2. Un hombre tenía tres hijas muy hermosas;
pero la más joven, que apodaban Bella, era
más hermosa y más bondadosa. En una
ocasión, el hombre tomó una rosa de un
jardín para llevársela a Bella, y el dueño del
jardín –una horrible Bestia– le pidió en
rescate por esta afrenta que le llevara a su
hija. Tras contar en su casa lo sucedido,
Bella decidió acudir donde la Bestia para
salvar así la vida de su padre.
3. Allí estaba la Bestia. Era un ser enorme,
peludo, horrible y aterrador. Bella se retrajo. La
Bestia se acercó y le dijo:
—Bella, ¿has venido por voluntad propia?
—Sí, mi señor.
—Eres muy buena, y te lo agradezco mucho.
4. A la mañana siguiente, Bella comenzó a
explorar el castillo y los jardines del fondo.
Al mediodía halló la mesa servida, y
mientras comía escuchó un exquisito
concierto. Esa tarde, cuando iba a sentarse a
la mesa, oyó el estruendo que hacía la Bestia
al acercarse, y no pudo evitar un
estremecimiento.
5. –Bella –le dijo el
monstruo–,
¿permitirías que te
mirase mientras
comes?
–Tú eres el dueño de
esta casa –
respondió Bella,
temblando.
6. Por las noches, la Bestia venía para la cena y le
hablaba amablemente. Cada día la Bella
encontraba en el monstruo nuevas bondades, y la
costumbre de verlo la había habituado tanto a su
fealdad, que lejos de temer el momento de su
visita, miraba con frecuencia el reloj para ver si
eran las nueve, ya que la Bestia jamás dejaba de
presentarse a
esa hora.
Ella comenzó
a ansiar su
compañía.
7. Sólo había una cosa que la apenaba, y era
que la Bestia, cotidianamente antes de
retirarse, le preguntaba si quería ser su
esposa, y cuando ella rehusaba parecía
traspasado de dolor.
8. Después de un tiempo, Bella comenzó a
extrañar a su familia. La Bestia le permitió ir
a visitar a su padre por algunos días, pero le
advirtió:
–Si te quedas demasiado tiempo, me
romperás el corazón.
9. Volvió a su casa y relató a todos su vida en el
castillo de la Bestia. Las hermanas mayores,
que oyeron con envidia el relato de todos los
lujos que tenía Bella, se confabularon en
secreto contra ella: simularían estar tristes
cada vez que Bella hablara de irse. Tal vez, si
lograban retenerla lo suficiente, la Bestia se
enfadaría y la atacaría cuando ella regresara
al castillo. Y así lo hicieron. Y Bella dejó que
los días pasaran sin contarlos.
10. Una noche, Bella tuvo un
sueño. Vio a la Bestia junto
a la fuente del jardín,
muriéndose. Bella se
despertó extrañando tanto
a la Bestia que creyó que su
corazón estallaría.
Entonces, regresó al
castillo.
11. Una vez allí, corrió hacia su habitación y se
puso su mejor vestido para esperar a la
Bestia para cenar. Pero esperó en vano,
porque él nunca llegó.
12. Finalmente, lo encontró en el suelo junto a
la fuente del jardín. Se recostó sobre su
cuerpo y lloró: “Mi Bestia, no sabía cuánto te
amaba”. Regó su rostro con lágrimas y
besos. La Bestia le respondió:
–Olvidaste tu
promesa, y el dolor
de haberte perdido
me llevó a dejarme
morir de hambre.
Pero ahora moriré
contento, pues
tuve la dicha de
verte una vez más.
13. –No, mi Bestia querida, no vas a morirte –le
dijo la Bella–, sino que vivirás para ser mi
esposo. Desde este momento te prometo mi
mano, y juro que no perteneceré a nadie sino
a ti. ¡Ah, yo creía que sólo te tenía amistad,
pero el dolor que
he sentido me ha
hecho ver que no
podría vivir sin
verte!
14. Apenas había pronunciado estas palabras la
Bella vio que todo el palacio se iluminaba
con luces resplandecientes: los fuegos
artificiales, la música, todo era anuncio de
una gran fiesta; pero ninguna de estas
bellezas logró distraerla, y se volvió hacia su
querido monstruo, cuyo peligro la hacía
estremecerse.
15. ¡Cuál no sería su sorpresa! La Bestia había
desaparecido y en su lugar había un príncipe
más hermoso que el Amor, que le daba las
gracias por haber puesto fin a su
encantamiento. Aunque este príncipe
mereciese toda
su atención,
no pudo dejar
de preguntarle
dónde estaba
la Bestia.
16. –Aquí, a tus pies –le dijo el príncipe–. Cierta
maligna hada me ordenó permanecer bajo
esa figura, privándome a la vez del uso de mi
inteligencia, hasta que alguna bella joven
consintiera en casarse conmigo. En todo el
mundo tú sola
has sido capaz
de conmoverte
con la bondad
de mi corazón.
18. Texto: adaptación y síntesis a partir de la versión de Jeanne-Marie Le Prince de
Beaumont y de la adaptación de Betsy Hearne.
Imágenes: varios artistas.