El cuadro Interior holandés de 1928 de Joan Miró representa a un guitarrista rodeado de animales y plantas bailando al son de su música. La obra muestra la simplificación de formas y el uso de colores planos típicos del surrealismo de Miró. A través de signos simples pero evocadores, Miró crea un universo onírico propio que expresa su interioridad.