Un hombre escribió una carta al editor quejándose de ir a la iglesia cada domingo durante 30 años y no recordar ningún sermón. Otro hombre respondió comparando ir a la iglesia con las comidas preparadas por su esposa durante 30 años: aunque no recuerde los menús, estas lo alimentaron físicamente, así como ir a la iglesia lo alimenta espiritualmente y lo mantiene espiritualmente vivo.