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LA TRINIDAD
Y SUS DOS ENEMIGOS HISTORICOS
El Arrianismo y el Sabelianismo
Alexander Ortega Pereira
Contenido
Parte 1. El Arrianismo, enemigo de la
divinidad eterna del Hijo.
1. El origen y la controversia Arriana
2. Doctrinas arrianas
3. Jehová el creador único, digno de
adoración.
4. El verdadero Dios no da su gloria a otro
5. El único Dios verdadero
6. El Pacto eterno de Redención
7. El Espíritu Santo en la teología Arriana
Parte 2. Sabelianismo, enemigo de la
persona eterna del Hijo.
8. El origen y la controversia modalista
9. La Existencia del Hijo, según los
unicitarios y trinitarios
10. Argumentos básicos del Unicitarismo
11. La existencia eterna del Hijo en Juan
1:1 y 17:5.
12. Las distinciones del Padre y el Hijo en
Filipenses 2:6-11
13. La fórmula Bíblica e histórica del
bautismo cristiano
Parte 3. La Trinidad, la doctrina Bíblica e
Histórica del Cristianismo Ortodoxo.
14. Conciencia trinitaria de los Padres
Apostólicos y Apologistas
15. La doctrina de la Trinidad
16. Evidencia de la doctrina de la
Trinidad: Génesis
17. Evidencia de la doctrina de la
Trinidad: Salmos y los Profetas
18. Evidencia de la doctrina de la
Trinidad: Mateo y Marcos
19. Evidencia de la doctrina de la
Trinidad: Lucas y Juan
20. Evidencia de la doctrina de la
Trinidad: Pablo y Pedro
21. Primeras confesiones de fe de la
iglesia
Biblias
(BLA) Biblia las Américas
(BLP) La Palabra (España)
(CST) Nueva Versión Internacional Castilian
(DHH) Dios Habla Hoy
(GTN 1904) Greek Text: Nestle 1904
(JBS) Jubilee Bible 2000
(KJV) King James Versión
(LXX) Septuaginta
(NBLH) Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy
(NTV) Nueva Traducción Viviente
(NVI) Nueva Versión Internacional
(PDT) Palabra de Dios para Todos
(RV 1960) Reina Valera 1960
(RV 1977) Reina Valera 1977
(RV 2015) Reina Valera 2015
(RVC) Reina Valera Contemporánea
(RVG) Reina Valera Gómez
(TNM 1987) Traducción del Nuevo Mundo 1987
Introducción
La doctrina de la Trinidad es una de las doctrinas
más fundamentales del cristianismo ortodoxo. Posee su
historicidad que poco se enseña en las iglesias; lo
básico es transmitido en los cursos Bíblicos como parte
del discipulado dirigido a los recién convertidos, y lo
más avanzado está expuesto en algunas teologías
sistemáticas y clases teológicas.
Hay una gran necesidad de avanzar desde lo más
elemental hasta un conocimiento más pleno de esta
maravillosa doctrina. La razón es porque los apologistas
antitrinitarios han refinado sus argumentos, usando
erróneamente algunas herramientas teológicas, para
aparentemente demostrar que nosotros los trinitarios
estamos equivocados. Estos enemigos de la doctrina de
la Trinidad, apologistas de los testigos de Jehová y
unicitarios, aprenden algo de hermenéutica o el arte de
la interpretación Bíblica, estudian un poco del idioma
original del Nuevo Testamento, griego Koiné, o leen
algunas citaciones históricas de los padres de la iglesia,
para después de esta aparente “preparación”, hacer
algunas citaciones de estas materias en sus
exposiciones y demostrar que ellos están en lo correcto
y nosotros equivocados. De esta manera, los
apologistas antitrinitarios infunden el temor a los que no
conocen bien del tema, y confunden a sus oyentes
trinitarios que no están preparados para defender su fe,
con el fin de presentar su error como la verdad
absoluta. Así, a la persona confundida y sin argumentos
no le queda otra salida que “reconocer” que
aparentemente estaba equivocada, y, por consiguiente,
aceptar la herejía como una “verdad Bíblica e histórica”.
Adicional a ello, estos oponentes a la doctrina de la
Trinidad usan los medios de comunicación, como las
redes sociales, para propagar sus posturas
antitrinitarias, de tal manera que los argumentos
básicos que hemos aprendido para proteger nuestra fe,
no son lo suficientemente fuertes para resistir estas
embestidas heréticas. Por ejemplo, uno de los textos
clásicos que aprendimos en los primeros cursos
doctrinales para evidenciar la doctrina de la Trinidad es
1 Juan 5:7
“Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el
Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son
uno”.
Aunque lo que dice este verso es verdad,
lamentablemente, esta citación es un argumento débil a
la hora de salvaguardar la fe trinitaria. La razón es
porque la doctrina de la Trinidad no la define un solo
verso Bíblico, sino toda la revelación que Dios ha hecho
de sí mismo en todas las Escrituras. Además, este
versículo Bíblico, llamado también la “Coma Juanina”
está sujeto a debate en cuanto a su canonicidad. Los
expertos en crítica textual del Nuevo Testamento,
académicos que estudian los manuscritos antiguos para
establecer el texto y el mensaje exacto del griego
original, concluyen que este verso no se encuentra en
los manuscritos griegos antiguos de la primera epístola
de Juan, más bien se halla en la Vulgata Latina (382
d.C.), primera Biblia en latín. Los pocos manuscritos que
registran este verso son muy recientes, así lo escribe el
Dr. James White en su libro “The King James Only
Controversy”[1]
. Los adversarios de la doctrina de la
Trinidad saben muy bien de este asunto, por eso, es
imperativo que profundicemos más en el conocimiento
de nuestra fe para tener mejores argumentos a la hora
defender la doctrina y de enfrentar el error de los
herejes.
Por esta razón, fui guiado por Dios para escribir esta
obra, con el fin de ofrecer a líderes, pastores, maestros
y hermanos en general, algunos conocimientos que por
la gracia del Señor he adquirido en mis estudios de
Teología, para que todos estemos “…siempre
preparados para presentar defensa con mansedumbre y
reverencia ante todo el que os demande razón de la
esperanza…” (1Pe.3:15) que hay en nosotros.
Este libro permite conocer con más detalle la
naturaleza, relación y funcionalidad de los miembros de
la Trinidad. También demuestra que el Hijo de Dios es
eterno, no tiene origen, está unido natural y
eternamente al Padre. Evidencia el error doctrinal de los
arrianos, actuales testigos de Jehová, los cuales
promulgan la supuesta creación del Hijo. Comprueba
Bíblica e históricamente que el Hijo de Dios es el eterno
Dios, diferente al Padre, y al Espíritu Santo. Exhibe los
orígenes heréticos del arrianismo y unicitarismo.
Descubre los errores doctrinales de estas dos
corrientes teológicas antitrinitarias. Expone claramente
la unicidad del ser de Dios, y su manifestación
simultánea de las tres personas de la deidad.
Corrobora, a través de fuentes primarias, la fe trinitaria
de la iglesia primitiva a través de los padres apostólicos
y apologistas. Presenta evidencias internas del A.T y N.T
de la manifestación simultánea de las tres personas de
la Trinidad. Finalmente, expone los primeros credos
trinitarios.
Con el fin de lograr estos objetivos, usaré y explicaré
algunos conceptos teológicos que envuelven esta
doctrina, los cuales, para algunas personas son nuevos
y para otros ya son conocidos. La composición del libro
es de veintiún capítulos, distribuidos en tres partes: la
primera, dedicada al “Arrianismo”; la segunda, al
“Unicitarismo”; y la última, a la doctrina de la “Trinidad”.
La dinámica del libro es cronológica, de modo
descendente. Así, la primera parte inicia desde el
conflicto arriano y su resolución en el concilio de Nicea
(325 d.C.), la segunda parte desciende en el tiempo para
exponer el conflicto modalista o unicitario (190-230
d.C.), hasta llegar a la tercera parte del libro donde se
explora la doctrina de la Trinidad en la era apostólica,
primer siglo. Cada parte del libro inicia con un capítulo,
y termina con otro de trasfondo histórico. En todos los
capítulos se hace apología o defensa de la fe, usando la
hermenéutica y en ocasiones la exégesis, o análisis
gramatical desde el griego, combinado con algunas
citaciones de los padres de la iglesia que corroboran la
correcta interpretación de los versos Bíblicos a tratar.
Mi expectativa primaria con esta obra es que el Dios
trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, sea glorificado, que el
cuerpo de Cristo sea edificado, y que nosotros sus
ministros estemos enteramente preparados para la
defensa y preservación de nuestra fe trinitaria.
Parte 1
El Arrianismo, enemigo de la deidad
eterna del Hijo
“sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni
tiene principio de días, ni fin de vida, sino
hecho semejante al Hijo de Dios, permanece
sacerdote para siempre” Hebreos 7:3
Capítulo 1
El origen y la controversia arriana
Trasfondo histórico
La iglesia primitiva no solo tuvo gran éxito en la
expansión del evangelio y de las doctrinas
cristianas en el mundo de aquel entonces, también se
enfrentó a fuertes debates teológicos con sus
adversarios. En sus inicios luchó fervientemente contra
los gnósticos y los judíos, quienes tenían algo en común:
negaban la deidad de Jesús. Estos adversarios de la fe
influyeron profundamente en la doctrina cristiana, en el
siglo segundo y tercero, a tal punto que lograron
concebir dentro de la iglesia dos herejías que atacaban
la doctrina de la divinidad de Cristo y la Trinidad: el
Monarquianismo Dinámico, también llamado el
Adopcionismo; y el Monarquianismo Modalista, también
llamado Sabelianismo o Unicitarismo.
El término “Monarquianismo” proviene de la
existencia de Dios como un rey o un solo monarca. El
término “dinámico” corresponde a la manifestación de
este monarca a través de un hijo que él mismo adoptó; y
el término “modalista” compete a la manifestación en el
mundo de este monarca en diferentes modos o formas.
Hipólito de Roma (170-235, d.C.), quien fue discípulo de
Ireneo, el discípulo de Policarpo de Esmirna el último de
los discípulos del Apóstol Juan, escribió acerca de
estos dos errores doctrinales, explicando sus
principales creencias con respecto a la herejía del
adopcionismo:
“Jesús era un (mero) hombre, nacido de una virgen, según el
designio del Padre. Después de haber vivido de manera sin
indistinción con todos los hombres y se había convertido
eminentemente religioso, subsecuentemente a su bautismo
en el Rio Jordán, El recibió a Cristo, que vino de arriba y
descendió (sobre él) en la forma de una paloma. Esta fue la
razón, según Teodoto, que poderes milagrosos no operaron
dentro de él antes de la manifestación en él de ese Espíritu
que descendió y que lo proclama ser el Cristo”[2].
Con relación al Monarquianismo modalista, expresó
que los unicitarios de aquel entonces, Calixto y otros,
veían a Dios como una sola persona revelada en tres
modos: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
“Calixto alega que el Logos mismo es el Hijo y es el mismo
Padre. Aunque llamado por un título diferente, en realidad,
es un Espíritu indivisible. Y sostiene que el Padre no es una
persona, mientras que el Hijo es otra, sino que ellos son uno
y es la misma persona.... Y el afirma que el Espíritu, que se
encarnó en la Virgen, no es alguien diferente del Padre, pero
que es uno y es la misma persona”. [3]
Estas dos creencias erróneas fueron las más
populares y las más refutadas desde el siglo segundo
hasta el siglo cuarto. Aunque fueron condenadas, a
través del tiempo tuvieron mutaciones y por tal razón
fueron acogidas por reconocidos teólogos. Uno de ellos
fue Pablo de Samósata (200-272 d.C.), obispo o
presbítero de Antioquía, quien combinó el
“Monarquismo dinámico” con el “Monarquismo
modalista”, y como resultado de esta mezcla surgió la
creencia de una sola persona en la deidad, separando
así a Jesús del Padre para presentarlo solo como una
criatura especial. Pablo de Samósata decía que Jesús
recibió en su bautismo el “logos” o capacidades
sobrenaturales para hacer milagros y supuestamente
este “logos” se apartó con su muerte. Con esta
afirmación negó la divinidad y la pre-existencia eterna
de Jesucristo. Este pensamiento fue acogido por otro
teólogo seguidor de su enseñanza, Luciano de Antioquía
(240-312 d.C.) quien también modificó las enseñanzas
de su mentor Pablo de Samósata, y de esta manera le
otorgó al Hijo un poco de divinidad. Por último, Luciano
le transmitió sus ideas a su alumno Arrio en la escuela
de Antioquia de Siria.
La controversia arriana
Arrio (250-336 d.C.) fue un presbítero del distrito de
Baucalis en Alejandría, Egipto. Él creía que el Hijo de
Dios era un ser creado y negaba que fuera de la misma
esencia o naturaleza del Padre. Arrio aceptaba que Dios
era único y no compartía ni su gloria, ni su esencia con
nadie. Él llegó a estas conclusiones debido a su afán de
preservar la unicidad en la deidad contra las ideas
modalistas de Sabelio, el propagador del unicitarismo
(Jesús solo), así lo afirma el libro “Arrianismo: Herejía
romana y Credo Bárbaro”:
“Arrio... se opone a la escuela de teología común en Egipto y
en Libia que identifica a Dios Padre y Dios Hijo con el uno y
el otro (Modalismo/ Sabelianismo) ... Esforzándose por
mantener y enfatizar la singularidad de Dios, Arrio formula
una separación drástica entre el Padre y el hijo”[4].
El principal oponente de Arrio fue Alejandro quien
fue nombrado obispo de Alejandría en el mismo año de
su ordenamiento (313 d.C.). El historiador de la iglesia,
Sócrates de Constantinopla (Siglo V), reportó el origen
de la controversia[5]
; dice que cuando Alejandro expuso
en su iglesia la unidad del Padre y del Hijo en la deidad y
la similitud de los dos, Arrio reaccionó de inmediato
acusándolo de Sabeliano (unicitario), doctrina ya
condenada en diferentes sínodos. Como consecuencia,
las iglesias en Alejandría se dividieron tomando dos
posiciones: la fe tradicional Trinitaria y la nueva fe
Arriana. Aparentemente, Arrio tuvo más astucia en la
proliferación de su fe en los años posteriores,
arrastrando tras sí a muchos diáconos y presbíteros.
Esto hizo que Alejandro convocara un sínodo en
Alejandría (320 d.C.) donde 36 presbíteros y 44
diáconos condenaron esta nueva doctrina. Pero, aun
así, no detuvo el avance vertiginoso del Arrianismo, sino
que se propagó más, en aquellas regiones, al seducir
más presbíteros. Por consiguiente, Alejandro convocó
un concilio de todas las iglesias en Egipto (321 d.C.), allí
Arrio defendió su creencia reafirmando que “el Hijo no
podía ser co-eternal con el Padre, ni tampoco compartía
su misma sustancia o naturaleza”. Esto hizo que los 100
participantes de este concilio lo pusieran bajo
maldición, pero en vez de retractarse, partió para
Palestina donde fue acogido por otros obispos o
pastores, entre ellos, fue apoyado por Eusebio de
Nicomedia quien le ayudó a diseminar su nueva doctrina
a través de su influencia política en el Mediterráneo
Oriental. También le ayudaron Eusebio de Cesarea y
otros obispos prominentes, creando así una gran
división doctrinal dentro de la iglesia oriental y latina, y
un gran problema para el Imperio Romano.
El debate en Egipto ya no era en discursos y
argumentos, en templos y calles, los arrianos recurrían
a la violencia física para defender sus doctrinas. El
emperador Romano Constantino tuvo que intervenir
enviando una carta a los dos obispos con el fin de
mantener la unidad de la iglesia. En respuesta a esta
carta imperial, Alejandro y Arrio defendieron sus
posiciones, esto hizo que el emperador convocara el
primer concilio ecuménico de las iglesias en Nicea de
Bitinia, actualmente Turquía, el 14 de junio del año 325
d.C.[6]
Este concilio albergó 300 obispos, de los cuales
298 condenaron el Arrianismo como herejía, y
ordenaron al exilio a sus maestros. Basados en la
enseñanza Bíblica y la tradición apostólica de la
Trinidad, establecieron el credo de Nicea como doctrina
fundamental de la ortodoxia cristiana de las iglesias
latinas y griegas. Este dice:
“Creemos en un solo Dios, Padre Todopoderoso, creador de
todas las cosas visibles e invisibles; y en un solo Señor
Jesucristo, el Hijo de Dios, unigénito nacido del Padre, es
decir, de la sustancia del Padre; Dios de Dios, luz de luz, Dios
verdadero de Dios verdadero; engendrado, no creado; de la
misma naturaleza que el Padre; por quien todo fue hecho:
tanto lo que hay en el cielo como en la tierra; que por
nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó y se
encarnó, se hizo hombre, padeció y resucitó al tercer día, (y)
subió a los cielos, vendrá a juzgar a vivos y muertos; y
[creemos] en el Espíritu Santo. Y a los que dicen: hubo un
tiempo en que no existió y: antes de ser engendrado no
existió y: fue hecho de la nada o de otra hipóstasis o
naturaleza, pretendiendo que el Hijo de Dios es creado y
sujeto de cambio y alteración, a éstos los anatematiza la
Iglesia Universal Apostólica”[7].
Después de este concilio ecuménico, el emperador
mandó a quemar todos los escritos arrianos, incluido su
obra “Talía” donde estaba su tesis anti-trinitaria, escrita
cuando fue expulsado por Alejandro de la iglesia en
Egipto, específicamente cuando estaba con Eusebio. El
edicto imperial que obligaba a quemar cualquier
material de Arrio decía: “…hago una orden pública, de
que si se descubriese que alguien esconde un escrito
compuesto por Arrio, y no lo lleva inmediatamente a su
destrucción por fuego, la pena será la muerte”[8]
.
Esta es la razón por la que hay pocos escritos de
Arrio, oficialmente se reconoce solo tres cartas: una
dirigida a Alejandro de Alejandría, la otra a Eusebio de
Nicomedia y la tercera a Constantino. Hay citaciones de
sus discípulos, y las de sus oponentes que nos
certifican de la fe original Arriana. Atanasio reportó a
los obispos de Egipto la manera como se dio el
veredicto, y como se declaró a Arrio, hereje, y como se
declaró su doctrina una herejía:
“Por mantener estas y otras opiniones similares, Arrio fue
declarado hereje... Porque los Obispos que se reunieron de
todas partes en el Concilio de Nicea, comenzaron a
escuchar estas declaraciones, y todos con una sola voz
condenaron esta herejía a causa de ellos, y la
anatematizaron, declarando que era ajena y alejada de la fe
de la iglesia. No fue una compulsión lo que condujo a los
jueces a esta decisión, pero todos ellos reivindicaron
deliberadamente la verdad: y lo hicieron de manera justa y
correcta”[9].
Básicamente, la disputa de Arrio con Alejandro fue
por causa de una mala interpretación Bíblica. Arrio y
sus seguidores basaron su creencia en versos Bíblicos
aislados de sus contextos, y por ello concluyeron que
Dios el Padre es el único Dios, y que el Hijo es un “dios”
pequeño que fue creado. Aunque el arrianismo fue
condenado como herejía, muchos de sus seguidores
continuaron predicando estas enseñanzas en diferentes
regiones y épocas. En la reforma fue predicado en
Europa por Fausto Socino, fundador del “Socinianismo”.
En el periodo moderno fue acogido en Estados Unidos
por Charles Taze Rusell (1852-1916), el fundador de los
“Testigos de Jehová”, entre otras denominaciones
pseudocristianas. En los siguientes capítulos analizaré
estas doctrinas arrianas a la luz de la Palabra de Dios y
la Teología Histórica.
Capítulo 2
Doctrinas arrianas
De su obra “Talía” (abundancia) sobreviven algunos
fragmentos citados por su oponente Atanasio, el
discípulo de Alejandro. Con la ayuda del Señor haré un
análisis del pensamiento arriano basado en estos
escritos, y por supuesto haré una defensa bíblica e
histórica de la fe ortodoxa.
El Engendrado-Unigénito del Padre
En los nueve primeros versos de su obra “Talía”
Arrio hizo un contraste entre Dios el Padre y el Hijo,
aduciendo que el Hijo tiene principio, es engendrado o
creado, mientras que el Padre no tiene principio, no es
engendrado o creado, Arrio escribió:
“Dios mismo entonces, en su propia naturaleza, es inefable
por todos los hombres. Él solo no tiene a alguien igual, no
hay nadie similar, y nadie tiene la misma gloria. Lo llamamos,
el no engendrado, en contraste a él quien por naturaleza es
engendrado [el hijo]….Lo produjo como un hijo para sí
mismo al engendrarlo. Él [Hijo] no tiene ninguna de las
características distintivas del propio ser de Dios. Porque Él
no es igual, no, ni uno en esencia con Él”[10].
Cuando Arrio y sus seguidores del pasado y del
presente, como los actuales testigos de Jehová, definen
al Hijo como un ser que “por naturaleza es engendrado”
por Dios el Padre, quien, según ellos, “lo produjo como
un hijo para sí mismo al engendrarlo,” lo hacen
basándose en algunos textos que dicen: “unigénito del
Padre” (Jn.1:14), “el unigénito Hijo” (Jn.1:18), “su Hijo
unigénito” (Jn.3:16, 1Jn.4:19) y “unigénito Hijo de Dios”
(Jn.3:18). Según la postura arriana, si el Hijo es el
Unigénito, entonces es engendrado, y si es engendrado
es creado, y si es creado entonces no es eterno, tuvo un
principio, y por consiguiente no es Dios.
El término “unigénito” en el texto griego es
[monogenes], palabra compuesta por un adjetivo
“mono” que es “único” y el verbo “ginomai” que es
“clase o tipo,” de aquí se podría traducir, el Hijo que es
“único en su tipo”. Para los arrianos “unigénito”
[monogenes] es “el único hijo engendrado”. De esta
interpretación ellos deducen que el Hijo es el único ser
engendrado por el Padre, pero este término “unigénito”
[monogenes] no puede ser siempre interpretado en
relación a la fecundación humana como “el único hijo
engendrado” ya que esta palabra está repetida en
Hebreos donde dice: “por la fe Abraham, cuando fue
probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las
promesas ofrecía su unigénito…” (He.11:17), y Abraham
no solo engendró a Isaac, también a Ismael quien fue el
primero o mayor, entre otros hijos (Gen.25:1-2,6).
Aparte del significado “único en su clase”,
“unigénito” puede ser interpretado en relación a tiempo,
“ginomai” también significa “surgir, aparecer en la
historia, venir al escenario (Mat.13:21 NVI)”, razón por
la cual se dice que el Hijo es el único que estaba con el
Padre desde antes del comienzo de todas las cosas:
“Antes del comienzo del mundo ya existía la Palabra, la
Palabra estaba con Dios y era Dios” (Jn.1:1 PDT). De
hecho la Biblia dice que la Palabra de Dios no es algo
aparte de Dios que él creó, más bien revela que es
eterna: “Tu palabra, Señor, es eterna, y está firme en los
cielos.” (Sal.119:89 CST). Luego, la única Palabra surgió
del Padre para crearlo todo, “Por la palabra de Jehová
fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el
aliento de su boca… Porque él dijo, y fue hecho; Él
mandó y existió” (Sal.33:6,9). Justino Mártir (100-165
d.C.), uno de los primeros apologistas quien enseñó y
defendió la religión cristiana en Asia Menor y en Roma,
explicó acerca de la existencia eterna del Hijo como la
Palabra de Dios, que residía con el Padre, y también
ilustró la manera cómo la Palabra surgió del Padre, o fue
engendrado para crear todo lo que existe:
“Pero para el Padre de todos, que no ha sido engendrado, no
se le da ningún nombre. [...] Y Su Hijo, la Palabra, que
también estaba con Él y fue engendrado antes de las obras,
cuando al principio Él creó y arregló todas las cosas por Él,
se llama Cristo”[11].
Los Arrianos modernos (Testigos de Jehová) usan
este concepto Bíblico de “engendrar” aplicado a Cristo,
interpretándolo desde el punto de vista humano de
“nacimiento” o “surgimiento”, pues ellos deducen que si
fue engendrado tuvo un principio y si tuvo un principio
entonces antes no existía, y por lo tanto no era eterno,
sino que fue creado, esta es la razón por la cual ellos
citan el siguiente texto para negar la existencia eterna
del Hijo:
“Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi
Hijo eres tú, Yo te he engendrado hoy, y otra vez: Yo
seré a él Padre, Y él me será a mí hijo?” (He.1:5
RV1960).
Ellos aseguran a través de este texto que el Hijo es
engendrado o creado antes de toda la creación. Pero
para interpretar correctamente este verso, se debe
entender por el contexto de la carta a los Hebreos, que
el autor está haciendo referencia, no a la naturaleza
divina del Hijo, sino más bien a su naturaleza humana
engendrada por el Padre. La citación es tomada de la
Septuaginta, A.T. en griego, del Salmo 2:7, donde se
hace una referencia clara a la promesa de la venida del
Mesías como también lo citó Pablo:
“nosotros también os anunciamos el evangelio de
aquella promesa hecha a nuestros padres, la cual
Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros,
resucitando a Jesús; como está escrito también en el
salmo segundo: Mi hijo eres tú, yo te he engendrado
hoy” (Hch.13:33).
Dr. Kavin Rowe, profesor del Nuevo Testamento en
“Duke Divinity School”, Carolina del Norte, U.S.A., dice
que la citación “Mi hijo eres tú, yo te he engendrado
hoy” no niega “…que el Hijo es eternamente theos
[Dios]”, más bien enseña sobre su encarnación: “Es
decir, el “engendramiento” del Hijo, no apunta a la
creación del Hijo, sino al comienzo de su vida humana
en el reino humano…”[12]
. El Salmo 2:7 es una promesa
de la venida, o encarnación del mesías, citado por el
autor de Hebreos, y predicado por el apóstol Pablo. En
cumplimiento a esta promesa, Jesús fue engendrado
por Dios en el vientre de María (Mat.1:20), en su
naturaleza humana por su puesto, y por eso fue llamado
el “engendrado” (He.5:5, 1Jn.5:18). Pero en su
naturaleza divina siempre ha sido Dios y nunca tuvo un
comienzo, así lo dice el autor de Hebreos cuando
relaciona el misterioso origen de Melquisedec y su
sacerdocio perpetuo con la eternidad del Hijo al decir,
“que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho
semejante al Hijo de Dios” (He.7:3). Melquisedec es
hecho semejante al Hijo de Dios en cuanto a su origen y
su fin enigmático, pues la Biblia calla con respecto al
nacimiento y muerte de Melquisedec, pero si habla de la
eternidad del Hijo y afirma que Él no “tiene principio de
días, ni fin de vida”, por lo tanto, el autor de Hebreos en
este verso ratifica que el Hijo de Dios es eterno.
Arrio no tuvo en cuenta el texto Bíblico, ni los
escritos Apostólicos que registraron sobre la eternidad
del Hijo, por ejemplo; Ignacio de Antioquía (36-108 d.C.),
amigo cercano de Policarpo el discípulo del Apóstol
Juan, creía que Jesús es Dios y no es creado; “Hay un
médico que posee tanto carne como Espíritu; hecho y
no hecho; Dios existiendo en carne; la verdadera vida en
la muerte; tanto de María como de Dios; primero pasible
y luego impasible, incluso Jesucristo nuestro Señor”. [13]
En los primeros siglos, la iglesia primitiva
interpretaba este concepto de “engendrar” y
“unigénito” como el surgimiento de la Palabra eterna
para crear el universo. Teófilo de Antioquía (quien murió
181 d.C.) dio una clara y poderosa explicación de cómo
el Hijo de Dios es engendrado y no creado, ilustrando de
una forma comprensible como el Hijo era Dios y como
estaba en el Padre desde antes de la creación:
“Adán dijo que él había oído la voz. Pero ¿qué otra cosa es
esta voz, sino la Palabra de Dios, que también es su Hijo? No
como los poetas y escritores de mitos que hablaban de los
hijos de los dioses engendrados de relaciones [con las
mujeres], pero como la verdad se revela, la Palabra, que
siempre existe, que reside en el corazón de Dios [seno del
Padre]. Porque antes que todas las cosas surgieran, Él
[Padre] lo tenía como consejero, siendo su propia mente y el
pensamiento. Pero cuando Dios deseo hacer todo lo que Él
determino, el Padre engendró esta Palabra al pronunciarla,
salió de la divinidad para crear el universo... Juan, dice: En
el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, Juan 1: 1
mostrando que al principio Dios estaba solo, y la Palabra en
Él. Entonces dice: La Palabra era Dios; todas las cosas
vinieron a existir por medio de él; y sin él ninguna otra cosa
vino a existir. La Palabra, entonces, siendo Dios, y siendo
naturalmente producida de Dios, cada vez que el Padre del
universo quiere, él la envía a cualquier lugar; y Él, viniendo,
es a la vez visto y oído, siendo enviado por Él, y es hallado en
un lugar”[14].
La iglesia primitiva no interpretó el concepto
“unigénito” [monogenes] como “el único hijo
engendrado o creado” sino como “el único en su clase”
que siempre existió con el Padre y de Él “surgió” o fue
“engendrado” como su Palabra eterna para crear todas
las cosas como lo escribió Justino Mártir y Teófilo.
También debemos considerar que el adjetivo
“unigénito” en Juan 1:18 no solo esta aplicado al Hijo,
hay otras versiones griegas más antiguas que dicen
[monogenes theos] que traduciría “El Unigénito
Dios”[15]
. En estos papiros antiguos, se habla del Hijo
como Dios, pero que no es el Padre, “Nadie ha visto
jamás a Dios; el unigénito Dios, que está en el seno del
Padre, Él lo ha dado a conocer” (Jn.1:18 NBLH), otras
versiones traducen [monogenes] como “único” en vez
de “unigénito;” “Nadie ha visto jamás a Dios; pero el
Único, que es Dios, está íntimamente ligado al Padre. Él
nos ha revelado a Dios.” (Jn.1:18 NTV). Queda claro que
el concepto “unigénito,” no significa creado como
resultado de engendrar sino más bien como calidad de
“único en su clase,” que surgió del Padre en la creación
como la Palabra creadora.
El Primogénito de la creación
Al continuar con este análisis de los nueve primeros
versos de su obra “Talía”, hallamos que Arrio hace un
contraste entre Dios el Padre con el Hijo, con el fin de
afirmar su tesis, que el Hijo no es eterno; por eso los
compara diciendo que el Padre no tiene principio, no es
engendrado o creado, mientras que el Hijo, según él,
tiene principio, es engendrado o creado:
“Lo alabamos como el que es sin principio, en contraste a él
[Hijo] que tiene un comienzo. Lo adoramos como el eterno,
en contraste con él quien en el tiempo vino a existir. Él, quien
es sin principio hizo el Hijo, un comienzo de cosas
creadas”[16].
En su carta a Alejandro de Alejandría, Arrio también
dice que antes del tiempo Dios creó a su Hijo unigénito
como una criatura perfecta que adquirió su vida y su ser
del Padre.
“Dios engendro un único-unigénito Hijo antes de los tiempos
eternales… Él hizo que el existiera en su propia voluntad,
inalterable e incambiable. Él era una criatura perfecta de
Dios, pero no como una de las criaturas, él era un
descendiente perfecto, pero no como una de las cosas
engendradas… En la voluntad de Dios él fue creado antes de
los tiempos y de las edades, adquiriendo vida y ser del
Padre”[17].
Uno de los textos claves que usaron los antiguos
arrianos y aun lo usan los modernos para negar la
existencia eterna del Hijo, y para afirmar que él es la
primera criatura hecha por Dios antes de la creación es
este:
“Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de
toda creación” (Col.1:15).
Según la interpretación arriana de este texto, el Hijo
es la primera criatura engendrada o creada por Dios, la
pregunta que surge es esta; ¿Pablo uso el término
“primogénito” para referirse a Cristo como el primer ser
creado? Para dar respuesta a este interrogante, se debe
analizar el contexto de este verso bíblico, el contexto
que los arrianos ignoran, el contexto que enmarca un
himno cantado en la era Apostólica. Pablo insertó este
canto en su carta, para contrarrestar las herejías
gnósticas las cuales negaban la preexistencia divina y la
encarnación del Hijo, por este motivo Pablo les enseña a
los hermanos de Colosa, la supremacía de Cristo sobre
la creación (Col.1:15-17) y su supremacía en la
redención (Col.1:18-20).
En el contexto, Pablo presenta la preexistencia de
Cristo describiéndolo magníficamente como el Hijo de
Dios, y lo muestra como el poseedor del reino celestial;
“El Padre…nos ha librado de la potestad de las tinieblas,
y trasladado al reino de su amado Hijo” (Col.1:13), y lo
introduce como el autor de nuestra salvación, “en quien
tenemos redención por su sangre, el perdón de
pecados” (Col.1:14). Después expone su divinidad, “Él
es la imagen del Dios invisible” y plantea su soberanía
“el primogénito de toda creación” (Col.1:15). En cuanto
a su naturaleza divina, que es el tema de la primera
parte de este verso, lo expondré más adelante, por
ahora me enfocaré en la segunda parte del verso.
Cuando Pablo le atribuye al Hijo, el título de “el
primogénito [prototocos] de toda creación” no lo hace
en referencia a la transliteración del griego
“prototocos”: Proto “primero”, tocos o tikto “dar a luz”,
o cómo se aplica en Lucas 2:7 “el primer nacido”, lo
hace en referencia al liderazgo, a la supremacía. Por
ejemplo, en Génesis 49:3 encontramos una descripción
del título “primogénito” en afinidad a la preeminencia:
“Rubén, tú eres mi primogénito, mi fortaleza, y el
principio de mi vigor; Principal en dignidad, principal
en poder” (Gen.49:3).
El Hijo de Dios es “el Primogénito” o “principal en
dignidad, principal en poder” sobre toda la creación. El
título “Prototocos” aplicado al Hijo de Dios no tiene nada
que ver con tiempo o nacimiento sino con posición, ya
que el término “primogénito” no siempre significa el
primero en nacer, por ejemplo; Dios dijo que el pueblo
de Israel era su hijo “primogénito” (Éx.4:22), y es bien
sabido que Israel no fue la primer nación nacida o
creada, sino más bien la nación que él escogió para
darle preeminencia sobre las demás naciones
(Deut.7:6), de la misma manera lo dice del patriarca y
cabeza de la tribu Rubén que tenía el título de
primogénito por nacimiento (Gen.35:23) pero por haber
tomado la concubina de su padre (Gen.35:22), perdió
ese derecho, el cual fue pasado “a los hijos de José, hijo
de Israel, y no fue contado por primogénito” (1Cro.5:1-
2). De los hijos de José, este título de “Primogénito” no
fue dado al primero que nació, es decir a Manasés, sino
al menor, es decir a Efraín, “porque soy a Israel por
padre, y Efraín es mi primogénito” (Jer.31:9). La razón
es porque Efraín es su objeto especial de amor
(Jer.31:20), y no porque hubiese nacido primero, ya que
de los dos hijos de José, Manasés era el mayor o el
primogénito por nacimiento (Gen.41:51-52), por
consiguiente, Efraín era el menor. Sin embargo Dios lo
escogió y lo llamó su “primogénito” o el principal como
lo percibió Israel cuando los bendijo (Gen.48:14-19).
Igualmente, Pablo usa el término “Primogénito de
toda creación” no en relación a nacimiento para decir
que el Hijo es el “primer ser creado,” sino en sentido de
“preeminencia” debido a que Pablo usa ese mismo
concepto “primogénito” en este mismo bloque, para
decir que Él es “el primogénito de entre los muertos”
(Col.1:18) y el Hijo no es el primer ser nacido o creado
de entre los muertos. Lo que Pablo está enfatizando en
su descripción del Hijo de Dios, es el hecho de que, no
solo es poseedor del reino celestial (Col.1:13) sino
también de toda la creación, teniendo superioridad y
gobernabilidad, o como lo resume Pablo en su contexto,
poseyendo la preeminencia sobre toda la creación y la
redención, ya que “él es antes de todas las cosas, y
todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del
cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el
primogénito de entre los muertos, para que en todo
tenga la preeminencia” (Col.1:17-18), para que en todo
lo creado el Hijo tenga el principado.
Otra manera de definir el título de “Primogénito de la
creación” es direccionando el significado al
antecedente gramatical de esta frase. Miremos cómo
Pablo empieza su argumento del Hijo diciendo que él es
el Heredero del reino y tiene el principado, de la misma
manera como los primogénitos tenían la preeminencia
en la herencia (Deut.21:17). Pablo afirma que, aunque el
“Padre…nos hizo aptos para participar de la herencia
de los santos” (Col.1:12), el Hijo es el poseedor de esa
preeminencia como la posee el primogénito, y por eso lo
llamó “el Primogénito de toda creación,” en un sentido
Hebraico donde se le asigna al heredero de todo este
título o rango de “primogénito,” en este caso; “su amado
Hijo” (Col.1:13). Luego Pablo explica porque Él tiene la
“preeminencia” como heredero de toda “la creación”, y
la razón es lógica:
“porque en él fueron creadas todas las cosas, las que
hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e
invisibles; sean tronos, sean dominios, sean
principados, sean potestades; todo fue creado por
medio de él y para él” (Col.1:16).
El Hijo tiene la preeminencia como “el Primogénito”
sobre toda la creación porque él es su creador y
poseedor, “todo fue creado por medio de él y para él”.
Además, Él es el eterno originador del tiempo y la
materia en el universo; “Y él es antes de todas las
cosas” (Col.1:17a), y Él es el omnipresente y
omnipotente sustentador de la misma, “…y todas las
cosas en él subsisten” (Col.1:17b). Como sustentador, la
escritura dice “todas las cosas en él subsisten
[sunesteken],” el Hijo, es el Dios omnipresente y
omnipotente que mantiene juntas todas las cosas del
mundo microscópico, y todas las cosas del mundo
macroscópico, como las gigantescas galaxias que el
mismo extiende en el universo (Isa.42:5). La palabra
“subsistir” en griego es [sunesteken] y esta palabra
literalmente significa “mantener unido,” es decir, todas
las cosas se mantienen juntas porque el Hijo está
presente en todo lugar del universo al mismo tiempo, y
con su poder ilimitado “mantiene unida toda la
creación” (Col.1:17 NTV), por este motivo el Hijo tiene la
Preeminencia en toda la creación y posee el título de “el
primogénito de toda creación”.
El Hijo también tiene la preeminencia sobre su
pueblo, “él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia”
(Col.1: 18ª) pues Él es “el primogénito entre muchos
hermanos” (Rom.8:29) ya que somos “herederos de Dios
y coherederos con Cristo” (Rom.8:17). El Hijo tiene la
preeminencia sobre el tiempo, “él que es el principio”
(Col.1:18b). El Hijo tiene la preeminencia en la
resurrección de los muertos siendo “el primogénito
[prototocos] de entre los muertos” (Col.1:18c, Ap.1:5),
“proto” es primero y “tocos” también es surgir, el
primero en surgir o levantarse de entre los muertos
(1Cor.15:20, 23), “para que en todo” lo creado y
redimido “tenga la preeminencia” (Col.1:18d).
El principio de la creación de Dios
Cuando Arrio le escribe a su principal oponente
Alejandro, con el fin de defender su tesis, este le afirma
que era imposible aceptar al Hijo como un ser no
engendrado, siendo que el único no engendrado es el
Padre, por lo tanto, “el Hijo no es el principio u origen de
todas las cosas sino únicamente el Padre,” porque
según Arrio, el Hijo es la primera criatura creada por
Dios:
“Porque El [hijo] no es eterno ni co-eterno ni co-originario
con el Padre, ni tiene su ser juntamente con el Padre, como
algunos hablan de relaciones, introduciendo dos principios
no generados, solamente Dios es antes de todas las cosas
como el ser único y Principio de todo. Por lo cual también Él
es antes del Hijo”[18].
Según el pensamiento de los antiguos y modernos
arrianos, o testigos de Jehová, Cristo no es eterno, sino
que es la primera criatura de Dios, ellos sustentan esta
afirmación al citar Apocalipsis 3:14 de una manera
descontextualizada:
“Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí
el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio
[arqué] de la creación de Dios, dice esto” (Ap.3:14).
A primera vista, parece ser que Jesús está
admitiendo que Él es un ser creado, pero si se analiza
correctamente la interpretación, este texto no prueba
que el Hijo es la primera criatura hecha por Dios como el
comienzo de todas las criaturas, más bien prueba que el
Hijo es la fuente, o el origen de todas las cosas “Yo soy
el Alfa y la Omega, el principio [arqué] y el fin, el primero
y el último” (Ap.22:13), es decir, todas las cosas creadas
surgieron de un principio, de una fuente, o de la causa
incausada, llamada “el Principio,” y este “principio” es
el Hijo de Dios, Él es la persona o fuente, de donde todo
fue originado, la Palabra creadora de Dios de donde
surgió todo lo creado (He.11:3, Jn.1:3). Toda la creación
de Dios surgió de este único principio, y por eso es
llamado “el principio [arqué] de la creación de Dios”.
Muchos años antes de que el libro de Apocalipsis
fuese escrito, los judíos llamaban a Dios el “principio de
todas las cosas”, así lo escribió el historiador Flavio
Josefo (37-101 d.C.):
“…Dios contiene todas las cosas, y es un Ser en todos los
sentidos perfecto y feliz, autosuficiente y que suministra a
todos los demás seres; el principio, el medio y el final de
todas las cosas”[19].
Parece que la iglesia de Laodicea por su cercanía a
la iglesia de Colosa había sido afectada por la misma
herejía gnóstica, la cual negaba la pre-existencia eterna
del Hijo y lo presentaba como un ser creado por Dios.
Los arrianos encontraron en su mala interpretación del
texto una aparente evidencia más para demostrar que el
Hijo es un ser creado. Oecumenius, Obispo de Trikka
escribió, a finales del siglo sexto, acerca de esta mala
interpretación arriana:
“El comienzo de la creación de Dios, Juan dice. Lo más
probable es que esa pandilla Arriana de los que pelean
contra Cristo, aducirían este pasaje como si a través de
estas palabras el Hijo fuese traducido en una criatura. Pero
no aceptemos estas palabras impías de ellos…el principio
de la creación de Dios, ¿significa? Nada más que eso, el que
posee el principio en todas las cosas es el ‘gobernante’ de la
creación de Dios. Porque, como el Padre hizo todas las
cosas a través del Hijo, justamente el que es el creador y el
hacedor de todas las cosas y que trajo todas las cosas de la
no existencia a la existencia, gobierna esas cosas hechas
por él”[20].
Otra forma de interpretar “el Principio [arqué] de la
creación de Dios” es traducirlo como el “gobernante
[arqué] de la creación de Dios”. “Arqué” es también
interpretado como gobernador (Lc.12:11, 20:20), “el
soberano de la creación de Dios” (Ap.3:14 NVI), por esta
razón algunos teólogos de la era patrística interpretaron
al Hijo como “el principio gobernante de todo”. Así lo
afirmó Teófilo, un siglo antes del surgimiento del
arrianismo, al hablar del Hijo en su rol eterno con el
Padre, como la Palabra, y su rol de creador y de
gobernador del universo:
“Dios, entonces, teniendo Su propia Palabra interna dentro
de Sus entrañas, lo engendró, emitiéndole junto con Su
propia sabiduría antes que todas las cosas. Él tenía esta
Palabra como un ayudante en las cosas que fueron creadas
por él, y por él hizo todas las cosas. Él es llamado el
principio gobernante [ἁρκή], porque Él gobierna, y es el
Señor de todas las cosas hechas por Él”[21].
En conclusión, las dos más importantes
interpretaciones de “el principio de la creación de Dios”
en la era patrística eran provenientes de la correcta
interpretación del griego [arqué], “causa inicial” de toda
la creación, “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin
él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Jn.1:3), y
también “el gobernante” de la creación de Dios. En
ningún momento el Señor se identifica como el primer
ser creado, ni tampoco los teólogos posteriores a Juan
lo interpretaron de esa manera.
¿El Señor me creó al principio de su obra?
Después de que fuese depuesto de Alejandría (318 o
319 d.C.), Arrio busco refugio en Palestina, y siendo
apoyado por Eusebio de Nicomedia y el historiador
Eusebio de Cesarea, y por otros 320 obispos, quienes le
motivaron a escribir una carta a Alejandro de Alejandría
para aclarar la disputa y justificar su enseñanza, esta
carta dice que el Hijo fue creado antes del tiempo y de
todas las cosas:
“Dios, siendo la causa de todas las cosas, es sin comienzo y
completamente único, pero el el Hijo fue engendrado aparte
del tiempo por el Padre, y siendo creado y fundado (Pr.8:22-
25) desde antes de los siglos, no existía antes de su
generación, sino que, siendo engendrado aparte del tiempo,
antes de todas las cosas, solo fue hecho para subsistir por el
Padre”[22].
Proverbios 8:22 es otro texto clave usado por los
antiguos y modernos arrianos para demostrar que el
Hijo es un ser creado y no es co-eternal y co-sustancial
con el Padre:
“El Señor me creó al principio de su obra, antes de
que él comenzara a crearlo todo” (Pr.8:22 DHH).
Esta mala interpretación del texto por parte de Arrio
fue debido a que en ese tiempo era usada la
Septuaginta, Antiguo Testamento en griego, y esta
versión tradujo erróneamente este texto desde su
idioma original, el hebreo. La palabra “crear” en hebreo
es “bará” y esta no aparece en Proverbios 8:22, aparece
es “qa·ná·ni,” que significa “poseer,” fue en este verbo
donde los traductores de la Septuaginta cometieron el
error de traducirlo como “crear,” y por eso introdujeron
el verbo “crear” que en griego es “ktizo” en vez de la
correcta traducción del Hebreo que era “poseer,” que
en griego seria “ktaomai,” como lo traduce
correctamente la Reina Valera: “Jehová me poseía en el
principio, Ya de antiguo, antes de sus obras” (Pr.8:22),
Es decir, antes de la creación, el Padre ya poseía su
única sabiduría, eternamente la poseía; “Eternamente
tuve el principado, desde el principio, Antes de la tierra”
(Pr.8:23), y esta única sabiduría es el Hijo quien sale del
Padre como el agente constructor de la creación, antes
de que existieran todas las cosas,
“Antes de los abismos fui engendrada; antes que
fuesen las fuentes de las muchas aguas. Antes que
los montes fuesen formados, antes de los collados, ya
había sido yo engendrada” (Pr.8:24-25).
Recordemos que el concepto de engendrar no
significa siempre crear sino surgir, en este caso la única
sabiduría que eternamente estaba con el Padre surgió
para crearlo todo, “Cuando formaba los cielos, allí
estaba yo” (Pr.8:27), la única sabiduría del Padre es
presentado como el artista o diseñador de todas las
cosas, “yo estaba entonces junto a Él, como arquitecto;
y era su delicia de día en día, regocijándome en todo
tiempo en su presencia” (Pr.8:30 BLA). Dios el Padre no
tiene dos sabidurías, una para supuestamente crear un
Hijo, que es aparentemente la otra sabiduría según el
pensamiento arriano. Cristo es la única sabiduría que
eternamente ha residido con el Padre, “Cristo poder de
Dios, y sabiduría de Dios” (1Cor.1:24) y esta única
sabiduría, la cual es increada, es eterna, fue generada o
surgida del Padre para crearlo todo, y después fue
encarnada en este mundo para redimirnos.
Capítulo 3
Jehová el creador único, digno de
adoración.
Evidencia de la divinidad
La noción de Arrio sobre el Hijo era simplemente la
de un “dios” poderoso, pero no todo poderoso; inmortal,
pero no eterno; finito, pero no infinito, un pequeño “dios”
por quien Dios hizo el universo. Esta idea nació en Arrio
y la escribió y la defendió múltiples veces:
“El Hijo tiene esta prerrogativa [ser llamado Hijo] sobre
otros, y por lo tanto es llamado El Unigénito, porque sólo él
fue traído a la existencia por Dios solo, y todas las demás
cosas fueron creadas por Dios a través del Hijo”[23].
Esta es la razón por la cual los testigos de Jehová no
niegan que el Hijo es creador del universo, ellos afirman
que el Hijo fue el único que colaboró con Jehová en la
creación de todas las “demás” cosas. Por eso en sus
textos, e inclusive en su Biblia “Traducción del Nuevo
Mundo”, insertan al texto la palabra “otras” para indicar
que el Hijo es el primer y único ser creado directamente
por Dios, y que las “otras” cosas fueron creadas por el
Hijo. De acuerdo a la Biblia de los testigos de Jehová, el
Hijo es un “dios” pequeño:
“porque por medio de él todas las [otras] cosas
fueron creadas en los cielos y sobre la tierra…
También, él es antes de todas las [otras] cosas y por
medio de él se hizo que todas las [otras] cosas
existieran…” (Col.1:16-17 TNM 1987).
La idea arriana, la cual enseña que el Hijo es parte
de la creación del Dios supremo, tiene sus orígenes en
el gnosticismo del primer siglo, los gnósticos
aseveraban que el Altísimo o Espíritu superior no
habitaba ni tenía contacto con la materia, porque
supuestamente esta era mala. Por este motivo ellos
colocaban a Jesús en una posición inferior a Dios,
diciendo que él era un “aeon” o emanación que fluyó de
Dios, hecho al mismo nivel de los ángeles y de “emiurgo”
el espíritu creador del mundo material; Ireneo escribió
acerca de esta creencia[24]
. Por esta razón, cuando
Pablo escribe a la iglesia de Colosa que estaba afectada
por el gnosticismo, dice claramente que el Hijo no es un
“aeon” o emanación, o criatura espiritual emanada y
separada de Dios, sino que él es el creador de todas las
cosas, incluyendo todas las cosas espirituales. Pablo no
usó en el griego la palabra “otras” cosas, sino que dice
explícitamente que el Hijo creó todas las cosas
materiales y espirituales:
“Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que
hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e
invisibles; sean tronos, sean dominios, sean
principados, sean potestades; todo fue creado por
medio de él y para él” (Col.1:16).
Además, Pablo usó otro argumento para
contrarrestar las ideas falsas de los gnósticos. Dijo que
el Hijo no era ninguna emanación del Supremo, al mismo
nivel de los ángeles, sino que colocó al Hijo, al mismo
nivel del Padre, pues “él es antes de todas las cosas…
para que en todo tenga la preeminencia” (Col.1:17-18).
El Hijo no hace parte de las cosas creadas, él es el
creador de todo, “…y sin él nada de lo que ha sido
hecho, fue hecho” (Jn.1:3).
La iglesia primitiva siempre reconoció que Dios hizo
el universo a través de su Hijo (He.1:2). Jesús es el
creador del universo, por eso el escritor de Hebreos citó
el Salmo 102 para evidenciar la superioridad del Hijo
sobre los ángeles y toda la creación, al decir que él es
Jehová, el inmutable y eterno Creador del universo.
Permítanme citar la versión de los testigos de Jehová:
“Tú en [el] principio, oh Señor, colocaste los
fundamentos de la tierra misma, y los cielos son [las]
obras de tus manos” (He.1:10 TNM 1987).
El escritor de Hebreos tomó esta citación del Salmo
102:25 de la Septuaginta (A.T. en griego). Aunque los
testigos de Jehová no aceptan que el Hijo, el Padre y el
Espíritu Santo son el Jehová del Antiguo Testamento, su
misma Biblia, la Traducción del Nuevo Mundo, registra
que “los cielos son las obras” de las manos de Jehová,
pues si vamos a la fuente de la citación de Hebreos nos
damos cuenta que dice lo mismo, de acuerdo a la Biblia
de los testigos de Jehová: “hace mucho tú colocaste los
fundamentos de la tierra misma, y los cielos son la obra
de tus manos” (Sal.102:25 TNM 1987), y si miramos el
contexto de esta citación, usando su misma Biblia,
confirmamos que el creador del que habla el escritor de
Hebreos es Jehová:
“Porque él ha mirado desde su santa altura, desde los
mismísimos cielos Jehová mismo ha mirado aun a la
tierra… para que el nombre de Jehová se declare en
Sión, y su alabanza en Jerusalén… Procedí a decir:
“Oh Dios mío, no me quites en la mitad de mis días;
tus años son durante todas las generaciones. Hace
mucho tú colocaste los fundamentos de la tierra
misma, y los cielos son la obra de tus manos…”
(Sal.102:19,21, 24-25 TNM 1987).
No hay duda alguna, de acuerdo a la citación del
Salmo 102 hecha por el autor de Hebreos, de que el Hijo
es Jehová el creador, así también lo escribió el autor de
la Epístola a Diogneto, una obra cristiana apologética
del siglo segundo:
“Como uno podría haber imaginado, Él [Dios todopoderoso]
no envió a los hombres algún subordinado, o ángel, o
gobernante, o cualquiera de los que tienen influencia sobre
cosas terrenales, o uno de aquellos a quienes se les ha
confiado el gobierno de las cosas en los cielos, sino al
mismo Creador y Diseñador de todas las cosas - por quien
hizo los cielos... Como el Rey envía a su Hijo, quien también
es Rey, así lo envió; como Dios lo envió; le envió a Él como
[un hombre] a los hombres”[25].
El único ser en el universo con la capacidad de crear
es Dios, esto lo evidencia el profeta Jeremías cuando
señaló diciendo, ningún otro dios creó los cielos y la
tierra sino únicamente el Dios verdadero:
“Más Jehová es el Dios verdadero; él es Dios vivo y
Rey eterno… Les diréis así: Los dioses que no
hicieron los cielos ni la tierra, desaparezcan de la
tierra y de debajo de los cielos” (Jer.10:10-11).
El Hijo no es un “dios” con “d” pequeña. De ser así,
entraría en la categoría de “los dioses que no hicieron
los cielos ni la tierra”. El creador es Jehová el Padre,
quien creó todo a través del Hijo, quien también es
Jehová, el Hijo es Jehová el creador, Jehová el Hijo. Esta
es la evidencia más contundente de su deidad, solo
Jehová Dios es el creador y por este motivo es digno de
toda adoración, “Señor, digno eres de recibir la gloria y
la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y
por tu voluntad existen y fueron creadas” (Ap.4:11).
Al Señor tu Dios adorarás
Los modernos arrianos como los testigos de Jehová
difieren en muchos aspectos de los antiguos; uno de
ellos es la adoración a Cristo. Los modernos no adoran
a Jesús, ya que según ellos el Hijo es una criatura,
mientras que los antiguos mantenían la creencia de que
el Hijo era la primera criatura de Dios, y sin embargo le
rendían adoración en su sistema teológico. Atanasio en
su reporte a los Obispos de Egipto sobre la condena del
arrianismo en Nicea, registró esta práctica y los llamo
idólatras, de acuerdo a sus propias enseñanzas. Tal vez
esta es la razón por la que los testigos de Jehová no
adoran a Cristo.
“Y el apóstol culpa a los gentiles, porque adoran a las
criaturas, diciendo: ‘Sirvieron a la criatura más que a 'Dios'
el Creador’. Pero si estos hombres [los arrianos] dicen que
el Señor es una criatura, y lo adoran como a una criatura,
¿cómo difieren de los gentiles? Si tienen esta opinión, ¿no es
este pasaje también en contra de ellos? y ¿no escribió el
bendito Pablo como culpándolos?”[26].
Si el Hijo fuese el primer ser creado, como dicen los
testigos de Jehová, entonces sería parte de la creación
de Dios y por consiguiente tendría que unirse a toda la
creación de Dios para adorarlo en el cielo. Pero vemos
todo lo contrario, al final de los tiempos toda la creación
se unirá en una sola adoración para adorar al Padre y al
Hijo, porque él es el Dios creador:
“Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la
tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las
cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado
en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la
gloria y el poder, por los siglos de los siglos”
(Ap.5:13).
Notemos que el texto presenta a dos personas como
el objeto de la adoración, “Al que está sentado en el
trono, y al Cordero” mientras que señala directamente
“a todo lo creado” como los adoradores, demostrando
así que El Hijo de Dios o “cordero” no es parte de todo lo
creado que está en el cielo, Él es el creador y por
consiguiente es digno de toda adoración.
De hecho, los testigos de Jehová en su afán de
anular la adoración al Hijo, cambiaron en su Biblia los
textos donde claramente dice que él fue adorado, por
ejemplo; en hebreos dice, “Adórenle [proskuneo] todos
los ángeles de Dios” (He.1:6). La versión de los testigos
dice, “que todos los ángeles de Dios le rindan
homenaje”. Ellos justifican esta traducción diciendo que
“proskuneo” también significa “rendir homenaje” a
alguien, de la misma manera como los hijos de los
profetas se postraron delante de Eliseo sin adorarlo
(2Rey.2:15). El autor de Hebreos cita la Septuaginta, en
el capítulo 1:6:
“Regocijaos, cielos, a par de él y adórenle todos los
ángeles de Dios; regocijaos gentes, con su pueblo, y
confórtense en él, todos los hijos de Dios…”
(Deut.32:43).
En Hebreos 1:6 el verbo griego “proskuneo” es
adorar y este mismo verbo esta aplicado a Dios el
Padre, en otros versos bíblicos (Lc.4:8, Ap.14:7). La
palabra “proskuneo” está repetida en el Nuevo
Testamento 49 veces, y está aplicada a la misma
adoración que está dirigida única y exclusivamente a
Dios: “al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás”
(Mat.4:10).
Esta es otra evidencia más que confirma que el Hijo
es Dios, pues Dios es el único ser en el universo digno
de adoración, y Cristo no rechazó que lo adoraran. Él
fue adorado durante su vida terrenal: fue adorado por
los sabios del Oriente siendo un niño, “Y al entrar en la
casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose,
lo adoraron” (Mat.2:2,11). Fue adorado por sus
discípulos, “Entonces los que estaban en la barca
vinieron y le adoraron” (Mat.14:33). Fue adorado por los
que creyeron que él era el Hijo de Dios, “Y él dijo: Creo,
Señor; y le adoró” (Jn.9:38). Fue adorado por sus
discípulos, después de su resurrección, “Jesús les salió
al encuentro, diciendo: !!Salve! Y ellas, acercándose,
abrazaron sus pies, y le adoraron,” (Mat.28:9). Antes de
su ascensión, “Y cuando le vieron, le adoraron…”
(Mat.28:17). Después de su ascensión, “Ellos, después
de haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran
gozo” (Lc.24:52). La adoración al Hijo era parte de la
liturgia apostólica en las iglesias y en el culto personal,
“El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema”
(1Cor.16:22).
No solo el Nuevo Testamento registra que la iglesia
primitiva reconocía a Jesús como Dios el Hijo, y por eso
lo adoraban. También los escritos de los Padres
Apostólicos, y los escritos de los Apologistas de los
primeros siglos de la era cristiana, registran que Jesús
era adorado por sus seguidores, por el simple hecho de
que él es Dios. Así está registrado en la carta “El
martirio de Policarpo”, obra escrita entre (150-170 d.C.)
por un testigo ocular de la muerte de Policarpo, que
dice: “a Cristo, que es el Hijo de Dios, adoramos, pero a
los mártires los amamos como discípulos e imitadores
del Señor”[27]
. Justino Mártir registró también sobre la
adoración a Jesús como Dios y esto era parte del
servicio en las iglesias del siglo segundo: “Él [Jesús] es
testificado por Él [el Padre] que estableció estas cosas,
como merecedor de ser adorado, como Dios y como
Cristo”[28]
. En otro libro, Justino manifestó:
“Jesucristo…fue crucificado bajo Poncio Pilato,
procurador de Judea, en los tiempos de Tiberio César; y
que razonablemente lo adoramos”[29]
. Esto no indica que
Justino fuese unicitario pues él mismo distinguió a los
miembros de la Trinidad en la misma adoración:
“pero tanto Él [Padre] como el Hijo (que salió de Él y nos
enseñó estas cosas, y el Espíritu profético, los adoramos y
adoramos, conociéndolos en Razón y verdad, y declarando
sin reproches a todos los que quieran aprender, como se nos
ha enseñado”[30].
De hecho, el famoso “Carmen Cristi” o “himno a
Cristo” cantado por la iglesia primitiva que Pablo insertó
en la carta a la iglesia de los Filipenses es una
adoración al Hijo de Dios, donde se exalta: primero, su
preexistencia eterna y su naturaleza divina, “el cual,
siendo en forma de Dios” (Fil.2: 6ª). Segundo, su
igualdad con el Padre, “no estimó el ser igual a Dios”
(Fil.2:6b) y esta igualdad no lo detuvo para venir a
redimirnos “como cosa a que aferrarse” (Fil.2:6c).
Tercero, se reconoce su voluntad de servicio donde se
despojó de esa “forma de Dios” o apariencia gloriosa
propia de la divinidad para tomar otra apariencia, “sino
que se despojó a sí mismo” (Fil.2:7ª) sin despojarse de
su esencia o naturaleza divina sino solo de su “forma”
gloriosa para vestirse de siervo, “tomando forma de
siervo, hecho semejante a los hombres” (Fil.2:7b).
Aunque se despojó de esa forma gloriosa de Dios y tomó
forma de siervo (Isa.42:1) no dejó de ser Dios, sino que
por esta encarnación la persona del Hijo de Dios posee
dos naturalezas: la divina y la humana. Es decir,
mientras era siervo “hecho semejante” a cualquier bebé
y era presentado ante el Señor en el templo (Lc.2:22) y
era exhibido en la cruz como un criminal ante el mundo,
sin embargo él continuaba siendo el Señor de gloria
(Lc.1:43; 1Cor.2:8). Por último se resalta su humillación
y obediencia al Padre, este es el objetivo por el cual
Pablo inserta este himno en esta carta, para que los
hermanos de Filipos tuviesen esta misma mentalidad de
humildad y servicio por los demás (Fil.2:1-5), como la
tuvo cristo “y estando en la condición de hombre, se
humilló a sí mismo” (Fil.2:8ª). Este acto de humillación
del Hijo fue hecho por amor al mundo y obediencia al
Padre en el pacto eterno de redención, “haciéndose
obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil.2:8b),
y por este motivo el Hijo de Dios humanado y humillado
en esa forma de siervo, fue exaltado a su posición
original pero llevando consigo su naturaleza humana
obtenida en la encarnación, y glorificada obtenida en su
resurrección. Reitero, por este acto de humillación y
obediencia, el Padre exaltó la humanidad del Hijo de
Dios al grado de que todo lo creado le rendirá
adoración:
“por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le
dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en
el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que
están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;
y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor,
para gloria de Dios Padre” (Fil.2:9-11).
Esta adoración universal a la persona de Jesús en
sus dos naturalezas, “forma de Dios” y “forma de siervo
resucitado”, es el cumplimiento de la profecía de Isaías,
la cual habla de la adoración universal ante el único Dios
salvador:
“Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la
tierra, porque yo soy Dios, y no hay más. Por mí mismo
hice juramento, de mi boca salió palabra en justicia, y
no será revocada: Que a mí se doblará toda rodilla, y
jurará toda lengua” (Isa.45:22-23).
Pablo concluye que el Dios que describe Isaías ante
quien toda rodilla se doblará es Jesucristo el Dios
hombre, y toda lengua confesará que él es el Señor
soberano del Universo, el Emanuel, Dios con nosotros
(Mat.1:23).
Capítulo 4
El verdadero Dios no da su gloria a
otro
La misma naturaleza divina
Aunque Arrio no negaba la existencia de una
Trinidad, sí negaba la eterna divinidad de las personas
que la componen. Su interpretación de la Trinidad era
muy diferente a la ortodoxa; él decía que el Hijo no tiene
la misma naturaleza que tiene el Padre, por lo tanto, la
gloria del Hijo es diferente a la del Padre. Esto lo
escribió en su tesis “la Talía”:
“Entonces hay una Tríada, no en glorias iguales. Sus seres
no se mezclan entre sí. En cuanto a sus glorias, uno
infinitamente más glorioso que el otro. El Padre en su
esencia es un extranjero para el Hijo, porque existe sin
comienzo”[31].
También en su carta a Alejandro escribió:
“De Dios Él tiene [su] ser, y glorias, y vida, y todas las cosas
son entregadas a Él, en tal sentido Dios es su origen. Porque
Él está sobre Él, como su Dios y siendo antes de Él”[32].
Estas afirmaciones de Arrio atacaban la doctrina de
la co-igualdad de la Trinidad, la cual enseña que el
Padre es igual al Hijo, solo en Hebreos 1:3 se dice que
Jesucristo tiene tres atributos que lo igualan al Padre
celestial:
“Dios… en estos postreros días nos ha hablado por el
Hijo… el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la
imagen misma de su sustancia, y quien sustenta
todas las cosas con la palabra de su poder…” (He.1:1-
3).
Este verso dice que el Hijo posee la misma gloria del
Padre, “siendo el resplandor de su gloria”; tiene la
misma naturaleza del Padre “la imagen misma de su
sustancia”; y tiene el mismo poder del Padre, “quien
sustenta todas las cosas con la palabra de su poder”. A
continuación, analizaré estos tres atributos del Padre,
presentes en el Hijo.
La misma gloria del Padre
“Siendo el resplandor [apaugasma] de su gloria…”
(He.1:3a). El término griego [apaugasma], es una
palabra compuesta; “apo” desde, y “gausma”
resplandor, es decir, “apaugasma” es el resplandor que
fluye desde una naturaleza luminosa, en este caso del
Padre, “Dios es luz” (1Jn.1:5), “que habita en luz…”
(1Tim.6:16). La gloria del Padre emana desde su
naturaleza, “…en Dios hay una majestad terrible” (Job
37:22), y su Hijo es ese resplandor, por eso en la
eternidad futura, según lo que está escrito, la Nueva
Jerusalén:
“…no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en
ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero
es su lumbrera” (Ap.21:23).
El texto paralelo de este pasaje se encuentra en Isaías:
“el sol nunca más te servirá de luz para el día, ni el
resplandor de la luna te alumbrará, sino que Jehová
te será por luz perpetua, y el Dios tuyo por tu gloria”
(Isa.60:19).
La descripción de ambos versos nos da la misma
realidad futura, según Apocalipsis la ciudad será
iluminada por “la gloria de Dios”, y según Isaías “el Dios
tuyo por tu gloria,” en otras palabras, lo que iluminará la
ciudad, será la gloria del Padre, y según Apocalipsis el
resplandor de esa gloria es el Hijo “el Cordero es su
lumbrera” o su luz, como lo confirma Isaías al decir que
esa luz es Jehová, “Jehová te será por luz perpetua”
¡aleluya!. El Hijo es Jehová o la luz perpetua que fluye de
la gloria del Padre.
No se puede desvincular el resplandor perpetuo de
la gloria eterna del Padre. Separar la luz de su fuente, es
como decir que la luz del sol no es parte del mismo
astro, este era el argumento de Orígenes de Alejandría
(184-253 d.C.), lo escribió al defender la unidad del Hijo
con el Padre en una sola esencia de gloria y majestad:
“Pero como citamos el lenguaje de Pablo con respecto a
Cristo, donde dice de Él que él es ‘el resplandor de la gloria
de Dios y la figura expresa de su persona’ (He.1:3), veamos
qué idea formamos de esto. Según Juan, ‘Dios es luz’. El
Hijo unigénito, por lo tanto, es la gloria de esta luz,
procediendo inseparablemente de (Dios) mismo, como el
resplandor de la luz e iluminando a toda la creación”[33].
Decir que hubo un tiempo en que el Hijo no existió, y
que vino a la existencia como la primera creación de
Dios, es tan absurdo como decir que hubo un tiempo en
que Dios no tenía su resplandor, no tenía su Palabra, no
tenía su Sabiduría, no tenía su imagen, no tenía a su
Hijo; es decir, en un tiempo atrás, antes de la creación,
Dios no era Padre porque no tenía a su Hijo, ni tampoco
era Dios hasta que aparentemente creó a su Hijo, que es
su Resplandor, que es su Palabra, que es su Sabiduría, y
que es su Imagen. Definitivamente la doctrina arriana es
un total disparate. La verdad de las escrituras nos revela
que Dios siempre ha existido con su Palabra o Verbo, y
Él es su Hijo eterno (Jn.1:1; Ap.19:13), Dios eternamente
ha existido con su Sabiduría que es su Hijo (Pr.8:23,
1Cor.1:24), Dios perpetuamente ha tenido su
Resplandor e Imagen que es su Hijo (Col.1:15, He.1:3),
Dios el Padre siempre ha existido con su Hijo eterno.
Siendo el Hijo el resplandor de la gloria del Padre, no
se puede hablar de dos glorias, sino de una sola gloria
que los dos comparten, y esta gloria fluye de su
naturaleza divina desde antes de la creación, pues el
Hijo eternamente “existía en forma de Dios” (Fil.2:6
BLA), y por amor a nosotros siendo rico (2Cor.8:9), se
despojó de esa gloria, o de esa majestad terrible en su
apariencia de Dios, sin dejar su esencia interna o
naturaleza divina, para tomar una naturaleza humana
“tomando forma de siervo, hecho semejante a los
hombres” (Fil.2:7). Esta es la razón por la que en su
oración sacerdotal antes de su muerte dijo:
“Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria
que tuve contigo antes que el mundo fuese” (Jn.17:5).
Esto significa que antes de la creación, en la
eternidad pasada, el Hijo compartía la misma gloria con
el Padre. Por otra parte, la Biblia declara que Dios no
comparte su gloria con nadie, “Yo Jehová; este es mi
nombre; y a otro no daré mi gloria…” (Isa.46:8), si
Jehová no comparte su gloria con nadie, entonces la
persona del Padre y la persona del Hijo, que son dos
personas distintas, son el Jehová que no comparte su
gloria con nadie, sino que entre ellos mismos la
comparten desde antes que el mundo fuese, en otras
palabras, la gloria del Padre es la misma gloria del Hijo.
Esto lo confirma el Apóstol Juan, quien obtuvo este
conocimiento de la fuente primaria del conocimiento de
Dios, Jesús, su maestro amado. El Apóstol Juan certificó
que la gloria que Isaías vio de Jehová era la misma
gloria de Jesús en su preexistencia eterna, Isaías
describió esa gloria:
“En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor
sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas
llenaban el templo. Por encima de él había serafines;
cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros,
con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno
al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo,
Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su
gloria… Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava
sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus
ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni
se convierta, y haya para él sanidad” (Isa.6:1-3, 10).
El apóstol Juan identificó “al Señor” que estaba
“sentado sobre un trono alto y sublime” a quienes los
serafines le adoraban diciendo “Santo, santo, santo,
Jehová de los ejércitos”, como el Hijo de Dios en su
gloria eterna, Juan cita este pasaje de Isaías:
“Por esto no podían creer, porque también dijo Isaías:
Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón; Para
que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón,
Y se conviertan, y yo los sane. Isaías dijo esto cuando
vio su gloria, y habló acerca de él” (Jn.12:39-41).
En otras palabras, Isaías vio a la persona del Hijo
como Jehová de los ejércitos, y el apóstol Juan lo
certificó en su evangelio diciendo que Él es Dios, y si
miramos la adoración celestial a Dios en Apocalipsis
nos damos cuenta las similitudes de la adoración
celestial que Isaías vio:
“Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis
alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían
sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba
voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los
ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria.”
(Isa.6:3).
“Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis
alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos;
y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo,
santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el
que es, y el que ha de venir” (Ap.4:8).
Juan en su evangelio dice que la gloria que vio Isaías
era la gloria que fluía del Hijo, por lo tanto, esa
adoración estaba dirigida a Él como Jehová de los
ejércitos, mientras que, en Apocalipsis, Juan tiene una
visión similar a la de Isaías, al ver la misma gloria y la
misma adoración, pero esta vez dirigida al Padre. En
conclusión, la gloria y adoración que vio Isaías de la
persona del Hijo es la misma gloria y adoración que vio
Juan de la persona del Padre, la gloria y la adoración del
único Dios.
La misma naturaleza del Padre
El Hijo, “siendo…la imagen misma de su sustancia”
(He.1:3b). Las escrituras demuestran que la sustancia,
o naturaleza del Padre, es eterna, infinita, indivisible,
inmutable e invisible, y Cristo es la imagen de la esencia
del Dios invisible.
Eternidad
La naturaleza del Padre es eterna; “antes que
naciesen los montes y formases la tierra y el mundo,
desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios” (Sal.90:2), y
si esta naturaleza es eterna, entonces la imagen misma
de esta sustancia también debe ser eterna, o sea el Hijo
es eterno juntamente con el Padre. Esta es la razón por
la que Jesús mismo se le identificó a Juan como el
eterno: “Yo soy el primero y el último” (Ap.1:11, 17; 2:8;
22:13), títulos exclusivos de Dios en el A.T:
“Así dice el Señor, el Rey de Israel, y su Redentor, el
Señor de los ejércitos: “Yo soy el primero y yo soy el
último, y fuera de mí no hay Dios…” (Isa.44:6; 48:12
BLA).
De esta manera el Hijo se identifica diciendo que
solo él es Dios, el Señor absoluto del tiempo y la
historia, el único Creador. Si el Hijo fuese un ser creado
entonces la naturaleza eterna del Padre no tuvo esta
imagen por un tiempo, y esto sería un disparate,
imagínense pensar que el Padre no fue Dios por un
tiempo porque le faltaba algo en su esencia, su imagen,
ya que según los arrianos su imagen no existió por un
tiempo hasta que supuestamente Jehová lo creó, ¡qué
barbaridad!
Inmensidad
Otro aspecto importante de la sustancia del Padre,
es que esta naturaleza es infinita, no tiene dimensiones
espaciales, está presente en todo lugar, esto no quiere
decir que creamos en panteísmo, que cada cosa es
Dios. La sustancia del Padre no puede ser contenida en
ningún lugar (1Rey.8:27, Isa.66:1-2), ya que ese espacio
tendría que ser más grande que su creador, y esto no
tiene sentido porque el creador del espacio, tiempo y
materia es Dios. Ahora, si la naturaleza de Dios es
infinita y está en todo lugar, por encima de toda la
creación, entonces la imagen o apariencia externa de
esa sustancia también tiene que ser infinita, tiene que
estar presente en todo lugar, indicando así que el Hijo o
“la expresión exacta de su naturaleza” (He.1:3 BLA) es
infinito y omnipresente. La omnipresencia del Hijo
(Jn.3:13; Mat.18:20; 28:20) está profundamente
vinculada a la del Padre, y está claramente evidenciada
por sus propias palabras “el que me ama, mi palabra
guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y
haremos morada con él” (Jn.14:23). Tanto el Padre
como el Hijo pueden estar presentes al mismo tiempo en
diferentes lugares, como en los corazones de millones
de cristianos que aman al Señor. Esta es la razón por la
que el Hijo conoce absolutamente todo, de todos los
redimidos y de todos los seres humanos:
“Yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os
daré a cada uno según vuestras obras” (Ap.2:23).
Al estar presente en todo lugar, el Hijo lo conoce
todo. El verso Bíblico anterior, dicho por el Hijo, es una
citación del libro de Jeremías donde Jehová menciona
su capacidad de estudiar la mente de cada ser humano.
Dicha citación confirma que Jesús es Jehová, no el
Padre, sino Jehová el Hijo.
“Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el
corazón, para dar a cada uno según su camino, según
el fruto de sus obras” (Jer.17:10).
El Hijo, o la imagen misma de la sustancia infinita del
Padre que está presente en todo lugar en su total
personalidad, no solo conoce todo de todos los seres
humanos y de la creación, también conoce al Padre en
su total inmensidad, “nadie conoce al Hijo, sino el Padre,
ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo” (Mat.11:27). Solo
un ser de su misma naturaleza e inmensidad infinita y
capacidad intelectual ilimitada, puede conocer al Padre
en su total personalidad e inmensidad, esto quiere decir
que el Hijo es Dios, pues los dos comparten la misma
naturaleza y el Hijo es su misma imagen.
Indivisibilidad
Arrio creía que, si el Padre y el Hijo compartían la
misma esencia y la misma gloria, significaría que Dios
es un ser divisible y alterable como la materia, en su
carta a Alejandro expuso este argumento:
“Pero si los términos ‘de Él’ y ‘desde el seno’, y ‘Salí del
Padre y vuelvo a él’ (Romanos 11: 36; Sal.110:3; Juan 16:28)
son entendidos por algunos como si fuera una parte de Él,
uno en esencia o como una emisión, entonces el Padre
según ellos es [un ser] compuesto y divisible y alterable y
material, y tan lejos como su creencia va, tiene las
circunstancias de un cuerpo, aquel que es el Dios
incorpóreo”[34].
Lo que Arrio no quiso aceptar es que el Hijo es “la
imagen misma de su sustancia”, y la sustancia o
naturaleza del Padre, es indivisible, no está dividida o
compuesta por diferentes partes, su naturaleza es un
todo, de todos sus atributos, por ejemplo: Dios es todo
luz (1Jn.1:5), todo amor (1Jn.4:8), todo fuego
consumidor (He.12:29), todo verdadero, todo Justo, todo
recto (Deut.32:4) …etc. Ahora, si el Hijo es la “imagen
misma de su sustancia” entonces el Hijo es la
manifestación visible de todos los atributos de Dios, es
decir, el Hijo es “la fiel representación de su ser real”
(He.1:3b RV1977), el Hijo es la representación total de
todo el amor, toda la justicia, toda la verdad y toda la
rectitud de Dios. El Hijo posee la inalterable, e
inmaculada naturaleza santa y verdadera del Padre, por
ejemplo; el Hijo se identifica como “El Santo y
Verdadero” (Ap.3:7 RV2015), y al Padre se le atribuye
que en su naturaleza también es el “Santo y verdadero”
(Ap.6:10 RV2015). Ningún ser creado tiene esta
capacidad de representar totalmente la sustancia de
Dios, tiene que ser Dios mismo, el texto no dice “la
imagen misma de [una parte de] su sustancia” si no de
todo su ser o naturaleza, porque el Hijo es Dios.
Inmutabilidad
Otra realidad revelada es que la sustancia o
naturaleza del Padre es inmutable, es decir no es
cambiable, Dios es inalterable en su ser, en Él “no hay
mudanza, ni sombra de variación” (Stg.1:17), el tiempo
no le afecta a Él, “yo Jehová no cambio” (Mal.3:6).
Ahora, si la naturaleza del Padre es inmutable, su
imagen también tiene que ser incambiable, de hecho, la
Biblia registra que el Hijo es inmutable, el autor de
Hebreos cita el Salmo 102:25-27 para hacer un
contraste entre la mutabilidad del universo y la
inmutabilidad del Hijo:
“Ellos perecerán, mas tú permaneces; Y todos ellos
se envejecerán como una vestidura, Y como un
vestido los envolverás, y serán mudados; Pero tú eres
el mismo, Y tus años no acabarán” (He.1:11-12).
La razón es obvia, el Hijo posee la misma naturaleza
inmutable del Padre, porque el Hijo es Dios; “Jesucristo
es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (He.13:8).
Invisibilidad
Por otra parte, la sustancia o naturaleza del Padre es
invisible, no puede ser vista:
“Él “habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los
hombres ha visto ni puede ver” (1Tim.6:16).
Es un hecho que “nadie ha visto jamás a Dios” el
Padre (1Jn 4:12), pues Él mismo le dijo a Moisés, “nadie
puede verme y seguir con vida” (Éx.33:20). Si la
naturaleza de Dios es invisible entonces ¿Por qué en el
A.T. se registra a personas viendo a Jehová? La
respuesta es revelada por la misma escritura, el Hijo es
“la imagen misma de su sustancia” (He.1:3b), el Hijo es
“la imagen del Dios invisible” (Col.1:15, 2 Cor.4:4).
Jesús es la representación visual del Padre cuya
naturaleza es invisible, “no que alguno haya visto al
Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al
Padre” (Jn.6:46) y en su encarnación “él le ha dado a
conocer” (Jn.1:18). Esta es la razón por la que el Dios
invisible se apareció a través de su imagen, es decir a
través del Hijo, Jehová Hijo se le apareció en una
teofanía a Abraham (Gn.18:1-33), a Jacob (Gn.32:28-30),
a Manoa y su esposa (Jue.13:21-22), a Isaías (Isa.6:1-2),
entre otros. Así lo interpretaron los discípulos de los
discípulos de los Apóstoles, en el siglo segundo, como lo
fue Justino Mártir (150 d.C.) quien afirmó esta doctrina,
al escribir en su obra “Primera Apología”:
“El padre del universo tiene un Hijo; quien también, siendo la
primera Palabra de Dios engendrada, es incluso Dios. Y de
antiguo apareció en forma de fuego y en la semejanza de un
ángel a Moisés y a los demás profetas; pero ahora, en los
tiempos de tu reinado, habiéndose, como antes dijimos,
convertido en Hombre por una virgen...”[35].
En su obra “Diálogo con Trifón” volvió a escribir
sobre estas manifestaciones visibles de Dios el Hijo en
el A.T. en sus diferentes formas:
“Y que Cristo siendo Señor y Dios, el Hijo de Dios, y
apareciendo anteriormente en poder como Hombre, y Ángel,
y en la gloria del fuego como en la zarza, así también se
manifestó en el juicio ejecutado en Sodoma, se ha
demostrado plenamente por lo que se ha dicho”[36].
Todas estas visualizaciones de Jehová en el A.T., no
eran más que teofanías del Hijo, el cual es la imagen del
Padre invisible. Esta es la razón por la cual ningún
profeta pudo decir, “El que me ha visto a mí, ha visto al
Padre” (Jn.14:9), solo la imagen o representación visual
de la invisibilidad del Padre puede revelarlo, porque solo
el Hijo está unido a la naturaleza del Padre, “Yo y el
Padre uno somos” (Jn.10:30). Esta conclusión fue
descrita por Tertuliano quien falleció cien años antes
del concilio de Nicea, cuando resaltó la unidad en la
sustancia de la Trinidad al refutar las ideas unicitarias
de Práxeas:
“…la estrecha conexión del Padre en el Hijo, y del Hijo en el
Paráclito, produce tres personas coherentes, quienes aún
son distintos uno de otro. Estos tres son una sola esencia, no
una sola persona, como es dicho, ‘Yo y el Padre somos Uno’,
Juan 10:30 con respecto a la unidad de la sustancia no
singularidad de número [de las personas]”[37].
Si la naturaleza del Padre es infinita, indivisible,
inmutable e invisible, y el Hijo es la representación
visual de esta naturaleza, “siendo…la imagen misma de
su sustancia” (He.1:3b), entonces se concluye que la
naturaleza del Hijo también es infinita, indivisible e
inmutable, pues el Hijo representa visiblemente esta
naturaleza invisible del Padre celestial.
Objeción arriana
Los arrianos modernos, en este caso los testigos de
Jehová, apelan a la teología histórica para decir que la
iglesia de los primeros siglos no enseñaba la doctrina de
la co-igualdad, el Padre y el Hijo son iguales en
naturaleza, y la doctrina de la co-sustancialidad, el
Padre y el Hijo poseen una misma naturaleza. Los
testigos de Jehová, citan a Orígenes, el teólogo de
Alejandría, para decir que la iglesia, antes del concilio
de Nicea, enseñaba que el Hijo es inferior al Padre en
naturaleza. Ellos citan:
“El Dios y Padre, que mantiene unido el universo, es superior
a todo ser que existe, porque imparte a cada uno de su
propia existencia lo que cada uno es; el Hijo, siendo menor
que el Padre, es superior solo a las criaturas
racionales…”[38].
Con esta citación, los enemigos de la doctrina de la
Trinidad, acusan a Orígenes de subordinista,
supuestamente el Hijo es inferior al Padre en naturaleza,
no obstante, esta subordinación expresada por
Orígenes no es ontológica o “subordinación de
naturaleza”, sino más bien “subordinación funcional”, es
decir, subordinación en las funciones o roles adquiridos
por los miembros de la Trinidad en el pacto eterno de
redención, para la creación y redención. Me explico: la
Biblia enseña que el Hijo en su naturaleza es igual al
Padre (He.1:3) porque ambos comparten una misma
naturaleza divina y eterna (Jn.10:30), pero por su rol de
salvador, el Hijo “se despojó así mismo” (Fil.2:6) de su
gloria y prerrogativas celestiales para encarnarse y
asumir el rol de siervo al someterse al Padre. Por esta
humillación, Jesús es inferior al Padre, a esto se le llama
“subordinación funcional”, mientras que la
“subordinación natural” como lo interpretan los
arrianos, dice que el Hijo es inferior al Padre porque
supuestamente el Padre no comparte su gloria, ni
naturaleza con nadie, por lo tanto, la naturaleza del Hijo,
según los arrianos, es creada y diferente a la del Padre,
la cual es increada. Este punto de la “subordinación
funcional” del Hijo al Padre en la creación y redención,
lo expandiré en el capítulo seis.
Teólogos modernos niegan que Orígenes enseñara
la subordinación natural, ya que en esta misma obra,
dos capítulos después del pasaje citado arriba,
Orígenes explicó que, en la naturaleza de la Trinidad,
ninguno de sus miembros tiene mayor preferencia, o
mayor dignidad, y ninguno puede ser llamado mayor o
menor:
“Nadie puede realmente suponer que nosotros, habiendo
dicho que el Espíritu Santo es conferido solo a los santos, y
que los beneficios u operaciones del Padre y del Hijo se
extienden al bueno y al malo, al justo y al injusto, al hacerlo
damos una preferencia al Espíritu Santo sobre el Padre y el
Hijo, o afirmamos que su dignidad es mayor, lo que
ciertamente sería una conclusión muy ilógica. Porque es la
peculiaridad de Su gracia y sus operaciones [del Espíritu]
que hemos estado describiendo. Además, nada en la
Trinidad puede ser llamado mayor o menor, ya que solo la
fuente de la divinidad contiene todas las cosas por Su
palabra y razón, y por el Espíritu de Su boca santifica todas
las cosas que son dignas de santificación…No hay
diferencia en la Trinidad, sino lo que es llamado el don del
Espíritu que se da a conocer a través del Hijo y es operado
por Dios el Padre”[39].
Además, Orígenes en el año (248 d.C.), setenta y
siete años antes del concilio de Nicea, escribió en su
obra “Contra Celsus” sobre la igualdad en divinidad que
hay entre el Padre y el Hijo, pues ambos son dignos de
adoración, y también habló sobre la unidad que hay
entre el Padre y el Hijo en una sola esencia o naturaleza:
“Por lo tanto, adoramos al Padre de la verdad, y al Hijo, que
es la verdad; y estos, si bien son dos, considerados como
personas o subsistencias, son uno en unidad de
pensamiento, en armonía y en identidad de voluntad. Tan
enteramente son uno, que aquel que ha visto al Hijo, ‘que es
el resplandor de la gloria de Dios, y la imagen expresa de Su
persona’, ha visto en Aquel que es la imagen de Dios, Dios
mismo”[40].
Aunque las enseñanzas de Orígenes están sujetas a
debate, lo que sí está claro es que en Alejandría de
donde surgió el Arrianismo, al norte del África, la
teología en la época de Orígenes (184-153 d.C.) era
Trinitaria, no era arriana, ni se enseñaba el
“subordinacionismo natural”. En la misma obra citada
para acusarlo de subordinacionista, Orígenes negó la
supuesta creación del Hijo, como lo afirmaban algunos
herejes de aquel entonces que precedieron a los
arrianos, y afirmó la creencia de la unidad eterna de las
tres personas de la Trinidad en una misma esencia o
naturaleza, concluyendo así, que el Hijo no es creado, Él
es eterno y no tiene principio de días, y su naturaleza es
la misma del Padre, él escribió:
“Porque no decimos, como suponen los herejes, que parte
de la sustancia de Dios se convirtió en el Hijo, o que el Hijo
fue procreado por el Padre a partir de cosas que no existían,
es decir, más allá de su propia sustancia, de modo que hubo
una vez en que Él [Hijo] no existió... Juan también indica que
Dios es Luz, y Pablo también declara que el Hijo es el
esplendor de la luz eterna. Como la luz, en consecuencia,
nunca podría existir sin esplendor, tampoco se puede
entender que el Hijo existe sin el Padre; porque a Él se le
llama ‘la imagen expresa de Su persona’, y la Palabra y la
Sabiduría. ¿Cómo, entonces, puede afirmarse que hubo una
vez en que Él no era el Hijo? Porque eso no es otra cosa que
decir que hubo una vez en que Él no era la Verdad, ni la
Sabiduría, ni la Vida, aunque en todos estos se lo considera
la esencia perfecta de Dios el Padre; porque estas cosas no
pueden separarse de Él, ni siquiera pueden separarse de su
esencia…Las declaraciones hechas con respecto al Padre,
al Hijo y al Espíritu Santo deben ser entendidas como
trascendiendo todo el tiempo, todas las edades y toda la
eternidad. Porque solo la Trinidad excede la comprensión no
solo de la inteligencia temporal, sino también de la
eterna”[41].
En conclusión, la Biblia y la iglesia universal siempre
han enseñado que el Hijo de Dios nunca ha tenido
principio o comienzo de días; Él siempre ha existido con
el Padre (Jn.1:18), siempre ha estado unido al Padre en
una misma naturaleza, “Yo y el Padre uno somos”
(Jn.10:30). Esta unión natural y eterna nunca ha tenido
un comienzo, el Hijo siempre ha existido en el Padre, “yo
soy en el Padre, y el Padre en mí” (Jn.14:10), el Hijo
siempre ha sido “la imagen misma de su sustancia”
(He.1:3b), Él siempre ha sido la imagen eterna, infinita,
indivisible, inmutable e invisible de la esencia de Dios.
El mismo poder del Padre
El Hijo es “…quien sustenta todas las cosas con la
palabra de su poder” (He.1:3c). No hay discusión para
determinar si el Padre es el Todopoderoso (2Cor.6:18);
el debate surge cuando se cuestiona si este atributo
divino está también presente en el Hijo. La Biblia declara
que el Hijo es el Todopoderoso que ha de venir:
“He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y
los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra
harán lamentación por él. Sí, amén. Yo soy el Alfa y la
Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que
era y que ha de venir, el Todopoderoso” (Ap.1:7-8).
Los oponentes a su divinidad argumentan diciendo
que el “Todopoderoso” de Apocalipsis 1:7 es el Padre y
no el Hijo. La pregunta obvia y que surge de este verso
es: ¿quién es el que viene en las nubes y luego promete
que ha de venir? ¿Es el Padre o el Hijo que ha de venir
en las nubes y todo ojo le verá? Por supuesto, el Hijo es
el que ha de venir quien también se identifica en este
mismo verso como “el Alfa y la Omega” (Ap.1:11), y el
“principio y fin” que ha de venir muy pronto;
“He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo,
para recompensar a cada uno según sea su obra. Yo
soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero
y el último…Yo Jesús he enviado mi ángel para daros
testimonio de estas cosas en las iglesias…”
(AP.22:12-13,16).
El Hijo es el Todopoderoso, pues Él tiene el mismo
poder del Padre, y ambos comparten la misma
capacidad ilimitada de hacer cualquier cosa, “…todo lo
que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”
(Jn.5:19). Solo el Todopoderoso es capaz de crear todas
las cosas, y el Hijo creó todas las cosas y las creó para
él, “todo fue creado por medio de él y para él”
(Col.1:16), y mantiene juntas todas las cosas en toda la
creación, “todas las cosas en él subsisten” (Col.1:17).
No solo mantiene juntas todas las cosas al estar
presente en todo el universo, sino que él “sustenta todas
las cosas con la palabra de su poder” (He.1:3c).
“Sustentar” en el griego es [feron], y este verbo en este
verso está escrito en modo participio, voz activa,
significa “llevando adelante”, dando a entender que es
un concepto dinámico, no estático. El autor no ve la obra
de Cristo sosteniendo el universo como un peso muerto,
como los antiguos griegos veían a Atlas sosteniendo el
mundo, el autor ve al Hijo con la Palabra de su poder
sustentando y llevando todas las cosas del universo a un
objetivo, a un cataclismo universal por causa del pecado
en la creación, por eso el Hijo está llevando el universo a
“la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas,
para que queden las inconmovibles” (He.12:27).
Edwin Hubble descubrió en el año 1929 que el
universo estaba en expansión, y la Biblia ya nos decía
que Dios estaba “llevando adelante” todas las cosas del
universo. Isaías, 700 años antes de Cristo, ya había
escrito que “él extiende los cielos como una cortina, los
despliega como una tienda para morar” (Isa.40:22). Los
científicos solo descubren algunas leyes que Él creó
para sustentar el universo, imagínense si él Hijo retira
alguna de esas leyes como la gravedad por un instante,
se ocasionaría una catástrofe universal, sin embargo, el
Hijo “sustenta todas las cosas con la palabra de su
poder”. Él lleva adelante todas las cosas o está
“extendiendo” y “desplegando” los cielos, para luego
recogerlos y remover las cosas movibles y así
establecer un reino inconmovible.
El Hijo de Dios es quien tiene todo el poder del Padre
para hacer esto, “…los cielos son obra de tus manos.
Ellos perecerán… Y como un vestido los envolverás, y
serán mudados…” (He.1:10-12), y así como el Hijo
sustenta todas las cosas con su palabra, con esa misma
palabra los va a destruir, Pedro escribió acerca de este
cataclismo universal:
“pero los cielos y la tierra que existen ahora, están
reservados por la misma palabra, guardados para el
fuego en el día del juicio y de la perdición de los
hombres impíos… los cielos pasarán con grande
estruendo, y los elementos ardiendo serán
deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay
serán quemadas” (2Pe.3:7,10).
El objetivo de “llevar todas las cosas” o “sustentar
todas las cosas” con la palabra de su poder, es lograr la
remoción de este universo y la creación de un nuevo
mundo, por eso, “nosotros esperamos, según sus
promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales
mora la justicia” (2Pe.3:13).
En resumen, el Hijo posee la misma gloria del Padre,
“siendo el resplandor de su gloria”; tiene la misma
naturaleza del Padre, “la imagen misma de su
sustancia”; y tiene el mismo poder del Padre, “quien
sustenta todas las cosas con la palabra de su poder”.
Jesús declaró que no existe nada en el Padre exclusivo
en su naturaleza que no sea parte del Hijo, “todo lo que
tiene el Padre es mío” (Jn.16:15), y también dijo que no
existe nada en el Hijo que no sea del Padre, “todo lo mío
es tuyo, y lo tuyo mío” (Jn.17:10). La razón es lógica,
porque el Hijo es Dios juntamente con el Padre y el
Espíritu Santo, así lo definió el escritor cristiano, Ireneo;
“Por lo tanto, Cristo mismo junto con el Padre, es el Dios
de los vivos, que habló a Moisés, y que también se
manifestó a los padres”[42]
.
Capítulo 5
El único Dios verdadero
En su carta a Alejandro de Alejandría, Arrio defendió
su creencia, repitiendo constantemente que Dios es uno
solo, al describirlo con ocho atributos exclusivos del
Padre como un ser único, lo hizo con el objetivo de
excluir al Hijo de la deidad suprema:
“Reconocemos un solo Dios, el único no engendrado, el
único eterno, el único sin principio, el único verdadero, el
único que tiene inmortalidad, el único sabio, el único bueno,
el único soberano”[43].
Este argumento de la unicidad de Dios,
aparentemente era un arma que golpearía la doctrina de
la Trinidad, pero era solamente un bumerán que se le
devolvería a Arrio y le golpearía sus propios
argumentos. La razón era evidente, esos mismos ocho
atributos exclusivos del Padre están también presentes
en el Hijo. Así lo demostraré en el siguiente análisis:
1. El único no engendrado
2. El único eterno
3. El único sin principio
Aunque los tres primeros atributos provienen de
conceptos originados en el pensamiento reflexivo
griego, no provienen de la escritura, el Hijo de Dios
también es “increado, eterno, y sin principio” (Col.1:17;
Jn.8:58). El Hijo comparte este atributo de auto
existencia con el Padre, por eso ambos poseen el mismo
título que los identifica como el único ser que existe
desde antes de todas las cosas y después de todas las
cosas, ambos son “el Alfa y la Omega” (Ap.1:11; 21:6-7).
4. El único verdadero
Este atributo fue tomado de Juan 17:3 “el único Dios
verdadero”, exclusivo del Padre, pero también presente
en el Hijo; “…estamos en el verdadero, en su Hijo
Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna”
(1Jn.5:20).
5. El único que tiene inmortalidad
Arrio tomó este atributo de 1Timoteo 6:16, el
sustantivo “inmortalidad” en griego es [a-thanasia] que
significa “a” no o sin, “thanatos,” muerte, que no está
“sujeto a muerte”. El Padre es el único que no está
sujeto a muerte, es inmortal, lo mismo se dice del Hijo
en su naturaleza divina, Él no está sujeto a muerte:
“Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y
en tres días lo levantaré. Dijeron luego los judíos: En
cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú
en tres días lo levantarás? Mas él hablaba del templo
de su cuerpo” (Jn.2:19-22).
Con esta declaración, Jesús demostró que es una
persona inmortal, que, aunque los judíos iban a matar su
cuerpo, su ser espiritual es eterno, Él es la fuente de
vida de la humanidad (Jn.1:5), por tanto, Él resucitó su
propio cuerpo. El Hijo es Dios, el único que tiene
inmortalidad, pues tiene poder para dar vida a su
creación, inclusive a su propio cuerpo que iba a estar
muerto por tres días:
“Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida,
para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo
de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y
tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento
recibí de mi Padre” (Jn.10:17-18).
El Hijo recibió este mandamiento en el Pacto eterno,
punto que explicaré más adelante. El Hijo es inmortal,
no está sujeto a decadencia, en contraste con el
universo; el autor de Hebreos dice que los cielos
“perecerán, mas tú permaneces” (He.1:11). Cuando el
Hijo toma la forma de siervo, o la naturaleza humana, su
divinidad se unió a un cuerpo sujeto a mortalidad, por
eso murió literalmente en la cruz en su naturaleza
humana, y en su resurrección el Hijo del hombre, recibió
la inmortalidad ya presente en el Padre, presente en el
Hijo (Jn.5:26-27, 1Jn.1:2) y en el Espíritu Santo que es
eterno (He.9:14), y por eso esta naturaleza humana o el
Hijo del hombre se volvió inmortal, y fue constituido
sacerdote “según el poder de una vida indestructible”
(He.7:16).
6. El único sabio
Este atributo es tomado de la doxología de Romanos,
“al único y sabio Dios, sea gloria…” (Rom.16:27).
Obviamente, el Hijo hace parte de ese único y sabio
Dios, porque sencillamente Él es la sabiduría de Dios,
“Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios” (1 Cor.1:24)
(Leer Pr.8:22).
7. El único bueno
La descripción que Dios es el único bueno, es
tomada de las palabras de Cristo, “¿Por qué me llamas
bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios”
(Mar.10:18). Los Arrianos modernos, testigos de Jehová,
también citan este pasaje de la escritura, para decir que
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  • 1.
  • 2. LA TRINIDAD Y SUS DOS ENEMIGOS HISTORICOS El Arrianismo y el Sabelianismo Alexander Ortega Pereira Contenido
  • 3. Parte 1. El Arrianismo, enemigo de la divinidad eterna del Hijo. 1. El origen y la controversia Arriana 2. Doctrinas arrianas 3. Jehová el creador único, digno de adoración. 4. El verdadero Dios no da su gloria a otro 5. El único Dios verdadero 6. El Pacto eterno de Redención 7. El Espíritu Santo en la teología Arriana Parte 2. Sabelianismo, enemigo de la persona eterna del Hijo. 8. El origen y la controversia modalista 9. La Existencia del Hijo, según los unicitarios y trinitarios 10. Argumentos básicos del Unicitarismo 11. La existencia eterna del Hijo en Juan 1:1 y 17:5. 12. Las distinciones del Padre y el Hijo en Filipenses 2:6-11 13. La fórmula Bíblica e histórica del bautismo cristiano Parte 3. La Trinidad, la doctrina Bíblica e Histórica del Cristianismo Ortodoxo.
  • 4. 14. Conciencia trinitaria de los Padres Apostólicos y Apologistas 15. La doctrina de la Trinidad 16. Evidencia de la doctrina de la Trinidad: Génesis 17. Evidencia de la doctrina de la Trinidad: Salmos y los Profetas 18. Evidencia de la doctrina de la Trinidad: Mateo y Marcos 19. Evidencia de la doctrina de la Trinidad: Lucas y Juan 20. Evidencia de la doctrina de la Trinidad: Pablo y Pedro 21. Primeras confesiones de fe de la iglesia Biblias (BLA) Biblia las Américas (BLP) La Palabra (España)
  • 5. (CST) Nueva Versión Internacional Castilian (DHH) Dios Habla Hoy (GTN 1904) Greek Text: Nestle 1904 (JBS) Jubilee Bible 2000 (KJV) King James Versión (LXX) Septuaginta (NBLH) Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy (NTV) Nueva Traducción Viviente (NVI) Nueva Versión Internacional (PDT) Palabra de Dios para Todos (RV 1960) Reina Valera 1960 (RV 1977) Reina Valera 1977 (RV 2015) Reina Valera 2015 (RVC) Reina Valera Contemporánea (RVG) Reina Valera Gómez (TNM 1987) Traducción del Nuevo Mundo 1987
  • 6. Introducción La doctrina de la Trinidad es una de las doctrinas más fundamentales del cristianismo ortodoxo. Posee su historicidad que poco se enseña en las iglesias; lo básico es transmitido en los cursos Bíblicos como parte del discipulado dirigido a los recién convertidos, y lo más avanzado está expuesto en algunas teologías sistemáticas y clases teológicas. Hay una gran necesidad de avanzar desde lo más elemental hasta un conocimiento más pleno de esta maravillosa doctrina. La razón es porque los apologistas antitrinitarios han refinado sus argumentos, usando erróneamente algunas herramientas teológicas, para aparentemente demostrar que nosotros los trinitarios estamos equivocados. Estos enemigos de la doctrina de la Trinidad, apologistas de los testigos de Jehová y unicitarios, aprenden algo de hermenéutica o el arte de la interpretación Bíblica, estudian un poco del idioma original del Nuevo Testamento, griego Koiné, o leen algunas citaciones históricas de los padres de la iglesia, para después de esta aparente “preparación”, hacer algunas citaciones de estas materias en sus exposiciones y demostrar que ellos están en lo correcto y nosotros equivocados. De esta manera, los apologistas antitrinitarios infunden el temor a los que no conocen bien del tema, y confunden a sus oyentes trinitarios que no están preparados para defender su fe, con el fin de presentar su error como la verdad
  • 7. absoluta. Así, a la persona confundida y sin argumentos no le queda otra salida que “reconocer” que aparentemente estaba equivocada, y, por consiguiente, aceptar la herejía como una “verdad Bíblica e histórica”. Adicional a ello, estos oponentes a la doctrina de la Trinidad usan los medios de comunicación, como las redes sociales, para propagar sus posturas antitrinitarias, de tal manera que los argumentos básicos que hemos aprendido para proteger nuestra fe, no son lo suficientemente fuertes para resistir estas embestidas heréticas. Por ejemplo, uno de los textos clásicos que aprendimos en los primeros cursos doctrinales para evidenciar la doctrina de la Trinidad es 1 Juan 5:7 “Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno”. Aunque lo que dice este verso es verdad, lamentablemente, esta citación es un argumento débil a la hora de salvaguardar la fe trinitaria. La razón es porque la doctrina de la Trinidad no la define un solo verso Bíblico, sino toda la revelación que Dios ha hecho de sí mismo en todas las Escrituras. Además, este versículo Bíblico, llamado también la “Coma Juanina” está sujeto a debate en cuanto a su canonicidad. Los expertos en crítica textual del Nuevo Testamento, académicos que estudian los manuscritos antiguos para establecer el texto y el mensaje exacto del griego original, concluyen que este verso no se encuentra en los manuscritos griegos antiguos de la primera epístola de Juan, más bien se halla en la Vulgata Latina (382
  • 8. d.C.), primera Biblia en latín. Los pocos manuscritos que registran este verso son muy recientes, así lo escribe el Dr. James White en su libro “The King James Only Controversy”[1] . Los adversarios de la doctrina de la Trinidad saben muy bien de este asunto, por eso, es imperativo que profundicemos más en el conocimiento de nuestra fe para tener mejores argumentos a la hora defender la doctrina y de enfrentar el error de los herejes. Por esta razón, fui guiado por Dios para escribir esta obra, con el fin de ofrecer a líderes, pastores, maestros y hermanos en general, algunos conocimientos que por la gracia del Señor he adquirido en mis estudios de Teología, para que todos estemos “…siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza…” (1Pe.3:15) que hay en nosotros. Este libro permite conocer con más detalle la naturaleza, relación y funcionalidad de los miembros de la Trinidad. También demuestra que el Hijo de Dios es eterno, no tiene origen, está unido natural y eternamente al Padre. Evidencia el error doctrinal de los arrianos, actuales testigos de Jehová, los cuales promulgan la supuesta creación del Hijo. Comprueba Bíblica e históricamente que el Hijo de Dios es el eterno Dios, diferente al Padre, y al Espíritu Santo. Exhibe los orígenes heréticos del arrianismo y unicitarismo. Descubre los errores doctrinales de estas dos corrientes teológicas antitrinitarias. Expone claramente la unicidad del ser de Dios, y su manifestación simultánea de las tres personas de la deidad.
  • 9. Corrobora, a través de fuentes primarias, la fe trinitaria de la iglesia primitiva a través de los padres apostólicos y apologistas. Presenta evidencias internas del A.T y N.T de la manifestación simultánea de las tres personas de la Trinidad. Finalmente, expone los primeros credos trinitarios. Con el fin de lograr estos objetivos, usaré y explicaré algunos conceptos teológicos que envuelven esta doctrina, los cuales, para algunas personas son nuevos y para otros ya son conocidos. La composición del libro es de veintiún capítulos, distribuidos en tres partes: la primera, dedicada al “Arrianismo”; la segunda, al “Unicitarismo”; y la última, a la doctrina de la “Trinidad”. La dinámica del libro es cronológica, de modo descendente. Así, la primera parte inicia desde el conflicto arriano y su resolución en el concilio de Nicea (325 d.C.), la segunda parte desciende en el tiempo para exponer el conflicto modalista o unicitario (190-230 d.C.), hasta llegar a la tercera parte del libro donde se explora la doctrina de la Trinidad en la era apostólica, primer siglo. Cada parte del libro inicia con un capítulo, y termina con otro de trasfondo histórico. En todos los capítulos se hace apología o defensa de la fe, usando la hermenéutica y en ocasiones la exégesis, o análisis gramatical desde el griego, combinado con algunas citaciones de los padres de la iglesia que corroboran la correcta interpretación de los versos Bíblicos a tratar. Mi expectativa primaria con esta obra es que el Dios trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, sea glorificado, que el cuerpo de Cristo sea edificado, y que nosotros sus
  • 10. ministros estemos enteramente preparados para la defensa y preservación de nuestra fe trinitaria. Parte 1 El Arrianismo, enemigo de la deidad eterna del Hijo “sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre” Hebreos 7:3
  • 11. Capítulo 1 El origen y la controversia arriana
  • 12. Trasfondo histórico La iglesia primitiva no solo tuvo gran éxito en la expansión del evangelio y de las doctrinas cristianas en el mundo de aquel entonces, también se enfrentó a fuertes debates teológicos con sus adversarios. En sus inicios luchó fervientemente contra los gnósticos y los judíos, quienes tenían algo en común: negaban la deidad de Jesús. Estos adversarios de la fe influyeron profundamente en la doctrina cristiana, en el siglo segundo y tercero, a tal punto que lograron concebir dentro de la iglesia dos herejías que atacaban la doctrina de la divinidad de Cristo y la Trinidad: el Monarquianismo Dinámico, también llamado el Adopcionismo; y el Monarquianismo Modalista, también llamado Sabelianismo o Unicitarismo. El término “Monarquianismo” proviene de la existencia de Dios como un rey o un solo monarca. El término “dinámico” corresponde a la manifestación de este monarca a través de un hijo que él mismo adoptó; y el término “modalista” compete a la manifestación en el mundo de este monarca en diferentes modos o formas. Hipólito de Roma (170-235, d.C.), quien fue discípulo de Ireneo, el discípulo de Policarpo de Esmirna el último de los discípulos del Apóstol Juan, escribió acerca de estos dos errores doctrinales, explicando sus principales creencias con respecto a la herejía del adopcionismo: “Jesús era un (mero) hombre, nacido de una virgen, según el designio del Padre. Después de haber vivido de manera sin indistinción con todos los hombres y se había convertido eminentemente religioso, subsecuentemente a su bautismo
  • 13. en el Rio Jordán, El recibió a Cristo, que vino de arriba y descendió (sobre él) en la forma de una paloma. Esta fue la razón, según Teodoto, que poderes milagrosos no operaron dentro de él antes de la manifestación en él de ese Espíritu que descendió y que lo proclama ser el Cristo”[2]. Con relación al Monarquianismo modalista, expresó que los unicitarios de aquel entonces, Calixto y otros, veían a Dios como una sola persona revelada en tres modos: Padre, Hijo y Espíritu Santo. “Calixto alega que el Logos mismo es el Hijo y es el mismo Padre. Aunque llamado por un título diferente, en realidad, es un Espíritu indivisible. Y sostiene que el Padre no es una persona, mientras que el Hijo es otra, sino que ellos son uno y es la misma persona.... Y el afirma que el Espíritu, que se encarnó en la Virgen, no es alguien diferente del Padre, pero que es uno y es la misma persona”. [3] Estas dos creencias erróneas fueron las más populares y las más refutadas desde el siglo segundo hasta el siglo cuarto. Aunque fueron condenadas, a través del tiempo tuvieron mutaciones y por tal razón fueron acogidas por reconocidos teólogos. Uno de ellos fue Pablo de Samósata (200-272 d.C.), obispo o presbítero de Antioquía, quien combinó el “Monarquismo dinámico” con el “Monarquismo modalista”, y como resultado de esta mezcla surgió la creencia de una sola persona en la deidad, separando así a Jesús del Padre para presentarlo solo como una criatura especial. Pablo de Samósata decía que Jesús recibió en su bautismo el “logos” o capacidades sobrenaturales para hacer milagros y supuestamente este “logos” se apartó con su muerte. Con esta afirmación negó la divinidad y la pre-existencia eterna
  • 14. de Jesucristo. Este pensamiento fue acogido por otro teólogo seguidor de su enseñanza, Luciano de Antioquía (240-312 d.C.) quien también modificó las enseñanzas de su mentor Pablo de Samósata, y de esta manera le otorgó al Hijo un poco de divinidad. Por último, Luciano le transmitió sus ideas a su alumno Arrio en la escuela de Antioquia de Siria. La controversia arriana Arrio (250-336 d.C.) fue un presbítero del distrito de Baucalis en Alejandría, Egipto. Él creía que el Hijo de Dios era un ser creado y negaba que fuera de la misma esencia o naturaleza del Padre. Arrio aceptaba que Dios era único y no compartía ni su gloria, ni su esencia con nadie. Él llegó a estas conclusiones debido a su afán de preservar la unicidad en la deidad contra las ideas modalistas de Sabelio, el propagador del unicitarismo (Jesús solo), así lo afirma el libro “Arrianismo: Herejía romana y Credo Bárbaro”: “Arrio... se opone a la escuela de teología común en Egipto y en Libia que identifica a Dios Padre y Dios Hijo con el uno y el otro (Modalismo/ Sabelianismo) ... Esforzándose por mantener y enfatizar la singularidad de Dios, Arrio formula una separación drástica entre el Padre y el hijo”[4]. El principal oponente de Arrio fue Alejandro quien fue nombrado obispo de Alejandría en el mismo año de su ordenamiento (313 d.C.). El historiador de la iglesia, Sócrates de Constantinopla (Siglo V), reportó el origen de la controversia[5] ; dice que cuando Alejandro expuso en su iglesia la unidad del Padre y del Hijo en la deidad y la similitud de los dos, Arrio reaccionó de inmediato acusándolo de Sabeliano (unicitario), doctrina ya
  • 15. condenada en diferentes sínodos. Como consecuencia, las iglesias en Alejandría se dividieron tomando dos posiciones: la fe tradicional Trinitaria y la nueva fe Arriana. Aparentemente, Arrio tuvo más astucia en la proliferación de su fe en los años posteriores, arrastrando tras sí a muchos diáconos y presbíteros. Esto hizo que Alejandro convocara un sínodo en Alejandría (320 d.C.) donde 36 presbíteros y 44 diáconos condenaron esta nueva doctrina. Pero, aun así, no detuvo el avance vertiginoso del Arrianismo, sino que se propagó más, en aquellas regiones, al seducir más presbíteros. Por consiguiente, Alejandro convocó un concilio de todas las iglesias en Egipto (321 d.C.), allí Arrio defendió su creencia reafirmando que “el Hijo no podía ser co-eternal con el Padre, ni tampoco compartía su misma sustancia o naturaleza”. Esto hizo que los 100 participantes de este concilio lo pusieran bajo maldición, pero en vez de retractarse, partió para Palestina donde fue acogido por otros obispos o pastores, entre ellos, fue apoyado por Eusebio de Nicomedia quien le ayudó a diseminar su nueva doctrina a través de su influencia política en el Mediterráneo Oriental. También le ayudaron Eusebio de Cesarea y otros obispos prominentes, creando así una gran división doctrinal dentro de la iglesia oriental y latina, y un gran problema para el Imperio Romano. El debate en Egipto ya no era en discursos y argumentos, en templos y calles, los arrianos recurrían a la violencia física para defender sus doctrinas. El emperador Romano Constantino tuvo que intervenir enviando una carta a los dos obispos con el fin de
  • 16. mantener la unidad de la iglesia. En respuesta a esta carta imperial, Alejandro y Arrio defendieron sus posiciones, esto hizo que el emperador convocara el primer concilio ecuménico de las iglesias en Nicea de Bitinia, actualmente Turquía, el 14 de junio del año 325 d.C.[6] Este concilio albergó 300 obispos, de los cuales 298 condenaron el Arrianismo como herejía, y ordenaron al exilio a sus maestros. Basados en la enseñanza Bíblica y la tradición apostólica de la Trinidad, establecieron el credo de Nicea como doctrina fundamental de la ortodoxia cristiana de las iglesias latinas y griegas. Este dice: “Creemos en un solo Dios, Padre Todopoderoso, creador de todas las cosas visibles e invisibles; y en un solo Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, unigénito nacido del Padre, es decir, de la sustancia del Padre; Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no creado; de la misma naturaleza que el Padre; por quien todo fue hecho: tanto lo que hay en el cielo como en la tierra; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó y se encarnó, se hizo hombre, padeció y resucitó al tercer día, (y) subió a los cielos, vendrá a juzgar a vivos y muertos; y [creemos] en el Espíritu Santo. Y a los que dicen: hubo un tiempo en que no existió y: antes de ser engendrado no existió y: fue hecho de la nada o de otra hipóstasis o naturaleza, pretendiendo que el Hijo de Dios es creado y sujeto de cambio y alteración, a éstos los anatematiza la Iglesia Universal Apostólica”[7]. Después de este concilio ecuménico, el emperador mandó a quemar todos los escritos arrianos, incluido su obra “Talía” donde estaba su tesis anti-trinitaria, escrita cuando fue expulsado por Alejandro de la iglesia en Egipto, específicamente cuando estaba con Eusebio. El
  • 17. edicto imperial que obligaba a quemar cualquier material de Arrio decía: “…hago una orden pública, de que si se descubriese que alguien esconde un escrito compuesto por Arrio, y no lo lleva inmediatamente a su destrucción por fuego, la pena será la muerte”[8] . Esta es la razón por la que hay pocos escritos de Arrio, oficialmente se reconoce solo tres cartas: una dirigida a Alejandro de Alejandría, la otra a Eusebio de Nicomedia y la tercera a Constantino. Hay citaciones de sus discípulos, y las de sus oponentes que nos certifican de la fe original Arriana. Atanasio reportó a los obispos de Egipto la manera como se dio el veredicto, y como se declaró a Arrio, hereje, y como se declaró su doctrina una herejía: “Por mantener estas y otras opiniones similares, Arrio fue declarado hereje... Porque los Obispos que se reunieron de todas partes en el Concilio de Nicea, comenzaron a escuchar estas declaraciones, y todos con una sola voz condenaron esta herejía a causa de ellos, y la anatematizaron, declarando que era ajena y alejada de la fe de la iglesia. No fue una compulsión lo que condujo a los jueces a esta decisión, pero todos ellos reivindicaron deliberadamente la verdad: y lo hicieron de manera justa y correcta”[9]. Básicamente, la disputa de Arrio con Alejandro fue por causa de una mala interpretación Bíblica. Arrio y sus seguidores basaron su creencia en versos Bíblicos aislados de sus contextos, y por ello concluyeron que Dios el Padre es el único Dios, y que el Hijo es un “dios” pequeño que fue creado. Aunque el arrianismo fue condenado como herejía, muchos de sus seguidores continuaron predicando estas enseñanzas en diferentes
  • 18. regiones y épocas. En la reforma fue predicado en Europa por Fausto Socino, fundador del “Socinianismo”. En el periodo moderno fue acogido en Estados Unidos por Charles Taze Rusell (1852-1916), el fundador de los “Testigos de Jehová”, entre otras denominaciones pseudocristianas. En los siguientes capítulos analizaré estas doctrinas arrianas a la luz de la Palabra de Dios y la Teología Histórica. Capítulo 2 Doctrinas arrianas De su obra “Talía” (abundancia) sobreviven algunos fragmentos citados por su oponente Atanasio, el discípulo de Alejandro. Con la ayuda del Señor haré un análisis del pensamiento arriano basado en estos escritos, y por supuesto haré una defensa bíblica e histórica de la fe ortodoxa. El Engendrado-Unigénito del Padre
  • 19. En los nueve primeros versos de su obra “Talía” Arrio hizo un contraste entre Dios el Padre y el Hijo, aduciendo que el Hijo tiene principio, es engendrado o creado, mientras que el Padre no tiene principio, no es engendrado o creado, Arrio escribió: “Dios mismo entonces, en su propia naturaleza, es inefable por todos los hombres. Él solo no tiene a alguien igual, no hay nadie similar, y nadie tiene la misma gloria. Lo llamamos, el no engendrado, en contraste a él quien por naturaleza es engendrado [el hijo]….Lo produjo como un hijo para sí mismo al engendrarlo. Él [Hijo] no tiene ninguna de las características distintivas del propio ser de Dios. Porque Él no es igual, no, ni uno en esencia con Él”[10]. Cuando Arrio y sus seguidores del pasado y del presente, como los actuales testigos de Jehová, definen al Hijo como un ser que “por naturaleza es engendrado” por Dios el Padre, quien, según ellos, “lo produjo como un hijo para sí mismo al engendrarlo,” lo hacen basándose en algunos textos que dicen: “unigénito del Padre” (Jn.1:14), “el unigénito Hijo” (Jn.1:18), “su Hijo unigénito” (Jn.3:16, 1Jn.4:19) y “unigénito Hijo de Dios” (Jn.3:18). Según la postura arriana, si el Hijo es el Unigénito, entonces es engendrado, y si es engendrado es creado, y si es creado entonces no es eterno, tuvo un principio, y por consiguiente no es Dios. El término “unigénito” en el texto griego es [monogenes], palabra compuesta por un adjetivo “mono” que es “único” y el verbo “ginomai” que es “clase o tipo,” de aquí se podría traducir, el Hijo que es “único en su tipo”. Para los arrianos “unigénito” [monogenes] es “el único hijo engendrado”. De esta interpretación ellos deducen que el Hijo es el único ser
  • 20. engendrado por el Padre, pero este término “unigénito” [monogenes] no puede ser siempre interpretado en relación a la fecundación humana como “el único hijo engendrado” ya que esta palabra está repetida en Hebreos donde dice: “por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito…” (He.11:17), y Abraham no solo engendró a Isaac, también a Ismael quien fue el primero o mayor, entre otros hijos (Gen.25:1-2,6). Aparte del significado “único en su clase”, “unigénito” puede ser interpretado en relación a tiempo, “ginomai” también significa “surgir, aparecer en la historia, venir al escenario (Mat.13:21 NVI)”, razón por la cual se dice que el Hijo es el único que estaba con el Padre desde antes del comienzo de todas las cosas: “Antes del comienzo del mundo ya existía la Palabra, la Palabra estaba con Dios y era Dios” (Jn.1:1 PDT). De hecho la Biblia dice que la Palabra de Dios no es algo aparte de Dios que él creó, más bien revela que es eterna: “Tu palabra, Señor, es eterna, y está firme en los cielos.” (Sal.119:89 CST). Luego, la única Palabra surgió del Padre para crearlo todo, “Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca… Porque él dijo, y fue hecho; Él mandó y existió” (Sal.33:6,9). Justino Mártir (100-165 d.C.), uno de los primeros apologistas quien enseñó y defendió la religión cristiana en Asia Menor y en Roma, explicó acerca de la existencia eterna del Hijo como la Palabra de Dios, que residía con el Padre, y también ilustró la manera cómo la Palabra surgió del Padre, o fue engendrado para crear todo lo que existe:
  • 21. “Pero para el Padre de todos, que no ha sido engendrado, no se le da ningún nombre. [...] Y Su Hijo, la Palabra, que también estaba con Él y fue engendrado antes de las obras, cuando al principio Él creó y arregló todas las cosas por Él, se llama Cristo”[11]. Los Arrianos modernos (Testigos de Jehová) usan este concepto Bíblico de “engendrar” aplicado a Cristo, interpretándolo desde el punto de vista humano de “nacimiento” o “surgimiento”, pues ellos deducen que si fue engendrado tuvo un principio y si tuvo un principio entonces antes no existía, y por lo tanto no era eterno, sino que fue creado, esta es la razón por la cual ellos citan el siguiente texto para negar la existencia eterna del Hijo: “Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, Yo te he engendrado hoy, y otra vez: Yo seré a él Padre, Y él me será a mí hijo?” (He.1:5 RV1960). Ellos aseguran a través de este texto que el Hijo es engendrado o creado antes de toda la creación. Pero para interpretar correctamente este verso, se debe entender por el contexto de la carta a los Hebreos, que el autor está haciendo referencia, no a la naturaleza divina del Hijo, sino más bien a su naturaleza humana engendrada por el Padre. La citación es tomada de la Septuaginta, A.T. en griego, del Salmo 2:7, donde se hace una referencia clara a la promesa de la venida del Mesías como también lo citó Pablo: “nosotros también os anunciamos el evangelio de aquella promesa hecha a nuestros padres, la cual Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros,
  • 22. resucitando a Jesús; como está escrito también en el salmo segundo: Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy” (Hch.13:33). Dr. Kavin Rowe, profesor del Nuevo Testamento en “Duke Divinity School”, Carolina del Norte, U.S.A., dice que la citación “Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy” no niega “…que el Hijo es eternamente theos [Dios]”, más bien enseña sobre su encarnación: “Es decir, el “engendramiento” del Hijo, no apunta a la creación del Hijo, sino al comienzo de su vida humana en el reino humano…”[12] . El Salmo 2:7 es una promesa de la venida, o encarnación del mesías, citado por el autor de Hebreos, y predicado por el apóstol Pablo. En cumplimiento a esta promesa, Jesús fue engendrado por Dios en el vientre de María (Mat.1:20), en su naturaleza humana por su puesto, y por eso fue llamado el “engendrado” (He.5:5, 1Jn.5:18). Pero en su naturaleza divina siempre ha sido Dios y nunca tuvo un comienzo, así lo dice el autor de Hebreos cuando relaciona el misterioso origen de Melquisedec y su sacerdocio perpetuo con la eternidad del Hijo al decir, “que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios” (He.7:3). Melquisedec es hecho semejante al Hijo de Dios en cuanto a su origen y su fin enigmático, pues la Biblia calla con respecto al nacimiento y muerte de Melquisedec, pero si habla de la eternidad del Hijo y afirma que Él no “tiene principio de días, ni fin de vida”, por lo tanto, el autor de Hebreos en este verso ratifica que el Hijo de Dios es eterno. Arrio no tuvo en cuenta el texto Bíblico, ni los escritos Apostólicos que registraron sobre la eternidad
  • 23. del Hijo, por ejemplo; Ignacio de Antioquía (36-108 d.C.), amigo cercano de Policarpo el discípulo del Apóstol Juan, creía que Jesús es Dios y no es creado; “Hay un médico que posee tanto carne como Espíritu; hecho y no hecho; Dios existiendo en carne; la verdadera vida en la muerte; tanto de María como de Dios; primero pasible y luego impasible, incluso Jesucristo nuestro Señor”. [13] En los primeros siglos, la iglesia primitiva interpretaba este concepto de “engendrar” y “unigénito” como el surgimiento de la Palabra eterna para crear el universo. Teófilo de Antioquía (quien murió 181 d.C.) dio una clara y poderosa explicación de cómo el Hijo de Dios es engendrado y no creado, ilustrando de una forma comprensible como el Hijo era Dios y como estaba en el Padre desde antes de la creación: “Adán dijo que él había oído la voz. Pero ¿qué otra cosa es esta voz, sino la Palabra de Dios, que también es su Hijo? No como los poetas y escritores de mitos que hablaban de los hijos de los dioses engendrados de relaciones [con las mujeres], pero como la verdad se revela, la Palabra, que siempre existe, que reside en el corazón de Dios [seno del Padre]. Porque antes que todas las cosas surgieran, Él [Padre] lo tenía como consejero, siendo su propia mente y el pensamiento. Pero cuando Dios deseo hacer todo lo que Él determino, el Padre engendró esta Palabra al pronunciarla, salió de la divinidad para crear el universo... Juan, dice: En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, Juan 1: 1 mostrando que al principio Dios estaba solo, y la Palabra en Él. Entonces dice: La Palabra era Dios; todas las cosas vinieron a existir por medio de él; y sin él ninguna otra cosa vino a existir. La Palabra, entonces, siendo Dios, y siendo naturalmente producida de Dios, cada vez que el Padre del universo quiere, él la envía a cualquier lugar; y Él, viniendo,
  • 24. es a la vez visto y oído, siendo enviado por Él, y es hallado en un lugar”[14]. La iglesia primitiva no interpretó el concepto “unigénito” [monogenes] como “el único hijo engendrado o creado” sino como “el único en su clase” que siempre existió con el Padre y de Él “surgió” o fue “engendrado” como su Palabra eterna para crear todas las cosas como lo escribió Justino Mártir y Teófilo. También debemos considerar que el adjetivo “unigénito” en Juan 1:18 no solo esta aplicado al Hijo, hay otras versiones griegas más antiguas que dicen [monogenes theos] que traduciría “El Unigénito Dios”[15] . En estos papiros antiguos, se habla del Hijo como Dios, pero que no es el Padre, “Nadie ha visto jamás a Dios; el unigénito Dios, que está en el seno del Padre, Él lo ha dado a conocer” (Jn.1:18 NBLH), otras versiones traducen [monogenes] como “único” en vez de “unigénito;” “Nadie ha visto jamás a Dios; pero el Único, que es Dios, está íntimamente ligado al Padre. Él nos ha revelado a Dios.” (Jn.1:18 NTV). Queda claro que el concepto “unigénito,” no significa creado como resultado de engendrar sino más bien como calidad de “único en su clase,” que surgió del Padre en la creación como la Palabra creadora. El Primogénito de la creación Al continuar con este análisis de los nueve primeros versos de su obra “Talía”, hallamos que Arrio hace un contraste entre Dios el Padre con el Hijo, con el fin de afirmar su tesis, que el Hijo no es eterno; por eso los compara diciendo que el Padre no tiene principio, no es
  • 25. engendrado o creado, mientras que el Hijo, según él, tiene principio, es engendrado o creado: “Lo alabamos como el que es sin principio, en contraste a él [Hijo] que tiene un comienzo. Lo adoramos como el eterno, en contraste con él quien en el tiempo vino a existir. Él, quien es sin principio hizo el Hijo, un comienzo de cosas creadas”[16]. En su carta a Alejandro de Alejandría, Arrio también dice que antes del tiempo Dios creó a su Hijo unigénito como una criatura perfecta que adquirió su vida y su ser del Padre. “Dios engendro un único-unigénito Hijo antes de los tiempos eternales… Él hizo que el existiera en su propia voluntad, inalterable e incambiable. Él era una criatura perfecta de Dios, pero no como una de las criaturas, él era un descendiente perfecto, pero no como una de las cosas engendradas… En la voluntad de Dios él fue creado antes de los tiempos y de las edades, adquiriendo vida y ser del Padre”[17]. Uno de los textos claves que usaron los antiguos arrianos y aun lo usan los modernos para negar la existencia eterna del Hijo, y para afirmar que él es la primera criatura hecha por Dios antes de la creación es este: “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación” (Col.1:15). Según la interpretación arriana de este texto, el Hijo es la primera criatura engendrada o creada por Dios, la pregunta que surge es esta; ¿Pablo uso el término “primogénito” para referirse a Cristo como el primer ser creado? Para dar respuesta a este interrogante, se debe
  • 26. analizar el contexto de este verso bíblico, el contexto que los arrianos ignoran, el contexto que enmarca un himno cantado en la era Apostólica. Pablo insertó este canto en su carta, para contrarrestar las herejías gnósticas las cuales negaban la preexistencia divina y la encarnación del Hijo, por este motivo Pablo les enseña a los hermanos de Colosa, la supremacía de Cristo sobre la creación (Col.1:15-17) y su supremacía en la redención (Col.1:18-20). En el contexto, Pablo presenta la preexistencia de Cristo describiéndolo magníficamente como el Hijo de Dios, y lo muestra como el poseedor del reino celestial; “El Padre…nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo” (Col.1:13), y lo introduce como el autor de nuestra salvación, “en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados” (Col.1:14). Después expone su divinidad, “Él es la imagen del Dios invisible” y plantea su soberanía “el primogénito de toda creación” (Col.1:15). En cuanto a su naturaleza divina, que es el tema de la primera parte de este verso, lo expondré más adelante, por ahora me enfocaré en la segunda parte del verso. Cuando Pablo le atribuye al Hijo, el título de “el primogénito [prototocos] de toda creación” no lo hace en referencia a la transliteración del griego “prototocos”: Proto “primero”, tocos o tikto “dar a luz”, o cómo se aplica en Lucas 2:7 “el primer nacido”, lo hace en referencia al liderazgo, a la supremacía. Por ejemplo, en Génesis 49:3 encontramos una descripción del título “primogénito” en afinidad a la preeminencia:
  • 27. “Rubén, tú eres mi primogénito, mi fortaleza, y el principio de mi vigor; Principal en dignidad, principal en poder” (Gen.49:3). El Hijo de Dios es “el Primogénito” o “principal en dignidad, principal en poder” sobre toda la creación. El título “Prototocos” aplicado al Hijo de Dios no tiene nada que ver con tiempo o nacimiento sino con posición, ya que el término “primogénito” no siempre significa el primero en nacer, por ejemplo; Dios dijo que el pueblo de Israel era su hijo “primogénito” (Éx.4:22), y es bien sabido que Israel no fue la primer nación nacida o creada, sino más bien la nación que él escogió para darle preeminencia sobre las demás naciones (Deut.7:6), de la misma manera lo dice del patriarca y cabeza de la tribu Rubén que tenía el título de primogénito por nacimiento (Gen.35:23) pero por haber tomado la concubina de su padre (Gen.35:22), perdió ese derecho, el cual fue pasado “a los hijos de José, hijo de Israel, y no fue contado por primogénito” (1Cro.5:1- 2). De los hijos de José, este título de “Primogénito” no fue dado al primero que nació, es decir a Manasés, sino al menor, es decir a Efraín, “porque soy a Israel por padre, y Efraín es mi primogénito” (Jer.31:9). La razón es porque Efraín es su objeto especial de amor (Jer.31:20), y no porque hubiese nacido primero, ya que de los dos hijos de José, Manasés era el mayor o el primogénito por nacimiento (Gen.41:51-52), por consiguiente, Efraín era el menor. Sin embargo Dios lo escogió y lo llamó su “primogénito” o el principal como lo percibió Israel cuando los bendijo (Gen.48:14-19).
  • 28. Igualmente, Pablo usa el término “Primogénito de toda creación” no en relación a nacimiento para decir que el Hijo es el “primer ser creado,” sino en sentido de “preeminencia” debido a que Pablo usa ese mismo concepto “primogénito” en este mismo bloque, para decir que Él es “el primogénito de entre los muertos” (Col.1:18) y el Hijo no es el primer ser nacido o creado de entre los muertos. Lo que Pablo está enfatizando en su descripción del Hijo de Dios, es el hecho de que, no solo es poseedor del reino celestial (Col.1:13) sino también de toda la creación, teniendo superioridad y gobernabilidad, o como lo resume Pablo en su contexto, poseyendo la preeminencia sobre toda la creación y la redención, ya que “él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Col.1:17-18), para que en todo lo creado el Hijo tenga el principado. Otra manera de definir el título de “Primogénito de la creación” es direccionando el significado al antecedente gramatical de esta frase. Miremos cómo Pablo empieza su argumento del Hijo diciendo que él es el Heredero del reino y tiene el principado, de la misma manera como los primogénitos tenían la preeminencia en la herencia (Deut.21:17). Pablo afirma que, aunque el “Padre…nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos” (Col.1:12), el Hijo es el poseedor de esa preeminencia como la posee el primogénito, y por eso lo llamó “el Primogénito de toda creación,” en un sentido Hebraico donde se le asigna al heredero de todo este
  • 29. título o rango de “primogénito,” en este caso; “su amado Hijo” (Col.1:13). Luego Pablo explica porque Él tiene la “preeminencia” como heredero de toda “la creación”, y la razón es lógica: “porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él” (Col.1:16). El Hijo tiene la preeminencia como “el Primogénito” sobre toda la creación porque él es su creador y poseedor, “todo fue creado por medio de él y para él”. Además, Él es el eterno originador del tiempo y la materia en el universo; “Y él es antes de todas las cosas” (Col.1:17a), y Él es el omnipresente y omnipotente sustentador de la misma, “…y todas las cosas en él subsisten” (Col.1:17b). Como sustentador, la escritura dice “todas las cosas en él subsisten [sunesteken],” el Hijo, es el Dios omnipresente y omnipotente que mantiene juntas todas las cosas del mundo microscópico, y todas las cosas del mundo macroscópico, como las gigantescas galaxias que el mismo extiende en el universo (Isa.42:5). La palabra “subsistir” en griego es [sunesteken] y esta palabra literalmente significa “mantener unido,” es decir, todas las cosas se mantienen juntas porque el Hijo está presente en todo lugar del universo al mismo tiempo, y con su poder ilimitado “mantiene unida toda la creación” (Col.1:17 NTV), por este motivo el Hijo tiene la Preeminencia en toda la creación y posee el título de “el primogénito de toda creación”.
  • 30. El Hijo también tiene la preeminencia sobre su pueblo, “él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia” (Col.1: 18ª) pues Él es “el primogénito entre muchos hermanos” (Rom.8:29) ya que somos “herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Rom.8:17). El Hijo tiene la preeminencia sobre el tiempo, “él que es el principio” (Col.1:18b). El Hijo tiene la preeminencia en la resurrección de los muertos siendo “el primogénito [prototocos] de entre los muertos” (Col.1:18c, Ap.1:5), “proto” es primero y “tocos” también es surgir, el primero en surgir o levantarse de entre los muertos (1Cor.15:20, 23), “para que en todo” lo creado y redimido “tenga la preeminencia” (Col.1:18d). El principio de la creación de Dios Cuando Arrio le escribe a su principal oponente Alejandro, con el fin de defender su tesis, este le afirma que era imposible aceptar al Hijo como un ser no engendrado, siendo que el único no engendrado es el Padre, por lo tanto, “el Hijo no es el principio u origen de todas las cosas sino únicamente el Padre,” porque según Arrio, el Hijo es la primera criatura creada por Dios: “Porque El [hijo] no es eterno ni co-eterno ni co-originario con el Padre, ni tiene su ser juntamente con el Padre, como algunos hablan de relaciones, introduciendo dos principios no generados, solamente Dios es antes de todas las cosas como el ser único y Principio de todo. Por lo cual también Él es antes del Hijo”[18]. Según el pensamiento de los antiguos y modernos arrianos, o testigos de Jehová, Cristo no es eterno, sino que es la primera criatura de Dios, ellos sustentan esta
  • 31. afirmación al citar Apocalipsis 3:14 de una manera descontextualizada: “Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio [arqué] de la creación de Dios, dice esto” (Ap.3:14). A primera vista, parece ser que Jesús está admitiendo que Él es un ser creado, pero si se analiza correctamente la interpretación, este texto no prueba que el Hijo es la primera criatura hecha por Dios como el comienzo de todas las criaturas, más bien prueba que el Hijo es la fuente, o el origen de todas las cosas “Yo soy el Alfa y la Omega, el principio [arqué] y el fin, el primero y el último” (Ap.22:13), es decir, todas las cosas creadas surgieron de un principio, de una fuente, o de la causa incausada, llamada “el Principio,” y este “principio” es el Hijo de Dios, Él es la persona o fuente, de donde todo fue originado, la Palabra creadora de Dios de donde surgió todo lo creado (He.11:3, Jn.1:3). Toda la creación de Dios surgió de este único principio, y por eso es llamado “el principio [arqué] de la creación de Dios”. Muchos años antes de que el libro de Apocalipsis fuese escrito, los judíos llamaban a Dios el “principio de todas las cosas”, así lo escribió el historiador Flavio Josefo (37-101 d.C.): “…Dios contiene todas las cosas, y es un Ser en todos los sentidos perfecto y feliz, autosuficiente y que suministra a todos los demás seres; el principio, el medio y el final de todas las cosas”[19]. Parece que la iglesia de Laodicea por su cercanía a la iglesia de Colosa había sido afectada por la misma herejía gnóstica, la cual negaba la pre-existencia eterna
  • 32. del Hijo y lo presentaba como un ser creado por Dios. Los arrianos encontraron en su mala interpretación del texto una aparente evidencia más para demostrar que el Hijo es un ser creado. Oecumenius, Obispo de Trikka escribió, a finales del siglo sexto, acerca de esta mala interpretación arriana: “El comienzo de la creación de Dios, Juan dice. Lo más probable es que esa pandilla Arriana de los que pelean contra Cristo, aducirían este pasaje como si a través de estas palabras el Hijo fuese traducido en una criatura. Pero no aceptemos estas palabras impías de ellos…el principio de la creación de Dios, ¿significa? Nada más que eso, el que posee el principio en todas las cosas es el ‘gobernante’ de la creación de Dios. Porque, como el Padre hizo todas las cosas a través del Hijo, justamente el que es el creador y el hacedor de todas las cosas y que trajo todas las cosas de la no existencia a la existencia, gobierna esas cosas hechas por él”[20]. Otra forma de interpretar “el Principio [arqué] de la creación de Dios” es traducirlo como el “gobernante [arqué] de la creación de Dios”. “Arqué” es también interpretado como gobernador (Lc.12:11, 20:20), “el soberano de la creación de Dios” (Ap.3:14 NVI), por esta razón algunos teólogos de la era patrística interpretaron al Hijo como “el principio gobernante de todo”. Así lo afirmó Teófilo, un siglo antes del surgimiento del arrianismo, al hablar del Hijo en su rol eterno con el Padre, como la Palabra, y su rol de creador y de gobernador del universo: “Dios, entonces, teniendo Su propia Palabra interna dentro de Sus entrañas, lo engendró, emitiéndole junto con Su propia sabiduría antes que todas las cosas. Él tenía esta Palabra como un ayudante en las cosas que fueron creadas
  • 33. por él, y por él hizo todas las cosas. Él es llamado el principio gobernante [ἁρκή], porque Él gobierna, y es el Señor de todas las cosas hechas por Él”[21]. En conclusión, las dos más importantes interpretaciones de “el principio de la creación de Dios” en la era patrística eran provenientes de la correcta interpretación del griego [arqué], “causa inicial” de toda la creación, “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Jn.1:3), y también “el gobernante” de la creación de Dios. En ningún momento el Señor se identifica como el primer ser creado, ni tampoco los teólogos posteriores a Juan lo interpretaron de esa manera. ¿El Señor me creó al principio de su obra? Después de que fuese depuesto de Alejandría (318 o 319 d.C.), Arrio busco refugio en Palestina, y siendo apoyado por Eusebio de Nicomedia y el historiador Eusebio de Cesarea, y por otros 320 obispos, quienes le motivaron a escribir una carta a Alejandro de Alejandría para aclarar la disputa y justificar su enseñanza, esta carta dice que el Hijo fue creado antes del tiempo y de todas las cosas: “Dios, siendo la causa de todas las cosas, es sin comienzo y completamente único, pero el el Hijo fue engendrado aparte del tiempo por el Padre, y siendo creado y fundado (Pr.8:22- 25) desde antes de los siglos, no existía antes de su generación, sino que, siendo engendrado aparte del tiempo, antes de todas las cosas, solo fue hecho para subsistir por el Padre”[22]. Proverbios 8:22 es otro texto clave usado por los antiguos y modernos arrianos para demostrar que el
  • 34. Hijo es un ser creado y no es co-eternal y co-sustancial con el Padre: “El Señor me creó al principio de su obra, antes de que él comenzara a crearlo todo” (Pr.8:22 DHH). Esta mala interpretación del texto por parte de Arrio fue debido a que en ese tiempo era usada la Septuaginta, Antiguo Testamento en griego, y esta versión tradujo erróneamente este texto desde su idioma original, el hebreo. La palabra “crear” en hebreo es “bará” y esta no aparece en Proverbios 8:22, aparece es “qa·ná·ni,” que significa “poseer,” fue en este verbo donde los traductores de la Septuaginta cometieron el error de traducirlo como “crear,” y por eso introdujeron el verbo “crear” que en griego es “ktizo” en vez de la correcta traducción del Hebreo que era “poseer,” que en griego seria “ktaomai,” como lo traduce correctamente la Reina Valera: “Jehová me poseía en el principio, Ya de antiguo, antes de sus obras” (Pr.8:22), Es decir, antes de la creación, el Padre ya poseía su única sabiduría, eternamente la poseía; “Eternamente tuve el principado, desde el principio, Antes de la tierra” (Pr.8:23), y esta única sabiduría es el Hijo quien sale del Padre como el agente constructor de la creación, antes de que existieran todas las cosas, “Antes de los abismos fui engendrada; antes que fuesen las fuentes de las muchas aguas. Antes que los montes fuesen formados, antes de los collados, ya había sido yo engendrada” (Pr.8:24-25). Recordemos que el concepto de engendrar no significa siempre crear sino surgir, en este caso la única
  • 35. sabiduría que eternamente estaba con el Padre surgió para crearlo todo, “Cuando formaba los cielos, allí estaba yo” (Pr.8:27), la única sabiduría del Padre es presentado como el artista o diseñador de todas las cosas, “yo estaba entonces junto a Él, como arquitecto; y era su delicia de día en día, regocijándome en todo tiempo en su presencia” (Pr.8:30 BLA). Dios el Padre no tiene dos sabidurías, una para supuestamente crear un Hijo, que es aparentemente la otra sabiduría según el pensamiento arriano. Cristo es la única sabiduría que eternamente ha residido con el Padre, “Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios” (1Cor.1:24) y esta única sabiduría, la cual es increada, es eterna, fue generada o surgida del Padre para crearlo todo, y después fue encarnada en este mundo para redimirnos. Capítulo 3 Jehová el creador único, digno de adoración. Evidencia de la divinidad La noción de Arrio sobre el Hijo era simplemente la de un “dios” poderoso, pero no todo poderoso; inmortal, pero no eterno; finito, pero no infinito, un pequeño “dios” por quien Dios hizo el universo. Esta idea nació en Arrio y la escribió y la defendió múltiples veces:
  • 36. “El Hijo tiene esta prerrogativa [ser llamado Hijo] sobre otros, y por lo tanto es llamado El Unigénito, porque sólo él fue traído a la existencia por Dios solo, y todas las demás cosas fueron creadas por Dios a través del Hijo”[23]. Esta es la razón por la cual los testigos de Jehová no niegan que el Hijo es creador del universo, ellos afirman que el Hijo fue el único que colaboró con Jehová en la creación de todas las “demás” cosas. Por eso en sus textos, e inclusive en su Biblia “Traducción del Nuevo Mundo”, insertan al texto la palabra “otras” para indicar que el Hijo es el primer y único ser creado directamente por Dios, y que las “otras” cosas fueron creadas por el Hijo. De acuerdo a la Biblia de los testigos de Jehová, el Hijo es un “dios” pequeño: “porque por medio de él todas las [otras] cosas fueron creadas en los cielos y sobre la tierra… También, él es antes de todas las [otras] cosas y por medio de él se hizo que todas las [otras] cosas existieran…” (Col.1:16-17 TNM 1987). La idea arriana, la cual enseña que el Hijo es parte de la creación del Dios supremo, tiene sus orígenes en el gnosticismo del primer siglo, los gnósticos aseveraban que el Altísimo o Espíritu superior no habitaba ni tenía contacto con la materia, porque supuestamente esta era mala. Por este motivo ellos colocaban a Jesús en una posición inferior a Dios, diciendo que él era un “aeon” o emanación que fluyó de Dios, hecho al mismo nivel de los ángeles y de “emiurgo” el espíritu creador del mundo material; Ireneo escribió acerca de esta creencia[24] . Por esta razón, cuando Pablo escribe a la iglesia de Colosa que estaba afectada
  • 37. por el gnosticismo, dice claramente que el Hijo no es un “aeon” o emanación, o criatura espiritual emanada y separada de Dios, sino que él es el creador de todas las cosas, incluyendo todas las cosas espirituales. Pablo no usó en el griego la palabra “otras” cosas, sino que dice explícitamente que el Hijo creó todas las cosas materiales y espirituales: “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él” (Col.1:16). Además, Pablo usó otro argumento para contrarrestar las ideas falsas de los gnósticos. Dijo que el Hijo no era ninguna emanación del Supremo, al mismo nivel de los ángeles, sino que colocó al Hijo, al mismo nivel del Padre, pues “él es antes de todas las cosas… para que en todo tenga la preeminencia” (Col.1:17-18). El Hijo no hace parte de las cosas creadas, él es el creador de todo, “…y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Jn.1:3). La iglesia primitiva siempre reconoció que Dios hizo el universo a través de su Hijo (He.1:2). Jesús es el creador del universo, por eso el escritor de Hebreos citó el Salmo 102 para evidenciar la superioridad del Hijo sobre los ángeles y toda la creación, al decir que él es Jehová, el inmutable y eterno Creador del universo. Permítanme citar la versión de los testigos de Jehová: “Tú en [el] principio, oh Señor, colocaste los fundamentos de la tierra misma, y los cielos son [las] obras de tus manos” (He.1:10 TNM 1987).
  • 38. El escritor de Hebreos tomó esta citación del Salmo 102:25 de la Septuaginta (A.T. en griego). Aunque los testigos de Jehová no aceptan que el Hijo, el Padre y el Espíritu Santo son el Jehová del Antiguo Testamento, su misma Biblia, la Traducción del Nuevo Mundo, registra que “los cielos son las obras” de las manos de Jehová, pues si vamos a la fuente de la citación de Hebreos nos damos cuenta que dice lo mismo, de acuerdo a la Biblia de los testigos de Jehová: “hace mucho tú colocaste los fundamentos de la tierra misma, y los cielos son la obra de tus manos” (Sal.102:25 TNM 1987), y si miramos el contexto de esta citación, usando su misma Biblia, confirmamos que el creador del que habla el escritor de Hebreos es Jehová: “Porque él ha mirado desde su santa altura, desde los mismísimos cielos Jehová mismo ha mirado aun a la tierra… para que el nombre de Jehová se declare en Sión, y su alabanza en Jerusalén… Procedí a decir: “Oh Dios mío, no me quites en la mitad de mis días; tus años son durante todas las generaciones. Hace mucho tú colocaste los fundamentos de la tierra misma, y los cielos son la obra de tus manos…” (Sal.102:19,21, 24-25 TNM 1987). No hay duda alguna, de acuerdo a la citación del Salmo 102 hecha por el autor de Hebreos, de que el Hijo es Jehová el creador, así también lo escribió el autor de la Epístola a Diogneto, una obra cristiana apologética del siglo segundo: “Como uno podría haber imaginado, Él [Dios todopoderoso] no envió a los hombres algún subordinado, o ángel, o gobernante, o cualquiera de los que tienen influencia sobre
  • 39. cosas terrenales, o uno de aquellos a quienes se les ha confiado el gobierno de las cosas en los cielos, sino al mismo Creador y Diseñador de todas las cosas - por quien hizo los cielos... Como el Rey envía a su Hijo, quien también es Rey, así lo envió; como Dios lo envió; le envió a Él como [un hombre] a los hombres”[25]. El único ser en el universo con la capacidad de crear es Dios, esto lo evidencia el profeta Jeremías cuando señaló diciendo, ningún otro dios creó los cielos y la tierra sino únicamente el Dios verdadero: “Más Jehová es el Dios verdadero; él es Dios vivo y Rey eterno… Les diréis así: Los dioses que no hicieron los cielos ni la tierra, desaparezcan de la tierra y de debajo de los cielos” (Jer.10:10-11). El Hijo no es un “dios” con “d” pequeña. De ser así, entraría en la categoría de “los dioses que no hicieron los cielos ni la tierra”. El creador es Jehová el Padre, quien creó todo a través del Hijo, quien también es Jehová, el Hijo es Jehová el creador, Jehová el Hijo. Esta es la evidencia más contundente de su deidad, solo Jehová Dios es el creador y por este motivo es digno de toda adoración, “Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas” (Ap.4:11). Al Señor tu Dios adorarás Los modernos arrianos como los testigos de Jehová difieren en muchos aspectos de los antiguos; uno de ellos es la adoración a Cristo. Los modernos no adoran a Jesús, ya que según ellos el Hijo es una criatura, mientras que los antiguos mantenían la creencia de que el Hijo era la primera criatura de Dios, y sin embargo le
  • 40. rendían adoración en su sistema teológico. Atanasio en su reporte a los Obispos de Egipto sobre la condena del arrianismo en Nicea, registró esta práctica y los llamo idólatras, de acuerdo a sus propias enseñanzas. Tal vez esta es la razón por la que los testigos de Jehová no adoran a Cristo. “Y el apóstol culpa a los gentiles, porque adoran a las criaturas, diciendo: ‘Sirvieron a la criatura más que a 'Dios' el Creador’. Pero si estos hombres [los arrianos] dicen que el Señor es una criatura, y lo adoran como a una criatura, ¿cómo difieren de los gentiles? Si tienen esta opinión, ¿no es este pasaje también en contra de ellos? y ¿no escribió el bendito Pablo como culpándolos?”[26]. Si el Hijo fuese el primer ser creado, como dicen los testigos de Jehová, entonces sería parte de la creación de Dios y por consiguiente tendría que unirse a toda la creación de Dios para adorarlo en el cielo. Pero vemos todo lo contrario, al final de los tiempos toda la creación se unirá en una sola adoración para adorar al Padre y al Hijo, porque él es el Dios creador: “Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos” (Ap.5:13). Notemos que el texto presenta a dos personas como el objeto de la adoración, “Al que está sentado en el trono, y al Cordero” mientras que señala directamente “a todo lo creado” como los adoradores, demostrando así que El Hijo de Dios o “cordero” no es parte de todo lo
  • 41. creado que está en el cielo, Él es el creador y por consiguiente es digno de toda adoración. De hecho, los testigos de Jehová en su afán de anular la adoración al Hijo, cambiaron en su Biblia los textos donde claramente dice que él fue adorado, por ejemplo; en hebreos dice, “Adórenle [proskuneo] todos los ángeles de Dios” (He.1:6). La versión de los testigos dice, “que todos los ángeles de Dios le rindan homenaje”. Ellos justifican esta traducción diciendo que “proskuneo” también significa “rendir homenaje” a alguien, de la misma manera como los hijos de los profetas se postraron delante de Eliseo sin adorarlo (2Rey.2:15). El autor de Hebreos cita la Septuaginta, en el capítulo 1:6: “Regocijaos, cielos, a par de él y adórenle todos los ángeles de Dios; regocijaos gentes, con su pueblo, y confórtense en él, todos los hijos de Dios…” (Deut.32:43). En Hebreos 1:6 el verbo griego “proskuneo” es adorar y este mismo verbo esta aplicado a Dios el Padre, en otros versos bíblicos (Lc.4:8, Ap.14:7). La palabra “proskuneo” está repetida en el Nuevo Testamento 49 veces, y está aplicada a la misma adoración que está dirigida única y exclusivamente a Dios: “al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás” (Mat.4:10). Esta es otra evidencia más que confirma que el Hijo es Dios, pues Dios es el único ser en el universo digno de adoración, y Cristo no rechazó que lo adoraran. Él fue adorado durante su vida terrenal: fue adorado por los sabios del Oriente siendo un niño, “Y al entrar en la
  • 42. casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron” (Mat.2:2,11). Fue adorado por sus discípulos, “Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron” (Mat.14:33). Fue adorado por los que creyeron que él era el Hijo de Dios, “Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró” (Jn.9:38). Fue adorado por sus discípulos, después de su resurrección, “Jesús les salió al encuentro, diciendo: !!Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron,” (Mat.28:9). Antes de su ascensión, “Y cuando le vieron, le adoraron…” (Mat.28:17). Después de su ascensión, “Ellos, después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo” (Lc.24:52). La adoración al Hijo era parte de la liturgia apostólica en las iglesias y en el culto personal, “El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema” (1Cor.16:22). No solo el Nuevo Testamento registra que la iglesia primitiva reconocía a Jesús como Dios el Hijo, y por eso lo adoraban. También los escritos de los Padres Apostólicos, y los escritos de los Apologistas de los primeros siglos de la era cristiana, registran que Jesús era adorado por sus seguidores, por el simple hecho de que él es Dios. Así está registrado en la carta “El martirio de Policarpo”, obra escrita entre (150-170 d.C.) por un testigo ocular de la muerte de Policarpo, que dice: “a Cristo, que es el Hijo de Dios, adoramos, pero a los mártires los amamos como discípulos e imitadores del Señor”[27] . Justino Mártir registró también sobre la adoración a Jesús como Dios y esto era parte del servicio en las iglesias del siglo segundo: “Él [Jesús] es testificado por Él [el Padre] que estableció estas cosas,
  • 43. como merecedor de ser adorado, como Dios y como Cristo”[28] . En otro libro, Justino manifestó: “Jesucristo…fue crucificado bajo Poncio Pilato, procurador de Judea, en los tiempos de Tiberio César; y que razonablemente lo adoramos”[29] . Esto no indica que Justino fuese unicitario pues él mismo distinguió a los miembros de la Trinidad en la misma adoración: “pero tanto Él [Padre] como el Hijo (que salió de Él y nos enseñó estas cosas, y el Espíritu profético, los adoramos y adoramos, conociéndolos en Razón y verdad, y declarando sin reproches a todos los que quieran aprender, como se nos ha enseñado”[30]. De hecho, el famoso “Carmen Cristi” o “himno a Cristo” cantado por la iglesia primitiva que Pablo insertó en la carta a la iglesia de los Filipenses es una adoración al Hijo de Dios, donde se exalta: primero, su preexistencia eterna y su naturaleza divina, “el cual, siendo en forma de Dios” (Fil.2: 6ª). Segundo, su igualdad con el Padre, “no estimó el ser igual a Dios” (Fil.2:6b) y esta igualdad no lo detuvo para venir a redimirnos “como cosa a que aferrarse” (Fil.2:6c). Tercero, se reconoce su voluntad de servicio donde se despojó de esa “forma de Dios” o apariencia gloriosa propia de la divinidad para tomar otra apariencia, “sino que se despojó a sí mismo” (Fil.2:7ª) sin despojarse de su esencia o naturaleza divina sino solo de su “forma” gloriosa para vestirse de siervo, “tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres” (Fil.2:7b). Aunque se despojó de esa forma gloriosa de Dios y tomó forma de siervo (Isa.42:1) no dejó de ser Dios, sino que por esta encarnación la persona del Hijo de Dios posee dos naturalezas: la divina y la humana. Es decir,
  • 44. mientras era siervo “hecho semejante” a cualquier bebé y era presentado ante el Señor en el templo (Lc.2:22) y era exhibido en la cruz como un criminal ante el mundo, sin embargo él continuaba siendo el Señor de gloria (Lc.1:43; 1Cor.2:8). Por último se resalta su humillación y obediencia al Padre, este es el objetivo por el cual Pablo inserta este himno en esta carta, para que los hermanos de Filipos tuviesen esta misma mentalidad de humildad y servicio por los demás (Fil.2:1-5), como la tuvo cristo “y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo” (Fil.2:8ª). Este acto de humillación del Hijo fue hecho por amor al mundo y obediencia al Padre en el pacto eterno de redención, “haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil.2:8b), y por este motivo el Hijo de Dios humanado y humillado en esa forma de siervo, fue exaltado a su posición original pero llevando consigo su naturaleza humana obtenida en la encarnación, y glorificada obtenida en su resurrección. Reitero, por este acto de humillación y obediencia, el Padre exaltó la humanidad del Hijo de Dios al grado de que todo lo creado le rendirá adoración: “por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Fil.2:9-11). Esta adoración universal a la persona de Jesús en sus dos naturalezas, “forma de Dios” y “forma de siervo resucitado”, es el cumplimiento de la profecía de Isaías,
  • 45. la cual habla de la adoración universal ante el único Dios salvador: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más. Por mí mismo hice juramento, de mi boca salió palabra en justicia, y no será revocada: Que a mí se doblará toda rodilla, y jurará toda lengua” (Isa.45:22-23). Pablo concluye que el Dios que describe Isaías ante quien toda rodilla se doblará es Jesucristo el Dios hombre, y toda lengua confesará que él es el Señor soberano del Universo, el Emanuel, Dios con nosotros (Mat.1:23).
  • 46. Capítulo 4 El verdadero Dios no da su gloria a otro La misma naturaleza divina Aunque Arrio no negaba la existencia de una Trinidad, sí negaba la eterna divinidad de las personas que la componen. Su interpretación de la Trinidad era muy diferente a la ortodoxa; él decía que el Hijo no tiene la misma naturaleza que tiene el Padre, por lo tanto, la gloria del Hijo es diferente a la del Padre. Esto lo escribió en su tesis “la Talía”:
  • 47. “Entonces hay una Tríada, no en glorias iguales. Sus seres no se mezclan entre sí. En cuanto a sus glorias, uno infinitamente más glorioso que el otro. El Padre en su esencia es un extranjero para el Hijo, porque existe sin comienzo”[31]. También en su carta a Alejandro escribió: “De Dios Él tiene [su] ser, y glorias, y vida, y todas las cosas son entregadas a Él, en tal sentido Dios es su origen. Porque Él está sobre Él, como su Dios y siendo antes de Él”[32]. Estas afirmaciones de Arrio atacaban la doctrina de la co-igualdad de la Trinidad, la cual enseña que el Padre es igual al Hijo, solo en Hebreos 1:3 se dice que Jesucristo tiene tres atributos que lo igualan al Padre celestial: “Dios… en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo… el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder…” (He.1:1- 3). Este verso dice que el Hijo posee la misma gloria del Padre, “siendo el resplandor de su gloria”; tiene la misma naturaleza del Padre “la imagen misma de su sustancia”; y tiene el mismo poder del Padre, “quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder”. A continuación, analizaré estos tres atributos del Padre, presentes en el Hijo. La misma gloria del Padre “Siendo el resplandor [apaugasma] de su gloria…” (He.1:3a). El término griego [apaugasma], es una palabra compuesta; “apo” desde, y “gausma”
  • 48. resplandor, es decir, “apaugasma” es el resplandor que fluye desde una naturaleza luminosa, en este caso del Padre, “Dios es luz” (1Jn.1:5), “que habita en luz…” (1Tim.6:16). La gloria del Padre emana desde su naturaleza, “…en Dios hay una majestad terrible” (Job 37:22), y su Hijo es ese resplandor, por eso en la eternidad futura, según lo que está escrito, la Nueva Jerusalén: “…no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera” (Ap.21:23). El texto paralelo de este pasaje se encuentra en Isaías: “el sol nunca más te servirá de luz para el día, ni el resplandor de la luna te alumbrará, sino que Jehová te será por luz perpetua, y el Dios tuyo por tu gloria” (Isa.60:19). La descripción de ambos versos nos da la misma realidad futura, según Apocalipsis la ciudad será iluminada por “la gloria de Dios”, y según Isaías “el Dios tuyo por tu gloria,” en otras palabras, lo que iluminará la ciudad, será la gloria del Padre, y según Apocalipsis el resplandor de esa gloria es el Hijo “el Cordero es su lumbrera” o su luz, como lo confirma Isaías al decir que esa luz es Jehová, “Jehová te será por luz perpetua” ¡aleluya!. El Hijo es Jehová o la luz perpetua que fluye de la gloria del Padre. No se puede desvincular el resplandor perpetuo de la gloria eterna del Padre. Separar la luz de su fuente, es como decir que la luz del sol no es parte del mismo astro, este era el argumento de Orígenes de Alejandría
  • 49. (184-253 d.C.), lo escribió al defender la unidad del Hijo con el Padre en una sola esencia de gloria y majestad: “Pero como citamos el lenguaje de Pablo con respecto a Cristo, donde dice de Él que él es ‘el resplandor de la gloria de Dios y la figura expresa de su persona’ (He.1:3), veamos qué idea formamos de esto. Según Juan, ‘Dios es luz’. El Hijo unigénito, por lo tanto, es la gloria de esta luz, procediendo inseparablemente de (Dios) mismo, como el resplandor de la luz e iluminando a toda la creación”[33]. Decir que hubo un tiempo en que el Hijo no existió, y que vino a la existencia como la primera creación de Dios, es tan absurdo como decir que hubo un tiempo en que Dios no tenía su resplandor, no tenía su Palabra, no tenía su Sabiduría, no tenía su imagen, no tenía a su Hijo; es decir, en un tiempo atrás, antes de la creación, Dios no era Padre porque no tenía a su Hijo, ni tampoco era Dios hasta que aparentemente creó a su Hijo, que es su Resplandor, que es su Palabra, que es su Sabiduría, y que es su Imagen. Definitivamente la doctrina arriana es un total disparate. La verdad de las escrituras nos revela que Dios siempre ha existido con su Palabra o Verbo, y Él es su Hijo eterno (Jn.1:1; Ap.19:13), Dios eternamente ha existido con su Sabiduría que es su Hijo (Pr.8:23, 1Cor.1:24), Dios perpetuamente ha tenido su Resplandor e Imagen que es su Hijo (Col.1:15, He.1:3), Dios el Padre siempre ha existido con su Hijo eterno. Siendo el Hijo el resplandor de la gloria del Padre, no se puede hablar de dos glorias, sino de una sola gloria que los dos comparten, y esta gloria fluye de su naturaleza divina desde antes de la creación, pues el Hijo eternamente “existía en forma de Dios” (Fil.2:6 BLA), y por amor a nosotros siendo rico (2Cor.8:9), se
  • 50. despojó de esa gloria, o de esa majestad terrible en su apariencia de Dios, sin dejar su esencia interna o naturaleza divina, para tomar una naturaleza humana “tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres” (Fil.2:7). Esta es la razón por la que en su oración sacerdotal antes de su muerte dijo: “Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” (Jn.17:5). Esto significa que antes de la creación, en la eternidad pasada, el Hijo compartía la misma gloria con el Padre. Por otra parte, la Biblia declara que Dios no comparte su gloria con nadie, “Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria…” (Isa.46:8), si Jehová no comparte su gloria con nadie, entonces la persona del Padre y la persona del Hijo, que son dos personas distintas, son el Jehová que no comparte su gloria con nadie, sino que entre ellos mismos la comparten desde antes que el mundo fuese, en otras palabras, la gloria del Padre es la misma gloria del Hijo. Esto lo confirma el Apóstol Juan, quien obtuvo este conocimiento de la fuente primaria del conocimiento de Dios, Jesús, su maestro amado. El Apóstol Juan certificó que la gloria que Isaías vio de Jehová era la misma gloria de Jesús en su preexistencia eterna, Isaías describió esa gloria: “En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo,
  • 51. Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria… Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad” (Isa.6:1-3, 10). El apóstol Juan identificó “al Señor” que estaba “sentado sobre un trono alto y sublime” a quienes los serafines le adoraban diciendo “Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos”, como el Hijo de Dios en su gloria eterna, Juan cita este pasaje de Isaías: “Por esto no podían creer, porque también dijo Isaías: Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón; Para que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón, Y se conviertan, y yo los sane. Isaías dijo esto cuando vio su gloria, y habló acerca de él” (Jn.12:39-41). En otras palabras, Isaías vio a la persona del Hijo como Jehová de los ejércitos, y el apóstol Juan lo certificó en su evangelio diciendo que Él es Dios, y si miramos la adoración celestial a Dios en Apocalipsis nos damos cuenta las similitudes de la adoración celestial que Isaías vio: “Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria.” (Isa.6:3). “Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo,
  • 52. santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir” (Ap.4:8). Juan en su evangelio dice que la gloria que vio Isaías era la gloria que fluía del Hijo, por lo tanto, esa adoración estaba dirigida a Él como Jehová de los ejércitos, mientras que, en Apocalipsis, Juan tiene una visión similar a la de Isaías, al ver la misma gloria y la misma adoración, pero esta vez dirigida al Padre. En conclusión, la gloria y adoración que vio Isaías de la persona del Hijo es la misma gloria y adoración que vio Juan de la persona del Padre, la gloria y la adoración del único Dios. La misma naturaleza del Padre El Hijo, “siendo…la imagen misma de su sustancia” (He.1:3b). Las escrituras demuestran que la sustancia, o naturaleza del Padre, es eterna, infinita, indivisible, inmutable e invisible, y Cristo es la imagen de la esencia del Dios invisible. Eternidad La naturaleza del Padre es eterna; “antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios” (Sal.90:2), y si esta naturaleza es eterna, entonces la imagen misma de esta sustancia también debe ser eterna, o sea el Hijo es eterno juntamente con el Padre. Esta es la razón por la que Jesús mismo se le identificó a Juan como el eterno: “Yo soy el primero y el último” (Ap.1:11, 17; 2:8; 22:13), títulos exclusivos de Dios en el A.T: “Así dice el Señor, el Rey de Israel, y su Redentor, el Señor de los ejércitos: “Yo soy el primero y yo soy el
  • 53. último, y fuera de mí no hay Dios…” (Isa.44:6; 48:12 BLA). De esta manera el Hijo se identifica diciendo que solo él es Dios, el Señor absoluto del tiempo y la historia, el único Creador. Si el Hijo fuese un ser creado entonces la naturaleza eterna del Padre no tuvo esta imagen por un tiempo, y esto sería un disparate, imagínense pensar que el Padre no fue Dios por un tiempo porque le faltaba algo en su esencia, su imagen, ya que según los arrianos su imagen no existió por un tiempo hasta que supuestamente Jehová lo creó, ¡qué barbaridad! Inmensidad Otro aspecto importante de la sustancia del Padre, es que esta naturaleza es infinita, no tiene dimensiones espaciales, está presente en todo lugar, esto no quiere decir que creamos en panteísmo, que cada cosa es Dios. La sustancia del Padre no puede ser contenida en ningún lugar (1Rey.8:27, Isa.66:1-2), ya que ese espacio tendría que ser más grande que su creador, y esto no tiene sentido porque el creador del espacio, tiempo y materia es Dios. Ahora, si la naturaleza de Dios es infinita y está en todo lugar, por encima de toda la creación, entonces la imagen o apariencia externa de esa sustancia también tiene que ser infinita, tiene que estar presente en todo lugar, indicando así que el Hijo o “la expresión exacta de su naturaleza” (He.1:3 BLA) es infinito y omnipresente. La omnipresencia del Hijo (Jn.3:13; Mat.18:20; 28:20) está profundamente vinculada a la del Padre, y está claramente evidenciada por sus propias palabras “el que me ama, mi palabra
  • 54. guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Jn.14:23). Tanto el Padre como el Hijo pueden estar presentes al mismo tiempo en diferentes lugares, como en los corazones de millones de cristianos que aman al Señor. Esta es la razón por la que el Hijo conoce absolutamente todo, de todos los redimidos y de todos los seres humanos: “Yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras” (Ap.2:23). Al estar presente en todo lugar, el Hijo lo conoce todo. El verso Bíblico anterior, dicho por el Hijo, es una citación del libro de Jeremías donde Jehová menciona su capacidad de estudiar la mente de cada ser humano. Dicha citación confirma que Jesús es Jehová, no el Padre, sino Jehová el Hijo. “Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras” (Jer.17:10). El Hijo, o la imagen misma de la sustancia infinita del Padre que está presente en todo lugar en su total personalidad, no solo conoce todo de todos los seres humanos y de la creación, también conoce al Padre en su total inmensidad, “nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo” (Mat.11:27). Solo un ser de su misma naturaleza e inmensidad infinita y capacidad intelectual ilimitada, puede conocer al Padre en su total personalidad e inmensidad, esto quiere decir que el Hijo es Dios, pues los dos comparten la misma naturaleza y el Hijo es su misma imagen. Indivisibilidad
  • 55. Arrio creía que, si el Padre y el Hijo compartían la misma esencia y la misma gloria, significaría que Dios es un ser divisible y alterable como la materia, en su carta a Alejandro expuso este argumento: “Pero si los términos ‘de Él’ y ‘desde el seno’, y ‘Salí del Padre y vuelvo a él’ (Romanos 11: 36; Sal.110:3; Juan 16:28) son entendidos por algunos como si fuera una parte de Él, uno en esencia o como una emisión, entonces el Padre según ellos es [un ser] compuesto y divisible y alterable y material, y tan lejos como su creencia va, tiene las circunstancias de un cuerpo, aquel que es el Dios incorpóreo”[34]. Lo que Arrio no quiso aceptar es que el Hijo es “la imagen misma de su sustancia”, y la sustancia o naturaleza del Padre, es indivisible, no está dividida o compuesta por diferentes partes, su naturaleza es un todo, de todos sus atributos, por ejemplo: Dios es todo luz (1Jn.1:5), todo amor (1Jn.4:8), todo fuego consumidor (He.12:29), todo verdadero, todo Justo, todo recto (Deut.32:4) …etc. Ahora, si el Hijo es la “imagen misma de su sustancia” entonces el Hijo es la manifestación visible de todos los atributos de Dios, es decir, el Hijo es “la fiel representación de su ser real” (He.1:3b RV1977), el Hijo es la representación total de todo el amor, toda la justicia, toda la verdad y toda la rectitud de Dios. El Hijo posee la inalterable, e inmaculada naturaleza santa y verdadera del Padre, por ejemplo; el Hijo se identifica como “El Santo y Verdadero” (Ap.3:7 RV2015), y al Padre se le atribuye que en su naturaleza también es el “Santo y verdadero” (Ap.6:10 RV2015). Ningún ser creado tiene esta capacidad de representar totalmente la sustancia de
  • 56. Dios, tiene que ser Dios mismo, el texto no dice “la imagen misma de [una parte de] su sustancia” si no de todo su ser o naturaleza, porque el Hijo es Dios. Inmutabilidad Otra realidad revelada es que la sustancia o naturaleza del Padre es inmutable, es decir no es cambiable, Dios es inalterable en su ser, en Él “no hay mudanza, ni sombra de variación” (Stg.1:17), el tiempo no le afecta a Él, “yo Jehová no cambio” (Mal.3:6). Ahora, si la naturaleza del Padre es inmutable, su imagen también tiene que ser incambiable, de hecho, la Biblia registra que el Hijo es inmutable, el autor de Hebreos cita el Salmo 102:25-27 para hacer un contraste entre la mutabilidad del universo y la inmutabilidad del Hijo: “Ellos perecerán, mas tú permaneces; Y todos ellos se envejecerán como una vestidura, Y como un vestido los envolverás, y serán mudados; Pero tú eres el mismo, Y tus años no acabarán” (He.1:11-12). La razón es obvia, el Hijo posee la misma naturaleza inmutable del Padre, porque el Hijo es Dios; “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (He.13:8). Invisibilidad Por otra parte, la sustancia o naturaleza del Padre es invisible, no puede ser vista: “Él “habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver” (1Tim.6:16). Es un hecho que “nadie ha visto jamás a Dios” el Padre (1Jn 4:12), pues Él mismo le dijo a Moisés, “nadie puede verme y seguir con vida” (Éx.33:20). Si la
  • 57. naturaleza de Dios es invisible entonces ¿Por qué en el A.T. se registra a personas viendo a Jehová? La respuesta es revelada por la misma escritura, el Hijo es “la imagen misma de su sustancia” (He.1:3b), el Hijo es “la imagen del Dios invisible” (Col.1:15, 2 Cor.4:4). Jesús es la representación visual del Padre cuya naturaleza es invisible, “no que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre” (Jn.6:46) y en su encarnación “él le ha dado a conocer” (Jn.1:18). Esta es la razón por la que el Dios invisible se apareció a través de su imagen, es decir a través del Hijo, Jehová Hijo se le apareció en una teofanía a Abraham (Gn.18:1-33), a Jacob (Gn.32:28-30), a Manoa y su esposa (Jue.13:21-22), a Isaías (Isa.6:1-2), entre otros. Así lo interpretaron los discípulos de los discípulos de los Apóstoles, en el siglo segundo, como lo fue Justino Mártir (150 d.C.) quien afirmó esta doctrina, al escribir en su obra “Primera Apología”: “El padre del universo tiene un Hijo; quien también, siendo la primera Palabra de Dios engendrada, es incluso Dios. Y de antiguo apareció en forma de fuego y en la semejanza de un ángel a Moisés y a los demás profetas; pero ahora, en los tiempos de tu reinado, habiéndose, como antes dijimos, convertido en Hombre por una virgen...”[35]. En su obra “Diálogo con Trifón” volvió a escribir sobre estas manifestaciones visibles de Dios el Hijo en el A.T. en sus diferentes formas: “Y que Cristo siendo Señor y Dios, el Hijo de Dios, y apareciendo anteriormente en poder como Hombre, y Ángel, y en la gloria del fuego como en la zarza, así también se manifestó en el juicio ejecutado en Sodoma, se ha demostrado plenamente por lo que se ha dicho”[36].
  • 58. Todas estas visualizaciones de Jehová en el A.T., no eran más que teofanías del Hijo, el cual es la imagen del Padre invisible. Esta es la razón por la cual ningún profeta pudo decir, “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn.14:9), solo la imagen o representación visual de la invisibilidad del Padre puede revelarlo, porque solo el Hijo está unido a la naturaleza del Padre, “Yo y el Padre uno somos” (Jn.10:30). Esta conclusión fue descrita por Tertuliano quien falleció cien años antes del concilio de Nicea, cuando resaltó la unidad en la sustancia de la Trinidad al refutar las ideas unicitarias de Práxeas: “…la estrecha conexión del Padre en el Hijo, y del Hijo en el Paráclito, produce tres personas coherentes, quienes aún son distintos uno de otro. Estos tres son una sola esencia, no una sola persona, como es dicho, ‘Yo y el Padre somos Uno’, Juan 10:30 con respecto a la unidad de la sustancia no singularidad de número [de las personas]”[37]. Si la naturaleza del Padre es infinita, indivisible, inmutable e invisible, y el Hijo es la representación visual de esta naturaleza, “siendo…la imagen misma de su sustancia” (He.1:3b), entonces se concluye que la naturaleza del Hijo también es infinita, indivisible e inmutable, pues el Hijo representa visiblemente esta naturaleza invisible del Padre celestial. Objeción arriana Los arrianos modernos, en este caso los testigos de Jehová, apelan a la teología histórica para decir que la iglesia de los primeros siglos no enseñaba la doctrina de la co-igualdad, el Padre y el Hijo son iguales en naturaleza, y la doctrina de la co-sustancialidad, el
  • 59. Padre y el Hijo poseen una misma naturaleza. Los testigos de Jehová, citan a Orígenes, el teólogo de Alejandría, para decir que la iglesia, antes del concilio de Nicea, enseñaba que el Hijo es inferior al Padre en naturaleza. Ellos citan: “El Dios y Padre, que mantiene unido el universo, es superior a todo ser que existe, porque imparte a cada uno de su propia existencia lo que cada uno es; el Hijo, siendo menor que el Padre, es superior solo a las criaturas racionales…”[38]. Con esta citación, los enemigos de la doctrina de la Trinidad, acusan a Orígenes de subordinista, supuestamente el Hijo es inferior al Padre en naturaleza, no obstante, esta subordinación expresada por Orígenes no es ontológica o “subordinación de naturaleza”, sino más bien “subordinación funcional”, es decir, subordinación en las funciones o roles adquiridos por los miembros de la Trinidad en el pacto eterno de redención, para la creación y redención. Me explico: la Biblia enseña que el Hijo en su naturaleza es igual al Padre (He.1:3) porque ambos comparten una misma naturaleza divina y eterna (Jn.10:30), pero por su rol de salvador, el Hijo “se despojó así mismo” (Fil.2:6) de su gloria y prerrogativas celestiales para encarnarse y asumir el rol de siervo al someterse al Padre. Por esta humillación, Jesús es inferior al Padre, a esto se le llama “subordinación funcional”, mientras que la “subordinación natural” como lo interpretan los arrianos, dice que el Hijo es inferior al Padre porque supuestamente el Padre no comparte su gloria, ni naturaleza con nadie, por lo tanto, la naturaleza del Hijo, según los arrianos, es creada y diferente a la del Padre,
  • 60. la cual es increada. Este punto de la “subordinación funcional” del Hijo al Padre en la creación y redención, lo expandiré en el capítulo seis. Teólogos modernos niegan que Orígenes enseñara la subordinación natural, ya que en esta misma obra, dos capítulos después del pasaje citado arriba, Orígenes explicó que, en la naturaleza de la Trinidad, ninguno de sus miembros tiene mayor preferencia, o mayor dignidad, y ninguno puede ser llamado mayor o menor: “Nadie puede realmente suponer que nosotros, habiendo dicho que el Espíritu Santo es conferido solo a los santos, y que los beneficios u operaciones del Padre y del Hijo se extienden al bueno y al malo, al justo y al injusto, al hacerlo damos una preferencia al Espíritu Santo sobre el Padre y el Hijo, o afirmamos que su dignidad es mayor, lo que ciertamente sería una conclusión muy ilógica. Porque es la peculiaridad de Su gracia y sus operaciones [del Espíritu] que hemos estado describiendo. Además, nada en la Trinidad puede ser llamado mayor o menor, ya que solo la fuente de la divinidad contiene todas las cosas por Su palabra y razón, y por el Espíritu de Su boca santifica todas las cosas que son dignas de santificación…No hay diferencia en la Trinidad, sino lo que es llamado el don del Espíritu que se da a conocer a través del Hijo y es operado por Dios el Padre”[39]. Además, Orígenes en el año (248 d.C.), setenta y siete años antes del concilio de Nicea, escribió en su obra “Contra Celsus” sobre la igualdad en divinidad que hay entre el Padre y el Hijo, pues ambos son dignos de adoración, y también habló sobre la unidad que hay entre el Padre y el Hijo en una sola esencia o naturaleza:
  • 61. “Por lo tanto, adoramos al Padre de la verdad, y al Hijo, que es la verdad; y estos, si bien son dos, considerados como personas o subsistencias, son uno en unidad de pensamiento, en armonía y en identidad de voluntad. Tan enteramente son uno, que aquel que ha visto al Hijo, ‘que es el resplandor de la gloria de Dios, y la imagen expresa de Su persona’, ha visto en Aquel que es la imagen de Dios, Dios mismo”[40]. Aunque las enseñanzas de Orígenes están sujetas a debate, lo que sí está claro es que en Alejandría de donde surgió el Arrianismo, al norte del África, la teología en la época de Orígenes (184-153 d.C.) era Trinitaria, no era arriana, ni se enseñaba el “subordinacionismo natural”. En la misma obra citada para acusarlo de subordinacionista, Orígenes negó la supuesta creación del Hijo, como lo afirmaban algunos herejes de aquel entonces que precedieron a los arrianos, y afirmó la creencia de la unidad eterna de las tres personas de la Trinidad en una misma esencia o naturaleza, concluyendo así, que el Hijo no es creado, Él es eterno y no tiene principio de días, y su naturaleza es la misma del Padre, él escribió: “Porque no decimos, como suponen los herejes, que parte de la sustancia de Dios se convirtió en el Hijo, o que el Hijo fue procreado por el Padre a partir de cosas que no existían, es decir, más allá de su propia sustancia, de modo que hubo una vez en que Él [Hijo] no existió... Juan también indica que Dios es Luz, y Pablo también declara que el Hijo es el esplendor de la luz eterna. Como la luz, en consecuencia, nunca podría existir sin esplendor, tampoco se puede entender que el Hijo existe sin el Padre; porque a Él se le llama ‘la imagen expresa de Su persona’, y la Palabra y la Sabiduría. ¿Cómo, entonces, puede afirmarse que hubo una
  • 62. vez en que Él no era el Hijo? Porque eso no es otra cosa que decir que hubo una vez en que Él no era la Verdad, ni la Sabiduría, ni la Vida, aunque en todos estos se lo considera la esencia perfecta de Dios el Padre; porque estas cosas no pueden separarse de Él, ni siquiera pueden separarse de su esencia…Las declaraciones hechas con respecto al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo deben ser entendidas como trascendiendo todo el tiempo, todas las edades y toda la eternidad. Porque solo la Trinidad excede la comprensión no solo de la inteligencia temporal, sino también de la eterna”[41]. En conclusión, la Biblia y la iglesia universal siempre han enseñado que el Hijo de Dios nunca ha tenido principio o comienzo de días; Él siempre ha existido con el Padre (Jn.1:18), siempre ha estado unido al Padre en una misma naturaleza, “Yo y el Padre uno somos” (Jn.10:30). Esta unión natural y eterna nunca ha tenido un comienzo, el Hijo siempre ha existido en el Padre, “yo soy en el Padre, y el Padre en mí” (Jn.14:10), el Hijo siempre ha sido “la imagen misma de su sustancia” (He.1:3b), Él siempre ha sido la imagen eterna, infinita, indivisible, inmutable e invisible de la esencia de Dios. El mismo poder del Padre El Hijo es “…quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (He.1:3c). No hay discusión para determinar si el Padre es el Todopoderoso (2Cor.6:18); el debate surge cuando se cuestiona si este atributo divino está también presente en el Hijo. La Biblia declara que el Hijo es el Todopoderoso que ha de venir: “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén. Yo soy el Alfa y la
  • 63. Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso” (Ap.1:7-8). Los oponentes a su divinidad argumentan diciendo que el “Todopoderoso” de Apocalipsis 1:7 es el Padre y no el Hijo. La pregunta obvia y que surge de este verso es: ¿quién es el que viene en las nubes y luego promete que ha de venir? ¿Es el Padre o el Hijo que ha de venir en las nubes y todo ojo le verá? Por supuesto, el Hijo es el que ha de venir quien también se identifica en este mismo verso como “el Alfa y la Omega” (Ap.1:11), y el “principio y fin” que ha de venir muy pronto; “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último…Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias…” (AP.22:12-13,16). El Hijo es el Todopoderoso, pues Él tiene el mismo poder del Padre, y ambos comparten la misma capacidad ilimitada de hacer cualquier cosa, “…todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente” (Jn.5:19). Solo el Todopoderoso es capaz de crear todas las cosas, y el Hijo creó todas las cosas y las creó para él, “todo fue creado por medio de él y para él” (Col.1:16), y mantiene juntas todas las cosas en toda la creación, “todas las cosas en él subsisten” (Col.1:17). No solo mantiene juntas todas las cosas al estar presente en todo el universo, sino que él “sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (He.1:3c). “Sustentar” en el griego es [feron], y este verbo en este verso está escrito en modo participio, voz activa,
  • 64. significa “llevando adelante”, dando a entender que es un concepto dinámico, no estático. El autor no ve la obra de Cristo sosteniendo el universo como un peso muerto, como los antiguos griegos veían a Atlas sosteniendo el mundo, el autor ve al Hijo con la Palabra de su poder sustentando y llevando todas las cosas del universo a un objetivo, a un cataclismo universal por causa del pecado en la creación, por eso el Hijo está llevando el universo a “la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles” (He.12:27). Edwin Hubble descubrió en el año 1929 que el universo estaba en expansión, y la Biblia ya nos decía que Dios estaba “llevando adelante” todas las cosas del universo. Isaías, 700 años antes de Cristo, ya había escrito que “él extiende los cielos como una cortina, los despliega como una tienda para morar” (Isa.40:22). Los científicos solo descubren algunas leyes que Él creó para sustentar el universo, imagínense si él Hijo retira alguna de esas leyes como la gravedad por un instante, se ocasionaría una catástrofe universal, sin embargo, el Hijo “sustenta todas las cosas con la palabra de su poder”. Él lleva adelante todas las cosas o está “extendiendo” y “desplegando” los cielos, para luego recogerlos y remover las cosas movibles y así establecer un reino inconmovible. El Hijo de Dios es quien tiene todo el poder del Padre para hacer esto, “…los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán… Y como un vestido los envolverás, y serán mudados…” (He.1:10-12), y así como el Hijo sustenta todas las cosas con su palabra, con esa misma
  • 65. palabra los va a destruir, Pedro escribió acerca de este cataclismo universal: “pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos… los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas” (2Pe.3:7,10). El objetivo de “llevar todas las cosas” o “sustentar todas las cosas” con la palabra de su poder, es lograr la remoción de este universo y la creación de un nuevo mundo, por eso, “nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2Pe.3:13). En resumen, el Hijo posee la misma gloria del Padre, “siendo el resplandor de su gloria”; tiene la misma naturaleza del Padre, “la imagen misma de su sustancia”; y tiene el mismo poder del Padre, “quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder”. Jesús declaró que no existe nada en el Padre exclusivo en su naturaleza que no sea parte del Hijo, “todo lo que tiene el Padre es mío” (Jn.16:15), y también dijo que no existe nada en el Hijo que no sea del Padre, “todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío” (Jn.17:10). La razón es lógica, porque el Hijo es Dios juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, así lo definió el escritor cristiano, Ireneo; “Por lo tanto, Cristo mismo junto con el Padre, es el Dios de los vivos, que habló a Moisés, y que también se manifestó a los padres”[42] .
  • 67. El único Dios verdadero En su carta a Alejandro de Alejandría, Arrio defendió su creencia, repitiendo constantemente que Dios es uno solo, al describirlo con ocho atributos exclusivos del Padre como un ser único, lo hizo con el objetivo de excluir al Hijo de la deidad suprema: “Reconocemos un solo Dios, el único no engendrado, el único eterno, el único sin principio, el único verdadero, el único que tiene inmortalidad, el único sabio, el único bueno, el único soberano”[43]. Este argumento de la unicidad de Dios, aparentemente era un arma que golpearía la doctrina de la Trinidad, pero era solamente un bumerán que se le devolvería a Arrio y le golpearía sus propios argumentos. La razón era evidente, esos mismos ocho atributos exclusivos del Padre están también presentes en el Hijo. Así lo demostraré en el siguiente análisis: 1. El único no engendrado 2. El único eterno 3. El único sin principio Aunque los tres primeros atributos provienen de conceptos originados en el pensamiento reflexivo griego, no provienen de la escritura, el Hijo de Dios también es “increado, eterno, y sin principio” (Col.1:17; Jn.8:58). El Hijo comparte este atributo de auto existencia con el Padre, por eso ambos poseen el mismo título que los identifica como el único ser que existe desde antes de todas las cosas y después de todas las cosas, ambos son “el Alfa y la Omega” (Ap.1:11; 21:6-7).
  • 68. 4. El único verdadero Este atributo fue tomado de Juan 17:3 “el único Dios verdadero”, exclusivo del Padre, pero también presente en el Hijo; “…estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna” (1Jn.5:20). 5. El único que tiene inmortalidad Arrio tomó este atributo de 1Timoteo 6:16, el sustantivo “inmortalidad” en griego es [a-thanasia] que significa “a” no o sin, “thanatos,” muerte, que no está “sujeto a muerte”. El Padre es el único que no está sujeto a muerte, es inmortal, lo mismo se dice del Hijo en su naturaleza divina, Él no está sujeto a muerte: “Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás? Mas él hablaba del templo de su cuerpo” (Jn.2:19-22). Con esta declaración, Jesús demostró que es una persona inmortal, que, aunque los judíos iban a matar su cuerpo, su ser espiritual es eterno, Él es la fuente de vida de la humanidad (Jn.1:5), por tanto, Él resucitó su propio cuerpo. El Hijo es Dios, el único que tiene inmortalidad, pues tiene poder para dar vida a su creación, inclusive a su propio cuerpo que iba a estar muerto por tres días: “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y
  • 69. tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre” (Jn.10:17-18). El Hijo recibió este mandamiento en el Pacto eterno, punto que explicaré más adelante. El Hijo es inmortal, no está sujeto a decadencia, en contraste con el universo; el autor de Hebreos dice que los cielos “perecerán, mas tú permaneces” (He.1:11). Cuando el Hijo toma la forma de siervo, o la naturaleza humana, su divinidad se unió a un cuerpo sujeto a mortalidad, por eso murió literalmente en la cruz en su naturaleza humana, y en su resurrección el Hijo del hombre, recibió la inmortalidad ya presente en el Padre, presente en el Hijo (Jn.5:26-27, 1Jn.1:2) y en el Espíritu Santo que es eterno (He.9:14), y por eso esta naturaleza humana o el Hijo del hombre se volvió inmortal, y fue constituido sacerdote “según el poder de una vida indestructible” (He.7:16). 6. El único sabio Este atributo es tomado de la doxología de Romanos, “al único y sabio Dios, sea gloria…” (Rom.16:27). Obviamente, el Hijo hace parte de ese único y sabio Dios, porque sencillamente Él es la sabiduría de Dios, “Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios” (1 Cor.1:24) (Leer Pr.8:22). 7. El único bueno La descripción que Dios es el único bueno, es tomada de las palabras de Cristo, “¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios” (Mar.10:18). Los Arrianos modernos, testigos de Jehová, también citan este pasaje de la escritura, para decir que