El documento habla sobre la importancia de jerarquizar la información al comprender textos. Esto implica asignar grados de importancia a las ideas principales y secundarias para formar una estructura coherente. Al comprender, basta con retener la información clave en lugar de intentar recordar todos los detalles, ya que de lo contrario es probable que no se recuerde nada. Jerarquizar la información es una herramienta básica para la comprensión.
2. En la comprensión de textos,
un aspecto esencial es la
jerarquización de la
información que se va
procesando.
Perdiendo velocidad
[…]
Hubo un tiempo en que Tego volaba a cuarenta
kilómetros por hora. El circo era el cielo; yo arrastraba
el cañón hasta el centro de la pista. Las luces ocultaban
al público, pero escuchábamos el clamor. Las cortinas
aterciopeladas se abrían y Tego aparecía con su casco
plateado. Levantaba los brazos para recibir los
aplausos. Su traje rojo brillaba sobre la arena. Yo me
encargaba de la pólvora mientras él trepaba y metía su
cuerpo delgado en el cañón. Los tambores de la
orquesta pedían silencio y todo quedaba en mis
manos. Lo único que se escuchaba entonces eran los
paquetes de pochoclo y alguna tos nerviosa. Sacaba de
mis bolsillos los fósforos. Los llevaba en una caja de
plata, que todavía conservo. Una caja pequeña pero
tan brillante que podía verse desde el último escalón
de las gradas. La abría, sacaba un fósforo y lo apoyaba
en la lija de la base de la caja. En ese momento todas
las miradas estaban en mí. Con un movimiento rápido
surgía el fuego. Encendía la soga. El sonido de las
chispas se expandía hacia todos lados. Yo daba algunos
pasos actorales hacia atrás, dando a entender que algo
terrible pasaría —el público atento a la mecha que se
consumía—, y de pronto: Bum. Y Tego, una flecha roja
y brillante, salía disparado a toda velocidad.
[…]
3. Esto implica poder asignar
distintos grados de
importancia a las ideas que el
texto desarrolla. La
información no aparece
naturalmente jerarquizada
sino que ideas principales y
secundarias se van alternando
para dar lugar a una estructura
coherente y coordinada.
Perdiendo velocidad
[…]
Hubo un tiempo en que Tego volaba a cuarenta
kilómetros por hora. El circo era el cielo; yo arrastraba
el cañón hasta el centro de la pista. Las luces ocultaban
al público, pero escuchábamos el clamor. Las cortinas
aterciopeladas se abrían y Tego aparecía con su casco
plateado. Levantaba los brazos para recibir los aplausos.
Su traje rojo brillaba sobre la arena. Yo me encargaba
de la pólvora mientras él trepaba y metía su cuerpo
delgado en el cañón. Los tambores de la orquesta
pedían silencio y todo quedaba en mis manos. Lo único
que se escuchaba entonces eran los paquetes de
pochoclo y alguna tos nerviosa. Sacaba de mis bolsillos
los fósforos. Los llevaba en una caja de plata, que
todavía conservo. Una caja pequeña pero tan brillante
que podía verse desde el último escalón de las gradas.
La abría, sacaba un fósforo y lo apoyaba en la lija de la
base de la caja. En ese momento todas las miradas
estaban en mí. Con un movimiento rápido surgía el
fuego. Encendía la soga. El sonido de las chispas se
expandía hacia todos lados. Yo daba algunos pasos
actorales hacia atrás, dando a entender que algo
terrible pasaría —el público atento a la mecha que se
consumía—, y de pronto: Bum. Y Tego, una flecha roja y
brillante, salía disparado a toda velocidad.
[…]
4. Como vimos, en el
proceso de
comprensión no es
necesario que
recordemos
absolutamente todo lo
que el texto aporta.
Perdiendo velocidad
[…]
Hubo un tiempo en que Tego volaba a cuarenta
kilómetros por hora. El circo era el cielo; yo arrastraba
el cañón hasta el centro de la pista. Las luces ocultaban
al público, pero escuchábamos el clamor. Las cortinas
aterciopeladas se abrían y Tego aparecía con su casco
plateado. Levantaba los brazos para recibir los aplausos.
Su traje rojo brillaba sobre la arena. Yo me encargaba
de la pólvora mientras él trepaba y metía su cuerpo
delgado en el cañón. Los tambores de la orquesta
pedían silencio y todo quedaba en mis manos. Lo único
que se escuchaba entonces eran los paquetes de
pochoclo y alguna tos nerviosa. Sacaba de mis bolsillos
los fósforos. Los llevaba en una caja de plata, que
todavía conservo. Una caja pequeña pero tan brillante
que podía verse desde el último escalón de las gradas.
La abría, sacaba un fósforo y lo apoyaba en la lija de la
base de la caja. En ese momento todas las miradas
estaban en mí. Con un movimiento rápido surgía el
fuego. Encendía la soga. El sonido de las chispas se
expandía hacia todos lados. Yo daba algunos pasos
actorales hacia atrás, dando a entender que algo
terrible pasaría —el público atento a la mecha que se
consumía—, y de pronto: Bum. Y Tego, una flecha roja y
brillante, salía disparado a toda velocidad.
[…]
5. Sino que basta con
que almacenemos en
nuestra “mente-
cerebro” la
información principal
del texto.
Perdiendo velocidad
[…]
Tego volaba a cuarenta
kilómetros por hora.
Yo arrastraba el cañón hasta el
centro de la pista.
Tego aparecía con su casco
plateado.
Yo me encargaba de la pólvora
mientras él trepaba y metía su
cuerpo delgado en el cañón.
Sacaba de mis bolsillos los
fósforos.
Sacaba un fósforo y lo apoyaba
en la lija de la base de la caja.
Encendía la soga.
Tego salía disparado a toda
velocidad.
[…]
6. Si, en cambio, intentáramos
sostener en nuestra
memoria la totalidad de la
información, es probable
que en definitiva no nos
quede nada. Perdiendo velocidad
[…]
Hubo un tiempo en que Tego volaba a cuarenta
kilómetros por hora. El circo era el cielo; yo arrastraba
el cañón hasta el centro de la pista. Las luces
ocultaban al público, pero escuchábamos el clamor.
Las cortinas aterciopeladas se abrían y Tego aparecía
con su casco plateado. Levantaba los brazos para
recibir los aplausos. Su traje rojo brillaba sobre la
arena. Yo me encargaba de la pólvora mientras él
trepaba y metía su cuerpo delgado en el cañón. Los
tambores de la orquesta pedían silencio y todo
quedaba en mis manos. Lo único que se escuchaba
entonces eran los paquetes de pochoclo y alguna tos
nerviosa. Sacaba de mis bolsillos los fósforos. Los
llevaba en una caja de plata, que todavía conservo.
Una caja pequeña pero tan brillante que podía verse
desde el último escalón de las gradas. La abría, sacaba
un fósforo y lo apoyaba en la lija de la base de la caja.
En ese momento todas las miradas estaban en mí.
Con un movimiento rápido surgía el fuego. Encendía
la soga. El sonido de las chispas se expandía hacia
todos lados. Yo daba algunos pasos actorales hacia
atrás, dando a entender que algo terrible pasaría —el
público atento a la mecha que se consumía—, y de
pronto: Bum. Y Tego, una flecha roja y brillante, salía
disparado a toda velocidad.
[…]
7. Entonces no lo olviden:
jerarquizar la información a
partir de la discriminación de
aquellas ideas que son
principales de las que son
secundarias es una
herramienta de base a la hora
de comprender de manera
adecuada un texto.
Perdiendo velocidad
[…]
Tego volaba a cuarenta kilómetros por hora.
Yo arrastraba el cañón hasta el centro de la
pista.
Tego aparecía con su casco plateado.
Yo me encargaba de la pólvora mientras él
trepaba y metía su cuerpo delgado en el
cañón.
Sacaba de mis bolsillos los fósforos.
Sacaba un fósforo y lo apoyaba en la lija de la
base de la caja.
Encendía la soga.
Tego salía disparado a toda velocidad.
[…]
8. De manera tal que, si luego
nos preguntaran de qué trata
el texto, podríamos
recuperar el modelo mental
generado y responder en
forma correcta.
Perdiendo velocidad
[…]
Tego volaba a cuarenta kilómetros por
hora.
Yo arrastraba el cañón hasta el centro
de la pista.
Tego aparecía con su casco plateado.
Yo me encargaba de la pólvora
mientras él trepaba y metía su cuerpo
delgado en el cañón.
Sacaba de mis bolsillos los fósforos.
Sacaba un fósforo y lo apoyaba en la lija
de la base de la caja.
Encendía la soga.
Tego salía disparado a toda velocidad.
[…]