Este documento presenta la primera confesión de fe de 1646 de siete congregaciones bautistas en Londres. La confesión contiene 16 artículos que describen sus creencias teológicas fundamentales como la naturaleza de Dios, la creación, la caída del hombre, la predestinación, la redención a través de Cristo, y la autoridad de las Escrituras. La confesión busca defender la verdad de sus creencias y aclarar las calumnias en su contra, ya que eran injustamente llamados anabautistas.
1. La confesión de fe de 1646
Una confesión de fe, a veces llamado hoy:
LA PRIMERA CONFESIÓN DE FE DE LONDRES (BAUTISTA)
UNA CONFESIÓN DE FE
DE SIETE CONGREGACIONES O IGLESIAS
DE CRISTO EN LONDRES COMUNMENTE LLAMADAS
(INJUSTIFICADAMENTE) ANABAPTISTAS
PUBLICADA
Con El Fin De Vindicar La Verdad, Instruir
A Quienes La Desconocen Y Aclarar Aquellas
Calumnias Que Tan A Menudo Les
Son Lanzadas De Manera Injustificada Tanto
En La Prensa Como En Los Púlpitos.
Pero esto te confieso, que según el Camino que ellos llaman secta, así doy culto al Dios de mis
padres, creyendo todas las cosas que están escritas en la ley y en los profetas; teniendo
esperanza en Dios, la cual ellos mismos también abrigan, de que ha de haber resurrección de
los muertos, tanto de justos como de injustos – Hch. 24:14,15
Porque no podemos menos de decir lo que hemos visto y oído – Hch. 4:20
Jesús le respondió: Si he hablado mal, testifica en qué está el mal; y si bien, ¿por qué me
golpeas? – Jn. 18:23
Bienaventurados seréis cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de
mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos… etc. – Mat. 5:11,12 y 19:29
Segunda Edición Corregida y Ampliada
Publicada Según Ordenada
LONDRES, IMPRESO POR MATTH. SIMMONS,
PARA SER VENDIDA por JOHN HANCOCK
EN POPES-HEAD ALLEY – 1646
UNA CONFESIÓN DE FE de siete congregaciones (iglesias) de Cristo en Londres comúnmente llamadas,
de manera injustificada, Anabaptistas. Esta publicación procura vindicar la Verdad, instruir a quienes la
desconocen y aclarar aquellas calumnias que tan a menudo les son lanzadas de manera injustificada
tanto en la prensa como en los púlpitos. Impreso en Londres, en el año de nuestro Señor, 1646.
Artículo 1
EL Señor nuestro Dios es Dios único, quien subsiste por sí mismo, cuya naturaleza nadie puede
comprender sino sólo él, quien solo tiene inmortalidad, morando en luz a la cual nadie se puede acercar.
2. El es en sí santísimo; infinito en grandeza, sabiduría, poder y amor; es misericordioso y magnánimo,
paciente así como abundante en bondad y verdad; él da vida, vigor y preserva a todas sus criaturas.
1 Corintios 8:6; Isaías 43:15, 44:6, 46:9; Exodo 3:14, 34:6,7; 1 Timoteo 6:16; Salmo 147:5; Deuteronomio
32:3; Job 36:5; Jeremías 10:12; Hechos 17:28; Romanos 11:36.
Artículo 2
EN este Ser infinito y divino se halla el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo, cada uno teniendo plena
Esencia divina sin que ésta quede dividida, siendo los tres infinitos y sin principio, por lo que hay un solo
Dios quien no ha de dividirse en su naturaleza y Ser sino, mas bien, distinguirse por sus varios atributos
particulares.
1 Corintios 1:3, 8:6; Juan 1:1, 15:26; Exodo 3:14
Artículo 3
DIOS decretó en sí mismo -antes de que el mundo existiera- todas las cosas, sean las necesarias,
accidentales o voluntarias, con todas sus circunstancias para así obrar, disponer y ejecutar todas las
cosas según el consejo de su propia voluntad para su propia gloria (mas, sin ser autor responsable del
pecado ni participante del mismo). En ésto manifiesta su sabiduría en la disposición de todas las cosas,
su inmutabilidad, poder y fidelidad para efectuar su decreto. Desde antes de la fundación del mundo,
Dios predestinó a unos hombres a vida eterna por medio de Jesucristo para la alabanza y la gloria de su
gracia, (predestinado y) dejando a los demás en su pecado para su justa condenación, para la alabanza
de su justicia.
Isaías 45:7, 46:10; Efesios 1:4,5,11; Romanos 3:4, 11:33; Salmos 33:15, 115:3, 135:6, 144; 1 Samuel
10:9,26; Proverbios 16:4, 33, 21:6; Exodo 21:13; Jereremías 10:10, 14:22; Mateo 6:28,30; Colosenses
1:16,17; Números 23:19,20; Judas4:6;
Artículo 4
EN el principio Dios hizo todas las cosas muy buenas; creó al hombre según su propia imagen, lleno de
toda la perfección de la naturaleza y libre de todo pecado. Mas, el hombre no permaneció mucho
tiempo en tal estado honroso. Satán, usando la sutileza de la serpiente, sedujo primero a Eva y, luego, a
través de ella también a Adán, quien, sin ser obligado a ello, desobedeció el mandamiento de Dios,
comió del fruto prohibido y cayó, así trayendo la muerte sobre toda su descendencia, los que ahora son
concebidos en pecado; son, por naturaleza, hijos de ira, siervos del pecado, sujetos a la muerte y tantas
otras adversidades en este mundo a no ser que el Señor Jesucristo los liberte.
Génesis 1:1; 3:1,4,5; Colosenses 1:16; Isaías 45:12; 1 Corintios 15:45,46; Eclesiastés 7:29; 2 Corintios
11:3; 1 Timoteo 1:14; Gálatas 3:22; Romanos 5:12,18,19; 6:22; Efesios2:3.
Artículo 5
DIOS, en su infinito poder y sabiduría, dispone todas las cosas para el fin para el cual fueron creadas. Así,
ni el bien ni el mal sobreviene a persona alguna por mera casualidad o aparte de la providencia divina;
todo lo que sobreviene a los elegidos es por su designio, para su gloria y el bien de ellos.
3. Job 38:11; Isaías 46:10,11; Eclesiastés 3:14; Marcos 10:29,30; Exodo 21:13; Proverbios 16:33; Romanos
8:28.
Artículo 6
YA que todos los elegidos son amados de Dios con amor eterno, son, por lo tanto, redimidos, vivificados
y salvados no por sí mismos ni por sus obras -de tal manera que ninguno se jacte- sino sola y
enteramente por la gracia libre y misericordia de Dios por medio de Jesucristo, quien nos es hecho por
Dios sabiduría, justificación, santificación, redención y el “todo en todo” para que “el que se gloría,
gloríese en el Señor”.
Jeremías 31:2; 23:6; 9:23,24; Efesios 1:3,7; 2:8,9; Hechos 13:48; 1 Corintios 1:30,31; 2 Corintios 5:21; 1
Tesalonicenses 5:9
Artículo 7
Y esta es la vida eterna, que conozcamos al único y verdadero Dios y a Jesucristo, a quién él envió. Por el
contrario, el Señor habrá de traer venganza en fuego consumidor a aquellos que no conocen a Dios ni
obedecen el evangelio de Jesucristo.
Juan 6:36; 17:3; 2 Tesalonicenses 1:8; Hebreos 5:9
Artículo 8
LA regla del conocimiento, fe y obediencia tocante a la adoración a Dios, en la que está encerrada todo
el deber del hombre, es (no las leyes humanas, ni tradiciones no escritas) sólo la Palabra de Dios
contenida (a saber, escrita) en las sagradas Escrituras. En ella se halla claramente escrito todo lo que nos
es necesario conocer, creer y practicar, lo cual es la única regla de santidad y obediencia que todos los
santos, en todo tiempo y lugar, han de obedecer.
Isaías 8:20; Mateo 15:6,9; Juan 5:39; Hechos 3:22,23; Gálatas 1:8,9; Colosenses 2:23; 2 Timoteo 3:15-17
Artículo 9
EL Señor Jesucristo, de quien Moisés y los profetas escribieron y los apóstoles predicaron, es el Hijo de
Dios, el esplendor de su gloria a través de quien hizo el mundo; es él quien sustenta y gobierna todas las
cosas que él ha creado. Una vez llegó el cumplimiento del tiempo, fue engendrado por una mujer de la
tribu de Judá y de la simiente de Abraham y David, a saber, la virgen María. El Espíritu Santo vino sobre
ella y la sombra del omnipotente la cubrió. También fue tentado según nosotros, mas, sin pecado.
Génesis 3:15; 22:18; 49:9,10; Proverbios 8:23; Isaías 53:3-5; Daniel 7:13; 9:24; Mateo 1:16; Lucas
3:23,26; Juan 1:1-3; Romanos 1:3; 9:10; Gálatas 4:4; Hebreos 1:8; 2:16; 4:15; 7:14; Apocalípsis 5:5
Artículo 10
JESUCRISTO fue hecho Mediador del nuevo y eterno pacto de gracia entre Dios y los hombres, siendo así
plenamente y perfecto Profeta, Sacerdote y Rey de la iglesia de Dios para siempre.
Isaías 9:6,7; Juan 14:6; 1 Timoteo 2:5; Hebreos 9:15
4. Artículo 11
JESUCRISTO fue designado por Dios a este oficio desde la eternidad; en lo que a su humanidad respecta,
fue llamado desde el vientre, separado y ungido plena y abundantemente con todos aquellos dones
necesarios, habiendo Dios Padre derramado sobre él, sin límite, su Espíritu Santo.
Proverbios 8:23; Isaías 11:2-5, 42:6, 49:15, 61:1-2; Lucas 4:17,22; Juan 1:14,26, 3:34
Artículo 12
TOCANTE a su oficio como Mediador, la Escritura enseña que Cristo fue llamado a ese cargo, pues nadie
asume de sí mismo tal honor sino que es llamado al él, así como Dios llamó a Aarón. Fue, pues, un acto
de Dios ordenar -mediante promesa especial- a su Hijo a este cargo, siendo dicha promesa el que Cristo
fuera hecho un sacrificio por el pecado, que viera su simiente, prolongara sus días y que la buena
voluntad del Señor prosperara en su mano. Todo ésto fue hecho por la pura y absoluta gracia de Dios
hacia sus elegidos, sin condición alguna en ellos que mereciese tal favor.
Isaías 53:10-11; Juan 3:16; Romanos 8:32; Hebreos 5:4-6
Artículo 13
ESTE oficio de Mediador, a saber, el ser Profeta, Sacerdote y Rey de la iglesia de Dios, es tan
particularmente propio a Jesucristo que ni en parte o en totalidad puede ser transferido de él a ningún
otro.
Daniel 7:14; Lucas 1:33; Juan 14:6; Hechos 4:12; Hebreos 7:24; 1 Timoteo 2:5
Artículo 14
ESTE oficio al cual Cristo ha sido llamado consiste, realmente, de tres oficios, a saber: Profeta, Sacerdote
y Rey. Tal número y tal orden es necesario, pues, respecto a nuestra ignorancia, tenemos necesidad de
su oficio profético; respecto a nuestra gran separación de Dios, necesitamos su oficio sacerdotal para
que obre reconciliación para con Dios; y, respecto a nuestra separación de Dios e inhabilidad total de
poder volvernos a él por nuestra propia fuerza, necesitamos su oficio real para que nos convenza,
domine, acerque, levante y preserve para su reino celestial.
Deuteronomio 18:15; Salmos 2:6; Cantares 1:3; Juan 6:44, 16:8; Hechos 3:22-23, 26:18; 2 Corintios 5:20;
Filipenses 4:13; Colosenses 1:21; 2 Timoteo 4:18; Hebreos 3:1, 4:14-15
Artículo 15
EL oficio profético de Cristo es aquel mediante el cual ha revelado la voluntad de Dios, a saber, todo
aquello que sus siervos han de conocer y obedecer. Por tanto, no sólo es llamado Profeta, Maestro,
Apóstol de nuestra profesión y Angel del pacto, sino también la misma sabiduría de Dios en quien están
escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento, quien continuamente revela la verdad
del evangelio a su pueblo.
Deuteronomio 18:15; Malaquías 3:1; Mateo 23:10; Juan 1:18, 12:49-50, 17:8; 1 Corintios 1:24;
Colosenses 2:3; Hebreos 3:1
5. Artículo 16
CON tal de ser cabalmente Profeta, le fue necesario ser tanto Dios como hombre, pues, de no haber sido
Dios, jamás habría conocido la voluntad de Dios Padre y, de no haber sido hombre, tampoco habría
podido manifestar -en sí mismo- dicha voluntad a los hombres.
Deuteronomio 18:15; Juan 1:18; Hechos 3:22; Hebreos 1:1
Nota
QUE Cristo sea Dios queda clara y maravillosamente declarado en las Escrituras. Se le llama Dios fuerte
(Isaías 9:6); el Verbo era Dios (Juan 1:1); Cristo, quien es Dios sobre todos (Romanos 9:5); Dios
manifestado en carne (1 Timoteo 3:16). Es verdadero Dios (1 Juan 5:20), el Principio (Apocalipsis 1:8), El
da vida a todas las cosas, pues, sin él, nada fue hecho (Juan 1:2). Es quien perdona el pecado (Mateo
9:6); él es desde antes de Abraham (Juan 8:58). Fue, es y siempre será el mismo (Hebreos 13:8). Siempre
estará con los suyos hasta el fin del mundo (Mateo 28:20), y lo que no podría decirse de Jesucristo si no
fuera Dios: “Al hijo dice: tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo” (Hebreos 1:18; Juan 1:18).
ADEMÁS, Cristo no es sólo y perfectamente Dios, sino hombre perfecto, hecho de mujer (Gálatas 4:4) y
simiente de David (Romanos 1:3). Salió de los lomos de David (Hechos 2:30), de Isaí y Judá (Hechos
13:23). “Por cuanto los hijos han tenido en común una carne y una sangre, él también participó de lo
mismo” (Hebreos 2:14). No tomó para si la naturaleza de los ángeles sino la simiente de Abraham (v. 16)
de tal manera que que somos hueso de su hueso y carne de su carne (Efesios 5:30). “Porque el que
santifica y los que son santificados, de uno son todos” (Hebreos 2:11). Vea también Deuteronomio
18:15; Hechos 3:22 y Hebreos 1:1.
Artículo 17
EN lo que el sacercodio de Cristo respecta, habiéndose santificado a sí mismo, apareció una sola vez
para deshacer el pecado ofreciéndose como el sacrificio por el pecado por medio del cual satisfizo y
sufrió todo lo requerido por el Padre para así obrar la salvación de sus elegidos. Además, quitó todos los
ritos y las sombras de lo por venir, habiendo entrado ya tras el velo al lugar santísimo, el cual es la
misma presencia de Dios. También hace de su pueblo una casa espiritual, un sacerdocio santo para así
ofrecer sacrificios espirituales aceptables, mediante él, al Padre. Por tanto, el Padre no acepta, ni Cristo
ofrece ante el Padre ninguna otra adoración ni otros adoradores.
Juan 4:23-24; 17:19; Romanos 5:19; 8:34; Efesios 2:14; 5:2; Colosenses 1:20; Hebreos 5:7-10,12; 8:1;
9:24; 1 Pedro 2:5
Artículo 18
ESTE sacerdocio ni fue de tipo legal ni temporero, sino según el orden de Melchisedec, por lo que es
estable y perfecto, no por un tiempo sino por la eternidad y, así, acorde a Cristo, quien vive para
siempre. Cristo fue tanto Sacerdote, sacrificio y altar; fue Sacerdote a la par con sus dos naturalezas: fue
sacrificio en lo que respecta su naturaleza humana, por lo que la Escritura habla de su cuerpo, su sangre.
Sin embargo, la eficacia de su sacrificio dependió de su naturaleza divina por lo que se habla de sangre
divina. Debido a su propia naturaleza, él fue el altar mismo ya que el altar santificaba lo que sobre sí se
6. sacrificaba por lo que tenía mayor dignidad que el sacrificio ofrecido.
Mateo 23:17; Juan 17:19; Hechos 20:28; Colosenses 1:20; Hebreos 5:6; 7:16; 9:13-14; 10:10;
13:10,12,15; 1 Pedro 1:18-19
Artículo 19
EN lo que a su oficio real respecta, habiendo ascendido de entre los muertos al cielo, y poseyendo todo
poder en el cielo y en la tierra, Cristo reina espiritualmente sobre su iglesia y ejerce su poder sobre todo,
ya sean ángeles como humanos, buenos y malos a fin de preservar y salvar a sus elegidos así como
dominar y destruir a sus enemigos. Mediante este oficio real, él aplica a sus escogidos los beneficios,
virtud y frutos de su profecía y sacerdocio, dominando los pecados de éstos y fortaleciéndoles en sus
conflictos contra Satán, el mundo y la carne al guardar sus corazones en la fe y el temor filial mediante
su Espíritu. A través de este soberano poder, él gobierna sobre los vasos de ira, usando, limitando y
restringiéndolos según el beneplácito de su infinita sabiduría.
Job 2:8; Mateo 28:18,19; Marcos 1:27; Lucas 24:51; Juan 5:26,27; 16:15; 19:36; Hechos 1:1; 5:30,31;
Romanos 1:21; 5:6-8; 9:17,18; 14:9,17; 1 Corintios 15:4; Gálatas 5:22,23; Efesios 4:17,18; Hebreos 1;14;
1 Pedro 3:21,22; 2 Pedro 2
Artículo 20
ESTE poder real de Cristo será manifestado de manera más completa cuando venga en gloria a reinar
entre sus santos, ocasión en que todo poder y autoridad vendrá a ser estrado de sus pies de tal manera
que la gloria del Padre sea perfectamente manifestada en su Hijo así como la gloria del Padre y del Hijo
en todos sus miembros.
Juan 17:21,26; 1 Corintios 15:24,28; 1 Tesalonicenses 4:15; 16:17; 2 Tesalonicenses 1:9,10; Hebreos 9:28
Artículo 21
MEDIANTE su muerte, Cristo compró salvación para los elegidos que Dios Padre le entregó; sólo éstos
tienen interés en él y mantienen comunión con él, toda vez que él intercede ante el Padre por ellos. Sólo
a ellos Dios aplica esta redención mediante su Espíritu así como sólo a ellos -y a ningún otro- es otorgada
la dádiva de vida eterna.
Mateo 1:21; Juan 3:16; 15:13; 17:6; Romanos 8:29,30; 1 Corintios 2:12; Efesios 1:14; Hebreos 5:9; 7:25;
1 Juan 5:12
Artículo 22
LA fe es un don de Dios, obrada en los corazones de los elegidos por el Espíritu de Dios. Mediante esta fe
es que llegan a conocer y a creer la verdad de las Escrituras y su excelencia sobre todo otro escrito y
objeto en el mundo, ya que exaltan la gloria y los atributos de Dios, la excelencia de la naturaleza y los
oficios de Cristo así como el poder y la plenitud del Espíritu en todas sus obras y funciones; asidos de tal
fe pueden confiar sus almas a las verdades así creídas.
Juan 6:29,63; 17:17; Gálatas 5:22; Efesios 2:8; Filipenses 1:29; Hebreos 4:11,12
Artículo 23
7. AQUELLOS en quienes el Espíritu de Dios obra tan preciosa fe jamás se apartarán de manera total, final.
Dado que, de su parte, los dones de Dios son sin arrepentimiento, él continúa engendrando y
nutriéndoles en la fe, amor, arrepentimiento, gozo, esperanza y todos los frutos de gracia del Espíritu
con miras a la inmortalidad. Y aunque tormentas y aguas azoten contra ellos, éstas jamás podrán
sacarles de aquella roca y fundamento sobre la cual están anclados. Además, aunque falten en su fe y
Satán los tiente tal que la luz y el amor del Señor sean opacados, Dios sigue siempre el mismo,
guardándolos por su poder para alcanzar la salvación, gozando ellos, así, su posesión adquirida ya que
están grabados en la mano de Dios, sus nombres estando escritos en el libro de la vida desde la
eternidad.
Isaías 49:13-16; Mateo 7:24,25; Juan 13:10; 10:28,29; 1 Pedro 1:4-6
Artículo 24
LA fe es procreada sencillamente mediante la predicación del evangelio, o palabra de Cristo, aparte de
cualquier poder o capacidad en la criatura. Siendo la criatura totalmente pasiva, además de muerta en
sus delitos y pecados, cree y así es convertida nada menos que por el mismo poder que levantó a Cristo
de los muertos.
Ezequiel 16:16; Romanos 1:16; 3:12; 9:19; 10:17; 1 Corintios 1:28; Efesios 1:19; Colosenses 2:12
Artículo 25
LA predicación del evangelio con miras a la conversión de los pecadores es completamente gratis, y en
nada requiere como obra absolutamente necesaria algún tipo de cualificación, preparación previa, los
terrores de la ley ni un ministerio preparatorio de la ley sino sólo un alma desnuda, pecadora e impía
que reciba al Cristo crucificado, muerto, sepultado y resucitado. Cristo es hecho, así, Príncipe y Salvador
a tales pecadores que mediante el evangelio son traídos a creer en él.
Isaías 55:1; Juan 1:12; 3:14,15; 7:37; Hechos 2:36; 5:30,31; Romanos 4:5; 5:8; 1 Corintios 1:22,24; 1
Timoteo 1:15
Artículo 26
EL mismo poder que obra la conversión a Cristo mediante la fe, conduce al alma a través de sus deberes,
tentaciones, conflictos y sufrimientos, pues, todo lo que un creyente es, lo es por medio de la gracia, la
misma que le asiste tanto en su obediencia como en sus tentaciones.
Juan 15:5; 1 Corintios 15:10; 2 Corintios 12:9; Gálatas 2:19,20; Filipenses 2:12,13; 1 Pedro 1:5
Artículo 27
TODO creyente es unido a Dios mediante la obra de Cristo y, así, son hechos uno con Dios así como Dios
uno con ellos. Todo creyente es hijo de Dios y heredero juntamente con Cristo, a quien pertenecen
todas las promesas, no sólo en esta vida sino en la venidera.
Juan 17:21; 20:17; Gálatas 2:19,20; Hebreos 2:11; 1 Tesalonicenses 1:1; 1 Juan 4:16
Artículo 28
8. AQUELLOS que han sido unidos a Cristo son justificados de todos sus pecados mediante la sangre de
Cristo. Tal justificación es una plena absolución, por gracia, de todo el pecado del culpable pecador,
obrada por Dios mediante la satisfacción que Cristo obró a favor del pecador en su muerte. La misma es
aplicada de manera palpable mediante la fe.
Hechos 13:38,39; Romanos 3:23,25,30; 5:1; 2 Corintios 5:19; Hebreos 9:26; 10:14; 1 Juan 1:7
Artículo 29
EL conjunto total de todo los creyentes es un pueblo santo, santificado, siendo dicha santificación una
gracia espiritual del nuevo pacto -producto del amor de Dios manifestado en el corazón- mediante la
cual se ocupa el creyente en una obediencia evangélica, celestial a todo mandamiento que su Cabeza y
Rey, Cristo, le ha prescrito en su nuevo pacto.
Mateo 28:20; 1 Corintios 12; Efesios 1:4; 1 Pedro 2:9; 1 Juan 4:16
Artículo 30
TODO creyente, mediante el conocimiento de esa justificación de vida dada por el Padre y obrada
mediante la sangre de Cristo, posee, como su gran privilegio del nuevo pacto, paz para con Dios,
reconciliación a través de la cual los que estaban lejos han sido hechos cercanos mediante esa sangre y
aquella paz que sobrepuja todo entendimiento. Además, se goza en Dios mediante nuestro Señor
Jesucristo, de quien hemos recibido la reconciliación.
Romanos 5:9-11; 2 Corintios 5:19; Efesios 2:13,14; 4:7; Isaías 54.10
Artículo 31
TODO creyente está, durante su vida, en una constante guerra y lucha contra el pecado, su yo, el mundo
así como el diablo, estando sujeto a todo tipo de aflicción, tribulación y persecución a los cuales ha sido
predestinado y señalado. Todo cuanto poseen espiritualmente y gozan los santos en Dios es sólo por la
fe, contrastado con aquellas cosas externas, temporales disfrutadas legalmente por quienes no poseen
dicha fe.
Deuteronomio 2:5; Romanos 7:23,24*; 8:29; 2 Corintios 5:7; Gálatas 2:19,20; Efesios 6:10,11; 1
Tesalonicenses 3:3; 2 Timoteo 3:12; Hebreos 2:9,10
*[Podría referirse este texto al momento en que ocurre la conversión.]
Artículo 32
LA única fortaleza mediante la cual los santos son capacitados para lidiar con toda oposición y prueba es
el mismo Jesucristo, quien como Capitán de su salvación, fue perfeccionado por medio de sus
sufrimientos. Él ha comprometido su fidelidad y fortaleza para asistirles en sus aflicciones, sostenerles
en sus tentaciones y preservarles mediante su poder hasta que alcancen su reino eterno.
Juan 15:5; 16:33; Filipenses 4:11; 2 Timoteo 4:18; Hebreos 2:9,10
Artículo 33
9. EL Señor Jesucristo tiene, aquí en la tierra, un reino espiritual, a saber: su iglesia, la cual ha comprado y
redimido para sí mismo como una herencia especial. Esa iglesia consiste de una compañía de santos
visibles, llamados y separados del mundo mediante la Palabra y el Espíritu de Dios de tal modo que
profesen, visiblemente, la fe del evangelio, siendo bautizados en dicha fe, unidos así al Señor y el uno al
otro mediante el mutuo acuerdo de disfrutar, juntos, las ordenanzas requeridas por Cristo, su Señor y
Rey.
Mateo 11:11; 18:19,20; Hechos 2:37,42; 9:26; 10:37; 19:8,9; 26:18; Romanos 1:7; 10:10; 1 Corintios 1:2;
2 Corintios 6:17; Efesios 1:1; 2 Tesalonicenses 1:1; 1 Pedro 2:5; Apocalipsis 18:4
Artículo 34
A esta iglesia él ha hecho sus promesas y dado señales de su pacto, presencia, aceptación, amor,
bendición y protección. De aquí fluyen las fuentes y manantiales de sus gracias celestiales a fin de
brindarles refrigerio y fortaleza.
Salmo 133:3; Ezequiel 47:2; Mateo 28:18; Romanos 3:7,10; 9:4,5; 1 Corintios 11:24; 2 Corintios 6:18
Artículo 35
TODOS sus siervos, llamados de sus particulares estados en la vida a ser siervos de su familia, han de
reconocerle como Profeta, Sacerdote y Rey; también han de someter sus cuerpos, almas y dones Dios
dados bajo la dirección de su gobierno celestial. Han de conducir sus vidas en ese redil amurallado, y
huerto de buen riego, de tal manera que haya comunión entre los santos de Dios, siendo confirmado,
así, que son partícipes de la herencia del reino de Dios.
HAN de suplir, así, las necesidades el uno al otro, ya sean internas o externas (aunque cada uno, siendo
responsable por lo suyo propio, ha de suplir las necesidades de los demás según sea requerido a fin de
que el nombre de Cristo no sea blasfemado por causa de la necesidad que alguno pudiera padecer). Al
juntarse en uno, han de asumir el lugar y función dados a ellos por el mismo Señor, estando así unidos
de tal manera que cada parte funcione como es debido a fin de que sean edificados en amor.
Cantares 4:12; Isaías 4:3; Ezequiel 20:37,40; Lucas 14:26; Hechos 2:41,44,45,47; 4:34,35; 5:4; 20:32;
Romanos 12:4-6; 1 Corintios 12:6,7; Efesios 2:19; 4:16; Colosenses 1:12; 2:5,6,19; 1 Timoteo 6:1
Artículo 36
ESTANDO así unidos los santos, cada iglesia local posee autoridad -dada a ellos por Cristo- para su
propio bienestar, para escoger de entre sí quienes servirán como ancianos y diáconos, siendo éstos
cualificados, según la Palabra, como aquellos que Cristo ha designado en su pacto para alimentar,
gobernar, servir y edificar a su iglesia. Nadie tiene el poder como para imponer sobre cada iglesia
ninguno de estos dones, ni cualquier otro.
Hechos 1:23,26; 6:3; 15;22,25; Romanos 12:7,8; 1 Corintios 12:8,28; 1 Timoteo 3:2,6,7: Hebreos 13:7,17;
1 Pedro 5:1-3; 4:5
Artículo 37
10. LOS ministros llamados debidamente, según descrito arriba, han de continuar en su llamado y lugar
según la ordenanza de Dios, alimentando con gran cuidado a las ovejas que Dios les ha entregado, no
por ganancia deshonesta sino con corazón puro.
Juan 10:3,4: Hechos 20:28,29; Romanos 12:7,8; Hebreos 5:4; 13:7,17; 1 Pedro 5:1-3
Artículo 38
LOS ministros de Dios han de recibir de la iglesia todo lo que necesiten a fin de que, según la ordenanza
de Cristo, los que predican el evangelio puedan, así, vivir del evangelio de acuerdo a la ley de Cristo.
Salmo 110:3; 1 Corintios 9:7,14; 2 Corintios 10:4; Gálatas 6:8; Filipenses 4:15,16; 1 Timoteo 1:2
Artículo 39
EL bautismo es una ordenanza del Nuevo Testamento, dada por Cristo, y ha de ser efectuada en aquellos
que profesen fe y que han sido, así, hechos discípulos. Habiendo profesado fe en Cristo, han de ser
bautizados y, luego, participar de la Cena del Señor.
Mateo 28:18,19; Marcos 16:15,16; Juan 4:1; Hechos 2:37,38; 8:36,37 y otros igual.
Artículo 40
LA manera o modo para efectuar esta ordenanza es la inmersión del cuerpo bajo el agua. Siendo el
bautismo una señal, ha de reflejar la verdad significada, a saber: aquella participación que tiene todo
santo en la muerte, sepultura y resurrección de Cristo. Así, tal como el cuerpo es sepultado debajo del
agua, también será levantado el cuerpo de los santos, por el poder de Cristo, el día de la resurrección,
ocasión en que pasará a reinar con él.
Mateo 3:16; Marcos 1:1,9 (el Jordán); Juan 3:23; Hechos 8:38; Romanos 6:3-6; 1 Corintios 15:28,29;
Hebreos 10:22; Apocalipsis 1:5. [La palabra baptizo significa: inmersión dentro del agua, requiriéndose,
pues, el uso de ropa modesta en ambas partes.]
Artículo 41
DE acuerdo a las Escrituras, sólo se requiere de la persona que administra el bautismo que sea un
discípulo. Jamás se vincula tal función a un oficio particular en la iglesia ni a alguien extraordinariamente
comisionado a tal labor, habiéndose sólo contemplado la condición de discípulo, un hombre enviado a
predicar el evangelio.
Isaías 8:16; Mateo 18:7; 28:19; Juan 4:2; Hechos 11:10; 20:7; Romanos 16:2; 1 Corintios 10:16,17; 11:2
Artículo 42
CRISTO también ha dado a su iglesia la autoridad para recibir y para separar de su seno a cualquier
persona que así lo amerite. Tal autoridad es dada a toda congregación y no a personas en particular, ya
sea miembro u oficial; guarda relación con el cuerpo entero, teniendo en vista su fe y comunión como
iglesia.
Mateo 18:17; Romanos 16:2; 1 Corintios 2:3; 5:4,11,14; 12:5; 2 Corintios 2:6,7
11. Artículo 43
CADA miembro individual en toda iglesia local, no importa cuán excelente, noble o educado, ha de estar
sujeto a esta censura y juicio. Además, la iglesia no procederá contra sus miembros si no es con gran
cuidado, ternura y advertencia adecuada, según la regla de fe.
Mateo 17:18; 18:16; Hechos 11:2,3; 15:1-3; Colosenses 4:17; 1 Timoteo 5:19
Artículo 44
A fin de preservar a su iglesia en santidad y en comunión ordenada, Cristo coloca ciertos hombres
especiales sobre ella, quienes, de acuerdo a su oficio, han de gobernar, supervisar, visitar y auscultarla
de tal manera que ejerzan buena y constante protección sobre ella. Además, ha dado la autoridad, así
como la obligación, a todo miembro a fin de que tengan cuidado el uno sobre el otro.
Mateo 24:45; Hechos 20:27,28; 1 Tesalonicenses 5:2,14; Hebreos 10:24,25,34,35; 12:15; 13:17,24; Judas
3,20
Artículo 45
AQUELLOS a quienes Dios ha dado dones dentro de la iglesia han de profetizar (instruir) según la medida
de la fe, así como enseñar públicamente la Palabra de Dios para su edificación, exhortación y consuelo.
Romanos 12:6; 1 Corintios 12:7; 14:3; 1 Tesalonicenses 5:19; 1 Pedro 4:10,11
Artículo 46
ASÍ, reunidos según acordado y, andando en obediencia al evangelio de Cristo, ninguno ha de ser
separado por causa de faltas o corrupciones (mientras la iglesia consista de seres sujetados a sus
debilidades y fracasos, habrá tales diferencias en la verdadera iglesia constituída) hasta tanto hayan
logrado subsanar dicha conducta con ternura y de manera ordenada.
Hechos 15:1,2,12; Romanos 14:1, 15:1-3; 1 Corintios 1:10; Hebreos 10:25; Judas 19; Apocalípsis 2:3, 20,
21, 27
Artículo 47
Y, aunque cada congregación particular sea un ente distinto y siendo, a la vez, muchos cuerpos, cada
una, como ciudad compacta y bien formada en sí misma, ha de andar según la misma regla de la Verdad.
De igual manera, y de ser necesario (y según el medio más conveniente), cada una ha de recibir ayuda y
consejo la una de la otra como miembros del mismo cuerpo y por su común fe en Cristo, su Cabeza.
Salmos 122:3; Cantares 8:8,9; Hechos 15:2,3; 1 Corintios 4:14, 17, 14:33, 36, 16:1; 2 Corintios 8:1,4,
13:14; Efesios 2:12, 19; 1 Timoteo 3:15, 6:13,14; Apocalípsis 21
Artículo 48
LA magistratura CIVIL es una ordenanza de Dios establecida para castigo a los malhechores y alabanza a
quienes hacen el bien. En el Señor, le hemos de estar sujetados en toda ordenanza legal, legítima, no
sólo por causa de ira sino por la consciencia. Hemos también de hacer súplica y oración a favor de los
12. reyes y aquellos que ejercen autoridad para que, bajo ellos, podamos vivir en paz, santidad y
honestidad.
Romanos 13:1,2, etc.; 1 Timoteo 2:1-3; 1 Pedro 2:13, 14
Nota
RECONOCEMOS que la suprema Magistratura* de este reino es el Rey y el Parlamento (actualmente
establecidos), libremente escogidos por el reino, y que hemos de observar y defender todo
Administrador Oficial así como las leyes civiles por ellos establecidas, las cuales son para el bien de la
república. Reconocemos, con gratitud, que Dios ha honrado a este Rey y Parlamento por haber
derrocado la jerarquía prelaticia, la que, con su tiranía y opresión sobre nosotros, hizo gemir a este reino
durante mucho tiempo. Por ello siempre bendecimos a Dios y los honramos a ellos por su acción.
ADEMÁS, con referencia a la adoración a Dios, hay un solo Dador de ley quien puede salvar y perder
(Santiago 4:12), el cual es Jesucristo. Él ha dado, en Su Palabra, leyes y reglamentos suficientes para
nuestra adoración a él, por lo que agregar a ellos sería acusar a Cristo de falta de sabiduría e infidelidad,
o ambas cosas, por no haber establecido leyes suficientes y adecuadas para Su casa.
EL observar las leyes de Cristo solamente es, ciertamente, sabio, además de nuestro deber y privilegio
(Salmos 2:6, 9, 10, 12). Además, es el deber del Magistrado proveer para la libertad de la consciencia del
ser humano (Eclesiastés 8:8), (que es tan tierno a la consciencia de todo humano y muy preciado por
ellos, sin la cual ninguna otra libertad se podría nombrar o mucho menos disfrutar) y proteger a todos
de males, daños, opresión y molestias por lo que en nada hemos de ser hallados faltos en aquello que
los honre, conforte y sea para el bienestar de la nación en que vivimos.
ES nuestro deber, y entendemos que un deber explícito, particularmente en cuanto atañe asuntos
religiosos, el estar plenamente persuadidos en nuestras mentes de la legalidad y legitimidad de lo que
hacemos sabiendo que, lo que no es de fe es pecado. Y tal como no podemos conducirnos de manera
contraria a nuestra consciencia y entendimiento, así tampoco podemos dejar de hacer aquello a lo cual
nuestro entendimiento y consciencia nos obliga.
Y, de requerir el Magistrado que hagamos lo contrario, hemos de ceder nuestras personas pasivamente
a su poder, tal como han hecho los santos de antaño (Santiago 5:4). Y tres veces gozoso será aquel que
perdiere su vida (así sea en lo más pequeño) por testificar la Verdad del Señor Jesucristo. (Gálatas 5; 1
Pedro 5).
* (Aplíquese a la autoridad gubernamental de cualquier tierra o nación.)
Artículo 49
SI, por el contrario, no hallamos que el Magistrado (o autoridad gubernamental) nos favorezca así, no
nos atreveremos detener nuestra práctica, pues, creemos que hemos de perseverar en la obediencia a
Cristo, profesando la fe que una vez fue dada a los santos, la cual fe se declara en la santas Escrituras,
siendo ella parte de nuestra confesión en la que testificamos la Verdad del Viejo y el Nuevo Testamento,
aun hasta la muerte de ser ésta necesaria, en medio de toda prueba y aflicción tal como hicieron Sus
santos del ayer.
COMO ellos, no consideramos nuestros bienes, tierras, esposas, hijos, padres, madres, hermanos,
hermanos, ni tampoco nuestras propias vidas como cosa de estima para así poder terminar nuestra
carrera con gozo, recordando que hemos siempre de obedecer a Dios antes que a los hombres, pues, es
13. él quien, cuando hayamos terminado nuestra carrera y guardado la fe, nos dará la corona de justicia; es
a él a quien daremos cuenta de nuestras obras, de lo cual ningún hombre nos podrá librar.
Salmos 49:7, 50:22; Daniel 3:16,17, 6:7,10, 22, 23; Hechos 2:40, 41, 4:19, 5:28, 29, 20:23; Romanos 12:1,
8, 14:10; 1 Corintios 14:37; 2 Corintios 5:10; Filipenses 1:28, 29; 1 Tesalonicenses 3:3; 1 Timoteo 6:13,14;
2 Timoteo 4:6-8; Apocalípsis 2:20
Artículo 50
ES legítimo que un cristiano ocupe el cargo de Oficial civil o Magistrado, así como es legítimo que tome
juramento, siempre y cuando sea conforme a verdad, justicia y juicio, para confirmar la verdad y poner
fin a la angustia. Mas, la ira y los juramentos vanos provocan al Señor y traen lamentos a esta tierra.
Deuteronomio 6:13; Jeremías 4:2; Hechos 8:38, 10:1, 2, 35; Romanos 1:9, 16:23; 2 Corintios 10:11;
Hebreos 6:16
Artículo 51
HEMOS de darle a todo hombre según le corresponde, ya sea según su posición, edad o estado. A nadie
hemos de defraudar en cosa alguna sino hacer para con ellos según queremos que hagan para con
nosotros.
Mateo 33:21; Romanos 13:5-7; Efesios 5:21, 23; Tito 3:1-3; 1 Tesalonicenses 4:6; 1 Pedro 2:15, 17, 5:5
Artículo 52
HABRÁ una resurrección de los muertos, tanto de los justos como de los injustos; todos darán a Dios
cuenta de sí de tal manera que cada uno reciba según hizo en su cuerpo, ya sea bueno o malo.
Mateo 25; Hechos 24:15; Romanos 14:12; 1 Corintios 5:10
En Conclusión
DE esta manera deseamos dar a Cristo lo que le pertenece y a las autoridades legítimas lo que les
corresponde, procurando así no deberle nada a nadie sino sólo amor. Deseamos vivir en quietud y paz,
tal como conviene a santos, procurando en todo mantener una limpia consciencia y tratar a todo
hombre (sin distinción de quién sea) según deseamos que hagan con nosotros a fin de que nuestra
conducta demuestre que somos personas de consciencia (i.e., razonables), tranquilas e inofensivas (en
ninguna manera peligrosas o molestosas a la sociedad humana).
DESEAMOS obrar y trabajar con nuestras propias manos para que no le debamos a nadie y, así, poderle
dar a quien padece necesidad, ya sean amigos como enemigos, teniendo presente que es mejor dar que
recibir.
ADEMÁS, confesamos que “conocemos sólo en parte” y que ignoramos mucho de lo que deseamos y
procuramos conocer por lo que, si alguien nos mostrare amistosamente de la Palabra de Dios aquello
que aún no vemos, tendremos causa para darle gracias a Dios y a ellos. Mas, si alguien procurare
imponernos cosa alguna que entendemos no nos ha sido ordenado por nuestro Señor Jesucristo,
procuraremos recibir, amparados en Su fortaleza, aquellos reproches y torturas de los hombres, perder
nuestras comodidades materiales y, si fuere posible, morir mil muertes antes de hacer algo contrario a