La araña mandona cae en la taza de Cola-Cao de dos niños mientras los espía por un agujero en el tejado. Cuando la sacan de la taza, descubre que sus patas se han cubierto de chocolate y pasa el día lamiéndoselas. Más tarde, unos bichos le comen el chocolate de las patas y vuelve a verlas, por lo que desde entonces se llama la araña agradecida.