El documento describe la celebración de Pentecostés y el papel del Espíritu Santo en la Iglesia. Resalta que el Espíritu Santo dio vida a la Iglesia y la ha guiado durante más de 2000 años, y que nos impulsa a vivir nuestra fe no de forma individual sino como parte de una gran familia. También enfatiza la alegría que debemos sentir al salir de la misa y transmitir al mundo el amor de Dios.
2. Hoy celebramos el
nacimiento de la Iglesia.
Somos parte de una
familia que va más allá de
las estructuras: somos
familia de Dios, amigos de
Dios. Le pertenecemos.Y
él, con inmensa
generosidad, nos regala el
Espíritu Santo. No se
entendería el largo
trayecto de más de dos mil
años de Cristianismo sin el
soplo del Espíritu sobre los
apóstoles.
3. Muchas personas dicen:
creo en Dios, pero no en la
Iglesia. No necesitamos
intermediarios para
relacionarnos con él.
Pero nuestra adhesión a
Jesús nos lleva más allá de
la fe individual: nos impulsa
hacia los demás. No
podemos vivir la fe en
solitario, al margen de la
gran familia que es la
Iglesia. Ser cristiano es
sentirse parte de esta
comunidad.
4. La eucaristía es un
pregustar el paraíso,
saborear un anticipo de la
eternidad. Cuando salimos
de la misa, deberíamos ser
un testimonio vivo de
profunda gratitud a Dios
por el regalo de su Hijo y
de su Espíritu. ¿Sabemos
transmitir este gozo, esta
alegría y esta llama viva al
mundo?
5. En los apóstoles el
Espíritu caló hondo. ¡No
tuvieron miedo! Dieron un
salto en su fe y
entregaron la vida. Jesús
atravesó mucho más que
los muros del cenáculo,
penetró en su corazón
ylos transformó.
Paz a vosotros. Y con la
paz que no se agota llega
la misión, el envío.
6. El Espíritu Santo colma a
los discípulos de alegría.
Nosotros, saliendo de la
eucaristía, ¡qué menos que
alegrarnos! Hemos de salir
de nuestro cenáculo
interior, cerrado y egoísta,
abandonar nuestras
miserias y dejar que la brisa
del Espíritu penetre en
nuestro corazón,
llenándonos de fuerza y
entusiasmo.
7. Celebramos el nacimiento
de la Iglesia en el mundo.
Celebramos que quien está
a nuestro lado es nuestro
hermano.
Celebramos que nuestra
familia, nuestro hogar, está
anclado en el amor de
Dios.
Somos llamados a ser pan
del hambriento y bálsamo
del que sufre, tónico para el
alma sedienta.
8. Ante el dolor y el
sufrimiento, la
esperanza se erige
como un anhelo
genuino de toda
persona.
La esperanza y el amor
salvan al hombre de
perderse en el vacío.
9. Cada domingo somos
convocados a la
eucaristía. El Espíritu
Santo nos invita y está
presente. Sepamos
atisbar más allá de la
realidad visible y
veremos que nuestro
horizonte se abre hacia
la eternidad.
¡Vale la pena creer!
Hoy hemos de salir con
alegría del templo...
10. Y salgamos a nuestro
barrio, a nuestra ciudad,
volquémonos a trabajar
por el bienestar de los
demás.
Esparzamos la alegría
que hemos recibido.
Dios nos llena y nos
colma con su mayor
regalo, que nunca se
agota: el Espíritu Santo.