1. LA ORACIÓN, 1
Estructura del Catecismo de la Iglesia católica para explicar la
oración: Jesús ora, Jesús enseña a orar, Jesús escucha la oración,
y María ora.
Jesús ora en circunstancias muy diversas:
antes de los momentos decisivos de su
misión, antes de la resurrección de Láza-
ro, etc. Se ve claramente la continuidad
de la relación entre Jesús y el Padre.
La oración de Jesús, ideal de toda oración, es elevación hacia una
intimidad divina absolutamente única e inaccesible; pero es tam-
bién respuesta fiel y plena al amor del Padre.
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2. LA ORACIÓN, 2
La oración es una necesidad vital, la expresión de la nueva vida de
hijos de Dios otorgada por la incorporación a Cristo. La oración
cristiana tiene carácter trinitario y filial porque es un diálogo de
vida con la Trinidad Santísima como hijos de Dios.
La oración del cristiano es conversación con
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. “No te
limites a hablar al Paráclito, ¡óyele!” (San
Josemaría, Forja 430).
La oración litúrgica debe hacerse oración personal y la oración per-
sonal debe ser oración litúrgica. A través de la liturgia, la oración
del cristiano en comunión con toda la Iglesia se alimenta del misterio
de Jesucristo.
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3. LA ORACIÓN, 3
La oración vocal: se hace interior en la medida en que tomamos
conciencia de qué hablamos, de Aquél a quien hablamos y de
quién habla. Con esa conciencia del diálogo con Dios, la oración
vocal se convierte en una forma de oración contemplativa.
La meditación: habitualmente uno se ayuda de un libro. Hace inter-
venir toda la persona: el pensamiento, la imaginación, el querer, la
emoción, el deseo. Profundiza en las convicciones de fe, suscita la
conversión del corazón y fortalece la voluntad de seguir a Cristo.
“Orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué? - ¿De qué? De Él, de ti:
alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupa-
ciones diarias (...). En dos palabras: conocerle y conocerte: ¡tra-
tarse!” (San Josemaría, Camino 91).
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4. LA ORACIÓN, 4
La contemplación es el nivel más profundo
de la relación con Dios a la que debemos
llegar los cristianos, el culmen de la ora-
ción cristiana. Se trata de rezar (oración vo-
cal), meditar (oración mental) y vivir (pre-
sencia de Dios continua) contemplando.
La contemplación es perfeccionamiento de la fe que nos permite
descubrir la maravilla del ser de Dios y de su presencia en noso-
tros. Pero no es una operación meramente intelectual. El pensa-
miento de Dios lleva a amar, esperar, alegrarse, admirar, honrar,
adorar. En estos actos alcanzamos la bienaventuranza. Es un cono-
cimiento al que acompaña el amor. La contemplación cristiana es
conocer amando y amar conociendo en honda y vital compenetra-
ción. Es mirar-contemplar a Dios y saber que nos mira-contempla.
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5. LA ORACIÓN, 5
Contemplación y acción no son incompatibles sino que se com-
plementan y reclaman. San Josemaría explicita la “necesidad de
disponernos a ser almas contemplativas, en medio de la calle,
del trabajo, con una conversación continua con nuestro Dios,
que no debe decaer a lo largo del día” (Amigos de Dios 238).
“Descubriremos cómo se puede dar relieve sobre-
natural a las actividades aparentemente más pe-
queñas (...) y comprenderemos con mayor hon-
dura que la criatura necesita esos tiempos de con-
versación íntima con Dios: para tratarle, para in-
vocarle, para alabarle, para romper en acciones de
gracias, para escucharle o, sencillamente, para
estar con Él” (Idem 239).
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6. LA ORACIÓN, 6
La oración es un don de la gracia y una respuesta
decidida por nuestra parte. Por eso supone siempre
un esfuerzo.
La dificultad habitual de la oración es la distracción.
Otra es la sequedad o aridez, sin gusto. Es un mo-
mento de purificación en el que la fe se hace más
pura, desasida del consuelo humano.
La tentación más frecuente es la falta de fe que se manifiesta en el
activismo. Otra es la tibieza, una forma de aspereza debida al re-
lajamiento de la ascesis, a la negligencia del corazón. Otra el de-
saliento que cierra el paso a la oración. Quien es humilde no se
extraña de su miseria: ésta le lleva a una mayor confianza y a man-
tenerse firme con la constancia en la oración.
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7. LA ORACIÓN, 7
“A los que amamos van constantemente las pa-
labras, los deseos, los pensamientos: hay como
una continua presencia. Pues así con Dios. Con
esta búsqueda del Señor, toda nuestra jornada se
convierte en una sola íntima y confiada con-
versación. Nuestro Señor nos hace ver –con su
ejemplo- que éste es el comportamiento certero:
oración constante, de la mañana a la noche y de
la noche a la mañana” (San Josemaría, Ami-
gos de Dios 247).
La vida contemplativa es la vida concreta que a cada cristiano le
corresponde afrontar (trabajo, familia, relaciones sociales...), en la
medida en que va siendo informada por las virtudes teologales
hasta hacer de ella una continua oración.
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8. LA ORACIÓN, 8
La Eucaristía es fuente y cima de la oración. Contiene y expresa
todas las formas de oración: es adoración, acción de gracias, peti-
ción de perdón por el pecado (expiación) y oración de petición
por nosotros y de intercesión por todos. En ninguna oración como
en la Santa Misa, mi oración personal se hace más la oración de
Cristo, que sube al Padre por la acción del Espíritu Santo en
unión con toda la Iglesia.
“Cuando participamos de la Eucaristía,
experimentamos la espiritualización deificante
del Espíritu Santo, que no sólo nos configura
con Cristo, como sucede en el Bautismo, sino
que nos cristifica por entero, asociándonos a
la plenitud de Cristo Jesús” (San Josemaría,
Es Cristo que pasa 87).
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9. LA ORACIÓN, 9
La Misa es acción de la Trinidad en la que participamos los
hombres. Como raíz nos alimenta y hace posible vivir la vida como
hijos de Dios Padre, injertados en Cristo por la acción del Espíritu
Santo en nuestra alma. Como centro atrae toda nuestra vida a la
celebración eucarística. La lucha espiritual debe intentar que toda
la jornada se convierta en un acto de culto –prolongación de la
Misa-, ofreciendo la existencia cotidiana (trabajo profesional, vida
familiar...) unida al sacrificio eucarístico.
No está de una parte el rito y de otra la vida. Toda
la vida del cristiano es una realidad cultual, como la
vida de Cristo. Los cristianos hemos sido constitui-
dos en “sacerdotes de nuestra propia existencia”
(San Josemaría, Es Cristo que pasa 96).
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10. LA ORACIÓN, 10
Para corresponder al amor de Dios, para tener
un programa de vida cristiana, la solución
consiste en participar amorosamente en la
Santa Misa, aprender en la Misa a tratar a
Dios, a cada una de las Personas divinas,
porque en este Sacrificio se encierra todo lo
que el Señor quiere de nosotros.
Pero vivir de esta manera la Misa, profundizar cada vez más en
su misterio, necesita ir acompañado de la oración personal, del
trato íntimo con María y con Jesús, con el Padre, con el Espí-
ritu Santo.
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