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didáctica de la química educación química  •  enero de 2011	 38
didáctica de la química Educ. quím., 22(1), 38-44, 2011. © Universidad Nacional Autónoma de México, ISSN 0187-893-X
Publicado en línea el 6 de diciembre de 2010, ISSNE 1870-8404
¿Es la electronegatividad un artificio teórico arbitrario?
V. P Spiridonov y V. M Tatevskii (Jensen, 1996)
Introducción
La electronegatividad (X en este trabajo; X, EN, S, •, χ en
otros) ha sido uno de los conceptos más útiles en la química
y también uno de sus problemas más difíciles. A tal grado lo
ha sido, que algunos científicos han llegado a cuestionar su
solidez, validez y hasta su existencia. Se han publicado algu-
nas decenas de escalas de X atómica y ninguna ha logrado
obtener un éxito de 100% en cualquier aplicación, por lo que
X se puede apreciar, todavía, como un problema-reto. La pre-
gunta planteada arriba representa la inquietud de varios cien-
tíficos que han trabajado con la X y que se han decepcionado
por sus limitados alcances; sin embargo, para intentar contes-
tarla se hace necesario entender los orígenes del concepto co-
nocido como X, así como su desarrollo e implicaciones. De
cualquier modo, de antemano se sabe que, como todo en la
ciencia, no habrá respuestas verdaderas y únicas. Los autores
de esta triada establecimos como foco principal el poder dar
una interpretación a lo que se ha hecho en el campo de la X,
dándole nuestro particular significado, en el ánimo de en­
tenderla mejor. De allí el nombre de la presente trilogía: La
incomprendida electronegatividad.
En esta primera parte, El pensamiento en la electronegativi-
dad cualitativa, se presentan los avances, retrocesos, vueltas
en círculos, intentos fallidos y coincidencias que se dieron du-
rante la conceptualización de la X; son las actividades realiza-
das —usando habilidades de observación, imaginación, argu-
mentación,intuición,reconocimiento de supuestos,inferencia
y deducción, obtención de conclusiones, interpretación de da-
tos, reconocimiento y formación de pautas, establecimiento
de analogías, modelación y síntesis— durante el trabajo quí-
mico experimental, que deriva en la organización de un mé-
todo ingeniosamente pensado para obtener la primera pro-
puesta de definición formal, de cuantificación y de aplicación
para la X, la de Linus Pauling.
En la segunda parte: La evolución de la electronegatividad
cuantitativa, se ofrecen, explican y comparan los principales
resultados de los trabajos más originales —con las diversas
definiciones propuestas— realizados para tratar de mejorar y
universalizar la definición y la cuantificación de la X.
Por último, en la tercera parte, Comprendiendo a la electro-
negatividad, se compilan los diferentes trabajos publicados en
los siglos pasado y actual que, en conjunto y a nuestro juicio,
dan una visión global de lo realizado sobre la X y es posible
valorar: la concepción de visiones, el planteamiento de funda-
mentos, las diferentes definiciones, los métodos propuestos y
los altibajos —en el tiempo— en la valoración de los concep-
tos, así como con cuál(es) escala(s) los autores decidieron
comparar su trabajo, por qué y su significado. Esto sirvió de
base para encontrar los puntos en los que hay desacuerdos, así
como las ideas sobresalientes, que llamamos pasaporte, por-
que nos llevaron a apreciar algunas implicaciones y a conside-
rar al concepto de la X con un criterio diferente a los común-
mente usados en el contexto de la química, permitiéndonos
otorgarle un significado particular.
Consideramos que el trabajo es válido porque las pregun-
tas originales siguen siendo vigentes; por ejemplo, Murphy
et al. (2000) afirman que la X enfrenta el mismo problema
desde hace 50 años (ahora 60): ¿puede ser útil y rigurosamente
La incomprendida electronegatividad (trilogía).
Parte I. El pensamiento en la electronegatividad cualitativa
Guillermo Salas-Banuet, José Ramírez-Vieyra y Ma. Eugenia Noguez-Amaya*
ABSTRACT (The misunderstood electronegativity –Trilogy. I. Thought in the qualitative electronegativity)
Electronegativity (X) is one of the important basic concepts in chemistry, and it has a centennial
history. It represents the enormous experimental and intellectual efforts of many compromised
people that derivates in qualitative scales. Presenting the essential aspects of this history allows
us to appreciate how the thought around X has evolved, and to recognize that history has a non-
linear evolution. It is possible to observe how these sufficiently understood antecedents were
used by Linus Pauling as an intellectual foundation to settle his proposal and his ingenious way
to fix a quantitative X scale.
KEYWORDS: electronegativity, electroaffinity, history, atomic properties, bonding
* Departamento de Ingeniería Metalúrgica, Facultad de Química.
Universidad Nacional Autónoma de México. Av. Universidad
3000, 04510 México, DF.
Teléfono: + 52(55) 5622 5243.
Correos electrónicos: salasb@unam.mx; jgrv@unam.mx;
nogueza@unam.mx
Fecha de recepción: 8 de febrero de 2010.
Fecha de aceptación: 3 de julio de 2010
enero de 2011  •  educación química didáctica de la química 39
definida? o más esencial aún, como lo plantea Mullay (1987):
¿Qué es la electronegatividad?
Por otro lado, los mismos Murphy et al. afirman que los
libros de texto hacen creer, cada vez más, que la X es menos
importante de lo que es realmente y que incluyen las antiguas
definiciones de Pauling y Mulliken. Sólo para corroborar esto,
tomamos al azar 11 libros introductorios de química, nueve
de los cuales tienen por título “Química” (Brescia et al., 1980;
Daub y Seese, 1996; Garritz y Chamizo, 1994; Chang, 1992;
Choppin, 1990; Gillespie, 1990; Morris, 1992; Mortimer,
1983; Moore et al., 2000; Sienko y Plane, 1982; y Whitten,
1992); encontramos que todos usan la misma definición, la
expresada por Linus Pauling hace 70 años: “Es el poder de un
átomo, en una molécula, para atraer electrones hacia sí”
(1939) sólo que lo hacen cambiando palabras y frases por
otras que tienen el mismo sentido: en vez de poder utilizan
tendencia, capacidad, habilidad o fuerza, siempre referidas a
un átomo; mantienen la frase “atraer electrones” y, para dar la
idea de que esta acción se refiere al átomo en una molécula
utilizan frases como: en un átomo enlazado, en un enlace cova-
lente, de un enlace, en una combinación química o en un enlace
químico. Uno de los revisores sugirió añadir como referencia
el libro Estructura Atómica (Cruz, Chamizo y Garritz, 1986)
en el que se encontró un tratamiento más detallado, profundo
y amplio sobre la X, al presentar y comparar el trabajo de
cinco pensadores, así como una sugerencia de uso para algu-
nas de las escalas presentada.
La conveniencia de esta trilogía radica, también, en ofrecer
a los pensadores y maestros de la química de la región ibero-
americana, la esencia de la información publicada sobre la X
atómica, para reflexionar sobre ella y rescatarla del reducto en
que se encuentra. Así, será más fácil para los maestros estipu-
lar qué impartir y de qué manera; es decir, definir claramente
los conceptos que se consideren importantes y el cómo rela-
cionarlos entre sí para darle un sentido —o varios— a este
pedazo de la realidad. Con ello, le quedaría más claro a los
alumnos el papel útil que juega esta pieza básica en el rompe-
cabezas de la química y que son varios los caminos que ayu-
dan a resolver los problemas de la ciencia. Con­sideramos que
otro de los aspectos prácticos importantes de la X está en la
educación de los alumnos de preparatoria y licenciatura, por-
que les ayuda a entender los fundamentos esenciales de la
química y lo que le interesa a los químicos —teóricos o expe-
rimentales— en su trabajo, así como a apreciar sus variadas
aplicaciones y aun sus limitaciones, aspectos importantes para
el desarrollo de nuevo conocimiento.
Las aplicaciones de la electronegatividad
Los textos que hablan sobre la X, sean de divulgación o de
enseñanza, afirman que es muy importante, si bien muy pocos
indican específicamente el porqué. De la literatura revisada,
sólo en cuatro trabajos está explícito:
1)	 Chintamani Mande et al. (1977) indicaban que la escala
de Pauling había sido ampliamente usada por los quími-
cos debido a su éxito, parcialmente satisfactorio, para ex-
plicar resultados experimentales; que otras escalas repor-
tadas, como las de Mulliken, Gordy, Allred y Rochow, y
Sanderson, habían tenido un éxito parcial en la estima-
ción del carácter iónico, la medición de las longitudes de
los enlaces químicos y la valoración de sus energías de di-
sociación; la de Pritchard y Skiner en su aplicación en los
orbitales moleculares; las de Siegbahn et al. y Carver et al.
en la espectroscopía fotoelectrónica,y la de Deshmukh en
la espectroscopia de rayos X.
2)	 Leland Allen (1994) comentaba que la X era parte del
patrón de pensamiento de la mayoría de los químicos
prácticos; que había llenado ampliamente las necesidades
del estado de oxidación, y que continuaba jugando un
papel, complementario, en particular para los elementos
de la banda metaloide.
3)	 Keyan Li y Dongfeng Xue (2006) exponían que la de-
pendencia de muchas propiedades físicas y químicas de
átomos y moléculas sobre la X había favorecido muchas
correlaciones y que, así, se habían propuesto algunas es-
calas; que la X no solamente era útil para entender los
enlaces y explicar muchos fenómenos químicos, sino que
también tenía gran relevancia para la ciencia de los mate-
riales, en la que se aplicaba para racionalizar las geome-
trías y propiedades de sistemas complejos; decían que se
había encontrado que la diferencia de X entre los ele-
mentos constituyentes, era un factor importante en la
estabilidad de aleaciones metálicas vidriadas líquidas su-
perenfriadas y que se habían sintetizado nuevos materia-
les, mediante fotocatálisis con luz activa visible, a través
de la sustitución química de iones metálicos. Concluían
que estos descubrimientos indicaban que la X había esta-
do jugando un papel importante en la predicción de pro-
piedades y en el diseño de nuevos materiales.
4)	 Salas y Ramírez (2010) presentaron los trabajos de los
científicos que afirmaban que utilizar dos de las variables
de la electronegatividad —valores, diferencias, medias
aritméticas o geométricas— servía para: a) catalogar los
compuestos por su carácter predominante como iónicos,
metálicos o covalentes, con un éxito, en algunos casos,
hasta del 96%, y b) señalar el carácter intermedio en los
enlaces de esos compuestos.
A pesar de esos triunfos incompletos —o más bien debido a
ellos— la X sigue siendo objeto de trabajos y discusiones. Lo
cierto es que ésta ha sido el principal hilo conductor del pen-
samiento químico durante muchos años, que “segregó a los
químicos de los otros científicos físicos” (Mullay, 1987), que
sigue siendo una herramienta importante en el trabajo de los
químicos, físicos, biólogos, científicos de materiales y otros
profesionales y que ha sido fundamental en el aprendizaje de
los principios básicos de la química. Sin embargo, lograr un
éxito completo en su conceptualización y aplicación parece
más un ideal.
didáctica de la química educación química  •  enero de 2011	 40
Desarrollo del concepto de la
electronegatividad atómica
Linus Pauling (1901-1994) es, a nivel mundial, el pensador más
famoso entre los estudiantes y profesores relacionados con la
química; esta fama tiene su origen en sus propuestas: a) del
primer método para cuantificar la X de los elementos quími-
cos, y b) de la primera definición de X. Sin duda, este logro se
debió a sus excelentes competencias, aunque también al traba-
jo y pensamiento de muchas personas que pusieron los cimien-
tos, acertando y equivocándose, durante los más de 250 años
anteriores.
Los primeros registros escritos de los antecedentes de la X
datan de la segunda mitad del siglo xvii. Es el irlandés Robert
Boyle (1627-1691) quien, en 1675, en su trabajo Reflections
upon the Hypotesis of Alkali and Acidum con su claridad men-
tal y pluma representativa, interpreta y concreta las ideas y las
labores desarrolladas por varios de los últimos alquimistas y
primeros químicos, entre ellas las suyas, para establecer el
concepto de afinidad entre las sustancias —antecedente de la
X— al plantear tres hipótesis químicas:
1.	 La existencia de dos principios salinos contrarios (la se-
paración entre sustancias ácidas, alcalinas y neutras, al
observar las diferencias en sus propiedades, aisladas y en
contacto);
2.	 La presencia de un conflicto entre ellas (la intensidad al
juntarlas), y
3.	 La anulación de las propiedades originales (la diferencia en
propiedades entre las sustancias originales y el producto).
Para los primeros tres cuartos del siglo xviii, lo comúnmente
aceptado era que las sustancias que se unían perdían algunas
de sus propiedades, mientras que los compuestos resultantes
tomaban algo de esas propiedades originales; sin embargo, el
concepto de afinidad se entendía no en el aspecto químico
sino en el físico, como la preferencia de las sustancias simila-
res a unirse (agua con agua). Estas ideas se encuentran en el
Diccionario de Química, escrito en 1766 por el francés Pierre
J. Macquer (1718-1784), aunque fueron expresadas primero
en francés (1749) en su Elemens de Chymie Theorique.
En el último cuarto del mismo siglo, la afinidad se com-
prendía como la atracción (se le llamaba de composición) en-
tre cuerpos1
de especie diferente, que sería más fuerte en
cuanto los cuerpos fueran más diferentes; que, por ella, los
cuerpos podían combinarse y formar un compuesto, y que las
propiedades del compuesto resultante serían diferentes a
las de los cuerpos originales. Estas ideas fueron plasmadas en
1789 por el médico francés Antoine Fourcroy (1755-1809),
colaborador de Antoine Lavoisier, en su libro de texto Ele-
mens de Chymie et Histoire Natural.
Con el descubrimiento de la corriente eléctrica en 1786 y
el entendimiento de sus propiedades, durante las partes final
del siglo xviii e inicial del xix, el inglés Humphry Davy (1778-
1829) pudo sugerir, en la publicación On some Chemical
Agencies of Electricity (1806), que la afinidad química se debía
a las energías eléctricas de los cuerpos. Comentó que si se
juntaban dos tipos de partículas con cargas muy opuestas, és-
tas se adherirían tan fuerte que formarían un compuesto esta-
ble; señaló que la afinidad entre los cuerpos se podía aumen-
tar, reducir o invertir artificialmente, al cambiar la naturaleza
y magnitud de sus energías eléctricas —usando una pila vol-
taica o calentándolos— ya que había notado que durante las
neutralizaciones química y eléctrica se producían distintas in-
tensidades de calor. Indicó, que usando experimentos eléctri-
cos de contacto (potenciales de Volta), era posible medir la
energía eléctrica necesaria para descomponer una sustancia o
para establecer su energía eléctrica normal (su carácter posi-
tivo o negativo) y, como consecuencia, una escala de afinidad
química relativa.Apuntó la existencia de una relación entre la
acidez y la electricidad negativa y de la alcalinidad y la elec-
tricidad positiva, con la que se podría especificar el lugar de
cada sustancia en esa escala, difícil de hacer considerando sólo
las propiedades químicas.
Fue el italiano Amedeo Avogadro (1776-1856) quien apli-
có, en el campo de la química, la comparación de Davy entre
ácido-alcalino y electricidad negativa-electricidad positiva.
Partiendo de la observación de las inconsistencias existentes
al aplicar la definición de acidez absoluta de Antoine ������Lavoi-
sier���������������������������������������������������������(1743-1794) y con los puntos de vista de Claude ��������Berthol-
let ����������������������������������������������������������(1748-1822) sobre la acidez y la afinidad, de 1801, Avoga-
dro sugirió (1809), en su trabajo Idées sur l’acidité et lálcalinité,
que los conceptos de acidez y alcalinidad deberían de genera-
lizarse a todas las interacciones químicas. Postuló una acidez
o alcalinidad relativa para cada sustancia, con lo que obtuvo
la visión para ubicar todas las sustancias simples en una escala
universal de acidez, facilitando el reconocimiento de la acidez
o alcalinidad de una sustancia respecto a otra. Avogadro situó
al oxígeno a la cabeza de su escala y sugirió usar el término
“oxigenidad”, en vez del de acidez, que se reservaría sólo para
describir los valores de la oxigenidad relativa entre dos sus-
tancias que interactuaran, entendiendo que a mayor separa-
ción entre dos de las sustancias en la escala, mayor era el an-
tagonismo entre ellas y más grande sería su afinidad química.
No obstante, la verdadera oxigenidad de un material sólo se
manifestaba para ciertos estados de agregación, como lo había
hecho notar Berthollet en el trabajo mencionado renglones
arriba.
Tomando en cuenta la comparación expresada por Hum-
phry Davy, la escala de oxigenidad sería una manifestación de
la habilidad para asumir una electrificación negativa, con lo
que la afinidad química estaría en función del grado de sepa-
ración de las sustancias en la escala; con ello se obtenía una
escala simple de X, aunque con el nombre de oxigenidad.
El problema para obtenerla residió en la escasa cantidad de
datos recabados y en la falta de reproducibilidad experimen-
tal, debida a la imposibilidad para controlar varios de los pa-
rámetros del proceso: la pureza de los materiales y su oxida-
1
Boyle los definió como los que no son susceptibles de una
descomposición ulterior.
enero de 2011  •  educación química didáctica de la química 41
ción superficial, entre otros. Avogadro obvió una debilidad en
su teoría: no podía explicar las uniones entre átomos iguales,
pues la repulsión entre las dos cargas iguales impediría su
unión. Avogadro correlacionó varias cantidades obtenidas de
los calores específicos —que consideraba como medidas de la
afinidad de las sustancias por el calor— con la oxigenidad,
que al final resultó en una correlación de esta última con los
volúmenes atómicos relativos de los elementos. Esto le per-
mitió concluir que los elementos fuertemente oxigénicos es-
taban caracterizados por tener volúmenes atómicos grandes,
lo que coincide con la actual relación entre la X y el tamaño
atómico.
Quien propuso una teoría electroquímica para la afinidad
química fue el sueco Jöns Berzelius (1779-1848), contempo-
ráneo de Avogadro. Ubicó, en su libro Lehrbuch der Chemie, a
las sustancias simples en una escala que llamó de electrone­
gatividad, similar a la de oxigenidad, donde el antagonismo
ácido-alcalino —correspondiente a las posiciones relativas
ocupadas por dos reactantes cualesquiera en esta escala cuali-
tativa— tenía su reciprocidad en un antagonismo electrone-
gativo-electropositivo. La escala le permitió separar con una
línea a las especies (los cuerpos de Boyle) predominantemen-
te electronegativas de las predominantemente electropositi-
vas. Berzelius pudo incluir en su escala a los 54 elementos
conocidos en su época, sin haber realizado mediciones calorí-
ficas cuantitativas. Lo verdaderamente novedoso de su teoría
está en haber explicado que la cantidad de calor producido o
la cantidad de fluido eléctrico neutralizado (notadas por
Humphry Davy, entre otros), podrían dar una medida de la
afinidad química entre los dos reactantes. Así, los calores de
reacción dependían del carácter electroquímico específico
de los reactantes con lo que, a mayores diferencias de carga
iniciales en los reactantes, más grande sería su potencial para
reaccionar, obteniéndose menor carga remanente en el pro-
ducto y, por ende, mayor estabilidad.
Posteriormente sugirió que calentar a los reactantes au-
mentaba su carga eléctrica —lo que explicaba el aumento en
la aceleración de la reacción— y que el calor producido por la
reacción se debía a la destrucción de sus cargas durante la for-
mación del producto; pensó que los productos se descompo-
nían al ser calentados porque se restauraban las cargas inicia-
les en las sustancias originales. Para racionalizar esta situación,
tuvo que imaginar un modelo en el que el átomo de cada
elemento tenía una carga positiva y otra negativa en cada polo
(polaridad), con una relación específica de cargas eléctricas
que determinaba su reactividad y que no alteraba su predo-
minancia positiva o negativa. Pero, si las cargas de los reactan-
tes se destruían al formar el producto ¿qué mantenía unidos a
los átomos? Esta pregunta representaba una debilidad en la
teoría de Berzelius; otra, era que su teoría no permitía expli-
car la existencia de las reacciones endotérmicas de asociación
y exotérmicas de descomposición.
Cabe señalar que el interés de Berzelius por establecer una
escala de electronegatividad para sustancias simples tenía el
objetivo de establecer la unipolaridad o la polaridad predomi-
nante —y de allí el carácter ácido-base relativo de los compo-
nentes de los compuestos químicos— para nombrarlas y cla-
sificarlas, y no en la forma en que los químicos de hoy usan los
valores de X, como una forma para asignar estados de oxida-
ción. El trabajo de Berzelius, menos rigorista pero más exitoso
que el de Lavoisier, opacó la contribución más fundamental
de éste. Este párrafo está basado en un artículo escrito como
un tributo a Linus Pauling (Jensen, 1996).
Ya en 1870, según el libro Elementary Chemistry del norte-
americano George F. Barker (1835-1910) —cuya décima edi-
ción seguía funcionando como libro de texto en 1970— los
químicos eran capaces de determinar tres diferentes propie-
dades atómicas:
1.	 El peso atómico, que permitió medir la cantidad de ma-
teria presente, calcular las fórmulas de composición de
los materiales y cuantificar las reacciones químicas;
2.	 La valencia atómica, que evaluó el poder de combinación
de un átomo, permitiendo racionalizar la estructura quí-
mica y predecir el número de isómeros posibles para una
composición dada, y
3.	 La electronegatividad atómica, que expresó —también—
el poder de combinación de un átomo. Existían tablas
publicadas para cada una de las propiedades; la tabla de
las electronegatividades era la misma que la publicada por
Berzelius en 1836, pero con nueve elementos añadidos.
En su libro, Barker ejemplifica la forma en la que la X permi-
tía a los químicos racionalizar la reactividad de las moléculas
isotípicas o isoestructurales, usando ácidos, bases y sales. En el
contexto de la vieja teoría dualista, los ácidos correspondían a
los óxidos de los no metales o átomos electronegativos (SO3);
las bases consistían en los óxidos de los metales o átomos
electropositivos (K2O), mientras que las sales eran vistas
como las uniones evidentes entre los óxidos básicos y los óxi-
dos ácidos (K2O•SO3 o K2SO4).
Por otro lado, la teoría de tipo había adoptado la teoría de
acidez del hidrógeno (defendida primero por Humphry Davy
a principios del siglo); esto es, que todos los ácidos, bases y
sales se derivaban sustituyendo uno o más átomos de hidróge-
no en la molécula de agua, con el adecuado átomo o radical
monovalente (con valores de valencia idénticos para poder
preservar la estructura “tipo” del agua).Así, siendo la molécu-
la del agua H–O–H, se le podía intercambiar uno de los áto-
mos de hidrógeno por un grupo o átomo monovalente nega-
tivo, produciendo un ácido, R–
–O–H; intercambiándole un
átomo positivo se produciría una base, R+
–O–H, y al rempla-
zarle ambos átomos de hidrógeno, por un átomo positivo y
uno negativo, daría una sal, R–
–O–R+
.
Josiah Cooke (1827-1894), al igual que Barker, marcó las
polaridades relativas en sus fórmulas químicas con signos ne-
gativos y positivos; para el caso del oxígeno bivalente usó dos
polos de valencia de signo opuesto (H–
–+
O–
–K+
). En su libro
de texto de 1874, The New Chemistry, hizo notar que la re-
ciente teoría de la estructura (tipo) no podía explicar las
características distintivas de los ácidos, bases y sales, sin re-
didáctica de la química educación química  •  enero de 2011	 42
currir a la X —o carácter electroquímico— de los átomos
usados para obtener esos compuestos a partir del simple
tipo del agua, lo que implicaba la existencia de un listado
continuo de los derivados posibles de agua (hidratos) cuyas
acideces y alcalinidades aumentaban desde el centro hacia
los extremos.
Cuando surge la teoría iónica de disociación, durante 1887,
fue posible una mayor precisión al definir los caracteres elec-
tropositivo y electronegativo en términos de la tendencia de
un átomo a formar iones positivos o negativos; un problema
era que no siempre se mantenía la distinción entre la tenden-
cia o facilidad para formar un ión y las propiedades del ión
resultante, en parte por referirse ambiguamente a la x usando
como sinónimos las palabras “elemento” o “carácter” para lo
positivo y negativo. Para la década de los 80 del siglo xix, ya
existían bastantes datos sobre los pesos atómicos y las valen-
cias que permitían a los químicos encontrar suficientes pautas
que, al unirlas, culminaron con la propuesta de la ley periódi-
ca; así, la importancia de la clasificación de las sustancias por
X disminuyó respecto al nuevo orden. Ante esto, Lothar Me-
yer (1830-1895) unió las dos clasificaciones al hacer notar
que la X, como las otras propiedades atómicas, era periódica.
El primer quinto del siglo xx estuvo marcado por dos acciones
precedentes: se publicó el tercer volumen de Lectures on Theo-
retical and Physical Chemistry (1899), de Jacobus van’t Hoff, y
Joseph Thomson (1856-1940) descubrió el electrón (1897).
La primera acción propició la búsqueda de correlaciones
entre la entalpía de reacción y la X.Al contrastar las entalpías
de reacción del sodio y del cloro con cantidades equivalen-
tes de azufre, cloro, iodo, hidrógeno y sodio, van’t Hoff notó
que la máxima generación de calor y la mayor facilidad para
asociarse habían ocurrido cuando la diferencia de X entre dos
elementos era la máxima, es decir, entre el sodio y el cloro. Un
trabajo similar fue reportado por Robert M. Caven (1870-
1934) y George. D. Lander en su libro de texto de 1907, Sys-
tematic Inorganic Chemistry from the Standpoint of the Periodic
Law. Ellos indicaron que, en general, los valores térmicos de
reacción serían mayores cuando los elementos a unirse estu-
vieran separados más ampliamente en su carácter electroquí-
mico. También Otto Sackur (1880-1914) informaba, en su
A  Text Book of Thermo-Chemisty and Thermodynamics, de
1912, que los elementos ubicados en los extremos opuestos
del sistema periódico se combinaban con gran generación de
calor; que en la producción de compuestos similares (óxidos,
cloruros, sulfuros, etc.) el calor de formación generalmente
disminuía conforme el peso atómico aumentaba; que esto
ocurría paralelo a la tendencia de formar iones negativos (la
electroafinidad) y que los elementos con una tendencia fuerte
a formar cationes (potasio y sodio) o aniones (cloro) daban
grandes calores de formación al unirse con elementos opues-
tos a ellos en el carácter eléctrico.
Los resultados de la segunda acción tenían ya un antece-
dente: la explicación sobre la estructura del átomo ofrecida
por Hermann von Helmholtz (1821-1894), en los apuntes de
su curso: On the Modern Development of Faraday’s Conception
of Electricity, de 1881. Usando la teoría dualística de la electri-
cidad, propuso un átomo neutro que estaba compuesto de
igual número de partículas eléctricas en movimiento —posi-
tivas y negativas— adheridas a un núcleo central, que podían
ser desprendidas para crear iones positivos o negativos, de-
pendiendo de su preferencia para ganarlas o perderlas, con lo
que el carácter electropositivo o electronegativo de ese átomo
estaría en su habilidad para atraer y retener ambos tipos de
partículas eléctricas. Cuando se descubrió el electrón, se inci-
tó el pensamiento de los científicos y, con él, el planteamiento
de dos modelos. Johannes Stark (1874-1957), en su monogra-
fía de 1903, Die Diessoziierung und Umwandlung chemischer
Atome, decía que existía una tendencia de los elementos quí-
micos para llegar a saturarse con respecto a los electrones ne-
gativos y que esta difería de un elemento a otro de acuerdo
con la magnitud de su energía de ionización, con lo que cuan-
to mayor era la fuerza con la que un átomo mantenía sus
electrones, mayor era la energía de ionización. Midiendo estas
energías, decía Stark, se podría construir una escala de X
cuantitativa.
El químico inglés Geoffrey Martin (1881-?), en su libro
Researches on the Affinity of the Elements (1905), planteó que
sólo un tipo de electrón causaba el fenómeno de la valencia
química y que los electrones podían provocar que un átomo
pudiera presentarse como electropositivo o como electrone-
gativo, de acuerdo con si estaban débil o firmemente reteni-
dos por el átomo. Norman R. Campbell (1880-1949) escribió
en su monografía de 1907, Modern Electrical Theory, que la
diferencia en la facilidad con la que los átomos perdían o ga-
naban electrones dependía de su tamaño; que los pequeños
tendían a ganar electrones a expensas de los grandes, y que
cuanto mayor fuera el volumen atómico de los elementos del
mismo grupo, mayores serían el peso atómico y la “electropo-
sitividad” del elemento. En 1911, Walter Nernst (1864-1941)
presentó un trabajo en la Conferencia Solvay, en Bruselas,
donde proponía que los elementos y los radicales tenían dife-
rentes afinidades químicas, debidas a los electrones positivos
y negativos; los que tenían la tendencia a combinarse con
electrones positivos formaban grupos de elementos positivos,
mientras que los negativos estaban caracterizados por su afi-
nidad hacia los electrones negativos.
Con estas ideas se planteaban los dos modelos menciona-
dos, uno dualístico y otro unitario, aunque muchos científicos
sintieran que eran equivalentes. Para 1913, la idea de un elec-
trón unitario en la interpretación de la electronegatividad ya
estaba bastante difundida por lo que Kasimir Fajans pudo es-
cribir, sin necesidad de plantear una justificación, que el ca-
rácter electronegativo de un átomo estaba definido como su
inclinación para soltar o tomar electrones negativos. Párrafo
basado en Jensen (2003).
Pauling y su idea de la X cuantificada
La dinámica en el trabajo sobre la X atómica cambia durante
el 2º tercio del siglo xx, pues se proponen las primeras escalas
cuantitativas; la primera, la de Linus Pauling.
enero de 2011  •  educación química didáctica de la química 43
Pauling entendió bien lo que sus antecesores habían estado
imaginando, intuyendo y haciendo, con lo que plasmó la esen-
cia de las ideas en una experimentación que lo llevó a conso-
lidar, con el tiempo, la primera escala de X cuantitativa y una
definición. Para empezar, él y Don M. Yost (1932) presenta-
ron evidencias que apoyaban la hipótesis de que la energía de
un enlace sencillo covalente normal, entre dos átomos dife-
rentes (enlace heteronuclear), era muy cercana al promedio
aritmético de las energías de los enlaces entre los átomos
iguales (enlace homonuclear); este hecho es conocido como
el postulado de la aditividad: (AB) = ½ [(AA) + (BB)], siendo
(AB) la energía de un enlace covalente normal entre los áto-
mos A y B (v. gr: H, Cl, C). Pauling pensó que si existía la
presencia de un carácter iónico en ese enlace covalente,
la  energía del mismo se incrementaría de tal manera que,
cuanto más diferentes fueran A y B mayores serían la energía
y el carácter iónico; al encontrar que esto era verdadero expe-
rimentalmente —midiendo calores de formación— propuso
que la diferencia (∆) entre esas dos energías sería (XA – XB)2
;
XA y XB son las electronegatividades de los átomos A y B. Esto
quiere decir que las electronegatividades de los átomos A y B
están relacionadas a ∆, por lo que esta escala mide la raíz
cuadrada de una energía (Mullay, 1987). Pauling explicó
(1932) que los valores de ∆ observados sugerían la posibilidad
de asignar posiciones a los átomos,de manera burda,a lo largo de
una escala que representaría el grado de electronegatividad,
suponiendo que ∆ estaba en función del grado de separación
lineal de los lugares geométricos de dos átomos en la escala.
Por este camino, Pauling sólo pudo definir diferencias de elec-
tronegatividad por lo que necesitaba establecer un punto de
referencia para construir su escala; éste fue el H, porque for-
ma enlaces covalentes con una gran variedad de elementos;
Pauling tomó el valor de 2.1, obtenido por Mulliken en 1934
(Bergmann y Hinze, 1996) y con él relativizó los valores de
los otros elementos, con lo que pudo construir una escala
(1939) para 10 elementos (C, N, O, Cl, F, Br, H, I, P y S) a la
que se añadieron más de 50 (1960). El valor de 2.1 del H,
cambió a 2.2 cuando Allred (1961) revisó los valores de Pau-
ling, cosa que también hizo Fung en (1965), al existir mayor
disponibilidad y exactitud de los datos termodinámicos; estos
se conocen como los valores de Pauling revisados, los común-
mente usados. Bergmann y Hinze (1996) opinaron que, cuan-
do Pauling tomó el valor de la X del H calculado por Mulliken
en 1934 y lo aplicó a su escala, esta se volvió absoluta. La es-
cala de Pauling (XP) fue el resultado del desarrollo de la teo-
ría del enlace de valencia, de la que Pauling fue uno de los sus
defensores.
Basándose en los argumentos de la mecánica cuántica y de
su propio método —que indicaban que la presencia del carác-
ter iónico (compartir electrones de manera desigual) en el
enlace, incrementaba su energía por encima de su valor cova-
lente— Pauling dedujo que los dos tipos de enlace, el iónico y
el covalente, eran en realidad casos extremos, pues consideró
que la mayoría de los enlaces eran una combinación de am-
bos. Fue en este terreno donde la noción de electrone­
gatividad le resultó más útil, ya que la diferencia entre las
electronegatividades de los dos átomos participantes en
un enlace, resultaba una medida para predecir el grado de
polaridad, o ionicidad, (el carácter iónico parcial) del enlace:
(I e
X XA B
= −
−( )
1
1 4
2
) con la que fijó un valor de diferencias
de electronegatividades de 1.7 —o su correspondiente
50% de ionicidad— como un límite para separar a los com-
puestos iónicos (valores arriba de 1.7) de los covalentes (Pau-
ling, 1960). Esta idea entró en desuso al no ajustarse bien a la
realidad. Por otro lado, cabe mencionar que Pauling y Sher-
man sugirieron usar un promedio geométrico (1937), en vez
del aritmético, para superar el problema de las energías extras
de resonancia iónica negativas de los hidruros alcalinos, que
no fue muy utilizada; tal vez porque, como dice Derek Smith
(2002), no ayudaba mucho. Al fin (1939), Pauling propuso
una definición:“la electronegatividad es el poder de un átomo, en
una molécula, para atraer electrones hacia él”. No obstante, con
el tiempo la proposición de Pauling fue objeto de críticas; por
ejemplo, Sanderson (1986) expresó “la derivación errónea de
la electronegatividad de Pauling”, comentario que provocó
una respuesta aclaratoria defensiva (Pauling, 1988); o la cali-
ficación a la primera propuesta de valores de electronegati-
vidad de Pauling, por parte de Allen (1990), como “…un gru-
po de valores semicuantitativos para átomos libres, cuyas
diferencias daban estimaciones numéricas aproximadas de
polaridades…”, entre otras.
A manera de corolario, deseamos señalar que —de acuerdo
con la relación de hechos realizada por Jensen (1996, 2003),
así como por sus comentarios— podemos apreciar que nin-
gún investigador, antes de Pauling, tuvo la posibilidad de
cuantificar la X, sólo de obtener escalas cualitativas que per-
mitían, de alguna forma, realizar predicciones durante el tra-
bajo experimental; esto puede tener varias posibles explica-
ciones: la primera, porque los sistemas de experimentación
existentes no permitían una confiabilidad suficiente, con lo
que, al menos, percibir la posibilidad de cuantificar, era difícil;
la segunda, la cantidad de cuerpos o sustancias con las que se
contaba era pequeña, comparada con la de nuestro tiempo,
por lo que una escala cualitativa daba suficiente información
para la predicción, cosa que impedía la visualización de una
cuantificación que, en algún momento, se hizo necesaria; la
tercera, porque seguramente se intuía que las características
de la electronegatividad impedían su medición y, la cuarta,
dada la cantidad y el nivel de conocimientos químicos de la
época, entre ellos la inexistencia de un modelo atómico ade-
cuado para ampliar las ideas sobre su estructura y funciona-
miento, se limitaba la posibilidad de pensamiento sobre los
alcances e implicaciones de la X.
Al tomar en cuenta los antecedentes históricos de la X, es
decir, los diversos productos del pensamiento que apuntaban
al mismo concepto, pero expresado con diferentes lenguajes,
niveles y matices —origen de las escalas cualitativas— se en-
tiende la aceptación general que tuvieron las propuestas de
Pauling. Estas necesitaron de una evolución paulatina; prime-
ro, Pauling trabajó con las energías del enlace, lo que lo llevó
didáctica de la química educación química  •  enero de 2011	 44
a cuantificar el carácter iónico del mismo, que hábilmente
utilizó para exhibir un mapa de X, usando laΔ, “la desviación
observada desde la aditividad en los enlaces, atribuida a su
carácter iónico”; esto sólo le permitió relacionar las electrone-
gatividades de los pares de los elementos usados, no asignar
sólo un valor por elemento. No fue sino hasta años después,
cuando utilizó el valor asignado por Mulliken al hidrógeno,
que llegó a su propuesta de escala cuantitativa para, segura-
mente después de mucho pensar, lograr su definición. No sa-
bemos con certeza si Pauling, desde un inicio, estaba en bús-
queda de la cuantificación de la electronegatividad de los
elementos o si sus circunstancias le permitieron ver la oportu-
nidad de hacerlo, lo que sí sabemos es que fue un proceso
gradual. Los trabajos analizados en este artículo nos permiten
afirmar que, dependiendo de las circunstancias, existen tiem-
pos o momentos para la especulación, otros para realizar
pruebas empíricas y otros, como veremos en el siguiente artí-
culo, para racionalizar, establecer hipótesis, de manera más
fundamentada, y verificarlas para, tal vez cambiando las cir-
cunstancias, en algunos otros tiempos y momentos, reiniciar
el ciclo a un nivel superior.
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La incomprendible electronegatividad (trilogía) parte i el pensamiento en la electronegatividad cualitativa

  • 1. didáctica de la química educación química  •  enero de 2011 38 didáctica de la química Educ. quím., 22(1), 38-44, 2011. © Universidad Nacional Autónoma de México, ISSN 0187-893-X Publicado en línea el 6 de diciembre de 2010, ISSNE 1870-8404 ¿Es la electronegatividad un artificio teórico arbitrario? V. P Spiridonov y V. M Tatevskii (Jensen, 1996) Introducción La electronegatividad (X en este trabajo; X, EN, S, •, χ en otros) ha sido uno de los conceptos más útiles en la química y también uno de sus problemas más difíciles. A tal grado lo ha sido, que algunos científicos han llegado a cuestionar su solidez, validez y hasta su existencia. Se han publicado algu- nas decenas de escalas de X atómica y ninguna ha logrado obtener un éxito de 100% en cualquier aplicación, por lo que X se puede apreciar, todavía, como un problema-reto. La pre- gunta planteada arriba representa la inquietud de varios cien- tíficos que han trabajado con la X y que se han decepcionado por sus limitados alcances; sin embargo, para intentar contes- tarla se hace necesario entender los orígenes del concepto co- nocido como X, así como su desarrollo e implicaciones. De cualquier modo, de antemano se sabe que, como todo en la ciencia, no habrá respuestas verdaderas y únicas. Los autores de esta triada establecimos como foco principal el poder dar una interpretación a lo que se ha hecho en el campo de la X, dándole nuestro particular significado, en el ánimo de en­ tenderla mejor. De allí el nombre de la presente trilogía: La incomprendida electronegatividad. En esta primera parte, El pensamiento en la electronegativi- dad cualitativa, se presentan los avances, retrocesos, vueltas en círculos, intentos fallidos y coincidencias que se dieron du- rante la conceptualización de la X; son las actividades realiza- das —usando habilidades de observación, imaginación, argu- mentación,intuición,reconocimiento de supuestos,inferencia y deducción, obtención de conclusiones, interpretación de da- tos, reconocimiento y formación de pautas, establecimiento de analogías, modelación y síntesis— durante el trabajo quí- mico experimental, que deriva en la organización de un mé- todo ingeniosamente pensado para obtener la primera pro- puesta de definición formal, de cuantificación y de aplicación para la X, la de Linus Pauling. En la segunda parte: La evolución de la electronegatividad cuantitativa, se ofrecen, explican y comparan los principales resultados de los trabajos más originales —con las diversas definiciones propuestas— realizados para tratar de mejorar y universalizar la definición y la cuantificación de la X. Por último, en la tercera parte, Comprendiendo a la electro- negatividad, se compilan los diferentes trabajos publicados en los siglos pasado y actual que, en conjunto y a nuestro juicio, dan una visión global de lo realizado sobre la X y es posible valorar: la concepción de visiones, el planteamiento de funda- mentos, las diferentes definiciones, los métodos propuestos y los altibajos —en el tiempo— en la valoración de los concep- tos, así como con cuál(es) escala(s) los autores decidieron comparar su trabajo, por qué y su significado. Esto sirvió de base para encontrar los puntos en los que hay desacuerdos, así como las ideas sobresalientes, que llamamos pasaporte, por- que nos llevaron a apreciar algunas implicaciones y a conside- rar al concepto de la X con un criterio diferente a los común- mente usados en el contexto de la química, permitiéndonos otorgarle un significado particular. Consideramos que el trabajo es válido porque las pregun- tas originales siguen siendo vigentes; por ejemplo, Murphy et al. (2000) afirman que la X enfrenta el mismo problema desde hace 50 años (ahora 60): ¿puede ser útil y rigurosamente La incomprendida electronegatividad (trilogía). Parte I. El pensamiento en la electronegatividad cualitativa Guillermo Salas-Banuet, José Ramírez-Vieyra y Ma. Eugenia Noguez-Amaya* ABSTRACT (The misunderstood electronegativity –Trilogy. I. Thought in the qualitative electronegativity) Electronegativity (X) is one of the important basic concepts in chemistry, and it has a centennial history. It represents the enormous experimental and intellectual efforts of many compromised people that derivates in qualitative scales. Presenting the essential aspects of this history allows us to appreciate how the thought around X has evolved, and to recognize that history has a non- linear evolution. It is possible to observe how these sufficiently understood antecedents were used by Linus Pauling as an intellectual foundation to settle his proposal and his ingenious way to fix a quantitative X scale. KEYWORDS: electronegativity, electroaffinity, history, atomic properties, bonding * Departamento de Ingeniería Metalúrgica, Facultad de Química. Universidad Nacional Autónoma de México. Av. Universidad 3000, 04510 México, DF. Teléfono: + 52(55) 5622 5243. Correos electrónicos: salasb@unam.mx; jgrv@unam.mx; nogueza@unam.mx Fecha de recepción: 8 de febrero de 2010. Fecha de aceptación: 3 de julio de 2010
  • 2. enero de 2011  •  educación química didáctica de la química 39 definida? o más esencial aún, como lo plantea Mullay (1987): ¿Qué es la electronegatividad? Por otro lado, los mismos Murphy et al. afirman que los libros de texto hacen creer, cada vez más, que la X es menos importante de lo que es realmente y que incluyen las antiguas definiciones de Pauling y Mulliken. Sólo para corroborar esto, tomamos al azar 11 libros introductorios de química, nueve de los cuales tienen por título “Química” (Brescia et al., 1980; Daub y Seese, 1996; Garritz y Chamizo, 1994; Chang, 1992; Choppin, 1990; Gillespie, 1990; Morris, 1992; Mortimer, 1983; Moore et al., 2000; Sienko y Plane, 1982; y Whitten, 1992); encontramos que todos usan la misma definición, la expresada por Linus Pauling hace 70 años: “Es el poder de un átomo, en una molécula, para atraer electrones hacia sí” (1939) sólo que lo hacen cambiando palabras y frases por otras que tienen el mismo sentido: en vez de poder utilizan tendencia, capacidad, habilidad o fuerza, siempre referidas a un átomo; mantienen la frase “atraer electrones” y, para dar la idea de que esta acción se refiere al átomo en una molécula utilizan frases como: en un átomo enlazado, en un enlace cova- lente, de un enlace, en una combinación química o en un enlace químico. Uno de los revisores sugirió añadir como referencia el libro Estructura Atómica (Cruz, Chamizo y Garritz, 1986) en el que se encontró un tratamiento más detallado, profundo y amplio sobre la X, al presentar y comparar el trabajo de cinco pensadores, así como una sugerencia de uso para algu- nas de las escalas presentada. La conveniencia de esta trilogía radica, también, en ofrecer a los pensadores y maestros de la química de la región ibero- americana, la esencia de la información publicada sobre la X atómica, para reflexionar sobre ella y rescatarla del reducto en que se encuentra. Así, será más fácil para los maestros estipu- lar qué impartir y de qué manera; es decir, definir claramente los conceptos que se consideren importantes y el cómo rela- cionarlos entre sí para darle un sentido —o varios— a este pedazo de la realidad. Con ello, le quedaría más claro a los alumnos el papel útil que juega esta pieza básica en el rompe- cabezas de la química y que son varios los caminos que ayu- dan a resolver los problemas de la ciencia. Con­sideramos que otro de los aspectos prácticos importantes de la X está en la educación de los alumnos de preparatoria y licenciatura, por- que les ayuda a entender los fundamentos esenciales de la química y lo que le interesa a los químicos —teóricos o expe- rimentales— en su trabajo, así como a apreciar sus variadas aplicaciones y aun sus limitaciones, aspectos importantes para el desarrollo de nuevo conocimiento. Las aplicaciones de la electronegatividad Los textos que hablan sobre la X, sean de divulgación o de enseñanza, afirman que es muy importante, si bien muy pocos indican específicamente el porqué. De la literatura revisada, sólo en cuatro trabajos está explícito: 1) Chintamani Mande et al. (1977) indicaban que la escala de Pauling había sido ampliamente usada por los quími- cos debido a su éxito, parcialmente satisfactorio, para ex- plicar resultados experimentales; que otras escalas repor- tadas, como las de Mulliken, Gordy, Allred y Rochow, y Sanderson, habían tenido un éxito parcial en la estima- ción del carácter iónico, la medición de las longitudes de los enlaces químicos y la valoración de sus energías de di- sociación; la de Pritchard y Skiner en su aplicación en los orbitales moleculares; las de Siegbahn et al. y Carver et al. en la espectroscopía fotoelectrónica,y la de Deshmukh en la espectroscopia de rayos X. 2) Leland Allen (1994) comentaba que la X era parte del patrón de pensamiento de la mayoría de los químicos prácticos; que había llenado ampliamente las necesidades del estado de oxidación, y que continuaba jugando un papel, complementario, en particular para los elementos de la banda metaloide. 3) Keyan Li y Dongfeng Xue (2006) exponían que la de- pendencia de muchas propiedades físicas y químicas de átomos y moléculas sobre la X había favorecido muchas correlaciones y que, así, se habían propuesto algunas es- calas; que la X no solamente era útil para entender los enlaces y explicar muchos fenómenos químicos, sino que también tenía gran relevancia para la ciencia de los mate- riales, en la que se aplicaba para racionalizar las geome- trías y propiedades de sistemas complejos; decían que se había encontrado que la diferencia de X entre los ele- mentos constituyentes, era un factor importante en la estabilidad de aleaciones metálicas vidriadas líquidas su- perenfriadas y que se habían sintetizado nuevos materia- les, mediante fotocatálisis con luz activa visible, a través de la sustitución química de iones metálicos. Concluían que estos descubrimientos indicaban que la X había esta- do jugando un papel importante en la predicción de pro- piedades y en el diseño de nuevos materiales. 4) Salas y Ramírez (2010) presentaron los trabajos de los científicos que afirmaban que utilizar dos de las variables de la electronegatividad —valores, diferencias, medias aritméticas o geométricas— servía para: a) catalogar los compuestos por su carácter predominante como iónicos, metálicos o covalentes, con un éxito, en algunos casos, hasta del 96%, y b) señalar el carácter intermedio en los enlaces de esos compuestos. A pesar de esos triunfos incompletos —o más bien debido a ellos— la X sigue siendo objeto de trabajos y discusiones. Lo cierto es que ésta ha sido el principal hilo conductor del pen- samiento químico durante muchos años, que “segregó a los químicos de los otros científicos físicos” (Mullay, 1987), que sigue siendo una herramienta importante en el trabajo de los químicos, físicos, biólogos, científicos de materiales y otros profesionales y que ha sido fundamental en el aprendizaje de los principios básicos de la química. Sin embargo, lograr un éxito completo en su conceptualización y aplicación parece más un ideal.
  • 3. didáctica de la química educación química  •  enero de 2011 40 Desarrollo del concepto de la electronegatividad atómica Linus Pauling (1901-1994) es, a nivel mundial, el pensador más famoso entre los estudiantes y profesores relacionados con la química; esta fama tiene su origen en sus propuestas: a) del primer método para cuantificar la X de los elementos quími- cos, y b) de la primera definición de X. Sin duda, este logro se debió a sus excelentes competencias, aunque también al traba- jo y pensamiento de muchas personas que pusieron los cimien- tos, acertando y equivocándose, durante los más de 250 años anteriores. Los primeros registros escritos de los antecedentes de la X datan de la segunda mitad del siglo xvii. Es el irlandés Robert Boyle (1627-1691) quien, en 1675, en su trabajo Reflections upon the Hypotesis of Alkali and Acidum con su claridad men- tal y pluma representativa, interpreta y concreta las ideas y las labores desarrolladas por varios de los últimos alquimistas y primeros químicos, entre ellas las suyas, para establecer el concepto de afinidad entre las sustancias —antecedente de la X— al plantear tres hipótesis químicas: 1. La existencia de dos principios salinos contrarios (la se- paración entre sustancias ácidas, alcalinas y neutras, al observar las diferencias en sus propiedades, aisladas y en contacto); 2. La presencia de un conflicto entre ellas (la intensidad al juntarlas), y 3. La anulación de las propiedades originales (la diferencia en propiedades entre las sustancias originales y el producto). Para los primeros tres cuartos del siglo xviii, lo comúnmente aceptado era que las sustancias que se unían perdían algunas de sus propiedades, mientras que los compuestos resultantes tomaban algo de esas propiedades originales; sin embargo, el concepto de afinidad se entendía no en el aspecto químico sino en el físico, como la preferencia de las sustancias simila- res a unirse (agua con agua). Estas ideas se encuentran en el Diccionario de Química, escrito en 1766 por el francés Pierre J. Macquer (1718-1784), aunque fueron expresadas primero en francés (1749) en su Elemens de Chymie Theorique. En el último cuarto del mismo siglo, la afinidad se com- prendía como la atracción (se le llamaba de composición) en- tre cuerpos1 de especie diferente, que sería más fuerte en cuanto los cuerpos fueran más diferentes; que, por ella, los cuerpos podían combinarse y formar un compuesto, y que las propiedades del compuesto resultante serían diferentes a las de los cuerpos originales. Estas ideas fueron plasmadas en 1789 por el médico francés Antoine Fourcroy (1755-1809), colaborador de Antoine Lavoisier, en su libro de texto Ele- mens de Chymie et Histoire Natural. Con el descubrimiento de la corriente eléctrica en 1786 y el entendimiento de sus propiedades, durante las partes final del siglo xviii e inicial del xix, el inglés Humphry Davy (1778- 1829) pudo sugerir, en la publicación On some Chemical Agencies of Electricity (1806), que la afinidad química se debía a las energías eléctricas de los cuerpos. Comentó que si se juntaban dos tipos de partículas con cargas muy opuestas, és- tas se adherirían tan fuerte que formarían un compuesto esta- ble; señaló que la afinidad entre los cuerpos se podía aumen- tar, reducir o invertir artificialmente, al cambiar la naturaleza y magnitud de sus energías eléctricas —usando una pila vol- taica o calentándolos— ya que había notado que durante las neutralizaciones química y eléctrica se producían distintas in- tensidades de calor. Indicó, que usando experimentos eléctri- cos de contacto (potenciales de Volta), era posible medir la energía eléctrica necesaria para descomponer una sustancia o para establecer su energía eléctrica normal (su carácter posi- tivo o negativo) y, como consecuencia, una escala de afinidad química relativa.Apuntó la existencia de una relación entre la acidez y la electricidad negativa y de la alcalinidad y la elec- tricidad positiva, con la que se podría especificar el lugar de cada sustancia en esa escala, difícil de hacer considerando sólo las propiedades químicas. Fue el italiano Amedeo Avogadro (1776-1856) quien apli- có, en el campo de la química, la comparación de Davy entre ácido-alcalino y electricidad negativa-electricidad positiva. Partiendo de la observación de las inconsistencias existentes al aplicar la definición de acidez absoluta de Antoine ������Lavoi- sier���������������������������������������������������������(1743-1794) y con los puntos de vista de Claude ��������Berthol- let ����������������������������������������������������������(1748-1822) sobre la acidez y la afinidad, de 1801, Avoga- dro sugirió (1809), en su trabajo Idées sur l’acidité et lálcalinité, que los conceptos de acidez y alcalinidad deberían de genera- lizarse a todas las interacciones químicas. Postuló una acidez o alcalinidad relativa para cada sustancia, con lo que obtuvo la visión para ubicar todas las sustancias simples en una escala universal de acidez, facilitando el reconocimiento de la acidez o alcalinidad de una sustancia respecto a otra. Avogadro situó al oxígeno a la cabeza de su escala y sugirió usar el término “oxigenidad”, en vez del de acidez, que se reservaría sólo para describir los valores de la oxigenidad relativa entre dos sus- tancias que interactuaran, entendiendo que a mayor separa- ción entre dos de las sustancias en la escala, mayor era el an- tagonismo entre ellas y más grande sería su afinidad química. No obstante, la verdadera oxigenidad de un material sólo se manifestaba para ciertos estados de agregación, como lo había hecho notar Berthollet en el trabajo mencionado renglones arriba. Tomando en cuenta la comparación expresada por Hum- phry Davy, la escala de oxigenidad sería una manifestación de la habilidad para asumir una electrificación negativa, con lo que la afinidad química estaría en función del grado de sepa- ración de las sustancias en la escala; con ello se obtenía una escala simple de X, aunque con el nombre de oxigenidad. El problema para obtenerla residió en la escasa cantidad de datos recabados y en la falta de reproducibilidad experimen- tal, debida a la imposibilidad para controlar varios de los pa- rámetros del proceso: la pureza de los materiales y su oxida- 1 Boyle los definió como los que no son susceptibles de una descomposición ulterior.
  • 4. enero de 2011  •  educación química didáctica de la química 41 ción superficial, entre otros. Avogadro obvió una debilidad en su teoría: no podía explicar las uniones entre átomos iguales, pues la repulsión entre las dos cargas iguales impediría su unión. Avogadro correlacionó varias cantidades obtenidas de los calores específicos —que consideraba como medidas de la afinidad de las sustancias por el calor— con la oxigenidad, que al final resultó en una correlación de esta última con los volúmenes atómicos relativos de los elementos. Esto le per- mitió concluir que los elementos fuertemente oxigénicos es- taban caracterizados por tener volúmenes atómicos grandes, lo que coincide con la actual relación entre la X y el tamaño atómico. Quien propuso una teoría electroquímica para la afinidad química fue el sueco Jöns Berzelius (1779-1848), contempo- ráneo de Avogadro. Ubicó, en su libro Lehrbuch der Chemie, a las sustancias simples en una escala que llamó de electrone­ gatividad, similar a la de oxigenidad, donde el antagonismo ácido-alcalino —correspondiente a las posiciones relativas ocupadas por dos reactantes cualesquiera en esta escala cuali- tativa— tenía su reciprocidad en un antagonismo electrone- gativo-electropositivo. La escala le permitió separar con una línea a las especies (los cuerpos de Boyle) predominantemen- te electronegativas de las predominantemente electropositi- vas. Berzelius pudo incluir en su escala a los 54 elementos conocidos en su época, sin haber realizado mediciones calorí- ficas cuantitativas. Lo verdaderamente novedoso de su teoría está en haber explicado que la cantidad de calor producido o la cantidad de fluido eléctrico neutralizado (notadas por Humphry Davy, entre otros), podrían dar una medida de la afinidad química entre los dos reactantes. Así, los calores de reacción dependían del carácter electroquímico específico de los reactantes con lo que, a mayores diferencias de carga iniciales en los reactantes, más grande sería su potencial para reaccionar, obteniéndose menor carga remanente en el pro- ducto y, por ende, mayor estabilidad. Posteriormente sugirió que calentar a los reactantes au- mentaba su carga eléctrica —lo que explicaba el aumento en la aceleración de la reacción— y que el calor producido por la reacción se debía a la destrucción de sus cargas durante la for- mación del producto; pensó que los productos se descompo- nían al ser calentados porque se restauraban las cargas inicia- les en las sustancias originales. Para racionalizar esta situación, tuvo que imaginar un modelo en el que el átomo de cada elemento tenía una carga positiva y otra negativa en cada polo (polaridad), con una relación específica de cargas eléctricas que determinaba su reactividad y que no alteraba su predo- minancia positiva o negativa. Pero, si las cargas de los reactan- tes se destruían al formar el producto ¿qué mantenía unidos a los átomos? Esta pregunta representaba una debilidad en la teoría de Berzelius; otra, era que su teoría no permitía expli- car la existencia de las reacciones endotérmicas de asociación y exotérmicas de descomposición. Cabe señalar que el interés de Berzelius por establecer una escala de electronegatividad para sustancias simples tenía el objetivo de establecer la unipolaridad o la polaridad predomi- nante —y de allí el carácter ácido-base relativo de los compo- nentes de los compuestos químicos— para nombrarlas y cla- sificarlas, y no en la forma en que los químicos de hoy usan los valores de X, como una forma para asignar estados de oxida- ción. El trabajo de Berzelius, menos rigorista pero más exitoso que el de Lavoisier, opacó la contribución más fundamental de éste. Este párrafo está basado en un artículo escrito como un tributo a Linus Pauling (Jensen, 1996). Ya en 1870, según el libro Elementary Chemistry del norte- americano George F. Barker (1835-1910) —cuya décima edi- ción seguía funcionando como libro de texto en 1970— los químicos eran capaces de determinar tres diferentes propie- dades atómicas: 1. El peso atómico, que permitió medir la cantidad de ma- teria presente, calcular las fórmulas de composición de los materiales y cuantificar las reacciones químicas; 2. La valencia atómica, que evaluó el poder de combinación de un átomo, permitiendo racionalizar la estructura quí- mica y predecir el número de isómeros posibles para una composición dada, y 3. La electronegatividad atómica, que expresó —también— el poder de combinación de un átomo. Existían tablas publicadas para cada una de las propiedades; la tabla de las electronegatividades era la misma que la publicada por Berzelius en 1836, pero con nueve elementos añadidos. En su libro, Barker ejemplifica la forma en la que la X permi- tía a los químicos racionalizar la reactividad de las moléculas isotípicas o isoestructurales, usando ácidos, bases y sales. En el contexto de la vieja teoría dualista, los ácidos correspondían a los óxidos de los no metales o átomos electronegativos (SO3); las bases consistían en los óxidos de los metales o átomos electropositivos (K2O), mientras que las sales eran vistas como las uniones evidentes entre los óxidos básicos y los óxi- dos ácidos (K2O•SO3 o K2SO4). Por otro lado, la teoría de tipo había adoptado la teoría de acidez del hidrógeno (defendida primero por Humphry Davy a principios del siglo); esto es, que todos los ácidos, bases y sales se derivaban sustituyendo uno o más átomos de hidróge- no en la molécula de agua, con el adecuado átomo o radical monovalente (con valores de valencia idénticos para poder preservar la estructura “tipo” del agua).Así, siendo la molécu- la del agua H–O–H, se le podía intercambiar uno de los áto- mos de hidrógeno por un grupo o átomo monovalente nega- tivo, produciendo un ácido, R– –O–H; intercambiándole un átomo positivo se produciría una base, R+ –O–H, y al rempla- zarle ambos átomos de hidrógeno, por un átomo positivo y uno negativo, daría una sal, R– –O–R+ . Josiah Cooke (1827-1894), al igual que Barker, marcó las polaridades relativas en sus fórmulas químicas con signos ne- gativos y positivos; para el caso del oxígeno bivalente usó dos polos de valencia de signo opuesto (H– –+ O– –K+ ). En su libro de texto de 1874, The New Chemistry, hizo notar que la re- ciente teoría de la estructura (tipo) no podía explicar las características distintivas de los ácidos, bases y sales, sin re-
  • 5. didáctica de la química educación química  •  enero de 2011 42 currir a la X —o carácter electroquímico— de los átomos usados para obtener esos compuestos a partir del simple tipo del agua, lo que implicaba la existencia de un listado continuo de los derivados posibles de agua (hidratos) cuyas acideces y alcalinidades aumentaban desde el centro hacia los extremos. Cuando surge la teoría iónica de disociación, durante 1887, fue posible una mayor precisión al definir los caracteres elec- tropositivo y electronegativo en términos de la tendencia de un átomo a formar iones positivos o negativos; un problema era que no siempre se mantenía la distinción entre la tenden- cia o facilidad para formar un ión y las propiedades del ión resultante, en parte por referirse ambiguamente a la x usando como sinónimos las palabras “elemento” o “carácter” para lo positivo y negativo. Para la década de los 80 del siglo xix, ya existían bastantes datos sobre los pesos atómicos y las valen- cias que permitían a los químicos encontrar suficientes pautas que, al unirlas, culminaron con la propuesta de la ley periódi- ca; así, la importancia de la clasificación de las sustancias por X disminuyó respecto al nuevo orden. Ante esto, Lothar Me- yer (1830-1895) unió las dos clasificaciones al hacer notar que la X, como las otras propiedades atómicas, era periódica. El primer quinto del siglo xx estuvo marcado por dos acciones precedentes: se publicó el tercer volumen de Lectures on Theo- retical and Physical Chemistry (1899), de Jacobus van’t Hoff, y Joseph Thomson (1856-1940) descubrió el electrón (1897). La primera acción propició la búsqueda de correlaciones entre la entalpía de reacción y la X.Al contrastar las entalpías de reacción del sodio y del cloro con cantidades equivalen- tes de azufre, cloro, iodo, hidrógeno y sodio, van’t Hoff notó que la máxima generación de calor y la mayor facilidad para asociarse habían ocurrido cuando la diferencia de X entre dos elementos era la máxima, es decir, entre el sodio y el cloro. Un trabajo similar fue reportado por Robert M. Caven (1870- 1934) y George. D. Lander en su libro de texto de 1907, Sys- tematic Inorganic Chemistry from the Standpoint of the Periodic Law. Ellos indicaron que, en general, los valores térmicos de reacción serían mayores cuando los elementos a unirse estu- vieran separados más ampliamente en su carácter electroquí- mico. También Otto Sackur (1880-1914) informaba, en su A  Text Book of Thermo-Chemisty and Thermodynamics, de 1912, que los elementos ubicados en los extremos opuestos del sistema periódico se combinaban con gran generación de calor; que en la producción de compuestos similares (óxidos, cloruros, sulfuros, etc.) el calor de formación generalmente disminuía conforme el peso atómico aumentaba; que esto ocurría paralelo a la tendencia de formar iones negativos (la electroafinidad) y que los elementos con una tendencia fuerte a formar cationes (potasio y sodio) o aniones (cloro) daban grandes calores de formación al unirse con elementos opues- tos a ellos en el carácter eléctrico. Los resultados de la segunda acción tenían ya un antece- dente: la explicación sobre la estructura del átomo ofrecida por Hermann von Helmholtz (1821-1894), en los apuntes de su curso: On the Modern Development of Faraday’s Conception of Electricity, de 1881. Usando la teoría dualística de la electri- cidad, propuso un átomo neutro que estaba compuesto de igual número de partículas eléctricas en movimiento —posi- tivas y negativas— adheridas a un núcleo central, que podían ser desprendidas para crear iones positivos o negativos, de- pendiendo de su preferencia para ganarlas o perderlas, con lo que el carácter electropositivo o electronegativo de ese átomo estaría en su habilidad para atraer y retener ambos tipos de partículas eléctricas. Cuando se descubrió el electrón, se inci- tó el pensamiento de los científicos y, con él, el planteamiento de dos modelos. Johannes Stark (1874-1957), en su monogra- fía de 1903, Die Diessoziierung und Umwandlung chemischer Atome, decía que existía una tendencia de los elementos quí- micos para llegar a saturarse con respecto a los electrones ne- gativos y que esta difería de un elemento a otro de acuerdo con la magnitud de su energía de ionización, con lo que cuan- to mayor era la fuerza con la que un átomo mantenía sus electrones, mayor era la energía de ionización. Midiendo estas energías, decía Stark, se podría construir una escala de X cuantitativa. El químico inglés Geoffrey Martin (1881-?), en su libro Researches on the Affinity of the Elements (1905), planteó que sólo un tipo de electrón causaba el fenómeno de la valencia química y que los electrones podían provocar que un átomo pudiera presentarse como electropositivo o como electrone- gativo, de acuerdo con si estaban débil o firmemente reteni- dos por el átomo. Norman R. Campbell (1880-1949) escribió en su monografía de 1907, Modern Electrical Theory, que la diferencia en la facilidad con la que los átomos perdían o ga- naban electrones dependía de su tamaño; que los pequeños tendían a ganar electrones a expensas de los grandes, y que cuanto mayor fuera el volumen atómico de los elementos del mismo grupo, mayores serían el peso atómico y la “electropo- sitividad” del elemento. En 1911, Walter Nernst (1864-1941) presentó un trabajo en la Conferencia Solvay, en Bruselas, donde proponía que los elementos y los radicales tenían dife- rentes afinidades químicas, debidas a los electrones positivos y negativos; los que tenían la tendencia a combinarse con electrones positivos formaban grupos de elementos positivos, mientras que los negativos estaban caracterizados por su afi- nidad hacia los electrones negativos. Con estas ideas se planteaban los dos modelos menciona- dos, uno dualístico y otro unitario, aunque muchos científicos sintieran que eran equivalentes. Para 1913, la idea de un elec- trón unitario en la interpretación de la electronegatividad ya estaba bastante difundida por lo que Kasimir Fajans pudo es- cribir, sin necesidad de plantear una justificación, que el ca- rácter electronegativo de un átomo estaba definido como su inclinación para soltar o tomar electrones negativos. Párrafo basado en Jensen (2003). Pauling y su idea de la X cuantificada La dinámica en el trabajo sobre la X atómica cambia durante el 2º tercio del siglo xx, pues se proponen las primeras escalas cuantitativas; la primera, la de Linus Pauling.
  • 6. enero de 2011  •  educación química didáctica de la química 43 Pauling entendió bien lo que sus antecesores habían estado imaginando, intuyendo y haciendo, con lo que plasmó la esen- cia de las ideas en una experimentación que lo llevó a conso- lidar, con el tiempo, la primera escala de X cuantitativa y una definición. Para empezar, él y Don M. Yost (1932) presenta- ron evidencias que apoyaban la hipótesis de que la energía de un enlace sencillo covalente normal, entre dos átomos dife- rentes (enlace heteronuclear), era muy cercana al promedio aritmético de las energías de los enlaces entre los átomos iguales (enlace homonuclear); este hecho es conocido como el postulado de la aditividad: (AB) = ½ [(AA) + (BB)], siendo (AB) la energía de un enlace covalente normal entre los áto- mos A y B (v. gr: H, Cl, C). Pauling pensó que si existía la presencia de un carácter iónico en ese enlace covalente, la  energía del mismo se incrementaría de tal manera que, cuanto más diferentes fueran A y B mayores serían la energía y el carácter iónico; al encontrar que esto era verdadero expe- rimentalmente —midiendo calores de formación— propuso que la diferencia (∆) entre esas dos energías sería (XA – XB)2 ; XA y XB son las electronegatividades de los átomos A y B. Esto quiere decir que las electronegatividades de los átomos A y B están relacionadas a ∆, por lo que esta escala mide la raíz cuadrada de una energía (Mullay, 1987). Pauling explicó (1932) que los valores de ∆ observados sugerían la posibilidad de asignar posiciones a los átomos,de manera burda,a lo largo de una escala que representaría el grado de electronegatividad, suponiendo que ∆ estaba en función del grado de separación lineal de los lugares geométricos de dos átomos en la escala. Por este camino, Pauling sólo pudo definir diferencias de elec- tronegatividad por lo que necesitaba establecer un punto de referencia para construir su escala; éste fue el H, porque for- ma enlaces covalentes con una gran variedad de elementos; Pauling tomó el valor de 2.1, obtenido por Mulliken en 1934 (Bergmann y Hinze, 1996) y con él relativizó los valores de los otros elementos, con lo que pudo construir una escala (1939) para 10 elementos (C, N, O, Cl, F, Br, H, I, P y S) a la que se añadieron más de 50 (1960). El valor de 2.1 del H, cambió a 2.2 cuando Allred (1961) revisó los valores de Pau- ling, cosa que también hizo Fung en (1965), al existir mayor disponibilidad y exactitud de los datos termodinámicos; estos se conocen como los valores de Pauling revisados, los común- mente usados. Bergmann y Hinze (1996) opinaron que, cuan- do Pauling tomó el valor de la X del H calculado por Mulliken en 1934 y lo aplicó a su escala, esta se volvió absoluta. La es- cala de Pauling (XP) fue el resultado del desarrollo de la teo- ría del enlace de valencia, de la que Pauling fue uno de los sus defensores. Basándose en los argumentos de la mecánica cuántica y de su propio método —que indicaban que la presencia del carác- ter iónico (compartir electrones de manera desigual) en el enlace, incrementaba su energía por encima de su valor cova- lente— Pauling dedujo que los dos tipos de enlace, el iónico y el covalente, eran en realidad casos extremos, pues consideró que la mayoría de los enlaces eran una combinación de am- bos. Fue en este terreno donde la noción de electrone­ gatividad le resultó más útil, ya que la diferencia entre las electronegatividades de los dos átomos participantes en un enlace, resultaba una medida para predecir el grado de polaridad, o ionicidad, (el carácter iónico parcial) del enlace: (I e X XA B = − −( ) 1 1 4 2 ) con la que fijó un valor de diferencias de electronegatividades de 1.7 —o su correspondiente 50% de ionicidad— como un límite para separar a los com- puestos iónicos (valores arriba de 1.7) de los covalentes (Pau- ling, 1960). Esta idea entró en desuso al no ajustarse bien a la realidad. Por otro lado, cabe mencionar que Pauling y Sher- man sugirieron usar un promedio geométrico (1937), en vez del aritmético, para superar el problema de las energías extras de resonancia iónica negativas de los hidruros alcalinos, que no fue muy utilizada; tal vez porque, como dice Derek Smith (2002), no ayudaba mucho. Al fin (1939), Pauling propuso una definición:“la electronegatividad es el poder de un átomo, en una molécula, para atraer electrones hacia él”. No obstante, con el tiempo la proposición de Pauling fue objeto de críticas; por ejemplo, Sanderson (1986) expresó “la derivación errónea de la electronegatividad de Pauling”, comentario que provocó una respuesta aclaratoria defensiva (Pauling, 1988); o la cali- ficación a la primera propuesta de valores de electronegati- vidad de Pauling, por parte de Allen (1990), como “…un gru- po de valores semicuantitativos para átomos libres, cuyas diferencias daban estimaciones numéricas aproximadas de polaridades…”, entre otras. A manera de corolario, deseamos señalar que —de acuerdo con la relación de hechos realizada por Jensen (1996, 2003), así como por sus comentarios— podemos apreciar que nin- gún investigador, antes de Pauling, tuvo la posibilidad de cuantificar la X, sólo de obtener escalas cualitativas que per- mitían, de alguna forma, realizar predicciones durante el tra- bajo experimental; esto puede tener varias posibles explica- ciones: la primera, porque los sistemas de experimentación existentes no permitían una confiabilidad suficiente, con lo que, al menos, percibir la posibilidad de cuantificar, era difícil; la segunda, la cantidad de cuerpos o sustancias con las que se contaba era pequeña, comparada con la de nuestro tiempo, por lo que una escala cualitativa daba suficiente información para la predicción, cosa que impedía la visualización de una cuantificación que, en algún momento, se hizo necesaria; la tercera, porque seguramente se intuía que las características de la electronegatividad impedían su medición y, la cuarta, dada la cantidad y el nivel de conocimientos químicos de la época, entre ellos la inexistencia de un modelo atómico ade- cuado para ampliar las ideas sobre su estructura y funciona- miento, se limitaba la posibilidad de pensamiento sobre los alcances e implicaciones de la X. Al tomar en cuenta los antecedentes históricos de la X, es decir, los diversos productos del pensamiento que apuntaban al mismo concepto, pero expresado con diferentes lenguajes, niveles y matices —origen de las escalas cualitativas— se en- tiende la aceptación general que tuvieron las propuestas de Pauling. Estas necesitaron de una evolución paulatina; prime- ro, Pauling trabajó con las energías del enlace, lo que lo llevó
  • 7. didáctica de la química educación química  •  enero de 2011 44 a cuantificar el carácter iónico del mismo, que hábilmente utilizó para exhibir un mapa de X, usando laΔ, “la desviación observada desde la aditividad en los enlaces, atribuida a su carácter iónico”; esto sólo le permitió relacionar las electrone- gatividades de los pares de los elementos usados, no asignar sólo un valor por elemento. No fue sino hasta años después, cuando utilizó el valor asignado por Mulliken al hidrógeno, que llegó a su propuesta de escala cuantitativa para, segura- mente después de mucho pensar, lograr su definición. No sa- bemos con certeza si Pauling, desde un inicio, estaba en bús- queda de la cuantificación de la electronegatividad de los elementos o si sus circunstancias le permitieron ver la oportu- nidad de hacerlo, lo que sí sabemos es que fue un proceso gradual. Los trabajos analizados en este artículo nos permiten afirmar que, dependiendo de las circunstancias, existen tiem- pos o momentos para la especulación, otros para realizar pruebas empíricas y otros, como veremos en el siguiente artí- culo, para racionalizar, establecer hipótesis, de manera más fundamentada, y verificarlas para, tal vez cambiando las cir- cunstancias, en algunos otros tiempos y momentos, reiniciar el ciclo a un nivel superior. Bibliografía Allen, L. C., Electronegativity Scales, Accounts of Chemical Research, 23, 175-176, 1990. Allen, L. C., Chemistry and Electronegativity, International Journal of Quantum Chemistry, 49, 253-277, 1994. Allred, A. L., Electronegativity Values from Thermochemical Data, Journal of Inorganic Nuclear Chemistry, 17, 215-221, 1961. Bergmann, D., and Hinze, J., Electronegativity and Molecular Properties, Angewandte Chemie International Edition in En- glish, 35, 150-163, 1996. 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