El rey Midas deseó que todo lo que tocara se convirtiera en oro, pero pronto se arrepintió cuando incluso la comida que intentaba comer se volvió de oro. Midas corrió en busca del dios que le había concedido el deseo, quien le dijo que se sumergiera en el río para liberarse. Al salir del agua, Midas comprobó que ya no todo lo que tocaba se convertía en oro, y vivió el resto de su vida de forma humilde lejos del lujo del oro.