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GENERAL MIGUEL RAMALLO
==========================
BATALLAS
DE LA
GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
LA PAZ – BOLIVIA
———————
INTENDENCIA DE GUERRA.—TALLER
161 –RECREO – 161
—————
1913
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
2
A la juventud militar del Ejército Nacional,
como prueba de cariño de su viejo camarada
General Ramallo
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AL LECTOR
Sin pensar hemos escrito este libro referente a las
batallas que se han librado durante el largo periodo
de la guerra de la independencia en el suelo de
nuestra patria.
Al principio, nos concretamos a estudiar las
GRANDES BATALLAS, pero hallamos tanto
heroísmo, tanta bravura y amor a la libertad, en los
héroes de la leyenda épica que se ha llamado la
“GUERRA DE LA INDEPENDENCIA”, que no hemos
vacilado en hacer un recuerdo de ellos, narrando
algunos detalles que han pasado sin ser apercibidos o
tal vez olvidados.
Parecera extraño encontrar en estas referencias,
batallas libradas lejos del suelo altoperuano, pero el
territorio donde ellas se libraron era del virreinato de
Buenos Aires, y entonces el Alto-Perú, era tan solo
una provincia de ese virreinato; así pues era el suelo
de la patria que se estendía desde las margenes del
poderoso Plata, hasta las orillas del río Desaguadero,
límite con el virreinato de Lima. En todo ese vasto
territorio ondeaba la bandera azul y blanca, la bandera
del General Belgrano.
He hay porque relatamos las batallas de Tucumán
y Salta juntamente que las de Vilcapugyu y Ayuhuma,
porque en ellas los mismos guerreros lucharon por la
misma causa y la sangre de ellos corrió mezclada en
los campos de Guaqui, Amiraya, Venta y Media y
otros muchos combates, terminando esa serie de
estériles, pero gloriosos sacrificios por la libertad, en
Viloma.
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
4
Después, los ejércitos argentinos ya no penetraron
en el corazón del Alto Perú, y siguieron guerreando en
las fronteras, pero comunicandose siempre con los
directores de las guerras de guerrillas, que son las
mas cruentas en este largo periodo de heroísmo y de
sangre.
Luego nos hemos concretado a referir algunas de
las campañas de nuestros guerrilleros; valientes y
abnegados patriotas que pasaron la mayor parte de su
vida en los campos de batalla, siempre acechados y
perseguidos como fieras; para los que jamas hubo
piedad ni les dieron cuartel sus enemigos, ni ellos lo
pidieron tampoco.
De esos hombres extraordinarios que marchaban
a la lucha sin contar con mas elementos que los que
tenían sus enemigos, y que se procuraban armas
arrebatandolos a los peninsulares.
Sobrios guerreros armados las mas veces con
hondas y garrotes; sin mas cuartel que el follaje de
los arboles del bosque ó las barrancas de los ríos; sin
otro alimento que un poco de maíz tostado, un
pedazo de CHARQUE y algunos puñados de hojas
de coca, que llevaban en el morral revueltas con las
balas y la pólvora.
Sin tener otra bebida que el agua de los ríos o de
los torrentes; ni mas equipo militar que el vestido con
que salían de sus hogares al partir a una guerra, de la
que casi nunca volvían. Siempre en ruda campaña
acechando a sus poderosos enemigos, impidieron
que estos realizasen su plan de reconquistar las
provincias del río de La Plata, que era el sueño
dorado de los generales del monarca español.
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5
La historia heroica de estos toscos y bravos
patriotas, esta escrita con sangre en las rocas,
serranías y desfiladeros de nuestro país. Son héroes
desconocidos cuyas hazañas se ignoran y las pocas
que han llegado hasta nosotros estan truncas é
incompletas.
Ellos no tenían mas norte ni mas pensamiento,
que su amor A LA DULCE LIBERTAD, como dice uno
de ellos en un escrito, en que con una sencillez
encantadora, da parte de sus hazañas al General en
Jefe del ejército argentino. Y estos hombres
abnegados que así lucharon por darnos patria inde-
pendiente, sin tener mas presente que el sufrimiento y
las privaciones de todo género, ni mas porvenir que el
cadalso, si eran cojidos, permanecen ignorados y la
posteridad llegara a olvidarse hasta de que existieron.
Sus combates con las tropas reales son tantos,
que sería imposible su relato; no tenemos los datos
suficientes para hacerlo y los que nos hemos
procurado han sido incompletos, como son todos los
escritores que se han ocupado de narrar esta luctuosa
y heroica época de nuestra historia.
Tampoco hemos consignado, en este estudio, la
guerra llamada “GUERRA DE GAUCHOS”, porque
ella fué peculiar de las provincias de Jujuy y Salta, a
pesar de que allí han figurado muchos guerrilleros
altoperuanos como: Uriondo, los Rojas, Aviléz,
Méndez, Mendíeta, Garay y otros hijos del belicoso
departamento de Tarija, que siempre prestaba eficaz
auxilio al bizarro La Madrid y al prestigioso y bravo
caudillo salteño don Martín Miguel Güemez.
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
6
Nada hemos dicho de las campañas que tuvieron
lugar en el Bajo Perú porque ellas se han verificado
con elementos mixtos, donde figuraron argentinos,
chilenos, altoperuanos y colombianos y como se sabe
los ejércitos realistas de Goyeneche, Ramírez,
Pezuela y La Serna, fueron reclutados en el Cuzco,
Arequipa, Puno y otros departamentos del bajo Perú,
teniendo siempre por base sólidas columnas de tropas
peninsulares. Por eso hemos resuelto ocuparnos de
estas interesantes campañas en otro libro que
tenemos en preparación.
Hemos consignado, sí, dos grandes jornadas: el
combate de Junín y la batalla de Ayacucho, porque
han sido ellas el corolario de la independencia del alto
Perú y de la América del Sud, y los Generales Bolívar
y Sucre que las han llevado adelante, nos han dado
patria e instituciones.
Por eso nos hemos esmerado en detallar esas dos
admirables acciones de guerra, con todo el cariñoso
entusiasmo que produce el recuerdo del padre de
nuestra patria, el Libertador Simón Bolívar, el héroe
mas grande de la América del Sud, que en la acción
de Junín se muestra brillante, y Sucre el soldado
invicto, el austero republicano, el primer General de la
guerra de la independencia, que verifica la retirada de
Lambrama que es algo que encanta, algo que seduce,
y luego en Ayacucho, haciendo lujo de sus
conocimientos tacticos, atrae a su poderoso enemigo
a un lugar donde lo amontona, lo encoje y luego lo
destroza, terminando con tan gran batalla tan inmensa
campaña!
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7
Mucho hemos dejado por escribir, porque, lo
repetimos, son innumerables los combates de los
guerrilleros y sería largo y hasta cansado narrarlos:
solo el bravísimo Coronel don Manuel Ascencio
Padilla tiene sesenta y dos acciones de guerra, de las
que hemos referido muy pocas; los combates del he-
roico Lanza en Ayopaya son multiples, así como son
innumerables los de Warnes, Arce, Uriondo y tantos
otros, entre los que descuella la amazona americana
doña Juana Azurduy de Padilla, que como heroína y
patriota no tiene rival en el continente.
Hay en esta guerra episodios tan admirables que
podían ser cantados por la lira eólica del divino
Homero, pero ellos desgraciadamente, van quedando
no solo oscurecidos, sino olvidados.
Por eso hemos escrito este libro.
MIGUEL RAMALLO
Tarija, octubre 12 de 1912.
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
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Batallas de la Guerra de la Independencia,
libradas en el Alto Perú de 1809 a 1825
BATALLA DE CHACALTAYA
25 DE OCTUBRE DE 1809
Chacaltaya es el primer choque de las armas de la libertad con
las de la tiranía.
¡Es la voz de alerta que da el cañón de los libres llamando a los
esclavos para que empuñando el arma vengadora, corran a los
campos de batalla a derramar su sangre y conquistar con ella una
patria independiente!
Es el reto de los valerosos altoperuanos que cansados del yugo
de la esclavitud, quieren sacudir el peso de cinco siglos de coloniaje
que los oprimía de una manera brutal.
Es la libertad que bajando de la cumbre de los Andes, quiere, al
pie mismo de esos macisos de nieve, enseñar a los americanos que
ha sonado la hora de la redención, y que pronto en la cumbre del
más alto de esos gigantes del nuevo mundo, ha de flamear su
sagrada bandera.
—————————
El Virrey de Lima, don Fernando de Abascal, Marqués de la
Concordia, alarmado con los movimientos insurreccionales de
Chuquisaca el 25 de mayo de 1809 y del 16 de julio del mismo año,
acaecido en la ciudad de La Paz, resolvió ahogarlos en su cuna, para
lo que ordenó al Brigadier don José Manuel de Goyeneche y
Barreda, que desempeñaba accidentalmente la Presidencia del
Cuzco, tomase las medidas conducentes a aplastar esos
movimientos que podían después ser funestos al régimen
monárquico en la América del Sud.
Al mismo tiempo ordenó al Coronel don Juan Ramírez y Orosco,
Gobernador de Huarochiri, se pusiese a órdenes de Goyeneche,
para lo que le envió armas, municiones y toda clase de pertrechos de
guerra a la ciudad de Puno, con mas dinero y un Batallón del
Regimiento veterano Real de Lima, ordenando además que las
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milicias del Cuzco, Arequipa y Puno, se pongan sobre las armas,
formando un respetable cuerpo de ejército.
Goyeneche aceptó con júbilo el cargo y al momento destacó al
Coronel don Fermín Piérola con 100 soldados de infantería y dos
piezas de artillería a lomo, con orden de apoderarse del puente del
río Desaguadero, única comunicación que existía entre el Alto y el
Bajo Perú (10 de octubre).
Goyeneche era natural de Arequipa, sus primeros años los había
pasado en Madrid, educándose en la corte de los Borbones y era
fanático adorador de esos tiranos de su patria.
Conocida es la triple misión que de Europa trajo al Perú, y la
principal era ganar prosélitos para la princesa doña Carlota de
Braganza, que aspiraba a fundar una monarquía en la América del
Sud, y es conocido también cómo fracasaron sus planes proditorios,
merced a la altiva energía de los miembros de la Real Audiencia de
Charcas, por todo lo que Goyeneche odiaba a los altoperuanos,
viendo en la comisión que le encomendó el Virrey una ocasión
propicia para vengarse de ellos.
El día 13 de octubre cruzó con su Ejército el Desaguadero
encomendando la vanguardia al Coronel Ramírez, quien se dirigió a
la ciudad de La Paz.
La aproximación de las fuerzas de Goyeneche pusieron en
alarma a los patriotas, porque comprendían la superioridad de sus
fuerzas sobre las suyas, y después de un maduro acuerdo,
resolvieron salir de la ciudad y situarse en el lugar llamado
Chacaltaya, al Norte de La Paz, punto estratégico que les
proporcionaba buenas posiciones militares y fácil línea de retirada a
Yungas, donde pensaban establecer su base de operaciones en
caso de un contraste.
El Ejército de La Paz, se componía de las fuerzas siguientes,
según lo consigna en su interesante y notable “Monografía de la
ciudad de La Paz”, escrita en 1906, el distinguido historiógrafo don
Luis S. Crespo, de donde hemos tomado este y otros datos.
Infantería: Nueve compañías de 80 plazas cada una, formada
sobre la base del antiguo Batallón de milicias, denominado
“Veterano”, con 720 hombres.
El jefe de este cuerpo era el Sargento Mayor, primer comandante
de él, don Juan Bautista Sagarnaga, sirviéndole de Ayudante el
Capitán Gregorio Sanjinés.
Las Compañías las mandaban los Capitánes Mariano Graneros,
Manuel Cosío, Ramón Arias, Isidro Zegarra, Pedro José Indaburu,
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
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Andrés Monje, José Farfán, Rafael Monje y Vicente Diez de Medina.
Contaba además la infantería con 14 oficiales de la clase de
Tenientes y Subtenientes.
La caballería: La formaba el “Escuadrón Húzares”, que constaba
de dos Compañías de 50 ginetes cada una, siendo su primer
Comandante don Clemente Diez de Medina, y su segundo don José
Arroyo.
La artillería contaba con once cañones, divididos en dos Baterías,
con 160 artilleros cada una, mandadas por los Capitánes José Murillo
y José Uriarte; Jefe de este cuerpo era don Melchor Graneros.
El Comandante General de estas fuerzas era don Gabriel Antonio
Castro y le servían de ayudantes los Capitánes Benigno Salinas y
Domingo Pradel.
————————
El 24 de octubre el Brigadier Goyeneche, por medio de un oficio,
intimó rendición al Comandante General Castro, el que le respondió:
“Que no se rendiría y que estaba resuelto a batirse, puesto que la
decapitación de los patriotas ya estaba decretada.”
El 25 de octubre mandó Goyeneche el avance de sus tropas
contra los insurgentes, los que las recibieron a cañonazos, siendo
notable el entusiasmo y valor que desplegaron los criollos en su
bautismo de fuego, combatiendo sin temor contra fuerzas aguerridas
y disciplinadas como eran las realistas. Resistieron bravamente al
Coronel Ramírez, que los atacaba por el flanco derecho y al Coronel
Piérola que trataba de envolverles la izquierda y después de una
corta pero porfiada resistencia, se retiraron en mucho desorden con
Murillo y Castro a la cabeza. El ilustre caudillo de la revolución de
julio, Coronel Pedro Domingo Murillo, no tomó participación activa en
la campaña que precedió a la batalla de Chacaltaya, en lo que están
de perfecto acuerdo todos los cronistas que hemos consultado al
respecto, antes bien algunos aseguran que el citado caudillo, no
concurrió a este hecho de armas.
El Brigadier español don Andrés García Camba en su notable
obra “Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú”,
dice que Castro murió en el combate de Chacaltaya, con lo que se
dispersó el Ejército patriota, lo que esta corroborado por el historiador
don Manuel José de Urcullo en sus “Apuntes para la historia del Alto
Perú” en que dice que Castro murió en Chacaltaya de un disparo de
cañón. Nosotros ateniéndonos a mas recientes, prolijas y verídicas
investigaciones, encontramos que Castro, dejando a Figueroa
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resistiendo al enemigo para proteger su retirada, tomó con gran parte
de su Ejército el camino que conduce a Yungas, pero se asegura que
la retirada se verificó en completo desorden, como tenía que suceder
con gente colecticia; esto mismo refiere en su “Compendio de la
historia de Bolivia” el inteligente historiógrafo don José María
Camacho.
Lo cierto es que una vez derrotados los patriotas, los realistas
ingresaron en la ciudad de La Paz, con el vencedor Goyeneche a su
cabeza, y los patriotas se retiraron al partido de Yungas, donde
suponían al caudillo don Gregorio Lanza, vencedor del Obispo La
Santa, pero hay que advertir que antes de que se librase el combate
de Chacaltaya, el belicoso Obispo La Santa, que después de los
sucesos del 16 de julio se fue a Yungas, levantó en ese partido
bandera contra la revolución de La Paz, sorprendiendo y derrotando
en el pueblo de Irupana al caudillo Lanza, para lo que de acuerdo
con los curas de esa región, había formado con los colonos y negros
esclavos, pobladores de la comarca, una fuerte partida de gente
armada, dispersando con ella a los patriotas.
Este suceso no lo hemos tomado en cuenta sino muy li-
geramente, porque nuestro propósito es solo estudiar los combates
que se libraron entre los defensores de la independencia del Alto
Perú y los sicarios del despotismo mandados de Lima por el Virrey
Abascal, con los Goyeneche, Pezuela, Ramírez, Tacón y otros
lugartenientes de los tiranos extranjeros; es decir, la lucha entre los
opresores del país y los soldados de la libertad.
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
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COMBATE DE CHICANOMA
11 DE NOVIEMBRE DE 1809
Una vez ocupada La Paz, por las fuerzas realistas, el General
Goyeneche se ocupó de restablecer el Gobierno del Rey, aterrando
con sus crueldades y tremendos castigos a los habitantes de esa
heroica ciudad.
El 30 de octubre de 1809 destacó una División de 500 hombres
al partido de Yungas, al mando del Coronel don Domingo Tristán,
con orden terminante de perseguir sin descanso a Murillo, Castro,
Lanza y demás patriotas y exterminarlos en seguida. En refuerzo de
Tristán salió otra columna de 300 soldados, a las órdenes del
Coronel Basa Goitia, con iguales instrucciones.
El 10 de noviembre tuvieron los jefes realistas aviso de que los
patriotas se habían posesionado en Chicanoma, y en el momento se
dirigieron a ese lugar.
El 11 se avistaron ambas fuerzas y Tristán intimó a Castro
entregue las armas y se rinda a discreción, con todo su comando.
Castro contestó al jefe realista: “He de rendir las armas con la
vida antes de entregarlas.”
En el momento los patriotas fueron acometidos por las tropas
reales. Mal organizados no pudieron resistir el empuje de sus
aguerridos adversarios y después de una ruda lucha, la victoria se
declaró por los peninsulares.
Las tropas patriotas se dispersaron por diferentes direcciones, y
perseguidos con tesón por los realistas, no hallaron cuartel los que
cayeron a sus manos.
Los caudillos don Gabriel Antonio Castro y don Victorio Lanza,
tomados en el río Totorani, allí mismo fueron degollados por orden de
Tristán, quien mandó sus ensangrentadas cabezas a La Paz, como
trofeo de su victoria y alhagador presente al General Goyeneche.
Sabido es lo que después pasó en La Paz, donde el 26 de enero
de 1810, los promotores del movimiento revolucionario del 16 de
julio, pagaron en la horca su amor a la causa sagrada de la libertad
de su patria.
Junio 27 de 1912.
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BATALLA DE COTAGAITA
27 DE OCTUBRE DE 1810
Afianzada la revolución del 25 de mayo de 1810 con el fracaso de
la conspiración del General Liniers, quien tuvo un fin tan trágico en el
lugar llamado “La Cabeza del Tigre”, resolvió la Suprema Junta de
Buenos Aires, llevar sus armas a todas sus provincias del Virreinato,
para cimentar en ellas las nuevas ideas.
Las provincias del Alto Perú en las que ardía el incendio, que
comenzó en la ciudad de Chuquisaca el 25 de mayo de 1809, el que
siguió con mas fuerza el 16 de julio del propio año, en la ciudad de
La Paz, acogieron con indecible entusiasmo las ideas de la Metrópoli
del Virreinato, adhiriéndose a ella Cochabamba el 14 de septiembre
del citado año 10, siguiendo el pronunciamiento Santa Cruz el 24,
Oruro el mismo mes y finalmente la Villa Imperial de Potosí, el 10 de
noviembre del año citado.
El Alto Perú se inflamó como un volcán y los peninsulares se
aprestaron a apagar el incendio con la sangre de los rebeldes.
La Suprema Junta de Buenos Aires deseosa de fomentar y
proteger el entusiasmo patriótico de sus tan apartadas provincias,
envió desde la ciudad de Córdova una división de tropas a las
órdenes del General don Antonio Balcarce, al que acompañaba en
clase de Mayor General del Ejército, el Brigadier don Eustaquio Díaz
Velez1
, y como agregados los Coroneles José Moldes y Montes de
Oca.
Los Cuerpos que formaban la división patriota fueron los
siguientes:
Batallón 1º —Comandante Gregorio Perdiel.
ID 6º —Id Carlos Forest
Vd. Cazadores
Id Manuel Dorrego
Batallón Blandengues—Comandante Abraham Gonzáles.
Regimiento Húzares—Vd. Martín Miguel Güemes.
1er. Escuadrón de Caballería—Coronel Ramón Balcarce.
2º Vd. Id Id Id—Comandante Martín Puyrredón.
Artillería (dos piezas) —Comandante Suárez.
1
Mayor General se decía entonces al Jefe del Estado Mayor General.
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
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Pronto llegaron estas fuerzas a las fronteras del Alto Perú y se
internaron en el por sus ásperos desfiladeros, para llevar sus armas
al corazón mismo de las provincias ocupadas indebidamente por las
armas del Virrey de Lima, el que sin razón ni derecho alguno las
había anexado a sus dominios.
Todo el Alto Perú estaba en ebullición; las ideas de patria y
libertad ardían en él inflamando los corazones de los altoperuanos
que acogieron con alborozo el auxilio que les venía desde las orillas
del Plata, núcleo y centro de las ideas redentoras.
Por su parte los realistas se aprestaron a la lucha, para conjurar
la tormenta que los amenazaba y reunieron sus fuerzas para
oponerlas a las de la patria.
En ese entonces todo el Alto Perú obedecía las órdenes del
Presidente de la Real Audiencia de Charcas, General don Vicente
Nieto, anciano débil y pusilánime en el peligro y altanero y déspota
en el poder. Este tenía como Mayor General, al General don José de
Córdova, intrépido jefe de la marina real y entendido militar de los
ejércitos del rey Fernando VII. Su segundo era el Coronel Indalecio
Gonzáles de Socaza, que se hizo célebre en esta guerra. Las tropas
que comandaban estos jefes eran las siguientes:
Batallón Provinciales de Potosí—Comandante Indalecio G. de
Socaza.
Batallón Puno.
Veteranos de Borbón.
Voluntarios del Rey.
Dragones de Chichas
Lanceros de Cinti.
Diez piezas de artillería, repartidas en los diferentes cuerpos del
Ejército, es decir, en los de infantería. La artillería estaba mandada
por el Comandante de esa arma don Miguel Mujía.
Córdova se hallaba en Tupiza cuando supo la aproximación de
Balcarce, y no creyendo prudente esperarlo en esa Villa se retiró a la
de Cotagaita, donde tenía construidas poderosas fortificaciones.
El General Nieto sabedor del avance de las tropas patriotas, salió
de la ciudad de Chuquisaca el 20 de octubre en auxilio de su Mayor
General, con una columna de 200 veteranos que mandaba el
Coronel Ignacio Basagoitia, dejando en Chuquisaca una guarnición
de 600 hombres, todos vallegrandinos y cruceños.
Nieto pasó a Potosí en busca de más refuerzos y en efecto
aumentó su columna con la que mandaba el Conde de Casa Real
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Moneda y con este refuerzo y fuertes sumas que extrajo de las arcas
reales, salió en alcance del General Córdova.
Magníficas eran las posiciones militares escogidas por este
General para esperar a los patriotas: la situación de ellas obstruye y
domina los caminos que conducen al interior del país; tienen a su
frente el río de Cotagaita; su retaguardia esta resguardada por una
áspera serranía, la que tiene hacia el centro de ella, cuatro cerros
que la dominan y donde los realistas emplazaron sus piezas de
pequeño calibre, construyendo cinco reductos, los que estaban
ligados por fosos y trincheras abrigo para la infantería, que se duplicó
con ellas.
Los reductos de la derecha los mandaba el mismo Córdova,
teniendo a sus órdenes a los “Veteranos de Borbón” y a los
“Voluntarios del Rey”.—Los reductos de la izquierda obedecían las
órdenes del Coronel Gonzáles de Socaza, con su batallón
“Provinciales de Potosí”.—En el fortín del centro fue donde se
concentró mas número de piezas de artillería y este lo mandaba el
Comandante don Miguel Mujía, oficial español muy entendido en el
manejo de esta arma; además este punto estaba defendido por los
“Dragones de Chichas” y los “Lanceros de Cinti,” todos desmontados,
que ocupaban los intermedios entre uno y otro reducto y el batallón
“Puno”, dividido en dos mitades, cubría los flancos de la línea. Hay
que notarse que fuera del General Córdova, el Coronel Gonzáles de
Socaza y el Comandante Mujía: que tenía el mando de la artillería,
no habían más oficiales superiores.
El 27 de octubre muy de madrugada, llegó el ejército argentino a
Cotagaita, sus fuerzas eran casi iguales a las del Rey pero ninguno
de los dos ejércitos llegó a tener 2,000 combatientes. La artillería real
era muy superior a la patriota, en mando y en número, pero en
cambio la caballería argentina superaba a su contraria en mando y
en calidad.
Cuando avistó Balcarce las posiciones enemigas, envió un
parlamentario a Córdova intimando rendición: “a los Comandantes
Generales de las tropas del Alto Perú”. Córdova contestó con energía
a esta intimación, como correspondía a un jefe de su clase y
condiciones.
Balcarce entonces atacó de frente las trincheras y en vez de
tomar uno de los flancos, para apoderarse de una ancha senda y por
ella tomar la retaguardia de las posiciones arrojando al río a sus
defensores, no lo hizo así, sino que adelantando sus guerrillas,
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
16
emplazó al frente de las posiciones un obús y un cañón de a cuatro
para batir los reductos bien artillados del enemigo.
El ataque de las tropas argentinas fue llevado con un arrojo y un
brío sorprendentes. Por su parte los realistas firmes en sus
posiciones, hicieron jugar su artillería con notable acierto, pero los
patriotas no cedieron, redoblando sus ataques con bravura infinita,
hasta que Córdova dispuso que los “Veteranos de Borbón” y los
“Voluntarios del Rey”, salieran de las trincheras a desalojarlos de una
altura frente a la quebrada Portugalete, donde se habían
posesionado y desde donde repetían sus asaltos. Después de un
rudo combate abandonaron los independientes esa posición,
renovando sus ataques por la derecha, los que fueron llevados con
mucho arrojo por los “Cazadores” de Dorrego y el 1º de línea
mandado por Perdiel. Pero al fin fueron desalojados por los
“Veteranos de Borbón” y los “Voluntarios del Rey”, mandados por sus
Capitánes Fontaneda y Cabrera.
En el centro y la izquierda los “Blandengues” de Gonzáles y los
“Húzares” de “Güemes”, juntamente con los infantes de Forest y
Moldes tuvieron que ceder el campo a los “Provinciales de Potosí” y
a los de “Puno” que dejando sus trincheras rechazaron a los patriotas
a órdenes del Coronel Gonzáles de Socaza.
Después de cuatro horas de un porfiado combate, se retiraron los
patriotas, dejando muchos muertos y heridos y algunos pasados en
poder del enemigo. La retirada de los independientes fué precipitada
pero con orden, tomando el camino de Suipacha.
En el ejército real fué menor el número de muertos y heridos, la
tropa tuvo bajas, y en oficiales fué herido de gravedad el Capitán
Cabrera.
Los patriotas no fueron perseguidos por Córdova, quien se
hallaba en la imposibilidad de hacerlo. Su caballería estaba
desmontada y noche antes de la batalla, se fugaron del campamento
los arrieros llevándose 600 mulas, con lo que dejaron completamente
imposibilitado al General español, para verificar ningún movimiento.
El combate de Suipacha fue el primero en el que el Ejército
argentino midió sus armas, con las tropas del Rey en el Alto Perú, el
día 27 de octubre de 1810. A éste siguieron muchos que
ensangrentaron el suelo altoperuano en 16 años de lucha al cabo de
los cuales tuvimos patria independiente.
Octubre de 1810
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BATALLA DE SUIPACHA.
7 DE NOVIEMBRE DE 1810
El General don José de Córdova engreído con el triunfo de
Cotagaita, cometió la falta de no perseguir al enemigo ya sea por
imprevisión ó por que carecía de los medios para efectuarlo: lo cierto
es que el General Balcarce se retiró sin ser perseguido y ni siquiera
ser molestado en su retirada, lo que fue realmente un error
incomprensible en un militar de los antecedentes del General
Córdova.
A la llegada del General don Vicente Nieto, que fue pocos días
después de la victoria de Cotagaita, recién el General Córdova
destacó dos columnas de 150 hombres cada una, en pos de los
independientes. Estas fuerzas mandadas por los Capitánes
Fontaneda y Peña, tenían encargo de detenerse en la villa de Tupiza,
esperando se les impartiesen nuevas órdenes.
Entre tanto los patriotas se rehicieron con empeño en los
cantones de Nazareno y Suipacha, reforzando sus batallones con
gente de las provincias y pueblos inmediatos. Días antes llegaron,
procedentes de Jujuy, varios cargamentos de armas, pólvora y
municiones, con más dos piezas de artillería y 200 hombres
conducidos por el General Viamont. Con tan oportuno auxilio
Balcarce resolvió atacar de nuevo a los realistas.
El General Córdova, dejando Cotagaita encomendada al General
Nieto, ocupó la villa de Tupiza, allí le dieron falsas informaciones del
estado y número de los patriotas a cuyas fuerzas pintaron sin
disciplina, en completa desorganización y falta de municiones.
Balcarce desocupó Tupiza, como hemos dicho y fue ocupada por
Córdova al día siguiente de la noche que en ella pasaron los
patriotas, los que se situaron en Nazareno y Suipacha, pueblerillos
divididos por el río de este nombre y situados a una legua de
distancia el uno del otro.
Desde Tupiza el General Córdova dirigió esta Proclama a los
patriotas, documento no conocido y que es digno de la época en que
fue lanzado, dice él así:
“Soldados del Ejército de Buenos Aires:—El Mayor General del
Perú, Comandante de las tropas de operaciones, está a la vista, y os
habla por este papel, para deciros, que teniendo a su mando las
tropas aguerridas que os vencieron el 27 del pasado, y la fuerte
guarnición veterana de Charcas que se le ha unido posteriormente,
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
18
os va a atacar de firme, y en términos que no podéis dejar de ser
envueltos: si queréis disfrutar de los bienes que están gozando
vuestros compañeros pasados a mis Banderas en el acto de la
acción, venid a mí. El que me traiga fucil percibirá en el acto 30
pesos, el que venga sin el 15, y al que me condusca un oficial le daré
500, el que despreciare mis consejos sufrirá la muerte irre-
misiblemente.
Voi a levantar dos vanderas, luego que esté a vuestra vista, la
una será blanca, y señal de paz, la otra es Roja indicando guerra:
elejid y tened entendido, que si antes de recojerlas no os presentáis,
arbolare la negra que es la señal de ataque, sin dar ni admitir
Quartel: vuestra suerte pende de vosotros mismos, y luego que
venciéndoos estéis en mi poder como lo espero, no os quejéis pues
cierro los ojos al perdón. Campamento en las inmediaciones de
Tupiza 6 de Noviembre de 810. —Córdova”.
———————————
El 7 de noviembre muy de madrugada, levantó el General
Córdova su campo de Tupiza con 800 hombres y cuatro piezas de
artillería, resuelto a presentar combate a los patriotas, los que
llevaban igual resolución.
A las once de la mañana de ese día, se avistaron ambos ejércitos
a inmediaciones de Suipacha, desplegando sus guerrillas los unos y
los otros. Córdova avanzó con resolución sobre Suipacha y tomó
posiciones a la derecha de sus enemigos, en los ribazos y barrancas
del río: luego destacó su vanguardia a órdenes del Coronel Gonzáles
de Socaza, quien se parapetó en las sinuosidades del terreno y en
las acequias de regadío, desde donde rompió un fuego nutrido y
mortífero, que hizo retroceder las guerrillas independientes.
Estas avanzaron con la vanguardia de 200 hombres de infantería
y más dos cañones, comenzando el ataque de frente, a las órdenes
del bravo comandante Dorrego. Luego la vanguardia patriota
comenzó a retirarse lentamente como si se batiera en retirada;
Córdova que lo notó, hizo tocar ataque y las tropas abandonando sus
posiciones, cargaron con gran denuedo, con todo el grueso de ellas
contra los porteños.
Pero Balcarce que tenía la masa de su ejército oculta en una
hondonada y esperaba este momento, cayó repentinamente con
ímpetu y brío irresistible, destrozando por completo a los realistas,
que huyeron en desbandada perseguidos y acosados por la
caballería patriota, que con bravura imponderable, completó la
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19
victoria de las armas de la patria, distinguiéndose sobremanera los
“Húzares” del valeroso Güemes y los “Cazadores de a caballo” del
Coronel Balcarce.
Los realistas dejaron en el campo de batalla toda su artillería,
parque, armas, equipaje y caja militar, con mas 40 muertos y 150
prisioneros.
El General Córdova fue hecho prisionero, lo mismo que el
General Nieto, que al saber la derrota de su Mayor General, fugó de
Tupiza y fue cogido en el camino, siendo pocos días después
fusilado en Potosí juntamente con Córdova y el Gobernador
Intendente de esa Provincia don Francisco Paula Sanz, por orden del
Delegado de la Suprema junta de Buenos Aires, doctor Juan José
Castelli.
La completa victoria de los independientes repercutió en las
provincias del Alto Perú y todas ellas se sometieron y adhirieron a la
Suprema Junta de Buenos Aires, que recobró sus provincias
arbitrariamente ocupadas por el Virrey de Lima, Marques de Abascal.
Suipacha fue la primera y única batalla ganada por el ejército
auxiliar del Río de La Plata en el territorio alto peruano, los demás
fueron contrastes cómo hemos de exponerlo en el curso de este
estudio histórico.
Publicamos en seguida los partes referentes a esta acción de
armas pasados por el Delegado de la junta Suprema de Buenos
Aires, a las autoridades de las provincias del Virreinato, conservando
la ortografía de ellas:
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
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PARTES DE LA BATALLA DE SUIPACHA
7 DE NOVIEMBRE DE 1810
“Excelentísimo Señor:
Son las dos de la mañana y media hora hace que llegaron dos
Ayudantes del Ejercito Rosas y Sarabia con el capitán Tello,
dándome de orden del Mayor General Balcarce el parte del resultado
feliz para nuestras armas del ataque que hicieron los enemigos sobre
la retirada de los nuestros de Tupiza a Suipacha, donde se posaba el
Cuartel General, habiendose destacado una fuerza de mas de mil
hombres al mando de don José Córdova con cuatro piezas de
Artillería se avistaron ayer a las tres de la tarde y nuestra gente los
esperó gallardamente operó la Artillería mandada por Villanueva y
Giles, que acababan de llegar con las piezas, municiones, caudales
para pago de la Gente y tres Divisiones, que venían a mi vanguardia:
obró la Mosquetería y cargó la caballería, poniendo en fuga
vergonsosa al resto de los que no quedaron tendidos en los cerros.
Han perdido toda la Artillería y Municiones, Banderas, Armamento,
Mulas, Monturas, Mochilas y demás, pidiendo la clemencia, que
mandé no se les diese. Siguen los nuestros la derrota hasta alcanzar
los montados, y entre ellos el General Córdova, y es provable que
reforzado Balcarce siga asta Cotagaita a atacar, y tomar los de la
reserva, y franquear el paso para Potosí.
Luego que tenga mas circunstanciadas noticias reiteraré mi parte
para satisfacción de V. Excelencia vastando decirle que Tengo en mi
Poder parte de los Despojos del atolondrado Ejército de los
Rebeldes, que sus Banderas estan en presa, que no contamos mas
que un Oficial y seis heridos nuestros, y que no se sabe de nuestra
tropa contando con las de Tarija, cual es la que mejor se ha portado.
Circulo estos avisos a las ciudades por medio de sus Jefes, para
que celebren los Triunfos de la Patria y Glorias De la Lealtad.
Dios guarde a V. Excelencia.
Yabi, 8 de noviembre de 1810.
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21
Exmo. Señor Don Juan José Castelli.
Exma. Junta Gubernativa de estas Provincias.
Exmo. Señor:
Ratifico a U. S. la satisfactoria noticia del triunfo mas completo
que puede creerse de nuestras armas en la acción de Suipacha en la
tarde de 7 del corriente sobre el enemigo, que participé en oficio de
dos de la mañana del siguiente día desde mi alojamiento en Yavi. El
enemigo perdió la unica Bandera Real que traia, pues las demas
eran trapos enastados de mojiganga; perdió cuatro cañones que
condujo, con mas de dos mil tiros de su calibre, sobre setenta mil
cartuchos de fucil abala, tres surrones de dinero, innumerable ar-
mamento, mas de cuarenta muertos recojidos allí, catorce heridos,
ciento cincuenta prisioneros tomados en el sitio, entre los que son
tres oficiales. Mesa de marina, García de los provinciales de la Plata,
y el Guarda-Parque de artillería y los demas dispersos y derrotados,
sin saberse los muertos y heridos en la dispercion por los cerros,
dejando mulas y prendas.
Denuestra parte no hubo mas que un soldado Tarijeño muerto, y
doce heridos, entre los cuales se cuenta Dn. Eduardo Gaona de
Salta y Dn. Manuel Alvarez de Tarija. No hai elojio capaz de llenar el
merito y virtudes del Mayor General Balcarce, de nuestros oficiales y
soldados ni se sabe quien se distinguio mas que otro. Con la noticia
de la derrota, ha fugado el Presidente Nieto con sus tesoros a Cota-
gaita. El General Córdova en oficio y por parlamento del día ocho,
confiesa su derrota, reconoce y jura la junta, y propone capitular,
pidiendo misericordia, y el indulto de la vida y haberes para sus
oficiales, sargentos, cabos, soldados, pasados, y otras personas,
asegurando la reunión de las provincias del Virreinato; sobre que no
es oportuno publicar las contestaciones. Se han tomado las avenidas
a la fuga de los Xefes revolucionarios y avanzan nuestras tropas a
franquearse el paso para Potosí, Plata y Paz, —y si es preciso asta
dar con el virrey Abascal—dado caso que espere porque no hay
quien se pueda oponer con efecto al Ejercito de la Capital y sus
provincias aliadas, lleno de honor, patriotismo y virtudes.
Tengo la alta satisfacción de participarle a U. S. para que lo
traslade literalmente a los Ayuntamientos y habitantes de su
provincia, a fin de que todos lo celebren, y se congratulen
resiprocamente en intelijencia de que con esta fecha lo hago difusa y
circunstanciadamente a la Exma. Junta Gubernatiba a cuyos pies
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
22
remito la bandera por el Capitán Tello para trofeo de nuestro
Gobierno y de sus armas.
De U. S. muchos años. —Quartel gral. de Tupiza 10 de Nobre. de
1810. —Dr. Juan José Castelli. —Señor Gobernador Intendente de....
Circular dirijida a las Provincias para sus Gefes. A saber A Salta,
Córdova y Cochabamba.
“Noviembre de 1810.”
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BATALLA DE AROMA
14 DE NOVIEMBRE DE 1810
Entre las provincias del Alto Perú fue Cochabamba, sin duda
ninguna, la que con más tesón y patriotismo luchó los 16 años de la
guerra de la independencia, en la que los pueblos de esta región del
nuevo mundo, combatieron con tanto denuedo por su libertad.
Tan pronto como se supo que Buenos Aires levantó la bandera
de la insurrección contra el poder colonial, el 25 de mayo de 1810,
todos los pueblos del Alto Perú siguieron el ejemplo de la metrópoli,
pero Cochabamba fué la primera que corrió a las armas,
apoderándose de la guarnición que custodiaba la plaza en nombre
del monarca español Fernando VII.
Gobernaba interinamente la provincia, don José Gonzáles Prada,
y era Comandante de armas y Jefe del “Regimiento Provincial” de
caballería, don Gerónimo Morrón y Lombera, autoridades despóticas
y resistidas en el país.
El Comandante de milicias, don Francisco del Rivero, de acuerdo
con el Capitán de la 6ª Compañía del mencionado Regimiento don
Estéban Arze y el Alferez del mismo don Bartolomé Guzmán Quitón,
fueron los héroes de esta gran jornada (14 de septiembre de 1810),
secundados por los patriotas Carrasco, Oropeza, Guzmán, Padilla, el
presbítero Juan Bautista Oquendo, Ferrufino, Zapata y otros ilustres
próceres, cuyos preclaros nombres guarda con respeto la historia de
la libertad americana.
Oruro, a la noticia del pronunciamiento de Cochabamba, quiso
secundarlo, y acaudillado por el patriota don Tomas Barrón, verificó
el movimiento, apoyado por el Cabildo, pero fue tenazmente resistido
por el Subdelegado de las rentas del Estado, Sánchez Chavez, que
con la fuerza veterana y bien armada que guarnecía la plaza, resolvió
sostenerse a todo trance.
Sánchez Chavez pidió auxilio a La Paz, donde a la sazón se
hallaba con un cuerpo de Ejército, el General realista don Juan
Ramírez y Orosco. Por su parte el Cabildo solicitó refuerzos al
Gobernador de Cochabamba.
Don Francisco del Rivero, investido con este cargo, organizó con
rapidez una expedición. A porfía acudieron los hijos de Cochabamba
a solicitar una plaza en la columna expedicionaria, que pronto estuvo
lista para abrir campaña sobre Oruro.
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
24
Tomaremos el detalle de las tropas que marcharon en ella, de la
notable obra del malogrado historiógrafo doctor Eufronio Viscarra,
por creerlo más completo y auténtico:
“El Ejército expedicionario, comandado por Arze, constaba, como
hemos dicho, de 1,000 hombres y tenía diez compañías compuestas
de 78 plazas cada una. Además, formaba parte del expresado
Ejército, un piquete considerable de artillería.
Se creó también una tropa auxiliativa de 174 indios, encargados
de conducir víveres y pertrechos de guerra y hostilizar al enemigo en
caso necesario.
“La primera Compañía estaba comandada por Manuel de la
Fuente y Oropeza, Vicente Fontanella y Carrillo y José Manuel
Chinchilla, con graduación de Capitán el primero, de Teniente el
segundo y de Alferez el tercero.
“La segunda Compañía por Francisco Alcócer, Juan José Nuñez
y Marcelino Mendoza.
“La tercera por Manuel Cárdenas, José Ricalde y Andrés Crespo.
“La cuarta por José Simeón Antezana, José Manuel Antezana y
Manuel Espinoza.
“La quinta por Francisco Mendoza, José de Angulo y Mariano
Rojas.
“La sexta por José Gonzáles.
“La séptima dependía inmediatamente del General en Jefe don
Estéban Arze.
“La octava por Pedro Lodoño.
“La novena por Manuel Quevedo y la décima por Gregorio
Sempértegui.
“El piquete de artillería tenía a la cabeza a don Cosme del
Castillo.
“La Compañía de indios, de que hemos hecho mención
anteriormente, obedecía las órdenes de Manuel Terrazas, Tomás
Diego, Mariano Mamani y Melchor Espinoza.
“El partido que mas contribuyó a formar el Ejército fue el de
Tapacarí.
“En la tropa creada en Punata con el nombre de “Patricios de
Caballería”, llamaba la atención la circunstancia de que jefes y
soldados, se alistaron en sus caballos propios y sin exigir el precio de
estos últimos.”
“Biografía del General don Estéban Arze”, Pág. 68.
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25
Este Ejército, todo voluntario, el primero que se ha formado en el
Alto Perú con elemento netamente criollo, para luchar por su
independencia, obedecía las órdenes de don Estéban Arze,
nombrado por el Gobernador del Rivero, Comandante General de él.
Arze tenía por su segundo en el mando al intrépido jefe don
Bartolomé Guzmán Quitón.
El 19 de octubre se puso la fuerza cochabambina en marcha
sobre Oruro, arribando a esa ciudad el 22 del propio mes; allí fue
recibida entre las más entusiastas manifestaciones de júbilo por todo
el vecindario, que saludaba con cariño a los soldados de la libertad.
Arze previsor y entendido caudillo, formó dos compañías de
buena infantería orureña, mandadas por los Capitánes Gregorio
Sempértegui, Miguel Aparicio Rocha y Juan Pablo Lerna, en las que
formaban los oficiales Ventura Quevedo, José Rodríguez y Manuel
Antonio Mendieta. Además, el exclarecido patriota cochabambino
Capitán Unzueta, logró montar dos pequeños cañones (carronadas)
que existían en el parque, dotando así al Ejército de una sección de
artillería que le era muy necesaria. El caudillo patriota halló en
Contreras y Unzueta, dos poderosos auxiliares para sus propósitos;
al primero lo hizo Subdelegado de las rentas reales y al segundo le
encomendó el mando de la artillería.
Organizado el Ejército patriota con los hijos de Cochabamba y
Oruro, fuerte en 2,000 plazas, Arze tomó el mando en jefe de él,
reservándose el comando particular de la infantería, ayudado por el
valeroso patriota José Rojas, que con los 500 hombres que trajo de
Sacaba, contribuyó en mucho al éxito de la expedición. Don Melchor
Guzmán Quitón fue encargado del mando de la caballería, nervio de
las fuerzas de la patria.
Cuando Arze tuvo noticia de que una División realista marchaba
de La Paz con dirección a Oruro, salió a su encuentro de esta ciudad,
resuelto a castigar a los opresores de su patria.
En efecto, el General Ramírez, había destacado de su Ejército
600 infantes y 200 dragones a caballo, toda gente aguerrida y
veterana, a órdenes del Coronel don Fermín Piérola, con orden de
escarmentar a los alzados de Cochabamba que se habían
apoderado de la plaza de Oruro.
Como hemos dicho, Arze salió de Oruro el 12 de noviembre; el 13
llegó a Panduro y el 14 en la mañana, avistó las fuerzas de Piérola
en la pampa de Aroma, bordeando las pequeñas colinas que la
circundan en toda su extensión.
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
26
La llanura de Aroma tiene un aspecto simpático y risueño.
Después de cruzar las áridas pampas que desde Oruro se extienden
hasta Panduro, la llanura derrepente se deprime y forma una
hondonada llena de verdura. Esta llanura esta cruzada por un
pequeño arroyo que bajando de las colinas del Este, pasa por cerca
de la antigua casa de posta. La llanura después de extenderse
alguna distancia, empieza a elevarse otra vez insensiblemente, hasta
el pueblo de Sicasica y desde mucha distancia se ven las blancas
torres de la iglesia del citado pueblo, que parece nacieran de entre la
verdura de que esta llena la hondonada; esta verdura la forman unos
pequeños arbustos llamados tola, los que se elevan cuando mas a
un metro del suelo, formando un inmenso mar de color de esmeralda,
orillado por todas partes por ligeras colinas, al pie de las que se
distinguen en lontananza, las chozas de los agrestes moradores del
altiplano andino. Todo esto da al paisaje un aspecto pintoresco, y el
corazón del viajero se ensancha con la vista de un panorama lleno
de verdura; todo deja de ser tétrico y sombrío y la pampa de Aroma
cubierta con su verde manto, es una sonrisa en medio de tanta
desolación y aridez.
En este lugar y por el pie de las colinas, avanzaban las huestes
castellanas, cuando fueron avistadas por los valerosos hijos del
Tunari.
Grande debió ser la sorpresa de Piérola y sus veteranos, al
apercibirse de que se venía sobre ellos y al paso de carga, el Ejército
mas abigarrado de que puede tenerse idea.
Carecía de uniformes militares, y en lugar del casco ó morrión,
llevaban los ginetes grandes sombreros de lana, la mayor parte color
vicuña, ó monteras de cuero, adornadas con lentejuelas y avalorios.
Todos tenían el pantalón arremangado y calzaban fuertes hojotas de
cuero; no tenían distintivo ninguno, pero sí en la cintura se veían
sujetos grandes cuchillos y envueltos al cuello ó pendientes al
hombro, ponchos tejidos en el país.
Los infantes iban mal armados, solo algunos tenían fusiles ó
escopetas y otros chuzos, pero los más, grandes makanas de palo,
hondas y látigos sujetos a fuertes mangos de madera.
La caballería por toda arma tenía largas varas, en cuyas puntas
brillaban enormes cuchillos solidamente amarrados a ellas con
cuerdas; muy pocos sables se veían allí, pero en cambio eran
consumados ginetes los guerreros de Cliza y Punata, que miraban
con envidia los relucientes sables y los cascos y corazas de los
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veteranos y aguerridos dragones del Ejército del Rey de España y de
las Américas.
Piérola, absorto, viendo que esa multitud se le venía como un
huracán, amenazando envolver todo su Ejército, lo hizo formar en
batalla, sin buscar posiciones militares; tal era el desprecio que le
causaban sus maltraídos adversarios.
Entre tanto el bravo caudillo patriota dispuso que la infantería
avance de frente sobre la División realista, agazapándose entre los
tolares, hasta estar sobre ella. Que la caballería, con Guzmán Quitón
a la cabeza, tome el costado izquierdo de la pampa, para cortar la
retirada al enemigo. Que por la derecha avance Unzueta, escoltado
por un buen trozo de caballería, a fin de poder utilizar sus piezas,
desde ese costado que se eleva algún tanto sobre el terreno. To-
madas estas disposiciones los infantes, con gritería infernal,
avanzaban agazapados por dentro de los matorrales, como avanzan
los tigres en busca de su presa.
Apenas hicieron una descarga los realistas, cuando se vieron
rodeados, acosados y anonadados por esa multitud que llena de
coraje luchaba con ellos a brazo partido, desarmando a palos a los
infantes, que no podían volver a cargar sus fusiles, y desmontando a
los ginetes cuyos caballos espantados se entregaban a la fuga,
aguijoneados por las lanzas de los ginetes de Guzmán Quitón, que
los habían rodeado por todas partes, y cortado la retirada.
Unzueta, por su parte, llenaba su cometido, ametrallando con
acierto, a los que trataban de rehacerse; de manera que fueron
puestos en derrota y completa fuga los soldados de S. M. Fernando
VII.
La batalla de Aroma duró más de una hora, y los veteranos de
Piérola completamente vencidos, se retiraron al pueblo de Sicasica,
dejando mas de la mitad de sus compañeros tendidos en el campo
de batalla, donde dejaron armas, bagajes y municiones.
Activamente los acosaba en su retirada el intrépido Quitón y los
realistas tenían que verificar su retirada formando cuadros, para
librarse de las improvisadas lanzas cochabambinas.
Piérola así perseguido pudo llegar a Sicasica, donde los
habitantes lo recibieron a palos y pedradas, teniendo que seguir la
retirada a Calamarca, para pasar de allí al Cuartel General de
Ramírez, situado en el pueblo de Viacha. Los alrededores de
Sicasica quedaron sembrados de cadáveres de los infortunados
realistas, que perecieron a manos del pueblo.
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
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Cuando las huestes vencedoras volvieron al campo de batalla, el
heroico caudillo don Estéban Arze, al verlas llegar jadeantes,
ensangrentadas, terribles, llenas de heridas y de gloria, adelantó
hacia ellas su brioso corcel de batalla y al oír que sus soldados lo
aclamaban con loco entusiasmo, lleno de emoción y de asombro,
blandiendo su terrible espada, roja con la sangre de los enemigos de
la patria, les dijo: “¡Valerosos cochabambinos, ante vuestras
makanas el enemigo tiembla. Viva la libertad!” Palabras dignas de un
héroe de Esparta, que han pasado a la historia, que las repite con
asombro y las conserva con respeto.
En efecto, el espanto que causaron las makanas de los héroes de
Aroma, hizo temblar a los peninsulares, que se guarecían tras de sus
parapetos a fin de no poder ser alcanzados por las improvisadas
armas de los guerreros de Cochabamba.
Las consecuencias de esta victoria fueron demasiado
trascendentales. Los realistas que se disponían a avanzar sobre
Oruro al mando del General Ramírez, se retiraron a La Paz,
replegándose luego al Cuartel General del General Goyeneche,
situado más allá del río Desaguadero.
Entretanto, todas las provincias del Alto Perú se declaraban por la
revolución de Buenos Aires, reconociendo el gobierno de la Suprema
Junta organizada en la metrópoli y las tropas auxiliares que mandó
ésta pudieron, sin inconveniente alguno, penetrar en nuestro territorio
donde fueron triunfalmente recibidas.
La victoria obtenida en Aroma fue completa. Allí vencieron los
valerosos hijos de Cochabamba y los de Oruro, y por eso Aroma será
siempre la gloria más legítima de esas heroicas y patriotas ciudades.
Cochabamba, en esta lucha de titanes, ha llegado hasta el martirio
por su abnegación y su patriotismo, dando el ejemplo de virtudes
cívicas a los otros pueblos de la República.
Agosto 20 de 1910.
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BATALLA DE GUAQUI
(YURAICORAGUA Ó JESÚS DE MACHACA)
20 DE JUNIO DE 1811
El representante de la Junta de Buenos Aires, doctor Juan José
Castelli, engreído con el triunfo de Suipacha (7 de noviembre de
I810), y en vista de los pronunciamientos de las provincias
altoperuanas en pro de la causa de la independencia, resolvió ocupar
con sus fuerzas todo el territorio perteneciente al Virreinato de La
Plata, cuyos límites estaban marcados por el río Desaguadero,
llamado así, por ser el desagüe natural del lago de Chucuito ó
Titicaca, que corre de S. a SE., llevando sus aguas al lago de Poopó.
Este río era el límite con el Virreinato de Lima y el que servía de
barrera a los beligerantes; él no tenía mas que un paso, el puente del
Inca, construido de balsas de totora flotantes, y este paso lo
ocupaban los realistas que allí tenían un fuerte destacamento de
tropa, además de otros puestos avanzados en la margen
perteneciente al Virreinato de Buenos Aires.
Castelli dejó Potosí a mediados de marzo, y de Chuquisaca,
donde permaneció pocos días aumentando sus fuerzas, pasó a
Oruro, ingresando en esa Villa el 3 de abril. Allí lanzó su célebre
manifiesto a los pueblos del Alto Perú, continuando su marcha; llegó
a La Paz el 10 de abril, miércoles santo, y con el ruido y pompa de su
entrada interrumpió la santidad del día.
Dicen los cronistas que muchos buenos patriotas se insinuaron
con Castelli para que postergue su entrada en la ciudad hasta el
sábado de gloria, pero que el Delegado se burló de ellos, lo que
dicen hizo perder mucho en la opinión de la gente del pueblo la
buena idea que se tenía de los porteños, a los que tuvieron por
irreligiosos, creencia que explotaron en alta escala los secuases del
absolutismo.
Dejando en esa ciudad de Gobernador al Brigadier Domingo
Tristán, que también desempeñaba ese puesto en nombre del Rey,
fue a situarse en el pueblo de Tiaguanacu, lugar célebre porque en él
se encuentran las ruinas del famoso Templo del Sol.
Había solicitado Castelli, por medio de la Real Audiencia de
Charcas, con el General Goyeneche, celebrar un armisticio por el
término de cuarenta días. El Capitán don Máximo Zamudio fue el
encargado de negociarlo.
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
30
Entre otras cosas se pactaba que el Ejército real conservaría sus
destacamentos a este lado del río y que el de la patria continuaría en
sus posiciones, sin aumentar el número de él. Después de ligeros
debates con algunas pequeñas alteraciones, el armisticio fue
aceptado, firmando por una parte el General don José Manuel de
Goyeneche y Barreda y su Secretario Pedro López de Segovia y por
la otra el doctor Juan José Castelli y su Secretario Bernardo
Monteagudo.
Una vez firmado el armisticio, Castelli situó su Cuartel General en
el pueblo de Guaqui.
El Ejército de la patria era netamente americano, compuesto de
soldados pertenecientes al Virreinato de Buenos Aires. En él se
encontraban porteños, nacidos a las orillas del Plata y alegres
estudiantes de la famosa Universidad de San Francisco Xavier de
Chuquisaca; soldados nacidos en las ardientes vegas del Tucumán y
las fértiles campiñas de Salta, mezclados con los hijos del Potosí, del
Illimani y del Tunari; los pardos y morenos argentinos confundidos
con los indígenas de Chayanta, Chichas y Charcas; en una palabra,
era el Virreinato del Plata que emancipándose del dominio de la
metrópoli europea, se afrontaba a los aguerridos soldados venidos
desde las márgenes del Rimac, que representaban la conquista, la
esclavitud y el vasallaje.
¡Era la libertad que se afrontaba a la tiranía!
Este Ejército sumaba cerca de 6,000 combatientes, que formaron
tres Divisiones llamadas de la derecha, de la izquierda y del centro.
La de la derecha estaba a las órdenes del General Juan José
Viamont; la de la izquierda, a las del Coronel don Eustaquio Díaz
Velez; y la del centro, a la del Coronel Bolaños. La caballería era
toda cochabambina, se componía de 1,200 ginetes, mandados por
don Francisco del Rivero. Esta fuerza carecía de instrucción y
disciplina, pero abundaba en arrojo y patriotismo, como que en ella
se encontraban los héroes de Aroma, que el 14 de noviembre del
año anterior, se llenaron de gloria en esa memorable jornada.
El mando en jefe de este Ejército lo tenía el General don Antonio
Gonzáles Balcarce, que estaba sujeto al Representante de la Excma.
Junta de Buenos Aires, doctor Juan José Castelli.
El Ejército del Rey sumaba 6,500 hombres. El núcleo de éstos
estaba formado de aguerridas tropas peninsulares que servían de
modelo a las americanas, reclutadas en Arequipa, Puno, el Cuzco y
demás provincias del Bajo Perú. La oficialidad era en su mayor parte
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española, educada en los ejércitos de la Península; muchos de ellos
habían combatido con las tropas de Napoleón, cuando la invasión a
España.
Buen material tenía el futuro Conde de Guaqui para organizar su
Ejército con tantos expertos jefes y oficiales que figuraron tanto en la
guerra de los 16 años; éstos durante mucho tiempo, se ocuparon de
disciplinar é instruir sus soldados, situados en la mayor parte de las
poblaciones que circundan el lago de Titicaca, y en los
departamentos de Puno, Arequipa y el Cuzco.
Este Ejército se dividió en tres fracciones: la primera (de la
derecha), la mandaba el General Goyeneche en persona; la segunda
(de la izquierda), su segundo el Brigadier don Juan Ramírez y
Orosco; la tercera (del centro), el Brigadier don Pío Tristán.
Tenía Goyeneche su Cuartel General en Zepita, y sus Divisiones
en los pueblos más inmediatos. Aquello, como hemos dicho, era un
vasto campo de maniobras militares, donde los instructores europeos
disciplinaron ese Ejército que tantos años hizo ondear el pabellón de
Castilla en el Alto Perú, a pesar de los esfuerzos desesperados de
sus hijos.
Al N., el puente de balsas flotantes hechas de totora, único paso
del río Desaguadero, estaba defendido por un fuerte destacamento
de artillería é infantería, mandado por el Coronel don Jerónimo
Morrón y Lombera, y para asegurar el dominio de este único punto
de comunicación, habían establecido a su vanguardia baterías en las
alturas de VilaVila, a la parte del Sud.
Las alturas mencionadas se prolongan de N. a S. como un gran
eje, cortando el llano que se extiende por esa parte entre dos valles,
limitado el uno por el lago al E., y el otro por el río al O. E.; este valle
lleva el nombre de Azafranal, y en su salida esta situado el pueblo de
Guaqui, a los 37 kilómetros al Sud. Allí era donde estaba concentrado
el Ejército de la patria.
El valle del O. E. es el de Jesús de Machaca, que así se llama la
población situada en esa pampa denominada de Chibiraya por la del
N. sobre el río.
A los 10 kilómetros al frente de Guaqui, esta la quebrada de
Yuraicoragua, donde van paralelamente los dos valles, separados
por las alturas de Vila-Vila, alturas empinadas y fragosas, que en su
cima tienen un abra de 2,800 metros de extensión.
Así pues, Guaqui, situado en el lugar mas abierto del llano, era un
punto poco estratégico; entregaba el dominio de las márgenes del
Desaguadero al enemigo, que estaba posesionado en las alturas de
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
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Vila-Vila, que por las asperezas y sinuosidades del terreno, podía
correrse sin peligro de ser ofendido, ó sea para dominar los valles ó
para interceptar la quebrada de Yuraicoragua, puesto que comunica
con ella. Podían además atacar desde esas posiciones a los
patriotas por uno de los flancos, si se hallaban reunidos ó de lo con-
trario atacarlos separadamente.
Muy pronto Castelli y Balcarce comprendieron lo mal que habían
hecho concediendo en el armisticio que los realistas conservasen sus
posiciones al otro lado del puente.
Autores muy notables é historiógrafos conocidos por su
imparcialidad, se han ocupado de averiguar si fue Goyeneche ó
Castelli quien rompió primero el armisticio, pero no han dilucidado de
una manera concluyente este punto, mas parece que tanto el jefe
español como el porteño, llevaban la firme intención de faltar a lo
pactado entre ellos.
El 16 de junio la vanguardia de la caballería del General Rivero,
mandada por el Comandante Cosme del Castillo, atacó el pueblo de
Jesús de Machaca, derrotando en sus inmediaciones como a 200
hombres del Ejército realista.
Cerca de Pisacoma estaba un destacamento realista en
observación de los caminos, cuando fue de improviso acometido por
un destacamento de la caballería cochabambina, comandada por
José Gonzáles, los realistas fueron derrotados, con pérdida de
muchos prisioneros y 14 muertos.
Los hechos referidos fueron contestados con que el Coronel
Ramírez, del Ejército real, salió sobre Jesús de Machaca, donde
encontró un destacamento patriota de dragones ligeros, al mando del
Comandante Estéban Hernandez y del Capitán Eustaquio Moldes.
Se trabó entre estas fuerzas un recio combate y los patriotas se
retiraron dejando en el campo 15 muertos. Ramírez regresó a su
campamento.
Por otra parte Balcarce había ordenado la construcción de un
puente, como a 10 kilómetros mas abajo del puente del Inca, obra
que fue ejecutada por los cochabambinos de Rivero, de manera que
todas estas hostilidades de una y otra parte beligerante, hacen
comprender la idea de ambas de romper lo pactado. Castelli destacó
el día 18 un fuerte trozo de caballería, por el costado izquierdo, con
objeto de ocupar el vado del Desaguadero y los pueblos de Guaqui y
Jesús de Machaca, enviando además una columna de infantería para
atacar por tres partes.
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El Ejército argentino quedó situado del modo siguiente: Las
Divisiones de derecha é izquierda, a órdenes de Viamont y Díaz
Velez, bajo el mando del primero, acamparon en la quebrada de
Yuraicoragua, con orden de esperar en este punto la incorporación
del centro y la reserva, que estaban al mando de Bolaños, para con
ellas marchar reunidas a atacar Vila-Vila. La seguridad del Ejército
patriota era permanecer compacto é hizo lo contrario, se dividió.
—————————
A las 12 de la noche del día 19 se oyó un cañonazo en el Cuartel
General de Zepita, y el Ejército real se movió sobre el Desaguadero.
El puente así como la margen derecha del río quedó confiado al
Coronel Lombera.
El Ejército real se dividió en tres grupos: El de la derecha,
mandado por el General Goyeneche en persona, y acompañado de
los Coroneles Gonzáles de Socaza y García Santiago; el de la
izquierda, mandado por el Brigadier Ramírez de Orosco, al que
seguían los Comandantes Castro, Jorge Ballivian y Estevez; el del
centro, dirigido por el Brigadier Pío Tristán, con el que iba una
columna ligera, formada de los renombrados “Granaderos del
Cuzco”, mandados por su Coronel don Francisco Picoaga, muy
acreditado en el Ejército real; a esta fuerza se agregó una sección de
artillería, a órdenes del Comandante don Miguel Mujía.
Algunos jóvenes oficiales del Ejército, todos americanos, y que
después han brillado en esta guerra al servicio de la patria, como
Andrés Santa Cruz, Agustín Gamarra, Astete, Benavente, Blanco y
otros, acompañaban en esta campaña al General Goyeneche.
Una vez que las tropas realistas pasaron el puente del Inca, la
División de la derecha tomó la pampa del Azafranal y la de la
izquierda la de Chibiraya; la columna del centro tomó las alturas de
Vila-Vila, lista a prestar auxilio al que lo solicite.
Las tres columnas en marcha paralela unas de otras, tenían por
objetivo la quebrada de Yuraicoragua; la ocupación de este punto
tenía el objeto de impedir é interceptar la reunión de los dos cuerpos
patriotas; conseguir se efectúe esta evolución era conseguir la
victoria.
Goyeneche marchó directamente sobre Guaqui y Ramírez sobre
Jesús de Machaca. El plan fue combinado con habilidad y ejecutado
con rapidez y precisión.
La columna del centro fue la que encontró primero que los otros,
pequeños destacamentos patriotas que fueron arrollados y tomados.
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
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A las 8 a.m. la columna de la derecha llegó por el Azafranal al
punto convenido. Sorprendido Balcarce apenas tuvo tiempo para
formar su gente, é hizo funcionar su artillería, descuidando ocupar el
morro que por sus costados baña el lago. Goyeneche avanzó bajo el
fuego de la artillería patriota y solo cuando pudo ser eficaz el de su
infantería, desplegó sus masas.
Entonces cayó sobre ella la caballería patriota que fue repelida
por los cuadros realistas.
Durante esta maniobra Tristán, por orden de Goyeneche, se
apoderó del morro que está a la izquierda, y para ocultar este
movimiento, tuvo el General en jefe que atacar de frente. En este
ataque se distinguió mucho el Regimiento de “Granaderos del Cuzco”
1º del Ejército, que con Picoaga a la cabeza, se apoderó de la
posición codiciada. Desde ese momento la acción estaba perdida por
los patriotas, que fueron completamente flanqueados por el costado
izquierdo.
A pesar de todo, la resistencia de Balcarce fue enérgica y
vigorosa, sus soldados hicieron prodijios de bravura, pero no
pudieron contener el avance de los granaderos, que los amagaban
por donde permitía la lengua de tierra que dejaba la laguna. Los
patriotas desconcertados se retiraron en desorden, dejando 15
cañones, 280 cajones de munición y 6 botiquines.
Perseguidos de cerca, se replegaron sobre el pueblo de Guaqui,
que fue tomado por Goyeneche después de vigorosa resistencia. Allí
cayó el resto del parque, almacenes de víveres y el hospital militar.
——————————
La división de Viamont y Díaz Velez acampadas en el fondo de la
quebrada no tuvieron tiempo sino para salir y formar en la pampa de
Jesús de Machaca. No habían tomado la precaución de guardar la
altura que tan imprudentemente abandonaron.
Viamont sin embargo, conociendo que Balcarce estaba
seriamente amagado y que era indispensable concentrar todas las
fuerzas sobre ese punto, trató de abrirse paso para comunicarse con
el Cuartel General, pero fue rechazado con pérdida de dos piezas de
artillería y un batallón de infantería que fue destrozado.
Entre tanto Díaz Veles con dos piezas de artillería, hizo frente a
Ramírez y pronto fue auxiliado por Viamont, que rechazado por
Goyeneche, voló en su encuentro.
Ramírez avanzó con ímpetu, como tenía de costumbre hacer,
pero halló una formidable resistencia y tuvo que cejar para volver a la
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carga con el Batallón que había dejado de reserva, y nuevamente
tuvo que perder terreno.
Literalmente Ramírez fue destrozado por los obuses colocados
en el centro de la línea patriota. El fuego incesante de la artillería y la
lluvia de granadas de mano que le arrojaban los patriotas, lo habrían
perdido sin remedio, sino acude a su auxilio oportunamente el
General Goyeneche que guiado por el ruido del combate lo protejió
por el flanco izquierdo. Viendo los patriotas que nuevas tropas
acudían en protección de los realistas, abandonaron el campo, sal-
vando alguna parte de su artillería y municiones.
Cuando Ramirez dueño del campo de batalla, empezaba a
reorganizar sus destrozados Batallones, se presentó derrepente la
Caballería Cochabambina que había sido mandada a tomar la
retaguardia del enemigo, Don Francisco del Rivero que se dirijía al
río, para pasarlo por el puente nuevo, oyó el estruendo de la Artillería
y no dudando que se libraba un combate, tomó campo travieso, di-
rijiéndose por Jesús de Machaca, de manera que cayó inopi-
nadamente sobre el campo de Ramírez, donde acababa de ganarse
por éste una batalla.
La presencia de Rivero en aquel momento fue muy oportuna. Ella
cortó la persecución a los dispersos y situándose en una colina
inmediata, pudo haciendo fuego de Artillería contener a los
vencedores que al ver su aptitud, se replegaron sobre Guaqui.
Como el General Rivero no contaba con Infantería, no pudo
continuar el combate, solo logró reunir algunos dispersos, salvar
alguna Artillería, y regresar a Jesús de Machaca, sin mas pérdida
que un piquete de 50 hombres que se vieron cortados, cayendo en
poder de los realistas.
Rivero llegó al pueblo de Viacha el día 22 con su Caballería y los
cañones que había salvado. Allí conferenció con Viamont y Díaz
Velez, los que se dirijieron al interior por la vía de Calamarca y Rivero
sabedor de los excesos y depredaciones a que se entregó el
populacho en La Paz, al saber la derrota de Castelli, entró en la
ciudad, con objeto de salvar al vecindario. Contuvo el desorden;
repuso en su empleo al Gobernador Domingo Tristán y dejándole
una guarnición de 100 hombres, para evitar nuevos desbordes de
parte de la plebe; regresó con su División a Cochabamba.
Castelli, Balcarce y Viamont, tomaron la ruta del interior, sin saber
nada de su ejército casi destruido. De él solo quedó la División de
Rivero y cuanta gente pudo reorganizar el Brigadier Diez Velez, con
la que marchó a Chuquisaca, con el fin de engrosar sus filas y
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rehacerse de la derrota. ¡Tal fué la memorable Batalla de Guaqui,
que afianzo por 14 años más la dominación española en el Alto Perú!
A esta célebre acción de armas los argentinos la denominan
“Batalla de Yuraicoragua” ó “Jesús de Machaca”, y los españoles
dieron el nombre de “Batalla de Guaqui” en atención a “que ese lugar
fue atacado en persona por el General en jefe del ejército real, don
José Manuel de Goyeneche y Barreda, a quien Su M. el Rey de
España, en premio de esta victoria, le dio el título hereditario de
“Conde de Guaqui”
Junio de 1910.
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BATALLA DE AMIRAYA
(1A
DE SIPESIPE)
13 DE AGOSTO DE 1811
El General don José Manuel de Goyeneche y Barreda, después
del triunfo de Guaqui, se retiró a su Cuartel General de Zepita,
proyectando engrosar su Ejército, darle mas disciplina é instrucción,
a fin de emprender campaña y sojuzgar nuevamente al dominio
español, las provincias unidas del Rio de la Plata.
Para esto contaba con jefes expertos, que en la batalla de Guaqui
habían probado su competencia militar; tenía un núcleo de buenas
tropas, las que pensaba aumentar con los contingentes que debían
darle La Paz, Oruro, Potosí, Cochabamba y Chuquisaca, de manera
que al pisar el suelo Argentino tendría un Ejército aguerrido y capaz
de emprender la reconquista de las Provincias de Abajo, perdidas ya
para España.
Pero el Conde de Guaqui no contaba con que la provincia de
Cochabamba se levantase en armas, apoyando y sometiéndose a la
Suprema junta de Buenos Aires.
Don Francisco del Rivero con las fuerzas de caballería, que casi
intactas se retiraron de Guaqui, regresó a su provincia, en compañía
de los caudillos don Estevan Arze y don Bartolomé Guzmán Quitón,
quien en el momento se puso a formar y disciplinar nuevos
escuadrones.
Cochabamba lejos de amedrentarse con el contraste sufrido en
Guaqui y Jesús de Machaca por las armas de la patria, se levantó
más altiva y más viril que antes.
Goyeneche furioso comprendió que no podía abrir campaña
contra las Provincias del Plata, dejando a su retaguardia una otra
Provincia tan guerrera y levantisca como era Cochabamba, y resolvió
antes de emprender campaña al Sud, develar la nueva insurrección.
Para el efecto se dirigió con todo su Ejército sobre Oruro, punto
elegido para la base de sus operaciones y allí formó su plan de
campaña.
La vanguardia del Ejército real la mandaba el General don Juan
Ramirez y Orosco, ya famoso por su victoria de Jesús de Machaca;
militar acreditado, déspota y rudo, pero muy valiente y de una
resolución y actividad extraordinaria.
Este jefe con su división, ocupó el pueblo de Paria, para tomar el
camino de Tapacarí, a fin de estar más pronto en su destino.
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En efecto el día 13 de Agosto descendía la larga cuesta de “Las
Tres Cruces” y a las 3 de la tarde tomaba posiciones frente a sus
adversarios.
A la una de la tarde de ese mismo día, los jefes del Ejército
patriota, que en la mañana dejaron Cochabamba, se posesionaban
del llano de Sipesipe, cerca del río de Amiraya, sabedores de que los
realistas habían tomado la altura de las Tres Cruces para descender,
seguramente, por el estribo de la Cordillera real que termina frente a
la llanura indicada.
El Ejército patriota sumaba de ocho a nueve mil hombres, pero la
mayor parte de estos no contaban con mas armas que aquellas con
que vencieron en Aroma; inútiles contra los seis mil soldados,
aguerridos y perfectamente armados que regían el Conde de Guaqui
y su segunda el General Ramirez.
El verdadero nervio de las fuerzas de la patria estaba en los
ochocientos hombres que de Chuquisaca llevó el Brigadier don
Eustaquio Díaz Velez, que era todo lo que quedaba del Ejército
destrozado en Guaqui.
También los cuerpos de caballería organizados por Guzmán
Quitón, podían rivalizar con los escuadrones del Rey, a pesar de que
no estaban bien armados como ellos, sin embargo tenían buenas
lanzas y eran excelentes sus ginetes.
Cuando llegaron los independientes al lugar citado, se
desprendía ya de la cuesta de Sipesipe, un buen trozo de ginetes
realistas que exploraban el terreno por donde con más facilidad
podía descender el Ejército a la llanura.
Los patriotas apercibiéndose del avance de sus enemigos, se
pusieron en movimiento. Las columnas de infantería las dirigieron al
pueblo de Sipesipe, posesionándolas en las alturas inmediatas, tras
de los vallados y cercos de los huertos y canchones. A los cuerpos
que tenían armas de fuego los colocaron en las barrancas del río,
donde les servían de parapeto las escarpaduras del terreno, y el
trozo mayor de la fuerza, esto es la caballería, formó por columnas
de escuadrones en la misma llanura de Amiraya.
Los patriotas habían llevado con ellos de Cochabamba a la
Virgen de las Mercedes, patrona de sus armas, la que servía de
Palladium y estandarte al Ejército. Esta con una buena escolta fue
colocada en una posesión que domina y que esta situada entre Quilla
cohollo y Sipesipe.
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Mientras los independientes tomaban las posesiones indicadas,
tras de los exploradores descendían la cuesta los batallones del
Ejército real, cuyas bayonetas brillaban al sol, dándoles el aspecto de
una serpiente de fuego. Era la vanguardia del ejército que se
componía del regimiento “Real de Lima” y del regimiento “Pairuru”,
una columna de cazadores del Callao y una batería de montaña (seis
piezas). Como hemos dicho esta fuerza era mandada por el General
Ramírez.
A las tres rompió esa batería sus fuegos sobre las columnas
independientes, fuegos que fueron contestados por los cañones de
Unzueta, que ya funcionaron con éxito en Aroma y que ahora abrían
claros en las columnas realistas:
Cuando la vanguardia trabó combate con los infantes de la patria,
empezaban ya a descender la altura las tropas que venían con
Goyeneche. A la cabeza de estas avanzaba el famoso regimiento de
Granaderos del Cuzco, cuyo jefe era el Coronel Picoaga, que
formaba parte de la División del Centro.
El ataque fue muy vigoroso y en menos de tres cuartos de hora
las tropas patriotas fueron flanqueadas y desalojadas de sus
posesiones, pero estas después de una lucha tenaz consiguieron
rehacerse en la colina de Suticollo, mandadas por Rivero y Arze.
La artillería real emplazó sus cañones en la barranca que
abandonaron los patriotas, sobre los que rompió vivo y mortífero
fuego. Entre tanto los obuses de estaño del Ejército de Cochabamba,
eran de poco alcance y el ánima de ellos se destruía a los pocos
disparos, ó se inutilizaban reventándose.
La Caballería real avanzaba entretanto por el flanco derecho y los
infantes invadían toda la estensión de la playa en espesas guerrillas,
protejidas por el fuego de las baterías, mandadas por los
comandantes Valdéz y Mujía.
Guzmán Quitón cargó sobre las primeras columnas realistas en la
margen izquierda del río, pero fué rechazado y se desbandaron sus
escuadrones, consumándose la derrota, a la que contribuyó el rápido
avance de Goyeneche en persona que habiendo reunido el resto de
sus tropas, las lanzó como un torrente sobre el llano de Amiraya.
Los brigadieres Rivero y Díaz Velez, el valiente Arze y el intrépido
Quitón intentaron un supremo esfuerzo; lograron reorganizar algunos
escuadrones y con ellos Rivero y Díaz Velez cargaron por la derecha
y Arze y Guzmán por la izquierda.
La caballería española a órdenes de los Coroneles Castro y
Ballivián, salió a su encuentro por el flanco derecho y después de un
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rudo choque destrozó y dispersó a los independientes, mientras por
la izquierda los “Granaderos del Cuzco” a órdenes de Tristán y
Picoaga formaban compactos cuadros y hacían retroceder y
desbandarse a las tropas regidas por Arze y Guzmán Quitón.
La noche puso fin al combate. Los realistas siguieron
persiguiendo y matando sin piedad a los independientes, acosados
sin descanso por la caballería española.
La virgen de las Mercedes, que presenció el combate, fué
milagrosamente salvada de caer prisionera en poder de los
peninsulares. La imagen con algunas balas que la hirieron fué
llevada a Cochabamba en brazos por un soldado, Jacinto Gómez,
que fué uno de los primeros que llegó a la ciudad, dando la tremenda
noticia de la derrota.
Amiraya, a la que los vencedores llamaran batalla de Sipesipe,
fué solo el esfuerzo audaz de los valerosos hijos de Cochabamba,
los que no pudieron como en Aroma, destrozar las bien disciplinadas
huestes peninsulares, sucumbiendo a la táctica militar, disciplina y
las armas demasiado superiores a las suyas que tenían los
opresores del Alto Perú
Sin embargo de la derrota, el resultado de la batalla de Sipesipe
fué proficuo. Suspendió por mucho tiempo el avance de las tropas
realistas a las Provincias del río de La Plata, dando lugar a que en
ellas se forme aquel ejército que a órdenes del General don Manuel
Belgrano, venció en los campos de Tucumán y Salta mostrando al
mundo que un pueblo cuando quiere ser libre, lo arrostra todo por
llevar adelante la idea redentora.
Tarija, Agosto-1910.
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COMBATE DE NAZARENO
12 DE ENERO DE 1812
Después de las derrotas de Guaqui y Amiraya, el General patriota
don Eustaquio Díaz Velez, con los restos de su Ejército se había
replegado a la provincia de Salta. Esa fuerza no pasaba de 800
hombres, los que fueron aumentando merced al tesonero y patriótico
esfuerzo de su activo jefe, de manera que al finalizar el año de 1811,
contaba ya con unos 1,700 hombres.
El Gobierno de Buenos Aires, ocupado con asuntos de mayor
trascendencia y embargado con la política interior del país, no podía
atender de inmediato con los auxilios que necesitaba ese ejército
para reorganizarse nuevamente, de manera que se limitó a enviar a
Salta al General Puyrredón, quien se hizo cargo de una tropa
informe, sin instrucción ni disciplina, mal armada, porque no contaba
sino con unos 960 fusiles.
Puyrredón fué bien recibido en el Ejército y empezó a organizarlo,
cuando tuvo noticia de la segunda revolución de Cochabamba,
encabezada por el General don Estéban Arze.
Con la esperanza de contener el avance de los enemigos y dar
aliento a la sublevación de Cochabamba, organizó su vanguardia
fuerte en 800 hombres de las tres armas, la que fué destacada a
YaVi a órdenes de Díaz Velez.
En Tupiza, se instruían constantemente gruesos pelotones de
reclutas, para llenar las filas del Ejército real; eran éstos
frecuentemente molestados por las guerrillas independientes, con
cuyo motivo el General Goyeneche destacó a esa villa una fuerza de
vanguardia a órdenes del Coronel Barreda; este jefe ahuyentó a los
patriotas hasta Mojo y en su apoyo fué una columna de 1000
hombres, mandados por el Coronel don Francisco Picoaga, quien se
situó en el pueblo de Yavi.
Díaz Velez reunió cuanta gente pudo encontrar y con ella el 29 de
diciembre de 1811, atacó a Picoaga, el que se retiró en mucho orden
hasta que en el camino encontró el resto de su División que iba en su
auxilio, entonces hizo alto en la orilla septentrional del río de
Suipacha. Díaz Velez que lo seguía, ocupó el Sud de la quebrada de
Nazareno, y destacó gruesas guerrillas para empeñarlo al combate,
pero Picoaga estudiaba el terreno y no se decidía a una acción de-
finitiva, la que por otra parte le impedía la creciente del río que en
esa estación del año se pone impasable.
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El día 12 de enero de 1812, cansado el General patriota de
esperar a su enemigo, resolvió atacarlo en sus posiciones. Con este
propósito avanzó intentando el difícil paso del río, notablemente
aumentado por las últimas lluvias, el que ademas de tener fuerte
caudal de aguas es excesivamente fangoso, de manera que corría
un verdadero peligro al cruzarlo, sin tener perfecto conocimiento de
los vados, pero nada arredró al jefe patriota, que al verificar esta
operación corría verdaderamente una peligrosa aventura. La
caballería fué la primera que empezó a cruzar el río, bajo el nutrido
fuego que le hacía la infantería y artillería enemiga, ventajosamente
situada en la margen opuesta.
El espectáculo de este atrevido ataque debió ser demasiado
imponente; los ginetes con el agua a las ancas de los caballos,
pugnando contra la corriente que los arrastraba; sufriendo por otra
parte el fuego de frente, que no podían contrarrestar de ninguna
manera, ni evitarlo tampoco, y cuando los primeros escuadrones
pisaban la orilla, libres para empezar la pelea, una creciente
repentina del río, tan frecuente en esa estación, llenó la playa
cortándolos con el resto de la columna.
Las turbias aguas bramando de un modo espantoso, derribaban
ginetes y caballos, los que perecían ahogados y arrastrados por la
corriente. Los que lograron ganar la opuesta orilla quedaron
prisioneros.
¡Ambos ejércitos, colocados en las márgenes del río, con-
templaban atónitos y aterrados tan imponente espectáculo!
Díaz Velez tuvo que retirarse a sus posiciones dejando 170
soldados ahogados ó prisioneros.
¡Tal fué el desastroso resultado del combate del 12 de enero de
1812!
———————————
Indudablemente la vanguardia patriota hubiera perecido aquel
día, si el jefe realista se decide a atacarla cuando pasó la impetuosa
creciente del río que se interpuso entre realistas y patriotas.
Seis días después recién decidió Picoaga tomar la ofensiva,
atacando a sus adversarios, para lo que tomó posiciones ventajosas
en las márgenes del Suipacha, alistándose para emprender el
ataque. En esto llegó al campamento el Mayor General del Ejército
real, Brigadier don Pío Tristán, quien ordenó se suspenda el
movimiento, hasta que se incorpore el Batallón “Abancay”, que dejó
un tanto rezagado y que venía en refuerzo de la vanguardia realista.
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Díaz Velez que conoció ó fué avisado de lo que en el campo
enemigo sucedía, aprovechando la noche levantó su campo y no
paró hasta llegar a la quebrada de Humahuaca, que esta 48 leguas a
retaguardia del lugar donde se desarrollaban estos sucesos.
Así quedaron burladas las intenciones de los jefes realistas y se
salvó la vanguardia del Ejército auxiliar del Río de la Plata.
Se dijo que las disposiciones tomadas por Tristán, eran
originadas por la rivalidad que empezaba a sentirse entre él y el
Coronel Picoaga, cuyo valor lo prestigió mucho en el Ejército, lo que
dañaba el crédito del Brigadier Tristán; ambos jefes eran bajo-
peruanos y rivalizaban en valor, de modo que el uno hacía sombra al
otro, esta circunstancia valió para la salvación de las fuerzas del
activo Díaz Velez, que irremediablemente estaba perdido, porque
con el último contraste quedó su gente intimidada y en estado de no
resistir una agresión de sus enemigos.
A consecuencia de la retirada a Humahuaca, dejó el jefe patriota
rezagado el convoy de heridos y enfermos de su Ejército, dicho
convoy fué alcanzado y tomado por los soldados de Tristán; este jefe
dejó que ese convoy siga tranquilamente su camino, sin ser
molestado por nadie, dando cuenta de este hecho al General en jefe.
Este contestó desde Potosí, en 29 de enero de 1812: “Ha merecido
mi aprobación la política y piadosa resolución de U. S. de dejar
continuar su marcha a los 140 heridos alcanzados por nuestras par-
tidas, para que sirvan al arribo de sus domicilios, de escarmiento a
los que permanescan con el delirio de la revolución.”.
¡Es verdaderamente asombrosa una aprobación semejante,
dictada por el tigre arequipeño don José Manuel de Goyeneche y
Barreda; por eso la consignamos en este estudio!
Abril 16 de 1912.
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
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BATALLA DEL QUEÑUAL
24 DE MAYO DE 1812
No podemos dejar sin referir dos episodios muy notables en la
guerra que venimos estudiando, estos son la batalla del Queñual ó
Pocona y el combate de San Sebastian. El primero librado entre las
fuerzas del General Conde de Guaqui, don José Manuel de
Goyeneche y Barreda y los insurgentes cochabambinos, mandados
por el ínclito caudillo patriota don Estéban Arze. El segundo es el
heroico sacrificio de Cochabamba, inmolada en aras de su
acendrado patriotismo y su amor a la causa de la libertad de su
patria.
———————————
Goyeneche en su afán de reconquistar las provincias argentinas,
ya perdidas para la monarquía española, había adelantado su
vanguardia, mandada por el Brigadier don Pío Tristán, para que
ocupe las provincias de Jujuy, Salta y Tucumán. Al mover sus
fuerzas en apoyo de las de su lugarteniente, supo que la indomable
provincia de Cochabamba, acaudillada por el General don Estéban
Arze, se había pronunciado otra vez por la Junta de Buenos Aires.
Furioso el Conde de Guaqui, al conocer este suceso, juró castigar
a los insurgentes de una manera ejemplar, pues con su rebelión
hacían otra vez fracasar sus planes de conquista, la que no podía
llevarse a cabo dejando a sus espaldas enemigos tan audaces y
turbulentos como eran los hijos de esa provincia.
Con éste propósito situó al Brigadier Tristán en Tupiza con 2,000
hombres. Mandó al Coronel don Francisco Picoaga pase a
Chuquisaca con una División, en la que figuraba el famoso
Regimiento de “Granaderos del Cuzco”. El General en jefe se
trasladó también a Chuquisaca, para allí acordar una combinación
terrible contra la ciudad insurgente, a la que se proponía exterminar.
Una columna debía partir por la provincia de Chayanta, para
maniobrar de acuerdo con las fuerzas que de La Paz traía el Coronel
Revuelta. La columna mandada por el Coronel Morrón de Lombera
seguía la ruta de Tapacarí; la del Coronel Huisi avanzaba de La
Laguna por Vallegrande y la del Coronel Alvarez de Sotomayor,
tomaba el camino que conduce de Santa Cruz de la Sierra a
Cochabamba.
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Se cuenta que el General Goyeneche mandó formar su numeroso
Ejército en la plaza principal de Chuquisaca, donde proclamó a cada
uno de los cuerpos; todas sus proclamas se redujeron a lo siguiente:
“Sois dueños de vidas y haciendas, esterminad a los alzados.”
El día 13 de mayo salió de Chuquisaca con 4,000 hombres de la
tres armas tomando él con su columna la vía de Mizque y Cliza. Toda
esa falange tenía orden de converger en un día fijado, sobre la
patriota ciudad de Cochabamba contra la que se desplegaba ese lujo
y ostentación de poder y los habitantes de ella no contaban sino
pocas armas, sus famosos cañones de estaño, fabricados por ellos
con tanto patriótico afán creyendo que con ellos y las hondas y
makanas con que vencieron en Aroma, eran bastantes para triunfar
de los enemigos de la libertad.
Las hordas que por diferentes caminos se dirigieron a
Cochabamba, hicieron atrocidades en el transito; el Coronel
Lombera, que salió de Oruro el 18 con cerca de 2,000 hombres,
entre los que se contaban 850 indios armados de lanzas, traídos del
Cuzco por Pumakagua, no solo mandó matar y robar cuanto
encontró, sino que redujo a cenizas los pueblos de Sacaca y
Quirquiavi. Lo propio hizo el Coronel don Agustín Huici que incendió
el pueblo de Pucara; Huici salió el día 13 de la villa de La Laguna.
Pronto las fuerzas realistas llegaron al pueblo de Pocona,
llamado entonces “La villa del Chapín de la Reina”, por el fuerte
tributo que pagaban sus moradores para tener el honor de calzar los
pies de su graciosa soberana.
La vanguardia del Ejército de Goyeneche fué molestada desde,
su salida de Chuquisaca, en todo el trayecto de su marcha, por las
guerrillas del ya célebre caudillo don Manuel Ascensio Padilla, el que
pugnaba por incorporarse al ejército cochabambino, pero se lo
impedía con hábiles maniobras el Coronel Imas, jefe de esa
vanguardia.
El General Arze había entretanto salido a Mizque al encuentro de
Goyeneche y el día 18 de mayo pasó al Paredón adelantando su
vanguardia mandada por el Comandante Lemoine; de allí fué a
Sacabamba, donde tuvo noticias exactas de Goyeneche, por lo que
partió en el acto el día 23, con la primera luz del día, y caminó
durante todo él con mas la noche, para llegar como llegó con su
gente rendida de fatiga, al lugar llamado Paredones, situado entre la
laguna de Vacas y el Queñual, con el objeto de ganar é impedir el
paso de la estrecha garganta y la pendiente cuesta que da cima a
Pocona, pero la vanguardia mandada, como hemos dicho, por el
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
46
Coronel Imas, trepando las ásperas serranías de Pocona, logró llegar
a la cumbre antes que los independientes.
Cuando Arze salió de Paredones para esperar al enemigo, en las
alturas vio a éste desde el Queñual que descendía al llano de
Pocona.
La vanguardia realista bajaba la empinada cuesta como una
enorme culebra de acero, amenazando envolver a los patriotas que
la esperaban formados en batalla. Habían emplazado su artillería de
estaño en un pequeño collado para dominar con ella el campo y al
pie de él se desplegó en guerrilla, la infantería, armada de malos
fusiles y arcabuces. A retaguardia brillaban las sólidas y toscas
lanzas de los escuadrones de caballería, mandados por el General
en jefe del Ejército independiente.
Rompió el fuego la artillería, pero el pequeño calibre de sus
piezas de estaño no tenía potencia ninguna para cruzar el llano con
sus proyectiles, además el anima de esas piezas sufría desperfectos
y acababa por inutilizarse con la inflamación continua de la pólvora
que dañaba el estaño con el calor producido con la continuidad de
los disparos, de manera que pronto tuvo que silenciar el fuego de la
artillería patriota y solo se oía el silbido de los buenos proyectiles
lanzados por los cañones de bronce de la artillería real, que llevaba
un espléndido material de guerra acumulado para invadir las pro-
vincias argentinas.
Cesó el fuego y los realistas avanzaron; los patriotas los
esperaron en sus puestos, firmes como moles de granito. Se siguió
un combate rudo, terrible, que hubiera durado más a ser más
consistentes las armas de los soldados cochabambinos, la mayor
parte de ellas fabricadas en sus improvisadas maestranzas, sin tener
el temple ni la consistencia de las excelentes armas de los opresores
de la patria.
Más de ochenta hombres tuvo que dejar el heroico caudillo
cochabambino al retirarse del campo de batalla, entre muertos y
heridos, éstos fueron ultimados por orden del feroz Imas, no se
tomaron prisioneros; ¡Imas no acostumbraba tomarlos jamás!
Los cañones de estaño, obra exclusiva del patriotismo de un
pueblo, así como algunos fusiles, quedaron en poder del vencedor,
que con su rápida persecución no dio tiempo para que los salvaran
los patriotas.
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47
Sin descansar un momento siguió Goyeneche su marcha a
Cochabamba y al caer de la tarde del 24 de mayo de 1812,
descendía por la cuesta de Arani, donde acampó con su Ejercito.
El día 25 prosiguió su marcha y después de almorzar en Punata,
acampó en Cliza. En el trayecto se cometían desacatos mil, por la
soldadesca autorizada para todo, y en el pueblo de Muela una
partida destacada allí, tales excesos cometieron, que los habitantes
los mataron a todos. Muela fué castigada como es de suponerse con
inaudita crueldad.
El 26 ingresó en la villa de Tarata, donde se multiplicaron las
tropelías, y por orden expresa de Goyeneche, se incendió la casa del
General don Estéban Arze, y muchos patriotas, ó tenidos como tales,
fueron victimados.
¡Las huellas del feroz arequipeño quedaron en el trayecto
marcadas con sangre!
Abril 12 de 1912.
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
48
SAN SEBASTIAN
27 DE MAYO DE 1812
Los realistas acamparon en la Tamborada, en el lugar conocido
con el nombre de Los Trojes.
Allí Goyeneche dividió su Ejército en tres fracciones: la primera
tenía que trasmontar la serranía que se levanta a la derecha de Las
Trojes, para seguir el camino que baja por Alalay; esta columna
estaba encomendada al General don Juan Ramírez. Con la segunda
fracción Goyeneche seguía la ruta principal, es decir, la del Ticti. La
otra fracción tomaba la izquierda para avanzar por los caminos de
Caraza y Quillacollo; ésta estaba dirigida por el Coronel Imas. En un
momento dado las tres divisiones debían ocupar la ciudad.
Entretanto reinaba en ella la confusión y el desorden. Unos hablaban
de rendirse; otros insistían en enviar nuevas comisiones al General
vencedor, y porfiaban con el noble y benemérito Gobernador de la
ciudad, don Mariano Antezana, quien en vano trataba de encontrar
un medio para conjurar la tormenta que amenazaba y salvar de algún
modo a su querido pueblo. Con este fin arengaban él, el presbítero
Oquendo y otros buenos patriotas, para ver si se aplacaba la cólera
del tirano; pero todo fué inútil, el pueblo azuzado por algunos
bullangueros exaltados y particularmente por las mujeres que
censuraban la conducta de los varones que pensaban con algún
juicio, jurando morir antes que rendirse a los tiranos.
Las alturas de San Pedro, Alalay, el Ticti y San Sebastian, fueron
coronadas por los defensores de Cochabamba, que impávidos
esperaban la hora del sacrificio.
¡Allí estaban fieros, terribles, heroicos, destacándose en ésas
alturas llenos de valor y de patriotismo!
Las tropas reales con el polvo que levantaban sus pisadas, no
notaron la presencia de sus enemigos. Cuando hiceron alto la nube
de tierra se disipó y recién percibieron el ijapapeo de las turbas que
lanzando una desdeñosa carcajada al rostro de sus verdugos,
esperaban el momento del sacrificio.
Algunas detonaciones partieron del Ticti y de Alalay y se cuenta
que el vencedor de Pocona creyó por un momento, que eran salvas
en honor de su llegada, pero cuando notó el polvo que levantaban los
proyectiles de los cañones de estaño, no pudo contener su
indignación; y creció ésta al ver que la mayor parte de esos cañones
ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA
49
estaban rodeados por las mujeres que enseñaban a los hombres a
pelear por la libertad de la patria y lanzaban vítores a ésta desde su
cumbre como un reto a sus opresores.
Ardiendo de furor mandó hacer alto a sus columnas, las hizo
formar en masa y refrenando su caballo de batalla al frente de ellas
les dijo:
“¡Soldados! Sois dueños de las vidas y haciendas de los
insurgentes, marchemos a exterminarlos”.
Un hurra a su caudillo resonó en las filas realistas, y los chacales
sedientos de sangre y de pillaje, se dirigieron a la ciudad. Luego esas
tropas fuertes en más de 5,500 hombres, de las tres armas, formaron
en batalla.
En seguida se dispuso que la izquierda de la línea, se apoye en
las barrancas del río Rocha y la derecha en el Ticti; luego se mandó
marchar al paso de carga, formando lentamente un semicírculo a fin
de envolver la colina de San Sebastián donde era mayor el número
de los alzados.
En este campo despejado, plano sin obstáculos, podían las
tropas peninsulares maniobrar a su agrado, ejecutando el
movimiento envolvente como en una parada militar.
En la cumbre ó coronilla del citado cerro, habían los patriotas
colocado mayor número de cañones, aprestándose a servirlos
hombres, mujeres y niños. Los que tenían fusil, arcabuz, honda ó
makana, se alistaban para defender los flancos descubiertos. A
retaguardia y al pie del cerro una multitud de mujeres, que con gran
algazara, daban vivas a la patria, repetían los japepeos, silbidos y
carcajadas, como desafiando a los peninsulares.
Del alto de esa colina partieron los primeros disparos de cañón y
de fusil; las tropas reales siguieron avanzando a paso de carga y
cuando notaron que sus armas podían ofender, rompieron en
nutridas descargas sobre los defensores de la colina.
Un alarido de rabia contestó al fuego y éste se hizo más
concentrado y rápido. Los disparos de los cañones patriotas se
hacían muy escasos, se calentaron las piezas y faltaron las
municiones, de manera que silenciaban los cañones y la multitud que
rodeaba el pie de la colina, empezó a alejarse bajo el fuego nutrido y
mortífero de los realistas que les hacían mucho daño. Los
granaderos estrechaban entretanto el círculo de muerte; la hora de la
matanza había llegado, y los disparos de los soldados de la tiranía
mezclados con los ayes de las víctimas, atronaban el espacio.
BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ALTOPERUANA
50
Cerca de 300 personas habían quedado en la colina, entre
hombres, mujeres y niños, resueltos a vender caras sus vidas y al
encontrarse dentro de ese círculo de fuego y hierro, hicieron
desesperados esfuerzos para defenderse.
Todo fué inútil, empezó la matanza que duró mucho tiempo; cesó
el fuego y las bayonetas hicieron su sangriento oficio. No se dio
cuartel a nadie, ni a las mujeres ni a los niños, algunos de éstos que
pedían perdón de rodillas arrastrándose a los pies de los soldados,
eran clavados por éstos contra el suelo.
Cuando acabaron de matar, aquellas fieras ensangrentadas,
locas de furor y ansiosas de pillaje, azuzadas por sus jefes y guiados
por sus oficiales, se desparramaron por toda la ciudad que les había
sido entregada por su General en jefe, quien en persona acosaba y
acuchillaba a las turbas indefensas, llegando su furor hasta meterse
en el templo de la Matriz a caballo, atropellando a los sacerdotes
para herir al doctor Lopez de Andreú de quien tenía un agravio que
vengar.
La soldadesca sin disciplina ni moralidad alguna, cometió durante
tres días, cuanto crimen puede imaginarse. ¡Nada fué respetado,
solo se veía en la ciudad mártir, hogares profanados, comercios
saqueados, casas incendiadas, cadáveres insepultos y sangre y
desolación por todas partes!
¡Tal fué la espantosa hecatombe del 27 de mayo de 1812!
Las mujeres de Cochabamba habían cumplido su deber, con un
heroísmo extraordinario, acompañando a sus esposos y a sus hijos
en el martirio por la santa causa de la libertad. Por eso es que en el
Ejército auxiliar del Río de la Plata, mandado por el General don
Manuel Belgrano, todas las noches a la hora de la lista, en todos los
cuerpos del Ejército, un oficial ante la tropa formada preguntaba:
¿Están presentes las mujeres de Cochabamba? y otro oficial
respondía:
“Gloria a Dios, todas han muerto por la patria en el campo de
honor.”
Abril 15 de I9I2.
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51
Miguel Ramallo: Batallas de la Guerra de la Independencia del Alto Peru. 1913.
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Miguel Ramallo: Batallas de la Guerra de la Independencia del Alto Peru. 1913.

  • 1. 1 GENERAL MIGUEL RAMALLO ========================== BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ALTOPERUANA LA PAZ – BOLIVIA ——————— INTENDENCIA DE GUERRA.—TALLER 161 –RECREO – 161 ————— 1913
  • 2. BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ALTOPERUANA 2 A la juventud militar del Ejército Nacional, como prueba de cariño de su viejo camarada General Ramallo
  • 3. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 3 AL LECTOR Sin pensar hemos escrito este libro referente a las batallas que se han librado durante el largo periodo de la guerra de la independencia en el suelo de nuestra patria. Al principio, nos concretamos a estudiar las GRANDES BATALLAS, pero hallamos tanto heroísmo, tanta bravura y amor a la libertad, en los héroes de la leyenda épica que se ha llamado la “GUERRA DE LA INDEPENDENCIA”, que no hemos vacilado en hacer un recuerdo de ellos, narrando algunos detalles que han pasado sin ser apercibidos o tal vez olvidados. Parecera extraño encontrar en estas referencias, batallas libradas lejos del suelo altoperuano, pero el territorio donde ellas se libraron era del virreinato de Buenos Aires, y entonces el Alto-Perú, era tan solo una provincia de ese virreinato; así pues era el suelo de la patria que se estendía desde las margenes del poderoso Plata, hasta las orillas del río Desaguadero, límite con el virreinato de Lima. En todo ese vasto territorio ondeaba la bandera azul y blanca, la bandera del General Belgrano. He hay porque relatamos las batallas de Tucumán y Salta juntamente que las de Vilcapugyu y Ayuhuma, porque en ellas los mismos guerreros lucharon por la misma causa y la sangre de ellos corrió mezclada en los campos de Guaqui, Amiraya, Venta y Media y otros muchos combates, terminando esa serie de estériles, pero gloriosos sacrificios por la libertad, en Viloma.
  • 4. BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ALTOPERUANA 4 Después, los ejércitos argentinos ya no penetraron en el corazón del Alto Perú, y siguieron guerreando en las fronteras, pero comunicandose siempre con los directores de las guerras de guerrillas, que son las mas cruentas en este largo periodo de heroísmo y de sangre. Luego nos hemos concretado a referir algunas de las campañas de nuestros guerrilleros; valientes y abnegados patriotas que pasaron la mayor parte de su vida en los campos de batalla, siempre acechados y perseguidos como fieras; para los que jamas hubo piedad ni les dieron cuartel sus enemigos, ni ellos lo pidieron tampoco. De esos hombres extraordinarios que marchaban a la lucha sin contar con mas elementos que los que tenían sus enemigos, y que se procuraban armas arrebatandolos a los peninsulares. Sobrios guerreros armados las mas veces con hondas y garrotes; sin mas cuartel que el follaje de los arboles del bosque ó las barrancas de los ríos; sin otro alimento que un poco de maíz tostado, un pedazo de CHARQUE y algunos puñados de hojas de coca, que llevaban en el morral revueltas con las balas y la pólvora. Sin tener otra bebida que el agua de los ríos o de los torrentes; ni mas equipo militar que el vestido con que salían de sus hogares al partir a una guerra, de la que casi nunca volvían. Siempre en ruda campaña acechando a sus poderosos enemigos, impidieron que estos realizasen su plan de reconquistar las provincias del río de La Plata, que era el sueño dorado de los generales del monarca español.
  • 5. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 5 La historia heroica de estos toscos y bravos patriotas, esta escrita con sangre en las rocas, serranías y desfiladeros de nuestro país. Son héroes desconocidos cuyas hazañas se ignoran y las pocas que han llegado hasta nosotros estan truncas é incompletas. Ellos no tenían mas norte ni mas pensamiento, que su amor A LA DULCE LIBERTAD, como dice uno de ellos en un escrito, en que con una sencillez encantadora, da parte de sus hazañas al General en Jefe del ejército argentino. Y estos hombres abnegados que así lucharon por darnos patria inde- pendiente, sin tener mas presente que el sufrimiento y las privaciones de todo género, ni mas porvenir que el cadalso, si eran cojidos, permanecen ignorados y la posteridad llegara a olvidarse hasta de que existieron. Sus combates con las tropas reales son tantos, que sería imposible su relato; no tenemos los datos suficientes para hacerlo y los que nos hemos procurado han sido incompletos, como son todos los escritores que se han ocupado de narrar esta luctuosa y heroica época de nuestra historia. Tampoco hemos consignado, en este estudio, la guerra llamada “GUERRA DE GAUCHOS”, porque ella fué peculiar de las provincias de Jujuy y Salta, a pesar de que allí han figurado muchos guerrilleros altoperuanos como: Uriondo, los Rojas, Aviléz, Méndez, Mendíeta, Garay y otros hijos del belicoso departamento de Tarija, que siempre prestaba eficaz auxilio al bizarro La Madrid y al prestigioso y bravo caudillo salteño don Martín Miguel Güemez.
  • 6. BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ALTOPERUANA 6 Nada hemos dicho de las campañas que tuvieron lugar en el Bajo Perú porque ellas se han verificado con elementos mixtos, donde figuraron argentinos, chilenos, altoperuanos y colombianos y como se sabe los ejércitos realistas de Goyeneche, Ramírez, Pezuela y La Serna, fueron reclutados en el Cuzco, Arequipa, Puno y otros departamentos del bajo Perú, teniendo siempre por base sólidas columnas de tropas peninsulares. Por eso hemos resuelto ocuparnos de estas interesantes campañas en otro libro que tenemos en preparación. Hemos consignado, sí, dos grandes jornadas: el combate de Junín y la batalla de Ayacucho, porque han sido ellas el corolario de la independencia del alto Perú y de la América del Sud, y los Generales Bolívar y Sucre que las han llevado adelante, nos han dado patria e instituciones. Por eso nos hemos esmerado en detallar esas dos admirables acciones de guerra, con todo el cariñoso entusiasmo que produce el recuerdo del padre de nuestra patria, el Libertador Simón Bolívar, el héroe mas grande de la América del Sud, que en la acción de Junín se muestra brillante, y Sucre el soldado invicto, el austero republicano, el primer General de la guerra de la independencia, que verifica la retirada de Lambrama que es algo que encanta, algo que seduce, y luego en Ayacucho, haciendo lujo de sus conocimientos tacticos, atrae a su poderoso enemigo a un lugar donde lo amontona, lo encoje y luego lo destroza, terminando con tan gran batalla tan inmensa campaña!
  • 7. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 7 Mucho hemos dejado por escribir, porque, lo repetimos, son innumerables los combates de los guerrilleros y sería largo y hasta cansado narrarlos: solo el bravísimo Coronel don Manuel Ascencio Padilla tiene sesenta y dos acciones de guerra, de las que hemos referido muy pocas; los combates del he- roico Lanza en Ayopaya son multiples, así como son innumerables los de Warnes, Arce, Uriondo y tantos otros, entre los que descuella la amazona americana doña Juana Azurduy de Padilla, que como heroína y patriota no tiene rival en el continente. Hay en esta guerra episodios tan admirables que podían ser cantados por la lira eólica del divino Homero, pero ellos desgraciadamente, van quedando no solo oscurecidos, sino olvidados. Por eso hemos escrito este libro. MIGUEL RAMALLO Tarija, octubre 12 de 1912.
  • 8. BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ALTOPERUANA 8 Batallas de la Guerra de la Independencia, libradas en el Alto Perú de 1809 a 1825 BATALLA DE CHACALTAYA 25 DE OCTUBRE DE 1809 Chacaltaya es el primer choque de las armas de la libertad con las de la tiranía. ¡Es la voz de alerta que da el cañón de los libres llamando a los esclavos para que empuñando el arma vengadora, corran a los campos de batalla a derramar su sangre y conquistar con ella una patria independiente! Es el reto de los valerosos altoperuanos que cansados del yugo de la esclavitud, quieren sacudir el peso de cinco siglos de coloniaje que los oprimía de una manera brutal. Es la libertad que bajando de la cumbre de los Andes, quiere, al pie mismo de esos macisos de nieve, enseñar a los americanos que ha sonado la hora de la redención, y que pronto en la cumbre del más alto de esos gigantes del nuevo mundo, ha de flamear su sagrada bandera. ————————— El Virrey de Lima, don Fernando de Abascal, Marqués de la Concordia, alarmado con los movimientos insurreccionales de Chuquisaca el 25 de mayo de 1809 y del 16 de julio del mismo año, acaecido en la ciudad de La Paz, resolvió ahogarlos en su cuna, para lo que ordenó al Brigadier don José Manuel de Goyeneche y Barreda, que desempeñaba accidentalmente la Presidencia del Cuzco, tomase las medidas conducentes a aplastar esos movimientos que podían después ser funestos al régimen monárquico en la América del Sud. Al mismo tiempo ordenó al Coronel don Juan Ramírez y Orosco, Gobernador de Huarochiri, se pusiese a órdenes de Goyeneche, para lo que le envió armas, municiones y toda clase de pertrechos de guerra a la ciudad de Puno, con mas dinero y un Batallón del Regimiento veterano Real de Lima, ordenando además que las
  • 9. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 9 milicias del Cuzco, Arequipa y Puno, se pongan sobre las armas, formando un respetable cuerpo de ejército. Goyeneche aceptó con júbilo el cargo y al momento destacó al Coronel don Fermín Piérola con 100 soldados de infantería y dos piezas de artillería a lomo, con orden de apoderarse del puente del río Desaguadero, única comunicación que existía entre el Alto y el Bajo Perú (10 de octubre). Goyeneche era natural de Arequipa, sus primeros años los había pasado en Madrid, educándose en la corte de los Borbones y era fanático adorador de esos tiranos de su patria. Conocida es la triple misión que de Europa trajo al Perú, y la principal era ganar prosélitos para la princesa doña Carlota de Braganza, que aspiraba a fundar una monarquía en la América del Sud, y es conocido también cómo fracasaron sus planes proditorios, merced a la altiva energía de los miembros de la Real Audiencia de Charcas, por todo lo que Goyeneche odiaba a los altoperuanos, viendo en la comisión que le encomendó el Virrey una ocasión propicia para vengarse de ellos. El día 13 de octubre cruzó con su Ejército el Desaguadero encomendando la vanguardia al Coronel Ramírez, quien se dirigió a la ciudad de La Paz. La aproximación de las fuerzas de Goyeneche pusieron en alarma a los patriotas, porque comprendían la superioridad de sus fuerzas sobre las suyas, y después de un maduro acuerdo, resolvieron salir de la ciudad y situarse en el lugar llamado Chacaltaya, al Norte de La Paz, punto estratégico que les proporcionaba buenas posiciones militares y fácil línea de retirada a Yungas, donde pensaban establecer su base de operaciones en caso de un contraste. El Ejército de La Paz, se componía de las fuerzas siguientes, según lo consigna en su interesante y notable “Monografía de la ciudad de La Paz”, escrita en 1906, el distinguido historiógrafo don Luis S. Crespo, de donde hemos tomado este y otros datos. Infantería: Nueve compañías de 80 plazas cada una, formada sobre la base del antiguo Batallón de milicias, denominado “Veterano”, con 720 hombres. El jefe de este cuerpo era el Sargento Mayor, primer comandante de él, don Juan Bautista Sagarnaga, sirviéndole de Ayudante el Capitán Gregorio Sanjinés. Las Compañías las mandaban los Capitánes Mariano Graneros, Manuel Cosío, Ramón Arias, Isidro Zegarra, Pedro José Indaburu,
  • 10. BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ALTOPERUANA 10 Andrés Monje, José Farfán, Rafael Monje y Vicente Diez de Medina. Contaba además la infantería con 14 oficiales de la clase de Tenientes y Subtenientes. La caballería: La formaba el “Escuadrón Húzares”, que constaba de dos Compañías de 50 ginetes cada una, siendo su primer Comandante don Clemente Diez de Medina, y su segundo don José Arroyo. La artillería contaba con once cañones, divididos en dos Baterías, con 160 artilleros cada una, mandadas por los Capitánes José Murillo y José Uriarte; Jefe de este cuerpo era don Melchor Graneros. El Comandante General de estas fuerzas era don Gabriel Antonio Castro y le servían de ayudantes los Capitánes Benigno Salinas y Domingo Pradel. ———————— El 24 de octubre el Brigadier Goyeneche, por medio de un oficio, intimó rendición al Comandante General Castro, el que le respondió: “Que no se rendiría y que estaba resuelto a batirse, puesto que la decapitación de los patriotas ya estaba decretada.” El 25 de octubre mandó Goyeneche el avance de sus tropas contra los insurgentes, los que las recibieron a cañonazos, siendo notable el entusiasmo y valor que desplegaron los criollos en su bautismo de fuego, combatiendo sin temor contra fuerzas aguerridas y disciplinadas como eran las realistas. Resistieron bravamente al Coronel Ramírez, que los atacaba por el flanco derecho y al Coronel Piérola que trataba de envolverles la izquierda y después de una corta pero porfiada resistencia, se retiraron en mucho desorden con Murillo y Castro a la cabeza. El ilustre caudillo de la revolución de julio, Coronel Pedro Domingo Murillo, no tomó participación activa en la campaña que precedió a la batalla de Chacaltaya, en lo que están de perfecto acuerdo todos los cronistas que hemos consultado al respecto, antes bien algunos aseguran que el citado caudillo, no concurrió a este hecho de armas. El Brigadier español don Andrés García Camba en su notable obra “Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú”, dice que Castro murió en el combate de Chacaltaya, con lo que se dispersó el Ejército patriota, lo que esta corroborado por el historiador don Manuel José de Urcullo en sus “Apuntes para la historia del Alto Perú” en que dice que Castro murió en Chacaltaya de un disparo de cañón. Nosotros ateniéndonos a mas recientes, prolijas y verídicas investigaciones, encontramos que Castro, dejando a Figueroa
  • 11. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 11 resistiendo al enemigo para proteger su retirada, tomó con gran parte de su Ejército el camino que conduce a Yungas, pero se asegura que la retirada se verificó en completo desorden, como tenía que suceder con gente colecticia; esto mismo refiere en su “Compendio de la historia de Bolivia” el inteligente historiógrafo don José María Camacho. Lo cierto es que una vez derrotados los patriotas, los realistas ingresaron en la ciudad de La Paz, con el vencedor Goyeneche a su cabeza, y los patriotas se retiraron al partido de Yungas, donde suponían al caudillo don Gregorio Lanza, vencedor del Obispo La Santa, pero hay que advertir que antes de que se librase el combate de Chacaltaya, el belicoso Obispo La Santa, que después de los sucesos del 16 de julio se fue a Yungas, levantó en ese partido bandera contra la revolución de La Paz, sorprendiendo y derrotando en el pueblo de Irupana al caudillo Lanza, para lo que de acuerdo con los curas de esa región, había formado con los colonos y negros esclavos, pobladores de la comarca, una fuerte partida de gente armada, dispersando con ella a los patriotas. Este suceso no lo hemos tomado en cuenta sino muy li- geramente, porque nuestro propósito es solo estudiar los combates que se libraron entre los defensores de la independencia del Alto Perú y los sicarios del despotismo mandados de Lima por el Virrey Abascal, con los Goyeneche, Pezuela, Ramírez, Tacón y otros lugartenientes de los tiranos extranjeros; es decir, la lucha entre los opresores del país y los soldados de la libertad.
  • 12. BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ALTOPERUANA 12 COMBATE DE CHICANOMA 11 DE NOVIEMBRE DE 1809 Una vez ocupada La Paz, por las fuerzas realistas, el General Goyeneche se ocupó de restablecer el Gobierno del Rey, aterrando con sus crueldades y tremendos castigos a los habitantes de esa heroica ciudad. El 30 de octubre de 1809 destacó una División de 500 hombres al partido de Yungas, al mando del Coronel don Domingo Tristán, con orden terminante de perseguir sin descanso a Murillo, Castro, Lanza y demás patriotas y exterminarlos en seguida. En refuerzo de Tristán salió otra columna de 300 soldados, a las órdenes del Coronel Basa Goitia, con iguales instrucciones. El 10 de noviembre tuvieron los jefes realistas aviso de que los patriotas se habían posesionado en Chicanoma, y en el momento se dirigieron a ese lugar. El 11 se avistaron ambas fuerzas y Tristán intimó a Castro entregue las armas y se rinda a discreción, con todo su comando. Castro contestó al jefe realista: “He de rendir las armas con la vida antes de entregarlas.” En el momento los patriotas fueron acometidos por las tropas reales. Mal organizados no pudieron resistir el empuje de sus aguerridos adversarios y después de una ruda lucha, la victoria se declaró por los peninsulares. Las tropas patriotas se dispersaron por diferentes direcciones, y perseguidos con tesón por los realistas, no hallaron cuartel los que cayeron a sus manos. Los caudillos don Gabriel Antonio Castro y don Victorio Lanza, tomados en el río Totorani, allí mismo fueron degollados por orden de Tristán, quien mandó sus ensangrentadas cabezas a La Paz, como trofeo de su victoria y alhagador presente al General Goyeneche. Sabido es lo que después pasó en La Paz, donde el 26 de enero de 1810, los promotores del movimiento revolucionario del 16 de julio, pagaron en la horca su amor a la causa sagrada de la libertad de su patria. Junio 27 de 1912.
  • 13. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 13 BATALLA DE COTAGAITA 27 DE OCTUBRE DE 1810 Afianzada la revolución del 25 de mayo de 1810 con el fracaso de la conspiración del General Liniers, quien tuvo un fin tan trágico en el lugar llamado “La Cabeza del Tigre”, resolvió la Suprema Junta de Buenos Aires, llevar sus armas a todas sus provincias del Virreinato, para cimentar en ellas las nuevas ideas. Las provincias del Alto Perú en las que ardía el incendio, que comenzó en la ciudad de Chuquisaca el 25 de mayo de 1809, el que siguió con mas fuerza el 16 de julio del propio año, en la ciudad de La Paz, acogieron con indecible entusiasmo las ideas de la Metrópoli del Virreinato, adhiriéndose a ella Cochabamba el 14 de septiembre del citado año 10, siguiendo el pronunciamiento Santa Cruz el 24, Oruro el mismo mes y finalmente la Villa Imperial de Potosí, el 10 de noviembre del año citado. El Alto Perú se inflamó como un volcán y los peninsulares se aprestaron a apagar el incendio con la sangre de los rebeldes. La Suprema Junta de Buenos Aires deseosa de fomentar y proteger el entusiasmo patriótico de sus tan apartadas provincias, envió desde la ciudad de Córdova una división de tropas a las órdenes del General don Antonio Balcarce, al que acompañaba en clase de Mayor General del Ejército, el Brigadier don Eustaquio Díaz Velez1 , y como agregados los Coroneles José Moldes y Montes de Oca. Los Cuerpos que formaban la división patriota fueron los siguientes: Batallón 1º —Comandante Gregorio Perdiel. ID 6º —Id Carlos Forest Vd. Cazadores Id Manuel Dorrego Batallón Blandengues—Comandante Abraham Gonzáles. Regimiento Húzares—Vd. Martín Miguel Güemes. 1er. Escuadrón de Caballería—Coronel Ramón Balcarce. 2º Vd. Id Id Id—Comandante Martín Puyrredón. Artillería (dos piezas) —Comandante Suárez. 1 Mayor General se decía entonces al Jefe del Estado Mayor General.
  • 14. BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ALTOPERUANA 14 Pronto llegaron estas fuerzas a las fronteras del Alto Perú y se internaron en el por sus ásperos desfiladeros, para llevar sus armas al corazón mismo de las provincias ocupadas indebidamente por las armas del Virrey de Lima, el que sin razón ni derecho alguno las había anexado a sus dominios. Todo el Alto Perú estaba en ebullición; las ideas de patria y libertad ardían en él inflamando los corazones de los altoperuanos que acogieron con alborozo el auxilio que les venía desde las orillas del Plata, núcleo y centro de las ideas redentoras. Por su parte los realistas se aprestaron a la lucha, para conjurar la tormenta que los amenazaba y reunieron sus fuerzas para oponerlas a las de la patria. En ese entonces todo el Alto Perú obedecía las órdenes del Presidente de la Real Audiencia de Charcas, General don Vicente Nieto, anciano débil y pusilánime en el peligro y altanero y déspota en el poder. Este tenía como Mayor General, al General don José de Córdova, intrépido jefe de la marina real y entendido militar de los ejércitos del rey Fernando VII. Su segundo era el Coronel Indalecio Gonzáles de Socaza, que se hizo célebre en esta guerra. Las tropas que comandaban estos jefes eran las siguientes: Batallón Provinciales de Potosí—Comandante Indalecio G. de Socaza. Batallón Puno. Veteranos de Borbón. Voluntarios del Rey. Dragones de Chichas Lanceros de Cinti. Diez piezas de artillería, repartidas en los diferentes cuerpos del Ejército, es decir, en los de infantería. La artillería estaba mandada por el Comandante de esa arma don Miguel Mujía. Córdova se hallaba en Tupiza cuando supo la aproximación de Balcarce, y no creyendo prudente esperarlo en esa Villa se retiró a la de Cotagaita, donde tenía construidas poderosas fortificaciones. El General Nieto sabedor del avance de las tropas patriotas, salió de la ciudad de Chuquisaca el 20 de octubre en auxilio de su Mayor General, con una columna de 200 veteranos que mandaba el Coronel Ignacio Basagoitia, dejando en Chuquisaca una guarnición de 600 hombres, todos vallegrandinos y cruceños. Nieto pasó a Potosí en busca de más refuerzos y en efecto aumentó su columna con la que mandaba el Conde de Casa Real
  • 15. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 15 Moneda y con este refuerzo y fuertes sumas que extrajo de las arcas reales, salió en alcance del General Córdova. Magníficas eran las posiciones militares escogidas por este General para esperar a los patriotas: la situación de ellas obstruye y domina los caminos que conducen al interior del país; tienen a su frente el río de Cotagaita; su retaguardia esta resguardada por una áspera serranía, la que tiene hacia el centro de ella, cuatro cerros que la dominan y donde los realistas emplazaron sus piezas de pequeño calibre, construyendo cinco reductos, los que estaban ligados por fosos y trincheras abrigo para la infantería, que se duplicó con ellas. Los reductos de la derecha los mandaba el mismo Córdova, teniendo a sus órdenes a los “Veteranos de Borbón” y a los “Voluntarios del Rey”.—Los reductos de la izquierda obedecían las órdenes del Coronel Gonzáles de Socaza, con su batallón “Provinciales de Potosí”.—En el fortín del centro fue donde se concentró mas número de piezas de artillería y este lo mandaba el Comandante don Miguel Mujía, oficial español muy entendido en el manejo de esta arma; además este punto estaba defendido por los “Dragones de Chichas” y los “Lanceros de Cinti,” todos desmontados, que ocupaban los intermedios entre uno y otro reducto y el batallón “Puno”, dividido en dos mitades, cubría los flancos de la línea. Hay que notarse que fuera del General Córdova, el Coronel Gonzáles de Socaza y el Comandante Mujía: que tenía el mando de la artillería, no habían más oficiales superiores. El 27 de octubre muy de madrugada, llegó el ejército argentino a Cotagaita, sus fuerzas eran casi iguales a las del Rey pero ninguno de los dos ejércitos llegó a tener 2,000 combatientes. La artillería real era muy superior a la patriota, en mando y en número, pero en cambio la caballería argentina superaba a su contraria en mando y en calidad. Cuando avistó Balcarce las posiciones enemigas, envió un parlamentario a Córdova intimando rendición: “a los Comandantes Generales de las tropas del Alto Perú”. Córdova contestó con energía a esta intimación, como correspondía a un jefe de su clase y condiciones. Balcarce entonces atacó de frente las trincheras y en vez de tomar uno de los flancos, para apoderarse de una ancha senda y por ella tomar la retaguardia de las posiciones arrojando al río a sus defensores, no lo hizo así, sino que adelantando sus guerrillas,
  • 16. BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ALTOPERUANA 16 emplazó al frente de las posiciones un obús y un cañón de a cuatro para batir los reductos bien artillados del enemigo. El ataque de las tropas argentinas fue llevado con un arrojo y un brío sorprendentes. Por su parte los realistas firmes en sus posiciones, hicieron jugar su artillería con notable acierto, pero los patriotas no cedieron, redoblando sus ataques con bravura infinita, hasta que Córdova dispuso que los “Veteranos de Borbón” y los “Voluntarios del Rey”, salieran de las trincheras a desalojarlos de una altura frente a la quebrada Portugalete, donde se habían posesionado y desde donde repetían sus asaltos. Después de un rudo combate abandonaron los independientes esa posición, renovando sus ataques por la derecha, los que fueron llevados con mucho arrojo por los “Cazadores” de Dorrego y el 1º de línea mandado por Perdiel. Pero al fin fueron desalojados por los “Veteranos de Borbón” y los “Voluntarios del Rey”, mandados por sus Capitánes Fontaneda y Cabrera. En el centro y la izquierda los “Blandengues” de Gonzáles y los “Húzares” de “Güemes”, juntamente con los infantes de Forest y Moldes tuvieron que ceder el campo a los “Provinciales de Potosí” y a los de “Puno” que dejando sus trincheras rechazaron a los patriotas a órdenes del Coronel Gonzáles de Socaza. Después de cuatro horas de un porfiado combate, se retiraron los patriotas, dejando muchos muertos y heridos y algunos pasados en poder del enemigo. La retirada de los independientes fué precipitada pero con orden, tomando el camino de Suipacha. En el ejército real fué menor el número de muertos y heridos, la tropa tuvo bajas, y en oficiales fué herido de gravedad el Capitán Cabrera. Los patriotas no fueron perseguidos por Córdova, quien se hallaba en la imposibilidad de hacerlo. Su caballería estaba desmontada y noche antes de la batalla, se fugaron del campamento los arrieros llevándose 600 mulas, con lo que dejaron completamente imposibilitado al General español, para verificar ningún movimiento. El combate de Suipacha fue el primero en el que el Ejército argentino midió sus armas, con las tropas del Rey en el Alto Perú, el día 27 de octubre de 1810. A éste siguieron muchos que ensangrentaron el suelo altoperuano en 16 años de lucha al cabo de los cuales tuvimos patria independiente. Octubre de 1810
  • 17. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 17 BATALLA DE SUIPACHA. 7 DE NOVIEMBRE DE 1810 El General don José de Córdova engreído con el triunfo de Cotagaita, cometió la falta de no perseguir al enemigo ya sea por imprevisión ó por que carecía de los medios para efectuarlo: lo cierto es que el General Balcarce se retiró sin ser perseguido y ni siquiera ser molestado en su retirada, lo que fue realmente un error incomprensible en un militar de los antecedentes del General Córdova. A la llegada del General don Vicente Nieto, que fue pocos días después de la victoria de Cotagaita, recién el General Córdova destacó dos columnas de 150 hombres cada una, en pos de los independientes. Estas fuerzas mandadas por los Capitánes Fontaneda y Peña, tenían encargo de detenerse en la villa de Tupiza, esperando se les impartiesen nuevas órdenes. Entre tanto los patriotas se rehicieron con empeño en los cantones de Nazareno y Suipacha, reforzando sus batallones con gente de las provincias y pueblos inmediatos. Días antes llegaron, procedentes de Jujuy, varios cargamentos de armas, pólvora y municiones, con más dos piezas de artillería y 200 hombres conducidos por el General Viamont. Con tan oportuno auxilio Balcarce resolvió atacar de nuevo a los realistas. El General Córdova, dejando Cotagaita encomendada al General Nieto, ocupó la villa de Tupiza, allí le dieron falsas informaciones del estado y número de los patriotas a cuyas fuerzas pintaron sin disciplina, en completa desorganización y falta de municiones. Balcarce desocupó Tupiza, como hemos dicho y fue ocupada por Córdova al día siguiente de la noche que en ella pasaron los patriotas, los que se situaron en Nazareno y Suipacha, pueblerillos divididos por el río de este nombre y situados a una legua de distancia el uno del otro. Desde Tupiza el General Córdova dirigió esta Proclama a los patriotas, documento no conocido y que es digno de la época en que fue lanzado, dice él así: “Soldados del Ejército de Buenos Aires:—El Mayor General del Perú, Comandante de las tropas de operaciones, está a la vista, y os habla por este papel, para deciros, que teniendo a su mando las tropas aguerridas que os vencieron el 27 del pasado, y la fuerte guarnición veterana de Charcas que se le ha unido posteriormente,
  • 18. BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ALTOPERUANA 18 os va a atacar de firme, y en términos que no podéis dejar de ser envueltos: si queréis disfrutar de los bienes que están gozando vuestros compañeros pasados a mis Banderas en el acto de la acción, venid a mí. El que me traiga fucil percibirá en el acto 30 pesos, el que venga sin el 15, y al que me condusca un oficial le daré 500, el que despreciare mis consejos sufrirá la muerte irre- misiblemente. Voi a levantar dos vanderas, luego que esté a vuestra vista, la una será blanca, y señal de paz, la otra es Roja indicando guerra: elejid y tened entendido, que si antes de recojerlas no os presentáis, arbolare la negra que es la señal de ataque, sin dar ni admitir Quartel: vuestra suerte pende de vosotros mismos, y luego que venciéndoos estéis en mi poder como lo espero, no os quejéis pues cierro los ojos al perdón. Campamento en las inmediaciones de Tupiza 6 de Noviembre de 810. —Córdova”. ——————————— El 7 de noviembre muy de madrugada, levantó el General Córdova su campo de Tupiza con 800 hombres y cuatro piezas de artillería, resuelto a presentar combate a los patriotas, los que llevaban igual resolución. A las once de la mañana de ese día, se avistaron ambos ejércitos a inmediaciones de Suipacha, desplegando sus guerrillas los unos y los otros. Córdova avanzó con resolución sobre Suipacha y tomó posiciones a la derecha de sus enemigos, en los ribazos y barrancas del río: luego destacó su vanguardia a órdenes del Coronel Gonzáles de Socaza, quien se parapetó en las sinuosidades del terreno y en las acequias de regadío, desde donde rompió un fuego nutrido y mortífero, que hizo retroceder las guerrillas independientes. Estas avanzaron con la vanguardia de 200 hombres de infantería y más dos cañones, comenzando el ataque de frente, a las órdenes del bravo comandante Dorrego. Luego la vanguardia patriota comenzó a retirarse lentamente como si se batiera en retirada; Córdova que lo notó, hizo tocar ataque y las tropas abandonando sus posiciones, cargaron con gran denuedo, con todo el grueso de ellas contra los porteños. Pero Balcarce que tenía la masa de su ejército oculta en una hondonada y esperaba este momento, cayó repentinamente con ímpetu y brío irresistible, destrozando por completo a los realistas, que huyeron en desbandada perseguidos y acosados por la caballería patriota, que con bravura imponderable, completó la
  • 19. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 19 victoria de las armas de la patria, distinguiéndose sobremanera los “Húzares” del valeroso Güemes y los “Cazadores de a caballo” del Coronel Balcarce. Los realistas dejaron en el campo de batalla toda su artillería, parque, armas, equipaje y caja militar, con mas 40 muertos y 150 prisioneros. El General Córdova fue hecho prisionero, lo mismo que el General Nieto, que al saber la derrota de su Mayor General, fugó de Tupiza y fue cogido en el camino, siendo pocos días después fusilado en Potosí juntamente con Córdova y el Gobernador Intendente de esa Provincia don Francisco Paula Sanz, por orden del Delegado de la Suprema junta de Buenos Aires, doctor Juan José Castelli. La completa victoria de los independientes repercutió en las provincias del Alto Perú y todas ellas se sometieron y adhirieron a la Suprema Junta de Buenos Aires, que recobró sus provincias arbitrariamente ocupadas por el Virrey de Lima, Marques de Abascal. Suipacha fue la primera y única batalla ganada por el ejército auxiliar del Río de La Plata en el territorio alto peruano, los demás fueron contrastes cómo hemos de exponerlo en el curso de este estudio histórico. Publicamos en seguida los partes referentes a esta acción de armas pasados por el Delegado de la junta Suprema de Buenos Aires, a las autoridades de las provincias del Virreinato, conservando la ortografía de ellas:
  • 20. BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ALTOPERUANA 20 PARTES DE LA BATALLA DE SUIPACHA 7 DE NOVIEMBRE DE 1810 “Excelentísimo Señor: Son las dos de la mañana y media hora hace que llegaron dos Ayudantes del Ejercito Rosas y Sarabia con el capitán Tello, dándome de orden del Mayor General Balcarce el parte del resultado feliz para nuestras armas del ataque que hicieron los enemigos sobre la retirada de los nuestros de Tupiza a Suipacha, donde se posaba el Cuartel General, habiendose destacado una fuerza de mas de mil hombres al mando de don José Córdova con cuatro piezas de Artillería se avistaron ayer a las tres de la tarde y nuestra gente los esperó gallardamente operó la Artillería mandada por Villanueva y Giles, que acababan de llegar con las piezas, municiones, caudales para pago de la Gente y tres Divisiones, que venían a mi vanguardia: obró la Mosquetería y cargó la caballería, poniendo en fuga vergonsosa al resto de los que no quedaron tendidos en los cerros. Han perdido toda la Artillería y Municiones, Banderas, Armamento, Mulas, Monturas, Mochilas y demás, pidiendo la clemencia, que mandé no se les diese. Siguen los nuestros la derrota hasta alcanzar los montados, y entre ellos el General Córdova, y es provable que reforzado Balcarce siga asta Cotagaita a atacar, y tomar los de la reserva, y franquear el paso para Potosí. Luego que tenga mas circunstanciadas noticias reiteraré mi parte para satisfacción de V. Excelencia vastando decirle que Tengo en mi Poder parte de los Despojos del atolondrado Ejército de los Rebeldes, que sus Banderas estan en presa, que no contamos mas que un Oficial y seis heridos nuestros, y que no se sabe de nuestra tropa contando con las de Tarija, cual es la que mejor se ha portado. Circulo estos avisos a las ciudades por medio de sus Jefes, para que celebren los Triunfos de la Patria y Glorias De la Lealtad. Dios guarde a V. Excelencia. Yabi, 8 de noviembre de 1810.
  • 21. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 21 Exmo. Señor Don Juan José Castelli. Exma. Junta Gubernativa de estas Provincias. Exmo. Señor: Ratifico a U. S. la satisfactoria noticia del triunfo mas completo que puede creerse de nuestras armas en la acción de Suipacha en la tarde de 7 del corriente sobre el enemigo, que participé en oficio de dos de la mañana del siguiente día desde mi alojamiento en Yavi. El enemigo perdió la unica Bandera Real que traia, pues las demas eran trapos enastados de mojiganga; perdió cuatro cañones que condujo, con mas de dos mil tiros de su calibre, sobre setenta mil cartuchos de fucil abala, tres surrones de dinero, innumerable ar- mamento, mas de cuarenta muertos recojidos allí, catorce heridos, ciento cincuenta prisioneros tomados en el sitio, entre los que son tres oficiales. Mesa de marina, García de los provinciales de la Plata, y el Guarda-Parque de artillería y los demas dispersos y derrotados, sin saberse los muertos y heridos en la dispercion por los cerros, dejando mulas y prendas. Denuestra parte no hubo mas que un soldado Tarijeño muerto, y doce heridos, entre los cuales se cuenta Dn. Eduardo Gaona de Salta y Dn. Manuel Alvarez de Tarija. No hai elojio capaz de llenar el merito y virtudes del Mayor General Balcarce, de nuestros oficiales y soldados ni se sabe quien se distinguio mas que otro. Con la noticia de la derrota, ha fugado el Presidente Nieto con sus tesoros a Cota- gaita. El General Córdova en oficio y por parlamento del día ocho, confiesa su derrota, reconoce y jura la junta, y propone capitular, pidiendo misericordia, y el indulto de la vida y haberes para sus oficiales, sargentos, cabos, soldados, pasados, y otras personas, asegurando la reunión de las provincias del Virreinato; sobre que no es oportuno publicar las contestaciones. Se han tomado las avenidas a la fuga de los Xefes revolucionarios y avanzan nuestras tropas a franquearse el paso para Potosí, Plata y Paz, —y si es preciso asta dar con el virrey Abascal—dado caso que espere porque no hay quien se pueda oponer con efecto al Ejercito de la Capital y sus provincias aliadas, lleno de honor, patriotismo y virtudes. Tengo la alta satisfacción de participarle a U. S. para que lo traslade literalmente a los Ayuntamientos y habitantes de su provincia, a fin de que todos lo celebren, y se congratulen resiprocamente en intelijencia de que con esta fecha lo hago difusa y circunstanciadamente a la Exma. Junta Gubernatiba a cuyos pies
  • 22. BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ALTOPERUANA 22 remito la bandera por el Capitán Tello para trofeo de nuestro Gobierno y de sus armas. De U. S. muchos años. —Quartel gral. de Tupiza 10 de Nobre. de 1810. —Dr. Juan José Castelli. —Señor Gobernador Intendente de.... Circular dirijida a las Provincias para sus Gefes. A saber A Salta, Córdova y Cochabamba. “Noviembre de 1810.”
  • 23. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 23 BATALLA DE AROMA 14 DE NOVIEMBRE DE 1810 Entre las provincias del Alto Perú fue Cochabamba, sin duda ninguna, la que con más tesón y patriotismo luchó los 16 años de la guerra de la independencia, en la que los pueblos de esta región del nuevo mundo, combatieron con tanto denuedo por su libertad. Tan pronto como se supo que Buenos Aires levantó la bandera de la insurrección contra el poder colonial, el 25 de mayo de 1810, todos los pueblos del Alto Perú siguieron el ejemplo de la metrópoli, pero Cochabamba fué la primera que corrió a las armas, apoderándose de la guarnición que custodiaba la plaza en nombre del monarca español Fernando VII. Gobernaba interinamente la provincia, don José Gonzáles Prada, y era Comandante de armas y Jefe del “Regimiento Provincial” de caballería, don Gerónimo Morrón y Lombera, autoridades despóticas y resistidas en el país. El Comandante de milicias, don Francisco del Rivero, de acuerdo con el Capitán de la 6ª Compañía del mencionado Regimiento don Estéban Arze y el Alferez del mismo don Bartolomé Guzmán Quitón, fueron los héroes de esta gran jornada (14 de septiembre de 1810), secundados por los patriotas Carrasco, Oropeza, Guzmán, Padilla, el presbítero Juan Bautista Oquendo, Ferrufino, Zapata y otros ilustres próceres, cuyos preclaros nombres guarda con respeto la historia de la libertad americana. Oruro, a la noticia del pronunciamiento de Cochabamba, quiso secundarlo, y acaudillado por el patriota don Tomas Barrón, verificó el movimiento, apoyado por el Cabildo, pero fue tenazmente resistido por el Subdelegado de las rentas del Estado, Sánchez Chavez, que con la fuerza veterana y bien armada que guarnecía la plaza, resolvió sostenerse a todo trance. Sánchez Chavez pidió auxilio a La Paz, donde a la sazón se hallaba con un cuerpo de Ejército, el General realista don Juan Ramírez y Orosco. Por su parte el Cabildo solicitó refuerzos al Gobernador de Cochabamba. Don Francisco del Rivero, investido con este cargo, organizó con rapidez una expedición. A porfía acudieron los hijos de Cochabamba a solicitar una plaza en la columna expedicionaria, que pronto estuvo lista para abrir campaña sobre Oruro.
  • 24. BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ALTOPERUANA 24 Tomaremos el detalle de las tropas que marcharon en ella, de la notable obra del malogrado historiógrafo doctor Eufronio Viscarra, por creerlo más completo y auténtico: “El Ejército expedicionario, comandado por Arze, constaba, como hemos dicho, de 1,000 hombres y tenía diez compañías compuestas de 78 plazas cada una. Además, formaba parte del expresado Ejército, un piquete considerable de artillería. Se creó también una tropa auxiliativa de 174 indios, encargados de conducir víveres y pertrechos de guerra y hostilizar al enemigo en caso necesario. “La primera Compañía estaba comandada por Manuel de la Fuente y Oropeza, Vicente Fontanella y Carrillo y José Manuel Chinchilla, con graduación de Capitán el primero, de Teniente el segundo y de Alferez el tercero. “La segunda Compañía por Francisco Alcócer, Juan José Nuñez y Marcelino Mendoza. “La tercera por Manuel Cárdenas, José Ricalde y Andrés Crespo. “La cuarta por José Simeón Antezana, José Manuel Antezana y Manuel Espinoza. “La quinta por Francisco Mendoza, José de Angulo y Mariano Rojas. “La sexta por José Gonzáles. “La séptima dependía inmediatamente del General en Jefe don Estéban Arze. “La octava por Pedro Lodoño. “La novena por Manuel Quevedo y la décima por Gregorio Sempértegui. “El piquete de artillería tenía a la cabeza a don Cosme del Castillo. “La Compañía de indios, de que hemos hecho mención anteriormente, obedecía las órdenes de Manuel Terrazas, Tomás Diego, Mariano Mamani y Melchor Espinoza. “El partido que mas contribuyó a formar el Ejército fue el de Tapacarí. “En la tropa creada en Punata con el nombre de “Patricios de Caballería”, llamaba la atención la circunstancia de que jefes y soldados, se alistaron en sus caballos propios y sin exigir el precio de estos últimos.” “Biografía del General don Estéban Arze”, Pág. 68.
  • 25. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 25 Este Ejército, todo voluntario, el primero que se ha formado en el Alto Perú con elemento netamente criollo, para luchar por su independencia, obedecía las órdenes de don Estéban Arze, nombrado por el Gobernador del Rivero, Comandante General de él. Arze tenía por su segundo en el mando al intrépido jefe don Bartolomé Guzmán Quitón. El 19 de octubre se puso la fuerza cochabambina en marcha sobre Oruro, arribando a esa ciudad el 22 del propio mes; allí fue recibida entre las más entusiastas manifestaciones de júbilo por todo el vecindario, que saludaba con cariño a los soldados de la libertad. Arze previsor y entendido caudillo, formó dos compañías de buena infantería orureña, mandadas por los Capitánes Gregorio Sempértegui, Miguel Aparicio Rocha y Juan Pablo Lerna, en las que formaban los oficiales Ventura Quevedo, José Rodríguez y Manuel Antonio Mendieta. Además, el exclarecido patriota cochabambino Capitán Unzueta, logró montar dos pequeños cañones (carronadas) que existían en el parque, dotando así al Ejército de una sección de artillería que le era muy necesaria. El caudillo patriota halló en Contreras y Unzueta, dos poderosos auxiliares para sus propósitos; al primero lo hizo Subdelegado de las rentas reales y al segundo le encomendó el mando de la artillería. Organizado el Ejército patriota con los hijos de Cochabamba y Oruro, fuerte en 2,000 plazas, Arze tomó el mando en jefe de él, reservándose el comando particular de la infantería, ayudado por el valeroso patriota José Rojas, que con los 500 hombres que trajo de Sacaba, contribuyó en mucho al éxito de la expedición. Don Melchor Guzmán Quitón fue encargado del mando de la caballería, nervio de las fuerzas de la patria. Cuando Arze tuvo noticia de que una División realista marchaba de La Paz con dirección a Oruro, salió a su encuentro de esta ciudad, resuelto a castigar a los opresores de su patria. En efecto, el General Ramírez, había destacado de su Ejército 600 infantes y 200 dragones a caballo, toda gente aguerrida y veterana, a órdenes del Coronel don Fermín Piérola, con orden de escarmentar a los alzados de Cochabamba que se habían apoderado de la plaza de Oruro. Como hemos dicho, Arze salió de Oruro el 12 de noviembre; el 13 llegó a Panduro y el 14 en la mañana, avistó las fuerzas de Piérola en la pampa de Aroma, bordeando las pequeñas colinas que la circundan en toda su extensión.
  • 26. BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ALTOPERUANA 26 La llanura de Aroma tiene un aspecto simpático y risueño. Después de cruzar las áridas pampas que desde Oruro se extienden hasta Panduro, la llanura derrepente se deprime y forma una hondonada llena de verdura. Esta llanura esta cruzada por un pequeño arroyo que bajando de las colinas del Este, pasa por cerca de la antigua casa de posta. La llanura después de extenderse alguna distancia, empieza a elevarse otra vez insensiblemente, hasta el pueblo de Sicasica y desde mucha distancia se ven las blancas torres de la iglesia del citado pueblo, que parece nacieran de entre la verdura de que esta llena la hondonada; esta verdura la forman unos pequeños arbustos llamados tola, los que se elevan cuando mas a un metro del suelo, formando un inmenso mar de color de esmeralda, orillado por todas partes por ligeras colinas, al pie de las que se distinguen en lontananza, las chozas de los agrestes moradores del altiplano andino. Todo esto da al paisaje un aspecto pintoresco, y el corazón del viajero se ensancha con la vista de un panorama lleno de verdura; todo deja de ser tétrico y sombrío y la pampa de Aroma cubierta con su verde manto, es una sonrisa en medio de tanta desolación y aridez. En este lugar y por el pie de las colinas, avanzaban las huestes castellanas, cuando fueron avistadas por los valerosos hijos del Tunari. Grande debió ser la sorpresa de Piérola y sus veteranos, al apercibirse de que se venía sobre ellos y al paso de carga, el Ejército mas abigarrado de que puede tenerse idea. Carecía de uniformes militares, y en lugar del casco ó morrión, llevaban los ginetes grandes sombreros de lana, la mayor parte color vicuña, ó monteras de cuero, adornadas con lentejuelas y avalorios. Todos tenían el pantalón arremangado y calzaban fuertes hojotas de cuero; no tenían distintivo ninguno, pero sí en la cintura se veían sujetos grandes cuchillos y envueltos al cuello ó pendientes al hombro, ponchos tejidos en el país. Los infantes iban mal armados, solo algunos tenían fusiles ó escopetas y otros chuzos, pero los más, grandes makanas de palo, hondas y látigos sujetos a fuertes mangos de madera. La caballería por toda arma tenía largas varas, en cuyas puntas brillaban enormes cuchillos solidamente amarrados a ellas con cuerdas; muy pocos sables se veían allí, pero en cambio eran consumados ginetes los guerreros de Cliza y Punata, que miraban con envidia los relucientes sables y los cascos y corazas de los
  • 27. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 27 veteranos y aguerridos dragones del Ejército del Rey de España y de las Américas. Piérola, absorto, viendo que esa multitud se le venía como un huracán, amenazando envolver todo su Ejército, lo hizo formar en batalla, sin buscar posiciones militares; tal era el desprecio que le causaban sus maltraídos adversarios. Entre tanto el bravo caudillo patriota dispuso que la infantería avance de frente sobre la División realista, agazapándose entre los tolares, hasta estar sobre ella. Que la caballería, con Guzmán Quitón a la cabeza, tome el costado izquierdo de la pampa, para cortar la retirada al enemigo. Que por la derecha avance Unzueta, escoltado por un buen trozo de caballería, a fin de poder utilizar sus piezas, desde ese costado que se eleva algún tanto sobre el terreno. To- madas estas disposiciones los infantes, con gritería infernal, avanzaban agazapados por dentro de los matorrales, como avanzan los tigres en busca de su presa. Apenas hicieron una descarga los realistas, cuando se vieron rodeados, acosados y anonadados por esa multitud que llena de coraje luchaba con ellos a brazo partido, desarmando a palos a los infantes, que no podían volver a cargar sus fusiles, y desmontando a los ginetes cuyos caballos espantados se entregaban a la fuga, aguijoneados por las lanzas de los ginetes de Guzmán Quitón, que los habían rodeado por todas partes, y cortado la retirada. Unzueta, por su parte, llenaba su cometido, ametrallando con acierto, a los que trataban de rehacerse; de manera que fueron puestos en derrota y completa fuga los soldados de S. M. Fernando VII. La batalla de Aroma duró más de una hora, y los veteranos de Piérola completamente vencidos, se retiraron al pueblo de Sicasica, dejando mas de la mitad de sus compañeros tendidos en el campo de batalla, donde dejaron armas, bagajes y municiones. Activamente los acosaba en su retirada el intrépido Quitón y los realistas tenían que verificar su retirada formando cuadros, para librarse de las improvisadas lanzas cochabambinas. Piérola así perseguido pudo llegar a Sicasica, donde los habitantes lo recibieron a palos y pedradas, teniendo que seguir la retirada a Calamarca, para pasar de allí al Cuartel General de Ramírez, situado en el pueblo de Viacha. Los alrededores de Sicasica quedaron sembrados de cadáveres de los infortunados realistas, que perecieron a manos del pueblo.
  • 28. BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ALTOPERUANA 28 Cuando las huestes vencedoras volvieron al campo de batalla, el heroico caudillo don Estéban Arze, al verlas llegar jadeantes, ensangrentadas, terribles, llenas de heridas y de gloria, adelantó hacia ellas su brioso corcel de batalla y al oír que sus soldados lo aclamaban con loco entusiasmo, lleno de emoción y de asombro, blandiendo su terrible espada, roja con la sangre de los enemigos de la patria, les dijo: “¡Valerosos cochabambinos, ante vuestras makanas el enemigo tiembla. Viva la libertad!” Palabras dignas de un héroe de Esparta, que han pasado a la historia, que las repite con asombro y las conserva con respeto. En efecto, el espanto que causaron las makanas de los héroes de Aroma, hizo temblar a los peninsulares, que se guarecían tras de sus parapetos a fin de no poder ser alcanzados por las improvisadas armas de los guerreros de Cochabamba. Las consecuencias de esta victoria fueron demasiado trascendentales. Los realistas que se disponían a avanzar sobre Oruro al mando del General Ramírez, se retiraron a La Paz, replegándose luego al Cuartel General del General Goyeneche, situado más allá del río Desaguadero. Entretanto, todas las provincias del Alto Perú se declaraban por la revolución de Buenos Aires, reconociendo el gobierno de la Suprema Junta organizada en la metrópoli y las tropas auxiliares que mandó ésta pudieron, sin inconveniente alguno, penetrar en nuestro territorio donde fueron triunfalmente recibidas. La victoria obtenida en Aroma fue completa. Allí vencieron los valerosos hijos de Cochabamba y los de Oruro, y por eso Aroma será siempre la gloria más legítima de esas heroicas y patriotas ciudades. Cochabamba, en esta lucha de titanes, ha llegado hasta el martirio por su abnegación y su patriotismo, dando el ejemplo de virtudes cívicas a los otros pueblos de la República. Agosto 20 de 1910.
  • 29. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 29 BATALLA DE GUAQUI (YURAICORAGUA Ó JESÚS DE MACHACA) 20 DE JUNIO DE 1811 El representante de la Junta de Buenos Aires, doctor Juan José Castelli, engreído con el triunfo de Suipacha (7 de noviembre de I810), y en vista de los pronunciamientos de las provincias altoperuanas en pro de la causa de la independencia, resolvió ocupar con sus fuerzas todo el territorio perteneciente al Virreinato de La Plata, cuyos límites estaban marcados por el río Desaguadero, llamado así, por ser el desagüe natural del lago de Chucuito ó Titicaca, que corre de S. a SE., llevando sus aguas al lago de Poopó. Este río era el límite con el Virreinato de Lima y el que servía de barrera a los beligerantes; él no tenía mas que un paso, el puente del Inca, construido de balsas de totora flotantes, y este paso lo ocupaban los realistas que allí tenían un fuerte destacamento de tropa, además de otros puestos avanzados en la margen perteneciente al Virreinato de Buenos Aires. Castelli dejó Potosí a mediados de marzo, y de Chuquisaca, donde permaneció pocos días aumentando sus fuerzas, pasó a Oruro, ingresando en esa Villa el 3 de abril. Allí lanzó su célebre manifiesto a los pueblos del Alto Perú, continuando su marcha; llegó a La Paz el 10 de abril, miércoles santo, y con el ruido y pompa de su entrada interrumpió la santidad del día. Dicen los cronistas que muchos buenos patriotas se insinuaron con Castelli para que postergue su entrada en la ciudad hasta el sábado de gloria, pero que el Delegado se burló de ellos, lo que dicen hizo perder mucho en la opinión de la gente del pueblo la buena idea que se tenía de los porteños, a los que tuvieron por irreligiosos, creencia que explotaron en alta escala los secuases del absolutismo. Dejando en esa ciudad de Gobernador al Brigadier Domingo Tristán, que también desempeñaba ese puesto en nombre del Rey, fue a situarse en el pueblo de Tiaguanacu, lugar célebre porque en él se encuentran las ruinas del famoso Templo del Sol. Había solicitado Castelli, por medio de la Real Audiencia de Charcas, con el General Goyeneche, celebrar un armisticio por el término de cuarenta días. El Capitán don Máximo Zamudio fue el encargado de negociarlo.
  • 30. BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ALTOPERUANA 30 Entre otras cosas se pactaba que el Ejército real conservaría sus destacamentos a este lado del río y que el de la patria continuaría en sus posiciones, sin aumentar el número de él. Después de ligeros debates con algunas pequeñas alteraciones, el armisticio fue aceptado, firmando por una parte el General don José Manuel de Goyeneche y Barreda y su Secretario Pedro López de Segovia y por la otra el doctor Juan José Castelli y su Secretario Bernardo Monteagudo. Una vez firmado el armisticio, Castelli situó su Cuartel General en el pueblo de Guaqui. El Ejército de la patria era netamente americano, compuesto de soldados pertenecientes al Virreinato de Buenos Aires. En él se encontraban porteños, nacidos a las orillas del Plata y alegres estudiantes de la famosa Universidad de San Francisco Xavier de Chuquisaca; soldados nacidos en las ardientes vegas del Tucumán y las fértiles campiñas de Salta, mezclados con los hijos del Potosí, del Illimani y del Tunari; los pardos y morenos argentinos confundidos con los indígenas de Chayanta, Chichas y Charcas; en una palabra, era el Virreinato del Plata que emancipándose del dominio de la metrópoli europea, se afrontaba a los aguerridos soldados venidos desde las márgenes del Rimac, que representaban la conquista, la esclavitud y el vasallaje. ¡Era la libertad que se afrontaba a la tiranía! Este Ejército sumaba cerca de 6,000 combatientes, que formaron tres Divisiones llamadas de la derecha, de la izquierda y del centro. La de la derecha estaba a las órdenes del General Juan José Viamont; la de la izquierda, a las del Coronel don Eustaquio Díaz Velez; y la del centro, a la del Coronel Bolaños. La caballería era toda cochabambina, se componía de 1,200 ginetes, mandados por don Francisco del Rivero. Esta fuerza carecía de instrucción y disciplina, pero abundaba en arrojo y patriotismo, como que en ella se encontraban los héroes de Aroma, que el 14 de noviembre del año anterior, se llenaron de gloria en esa memorable jornada. El mando en jefe de este Ejército lo tenía el General don Antonio Gonzáles Balcarce, que estaba sujeto al Representante de la Excma. Junta de Buenos Aires, doctor Juan José Castelli. El Ejército del Rey sumaba 6,500 hombres. El núcleo de éstos estaba formado de aguerridas tropas peninsulares que servían de modelo a las americanas, reclutadas en Arequipa, Puno, el Cuzco y demás provincias del Bajo Perú. La oficialidad era en su mayor parte
  • 31. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 31 española, educada en los ejércitos de la Península; muchos de ellos habían combatido con las tropas de Napoleón, cuando la invasión a España. Buen material tenía el futuro Conde de Guaqui para organizar su Ejército con tantos expertos jefes y oficiales que figuraron tanto en la guerra de los 16 años; éstos durante mucho tiempo, se ocuparon de disciplinar é instruir sus soldados, situados en la mayor parte de las poblaciones que circundan el lago de Titicaca, y en los departamentos de Puno, Arequipa y el Cuzco. Este Ejército se dividió en tres fracciones: la primera (de la derecha), la mandaba el General Goyeneche en persona; la segunda (de la izquierda), su segundo el Brigadier don Juan Ramírez y Orosco; la tercera (del centro), el Brigadier don Pío Tristán. Tenía Goyeneche su Cuartel General en Zepita, y sus Divisiones en los pueblos más inmediatos. Aquello, como hemos dicho, era un vasto campo de maniobras militares, donde los instructores europeos disciplinaron ese Ejército que tantos años hizo ondear el pabellón de Castilla en el Alto Perú, a pesar de los esfuerzos desesperados de sus hijos. Al N., el puente de balsas flotantes hechas de totora, único paso del río Desaguadero, estaba defendido por un fuerte destacamento de artillería é infantería, mandado por el Coronel don Jerónimo Morrón y Lombera, y para asegurar el dominio de este único punto de comunicación, habían establecido a su vanguardia baterías en las alturas de VilaVila, a la parte del Sud. Las alturas mencionadas se prolongan de N. a S. como un gran eje, cortando el llano que se extiende por esa parte entre dos valles, limitado el uno por el lago al E., y el otro por el río al O. E.; este valle lleva el nombre de Azafranal, y en su salida esta situado el pueblo de Guaqui, a los 37 kilómetros al Sud. Allí era donde estaba concentrado el Ejército de la patria. El valle del O. E. es el de Jesús de Machaca, que así se llama la población situada en esa pampa denominada de Chibiraya por la del N. sobre el río. A los 10 kilómetros al frente de Guaqui, esta la quebrada de Yuraicoragua, donde van paralelamente los dos valles, separados por las alturas de Vila-Vila, alturas empinadas y fragosas, que en su cima tienen un abra de 2,800 metros de extensión. Así pues, Guaqui, situado en el lugar mas abierto del llano, era un punto poco estratégico; entregaba el dominio de las márgenes del Desaguadero al enemigo, que estaba posesionado en las alturas de
  • 32. BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ALTOPERUANA 32 Vila-Vila, que por las asperezas y sinuosidades del terreno, podía correrse sin peligro de ser ofendido, ó sea para dominar los valles ó para interceptar la quebrada de Yuraicoragua, puesto que comunica con ella. Podían además atacar desde esas posiciones a los patriotas por uno de los flancos, si se hallaban reunidos ó de lo con- trario atacarlos separadamente. Muy pronto Castelli y Balcarce comprendieron lo mal que habían hecho concediendo en el armisticio que los realistas conservasen sus posiciones al otro lado del puente. Autores muy notables é historiógrafos conocidos por su imparcialidad, se han ocupado de averiguar si fue Goyeneche ó Castelli quien rompió primero el armisticio, pero no han dilucidado de una manera concluyente este punto, mas parece que tanto el jefe español como el porteño, llevaban la firme intención de faltar a lo pactado entre ellos. El 16 de junio la vanguardia de la caballería del General Rivero, mandada por el Comandante Cosme del Castillo, atacó el pueblo de Jesús de Machaca, derrotando en sus inmediaciones como a 200 hombres del Ejército realista. Cerca de Pisacoma estaba un destacamento realista en observación de los caminos, cuando fue de improviso acometido por un destacamento de la caballería cochabambina, comandada por José Gonzáles, los realistas fueron derrotados, con pérdida de muchos prisioneros y 14 muertos. Los hechos referidos fueron contestados con que el Coronel Ramírez, del Ejército real, salió sobre Jesús de Machaca, donde encontró un destacamento patriota de dragones ligeros, al mando del Comandante Estéban Hernandez y del Capitán Eustaquio Moldes. Se trabó entre estas fuerzas un recio combate y los patriotas se retiraron dejando en el campo 15 muertos. Ramírez regresó a su campamento. Por otra parte Balcarce había ordenado la construcción de un puente, como a 10 kilómetros mas abajo del puente del Inca, obra que fue ejecutada por los cochabambinos de Rivero, de manera que todas estas hostilidades de una y otra parte beligerante, hacen comprender la idea de ambas de romper lo pactado. Castelli destacó el día 18 un fuerte trozo de caballería, por el costado izquierdo, con objeto de ocupar el vado del Desaguadero y los pueblos de Guaqui y Jesús de Machaca, enviando además una columna de infantería para atacar por tres partes.
  • 33. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 33 El Ejército argentino quedó situado del modo siguiente: Las Divisiones de derecha é izquierda, a órdenes de Viamont y Díaz Velez, bajo el mando del primero, acamparon en la quebrada de Yuraicoragua, con orden de esperar en este punto la incorporación del centro y la reserva, que estaban al mando de Bolaños, para con ellas marchar reunidas a atacar Vila-Vila. La seguridad del Ejército patriota era permanecer compacto é hizo lo contrario, se dividió. ————————— A las 12 de la noche del día 19 se oyó un cañonazo en el Cuartel General de Zepita, y el Ejército real se movió sobre el Desaguadero. El puente así como la margen derecha del río quedó confiado al Coronel Lombera. El Ejército real se dividió en tres grupos: El de la derecha, mandado por el General Goyeneche en persona, y acompañado de los Coroneles Gonzáles de Socaza y García Santiago; el de la izquierda, mandado por el Brigadier Ramírez de Orosco, al que seguían los Comandantes Castro, Jorge Ballivian y Estevez; el del centro, dirigido por el Brigadier Pío Tristán, con el que iba una columna ligera, formada de los renombrados “Granaderos del Cuzco”, mandados por su Coronel don Francisco Picoaga, muy acreditado en el Ejército real; a esta fuerza se agregó una sección de artillería, a órdenes del Comandante don Miguel Mujía. Algunos jóvenes oficiales del Ejército, todos americanos, y que después han brillado en esta guerra al servicio de la patria, como Andrés Santa Cruz, Agustín Gamarra, Astete, Benavente, Blanco y otros, acompañaban en esta campaña al General Goyeneche. Una vez que las tropas realistas pasaron el puente del Inca, la División de la derecha tomó la pampa del Azafranal y la de la izquierda la de Chibiraya; la columna del centro tomó las alturas de Vila-Vila, lista a prestar auxilio al que lo solicite. Las tres columnas en marcha paralela unas de otras, tenían por objetivo la quebrada de Yuraicoragua; la ocupación de este punto tenía el objeto de impedir é interceptar la reunión de los dos cuerpos patriotas; conseguir se efectúe esta evolución era conseguir la victoria. Goyeneche marchó directamente sobre Guaqui y Ramírez sobre Jesús de Machaca. El plan fue combinado con habilidad y ejecutado con rapidez y precisión. La columna del centro fue la que encontró primero que los otros, pequeños destacamentos patriotas que fueron arrollados y tomados.
  • 34. BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ALTOPERUANA 34 A las 8 a.m. la columna de la derecha llegó por el Azafranal al punto convenido. Sorprendido Balcarce apenas tuvo tiempo para formar su gente, é hizo funcionar su artillería, descuidando ocupar el morro que por sus costados baña el lago. Goyeneche avanzó bajo el fuego de la artillería patriota y solo cuando pudo ser eficaz el de su infantería, desplegó sus masas. Entonces cayó sobre ella la caballería patriota que fue repelida por los cuadros realistas. Durante esta maniobra Tristán, por orden de Goyeneche, se apoderó del morro que está a la izquierda, y para ocultar este movimiento, tuvo el General en jefe que atacar de frente. En este ataque se distinguió mucho el Regimiento de “Granaderos del Cuzco” 1º del Ejército, que con Picoaga a la cabeza, se apoderó de la posición codiciada. Desde ese momento la acción estaba perdida por los patriotas, que fueron completamente flanqueados por el costado izquierdo. A pesar de todo, la resistencia de Balcarce fue enérgica y vigorosa, sus soldados hicieron prodijios de bravura, pero no pudieron contener el avance de los granaderos, que los amagaban por donde permitía la lengua de tierra que dejaba la laguna. Los patriotas desconcertados se retiraron en desorden, dejando 15 cañones, 280 cajones de munición y 6 botiquines. Perseguidos de cerca, se replegaron sobre el pueblo de Guaqui, que fue tomado por Goyeneche después de vigorosa resistencia. Allí cayó el resto del parque, almacenes de víveres y el hospital militar. —————————— La división de Viamont y Díaz Velez acampadas en el fondo de la quebrada no tuvieron tiempo sino para salir y formar en la pampa de Jesús de Machaca. No habían tomado la precaución de guardar la altura que tan imprudentemente abandonaron. Viamont sin embargo, conociendo que Balcarce estaba seriamente amagado y que era indispensable concentrar todas las fuerzas sobre ese punto, trató de abrirse paso para comunicarse con el Cuartel General, pero fue rechazado con pérdida de dos piezas de artillería y un batallón de infantería que fue destrozado. Entre tanto Díaz Veles con dos piezas de artillería, hizo frente a Ramírez y pronto fue auxiliado por Viamont, que rechazado por Goyeneche, voló en su encuentro. Ramírez avanzó con ímpetu, como tenía de costumbre hacer, pero halló una formidable resistencia y tuvo que cejar para volver a la
  • 35. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 35 carga con el Batallón que había dejado de reserva, y nuevamente tuvo que perder terreno. Literalmente Ramírez fue destrozado por los obuses colocados en el centro de la línea patriota. El fuego incesante de la artillería y la lluvia de granadas de mano que le arrojaban los patriotas, lo habrían perdido sin remedio, sino acude a su auxilio oportunamente el General Goyeneche que guiado por el ruido del combate lo protejió por el flanco izquierdo. Viendo los patriotas que nuevas tropas acudían en protección de los realistas, abandonaron el campo, sal- vando alguna parte de su artillería y municiones. Cuando Ramirez dueño del campo de batalla, empezaba a reorganizar sus destrozados Batallones, se presentó derrepente la Caballería Cochabambina que había sido mandada a tomar la retaguardia del enemigo, Don Francisco del Rivero que se dirijía al río, para pasarlo por el puente nuevo, oyó el estruendo de la Artillería y no dudando que se libraba un combate, tomó campo travieso, di- rijiéndose por Jesús de Machaca, de manera que cayó inopi- nadamente sobre el campo de Ramírez, donde acababa de ganarse por éste una batalla. La presencia de Rivero en aquel momento fue muy oportuna. Ella cortó la persecución a los dispersos y situándose en una colina inmediata, pudo haciendo fuego de Artillería contener a los vencedores que al ver su aptitud, se replegaron sobre Guaqui. Como el General Rivero no contaba con Infantería, no pudo continuar el combate, solo logró reunir algunos dispersos, salvar alguna Artillería, y regresar a Jesús de Machaca, sin mas pérdida que un piquete de 50 hombres que se vieron cortados, cayendo en poder de los realistas. Rivero llegó al pueblo de Viacha el día 22 con su Caballería y los cañones que había salvado. Allí conferenció con Viamont y Díaz Velez, los que se dirijieron al interior por la vía de Calamarca y Rivero sabedor de los excesos y depredaciones a que se entregó el populacho en La Paz, al saber la derrota de Castelli, entró en la ciudad, con objeto de salvar al vecindario. Contuvo el desorden; repuso en su empleo al Gobernador Domingo Tristán y dejándole una guarnición de 100 hombres, para evitar nuevos desbordes de parte de la plebe; regresó con su División a Cochabamba. Castelli, Balcarce y Viamont, tomaron la ruta del interior, sin saber nada de su ejército casi destruido. De él solo quedó la División de Rivero y cuanta gente pudo reorganizar el Brigadier Diez Velez, con la que marchó a Chuquisaca, con el fin de engrosar sus filas y
  • 36. BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ALTOPERUANA 36 rehacerse de la derrota. ¡Tal fué la memorable Batalla de Guaqui, que afianzo por 14 años más la dominación española en el Alto Perú! A esta célebre acción de armas los argentinos la denominan “Batalla de Yuraicoragua” ó “Jesús de Machaca”, y los españoles dieron el nombre de “Batalla de Guaqui” en atención a “que ese lugar fue atacado en persona por el General en jefe del ejército real, don José Manuel de Goyeneche y Barreda, a quien Su M. el Rey de España, en premio de esta victoria, le dio el título hereditario de “Conde de Guaqui” Junio de 1910.
  • 37. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 37 BATALLA DE AMIRAYA (1A DE SIPESIPE) 13 DE AGOSTO DE 1811 El General don José Manuel de Goyeneche y Barreda, después del triunfo de Guaqui, se retiró a su Cuartel General de Zepita, proyectando engrosar su Ejército, darle mas disciplina é instrucción, a fin de emprender campaña y sojuzgar nuevamente al dominio español, las provincias unidas del Rio de la Plata. Para esto contaba con jefes expertos, que en la batalla de Guaqui habían probado su competencia militar; tenía un núcleo de buenas tropas, las que pensaba aumentar con los contingentes que debían darle La Paz, Oruro, Potosí, Cochabamba y Chuquisaca, de manera que al pisar el suelo Argentino tendría un Ejército aguerrido y capaz de emprender la reconquista de las Provincias de Abajo, perdidas ya para España. Pero el Conde de Guaqui no contaba con que la provincia de Cochabamba se levantase en armas, apoyando y sometiéndose a la Suprema junta de Buenos Aires. Don Francisco del Rivero con las fuerzas de caballería, que casi intactas se retiraron de Guaqui, regresó a su provincia, en compañía de los caudillos don Estevan Arze y don Bartolomé Guzmán Quitón, quien en el momento se puso a formar y disciplinar nuevos escuadrones. Cochabamba lejos de amedrentarse con el contraste sufrido en Guaqui y Jesús de Machaca por las armas de la patria, se levantó más altiva y más viril que antes. Goyeneche furioso comprendió que no podía abrir campaña contra las Provincias del Plata, dejando a su retaguardia una otra Provincia tan guerrera y levantisca como era Cochabamba, y resolvió antes de emprender campaña al Sud, develar la nueva insurrección. Para el efecto se dirigió con todo su Ejército sobre Oruro, punto elegido para la base de sus operaciones y allí formó su plan de campaña. La vanguardia del Ejército real la mandaba el General don Juan Ramirez y Orosco, ya famoso por su victoria de Jesús de Machaca; militar acreditado, déspota y rudo, pero muy valiente y de una resolución y actividad extraordinaria. Este jefe con su división, ocupó el pueblo de Paria, para tomar el camino de Tapacarí, a fin de estar más pronto en su destino.
  • 38. BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ALTOPERUANA 38 En efecto el día 13 de Agosto descendía la larga cuesta de “Las Tres Cruces” y a las 3 de la tarde tomaba posiciones frente a sus adversarios. A la una de la tarde de ese mismo día, los jefes del Ejército patriota, que en la mañana dejaron Cochabamba, se posesionaban del llano de Sipesipe, cerca del río de Amiraya, sabedores de que los realistas habían tomado la altura de las Tres Cruces para descender, seguramente, por el estribo de la Cordillera real que termina frente a la llanura indicada. El Ejército patriota sumaba de ocho a nueve mil hombres, pero la mayor parte de estos no contaban con mas armas que aquellas con que vencieron en Aroma; inútiles contra los seis mil soldados, aguerridos y perfectamente armados que regían el Conde de Guaqui y su segunda el General Ramirez. El verdadero nervio de las fuerzas de la patria estaba en los ochocientos hombres que de Chuquisaca llevó el Brigadier don Eustaquio Díaz Velez, que era todo lo que quedaba del Ejército destrozado en Guaqui. También los cuerpos de caballería organizados por Guzmán Quitón, podían rivalizar con los escuadrones del Rey, a pesar de que no estaban bien armados como ellos, sin embargo tenían buenas lanzas y eran excelentes sus ginetes. Cuando llegaron los independientes al lugar citado, se desprendía ya de la cuesta de Sipesipe, un buen trozo de ginetes realistas que exploraban el terreno por donde con más facilidad podía descender el Ejército a la llanura. Los patriotas apercibiéndose del avance de sus enemigos, se pusieron en movimiento. Las columnas de infantería las dirigieron al pueblo de Sipesipe, posesionándolas en las alturas inmediatas, tras de los vallados y cercos de los huertos y canchones. A los cuerpos que tenían armas de fuego los colocaron en las barrancas del río, donde les servían de parapeto las escarpaduras del terreno, y el trozo mayor de la fuerza, esto es la caballería, formó por columnas de escuadrones en la misma llanura de Amiraya. Los patriotas habían llevado con ellos de Cochabamba a la Virgen de las Mercedes, patrona de sus armas, la que servía de Palladium y estandarte al Ejército. Esta con una buena escolta fue colocada en una posesión que domina y que esta situada entre Quilla cohollo y Sipesipe.
  • 39. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 39 Mientras los independientes tomaban las posesiones indicadas, tras de los exploradores descendían la cuesta los batallones del Ejército real, cuyas bayonetas brillaban al sol, dándoles el aspecto de una serpiente de fuego. Era la vanguardia del ejército que se componía del regimiento “Real de Lima” y del regimiento “Pairuru”, una columna de cazadores del Callao y una batería de montaña (seis piezas). Como hemos dicho esta fuerza era mandada por el General Ramírez. A las tres rompió esa batería sus fuegos sobre las columnas independientes, fuegos que fueron contestados por los cañones de Unzueta, que ya funcionaron con éxito en Aroma y que ahora abrían claros en las columnas realistas: Cuando la vanguardia trabó combate con los infantes de la patria, empezaban ya a descender la altura las tropas que venían con Goyeneche. A la cabeza de estas avanzaba el famoso regimiento de Granaderos del Cuzco, cuyo jefe era el Coronel Picoaga, que formaba parte de la División del Centro. El ataque fue muy vigoroso y en menos de tres cuartos de hora las tropas patriotas fueron flanqueadas y desalojadas de sus posesiones, pero estas después de una lucha tenaz consiguieron rehacerse en la colina de Suticollo, mandadas por Rivero y Arze. La artillería real emplazó sus cañones en la barranca que abandonaron los patriotas, sobre los que rompió vivo y mortífero fuego. Entre tanto los obuses de estaño del Ejército de Cochabamba, eran de poco alcance y el ánima de ellos se destruía a los pocos disparos, ó se inutilizaban reventándose. La Caballería real avanzaba entretanto por el flanco derecho y los infantes invadían toda la estensión de la playa en espesas guerrillas, protejidas por el fuego de las baterías, mandadas por los comandantes Valdéz y Mujía. Guzmán Quitón cargó sobre las primeras columnas realistas en la margen izquierda del río, pero fué rechazado y se desbandaron sus escuadrones, consumándose la derrota, a la que contribuyó el rápido avance de Goyeneche en persona que habiendo reunido el resto de sus tropas, las lanzó como un torrente sobre el llano de Amiraya. Los brigadieres Rivero y Díaz Velez, el valiente Arze y el intrépido Quitón intentaron un supremo esfuerzo; lograron reorganizar algunos escuadrones y con ellos Rivero y Díaz Velez cargaron por la derecha y Arze y Guzmán por la izquierda. La caballería española a órdenes de los Coroneles Castro y Ballivián, salió a su encuentro por el flanco derecho y después de un
  • 40. BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ALTOPERUANA 40 rudo choque destrozó y dispersó a los independientes, mientras por la izquierda los “Granaderos del Cuzco” a órdenes de Tristán y Picoaga formaban compactos cuadros y hacían retroceder y desbandarse a las tropas regidas por Arze y Guzmán Quitón. La noche puso fin al combate. Los realistas siguieron persiguiendo y matando sin piedad a los independientes, acosados sin descanso por la caballería española. La virgen de las Mercedes, que presenció el combate, fué milagrosamente salvada de caer prisionera en poder de los peninsulares. La imagen con algunas balas que la hirieron fué llevada a Cochabamba en brazos por un soldado, Jacinto Gómez, que fué uno de los primeros que llegó a la ciudad, dando la tremenda noticia de la derrota. Amiraya, a la que los vencedores llamaran batalla de Sipesipe, fué solo el esfuerzo audaz de los valerosos hijos de Cochabamba, los que no pudieron como en Aroma, destrozar las bien disciplinadas huestes peninsulares, sucumbiendo a la táctica militar, disciplina y las armas demasiado superiores a las suyas que tenían los opresores del Alto Perú Sin embargo de la derrota, el resultado de la batalla de Sipesipe fué proficuo. Suspendió por mucho tiempo el avance de las tropas realistas a las Provincias del río de La Plata, dando lugar a que en ellas se forme aquel ejército que a órdenes del General don Manuel Belgrano, venció en los campos de Tucumán y Salta mostrando al mundo que un pueblo cuando quiere ser libre, lo arrostra todo por llevar adelante la idea redentora. Tarija, Agosto-1910.
  • 41. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 41 COMBATE DE NAZARENO 12 DE ENERO DE 1812 Después de las derrotas de Guaqui y Amiraya, el General patriota don Eustaquio Díaz Velez, con los restos de su Ejército se había replegado a la provincia de Salta. Esa fuerza no pasaba de 800 hombres, los que fueron aumentando merced al tesonero y patriótico esfuerzo de su activo jefe, de manera que al finalizar el año de 1811, contaba ya con unos 1,700 hombres. El Gobierno de Buenos Aires, ocupado con asuntos de mayor trascendencia y embargado con la política interior del país, no podía atender de inmediato con los auxilios que necesitaba ese ejército para reorganizarse nuevamente, de manera que se limitó a enviar a Salta al General Puyrredón, quien se hizo cargo de una tropa informe, sin instrucción ni disciplina, mal armada, porque no contaba sino con unos 960 fusiles. Puyrredón fué bien recibido en el Ejército y empezó a organizarlo, cuando tuvo noticia de la segunda revolución de Cochabamba, encabezada por el General don Estéban Arze. Con la esperanza de contener el avance de los enemigos y dar aliento a la sublevación de Cochabamba, organizó su vanguardia fuerte en 800 hombres de las tres armas, la que fué destacada a YaVi a órdenes de Díaz Velez. En Tupiza, se instruían constantemente gruesos pelotones de reclutas, para llenar las filas del Ejército real; eran éstos frecuentemente molestados por las guerrillas independientes, con cuyo motivo el General Goyeneche destacó a esa villa una fuerza de vanguardia a órdenes del Coronel Barreda; este jefe ahuyentó a los patriotas hasta Mojo y en su apoyo fué una columna de 1000 hombres, mandados por el Coronel don Francisco Picoaga, quien se situó en el pueblo de Yavi. Díaz Velez reunió cuanta gente pudo encontrar y con ella el 29 de diciembre de 1811, atacó a Picoaga, el que se retiró en mucho orden hasta que en el camino encontró el resto de su División que iba en su auxilio, entonces hizo alto en la orilla septentrional del río de Suipacha. Díaz Velez que lo seguía, ocupó el Sud de la quebrada de Nazareno, y destacó gruesas guerrillas para empeñarlo al combate, pero Picoaga estudiaba el terreno y no se decidía a una acción de- finitiva, la que por otra parte le impedía la creciente del río que en esa estación del año se pone impasable.
  • 42. BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ALTOPERUANA 42 El día 12 de enero de 1812, cansado el General patriota de esperar a su enemigo, resolvió atacarlo en sus posiciones. Con este propósito avanzó intentando el difícil paso del río, notablemente aumentado por las últimas lluvias, el que ademas de tener fuerte caudal de aguas es excesivamente fangoso, de manera que corría un verdadero peligro al cruzarlo, sin tener perfecto conocimiento de los vados, pero nada arredró al jefe patriota, que al verificar esta operación corría verdaderamente una peligrosa aventura. La caballería fué la primera que empezó a cruzar el río, bajo el nutrido fuego que le hacía la infantería y artillería enemiga, ventajosamente situada en la margen opuesta. El espectáculo de este atrevido ataque debió ser demasiado imponente; los ginetes con el agua a las ancas de los caballos, pugnando contra la corriente que los arrastraba; sufriendo por otra parte el fuego de frente, que no podían contrarrestar de ninguna manera, ni evitarlo tampoco, y cuando los primeros escuadrones pisaban la orilla, libres para empezar la pelea, una creciente repentina del río, tan frecuente en esa estación, llenó la playa cortándolos con el resto de la columna. Las turbias aguas bramando de un modo espantoso, derribaban ginetes y caballos, los que perecían ahogados y arrastrados por la corriente. Los que lograron ganar la opuesta orilla quedaron prisioneros. ¡Ambos ejércitos, colocados en las márgenes del río, con- templaban atónitos y aterrados tan imponente espectáculo! Díaz Velez tuvo que retirarse a sus posiciones dejando 170 soldados ahogados ó prisioneros. ¡Tal fué el desastroso resultado del combate del 12 de enero de 1812! ——————————— Indudablemente la vanguardia patriota hubiera perecido aquel día, si el jefe realista se decide a atacarla cuando pasó la impetuosa creciente del río que se interpuso entre realistas y patriotas. Seis días después recién decidió Picoaga tomar la ofensiva, atacando a sus adversarios, para lo que tomó posiciones ventajosas en las márgenes del Suipacha, alistándose para emprender el ataque. En esto llegó al campamento el Mayor General del Ejército real, Brigadier don Pío Tristán, quien ordenó se suspenda el movimiento, hasta que se incorpore el Batallón “Abancay”, que dejó un tanto rezagado y que venía en refuerzo de la vanguardia realista.
  • 43. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 43 Díaz Velez que conoció ó fué avisado de lo que en el campo enemigo sucedía, aprovechando la noche levantó su campo y no paró hasta llegar a la quebrada de Humahuaca, que esta 48 leguas a retaguardia del lugar donde se desarrollaban estos sucesos. Así quedaron burladas las intenciones de los jefes realistas y se salvó la vanguardia del Ejército auxiliar del Río de la Plata. Se dijo que las disposiciones tomadas por Tristán, eran originadas por la rivalidad que empezaba a sentirse entre él y el Coronel Picoaga, cuyo valor lo prestigió mucho en el Ejército, lo que dañaba el crédito del Brigadier Tristán; ambos jefes eran bajo- peruanos y rivalizaban en valor, de modo que el uno hacía sombra al otro, esta circunstancia valió para la salvación de las fuerzas del activo Díaz Velez, que irremediablemente estaba perdido, porque con el último contraste quedó su gente intimidada y en estado de no resistir una agresión de sus enemigos. A consecuencia de la retirada a Humahuaca, dejó el jefe patriota rezagado el convoy de heridos y enfermos de su Ejército, dicho convoy fué alcanzado y tomado por los soldados de Tristán; este jefe dejó que ese convoy siga tranquilamente su camino, sin ser molestado por nadie, dando cuenta de este hecho al General en jefe. Este contestó desde Potosí, en 29 de enero de 1812: “Ha merecido mi aprobación la política y piadosa resolución de U. S. de dejar continuar su marcha a los 140 heridos alcanzados por nuestras par- tidas, para que sirvan al arribo de sus domicilios, de escarmiento a los que permanescan con el delirio de la revolución.”. ¡Es verdaderamente asombrosa una aprobación semejante, dictada por el tigre arequipeño don José Manuel de Goyeneche y Barreda; por eso la consignamos en este estudio! Abril 16 de 1912.
  • 44. BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ALTOPERUANA 44 BATALLA DEL QUEÑUAL 24 DE MAYO DE 1812 No podemos dejar sin referir dos episodios muy notables en la guerra que venimos estudiando, estos son la batalla del Queñual ó Pocona y el combate de San Sebastian. El primero librado entre las fuerzas del General Conde de Guaqui, don José Manuel de Goyeneche y Barreda y los insurgentes cochabambinos, mandados por el ínclito caudillo patriota don Estéban Arze. El segundo es el heroico sacrificio de Cochabamba, inmolada en aras de su acendrado patriotismo y su amor a la causa de la libertad de su patria. ——————————— Goyeneche en su afán de reconquistar las provincias argentinas, ya perdidas para la monarquía española, había adelantado su vanguardia, mandada por el Brigadier don Pío Tristán, para que ocupe las provincias de Jujuy, Salta y Tucumán. Al mover sus fuerzas en apoyo de las de su lugarteniente, supo que la indomable provincia de Cochabamba, acaudillada por el General don Estéban Arze, se había pronunciado otra vez por la Junta de Buenos Aires. Furioso el Conde de Guaqui, al conocer este suceso, juró castigar a los insurgentes de una manera ejemplar, pues con su rebelión hacían otra vez fracasar sus planes de conquista, la que no podía llevarse a cabo dejando a sus espaldas enemigos tan audaces y turbulentos como eran los hijos de esa provincia. Con éste propósito situó al Brigadier Tristán en Tupiza con 2,000 hombres. Mandó al Coronel don Francisco Picoaga pase a Chuquisaca con una División, en la que figuraba el famoso Regimiento de “Granaderos del Cuzco”. El General en jefe se trasladó también a Chuquisaca, para allí acordar una combinación terrible contra la ciudad insurgente, a la que se proponía exterminar. Una columna debía partir por la provincia de Chayanta, para maniobrar de acuerdo con las fuerzas que de La Paz traía el Coronel Revuelta. La columna mandada por el Coronel Morrón de Lombera seguía la ruta de Tapacarí; la del Coronel Huisi avanzaba de La Laguna por Vallegrande y la del Coronel Alvarez de Sotomayor, tomaba el camino que conduce de Santa Cruz de la Sierra a Cochabamba.
  • 45. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 45 Se cuenta que el General Goyeneche mandó formar su numeroso Ejército en la plaza principal de Chuquisaca, donde proclamó a cada uno de los cuerpos; todas sus proclamas se redujeron a lo siguiente: “Sois dueños de vidas y haciendas, esterminad a los alzados.” El día 13 de mayo salió de Chuquisaca con 4,000 hombres de la tres armas tomando él con su columna la vía de Mizque y Cliza. Toda esa falange tenía orden de converger en un día fijado, sobre la patriota ciudad de Cochabamba contra la que se desplegaba ese lujo y ostentación de poder y los habitantes de ella no contaban sino pocas armas, sus famosos cañones de estaño, fabricados por ellos con tanto patriótico afán creyendo que con ellos y las hondas y makanas con que vencieron en Aroma, eran bastantes para triunfar de los enemigos de la libertad. Las hordas que por diferentes caminos se dirigieron a Cochabamba, hicieron atrocidades en el transito; el Coronel Lombera, que salió de Oruro el 18 con cerca de 2,000 hombres, entre los que se contaban 850 indios armados de lanzas, traídos del Cuzco por Pumakagua, no solo mandó matar y robar cuanto encontró, sino que redujo a cenizas los pueblos de Sacaca y Quirquiavi. Lo propio hizo el Coronel don Agustín Huici que incendió el pueblo de Pucara; Huici salió el día 13 de la villa de La Laguna. Pronto las fuerzas realistas llegaron al pueblo de Pocona, llamado entonces “La villa del Chapín de la Reina”, por el fuerte tributo que pagaban sus moradores para tener el honor de calzar los pies de su graciosa soberana. La vanguardia del Ejército de Goyeneche fué molestada desde, su salida de Chuquisaca, en todo el trayecto de su marcha, por las guerrillas del ya célebre caudillo don Manuel Ascensio Padilla, el que pugnaba por incorporarse al ejército cochabambino, pero se lo impedía con hábiles maniobras el Coronel Imas, jefe de esa vanguardia. El General Arze había entretanto salido a Mizque al encuentro de Goyeneche y el día 18 de mayo pasó al Paredón adelantando su vanguardia mandada por el Comandante Lemoine; de allí fué a Sacabamba, donde tuvo noticias exactas de Goyeneche, por lo que partió en el acto el día 23, con la primera luz del día, y caminó durante todo él con mas la noche, para llegar como llegó con su gente rendida de fatiga, al lugar llamado Paredones, situado entre la laguna de Vacas y el Queñual, con el objeto de ganar é impedir el paso de la estrecha garganta y la pendiente cuesta que da cima a Pocona, pero la vanguardia mandada, como hemos dicho, por el
  • 46. BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ALTOPERUANA 46 Coronel Imas, trepando las ásperas serranías de Pocona, logró llegar a la cumbre antes que los independientes. Cuando Arze salió de Paredones para esperar al enemigo, en las alturas vio a éste desde el Queñual que descendía al llano de Pocona. La vanguardia realista bajaba la empinada cuesta como una enorme culebra de acero, amenazando envolver a los patriotas que la esperaban formados en batalla. Habían emplazado su artillería de estaño en un pequeño collado para dominar con ella el campo y al pie de él se desplegó en guerrilla, la infantería, armada de malos fusiles y arcabuces. A retaguardia brillaban las sólidas y toscas lanzas de los escuadrones de caballería, mandados por el General en jefe del Ejército independiente. Rompió el fuego la artillería, pero el pequeño calibre de sus piezas de estaño no tenía potencia ninguna para cruzar el llano con sus proyectiles, además el anima de esas piezas sufría desperfectos y acababa por inutilizarse con la inflamación continua de la pólvora que dañaba el estaño con el calor producido con la continuidad de los disparos, de manera que pronto tuvo que silenciar el fuego de la artillería patriota y solo se oía el silbido de los buenos proyectiles lanzados por los cañones de bronce de la artillería real, que llevaba un espléndido material de guerra acumulado para invadir las pro- vincias argentinas. Cesó el fuego y los realistas avanzaron; los patriotas los esperaron en sus puestos, firmes como moles de granito. Se siguió un combate rudo, terrible, que hubiera durado más a ser más consistentes las armas de los soldados cochabambinos, la mayor parte de ellas fabricadas en sus improvisadas maestranzas, sin tener el temple ni la consistencia de las excelentes armas de los opresores de la patria. Más de ochenta hombres tuvo que dejar el heroico caudillo cochabambino al retirarse del campo de batalla, entre muertos y heridos, éstos fueron ultimados por orden del feroz Imas, no se tomaron prisioneros; ¡Imas no acostumbraba tomarlos jamás! Los cañones de estaño, obra exclusiva del patriotismo de un pueblo, así como algunos fusiles, quedaron en poder del vencedor, que con su rápida persecución no dio tiempo para que los salvaran los patriotas.
  • 47. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 47 Sin descansar un momento siguió Goyeneche su marcha a Cochabamba y al caer de la tarde del 24 de mayo de 1812, descendía por la cuesta de Arani, donde acampó con su Ejercito. El día 25 prosiguió su marcha y después de almorzar en Punata, acampó en Cliza. En el trayecto se cometían desacatos mil, por la soldadesca autorizada para todo, y en el pueblo de Muela una partida destacada allí, tales excesos cometieron, que los habitantes los mataron a todos. Muela fué castigada como es de suponerse con inaudita crueldad. El 26 ingresó en la villa de Tarata, donde se multiplicaron las tropelías, y por orden expresa de Goyeneche, se incendió la casa del General don Estéban Arze, y muchos patriotas, ó tenidos como tales, fueron victimados. ¡Las huellas del feroz arequipeño quedaron en el trayecto marcadas con sangre! Abril 12 de 1912.
  • 48. BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ALTOPERUANA 48 SAN SEBASTIAN 27 DE MAYO DE 1812 Los realistas acamparon en la Tamborada, en el lugar conocido con el nombre de Los Trojes. Allí Goyeneche dividió su Ejército en tres fracciones: la primera tenía que trasmontar la serranía que se levanta a la derecha de Las Trojes, para seguir el camino que baja por Alalay; esta columna estaba encomendada al General don Juan Ramírez. Con la segunda fracción Goyeneche seguía la ruta principal, es decir, la del Ticti. La otra fracción tomaba la izquierda para avanzar por los caminos de Caraza y Quillacollo; ésta estaba dirigida por el Coronel Imas. En un momento dado las tres divisiones debían ocupar la ciudad. Entretanto reinaba en ella la confusión y el desorden. Unos hablaban de rendirse; otros insistían en enviar nuevas comisiones al General vencedor, y porfiaban con el noble y benemérito Gobernador de la ciudad, don Mariano Antezana, quien en vano trataba de encontrar un medio para conjurar la tormenta que amenazaba y salvar de algún modo a su querido pueblo. Con este fin arengaban él, el presbítero Oquendo y otros buenos patriotas, para ver si se aplacaba la cólera del tirano; pero todo fué inútil, el pueblo azuzado por algunos bullangueros exaltados y particularmente por las mujeres que censuraban la conducta de los varones que pensaban con algún juicio, jurando morir antes que rendirse a los tiranos. Las alturas de San Pedro, Alalay, el Ticti y San Sebastian, fueron coronadas por los defensores de Cochabamba, que impávidos esperaban la hora del sacrificio. ¡Allí estaban fieros, terribles, heroicos, destacándose en ésas alturas llenos de valor y de patriotismo! Las tropas reales con el polvo que levantaban sus pisadas, no notaron la presencia de sus enemigos. Cuando hiceron alto la nube de tierra se disipó y recién percibieron el ijapapeo de las turbas que lanzando una desdeñosa carcajada al rostro de sus verdugos, esperaban el momento del sacrificio. Algunas detonaciones partieron del Ticti y de Alalay y se cuenta que el vencedor de Pocona creyó por un momento, que eran salvas en honor de su llegada, pero cuando notó el polvo que levantaban los proyectiles de los cañones de estaño, no pudo contener su indignación; y creció ésta al ver que la mayor parte de esos cañones
  • 49. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 49 estaban rodeados por las mujeres que enseñaban a los hombres a pelear por la libertad de la patria y lanzaban vítores a ésta desde su cumbre como un reto a sus opresores. Ardiendo de furor mandó hacer alto a sus columnas, las hizo formar en masa y refrenando su caballo de batalla al frente de ellas les dijo: “¡Soldados! Sois dueños de las vidas y haciendas de los insurgentes, marchemos a exterminarlos”. Un hurra a su caudillo resonó en las filas realistas, y los chacales sedientos de sangre y de pillaje, se dirigieron a la ciudad. Luego esas tropas fuertes en más de 5,500 hombres, de las tres armas, formaron en batalla. En seguida se dispuso que la izquierda de la línea, se apoye en las barrancas del río Rocha y la derecha en el Ticti; luego se mandó marchar al paso de carga, formando lentamente un semicírculo a fin de envolver la colina de San Sebastián donde era mayor el número de los alzados. En este campo despejado, plano sin obstáculos, podían las tropas peninsulares maniobrar a su agrado, ejecutando el movimiento envolvente como en una parada militar. En la cumbre ó coronilla del citado cerro, habían los patriotas colocado mayor número de cañones, aprestándose a servirlos hombres, mujeres y niños. Los que tenían fusil, arcabuz, honda ó makana, se alistaban para defender los flancos descubiertos. A retaguardia y al pie del cerro una multitud de mujeres, que con gran algazara, daban vivas a la patria, repetían los japepeos, silbidos y carcajadas, como desafiando a los peninsulares. Del alto de esa colina partieron los primeros disparos de cañón y de fusil; las tropas reales siguieron avanzando a paso de carga y cuando notaron que sus armas podían ofender, rompieron en nutridas descargas sobre los defensores de la colina. Un alarido de rabia contestó al fuego y éste se hizo más concentrado y rápido. Los disparos de los cañones patriotas se hacían muy escasos, se calentaron las piezas y faltaron las municiones, de manera que silenciaban los cañones y la multitud que rodeaba el pie de la colina, empezó a alejarse bajo el fuego nutrido y mortífero de los realistas que les hacían mucho daño. Los granaderos estrechaban entretanto el círculo de muerte; la hora de la matanza había llegado, y los disparos de los soldados de la tiranía mezclados con los ayes de las víctimas, atronaban el espacio.
  • 50. BATALLAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ALTOPERUANA 50 Cerca de 300 personas habían quedado en la colina, entre hombres, mujeres y niños, resueltos a vender caras sus vidas y al encontrarse dentro de ese círculo de fuego y hierro, hicieron desesperados esfuerzos para defenderse. Todo fué inútil, empezó la matanza que duró mucho tiempo; cesó el fuego y las bayonetas hicieron su sangriento oficio. No se dio cuartel a nadie, ni a las mujeres ni a los niños, algunos de éstos que pedían perdón de rodillas arrastrándose a los pies de los soldados, eran clavados por éstos contra el suelo. Cuando acabaron de matar, aquellas fieras ensangrentadas, locas de furor y ansiosas de pillaje, azuzadas por sus jefes y guiados por sus oficiales, se desparramaron por toda la ciudad que les había sido entregada por su General en jefe, quien en persona acosaba y acuchillaba a las turbas indefensas, llegando su furor hasta meterse en el templo de la Matriz a caballo, atropellando a los sacerdotes para herir al doctor Lopez de Andreú de quien tenía un agravio que vengar. La soldadesca sin disciplina ni moralidad alguna, cometió durante tres días, cuanto crimen puede imaginarse. ¡Nada fué respetado, solo se veía en la ciudad mártir, hogares profanados, comercios saqueados, casas incendiadas, cadáveres insepultos y sangre y desolación por todas partes! ¡Tal fué la espantosa hecatombe del 27 de mayo de 1812! Las mujeres de Cochabamba habían cumplido su deber, con un heroísmo extraordinario, acompañando a sus esposos y a sus hijos en el martirio por la santa causa de la libertad. Por eso es que en el Ejército auxiliar del Río de la Plata, mandado por el General don Manuel Belgrano, todas las noches a la hora de la lista, en todos los cuerpos del Ejército, un oficial ante la tropa formada preguntaba: ¿Están presentes las mujeres de Cochabamba? y otro oficial respondía: “Gloria a Dios, todas han muerto por la patria en el campo de honor.” Abril 15 de I9I2.
  • 51. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 51