Reflexión sobre la presencia de María en la Boda de Caná
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Roma, 14 de enero de 2021.
Queridas hermanas,
Un renovado deseo de ¡Feliz año
nuevo! Que el 2021 sea un año lleno de salud,
serenidad y mucha , la mismapasión misionera
pasión de Don Bosco y de Madre Mazzarello
que inflamó nuestros corazones y que, a
través de su vida y carisma, nos indicó el
camino para llevar a Jesús a los jóvenes
y a los jóvenes a Jesús.
Después del 2020, año muy
especial que nos dio la oportunidad de
repasar algunas de las cartas de Madre
Mazzarello a las misioneras, me gustaría
ofreceros en los próximos meses una sencilla
reflexión sobre la presencia de María, Madre
de Jesús, en la Boda de Caná. Ella, la mujer en
salida está presente en la fiesta con una mirada
atenta a las necesidades de los demás.
“Haced lo que Él os diga” (Jn 2, 5). Comunidades generativas de la vida en el corazón de
la contemporaneidad es el tema que estamos trabajando en la preparación para el CG XXIV. En los
próximos meses que nos separan de la celebración del Capítulo general, para el día 14, deseo junto
con vosotras mirar a María como una mujer muy concreta, verdadera discípula-misionera, que nos
enseña a ser no sólo generativas de vida, sino capaces de cuidar la vida en todas sus dimensiones.
Deseo que nuestros próximos encuentros nos ayuden a descubrir a María como Madre
plenamente inmersa en la vida del Hijo y de sus hijos, es decir, María siempre presente, para que
nunca falte en nuestras realidades educativo-misioneras el “vino bueno”, para que podamos ser
conscientes de la presencia real y materna de María. Seguramente ella, ¡la Madre buena!, nos verá
comprometidas a ser buenas hijas; presentes en la vida de las personas que se nos confían y
¡hermanas de todos!
«Como María, la Madre de Jesús, “queremos ser una Iglesia [un Instituto] que sirve, que
sale de casa, que sale de sus templos, de sus sacristías, para acompañar la vida, sostener la
esperanza, ser un signo de unidad [...] para construir puentes, derribar muros, sembrar
reconciliación”». (FT no 276).
El Evangelio de Juan (2,1-2) nos dice: “Tres días después, hubo una boda en Caná de
Galilea y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado a la boda con sus discípulos”.
Con estos dos versículos, os invito a mirar y contemplar el corazón de María, un corazón de Madre
que participa en la vida de su hijo Jesús y en la vida de sus hijos e hijas. María es la Madre presente
en la fiesta de la vida porque sabe ser generadora de vida.
¡Donde está presente la Madre, está presente el Hijo! Donde María está presente, el milagro
siempre es posible porque María presenta continuamente a Jesús las necesidades de la humanidad y
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Él, como Hijo, no puede negar nada a la que, en la Anunciación, lo acogió primero en el corazón y
luego en el cuerpo.
María es una presencia que camina con nosotras y nos abre a las fronteras siempre nuevas de
la misión. María se pasea en nuestras casas, en nuestros patios, junto a los niños y jóvenes que se
nos han confiado y también a los que aún están esperando unirse al carisma salesiano. María
participa en las penas del mundo, pero también en sus alegrías y progresos.
En la fiesta de la vida, pero también en todas las circunstancias ordinarias, María precede al
Hijo. María está presente “tres días después”, pero también está presente, y, sobre todo, antes y
durante cada uno de nuestros días, antes y durante cada día de la creación de un nuevo mundo, con
la promesa de no dejar que falte el “vino bueno”, ¡el vino de la esperanza, la solidaridad, la justicia
y la paz! El “vino bueno” del Espíritu que nos mueve hacia nuevos caminos de servicio y comunión
fraterna.
Todas conocemos de memoria la historia de la Boda de Caná... Sabemos que la fiesta no
sólo terminará bien, sino que la vida será una fiesta permanente debido al “vino bueno”, fruto del
milagro de Jesús y de la presencia generadora de vida de María.
Queridas hermanas, quisiera haceros dos invitaciones:
La primera es retomar el subtítulo Estar en el corazón de la contemporaneidad con la
actitud de María de la Carta de Convocatoria del CG XXIV (Circular 985).
La segunda es entrar en el corazón de María, la Madre invitada y presente en la Boda de
Caná, porque entrando en el corazón de María es más fácil entender que «nuestro tiempo representa
un desafío y una oportunidad para entrar con corazón evangélico en nuestras sociedades [...] una
oportunidad de “estar” con el corazón, entendido, según la antropología bíblica, como la
interioridad, la dimensión más íntima y profunda del ser, la fuente generativa del querer y de las
acciones humanas, el lugar que se convierte en “sede” del Espíritu» (Circular 985).
Lucas, en su Evangelio, relata dos veces que “María, guardaba todas estas cosas
meditándolas en su corazón” (Lc 2, 19.51). Imagino que María, después de haber visto a los recién
casados en apuros por la falta de vino y, más aún, después de ver a Jesús traer la alegría y la
serenidad de vuelta a la fiesta, haya guardado todas estas cosas en su corazón de madre... Esta
actitud suya es para nosotras la certeza de que, incluso en nuestro hoy, en la historia de la
humanidad atravesada por tantas dificultades e inconvenientes, María anticipa la hora de Jesús,
María interviene porque es ¡madre generadora de vida!
Hoy felicitamos con filial afecto, a Madre Yvonne Reungoat, en su cumpleaños, deseándole
mucha salud y la presencia constante de María, como Madre del Buen Consejo. Damos gracias a
Dios por su “corazón misionero” y por el generoso servicio de animación y gobierno,
especialmente en este tiempo sin precedentes en la historia. ¡Muchas felicidades, Madre!
A todas vosotras, queridas hermanas, un fuerte abrazo y la certeza del recuerdo en la
oración. ¡Juntas, dejemos nuestro corazón en el corazón de María!
Sor Alaide Deretti
Consejera para las Misiones