2. Los jóvenes sí sienten y más
que nada sienten cosas que no
pueden manejar. Sienten
tristeza, dolor, angustia,
preocupación y miedo. Son
callados con respecto a sus
sentimientos. Si les preguntan
cómo se sienten, pocos tienen
la capacidad de mirar hacia
adentro y comprender sus
emociones
3. Este mal manejo
los deja sin
ilusiones, sin
proyectos
personales y con
un gran temor a
comprometerse
con algo o alguien
afectivamente
4. ¿Cómo llegamos a este
punto? No es solo la
influencia de la tecnología
donde el compromiso
afectivo no existe, sino los
profundos vacíos afectivos
que deja la familia (cada
día más alejada y sin
tiempo para compartir) y
la sociedad.
5. Los padres no solo se divorcian más hoy, sino que
viven ocupados. Esto ocurre en todos los estratos
sociales. Nadie parece tener tiempo disponible
para la familia. Las presiones de la vida moderna
nos están agobiando. Los hijos llegan a casas
vacías y sus grandes compañeros son la televisión
y el computador. Esto entretiene pero no
reemplaza la compañía de un ser querido.
6. Los jóvenes en este vertiginoso mundo miran
con escepticismo y duda el futuro. Optan por no
hacer nada o buscar soluciones fáciles que les
den placer, como son las huidas a los programas
de sexo en Internet, el alcohol, las drogas y la
rumba. Cualquier cosa que ayude a sentirse
mejor afectivamente o anestesie los
sentimientos sirve.
7. La familia, de donde se
deriva fuerza afectiva,
está mortalmente herida.
De ahí que nuestros
jóvenes se defiendan
aunque sea
autodestructivamente.
Reclaman a gritos el
amor, la seguridad y la
presencia unida de sus
padres.
8. Los divorcios y las
separaciones los han afectado.
El divorcio pone en jaque al
amor y de ahí para adelante
no vuelve a haber amor
sereno y certero. Se necesita
madurez emocional de los
padres para manejar bien un
divorcio. En realidad son
pocos los que logran que sus
hijos salgan bien librados a
nivel afectivo.
9. Los sentimientos de los jóvenes hay que cuidarlos
como un bien muy preciado. Hay que preocuparse
por darles sentido de pertenencia a una familia,
amor incondicional, supervisión amorosa y
protectora. Nada duele más que el abandono
afectivo. Esto se vuelve como un rechazo, aunque
esta no sea la intención del padre.
10. La realidad para ellos
está plagada de dudas
sobre el amor y el futuro
afectivo. Se preguntan a
diario si superarán las
adversidades y la
inseguridad afectiva.
Nadie les ha mostrado
una salida clara.
11. Mientras tanto,
ahogan sus temores e
incertidumbres en
aquello que les dé
placer inmediato
reemplazando así el
afecto y llenando su
soledad.
12. Démosles el
cariño y el
apoyo que
piden a gritos.
¡Empecemos
hoy!