El documento resume las discusiones de dos talleres sobre la reforma del plan de estudios de la carrera de Filosofía de la UBA. En el primer taller, se debatieron problemas metodológicos y se propusieron cambios como incorporar talleres de escritura y prácticas filosóficas desde el inicio. En el segundo taller, se analizó la estructura actual del plan y se sugirieron modificaciones como incluir correlatividades entre asignaturas y agrupar materias en áreas.
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Proyecto Numancia.Memoria 2 de noviembre
1. – Por la reforma del Plan de Estudios de la carrera de
Filosofía de la Universidad de Buenos Aires
PROYECTO NUMANCIA
2 de noviembre de 2013
Memoria del taller “Problemas de carácter metodológico”
Durante el taller se recogieron diversas miradas acerca de las prácticas que deberían
adquirir los estudiantes de la carrera de Filosofía en su trayecto formativo.
En cuanto al diagnóstico, docentes de materias de distintos tramos de la carrera
plantearon un déficit de recursos metodológicos en una parte importante del alumnado.
Dichos recursos van desde el uso correcto de la gramática española hasta el
desconocimiento de los estándares mínimos de los diferentes tipos de géneros de
escritura filosófica académica (informe, reseña, monografía, ensayo, ponencia, etc.),
pasando por técnicas de estudio y/o investigación básicas (fichaje de textos, realización
de planes de investigación, planificación de clases).
A este respecto se añadió la preocupación por dos cuestiones que formarían parte del
ethos de la carrera: (a) lo poco “práctico” que resulta el trabajo en las comisiones de
trabajos prácticos de las distintas materias, y (b) el hecho de que en cada materia la
evaluación tiende a pensarse en relación a los contenidos pero no en los procedimientos
de evaluación.
En cuanto a (a), se comentó que es frecuente que en las clases de TP el docente a cargo
dicte clases sumamente expositivas en lugar de propiciar prácticas (de escritura, de
lectura interpretativa, de producción grupal, etc.). Entre las razones que motivan esta
modalidad, se mencionaron entre otras la desarticulación entre prácticos y teóricos (que
obligaría a reponer contenidos de teóricos en las clases prácticas), la autopercepción de
los auxiliares docentes como “chantas” si se sentaban a leer con los estudiantes un texto
y el reclamo por parte de los estudiantes de clases más “entretenidas”. Por otro lado, se
recordó que cuando los prácticos cumplían una función más ligada a lo metodológico
contaban con pocos alumnos, condición que habilitaba la demora necesaria para abordar
estas cuestiones y un seguimiento más cercano del alumno. Esto es difícil de prever en
las condiciones actuales, aunque los presentes indicaron que las materias de ingresantes
suelen tener prácticos numerosos mientras que las de orientación no. En este sentido, se
mencionó la posibilidad de que dicha diferencia no se debiera sólo al reparto entre
diversas orientaciones del número total de cursantes, sino también a la gran deserción de
estudiantes que se hace notar en las materias de orientación.
En lo referido a (b) se discutieron las diferentes modalidades de examen, donde se hizo
notar que existiría algo así como una escala de dificultad creciente que comienza por el
parcial presencial y termina en una monografía. Se puso en cuestión la capacidad
formativa del parcial presencial, a la vez que hubo quienes lo defendieron por ser el que
mejor rendimiento (en términos de calificación) presenta cuando los recursos de
escritura del estudiantado son más bien escasos (es decir, para la mayoría de los
ingresantes). Se hizo hincapié en que la mayor parte de las materias evalúan
procedimientos y prácticas que nunca enseñan explícita y directamente, pues suele
ponerse el acento en el contenido y dejar la cuestión procedimental en la oscuridad de
aquello que o bien “ya se sabe” o bien “no puede aprenderse”. También se comentó el
hecho de que las modalidades de examen son, en general, decididas por los profesores
de cada cátedra, de acuerdo a criterios que no siempre son discutidos con los auxiliares
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Memoria de los talleres de trabajo
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de TP (quienes están a cargo, en la práctica, de ofrecer herramientas a los alumnos para
que su desempeño sea exitoso).
Se remarcó el carácter elitista de la formación que resulta de los puntos antes
mencionados, pues se generan condiciones de cursada habitables sólo para aquellos que
ya cuentan con los recursos necesarios para un desempeño académico estándar (debido
a su formación previa) o para quienes tienen “la suerte” de trabajar con algún profesor,
docente o graduado de la carrera que oficie como tutor y guía. Varios estudiantes
presentes, basándose en su experiencia en la carrera, indicaron que esta era una de las
razones de la alta deserción de estudiantes.
Entre las propuestas que circularon se debatió acerca del modo en que las prácticas
filosóficas podían ser integradas al plan de estudios de manera fructífera. En lo
fundamental, la cuestión es si es válido/deseable/adecuado implementar talleres
autónomos respecto de las cátedras o incluso de las áreas de trabajo filosófico. En este
sentido, se objetó que los “talleres de escritura” aislados de ámbitos de
estudio/investigación/práctica concreta perdían especificidad y capacidad formativa,
pues se corría el riesgo de concebirlos como una mera transmisión de procedimientos
aplicables indistintamente a cualquiera de las esferas de producción filosófica. Por una
parte, ello desconocía la variedad de herramientas que cada área específica es capaz de
generar como adecuadas para el tratamiento de los temas y/o problemas que suscitan;
por la otra, esto parece no afectar el presupuesto de base que habría que cuestionar, a
saber: que los contenidos de la filosofía son separables de los procedimientos para
acceder a ellos y/o producirlos.
Entre las preocupaciones y propuestas circularon las siguientes ideas como marco
general:
-La necesidad de que las prácticas de escritura se propicien desde el inicio de la carrera,
con la intención de brindar una base común a todos los estudiantes (lo cual también
combatiría la deserción estudiantil)
-La posibilidad de diferenciar entre distintos espacios de práctica:
(i) para ingresantes y para alumnos avanzados
(ii) orientadas a la investigación académica
(iii) orientadas a la adquisición de herramientas de para responder
adecuadamente a los estándares de evaluación de las propias materias de la
carrera [teniendo en cuenta que la capacidad de respuesta a la evaluación no es la
única motivación de las prácticas propuestas, cfr. (v)]
(iv) diferenciados en cuanto al área de trabajo (habida cuenta de que no es lo
mismo “leer” textos desde la perspectiva planteada por una materia histórica que
por una problemática y/o sistemática)
(v) prácticas de diferentes declinaciones de la filosofía, más allá de las
exigencias de evaluación (producción de reseñas y artículos no académicos,
producción audiovisual, producción y planificación de contenidos para cursos,
prácticas editoriales, etc.)
-La necesidad de que los espacios de formación metodológica estén integrados a la
currícula, debido a que esta es la única manera en que su cursada resultaría obligatoria y
que no se recargaría de tareas a la planta docente de la carrera.
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Memoria de los talleres de trabajo
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También se indicó la posibilidad de que el espacio de Taller de escritura en distintas
modalidades y con distintas progresividades se encuentre en todos los años,
acompañando el tránsito de los alumnos por la carrera. En este sentido se trajo el caso
del Plan de estudios de la Universidad Nacional de Santiago del Estero, donde estos
talleres son anuales y se encuentran en todos los años previstos en el plan.
Entre las propuestas concretas fueron mencionadas:
-la posibilidad de incorporar como obligatoria la materia Semiología del CBC al ciclo
básico de la carrera (quienes defendían esta idea señalaron que en esta materia no sólo
se recorrían teorías semiológicas, sino que era un espacio que contaba con un taller de
escritura que podría ayudar a brindar herramientas mínimas a los estudiantes de la
carrera).
-la pertinencia de incorporar a la currícula un “Taller de escritura” que tuviera como
contenidos mínimos al menos la presentación y producción de distintos géneros de
escritura, y los géneros académicos básicos.
-la incorporación de un taller de tesis para los alumnos de la licenciatura.
-la incorporación de talleres de investigación. Se comentó la pertinencia de incluir entre
las prácticas de investigación a la planificación de clases y/o elaboración de programas
de materias (armado de un marco teórico, delimitación de un tema, construcción de un
estado de la cuestión, selección de fuentes primarias y secundarias, etc.), dado que ello
constituye también una práctica filosófica que involucra investigar y que, por lo demás,
la mayoría de los graduados de la carrera suelen dedicarse, al menos parcialmente, a la
docencia.
-se sugirieron otros posibles talleres, como “Taller de contexto social de la profesión” y
“Taller de Retórica y Argumentación”.
En cuanto a la implementación, se conversó acerca del modo en que estos “talleres”
podían integrarse no sólo al plan de estudios sino además articularse con las diferentes
materias y/o áreas de trabajo docente. En este sentido, y teniendo en cuenta que el plan
sólo puede contemplar “Seminarios” o “Asignaturas” con una estructura determinada
por las disposiciones de la facultad, se barajaron diferentes posibilidades.
-La creación de materias introductorias cuya parte práctica fuera lo que se denominó
aquí un “taller”. Por ejemplo, una materia de “Introducción a la práctica y producción
filosófica” cuyo contenido práctico fuera el arriba señalado.
-La oferta de seminarios orientados a diferentes tipos de prácticas de
escritura/investigación/producción por parte de los docentes de cada área.
En este contexto surgió la idea de que esta materia introductoria o taller de escritura
fuera un curso dictado por los propios docentes de la carrera, pudiendo o debiendo
elegirla rotativamente como cumplimiento de su dedicación. Quienes defendían esta
idea indicaron que evitaría que el taller perdiera articulación con los requisitos que
luego las materias evaluaban, y permitía a su vez a los ayudantes, encargados
generalmente de la evaluación, transitar un espacio de reflexión en torno a las
herramientas metodológicas que suponen en sus alumnos a la hora de evaluar. Quienes
estaban a favor de la creación de una nueva materia en sentido tradicional indicaron que
si el espacio de los talleres era ocupado por los mismos docentes de la carrera, el
ingreso a la docencia en esa área necesariamente se debía mediar por el ingreso a las
materias de la carrera.
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Por último, se presentaron algunas propuestas para los contenidos mínimos de un Taller
de Escritura I, y se sugirieron: Diferentes géneros de escritura: reseña, diálogo, artículo
académico, carta. Redacción de parciales domiciliarios. Detección de problemas
filosóficos en textos literarios.
La cuestión de los contenidos de cada taller, así como su organización e inserción
curricular (materias o seminarios, en qué tramos del plan de estudios) fue percibida
como en estrecha relación con una nueva organización de la currícula, y por lo tanto se
prevé la discusión de dichos temas en función de la estructura del plan (tema del taller
siguiente).
Memoria del taller “Estructura del plan de estudios”
Debido al breve tiempo restante para la discusión en este taller, sólo se comenzaron a
esbozar algunos de los problemas estructurales detectados en el plan actual, y cuestiones
a revisar en vistas a una reforma.
En cuanto al diagnóstico, se comentó que la actual estructura tenía un núcleo de
materias obligatorias que eran excesivas, o al menos que no lograban ofrecer una
articulación coherente para muchos estudiantes. A esto se le añadió como cuestión la
inexistencia de correlatividades (excepto en casos particulares como una materia y su
versión de “Problemas de…”). A este respecto, se recordó que en una reforma previa
del Plan de estudios, quienes militaron la quita de correlatividades lo hicieron por las
dificultades que se generaban cuando las materias no eran dictadas con la debida
frecuencia, condición que no se registra en la actualidad ya que todas las materias son
ofrecidas con una frecuencia aceptable e incluso por varios equipos de cátedra
diferentes.
Todo ello aportaría a la confusión general de los ingresantes, quienes no tienen claro
cuál sería el criterio de elección de materias en sus primeros cuatrimestres de cursada,
habida cuenta de que acaban de entrar en la carrera. Se señaló que en la actualidad hay
algunas materias que son sindicadas como “de ingresantes” (Historia de la filosofía
antigua, Ética, Lógica) sin que ello responda a una lógica interna del plan de estudios,
sino a una cuestión coyuntural y consuetudinaria.
En este sentido, se planteó la posibilidad de que el nuevo plan tenga una estructura más
articulada, y que exija correlatividades.
En cuanto a la articulación, y a modo de ejercicio comparativo, se presentaron los
planes de estudios de dos carreras de la FFyL: el de Artes y el de Letras. Con ello se
intentó mostrar tipos de estructura curricular distintas a las del actual plan de estudios
de la carrera de Filosofía.
Acerca del plan de Artes, se subrayó que se trata de un plan que surge de una discusión
reciente, y que además de las ya existentes orientaciones propias de la carrera, agregó
recorridos posibles dentro del núcleo de “obligatorias de orientación” que resultaban
sugerentes para pensar algún tipo de flexibilidad en el núcleo de las actuales asignaturas
obligatorias de la carrera. Por ejemplo, se hizo referencia a la propuesta para la
orientación de Artes Plásticas, en la que los alumnos podrán elegir o bien un recorrido
europeo, o bien un recorrido argentino y latinoamericano. De este modo tendrían como
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materias obligatorias las correspondientes al recorrido elegido, y luego tendrían la
opción de elegir algunas materias del otro recorrido. Ante esta propuesta y la posibilidad
de pensar una modificación tal en el plan de Filosofía, surgiría la necesidad de pensar
áreas que agrupen determinadas materias. Este punto quedó sólo abierto.
Acerca del plan de Letras, se señaló que es interesante tomar nota de la cantidad de
materias que contempla el plan [más de 50, sin contar las de la orientación en Letras
Clásicas, contra menos de 30 del plan de Filosofía] a fin de pensar la posibilidad de
ampliar la oferta de materias. Esta amplitud en parte es posible por el carácter abierto
del plan de estudios, que no divide tajantemente entre materias obligatorias y optativas,
sino que las divide inicialmente en áreas, y luego los alumnos pueden ir optando por un
número de materias correspondientes a cada una de las áreas. De este modo, y salvo en
las materias introductorias, el alumnado se divide en las diversas materias ofrecidas ya
desde el primer año.
Al plantear la posibilidad de un recorrido semejante en la carrera de Filosofía, se
cuestionó la posibilidad de que por ejemplo las Historias pudieran ser materias de
opción libre, aún cuando la opción se diera dentro del área (por ejemplo, elegir entre
una Historia de la Filosofía Moderna 1 y Historia de la Filosofía Moderna 2). En este
sentido, algunos indicaron que se necesita contar con los contenidos dictados en las
Historias para muchas materias problemáticas. Otros indicaron respecto de este punto
que si eso fuera así no se podría cursar nada antes de haber cursado Historia de la
Filosofía Moderna. Por ejemplo en Ética, materia que los alumnos suelen hacer al
comienzo, se ven contenidos de filosofía moderna, y esto mismo podría pensarse para
cada una de las materias sistemáticas.
Se explicó que tanto en Artes como en Letras los alumnos recorren un tramo
introductorio común y obligatorio [en el caso de Artes una materia de Introducción, en
el caso de Letras tres materias]. Si se pudiera pensar un tramo introductorio a la carrera
en el que los alumnos tuvieran un panorama general de las historias y un panorama
general de las sistemáticas, parte de este problema quedaría saldado. Esto es común en
muchos planes de estudios de filosofía de otras universidades nacionales. Se indicó
también que un tramo introductorio permitiría a las materias que actualmente cumplen
el rol de introductorias –como consecuencia de los usos y costumbres de la cursada–
trabajar desde un piso común menos introductorio y más específico.
Respecto de este tramo introductorio se puso en cuestión el lugar actual de la materia
Fundamentos de Filosofía, y se recordaron las características de la suprimida
Introducción a la Filosofía. También se cuestionó la necesidad de dar una materia
introductoria cuando existe ya Filosofía del CBC. En este sentido se propuso la
posibilidad de pensar las materias introductorias en relación con las áreas de trabajo que
agruparán las materias que actualmente componen el tramo obligatorio, por ejemplo,
una Introducción a la historia/periodización de la Filosofía, otra Introducción a la
Filosofía Teórica y otra Introducción a la Filosofía Práctica.
Estos problemas quedaron meramente planteados, y no se llegó a un consenso claro al
respecto.
Memoria redactada por Mónica B. Cragnolini, Guadalupe Lucero y Noelia Billi
(Proyecto Numancia)
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