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Los Evangelios
Apócrifos
«Todo el mundo no bastaría para contener
los libros sobre Jesús» (cf. Jn 21,25)
Diversidad teológica en el Nuevo Testamento
Los libros apócrifos son un conjunto de escritos que tratan y amplían algunos de
los temas que encontramos en la Biblia y se atribuyen a grandes personalidades de
la historia bíblica.
El número de textos apócrifos que conocemos hoy, completos o fragmentados,
asciende a más de SETENTA. No podemos calcular en absoluto cuántos otros han
sido devorados por el olvido, o a causa de las persecuciones de grupos contrarios o
por la muerte natural de quienes los tuvieron como santos.
Los cristianos del siglos I no pensaban que hubiese Evangelios genuinos y otros
que no lo fueran. Por el contrario, en esta época se compusieron numerosos textos,
bastante diversos entre sí, que podían recibir el título de «Evangelio», ya que
transmitían, usaban o interpretaban tradiciones sobre Jesús.
El comienzo del evangelio de Lucas nos muestra que ya en el último tercio del
siglo I abundaban los escritos que recogían los dichos y hechos de Jesús:
«Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los
hechos que se han verificado entre nosotros, tal como nos los han transmitido
los que desde el principio fueron testigos oculares..., he resuelto yo también,
después de haber investigado todos escrupulosamente desde su origen,
escribírtelos por orden...» (Lc 1,1-3).
Esta indicación nos invita aceptar el hecho de una gran pluralidad de obras sobre
Jesús en los inicios mismos del movimiento cristiano.
Una doctrina aún no fijada
La formación catequética común ha llevado a equiparar a cada uno de los textos
no canónicos con alguna forma «herejía».
Se forma una imagen de Jesús revelando sus doctrinas a los Doce apóstoles,
antes de su muerte y después de su resurrección. Tras su Ascensión, los apóstoles
se reparten el mundo y cada uno propaga allí la verdadera y única religión cristiana,
completa y definida desde el principio. Frente a esta difusión de la recta doctrina se
van suscitando variadas herejías (algunas de ellas contenidas en evangelios
apócrifos), que son como una desviación de lo recto y originario.
Sin embargo ésta es una imagen simplista: no existía por aquellos tiempos un
centro eclesiástico que irradiase un visión ortodoxa del cristianismo y que
condenara a las demás. El llamado Concilio de los Apóstoles en Jerusalén no trató
de dogmas ni aprobó escritos: se ocupó de prácticas de culto.
En aquellos momentos, el anuncio de la Buena Noticia se predicaba y difundía
con una gran libertad. No existían aún formulaciones de fe elaboradas que tuvieran
una validez universal.
Los escritos de los grupos que con el correr del tiempo fueron considerados
como «heréticos», fueron al comienzo simples continuaciones de las tradiciones
sobre Jesús.
Qué significa la palabra apócrifo
apókryphos «oculto»
«apartado»
«secreto»
En un principio designaba libros ocultos o
separados del común de los creyentes porque
contenían doctrinas o revelaciones demasiado
preciosas para caer en manos de principiantes
o de personas no creyentes
«Traen consigo una multitud indecible de escritos secretos y espurios, que
ellos mismos compusieron, para causar impresión a los insensatos y que
desconocen la literatura verdadera» (Ireneo, Contra los herejes I,20,1).
Más tarde, al separarse con más nitidez la doctrina ortodoxa respecto de la gnóstica,
y al ser ésta rechazada, el término empleado por los gnósticos para designar sus
libros «secretos» comenzó a utilizarse por los ortodoxos en sentido negativo:
Aún cuando no tuvieran un contenido heterodoxo, el carácter legendario de alguno
de estos escritos hizo que apócrifo también pasara a significar «FABULOSO».
Pero hay que admitir que también los Evangelios canónicos presentan narraciones
fantásticas. En todo caso habría que juzgar la historicidad de cada relato en
particular, sin admitirla o rechazarla a priori por su pertenencia al canon bíblico.
Lo mejor es llamar a estos textos simplemente NO CANÓNICOS.
En los Evangelios canónicos las palabras y acciones de Jesús se encuentran
matizadas por la fe en él como Señor Resucitado, por la cristología naciente,
por la polémica entre las comunidades judías y cristianas, por las tareas
misioneras y por las primeras persecuciones paganas.
Pero aún así lo relatado en ellos mantiene coherencia respecto a la
constitución social y religiosa del pueblo judío en tiempos de Jesús, de sus
costumbres y esperanzas, tal como pueden conocerse a partir de fuentes
judías como las traducciones arameas (targumim) y los comentarios rabínicos
(midrashim) de la Escritura, o los códigos legislativos (Mishná y Talmud).
Lo mismo hay que decir de personajes concretos como Herodes el Grande,
Pilato y Herodes Antipas, que conocemos ampliamente a través de las obras
del historiador judío Flavio Josefo.
En el caso de los escritos gnósticos, más que comprobar el entorno judío de
la vida de Jesús, advertimos una mezcla de filosofía platónica y de religiones
mistéricas aplicada a una serie de discursos de revelación pronunciados por
el Resucitado.
En los escritos legendarios piadosos se observan grandes anacronismos.
Contraste con los Evangelios canónicos
A) Evangelios de corte sinóptico que ofrecen dichos y hechos de Jesús con
sensible parecido al de los canónicos:
fragmentos del Evangelio de Tomás
el Diálogo del Salvador
el Evangelio de Pedro
y restos de papiros, como el Papiro Egerton.
B) Evangelios de la infancia y la resurrección de Jesús (junto con el ciclo de
María): éstos son los acontecimientos que más llamaron la atención de la
fantasía popular en torno a la figura de Jesús.
C) Evangelios gnósticos. Aparte del Evangelio de los Egipcios y algunos otros
fragmentos, pertenecen al corpus de escritos gnósticos descubiertos en Nag
Hammadi.
Evangelios no canónicos
Proceso de gestación de los evangelios apócrifos
Pudo ser paralelo a la formación del material canónico.
Nacieron por las mismas razones y obedeciendo a las mismas necesidades
que las primeras colecciones canónicas.
La llamada fuente Q pudo no haber sido la única que existía en la más
primitiva antigüedad cristiana.
Debemos tener en cuenta que las palabras y acciones de Jesús no se han
difundido solamente dentro de un grupo limitado y de un modo controlado. Los
mismos Evangelios hablan, en primer lugar, de multitudes numerosas que
afluían a Jesús atraídas por lo que escuchaban decir de él:
«le siguió una gran muchedumbre de Galilea. También de Judea, de Jerusalén,
de Idumea, del otro lado del Jordán, de los alrededores de Tiro y Sidón, una
gran muchedumbre, al oír lo que hacía, acudió a él» (Mc 3,7-8). «Y lo que se
decía de él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina» (Lc
7,17).
Este tipo de rumor incontrolado fácilmente podía derivar en relatos
legendarios, afanosos por multiplicar los milagros.
Motivación para la redacción
En los demás casos:
competir ideológicamente con los escritos «oficiales»
entretener con literatura piadosa
añadir conocimientos que se estimaban sustanciales a la figura y obra de
Jesús.
El deseo de sustituir a los evangelios canónicos puede presumirse en
aquellos apócrifos claramente gnósticos (Evangelios de Tomás, Felipe y
otros, y en general en la literatura gnóstica conservada en el corpus de Nag
Hammadi).
Este conjunto de escritos es tan completo, en cuanto a géneros literarios
análogos a los canónicos, que se podría formar un NT paralelo al canónico
compuesto también de hechos, epístolas y apocalipsis apócrifos.
Los motivos que impulsaron a la creación de los evangelios apócrifos más
antiguos habrían sido los mismos que impulsaron la plasmación de
Evangelios canónicos: FIJAR POR ESCRITO las formas que sirvieran para
propagar el mensaje cristiano, dándole un valor autoritativo.
En la evolución y afianzamiento del dogma, los evangelios apócrifos han
desempeñado un papel no desdeñable:
la VIRGINIDAD de María (Evangelios de la Natividad),
el DESCENSO DE CRISTO A LOS INFIERNOS tras su muerte para rescatar a
las almas de los patriarcas y justos fallecidos antes de su venida (Evangelio de
Nicodemo),
la ASUNCIÓN DE LA VIRGEN (Evangelios de San Juan Evangelista;
Evangelio de José de Arimatea).
La mayoría de los investigadores coincide en señalar para los apócrifos
importantes un lapso de tiempo que va entre mediados del siglo II y el siglo IV.
Los posteriores parecen reelaboraciones expresas o refundiciones ortodoxas
de obras anteriores.
La canonización de unos escritos tuvo notables efectos morales y psicológicos
en la progresiva aniquilación y proscripción de los apócrifos que continuaban
leyéndose por los que iban siendo cada vez más marcados como herejes.
Esto explica que hoy nos queden sólo restos de esta literatura apócrifa.
Ello se deduce del espíritu del Decreto Gelasiano -en el que se hace una lista
detallada de los libros apócrifos que deben proscribirse entre los católicos.
Fecha de composición
Evangelios de la Infancia
«José, abandonando sus herramientas, salió para juntarse a los demás viudos, y,
todos congregados, fueron a encontrar al Gran Sacerdote. Este tomó las varas de
cada cual, penetró en el templo, y oró. Y, cuando hubo terminado su plegaria, volvió
a tomar las varas, salió, se las devolvió a sus dueños respectivos, y no notó en ellas
prodigio alguno. Y José tomó la última, y he aquí que una paloma salió de ella, y voló
sobre la cabeza del viudo. Y el Gran Sacerdote dijo a José: Tú eres el designado por
la suerte, para tomar bajo tu guarda a la Virgen del Señor.
Mas José se negaba a ello, diciendo: Soy viejo, y tengo hijos, al paso que ella es una
niña. No quisiera servir de irrisión a los hijos de Israel. Y el Gran Sacerdote respondió
a José: Teme al Señor tu Dios, y recuerda lo que hizo con Dathan, Abiron y Coré, y
cómo, entreabierta la tierra, los sumió en sus entrañas, a causa de su desobediencia.
Teme, José, que no ocurra lo mismo en tu casa.
Y José, lleno de temor, recibió a María bajo su guarda, diciéndole: He aquí que te he
recibido del templo del Señor, y que te dejo en mi hogar. Ahora voy a trabajar en mis
construcciones, y después volveré cerca de ti. Entretanto, el Señor te protegerá».
Protoevangelio de Santiago 9,1-3 (Siglo II).
El texto bíblico no da a entender ningún propósito de consagración a Dios por
parte de María, pues no tendría sentido llamarla esposa de José.
Será una tradición posterior la que mencionará dicha consagración y hará de
José un hombre viudo elegido para custodiarla.
Los relatos evangélicos muestran, más bien, que la intervención de Dios
sorprende a los esposos, quienes aceptan dócilmente las disposiciones divinas.
Evangelios de la Infancia
«Y ocurrió que, al tercer día de su viaje, María estaba fatigada en el desierto por el ardor
del sol, y, viendo una palmera, dijo a José: Voy a descansar un poco a su sombra. Y José la
condujo hasta la palmera, y la hizo apearse de su montura. Cuando María estuvo sentada,
levantó los ojos a la palmera, y, viendo que estaba cargada de frutos, dijo a José: Yo
quisiera, si fuese posible, probar los frutos de esta palmera. Y José le dijo: Me sorprende
que hables así, viendo la altura de ese árbol, y que pienses en comer sus frutos. Lo que a
mí me preocupa es la falta de agua, pues ya no queda en nuestros odres, y no tenemos
para nosotros, ni para nuestros animales.
Entonces el niño Jesús, que descansaba, con la figura serena y puesto sobre las rodillas de
su madre, dijo a la palmera: Árbol, inclínate, y alimenta a mi madre con tus frutos. Y a
estas palabras la palmera inclinó su copa hasta los pies de María, y arrancaron frutos con
que hicieron todos refección. Y, no bien hubieron comido, el árbol siguió inclinado,
esperando para erguirse la orden del que lo había hecho inclinarse. Entonces le dijo Jesús:
Yérguete, palmera, recobra tu fuerza, y sé la compañera de los árboles que hay en el
paraíso de mi Padre. Descubre con tus raíces el manantial que corre bajo tierra, y haz que
brote agua bastante para apagar nuestra sed. Y en seguida el árbol se enderezó, y de entre
sus raíces brotaron hilos de un agua muy clara, muy fresca y de una extremada dulzura. Y,
viendo aquel agua, todos se regocijaron, y bebieron, ellos y todas las bestias de carga, y
dieron gracias a Dios»
Evangelio del Pseudo Mateo 20,1-2 (Siglo VI).
El relato de Mateo 2,13-18 refleja una situación conflictiva. Herodes, llega a ser el
Faraón perseguidor del Nuevo Moisés, el símbolo de los poderes amenazadores
de este mundo. Mateo ve en la huida de Jesús a Egipto la apropiación y
reactualización por el hijo de María de la historia de Israel y de manera particular la
historia de Moisés, que vuelve a Egipto después de la muerte del faraón (Ex 4,19-
20). Un texto apócrifo se encarga de extender los detalles del viaje.
Evangelios de la Infancia
«Un día, cuando Jesús había cumplido los siete años, jugaba con sus pequeños
amigos, es decir, con niños de su edad. Y se entretenían todos en el barro, haciendo
con él figurillas, que representaban pájaros, asnos, caballos, bueyes, y otros
animales. Y cada uno de ellos se mostraba orgulloso de su habilidad, y elogiaba su
obra, diciendo: Mi figurilla es mejor que la vuestra. Mas Jesús les dijo: Mis figurillas
marcharán, si yo se lo ordeno. Y sus pequeños camaradas le dijeron: ¿Eres quizá el
hijo del Creador?
Y Jesús mandó a sus figurillas marchar, y en seguida se pusieron a dar saltos.
Después, las llamó, y volvieron. Y había hecho figurillas que representaban gorriones.
Y les ordenó volar, y volaron, y posarse, y se posaron en sus manos. Y les dio de
comer, y comieron, y de beber, y bebieron. Y, ante unos jumentos que hiciera, puso
paja, cebada y agua. Y ellos comieron y bebieron. Los niños fueron a contar a sus
padres todo lo que había hecho Jesús. Y sus padres les prohibieron para en adelante
jugar con el hijo de María, diciéndoles que era un mago, y que convenía guardarse de
él»
Evangelio Árabe 36,1-2 (siglo VII).
Mateo no dice sobre la niñez de Jesús más que: «fue a vivir en una ciudad llamada
Nazaret; para que se cumpliese el oráculo de los profetas: Será llamado Nazoreo»
(2,23).
Lucas, después de narrar el encuentro de el niño con los doctores en el Templo,
dice simplemente que «Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante
Dios y ante los hombres» (Lc 2,52).
La tradición apócrifa quiso ampliar el relato.
La pasión apócrifa
«Fue detenido asimismo Jesús la tarde del día 4 antes de la Pascua. Y no había
fiesta para Caifás ni para la turba de los judíos, sino enorme aflicción, a causa
del robo que había efectuado el ladrón en el santuario. Y, llamando a Judas
Iscariote, se pusieron al habla con él. Es de saber que éste era sobrino de
Caifás. No era discípulo sincero de Jesús, sino que había sido dolosamente
instigado por toda la turba de los judíos para que le siguiera; y esto, no con el
fin de que se dejara convencer por los portentos que Él obraba, ni para que le
reconociese, sino para que se lo entregase, con la idea de cogerle alguna
mentira. Y por esta gloriosa empresa le daban regalos y un didracma de oro
cada día. Y a la sazón hacía ya dos años que se encontraba en compañía de
Jesús, como dice uno de los discípulos llamado Juan»
Declaración de José de Arimatea I,3
En el nivel en que se sitúan los relatos evangélicos, la figura de Judas está
demasiado cargada de rasgos sacados de la tipología del traidor.
Pero algunos textos apócrifos acentúan áun más los rasgos negativos que de
Judas ya habían trazado los evangelios canónicos.
La pasión apócrifa
«Cuanto a mí, me afligía con mis compañeros y, con el espíritu herido, nos
ocultábamos, porque sabíamos que los judíos nos buscaban, como
malhechores y como acusados de querer incendiar el templo. A causa de todo
esto, ayunábamos, y permanecimos en triste duelo, y llorando, noche y día,
hasta el sábado.
...Y era el último día de los Ázimos, y muchos salían de la ciudad, y
regresaban a sus hogares, por haber terminado la fiesta. Nosotros, los doce
discípulos del Señor, llorábamos y nos afligíamos. Y cada cual,
apesadumbrado por lo que sucediera, se retiró a su casa. Cuanto a mí, Simón
Pedro, y a Andrés, mi hermano, tomamos nuestras redes y nos fuimos al
mar»
Evangelio de Pedro 7,1-2; 14,1-3
La huida de los discípulos narrada en los evangelios canónicos es perfectamente
verosímil, ya que la consigna era prender a Jesús, no a todo el grupo. El hecho de
que Lucas no la mencione entra en el estilo de este evangelista, que suele evitar la
descripción de episodios poco edificantes y lamentables.
Por su parte, Juan relaciona la marcha de los discípulos con una intervención de
Jesús en favor suyo (Jn 18,8). Con bastantes incoherencias, en cambio, un texto
apócrifo relata el ocultamiento y temor de Pedro y de los otros discípulos, que
habría durado los siete días de la fiesta. Después de esto Pedro se dirige a pescar,
cosa que puede hacer sólo en Galilea y no en Jerusalén. El relato estaría
combinando los datos diversos de los evangelios canónicos.
La pasión apócrifa
«Mas ninguno de los judíos se lavó las manos, ni Herodes, ni ninguno de los
jueces de Jesús. Y, como no querían lavárselas, Pilatos se levantó del tribunal.
Y entonces el rey Herodes ordenó a los judíos que aprehendieran al Señor,
diciéndoles: Haced todo lo que os he mandado que hagáis. Y lo entregó al
pueblo, la víspera de los Ázimos, su fiesta. Y ellos, habiendo agarrado al
Señor, lo empujaban a toda prisa, y decían: Arrastremos al Hijo de Dios,
ahora que somos dueños de él. Y lo revistieron con un manto de púrpura, y lo
hicieron sentarse en el Tribunal, diciendo: Juzga equitativamente, rey de
Israel. Y uno de ellos, habiendo traído una corona de espinas, la colocó sobre
la cabeza del Señor. Y otros, puestos delante de él, le escupían en el rostro, y
otros le pegaban en las mejillas, y otros lo golpeaban con una caña, y algunos
lo azotaban con un látigo, diciendo: Tributemos estos honores al Hijo de
Dios».
Evangelio de Pedro -Fragmento griego de Akhmin- I,3-III,4.
Los textos, cuanto más tardíos, más acentúan la responsabilidad de los judíos en
la muerte de Jesús, mientras que tienden a disculpar a los romanos.
En el fragmento griego del Evangelio de Pedro, después de haber protestado
Pilato de su inocencia ante los judíos, es Herodes quien entrega a Jesús al pueblo,
y es el pueblo el que se burla de Jesús y lo ejecuta.
La pasión apócrifa
«Y, vuelto al Pretorio, Pilatos llamó a Jesús a solas, y lo interrogó: ¿Eres tú el
rey de los judíos? Y Jesús respondió: Dices esto de ti mismo, o te lo han dicho
otros de mí? Pilatos repuso: ¿Por ventura soy judío yo? Tu nación y los
príncipes de los sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho? Contestó
Jesús: Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuese de este mundo, mis
servidores habrían peleado para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero
mi reino no es de aquí. Pilatos exclamó: ¿Luego rey eres tú? Replicó Jesús: Tú
dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo:
para dar testimonio de la verdad. El que oye mi palabra la verdad escucha.
Dijo Pilatos: ¿Qué es la verdad?
Y Jesús respondió: La verdad viene del cielo. Pilatos le preguntó: ¿No hay,
pues, verdad sobre esta tierra? Y Jesús dijo: Mira cómo los que manifiestan la
verdad sobre la tierra son juzgados por los que tienen poder sobre la tierra»
Evangelio de Nicodemo 3,3-7
La tradición apócrifa ha querido completar también la pregunta cuya respuesta
Pilato había dejado en suspenso en la pasión joánica.
La pasión apócrifa
«Siete días antes de la pasión de Cristo fueron remitidos al gobernador Pilato
desde Jericó dos ladrones, cuyos cargos eran éstos: El primero, llamado
Gestas, solía dar muerte de espada a algunos viandantes, mientras que a
otros les dejaba desnudos y colgaba a las mujeres de los tobillos cabeza abajo
para cortarles después los pechos; tenía predilección por beber la sangre de
los miembros infantiles; nunca conoció a Dios; no obedecía a las leyes y venía
ejecutando tales acciones, violento como era, desde el principio de su vida. El
segundo, por su parte, se llamaba Dimas; era de origen galileo y poseía una
posada. Atracaba a los ricos, pero a los pobres les favorecía. Aun siendo
ladrón, se parecía a Tobit, pues solía dar sepultura a los muertos. Se dedicaba
a saquear a la turba de los judíos; robó los libros de la ley en Jerusalén, dejó
desnuda a la hija de Caifás, que era a la sazón sacerdotisa del santuario, y
substrajo incluso el depósito secreto colocado por Salomón. Tales eran sus
fechorías».
Declaración de José de Arimatea I,2-3.
La tendencia apócrifa de envilecer a aún más a los villanos de la Pasión se
caracterizó, igualmente, por ennoblecer más a los héroes. Tal es el caso del
«ladrón arrepentido».
Según Mt 27,44 y Mc 15,32 ambos crucificados insultan a Jesús. Es propia de Lc
23,40-43 la petición hecha por uno de ellos de ser recordado por Jesús en su
Reino.
El siguiente texto constituye un intento por presentar al malhechor arrepentido del
texto de Lc como un «buen ladrón».
La pasión apócrifa
«Yo he sido un ladrón, y he cometido crímenes en la tierra. Y los judíos me
crucificaron con Jesús, y vi las maravillas que se realizaron por la cruz de mi
compañero, y creí que es el Creador de todas las criaturas, y el rey
todopoderoso, y le rogué, exclamando: Señor, acuérdate de mí, cuando estés
en tu reino. Y, acto seguido, accediendo a mi súplica, contestó: En verdad te
digo que hoy serás conmigo en el Paraíso. Y me dio este signo de la cruz,
advirtiéndome: Entra en el Paraíso llevando esto, y, si su ángel guardián no
quiere dejarte entrar, muéstrale el signo de la cruz, y dile: Es Jesucristo, el
Hijo de Dios, que está crucificado ahora, quien me ha enviado a ti. Y repetí
estas cosas al ángel guardián, que, al oírmelas, me abrió presto, me hizo
entrar, y me colocó a la derecha del Paraíso, diciendo: Espera un poco, que
pronto Adán, el padre de todo el género humano, entrará con todos sus hijos,
los santos y los justos del Cristo, el Señor crucificado».
Evangelio de Nicodemo 27,3.
La literatura apócrifa también completa imaginativamente la promesa de Jesús al
malhechor arrepentido, que es confirmada por la llegada de éste al Paraíso,
mientras el Salvador va a buscar a Adán y a su descendencia hasta la gloria. Se
trata de una dramatización de lo afirmado en Ef 4,9-10:
«Primero descendió a las regiones inferiores de la tierra».
Hay que ver cada caso particular, puesto que el material apócrifo es sumamente
variado en lo que respecta a temas, estilo y antigüedad. No todos los apócrifos
fueron juzgados heterodoxos, ni todos son tan tardíos como se suele afirmar.
El creyente católico debe admitir que algunos de sus conocimientos más arraigados
acerca de Jesús no tienen un origen canónico, sino apócrifo:
los nombres de los padres de María: Joaquín y Ana,
María fue presentada en el Templo siendo niña,
Jesús nació en una «gruta» en compañía de un buey y un asno,
Los Magos que visitaron al niño eran «tres», que eran «reyes» y que se llamaban
Melchor, Gaspar y Baltasar.
Y sólo textos apócrifos bastante tardíos se relata la Asunción de María a los cielos,
como los contenidos en el llamado Libro de San Juan Evangelista, en el Libro de Juan,
arzobispo de Tesalónica o en la Narración del Pseudo José de Arimatea.
Los escritos apócrifos también proporcionan el nombre de los dos ladrones crucificados,
Gestas y Dimas (Actas de Pilato IX,5; Declaración de José de Arimatea I,2), y de Verónica,
la mujer que obtiene la imagen del rostro de Jesús en un lienzo (Muerte de Pilato).
Es necesario una presentación de la literatura apócrifa cristiana que esté al mismo
tiempo libre del sensacionalismo que la magnifica exageradamente como de la
apologética que la desacredita de modo igualmente precipitado.
¿Qué valor se puede asignar a los llamados «apócrifos»?

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  • 1. Los Evangelios Apócrifos «Todo el mundo no bastaría para contener los libros sobre Jesús» (cf. Jn 21,25)
  • 2. Diversidad teológica en el Nuevo Testamento Los libros apócrifos son un conjunto de escritos que tratan y amplían algunos de los temas que encontramos en la Biblia y se atribuyen a grandes personalidades de la historia bíblica. El número de textos apócrifos que conocemos hoy, completos o fragmentados, asciende a más de SETENTA. No podemos calcular en absoluto cuántos otros han sido devorados por el olvido, o a causa de las persecuciones de grupos contrarios o por la muerte natural de quienes los tuvieron como santos. Los cristianos del siglos I no pensaban que hubiese Evangelios genuinos y otros que no lo fueran. Por el contrario, en esta época se compusieron numerosos textos, bastante diversos entre sí, que podían recibir el título de «Evangelio», ya que transmitían, usaban o interpretaban tradiciones sobre Jesús. El comienzo del evangelio de Lucas nos muestra que ya en el último tercio del siglo I abundaban los escritos que recogían los dichos y hechos de Jesús: «Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han verificado entre nosotros, tal como nos los han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares..., he resuelto yo también, después de haber investigado todos escrupulosamente desde su origen, escribírtelos por orden...» (Lc 1,1-3). Esta indicación nos invita aceptar el hecho de una gran pluralidad de obras sobre Jesús en los inicios mismos del movimiento cristiano.
  • 3. Una doctrina aún no fijada La formación catequética común ha llevado a equiparar a cada uno de los textos no canónicos con alguna forma «herejía». Se forma una imagen de Jesús revelando sus doctrinas a los Doce apóstoles, antes de su muerte y después de su resurrección. Tras su Ascensión, los apóstoles se reparten el mundo y cada uno propaga allí la verdadera y única religión cristiana, completa y definida desde el principio. Frente a esta difusión de la recta doctrina se van suscitando variadas herejías (algunas de ellas contenidas en evangelios apócrifos), que son como una desviación de lo recto y originario. Sin embargo ésta es una imagen simplista: no existía por aquellos tiempos un centro eclesiástico que irradiase un visión ortodoxa del cristianismo y que condenara a las demás. El llamado Concilio de los Apóstoles en Jerusalén no trató de dogmas ni aprobó escritos: se ocupó de prácticas de culto. En aquellos momentos, el anuncio de la Buena Noticia se predicaba y difundía con una gran libertad. No existían aún formulaciones de fe elaboradas que tuvieran una validez universal. Los escritos de los grupos que con el correr del tiempo fueron considerados como «heréticos», fueron al comienzo simples continuaciones de las tradiciones sobre Jesús.
  • 4. Qué significa la palabra apócrifo apókryphos «oculto» «apartado» «secreto» En un principio designaba libros ocultos o separados del común de los creyentes porque contenían doctrinas o revelaciones demasiado preciosas para caer en manos de principiantes o de personas no creyentes «Traen consigo una multitud indecible de escritos secretos y espurios, que ellos mismos compusieron, para causar impresión a los insensatos y que desconocen la literatura verdadera» (Ireneo, Contra los herejes I,20,1). Más tarde, al separarse con más nitidez la doctrina ortodoxa respecto de la gnóstica, y al ser ésta rechazada, el término empleado por los gnósticos para designar sus libros «secretos» comenzó a utilizarse por los ortodoxos en sentido negativo: Aún cuando no tuvieran un contenido heterodoxo, el carácter legendario de alguno de estos escritos hizo que apócrifo también pasara a significar «FABULOSO». Pero hay que admitir que también los Evangelios canónicos presentan narraciones fantásticas. En todo caso habría que juzgar la historicidad de cada relato en particular, sin admitirla o rechazarla a priori por su pertenencia al canon bíblico. Lo mejor es llamar a estos textos simplemente NO CANÓNICOS.
  • 5. En los Evangelios canónicos las palabras y acciones de Jesús se encuentran matizadas por la fe en él como Señor Resucitado, por la cristología naciente, por la polémica entre las comunidades judías y cristianas, por las tareas misioneras y por las primeras persecuciones paganas. Pero aún así lo relatado en ellos mantiene coherencia respecto a la constitución social y religiosa del pueblo judío en tiempos de Jesús, de sus costumbres y esperanzas, tal como pueden conocerse a partir de fuentes judías como las traducciones arameas (targumim) y los comentarios rabínicos (midrashim) de la Escritura, o los códigos legislativos (Mishná y Talmud). Lo mismo hay que decir de personajes concretos como Herodes el Grande, Pilato y Herodes Antipas, que conocemos ampliamente a través de las obras del historiador judío Flavio Josefo. En el caso de los escritos gnósticos, más que comprobar el entorno judío de la vida de Jesús, advertimos una mezcla de filosofía platónica y de religiones mistéricas aplicada a una serie de discursos de revelación pronunciados por el Resucitado. En los escritos legendarios piadosos se observan grandes anacronismos. Contraste con los Evangelios canónicos
  • 6. A) Evangelios de corte sinóptico que ofrecen dichos y hechos de Jesús con sensible parecido al de los canónicos: fragmentos del Evangelio de Tomás el Diálogo del Salvador el Evangelio de Pedro y restos de papiros, como el Papiro Egerton. B) Evangelios de la infancia y la resurrección de Jesús (junto con el ciclo de María): éstos son los acontecimientos que más llamaron la atención de la fantasía popular en torno a la figura de Jesús. C) Evangelios gnósticos. Aparte del Evangelio de los Egipcios y algunos otros fragmentos, pertenecen al corpus de escritos gnósticos descubiertos en Nag Hammadi. Evangelios no canónicos
  • 7. Proceso de gestación de los evangelios apócrifos Pudo ser paralelo a la formación del material canónico. Nacieron por las mismas razones y obedeciendo a las mismas necesidades que las primeras colecciones canónicas. La llamada fuente Q pudo no haber sido la única que existía en la más primitiva antigüedad cristiana. Debemos tener en cuenta que las palabras y acciones de Jesús no se han difundido solamente dentro de un grupo limitado y de un modo controlado. Los mismos Evangelios hablan, en primer lugar, de multitudes numerosas que afluían a Jesús atraídas por lo que escuchaban decir de él: «le siguió una gran muchedumbre de Galilea. También de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, de los alrededores de Tiro y Sidón, una gran muchedumbre, al oír lo que hacía, acudió a él» (Mc 3,7-8). «Y lo que se decía de él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina» (Lc 7,17). Este tipo de rumor incontrolado fácilmente podía derivar en relatos legendarios, afanosos por multiplicar los milagros.
  • 8. Motivación para la redacción En los demás casos: competir ideológicamente con los escritos «oficiales» entretener con literatura piadosa añadir conocimientos que se estimaban sustanciales a la figura y obra de Jesús. El deseo de sustituir a los evangelios canónicos puede presumirse en aquellos apócrifos claramente gnósticos (Evangelios de Tomás, Felipe y otros, y en general en la literatura gnóstica conservada en el corpus de Nag Hammadi). Este conjunto de escritos es tan completo, en cuanto a géneros literarios análogos a los canónicos, que se podría formar un NT paralelo al canónico compuesto también de hechos, epístolas y apocalipsis apócrifos. Los motivos que impulsaron a la creación de los evangelios apócrifos más antiguos habrían sido los mismos que impulsaron la plasmación de Evangelios canónicos: FIJAR POR ESCRITO las formas que sirvieran para propagar el mensaje cristiano, dándole un valor autoritativo.
  • 9. En la evolución y afianzamiento del dogma, los evangelios apócrifos han desempeñado un papel no desdeñable: la VIRGINIDAD de María (Evangelios de la Natividad), el DESCENSO DE CRISTO A LOS INFIERNOS tras su muerte para rescatar a las almas de los patriarcas y justos fallecidos antes de su venida (Evangelio de Nicodemo), la ASUNCIÓN DE LA VIRGEN (Evangelios de San Juan Evangelista; Evangelio de José de Arimatea). La mayoría de los investigadores coincide en señalar para los apócrifos importantes un lapso de tiempo que va entre mediados del siglo II y el siglo IV. Los posteriores parecen reelaboraciones expresas o refundiciones ortodoxas de obras anteriores. La canonización de unos escritos tuvo notables efectos morales y psicológicos en la progresiva aniquilación y proscripción de los apócrifos que continuaban leyéndose por los que iban siendo cada vez más marcados como herejes. Esto explica que hoy nos queden sólo restos de esta literatura apócrifa. Ello se deduce del espíritu del Decreto Gelasiano -en el que se hace una lista detallada de los libros apócrifos que deben proscribirse entre los católicos. Fecha de composición
  • 10. Evangelios de la Infancia «José, abandonando sus herramientas, salió para juntarse a los demás viudos, y, todos congregados, fueron a encontrar al Gran Sacerdote. Este tomó las varas de cada cual, penetró en el templo, y oró. Y, cuando hubo terminado su plegaria, volvió a tomar las varas, salió, se las devolvió a sus dueños respectivos, y no notó en ellas prodigio alguno. Y José tomó la última, y he aquí que una paloma salió de ella, y voló sobre la cabeza del viudo. Y el Gran Sacerdote dijo a José: Tú eres el designado por la suerte, para tomar bajo tu guarda a la Virgen del Señor. Mas José se negaba a ello, diciendo: Soy viejo, y tengo hijos, al paso que ella es una niña. No quisiera servir de irrisión a los hijos de Israel. Y el Gran Sacerdote respondió a José: Teme al Señor tu Dios, y recuerda lo que hizo con Dathan, Abiron y Coré, y cómo, entreabierta la tierra, los sumió en sus entrañas, a causa de su desobediencia. Teme, José, que no ocurra lo mismo en tu casa. Y José, lleno de temor, recibió a María bajo su guarda, diciéndole: He aquí que te he recibido del templo del Señor, y que te dejo en mi hogar. Ahora voy a trabajar en mis construcciones, y después volveré cerca de ti. Entretanto, el Señor te protegerá». Protoevangelio de Santiago 9,1-3 (Siglo II). El texto bíblico no da a entender ningún propósito de consagración a Dios por parte de María, pues no tendría sentido llamarla esposa de José. Será una tradición posterior la que mencionará dicha consagración y hará de José un hombre viudo elegido para custodiarla. Los relatos evangélicos muestran, más bien, que la intervención de Dios sorprende a los esposos, quienes aceptan dócilmente las disposiciones divinas.
  • 11. Evangelios de la Infancia «Y ocurrió que, al tercer día de su viaje, María estaba fatigada en el desierto por el ardor del sol, y, viendo una palmera, dijo a José: Voy a descansar un poco a su sombra. Y José la condujo hasta la palmera, y la hizo apearse de su montura. Cuando María estuvo sentada, levantó los ojos a la palmera, y, viendo que estaba cargada de frutos, dijo a José: Yo quisiera, si fuese posible, probar los frutos de esta palmera. Y José le dijo: Me sorprende que hables así, viendo la altura de ese árbol, y que pienses en comer sus frutos. Lo que a mí me preocupa es la falta de agua, pues ya no queda en nuestros odres, y no tenemos para nosotros, ni para nuestros animales. Entonces el niño Jesús, que descansaba, con la figura serena y puesto sobre las rodillas de su madre, dijo a la palmera: Árbol, inclínate, y alimenta a mi madre con tus frutos. Y a estas palabras la palmera inclinó su copa hasta los pies de María, y arrancaron frutos con que hicieron todos refección. Y, no bien hubieron comido, el árbol siguió inclinado, esperando para erguirse la orden del que lo había hecho inclinarse. Entonces le dijo Jesús: Yérguete, palmera, recobra tu fuerza, y sé la compañera de los árboles que hay en el paraíso de mi Padre. Descubre con tus raíces el manantial que corre bajo tierra, y haz que brote agua bastante para apagar nuestra sed. Y en seguida el árbol se enderezó, y de entre sus raíces brotaron hilos de un agua muy clara, muy fresca y de una extremada dulzura. Y, viendo aquel agua, todos se regocijaron, y bebieron, ellos y todas las bestias de carga, y dieron gracias a Dios» Evangelio del Pseudo Mateo 20,1-2 (Siglo VI). El relato de Mateo 2,13-18 refleja una situación conflictiva. Herodes, llega a ser el Faraón perseguidor del Nuevo Moisés, el símbolo de los poderes amenazadores de este mundo. Mateo ve en la huida de Jesús a Egipto la apropiación y reactualización por el hijo de María de la historia de Israel y de manera particular la historia de Moisés, que vuelve a Egipto después de la muerte del faraón (Ex 4,19- 20). Un texto apócrifo se encarga de extender los detalles del viaje.
  • 12. Evangelios de la Infancia «Un día, cuando Jesús había cumplido los siete años, jugaba con sus pequeños amigos, es decir, con niños de su edad. Y se entretenían todos en el barro, haciendo con él figurillas, que representaban pájaros, asnos, caballos, bueyes, y otros animales. Y cada uno de ellos se mostraba orgulloso de su habilidad, y elogiaba su obra, diciendo: Mi figurilla es mejor que la vuestra. Mas Jesús les dijo: Mis figurillas marcharán, si yo se lo ordeno. Y sus pequeños camaradas le dijeron: ¿Eres quizá el hijo del Creador? Y Jesús mandó a sus figurillas marchar, y en seguida se pusieron a dar saltos. Después, las llamó, y volvieron. Y había hecho figurillas que representaban gorriones. Y les ordenó volar, y volaron, y posarse, y se posaron en sus manos. Y les dio de comer, y comieron, y de beber, y bebieron. Y, ante unos jumentos que hiciera, puso paja, cebada y agua. Y ellos comieron y bebieron. Los niños fueron a contar a sus padres todo lo que había hecho Jesús. Y sus padres les prohibieron para en adelante jugar con el hijo de María, diciéndoles que era un mago, y que convenía guardarse de él» Evangelio Árabe 36,1-2 (siglo VII). Mateo no dice sobre la niñez de Jesús más que: «fue a vivir en una ciudad llamada Nazaret; para que se cumpliese el oráculo de los profetas: Será llamado Nazoreo» (2,23). Lucas, después de narrar el encuentro de el niño con los doctores en el Templo, dice simplemente que «Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2,52). La tradición apócrifa quiso ampliar el relato.
  • 13. La pasión apócrifa «Fue detenido asimismo Jesús la tarde del día 4 antes de la Pascua. Y no había fiesta para Caifás ni para la turba de los judíos, sino enorme aflicción, a causa del robo que había efectuado el ladrón en el santuario. Y, llamando a Judas Iscariote, se pusieron al habla con él. Es de saber que éste era sobrino de Caifás. No era discípulo sincero de Jesús, sino que había sido dolosamente instigado por toda la turba de los judíos para que le siguiera; y esto, no con el fin de que se dejara convencer por los portentos que Él obraba, ni para que le reconociese, sino para que se lo entregase, con la idea de cogerle alguna mentira. Y por esta gloriosa empresa le daban regalos y un didracma de oro cada día. Y a la sazón hacía ya dos años que se encontraba en compañía de Jesús, como dice uno de los discípulos llamado Juan» Declaración de José de Arimatea I,3 En el nivel en que se sitúan los relatos evangélicos, la figura de Judas está demasiado cargada de rasgos sacados de la tipología del traidor. Pero algunos textos apócrifos acentúan áun más los rasgos negativos que de Judas ya habían trazado los evangelios canónicos.
  • 14. La pasión apócrifa «Cuanto a mí, me afligía con mis compañeros y, con el espíritu herido, nos ocultábamos, porque sabíamos que los judíos nos buscaban, como malhechores y como acusados de querer incendiar el templo. A causa de todo esto, ayunábamos, y permanecimos en triste duelo, y llorando, noche y día, hasta el sábado. ...Y era el último día de los Ázimos, y muchos salían de la ciudad, y regresaban a sus hogares, por haber terminado la fiesta. Nosotros, los doce discípulos del Señor, llorábamos y nos afligíamos. Y cada cual, apesadumbrado por lo que sucediera, se retiró a su casa. Cuanto a mí, Simón Pedro, y a Andrés, mi hermano, tomamos nuestras redes y nos fuimos al mar» Evangelio de Pedro 7,1-2; 14,1-3 La huida de los discípulos narrada en los evangelios canónicos es perfectamente verosímil, ya que la consigna era prender a Jesús, no a todo el grupo. El hecho de que Lucas no la mencione entra en el estilo de este evangelista, que suele evitar la descripción de episodios poco edificantes y lamentables. Por su parte, Juan relaciona la marcha de los discípulos con una intervención de Jesús en favor suyo (Jn 18,8). Con bastantes incoherencias, en cambio, un texto apócrifo relata el ocultamiento y temor de Pedro y de los otros discípulos, que habría durado los siete días de la fiesta. Después de esto Pedro se dirige a pescar, cosa que puede hacer sólo en Galilea y no en Jerusalén. El relato estaría combinando los datos diversos de los evangelios canónicos.
  • 15. La pasión apócrifa «Mas ninguno de los judíos se lavó las manos, ni Herodes, ni ninguno de los jueces de Jesús. Y, como no querían lavárselas, Pilatos se levantó del tribunal. Y entonces el rey Herodes ordenó a los judíos que aprehendieran al Señor, diciéndoles: Haced todo lo que os he mandado que hagáis. Y lo entregó al pueblo, la víspera de los Ázimos, su fiesta. Y ellos, habiendo agarrado al Señor, lo empujaban a toda prisa, y decían: Arrastremos al Hijo de Dios, ahora que somos dueños de él. Y lo revistieron con un manto de púrpura, y lo hicieron sentarse en el Tribunal, diciendo: Juzga equitativamente, rey de Israel. Y uno de ellos, habiendo traído una corona de espinas, la colocó sobre la cabeza del Señor. Y otros, puestos delante de él, le escupían en el rostro, y otros le pegaban en las mejillas, y otros lo golpeaban con una caña, y algunos lo azotaban con un látigo, diciendo: Tributemos estos honores al Hijo de Dios». Evangelio de Pedro -Fragmento griego de Akhmin- I,3-III,4. Los textos, cuanto más tardíos, más acentúan la responsabilidad de los judíos en la muerte de Jesús, mientras que tienden a disculpar a los romanos. En el fragmento griego del Evangelio de Pedro, después de haber protestado Pilato de su inocencia ante los judíos, es Herodes quien entrega a Jesús al pueblo, y es el pueblo el que se burla de Jesús y lo ejecuta.
  • 16. La pasión apócrifa «Y, vuelto al Pretorio, Pilatos llamó a Jesús a solas, y lo interrogó: ¿Eres tú el rey de los judíos? Y Jesús respondió: Dices esto de ti mismo, o te lo han dicho otros de mí? Pilatos repuso: ¿Por ventura soy judío yo? Tu nación y los príncipes de los sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho? Contestó Jesús: Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuese de este mundo, mis servidores habrían peleado para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí. Pilatos exclamó: ¿Luego rey eres tú? Replicó Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que oye mi palabra la verdad escucha. Dijo Pilatos: ¿Qué es la verdad? Y Jesús respondió: La verdad viene del cielo. Pilatos le preguntó: ¿No hay, pues, verdad sobre esta tierra? Y Jesús dijo: Mira cómo los que manifiestan la verdad sobre la tierra son juzgados por los que tienen poder sobre la tierra» Evangelio de Nicodemo 3,3-7 La tradición apócrifa ha querido completar también la pregunta cuya respuesta Pilato había dejado en suspenso en la pasión joánica.
  • 17. La pasión apócrifa «Siete días antes de la pasión de Cristo fueron remitidos al gobernador Pilato desde Jericó dos ladrones, cuyos cargos eran éstos: El primero, llamado Gestas, solía dar muerte de espada a algunos viandantes, mientras que a otros les dejaba desnudos y colgaba a las mujeres de los tobillos cabeza abajo para cortarles después los pechos; tenía predilección por beber la sangre de los miembros infantiles; nunca conoció a Dios; no obedecía a las leyes y venía ejecutando tales acciones, violento como era, desde el principio de su vida. El segundo, por su parte, se llamaba Dimas; era de origen galileo y poseía una posada. Atracaba a los ricos, pero a los pobres les favorecía. Aun siendo ladrón, se parecía a Tobit, pues solía dar sepultura a los muertos. Se dedicaba a saquear a la turba de los judíos; robó los libros de la ley en Jerusalén, dejó desnuda a la hija de Caifás, que era a la sazón sacerdotisa del santuario, y substrajo incluso el depósito secreto colocado por Salomón. Tales eran sus fechorías». Declaración de José de Arimatea I,2-3. La tendencia apócrifa de envilecer a aún más a los villanos de la Pasión se caracterizó, igualmente, por ennoblecer más a los héroes. Tal es el caso del «ladrón arrepentido». Según Mt 27,44 y Mc 15,32 ambos crucificados insultan a Jesús. Es propia de Lc 23,40-43 la petición hecha por uno de ellos de ser recordado por Jesús en su Reino. El siguiente texto constituye un intento por presentar al malhechor arrepentido del texto de Lc como un «buen ladrón».
  • 18. La pasión apócrifa «Yo he sido un ladrón, y he cometido crímenes en la tierra. Y los judíos me crucificaron con Jesús, y vi las maravillas que se realizaron por la cruz de mi compañero, y creí que es el Creador de todas las criaturas, y el rey todopoderoso, y le rogué, exclamando: Señor, acuérdate de mí, cuando estés en tu reino. Y, acto seguido, accediendo a mi súplica, contestó: En verdad te digo que hoy serás conmigo en el Paraíso. Y me dio este signo de la cruz, advirtiéndome: Entra en el Paraíso llevando esto, y, si su ángel guardián no quiere dejarte entrar, muéstrale el signo de la cruz, y dile: Es Jesucristo, el Hijo de Dios, que está crucificado ahora, quien me ha enviado a ti. Y repetí estas cosas al ángel guardián, que, al oírmelas, me abrió presto, me hizo entrar, y me colocó a la derecha del Paraíso, diciendo: Espera un poco, que pronto Adán, el padre de todo el género humano, entrará con todos sus hijos, los santos y los justos del Cristo, el Señor crucificado». Evangelio de Nicodemo 27,3. La literatura apócrifa también completa imaginativamente la promesa de Jesús al malhechor arrepentido, que es confirmada por la llegada de éste al Paraíso, mientras el Salvador va a buscar a Adán y a su descendencia hasta la gloria. Se trata de una dramatización de lo afirmado en Ef 4,9-10: «Primero descendió a las regiones inferiores de la tierra».
  • 19. Hay que ver cada caso particular, puesto que el material apócrifo es sumamente variado en lo que respecta a temas, estilo y antigüedad. No todos los apócrifos fueron juzgados heterodoxos, ni todos son tan tardíos como se suele afirmar. El creyente católico debe admitir que algunos de sus conocimientos más arraigados acerca de Jesús no tienen un origen canónico, sino apócrifo: los nombres de los padres de María: Joaquín y Ana, María fue presentada en el Templo siendo niña, Jesús nació en una «gruta» en compañía de un buey y un asno, Los Magos que visitaron al niño eran «tres», que eran «reyes» y que se llamaban Melchor, Gaspar y Baltasar. Y sólo textos apócrifos bastante tardíos se relata la Asunción de María a los cielos, como los contenidos en el llamado Libro de San Juan Evangelista, en el Libro de Juan, arzobispo de Tesalónica o en la Narración del Pseudo José de Arimatea. Los escritos apócrifos también proporcionan el nombre de los dos ladrones crucificados, Gestas y Dimas (Actas de Pilato IX,5; Declaración de José de Arimatea I,2), y de Verónica, la mujer que obtiene la imagen del rostro de Jesús en un lienzo (Muerte de Pilato). Es necesario una presentación de la literatura apócrifa cristiana que esté al mismo tiempo libre del sensacionalismo que la magnifica exageradamente como de la apologética que la desacredita de modo igualmente precipitado. ¿Qué valor se puede asignar a los llamados «apócrifos»?