El documento describe las obras de misericordia espirituales y corporales, que incluyen enseñar al que no sabe, dar buen consejo, corregir con amor, perdonar injurias, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos ajenos, rogar a Dios por los vivos y difuntos, visitar a los enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada al peregrino, vestir al desnudo, liberar al cautivo y enterrar a los muertos.
2. La compasión significa sentir como nuestras las
miserias y las necesidades de los demás.
La misericordia es lo que nos lleva a hacer algo
al respecto (ayudarlos, auxiliarlos) movidos por
esa compasión.
3. Las “obras de misericordia” son acciones, o mejor dicho, sentimientos y
actitudes, que hacen efectivo y concreto el precepto del amor fraterno,
distintivo de los cristianos.
La Iglesia nos propone practicarlas y vivirlas en todo tiempo y en toda ocasión;
pero especialmente, nos las recuerda para que sepamos ponerlas en
práctica a lo largo de la Cuaresma, como una buena preparación al Misterio
Pascual de Cristo.
4. Las ESPIRITUALES son éstas:
1. Enseñar al que no sabe.
2. Dar buen consejo al que lo necesita.
3. Corregir al que se equivoca.
4. Perdonar las injurias.
5. Consolar al triste.
6. Sufrir con paciencia los defectos del prójimo.
7. Rogar a Dios por los vivos y difuntos.
Las CORPORALES son éstas:
1. Visitar y cuidar a los
enfermos.
2. Dar de comer al hambriento.
3. Dar de beber al sediento.
4. Dar posada al peregrino.
5. Vestir al desnudo.
6. Redimir al cautivo.
7. Enterrar a los muertos.
5.
6. Es nuestro deber ayudar a los demás
enseñándoles a realizar por ellos
mismos aquello que no saben: leer,
escribir, orar, perdonar, compartir,
etc.
Tenemos que hacerlo con moderación,
pues podemos caer en el error de
querer siempre dar lecciones a todo
el mundo.
Habrá veces incluso que debemos dejar
que otros nos enseñen, escuchando y
agradeciendo con humildad lo que
hemos aprendido. Todos
necesitamos aprender unos de otros,
incluso el profesor del alumno, y el
padre del hijo, y el empresario del
obrero.
Tenemos siempre que enseñar con
amor, sin humillar al otro.
Aprendamos a dar gratuitamente lo
que hemos recibido de Dios
gratuitamente.
7. ser luz de esperanza,
evitar muchos tropiezos y
caídas,
salvar a alguien del fracaso
y la desesperación.
Antes de aconsejar a los
demás, pidamos a Dios
Padre, que nos envíe su
Santo Espíritu y nos regale el
don de Consejo. Así, bajo la
guía del Señor, tanto
nuestras palabras como
nuestro actuar, serán
verdaderamente eficaces.
Cuando demos un consejo,
hagámoslo:
sin sentirnos superiores.
cuando el otro nos lo pida
o veamos que lo necesita
8. Muchas veces nos enojamos o reímos cuando
alguien comete un error, olvidándonos que no
somos perfectos e inevitablemente también nos
podemos equivocar.
Cuando alguien se equivoque corrijámoslo con
amor fraternal para que no lo vuelva a hacer.
La corrección fraterna debe hacerse con humildad
y con amor:
Con humildad,
reconociendo que también
nosotros nos
equivocamos. No
queramos sacar la paja en
el ojo ajeno, sin darnos
cuenta de la viga en el
nuestro.
Con amor, no para
avergonzar al hermano
sino para ayudarle. Y
hacerlo además con
cariño, con delicadeza y
con cordialidad.
9. Es de lo más difícil, pues somos muy dados a la venganza y el resentimiento, tanto que Jesús nos dice
que debemos perdonar 70 veces 7, es decir, SIEMPRE.
Además en el Padrenuestro, nos pone la condición de: PERDONA NUESTROS OFENSAS, COMO
NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN.
Esta es una de las obras de misericordia más cristiana:
Perdonemos, aunque la ofensa nos duela mucho.
Perdonemos setenta veces siete.
Perdonemos, si podemos, olvidando la ofensa.
Y aprendamos a perdonarnos a nosotros mismos.
10. Jesús ha dicho: "Dichosos los que lloran porque
serán consolados". Dios nos consuela por medio
de su Espíritu Santo. Pero, además, se vale de
nosotros para consolar a los demás. No se trata
de decir: no esté triste, sino de buscar en las
Escrituras, las palabras que mejor se adecúen a
la situación. En los salmos podremos encontrar
esa palabra de consuelo que requerimos, por
eso, es conveniente leerlos y meditarlos
constantemente.
Cada uno de nosotros tendría que ser un ángel del
consuelo, como el que se acercó a Jesús en su
agonía. Son muchas las personas que sufren
tristeza, a veces por cosas bien pequeñas.
¡Resulta tan fácil y tan bonito consolar a los
demás!. Podría bastar una palabra, una sonrisa,
una explicación, un voz de aliento, un gesto de
cariño.
El que consuela se parece a Dios, que quiere
enjugar las lágrimas de todos los rostros.
11. ¡Que fácil es ver la paja en el ojo del prójimo y no ver la viga en el nuestro!. Cuando seamos capaces
de disimular los defectos del otro, estaremos ayudando a la construcción del Reino de Dios.
Tengamos paciencia con los ancianos, los niños, el vecino, el compañero de trabajo y ellos la
tendrán con nosotros, en nuestros defectos.
Démonos cuenta que todos somos seres humanos y todos tenemos cualidades pero también
defectos.
Soportemos con paciencia, con alegría y buen humor los defectos del prójimo –y los propios-. Nos
ayudará a crecer en el amor y la misericordia. Como Dios, que tiene paciencia infinita con
nosotros.
12. Cuando vemos a los niños orar por sus padres, por sus hermanos, por sus compañeros de colegio y por sus
abuelitos ya fallecidos, sintámonos agradecidos de saber que muchos oran por otros. Cada oración es una
intercesión, y el Señor nos pide que oremos unos por otros para mantenernos firmes en la fe, así como Él
oró por Pedro para que una vez confirmado, le ayudara a sus hermanos.
Orar no es una rutina. Orar es amar. Cuando oramos por alguien nos solidarizamos con él, lo amamos como
a nosotros mismos.
Orar por los demás nos hace bien, porque nos ayuda a amar y nos compromete para hacer realidad, en la
medida de nuestras fuerzas, aquello que pedimos.
Roguemos a Dios por los vivos y difuntos y sentiremos cómo crece la comunión de los santos.
13. 1. Tu dedo pulgar es el más cercano a vos cuando extendes tus manos. Empezá
orando por aquellos que están más cerca de vos. Son los mas fáciles de
recordar. Orar por nuestros seres queridos es como dijo una vez C.S. Lewis, una
dulce tarea.
2. El siguiente es tu dedo índice. Ora por aquellos que enseñan, instruyen y sanan.
Esto incluye a maestros, doctores y sacerdotes. Todos ellos necesitan apoyo y
sabiduría en su labor de indicarles a otros el camino correcto..
3. El siguiente es tu dedo mayor, el dedo más grande. Te recuerda a nuestros
líderes. Ora por los gobernantes, y por los líderes en todas las áreas de la vida
de nuestra nación. Ellos son los que moldean nuestro país y sirven de
orientadores de la opinión pública.
4. Sigue tu dedo anular. Aunque no parece, según los profesores de piano, este es
el dedo más débil de la mano. Que te recuerde orar por aquellos que son los
más débiles, por los que están en problemas o están sufriendo por cualquier
causa. Necesitan mucho de tu oración.
5. Por último viene tu dedo meñique, el dedo más pequeño de todos, que es
como debes de considerarte en relación a Dios y a los demás. Tu meñique te
debe recordar la necesidad de orar por vos mismo. Después que has orado por
todos los grupos anteriores, verás tus necesidades desde una mejor
perspectiva, y podrás orar de una forma más efectiva por vos mismo.
14.
15. Los hospitales están llenos de enfermos olvidados
por sus familiares, o bien, personas que por la
lejanía de su hogares, no reciben visita alguna.
Es bueno dar dinero para los necesitados, pero
es mejor darnos nosotros mismos.
Compartamos nuestro tiempo con ellos y
llevémosles una palabra de aliento, un rato de
compañía a esos cristos en su monte de los
olivos.
Que no sea una visita fría por cumplir. Sino algo
que signifique cercanía y compasión. Una visita
que suponga comunicación, ayuda, cuidado,
ternura, consuelo, confianza. Los enfermos son
partecitas del cuerpo doliente de Cristo.
Hay muchas clases de enfermedades y de
enfermos. No están sólo en los hospitales; los
hay también en casa, en el trabajo y en la calle.
Todos tenemos alguna enfermedad o alguna
dolencia. Por eso tenemos que ser compasivos y
misericordiosos.
16. Jesús nos ordena compartir con el
necesitado cuando nos dice, "El que tenga
dos capas dele una al que no tiene, y el
que tenga alimento, comparta con el que
no"(San Lucas, 3-11). Al compartir nuestro
alimento, no solo les llenamos el
estómago a nuestros hermanos
necesitados, sino que les mostramos el
amor de Dios que no los deja desfallecer.
Hay que compartir el pan material y el
espiritual -¡hay tantas hambres!-. Pero no
basta. Hay que hacerse pan partido, como
hizo nuestro Señor Jesucristo. El pan es
fraternidad y es vida. El pan partido y
compartido es amor.
17. Con cuantas ganas nos bebemos un vaso de agua fresca para calmar nuestra sed. ¿Cuántas veces pensamos
en nuestros hermanos que no tienen agua papa beber, o en aquellos que se enferman porque beben
agua contaminada, o en quienes no tienen agua porque otros la desperdician?
Jesús, en la cruz, sintió sed y lo exclamó con tanta vehemencia, que un soldado romano le acercó una
esponja con hiel y vinagre para que la calmara. ¿Somos nosotros peores que ese soldado romano como
para negar agua al sediento?
Dar un vaso de agua es fácil y es bonito. Saciar otra sed más profunda es difícil. Pero Jesús puede hacer
brotar en las entrañas una fuente de agua viva, gozosa, inagotable. Podemos ayudar a hacer posible ese
milagro.
18. Hoy no es fácil abrir la puerta de la casa, cada vez más protegidas, a
muchos peregrinos que llaman a nuestra puerta: mendigos,
transeúntes, extranjeros, refugiados, drogadictos…. Acojámoslos,
pero no sólo materialmente sino cordialmente. Puede ser alguien
que a lo mejor sólo nos pide una palabra, una sonrisa o una escucha.
Existen muchos inmigrantes que esperan nuestra ayuda para poder
vivir dignamente junto a su familia, ayuda que debemos dar en toda
forma y en todo momento. Toda una herida abierta, que exige
soluciones no sólo personales sino estructurales
Y no sabemos a quién ayudamos. Algunos han ayudado a Ángeles bajo
formas humanas: A Abraham y Lot les sucedió esto. Esto lo recuerda
posteriormente San Pablo: “No dejen de practicar la hospitalidad,
pues algunos dieron alojamiento a Ángeles sin saberlo”. (Hb. 13, 2)
19. A menudo nos encontramos con hermanos que están vestidos con
harapos o bien se encuentran desnudos, viéndose disminuida su
dignidad de hijos de Dios. Ayudémosles a recobrarla brindándoles
ropa limpia y decente, que les permita ver al Señor en la bondad
de los demás.
Esto se nos facilita con las recolecciones de ropa que se hacen a
veces para los necesitados. Podemos dar de lo que nos sobra o ya
no nos sirve, pero no lo que está ya como para botar o para
convertir en trapos de limpieza.También podemos dar de lo que
aún es útil.
Pero hay algo más grave que no vestir al desnudo; es el desnudar al
vestido. Esto es ya tema de justicia. “Si, pues, ha de ir al fuego
eterno aquel a quien le diga: estuve desnudo y no me vestiste,
¿qué lugar tendrá en el fuego eterno aquel a quien le diga: estaba
vestido y tú me desnudaste?” (San Agustín).
20. centro de reclusión en el
que muchos sufren la
soledad y la indiferencia.
Nuestra Santa Madre
Iglesia nos llama a
llevarles, no solo cosas
materiales, sino el cariño
de toda la comunidad,
para que se sientan parte
del rebaño del Único
Pastor.
No está en nuestras manos
sacar a los presos de la
cárcel; pero sí podemos
aliviarlos y orientarlos
espiritualmente para
quitarles las cadenas de
sus almas.
Hay muchas cárceles y
esclavitudes. Es tarea
nuestra liberar a todos los
cautivos: al preso, al
drogadicto, al avaricioso,
21. de misericordia espiritual
que nos invita a rezar por los
vivos y los muertos.
Al enterrarlos no debemos
olvidar que es nuestro deber
mantener sus sepulturas en
buen estado, pues en ellas
se contienen los restos
mortales de aquellos que
fueron Templo del Espíritu
Santo.
El problema está más no en
los que se van sino en los
que se quedan. La muerte
de un ser querido deja casi
siempre heridas sangrantes.
Es una obra de misericordia
estar cerca de los que sufren
por estas muertes. Cuando
damos el pésame o