Este documento presenta un resumen de 3 oraciones del ensayo "Parodias de la identidad: una lectura de La española inglesa" de Antonio Becerra Bolaños. El ensayo analiza la novela de Cervantes a través de temas como lo femenino, el conflicto entre catolicismo y protestantismo, y los problemas de identidad. Compara la novela con "La gitanilla" y argumenta que ambas tratan sobre el engaño de los ojos y la superioridad moral de los personajes femeninos frente a los otros.
4. 79
Parodias de la identidad: una
lectura de La española inglesa
Antonio Becerra Bolaños
UNIVERSIDAD TÉCNICA DEL NORTE
RESUMEN:
La española inglesa ha sido objeto de múltiples acercamientos desde la crítica que
tienden a subrayar la visión positiva de la reina de Inglaterra y la ginecocracia;
el trasfondo del conflicto entre catolicismo y protestantismo; el conflicto entre
la nobleza y la burguesía emergente y los problemas de identidad dentro de
los intercambios económicos que se producen en la novela; la verosimilitud y
la vinculación de Cervantes con el mar. En este ensayo trataré de reflexionar
sobre algunos de estos aspectos, pero fundamentalmente me centraré en la
figura de Isabela y su proyección en los personajes de la novela para subrayar
su carácter de contrapunto moral y, de ahí, el elemento «paródico» que rige la
escritura cervantina en este ejemplo. El propósito de este ensayo es proyectar
una mirada distanciada de La española inglesa y tratar con ello de subrayar algu-
nas claves de lectura que no se han tenido en cuenta hasta la fecha.
* * *
No estaría de más recordar lo que Schevill y Bonilla, en la introducción a su clá-
sica edición de 19221
, señalaban acerca de La española inglesa. En aquella edición,
no habían mostrado excesivo entusiasmo ante esta novela, de la que subrayaban
su carácter inverosímil –solo apuntaban el hecho de que las cartas a la reina de
Inglaterra no obtuvieran respuesta como verosímil- y los rasgos autobiográficos
que aparecían en el texto («las aventuras marítimas y el cautiverio del protagonista
por corsarios en el mismo lugar en que Cervantes fue hecho prisionero en 1575»2
).
1 Cervantes, Miguel de. Novelas ejemplares, I, R. Schevill y A. Bonilla (int.). Madrid, Jorge A.
Mestas Ediciones, 1999.
2 Schevill y A. Bonilla, «Introducción», en Cervantes, op. cit., p. 10.
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El asunto de la novela es sencillo, no tanto sus quiebros y requiebros. Ya
el título nos advierte del oxímoron o la paradoja en el contexto histórico en el
que aparece, que es matizado por Johnson,3
para quien es más una ecuación,
puesto que tiene como característica «la intercambiabilidad de sus dos miem-
bros, así que La española inglesa significaría «la española que también es inglesa»
y «la inglesa que también es española»4
. Este es un aspecto que se subraya
además con el hecho de que el personaje principal comparta el nombre con la
reina de Inglaterra, como si de esta manera Cervantes quisiera presentarnos
una suerte de juego de espejos deformados: el reflejo de la Isabel española es
la Isabel inglesa y la reina Isabel. La Isabel española es hija de comerciantes;
la inglesa, de nobles. A lo largo de la novela, por otro lado, asistimos a una
serie de travestimos y mutaciones: la Isabela inglesa se viste de española y la
española, de inglesa; pierde su hermosura y la vuelve a recobrar.
Recordemos que la toma de una niña como parte del botín tras el ataque
inglés a Cádiz da pie a la novela (el suceso histórico puede ser el saqueo de 1587
o 1596, o «cualquier otra incursión inglesa en suelo español que permanezca
en la memoria popular»5
). Clotaldo la lleva a Inglaterra. Cuando Isabela, bau-
tizada así por los ingleses, crece, el hijo de Clotaldo, Ricaredo, comprometido
con una doncella escocesa, se enamora de ella. Isabela debe ser mostrada a la
reina para que dé su beneplácito a la boda de ambos. Aquella, fascinada por la
belleza de su homónima, la toma bajo su protección y pone a su servicio a Rica-
redo, quien a su regreso trae a los padres de Isabela. Durante su ausencia en la
mar, un noble, Arnesto, se enamora de Isabela; su madre envenena a Isabela,
que salva la vida, pero queda deforme, lo que provoca el desagrado de la reina,
quien la libera de su compromiso y se la entrega a Ricaredo, que sigue querien-
do casarse. Sus padres no lo permiten: Isabela regresa a España con la promesa
de su amado de irla a buscar y Ricaredo, que tiene que casarse con la dama
3 Johnson, Carroll B. «Catolicismo, familia y fecundidad: el caso de La española inglesa en Se-
bastián Neumeister (coord.). Actas del IX Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, I.
Berlín/Frankfurt am Main, Vervuert Verlag, 1989, pp. 519-524.
4 Johnson. op.cit., p.519.
5 Martínez-Góngora, Mar. «Un unicornio en la corte de una reina virgen: «Ginecocracia» y
ansiedades masculinas en La española inglesa. Cervantes: Bulletin of the Cervantes Society of America.
Núm. 20, 2000, p. 28.
escocesa, parte a Roma en peregrinación. Tras una serie de peripecias, aparece
en Sevilla justo antes de que Isabela, recobrada su belleza, y pensando que su
amado está muerto, entre en el convento, ante el regocijo de quienes la rodean.
Recordaba Alfonso Reyes6
que, en La española inglesa, los personajes ingle-
ses eran casi todos simpáticos, incluida la reina Isabel, y es algo que ha llamado
la atención de los críticos, como también, entre otros aspectos, y vinculado con
la figura de la reina virgen, lo femenino en la novela;7
el conflicto entre catoli-
cismo y protestantismo;8
el conflicto entre la nobleza y la burguesía emergente
y los problemas de identidad dentro de los intercambios económicos que se
producen en la novela;9
la verosimilitud10
y la vinculación de Cervantes con
el mar.11
Pero, vayamos por partes, y veamos de qué forma van apareciendo
algunos de estos temas en la novela.
En primer lugar, lo femenino en la novela, tema por el que Cervantes muestra
predilección –no en vano, sus personajes femeninos siempre adquieren autonomía
y su presencia dentro de la trama es decisivo—, hace que vinculemos esta novela
con «La gitanilla», por cuanto en ambas narraciones se produce un rapto, un robo.
No es, como sabemos, la única de las coincidencias que mantienen ambas novelas.12
6 Alfonso Reyes. «Cervantes en Inglaterra». Alfonso Reyes lee el Quijote: artículos, ensayos. A. Casta-
ñón y A. Reyes (comp.) México: El Colegio de México, 2008, pp. 37-38.
7 Martínez-Góngora, Mar, op.cit; Stoops, R. M «Elizabeth I of England as Mercurian Monarch
in Miguel de Cervantes’ La española inglesa», Bulletin of Spanish Studies: Hispanic Studies and Re-
searches on Spain, Portugal and Latin America, 88:2, 2011, pp. 177-197.
8 Clamurro, William H. «The sins of the father. La española inglesa». Beneath the Fiction: The Con-
trary Words of Cervantes’s Novelas Ejemplares. New York: Peter Lang Publishing Inc., 2012,
pp.99-121.
9 Señala Clamurro, a propósito de este aspecto, la «digressive preocupation with money, mate-
rial godos in general, and even the details of international financial transactions (the cédulas,
cartas de crédito, and so on)» (op.cit. p.102). No hay que olvidar el conocimiento del propio Cer-
vantes de estos documentos cuando trabajó como recaudador para la Gran Armada (Castro,
Américo. El pensamiento de Cervantes. Madrid: Editorial Trotta, 2002).
10 Montero Reguera, José. «La española inglesa y la cuestión de la verosimilitud en la novelística
cervantina». Actas de los Congresos de la Asociación Internacional Siglo de Oro, 1996, pp. 1071-1077.
11 Hoyos Ruiz, Antonio de. «Cervantes y el mar». Anales de la Universidad de Murcia, 1950, pp.
119-129; Cruz, Jorge (2005). «Cervantes entre moros y cautivos». Lecturas cervantinas. Buenos
Aires: Academia Argentina de Letras, 2005, pp. 177-210.
12 Eric D. Mayer («The secret of narrative: a structural analysis of Cervantes’s Novelas ejem-
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En La gitanilla, recordemos, una gitana vieja cría a una muchacha «en
nombre de nieta suya».13
En La española inglesa, un caballero inglés arranca de
los brazos de sus padres a una niña que acabará siendo criada como su hija, a
pesar de ser un despojo de guerra. En ambos casos, media un delito, un pecado
(el rapto) que, curiosamente, no se castiga. Ambas muchachas son bellas y
tienen la virtud como característica esencial, que está vinculada con la belleza.
Y, en ambos casos, el enamorado –un noble— desciende de su estatus social
para poder obtener el amor de su amada. Indudablemente, se podría afirmar
que la primera novela es el reverso de la segunda por quién es el actor del
secuestro; es decir, si en la primera es una gitana, cuya maldad le es propia
por su condición, en la segunda es un aristócrata, quien ha de ser considerado
virtuoso. Mientras el interés del rapto para la primera está claro, no lo está
para el segundo, cuyas intenciones desconocemos,14
aunque pueda haber un
interés de tipo sexual soterrado.
Me interesa subrayar, por otro lado, que se trata de un robo y ello condu-
ce inevitablemente a que observemos al personaje femenino como una cosa;
pero son los otros quienes la consideran así, algo que debemos observar como
una estrategia, por parte de Cervantes, no solo de subrayar la dignidad de Isa-
bel, convertida y, por tanto trastocada, en Isabela; sino su superioridad moral
frente al resto de los personajes de la novela, si bien, de acuerdo con Clamurro,
«although not an aristocrat, has the implicit superiority of being Spanish».15
Mientras los demás personajes actúan por interés, la gitanilla (Preciosa)
e Isabela actúan por naturaleza de forma recta, a pesar de la opinión de los
plares». Neophilologus núm. 89, 2005, pp. 371–382) subraya la comparación con «El amante
liberal» por su tratamiento neobizantino, si bien apunta la más cercana con «La Gitanilla»:
«Yet, the former concludes by posing a problem of truth in a way more reminiscent of «La
Gitanilla»’s conclusion, which is punctuated, as we know, by Preciosa’s sudden and radical
transformation», p. 376.
13 Cervantes. op.cit., p. 25.
14 «The kidnapping of an innocent young girl is here the inexplicable deed of a supposedly
virtuos English aristocrat. The motive (his admiration of the child’s beauty) is never convin-
cingly justified» (Clamurro. op.cit., p.101).
15 Ibídem, p.102.
demás,16
lo que está vinculado con la idea del engaño de los ojos17
en ambas
novelas ejemplares. Diríamos, entonces, que, como en otras ocasiones, Cer-
vantes señala el problema de la apariencia como uno de los males que aquejan
a la sociedad de su tiempo y que extiende, entonces, a la Inglaterra isabelina.
Hay que recordar lo que, volviendo a La Gitanilla, le dice Preciosa a Andrés:
Ojos hay engañados que a la primera vista tan bien les parece el oropel
como el oro; pero a poco rato bien conocen la diferencia que hay de lo
fino a lo falso. Esta mi hermosura que tú dices que tengo, que la estimas
sobre el sol y la encareces sobre el oro, ¿qué sé yo si de cerca parecerá
sombra y tocada, cairás en que es de alquimia.18
En La española inglesa, Cervantes refiere asimismo explícitamente el enga-
ño de los ojos. Ricaredo rescata a los padres de Isabela y los lleva a la corte
inglesa vestidos «de nuevo a la inglesa».19
Isabela, en un primer momento,
alza los ojos y mira a «los que decían ser españoles, y más de Cádiz, con deseo
de saber si por ventura conocían a sus padres».20
Su madre la mira, «y en la
memoria de Isabela se comenzaron a despertar unas confusas noticias que le
querían dar a entender que en otro tiempo ella había visto aquella mujer que
delante tenía». De igual manera su padre no se atreve «a dar crédito a la ver-
dad que sus ojos le mostraban».21
Ricaredo asume voluntariamente el papel de testigo de ese debate de los
tres «entre el sí y el no de conocerse».22
Isabela, por último, expresa su deseo
«que hablase la que pensaba ser su madre: quizá los oídos la sacarían de la
duda en que sus ojos la habían puesto».23
De la narración de Cervantes, in-
16 La hermosura y habilidades de Isabela había llegado no solo a los oídos de la reina, sino «a
todos los de la ciudad» (Cervantes. op.cit. p.183).
17 Castro. op.cit.
18 Cervantes. op.cit., p. 59.
19 Ibídem, p. 196.
20 Ibídem, p. 197.
21 Ibídem, p. 198.
22 Ídem.
23 Ídem.
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PARODIAS DE LA IDENTIDAD: UNA LECTURA DE LA ESPAÑOLA INGLESAJORGE R. G. SAGASTUME
teresa la adquisición de la conciencia a través de los sentidos, una manera en
que Isabela vuelve a la verdad, que es su origen, y que podríamos vincular con
el epicureísmo.
La referencia a los atuendos o los vestidos de los personajes (a la española
o a la inglesa) subraya asimismo la manera en que son juzgados por los de-
más; la belleza de Isabela es remarcada por los ropajes con los que se presenta
ante la reina; los padres de Isabela aparecen vestidos a la inglesa; Ricaredo se
presenta vestido como un valeroso guerrero. Sin embargo, hemos de esperar a
que sea su palabra la que desvele la verdad de sí mismos.
La lengua, por otro lado, también toma un carácter central, puesto que
puede ocultar, pero también desvelar. Para salvar los obstáculos de la comuni-
cación, se habla indistintamente en español o inglés. De hecho, la propia reina
habla, cuando lo estima necesario, en español o hace uso de Isabela como
intérprete. Quien habla muy poco es, curiosamente, Isabela, quien solo podrá
tomar autonomía, es decir, apropiarse de su discurso, a partir del regreso a
España. Pero, antes, en Sevilla, Cervantes compara a Isabela «como roca en
mitad del mar, que la tocan, pero no la mueven las olas ni los vientos»,24
en
referencia al «ruido» del exterior, entendido este como el que provocan los
galanes y las alcahuetas que desean confundirla y poseerla o utilizarla. Su si-
lencio se podría entender como prudencia en un mundo donde todos tienen
que decir, y en muchas ocasiones lo dicho no revela la verdad.
Es en España, al final de la novela, cuando toma la palabra para contar
su historia, que extracta Cervantes, de tal manera que muy bien podríamos
plantearnos como lectores, tras haber recibido una narración en tercera per-
sona, y ante la aparición de la voz de la protagonista, como señala Ruiz Pérez:
cuál es el orden de inserción de los dos relatos: ¿la traslación escrita de la
historia de Isabela que se inserta en el marco narrativo de la novela, o es
ésta la que surge de la puesta en texto del relato que la protagonista acaba
de exponer verbalmente al final de la novela? ¿Debe ésta recomenzar en
24 Ibídem, p. 210.
un laberinto sin salida, en uno más de los juegos propios de la mesa de
truco mencionada en el prólogo?25
Desde la primera línea de la novela, se subraya el carácter de botín de
Isabel, de despojo y, a lo largo del relato, solo en una ocasión será dotada de
humanidad. Isabela pasará a ser un «riquísimo despojo»;26
una «prisionera»;27
«tesoro», «prenda»;28
«joya»29
y, tras ser envenenada, la reina le dice a Rica-
redo que se lleva una «riquísima joya encerrada en una caja de madera»30
y,
como compensación, le ofrece una buena dote.
Como se puede ver, Isabela se convierte en objeto de intercambio econó-
mico31
y, en ese contexto, aparecen diversas referencias a lo largo de la nove-
la.32
Indudablemente, todo el texto está recorrido por aspectos de índole eco-
nómica: todo es objeto de intercambio y de interés y se inscribe en el proceso
de desarrollo del capitalismo. Isabela es una suerte de mercancía que sirve a
unos propósitos que no están del todo claros. Cuando los padres de Ricaredo
son obligados a presentarla ante la reina, tras ocho años de haberla tenido pri-
sionera, y buscando disculpas, acuerdan «que Isabela no fuese vestida humil-
demente, como prisionera, sino como esposa, pues ya lo era de tan principal
esposo como su hijo».33
Sin embargo, hay un aspecto que hay que subrayar, por cuanto se pre-
senta de manera contradictoria el pensamiento de Clotaldo. Isabela es vestida
«a la española» de manera rica; sus cabellos son entretejidos y sembrados de
diamantes y perlas. «Toda esta honra», escribe Cervantes, «quiso hacer Clo-
taldo a su prisionera, por obligar a la reina la tratase como a esposa de su
25 La distinción cervantina. Poética e historia. Alcalá de Henares (Madrid): Centro de Estudios Cer-
vantinos, 2006, p. 274.
26 Cervantes, op. cit., p. 179.
27 Ibídem, pp. 181, 183 y 184.
28 Ibídem, p. 185.
29 Ibídem, pp. 194 y 195.
30 Ibídem, p. 204.
31 Martínez-Góngora. op.cit.
32 Clamurro. op.cit.
33 Cervantes, op. cit., p. 183.
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hijo».34
Aquí hay que señalar que no se trata de una honra a la prisionera. Por
un lado, el caballero y su mujer tienen miedo de ser descubiertos, ya que son
católicos; por otro, no saben cómo excusarse por no haberla presentado en
su momento, cuando pasó a formar parte del botín del caballero y «hallaron
sería bien disculparse con decir que desde el punto que entró en su poder la
escogieron y señalaron para esposa de su hijo Ricaredo»,35
como mal menor,
ya que esta culpa (la de no pedir licencia para la boda) «no les pareció digna
de gran castigo». Clotaldo ha cometido un crimen, cuyos motivos son oscuros,
y ha de tratar de no ser condenado por ello.
Además, el hecho de «obligar a la reina» esconde el deseo de Clotaldo,
como hombre, de imponer su voluntad sobre la mujer. La corte inglesa descri-
ta por Cervantes es reflejo de una ginecocracia: son solo mujeres quienes ro-
dean a la reina virgen-madre y quien es aceptado para servirla, y cumple con
su servicio de la mejor de las maneras posibles, es Ricaredo, quien se presenta
armado ante la reina, pero tocado con
un sombrero de gran falda, de color leonado, con mucha diversidad de
plumas terciadas a la valona; la espada, ancha; los tiros, ricos; las calzas,
a la esguízara. Con este adorno, y con el paso brioso que llevaba, algunos
hubo que le compararon con Marte, dios de las batallas, y otros, llevados
de la hermosura de su rostro, dicen que le compararon a Venus, que para
hacer alguna burla a Marte de aquel modo se había disfrazado.36
Ricaredo es percibido, por tanto, como una figura ambigua sexualmente,
como ambigua es la identidad de Isabela. Ricaredo puede pasar, en una corte
de mujeres, por una mujer travestida de hombre y, por eso mismo, es aceptado.
Con ello, y a pesar de que esa percepción sea producto de los otros, es presen-
tado como alguien que es propio de un mundo de mujeres.37
34 Ibídem, p. 184.
35 Ibídem, p. 183.
36 Ibídem, p. 194.
37 Martínez-Góngora señala que la descripción del personaje corresponde a la de una «Venus
armata», de acuerdo con la tradición renacentista, para referirse a la mujer «viril». El hecho
de que se subraye la feminidad de Ricaredo, considera, «sugiere la ansiedad que provoca en
Si bien es cierto que Clotaldo y su mujer integran a Isabela en su familia
y que, posteriormente, la reina virgen asumirá el papel de madre, únicamente
los padres naturales (rescatados por Ricaredo) de Isabela y Ricaredo serán
capaces de aceptarla tal cual es. El amor más allá de la pulsión sexual de Rica-
redo, como ya apuntara Clamurro, señala el ascenso moral del personaje y su
descenso social (de casarse con una noble a una burguesa), pero, además, sirve
para redimir el pecado del padre que da origen a la novela.38
Tiene más que
ver con la virtud, asociada con el esfuerzo propio o con la determinación, que
con el linaje o el abolengo.
Tal vez, siguiendo la lectura de Blanco Aguinaga, Rodríguez Puértolas
y Zavala,39
se puede afirmar que estamos ante la reivindicación de la clase
social emergente a la que pertenecía Cervantes. La novela, por tanto, habría
de ser leída en clave burguesa. En este sentido, el autor estaría planteando una
propuesta social a partir de un relato situado en un lugar lo suficientemente
cercano como para que el lector pudiera establecer las precisas analogías, de
manera que comprendiera que la nobleza no es hereditaria.
Este aspecto es, a mi entender, crucial. Los personajes que debieran ac-
tuar como les corresponde, mostrando una elevación moral, no lo hacen: Clo-
taldo, a pesar de ser católico, es un ladrón; su mujer, de igual manera, se
mueve por el interés y recela de Isabela. Ni siquiera la reina Isabel es capaz de
actuar de acuerdo con la nobleza que se le supone, ya que se deja llevar por la
apariencia de Isabela. Cuando su belleza desaparece, la reina abandona y, por
el cortesano la necesidad de demostrar públicamente su masculinidad en el caso de hallarse
sometido al control político de una mujer. Aún más, Cervantes parece proyectar en Ricare-
do la presencia de una cierta crisis de identidad masculina, común entre los miembros de
una emergente burguesía intelectual, obligados a negociar posiciones de autoridad en una
estructura de poder todavía dominada por la nobleza hereditaria y la institución de la Iglesia
(Correll 241)» (op.cit., p.36).
38 «The triumph of love and virtue is rendered by means of a story that also suggests a qui-
te radical inversion of social hierarchical values, identities, and conventional beliefs. The
triumph is thus not without its shadows, chief among which may be the question of whether
Ricaredo’s love fully redeems the initial «sin of the father» or whether the youth remains
caught in that same mentality and merely repairs in part the first crime by his sacrifice of
identity and his submerging into an alien culture and «inferior» social status» (op.cit. p.121).
39 Historia social de la literatura española (en lengua castellana). Madrid: Akal, 2000.
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tanto, además, es una mala madre. Este será uno de los hechos que la hacen
descender y la sitúan por debajo de su homónima española.
Isabel, además, hará uso de la magia para tratar de devolverle la vida
a Isabela («Mandó llamar la reina con priesa a sus médicos, y, en tanto que
tardaban, la hizo dar cantidad de polvos de unicornio, con otros muchos an-
tídotos que los grandes príncipes suelen tener prevenidos para semejantes
necesidades».40
) Señala Stoops que era conocida la admiración de Isabel I por
el conocimiento esotérico.41
No veo, sin embargo, como apunta Stoops, fasci-
nación por parte de Cervantes por este hecho, ya que el escritor se inscribe en
la corriente escéptica hacia todo lo que provenga de la magia.42
Por su parte,
Martínez-Góngora señala cómo la referencia al remedio:
alude al poder de esta Reina Virgen, a cuyo paso todos los unicornios
sucumben y disgregan toda su materia hasta convertirla en polvo (Cirlot
357). Sin embargo, la imagen del «unicornio» desarrolla otros sentidos
diversos […]. Al sentido de pureza se añade el de la fuerza fálica de su
cuerno, violenta y penetradora […]. De esta manera, al sentido pasivo de
la pureza virginal, se une el de la capacidad de agresión, lo que subraya
40 Cervantes, op. cit., p. 203.
41 «In the particular case of Queen Elizabeth I of England, it is not a secret that this monarch
inherited and favoured an intellectual environment in which esoteric knowledge, including
alchemy, prospered under the royal protection. Equally revealing is the fact that in several
well known portraits the Queen took pleasure in surrounding herself with symbols which be-
longed squarely in the alchemical tradition, such as eagles, pelicans, phoenixes and snakes»
(op.cit. pp.179-180).
42 Soledad Pérez Abadín Barro («La Arcadia y otros modelos literarios del Coloquio de los perros de
Cervantes: apuntes sobre magia». Nueva Revista de Filología Hispánica, vol. LIV, núm. 1, 2006,
pp.57-101) ofrece diversos ejemplos en los que Cervantes pone en duda los prodigios de este
tipo de remedios: «Así ocurre con el filtro amoroso que una morisca proporciona a la «dama
de todo rumbo y manejo» prendada de Tomás en El licenciado Vidriera. A la vista de los efec-
tos perniciosos de esta sustancia, que turba el juicio del protagonista, el narrador sentencia:
«como si hubiese en el mundo yerbas, encantos ni palabras suficientes a forzar el libre albe-
drío; y así, las que dan estas bebidas o comidas amatorias se llaman veneficios; porque no es
otra cosa lo que hacen sino dar veneno a quien las toma». Tampoco en el Persiles las artes de
la mujer de Zabulón logran para Hipólita el amor de Periandro, sino sólo su enfermedad,
resultado de la postración que los sortilegios de la judía causaron en Auristela. Aunque la
magia obra el restablecimiento de la protagonista, la opinión autorial cuestiona su eficacia y
atribuye la triaca del veneno a la misericordia de Dios» (pp.81-82).
la percepción de una Isabel andrógina en consonancia con otras manifes-
taciones literarias renacentistas. En estos textos, el elaborado simbolismo
con el que se construye esta retórica de la androginia se propone denotar
que en el reinado de una soberana impera la justicia, contemplada ésta
como valor masculino, a la vez que la equidad, siendo considerada esta
cualidad como eminentemente femenina».43
Se podría afirmar, por otra parte, que el relato ofrece un proceso de des-
acralización de la reina, como afirma Ehrlicher, para quien la reina aparece
«como una figura accesible, asombradamente humana y tolerante»,44
aunque
su actitud ante el proceso de degeneración física de Isabela la hace descender
a un plano que no corresponde con su jerarquía social, como he comentado.
El hecho de compensarla económicamente acentúa ese carácter material,
profano, de la reina inglesa, preocupada más por acumular riquezas que por la
espiritualidad. Hay que subrayar que mientras las referencias a la religión ca-
tólica son constantes y fluctúan entre una religiosidad verdadera –la de Isabela
y Ricaredo— y otra más aparente –la de Clotaldo y su mujer-, el protestantis-
mo no se refiere, por lo que se podría afirmar que no existe como elemento de
discusión válido para Cervantes. No existe, por tanto, duda sobre la verdadera
religión, sino sobre su praxis.
¿Podríamos, entonces, considerar La española inglesa una parodia? De alguna ma-
nera sí, ya que el personaje histórico aparece como reverso de sí mismo, y a él
se unen el resto de personajes que lo acompañan. El pensamiento puramente
materialista de Isabel de Inglaterra opera de la misma manera que lo harán,
en otros textos, otros personajes de los poemas heroico-cómicos; así, su figura
histórica queda profanamente humanizada. En este sentido, quien únicamen-
te responde a esa altura moral y, por tanto, espiritual es Ricaredo, quien decide
abandonar su estatus social y su nacionalidad para, a través del amor, encon-
trar la redención que no puede encontrar en su patria.
43 Op.cit. pp.34-35.
44 Nevoux, Pierre. «Las Novelas ejemplares de Cervantes en el campo de batalla de las interpreta-
ciones: reflexiones metodológicas aplicadas». Criticón, núm. 103-104, 2008, p.325.
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Recordemos que, tras ser envenenada y haber perdido su hermosura
Isabela, los padres de Ricaredo buscan «enviar por la doncella de Escocia»,
de manera que su belleza pueda hacerle olvidar la pasada de la española;
asimismo, piensan enviar a Isabela y a sus padres a España, compensán-
dolas por sus «pasadas pérdidas». Llegada la hermosa escocesa, Ricaredo,
temiendo que su presencia pueda dañar a Isabela, le declara su amor frente
a sus padres, como reconocimiento de su autoridad. El joven disculpa a sus
progenitores por la boda concertada antes de que «conociese lo que vales» y
define su amor, diferente al que «tiene su fin y paradero en el cumplimiento
del sensual apetito»;45
más allá de la hermosura corporal están las virtudes.
Ricaredo reconoce la imperfección de la fe católica que sus padres le ense-
ñaron y le pide matrimonio.
En este sentido, hay que leer la novela: el amor es el poder que lo mueve
todo, como escribiría Dante, y elimina las fronteras religiosas, sociales y políti-
cas. Quienes lo entienden son aquellos que pueden sustraerse de la apariencia
y encontrar la verdad, que se presenta asociada con la memoria, como me-
canismo activador de la identidad.46
De igual manera que Isabela descubre a
sus padres, al final de la novela, vuelve a descubrir a Ricaredo: «Estampado
os tengo en mi memoria y guardado en mi alma».47
Ricaredo pasará a formar
parte de la casa de los padres de Isabela, «que es vuestra, y allí os entregaré mi
posesión por los términos que pide nuestra santa fe católica».48
La española inglesa, así, se convierte en la historia de un viaje a modo de los
cuentos populares, en la línea de lo que había planteado Propp:49
responde al
esquema de pérdida, transgresión y restauración del orden perdido. Isabela
45 Cervantes, op. cit., p. 205.
46 Para Mercedes Alcázar Ortega, «Cervantes toma a Isabel como elemento generador de la
palabra, es decir, como voz que puede levantar contra el olvido su propia historia. Es, sin
duda, la apropiación más personal que Cervantes pudo hacer de «la voz a ti debida» de
Garcilaso. Isabel no es sólo el motivo que impulsa las acciones de Ricaredo, sino también
la que propicia la palabra» («Palabra, memoria y aspiración literaria en La española inglesa».
Cervantes: Bulletin of the Cervantes Society of America. Núm. 15, 1995, p.45).
47 Cervantes, op. cit., p. 213.
48 Ídem.
49 Morfología del cuento. Madrid: Akal, 1998.
pasa de abandonar la casa de los padres, al ser raptada y trasplantada a otra
casa, a regresar al lugar donde, de forma inversa, Ricaredo, por su propia
voluntad, se integra en un nuevo hogar, regido no por la nobleza ni el poder,
sino por la voluntad.
11. Índice
Palabras preliminares
(Jorge R. G. Sagastume)
Cervantes novelador: Hacia las Novelas ejemplares
(María Stoopen Galán)
Retórica y retrato: el caso de La Gitanilla
(Alberto Rodríguez)
De El amante liberal a La desgraciada amistad: Montalbán
reescribe a Cervantes sin olvidarse de Lope
(Claudia Demattè)
De la liberalidad: «No es posible que nadie pueda demostrarse
liberal de lo ajeno»
(Nieves Rodríguez Valle)
Rinconete y Cortadillo, leer y ser leído, y sin peligro
(Nathalie Peyrebonne)
Parodias de la identidad: una lectura de La española inglesa
(Antonio Becerra Bolaños)
El Licenciado Vidriera: ¿danzas macabras en cuadro tenebrista?
(José Ángel Ascunce Arrieta)
Violencia y discreción en La fuerza de la sangre
(Maria Augusta da Costa Vieira)
Entre mantones, criadas y virotes. La mujer en El celoso extremeño
(María José Rodilla León)
La ilustre fregona y Las dos doncellas de Cervantes: el despotismo
de la tradición y la identidad
(Jorge R. G. Sagastume)
De estudiantes ejemplares y su aprendizaje modélico en
La señora Cornelia
(Jorge Chen Sham)
Cinco casamientos engañosos para cerrar las Novelas ejemplares
(Gaspar Garrote Bernal)
Notas biográficas de los colaboradores
7
11
23
33
49
69
79
93
113
125
141
153
171
195