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EL PERDON
Perdonar no es lo mismo que justificar, excusar u olvidar.
Perdonar no es lo mismo que reconciliarse. La
reconciliación exige que dos personas que se respetan
mutuamente, se reúnan de nuevo. El perdón es la
respuesta moral de una persona a la injusticia que otra
ha cometido contra ella. Uno puede perdonar y sin
embargo no reconciliarse, como en el caso de una
esposa continuamente maltratada por su compañero; El
perdón opera un cambio. Podemos pasar del dolor a la
compasión. Cuando perdonamos, reconocemos el valor
intrínseco de la otra persona. El perdonar no borra el mal hecho, no quita la responsabilidad al
ofensor por el daño hecho ni niega el derecho a hacer justicia a la persona que ha sido
herida. Tampoco le quita la responsabilidad al ofensor por el daño hecho... Perdonar es un proceso
complejo. Es algo que sólo nosotros mismos podemos hacer...Paradójicamente, al ofrecer nuestra
buena voluntad al ofensor, encontramos el poder para sanarnos...Al ofrecer este regalo a la otra
persona, nosotros también lo recibimos."Un psicólogo norteamericano, Robert Enright, afirmó que
las personas que han sido profunda e injustamente heridas pueden sanar emocionalmente
perdonando a su ofensor.
Un discípulo de Jesús le preguntó: "¿Maestro, cuántas veces he de perdonar a mi hermano?
¿Siete veces?" "Siete veces no, setenta veces siete", le contestó Jesús. Perdonar es un don
de Dios. A menudo una mujer que ha sido víctima de maltratos físicos o emocionales durante
mucho tiempo, siente ira contra sí misma por todo lo que permitió que le sucediera. La primera
persona a quien ella debe perdonar es a sí misma. Para poder perdonar a su agresor, la víctima
debe comprender que lo sucedido fue una ofensa. Debe reconocer que ella es tan valiosa como
todas las demás personas, y que sus necesidades y sentimientos son importantes. Si intenta
perdonar antes de valorarse, su perdón no será apropiado.
Todo insulto recibido puede convertirse en una nueva oportunidad de crecimiento interior, una
gracia que nos envía Dios, porque al perdonar somos canales de Su misericordia. Pero además,
como dice el "Padre Nuestro", la oración que el mismo Cristo nos enseñó, cuando perdonamos
también nosotros somos perdonados por Dios. Si rabiamos por una ofensa, si planeamos
vengarnos por un insulto, si el odio se aloja en nuestra alma, el adversario (Satanás), habrá ganado
la batalla arrastrándonos al mal mayor. Pedir perdón no es lo mismo que disculparse, porque
disculparse es excusar los motivos por los cuales uno ejecutó una acción con el objeto de que la
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persona afectada por ella pueda comprenderla. Pedir perdón es asumir la totalidad de nuestra falta,
con toda ella, y sentir todo el mal que produjo, decir que aunque no puedas del todo repararla, te
produjo dolor la acción, lo sientes, estás arrepentido, y quieres de vuelta procurar lo bueno... La
estatura humana del perdón por ello es mucho más alta y propia de los grandes, y necesaria en los
cristianos porque hemos sido perdonados desde antes de existir, y así como perdonemos se nos
perdonará. "Un conocido teólogo escribió que: los santos, muchas veces al rezar tartamudeaban.
Este tartamudeo es más agradable a Dios que las frases retóricas, por más bellas y brillantes que
puedan ser, muchas veces nos cuesta pedir disculpas a nuestros amigos, compañeros... por un mal
acto que hemos cometido.
Pedir perdón por una mala acción es la forma más poderosa de demostrar nuestra humildad y
honestidad. Sería interesante que hoy recordaras a aquellas personas con las cuales mantienes
una enemistad por culpa tuya. ¡Reconcíliate con ellas con palabras fáciles y honestas y si hace falta
tartamudea! Hay una frase increíble que te ayudará a pensar: el perdón de las flores es tan bonito
que llegan incluso a perfumar a aquel que las aplasta con la mano.
LA HUMILDAD
Latiff era el mendigo más pobre de la aldea. Cada noche dormía en zaguán de una casa distinta,
frente a la plaza del pueblo. Cada día tenía un breve descanso bajo un árbol distinto, con mano
extendida y perdido en sus pensamientos.
Cada noche comía de las limosnas o las migajas que alguna persona caritativa le traía. Sin
embargo, a pesar de su aspecto y la manera en que pasaba sus días, Latiff era considerado por
todos como el hombre más sabio del pueblo, no tanto por su inteligencia, sino por lo que había
vivido.
Una soleada mañana el rey apareció en la plaza, rodeado por sus guardias, caminando entre los
frutos sin buscar nada en especial. Riendo ante los mercaderes y compradores, el rey y su séquito
tropezaron con Latiff, quien dormitaba a la sombra de un roble.
Alguien le dijo al rey que estaba frente al más pobre de sus súbditos, pero también ante uno de los
hombres más respetados debido a su conocimiento.
El rey, divertido, se acercó al mendigo y le dijo: "Si puedes contestar mi pregunta, te daré esta
moneda de oro". Latiff la miró y casi con desprecio le contestó: "Usted puede quedarse con su
moneda, ¿qué haría con ella de todas maneras? ¿Cuál es su pregunta?"
El rey se sintió desafiado por la respuesta y en vez de una pregunta banal, le hizo una que le estaba
molestando por días y que no podía resolver; un problema de bienes y recursos que los analistas no
habían podido solucionarle. La respuesta de Latiff fue sabia y creativa. El rey se sorprendió; dejó
la moneda a los pies del mendigo y continuó con su camino al mercado, reflexionando sobre
lo ocurrido.
Al día siguiente regresó directamente a donde descansaba Latiff; esta vez bajo un olivo. Otra vez el
rey le planteó una pregunta y nuevamente Latiff la contestó rápida y sabiamente. El rey volvió a
sorprenderse ante tanta inteligencia. En un acto de humildad, se sacó sus sandalias y se sentó
enfrente de Latiff.
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"Latiff, te necesito", dijo el rey. "Estoy abrumado por las decisiones que un rey tiene que tomar. No
quiero lastimar a mi pueblo y tampoco quiero ser un rey malo. Te pido que vengas al palacio y seas
mi consejero. No temas; te prometo que serás respetado y que podrás irte cuando quieras... por
favor".
Ya sea por compasión, por servir o por la sorpresa, Latiff, tras pensarlo un poco, aceptó la
propuesta del rey. Esa misma noche Latiff llegó al palacio donde inmediatamente le asignaron un
lujoso cuarto. El cuarto estaba cerca al del rey y tenía una tina llena de esencias y agua tibia
esperándole.
Durante las siguientes semanas las consultas con el rey se tornaron habituales. Cada día en la
mañana y en la tarde, el monarca consultaba a su nuevo consejero sobre problemas de su reino, de
su propia vida o de sus dudas espirituales.
Latiff siempre contestaba con claridad y precisión y se convirtió en el vocero favorito del rey. Tres
meses tras su arribo, no había decisión que el monarca tomase sin consultar primero a su apreciado
consejero.
Obviamente esto desató el celo del resto de los consejeros. Veían en el mendigo una amenaza a su
propia influencia.
Un día, todos los consejeros pidieron una audiencia privada con el rey. Muy cautelosos y con
gravedad le dijeron: "Su amigo Latiff está conspirando para destronarlo a Ud." El rey dijo: "No puedo
creerlo".
"Puede confirmarlo con sus propios ojos", le dijeron. "Cada tarde, como a las cinco, Latiff se
escabulle del palacio hacia el ala izquierda y entra en un cuarto oscuro. Se reúne con alguien en
secreto, aunque no sabemos con quién. Le hemos preguntado dónde va todas esas tardes pero nos
da respuestas evasivas. Su actitud nos alertó con respecto a la conspiración".
El rey se sintió defraudado y lastimado.
EL TRABAJO
¿Trabajas para vivir ó vives para trabajar?
Tiempos atrás mi hija me dió una lección clara y práctica sobre el trabajo, que todos nosotros
podemos llevar en consideración. Piense en esto: ¿Por qué una niña de 15 años usaría una de sus
semanas de verano, para cuidar a un niño autista, pagando por eso?
Esta pregunta cruzó mi mente cuando visité, con mi familia, Campo Barnabás, una entidad para
niños con necesidades especiales, localizada en Purdy, Missouri. Mi hija Megan, como muchos
otros increíbles adolescentes, dedicó su semana para cuidar y demostrar amor y compasión a un
niño en esa entidad.
Esos adolescentes pagan una tasa, para poder servir a otros. Cuando le pregunté a mi hija por qué
ella estaba dispuesta a trabajar y pagar por ese privilegio, ella dijo: "para poder ir a un gran
campamento y trabajar con los niños más increíbles"
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Megan fue al inicio designada para trabajar en la cocina, pero Dios organizó la semana de tal
manera que le dió la oportunidad de servir en particular a un niño con necesidades
especiales, eso resultó ser una experiencia única, encantadora e inolvidable para ella.
¡Imagínese pagar para servir a una persona en condiciones no favorables y amar cada minuto!
Relacione eso al hombre y mujer típicos del mercado de trabajo actual. Más de la mitad de los
adultos que participaron en una encuesta, declararon que no les gusta su trabajo.
Existen muchos factores que determinan este tipo de actitudes bien porque simplemente están
trabajando por trabajar, otras que no hay un ambiente sano laboralmente, que aunque les guste su
labor no lo pueden realizar satisfactoriamente.
Ellos consideran sus empleos como un "mal necesario" y los desempeñan apenas para ganar
dinero suficiente para sustentar el estilo de vida que escogieron.
Esas personas odian cuando el reloj les dice que es hora de ir al trabajo y mas bien pueden esperar
que les muestre que finalmente es hora de ir a casa.
¿Cuál es, en su opinión, la diferencia entre aquellos que verdaderamente les gusta su trabajo y de
los que lo odian? Aunque existan muchas respuestas diferentes, pienso que una razón importante
envuelve la vocación y la dirección de Dios para nuestra vida.
Humildad
Trabajo
Perdón
Gratitud
Amor Consideración
PEQUEÑOS
GRANDES
DETALLES
Humildad
Perdón Trabajo
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