La curatela permitía representar y asistir a personas incapacitadas para administrar su patrimonio. Estas personas eran confiadas a un curador para que administrara su patrimonio. Inicialmente, la curatela solo aplicaba a los "furiosi" y disipadores para proteger su patrimonio, pero luego también se aplicó a aquellos cuya razón estaba comprometida aunque no completamente privada, como los "mente capti".