Ondina es una sirena que emerge del mar por primera vez y observa la crueldad del mundo exterior, lo que hiere su corazón. Decide regresar a las profundidades oceánicas a esperar que el mundo ya no sea tan duro. Más tarde, se siente sola y vacía mientras cambia, pero desea permanecer en su mundo infantil junto al mar. Finalmente, su alma espera escondida que el mundo ya no sea mundo, sino un mar azul donde las almas nobles puedan ser libres, descansadas y felices en el amor infinito de

1. “Ondina”
E
merger de entre las profundas soledades marinas a la luz del día. Eso
anhelaba Ondina. Un día, surgió curiosa su negra melena y sus ojos
sinceros e inolvidables vieron por vez primera la realidad del mundo
exterior. Observó todo de una vez: la envidia, como tiña, en los corazones;
la soberbia, la altanería, el rencor, los malos pensamientos convertidos en
míseras realidades…Lo que vio, hirió tremendamente su corazón de
esponja. Entonces, decidió volver a las profundidades oceánicas, a su
palacio infinito de corales y de soledades. ¿Para qué? Para esperar
pacientemente, angustiosamente, …que la vida real, allá en lo alto, donde
parecía confundirse con el sol…ya no fuera un día así, una caja de
Pandora, tan cruel, tan dura, tan llena de nada…
_Mar…mar… ¡no me dejes!...me siento tan sola… ¡no me dejes
tú también!...
_Yo te amo, Ondina mía, sabes que jamás te dejaré…
_Pero, ¿por qué me siento así? Tan vacía y descorazonada…
_Tal vez-respondió dulcemente el mar-estás cambiando, mi bella
Musa…Tal vez, sólo tal vez…ahora veas las cosas desde otro lugar: el de
una mujer que no se atreve a dejar su mundo de niña…
_ ¡Es que yo no quisiera cambiar…!! Estaba tan bien así: tú; tú y
yo…y nada más me importa en ésta, nuestra vida.
Desde ahí en más, el alma de Ondina, ya espuma impoluta,
invisible, transparente; aguarda, escondida en su castillo coralino
recóndito…que el mundo, ya no sea mundo; sino ,simplemente, un inmenso
mar azul-celeste, donde las almas nobles se hallen ¡por fin! libres,
descansadas, serenas, felices, plenas; llenas del amor de Dios: amor
infinito como el tiempo. Amor inmemorial que siempre está, estuvo y
estará. Está ahí, aguardándonos; sólo debemos, gratuitamente, disfrutar
de la magnanimidad de su Espíritu y, como la grácil Ondina, como su alma
pura de niña, dejar navegar nuestra existencia en la paz plena del perenne
amor divino.-
RosanaW
aisman.
11/07/2008