El poema describe a la nieve como una mujer melancólica y solitaria condenada a posar sobre las cumbres de las montañas. Su beso desmorona y pervierte la línea de la montaña, coronándola con un sudario de muerte. La nieve resbala en gotas armónicas que brotan del ansia de los días pasados, haciendo temblar y vacilar la serenidad de la montaña ante el horror del precipicio, como una pena casta en la noche del vicio.