Este documento analiza el concepto de fármacon en Platón y Aristóteles y cómo este puede tener múltiples significados como remedio, veneno, pintura o chivo expiatorio. Discute tres regímenes del discurso: i) aristotélico que exige un sentido único, ii) antiaristotélico que niega el sentido y iii) anaristotélico que implica la ausencia de sentido. Examina cómo el fármacon no permite la "decisión del sentido" al ser ambivalente entre lo benéfico y lo maléfico
1. 1
“ME PEGÓ MAL”
Marcelo Real
Careta de Aristóteles
Quisiera comenzar por el principio de no-contradicción tal como lo formula
Aristóteles: “es imposible que lo mismo se dé y no se dé en lo mismo a la vez y en el
mismo sentido”1
. Subrayo: “en el mismo sentido”.
El principio no surge de la nada. Surge en medio de una discusión con aquellos
que “dicen verdad y falsedad por igual”, “los que afirman esta doctrina” de que algo
puede ser y no ser a la vez y en el mismo sentido. Quienes escucharon a Fernando
García, recordarán que son los sofistas aquellos que se especializaban en el arte de
“como te digo una cosa, te digo la otra”2
. Aristóteles arremete contra ellos y, creyendo
refutarlos, pregunta: “¿y no se dirige, recién amanecido, a un pozo o a un precipicio, si
llega el caso, sino que se muestra precavido, como que no piensa que caer (en ellos) es
bueno y no bueno por igual? Es, pues, evidente que piensa que lo uno es mejor y lo otro
no es mejor. Y si (piensa) esto, también pensará necesariamente que lo uno es hombre y
lo otro no es hombre, y que lo uno es dulce y lo otro no es dulce. […] nadie hay que no
se muestre precavido ante ciertas cosas y ante ciertas cosas no. […] Y si (reconocen
que actúan) de este modo, no porque sepan, sino porque opinan, con mayor razón
habrán de interesarse por la verdad del mismo modo que quien está enfermo ha de
interesarse por la salud más que el sano: en efecto, el que opina, en comparación con
el que sabe, no goza de salud respecto de la verdad”3
.
¡Qué ingenuidad la del Estagirita! Su candidez no sólo remite a ese sentido
común que una y otra vez es puesto hoy en jaque por los llamados “drogadictos”, sino
también a la simpleza del “careta” (me refiero a ese que, en la jerga de los consumidores
de drogas, vive “de cara”, es decir, sobrio, no se droga sino que “encara”, pero en
sentido peyorativo). En su candor, la lógica aristotélica de los silogismos formaliza el
sentido común. El sentido común aristotélico, supone que el hombre se lanza siempre a
la búsqueda del placer y la salud (bien) y a la evitación del dolor (mal). Por ello goza de
cierta ingenuidad en un mundo en que se sabe que “fumar es perjudicial para la salud”.
Se sabe también que una y otra vez se vuelve a caer, se recae en el pozo, que la
“recaída” está a la vuelta de la esquina.
1
Aristóteles, Metafísica, Libro IV (Gamma), “Capítulo Primero (La ciencia de lo que es, en tanto que
algo es)”, 1005b, Gredos, Madrid, 1994, p. 179.
2
“Platón en el Sofista señala como rasgos distintivos de los sofistas el que eran antilogikoii es decir que
su forma de argumentar y debatir consistía frecuentemente en oponer un logos o argumento a otro. El
método de examen que los sofistas pusieron a punto es lo que suele denominarse Antilógica. Protágoras
pasa por haber sido el primero en proclamar que sobre cualquier asunto hay dos razonamientos, capaces
de formulación verbal, mutuamente opuestos. A él se debe el desarrollo del método antilógico,
consistente en defender sucesivamente dos puntos de vista opuestos: elogio/censura; acusación/defensa.
Los cómicos percibieron el peligro moral inherente a un sistema de razonamiento que no tomaba en
consideración ninguna verdad absoluta. Ahora bien, como señala J. de Romilly, la oposición de tesis y de
argumentos permitía ponderar mejor las situaciones, analizar en detalle los conflictos, examinar las
distintas responsabilidades. En este sentido, el método antilógico transciende los límites de la retórica
práctica, para convertirse en un poderoso instrumento de análisis y de conocimiento”. Ibíd., p. 27.
3
Ibíd., “Capítulo Cuarto (Refutación de los que pretenden negar el principio de no-contradicción)”,
1008b., p. 185.
2. 2
Aristóteles careta formaliza también el sentido único4
. En primer lugar incluso,
el sentido, la exigencia del sentido. Dice: “en relación con todos los casos de este tipo
el punto de partida consiste, no en pedir al otro que diga que algo es o no es […], sino
que diga algo que tenga significado para sí mismo y para el otro”5
. En segundo lugar,
que el sentido sea uno (unívoco) y no doble (equívoco). Estas dos exigencias conforman
lo que Barbara Cassin denomina la “decisión del sentido”6
.
En “Sobre las refutaciones sofísticas”, texto que forma parte de sus Tratados
sobre lógica, más conocido como Organon, Aristóteles dice que un mismo enunciado y
un único nombre significan varias cosas, pues hay más objetos que palabras7
. Es decir,
hay homonimia. En una argumentación, la homonimia es una de las cosas que provocan
una falsa apariencia en función de la expresión (lo veremos con el “fármacon”, remedio
y veneno); lo mismo sucede con la ambigüedad (por ejemplo, cuando Lacan habla sobre
“el deseo del Otro”, ¿se desea al Otro o es que el Otro desea?). A esta ambigüedad se la
asocia a la “anfibología” (el empleo de frases o palabras con más de una interpretación).
Una anfibología puede dar lugar a importantes errores de interpretación si se desconoce
el contexto discursivo del enunciado anfibológico. Son dos de los tantos otros recursos
que los sofistas emplean en sus argumentaciones. A través de ellas, inducen al error, la
falsedad, la refutación, la paradoja, el parloteo estéril (obligan al adversario a decir
varias veces lo mismo). Por eso, los sofistas están entre aquellos adversarios con los que
Aristóteles discute y antepone su principio de no-contradicción.
Siguiendo el texto de Cassin, digamos, entonces, que el discurso puede
funcionar en un régimen:
i - aristotélico: sentido (único). Decisión del sentido. Se trata del Organon, de
dicha lógica como órgano o instrumento de conocimiento.
Pero Cassin señala otros dos regímenes en los que tanto la sofística como el
psicoanálisis ejercen su “rebeldía” a ese sentido:
ii - antiaristotélico: (sin)sentido.
iii – anaristotélico (ab-aristotélisme): au-sentido8
(absence/ ab-sens).
4
Cf. el capítulo “Sentido y sinsentido o el antiaristotelismo de Lacan". B. Cassin, Jacques el sofista.
Lacan, logos y psicoanálisis, Manantial, Bs. As., 2013, pp. 91-134.
5
Aristóteles, op. cit., “Capítulo Cuarto (Refutación de los que pretenden negar el principio de no-
contradicción)”, 1006a., p. 185.
6
B. Cassin, La décision du sens, Paris, Vrin, 1989. « Que s'est-il passé ? Il s'est passe-passé qu'Aristote
a démontré l'indémontrable principe de non-contradiction au moyen d'une série d'équivalences, prises
comme des évidences : parler, c'est dire quelque chose, dire quelque chose, c'est signifier quelque chose,
signifier quelque chose, c'est signifier quelque chose qui a un sens et un seul, le même pour soi-même et
pour autrui. C'est cela que j'ai nommé la ‘décision du sens’ ». « L’ab-sens ou Lacan de A à D », en B.
Cassin, Alain Badiou, Il n’y a pas de rapport sexuel. Deux lecons sur « L’Étourdit » de Lacan, Fayard,
Paris, 2010, p. 21. Cf. J. Lacan, Problemas cruciales, 02/12/64, donde distingue significación y sentido,
donde habla de efectos de sentido, apoyándose en Lewis Carroll. Cf. también J. Lacan “El
atolondradicho”, en Otros escritos, Paidós, Bs. As., 2012, p. 504.
7
Aristóteles, “Sobre las refutaciones sofísticas” en Tratados sobre lógica (Organon), tomo I, Gredos,
Madrid, 1982, pp. 309 y ss.
8
Esta última se vincula a la lalangue como depósito de goce. Un improptu de Lacan puede
ejemplificarlo: “Escuchándola, Lacan se mostraba teatralmente asombrado, otras veces atónito, otras
veces maravillado, otras veces pasmado; llegaba también a largar una gran carcajada. Así aprendió que
su decir podía ser causa del goce del Otro”. J. Allouch, Les impromptus de Lacan. 543 bons mots
recuellis par Jean Allouch, Mille et une nuits, Paris, 2009, p. 72.
3. 3
Hemos visto cómo funciona o debe funcionar el discurso según el Organon.
Prosigamos con el segundo régimen, si se me permite llamarlo así, con el “anti-
Organon” o, dicho de otro modo, el fármacon.
Farmacia platónica
Para ello vamos a recurrir al texto de Derrida, La farmacia de Platón, ya que
analiza las distintas significaciones del fármacon. Es una referencia ineludible para leer
el capítulo “El logos-pharmakon” del texto de Cassin. Veamos una serie de palabras y
significaciones asociadas al fármacon.
i - Farmacea, (Farmaqueia)
Administración del fármacon, de la droga: remedio y/o veneno.
También significa “envenenamiento”. Antifonte de Ramnunte –ha habido una
discusión sobre si era el mismo que Antifonte, el sofista- escribió para presentar en un
juicio que alguien hizo “Contra su madrastra por envenenamiento (farmaqueias)”9
.
ii – Fármacon
Droga: medicina, veneno. El fármaco despliega dos fuerzas, dos direcciones en
las que empuja al cuerpo tanto hacia lo mejor como hacia lo peor. Antídoto y tóxico.
Benéfico y maléfico. Hay ambivalencia entre estas significaciones que acaecen por
turno o simultáneamente.
Por eso, el fármaco es una no-sustancia –si se entiende por “sustancia” aquello
que permanece en algo que cambia- algo sin esencia ni identidad. Es lo mismo, no lo
idéntico. La no-sustancia farmacéutica se produce en la medida que sus efectos pueden
cambiar de sentido: la eficacia del fármaco, puede invertirse, agravando el mal en lugar
de remediarlo (es el efecto de iatrogenia, de las contraindicaciones, de los efectos
secundarios o colaterales). El fármaco siempre se encuentra en esa oscilación entre el
medicamento que por doloroso parece malo pero es benéfico, y el que se hace pasar por
bueno y resulta perjudicial.
Así el sentido entre remedio y veneno permanece indecidible. El fármaco no
permite la “decisión de sentido” que exige el Órgano aristotélico, no se reduce a ella, va
más allá o más acá10
.
Observemos que “remedio” no es el opuesto de “veneno”. Entre uno y otro no
hay oposición, sino diferencia y ambivalencia. Pues las significaciones de “fármacon”
no se restringen a esas dos: significa también pintura, color, no color natural sino tintura
química, tinte artificial. Cabe señalar que en La República la cuestión de la imagen
9
La traducción del artículo de Derrida dice “suegra” (p. 102). Pero es porque “belle-mère” en francés
puede ser suegra o madrastra. ¿El traductor se habrá orientado por esa clásica relación entre la figura de la
suegra y la ponzoña? En griego el término del escrito de Antifonte es μητριά (metriá, madrastra) y no
μητέρα (metéra, suegra). Antifonte, Andócides, Discursos y fragmentos, Gredos, Madrid, 1991, pp.23 ss.
10
Derrida ya escribe en esos términos en su artículo de 1968: “[…] Platón propone la decisión de una
lógica intolerante a ese paso entre los dos sentidos contrarios de una misma palabra […] Y sin embargo,
por otra parte, el fármacon, si se confirma nuestra lectura constituye el medio originario de esta
decisión, el elemento que la precede, la comprende, la desborda, no se deja jamás reducir a ella […]”
Jacques Derrida, « La farmacia de Platón », en La diseminación, Fundamentos, Madrid, 1975, p. 147.
4. 4
como mímesis, imitación, estará vinculada tanto al simulacro de la pintura y la poesía
(pintar, copia de la cosa; escribir, copia del habla) como al simulacro de la sofística.
iii – Farmakeus
Figura a la que en los Diálogos de Platón se asocia Sócrates: brujo, mago,
envenenador que con su mayéutica produce una mordedura como de víbora, veneno, o
una narcosis, que embota y paraliza.
iv – Farmacos
Sinónimo de farmakeus, pero al que se le ha agregado otro significado: chivo
expiatorio, aquel a quien se inmola o se destierra en expiación de las faltas de una
ciudad. Edipo ha sido leído en esta clave del fármacos11
.
En ciertos ritos, al farmacos se lo golpeaba en sus genitales, se lo azotaba como
modo de purificación, de expulsión (o atracción) del mal, de la enfermedad, fuera del
cuerpo y de la ciudad.
v – Farma
No es casual que fármacon derive de farma, golpe: “‘de suerte que fármacon
habría significado: lo que concierne a un golpe demoníaco o que es utilizado como
medio de curación contra semejante golpe’… un golpe de fuerza… un golpe
disparado… un golpe subido… pero un golpe para nada… un golpe en el agua […] y
un golpe de suerte… […]”12
“Me pegó mal”
No es extraño tampoco que al efecto del consumo de drogas en la jerga que
circula por las calles de Montevideo se lo llame “pegue”. En inglés se usa “blow”
(golpe) para “inhalar” cocaína (también llamada “blow”). En el Río de la Plata la
expresión equivalente es “saque” que en la lengua común significa “golpe fuerte dado
con la mano”.
“Me pegó mal” es un enunciado anfibológico, podríamos decir: un “enunciado-
fármaco”. Una característica casi constante de las anfibologías es la ambigüedad, esa
que, como ya vimos, tanto crispaba a Aristóteles.
El enunciado “me pegó mal” puede leerse como:
1. Un golpe (sentido literal): inapropiado o reiterado
2. Un efecto nocivo: de una noticia, una situación, un decir, una droga
3. Un efecto intenso: de un droga
11
Ver Jean-Pierre Vernant “Ambigüité et renversements sur la structure énigmatique d’Œdipe-Roi, en J.-
P. Vernant, P. Vidal-Naquet, Œdipe et ses mythes, Complexe, Bruselas, 1988, p. 39. En ese libro también
se declara que el Edipo de Sófocles es un “Œdipe sans complexe” (p. 1). Disponible en
http://books.google.com.uy
12
Jacques Derrida, « La farmacia de Platón », en La diseminación, Fundamentos, Madrid, 1975, p. 259.
Derrida se sirve de distintos textos de Platón (Gorgias, El sofista, Fedro, La República) y de los sofistas
(Encomio de Helena), así como recurre a diccionarios etimológicos para extraer estas significaciones del
fármacon y las palabras que se le asocian.
5. 5
Sucede que “mal” en el lunfardo actual, no necesariamente se refiere a maldad o
malo, sino a una gran intensidad. Así en la expresión “quedé como un bicho mal”. Basta
con que la expresión “me pegó mal” (el consumo tuvo efectos secundarios no deseados)
cambie de sentido con una simple articulación un poco más prolongada de los fonemas
/m/ y /l/ (“me pegó, mmmalll”) para que la expresión refiera a una experiencia intensa y
placentera.
¡No faltan quienes rápidamente adjudican una significación sadomasoquista
cada vez que alguien enuncia “me pegó mal”! En efecto, el campo discursivo de las
adicciones está minado de lugares comunes, de significaciones cerradas, de
interpretaciones de sentido único. El fármacon, los “enunciados-fármaco”, en cambio,
se oponen a la exigencia de un orden según el cual hay que escoger una dirección y
mantenerse en ella (el buen sentido), ya que aquí el sentido siempre va en distintas
direcciones a la vez, por lo que no hay un sentido único ni un buen sentido. La voluntad
de significación, bien decía Lacan, tiende a eliminar el doble sentido13
, el equívoco, el
sinsentido.
El enunciado-fármaco se opone al sentido común que exige la permanencia del
objeto (ejemplo, “la droga es SIEMPRE un veneno”). Por eso, no hay clisé que resista a
la constitución farmacológica del sentido. Hay una reversibilidad del fármacon que
permite que sea posible ir de lo venenoso a lo saludable, y viceversa. Pero para que
aparezca el sentido en su calidad de doblez, es necesario pasar del “suicidio lento”
(como dicen los Narcóticos Anónimos: “nos estábamos suicidando lentamente…”14
) al
alivio de la existencia y el apaciguamiento del dolor: “Venenos las únicas curas.
Remedios donde menos se los espera” -escribía Joyce en Ulises15
. Efecto joyceano de
(sin)sentido ya que el veneno envenena, supuestamente no cura -al menos según las
condiciones del Órgano. Conviene, entonces, tomar al fármaco o droga en los dos
sentidos a la vez, y de ello hay que sacar una doble consecuencia: la droga puede ser
beneficiosa, la medicación (psicofármaco) puede ser dañosa. Entiendo que hay que
ubicar aquí la sospecha que presentan los pacientes consumidores de drogas con los
psicofármacos, quienes en muchos casos se niegan al tratamiento farmacológico por
considerar que significa sustituir una droga por otra.
Ahora bien, llegados a este punto, quisiera destacar que la Farmacia tiene no
sólo relación con el fármaco en el sentido médico, sino también con el logos. El texto de
Derrida nos había preparado para abrir ese sentido cerrado de “Farmacia” que
predomina en nuestros días. Es hora de pasar por la farmacia de Gorgias para proseguir
nuestro camino.
Encomio
En su “Encomio de Helena”, Gorgias afirma: “La palabra es un poderoso
soberano que, con un cuerpo pequeñísimo y completamente invisible, lleva a cabo
13
Lacan, J. (1977). L´insu que sait de l´une-bévue s´aile à mourre. Sesión del 15 de marzo, p. 9.
Disponible en: http://www.ecole-lacanienne.net/bibliotheque/Bilingues/linsu/15-03-77-linsu.pdf
14
Narcóticos Anónimos, Quién, qué, cómo y por qué, 1995. Disponible en
http://www.na.org/admin/include/spaw2/uploads/pdf/litfiles/cs/CS_3101.pdf
15
“Poisons the only cures, remedies where least expected”. J. Joyce, Ulysses, Penguin Books, London,
1992, p. 104.
6. 6
obras sumamente divinas. Puede, por ejemplo, acabar con el miedo, desterrar la
aflicción, producir la alegría o intensificar la compasión.”16
Más adelante dice algo que es clave para lo que hoy nos ocupa: “Existe la misma
relación [logos] [λόγον, lógon] entre poder [δύναμις, dýnamis] del discurso [logos
otra vez] [λόγου, lógou] y disposición [τάξι, táxin] del alma, dispositivo [τάξις, táxis]
de las drogas [φαρμάκων, farmácon] y naturaleza de los cuerpos: así como cierta
droga hace salir del cuerpo cierto humor y unas hacen cesar la enfermedad y otras la
vida, así sucede entre los discursos. Algunos entristecen, otros encantan, dan miedo,
exaltan al auditorio, y algunos, mediante una mala persuasión, drogan el alma y la
embrujan.”17
Reproduzco una operación que hace Cassin18
a propósito de este texto de
Gorgias:
poder del logos = dispositivo de las drogas
disposición del alma naturaleza de los cuerpos
Hay homonimia en el griego entre “palabra”, “relación”, “razón” y
“proporción”. Cassin lee esta relación como una proporción matemática. Por ejemplo,
¿cuál es la proporción entre 12 y 3? 12/3=4. Se dice así que 4 es la razón, la relación o
logos entre 12 y 3. Así, la razón de 12 a 3, expresada como 12/3 o como 4, indica que
12 contiene a 3 cuatro veces. La razón de 8 a 2 es también 4, y por tanto, según la
definición de proporción, los cuatro números 12, 3 y 8, 2 están en proporción. Esta
proporción se expresa como 12:3::8:2, que se lee “12 es a 3 como 8 es a 2”. Así el
fármacon, en el texto de Gorgias, es el logos, es decir, la palabra, a la vez que la razón,
la proporción o relación en el esquema que dibuja Cassin.
Pienso que esto aporta un clave suplementaria para pensar lo que Raquel
Capurro desarrolló en la reunión pasada respecto a la declaración de Lacan del 12 de
mayo de 1965: “El psicoanálisis es la presencia del sofista en nuestra época, pero con
16
AAVV, Sofistas, testimonios y fragmentos, Gredos, Madrid, 1996, pp. 205-206.
17
Traducción de B. Cassin, Jacques el sofista. Lacan, logos y psicoanálisis, Manantial, Bs. As., 2013, p.
75. Los términos en griego son agregados míos. La traducción de Gredos es la siguiente: “La misma
relación guarda el poder de la palabra con respecto a la disposición del alma que la prescripción de
fármacos respecto a la naturaleza del cuerpo. Pues, al igual que unos fármacos extraen unos humores
del cuerpo y otros, otros; y así como algunos de ellos ponen fin a la enfermedad y otros, en cambio, a la
vida, así también las palabras producen unas, aflicción; otras, placer; otras, miedo; otras predisponen a
la audacia a aquellos que las oyen, en tanto otras envenenan y embrujan sus almas por medio de una
persuasión maligna”. AAVV, Sofistas, testimonios y fragmentos, Gredos, Madrid, 1996, p. 209. Se ve
que en lugar de “dispositivo” traducen “prescripción”, lo que cambia el sentido del enunciado. τάξιn,
(taxin) significa: puesta en orden, disposición, arreglo (como, por ejemplo, en “taxonomía”). Pero, a la
vez que tiene ese sentido de ordenamiento, también admite el sentido de prescripción. “Dans cette famille
de mots, ά, etc., signifie ‘placer’ [...] L'idée est celle de placer où il faut, selon une organisation,
d'où d'une part l'importance de ces mots dans les vocabulaires administratif et militaire, de l'autre la
signification fréquente de ‘ordre, prescription’”. P. Chantraine, Dictionnaire étymologique de la langue
grecque. Histoire des mots, Klincksieck, 1977, p. 1096. De todos modos, aunque la acepción de
“dispositivo militar” está contemplada en Chantraine, la traducción de “dispositivo” parece un poco
forzada, según Fernando García, ya que es un término demasiado contemporáneo y que remite a Foucault.
Ver anexo. Cf. http://fr.wiktionary.org/wiki/%CF%84%CE%AC%CE%BE%CE%B9%CF%82
18
Barbara Cassin, Jacques le Sophiste. Lacan, logos et psychanalyse, Epel, Paris, p. 94.
7. 7
otro estatuto cuya razón ha aparecido, ha salido a luz, se sabe por qué los sofistas
operaban con tanta fuerza y también sin saber por qué”. Ella decía: “¿Dónde está en
nuestra época ese plus de saber del que no disponían los sofistas? Haciendo un
cortocircuito adelantemos: ¿De qué razón se trataría sino de aquella que no puede ser ya
la misma después de Freud? Un método que nos hace atentos al resonar de la lengua y
no tanto a su razonar”. Si tomamos razón en el sentido matemático, ese resonar de la
enunciación en el cuerpo, es también el de la “razón-fármaco”, por expresarnos en
términos gorgianos.
Según el logos-organon, las palabras son estímulos sustitutos de las cosas.
Según el fármacon, las palabras provocan por sí mismas transformaciones subjetivas;
no reenvían más que a sí mismas, no son signos de las cosas, no sustituyen nada, son
estímulos puros, eficaces por sí mismas, eficaces como drogas en el cuerpo. Hay un
cambio de acento puesto en la materialidad misma de las palabras como sonido y
significante, entre una idea y otra del discurso como organon o fármacon.
Efectos del discurso, del decir: drogar, “curar y crear síntomas”19
. El discurso,
escritura o enunciación, constituye un terrible fármacon: puede tanto hacer perder la
razón como recobrarla, esfumar la tristeza o pronunciarla. Así, el efecto terapéutico del
decir, si bien no es el fin, no está fuera del campo de la cura por la palabra, de la talking
cure. Tampoco el efecto iatrogénico. Para lo mejor y para lo peor. Decir “efecto del
habla” quizá sea decir demasiado, o demasiado poco. En efecto, el efecto terapéutico de
la palabra es viejo como el hombre20
. Todo el mundo sabe que en la mayor parte de las
psicoterapias también se habla y mucho. Talking cure no caracteriza al psicoanálisis,
cualquier psicoterapia la emplea. Incluso la dirección espiritual también es una talking
cure. La cura de almas es una cura por la Palabra.
No se trata aquí, pues, de definir las relaciones generales entre el lenguaje y la
cura sino, en primer lugar, de analizar más específicamente las relaciones del sentido, el
sinsentido y el au-sentido del discurso con el cuerpo. En segundo lugar, en qué régimen
de sentido funciona un análisis.
Luego de este recorrido, se podrá diferenciar la lógica del fármacon, polisémica
y ambivalente, de la lógica del organon, de sentido único y no-contradictoria. La
fármaco-lógica de Gorgias21
toma en cuenta los casos en que las proposiciones no se
rigen por los principios lógicos aristotélicos (no-contradicción, identidad, tercero
19
« La pratique analytique est une pratique exclusivement langagière. Le logos est pharmakon au sens de
Gorgias (drogue qui peut aussi bien guérir que créer des symptômes) ». Elisabete Thamer, Logologie et
parlêtre : sur les rapports entre psychanalyse et sophistique dans l’œuvre de Jacques Lacan, Thèse pour
obtenir le grade de Docteur de l’Université Paris IV, Paris, 2008, p. 313.
En http://es.scribd.com/doc/208236054/These-Finale-Corrige-e
20
Pedro Lain Entralgo, La curación por la palabra en la Antigüedad clásica, Revista de Occidente,
Madrid, 1958. En: http://www.cervantesvirtual.com/obra/la-curacion-por-la-palabra-en-la-antiguedad-
clasica/
21
Hoy se conoce a esos juegos de lenguaje como “figuras gorgianas”. En efecto, él hizo uso de tropos,
metáforas, alegorías, hipálages, catacresis, hipérbaton, anadiplosis, epanalepsis, apostrofes, parisosis.
Efectivamente él fue el primero en servirse de figuras de dicción, algo excesivas y notables por su
artificiosidad: antítesis, isocolos, parisosis, homeoteleutos y algunas otras por el estilo, que, por aquel
entonces, a causa de la novedad de la invención, gozaban de aceptación. Aunque Gorgias no fue el
inventor de ninguno de los tropos y figuras que le atribuyen las fuentes antiguas. La contribución de
Gorgias al desarrollo de la prosa consistió, más bien, en sistematizar el uso de los procedimientos
retóricos. AAVV, Sofistas, testimonios y fragmentos, Gredos, Madrid, 1996, p. 151.
8. 8
excluido), al punto que ciertos juegos retóricos (metáforas, alegorías, hipérbaton,
apostrofes y tantas otras más) se conocen hoy como “figuras gorgianas”.
Faltar a la lógica del Órgano, con todo el juego de sinsentido que comporta la
fármaco-lógica, corre el riesgo de la locura, de la sinrazón, de un discurso que ya no
tenga pies ni cabeza. Es en esa des-organización donde sofística y psicoanálisis se
encuentran, allí donde es posible situarlos como experiencia del fármaco, del discurso
anti-Organon, anti-lógica del instrumento cuyas partes tienen una función
(demostrativa), un designio y un orden prefijados.
Agujeros del sentido
Ahora bien, que el logos sea fármaco, que la droga sea charlatanería, como
escribíamos en el argumento22
, no es una mera metáfora. El año pasado, trabajando el
texto de Extraviada, veíamos cómo Diego Nin y Raquel Capurro subrayaban que, en su
delirio, Iris sostenía que la madre la odiaba y buscaba envenenarla. Por su parte,
Raimunda ya había escrito que las explosiones de celos de su marido habrían provocado
que ella misma envenenara a sus hijos al amamantarlos23
. Curioso pasaje del veneno de
la voz al de la sustancia láctea. El odio envenena por el oído (anagrama de odio)24
y por
la teta.
Pero pongamos otro ejemplo, ya no con relación a la “locura delirante”, sino a lo
que se ha llamado la “locura tóxica”. Me refiero a ese fenómeno raro que se produce en
alguien en quien por el mero hecho de hablar de ciertas drogas, se desencadenen las
mismas reacciones psicológicas causadas por la ingesta de sustancias: aumento de
ansiedad, ideas de persecución, diferentes estados de excitación y malestar.
Existe una tendencia en algunas comunidades y grupos terapéuticos orientados,
en general, por técnicas cognitivo-comportamentales a prohibirles hablar en la jerga de
los consumidores o con los “códigos de la calle”, en parte, para evitar que dichos
fenómenos ocurran. En ciertas terapias grupales, son descartadas ya que se las considera
“contraproducentes”, de forma tal que se trata de evitar que los participantes se
“movilicen” al pronunciar cierta forma de nombrar esta o aquella droga, contar tal o
cual anécdota de consumo o escuchar ciertas canciones (de rock o cumbia, por
ejemplo). Así, los participantes deben ingeniárselas para nombrar la droga en cuestión
por sus iniciales (por ejemplo, “PB” en lugar de pasta base)25
.
22
“Droga (del árabe hispánico. ḥaṭrúka; literalmente, 'charlatanería')”. Diccionario de la Real Academia
Española. En http://lema.rae.es/drae/?val=droga Hay otras etimologías: “DROGA, fin S. XV. Palabra
internacional de historia oscura, que en castellano parece procedente del Norte, probablemente de
Francia. El origen último es incierto; quizá sea primitiva la acepción 'cosa de mala calidad', S. XV, y
proceda de la palabra céltica que significa 'malo' (bret. droug, galés drwg, irl. droch)., que se habría
aplicado a las sustancias químicas y a las mercancías ultramarinas, por el mal gusto de aquéllas y por la
desconfianza con que el pueblo mira toda clase de drogas. DERIV. Droguero, 1607; droguerla.
Droguista, 1616.”Corominas, Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, Gredos, Madrid,
1987.
23
Raquel Capurro y Diego Nin, Extraviada, Edelp, Bs. As., 1997, p. 341.
24
Recordemos que el padre de Hamlet había sido envenenado por el oído.
25
En el otro extremo, algunas terapias cognitivas buscan condicionar aversivamente verbalizaciones que
inviten a fumar y términos utilizados en la jerga. De esta manera, se guía al paciente a través de una
secuencia imaginaria de eventos donde el consumidor acostumbraba a consumir cocaína y aparear estos
pensamientos a sensaciones desagradables con la finalidad de inducirle aversión por la sustancia.
9. 9
Sucede a menudo que alguien, simplemente por charlar sobre el consumo de
drogas entra en estado de craving (necesidad imperiosa de consumir) y al pasar los
fonemas /b/a/s/e/ por su cavidad bucal, es como si el cigarrillo mismo (de “bazoco”,
marihuana y pasta base) o la pipa misma pasaran por su boca y sus papilas sintieran su
gusto. Y no sólo alucina su sabor o su olor, sino que experimenta otra serie de efectos
físicos (aceleración de las pulsaciones cardíacas, hormigueos, espasmos, tensiones
musculares, dolor de cabeza, contriciones estomacales, incontinencia). Es decir, la
palabra, el logos, por momentos pasa a causar los mismos efectos corporales que los
tóxicos. Logos-fármacon, pero ya no sólo, como decía Gorgias, actuando sobre el
humor del alma, sino sobre los humores del cuerpo mismo.
Y así la palabra se vacía de sentido; el enunciado se vuelve tóxico y afecta al
cuerpo. Se encuentran entonces logoi, “enunciados-droga” que ya no crean efectos poli-
sémicos sino poli-somáticos. La enunciación pierde su anfibología, su ambigüedad, y se
transforma en estímulo o señal: se da el caso que alguien habla de cierto modo de “una
raya” (de merca) e inmediatamente, puede ser él mismo u otro, se “fisura” y se le abre la
raya, el agujero del culo: si no va al baño, ahí mismo se caga26
. Se asoma el objeto,
golpea la puerta mal, no puede esperar. Coca, caca, caco-fonía.
Sucede que la defecación se asocia al efecto del consumo de cocaína debido a
que el manitol, uno de los adulterantes que se utilizan para cortar o rebajar el clorhidrato
de cocaína, es laxante. De todos modos, ya “el fármaco [cocaína] es un laxante suave -
como la cafeína o la anfetamina-, con propiedades diuréticas y vasoconstrictoras, que
se usó mucho para combatir la congestión nasal. Diluido en agua, después de las
comidas, fue recomendado por Freud para combatir el ardor de estómago”.
Alterando el esquema de Cassin, podríamos cambiar uno de los términos de la
siguiente manera:
poder del logos = dispositivo de las drogas
deposición del cuerpo naturaleza de los cuerpos
Ya no se trata aquí de la vertiente “antiaristotélica” del (sin)sentido sino de la
vertiente “anaristotélica” de la ausencia de sentido, la región del “au-sentido”27
en la
cual la práctica analítica descubre la lalengua como “depósito” -en sus varias
acepciones- de goce. El tercer régimen del logos, que ya ni siquiera conviene llamar
“anti-Órgano” sino lisa y llanamente “discurso sin Órgano”. O, para decirlo en nuestro
idioma, efecto “lenguagujero”28
que pulsa en los orificios del cuerpo.
26
Antonio Escohotado, Historia General de las Drogas, Ed. Espasa, 2005, pp. 1266-1274.
Disponible en http://www.escohotado.com/historiageneraldelasdrogas/cocaina.htm
27
“El au-sentido como agujero en la norma sentido/sinsentido; se trata de un fuera-del-sentido del
adentro, de un agujero en la órbita sentido-sin-sentido, de una ‘extimidad’”. B. Cassin, Jacques el
sofista. Lacan, logos y psicoanálisis, Manantial, Bs. As., 2013, p. 138. Au-sentido es una expresión
tomada de L’Étourdit de Lacan: “ab-sence” (au-sencia), expresión homófona de “ab-sens” (au-sentido)
28
En el seminario Le Sinthome Lacan afirma: “Para mí, en efecto, si no se admite esta verdad de
principio de que el lenguaje está ligado a algo que agujerea lo real, no es simplemente difícil sino
imposible considerar su uso […] a partir de esta función del agujero, el lenguaje opera su captura de lo
real”. Citado en B. Cassin, Jacques el sofista. Lacan, logos y psicoanálisis, Manantial, Bs. As., 2013, p.
142.
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ANEXO
1.
2. ÉLOGE D’HÉLÈNE 3. ENCOMIO DE HELENA
1. Fragmenta, ed. H. Diels and W. Kranz, Die Fragmente der Vorsokratiker, vol. 2,
6th edn. Berlin: Weidmann, 1952 (repr. Dublin/Zurich: 1966): 279-306.
Disponible en http://anagnosisufmg.blogspot.com/
2. AAVV, Sofistas, testimonios y fragmentos, Gredos, Madrid, 1996, p. 209.
3. Barbara Cassin, Jacques le Sophiste. Lacan, logos et psychanalyse, Epel, Paris,
p. 93.