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(<Revistade Geografia)),vol. XVIII. Barcelona, 1984, pp. 19-29.
Para un esquema historico
del pensamiento geografico*
por RAMON GRAU y MARINA LOPEZ GUALLAR **
Palabras clave:
Ciencias sociales; Historia de la geografia; Historicisrno; Naturalismo; Pensa-
miento geográfico.
El objetivo de este articulo es contribuir a la construcción de un esquema com-
prensivo de la historia de la geografia moderna, rompiendo con 10s dos inconvenien-
tes mayores de las aproximaciones clásicas: la parcialidad metodológica, es decir, el
rechazo de una parte de la tradición geográfica en función de 4as opciones propias
de quien realiza la introspección histórica, y el aislacionismo, esto es, la considera-
ción de que la problematica de la geografia no tiene parangón en otras ciencias. Se
postulan aquí, en cambio, la necesidad de reconocer el papel históricamente positivo
de las distintas propuestas metodológicas que se han venido sucediendo en el mode-
lado de la temática geográfica desde el siglo XVIII y la interpretación de esta dinámica
como un caso particular dentro de la evolución general de las ciencias humanas.
Reconstruir la historia de una ciencia es una manera de formular una determi-
nada concepción de esa disciplina o de consolidar una definición ya establecida.
Cualquier opción metodológica plenamente afirmada posee su gropia legitimación
* Este trabajo fue presentado como comunicacian a la ponencia sobre Pensamienfogeográfico del I1 Co-
loquio Ibérico de Geografia, celebrado en Lisboa en octubre de 1980. En el debate que siguió a su ex-
posición, el doctor Vila Valentí tuvo la amabilidad de subrayar la verosimilitud de nuestro esquema. Mereció
también un comentari0 extens0 y alentador por parte del ponente, doctor Horacio Capel, cuyas palabras es-
tfin puntualmente recogidas en la publicación subsiguiente: Clasificaciones, paradigmas y cambio conceptual
en geografia, a11 Coloquio Ibérico de Geografia, Lisboa, 1980. Comunicaqoes. Volume II,,, 1983 (pp. 133-
151). Por razones ajenas a nuestra voluntad, el texto de nuestra comunicación no ha quedado recogido en
dicho,volumen. Habiendo desarrollado otros trabajos que descansan explícitamente en el esquema presen-
tado en Lisboa, nos parece oportuno publicar ahora aquel escrito, sin otras modificaciones mayores que la
referencia en nota a trabajos complementarios posteriores.
** Profesora del Institut Nacional de Batxillerat aMontserrat,,, de Barcelona.
20 R. Grau y M. Wpez Guallar
histórica, como resultado de un esfuerzo delibcrado de parte de sus defensores. Eso
obliga a 10s innovadores a buscar un respaldo histórico a sus propias posiciones me-
diante la construcción de un esquema de interpretación alternativo que dé cabida en
el pasado de la disciplina a practicas semejantes a las que se quieren introducir. De
este modo, las discusiones que afectan a la investigación cientifica fundamental se ex-
presan también en el campo de la historia de la ciencia.
En geografia, el debate metodológico en clave histórica se ha convertido en una
firme tradición a partir de la critica del determinismo ratzeliano por Febvre (1922),
de la presentación de la opción historicista como kantismo por Hettner (1927) y
Hartshorne (1939) y de la critica de esta ultima operación en u11 escrito que se con-
virtió en bandera de la ccnueva geografia,, (Schaefer, 1953). Los adeptos a este ultimo
movimiento de renovación, a pesar de su insistencia en partir de una definición de
la geografia en términos lógicos y no históricos, han desarrollado un notable esfuerzo
por reinterpretar el pasado de la disciplina; sin duda, para contrarrestar el formida-
ble peso de la tradición crexcepcionalistav (Harvey, 1969; Abler, Adams y Gould,
1972). En cuanto al futuro inmediato, no es difícil augurar que las tendencias sur-
gidas en 10s años 70, con su rechazo parcial de 10s principios de la geografia cuan-
titativa, van a añadir nuevos y ricos matices a la historia disciplinaria, entre 10s que
ya es posible destacar la importancia atribuida por 10s rcgeógrafos radicales,, a figuras
de la izquierda decimonónica como Marx, Kropotkin o Reclus.
La proliferación de esquemas históricos tan dispares como 10s que han ido sur-
giendo con el avance del siglo tiene, en el peor de 10s casos, un gran valor testimo-
nial. Efectivamente, esas interpretaciones retrospectivas arrojan tanta luz sobre el
tiempo del científic0 que las produce como sobre el pasado que es objeto formal de
su discurso.
La actual divergencia de planteamientos históricos entre 10s geógrafos no hace
sino reflejar la diversidad de posiciones metodológicas que caracteriza el panorama
contemporáneo de esta ciencia y que da lugar a la impresión general de confusión
y caos sobre la que insisten quienes intentan desentrañar la evolución de la disciplina
dia a dia, como es el caso de 10s colaboradores de Progress in Geography (por ejem-
plo, Smith, 1979). Una de las mejores maneras de orientarse en ese aparente gali-
matías es, precisamente, aprovechar la enorme oportunidad que brindan las incur-
siones históricas de 10s geógrafos actuales mas influyentes, puesto que en ellas hay
otras tantas autodefiniciones que, por estar en la misma clave, son directamente
comparables.
No obstante ese valor testimonial, la mayor parte de las interpretaciones histó-
ricas de la disciplina por parte de 10s geógrafos clásicos carece del valor demostrativo
buscado. Chisholm ha seiialado, por ejemplo, la circularidad del procedimiento se-
guido por Hartshorne para llegar a la definición de la geografia por via histórica
(Chisholm, 1975, pp. 45-46). Cuando mas rápido sea el ritmo de producción de nue-
vas versiones del pasado disciplinario, tanto mas probable es la generalización de ac-
titudes escépticas acerca de la utilidad de ese tip0 de conocimiento e incluso sobre
la posibilidad de un discurso histórico objetivo. Sin embargo, tanto el fracaso de 10s
intentos de fijación histórica de la naturaleza de la geografia, como la multiplicación
de interpretaciones discordantes, pueden ser considerados condiciones necesarias
para el surgimiento de una visión histórica mas madura y, sobre todo, para una me-
jor articulación entre historia disciplinaria y practica actual.
La experiencia común de la historiografia muestra que en este campo la deseada
objetividad cientifica es siempre una meta lejana a la que 10s investigadores se acer-
can laboriosamente a través de la producción de trabajos eruditos, de la confronta-
Pensamiento geogrhfico 21
ción entre interpretaciones divergentes y de 10s esfuerzos por llegar a síntesis supe-
radoras de 10s conflictos (Carr, 1961, pp. 161-168). Asi pues, el debilitamiento de la
función normativa del discurso histórico, que estaba ligada a una situación de mono-
polio de la historia disciplinaria por parte de 10s adeptos a una corriente metodoló-
gica dominante, ha de ser contemplado, desde el punto de vista del progreso histo-
riografico, como un signo positivo de maduración. A su vez, la posibilidad de pro-
ducir y difundir visiones alternativas otorga a la historia de la ciencia una función
mas estimulante que la de reafirmar una ortodoxia cualquiera y que consiste en fa-
vorecer la asimilación de la pluralidad inherente al proceso cultural. La confronta-
ción del geógrafo encuadrado en una determinada escuela con diferentes proposicio-
nes que se han formulado en algun momento del desarrollo de la cultura cientifica,
examinadas de manera comprensiva y no simplemente caricaturizadas, posibilita una
adhesión más matizada a las convicciones propias y una mayor apertura a 10s plan-
teamientos metodológicos ajenos.
NATURALISMO E HlSTORlClSMO EN LAS ClENClAS SOCIALES
Posiblemente, la principal ventaja de la masiva utilización de las ideas sobre la
evolución de la ciencia difundidas por el célebre ensayo de Thomas S. Kuhn (1962)
para dar cuenta de la historia de las ciencias humanas -uso del que tenemos buena
experiencia en geografia (Chorley y Haggett, 1967; Berry, 1973)- haya sido obje-
tivar las diferencias de estas últimas con las ciencias naturales, campo sobre el que
versaba el analisis de Kuhn. Según la formulación original de este autor, para que
se pueda hablar con propiedad de ccparadigmas,, cientificos, éstos tienen que ser ob-
jet0 de aceptación universal durante un cierto tiempo. Si esto es asi, dificilmente se
puede hablar en ciencias humanas de ccparadigmasv ni, en consecuencia, de autén-
ticas fases de ccciencia normal,, ni de verdaderas ccrevoluciones científicas,, '.
Aun cuando todavía se estan desarrollando intentos de complementar la teoria
de Kuhn para hacerla capaz de explicar la mayor complejidad de la evolución de las
ciencias sociales (en geografia, por ejemplo, Johnston, 1978), creemos mas produc-
tivo y esclarecedor -además de mas fiel al pensamiento del mismo Kuhn- partir de
la inexistencia de unanimidades claras y duraderas y de la recurrencia periódica de
temas y actitudes como rasgos visibles en el desarrollo integral de las ciencias huma-
nas.
La evolución de las ciencias humanas aparece ligada en sus inflexiones principa-
les a la larga polémica, abierta en el siglo XVIII y no zanjada todavia, entre dos ac-
titudes contrapuestas acerca de la esencia del método propio de esta parte de la cul-
tura cientifica. Por supuesto, cada una de esas dos actitudes ha adoptado formas di-
ferentes y cada vez mas matizadas con el paso del tiempo, pero su núcleo originari0
1. A la vista del uso que se viene haciendo de esos conceptos en el campo de las ciencias humanas,
no parece ocioso recordar que Kuhn 10s introduce, precisamente, para definir la historia de las ciencias na-
turales en contraposición a las sociales: N... la practica de la astronomia, de la física, de la química o de la
biologia, no evoca, normalmente, las controversias sobre fundamentos que, en la actualidad, parecen a me-
nudo endtmicas, por ejemplo, entre 10s psicólogos o 10s sociólogos. Al tratar de descubrir el origen de esta
diferencia, IleguC a reconocer el papel desempefiado en la investigación cientifica por lo que, desde entonces.
llamo "paradigmas". Considero a estos como realizaciones científicas universalmente reconocidas que, duran-
te cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científicaw (Kuhn, 1961,
p. 13).
22 R. Grau y M. L6pez Guallar
permanece, en la medida en que descansa en 10 que Dilthey denominó una ccidea del
m ~ n d o > > . ~
Designar de manera inequívoca las dos tendencias metodológicas mencionadas
no es una operación fácil, máxime si debemos especificar, no so10 las diferencias
generales entre una y otra actitud, sino también las diversas formas históricas que
han ido adoptando a 10 largo de doscientos años de pugna y mutua influencia.
Nos parecen inadecuadas aquellas soluciones que consisten en utilizar 10s mis-
mos términos para designar 10s dos principales niveles de concreción histórica de la
polémica: la globalidad de 10s siglos XVIII-xx,
como ámbito cronológico en el que se
desenvuelve el proyecto de las ciencias sociales, y las etapas en que se produce esa
evolución. Se favorece así una confusión de plano$ históricos tan innecesaria como
peligrosa.
En la que Foucault (1969) llama críticamente cehistoria de las ideas,, es costum-
bre rastrear el origen de determinados elementos culturaies independientemente de
10s contextos históricos en 10s cuales alcanzan sentido preciso. Con frecuencia, esas
cecorrientes>>
o ceconstantes>>
se designan por medio de términos referidos a períodos
concretos. Ahora bien, la amplitud cronológica que alcanza el tkrmino es función de
la reducción de su contenido. Si en determinados supuestos este procedimiento es
útil, no cabe duda de que la menor extensión del contenido del termino en cuestión
supone una dificultad a la hora de describir la globalidad histórica de la que fue ex-
traido. En este caso está, sobre todo, el termino ccpositivismo>>,
ligado originariamen-
te al nombre de Auguste Comte y, por extensión, al de otros filósofos y científicos
de mediados del siglo XIX,cuando se usa, además, para caracterizar las otras mani-
festaciones de la misma rama metodológica desde el Siglo de las Luces a la actua-
lidad. En autores como Kolakowski (1966) o Moulines (1979), Iss conceptualización
de la cccorriente positivista>>,
a la luz de 10s desarrollos recientes de unos autodeno-
minados herederos del legado positivista, lleva a la paradoja, inaceptable desde el
punto de vista estrictamente historiografico, de poner en duda --o incluso negar-
el caracter positivista del pensamiento comtiano. En toda descripción histórica, es re-
gla que 10s términos designativos extraidos de 10s documentos dc la época conserven
su contenido original con cierto rigor y fidelidad.
Por otro lado, cuando se critica a Comte por no haber sido ccauténticamente>>
positivista, no so10 se esta desdibujando una entidad histórica hasta hacerla irreco-
nocible, sino que se está implicando, también, que dentro de la corriente positivista
s610 caben aportaciones acertadas -
1
0 que hoy aparece como aportaciones acerta-
das- y que el ccpositivismo>>
tiene la exclusiva de las soluciones correctas. Una se-
cuela de este modo de ver las cosas es la caracterización de todo 10 que no es inte-
grable como ccpositivismo>>
por via negativa: ccanti-positivisme>>. Semejante simplifi-
cación impide ver la menor lógica interna en el desarrollo del proyecto de las ciencias
sociales durante 10s dos últimos siglos.
Entre las aproximaciones que optan, en principio, por una actitud neutral ante
la polémica metodológica de las ciencias sociales, la reciente de Von Wright (1971)
2. aTanto la religion como la filosofia buscan firmeza, eficacia, dominio, validez universal. Pero la hu-
manidad no ha avanzado un solo paso por este camino. La lucha de las ideas del rnundo entre sí no ha Ile-
gado a una decisi6n en ningún punto capital. La historia realiza una seleccion entre ellas, pero sus grandes
tipos quedan en pie unos junto a otros, independientes, indemostrables e indestructibles. No pueden deber
su origen a ninguna demostracion, y ninguna demostracion puede disolverlos. Los estadios particularesy las
formas especiales de un tipo pueden refutarse, pero su raíz en la vida perdura y sigue actuando y crea siem-
pre nuevas formas, (Dilthey, 1911j p. 49). . .
Pensamiento geogrdfico 23
escoge para la larga duración 10s términos de cctradición galileana,, y cctradición aris-
totélica>,.Aun apreciando esa aportación, creemos que trabaja con unas referencias
históricas demasiado alejadas -
y desigualmente alejadas, por añadidura- de la pro-
blemática especifica de las ciencias sociales, cuya concepción arranca del momento
histórico de la consolidación del paradigma newtoniano en las ciencias naturales.
Más interesantes nos continúan pareciendo las primeras aproximaciones historiográ-
ficas al dualismo metodológico por obra de diversos filósofos e historiadores de la
cultura de principios del siglo xx,entre 10s que cabe destacar el tratamiento de la
dicotomia naturalismolhistoricismo en Ernst Troeltsch (1922).
De acuerdo con esta nomenclatura, se puede distinguir, al nivel de la máxima
generalidad históricamente relevante, entre naturalismo, la actitud que sostiene la
necesidad de aplicar el método de las ciencias naturales como única via para fundar
las ciencias sociales y que pone el énfasis en la explicación, e historicismo, según el
cua1 no ~ u e d e
lleearse al auténtico conocimiento de 10 humano a través de la inclu-
-
sión de 10s casos particulares en clases e insiste en la necesidad de acceder a la com-
prensión de las intenciones que guian la acción humana y de la finalidad que da sen-
tido al mundo.
El enfrentamiento entre estas dos actitudes se traduce en una alternancia de pe-
riodos de predomini0 naturalista y otros de signo historicista. Este tip0 de evolución
característica se realiza. fundamentalmente. a través de un mecanismo de substitu-
ción periódica movido por el contraste que se produce en las ciencias humanas na-
turalista~entre su voluntad esencial de incidir en la practica social en un sentido uti-
litari~
y la necesaria abstracción de sus realizaciones. Éstas suscitan movimientos de
reacción cuya mayor contribución es aportar datos que muestran la insuficiencia de
las teorias naturalistas en relación con la complejidad de la vida histórica. Esos datos
deberán ser integrados por cualquier nueva formulación naturalista. Buenos ejem-
plos de este tip0 de funcionamiento son, en el terreno de competencia de 10s geó-
grafos, la reacción contra las divisiones territoriales del tip0 adepartamento*, desa-
rrolladas por la Revolución Francesa y exportadas por el imperialismo napoleónico,
y la oposición contra el urbanismo geornétrico de Cerda o Le Corbusier, tan ccracio-
naln e ccigualitario,>como 10s principios ilustrados.de la Francia revol~cionaria.~
A grandes rasgos, se puede distinguir en la evolución de 10s últimos siglos una
serie de etapas - c u y a cronologia habria que matizar según las disciplinas y 10s pai-
ses- en las que naturalismo e historicismo alternan de forma bastante regular en el
control de las ciencias s~ciales.~
A la Zlustración, verdadera creadora de la idea de una ciencia social según el
3. Sobre el aurbanismo~,considerado como ciencia social aplicada en la que aparece con claridad el
mencionado mecanismo de substituci6n dialéctica de enfoques metodol6gicos, hemos dado a la imprenta 10s
siguientes trabajos: Ram6n Grau: Ildefonso Cerda y la geografia catalana, revista de Geografia,) (Barce-
lona), XIV, 1980, pp. 75-89; Ram6n Grau y Marina Mpez Guallar: El concepto de monumento histórico en
Barcelona (1835-1982), <<Urbanisme e historia urbana en el mundo hispano. Segundo Simposio, 1982s, Ma-
drid, Universidad Complutense, 1985, 11, pp. 1055-1064. Ramon Grau i Marina López Guallar: La genesi del
Parc de la Ciutadella, in -El Pla de Barcelona i la seva histbria. Actes del I Congrés d'histbria del Pla de
Barcelona..., novembre de 1982*, Barcelona, La Magrana-IMH, 1984, pp. 441-467; Manuel Arranz, Ramon
Grau i Marina López: El Parc de la Ciutadella. Una visió histdrica, Barcelona, Ajuntament-L'Aveng, 1984,
124 pp.; Ramon Grau i Marina L6pez Guallar: L'urbanisme de la N~lustracióa Barcelona, ~Pedralbes,,,V,
5 (1985), PP. 59-79.
4. Hemos especificado el sentido de este movimiento dialéctico entre naturalismo e historicismo en:
Ramón Grau y Maria Sala: La geomorfologia en sus tratados y manuales: un esquema histórico de la disci-
plina (1870-1982), *Revista de Geografia* (Barcelona), XVI-XVII, 1982-1983,pp. 175-192.Véanse especial-
mente las pp. 180-183.
24 R. Grau y M. L6pez Guallar
modelo naturalista y con una decidida voluntad pragmática, responde criticamente el
romanticisme, gestado en la última parte del siglo XVIII y predominante durante 10s
primeros decenios del siglo XIX. En la linea naturalista de la cultura ilustrada, pero
con asimilación de la idea de la historicidad esencial de la realidad, proclamada por
10s románticos, el positivismo va a presidir, desde 10s decenios centrales del siglo pa-
sado, la etapa clave para la cristalización de las ciencias sociales diferenciadas. Es
desplazado progresivamente de ellas por las criticas del neo-rornanticismo,que coin-
cidiendo con la crisis del paradigma newtoniano en las ciencias naturales alcanza su
esplendor durante el primer tercio del siglo xx. A la proposición de u11 método es-
pecifico para las ciencias humanas, que separa a 10s neo-romanticos del monismo na-
turalista de ilustrados y positivistas y del monismo historicista de 10s románticos ra-
dicales, sucede la reafirmación de la unidad metodológica por parte del neo-positi-
vismo, floreciente durante el segundo tercio del siglo actual y sujeto hoy, a su vez,
a una oleada de criticas.'
NATURALISMO E HlSTORlClSMO
Que en geografia existe una doble tradición metodológica es una idea ya antigua
que se reconoce en las confrontaciones clasicas entre ccdeterminismo),y ccposibilismo,,
(Febvre, 1922) y entre ccexcepcionalismo~~
y ccconcepción científica,, (Schaefer, 1953).
A pesar de que 10s juicios de Febvre y Schaefer sobre las dos opciones metodológicas
son diametralmente opuestos, sus clasificaciones comparten dos rasgos que les han
impedido, a uno y a otro, funda1 una historia de la disciplina verdaderamente com-
prensiva: en primer lugar, la consideración de que s610 una de las dos tradiciones es
válida, en tanto que la otra queda reducida a la condición de desviación ---o de pa-
réntesis, como quiere Burton (1963)-; en segundo lugar, la nonlenclatura sui generis
de 10s movimientos, que crea la falsa impresión de que el caso de la geografia es úni-
co y carece de conexiones significativas con la problematica de otras disciplinas.
En la actualidad, la ausencia de un triunfo definitivo de la cinueva geografia* de
10s cuantitativistas y la irrupción de corrientes que significan un retorno al historicis-
mo han convertido en anacrónica la intolerancia típica de 10s autores citados y estan
abriendo paso a valoraciones de aquella dualidad concebidas en términos mucho mas
cautos (Bird, 1978 y 1979). Por otro lado, el contacto menos belicoso de la geografia
con las otras ciencias humanas, que parece ser un rasgo significr~tivode la evolución
cultural de 10s últimos lustros, favorece una comprension mis amplia y objetiva del
sentido histórico de la polaridad metodológica.
En cualquier historia de esta antigua rama del saber que es la geografia puede
advertirse la insistencia en la solución de continuidad formalizada alrededor del año
1800 (Dickinson, 1969; Clozier, 1972). Los rasgos diferenciadores de la geografia
contemporánea con respecto a la practicada antes del siglo xvrrr aparecen como un
dato incontrovertible y aceptado con generalidad, aunque la fecha mas precisa para
el comienzo de la nueva tradición puede oscilar varios decenios según el punto de
5 . Fuera del ámbito estricto de la geografia hemos trabajado este esquema en el terreno de la h~sto-
riografia en numerosos artículos para la obra colectiva Ictíneu. Diccionari de les citncies de la societat als pai-
sos catalans (segles xvím-xx), Barcelona, edicions 62, 1979. Entre ellos: aArqueologia., <<Filologia.,aHisto-
riografiar, aIl~lustraciómy <<Positivisme)).
Una versión posterior: Ramon Grau y Marina López: L'escola his-
toriogrdfica, en la obra colectiva: L'aportació de la Universitat catalana a la Ciencia i a la Cultura, Barcelona,
L'Avenq, 1981, pp. 148-154.
Pensamiento geogrzhfico 25
vista del autor. Para quienes, mas o menos influidos por 10s estudios de sociologia
de la ciencia, subrayan el criteri0 de la institucionalización de la disciplina y de la
aparición de una comunidad científica, el momento mas significativo es, generalmen-
te, el octavo decenio del siglo XIX,en plena época del positivismo (Claval, 1964; Ja-
mes, 1972; Capel, 1977). Para otros, tal vez la mayoria, 10s padres de la geografia
moderna son Humboldt y Ritter, influidos por el romanticisrno, activos durante la
primera mitad del siglo pasado y fallecidos ambos en 1859. Desde el punto de vista
del diseño tematico de la disciplina en su forma moderna y de la fundamentación de
las técnicas eruditas que son el soporte de su carácter cientifico, es difícil negar la
importancia de la contribución de 10s dos clasicos alemanes. No obstante, su magna
obra no se puede entender, a nuestro juicio, si no es como desarrollo de y respuesta
a las tesis de la Ilustración sobre la naturaleza y el hombre.
El encargo de estudiar las relaciones entre el hombre y el medio, eje de la in-
vestigación geografica durante 10s dos últimos siglos y principal fundamento de la
unidad de la disciplina en un mundo cada vez mas vertido a la especialización, otorga
a la geografia un lugar bastante bien definido dentro del programa de las ciencias so-
ciales. La elevación de aquel tema a la categoria de problema cientifico de primer
orden es obra de la cultura ilustrada y, en este sentido, la historia de la geografia mo-
derna comienza con la integración del ambientalismo en la concepción del mundo lai-
ca articulada por 10s ilustrados.
La influencia del medio natural, idea antigua reintroducida en la alta cultura por
Montesquieu, es manejada por 10s ilustrados como teoria de segundo grado, es decir
como elemento a quedar enmarcado por el idealismo cultural, que es una componen-
te de rango superior dentro del panorama de ideas de la Ilustración. Es esgrimida
principalmente como posible explicación de la desigualdad efectiva entre las nacio-
nes, una situación que contradice las tesis centrales acerca de la igualdad esencial en-
tre 10s hombres. Las diferencias del medio natural pueden explicar la diversidad ob-
servable en la situación de las distintas comunidades humanas, no obstante estar
todas ellas igualmente capacitadas para alcanzar el estadio de progreso. Ahora bien,
la aparente perennidad de 10s datos fisicos de un territori0 hace peligrosa la expli-
cación, en cuanto tiende a presentar las diferencias como naturales (y la naturaleza
es, para 10s ilustrados, perfecta) y no como situacionales. La prevención contra un
tipo de explicación que pone en peligro la doctrina de la universalidad del progreso
impulsa a la mayoria de 10s ilustrados a insistir en 10s cambios registrados en el tiem-
po por comunidades asentadas en territorios cuyas caracteristicas no han variado y
a atribuir esas desviaciones respecto a la situación ideal de progreso a causas mora-
les, es decir a factores dependientes de la voluntad humana. A esa conflictividad de
la explicación ambientalista dentro del mundo de ideas del siglo XVIII debe atribuirse
la no-fundación de la geografia moderna por parte de 10s encicl~pedistas.~
En polémica con la Ilustración, 10s romanticos afirman que las diferencias ob-
servables entre las distintas naciones no s610 no son una anomalia dentro de la ten-
dencia general hacia el perfeccionamiento, sino que son imprescindibles para el pro-
greso de la humanidad, entendido ahora como una evolución constante de todo 10
real, constituida a base de 10s desarrollos originales e irrepetibles de las diversas na-
ciones. La diferenciación del medio natural juega en esta teoria general un papel po-
sitivo de cara a la definición de las colectivididades nacionales, cuya historia comien-
6. Hemos tratado este tema en: Ramon Grau y Marina López Guallar: El pensament historiografic
d2Antonide Capmany: de la Il.lustraci6 al romanticisme, <<Primer
Congres d'Historia Moderna de Catalunya;
2n volum*, Barcelona, Universitat, 1984, pp. 589-596.
26 R. Grau y M. Wpez Guallar
za con la adaptación a las caracteristicas del territori0 propio y cs interpretada como
resultado de una necesidad intrínseca de llegar a la realización plena e incondiciona-
da del ser colectivo. El medio natural no es visto como un elemento exterior, sino
como una componente integrada en la totalidad que es la nación, y sus rasgos deben
ser comprendidos a la luz de la finalidad ideal del pueblo que en é1 se desenvuelve.
Este conjunto de ideas del romanticisrno, articuladas en las grandes generaliza-
ciones de la filosofia de la historia de Herder y Hegel, da sentido también a la via
erudita que propugnan Niebuhr y Ranke en historiografia y Humboldt y Ritter en
geografia, puesto que proporciona el marco teórico adecuado para la construcción de
disciplinas dedicadas al estudio de las variaciones de la situación de la humanidad en
el tiempo y del medio ambiente natural en el espacio: a través de esa infinita varie-
dad de 10 concreto es posible intuir el plan de conjunto del universo.
La cristalización de la ciencia geográfica moderna por obra del romanticisrno ha
creado una serie de formas y tradiciones que hacen aparecer a la geografia como una
disciplina congenial con el historicismo, a la inversa de 10 que sucede con las ciencias
sociales propiamente dichas, creación del naturalismo ilustrado o positivista. De he-
cho, 10s avatares de la polémica entre las dos tradiciones metodológicas se expresan
no s610 en cambios en el interior de cada disciplina para adaptarse a la corriente en
ascensión, sino también en el desplazamiento del interés de 10s intelectuales hacia
aquellas disciplinas que mejor se acomodan a la filosofia de la ciencia dominante.
Este tip0 de comportamiento, oscurecido desde finales del siglo XIX por la existencia
de comunidades científicas interesadas ante todo en la pervivencia de las respectivas
disciplinas y que, por tanto, se esfuerzan por armonizar la tradición propia con las
doctrinas en boga, se muestra con bastante claridad hasta el momento de la institu-
cionalización. En efecto, con el advenimiento del positivismo se produce el eclipse
de la geografia ritteriana, fenómeno al que se refieren todos 10s historiadores de la
geografia y que, a nuestro juicio, hay que conectar con el auge contemporaneo de
otras ciencias que se adaptan mejor a 10s principios analíticos y generalizadores del
naturalismo. Muchos hallazgos teóricos que desde una perspectiva actual aparecen
como esenciales para la construcción de una verdadera geografia general surgen du-
rante esta etapa fuera de 10s limites de nuestra disciplina o tienden a propiciar su dis-
gregación en disciplinas analiticas.
Afortunadamente para la geografia, el positivisrno, como intento de síntesis en-
tre el naturalismo ilustrado y la historización general del romanticismo, produce con
el evolucionismo de Darwin y Spencer una teoria científica en la que la relación del
hombre con el medio juega un papel fundamental. Esto permite a Ratzel, entre
otros, efectuar una traducción del mensaje de la geografia ritteriana al lenguaje po-
sitivista mediante la eliminación del finalismo romántico. El reforzamiento del am-
bientalismo fructifica en la construcción de una ambiciosa geografia general que re-
coge en provecho de la naciente antropogeografia 10s esfuerzos de medio siglo de po-
sitivismo en las ciencias sociales.
La reacción historicista que se abre paso durante 10s últimos años del siglo xrx
cuenta, en geografia, con importantes bazas que permiten augurar una rapida expan-
sión de la disciplina: la situación institucional consolidada o en vias de rapida con-
solidación, la teoria global del primer romanticisrno y las teorias parciales y la téc-
nica empírica rigurosa del positivismo. No obstante, la combinaci6n del énfasis en la
libertad del hombre con el reconocimiento de la adecuación del determinismo en la
interpretación de 10s fenómenos na'turales debe resolverse en la ruptura con el mo-
nismo filosófico y metodológico de 10s sistemas anteriores, lo cual hace aflorar, con
una claridad sin precedentes, 10s problemas derivados del enfoque globalizador lega-
Pensamientogeogrdfico 27
do por el romanticismo. No hay mas remedio que reconocer la heterogeneidad de su
posición media entre las ciencias naturales y las ciencias humanas, a la vez que se
está debilitando el poder unificador del ambientalismo, puesto que se rompe con la
idea de una determinación lineal del medio sobre el hombre. El grave peligro de des-
composición de la ciencia geográfica es conjurado mediante la centralización de 10s
esfuerzos eruditos en la geografia regional -
1
0 cua1 es una dirección pertinente des-
pués de 10s amplios esquemas teóricos del positivismo ratzelianw, mediante la afir-
mación de la interdependencia de 10s diversos elementos heterogéneos que se com-
binan en un paisaje -
1
0 cua1 constituye la mayor aportación teórica de este segundo
historicismw y mediante una recaida en el realismo epistemológico mas extremado,
que ha sido la principal fuente de problemas en esta etapa.7
El tema central del neo-positivismo es el retorno a la afirmación de la unidad
metodológica de la ciencia, en abierta polémica con el dualismo introducido por 10s
neo-románticos. Este enfrentamiento histórico confiere una especial agresividad al
monismo neo-positivista, a pesar de que en origen hay un cuidado exquisit0 en no
transferir la afirmación al plano ontológico, sobre el que se tiende a mantener una
actitud agnóstica compensada por un fuerte pragmatismo. La sutil diferenciación de
planos establecida, que esta en las antipodas del realismo epistemológico tradicional
en 10s geógrafos y acentuadísimo en 10s neo-románticos, no siempre ha sido bien asi-
milada en la practica por nuestros profesionales, ni siquiera por algunos de 10s re-
presentantes más cualificados de la ccnueva geografia)).
Con todo, el énfasis en la necesidad de refundamentar metodológicamente la
disciplina permite a 10s primeros geógrafos adeptos al neo-positivismo intentar, hacia
1960, la estructuración de la geografia sobre bases practicamente inéditas. En efecto,
no se hace descansar ya la unidad de la disciplina en la importancia de 10s nexos en-
tre el medio y el hombre - q u e por primera vez en la historia de la geografia mo-
dema pasan a un lugar secundari*, sino sobre la identidad morfológica de todos
10s fenómenos de distribución en el espacio, sean producidos por 10s elementos na-
turales o por el hombre. La nueva definición de la geografia como ciencia de las dis-
tribuciones en el espacio -
y s610 secundariamente ciencia de las combinaciones de
fenómenos en áreas concretas- ampara la adopcidn de formas radicalmente distintas
a las del neo-romanticisrno, a través de operaciones como la transferencia de mode-
10s elaborados en el campo de la geografia física al territori0 de la geografia humana,
el cultivo intens0 de la geografia general en todas sus ramas sin miedo a estar ame-
nazando la supervivencia de la disciplina y la ampliación de las perspectivas de una
geografia humana autónoma mis all6 de 10 que permitia la concepción ambientalista.
El fracaso de esta ambiciosa construcción en el intento de convertirse en una
nueva ~rtodoxia
ha llevado, durante el ultimo decenio, a una situación de pluralidad
de prádicas y de ideas en la que destaca, cada vez con mayor fuerza, un cor0 de vo-
ces que acusan a la geografia neo-positivista de reduccionisrno y de ideologismo. Por
tercera' vez desde finales del siglo XVIII, el pragmatismo de la corriente naturalista,
con su corolario de las incisivas intervenciones en el funcionamiento de la sociedad,
est6 geherando una respuesta multiforme a través de la cua1 afloran, transformados,
10s temas tradicionales del historicisme.*
7. Hemos examinado el fundamento de la geografia neo-romantica francesa en: Ramón Grau: Sobre
la base filosofica del método regional en Vidal de la Blache, a V Coloquio de Geografia, Granada, 19778,Gra-
nada, Universidad, 1977, pp. 297-301.
8. Hemos aplicado nuestro esquema histórico a la valoración crítica de una proposición metodológica
posterior al neo-positivismo en: Ramón Grau: Estudios integrados de paisaje e historiografia, <<I
Coloquio de
Paisaje y Geosistema, Abril, 1980*, Barcelona, Universitat, 1984, pp. 81-100.
28 R. Grau y M. Ldpez Guallar
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Pensamiento geogrdfico
Resume: pour un schema historique de la pensee geographique
L'objectif de cet article est de contribuer i la construction d'un schéma compréhensif de
I'histoire de la géographie moderne, considérée comme une science sociale qui partage les
-
problkmes méthodologiques propres a cette aire de connaissance. On propose que l'évolution %'
des sciences sociales soit régie par la polémique, ouverte au XVIII' sibcle et pas encore tranchée,
entre naturalisme et historicisme. Le dialogue entre ces deux propositions méthodologiques,
basées sur des visions du monde complétement différentes, engendre une serie de faqons
historiques concrktes qui se succbdent en alternance dans le contr6le des sciences sociales tout
au long de ces derniers deux sikcles: Lunieres, positivisme et neo-positivisme dans la tradition
naturaliste; et romanticisme et nio-romanticisme dans la ligne historiciste qui semble
aujourd'hui dominer de nouveau aprbs l'éssor néo-positiviste des décennies postirieures la
deuxi2me Guerre Mondiale. En ce qui concerne la géographie, on considkre que le point de
départ de la discipline dans sa forme moderne se situe dans la période des lunieres, avec la
conversion des anciennes idées sur la détermination ambiante en hypothkses scientifiques.
Utilisé avec réticence l'ambiantalisme devient une piece centrale de la culture romantique, qui
est la principale responsable directe du remaniement de la géographie. L'apogée des idées
évolutionnistes dans la version naturaliste dérivée de Darwin permet la consolidation de la
géographie, comme sciences de relations, dans le contexte de la spécialisation progressive des
communautés scientifiques propre i la dernikre partie du xrxe sikcle. La tendance B la
dispersion favorisée par le dualisme méthodologique caractéristique du nio-romanticisme est
mitigée par la concentration dans les études régionnales. En ce qui concerne cette dernikre
ttape, le néo-positivisme se caractérise par la restauration du monisme méthodologique et par
I'élevation de celui-ci au statut de principe unificateur de la géographie, centrée maintenant sur
la culture des études de type général. Ces derniers lustres, cette mise au point <<scientifique,).
apparemment neutre est en train d'Ctre l'objet de critiques i travers lesquelles affleurent une
fois encore les thbmes traditionnels de I'historicisme.
Abstract: Towards an historical vision of geographical thought
The aim of this article is to contribute towards the construction of a comprehensive vision
of the history of modern Geography, conceived as a social science which shares the
methodological problems peculiar to this branch of knowledge. It may be said that the evolution
of the social sciences is dominated by the conflict, started in the 18th century and still not been
resolved, between naturalism and historicism. The dialogue between these two methodologies.
based on different world visions, gives rise to a set of specific historical forms which have been
alternatively replacing each other in their control of the social sciences for the last two hundred
years: Enlightenment, positivism and neopositivism within the naturalist tradition. and
romanticism and neo-romanticism within the historicist tradition which at present seems to
prevail again after the neopositivist surge following the Second World War. As regards
geography, it is thougt that the starting point of the discipline in its modern form is to be found
in the Enlightenment period, when the old ideas on environmental conditioning were replaced
by scientific hypotesis. Used only reticently within the framework of 18th century rationalist
ideas, environment became one of the key ideas of romantic culture, which is directly
responsable for the refounding of geography. The surge of evolutionist ideas according to the
naturalist conception as derived from Darwin favoured the consolidation of geography, as a
science of relations, within the context of the increasing specialization of scientific communities
in the latter part of the 19th century. The tendency towards disgregation favoured by the
restoration of metholological monism and its universal acceptance as the unifying principle of
geography which now concentrated on the promotion of general studies. In recent years, this
ascientific*, apparently neutral approach has been criticased, so that once again the traditional .
themes of historicism have begun to resurface.

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  • 1. (<Revistade Geografia)),vol. XVIII. Barcelona, 1984, pp. 19-29. Para un esquema historico del pensamiento geografico* por RAMON GRAU y MARINA LOPEZ GUALLAR ** Palabras clave: Ciencias sociales; Historia de la geografia; Historicisrno; Naturalismo; Pensa- miento geográfico. El objetivo de este articulo es contribuir a la construcción de un esquema com- prensivo de la historia de la geografia moderna, rompiendo con 10s dos inconvenien- tes mayores de las aproximaciones clásicas: la parcialidad metodológica, es decir, el rechazo de una parte de la tradición geográfica en función de 4as opciones propias de quien realiza la introspección histórica, y el aislacionismo, esto es, la considera- ción de que la problematica de la geografia no tiene parangón en otras ciencias. Se postulan aquí, en cambio, la necesidad de reconocer el papel históricamente positivo de las distintas propuestas metodológicas que se han venido sucediendo en el mode- lado de la temática geográfica desde el siglo XVIII y la interpretación de esta dinámica como un caso particular dentro de la evolución general de las ciencias humanas. Reconstruir la historia de una ciencia es una manera de formular una determi- nada concepción de esa disciplina o de consolidar una definición ya establecida. Cualquier opción metodológica plenamente afirmada posee su gropia legitimación * Este trabajo fue presentado como comunicacian a la ponencia sobre Pensamienfogeográfico del I1 Co- loquio Ibérico de Geografia, celebrado en Lisboa en octubre de 1980. En el debate que siguió a su ex- posición, el doctor Vila Valentí tuvo la amabilidad de subrayar la verosimilitud de nuestro esquema. Mereció también un comentari0 extens0 y alentador por parte del ponente, doctor Horacio Capel, cuyas palabras es- tfin puntualmente recogidas en la publicación subsiguiente: Clasificaciones, paradigmas y cambio conceptual en geografia, a11 Coloquio Ibérico de Geografia, Lisboa, 1980. Comunicaqoes. Volume II,,, 1983 (pp. 133- 151). Por razones ajenas a nuestra voluntad, el texto de nuestra comunicación no ha quedado recogido en dicho,volumen. Habiendo desarrollado otros trabajos que descansan explícitamente en el esquema presen- tado en Lisboa, nos parece oportuno publicar ahora aquel escrito, sin otras modificaciones mayores que la referencia en nota a trabajos complementarios posteriores. ** Profesora del Institut Nacional de Batxillerat aMontserrat,,, de Barcelona.
  • 2. 20 R. Grau y M. Wpez Guallar histórica, como resultado de un esfuerzo delibcrado de parte de sus defensores. Eso obliga a 10s innovadores a buscar un respaldo histórico a sus propias posiciones me- diante la construcción de un esquema de interpretación alternativo que dé cabida en el pasado de la disciplina a practicas semejantes a las que se quieren introducir. De este modo, las discusiones que afectan a la investigación cientifica fundamental se ex- presan también en el campo de la historia de la ciencia. En geografia, el debate metodológico en clave histórica se ha convertido en una firme tradición a partir de la critica del determinismo ratzeliano por Febvre (1922), de la presentación de la opción historicista como kantismo por Hettner (1927) y Hartshorne (1939) y de la critica de esta ultima operación en u11 escrito que se con- virtió en bandera de la ccnueva geografia,, (Schaefer, 1953). Los adeptos a este ultimo movimiento de renovación, a pesar de su insistencia en partir de una definición de la geografia en términos lógicos y no históricos, han desarrollado un notable esfuerzo por reinterpretar el pasado de la disciplina; sin duda, para contrarrestar el formida- ble peso de la tradición crexcepcionalistav (Harvey, 1969; Abler, Adams y Gould, 1972). En cuanto al futuro inmediato, no es difícil augurar que las tendencias sur- gidas en 10s años 70, con su rechazo parcial de 10s principios de la geografia cuan- titativa, van a añadir nuevos y ricos matices a la historia disciplinaria, entre 10s que ya es posible destacar la importancia atribuida por 10s rcgeógrafos radicales,, a figuras de la izquierda decimonónica como Marx, Kropotkin o Reclus. La proliferación de esquemas históricos tan dispares como 10s que han ido sur- giendo con el avance del siglo tiene, en el peor de 10s casos, un gran valor testimo- nial. Efectivamente, esas interpretaciones retrospectivas arrojan tanta luz sobre el tiempo del científic0 que las produce como sobre el pasado que es objeto formal de su discurso. La actual divergencia de planteamientos históricos entre 10s geógrafos no hace sino reflejar la diversidad de posiciones metodológicas que caracteriza el panorama contemporáneo de esta ciencia y que da lugar a la impresión general de confusión y caos sobre la que insisten quienes intentan desentrañar la evolución de la disciplina dia a dia, como es el caso de 10s colaboradores de Progress in Geography (por ejem- plo, Smith, 1979). Una de las mejores maneras de orientarse en ese aparente gali- matías es, precisamente, aprovechar la enorme oportunidad que brindan las incur- siones históricas de 10s geógrafos actuales mas influyentes, puesto que en ellas hay otras tantas autodefiniciones que, por estar en la misma clave, son directamente comparables. No obstante ese valor testimonial, la mayor parte de las interpretaciones histó- ricas de la disciplina por parte de 10s geógrafos clásicos carece del valor demostrativo buscado. Chisholm ha seiialado, por ejemplo, la circularidad del procedimiento se- guido por Hartshorne para llegar a la definición de la geografia por via histórica (Chisholm, 1975, pp. 45-46). Cuando mas rápido sea el ritmo de producción de nue- vas versiones del pasado disciplinario, tanto mas probable es la generalización de ac- titudes escépticas acerca de la utilidad de ese tip0 de conocimiento e incluso sobre la posibilidad de un discurso histórico objetivo. Sin embargo, tanto el fracaso de 10s intentos de fijación histórica de la naturaleza de la geografia, como la multiplicación de interpretaciones discordantes, pueden ser considerados condiciones necesarias para el surgimiento de una visión histórica mas madura y, sobre todo, para una me- jor articulación entre historia disciplinaria y practica actual. La experiencia común de la historiografia muestra que en este campo la deseada objetividad cientifica es siempre una meta lejana a la que 10s investigadores se acer- can laboriosamente a través de la producción de trabajos eruditos, de la confronta-
  • 3. Pensamiento geogrhfico 21 ción entre interpretaciones divergentes y de 10s esfuerzos por llegar a síntesis supe- radoras de 10s conflictos (Carr, 1961, pp. 161-168). Asi pues, el debilitamiento de la función normativa del discurso histórico, que estaba ligada a una situación de mono- polio de la historia disciplinaria por parte de 10s adeptos a una corriente metodoló- gica dominante, ha de ser contemplado, desde el punto de vista del progreso histo- riografico, como un signo positivo de maduración. A su vez, la posibilidad de pro- ducir y difundir visiones alternativas otorga a la historia de la ciencia una función mas estimulante que la de reafirmar una ortodoxia cualquiera y que consiste en fa- vorecer la asimilación de la pluralidad inherente al proceso cultural. La confronta- ción del geógrafo encuadrado en una determinada escuela con diferentes proposicio- nes que se han formulado en algun momento del desarrollo de la cultura cientifica, examinadas de manera comprensiva y no simplemente caricaturizadas, posibilita una adhesión más matizada a las convicciones propias y una mayor apertura a 10s plan- teamientos metodológicos ajenos. NATURALISMO E HlSTORlClSMO EN LAS ClENClAS SOCIALES Posiblemente, la principal ventaja de la masiva utilización de las ideas sobre la evolución de la ciencia difundidas por el célebre ensayo de Thomas S. Kuhn (1962) para dar cuenta de la historia de las ciencias humanas -uso del que tenemos buena experiencia en geografia (Chorley y Haggett, 1967; Berry, 1973)- haya sido obje- tivar las diferencias de estas últimas con las ciencias naturales, campo sobre el que versaba el analisis de Kuhn. Según la formulación original de este autor, para que se pueda hablar con propiedad de ccparadigmas,, cientificos, éstos tienen que ser ob- jet0 de aceptación universal durante un cierto tiempo. Si esto es asi, dificilmente se puede hablar en ciencias humanas de ccparadigmasv ni, en consecuencia, de autén- ticas fases de ccciencia normal,, ni de verdaderas ccrevoluciones científicas,, '. Aun cuando todavía se estan desarrollando intentos de complementar la teoria de Kuhn para hacerla capaz de explicar la mayor complejidad de la evolución de las ciencias sociales (en geografia, por ejemplo, Johnston, 1978), creemos mas produc- tivo y esclarecedor -además de mas fiel al pensamiento del mismo Kuhn- partir de la inexistencia de unanimidades claras y duraderas y de la recurrencia periódica de temas y actitudes como rasgos visibles en el desarrollo integral de las ciencias huma- nas. La evolución de las ciencias humanas aparece ligada en sus inflexiones principa- les a la larga polémica, abierta en el siglo XVIII y no zanjada todavia, entre dos ac- titudes contrapuestas acerca de la esencia del método propio de esta parte de la cul- tura cientifica. Por supuesto, cada una de esas dos actitudes ha adoptado formas di- ferentes y cada vez mas matizadas con el paso del tiempo, pero su núcleo originari0 1. A la vista del uso que se viene haciendo de esos conceptos en el campo de las ciencias humanas, no parece ocioso recordar que Kuhn 10s introduce, precisamente, para definir la historia de las ciencias na- turales en contraposición a las sociales: N... la practica de la astronomia, de la física, de la química o de la biologia, no evoca, normalmente, las controversias sobre fundamentos que, en la actualidad, parecen a me- nudo endtmicas, por ejemplo, entre 10s psicólogos o 10s sociólogos. Al tratar de descubrir el origen de esta diferencia, IleguC a reconocer el papel desempefiado en la investigación cientifica por lo que, desde entonces. llamo "paradigmas". Considero a estos como realizaciones científicas universalmente reconocidas que, duran- te cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científicaw (Kuhn, 1961, p. 13).
  • 4. 22 R. Grau y M. L6pez Guallar permanece, en la medida en que descansa en 10 que Dilthey denominó una ccidea del m ~ n d o > > . ~ Designar de manera inequívoca las dos tendencias metodológicas mencionadas no es una operación fácil, máxime si debemos especificar, no so10 las diferencias generales entre una y otra actitud, sino también las diversas formas históricas que han ido adoptando a 10 largo de doscientos años de pugna y mutua influencia. Nos parecen inadecuadas aquellas soluciones que consisten en utilizar 10s mis- mos términos para designar 10s dos principales niveles de concreción histórica de la polémica: la globalidad de 10s siglos XVIII-xx, como ámbito cronológico en el que se desenvuelve el proyecto de las ciencias sociales, y las etapas en que se produce esa evolución. Se favorece así una confusión de plano$ históricos tan innecesaria como peligrosa. En la que Foucault (1969) llama críticamente cehistoria de las ideas,, es costum- bre rastrear el origen de determinados elementos culturaies independientemente de 10s contextos históricos en 10s cuales alcanzan sentido preciso. Con frecuencia, esas cecorrientes>> o ceconstantes>> se designan por medio de términos referidos a períodos concretos. Ahora bien, la amplitud cronológica que alcanza el tkrmino es función de la reducción de su contenido. Si en determinados supuestos este procedimiento es útil, no cabe duda de que la menor extensión del contenido del termino en cuestión supone una dificultad a la hora de describir la globalidad histórica de la que fue ex- traido. En este caso está, sobre todo, el termino ccpositivismo>>, ligado originariamen- te al nombre de Auguste Comte y, por extensión, al de otros filósofos y científicos de mediados del siglo XIX,cuando se usa, además, para caracterizar las otras mani- festaciones de la misma rama metodológica desde el Siglo de las Luces a la actua- lidad. En autores como Kolakowski (1966) o Moulines (1979), Iss conceptualización de la cccorriente positivista>>, a la luz de 10s desarrollos recientes de unos autodeno- minados herederos del legado positivista, lleva a la paradoja, inaceptable desde el punto de vista estrictamente historiografico, de poner en duda --o incluso negar- el caracter positivista del pensamiento comtiano. En toda descripción histórica, es re- gla que 10s términos designativos extraidos de 10s documentos dc la época conserven su contenido original con cierto rigor y fidelidad. Por otro lado, cuando se critica a Comte por no haber sido ccauténticamente>> positivista, no so10 se esta desdibujando una entidad histórica hasta hacerla irreco- nocible, sino que se está implicando, también, que dentro de la corriente positivista s610 caben aportaciones acertadas - 1 0 que hoy aparece como aportaciones acerta- das- y que el ccpositivismo>> tiene la exclusiva de las soluciones correctas. Una se- cuela de este modo de ver las cosas es la caracterización de todo 10 que no es inte- grable como ccpositivismo>> por via negativa: ccanti-positivisme>>. Semejante simplifi- cación impide ver la menor lógica interna en el desarrollo del proyecto de las ciencias sociales durante 10s dos últimos siglos. Entre las aproximaciones que optan, en principio, por una actitud neutral ante la polémica metodológica de las ciencias sociales, la reciente de Von Wright (1971) 2. aTanto la religion como la filosofia buscan firmeza, eficacia, dominio, validez universal. Pero la hu- manidad no ha avanzado un solo paso por este camino. La lucha de las ideas del rnundo entre sí no ha Ile- gado a una decisi6n en ningún punto capital. La historia realiza una seleccion entre ellas, pero sus grandes tipos quedan en pie unos junto a otros, independientes, indemostrables e indestructibles. No pueden deber su origen a ninguna demostracion, y ninguna demostracion puede disolverlos. Los estadios particularesy las formas especiales de un tipo pueden refutarse, pero su raíz en la vida perdura y sigue actuando y crea siem- pre nuevas formas, (Dilthey, 1911j p. 49). . .
  • 5. Pensamiento geogrdfico 23 escoge para la larga duración 10s términos de cctradición galileana,, y cctradición aris- totélica>,.Aun apreciando esa aportación, creemos que trabaja con unas referencias históricas demasiado alejadas - y desigualmente alejadas, por añadidura- de la pro- blemática especifica de las ciencias sociales, cuya concepción arranca del momento histórico de la consolidación del paradigma newtoniano en las ciencias naturales. Más interesantes nos continúan pareciendo las primeras aproximaciones historiográ- ficas al dualismo metodológico por obra de diversos filósofos e historiadores de la cultura de principios del siglo xx,entre 10s que cabe destacar el tratamiento de la dicotomia naturalismolhistoricismo en Ernst Troeltsch (1922). De acuerdo con esta nomenclatura, se puede distinguir, al nivel de la máxima generalidad históricamente relevante, entre naturalismo, la actitud que sostiene la necesidad de aplicar el método de las ciencias naturales como única via para fundar las ciencias sociales y que pone el énfasis en la explicación, e historicismo, según el cua1 no ~ u e d e lleearse al auténtico conocimiento de 10 humano a través de la inclu- - sión de 10s casos particulares en clases e insiste en la necesidad de acceder a la com- prensión de las intenciones que guian la acción humana y de la finalidad que da sen- tido al mundo. El enfrentamiento entre estas dos actitudes se traduce en una alternancia de pe- riodos de predomini0 naturalista y otros de signo historicista. Este tip0 de evolución característica se realiza. fundamentalmente. a través de un mecanismo de substitu- ción periódica movido por el contraste que se produce en las ciencias humanas na- turalista~entre su voluntad esencial de incidir en la practica social en un sentido uti- litari~ y la necesaria abstracción de sus realizaciones. Éstas suscitan movimientos de reacción cuya mayor contribución es aportar datos que muestran la insuficiencia de las teorias naturalistas en relación con la complejidad de la vida histórica. Esos datos deberán ser integrados por cualquier nueva formulación naturalista. Buenos ejem- plos de este tip0 de funcionamiento son, en el terreno de competencia de 10s geó- grafos, la reacción contra las divisiones territoriales del tip0 adepartamento*, desa- rrolladas por la Revolución Francesa y exportadas por el imperialismo napoleónico, y la oposición contra el urbanismo geornétrico de Cerda o Le Corbusier, tan ccracio- naln e ccigualitario,>como 10s principios ilustrados.de la Francia revol~cionaria.~ A grandes rasgos, se puede distinguir en la evolución de 10s últimos siglos una serie de etapas - c u y a cronologia habria que matizar según las disciplinas y 10s pai- ses- en las que naturalismo e historicismo alternan de forma bastante regular en el control de las ciencias s~ciales.~ A la Zlustración, verdadera creadora de la idea de una ciencia social según el 3. Sobre el aurbanismo~,considerado como ciencia social aplicada en la que aparece con claridad el mencionado mecanismo de substituci6n dialéctica de enfoques metodol6gicos, hemos dado a la imprenta 10s siguientes trabajos: Ram6n Grau: Ildefonso Cerda y la geografia catalana, revista de Geografia,) (Barce- lona), XIV, 1980, pp. 75-89; Ram6n Grau y Marina Mpez Guallar: El concepto de monumento histórico en Barcelona (1835-1982), <<Urbanisme e historia urbana en el mundo hispano. Segundo Simposio, 1982s, Ma- drid, Universidad Complutense, 1985, 11, pp. 1055-1064. Ramon Grau i Marina López Guallar: La genesi del Parc de la Ciutadella, in -El Pla de Barcelona i la seva histbria. Actes del I Congrés d'histbria del Pla de Barcelona..., novembre de 1982*, Barcelona, La Magrana-IMH, 1984, pp. 441-467; Manuel Arranz, Ramon Grau i Marina López: El Parc de la Ciutadella. Una visió histdrica, Barcelona, Ajuntament-L'Aveng, 1984, 124 pp.; Ramon Grau i Marina L6pez Guallar: L'urbanisme de la N~lustracióa Barcelona, ~Pedralbes,,,V, 5 (1985), PP. 59-79. 4. Hemos especificado el sentido de este movimiento dialéctico entre naturalismo e historicismo en: Ramón Grau y Maria Sala: La geomorfologia en sus tratados y manuales: un esquema histórico de la disci- plina (1870-1982), *Revista de Geografia* (Barcelona), XVI-XVII, 1982-1983,pp. 175-192.Véanse especial- mente las pp. 180-183.
  • 6. 24 R. Grau y M. L6pez Guallar modelo naturalista y con una decidida voluntad pragmática, responde criticamente el romanticisme, gestado en la última parte del siglo XVIII y predominante durante 10s primeros decenios del siglo XIX. En la linea naturalista de la cultura ilustrada, pero con asimilación de la idea de la historicidad esencial de la realidad, proclamada por 10s románticos, el positivismo va a presidir, desde 10s decenios centrales del siglo pa- sado, la etapa clave para la cristalización de las ciencias sociales diferenciadas. Es desplazado progresivamente de ellas por las criticas del neo-rornanticismo,que coin- cidiendo con la crisis del paradigma newtoniano en las ciencias naturales alcanza su esplendor durante el primer tercio del siglo xx. A la proposición de u11 método es- pecifico para las ciencias humanas, que separa a 10s neo-romanticos del monismo na- turalista de ilustrados y positivistas y del monismo historicista de 10s románticos ra- dicales, sucede la reafirmación de la unidad metodológica por parte del neo-positi- vismo, floreciente durante el segundo tercio del siglo actual y sujeto hoy, a su vez, a una oleada de criticas.' NATURALISMO E HlSTORlClSMO Que en geografia existe una doble tradición metodológica es una idea ya antigua que se reconoce en las confrontaciones clasicas entre ccdeterminismo),y ccposibilismo,, (Febvre, 1922) y entre ccexcepcionalismo~~ y ccconcepción científica,, (Schaefer, 1953). A pesar de que 10s juicios de Febvre y Schaefer sobre las dos opciones metodológicas son diametralmente opuestos, sus clasificaciones comparten dos rasgos que les han impedido, a uno y a otro, funda1 una historia de la disciplina verdaderamente com- prensiva: en primer lugar, la consideración de que s610 una de las dos tradiciones es válida, en tanto que la otra queda reducida a la condición de desviación ---o de pa- réntesis, como quiere Burton (1963)-; en segundo lugar, la nonlenclatura sui generis de 10s movimientos, que crea la falsa impresión de que el caso de la geografia es úni- co y carece de conexiones significativas con la problematica de otras disciplinas. En la actualidad, la ausencia de un triunfo definitivo de la cinueva geografia* de 10s cuantitativistas y la irrupción de corrientes que significan un retorno al historicis- mo han convertido en anacrónica la intolerancia típica de 10s autores citados y estan abriendo paso a valoraciones de aquella dualidad concebidas en términos mucho mas cautos (Bird, 1978 y 1979). Por otro lado, el contacto menos belicoso de la geografia con las otras ciencias humanas, que parece ser un rasgo significr~tivode la evolución cultural de 10s últimos lustros, favorece una comprension mis amplia y objetiva del sentido histórico de la polaridad metodológica. En cualquier historia de esta antigua rama del saber que es la geografia puede advertirse la insistencia en la solución de continuidad formalizada alrededor del año 1800 (Dickinson, 1969; Clozier, 1972). Los rasgos diferenciadores de la geografia contemporánea con respecto a la practicada antes del siglo xvrrr aparecen como un dato incontrovertible y aceptado con generalidad, aunque la fecha mas precisa para el comienzo de la nueva tradición puede oscilar varios decenios según el punto de 5 . Fuera del ámbito estricto de la geografia hemos trabajado este esquema en el terreno de la h~sto- riografia en numerosos artículos para la obra colectiva Ictíneu. Diccionari de les citncies de la societat als pai- sos catalans (segles xvím-xx), Barcelona, edicions 62, 1979. Entre ellos: aArqueologia., <<Filologia.,aHisto- riografiar, aIl~lustraciómy <<Positivisme)). Una versión posterior: Ramon Grau y Marina López: L'escola his- toriogrdfica, en la obra colectiva: L'aportació de la Universitat catalana a la Ciencia i a la Cultura, Barcelona, L'Avenq, 1981, pp. 148-154.
  • 7. Pensamiento geogrzhfico 25 vista del autor. Para quienes, mas o menos influidos por 10s estudios de sociologia de la ciencia, subrayan el criteri0 de la institucionalización de la disciplina y de la aparición de una comunidad científica, el momento mas significativo es, generalmen- te, el octavo decenio del siglo XIX,en plena época del positivismo (Claval, 1964; Ja- mes, 1972; Capel, 1977). Para otros, tal vez la mayoria, 10s padres de la geografia moderna son Humboldt y Ritter, influidos por el romanticisrno, activos durante la primera mitad del siglo pasado y fallecidos ambos en 1859. Desde el punto de vista del diseño tematico de la disciplina en su forma moderna y de la fundamentación de las técnicas eruditas que son el soporte de su carácter cientifico, es difícil negar la importancia de la contribución de 10s dos clasicos alemanes. No obstante, su magna obra no se puede entender, a nuestro juicio, si no es como desarrollo de y respuesta a las tesis de la Ilustración sobre la naturaleza y el hombre. El encargo de estudiar las relaciones entre el hombre y el medio, eje de la in- vestigación geografica durante 10s dos últimos siglos y principal fundamento de la unidad de la disciplina en un mundo cada vez mas vertido a la especialización, otorga a la geografia un lugar bastante bien definido dentro del programa de las ciencias so- ciales. La elevación de aquel tema a la categoria de problema cientifico de primer orden es obra de la cultura ilustrada y, en este sentido, la historia de la geografia mo- derna comienza con la integración del ambientalismo en la concepción del mundo lai- ca articulada por 10s ilustrados. La influencia del medio natural, idea antigua reintroducida en la alta cultura por Montesquieu, es manejada por 10s ilustrados como teoria de segundo grado, es decir como elemento a quedar enmarcado por el idealismo cultural, que es una componen- te de rango superior dentro del panorama de ideas de la Ilustración. Es esgrimida principalmente como posible explicación de la desigualdad efectiva entre las nacio- nes, una situación que contradice las tesis centrales acerca de la igualdad esencial en- tre 10s hombres. Las diferencias del medio natural pueden explicar la diversidad ob- servable en la situación de las distintas comunidades humanas, no obstante estar todas ellas igualmente capacitadas para alcanzar el estadio de progreso. Ahora bien, la aparente perennidad de 10s datos fisicos de un territori0 hace peligrosa la expli- cación, en cuanto tiende a presentar las diferencias como naturales (y la naturaleza es, para 10s ilustrados, perfecta) y no como situacionales. La prevención contra un tipo de explicación que pone en peligro la doctrina de la universalidad del progreso impulsa a la mayoria de 10s ilustrados a insistir en 10s cambios registrados en el tiem- po por comunidades asentadas en territorios cuyas caracteristicas no han variado y a atribuir esas desviaciones respecto a la situación ideal de progreso a causas mora- les, es decir a factores dependientes de la voluntad humana. A esa conflictividad de la explicación ambientalista dentro del mundo de ideas del siglo XVIII debe atribuirse la no-fundación de la geografia moderna por parte de 10s encicl~pedistas.~ En polémica con la Ilustración, 10s romanticos afirman que las diferencias ob- servables entre las distintas naciones no s610 no son una anomalia dentro de la ten- dencia general hacia el perfeccionamiento, sino que son imprescindibles para el pro- greso de la humanidad, entendido ahora como una evolución constante de todo 10 real, constituida a base de 10s desarrollos originales e irrepetibles de las diversas na- ciones. La diferenciación del medio natural juega en esta teoria general un papel po- sitivo de cara a la definición de las colectivididades nacionales, cuya historia comien- 6. Hemos tratado este tema en: Ramon Grau y Marina López Guallar: El pensament historiografic d2Antonide Capmany: de la Il.lustraci6 al romanticisme, <<Primer Congres d'Historia Moderna de Catalunya; 2n volum*, Barcelona, Universitat, 1984, pp. 589-596.
  • 8. 26 R. Grau y M. Wpez Guallar za con la adaptación a las caracteristicas del territori0 propio y cs interpretada como resultado de una necesidad intrínseca de llegar a la realización plena e incondiciona- da del ser colectivo. El medio natural no es visto como un elemento exterior, sino como una componente integrada en la totalidad que es la nación, y sus rasgos deben ser comprendidos a la luz de la finalidad ideal del pueblo que en é1 se desenvuelve. Este conjunto de ideas del romanticisrno, articuladas en las grandes generaliza- ciones de la filosofia de la historia de Herder y Hegel, da sentido también a la via erudita que propugnan Niebuhr y Ranke en historiografia y Humboldt y Ritter en geografia, puesto que proporciona el marco teórico adecuado para la construcción de disciplinas dedicadas al estudio de las variaciones de la situación de la humanidad en el tiempo y del medio ambiente natural en el espacio: a través de esa infinita varie- dad de 10 concreto es posible intuir el plan de conjunto del universo. La cristalización de la ciencia geográfica moderna por obra del romanticisrno ha creado una serie de formas y tradiciones que hacen aparecer a la geografia como una disciplina congenial con el historicismo, a la inversa de 10 que sucede con las ciencias sociales propiamente dichas, creación del naturalismo ilustrado o positivista. De he- cho, 10s avatares de la polémica entre las dos tradiciones metodológicas se expresan no s610 en cambios en el interior de cada disciplina para adaptarse a la corriente en ascensión, sino también en el desplazamiento del interés de 10s intelectuales hacia aquellas disciplinas que mejor se acomodan a la filosofia de la ciencia dominante. Este tip0 de comportamiento, oscurecido desde finales del siglo XIX por la existencia de comunidades científicas interesadas ante todo en la pervivencia de las respectivas disciplinas y que, por tanto, se esfuerzan por armonizar la tradición propia con las doctrinas en boga, se muestra con bastante claridad hasta el momento de la institu- cionalización. En efecto, con el advenimiento del positivismo se produce el eclipse de la geografia ritteriana, fenómeno al que se refieren todos 10s historiadores de la geografia y que, a nuestro juicio, hay que conectar con el auge contemporaneo de otras ciencias que se adaptan mejor a 10s principios analíticos y generalizadores del naturalismo. Muchos hallazgos teóricos que desde una perspectiva actual aparecen como esenciales para la construcción de una verdadera geografia general surgen du- rante esta etapa fuera de 10s limites de nuestra disciplina o tienden a propiciar su dis- gregación en disciplinas analiticas. Afortunadamente para la geografia, el positivisrno, como intento de síntesis en- tre el naturalismo ilustrado y la historización general del romanticismo, produce con el evolucionismo de Darwin y Spencer una teoria científica en la que la relación del hombre con el medio juega un papel fundamental. Esto permite a Ratzel, entre otros, efectuar una traducción del mensaje de la geografia ritteriana al lenguaje po- sitivista mediante la eliminación del finalismo romántico. El reforzamiento del am- bientalismo fructifica en la construcción de una ambiciosa geografia general que re- coge en provecho de la naciente antropogeografia 10s esfuerzos de medio siglo de po- sitivismo en las ciencias sociales. La reacción historicista que se abre paso durante 10s últimos años del siglo xrx cuenta, en geografia, con importantes bazas que permiten augurar una rapida expan- sión de la disciplina: la situación institucional consolidada o en vias de rapida con- solidación, la teoria global del primer romanticisrno y las teorias parciales y la téc- nica empírica rigurosa del positivismo. No obstante, la combinaci6n del énfasis en la libertad del hombre con el reconocimiento de la adecuación del determinismo en la interpretación de 10s fenómenos na'turales debe resolverse en la ruptura con el mo- nismo filosófico y metodológico de 10s sistemas anteriores, lo cual hace aflorar, con una claridad sin precedentes, 10s problemas derivados del enfoque globalizador lega-
  • 9. Pensamientogeogrdfico 27 do por el romanticismo. No hay mas remedio que reconocer la heterogeneidad de su posición media entre las ciencias naturales y las ciencias humanas, a la vez que se está debilitando el poder unificador del ambientalismo, puesto que se rompe con la idea de una determinación lineal del medio sobre el hombre. El grave peligro de des- composición de la ciencia geográfica es conjurado mediante la centralización de 10s esfuerzos eruditos en la geografia regional - 1 0 cua1 es una dirección pertinente des- pués de 10s amplios esquemas teóricos del positivismo ratzelianw, mediante la afir- mación de la interdependencia de 10s diversos elementos heterogéneos que se com- binan en un paisaje - 1 0 cua1 constituye la mayor aportación teórica de este segundo historicismw y mediante una recaida en el realismo epistemológico mas extremado, que ha sido la principal fuente de problemas en esta etapa.7 El tema central del neo-positivismo es el retorno a la afirmación de la unidad metodológica de la ciencia, en abierta polémica con el dualismo introducido por 10s neo-románticos. Este enfrentamiento histórico confiere una especial agresividad al monismo neo-positivista, a pesar de que en origen hay un cuidado exquisit0 en no transferir la afirmación al plano ontológico, sobre el que se tiende a mantener una actitud agnóstica compensada por un fuerte pragmatismo. La sutil diferenciación de planos establecida, que esta en las antipodas del realismo epistemológico tradicional en 10s geógrafos y acentuadísimo en 10s neo-románticos, no siempre ha sido bien asi- milada en la practica por nuestros profesionales, ni siquiera por algunos de 10s re- presentantes más cualificados de la ccnueva geografia)). Con todo, el énfasis en la necesidad de refundamentar metodológicamente la disciplina permite a 10s primeros geógrafos adeptos al neo-positivismo intentar, hacia 1960, la estructuración de la geografia sobre bases practicamente inéditas. En efecto, no se hace descansar ya la unidad de la disciplina en la importancia de 10s nexos en- tre el medio y el hombre - q u e por primera vez en la historia de la geografia mo- dema pasan a un lugar secundari*, sino sobre la identidad morfológica de todos 10s fenómenos de distribución en el espacio, sean producidos por 10s elementos na- turales o por el hombre. La nueva definición de la geografia como ciencia de las dis- tribuciones en el espacio - y s610 secundariamente ciencia de las combinaciones de fenómenos en áreas concretas- ampara la adopcidn de formas radicalmente distintas a las del neo-romanticisrno, a través de operaciones como la transferencia de mode- 10s elaborados en el campo de la geografia física al territori0 de la geografia humana, el cultivo intens0 de la geografia general en todas sus ramas sin miedo a estar ame- nazando la supervivencia de la disciplina y la ampliación de las perspectivas de una geografia humana autónoma mis all6 de 10 que permitia la concepción ambientalista. El fracaso de esta ambiciosa construcción en el intento de convertirse en una nueva ~rtodoxia ha llevado, durante el ultimo decenio, a una situación de pluralidad de prádicas y de ideas en la que destaca, cada vez con mayor fuerza, un cor0 de vo- ces que acusan a la geografia neo-positivista de reduccionisrno y de ideologismo. Por tercera' vez desde finales del siglo XVIII, el pragmatismo de la corriente naturalista, con su corolario de las incisivas intervenciones en el funcionamiento de la sociedad, est6 geherando una respuesta multiforme a través de la cua1 afloran, transformados, 10s temas tradicionales del historicisme.* 7. Hemos examinado el fundamento de la geografia neo-romantica francesa en: Ramón Grau: Sobre la base filosofica del método regional en Vidal de la Blache, a V Coloquio de Geografia, Granada, 19778,Gra- nada, Universidad, 1977, pp. 297-301. 8. Hemos aplicado nuestro esquema histórico a la valoración crítica de una proposición metodológica posterior al neo-positivismo en: Ramón Grau: Estudios integrados de paisaje e historiografia, <<I Coloquio de Paisaje y Geosistema, Abril, 1980*, Barcelona, Universitat, 1984, pp. 81-100.
  • 10. 28 R. Grau y M. Ldpez Guallar Bibliografia ABLER,R., ADAMS, J. S. y GOULD, P (1972): Spatial Organization, Londres, Prentice-Hall In- ternational, 1972. BERRY, B. J. L. (1973): A Paradigm for Modern Geography, in Chorley, R. J. (ed.): Directions in Geography, Londres, Methuen, 1973, pp. 3-21. BIRD,J. (1978): Methodology and philosophy, <<Progres in Human Geographyn, 2, 1, pp. 133- 140. BIRD,J. (1979): Methdology and philosophy, ~Progress in Human Geography*, 3, 1, pp. 117- 125. BURTON, I. (1963): The Quantitative Revolution and Theroretical Geography, <<The Canadian Geographer,,, 7, pp. 151-162. CAPEL,H. (1977): Institucionalización de la geografia y estrategias de la comunidad científica de 10s geógrafos, c<Geo-critica*,8-9. CARR,E. H. (1961): What is History? Versión castellana: iQué es la historia?, Barcelona, Seix Barral, 1966. CHISHOLM, M. (1975): Human Geography: Evolution or Revolution?, Harmondsworth, Pen- guin, 1975. CHORLEY, R. J. y HAGGETT, P. (1967): Models in Geography, Londres, Methuen, 1967. CLAVAL, P. (1964): Essai sur l'evolution de la géographie humaine, Paris, Les Belles-Lettres, 1964. CLOZIER, R. (1972): Histoire de la géographie, Paris, P. U. F., 1972, 5." ed. DICKINSON, R. E. (1969): The Makers of Modern Geography, Londres, Routledge and Kegan Paul, 1969. DILTHEY, W. (1911): Die Typen der Weltanschauung und ihre Ausbildung in den metaphysis- chen Systemen. Versión castellana: Teoria de las concepciones del rnundo, Madrid, Revista de Occidente, 1974. FOUCAULT, M. (1969): L'archéologie du savoir, Paris, Gallimard, 1960. HARTSHORNE, R. (1939): The Nature of Geography, %Annalsof the Association of American Geographers,, XXIX, 3-4, pp. 171-658. HARVEY, D. (1969): Explanation in Geography, Londres, E. Amold, 1969. H E ~ E R , A. (1927): Die Geographie: Ihre Geschichte, ihr Wesen und ihre Methoden, Breslau, F. Hirt, 1927. JAMES, P. E. (1972): All Possible Worlds. A History of Geographicul Ideas, Indianapolis, The Odissey Press, 1972. JOHNSTON, R. J. (1978): Paradigms and revolutions or evolution? Observations on Human Geo- graphy since the Second World War,<<Progress in Human Geography),, 2,2, pp. 189-206. KOLAKOWSKI, L. (1966): Filozofia Pozytywistyczna. Versión castellana: La filosfía positivista, Madrid, Cátedra, 1979. KUHN, T. S. (1962): The Structure of Scientific Revolutions. Versión castellana: La estructura de las revoluciones científicas, México, F. C. E., 1971. MOULINES, C. U. (1979): La génesis del positivisme en su contexto cientíj'ico, <<Geo-critica,), 19. SCHAEFER, F. K. (1953): Exceptionalism in geography: A Methodological Exarnination, <<Annals of the Association of American Geographersv, XLIII, 3, pp. 226-249. SMITH, N. (1979): Geography, Science and Post-positivist Modes, of Explanation, <<Progres in Human Geography, 3, 3, pp. 356-383. TROELTSCH, E. (1922): Der Historismus und seine Probleme, Tubinga, Mohr, 1922. WRIGHT, G. H. von (1971): Explanation and Understanding, Ithaca, Cornell Univ. Press, 1971.
  • 11. Pensamiento geogrdfico Resume: pour un schema historique de la pensee geographique L'objectif de cet article est de contribuer i la construction d'un schéma compréhensif de I'histoire de la géographie moderne, considérée comme une science sociale qui partage les - problkmes méthodologiques propres a cette aire de connaissance. On propose que l'évolution %' des sciences sociales soit régie par la polémique, ouverte au XVIII' sibcle et pas encore tranchée, entre naturalisme et historicisme. Le dialogue entre ces deux propositions méthodologiques, basées sur des visions du monde complétement différentes, engendre une serie de faqons historiques concrktes qui se succbdent en alternance dans le contr6le des sciences sociales tout au long de ces derniers deux sikcles: Lunieres, positivisme et neo-positivisme dans la tradition naturaliste; et romanticisme et nio-romanticisme dans la ligne historiciste qui semble aujourd'hui dominer de nouveau aprbs l'éssor néo-positiviste des décennies postirieures la deuxi2me Guerre Mondiale. En ce qui concerne la géographie, on considkre que le point de départ de la discipline dans sa forme moderne se situe dans la période des lunieres, avec la conversion des anciennes idées sur la détermination ambiante en hypothkses scientifiques. Utilisé avec réticence l'ambiantalisme devient une piece centrale de la culture romantique, qui est la principale responsable directe du remaniement de la géographie. L'apogée des idées évolutionnistes dans la version naturaliste dérivée de Darwin permet la consolidation de la géographie, comme sciences de relations, dans le contexte de la spécialisation progressive des communautés scientifiques propre i la dernikre partie du xrxe sikcle. La tendance B la dispersion favorisée par le dualisme méthodologique caractéristique du nio-romanticisme est mitigée par la concentration dans les études régionnales. En ce qui concerne cette dernikre ttape, le néo-positivisme se caractérise par la restauration du monisme méthodologique et par I'élevation de celui-ci au statut de principe unificateur de la géographie, centrée maintenant sur la culture des études de type général. Ces derniers lustres, cette mise au point <<scientifique,). apparemment neutre est en train d'Ctre l'objet de critiques i travers lesquelles affleurent une fois encore les thbmes traditionnels de I'historicisme. Abstract: Towards an historical vision of geographical thought The aim of this article is to contribute towards the construction of a comprehensive vision of the history of modern Geography, conceived as a social science which shares the methodological problems peculiar to this branch of knowledge. It may be said that the evolution of the social sciences is dominated by the conflict, started in the 18th century and still not been resolved, between naturalism and historicism. The dialogue between these two methodologies. based on different world visions, gives rise to a set of specific historical forms which have been alternatively replacing each other in their control of the social sciences for the last two hundred years: Enlightenment, positivism and neopositivism within the naturalist tradition. and romanticism and neo-romanticism within the historicist tradition which at present seems to prevail again after the neopositivist surge following the Second World War. As regards geography, it is thougt that the starting point of the discipline in its modern form is to be found in the Enlightenment period, when the old ideas on environmental conditioning were replaced by scientific hypotesis. Used only reticently within the framework of 18th century rationalist ideas, environment became one of the key ideas of romantic culture, which is directly responsable for the refounding of geography. The surge of evolutionist ideas according to the naturalist conception as derived from Darwin favoured the consolidation of geography, as a science of relations, within the context of the increasing specialization of scientific communities in the latter part of the 19th century. The tendency towards disgregation favoured by the restoration of metholological monism and its universal acceptance as the unifying principle of geography which now concentrated on the promotion of general studies. In recent years, this ascientific*, apparently neutral approach has been criticased, so that once again the traditional . themes of historicism have begun to resurface.