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Ne Me Quitté Pás
Escrito por
Starosta
(Rafael Bejarano)
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Otras obras del autor:
. Lapidario
. Voces Profanas
. El Jardín
. Bosqueletras
. Historias Del Chimbilax (O La Estatua Del Ángel)
. Jackeline Fue Una Amiga Mía
. Imelda
. La Corbata Del Viajero
. Yanioska
. Un Misil En Tu Placard
. Gatos En El Suelo
. Luciérnaga Lunática
. Mi Otro Yo Viene De Otro
. Los Corazones Ocultos
. S y S
. Para Nadie
. La Virgen Del Carmen Electroacústica
. Tren
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“Y en este cuarto
Vi brillar
La forma del deseo
Ella estaba ansiosa
Por ser uno de mis recuerdos…
Vigile la noche
Hasta quedar vacio
Y escuche el silencio
Y me quede conmigo
Para variar…”
Fragmento de la canción “La Forma Del Deseo” Del Álbum
“Cámara” De Daniel Melero.
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I
Me he sentado a terminar por fin este libro, la segunda
semana de Junio. Estoy escuchando a Los Beatles y me
siento extraño de estar de nuevo frente a mi computadora
escribiendo un libro. Hace mas de un año no escribía ni
una sola línea y hoy, por fin me animo a volver a esa
vieja manía, a esa vieja condición, a este terrible oficio
del escribir, porque a pesar de que físicamente no me
sienta en condiciones de hacerlo, las ideas en la cabeza a
veces no paran y se convierten en una maldición que no
deja dormir, no deja descansar, no le da paz al cuerpo.
Estoy intentando escribir una historia sobre una banda
de rock underground, pero no, no me sale. Llevo años
escribiendo fragmentos, tratando de llevarla a algún
lado, pero no logro terminarla. Es que me gusta mucho
escribir cosas sobre la música. Yo no soy músico. Soy un
escucha de la música. Y por lo tanto guardo mucha
información, porque mi historia con la música se remonta
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a…no se. En realidad desde siempre escuchamos música.
Desde que estamos en el vientre de nuestras madres
tenemos un beat que no para de sonar sobre nosotros: El
corazón de nuestra madre. Nacemos con un ritmo marcado
desde el inicio. Somos hijos del ritmo. Aunque yo no se
bailar…Pero eso no me ha impedido escuchar música. De
hecho, nunca he podido dejar de hacerlo. La música es
algo que nos llena de vida. Es como tomar distintos
tragos, algunos son más suaves, pero otros son muy
fuertes. Muy fuertes. Pero no hablemos de alcohol. De
hecho ya no me gusta salir a tomar. No se por que de un
momento a otro las fiestas y el trasnochar,
completamente ebrio en cualquier calle, empezó a
simbolizar un montón de cosas negativas para mi. Algo en
mi esta cambiando todo el tiempo. No puedo ser el mismo
de hace diez años. No puedo ser el mismo de la última
navidad. No puedo ser siquiera, el mismo tipo que fui el
día de ayer.
Yo crecí en algo que podría llamar fácilmente un barrio
de clase media-baja. Un barrio popular que lleva el
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apellido de una de las familias politiqueras populistas
del Líbano. Un pueblo incrustado entre montañas en el
departamento del Tolima. El barrió Jaramillo. Pero era
una calle agradable, excepto por la vecina de al lado,
que siempre miraba a los demás como un montón de mierda,
porque era separada, y porque se le notaba la rabia de
serlo, con dos hijos, en un lugar lleno de guacherna. Al
frente vivía doña Rosalba, una vecina que siempre nos
vendía yerbas que nadie más tenia para curar algunos
males. Recuerdo que ella me enseño alguna vez para que
servían los pétalos de una flor llamada porcelana. Al
abrirlas y ponerlas a asar por unos instantes, estas
expedían una sustancia que, aplicándola en el oído,
curaba de inmediato la otitis. Y créanme, si funciona.
Fui curado más de una vez de ese dolor con esa flor. Y
si…era un barrio que estaba bien, aunque yo siempre
sentía que había una sensación muy violenta flotando en
el aire. Siempre fui un transeúnte intranquilo de sus
calles. Incluso hoy, si volviera a caminar por allí,
sentiría lo mismo. Esa extraña situación en la que
sientes que alguien te espía detrás de una cortina. Esa
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mirada de algún vecino cargada de rabia. Pero una rabia
rara. No se como explicarlo…
Mi casa era una casa tradicional de esos pueblos
cafeteros: Una sala comedor enorme, techos de 2.10 metros
de altura, cinco habitaciones, dos cocinas, un patio, un
baño, y un enorme solar, en donde la abuela tenia
sembrado de todo. Incluso había un lugar donde secar el
café mojado que traían de la finca. Y claro, el
infaltable cuarto de san alejo. Yo viví con mis abuelos
paternos, pues mi madre se fue muy rápido al cielo. Y
bueno, hay cambia todo. En casa también vivía una prima
que al igual que yo, término viviendo con los abuelos y
allí crecimos, juntos, y siempre agradezco a los viejos
que me dieron su compañía y cuidados.
Yo no aprendí ni mierda en la primaria, a pesar que
cuando niño fui un chico brillante… ¿Por qué no
decirlo? Era el mejor de mi clase. Obtenía las mejores
notas, los elogios de profesores que enseñaban lo poco
que sabían y ya. Nunca nos dieron herramientas para ser
un poco mejores de lo que el destino nos tenia preparado.
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Se limitaron a seguir la pobre guía académica. Pero
bueno, pudo haber sido peor…Solo odie a una profesora,
la de música. Olga se llamaba la cabrona esa. Olguita le
decían todos a una vieja gorda con lentes gruesísimos de
aumento increíble, que le daban ese aspecto de lechuza
mojada. Nos hizo comprar una flauta y nos enseñaba a
leer las notas en el pentagrama. Yo siempre me sentí
atraído hacia los instrumentos musicales, pero nunca
pude aprender a tocar la flauta. Ocho años tenía yo en
ese entonces, creo. No tengo ni la mas puñetera idea de
cómo se toca una flauta. Y yo se que todo fue por culpa
de la vieja verrionda esa que no hacia sino joder con
sus negras y corcheas mientras aplaudíamos con las
palmas los tiempos… ¡Pero la vieja nunca nos dejaba
tocar la flauta! Siempre decía que después, que después. Y
allí se quedo la flauta, llena de polvo, olvidada en
algún cajón. Que hija de puta…
Cuando uno empieza a crecer, el mundo, de alguna forma
se hace muy chico. Pero no es que el mundo en si lo sea,
es el mundo en el que empezamos a nacer y a crecer, el
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que se hace diminuto. Y entonces uno quiere salir de ese
mundo a otros mundos. Y en tu cabeza empiezas a tener
una vida, no se…muy surrealista. Y a mi me paso.
Recuerdo que en el bachillerato fui un marginado los
primeros años, y un rebelde, los últimos. Tenia una ira
adentro mío que no sabia como canalizar, entonces me
gustaba desarmarlo todo. Me gustaba provocar a la gente.
Fui un irrespetuoso por curiosidad y un irreverente por
convicción. Invente ese otro mundo en donde vivía
metido. Y allí apareció la música. Recuerdo que eran
principios de los años noventa. Y claro, la industria
musical había sufrido un enorme cambio. La música
alternativa era ahora lo comercial. Y eso vino de la
mano de Kurt Cobain, todo el movimiento grunge y
también toda esa movida indie inglesa. ¿Estamos hablando
de rock? Si. Es mi respuesta. No voy a hablar de otras
cosas más excelsas, más sofisticadas, más académicas. Yo
me muevo en un territorio más vulgar. Por eso escucho
rock. Aunque si confieso que lo escucho en todas sus
variantes. No soy de esa gente estúpida y egoísta que
solo escucha un género específico, porque lo demás le
parece malo, feo, suave, o al contrario, le parece muy
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pesado, muy oscuro, o muy marica. No. Yo disfruto con
casi todo el rock que cae en mis manos. Y lo que no
escucho, no es porque me parezca malo, es simplemente
porque yo como individuo no encuentro en ese panorama
algo que me aporte, entonces ahí no lo escucho. Eso a
titulo personal. En la radio pasaban música buenísima y
había ciertos programas en la noche que eran excelentes.
Recuerdo una emisora que ponían los lunes por la noche
rock en español de toda Latinoamérica y era estupendo. Y
las emisoras comerciales también eran muy buenas, porque
lo comercial era escuchar rock alternativo. Y la música
es la banda sonora sobra la cual empiezas a vivir
experiencias, y muchísimo mas en la adolescencia. Cuando
pensé en todo eso me anime a terminar de escribir esta
historia, pero, como les dije, no me salió...
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II
Es la medianoche. Lucas esta mirando hacia la oscuridad.
No puede dormir. La lluvia arrecia furiosa y la luz
eléctrica se ha cortado en su habitación, en todo el
edificio, en toda la ciudad. Los rayos iluminan los
rincones, los pocos muebles, su rostro desvelado, el
espejo, el camión de la mudanza estacionado al otro lado
de la calle. Deseó que las palabras lo llevaran a
completar frases en su cabeza, pero solo las imágenes en
formas pares llegan y el encuentro y la despedida se
mezclan inevitables y siente nervios, no tiene
inspiración, no sabe que mas hacer. Solo quiere contar lo
que paso. Solo necesita que en esa medianoche alguien
escuche su pequeña historia personal. Solo quiere sacarse
el veneno por la herida que supone su boca. La botella
de vino ínsita a conversar con él mismo. Los cigarrillos
animan como compañía ideal.
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Quiso buscarla debajo de su cama y no la encontró.
Tampoco estaba enredada entre las cobijas que abrigan su
soledad. Ya no había nadie allí. Sirvió la primera copa.
Recordó su cumpleaños numero diecisiete en aquel pueblo
lejano donde no pudo volver, porque no encontró una
excusa para hacerlo. Su gente mas amada esta enterrada
en el viejo cementerio, al igual que sus pasos por
aquellas calles, que recorrió una y otra vez en la
confusión de no saber por que estaba allí, sentía que no
servía incluso ni para vivir, y no hubo libro que
entregara respuesta concreta sobre eso. Las mañanas con
tinto y cigarrillos en la puerta de su casa y el sol de
la montaña, mientras deseaba oír su voz, pero ella ya no
estaba. A partir de ese momento supuso que debía empezar
a contar las horas desordenadas de su vida para volverla
a ver. Y así lo hizo. Imaginaba su retorno como algo
precioso que le sucedería y Lucas quería estar preparado
para hacerlo. Pero no lo estaba. Aun ahora en la
oscuridad de la medianoche y en medio del vino y los
años, no lo estaría. Jamás pudo pensar con claridad en
medio del humo mientras fumaba. Ella lo echo de su vida,
una vez, dos veces, y Lucas también hizo otro tanto. Y no
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necesitaban estar juntos para hacerlo. Y él se juro
seguir y no mirar atrás. Y ella busco a Dios en iglesias
de garaje conducidas por más de un pillín. Pero nunca es
fácil renunciar. No es fácil imaginar que se esta
compartiendo a esa persona que se ama en algún cuarto,
con otro cuerpo, otros contactos. Otras manos que poseen
todo lo que se ansia, en silencio. A veces es más difícil
de lo esperado. Eso pensaba Lucas, dándose la razón, pues
sentía que siempre vivía muerto de pena.
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III
Lucas estaba sentado en la puerta de la vieja tenducha
bebiendo una cerveza fría. Sus manos temblorosas
delataban sus nervios destrozados. La gente entraba y
salía sin reparar en su figura, como si fuera un mueble
más del establecimiento. La palidez de su rostro, sus ojos
desorbitados, su lengua inquieta, que no se cansaba de
inspeccionar sus labios, su respirar violento y veloz,
todo daba la impresión que se había convertido en un
corcel salvaje, desbocado a través de la estepa, bajo un
sol infernal. De repente una mano toca el hombro de
Lucas y le dice tranquilamente:
- ¿Que te pasa viejo, un mal viaje?
Era Max, su amigo de toda la vida.
- ¡No, que va! Aquí bebiendo el placer de querer estar
muerto...
- ¿Vas a ir al toque esta noche?
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- ¿Yo? No, olvídalo. Esa música que están tocando los
grupos ahora esta muy rayada. Prefiero fumarme un porro
y encerrarme en mi cuarto a volar.
- Pero en este momento ya estas volando...
- No tanto como quisiera – Respondió riéndose Lucas -
Necesito desprenderme de la conciencia de este mundo
para ingresar en el universo cósmico, donde mis letras
serán sinfonías de liberación espiritual. Es ahí, en ese
trance, donde debo sentarme a escribir mis letras con el
polvo del cosmos, que se desprende de los mundos y de los
soles que iluminan otras galaxias enteras...
- ¿Y con que estilo musical piensa sumerce afrontar
tamaña empresa? – Inquirió Max
- ¿Estilo? - Interrumpió Lucas - Mi banda no puede
casarse con un estilo. Eso es como pedirle a la vida dos
días iguales, con el mismo amanecer, con el mismo aire,
con la misma medianoche. Nosotros debemos volar
libremente lejos de los manierismos estéticos mi viejo. No
podemos pecar de conformistas con lo que hacemos, eso es
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como venderse a una formula, y para venderme, prefiero
morir decapitado.
- Bueno si, como sumerce diga. No tiene un porro por hay
que me rote...
Y allí se quedaron los dos amigos, incrustados en el
centro de aquel cuadro soñando en escribir mil canciones
únicas con las cuales llegar a la cúspide del rock, y
desde allí montar con fuertes riendas todos sus deseos
alados.
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IV
Ella desdoblaba las servilletas al igual que lo hacía
con su corazón. Después de merendar, se limpiaba con
ellas y las arrojaba a la basura, al igual que lo hacía
con su amor. Nunca tuvo motivos para reprocharle nada.
Lucas sabía muy bien que el trato había sido tácito y se
limitaba a cortejarla sin éxito alguno, mientras ella lo
miraba con ternura. Pero no esa ternura de amantes
exhaustos después de hacer el amor. No. Era más bien con
el cariño que se le puede tener a un perro, a una vieja
porcelana, a un edredón heredado por la abuela.
Ella miraba todo con ojos que Lucas no podía tener. Por
eso él siempre sintió que de una u otra forma ella lo
despreciaba, pero cortésmente. Era una mujer incapaz de
mostrar en su rostro, en sus acciones o sus palabras,
señal alguna de enfado, vulgaridad o desdén. Lucas
quería que lo ayudara a ver esas cosas que él no veía,
pero ella simplemente guardaba silencio o pasaba
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sutilmente a otro tema. Era imposible escrutar a alguien
así. Lucas lo intento, y solo logro que ella lo mirara y
le dijera "Hola". Claro, ella permaneció entera, de pie,
esperando su respuesta. Pero nunca se entero que Lucas
se había derrumbado por completo, pensando, de manera
infantil que se había dado cuenta realmente que él
existía. Y eso es a lo que Lucas llamó imaginación.
Nunca supo bien que lo motivo a enamorarse de ella. Solo
sabía que cada vez que le encontraba un defecto que lo
llevara a desanimarse, aparecía una nueva virtud, una
nueva cualidad, un renovado gusto por su belleza física.
Era un sentimiento felino que tenia más de nueve vidas.
Y nunca moría. Nunca paraba de crecer. Ella llegaba al
lugar donde Lucas estuviese y nada ni nadie se movía
entonces para él. Detenía su tiempo. Asesinaba las agujas
de su reloj interno con su cadencia innata. Siempre
estaba en su cabeza. Siempre. Como un tatuaje en su
lóbulo frontal, en su hueso parietal, en las corneas de
sus ojos. Eso fue lo primero, después descubrió con
asombro que su cuerpo no iba donde Lucas quería,
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simplemente se limitaba a seguirla. Ella había sido
elegida por él, por encima de cualquier otra mujer. El
problema era que ella no lo sabía. O tal vez si, pero no
le importaba. No era que lo odiara, simplemente no lo
amaba.
Pero no todo fue tan malo entre los dos. Tuvo también la
oportunidad de tenerla entre sus brazos, de besarla, de
decirle cosas que sintió por ella, pero no de una manera
total, pues temía que alguna desbocada declaración la
asustase, o la hiciera pensar que Lucas se estaba tomando
todo demasiado en serio y eso la alejara. Pero, para él
todo lo relacionado con el amor o la pasión eran en
serio. Desafortunadamente Lucas creía que no debía
hacerlo de esa manera entonces se escudaba detrás de
frases inteligentes que no eran suyas, tomaba actitudes
que no le pertenecían. Con el tiempo terminaría
arrepintiéndose de eso, pues al analizarlo bien, ella
jamás lo conoció. Nunca supo quien era Lucas en realidad.
Y eso lo puso más triste aun. Aunque podría ser que ella
si sabía más de él de lo que Lucas creía, pues lo miraba
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en silencio a los ojos y no decía nada. Solo lo besaba. Y
los ojos son la ventana del alma, según dicen. A menos
que los vidrios en él estuvieran rotos, entonces si, no
supo quien era Lucas. Y es algo muy probable.
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V
Lucas en esa época vivía en uno de los barrios populares
del enorme pueblo, cerca de la vía antigua que llevaba
al matadero municipal. Todas las mañanas podía escuchar
calle abajo el sonido de los animales enlazados, que al
parecer, conociendo su triste desenlace, chillaban
despertándolo ya que en su habitación había una enorme
ventana de vidrio martillado que daba a la calle. La
casa en la que vivía pertenecía a sus abuelos paternos
quienes, después del deceso de su madre, lo llevaron a
vivir allí, y procuraban las atenciones y cuidados como
si él fuese su propio hijo. El patio enorme de la casa
permitía divisar en el horizonte un magnifico paisaje de
montañas cafeteras y en las cumbre, en días de verano, se
podía divisar un enorme nevado. Uno de los primeros
recuerdos de los que tenia memoria Lucas, fue de cuando
el tenia unos ocho años. Recuerda que había descubierto
la manera de abrir la puerta del cuarto de sus abuelos y
el enorme baúl que contenía una alcancía de madera en
donde su abuelo solía depositar abundantes monedas para
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el ahorro. El robaba unas cuantas y se compraba
cualquier chuchería, o un helado, antes de volver a casa.
Un día el abuelo le descubrió y fue la única vez que
intento castigarle físicamente, pero Lucas se oculto
rápidamente debajo del sofá y no pudo ser reprendido.
Siempre guardo profundo cariño y respeto a su abuelo,
hombre de excelente conversación y mirada bonachona. Su
abuela, por su parte, siempre fue más severa en la
crianza y le propino más de una tunda, producto de sus
pilatunas y desobediencias propias de la edad.
Lucas siempre dio la impresión de vivir varias vidas a la
vez: Una de ellas era en su hogar, donde era el chico
obediente, por el cual todos sentía cierta lastima por su
condición de huérfano. Otra vida era en el colegio, donde
era un excelente estudiante, humilde, razón por la cual
recibió cierto trato especial por parte de los profesores,
ya que era un colegio privado de niños pretencioso y
malcriados. Su padre enviaba la mensualidad para pagar,
pero no proporcionaba más ayuda económica, razón por la
cual siempre se vio forzado a vivir sin ningún tipo de
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lujo en comparación de sus compañeros de clase. Al ser
tan buen estudiante, los profesores obsequiaban los
libros de texto y materiales para desarrollar
manualidades y demás obligaciones. Pero Lucas tenía una
vida más, la interna. Pensamientos particulares, decidía
absoluta a todo lo que le rodeaba, poco vinculo hacia su
familia, muy probablemente ocurría lo mismo hacia sus
compañeros de clase. Su padre nunca estaba con él, salvo
dos o tres días al año. Su madre había muerto. No tenía
hermanos. Su familia materna la veía esporádicamente y
la familia paterna se componía de sus abuelos, y de
algunos tíos que veía de vez en vez para la navidad. Era
un solitario. Siempre lo supo. Suplió su falta de
juguetes con imaginación y la compañía aprendiendo a
quererse a sí mismo. Era un renegado por derecho propio,
excusado en el único motivo de sentir el abandono y la
soledad en la infancia. Nunca culpo a sus abuelos, de
hecho, fueron de las pocas cosas genuinamente geniales
que le pasaron en la infancia, lo demás era descartable,
olvidable, poco querible.
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La adolescencia trajo consigo a las musas. Lucas no fue
ajeno a tales sentimientos. Cuando ingreso al
bachillerato se enamoro perdidamente de la hija de uno
de los profesores. Todas las tardes pasaba por el frente
de aquella casa, que quedaba cerca de la propia, y en
varias tuvo la fortuna de verla sentada en la entrada
con algún familiar o alguna amiga. Su corazón latía
estúpido y febril. Con el tiempo descubrió que ella tenía
una relación con un chico un poco mayor de ultimo grado,
hijo también de un profesor. Desde entonces relaciono de
manera inconsciente ese hecho ante cualquier figura de
autoridad, actuando desobediente y contrario a lo que se
le indicaba. Un rebelde total. Nadie podía entender esa
rabia que guardaba en su interior, y algunos incluso
creyeron que su alma andaba mal. Y él lo sabía. Pero
nunca le importo.
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VI
Rita salió corriendo de su casa con un pequeño morral al
hombro. Estaba cansada de la sobreprotección de sus
padres que la hacían sentir como si estuviera en un
acuartelamiento permanente. No podía salir con sus
amigos, ni siquiera con sus amigas, ni llamar a nadie por
teléfono, ni tener malas notas en el colegio. Era una
chica de quince años santurrona por fuera, pero con un
febril sentimiento de ser una chica mala por dentro. Un
día después de meditarlo mucho, sintió como si ese deseo
se hubiera convertido en espíritu y ese espíritu la
hubiera poseído por completo. Se levanto, tomo la
pequeña maleta de ir a clases, empaco algunas
pertenecías, subió al cuarto de sus padres y tomo algo de
dinero y algunas joyas de su madre "Reliquias
familiares" que guardaba con celo para su hija y que
serian entregadas en el momento en que ella se casara
para perpetuar la tradición familiar. Rita siempre las
vio con algo de respeto pero ese día una sonrisa se dibujo
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en sus labios al pensar que en algunas horas terminarían
en el escaparate de cualquier vitrina de compraventa.
La noche cayó pronto y Rita empezó a sentir temor. El
manto oscuro empezó a intimidarla y mucho mas el hecho
de ver que las caras que había visto en el día se
empezaron a transformar en rostros distintos al caer la
noche. Los indigentes empezaron a salir por todas partes
y las calles se empezaron a convertir en pequeñas
comunas olorosas y decadentes. No tenia donde ir y para
esas horas en casa ya sabrían que no estaba y que además
se había fugado como una vil ladrona. No,
definitivamente su casa no era el lugar, pero ¿a dónde
ir? Pensó que con el dinero que llevaba podría alquilar
alguna habitación en un hotel, pero no quería despertar
sospechas como el por que una niña tan joven con tan
poco equipaje estaba rentando un cuarto. No quería que
todo el mundo le viera la etiqueta de "Niña fugada de
casa de mama" en la frente. Estando en esas reflexiones
no se dio cuenta de un grupo de jóvenes que venían en
sentido contrario, ni menos cuando uno de ellos al pasar
por su lado la estrello con la guitarra que llevaba
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colgada. Cayó aparatosamente al suelo, mientras los
chicos se apresuraron a levantarla.
- ¿Estas bien nena? Lo siento no te vi. – Dijo uno de
ellos
- Vamos di algo. ¿O con la caída te comiste la lengua?-
dijo el otro en tono burlón
- Imbécil... - contesto Rita en tono ofensivo.
-Tranquila...Solo era un chistecito para que te rieras. Me
llamo Lucas ¿Y tú?
- ¡Que le importa!
- Bueno...ese es un nombre extraño...Austriaco debe ser
- Ya no la montes mas, déjala...Mira lo sentimos mucho, no
nos dimos cuenta que venias, te podemos ofrecer algo, lo
que sea, una gaseosa, una cerveza, lo que quieras, es como
para pedirte disculpas...
- No gracias, estoy bien, ya me voy...
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- Mira, estas calles a esta hora son peligrosas, déjanos
al menos acompañarte a tomar el bus, ¿Te parece?
Rita se sentía intranquila con la presencia de los tres
muchachos, que no eran otros que Max, Lucas y Josué, que
venían de tomar unas cervezas y acababan de fumarse un
porro compartido. Estaban ebrios y contentos y como todo
buen ebrio, eran amigos de todo el mundo. La chica sintió
vergüenza de decirles que no tenia donde ir, y el
ofrecimiento de compañía, la hizo sentir tranquila en el
medio de la noche. Finalmente accedió a que la
acompañaran a tomar algún transporte a casa.
-Me llamo Max.
-Y yo Rita. Mucho gusto.
- Rita "Queleimporta". – Tercio Lucas con voz enredada de
borracho.
- Cállate idiota. - Le dijo Josué.
- ¿Idiota como el de Dostoievski?
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- No. Idiota con patada en el culo... - contesto Josué
asestándole un puntapié que lo mando de bruces al suelo.
- y eso es para que no vuelva a tumbar a las nenas en la
calle...pendejo.
-Ah si...esto es una guerra. – Contesto Lucas con una
sonrisa parándose del suelo y correteando a Josué en
mitad de la calle.
Las ocurrencias de los chicos terminaron haciendo reír a
Rita que se sintió mas tranquila en el medio de aquel
grupo. Bajaron algunas calles hasta llegar a la avenida
principal, donde aun se veía presencia de transporte
publico.
- Bueno, ¿Cuál bus te sirve? – Pregunto Max
- Aquí pasan varios que me llevan a casa. Gracias por
acompañarme.
- No, yo te dejo cuando te subas al bus, antes no.
- De verdad aquí me pasa transporte súper rápido. No te
preocupes...
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- Si pasa tan rápido, entonces no hay problema si
esperamos contigo.
Rita empezó a fingir que miraba con interés los buses que
pasaban en la falsa espera de tomar alguno que le
sirviera. En su infantil inexperiencia no sabia que
decirles para que se fueran. Los chicos encendieron unos
cigarrillos y empezaron a bromear entre ellos mientras
el tiempo y los autos seguían pasando. Transcurrió
alrededor de media hora.
- Menos mal es "Súper rápido" que te pasa transporte...-
Dijo Lucas en tono burlón.
- Bueno...es que...la verdad, no tengo donde ir.... me
escape de la casa hoy....siento mucho hacerles perder su
tiempo, pero ya lo saben, así que...ya se pueden ir...yo me
las arreglo sola...
Exclamaciones y silbidos salieron de las bocas de los
jóvenes. Fue entonces cuando Josué dijo.
- ¡Maldita sea! ¿Y por que no hablaste antes? Vamos y te
quedas en mi casa....hace rato estaríamos allá. Y yo aquí
aguantando frio...
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- Claro...como es ella si "Vamos y te quedas en mi casa"
pero la otra noche que no me dejaron entrar a la casa
por llegar tan tarde le pedí que me diera posada y me
dijo que eso me pasaba por andar perdiendo el tiempo en
la calle de noche con mi "filosofía trascendental" y
otras historietas mas... - Reprocho Lucas.
- Sin escenas de celos... - contesto Josué riéndose. – Mas
bien encendamos otros cigarros...
- Mira yo te agradezco el ofrecimiento, pero no...Me da
pena...mejor me quedo por acá y después pienso que hago.
- No le des mas vueltas. – Dijo entonces Max.- Es lo mejor
que puedes hacer. Pasar la noche sola en estas calles es
un error del que te puedes arrepentir toda tu vida.
Quédate esta noche en casa de Josué con nosotros y
mañana piensas con calma que vas a hacer.
- ¿Nosotros?... ¿Y en que momento los invitaron a "Mi
casa" que no me di cuenta?
- ¿Entonces a donde mas nos vamos a tomar el vino?
-¿Cuál vino? – Contestaron a dúo los otros.
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- Pues el que voy a comprar ya mismo en esa licorera...ya
vengo. – Contesto Max entrando a comprar el licor.
- Ese es otro cantar... – Contesto Josué.
- ¿Cómo el del mío cid? - Pregunto Lucas.
- ¡Este marica! – Replico Josué propinándole otra patada
al pobre analogista de novelas.
Finalmente llegaron a casa de Josué y se instalaron en
la sala. Max destapo las botellas de vino y empezaron a
tomar. Como no había nadie en su casa, Max se sintió
tranquilo de poder pasar la noche con los demás sin
tener que dar explicaciones a nadie al siguiente día.
Rita, escapada, empezaba a sentir igualmente esa
libertad. De Josué, ni hablar, así vivía ya por bastante
tiempo, y en cuanto a Lucas, en su estado de embriaguez
todo le daba igual. Con algunos tragos era un tipo lucido
y un intelectual, pero si excedía el limite era un bufón
de poca monta y todo rasgo de inteligencia quedaba
profundamente dormido en lo mas profundo de su ser.
Todo muy normal, pues así era la época.
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Después de algunos tragos, Rita se desconocía a si misma.
Empezó a elevar el tono de voz y termino hablando sin
parar acerca de su aburrida vida en el colegio y al lado
de sus padres. El vino, algo que nunca había tomado, le
hizo hacer algunos gestos al principio, pero luego empezó
a beber desaforadamente. Se embriago rápido y termino
profundamente dormida en uno de los sillones. Los demás
encendieron un poco de yerba y la fumaron en silencio
sumergidos en sus pensamientos alucinados. Excepto por
Max, que se quedo pensando en el por que se había
ofrecido a comprar mas botellas de vino gastando mas de
lo que tenia presupuestado en licor aquella noche, y se
sincero con su conciencia al descubrir que lo hizo porque
no quería que Rita se quedara sola con Josué, y no por
un sentimiento protector o porque su amigo fuera un
depravado o algo así, lo hizo porque inconscientemente
en ese momento sintió celos...La chica, con su mirada
dulce y su blanca piel, le gusto desde que la ayudo a
levantarse del suelo, y el estar allí en esa casa esa
noche era para cerciorarse que ninguno de sus dos amigos
se le adelantaran con ella. Y eso lo hizo sentir mas
tranquilo. Josué también se dio cuenta de todo lo
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ocurrido, a pesar de la acción. Pero el también se dio
cuenta de que la chica le había gustado, ya que si no
hubiese sido así, el no le hubiese ofrecido estadía a
ninguna persona extraña, pero cuando se dio cuenta de
que Max había organizado todo para no separase de Rita,
decidió simular su contrariedad y actuar como si nada le
importara. No quería demostrarles a los chicos que le
estaban estropeando sus planes de quedarse a solas con
Rita y a ella que le había gustado de entrada también.
Ya tendría tiempo de ver como organizaba sus ideas...
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VII
Y bien, Lucas tenia esos diecisiete años, y su novia lo
había dejado y se había ido a otra ciudad a buscar una
vida mas formal. Lucas no tenía nada que perder. Estaba
cambiando y se sentía como un triste pájaro encerrado en
una jaula que estrellaba sus sombras en su adolescente
habitación. No sabia para donde iba, ni que iba a hacer, y
por algún extraño motivo no tenia miedo. Lucas siempre
sentía que tenia algo raro en el que no lo hacia normal.
Sentía que seria famoso y jamás seria olvidado, pero
también reconocía que ese quizá era el sueño más vulgar
que se podía llegar a tener. El sabía que algo había
cambiado en su cabeza y tenia que emigrar. Pero nunca
tuvo donde ir. Siempre fue una sombra paria en todas
partes. Siempre se sintió con esa tonta sensación del que
sale a la pista de baile y no sabe bailar. Y era verdad:
No le gustaba el baile, ni la música tropical ni nada
relacionado con esas cosas.
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Lucas recordó el día que la vio por primera vez y salto
su corazón. Que hermosa situación. El pecho te duele
porque suena fuerte adentro. Ella lo miro y Lucas cayó
vencido. Quizás se enamoro realmente por primera vez.
Como un tonto y su primer amor buscaba encontrársela
casualmente para no saber que hacer entonces. Sus amigos
pasaban por cosas parecidas así que estaba todo bien,
todos iban por el mismo camino, aprendiendo a
equivocarse para hacerlo bien en la próxima. La
inevitable depresión adolescente, como las chicas, el
diario y las reuniones familiares, y la estúpida idea de
que moriría muy joven y seria inmortal, pero el cielo es
perfecto y no requería su presencia. Aunque siempre soñó
con vivir como en un cementerio y flotar entre tumbas
sin salir nunca más del lugar. Quería verse más dark y se
tomaba fotos en ese lugar mientras las viejas beatas lo
miraban raro pensando en actos satánicos porque un chico
así no daba para más.
Charlotte se fue a vivir a la habitación que rentaban en
la casa de los abuelos Lucas por recomendación de él
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mismo y su vida se hizo mucho mas entretenida e intensa.
Buscando un tinto se divertía sentándose en el patio y
esperando verla pasar, escuchar su voz, o su risa y su
tremenda educación inmanejable para él, ruborizándolo y
haciéndolo tartamudear. Era casi como estar viviendo con
ella, separados por una gruesa pared. Lucas no sabía como
llegar a su corazón. Pero divinamente no hacia falta
hacerlo, ella llego a él, a pesar de su tremenda
estupidez. Terrible estudiante de último grado de
bachillerato, pero iluminado, no necesitaba estudiar
mucho para aprobar materias. Una tarde escuchando
insipiente rock en un viejo walkman mientras cantaba
con su extraña voz y un piropo casual insinuando que
Lucas lo hacia muy bien, y ese no saber que decir, a pesar
de haber sido toda la vida charlatán y dicharachero fue
suficiente. Ya estaba enamorado. Ya estaba totalmente
jodido.
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VIII
Las flores en la ventana. El sol de las diez de la mañana
las iluminaba. Un suave viento las iba meciendo. El bus
pasaba ruidoso y ella se asomaba aun con algo de sueño y
después corría la cortina blanca, un poco gastada ya y se
volvía a tirar en la cama. Sus sentimientos se revolvían
furiosos en su pecho y sus pensamientos se estrellaban
violentos en su cabeza y Charlotte se mareaba,
entrecerraba los ojos y se quedaba dormida. El gato
ronroneaba y se tiraba en el pequeño tapete. Pasaban las
horas en el reloj de péndulo de la pared de pintura
gastada, impregnada de sombras de sus tiempos perdidos.
Habían pasado varios meses. Vivía sola en una habitación
en la ciudad lejos ya de la casa de los abuelos de Lucas.
No quería saber mas nada de él. Comía sola y amaba en
soledad. Amantes no habían faltado. Todos transitando en
lapsos cortos de tiempo por su vida. Nadie interesante.
Nadie a quien referenciar. La mesita de noche y el cajón
repleto de cartas eran como una manía. Algo cotidiano. Le
gusta abrir el cajón, levantar un poco la vista hacia el
40. 40
techo y tomar una carta al azar. Sentía como la voz de
él parafraseaba su lectura. Sentía su aroma a
cigarrillos y la calidez de aquel cuerpo. La tinta en
algunas de esas cartas tomo un color sepia que las hacia
más interesantes aun. Parecían algo antiguo. Una
ornamentación vintage. Un souvenir.
La lluvia caía violenta en la ciudad. El invierno
arreciaba y empapaba todo a su paso. A veces llovía tan
fuerte que no se podía ver más allá de un metro. La
lluvia modificaba los paisajes. Cambiaba el
comportamiento de la gente, del tránsito, de la vida
misma. Charlotte abrió de nuevo sus ojos y ya iban a ser
las tres de la tarde. En la nevera no tenía comida. De
hecho no tenia nada. La nevera estaba apagada y
desenchufada desde hacia mucho tiempo. En la cocina solo
había dos o tres ollas y algunos trastes viejos. En la
alacena aun le quedaba una lata de atún. Charlotte la
abrió con desgano y el gato empezó a refregar su lomo en
la pierna de ella. Se sentaron los dos en la cama a
comerse esa lata de atún con un vaso con agua del grifo.
Las gotas pegaban furiosas en la pequeña ventana de su
habitación. A ella no le importa. Ella solo salía de
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noche. A Charlotte siempre le gusto bailar sola en los
antros nocturnos del centro de la capital. Encendió un
cigarrillo y vio la televisión sin volumen. Charlotte
estaba atrapada en la inmensa abulia del desempleado. No
había horarios que cumplir. Nada por hacer. Ningún lugar
adonde ir.
Ningún lugar adonde ir...
A las seis de la tarde entraba en la ducha. No tenia agua
caliente, pero le gustaba el agua fría, que ese día estaba
mas helada que nunca, se tomaba su tiempo para lavar su
cabello, largo, algo ensortijado, y muy abundante. Hacia
poco había cumplido veintitrés años. No sabía si podría
tener hijos o no. Probablemente no podía hacerlo. Alguna
vez estuvo embarazada pero a las pocas semanas le
detectaron un embarazo ectópico y no pudo ser. Una
desilusión más en su vida. Un momento más para tratar de
olvidar. Charlotte tenía un buen cuerpo. Su piel era
blanca, sus cejas gruesas y marcadas, su sonrisa picara y
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maliciosa. Era una excelente bebedora de cerveza. El
cigarrillo era un vicio que nunca había abandonado. Su
familia le enviaba algo de dinero del extranjero. Creen
que esta en la universidad y que en algún tiempo será
una gran diseñadora. Una gran farsa. Ella abandono en
el primer semestre. Ella quería correr ebria por la
avenida séptima los viernes por la noche. El dinero
servía para pagar su pequeño apartamento, el internet
que no le podía faltar, para pagar transportes, bebidas y
algo de comida. Era una buena vida, pero ella sabía que
en algún momento todo eso se vendría abajo y aun no
sabía que se iba a poner a hacer. Charlotte no tenía
ninguna preparación para trabajar, excepto la
experiencia como cajera del supermercado. Siempre se
imaginaba vendiendo cosas usadas o manillas de hilo en
la plaza España y le daba risa, pues pensaba que
terminaría allí tarde o temprano aunque no era esa su
vocación. De hecho, ella sentía que no tenía ninguna. No
le gustaba pensar demasiado en eso. Recordaba a su padre
y le daba vergüenza. El hombre alto de bigote recio al
cual ella siempre amo. El ya estaba muerto. Ella fue
motivo de alegrías y tristezas a lo largo de la vida del
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hombre. No hablaba de como murió. Esos temas eran de una
naturaleza delicadísima y privada. A veces lloraba. Los
recuerdos adolescentes y la vez que se fue a vivir a otra
ciudad con aquel hombre casi en contra de los deseos de
su padre. "Que mierda, me hubiera quedado mejor en casa"
pensaba Charlotte y corría rápidamente la pagina en su
mente y se entretenía con cualquier otra cosa. Estaba
pensando en escribir un libro. No sentía que era muy
buena haciendo eso, pero a ratos le llegaba inspiración.
Alguna vez conoció a un chico que le gustaba escribir y
Charlotte le pedía que escribiera algo sobre ella y para
ella. Pero fue una gran decepción. Su mesita de noche
estaba llena de sus cartas. “El tonto escritor” Pensaba.
Y suspiraba para olvidar.
La ciudad últimamente andaba muy alborotada. La gente
salía a las calles a marchar y a protestar. Ahora era por
el tema del transporte público. Siempre llegaban las
fuerzas especiales a dispersarlos con fuertes chorros de
agua, gases lacrimógenos, detenciones y golpes de
bastones y botas. Pero la gente siempre protestaba.
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Decían por ahí que algunos sectores privados estaban
financiando esas protestas porque querían un estado de
caos. Querían alborotarlo todo. En Venezuela las cosas
iban peor. El régimen socialista estaba cansando a un
gran sector de la población, pero allá la represión era
más fuerte. Mucho muertos, detenidos, torturas,
desinformación. Los países de Bolívar andaban de capa
caída. Charlotte observaba esas noticias por la
televisión. En las redes sociales también la gente
opinaba mucho, pero ella trataba de no meterse en eso.
Ella era hedonista. Ella nunca gusto de la política. Ese
era un jueves para salir a la zona de chapinero. Había
allí un bar ochentoso y medio dark que le gusta mucho.
El tipo que lo atendía era un gordo medio calvo de
cabellos largos que vivió la década del ochenta con
pasión. Toda su locura termino el día que escucho el
primer single del álbum "Nevermind" de nirvana por la
radio. Los acetatos fueron reemplazados por cds, las
lycras por camisas de franela y el maquillaje y los
peinados lacados quedaron en outside. Rumio su
aburrimiento mas de diez años, un día se canso de ser
obrero de una fabrica de mierda y abrió su propio bar en
45. 45
el que colocaba su música a todo volumen y en el que se
refugian muchos otros como el, que viven encapsulados en
el tiempo junto con chicos también que hubiesen dado lo
que fuera por vivir esa época y se disfrazaban
graciosamente con atuendos ya pasados de moda.
Charlotte salió pasadas las ocho de la noche. El gato
levanto levemente la cabeza al escuchar la puerta
abrirse mientras ella le enviaba mimos que el no atendió
y volvió a cerrar los ojos. Ella salió a la calle y noto
que ya la lluvia había pasado. Estaba haciendo ese frio
que a ella le parecía tan agradable mientras encendía un
cigarrillo y se entretiene esquivando charcos saltando
con sus botas de caña alta en los andenes. Uno que otro
piropo de hombres que detuvieron su marcha para verla
pasar. La blusa negra entallada y escotada cumplía con
su función a la perfección. No tenía senos muy grandes,
tampoco eran muy chicos. Con un buen sostén de levante
alcanzaba. El bus paso justo a tiempo y ella se refugio
en la ultima silla mientras se colgaba escuchando las
historias de las personas que se subían al bus en busca
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de unas cuantas monedas. Todos para los que la vida era
una cagada. Transito unas pocas cuadras y llego al bar.
La primera cerveza siempre era de cortesía. Una canción
rockera siempre era suficiente para que ella empezara a
tararear. Ella sabía que había un tipo en la mesa del
fondo que la estaba observando. Ella ya lo había visto y
no le había llamado la atención. Ella quería cantar
sola. No quería que nadie la molestara ese día. Entonces
paso lo inevitable: Llego la cerveza enviada por el
galán. Ella no miro a ninguna parte. Solo tomo la
botella y empezó a beber. El tipo se acerco. Ella lo vio
por el reflejo de la barra. Entonces sonó una canción y
ella se paro justo cuando el tipo le iba a hablar, y lo
hizo con una precisión quirúrgica y se fue junto al
barman a bailar. El ya la conocía y le sonreía mientras
le da un fraterno abrazo. El tipo se quedo allí
derrapando en la nada y la vergüenza recorriéndole el
rostro. Otros en el bar se dieron cuenta de la acción y se
rieron sabrosamente. Al tipo no le quedo de otra: Pagó
rápidamente la cuenta y salió de allí. Charlotte lo vio
alejarse con algo de culpa. Pero la cerveza sabía bien y
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ella retorno a su lugar. La música seguía sonando. Había
Empezado a llover otra vez.
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IX
El amor debería ser como una luz. Una luz al final del
camino ascendente. Una luz que rasgue las tinieblas. Una
luz que se quede encendida y no se doblegue por el
viento. Que no la apague la lluvia. Que no se desvanezca
en el tiempo. En eso pensaba Lucas mientras veía el
camino por aquella ruta. Esperaba que en el serpenteo
del trayecto esa luz apareciera. La noche lo cubrió todo
discretamente y la luna asomo encima de las montañas.
Iba caminando con su luz y todo parecía sumergido bajo
el agua. El olor de las ramas de Café llegaba hasta él.
Los eucaliptos no se movían. El camino contaba historias
en el medio de sus grietas, cantaba con las piedras,
arrullaba todo asfalto. Lucas no deseaba volver a ese
lugar. Lucas no podía detenerse jamás. El camino hizo
una pausa y retrocedió por él. Se estaba quedando
dormido y estaba regresando a ese lugar donde nunca
pensó volver. Estaba drogado. Hacia frio. Era la
medianoche. Casas silenciosas y aisladas aparecían ante
él. Parecían abandonadas. Parecían plantas marchitas.
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Había algo familiar en la ruta, pero definitivamente él
sentía que no pertenecía al entorno. Un gato caminaba
jubiloso y feliz. Le muestra como hacerlo. Lucas trato de
imitarlo. Enrosco su espalda y estiraba el cuello por la
ventana, mirando la luna redonda. Intento ponerse de pie
rápidamente, pero se golpeo la cabeza con el techo del
vehículo. El gato no estaba. El gato ya se había ido.
Abrió la ventana y una suave brisa le golpeo el rostro.
Una llovizna que caía divertida. ¡Que llueva! Pensó
Lucas. Entonces empezó a sentir miedo. Temía que la
lluvia lo llevara de regreso. Recordó la farola con la
luz encendida de la entrada del pueblo. Solo esperaba
que esa luz estuviese allí, cuando algún día regresara.
Solo eso quería.
El silencio era absoluto. Si prestaba atención y se
concentraba por encima del ruido del vehículo,
alcanzaba a percibir quedamente el ruido de un rio.
Intentó pensar en algo, pero no se le ocurría nada. Solo
recordó su sonrisa. Su hermosa sonrisa. Sus ojos grandes
que lo miraban. Solo recordó el olor de su cabello. El
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color de su piel y el sexo que se hizo ausente cuando
ella definitivamente se alejo. ¿O fue él quien se
desvaneció? No lo tenía muy claro. Siempre pensaba en
que fue él quien se corrió a un costado, porque pensaba
que ella no lo amaba. Pero después recordaba esos
mensajes, esas conversaciones, los leves toques, en como
interfería para que se fijara en ella. Entonces ¿De que
se trataba? A veces pensaba que quería tentarlo, para
medirlo, para ver hasta donde era capaz de llegar Lucas.
El problema fue que al hacerlo, nunca más pudo
olvidarla. No sabía si ella se había olvidado de él.
¿Como saberlo? Jamás supo nada de ella. Quizás por eso
nunca la olvido. Nunca olvido lo que no sabia de ella.
Había tratado, muchas veces, por muchas horas, minutos,
segundos, instantes, de sacársela de la cabeza. Y eso
funcionaba de vez en vez. Distraía su mente con sonidos,
ideas, imágenes. Pero nunca trato de sacarla de su
corazón. Y ahora que lo pensaba, en ese orden de ideas,
había perdido miserablemente todo su tiempo. Todo eso
ocurrió, por el simple hecho de no estar seguro si se
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trataba de ella o era problema de él. Menuda tontería.
Como si solo eso fuera el amor. Pero si estaba plenamente
convencido de todo el daño que en él dejo. Lo sabia
porque le dolía, allá, bien adentro. En ese lugar donde
no llegan los medicamentos. Allá, donde no se pueden
hacer suturas. Ese lugar que no se puede ver en
radiografías. Igual, era una historia que ya había
pasado, ella se fue con sus idas y vueltas, con sus
amigos, sus libros, sus cartas, sus noches y sus días. Ella
se fue con sus mares, con sus barcos y sus gaviotas. Lucas
pudo haber sido una buena puesta de sol, pero solo fue
un arrecife donde no se podía atracar. Con los días se
dio cuenta que se había convertido en alguien muy
sentimental. Y no entendió como algo tan breve podía
llegar a ser como un "Para siempre" Porque eso parecía
mucho tiempo para él. Pero así era el asunto, las
cicatrices se hacen menos visibles con el paso del tiempo,
pero nunca se borran. Nunca. Y ella dejo su cicatriz en
él.
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X
Una noche, sentados en un parque bebiendo algo de licor
barato, Max le pregunto Lucas que pensaba con respecto a
la política. Lucas le contesto:
- Pienso que el hecho de ser parte de la masa, del pueblo,
nos obliga a ser sometidos inevitablemente. La única
forma seria unir fuerzas y tratar de cambiar el modo en
el que operan las cosas, no solo en este país, sino en el
mundo en general. Llámense capitalistas o comunistas, al
final todo es lo mismo. Pero en una situación tan difícil
como la que atravesamos en estos momentos, no da para
tanto. Cada quien se preocupa por tratar de sobrevivir y
eso les ocupa la mente. No hay espacio para la reflexión
social, solo para trabajar duro para llegar a tener una
vida más o menos decente sin tener que recurrir a formas
delictivas para vivir mejor. Es como si te anestesiaran
desde el momento en que sales a la calle a buscar el
sustento con la droga del conformismo y la abulia
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mental. No condeno a nadie por este hecho, pues es
entendible. Para mi lo importante es tratar de moldear
mi vida a mi modo y salirme con la mía.
- Pero... ¿y si eso no pasara? ¿Si un día ese ideal se
termina ante la necesidad de sobrevivir y tienes que
ponerte del otro lado, dejando atrás esa convicción?
- La idea es que mis sueños sean el vehículo por el cual
voy a poder depurar esa situación. Es como aquel niño
que quiere ser panadero y se levanta todos los días en la
madrugada para ir a la panadería del vecino a ver como
se amasa el pan. Al crecer va a buscar las vías por las
cuales llegar a ser un buen panadero, ya sea
trabajándole a alguien mas o intentando montar su
propio negocio. Lo importante, que es el conocimiento de
cómo hacerlo, ya lo tiene, pues duro años viendo como era
la forma de ejecutar su oficio. Si sigue fiel a esa meta y
no se corrompe por sus necesidades, llegara un día en que
se siente en su gran panadería y coma el pan que el
mismo hace, con el disfrute de que es lo mejor que ha
comido en su vida, porque lo hizo el, o sea mediocre y
haga pan sin sabor, solo por la mecánica de hacerlo. Todo
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depende de cómo alimente su ilusión y como decida pulir
su propia técnica.
- ¿Y si definitivamente el sueño no se cristaliza?
-No podría ser un ente estorboso en un mundo lleno de
entes. Simplemente aceptaría la derrota y me suprimiría
del mundo...
- ¿No le temes a la muerte?
- Creo que aquello a lo que le tienes miedo, no es algo
bueno, y la muerte no puede ser sinónimo de algo malo u
oscurantista. El problema es que el hombre en su proceso
de evolución decodifico las imágenes, los símbolos, y en
algún momento, mentes infectas y no aptas,
transformaron la equivalencia de ciertas cosas en algo
definitivamente maligno, sin serlo. Pasa con la muerte,
con el sexo, con la religión, o inclusive, hasta con la
droga. Cuando me fumo un porro entro en un contacto
íntimo y profundo con los elementos que me rodean a
través de la expansión de mi interior. Alcanzo a
vislumbrar aquellos pequeños detalles que el ojo, por su
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torpe naturaleza, no puede percibir, y es entonces,
cuando empiezo a comprender y a sentir el mundo de
forma distinta. Las drogas para nuestros antepasados tal
vez tenían otro nombre y no se llamaban drogas, tal vez
eran bebidas o sustancias especiales para cierta clase de
ritos y se usaban con respeto y devoción. En esos
procesos de evolución y cambio, algunos hombres
poderosos quisieron quitarle a los otros el poder de
análisis y contemplación, para volverlos manejables y
moldeables y dijeron: ¡No, eso es malo! Y ahí termino todo.
La cohibición nos hizo cobardes y ahogo la voz interior
que te dice: reacciona. Lo malo no son los elementos, o
los sentimientos, o las formas. Lo malo fue el nombre con
el que se les rebautizo y el significado castrante con el
que se les embadurno para que fueran aislados de los
pensamientos de los hombres.
Los dos se quedaron en silencio mirando hacia la noche
estrellada. Había una luna enorme que alumbraba todo,
hasta su propia eternidad imaginaria.
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XI
En ese año tenia por requerimiento académico que prestar
servicio alfabetizando en horas nocturnas en escuelas
publicas a gente adulta que por uno u otro motivo no
podía, o no quería, estudiar de día en el modo
convencional. A pesar de la noble intención, Lucas no
entendía como encontraban probable que una persona que
no tenia ni la más mínima idea de como aprender
realmente, ahora enseñara. Pero era requisito y había
que completar las horas, así que había que hacerlo. Una
de las primeras noches de este proceso de alfabetización
estaba sentado en la mesa del patio de los abuelos
intentando pensar que diablos iba a enseñar cuando
Charlotte llego y se sentó en la silla de al lado y le
pegunto que estaba haciendo. Casi como un idiota intentó
explicarle su situación y demandó que no podía hacerlo.
Ella tomo un trozo de hoja de papel en blanco y le
escribió una frase que lo acompaño de ahí en
adelante:"Nunca diga no puedo... ¡Hágalo!" Y Lucas la miro
como si fuera de otro planeta y ese día descubrió que más
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que enamorado, estaba totalmente jodido y no sabía que
iba a pasar, pero en el viaje de vuelta a casa, después de
las clases, se fue fumando un cigarro y cantando bajo
mientras reía como un tonto sin saber muy bien por que.
Después de algunas clases descubrió que le encantaba
enseñarle al grupo que le habían asignado y uno de esos
acudientes le agradeció por enseñarle a leer y se sintió
emocionado y justo ese mismo día lo echaron porque el
tipo que dirigía el sitio donde Lucas iba era un hijo de
puta loco que no se aguantaba que a él le gustara ir a
otros salones a hacer tonterías y hacer reír a la gente,
pero le quedo el consuelo de mandarlo a comer mierda en
su puta cara, eso si, después de que le entregara la hoja
firmada con las horas que allí había completado. Tuvo
que encontrar otro lugar para terminar su proceso, y
allí quien se encargaba del tema era una chica de otro
de los colegios de aquel pueblo, con un enorme trasero y
que según Max, era tremendísima, pues cada vez que la
visitaba el novio, le dejaba la falda encima del pecho.
Allí tuvo uno que otro problemilla con más de un gamín
de la zona, pero finalmente terminó su periodo de
enseñanza.
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Lucas rescato de esos días varias cosas: el sabor de los
cigarrillos, en especial el sabor de ese primer cigarrillo.
Nunca más pudo volver a tener esa sensación y mataría
por tenerla de nuevo alguna vez. Había fumado tanto,
tanto, que ya los cigarrillos no le sabían a nada, solo
jugaba con el humo, con sus formas, pero el tabaco en él
ya se había mezclado hacia mucho y por lo tanto pasaba,
como si nada. También rescato el sabor del aguardiente.
Lucas no tomaba mucha cerveza, que era algo más
relajado, manejable, la cerveza tenia algo de noble que
lo iba llevando a la embriaguez de manera pausada, paso
a paso, cerveza a cerveza. Pero el aguardiente no. Con el
aguardiente solo habían dos momentos posibles: sobrio o
ebrio. No medio borracho o "prendido" No. O estaba en
sano juicio o estaba ebrio. Y claro, eran sus primeros
tragos, y Lucas no sabia dosificar la bebida, simplemente
bebía como una bestia y ya. Recordó una vez que se sentó
con Charlotte a tomar cerveza. El bar era oscuro y las
parejas bailaban. Pero Lucas tenía su fobia a los bailes.
Él nunca llego ha entender por que diablos no le gustaba
bailar, pero nunca lo soporto. Le parecía tremendo lio el
estar junto a una chica con unos pasos mas bien
59. 59
absurdos y sudando, y esa música de mierda llena de
trompetas y congas...uffff. Creo que a pesar de ser de un
país prendado del cariño a lo tropical, no tenía ese
swing. Pero estando allí, con ella en ese momento, era
feliz. Ese día intento besarla, pero no lo pudo hacer.
Las cosas se dieron al revés y se quedo en la madrugada
recostado a un poste de luz, tomando una cerveza en lata
mientras pensaba en lo triste que son algunas cosas a
veces. Sin querer estaba madurando, creciendo,
aprendiendo a vivir, de mala manera. No hay una escuela
para eso. No se puede hacer de otra forma.
60. 60
XII
Los sueños de tener una banda empezaron alguna mañana
en medio de la clase de literatura. Lucas estaba
distraído en la contemplación de una imagen pintada en
la pared de Porfirio Barba Jacob. Pensaba que esos tipos
habían llevado una vida muy rockera, aunque nunca
habían tenido una guitarra eléctrica en sus manos, y de
repente, como un aluvión, se le ocurrió, que él tal vez
podía llegar a ser un músico. Estaba claro que las clases
le importaban muy poco y que no tenía ni sueños ni
proyectos de vida concretos. Su perfil encajaba a la
perfección para este caso. Desde ese momento empezó a
modificar su aspecto externo e interno. Aparece el
cabello largo y las inevitables perforaciones en las
orejas. Sus jeans rotos, en anarquista deseo de mostrar su
rebelión, aunque sin saber contra que se rebelaba
concretamente. Primeros libros de temática
existencialista, ambiente inestable, desorden bipolar y
necesidad de ir en contra de toda regla establecida.
Cigarrillos y cervezas, ramificaciones de nuevas
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amistades que se van uniendo en la metamorfosis. Aparece
la noche, vista desde una nueva perspectiva. Era como
una musa, una diosa, una madre que protege y encanta con
su halo. Llegaron las drogas, la yerba, siempre efectiva
al momento de desprenderse de los hilos que conectan
este mundo y la realidad. Aparece el amor, hermoso y
magnificente, pero muy bizarro al mismo tiempo. En medio
de todo este coctel, una noche, al calor de unas cervezas,
decide junto a Max, empezar a formar una banda de rock.
Algún tiempo atrás, Lucas había desempolvado una vieja
guitarra del desván de la casa de sus padres, le había
comprado un nuevo encordado y había empezado a
practicar sus primeros acordes en la casa de un amigo que
tenia algunas nociones básicas sobre el instrumento.
Después de algunos meses ya podía decirse que tenía algo
de dominio sobre la guitarra, aunque no era del todo
convincente. Cada vez que lograba con éxito tocar
completo algún tema que le gustaba, Lucas empezaba a
soñar en grande: Se imaginaba las luces y los grandes
escenarios repletos de gente que lo aplaudían y le
pedían más canciones. Vivía en la euforia de aquella
ilusión y le encantaba gozar ese mundo interior que se
62. 62
había construido para darse ánimos. Por su parte, Max
había empezado también su aprendizaje con la guitarra y
llego a tener el mismo nivel de conocimiento que Lucas,
aunque no la misma destreza. Por esa razón cada vez que
se reunían a interpretar alguna canción, Lucas rasgueaba
los acordes y cantaba, y Max utilizaba la guitarra para
tocar los bajos. Después de algunos meses de suplicas y
promesas de buen comportamiento, de buenas notas
académicas y de alguno que otro trabajo extra en casa,
los padres de Max le compraron su primer bajo, y lo
mejor: ¡Con amplificador! A partir de ese momento la casa
de Max se convirtió en el sitio oficial de ensayos del
dúo. Se encerraban en la habitación y Lucas conectaba su
guitarra acústica en el equipo de sonido con un viejo
micrófono que le había regalado un tío. Duraban horas y
horas, entregados a la labor de acoplarse, para lograr un
sonido mas compacto. Le estaban dando de comer al
pequeño monstruo naciente de la música entre ellos.
63. 63
XIII
Día. Se azula el horizonte gigante. El sol naranja asoma.
Se puede ver deslizándose sobre la piel. Ilumina las
montañas, las casas, la inmensidad de nuestras vidas. No
hay por que cambiar nada de esta escena. La mañana
cambia todo. El sol todo lo calienta. El violento sol de
la tierra donde nació Lucas. El rio magdalena y los palos
cargados de café. El asfalto de la recta que lo aleja de
donde nunca estuvo realmente, porque siempre vio sin
mirar. El asfalto que pasa por las tierras de avalancha
y tristeza. La carretera llena de frutas y avena fría. De
prístinas llanuras y magia a la distancia. No necesitó
mucho equipaje para donde iba. No hacia falta ya mas
nada. Las curvas ascendentes y el fresco aroma de las
montañas. De gente más valiosa que el oro. Con sangre
roja, sangre de verdad en las venas. Cada caserón vacio
del camino brillaba como un diamante. Cada machete era
tan efectivo como un arma cargada. Todo lo que veía lo
sentía en su corazón. El suelo, el cielo, cada ser vivo
que observaba en aquella ruta vivía dentro de él. Dios
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sabía que estaban dentro de él. Ese era el lugar de donde
pertenecía. Es de lo que estaba hecho. Una parada rápida.
Una quebrada discreta detrás de algunos matorrales.
Lucas introdujo su mano en ella. La carretera era como
el mismo rio que atravesaba toda esa tierra. Como el
amor que nos atraviesa, dejando remolinos, anunciando
torbellinos, aguas fugitivas que vienen y van. Como los
ojos de los viejos desterrados de sus tierras, dejando
atrás el monte y el mundo que conocían. Ya no tenían sus
vacas, ya no resonaban los trapiches. Los trabajos
jornaleros, las desyerbas, la recolección de los granos,
todo, todo iba quedando atrás como las espumas que
anunciaban que el rio estaba picado.
A Lucas le hubiese gustado que Charlotte se enterara de
muchas cosas: Que supiera que nunca dejo de recordar su
rostro. Le gustaría que supiera que aun arañaba el
tejado de su casa como un gato. Seguía las mismas líneas
que dejaron sus pasos el día que la conoció y el día que
la dejó. O el día que ella lo dejo a él. Aunque eso no
haya ocurrido el mismo día. Ella fue la lección que
65. 65
Lucas tenía que aprender. Él podría haber sido su fuerza,
pero ella estaba rota y no sabia Lucas como armar tantos
pedazos. Pedazos que rozaron su alma y la dejaron débil,
mucho tiempo. Las tazas de café y los cigarrillos a medio
fumar. Los libros de páginas amarillas que no leyeron
nunca. Lucas analizo su vida y vio su egoísmo. Solo
pensaba en él. Quería hacerse feliz con ella, pero nunca
descubrió realmente que la hacia a ella feliz. Y eso era
como una porcelana que se cae torpemente de las manos y
se destroza contra el suelo frio, en un lugar cualquiera.
Ella siempre le hablaba de las cosas que eran como
materias pendientes en su vida, pero Lucas estaba tan
fascinado con Charlotte, que ni siquiera podía prestarle
atención a sus palabras. Sembró en él rosas de piedra que
no paraban de crecer, y sus duras espinas le rayaban el
alma por dentro y sus surcos en la carne lo estaban
matando. Charlotte en él era solo cadenas y más cadenas
que no lo dejaban levantar la cabeza. Sentía que ella lo
había matado desde siempre. Ella lo destrozaba desde
siempre. Y siempre, iba a creer en ella. Y Lucas pensaba
que era eso, lo que lo iba a hacer morir muy pronto. Y no
podía evitar llorar al pensar en Charlotte, mientras se
66. 66
alejaba de su pueblo en aquel vehículo de servicio
público que lo llevaría a la gran ciudad.
67. 67
XIV
Los días pasaban y Lucas seguía intentándolo con la
guitarra, días enteros. Después de algunos meses de
montar canción tras canción, llego el momento de pensar
en una guitarra eléctrica. Sus abuelos, ante la petición
de compra del instrumento, argumentaron no poder
realizarla por cuestiones económicas. Y si había un poco
de verdad en eso, pero en realidad no querían alimentar
el sueño de su nieto de convertirse en rockero, ya que
veían en ese ideal, el camino de destrucción de su vida.
Pero esta respuesta no desanimo en nada Lucas, quien de
inmediato se puso en la tarea de conseguir algún trabajo
que le permitiera la adquisición del tan anhelado
instrumento. Finalmente consiguió un empleo los fines de
semana como empacador de un pequeño supermercado de los
padres de un amigo. El sueldo ofrecido, daba para que la
guitarra estuviera en su poder en un lapso de diez meses.
¡Era mucho tiempo, una eternidad! Pero bueno, lo
importante era que por lo menos tendría su guitara
finalmente. Estando en ese trabajo, Fue donde la conoció
68. 68
a ella. Se llamaba Charlotte y era la cajera del
supermercado, y además era algo mayor que él. Ella era
una mujer más bien extraña. No hablaba con ninguno de
los dependientes del almacén y trabajaba de domingo a
domingo. Se corrían rumores en el trabajo de que era una
mujer solitaria y que había perdido un bebe. Pero su
belleza fue un imán que impulso a Lucas a aventurarse
en pos de ella. Al principio Charlotte lo trataba con la
misma indiferencia que a los demás, aunque él veía en
sus ojos cierto destello que lo mantenía a la expectativa
de algo más. Un domingo después de cerrar, una lluvia
inclemente se dedico a empapar las calles del pueblo.
Cada uno de los empleados busco la manera de irse a casa,
excepto ellos dos, que se quedaron en la esquina
esperando a que amainara la tempestad. Estaban allí
parados sin decirse nada, aunque Lucas sentía que su
corazón le iba a estallar por la emoción de estar junto a
ella y por el nerviosismo típico de los diecisiete años.
Para calmarse un poco saco de su morral unos
cigarrillos. Cuando estaba encendiendo uno, escucho la
voz de Charlotte que le dijo:
- ¿Me puedes regalar uno?
69. 69
- Claro, toma. - Dijo Lucas alcanzándole la cajetilla.
Charlotte encendió el cigarrillo y después de algunas
bocanadas se volvió hacia el y le pregunto:
-¿Es cierto que eres músico?
-Eso intento… Estoy formando un grupo.
- ¿Y que música van a tocar?
- Rock.
Y allí en el medio de la lluvia empezaron a hablar de
música y de literatura. El tema favorito de Charlotte.
- Estoy leyendo Demian de Hesse, ¿Lo has escuchado? -
Pregunto Charlotte.
- Si. De hecho ya lo leí.
- ¿Y que te pareció?
- Me parece muy interesante ver como se pueden
replantear viejos conceptos que se han mantenido
inconmutables a lo largo del tiempo. Esa forma de ver la
marca de Caín es como un pinchazo en la sien donde el
autor nos dice: Cuidado con lo que te dicen, porque a lo
70. 70
mejor nada es tan cierto como parece. Da esa impresión de
que algunas historias fueron creadas como armas de
manipulación de la conciencia. Y si lo vez resulta que es
verdad. Esos conceptos sobre el bien y el mal siempre
deben ser replanteados, aunque se corre el riego de dar
apertura a otras ideologías malsanas que justifiquen
ciertos estados de perversión dañina en la sociedad.
Además el concepto del pájaro que sale del cascaron... te
confieso que en este momento de mi vida me siento
marcado a fuego por esa simbología. Siento que todo en mi
esta mutando y ese proceso modifica todo mi entorno
inevitablemente.
- Sin duda alguna. - Replico ella - A medida que uno va
creciendo se va encontrando con nuevos senderos por
donde dejarse ir. El problema es no tener la suficiente
capacidad para desandar el trecho andado y perderse en
medio de un valle infesto donde la verdad se camufla
entre las sombras de lo que uno cree valido.
- Tienes razón. Así es...
Esa noche Lucas regreso a la casa inyectado de un
vehemente deseo de escribir algo sobre aquel tema. Se
71. 71
sentó en su escritorio y a la luz de una pequeña lámpara
empezó a escribir los siguientes versos: “Noche sin
luna/Sin estrellas/ ¿Donde ir?/No encuentro un lugar/Ni
un viejo maestro/Ni uno nuevo/Que me arranque la piel
como un cascaron/ ¿Quien me responderá en mis
sueños?/Esa marca de Caín/Es como una soga que se
enreda mil veces en mi cuello/ ¿Por qué no alumbra el
sol por este sendero?/ ¿Donde ir?/ ¿Donde ir primero?/
¿Donde ir?/ Ella nunca vendrá por mi/ Es por la marca
de Caín/ La marca de Caín en mi/ En mi.
Luego tomo su guitarra y empezó el rasgueo con un la
menor. Tarareo la letra en algunas ocasiones para
intentar lograr el ritmo. Después de algunas pruebas se
acostó a dormir satisfecho. Al día siguiente, después de
las clases invito a Max a su casa y le mostro el tema.
Max se sintió confuso al principio, pero finalmente se
entusiasmo y entre los dos escribieron el coro que decía
así: “Esta vez/Tal vez va a ser mejor/Que comience a
sacarme esta fe/ Que comienza a estropearme mi ser/
Ahora seré para ti/ Ahora seré para el aire/ Ahora seré
para nadie/”
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Finalmente decidieron ponerle titulo a la canción. Se
llamo Abraxass, retomando el libro de Hesse. Juntos
estaban de acuerdo en que nunca habían escuchado una
canción igual. Había algo claro y era que ese tipo de
música no le iba a gustar a nadie. A nadie que ellos
conocieran. Pero existía la posibilidad de que hubiese un
público que gustase de ese tipo de existencialismo. Por
otro lado, Max se dio cuente que Lucas estaba empezando
a pensar y a razonar de una manera distinta, pero
interesante. El solo tenia unos meses menos de edad que
el, pero a partir de ese momento lo empezó a ver como una
persona mucho mayor, con un concepto mas definido de la
vida y del mundo que lo rodeaba. El signo y el símbolo
estaban claros en su ser y desde ese entonces siempre
estuvo deseoso de hacer música con Lucas. Algo tendría
que ocurrir allí...
73. 73
XV
La sangre cubría su ropa. El amanecer indiferente
después de una noche de mucha lluvia ya se dejaba ver
detrás de los cerros. Ese amanecer naranja que los
borrachos odian. Ella estaba allí, tirada en medio de una
enorme estepa. Sentía el mareo y la inconsciencia y se
quedo boca arriba mirando el cielo. Un pájaro cruzó el
horizonte solitario y mudo. La saliva hacia tracción
rasposa por la garganta. Intentó mover su brazo
izquierdo pero un tremendo dolor le hizo olvidar esa
idea. Con mucho trabajo logró apoyarse sobre su lado
derecho y sentarse. Al hacerlo sintió como de su nariz y
su boca salía chorros de sangre. Empezó a toser y al
hacerlo sintió que su tórax iba a estallar. El dolor era
insoportable y solo pudo gritar y volvió a quedar
tendida en el pasto. Recordó el día que perdió la
virginidad. Nunca pudo olvidar el hilillo de sangre
corriendo entre sus piernas mientras aquel chico
eyaculaba un minuto después de haber empezado. Esa
extraña sensación de vergüenza ajena que es tan incomoda
74. 74
porque se siente casi como propia. Esa vez llego a su casa
aterrada de haber visto como sangro ¡Y ahora esta
cubierta de pies a cabeza! Se dio cuenta que muchas veces
magnificó cosas en su vida que no eran para tanto.
Especialmente en el amor. Como aquella vez que a pesar
de las advertencias de su padre salió corriendo detrás de
aquel tipo, a otra ciudad, solo porque quería estar con
él. No le importo su familia, sus sueños, sus estudios, no
le importo nada. Ella salió corriendo de allí porque
sentía que ese amor era demasiado grande y para siempre.
Recordó ese viaje en bus camino a su nuevo hogar, los
besos hambrientos y la carretera sinuosa, y en ese
momento cayo en cuenta que era la misma carretera que
estaba recorriendo hacia unas horas. Intentó
concentrarse pero no recordó muy bien que demonios hacia
en esa ruta, ni por que iba hacia allí. Su cabeza cada
vez le dolía más. Eso y el olor de los nardos que cada
vez se hacia más penetrante.
Charlotte pensaba en lo curioso que era el sonido del
viento cuando todo estaba en silencio. Esa brisa viajaba
75. 75
por el aire y se depositaba en sus oídos y generaba una
serie de ruidos que iban y venían. Ella entrecerró los
ojos e intentó concentrarse y entonces percibió que
detrás de esas capas de sonido hay otra cosa. ¡Si! Era
música. Un ritmo muy tenue que a medida que ella se iba
percatando se iba haciendo más fuerte. Pero era un
sonido indescriptible. Una música que nunca había
escuchado en su vida. Y entonces, a pesar de su estado, se
sorprendió al ver que todo su cuerpo se aunaba a esa
música y contribuía a generarle ritmo y acompañamiento.
Su corazón era como una percusión lenta que le daba el
compas a esa melodía tan particular. Sentía el bombeo de
sangre en su cabeza que coordinaba, en sincronización
perfecta con el sonido. Todo, todo estaba unido a través
de la materia sonora que la envolvía, ella, el cielo, el
paisaje, sus recuerdos, y hasta el dolor de su cuerpo. Tal
y como alguna vez le había dicho Lucas. ¡El! En ese
momento cayo en cuenta por que iba de retorno al pueblo.
Una discreta lagrima rodo por su mejilla. Charlotte cerró
los ojos y vio a su mama. Nunca se la llevaron muy bien
del todo. Eran como dos chicas que debían ser amigas
porque si. Porque es el derecho de las cosas, pero en
76. 76
realidad siempre hubo algo entre ellas que la alejaba, o
la ponía un poco indiferente y eso la hacia sentir
culpable. Incluso alguna vez llego a ver en los ojos de
su madre un destello de envidia hacia ella. Sentía en lo
mas profundo de su ser que su madre siempre quiso vivir
la vida que ella tenia, la belleza que ella irradiaba, la
libertad que ella profesaba, pero que nunca pudo tener
por estarla criando a ella y a sus hermanos. Alguna vez
Charlotte insinuó su idea a su madre durante alguna
acalorada discusión por una llegada tarde al hogar,
cuando aun vivan juntas. La madre le propino una fuerte
bofetada y las dos se quedaron mirándose fijamente, como
dos contrincantes furiosos dispuestos a pelear. En ese
momento Charlotte pensó que su padre la quería más a
ella que a la mama y una tenue sonrisa de satisfacción
asomo su rostro rojizo. Su madre también lo percibió y
muy probablemente pensó en lo mismo y entonces, en el
más completo silencio empezó a golpearla en el suelo de
la sala. Fue algo tan privado entre ellas que nadie en
la casa se despertó. No se escucho una sola queja, ni un
solo gemido. Al final, cansada y agobiada, la madre se
levanto del suelo y volvió a su habitación. Charlotte
77. 77
también hizo lo mismo. El incidente fue algo de lo que
las dos jamás volvieron a mencionar, pero siempre estuvo
allí entre ellas, acechándolas como una sombra mezquina
y ruin que todo lo destruye. Esa noche había sido como
una declaración de principios para las dos y a pesar de
la golpiza, Charlotte sintió que salió triunfante, que
era superior a su madre en todo sentido, y aunque nunca
supo bien por que, eso siempre la hizo sentir muy bien.
Incluso en ese momento, allí, tirada en mitad de la nada,
volvió a sentir esa rara satisfacción que la recobro
levemente del dolor de su cuerpo. Ella siempre creyó que
había algo malo en ella, una parte terrible que nunca
supo como controlar. Era como una bestia que por
momentos la poseía y la arrebataba a situaciones
complicadas a veces, deliciosas en otras, y peligrosas en
muchas mas, como la que estaba viviendo en ese instante.
Charlotte tenía una hermana mayor, de nombre Brenda,
quien también vivía en el extranjero. Era una de esas
personas que se hicieron solas a pulso y por tal razón
tenia esa manía de ver a los demás como objetos un tanto
78. 78
insignificantes e inferiores. Era la hermana que le
enviaba mensualmente dinero a Charlotte. Entre las dos
siempre hubo una relación fría e indiferente. Brenda
siempre se dio por enterada del amor incondicional de su
padre hacia su hermana y tampoco le intereso mucho.
Ella quería hacer su vida independiente, triunfar
laboral y económicamente. ¡Y vaya si lo hizo! Aunque, eso
si, ayudada por el matrimonio con un gringo empresario
que la llevo al otro lado del charco a enseñarle como es
un mundo primermundista. La muerte de su padre la tomo
con sorpresa pero sin mucha pena, por purísima caridad
decidió llevarse a la mama a vivir con ella. Incluso en
esa ocasión ofreció a Charlotte la posibilidad de viaje
que ella rehusó de plano. No tanto por viajar, pues
siempre fue un deporte que le encanto, sino por tener que
vivir bajo el mando de su hermana mayor. Por supuesto no
rechazo la ayuda monetaria. Siempre excelente al
simular, convenció a todos de sus ansias de ser
diseñadora y su entrega al estudio por encima de otras
cosas. En el fondo ella sabia que eso no iba a pasar.
Quedarse sola y financiada en una ciudad como esta era
una tentación ineludible. Ella siempre se entrego a sus
79. 79
deseos sin contemplaciones. Charlotte siempre fue así.
Charlotte en el cielo con diamantes. Charlotte
agonizando en el medio de aquel valle.
80. 80
XVI
Charlotte se convirtió en una presencia mágica en la
vida de Lucas. Su intelectualidad lo atraía como un
abismo y el se dejaba caer a ese vacio encantado. Cada
salida con ella estaba llena de magia y hasta el aire se
cargaba de expectativa y sorpresa. Finalmente una noche
en un bar llamado “Tabernáculo rocanrol” se atrevió a
expresarle sus nacientes sentimientos y se besaron. Las
cervezas y un par de porros los llevaron a una feliz
euforia que termino en la cama de Charlotte. Al otro día
Lucas se despertó con resaca y cual fue su sorpresa al
verla junto a el, desnuda, esa mañana. Decidió no hacer
ningún ruido y se fue directo para su casa. El sábado
posterior a esa cita se encontró con Charlotte en la
entrada del supermercado. Se saludaron con un poco de
extrañeza, pues el no sabia si besarla en la cara o en
los labios, y ella a su vez, no sabia si quería que la
besara o no. Cruzaron un par de palabras formales y él
le pregunto:
-¿Tu con quien vives?
81. 81
- ¿Importa?
- No, yo en realidad…
- Entonces no te metas en asuntos que no te competen
-Yo solo...
-Ya te dije.
Lucas comprendió que Charlotte era de esas personas que
solo permiten acceso hasta ciertos límites de su vida.
Era de esas personas que cuidaban con celo su intimidad
y que no cualquier persona podía tener acceso a esta. De
paso comprendió que en ese momento no significaba mucho
en la vida de Charlotte. O por lo menos eso fue lo que
pensó en ese momento.
Max por su parte comenzó a instruirse en el mundo de la
literatura. Pero no con un corte filosófico ni
existencialista, el era mas dado por los sueños y la
fantasía. Julio Verne vino a saciar sus deseos de viajar
por el mundo en busca de aventuras y se interno
profundamente en ese tipo de lectura. Un día, después de
82. 82
leer "El eterno Adán" se sentó en el borde de su cama y
empezó a tocar el bajo. Construyo un ritmo rápido y
martillarte y decidió escribir algo. El resultado fue el
siguiente: “El mar nos llena así/Las tierras ahora son
del agua/ Y nos acorrala en una pequeña mano/
Viajamos/ Viajamos/ La luz nos llega/La luz nos cala/
Ahora somos hermanos/ Viajamos/ Viajamos/ Vemos volver
el futuro/ Nacemos para morir de nuevo/ Desde nuestro
lado oscuro/ Morimos/ Morimos/ En las mortajas de lo
eterno/ En una roca ya sin vida/ Subimos/ Subimos/ Y
volvemos a empezar lo mismo/ Cayendo en nuestros
miedos/Muriendo en nuestros nidos/Morimos/ Morimos/
Siempre en el mismo mar/
El tema, luego de la parte de guitarra de Lucas, termino
teniendo un sonido blusero, pero sonaba a algo muy viejo,
mas del estilo de los 70`s lo cual hincho de gozo las
cabezas de los nacientes músicos que se sentían cada vez
mas excitados al ir encontrando su sonido natural. La
vida del colegio seguía siendo monótona y aburrida para
Lucas. Sus notas apenas si pasaban por el mínimo
83. 83
establecido y con eso se conformaba. Sus compañeros de
clase (a excepción de Max) lo miraban con cierta intriga
ya que se había convertido en un ser absolutamente
distante y huraño desde que decidió que quería ser
músico. Participaba poco en clase, pero cuando lo hacia
se notaba su carácter critico y profundo con respecto a
la aplicabilidad de los temas que veía con respecto a la
vida diaria. Los maestros tenían el concepto de un ser
intelectual perdido en la impenetrable fortaleza del
existencialista radical. Pensaban que si se pulía en un
estilo mas académico podría llegar a ser un gran
profesional en cualquier área, pero cada intento por
hablar con el terminaba en una arenga acerca de vivir
en un mundo sin ataduras y sin compromisos con nada que
tenga que ver con el status quo. Era como si el hecho de
ser "políticamente decente y correcto" lo pusieran en
estado de alerta defensiva. En ese tema era como tratar
de invadir la impenetrable fuerza de suburbia.
84. 84
XVII
Una tarde mientras Max iba camino a su hogar a realizar
un trabajo pendiente para el colegio, paso por una casa
que quedaba algunas calles antes que la suya. Un sonido
atronador lo hizo parar en seco en el medio del andén.
Era el golpeteo brioso de una batería en el interior de
la morada. Se notaba que la persona que estaba sentada
frente al instrumento, lo tocaba con una furia
exorbitada, pero curiosamente cálida. Max se sentó en el
andén y se quedo allí durante más de una hora
escuchando los ritmos y el sonido penetrante de los
platillos en su mente. Deseo ir corriendo, abrir la
puerta, ingresar y empezar a tocar junto a aquel
personaje con su bajo. A cambio el sonido se termino y
nadie salió de aquella casa, pero el quedo con la
curiosidad de saber quien era aquel personaje y decidió
que tenía que averiguarlo. Al otro día se paro a las seis
de la mañana enfrente a aquella casa en espera de ver
quien salía de su interior. No le importaba perderse las
clases, aunque era mejor alumno que Lucas, el colegio no
85. 85
era su devoción. Pasaron las horas y la imagen de la casa
continuaba pétrea. Una casa sin vida, llego a pensar en
algún momento. A eso de las once de la mañana, la puerta
se abrió de repente y surgió la imagen de un joven de
unos diecinueve años que impacto a Max de entrada.
Cabello largo hasta la cintura, barba descomunalmente
larga y mal arreglada, manillas de cuero en ambas
muñecas. El personaje salió con una bicicleta y ya se
disponía a montarla cuando fue interceptado por Max, que
se acerco nervioso y le dijo:
- Eh...perdón.... ¿Me permite un momento?
- ¿Qué pasa?
- ¿Usted es el que toca la batería en esta casa?
- ¿Para que?
- Es que ayer pasaba y me quede escuchando su forma de
tocar...
- ¿Y?
86. 86
- Me preguntaba si estaría interesado en formar parte de
una banda...
El joven baterista se quedo mirando a Max de arriba
abajo y lo condujo a una tienda cercana. Pidió dos
cervezas y un par de cigarrillos y escucho
concienzudamente la propuesta. La idea de crear un grupo
con un nuevo estilo le llamo la atención y no se
desanimo al oír que solo estaba el y un amigo con un
bajo eléctrico y una guitarra acústica.
- ¿Y ya han compuesto algo?… ¿Algo de ustedes?
- Tenemos dos canciones propias. El sonido es un poco
extraño y las letras lo son aun más. No trabajamos mucho
en la rima de los escritos, nos apasiona mas lo que dice y
los medios por los cuales llegamos a ellas. No hablamos
en un lenguaje rockero. Es más bien un estilo literario
pobre y falto de creatividad, lo acepto, pero nos encanta
lo que hacemos...
87. 87
- Excelente. Es lo que esperaba escuchar. Yo he estado en
algunas bandas, pero me he salido de todas porque no
quiero tocar música de otra gente. Cuando me siento en
la batería me gusta crear mis propios ritmos y seguir la
letra de las canciones para darle mas fuerza o mas
textura, pero la gente con la que he estado siempre se
enfrasca en interpretar música de otros. Es como volver a
hacer algo que ya esta hecho y eso me aburre, por eso
prefiero tocar solo....en fin, vengan una tarde a mi casa
con sus instrumentos y hacemos la prueba, para ver si
curtimos....
Max se despidió aquel día más que entusiasmado. ¡Ya
tenían baterista¡ y al juzgar por lo que había escuchado
el día anterior, era uno excelente. Inmediatamente se fue
corriendo a buscar Lucas a contarle lo sucedido.
Decidieron que esa tarde se dedicarían a ensayar sus dos
temas una y otra vez hasta sacarlos perfectos, para ir al
otro día a hacer la prueba con la batería.
88. 88
El nuevo personaje se llamaba Josué. Vivía solo en un
viejo caserón enorme, ya que sus padres vivan en el
extranjero y el se canso de vivir con una tía materna y
decidió irse a vivir solo en casa de sus padres. Ellos le
enviaban mensualmente una cantidad de dinero suficiente
para que pagara sus estudios y viviera sin mayores
apuros. Tan pronto como terminara el bachillerato el
debía reunirse con ellos en el exterior para empezar una
vida universitaria. Lejos de pretender dejar su autonomía
y sobre todo cambiar su batería por textos y cálculos
matemáticos y clases abrumadoras, Josué se invento que
había perdido el decimo grado y debía repetirlo. Sus
padres disminuyeron a manera de castigo la mesada y le
dijeron que si volvía a reprobar otro año, tendría que
viajar de inmediato junto a ellos. Pero en realidad Josué
lo que hizo fue ir a un centro de educación nocturna y
valido decimo y once en tres meses, quedándole así un
tiempo aproximado de dos años para disfrutar de su
libertad como le diera la gana. Era sin duda alguna, un
joven que sabía sortear las situaciones a su acomodo y
conveniencia. Mentalmente zagas y compinche con el que
se podía contar para lo que fuera. No podía encajar más
89. 89
perfecto en la vida de aquellos dos muchachos con ganas
de vivir su vida sin ninguna clase de control ni freno.
La prueba junto a Josué no pudo ser más exitosa. No solo
incluyo partes maravillosas de percusión en los dos
temas sino que contribuyo de manera precisa y
contundente en la composición de esas canciones. Con mas
experiencia y conocimiento en la música, sugirió de
manera amable, cambios en la voz y en la forma de rasgar
la guitarra de Lucas para que el ritmo fuera mas con las
partes de batería, sino que además insto a Max para que
agregara mas notas en la interpretación del bajo. Después
de varias horas de retomar una y otra vez las canciones
se sentaron satisfechos en la sala de Josué y brindaron
con botellas de vino y algunos porros por la formación
de la nueva banda. Josué también percibió después de
hablar algunas horas con Lucas que era un chico
chispeante y muy inteligente y al igual que Max se
sintió complacido de poder hacer música con alguien así.
No lo convencía mucho la forma de tocar la guitarra, ya
que se notaba la falta de destreza, pero en ese momento
90. 90
no sugirió nada en concreto para mejorar esa parte. Ya
llegaría el momento de hablar de eso...
91. 91
XVIII
Entre cosas del pasado, Lucas aprendía a vivir el futuro.
Ese pasado en el que era realmente feliz, pero no lo
sabía. La bendita ignorancia que nos absuelve de
equivocarnos. Ese pasado. Que es como un cenicero llego
de colillas y cenizas. De cigarrillos a medio fumar y
otros con el que casi nos fumamos hasta los dedos. Ese
pasado. Lleno de gente que no olvidamos, pero que por
algún motivo no llegaron a nuestro presente. No estarán
en el futuro. Ese pasado que nos cansamos de recordar,
que jugamos a cambiar para soñar que somos clarividentes
y vemos como seria ahora todo. Esa sentencia cruel,
injusta, terrible de decirnos a nosotros mismos "Si yo
hubiera..." Las cadenas del pasado que atajan al futuro.
El tiempo y su medida incansable de trazar siempre las
mismas horas todos los días. Una hora ganada es vida
perdida así se halla disfrutado o no. Así se halla amado
o no. Esa hora se fue y ya no volvió. Como el amor que ya
no esta. Un amor del pasado que ya no tiene futuro. El
tiempo es una broma cruel de la existencia, nunca esta
92. 92
donde queremos ubicarlo. Si estamos en el hoy, queremos
estar en el ayer, o en el mañana. O como le pasa a él, que
quería estar en el hoy, pero vivía en el ayer. Por eso
intentó inventar un pasado distinto, y correr lejos de la
tristeza. Correr lejos de Charlotte. Por eso decidió no
recordar épocas, solo recordar sentimientos, breves
momentos, eso lo hizo gozar, era parecido al amor, pero no
costaba tanto.
Lucas no era muy moderno. Seguía fumando mucho. No le
gustaba viajar, no le gustaba ver en televisión reallity
shows y no tenia teléfono celular. Y estaba cansado de
esperar la llamada de Charlotte. Dicho esto, se puede
concluir, que la culpa de aquel sufrimiento era
exclusiva de él mismo. Sabia lo que no tenia y nunca se
dio cuenta de lo que estaba repleto. Y eso le paso con
ella. La miro y la miro hasta el cansancio pero no la
vio. Si lo hubiera hecho, quizás no la hubiera amado
nunca. Ahora estaba lleno de palabras en su limbo
interno porque iban a nacer para ella, y nunca las dijo.
Y eso lo partía en dos. Eso lo hacia ser frágil ante ella.
93. 93
Y fue la misma razón por la cual su amor nunca fue
fuerte. No supo mostrarle a Charlotte esa fragilidad.
Siempre quiso mostrarse entero, para que ella se
sintieras segura. Y ella lo único que buscaba era
sentirte insegura con él. Eso era el amor. Pero Lucas no
lo conocía entonces. Conocía más bien el sufrimiento que
acarreaba una situación así. Y lo que le paso a él en
realidad le pasa a bastantes personas: Muchas veces
caemos y creemos morir de amor. Pero el amor es
resistente. El amor es imbatible. El amor nunca muere.
94. 94
XIX
Los días siguieron transcurriendo sin ninguna novedad.
Lucas seguía trabajando en el supermercado a
regañadientes los fines de semana. Detestaba levantarse
muy temprano un domingo y volver en horas de la noche
para ir de nuevo el lunes a estudiar. Deseaba usar ese
tiempo para tocar la guitarra y para escribir canciones.
Llego a insinuarle a Josué que le prestara algo de
dinero para comprar la guitarra, pero Josué cortó las
alas de aquella intención con un solo comentario:
- Cuando yo quise ser baterista empecé a ahorrar la
mesada que me envían mis padres hasta el último peso.
Trabaje en varias cosas por ratos para pagar mi comida y
mis transportes. Me prive de mucho pero finalmente reuní
el dinero suficiente para la compra. Cuando la tuve en
mi casa me di cuenta de que aquel cuento de ser músico
era mas que un capricho y que si había sinceridad en mi
anhelo. Desde entonces amo mi instrumento y no lo
95. 95
cambiaria por nada del mundo. Si quieres demostrarte que
lo que sueñas es de verdad, de muy adentro tuyo, has el
sacrificio como lo hice yo. Igual la banda puede esperar
por una guitarra eléctrica. Como estamos podemos seguir
practicando y componiendo...
Y así siguió pasando el tiempo en su trabajo hasta que
llego un suceso que le evitaría esa molestia.
Un sábado en horas de la noche Esther, la cajera que
reemplazaba a Charlotte, se empezó a sentir muy mal.
Aprovecho un momento en que no había clientes en el
supermercado y fue rápidamente al baño. En ese momento
subió Lucas de la bodega en busca de una etiquetadora.
Llego a la caja y no encontró a Esther, pero si encontró
que la registradora estaba abierta. Con un instinto
criminal saco un fajo de billetes y regreso corriendo a
la bodega. Al volver a su puesto de trabajo la sorpresa
de Esther no tuvo límites. De inmediato llamo al dueño
del establecimiento el cual llego como montado en un
96. 96
rayo a los pocos minutos. De inmediato reunió a todos los
empleados, cerro el supermercado y se dispusieron las
requisas correspondientes. Todos salieron limpios y
Esther fue despedida ese mismo día, por su
irresponsabilidad ante la mirada atónita de los demás
dependientes, excepto la de Lucas, quien se mantuvo
sereno y mirando fijamente a los ojos a todo el mundo. No
sabía cuanto había robado, pero no le importaba. Su
guitarra era su meta y los medios por los cuales llegara
a ella lo tenían sin cuidado. De igual manera no le
importaba el hecho de que por su acción hubieran
despedido a Esther. A partir de ese momento se dio cuenta
de que se podía comportar como un cínico y que su sueño
de ser músico estaba por encima de todas las demás
arandelas de su vida, incluyendo sus propios valores...
97. 97
XX
Lucas caminaba por pequeñas calles tratando de aclarar
sus ideas. Se encontraba en un momento de su vida en
donde no sabía si sentirse feliz, o por el contrario verse
devastado frente al espejo. La relación con su padre no
era la mejor ya que algunos canales de comunicación
entre ellos se habían roto para siempre. Ya no lo veía
como al niño al que hay que cuidar y se sentía
desorientados al ver que se estaba convirtiendo en un
hombre algo extraño al igual que sus abuelos. El era
consciente de esa situación, pero no podía hacer nada
para remediarlo, el era así simplemente, aunque ellos no
lo entendieran. Además no sabía como acercarse. A veces
sentía deseos de llegar corriendo y abrazarlos y decirles
que los amaba, pero luego pensaba que eso era ridículo y
que él no tenia la suficiente energía para expresarse
así. En vez de eso llegada en silencio y se encerraba en
su habitación a tocar la guitarra o a leer un libro. Se
encontraba leyendo en ese momento "El juguete rabioso"
de Roberto Arlt. Últimamente se había empezado a
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inquietar por su futuro, pero de una forma distinta.
Temía que el sueño de ser un artista se disipara y
terminara detrás de un escritorio, en alguna oficina
oscura, rodeado de papeles y con una corbata barata
colgada en el cuello. Sufría lo indecible cuando se
imaginaba en alguna construcción, pegando ladrillos y
haciendo mezclas de cemento para ganarse la vida. Pero
esas preocupaciones se desvanecían cuando tomaba su
guitarra y empezaba a tocar. Ese era el mundo en el que
se sentía pleno y trataba de sumergirse en el por la
mayor cantidad de tiempo posible. Se podría decir sin
temor a exagerar que Lucas vivía dentro de él mismo.
Charlotte por su parte le ayudaba a destruirse un poco
más por dentro. Era una relación extraña, donde no eran
novios, pero el sentía que eran mas que amigos, y nunca
la entendía. El sabia que al otro lado de la pared estaba
ella, y a veces la buscaba a escondidas de sus abuelos,
pero siempre tenia esa extraña sensación de estarle
haciendo perder el tiempo, entonces se iba y duraba días
tratando de evitarla en aquella casa. Charlotte a veces
se iba de paseo o simplemente duraba días sin ir y Lucas
se sumergía en terribles pensamientos, imaginando que
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estaba con alguien mas. Luego la veía y trataba de
reclamarle, pero entonces Charlotte le recordaba que no
tenían esa clase de relación para recibir reclamos y él
se iba a caminar a la calle, solo, con toda su pena sobre
sus hombros.
Los ensayos con la banda proseguían presurosos y
cabalgantes. Al principio eran solo dos horas, una o dos
veces por semana, pero después de un tiempo se empezó a
ensayar cuatro veces por semana en sesiones de hasta
cinco horas. Los muchachos antes de desgastarse se
animaban aun más y la energía fluía por sus poros. Esas
prácticas expandieron las mentes de los integrantes y
las posibilidades se empezaron a ver infinitas a los ojos
de Lucas. Pudo canalizar sus emociones de una manera más
concreta, incorporando riffs de acuerdo a los estados de
ánimo sugerentes de cada letra. En poco tiempo llegaron
a montar un gran repertorio de canciones, tanto covers
como temas propios. El favorito de la banda en ese
momento era un tema inspirado en Rita, quien se había
convertido en la fan mas fiel de la banda, ya que se
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ensayaba en casa de Josué, y como ella siempre estaba
allí, no se perdía ningún ensayo. Para ella el mundo del
rock era, al igual que muchas cosas en su vida, algo
desconocido. Se sentía intimidada ante algún sonido
distorsionado de la guitarra, o se abstraía cuando Max
interpretaba algún ritmo rápido en el bajo, o por el
contrario se sentía emocionada cuando Josué arremetía en
algún solo de batería. Los temas le parecían extraños,
pero al ser todo tan novedoso en su mundo, le fascinaba
de una manera especial. El tema decía así: “Pequeña flor
que corres lejos de tu jardín/ Corre veloz/ Que tu cuerpo
nace al fin/ Vienes acá/ Y prometes descubrir en mi/ La
inmensidad/ Y veras lo que no vi/ Juegas y caes/
caminando en esta tierra/ Sabrás de fangos/ Sabrás de
arenas/ Veras los astros/ Y las esferas/ Subirá tu alma
al fin/ Y amaras lo que tu quieras/ Pequeña/ Subirá tu
alma al fin/
Un tema compuesto con dos guitarras acústicas y algunos
sonidos de percusión de fondo. Sonaba a algo hippie, muy
sesentas, pero lejos de la textura que en ese momento se
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imponía en el rock. Pero a los muchachos eso parecía no
importarles. Eran tan atemporales en su sonido como en
su manera de ver y sentir las cosas que los rodeaban en
el mundo. Rita se complacía de escuchar aquella canción,
con letra principalmente compuesta por Max y Josué, al
igual que la música. A Lucas, a pesar de no haber
participado mayormente en la creación del tema, le
gustaba la canción por la forma tan grupal como se
compuso. Deseaba que siempre fuera así, ya que tenía la
extraña visión de componer más de cien temas para
escoger cuales irían en el primer disco. Sentía que todos
avanzaban hacia un progreso musical notorio que lo
llenaba de expectativas. Era como ir saltando en las
cumbres, dando pequeños pasos...aunque todo estaba por
cambiar.
102. 102
XXI
Fue antes del amanecer que se escucho el ruido de aquel
auto alejándose por la ruta panamericana. Las montañas
filosas se perfilaban como empotradas en el azul, muy
azul del fondo del cielo. Charlotte viajaba de vuelta a
aquel pueblo. El peaje a esa hora estaba despejado. Una
chica que no podía ser visible cobro el monto y el madero
de colores negros y amarillos se levanto. Mas adelante,
una pequeña guardia hizo detener el automóvil a un
costado e hicieron una lenta revisión de rutina. Después
dieron la luz verde y la marcha continuó.
Charlotte aun tenía ese sentimiento adolescente. Su
ímpetu alocado se negaba a irse a pesar que ya había
saltado la barrera de los veintitantos años. Ella estaba
sentada en esa silla y miraba sin descanso el horizonte
que se presentaba, a veces monótono y a veces precioso
por la carretera. Sentía como el viento se colaba por la
ventana y le acariciaba las manos. Y eso le traía
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recuerdos. Recuerdos de otras manos que también la
acariciaron. Y esos recuerdos traían caras tristes. Traían
neblinas. Y algo empezaba a doler un poco en el alma.
Pero entonces Charlotte encendió la radio y se entretuvo
sumergiéndose en las notas, en las voces de los
cantantes, en las letras pegajosas y comerciales. Y
entonces se sentía feliz. Como la luminosidad. Las horas
pasaban y faltaba poco para amanecer.
Se detuvo en una estancia que increíblemente estaba
abierta a esas horas. El sitio no estaba bien. No estaba
mal. Era solo un lugar de paso. Ella pidió algo ligero y
lo acompaño con un refresco. Después se fue y nadie
recordaría que ella estuvo allí. Ni siquiera ella, quien
probablemente archivaría ese recuerdo en alguna parte
distante de su memoria, en donde quedan todas las cosas
que consideramos inútiles y se desvanecen solas, con el
paso de los años. El lugar era atendido por una señora de
unos cincuenta años. Afuera, unos chicos sin camisa y
borrachos toman aguardiente y se ríen. Se ríen como si
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fuera la última vez que lo fuesen a hacer, y eso a
Charlotte, le pareció maravilloso.
- Hubo un derrumbe mas adelante. Tenga mucho cuidado
por ahí a estas horas – Escucho que le decía la señora
que la atendía, pero eso no le permitió disfrutar de la
comida. Pago y dejo propina y salió de nuevo a juntarse
con la ruta. Por momentos sintió un poco de
adormecimiento y un fuerte bostezo que le hizo perder
por un leve instante el control del timón. Se puso a
pensar que pasaría si se accidentara en aquellos parajes.
¿Qué pasaría? ¿Alguien la ayudaría? ¿Sus parientes y
amigos se enterarían? Decidió que esos pensamientos la
ponían triste y los desperdigo como los sueños pesados al
despertar. Paso una hora aproximadamente, cuando de
repente, encontró efectivamente en la carretera piedras
y barro por todos lados. Casi no se podía ver, pues la
luna se oculto detrás de una nube negra y las farolas
del auto solo dejaban ver algunos metros adelante y no
se veía más allá de eso. La brisa venia viciada de olor a
neumáticos y gasolina. Después de dar algunas vueltas
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mas por el serpenteante camino se dio cuenta que había
tierra, fango y piedras por algún tiempo más “¿Qué más
da?” Pensó, mientras continuaba avanzando lentamente,
atrapada en los preciosos jeans que sujetaban para si,
una preciosa figura.
Charlotte levanto su cabeza y descubrió que ante su
vista se divisaba un paisaje precioso. El verde de la
naturaleza casi se podía adivinar entre las colinas
oscuras y perfectas que se levantaba a ambos lados de la
carretera. Ver esa belleza le daba esa sensación de
totalidad, como pocas veces puede sentirse en la vida.
Recordó el momento en el que tuvo la fiesta de quince
años y por un breve instante sintió eso mismo. Antes que
llegara la gente, con ella de pie en mitad de la pista,
observando los arreglos florales, la delicada
preparación de cada detalle, el satinado de los manteles,
el bordado de su vestido, las luces, incluso hasta el
clima aquel día. Todo era hermoso, perfecto. Y Charlotte
lo recordó. Porque sintió eso mismo en la carretera. Le
pareció increíble volver a sentir algo así a kilómetros y