lejos llegaron los españoles, el cielo se oscu- reció. Ya no hubo tiempo para criar guanacos ni cultivar la tierra. La sangre comechingón corrió por ríos y montañas y los pocos que sobrevivieron terminaron contagiándose Eláguila
  • 27. 25 Los comechingones enfermedades que hasta entonces no conocían. Arabela luchó junto con su pueblo más allá de lo que un humano puede resistir. Murió luchando por los suyos, pero su alma está protegida por el vuelo triunfal del águila, que para los comechingones es símbolo de libertad y hermandad entre los pueblos. Por eso desde entonces, cuando un águila vue- la alto en el cielo, el espíritu valiente y audaz de Arabela vuelve a estar entre los habitantes del lugar.
  • 28. 26 Losdiaguitas Fueron los incas los que los llamaron diaguitas, que en el idioma del antiguo imperio significaba “serranos”. Los diaguitas vivieron en montañas, valles y quebradas de las actuales provincias argentinas de Salta, La Rioja, este de Catamarca, oeste de Tucumán y norte de San Juan. Vivieron en poblados que, en algunos casos, llegaron a tener tres mil habitantes. Sus jefes o caciques eran los encargados de organizar y proteger al pueblo. Constru- yeron sus casas en las montañas; en la parte más alta de los cerros, levantaban como defensa los pucarás, estruc- turas de piedra desde las que miraban si se acercaban los enemigos. Eran hábiles agricultores y desarrollaron técnicas muy avanzadas para cultivar. Las tierras donde culti- vaban se llamaban canchones. Cuando los terrenos de labranza tenían mucha pendiente, los transformaban en andenes, una especie de escalera con canales para que pase el agua. Ahí cultivaban maíz, porotos, ajíes, habas y zapallos. Para obtener carne, cazaban guanacos y dejaban las llamas para aprovechar su lana y como animal de carga. El algarrobo para los diaguitas era casi sagrado. De él obtenían madera, leña, tinta para colorear telas, harina, aloja9 y patay.10 Tan importante era que, por tener un al- garrobal, los pueblos llegaban a la guerra. El cacique era el encargado de poner fin a la discusión por las buenas o por las malas. Si no se podía evitar la pelea, enviaba una flecha al cacique de otro pueblo para que lo ayudara; si la aceptaba, se convertía en aliado; si la rechazaba, se decla- raba neutral. Entre los diaguitas, el cacique tenía mucho
  • 29. 27 ¿Sabíasque…? El idioma de los diaguitas sigue presente en los nombres de pue- blos, sierras, ríos y quebradas del Noroeste argentino. Usamos el cacán cuando mencionamos las sierras del Aconquija en Tucu- mán o las de Famatina en La Rio- ja. También, cuando hablamos de Guandacol o Nonogasta en La Rioja, o de Payogasta o Lucacatao en Salta. 10. Pasta seca rica en proteí- nas hecha con el fruto del algarrobo. 9. Bebida refrescante elabora- da con algarroba, agua, miel y especias. trabajo, pero también algunos privilegios. Podía tener mu- chas esposas, su casa era más grande, usaba ropa más fina y más adornos. Pero no todo era un lecho de rosas; si per- día el apoyo de sus hombres, la salida más honorable y la más frecuente era el suicidio.
  • 31. 29 Los diaguitas C uidado con el Llastay!, se escuchaba seguido decir a los cazadores de guanacos. Es bromista y divertido, pero cuando algo no le gusta, hace que se enoje el cerro y la desgracia es segura. Esa mañana, Francisco había salido al cerro a cazar guanacos. Creyó que era su día de suerte porque apenas puso la mirada en lo alto vio una tropa grande de guanacos que pastaban tranquilos. Separado, un poco más alejado de los guanacos, estaba el relincho.11 Pensó en esconderse detrás de unas piedras, cerca del abra12 y esperar que pasara la tropa. Entonces, seguro que cazaría muchos guanacos. Tiró el primer tiro. Dio en el blanco. El pobre animal quedó malherido. Presintiendo el peligro, el relincho pegó el alarido que alertó a los demás guanacos, que salieron disparando. El cazador, envalentonado, tiró otro tiro, y otro y otro más. Cuentan que esa vez cayeron muertos tres guanacos, pero al instante el relincho apuntó en dirección a Francisco, que seguía escondido detrás de las peñas. Cuando el cazador lo vio avanzar hacia él, le tiró un tiro que solo lo hizo renguear un poco. Parecía inmortal ese enorme guanaco que agarró por la quebrada y se perdió de vista. Francisco tenía un perrito guanaquero,13 que salió corriendo olfateando las huellas del relincho. Corrió entre las piedras y las plantas espinosas detrás de él. Quería saber de dónde había salido ese enorme guanaco. Ya entrada la ElLlastay 11. Guanaco que go- bierna la tropa y anuncia el peligro con su relincho. 12. Paso entre montañas. 13. Cazador de guanacos.
  • 32. 30 Región Centro-Norte tarde, llegó a un recoveco muy cerrado de las sierras donde había una casa grande hecha de piedra con una puerta tapada de plantas. El perrito entró en la casa y desapareció. En vano fue que Francisco lo llamara, parecía que se lo había tragado la tierra. Entonces, sin pensarlo dos veces, entró en la casa y se encontró con una galería ancha y larga con muchas columnas y, en ellas, atados perros de distintos colores y tamaños. Ahí estaba su perro ladrando y forcejeando para soltarse. Y ahí nomás apareció un viejo bajito de barba larga, con ojotas y vestido con ropa toda hecha con lana de guanaco. El joven cazador se sorprendió al verlo: —No te asustes, no te haré daño. Soy el Llastay, hijo de la Pachamama —le dijo el viejo—. Ella me manda a cuidar las tropas de guanacos y vicuñas. Persigo a los cazadores avarientos. A esos que cazan más de lo que precisan los castigo duramente. Como había sido la primera vez, el Llastay perdonó a Francisco y lo dejó desatar a su perro. Le advirtió que si volvía a cazar más de lo que necesitaba, lo pagaría muy caro. El viejito se dio vuelta y desapareció, pero Francisco alcanzó a ver que rengueaba de una pierna y se quedó pensando en el relincho que había herido en la quebrada. —Seguro que ese era el Llastay —se dijo. Desde entonces, Francisco solo cazó guanacos por necesidad y, por las dudas, les contó esta historia a todos sus amigos que andaban cazando en los cerros.
  • 34.
  • 35. Textos Graciela Piombo Ilustraciones Matías Trillo Qom. El rayo y el hombre La llegada de las mujeres Wichis. El robo del fuego Región Gran Chaco
  • 36. 34 Losqom Habitantes del chaco argentino –actuales provincias de Formosa, Chaco, este de Salta, nordeste de Santiago del Estero y norte de Santa Fe–, región húmeda y calurosa donde la temperatura puede superar los 40ºC. Territorio de suelo plano con ríos que dan muchas vueltas y forman lagunas y pantanos. Hábitat de tapires, osos hormigueros, ciervos, armadillos y yaguaretés. Los qom, conocedores de los montes como nadie, ca- zadores, pescadores, recolectores de frutos y de miel. Diestros en el manejo del arco y de la flecha, expertos en la pesca con red. Los qom, más conocidos como tobas, fueron apoda- dos así por los guaraníes porque tenían la costumbre de raparse la cabeza. En guaraní, tová significa frente, mote despectivo que utilizaron sus vecinos para llamarlos fren- tones. Aunque toba es el nombre más popular, se sabe que ellos prefieren ser llamados qom, que en su lengua signifi- ca “gente”. Siempre fueron nómades. El ambiente los ayudaba a trasladarse de un lugar a otro. Lo hacían buscando re- cursos, recorrían el monte para cazar, pescar o recolectar frutos, pero también para adquirir determinados bienes por medio del intercambio con otros pueblos. Después de la llegada de los españoles, adoptaron el caballo y se hicie- ron grandes jinetes. Los qom creían que lo que la naturaleza ofrecía era de todos y que nadie tenía el derecho de apropiárselo, por eso desde muy pequeños aprendían a compartir. Muchos de los relatos que se contaban unos a otros hablan de este princi- pio de reciprocidad, que era muy importante para ellos.
  • 37. 35 ¿Sabíasque…? La salud de la comunidad qom depende en gran parte de la asis- tencia de sus piogonak, cha- manes que ejercen de médicos y psiquiatras desde tiempos in- memoriales. Con una formación profundamente religiosa y es- piritual, su tarea abarca mucho más que la curación de enfermos; la enfermedad es una crisis en el equilibrio espiritual que afecta al cuerpo y al alma, centro de la vida humana. El piogonak debe realizar un complejo análisis para buscar y encontrar el origen y la causa, y, a través de estos, la so- lución y el restablecimiento del equilibrio mental de la persona enferma. Eran profundamente religiosos. Creían en un ser su- premo, pero también adoraban a la naturaleza. Las invo- caciones las hacían muy temprano a la mañana, cuando aparecían las primeras luces de las estrellas para guiar el amanecer de un nuevo día, con canciones tradicionales acompañadas con el ritmo de las sonajas de calabaza. Al finalizar, se bañaban con agua y echaban el sobrante hacia donde nace el sol; luego encendían el fuego y se prepara- ban para comenzar el día. El cosmos para ellos se dividía en tres planos. El supe- rior, el cielo, era el lugar donde vivían las nubes, los vien- tos y las tormentas. Para los qom, este plano estaba regido por Kasongongá, creador de los rayos, que bajaba el fuego a la tierra. El otro plano era el intermedio: el de la tierra. Zona de montañas, ríos, arroyos y lagunas. Plano de todo lo que da la naturaleza, incluido el hombre. El tercer pla- no era el del inframundo regido por Pegim Aloah, casado con Salamanca, señora de las aguas. Los muertos eran los principales pobladores de este plano. Para vivir allí, ha- bía que conocer las reglas que, por cierto, eran bastante estrictas.
  • 38. 36 Región Gran Chaco K asongongá14 es la deidad qom que tiene el poder del rayo. Vive en el cielo. Creen que man- da a formar las nubes, pide a la serpiente arco iris que traiga los vientos a la tierra, castiga con gra- nizo y, de tanto en tanto, se presenta ante los hombres to- mando forma de viejita o de oso hormiguero. Kasongongá es para los qom el rayo que cae a la tierra con la fuerza destructora de la naturaleza. Pero también es una deidad benefactora que, cuando se cruza con un indio, si este es obediente y cumplidor, le asegura buena pesca y abundancia para el resto de su vida. Dicen que una vez un qom estaba cazando en el monte para llevar comida a su gente. La tarde estaba tranquila, ilu- minada por los rayos del sol que se colaban entre los árboles. El qom avanzaba por el monte cuando de pronto escuchó un gemido suave, largo, lastimoso. Se metió monte adentro para ver de qué se trataba siguiendo ese sonido que cada vez se hacía más fuerte cuando se encontró con un potai.15 Inmediatamente, al estar frente a frente, le contó quién era y cómo había quedado atrapado en el tronco de aquel árbol. Le pidió ayuda, necesitaba liberarse y volver al cielo y solo un hombre que prendiera una fogata en su nombre podría ayudarlo. Al principio, al cazador le costó creerlo. Pero cuando lo pensó un poquito mejor, recordó que la noche anterior se había desatado una terrible tormenta y que era posible que Elrayoyelhombre 14. Deidad también llamada Qasogo- ná, Qasoxanaxa, Kasoronra, Kasó- gongá, Kasong’rá o Kasogonagat. 15. Oso hor- miguero.
  • 41. 39 Los qom un rayo hubiera caído con toda su fuerza hasta que- dar atrapado en el tronco de un árbol. Kasongongá le dijo que solo tenía que encender una gran fogata y que él se encargaría del resto. El cazador, obediente, juntó todas las ramitas y hojas secas que pudo y armó una gran fogata. Cuando las llamas de la hoguera se elevaron en lo alto, Kason- gongá comenzó a elevarse con el humo y desde lo alto le habló al cazador de este modo: —Ahora podés irte a tu casa. Rápido, porque en poco tiempo se desatará en el monte una gran tor- menta. Para agradecerte lo que hiciste por mí, te pro- meto que nunca te faltará alimento y que serás un experto cazador. Dicho esto, Kasongongá se confundió con el humo, se elevó al cielo y desapareció. Tal como lo había anun- ciado, empezó a llover fuerte en el monte. Los relám- pagos iluminaban la noche. El Rayo estaba festejando el regreso a su casa.
  • 42. 40
  • 43. 41 Los qom P ara los antiguos qom, en el principio de los tiempos no había mujeres sobre la tierra. Solo había animales y hombres que cazaban, pescaban y recolectaban. Estos hombres no eran totalmente humanos ya que no habían nacido de una mujer. Para reproducirse, depositaban su semen en orificios hechos en calabazas que luego sellaban con cera. Cuando nacían los pequeños hombrecitos, rompían la calabaza tal como si fuera un huevo y por todo alimento succionaban la tierra. Al no tener con qué amamantarse, morían al poco tiempo de nacer. Los pocos que sobrevivían se esforzaban para encontrar algo con que alimentarse. No era fácil para ellos vivir de este modo. Todas las mañanas salían a cazar y regresaban a la tarde un poco antes de que se pusiera el sol. Uno de esos días, al volver, descubrieron que alguien les había robado la comida. Pensaron mucho, pero no pudieron descubrir al ladrón. Para que no pasara lo mismo, cuando salieron al día siguiente, tuvieron la idea de pedirle al loro que vigilara mientras estaban ausentes. El loro tendría que avisarles a los cazadores si descubría al ladrón de la comida. Y así fue que el emplumado, orgulloso por la tarea que le habían encomendado los hombres, se acomodó en lo alto de un árbol para ver mejor, dispuesto a descubrir al culpable. Eran las mujeres, que por entonces vivían en el cielo y eran mucho más astutas que los hombres, quienes cada Lallegadadelasmujeres
  • 44. 42 Región Gran Chaco tarde bajaban por una soga desde el cielo sin ser vistas por nadie. Ese día, al ver al loro vigilante, antes de robar la comida se encargaron de que no dijera ni una sola palabra quemándole la lengua con unas brasas. Una vez que se aseguraron de que el loro no hablaría, robaron más alimento y regresaron al cielo. Cuando los cazadores llegaron, se encontraron nueva­ mente sin comida y con el loro mudo. Se los veía confundidos y apenados. Entonces habló Ta’anki, el carancho, y les dijo que él se quedaría para vigilar y descubrir al que estaba robando comida en el campamento. Al día siguiente, las mujeres volvieron a bajar sin darse cuenta de que el carancho, escondido detrás de unas matas, hacía un buen rato que las estaba mirando. Como siempre, robaron el alimento, pero cuando quisieron regresar al cielo no había soga por la que subir. El carancho la había cortado con una piedra filosa y muchas mujeres comenzaron a caer del cielo. Desde entonces, el pueblo qom cree que las mujeres más bellas quedaron del lado de la soga que comunica con el cielo y pudieron escapar de la caída, mientras que las más feas habitan la tierra.
  • 46. 44 Provienen del Chaco Central y Austral, en el centro de América del Sur. Los españoles los llamaron “matacos”, palabra de origen guaraní que significa “animal salvaje” porque consideraban que eran inconquistables y aguerri- dos. Ellos prefirieron llamarse wichis, que en su lengua significa “lo que tiene vida”. Se organizan en grupos para desplazarse por el terri- torio; los hombres cazan, pescan, extraen miel y también realizan todo tipo de changas en ámbitos rurales y urba- nos. Las actividades de recolección son realizadas por las mujeres. Las familias también crían ganado menor y ma- yor en pequeña escala y tienen animales de granja. Com- plementan la economía doméstica con la confección de artesanías en madera y fibra de chaguar.16 Los wichis no acumulan ni acaparan. Viven con lo mí- nimo y utilizan lo que la naturaleza les brinda en cada época del año. La palabra wichi, si bien representa a los hombres, tie- ne un sentido mucho más amplio. Wichi es naturaleza, medicina, comida, cielo, estrellas, actos, pensamientos, sentimientos. Ser wichi es estar a favor de la vida. Para los wichis, en todo hay alma. Los animales, las plantas, los relámpagos, la lluvia tienen alma. El alma es doble y si por alguna razón alguien pierde una parte, creen que sobreviene el sufrimiento. Para los wichis, hubo un tiempo en el que las cosas no eran como las vemos ahora, sino exactamente al revés. La tierra por entonces estaba arriba y el cielo abajo. Di- cen que era tanta la suciedad que caía de la tierra que el cielo comenzó a impacientarse y pidió a los dioses que se Loswichis 16. Planta textil.
  • 47. 45 ¿Sabíasque…? Los wichis, grandes observado- res de la naturaleza de su región, conocen y aprecian las cualida- des de hojas, flores y frutos. De ellos obtienen los remedios para sus males. Desde antes de la con- quista usaban el tabaco y sustan- cias narcóticas. invirtieran los planos. Así fue que desde entonces el cielo está arriba y la tierra abajo y entre uno y otro, el territorio de los vientos y las nubes. La mujer ocupa un rol central en cuanto a la memoria grupal de la parentela wichi. Es la encargada de transmitir las historias fundacionales y velar por la descendencia.
  • 48. 46 Elrobodelfuego H ace mucho tiempo, después de que un incendio quemara toda la tierra, los árboles volvieron a crecer, todo volvió a ser como era antes menos una cosa. El sol, al ver el terrible incendio, estaba tan enojado pensando que alguien había querido ponerse a su altura que dejó a los hombres sin fuego. No era fácil vivir así, sobre todo porque ya se habían acostumbrado a tenerlo. Los hombres no tenían fuego, pero había alguien que se las había ingeniado para quedarse con una buena fogata encendida sin que el sol se diera cuenta. El dueño del fuego ahora era el Yaguareté. Justo el Yaguareté, malo como pocos, odioso y enemigo de los hombres. Que él tuviera fuego era lo mismo que nada porque por más que los hombres le rogaran y rogaran, el Yaguareté no quería darles ni una brasita. Encima, si le rogaban mucho, parece que se fastidiaba y sus rugidos estremecían el monte. Tanto rogaron los hombres y tanto rugió el Yaguareté que los primeros decidieron mandar una delegación en representación de todos los animales para que tratara de convencer al felino. Todofueenvanoy tanenvanofuequelosanimales,como no pudieron por las buenas, decidieron robarle el fuego. El primero en atreverse fue el Oculto,17 el más experto en cuevas de todo el monte. No bien le pidieron ayuda, ahí nomás planeó hacer un hoyo largo en la tierra que empezara donde el Yaguareté no pudiera verlo y terminara justito en 17. También llama- do tucu tucu, es un roedor de hábi- tos subterráneos que cava madri- gueras en el suelo y vive dentro de ellas.
  • 49. 47
  • 50. 48 Región Gran Chaco la fogata. La idea era asomarse despacio, robar una brasa y volver sin dejar rastro. Parecía un plan perfecto, pero no dio resultado. El Oculto hizo ruido, el Yaguareté lo escuchó y lo esperó para darle un zarpazo. El Oculto quedó todo magullado y con el hocico chato. Cuando el Oculto llegó malherido y con las manos vacías adonde estaban los otros animales, grande fue la decepción de todos. Fue el Conejo, entonces, quien se ofreció para tan arriesgada prueba. Pensó que de nada valdría querer acercarse sin que el Yaguareté lo viera porque, hiciera lo que hiciera, el dueño del fuego era muy astuto, tenía vista de lince y oído finísimo. Así que decidió acercarse con algún pretexto. Después de haber pensado mucho y sabiendo de antemano que el Yaguareté siempre estaba hambriento, decidió acercarse ofreciéndole algo rico para comer. Con ayuda de la Garza consiguió unos pescados y fue a verlo. El Yaguareté enseguida olfateó el pescado y lo dejó acercarse. —Dejalo ahí y andate nomás —le dijo. Pero el Conejo insistió en cocinarlo para que su regalo fuera completo. Se acercó al fuego, abrió al medio los pescados, los puso sobre una rama verde y cada tanto los acomodaba para que se fueran cocinando parejitos. Tanto tardaba que el Yaguareté
  • 51. 49 Los wichis bostezaba de aburrimiento. Aprovechando su distracción, el Conejo apoyó sobre las brasas la cola de una mojarrita a la que se le pegó una brasa pequeña. Rápido el conejo la sacó del fuego, la puso debajo de su mandíbula y salió corriendo. Cuando el Yaguareté se dio cuenta del engaño, saltó como un rayo y se puso a correr detrás del Conejo. Casi lo alcanza pero, al verse acorralado, el Conejo tiró a los yuyos secos la brasita, que se convirtió rápidamente en llamarada y creció y creció y creció hasta incendiar el monte. El Yaguareté, desesperado, aunque lo intentó, no pudo apagar el fuego. Los otros animales corrieron con ramas y cada uno se llevó un poquito de fuego para tener su propia fogata. El Yaguareté se quedó muy enojado, más intratable que antes. Y , a partir de entonces, tuvo las plantas de las patas secas, medio quemadas por haber tratado de apagar el fuego. Como recuerdo de esta aventura, el conejo del Chaco tiene una manchita blanca en la garganta, allí donde se quemó con la brasa que había robado. Dicen que desde entonces el fuego se metió dentro de los árboles y por eso se lo puede encontrar frotando dos ramitas.
  • 52.
  • 53. Textos Graciela Piombo Ilustraciones Luis Grane Guaraníes. La Tierra sin Mal Leyenda del chajá Mboí-Tuí y el camino secreto Región Mesopotamia
  • 54. 52 Para conocer mejor a los guaraníes, tenemos que referir- nos a una leyenda que se contaba hace muchísimo tiempo. Parece que todo comenzó con la historia de Tupí y Guara- ní, hermanos mellizos que tuvieron que separarse porque sus mujeres no paraban de pelear. Cada uno se fue por su lado y dio origen a un pueblo: los tupíes y los guaraníes. Los que estudiaron a estos pueblos aseguran que esto fue así porque hace muchísimo tiempo existieron en la región amazónica pueblos con costumbres parecidas. De a poco se fueron separando y finalmente los guaraníes se estable- cieron en el sur de Brasil, este de Bolivia y Paraguay y nor- deste de la Argentina que, por supuesto, por entonces no se llamaban así. Como buena gente de río, eran inquietos y a veces emigraban siguiendo el curso de las aguas. Así fue que, siguiendo las aguas del río Uruguay, algunos de ellos llegaron muy cerquita de Buenos Aires a las islas del Delta del Paraná. Cuentan que además de seguir el curso de los ríos, era la creencia de encontrar la Tierra sin Mal la que los movía en sus desplazamientos. La palabra y la religión eran dos fuertes columnas que sostenían a este pueblo. Con la palabra producían largos poemas, bellas canciones; ofrendando a sus dioses, crea- ban mitos, leyendas, relatos ejemplares que les mostraban una vida mejor. Eso sí, aunque todos sabían hablar, no cualquiera tenía acceso a las palabras más bellas y profun- das. Para eso se necesitaba recorrer un largo camino junto a un maestro al que los guaraníes llamaban chamán. Cuentan que el chamán recibía las “bellas palabras” en sueños y con ellas creaba himnos religiosos que cantaba a En lengua guaraní, ñe’~e significa “palabra” y también significa “alma”. Creen los indios guaraníes que quienes mienten la palabra, o la dilapidan, son traidores del alma. Eduardo Galeano Losguaraníes
  • 55. 53 ¿Sabíasque…? Los guaraníes creían en la Tierra sin Mal, una especie de paraíso terrenal al que se podía entrar sin morir. Cada tanto, algún ka- raí afirmaba haber recibido en sueños la revelación de dónde se ubicaba ese ansiado lugar y cómo llegar hasta él. Con sus discur- sos elocuentes, arengaba a todos para que abandonaran aldeas y cultivos y siguieran el camino que le había sido indicado. Mu- chos de estos éxodos eran pe- nosos y trágicos; los peregrinos debían avanzar por zonas bosco- sas y ríos desconocidos, rodear saltos de agua, improvisar puen- tes con troncos y lianas, enfren- tar a grupos enemigos y padecían enfermedades. los demás hombres, luego recibía también en sueños sus propias palabras y con ellas armaba himnos que compartía con su comunidad. Las palabras circulaban, iban y venían desde los sueños a los hombres. Los himnos y los relatos eran siempre distintos. A los que podían crear sus propios cantos se los consideraba dueños de la palabra. Buscaban la Tierra sin Mal que, a diferencia de otras re- ligiones, no era inaccesible a los vivos y a la que, si bien se reconocía como morada de los más antiguos, se podía lle- gar sin haber pasado por la muerte. Cuando algún profeta o karaí, mensajero de los dioses, lo convocaba, ahí iba el pueblo guaraní, detrás de esas bellas palabras inspiradas por “los que viven encima de nosotros” (los antepasados) a buscar la Tierra sin Mal. Ese era el gran objetivo de este pueblo: lograr el teko mara he’y, es decir, una vida inta- chable a cuya culminación solo se podría llegar en la Tierra sin Mal. La danza y el canto rituales eran las formas más importantes para lograr la purificación necesaria que per- mitiría llegar a esa tierra soñada. En sus relatos, los llamados dueños del mundo animal y vegetal se presentaban como verdaderas fuerzas de la naturaleza capaces de cambiar el destino de los hombres. Los animales y las plantas tenían una activa participación en las historias que contaban los guaraníes. A veces eran benéficos, otras, amenazantes, pero siempre estaban en- tre los hombres recordando que la naturaleza mueve el curso del destino humano.
  • 56. 54 Región Mesopotamia LaTierrasinMal. Elparaísoterrenal delosguaraníes C uentan los guaraníes que la Tierra sin Mal está en este mundo. La llaman Ywy Mara Ey y seña- lan hacia el este cuando quieren indicar para dónde hay que ir para encontrarla. También hablan de un Gran Mar Originario, Pará Guazú Rapytá, que hay que cru- zar para poder llegar a ella. Mucho contaron estos pueblos acerca de este paraíso te- rrenal. Algunos lo describieron como un lugar con vege- tación exuberante donde cada persona tenía su parcela de tierra para trabajar y no era necesario preocuparse por la cosecha porque siempre era buena y abundante. Otros lo presentaron como un lugar de difícil acceso en el que no hace ni frío ni calor, donde los frutos están al alcance de la mano, corren ríos de aguas transparentes, las aves can- tan bellas canciones y la naturaleza jamás deja de brindar lo necesario para subsistir. Para los guaraníes, llegar a la Tierra sin Mal es alcanzar la vida eterna. No es necesario estar muerto para lograrlo, incluso algunos dicen que solo los vivos pueden llegar has- ta allí. No todos están de acuerdo con esta idea porque hay quienes sostienen que la Tierra sin Mal es el lugar al que van los hombres cuando mueren y solamente pueden acceder a ese lugar sin necesidad de morir como héroes después de ha- ber realizado largos ayunos y ejercicios espirituales. Asegu- ran que los muertos no viven allí como almas, sino en cuerpo y alma. El cuerpo nunca enferma ni envejece. No son dioses, pero es como si lo fueran. Creen que la tierra y sus habitantes serán castigados por los abusos cometidos y un cataclismo universal la arrasará. Primero con un Gran Fuego al que se- guirá la Gran Inundación.
  • 58. 56
  • 59. 57 A guará había sido de joven un cacique muy valiente, respetado y querido por su pueblo. Pero el tiempo había pasado y se sentía cansado y enfermo. Era Taca, su hija, quien lo ayudaba en las tareas de jefe. Desde chiquita, su padre le había enseñado a manejar el arco y la flecha, a cazar, a tomar decisiones. Taca era una mujer independiente y decidida, y como si esto fuera poco, también era hermosa. Trenzas negras larguísimas, piel cobriza, ojos grandes y brillantes. Las madres de la tribu acudían a ella cuando sus hijos estaban en peligro, las más jóvenes le pedían consejos y Taca siempre estaba dispuesta a escuchar y brindar una palabra que aliviara. Muchos jóvenes estaban enamorados de la hija del caci- que y querían casarse con ella. Pero su corazón tenía dueño y nada ni nadie podía cambiar sus sentimientos. Ella había dado su palabra y cuando una guaraní daba su palabra, iba el alma en ese juramento. Ará-Naró era el novio de Taca. Se había ido a cazar a las selvas del norte y a su regreso se casarían. Los días pasaban tranquilos. Nada hacía suponer lo que estaba por venir. Una tarde, Petig, Carumbé y Pindó, tres jóvenes de la tribu, salieron como lo habían hecho tantas otras veces a buscar miel al bosque. Se separaron para encontrar más panales. Gritos desgarradores de espanto retumbaron en- tre los árboles. Petig había sido atacado por un yaguareté Leyendadelchajá Los guaraníes
  • 60. 58 hambriento y no había podido defenderse. El animal sal- vaje lo había destrozado con sus garras. Sus compañeros no pudieron hacer otra cosa que escapar y contar lo sucedido cuando llegaron a la tribu. Asustados, ya no iban al bosque a buscar frutos porque el yaguareté acechaba. Muchos lo habían visto merodean- do el lugar. Fue entonces cuando el consejo de ancianos que se reu- nía cuando algún problema serio amenazaba a la tribu tomó una decisión para terminar con semejante amenaza. Un grupo de jóvenes fuertes y valientes entraría en el bos- que para matar al yaguareté y poner fin a esta desgracia. Pero para sorpresa de los ancianos y de toda la tribu, solo Pirá-Ú se presentó ante el consejo. Ahí se fue al bosque confiado en su valor y su fuerza creyendo que iba a regresar triunfante con la piel del yaguareté como ofrenda para su pueblo. Nunca regresó y la tristeza ganó la partida. Los ancianos decidieron llamar una vez más y nadie respondió al llamado. El enojo de Taca fue tan grande ante la cobardía de los jóvenes que deci- dió ir ella misma a enfrentarse con el feroz animal. —Me avergüenzo de esta tribu de cobardes —dijo—. Si Ará-Naró estuviera entre nosotros no dudaría en ir al bos- que a matar al yaguareté. Yo iré y traeré su piel. Vergüenza les dará reconocer que una mujer tuvo más valor que un grupo de miedosos. El anciano cacique no quería saber nada de que su hija se enfrentara al yaguareté. Trató de disuadirla con mi- les de argumentos para que se quedara, pero ninguno la con- venció. La joven se preparó para partir. Justo en el momento Región Mesopotamia
  • 61. 59 de la despedida, llegó la noticia de que los cazadores que ha- bían partido hacia las selvas del norte estaban regresando. Ará-Naró venía con ellos. La alegría de Taca fue inmensa. Ahora podrían ir juntos al bosque a terminar con esa pesa- dilla. Partieron cuando la luna envió su luz sobre la tierra. La esperanza de terminar con el yaguareté los alentaba. Se de- tuvieron cerca de un ñandubay.18 Supusieron que el animal estaba cerca y no se equivocaron. Con paso lento pero segu- ro, el felino avanzó hacia los jóvenes. Ará-Naró lo enfrentó con valentía. ¡Chajá!, ¡chajá!19 —gritaba Taca animando a su enamorado—. Sin pensarlo, la valiente Taca también se trabó en lucha con el animal. Nadie salió triunfante. El yaguare- té de un zarpazo le desagarró el cuello y lo arrojó a la tierra. Con él rodó la fiera enfurecida y poderosa. Taca, Ará-Naró y el yaguareté pagaron con su vida el heroísmo que los llevó a la lucha. El viejo cacique murió de tristeza. Todos lloraron su muerte. Prepararon una gran urna de barro y, después de colocar en ella el cuerpo del cacique, pusieron sus prendas y, como era costumbre entre los guaraníes, provisiones de co- mida y bebida. En el momento de enterrarlo, una pareja de aves se posó sobre la urna. Gritaban “¡chajá!, ¡chajá!”. Eran Taca y Ará-Naró, quienes, convertidos en aves por Tupá,20 volvían a la tribu de sus hermanos para ser eternos guardia- nes y alertar a los suyos cada vez que amenazara un peligro. Por eso, el chajá sigue cumpliendo el designio que le impu- siera Tupá y, cuando advierte algo extraño, levanta el vuelo y da el grito de alerta: “¡chajá!, ¡chajá!”. Todos los personajes de la leyenda llevan nombres relacionados con el mundo de la naturaleza: Aguará: zorro; Taca: luciérnaga; Ara-Naró: rayo; Petig: tabaco; Carumbé: tortuga; Pindó: palmera; Pira-Ú: pescado negro. Los guaraníes 18. Árbol que tiene una ma- dera rojiza muy dura y resistente. 19. Chajá: el nombre de esta ave proviene del guara- ní y significa ¡vamos! o ¡escapa! Procede de una deformación del sonido del grito de estas aves cuando se ven sorpren- didas; de este modo, avisan a las otras de su especie en la cercanía para que huyan del po- sible predador. 20. Dios supremo de los guaraníes.
  • 62. 60 M boí-Tuí21 era en otro tiempo un hermoso loro que habitaba en la Tierra sin Mal, una espe- cie de paraíso terrenal al que se podía entrar sin morir, donde los cultivos crecían solos, la miel y la carne eran abundantes y no existían las enfermedades. Cuentan los guaraníes que la Tierra sin Mal tenía una sola entrada y que era Rupavé, el primer hombre creado por Tupá,quien cuidaba celosamente que no entrara ningún extraño. También dicen que Mboí-Tuí era un loro astuto y conocía un camino secreto para llegar sin que Rupavé se diera cuenta. Un día, con secretas intenciones, unos hombres malva- dos le hicieron beber miel de lechiguana22 a Mboí-Tuí para emborracharlo. El loro, embriagado por la dulzura de la miel, comenzó a hablar hasta por los codos. Contó muchas cosas que los malvados escucharon con atención, pero lo peor fue que sin darse cuenta dio a conocer la senda secreta a la Tierra sin Mal por la cual pudieron colarse. Cuando Rupavé se dio cuenta de que habían entrado ex- traños al paraíso guaraní sin su consentimiento y encontró al loro borracho hablando sin parar, comprendió inmedia- tamente lo ocurrido. Mboí-Tuíyel caminosecreto Región Mesopotamia 21. Mboí-Tuí en lengua guaraní significa “víbora- loro”. Se lo consi- dera el protector de los animales acuáticos y los humedales. 22. Insecto de la familia de las avispas que produce miel y es originario de Brasil.
  • 64. 62 Enojado, furioso y fuera de sí, maldijo a Mboí-Tuí con todas sus fuerzas y lo condenó para siempre a perder su fa- cultad para volar. Así fue como sus alas atrofiadas se convirtieron en patas cortas y su cuerpo mutó en serpiente. El parlanchín, ahora convertido en una serpiente de cabeza emplumada y pico de loro, habitó desde entonces los humedales protegien- do a los animales acuáticos y asustando a todo el que se le cruzara. Región Mesopotamia
  • 66.
  • 67. Mapuches. Viaje a la tierra de los muertos Selk’nam. El hain. La pelea del Sol y la Luna La Luna roja Textos Graciela Piombo Ilustraciones Alex Dukal Región Patagonia
  • 68. 66 24. Miguel Ángel Palermo, Lo que cuentan los ma- puches, Buenos Aires, Sudamericana, 2011. 23. Rayen Kvyeh (Flor de Luna) nació en Chile y se crio en la cultura mapuche. Fue detenida por la dictadura militar; se exilió y se radicó en Alemania, donde vivió un proceso de identificación con la cultura mapuche. Cambió su nombre (origi- nalmente se llamaba Rosa Zurita) y escribió la historia del pueblo mapuche. En el año 1989 publicó en Alema- nia el primer libro de una trilogía en idioma mapu- dungun y alemán. Los españoles los llamaron “araucanos”, pero ellos eli- gieron llamarse mapuches, que en mapudungun, su len- gua, significa “gente de la tierra”. Llegaron a la Patagonia desde Chile, de donde son originarios. Basaron su sub- sistencia en la caza del guanaco y el ñandú, pero también recolectaban raíces y semillas en la meseta y mariscos y mamíferos marinos en la costa. “Mapu llama este pueblo a su tierra, que se estira a los dos lados de la cordillera de los Andes, en la Argentina y en Chile, entre bosques espesos, lagos verdes y azules, montañas nevadas, volcanes y llanuras interminables”.24 Mapuches, gente de la tierra, gente aguerrida que de- fendió con uñas y dientes su territorio haciendo frente a incas, españoles y criollos. Bravos guerreros, pero tam- bién artesanos del lenguaje y la poesía que supieron can- tarle a la luna, a las estrellas, a los pájaros en sus bellas romanceadas. Gente respetuosa que pedía permiso a los espíritus creadores de los vegetales y animales antes de servirse de ellos y se sabía responsable de conservar el equilibrio del planeta. Seres que concebían al mundo poblado de espí- ritus y dioses y tenían como creador de todo lo viviente a Ngnechen, que habitaba las alturas y tenía la facultad de conceder la vida y la muerte. Losmapuches El viento transmite el sonido de las hojas trepando la roca. Es la voz de un indómito pueblo por miles de estrellas protegida. Rayen Kvyeh23
  • 69. 67 ¿Sabíasque…? Los mapuches, además de sus cantos ceremoniales, también cantaban para divertirse. Estos cantos se llamaban ülkantún, que en mapudungun significa “cantar sobre algo”. Los ülkan- tún son textos poéticos cantados a capella en mapudungun, por hombres o mujeres, sobre distin- tos temas como el amor, la amis- tad, entre otros. Son canciones sociales y de diversión. Pueblo recolector y cazador, nómade y gran conocedor de zonas inhóspitas. Gente de la tierra que, sometida, desarraigada y obli- gada a vivir en reservas y ciudades pobres, no se dio por vencida y entendió que el lenguaje y la literatura eran una manera de preservar la identidad.
  • 70. 68 Región Patagonia Viajealatierra delosmuertos S e conocieron siendo niños. Jugaron juntos, es­ cucharon relatos de sus mayores, aprendieron los secretos de la comunidad. Juntos fueron cre- ciendo; hasta que un buen día se dieron cuenta de que estaban enamorados. Con el consentimiento de los más antiguos, se casaron y durante un tiempo fueron felices. Una noche, la joven soñó que se le clavaban espinas en el cuerpo. Se despertó sobresaltada con la sensación de que algo malo iba a ocurrir. Esas espinas le habían traído un mal presagio. Cuando se acercó a su esposo para contarle lo que había soñado, lo encontró ardiendo de fiebre. Fue tanta la fiebre que al cabo de unos días murió. La joven viuda no tenía consuelo. No comía, no dormía, lloraba sin parar. Ahogada en lágrimas, lo único en lo que pensaba era en morir para reunirse con el que amaba. Una noche se quedó dormida llamando a su esposo con el pen- samiento y, en sueños, lo vio llegar. Al verla tan desespe- rada, el joven muerto prometió que a la noche siguiente la iría a buscar. Le pidió a la joven que se preparara con ropa abrigada y le advirtió que el viaje sería largo y difícil. A la noche siguiente, se quedó dormida esperándolo. Cuando despertó, lo vio parado a su lado. El joven le dio seis panes y le pidió que comiera uno antes de subir al caballo. La joven obedeció y él le aconsejó que no hablara. La marcha debía ser en silencio. Al poco tiempo de andar, llegaron a la orilla
  • 72. 70 Región Patagonia de un mar. Él amarró el caballo y le señaló una canoa que esperaba cerca de las piedras. Le pidió que antes de embar- car comiera otro pan. La joven lo hizo. A la mitad del viaje le dio otro pan para comer y la joven se quedó dormida. Cuando despertó, ya habían llegado a la otra orilla. Por todas partes se veían fuegos y gente, mucha gente bebien- do y calentándose en fogatas pequeñas que resplandecían por todas partes. Bajaron de la canoa y caminaron entre la gente. Ella re- conoció a sus antepasados. Todos sus parientes muertos tiempo atrás se acercaron a saludarla con emoción ver- dadera. Bebían, cantaban, lloraban de alegría al verla allí. Había sido una noche intensa. Recostada sobre el hombro de su esposo, se durmió. Cuando despertó, brillaba el sol y estaba completamente sola. En lugar de la gente había unos carboncitos humeantes que, al mirarlos, la enceguecían. Se puso a llorar al verse desamparada en medio de esa tierra desolada. Una vez más se quedó dormida y al despertar, otra vez se había hecho de noche. Entre las sombras, apareció su marido. Cuando le pre- guntó por qué se había ido, el joven le explicó que todos
  • 73. 71 Los mapuches esos carbones que había visto eran los muertos que, al no soportar la luz del día, tomaban esa forma esperando el re- greso de la oscuridad. Le aconsejó que volviera a su tierra. Antes de embarcarse, le dijo que tenía que comer otro pan. Embarcaron. La mujer se quedó dormida. Después desper- tó. Habían llegado al otro lado del mar, desembarcaron. El esposo le pidió que se sentara a esperar el amanecer y la joven así lo hizo. Esperando la llegada de la luz del día, la mujer se durmió por última vez. Al despertar se encontró en el cementerio, sentada sobre la sepultura de su esposo. Espantada, se puso a gritar. Gritó tan fuerte que sus pa- rientes la escucharon y corrieron en su auxilio. La llevaron hasta la casa, la abrigaron, le dieron algo fuerte para tomar. Más tranquila, pudo contar todo lo que le había pasado. Dicen los que la conocieron que a los seis días murió.
  • 74. 72 Ocuparon casi toda la isla de Tierra del Fuego, a excepción de la península Mitre en el sudeste, territorio de los haush, y el extremo sur, hábitat de los yámana. No se sabe exac- tamente cuándo y cómo llegaron, pero al parecer lo hi- cieron en guanacos cuando la isla todavía estaba unida al continente. Eran inquietos, cada tanto se trasladaban buscando lu- gares que les ofrecieran mayor cantidad y variedad de ali- mentos. Tanto ir de un lado a otro los obligó a construir viviendas sencillas. Algunas de forma cónica hechas con ramas y cubiertas con pieles cosidas y otras construidas con palos trabajados y un cobertor de pieles de guanaco o lobo marino que, una vez instaladas, formaban tres cuartos de un círculo. En ocasiones cuando se trasladaban lo hacían con sus casas, que podían ser desmontadas con facilidad. Los guanacos eran su principal fuente de alimentación y también, aunque en menor proporción, comían patos, cisnes, y recolectaban raíces y frutos. A pesar de estar rodeados de océanos, los selk’nam no eran navegantes ni tenían forma alguna de embarcación; tampoco se relacionaban demasiado con sus vecinos. Si bien en sociedad eran todos iguales, algunos gozaban de ciertos privilegios. Los chamanes eran los que se podían comunicar con el cielo, que era una importante fuente de poder. Eran respetados porque la gente común creía que ellos podían ocasionar la muerte o provocar enfermedades mortales si se sentían ofendidos. Los sabios eran los conocedores de todos los relatos, los depositarios de las tradiciones mitológicas. No tenían Losselk’nam
  • 75. 73 ¿Sabíasque…? Wisn’, el perro, era el único ani- mal doméstico que tenían los selk’nam y era su principal ayu- dante en la cacería del guanaco, al que sabía encerrar para saltarle a la garganta y degollarlo de una dentellada. poderes sobrenaturales, pero como se encargaban de transmitir los mitos, esta profesión de contadores de his- torias les daba un lugar importante dentro de la sociedad. Los guerreros también eran muy respetados cuando llegaban a edad madura por su valentía y coraje para de- fender a la comunidad de pueblos invasores. Cada familia vivía en un territorio bien delimitado lla- mado harúwen. Para los selk’nam, cada harúwen respon- día a un cielo; por lo tanto, cada ser pertenecía al cielo que le correspondía a su harúwen. Estaba prohibido casarse con una persona del mismo cielo y si, por alguna razón, se tenían que mudar, inmediatamente pasaban a pertenecer a un nuevo cielo. Se vestían con cueros y pieles de animales. Les gustaba adornarse con collares, brazaletes y pulseras hechos con huesos de aves, conchillas y trenzas de tendón de guana- co. Los hombres llevaban un adorno triangular de cue- ro sobre la frente, atado alrededor de la cabeza (kóchil). Hombres, mujeres y niños se pintaban las caras y cuer- pos con colores rojo, negro, blanco y amarillo con dibujos sencillos.
  • 76. 74
  • 77. 75 Los selk’nam L os selk’nam, hombres de a pie. Antiguos mora- dores de la Isla de la Tierra del Fuego. Adoradores de Krah y Kren, el Sol y la Luna. De generación en generación y durante siglos cumplieron un ritual, el hain, que cuenta la eterna lucha entre el Sol y la Luna. Los selk’nam, pueblo violentamente exterminado, alguna vez contaron así: En el principio de los tiempos, las mujeres selk’nam eran las que mandaban. Varios meses al año se reunían en la Gran Choza, un lugar sagrado al que solo ellas podían en- trar para realizar sus ceremonias. Cuenta el mito que las mujeres necesitaban comida para calmar el enojo de Jalpen, la diosa de las profundidades, que si no era alimentada amenazaba con terminar con la vida de todas ellas. Krah, la Luna, lideraba este grupo de mujeres. Los hombres de la tribu estaban asustados por la amena- za de Jalpen y tenían miedo de perder a sus mujeres. Enton- ces trabajaban más de lo posible para contentar a la diosa, que con sus rugidos subterráneos estremecía la tierra. El propósito de las mujeres era asustar a los hombres para tener más poder sobre ellos. Cuando se reunían en la Gran Choza se burlaban, comían la carne destinada a Jalpen y disfrutaban del engaño. Una tarde, mientras Kren, el Sol, estaba cazando, se acercó a la Gran Choza y escuchó las risas de las mujeres; Elhain. LapeleadelSolylaLuna
  • 78. 76 Región Patagonia un poco más cerca, se esforzó por comprender lo que las mujeres decían y descubrió el gran secreto. Presuroso, corrió a contarles a los hombres lo que había escuchado. Montados en furia, los hombres se rebelaron y mataron a todas las mujeres de la tribu. Solo se salvaron las niñas pequeñas. El Sol también mató a la hija que había te- nido con la Luna. Las mujeres habían sido derrotadas y de este modo los hombres heredaron la ceremonia del hain.
  • 79. 77
  • 80. 78 78 L aLunaeraunpodermalignoparalosselk’nam. Veían en el ciclo lunar la repetición del enojo de la Luna por la humillación sufrida aquella vez que el Sol descubrió el gran secreto de las mujeres y se lo contó a los hombres. Les daba miedo verla llena y roja. Creían que así se po- nía cuando estaba furiosa y que podía “agarrarlos” si la miraban. Decían que cuando la Luna ya no podía más de ira re- cordando aquella vez en que el Sol la humilló, entraba en eclipse. Se ponía grande y roja y ese rojo anunciaba muer- te, desgracias y sangre de venganza. La Luna anunciaba en cada eclipse que muchos hombres morirían en combate. Por esa razón, entre los selk’nam cada vez que había un eclipse, los hombres apagaban todos los fuegos de los cam- pamentos y se reunían en torno al chamán. El viejo brujo se ponía un sombrero de plumas de agui- lucho y convocaba a las mujeres que, moviendo sus brazos, cantaban y bailaban en círculo pidiéndole a la Luna que se apiadara de la tribu. El brujo, imitando los graznidos del aguilucho, se trans- portaba a la Luna y allí recibía el mensaje de Krah. Todos esperaban las palabras del anciano porque de ellas depen- día la suerte del grupo. El mensaje podía ser favorable o sentenciar la desgracia de la tribu. Se creía que cuando la respuesta de la Luna no era favo- rable, el brujo moría a los pocos meses. LaLunaroja
  • 81. 79
  • 82. 80 GracielaPiombo Nació en Lanús, provincia de Buenos Aires. Es licenciada en Letras y astróloga. En 1991 ingresó al Instituto Vocacional de Arte Manuel José de Labardén, de la Municipalidad de Buenos Aires. De 2000 a 2006 integró el Equipo de Educación de la Fundación Arte Viva de Argentina. En noviembre de 2005 presentó los resultados de la implementación del Programa de Pensamiento Visual en Argentina en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Se desempeña tam- bién como titular de la cátedra de Literatura Inglesa y Norteame- ricana en la Universidad del Salvador. Desde 2014 integra el equipo del Programa de Fortalecimiento de la Enseñanza de la Lengua en la Educación Secundaria del Ministerio de Educación de la Nación. MarianoEpelbaum (Buenos Aires, 1975). Es diseñador de personajes, ilustrador y ani- mador 2D tradicional. Trabaja profesionalmente desde 1996 en di- versas disciplinas y actualmente está incursionando en la dirección de arte. Fue director de arte y diseñador de personajes de Metegol, coproducción argentino-española dirigida por Juan José Campa- nella. Diseñó personajes para el programa Playground del canal Disney Junior y trabajó en diversas publicidades. En el campo edi- torial ilustró para editoriales de la Argentina, España, Puerto Rico, México, Brasil, Inglaterra y Estados Unidos. En 2014 diseñó perso- najes para la muestra y paseo de seres míticos en Tecnópolis. AlexDukal (Puerto Madryn, 1972). Ilustrador nacido y criado en la Patagonia argentina. Mientras estudiaba en la Escuela Nacional de Bellas Ar- tes Manuel Belgrano, en Buenos Aires, comenzó a publicar histo- rietas e ilustraciones en la mítica revista Fierro. Se dedicó varios años a la pintura y a la enseñanza, actividad que actualmente Autores
  • 83. 81 ejerce ofreciendo seminarios de ilustración digital. En 2000 expu- so en el Reino Unido y paralelamente empezó a dedicarse de lleno a la ilustración. Desde entonces ha trabajado para editoriales de todo el mundo ilustrando con pasión diferentes tipos de proyec- tos, mayormente libros infantiles. LuisGrane (Buenos Aires, 1967). Después de estudiar tres años de Medicina en la Universidad de Buenos Aires, decidió dedicarse por comple- to a su pasión: el dibujo. Luego de un breve paso por la carrera de Diseño Gráfico, viajó a Europa. Trabajó tres años en Londres en animación para publicidad y luego en México como director de arte en publicidad y en estudios de animación. Su estilo está fuertemente influido por las culturas mesoamericanas. En 1996 se mudó a Los Ángeles donde trabajó seis años como animador para DreamWorks en películas como Ratatouille, SpiderMan 2, Matrix y Hotel Transylvania. Fue diseñador y animador para Sony, Pixar, Laika, Disney y Warner, entre otros estudios. En 2014 publicó en Estados Unidos su libro Sad Stories. MatíasTrillo (Buenos Aires, 1972). Estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón (IUNA), donde se recibió de profesor nacional de Artes Plásticas con Especialidad en Pintura. Hizo las ilustracio- nes de los libros Filotea, de Ema Wolf, Uno de elefantes, de Jor- ge Accame y Sucedió en colores, de Liliana Bodoc, entre muchos otros. También participó de los Cuadernos y Debates del Bicente- nario y realizó colaboraciones para la revista Fierro. Hizo trabajos de video y animación para Pakapaka, Nickelodeon y Cartoon Net- work. Obtuvo distinciones de ALIJA y fue elegido para la Campaña Historietas por la Identidad de Abuelas de Plaza de Mayo.
  • 84.
  • 85. 83 BATTINI, Berta E. Vidal de, Cuentos y leyendas populares de la Argentina. Tomo VIII, Buenos Aires, Ediciones Culturales Argentinas, Secretaría de Cultura, Ministerio de Educación y Justicia, 1984. BLACHE, Martha, Estructura del miedo. Narrativas folklóricas guaraníticas, Buenos Aires, Plus Ultra, 1982. CHAMBI, Edgar Quispe, Aaymara. Leyenda Cuentos Mitos Poemas, Puno, Instituto del Bien Común. Diseño educativo para culturas de tradición oral Academia Peruana de la Lengua Aymara, 2004. CHAPMAN, Anne, El fin de un mundo. Los selk’nam de Tierra del Fuego, Buenos Aires, Vázquez Mazzini, 1989. COLMAN, Narciso R. (Rosicrán), Ñande Ypy Kuéra (“Nuestros antepasados”), 1929. COLOMBRES, Adolfo, Los guaraníes, Buenos Aires, Colihue, 2013. Seres mitológicos argentinos, Buenos Aires, Colihue, 2012. CORDEU, Eduardo, “Aproximación al horizonte mítico de los tobas”, en Runa, Vol. XII, Partes 1 y 2, Buenos Aires, 1969-1970. DÁVALOS, Felipe y otros (Texto / Ilustraciones), Hijos de la primavera: vida y palabras de los indios de América, México, FCE, 1994. Coordinador: Federico Navarrete Linares. Adaptación: Katyna Henríquez. EQUIPO NAyA, Diccionario de mitos y leyendas: http://www.cuco.com.ar/ Bibliografía
  • 86. 84 Bibliografía FONTANA, Luis Jorge, El Gran Chaco, Buenos Aires, Solar-Hachette, 1977. GALEANO, Eduardo, Las palabras andantes, México, Siglo XXI, 1993. GONZÁLEZ DELGADO, Ramiro, “Relatos orales mapuches y el mito grecolatino de Orfeo y Eurídice”, en Estudios Filológicos, Nº 36, 2001, pp. 35-59. GUSINDE, Martín, Los indios de Tierra del Fuego, Tomo I, Vol. II, Buenos Aires, Centro Argentino de Etnología Americana, 1982. HOYOS, María de, “Los diaguitas”, en A-Z diez, Año 3, Nº 111, 1997. IBÁÑEZ, Germán, Los collas, Buenos Aires, Ediciones del Sol, 2008. LOBOS, Omar, Los mapuches, Buenos Aires, Ediciones del Sol, 2013. MARTÍNEZ SARAZOLA, Carlos, “Aborígenes de la Argentina”, en A-Z diez, Año 3, Nº 126, 1997, pp. 65-73. Nuestros paisanos los indios. Vida, historia y destino de las comunidades indígenas en la Argentina, Buenos Aires, Emecé, 1996. MOLOCZNIK, Maximiliano, Los wichi, Buenos Aires, Ediciones del Sol, 2011. PALERMO, Miguel Ángel, Lo que cuentan los onas, Ilustraciones de María Rojas, Buenos Aires, Sudamericana, 2011. Los guaraníes, Buenos Aires, AZ, 2008. Los selk’nam, Buenos Aires, AZ, 2009.
  • 87. 85 Bibliografía PALERMO, Miguel Ángel y BOIXADÓS, Roxana Edith, La conquista de América, Buenos Aires, AZ, 2008. PARODI, Lautaro, “Los comechingones”, en Leyendas indígenas de la Argentina, Buenos Aires, Libertador, 2000. RAYEN KVYEH, en www.mapuche-nation.org REX GONZÁLEZ, Alberto y PÉREZ, José A., Argentina indígena. Vísperas de la Conquista, Buenos Aires, Paidós, 2000. SACCO, Claudio, Los tobas, Buenos Aires, Ediciones del Sol, 2011. SÁNCHEZ, Orlando, Rasgos culturales de los tobas, autor y recopilador toba, Roque Sáenz Peña, Chaco, revisión y edición del texto: Samuel Almada. Buenos Aires, Programa con Pueblos Originarios, Instituto Universitario ISEDET, 2006. SUGOBONO, Nahuel, Leyendas, mitos, cuentos y otros relatos tobas, Buenos Aires, Longseller, 2006. VELÁZQUEZ SÁNCHEZ, Carlos, “La yacumama”, en Cuentos e historias de la selva: http://cuentoshistoriasdelaselva. blogspot.com.ar/2013/09/la-yacumama.html WILLKA, Wanka, Fábulas andinas, Jujuy, IQJ, 1997. YAMPEY, Girala, Mitos y leyendas guaraníes, Asunción, Editorial Manuel Ortiz.
  • 88.
  • 89. • 90 minutos. Relatos de fútbol • Todo queda en familia. Textos de humor • Cosas imposibles. Cuentos fantásticos y de terror • Bajo sospecha. Relatos policiales • Palabra de mujer. Crónicas sobre mujeres argentinas • Amores argentinos. Historietas sobre cuentos y novelas de amor • Mucha, mucha poesía. Tres siglos de poesías y canciones • Hubo una vez en este lugar. Mitos y leyendas de este lado del mundo • Animales rimados y no tanto. Poesía para chicos • Brujas, princesas, y pícaros. Cuentos clásicos infantiles • Constitución de la Nación Argentina • El Nunca más y los crímenes de la dictadura • Manual de las mujeres. Guía de derechos, salud reproductiva, familia y trabajo para adolescentes y mujeres adultas • Manual del hogar. Guía para el mantenimiento de la casa y la prevención de accidentes domésticos LabibliotecaLibrosyCasas
  • 90. Hubounavezenestelugar Mitos y leyendas de este lado del mundo Hubo una vez en este lugar pueblos que contaron historias. Hombres y mujeres que, en el intento por comprender la vida y la muerte, hablaron del cielo, la luna, las estrellas, el sol, las lluvias. Hombres y mujeres que se enamoraban, se peleaban, tenían miedo y, cuando estaban muy contentos, celebraban la vida. Toda esta gente era mucha y diferente: mocovíes, pilagas, chanés, abipones, quechuas, aymaras, chorotes, charrúas, chulupíes, comechingones, diaguitas, guaraníes, tehuelches, selk’nam, mapuches, tobas, quom, wichis, huarpes, entre otros. Eran diferentes entre sí, pero tenían algo en común: a todos, sin excepción, les gustaba contar historias. Te invitamos a leer estos relatos de algunos de esos pueblos que habitaban nuestro país. Te invitamos a volverlos a contar para que no se detenga el viaje y estas historias crezcan hasta más allá de los tiempos.