El Jueves Santo conmemora el amor extremo de Jesús al instituir la Eucaristía como oblación perfecta para el perdón de los pecados. Jesús enseñó a amar al prójimo como hijo de Dios y servirlo con ternura. Los discípulos de Jesús se distinguieron por su amor mutuo y transformaron las relaciones sociales. En la Última Cena, Jesús les enseñó a servir humildemente y orar para no caer en tentación. El Viernes Santo, ante la contemplación de la Cruz,
La oración de santa Luisa de Marillac por el P. Corpus Juan Delgado CM
Jueves santo
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JUEVES SANTO
Este día marca la historia de la humanidad. Por el amor
mayor que puede darse, el universo se recrea. El pan y el
vino, en las manos de Jesús se transforman en su propio
cuerpo y sangre, como oblación perfecta para el perdón
de los pecados de todos los hombres y mujeres.
Hasta nosotros ha llegado la noticia del amor hasta el
extremo, por la que todo ser humano debe ser tratado
fraternalmente, respetado como prójimo, amado como hijo de Dios, servido
con ternura entrañable. Quienes siguen esta manera de relacionarse anticipan
en la sociedad un mundo nuevo.
El distintivo de los discípulos de Jesús fue el amor mutuo, y en medio de una
sociedad hostil y egoísta, llegaron a transformar la convivencia de los pueblos
y las relaciones personales.
El amor mutuo nace de saberse amado. En la noche de la Cena, Jesús, puesto
a los pies de sus discípulos, dejó el testimonio transformador y evangélico: “El
que quiera ser primero, que sea el último”. “El que quiera ser señor, sea
vuestro servidor”. “El que quiera ganar su vida, que la pierda”.
A pesar de los principios y ejemplo que nos dio Jesús en el cenáculo, nos
advirtió de la fragilidad de la carne, de la debilidad de la naturaleza humana,
del riesgo que corríamos de perecer en la noche, en la dificultad, ante la
violencia. Encomendó a los suyos, como remedio, que estuvieran atentos y
que oraran. “Velad y orad, para no caer en tentación”.
Día del amor fraterno, jornada de solidaridad con los que más sufren. Este año
se nos propone la situación que padecen los cristianos de Siria. Día de
reconciliación. Tarde de acercarnos a la mesa santa, “lavados los pies”,
purificados. Noche de vigilia, de oración intensa, de amistad con Jesús.
La adoración nos concede la posibilidad de rendir homenaje a quien se
anonadó hasta el extremo. Si Jesucristo no tuvo a menos hacerse uno de
tantos, para compadecerse de nosotros, ¿cómo puede bloquearnos algún
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2. punto de honra e impedir que nos postremos, rendidos de gratitud, ante
quien tendido en tierra nos demuestra tanto amor?
HASTA LA ÚLTIMA GOTA
¿Cuánto poner en juego?
Ni mucho ni poco… todo.
Menos que eso no basta.
Toda la ternura que uno pueda
sembrar en los gestos.
Todo el valor
para volcarlo en los pasos.
Toda la verdad
para plasmarla en versos.
Todo el furor
para mostrarlo en la brega
contra lo injusto,
contra lo hueco.
El corazón entero en la búsqueda
y la urgencia toda tras tus huellas.
La compasión no puede
partirse en migajas,
ni la fe se puede celebrar a ratos.
Te estremece del todo el dolor
del hermano, o no basta.
No cabe en el amor el cálculo
o la estrategia, sino un salto al vacío
radical, definitivo, tras tus huellas,
en tu nombre. A tu modo.
O no es Amor
José María R. Olaizola sj
3. VIERNES SANTO
SITUACIÓN LÍMITE
Ante la contemplación de la Cruz, es posible descubrir el sentido del límite, de la
impotencia, de la fragilidad, del dolor, hasta de la muerte.
Cuando se toca el límite de la propia estabilidad interior por
causa de circunstancias inesperadas, que afectan a la
dimensión emocional, a la situación económica, a las
relaciones sociales, y hasta pastorales; cuando no se puede
dominar la mente y se siente la tormenta desatada por el
torbellino de pensamientos descontrolados, que se precipitan y
que afectan al corazón con repercusiones afectivas de rechazo
por verte acosado injustamente, al menos desde la subjetividad, sintiéndote víctima
de especulaciones.
Cuando la naturaleza dicta el rechazo, la ruptura de pertenencias, o la huída y
evasión, más allá del trabajo que supone saber gestionar la crisis de manera positiva
y controlar los sentimientos, que siempre será bueno intentarlo, más allá de decidir
históricamente algún cambio o modo de actuar, tanto a nivel privado como público,
más allá de la necesidad del desahogo verbal en algún espacio amigo, donde no
suponga riesgo de extroversión o juicio, desde la fe y el deseo de madurar en el
camino espiritual, conviene mirar a Jesús, y en su presencia, atreverse a mirarse uno
a sí mismo, para descubrir los motivos que han producido el cataclismo emocional.
En esas circunstancias, es muy posible que se encuentren razones dolorosas no sólo
por causas externas, sino por descubrir efectos del amor propio herido, movimientos
sutiles de orgullo, encubierto en el argumento de que se sufre la falta de sensibilidad
de quienes se creía que eran amigos y compañeros.
Ante la Cruz, es momento de saberse serenar en el Señor, de llegar a valorar la crisis
como circunstancia favorable para adorar al único Dios, y crecer en el despojamiento
necesario para purificar la intención en todo lo que se lleva a cabo. Es momento de
centrar la mirada en el Señor, y agradecer, aunque se resista la naturaleza, el
momento de la prueba, porque gracias a ella se descubren pliegues ocultos en el
propio interior, con los que se habría convivido de manera inconsciente, de no haber
4. sucedido la desestabilización. Es momento de dejar que Dios actúe, hasta por
mediaciones que pueden parecer contrarias al deseo y a lo que se piensa que es
mejor.