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El marxismo de Lenin*
Nicolás Bujarin
Volvamos al leninismo. Alguien me ha dicho que en una
de las banderas del Instituto de los profesores rojos está ins-
crito el siguiente lema: «Marxismo en la ciencia, leninismo
en la táctica.» Entiendo que esta delimitación es errónea y,
por lo tanto, impropia de la misión de vanguardia ideológica
atribuida a nuestros profesores. La teoría no debe ser separa-
da de la lucha práctica. Si el leninismo como acción no es
teoría, es que la teoría y la práctica están separadas, lo cual
es particularmente nocivo para un Instituto como el de los
profesores rojos. El marxismo de Lenin es una formación
ideológica distinta, dado que vio la luz en una época dife-
rente. No es la simple repetición del marxismo de Marx,
puesto que la época en que vivimos no es la simple repeti-
ción de la época en que vivió Marx. Las dos épocas tienen
esto en común: ni la una ni la otra son orgánicas: la actual
todavía menos que la época de Marx. El marxismo de Marx
era el producto de una época revolucionaria; el de Lenin es
también producto de una época extremadamente agitada y
revolucionaria. Pero hay, evidentemente, tantas cosas nue-
vas en el curso mismo de la evolución social, en los ma-
teriales empíricos que sirven para las generalizaciones teóri-
cas, en los problemas planteados al proletariado revolucio-
nario y que reclaman una solución, que nuestro marxismo
"Este texto corresponde al capitulo III (Wl libro lenin M<n W . M Niknlai
Ivanovik'li Biijann ( Ñ o l a de l o  o l i l m c . )
JO.
ti marxismo de Lenin
actual no es la simple repetición de las ideas expuestas por
Marx.
Desarrollaré esta tesis más adelante para no dar la impresión
de que quiero oponer estas doctrinas. Una es el complemen-
to, el desarrollo lógico e histórico, de la otra. Sin embargo
quisiera, ante todo, detenerme ante los hechos de política
social y económica que son la base del marxismo de Lenin.
En efecto, ¿qué hay en éste de nuevo que no existiera en la LEP»
época de Marx y que, por consiguiente, Marx no podía co-
nocer?
Ante todo, una fase nueva en el desarrollo de las relacio-
nes capitalistas. Marx conocía la época ya superada del capi-
tal comercial; conocía el capital industrial, considerado en-
tonces como el tipo clásico del capitalismo en general. To-
dos sabéis muy bien que el mismo Engels no pudo ver más
que los comienzos de la constitución de los cartels y de los
trusts. En cuanto a la nueva fase de la evolución capitalista,
con su reorganización de las relaciones de producción en el
seno del capitalismo, huelga decir que Marx no podía cono-
cerla; por eso no la expresó ni generalizó. $
Estos fenómenos nuevos debían ser incorporados a la teo-
ría, en la medida en que son nuevos y que constituyen un
nuevo eslabón en la cadena de la teoría. Todos se encuadran
en el marco del capital financiero y de su política imperialis-
ta. La cuestión de la creación y de la connivencia de las orga-
nizaciones económicas mundiales y de los Estados capita-
listas, así como toda una serie de cuestiones análogas que se
derivan de la estructura específica del capitalismo de fines
del siglo pasado y de los comienzos del actual, eran ignora-
das por Marx y debían ser sometidas a un análisis teórico.
Un segundo grupo de cuestiones está ligado a la guerra
mundial, a la descomposición de las relaciones capitalistas.
Cualquiera que sea el grado de intensidad que podamos atri-
buir a la descomposición del capitalismo y cualesquiera sean
los pronósticos que hagamos a este propósito, cualquiera que
sea el juicio que pueda merecernos la situación económica
de Iviimpa oeeidenlal en pailieular y cualquiera que sea la
humilla que anln i|>< i m r . |i> . m í o es que estamos asistien
do a unos fenómenos que antes no existieron. Como tampo-
co existieron en la época de los fundadores del socialismo
científico el capitalismo de Estado, y los fenómenos que consi-
go lleva, ni el proceso de desagregación y de desorganización
del mecanismo capitalista, con su secuela de consecuencias es-
pecíficas tanto en la industria como en la circulación fiduciaria.
Tales hechos plantean múltiples problemas teóricos, nuevos, de
l EN!K interés extraordinario, partiendo de los cuales es necesario lle-
gar a conclusiones prácticas para la acción. Vasto campo el de
estos acontecimientos que hacen época y que fueron ignorados
por Marx y Engels.
La tercera serie de fenómenos -íntimamente ligados a la in-
surrección proletaria- corresponde al período del derrumbamien-
to de las relaciones capitalistas, período que aparece como
consecuencia del choque formidable de los organismos capi-
talistas, de sus guerras (que no son otra cosa que una expresión
particular de su concurrencia), formas ignoradas en la época en
que Marx vivió. Hoy estas cuestiones, en conexión directa con
la revolución socialista, son un inmenso acontecimiento social
52 que es preciso estudiar teóricamente, que tiene sus leyes pro-
pias, que plantea ante nosotros innumerables cuestiones teóri-
cas y políticas. En la época de Marx, no podían ser dadas otras
fórmulas que las fórmulas generales, mientras que el material
empírico actual nos suministra una enorme cantidad de ideas y
de hechos que han de ser sometidos a un estudio teórico.
Por último, la cuarta serie de cuestiones nuevas, correspon-
de a la época, o al comienzo de la época, de la dominación de la
clase obrera. ¿De qué modo planteaba Marx la cuestión? Re-
cordaré su ya citada fórmula: «El alma de mi doctrina no es la
lucha de clases, sino la demostración del hecho de que la evolu-
ción social conduce inexorablemente a la dictadura del proleta-
riado». Este era el límite del pensamiento de Marx. Pero cuando
esta dictadura se ha hecho realidad, nosotros franqueamos
aquel límite. La doctrina de Marx se detiene en la dictadura
inevitable del proletariado.1
No podía ser de otro modo en
aquella época; no habiendo sido realizada la dictadura del
proletariado, las consecuencias inherentes a la misma dicta-
dura no existían y, por lo tanto, no podían servn <l<- kr.r paia
i > lli v.
experiencias, ni para observaciones teóricas, de las cuales se
hubiesen deducido enseñanzas prácticas. Este inmenso con-
junto de fenómenos es absolutamente nuevo y cuanto más
nuevos son en la realidad estos fenómenos, más lo son en la
teoría y más original ha de ser, por consiguiente, la concep-
ción que los abarque.
He aquí la cuarta serie de fenómenos sociales, económi-
cos y políticos, objeto de nuestro estudio, del que ha de bro-
tar la norma de conducta para la clase obrera.
Hemos examinado, pues, los cuatro períodos cuyo con-
junto forma una época extraordinaria en la evolución, tanto
del capitalismo europeo como de toda la sociedad humana.
Época compleja, preñada de problemas teóricos y prácticos,
ante la que el hombre dialéctico -que asocia el estudio de las
cuestiones teóricas a la práctica- desborda los límites del
marxismo antiguo.
Con objeto de evitar cualquier confusión, es preciso de-
tenernos en este punto: ¿qué entendemos por marxismo?
Pueden comprenderse dos cosas bajo esta denominación: el
conjunto de métodos que permiten el estudio de los proble-
mas sociales, o una determinada suma de ideas, como, por
ejemplo, la teoría del materialismo dialéctico, la teoría de la
evolución de las relaciones capitalistas, etcétera, además de
una serie de afirmaciones concretas. Dicho de otro modo,
podemos entender por marxismo no sólo un método o un
conjunto de métodos, sino también la suma de las ideas ob-
tenidas gracias a la aplicación de estos métodos. Si adopta-
mos la segunda de estas dos definiciones, veremos que el
marxismo de Lenin es un campo mucho más amplio que el
marxismo de Marx. En efecto, a la suma de ideas de Marx se
ha agregado una cantidad inmensa de ideas nuevas, de una
época histórica nueva, que sobrepasan los límites de lo que
convencionalmente se denomina marxismo. Pero si enten-
demos por marxismo no la suma de ideas de Marx sino el
instrumento, el método, de que se sirve el marxismo, vere-
mos que el leninismo no revisa ni modifica en un ápice la
metodología de Mar Antes al contrario, en este sentido, el
leninismo es la lest.uu.u integra del marxismo tal c o m o
fue formulado por Marx y Engels.
Así se resuelven, a mi parecer, las contradicciones ori-
ginadas en la mayor parte de los casos por la confusión de
los términos. ¿Cómo puede ser caracterizado el aspecto
histórico de este marxismo leninista? Podemos conside-
rarlo como una combinación, como una triple síntesis.
Primero, es un retornar a la época marxista, pero un retor-
nar enriquecido con todos los acontecimientos posterio-
res, una síntesis del marxismo de Marx y de todas las ad-
quisiciones realizadas gracias a su aplicación, un análisis
marxista de cuanto la nueva época ha aportado. En se-
gundo lugar, es la síntesis de la teoría y de la práctica de
la clase obrera combatiente y victoriosa. Es, en fin, la sín-
tesis del trabajo de destrucción y de construcción de la
clase obrera.
Permitidme que explique, aunque sea brevemente, esta
tercera tesis. El marxismo ortodoxo y revolucionario,
nuestro marxismo, se enfrenta -según la época- con tareas
prácticas diversas que determinan, en fin de cuentas, los
juicios que formulemos y también el encadenamiento de
nuestras ideas. Cuando la clase obrera y el partido revolu-
cionario luchan por la conquista del poder debemos -en
nuestros trabajos teóricos- analizar y subrayar en particu-
lar los antagonismos y las incoherencias de la sociedad
capitalista; explotar, en fin, todo cuanto pueda
desagregarla. Tenemos un objetivo de destrucción: tene-
mos que destruir el régimen capitalista y, en consecuen-
cia, escogemos las tesis teóricas. Importante es realzar en
la teoría todos los antagonismos sustanciales y, al mismo
tiempo, profundizarlos con el fin de facilitar a nuestros
agitadores el material necesario para su trabajo de destruc-
ción del régimen existente. Todas las obras de Marx persi-
guen este fin de subversión y de destrucción.
Mas cuando la clase obrera conquista el poder se ve obli-
gada a empalmar las diversas partes del todo bajo su propia
hegemonía. Toda una serie de cuestiones que antes no ofre-
cían el menor interés práctico cobran actualidad y deben ser
estudiadas ele manera mucho más profunda Alim.i n.ida de
bemos destruir sino construir. De aquí que las cosas se nos
presenten bajo otro aspecto, desde otro punto de vista. Yo
creo que cada uno de nosotros, cuando lee ahora ciertas obras
-e incluso cuando hace observaciones sobre la vida cotidiana-
, ve de otra forma los hechos que ya conocía antes, y la causa
determinante no es otra que el cambio de objetivo: antes te-
nía que destruir mientras que ahora ha de construir. Una nueva
mentalidad que se refleja en muchos problemas que no se
planteaban en la época de la primera fórmula de la doctrina
de Marx o que, si se plantearon en la época de la Segunda
Internacional, lo fueron desde el punto de vista de la
incorporación del movimiento obrero al Estado burgués.
Como los partidos socialdemócratas no se asignaban el ob-
jetivo de derribar el régimen capitalista sino, por el contra-
rio, el adaptarse a él y transformarlo poco a poco mediante
una actividad pacífica, estos embriones de teorías cons-
tructivas eran acogidos con hostilidad por nosotros, mar-
xistas revolucionarios. Empero, las exigencias de la dia-
léctica son tales que cuando conquistamos el poder nos
fue necesario adoptar otro punto de vista teórico y prácti-
co. Hubimos de derribar, pero también tuvimos que edifi-
car: nos vimos obligados, en consecuencia, a buscar la
síntesis de estos dos aspectos: destrucción y edificación.
Síntesis que nos ha sido dada por Lenin en sus generali-
zaciones teóricas, y, sin embargo, resulta en extremo difí-
cil el formular aquí unas tesis precisas debido a que las
observaciones hechas por Lenin a propósito de este pro-
blema se hallan aisladas, esparcidas, en todos los volú-
menes de sus obras y, principalmente, en sus discursos.
No obstante, es evidente que es en ello donde reside lo
más importante que el leninismo ha aportado como sis-
tema teórico continuador del marxismo. Cierto que Marx
nos ha legado muchas indicaciones teóricas relativas a la
destrucción, pero bien pocas sobre la construcción. Sobre
este último punto todo estaba por crear, y por esta razón
estimo que la aportación teórica más importante de Lenin
al marxismo puede sei caracterizada así: Marx dio princi-
palmente el á l i - e l i i . i d> I >|i",,uio|lo capitalista v de la acción
revolucionaria; Lenin añadió el álgebra de nuevos fenóme-
nos de destrucción y de construcción, como también su arit-
mética, es decir, descifró las fórmulas algebraicas desde un
punto de vista todavía más concreto y más práctico.
NOTA
1
La Comuna de París no pasó de ser un bosquejo que permitió a Marx
varias previsiones geniales. Pero Marx no podía, evidentemente, anali-
zar la cuestión en todos sus detalles. (N. del A.).
56
Lenin como organizador
del partido*
Nadiezdha Krupskaya
Si queremos comprender a Lenin como organizador, hay
que observar cómo edificó, piedra sobre piedra, la organiza-
ción del partido.
Examinemos su labor organizadora en Petersburgo, donde
trabajó de 1893 a 1895.
Sabemos que iba a enseñar a los círculos obreros. Leía a
los obreros El capital de Marx, explicaba la esencia de su
teoría, sabía hacerlo de un modo simple e inteligible, invi-
tando a los obreros a opinar, ayudándolos a formular sus
pensamientos. Pero, además de propagandista, era un
propagandista-organizador, que sabía activar a cada miem-
bro del círculo, encomendarle un determinado trabajo. He
aquí lo que escribió en sus memorias el camarada Bábushkin,
obrero de la fábrica de Semiánnikov, quien frecuentaba el
círculo de Ilich:
"Pero estas conferencias al mismo tiempo nos enseña-
ban a realizar una labor independiente, a conseguir materia-
les. Recibíamos del conferenciante hojas con cuestiones ela-
boradas, que exigían de nosotros conocer y observar atenta-
mente la vida fabril. Durante el trabajo en la fábrica, a me-
* lisie texto forma parte del libro de Nadiezhda Krupskaya , Lenin y el
Piulido II libro fue editado en 1975 por la editorial de Ciencias Socia-
les, Instituto cubano del libro de Cuba.
( unió es sabido Nadie/lula Krupskaya fue compañera de armas y espo-
. , 1 i | c 1 n u i l ( N n l . i de lie. i l i l n i c . )

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Lenin y el Marxismo.pdf

  • 1. El marxismo de Lenin* Nicolás Bujarin Volvamos al leninismo. Alguien me ha dicho que en una de las banderas del Instituto de los profesores rojos está ins- crito el siguiente lema: «Marxismo en la ciencia, leninismo en la táctica.» Entiendo que esta delimitación es errónea y, por lo tanto, impropia de la misión de vanguardia ideológica atribuida a nuestros profesores. La teoría no debe ser separa- da de la lucha práctica. Si el leninismo como acción no es teoría, es que la teoría y la práctica están separadas, lo cual es particularmente nocivo para un Instituto como el de los profesores rojos. El marxismo de Lenin es una formación ideológica distinta, dado que vio la luz en una época dife- rente. No es la simple repetición del marxismo de Marx, puesto que la época en que vivimos no es la simple repeti- ción de la época en que vivió Marx. Las dos épocas tienen esto en común: ni la una ni la otra son orgánicas: la actual todavía menos que la época de Marx. El marxismo de Marx era el producto de una época revolucionaria; el de Lenin es también producto de una época extremadamente agitada y revolucionaria. Pero hay, evidentemente, tantas cosas nue- vas en el curso mismo de la evolución social, en los ma- teriales empíricos que sirven para las generalizaciones teóri- cas, en los problemas planteados al proletariado revolucio- nario y que reclaman una solución, que nuestro marxismo "Este texto corresponde al capitulo III (Wl libro lenin M<n W . M Niknlai Ivanovik'li Biijann ( Ñ o l a de l o o l i l m c . ) JO. ti marxismo de Lenin actual no es la simple repetición de las ideas expuestas por Marx. Desarrollaré esta tesis más adelante para no dar la impresión de que quiero oponer estas doctrinas. Una es el complemen- to, el desarrollo lógico e histórico, de la otra. Sin embargo quisiera, ante todo, detenerme ante los hechos de política social y económica que son la base del marxismo de Lenin. En efecto, ¿qué hay en éste de nuevo que no existiera en la LEP» época de Marx y que, por consiguiente, Marx no podía co- nocer? Ante todo, una fase nueva en el desarrollo de las relacio- nes capitalistas. Marx conocía la época ya superada del capi- tal comercial; conocía el capital industrial, considerado en- tonces como el tipo clásico del capitalismo en general. To- dos sabéis muy bien que el mismo Engels no pudo ver más que los comienzos de la constitución de los cartels y de los trusts. En cuanto a la nueva fase de la evolución capitalista, con su reorganización de las relaciones de producción en el seno del capitalismo, huelga decir que Marx no podía cono- cerla; por eso no la expresó ni generalizó. $ Estos fenómenos nuevos debían ser incorporados a la teo- ría, en la medida en que son nuevos y que constituyen un nuevo eslabón en la cadena de la teoría. Todos se encuadran en el marco del capital financiero y de su política imperialis- ta. La cuestión de la creación y de la connivencia de las orga- nizaciones económicas mundiales y de los Estados capita- listas, así como toda una serie de cuestiones análogas que se derivan de la estructura específica del capitalismo de fines del siglo pasado y de los comienzos del actual, eran ignora- das por Marx y debían ser sometidas a un análisis teórico. Un segundo grupo de cuestiones está ligado a la guerra mundial, a la descomposición de las relaciones capitalistas. Cualquiera que sea el grado de intensidad que podamos atri- buir a la descomposición del capitalismo y cualesquiera sean los pronósticos que hagamos a este propósito, cualquiera que sea el juicio que pueda merecernos la situación económica de Iviimpa oeeidenlal en pailieular y cualquiera que sea la humilla que anln i|>< i m r . |i> . m í o es que estamos asistien
  • 2. do a unos fenómenos que antes no existieron. Como tampo- co existieron en la época de los fundadores del socialismo científico el capitalismo de Estado, y los fenómenos que consi- go lleva, ni el proceso de desagregación y de desorganización del mecanismo capitalista, con su secuela de consecuencias es- pecíficas tanto en la industria como en la circulación fiduciaria. Tales hechos plantean múltiples problemas teóricos, nuevos, de l EN!K interés extraordinario, partiendo de los cuales es necesario lle- gar a conclusiones prácticas para la acción. Vasto campo el de estos acontecimientos que hacen época y que fueron ignorados por Marx y Engels. La tercera serie de fenómenos -íntimamente ligados a la in- surrección proletaria- corresponde al período del derrumbamien- to de las relaciones capitalistas, período que aparece como consecuencia del choque formidable de los organismos capi- talistas, de sus guerras (que no son otra cosa que una expresión particular de su concurrencia), formas ignoradas en la época en que Marx vivió. Hoy estas cuestiones, en conexión directa con la revolución socialista, son un inmenso acontecimiento social 52 que es preciso estudiar teóricamente, que tiene sus leyes pro- pias, que plantea ante nosotros innumerables cuestiones teóri- cas y políticas. En la época de Marx, no podían ser dadas otras fórmulas que las fórmulas generales, mientras que el material empírico actual nos suministra una enorme cantidad de ideas y de hechos que han de ser sometidos a un estudio teórico. Por último, la cuarta serie de cuestiones nuevas, correspon- de a la época, o al comienzo de la época, de la dominación de la clase obrera. ¿De qué modo planteaba Marx la cuestión? Re- cordaré su ya citada fórmula: «El alma de mi doctrina no es la lucha de clases, sino la demostración del hecho de que la evolu- ción social conduce inexorablemente a la dictadura del proleta- riado». Este era el límite del pensamiento de Marx. Pero cuando esta dictadura se ha hecho realidad, nosotros franqueamos aquel límite. La doctrina de Marx se detiene en la dictadura inevitable del proletariado.1 No podía ser de otro modo en aquella época; no habiendo sido realizada la dictadura del proletariado, las consecuencias inherentes a la misma dicta- dura no existían y, por lo tanto, no podían servn <l<- kr.r paia i > lli v. experiencias, ni para observaciones teóricas, de las cuales se hubiesen deducido enseñanzas prácticas. Este inmenso con- junto de fenómenos es absolutamente nuevo y cuanto más nuevos son en la realidad estos fenómenos, más lo son en la teoría y más original ha de ser, por consiguiente, la concep- ción que los abarque. He aquí la cuarta serie de fenómenos sociales, económi- cos y políticos, objeto de nuestro estudio, del que ha de bro- tar la norma de conducta para la clase obrera. Hemos examinado, pues, los cuatro períodos cuyo con- junto forma una época extraordinaria en la evolución, tanto del capitalismo europeo como de toda la sociedad humana. Época compleja, preñada de problemas teóricos y prácticos, ante la que el hombre dialéctico -que asocia el estudio de las cuestiones teóricas a la práctica- desborda los límites del marxismo antiguo. Con objeto de evitar cualquier confusión, es preciso de- tenernos en este punto: ¿qué entendemos por marxismo? Pueden comprenderse dos cosas bajo esta denominación: el conjunto de métodos que permiten el estudio de los proble- mas sociales, o una determinada suma de ideas, como, por ejemplo, la teoría del materialismo dialéctico, la teoría de la evolución de las relaciones capitalistas, etcétera, además de una serie de afirmaciones concretas. Dicho de otro modo, podemos entender por marxismo no sólo un método o un conjunto de métodos, sino también la suma de las ideas ob- tenidas gracias a la aplicación de estos métodos. Si adopta- mos la segunda de estas dos definiciones, veremos que el marxismo de Lenin es un campo mucho más amplio que el marxismo de Marx. En efecto, a la suma de ideas de Marx se ha agregado una cantidad inmensa de ideas nuevas, de una época histórica nueva, que sobrepasan los límites de lo que convencionalmente se denomina marxismo. Pero si enten- demos por marxismo no la suma de ideas de Marx sino el instrumento, el método, de que se sirve el marxismo, vere- mos que el leninismo no revisa ni modifica en un ápice la metodología de Mar Antes al contrario, en este sentido, el leninismo es la lest.uu.u integra del marxismo tal c o m o
  • 3. fue formulado por Marx y Engels. Así se resuelven, a mi parecer, las contradicciones ori- ginadas en la mayor parte de los casos por la confusión de los términos. ¿Cómo puede ser caracterizado el aspecto histórico de este marxismo leninista? Podemos conside- rarlo como una combinación, como una triple síntesis. Primero, es un retornar a la época marxista, pero un retor- nar enriquecido con todos los acontecimientos posterio- res, una síntesis del marxismo de Marx y de todas las ad- quisiciones realizadas gracias a su aplicación, un análisis marxista de cuanto la nueva época ha aportado. En se- gundo lugar, es la síntesis de la teoría y de la práctica de la clase obrera combatiente y victoriosa. Es, en fin, la sín- tesis del trabajo de destrucción y de construcción de la clase obrera. Permitidme que explique, aunque sea brevemente, esta tercera tesis. El marxismo ortodoxo y revolucionario, nuestro marxismo, se enfrenta -según la época- con tareas prácticas diversas que determinan, en fin de cuentas, los juicios que formulemos y también el encadenamiento de nuestras ideas. Cuando la clase obrera y el partido revolu- cionario luchan por la conquista del poder debemos -en nuestros trabajos teóricos- analizar y subrayar en particu- lar los antagonismos y las incoherencias de la sociedad capitalista; explotar, en fin, todo cuanto pueda desagregarla. Tenemos un objetivo de destrucción: tene- mos que destruir el régimen capitalista y, en consecuen- cia, escogemos las tesis teóricas. Importante es realzar en la teoría todos los antagonismos sustanciales y, al mismo tiempo, profundizarlos con el fin de facilitar a nuestros agitadores el material necesario para su trabajo de destruc- ción del régimen existente. Todas las obras de Marx persi- guen este fin de subversión y de destrucción. Mas cuando la clase obrera conquista el poder se ve obli- gada a empalmar las diversas partes del todo bajo su propia hegemonía. Toda una serie de cuestiones que antes no ofre- cían el menor interés práctico cobran actualidad y deben ser estudiadas ele manera mucho más profunda Alim.i n.ida de bemos destruir sino construir. De aquí que las cosas se nos presenten bajo otro aspecto, desde otro punto de vista. Yo creo que cada uno de nosotros, cuando lee ahora ciertas obras -e incluso cuando hace observaciones sobre la vida cotidiana- , ve de otra forma los hechos que ya conocía antes, y la causa determinante no es otra que el cambio de objetivo: antes te- nía que destruir mientras que ahora ha de construir. Una nueva mentalidad que se refleja en muchos problemas que no se planteaban en la época de la primera fórmula de la doctrina de Marx o que, si se plantearon en la época de la Segunda Internacional, lo fueron desde el punto de vista de la incorporación del movimiento obrero al Estado burgués. Como los partidos socialdemócratas no se asignaban el ob- jetivo de derribar el régimen capitalista sino, por el contra- rio, el adaptarse a él y transformarlo poco a poco mediante una actividad pacífica, estos embriones de teorías cons- tructivas eran acogidos con hostilidad por nosotros, mar- xistas revolucionarios. Empero, las exigencias de la dia- léctica son tales que cuando conquistamos el poder nos fue necesario adoptar otro punto de vista teórico y prácti- co. Hubimos de derribar, pero también tuvimos que edifi- car: nos vimos obligados, en consecuencia, a buscar la síntesis de estos dos aspectos: destrucción y edificación. Síntesis que nos ha sido dada por Lenin en sus generali- zaciones teóricas, y, sin embargo, resulta en extremo difí- cil el formular aquí unas tesis precisas debido a que las observaciones hechas por Lenin a propósito de este pro- blema se hallan aisladas, esparcidas, en todos los volú- menes de sus obras y, principalmente, en sus discursos. No obstante, es evidente que es en ello donde reside lo más importante que el leninismo ha aportado como sis- tema teórico continuador del marxismo. Cierto que Marx nos ha legado muchas indicaciones teóricas relativas a la destrucción, pero bien pocas sobre la construcción. Sobre este último punto todo estaba por crear, y por esta razón estimo que la aportación teórica más importante de Lenin al marxismo puede sei caracterizada así: Marx dio princi- palmente el á l i - e l i i . i d> I >|i",,uio|lo capitalista v de la acción
  • 4. revolucionaria; Lenin añadió el álgebra de nuevos fenóme- nos de destrucción y de construcción, como también su arit- mética, es decir, descifró las fórmulas algebraicas desde un punto de vista todavía más concreto y más práctico. NOTA 1 La Comuna de París no pasó de ser un bosquejo que permitió a Marx varias previsiones geniales. Pero Marx no podía, evidentemente, anali- zar la cuestión en todos sus detalles. (N. del A.). 56 Lenin como organizador del partido* Nadiezdha Krupskaya Si queremos comprender a Lenin como organizador, hay que observar cómo edificó, piedra sobre piedra, la organiza- ción del partido. Examinemos su labor organizadora en Petersburgo, donde trabajó de 1893 a 1895. Sabemos que iba a enseñar a los círculos obreros. Leía a los obreros El capital de Marx, explicaba la esencia de su teoría, sabía hacerlo de un modo simple e inteligible, invi- tando a los obreros a opinar, ayudándolos a formular sus pensamientos. Pero, además de propagandista, era un propagandista-organizador, que sabía activar a cada miem- bro del círculo, encomendarle un determinado trabajo. He aquí lo que escribió en sus memorias el camarada Bábushkin, obrero de la fábrica de Semiánnikov, quien frecuentaba el círculo de Ilich: "Pero estas conferencias al mismo tiempo nos enseña- ban a realizar una labor independiente, a conseguir materia- les. Recibíamos del conferenciante hojas con cuestiones ela- boradas, que exigían de nosotros conocer y observar atenta- mente la vida fabril. Durante el trabajo en la fábrica, a me- * lisie texto forma parte del libro de Nadiezhda Krupskaya , Lenin y el Piulido II libro fue editado en 1975 por la editorial de Ciencias Socia- les, Instituto cubano del libro de Cuba. ( unió es sabido Nadie/lula Krupskaya fue compañera de armas y espo- . , 1 i | c 1 n u i l ( N n l . i de lie. i l i l n i c . )