REALIDADES SOBRE LA SALVACIÓN DEL ALMA - LA SOBREVIVENCIA Escrito 115Estudiantes Urantia
Al leer y estudiar la Revelación del Libro de Urantia, nos percatamos de que su propósito es salvar las almas de los hombres. En lo personal siento que este es su cometido. Veamos los significados de las palabras salvar y salvación. La palabra salvar se deriva del latín “salvare,” que significa librarse de un peligro o evitar un inconveniente. La palabra salvación se deriva del latín “salvatio” que significa acción y efecto de salvar o salvarse.
REALIDADES SOBRE LA SALVACIÓN DEL ALMA - LA SOBREVIVENCIA Escrito 115Estudiantes Urantia
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El Liberalismo económico en la sociedad y en el mundo
La educacionsuperior judith_y_alexander
1. Ministerio Vivos Por la Fe
Educación Superior
Ponencia IV Congreso Internacional de Educación Sin Escuela –
Universidad Nacional de Colombia
Alexander Barrera y Judith Rojas
01/10/2014
2. Educación Superior
Judith Rojas
Licenciada en Lenguas
Alexander Barrera
Teólogo y escritor
Educación en casa basada en principios cristianos
En la actualidad existen diferentes enfoques con respecto al tema de la educación
en casa. Cada enfoque tiene sus bases filosóficas, modelos educativos, conceptos,
etc. Uno de estos enfoques es el que tiene su cimiento en la Biblia. Un tipo de
educación que en el presente documento llamamos superior. Con este concepto no
nos referimos a la educación universitaria, sino a aquella que desarrolla las
facultades superiores del SER.
A continuación, haremos una breve exposición de los principios bíblicos que
constituyen la filosofía de la educación en casa que como familia cristiana
practicamos. En primer lugar, presentaremos el propósito de la educación,
seguidamente, enunciaremos los principios primordiales para llegar a cumplir dicho
propósito, finalmente, presentaremos tangencialmente su aplicación.
Iniciaremos recordando aquellas ocasiones en las que en el Nuevo Testamento
Jesús dijo de sí mismo: ´Yo Soy´ (Mt. 22: 32; Mr. 14: 62; Jn. 6: 35; 8: 12, 24, 28, 58;
9:9; 13:19; 18:6), identificándose así como el Jehová o Yahweh (Strong, 2003) que
en el Antiguo Testamento se había presentado a Moisés en el monte Horeb en
forma de zarza ardiente (Ex. 3: 13, 14). La expresión Yo Soy significa principalmente
´existir´, ´SER´; viene de la palabra hebrea ה´´הי jayá (Strong, 2003). Cuando Dios
creó al hombre a su imagen (Gn. 1: 26, 27), en Su ideal lo creó con el propósito de
que existiera no solamente en el sentido físico, sino también en carácter. Fue creado
moralmente libre, es decir, con plena libertad para decidir el rumbo de su vida. En
otras palabras, debía llegar a SER, ´jayá´, como Él es.
En el mundo cristiano es comúnmente mencionado el Plan de Redención. Dicha
filosofía se refiere a la restauración del ser humano a la imagen de Dios (Ro. 8:29).
El medio que se utiliza para este proceso es la educación. De esta manera,
planteamos que el propósito de la educación es que el ser humano llegue a SER,
como Él es, a saber, la imagen de Dios.
Entonces surge la pregunta: ¿Qué significa SER, como Dios es?
En la primera carta de Juan, se enfatiza con simpleza: “Dios ES amor (1 Jn. 4: 8).”
Dicho de otra manera, el amor ES el carácter de Dios (White, 1890, Pág. 11). Por lo
tanto, SER la imagen de Dios, es SER amor.
Desde el punto de vista bíblico el amor no es un sentimiento, porque los
sentimientos varían y cambian, pero el amor permanece para siempre (1 Co. 13: 8).
Entonces el amor es un principio. El principio del amor es “no vivir para sí” (Ro. 14:
7). La segunda epístola a los Corintios, expresa que “No vivir para sí” significa: vivir
para Cristo (2 Co. 5: 14 – 15).
3. Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por
todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no
vivan para sí, sino para Aquel que murió y resucitó por ellos (2 Co. 5: 14, 15).
En consecuencia tenemos: ser la imagen de Dios es ser amor, el amor es el servicio
abnegado, el cual es vivir para Cristo y vivir para Cristo significa vivir para los demás:
“De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más
pequeños, a mí lo hicisteis” (Mt. 25: 40).
En otras palabras, ser la imagen de Dios implica unidad en el servicio
mancomunado, en el altero-centrismo, en la sociedad unida en la diversidad de
pensamiento.
En el humanismo encontramos la resonancia a este principio “el amor no es un
sentimiento, es un dominio de acciones en las cuales el otro es constituido como un
legítimo otro en la convivencia” (Maturana, 1989).
El mismo autor, plantea también que el propósito de la educación es servir y que “la
noción de servir es una noción relacional; algo sirve para algo en relación a un
deseo, nada sirve en sí”. (Maturana, 1989)
En el plan original de Dios, la unidad en el amor, aunque debía iniciar como un
micro-proyecto, solo con una pareja edénica (Gn. 2: 24), debía extenderse hasta ser
un macro-proyecto, toda la humanidad unida en amor y en sentir (Ro. 12: 10; Jn. 17:
11). El objetivo es la felicidad corporativa y no solamente la individual. Esto solo es
posible cuando en el amor se piensa en la felicidad del otro (1 Co. 13: 4 – 5).
Por otro lado, el principio antagónico del amor es el egoísmo. Este se define como
vivir para sí, trayendo consigo desunión y anarquía a los seres humanos. Hoy más
que nunca podemos contemplar las nefastas consecuencias del egoísmo en nuestra
sociedad actual.
Siendo que como humanidad, estamos enfrentando una problemática social tan
difícil (2 Ti. 3: 1 – 5), podemos preguntar: ¿dónde estriba la solución? La respuesta
es simple, en la educación superior.
Entendemos por educación lo siguiente:
La verdadera educación significa más que la prosecución de un determinado
curso de estudio. Significa más que una preparación para la vida actual. Abarca
todo el SER, y todo el período de la existencia accesible al hombre. Es el
desarrollo armonioso de las facultades físicas, mentales y espirituales. Prepara
al estudiante para el gozo de servir en este mundo (White, 1975, Pág. 14).
Retomando el concepto, planteamos que el plan de salvación de Dios para el
hombre es realmente una educación en el amor (White, 1975, Pág. 32). Pero el
amor en el sentido de un principio y no de un sentimiento, porque entonces no sería
una educación regular sino inestable, igual que los sentimientos. El amor es Dios,
por lo tanto, ser educados en el amor es ser educados en Dios, en el carácter de
4. Dios. De esta manera, el propósito de la educación para todo individuo es que este
llegue a SER, a existir.
El término individuo (RAE, 2001), etimológicamente hablando, quiere decir que es
“indivisible”, único.
Cada SER humano, creado a la imagen de Dios, está dotado de una facultad
semejante a la del Creador: la individualidad, la facultad de pensar y hacer (…)
La obra de la verdadera educación consiste en desarrollar esta facultad, en
educar a los jóvenes para que sean pensadores y no meros reflectores de los
pensamientos de otros (White, 1975, Pág. 18).
El texto anterior resalta otro principio inherente al SER, a saber, la libertad o libre
albedrío (RAE, 2001). Este principio debe ser conocido y cultivado con el propósito
de llegar a ser individuos. Esto es posible solo desde el punto de vista de la
educación. Humildemente creemos que no hay otro camino.
El término Educación etimológicamente proviene del latín educare, que significa
“guiar” (Soca, 2013), y cuyo equivalente en el griego es la expresión paidagogos
(Vine, 1999). Si unimos este concepto con el de la palabra inteligencia, que procede
del latín interlegere y que significa “escoger entre”, podemos afirmar que el fin de la
educación es guiar a un individuo para que llegue a tener libre albedrío.
De esta manera, los padres se constituyen en los guías, quienes tienen como
objetivo tutorar a sus hijos a través del conocimiento teórico, mas no necesariamente
práctico que los conlleve a tomar decisiones bajo su libre albedrío. En palabras de
Sugata Mitra:
El profesor es un mediador que plantea una gran pregunta, deja a sus niños
solos para que la resuelvan y luego comparten sus hallazgos con el mediador,
quien se admira de la solución encontrada.
Existe una gran diferencia entre inteligencia e intelectualidad, entre sabiduría y
conocimiento. Ser inteligente es saber escoger, ser intelectual es haber acumulado
conocimiento teórico, pero no necesariamente, tener la capacidad de escoger. Ser
sabio involucra tanto la inteligencia como el conocimiento teórico que permite al
individuo no solamente escoger sino llegar a diferenciar lo que quiero, lo que puedo
y lo que debo escoger.
La educación en casa desde la perspectiva bíblica halla su origen en la misma
creación del hombre. Cuando Dios creó a Adán y Eva, su propósito principal era que
la humanidad llegará a SER su imagen, de tal manera que se constituyera en una
sociedad altero centrista. Para llevar a cabo tal fin, se estableció la escuela del
Edén, donde el mismo Dios era el pedagogo, la pareja edénica los estudiantes, y la
naturaleza el libro de texto (White, 1975, Pág. 21). Dios guiaría a la familia humana
al conocimiento del Ser (Jn. 1: 18). De esta manera la humanidad crecería en
sabiduría por la eternidad.
En el caso de Jesús, observamos los principios antes presentados aplicados. Jesús
fue educado en casa por sus padres y el Espíritu Santo como guías (Jn. 7: 15,
5. Versión Dios Habla Hoy). Siendo que en el contexto cristiano Jesús es el paradigma
(1 P. 2: 21), deducimos que el plan original de Dios tocante a la educación está aún
vigente. También hemos afirmado que el propósito de la educación es que cada
individuo llegue a SER, es decir, llegue a desarrollar y a fortalecer su libre albedrío.
Para lograr este fin, queremos llamar la atención hacia algunos principios como son:
la ley de la contemplación y el dominio propio.
La ley de la contemplación se explica en el hecho de que somos transformados en lo
que contemplamos (2 Co. 13: 18). Si nuestro objetivo es ser la imagen de Dios, la
Biblia plantea el camino para lograrlo (Ro. 8: 29):
Si me conocieseis (afirma Jesús), también a mi Padre conoceríais; y desde
ahora le conocéis, y le habéis visto (…) El que me ha visto a mí, ha visto al
Padre” (Jn. 14: 7 – 9).
Es por medio del estudio de la Biblia como podemos contemplar a Jesús (Jn. 5: 39).
Para que los hijos lleguen a contemplar la imagen de Dios, la educación debe iniciar
por los padres. Esto nos conlleva a afirmar que la educación desde la perspectiva
bíblica es una influencia.
La verdadera educación es una influencia que contrarresta la ambición
egoísta, el anhelo de poder, la indiferencia hacia los derechos y las
necesidades de la humanidad. (White, 1975, Pág. 221, 222)
Por otro lado, el dominio propio es la capacidad que tienen los Seres humanos para
liderarse a sí mismos, respecto a sus emociones y sentimientos, sobre todo en
cuanto a nuestras decisiones se refiere. También se llama templanza o temperancia,
el cual es una manifestación del fruto del Espíritu Santo (Ga. 5: 22 – 23).
Uno de los recursos por el cual se adquiere el dominio propio, a partir de aquí nos
referiremos a este término como temperancia, es la alimentación. La temperancia
aconseja la moderación en el consumo de aquellos alimentos que puedan excitar y
afectar la función natural del cerebro, manipulando así el curso normal del
pensamiento en la toma de decisiones. Sin embargo, la temperancia también abarca
todo aquello con lo que alimentamos nuestro ser por medio de los sentidos. Todo lo
que observamos y escuchamos se convierte en alimento para nuestro espíritu y va
moldeando nuestro carácter.
En vez de jóvenes, educados, pero débiles, las instituciones del saber
debieran producir hombres fuertes para pensar y obrar, hombres que sean
amos y no esclavos de las circunstancias, hombres que posean amplitud de
mente, claridad de pensamiento y valor para defender sus convicciones.
Semejante educación provee algo más que una disciplina mental; provee algo
más que una preparación física. Fortalece el carácter (White, 1975, Pág. 19).
Al igual que con la ley de la contemplación, los padres deben tener siempre en
mente que la educación se transmite por medio del ejemplo, es decir su influencia.
Así como la luna y los planetas de nuestro sistema solar brillan por la luz del sol que
reflejan, así los padres reflejan la luz de Dios y por medio de su ejemplo inician el
6. proceso de educación en sus hijos. En armonía con lo anterior Mascaró (2013)
plantea:
El mayor impacto en la formación de una persona viene por el ejemplo
observado y por las experiencias vividas, así que uno no puede criar a un hijo
amable si uno mismo no es amable; no puede criar un hijo bondadoso, si uno
mismo no es bondadoso; no puede educar un hijo libre si uno mismo no es
libre. (pág. 36)
En la Biblia, la palabra griega didáskalos, que quiere decir maestro, es utilizada
como sinonimia de la expresión hebrea Rabbi. El Rabbi es aquel que imparte el
conocimiento, no de la manera tradicional “profesor enseña alumno”, sino desde una
relación dialógica en la que una persona se da a conocer a otra (Jn. 1: 18), en este
caso el individuo o su discípulo.
En otras palabras, el individuo llega a ser la imagen del maestro desde el punto de
vista de la sabiduría. Entiéndase como sabiduría, el libre albedrío.
Consiguientemente, los padres que contemplan a Jesús pueden, como maestros,
ser un el ejemplo a seguir.
La imagen de Dios es su carácter. Lo cual hace necesario que definamos lo que
entendemos como carácter.
El carácter está compuesto de principios morales, hábitos, sentimientos y
emociones. La siguiente ilustración nos permitirá percibir el grado de importancia
que tiene cada uno de estos componentes en el carácter.
Como podemos observar la base del carácter la constituyen los principios. Todas las
personas establecemos lineamientos, reglas personales, principios morales, etc. que
estructuran nuestra manera de vivir. Los principios son duraderos, fuertes, estables,
difíciles de derribar; son los fundamentos y cimientos. Los sentimientos y las
emociones hacen parte esencial del ser humano y cuando son liderados por los
principios, servirán para el desarrollo pleno de su ser. Finalmente, los hábitos o
7. costumbres siguen en importancia, pues son los que marcan el comportamiento de
la persona.
En contraste, un carácter cuyo cimiento o base son los sentimientos, sería un
carácter tan mutable como las nubes; fluctuante, no estable, siempre sujeto al
cambio. Esto se constituye en la razón por la cual una persona cambia de parecer,
por así decirlo, de la noche a la mañana. Como también es dubitativa respecto a lo
que quiere de su vida, de su existencia.
Por lo tanto es una gran necesidad del ser humano incorporar en el carácter la
mayor cantidad posible de principios, que puedan facilitar en su vida la toma de
decisiones. La biblia es una fuente inagotable o un océano inmensurable de
principios necesarios para la edificación de un carácter simétrico.
El principio más relevante es el amor. Todos los demás son una manifestación o
variación del amor. Esto se puede observar en la Biblia en el siguiente pasaje: “Mas
el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, templanza…” (Ga. 5: 22). Nótese, que el pasaje no dice los frutos del
Espíritu en plural; sino “el fruto del Espíritu” en singular, denotando que es un solo
fruto o en nuestros términos un solo principio, el del amor, que se manifiesta a través
de otros principios.
Lo anteriormente afirmado se puede constatar por medio de la respuesta dada por
Jesús a un fariseo, intérprete de la ley quien preguntó:
Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al
Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.
Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende
toda la ley y los profetas (Mt. 22: 36 – 40).
Todos los mandamientos son tan solo una manifestación del gran principio del amor,
tanto hacia Dios como a nuestro prójimo (Ro. 13: 8 – 10).
Si a nuestros hijos se les muestra desde la niñez, que el propósito de sus vidas es el
amor, manifestado en el servicio abnegado hacia sus semejantes, entonces todos
los demás principios serán incorporados o tan solo se manifestarán por medio del
amor de Dios sembrado en ellos a través de la influencia de sus padres.
Somos conscientes de que el sistema construido por la sociedad actual impide la
aplicación o implementación del modelo en el que padres e hijos aprenden
mutuamente y crecen. En la sociedad del hogar, donde no se ocultan las
dificultades, ni las emociones, sino donde se abre una comunicación abierta, basada
en el respeto del otro, “como legítimo otro”, sea niño o adulto, genera una pared
uterina apropiada para el desarrollo de un carácter firme y sólido, que liderará al
individuo a desarrollar la facultades superiores de su ser.
La verdadera educación incluye el ser entero. Nos enseña el uso correcto de
nuestro ser. Nos habilita para hacer el mejor uso del cerebro, de los huesos y
de los músculos; del cuerpo, de la inteligencia y del corazón. Las facultades
8. de la mente, por ser las superiores, deben gobernar el reino del cuerpo. Los
apetitos y las pasiones naturales deben someterse al dominio de la conciencia
y de los afectos espirituales (White, 1905, 310).
A este tipo de educación le llamamos superior:
La educación superior renovará la mente y transformará el carácter,
restaurando la imagen de Dios en el alma...
Significa renunciar al egoísmo y dedicar la vida al servicio de Dios. La
educación superior exige algo mayor, algo más divino que el conocimiento
que se puede obtener solamente de los libros...
Significa emancipación de las ideas, de los hábitos y prácticas que se
adquirieron… (White, 1975, Pág. 13)
Queremos llamar la atención a la frase anteriormente citada: “Dedicar la vida al
servicio de Dios”. Como hemos dicho, el servicio de Dios significa un servicio
abnegado en el que cada miembro de la sociedad aporta sus dones para el
crecimiento de su comunidad. Contrario a esto se encuentra el servilismo, en el cual
existe la obediencia impuesta y exigida, por lo tanto el individuo que obedece no es
motivado por su libertad a hacerlo. En el amor hay plena conciencia sobre las
decisiones y la obediencia se convierte en un acuerdo mutuo entre padre e hijo para
establecer normas y reglas comunitarias.
Estamos convencidos de que este tipo de educación superior solo se puede dar en
casa, donde no hay lecciones masivas, sino que se da importancia a la singularidad,
pues cada ser humano es único. Estamos de acuerdo con Laura Mascaró (2010)
cuando dice: “El homeschooling es la máxima expresión de la libertad educativa”.
El escenario de la escuela tradicional provee maestros cansados, fatigados por
cubrir un cúmulo de temas. Salones llenos de niños donde no alcanza el tiempo para
atender el ser, pues la carrera por completar el currículo absorbe las relaciones y la
interacción entre maestro y estudiantes. Teniendo en cuenta que hemos establecido
que cada ser es un individuo, cada persona tiene una forma, una velocidad que
determina que su estilo de aprendizaje sea diferente. Reconocer esa diferencia es
amor y solo es posible en la interacción cercana e íntima de dos individuos. En otras
palabras, solo es posible en el conocimiento personal entre los sujetos aprendices.
La educación superior enriquece las relaciones sociales y permite la libertad de
pensamiento: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu
derecho a expresarlo” (Tallentyre, 1906).
Este modelo prepara al niño para ser autónomo, para disfrutar su proceso de
aprendizaje y para ser creativo. Es un modelo realmente constructivista, en el que se
respeta al niño como un ser capaz. Maturana argumenta que educar se traduce en
el proceso en el cual el niño convive con otro y en ese convivir se transforma
progresivamente aceptando y respetando al otro, desde el aceptarse y respetarse a
sí mismo. En la educación superior se ve el error como una oportunidad y no como
una negación de identidad. Educar es valorar a los niños por lo que son y por lo que
9. saben, más que por lo que no saben. El objetivo de la educación superior es llevar al
sujeto a la responsabilidad y libertad de ser co-creador en el mundo en el que vive
(Rojas, 2010).
Estamos aprisionados por la cultura y este mensaje rompe las cadenas culturales.
Por ello, aceptar una educación diferente requiere la emancipación de nuestras
costumbres y hábitos adquiridos con anterioridad. Desaprender para aprender. La
escuela tradicional no nos enseña a ser, ni a conocer al sujeto, sino a conocer
objetos de estudio. En consecuencia, no llegamos a conocer a los sujetos, sino que
llegamos a creer y a juzgar a las personas por lo que tienen en la medida que hayan
adquirido títulos y bienes. La esencia de Dios no son títulos, ni posesiones, sino SER
y eso solo se logra en la intimidad.
En el ámbito cristiano, la educación en casa genera la intimidad en la que dos
sujetos llegan a conocerse. Es una transacción de sensibilidad en la que padre e hijo
entregan y reciben. Es una relación transformadora. Una relación en la que el otro es
considerado un legítimo otro y después de esa relación, ninguno de los dos vuelve a
ser el mismo.
Esto podemos observarlo en cada experiencia narrada en la Biblia. Dios construía
una relación con cada individuo, generaba intimidad, conocía al sujeto y sabía cómo
tratar con él. Cada metodología era diferente, adaptada a las necesidades,
costumbres, cosmovisión y contexto; como resultado, ninguno de los individuos
volvía a hacer el mismo. En muchos casos era necesario cambiar el nombre por uno
nuevo que manifestara dicha transformación.
Para nosotros, de manera particular, como familia que educa en casa, el currículo es
importante, pero no es el propósito de nuestra educación. Para nosotros, la parte
más relevante es que nuestra hija aprenda a tomar decisiones, a resolver
problemas, a proyectarse y asumir los retos más grandes de su vida con
responsabilidad. Para alcanzar nuestro objetivo y proyecto familiar hemos
implementado la educación superior en casa. En este proceso, los tres miembros de
nuestra familia somos aprendices.
Antes de que Nathalia naciera, planeamos educarla en casa. En aquella época, no
conocíamos muchas personas que practicaran este tipo de educación. No
conocíamos libros y nuestra idea sobre los principios de Dios al respecto eran tan
solo una teoría. Nuestro proceso ha sido completamente transformador. Podemos
afirmar con toda seguridad que hoy, casi una década y media después de haber
tomado esa decisión, no somos los mismos y nos hemos dado cuenta de que no se
trata de teoría, para nosotros es una experiencia.
Una experiencia que nos llevó a vivir y probar muchos modelos. Al principio llevamos
el salón de clase a nuestro hogar. Nathalia tenía biblioteca, uniforme y un horario de
asignaturas. Dábamos importancia al logro de objetivos y premiábamos su
desempeño en la realización de tareas. Después, implementamos el juego. Para
nosotros era importante que ella disfrutara aprender. Esto exigió mucho más de
nuestra parte, pues la creatividad debía hacer parte de cada actividad. Luego,
viajamos a los Estados Unidos y allí, motivados por el aprendizaje del inglés, vivimos
la experiencia de la escuela. Después de un año, regresamos a Colombia.
10. Al regresar iniciamos el curso de Educación Sin Escuela (ESE), Educación en
Familia (EF), Autoaprendizaje Colaborativo (AC), Modelos de Escuelas Flexibles
(MEF), en la Universidad Nacional. Este curso amplió nuestro panorama y nos
permitió conocer otros puntos de vista que aportaron al nuestro, pues sabíamos que
para tener libertad hay que conocer otros puntos de vista. Para escoger, hay que
tener varias opciones.
En conclusión, la educación en casa basada en la Biblia es un proceso comunitario,
en el que todos los integrantes se convierten en aprendices y guías e inician un
proceso de conocimiento de Dios, de sí mismos y de los demás miembros de la
familia. Una educación que tiene su cimiento en el principio del amor y que busca
llevar al sujeto aprendiz a ser la imagen de Dios. Un proceso, en el que los
individuos intentan formar su conocimiento, desarrollar su inteligencia y fortalecer su
sabiduría.
“He aquí que el temor del Señor es la sabiduría, y el apartarse del mal, la
inteligencia” (Job 28: 28).”
Referencias
Mascaró, L. (2013) Sin Escuela. Editorial Inn is Free.
Maturana, H. (1989). Biología del conocimiento. En: Emociones y lenguaje en
educación y política. Dolmen Ediciones.
Real Academia Española. (2001). Diccionario de la lengua española (22 ed.).
Consultado en http://www.rae.es/rae.html.
Rojas, J. (2010). Incidencia de los valores humanos en la enseñanza del inglés
como lengua extranjera. Trabajo de Grado. Universidad del Valle. Cali, Colombia.
Soca, R. (2013). La fascinante historia de las palabras. Editorial SBN
Strong, J. (2003). Diccionario Strong de palabras originales del Antiguo Testamento.
Editorial Caribe. Miami, FL.
Tallentyre, S. G. (2003). The Friends of Voltaire. University Press of the Pacific.
White, E. (1905). Ministerio de curación. Editorial APIA. Miami, FL.
White, E. (1975). La Educación. Editorial APIA. Miami, FL.
White, E. G. (1980). Historia de los Patriarcas y profetas. Editorial APIA. Miami, FL.
Las referencias bíblicas utilizadas son tomadas de la versión Reina Valera de 1960,
a menos que se indique lo contrario.