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Fraternidad y otras ausencias
2
3
Capitulo uno
Dongarrapatay yo.
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Me despertésudando, otra vez; eranalrededor de lasoncey media, doce dela madrugada,
me senté en el borde de la cama, con mucha cautela para no hacer bulla, en todo caso fue en
vano porque la parte de arriba de la litera se movió al sentarme.
—deja dormir, Emmanuel— escuché el leve quejido entre dormido de mi compañero
de litera.
Me levanté con suavidad, esta vez sin que la litera rechinara, me dirigía al baño, abrí la puerta del
dormitorio la dicha puerta conducía hasta un pasillo largo con ventanas anchas y barrotes cual
cárcelmedieval, dichopasilloera tenebroso a estashoras, según mis compañeros, yo, a diferencia
de ellos, ya me había acostumbrado a andar de noche por los pasillos de este orfanato, nunca fui
capaz de acostarme a la hora que las monjas nos mandaban a dormir, así que acabé
emprendiendo caminatas nocturnas para entretenerme, al final terminé conociendo cada rincón
del orfanato, desde el comedor hasta el cuarto de la madre superiora.
Una vez llegue al baño me lavé la cara para despejarme un poco, después me vi en el espejo,
tenía el pelo revuelto y enmarañado, parecía que me hubiera atacado una bandada de pájaros
furiosos o algo por el estilo, tenía la camiseta mal colocada y algo rasgada por el costado; ya lleva
un par de años con la misma camiseta, en realidad me extraña que no se me dañara antes. Tomé
un poco de agua del grifo. Después de un rato ahí me di cuenta de que ya no tenía ni rastro de
sueño así que decidí ir a dar un paseo para matar el tiempo y de paso tomar algo de brisa fresca
(porque dentro de los dormitorios hacia un calor que derretiría hasta al mismísimo diablo).
Salí del baño rumbo a la azotea del tercer piso, para por fin recibir algo de frio de la noche, subí
las escaleras y alcance a divisar la luna, el viento ya me golpeaba la cara, me asomé al borde del
muro para divisar la ciudad donde ya yacía la noche, el frio y la oscuridad; aduras penas se veían
las estrellas en el firmamento, además tenía cara de que iba a llover. Me senté en aquel muro a
ver la Cali nocturna; al cabo de un rato de estar viendo la ciudad escuché un ruido sospechoso a
la lo lejos, por un momento pensé que era una de las monjas, no sabía qué hacer, pensé en
esconderme, pero no había donde, era un lugar completamente baldío; al final opté por
quedarmequieto esperandoel regaño, ya inmóvil ymuerto delmiedo alguienme dio un pequeño
empujón.
—¡Buuu! —escuché una voz chillona que conocía muy bien, di media vuelta y
efectivamente, era Víctor
—no asustes así, pirobo— aquel enano se sentó a mi lado, y recostó su cabeza en mi
hombro
— ¿Qué haces aquí a esta hora? — le pregunté.
Me contó que se había despertado poco después de que salí del dormitorio, me siguió hasta la
azotea ydecidióque sería divertidodarme un buen susto. Despuésde que me contara su pequeña
historia le di un golpecito en el hombro por aquel susto de muerte que me había pegado hace un
rato.
Al cabo de una hora bajamos al dormitorio y logré que se durmiera unos minutos después. Por
mi parte justo después de que él se durmiera me acosté en mi parte de la litera y caí rendido.
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La hermana Claudia nos despertó a las seis y media de la mañana como todos los días, bajamos
directamente a desayunar, había pan con huevo revuelto y agua panela, me senté en la mesa del
fondo del comedor y, como de costumbre, tenía a la garrapata de Víctor pegado a mí. Él se
acomodó a mi lado y empezó a comer entre bostezos y cabezadas, me dio pesar verlo
trasnochado por mi culpa; él acostumbraba a dormir temprano, tenía el sueño liviano, pero caía
como piedra al tocar el colchón.
— ¿dormiste bien? — le pregunté cuando vi su décimo noveno cabeceó
— ¡pues claro, como no me acosté a las dos de la mañana! — me respondió con su
característico sarcasmo.
—nadie te pidió que me siguieras— le dije mientras le revolvía el pelo.
—¡ya deja de hacer eso! sabes que no me gusta, Emanuel — gruño el niñato— además no
quería quedarme solo… así que te seguí.
—hay mucha gente en el dormitorio, no te estaba dejando solo— dije mientras partía un
pedazo de pan.
Sabía perfectamente que no le gustaba que lo dejara solo (o mejor dicho que me fuera a algún
lugar sin él), al fin y al cabo, desde que llegó aquí he sido yo quien ha cuidado de él, puesto que
a nadiele importa la llegada delos nuevos huérfanos, excepto a los matones, queles gusta asustar
a los más pequeños y a los nuevos, y precisamente Víctor reunía esas dos características que
tanto atraían a los matones. Para ellos Víctor era como la sangre para los tiburones, los llamaba
a kilómetros de distancia.
El enano-garrapata que me seguía a todos lados, Víctor, llego hace dos años, él tenía unos seis,
siete años; era bajito, langaruto, peli negro, de nariz respingada y con ojos de un color café muy
particular, elcualnosabría cómo poner en palabras, (aundespuésdedos años no había cambiado
mucho, con suerte se habría estirado unos centímetros). Cuando él llego estábamos en el patio
aprovechando nuestro tiempo libre después de clases, yo como de costumbre estaba abajando
por ahí, sin saber quehacer, con un cuaderno viejoen elcualalgunasvecesdibujaba; eldía estaba
fresco, algo raro en Cali, venteaba bastante y la mayoría de niños aprovechaban el buen clima
para la salir a jugar, unos saltaban lazo, otros hacían carreras, algunos jugaban futbol o
basquetbol. Víctor llegó sobre las tres o cuatro de la tarde, apenas pisó el patio los matones le
pusieron los ojos encima. Élentrótímido alpatio yse quedóquieto, seveía asustado, algonormal
pues era bastantepequeñoy no conocía a nadie, ademásnadie está en un orfanato porque quiera,
la mayoría son abandonados o sus padres murieron, también están los que a los padres les
quitaron la custodia y terminaron aquí, al final da igual cual sea el motivo, ninguno es bueno; no
he visto al primer recién huérfano que entre feliz a un orfanato, ni creo que lo llegue a ver.
Unos minutos después de que Víctor llegara los matones se le acercaron.
— veamos, ¿que hay aquí? — dijo uno de los más grandes
—tenemos a un duende al parecer— dijo otro de los pelados mientras media a Víctor
con la mano.
—Yo no… yo no soy… yo no soy un duende— dijo Víctor con voz temblorosa.
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—que dijiste duende, repetililò pues — lo reto el más grande
—¡que no soy un duende! — gritó Víctor. El más grande lo agarró del cuello de la
camiseta.
—te jodiste, pirobo — el muchacho estaba preparando el puño para darle una paliza, yo
me fui acercando y en el momento en él que tenía ya el puño alzado para pegarle intervine.
—soltalo, imbécil— le dije desde mientras aún estaba a un metro de él .
—No te metas donde no te llaman, huevon— me dijo él que todavía no había abierto la
boca
—que lo soltes, ¿acaso no escuchas bien o qué? —
—a vos que te importa que le haga — me dijo mirándome fijamente a los ojos mientras
aun sostenía a Víctor de la camiseta— no se me da la gana soltarlo.
—no te estaba preguntando— me acerqué a él, rompiendo el metro de distancia que nos
separaba— te estoy diciendo que lo soltes.
En ese momento el tipo soltó a Víctor
—si tanto quieres que no le pegue a este niñito pues los golpes te los llevás vos— ese
momento aquel tipo que me duplicaba la altura; se abalanzó hacia mí para atacarme, yo esquivé
su primera embestida, después uno de los de su grupito me sujetó de los brazos dejándome
inmóvil — date por muerto.
En ese momento moví mi cabeza hacia tras con fuerza y le pegué al tipo, que me sujetaba con
fuerza, en el pecho, inmediatamente él me soltó y cuando quedé libre el otro sujeto se me vino
encima y me tiró al suelo, lanzó un puñetazo a mi cara e instantáneamente corrí mi cabeza para
esquivarlo, el tipo que me tenía contra el suelo terminó pegándole al piso y yo aproveché para
lanzarle un golpe en toda la cara, con ese solo golpe lo quite de encima mío, después me levanté
del suelo, cuando por fin estuve en pie él más grande se me acercó y me encajó un puño en el
estómago, me quedé sin aire y él aprovecho para golpearme más, a duras penas me podía
mantener en pie, logré taparme de varios golpes, hasta que, en un momento de descuido por
parte de él, logre encargarle uno que otro golpe hasta que en un instante conseguí esquivar una
patada y lo agarre del pie, lo sujete con fuerza y lo lancé lejos de mí, el tipo cayó al piso de
espaldas y justo cuando él se estaba levantando llegaron las monjas a separarnos. Cuando nos
distanciaron lo pude ver bien, él estaba sangrando por uno de los puñetazos que le había dado y
su espalda vuelta nada, los otros dos sujetos de su pandilla estaban todos raspados y con
moretones, el tipo que había estado encima mío tenía la cara hecha un cuadro y el otro era el
menos lastimado, soloun raspón de cuando ledi el cabezazoy cayócontra una pared; en cambio
a mí ellos me habían reventado la boca de uno puñetazo, tenía raspaduras en los antebrazos de
cuando me habían tirado al piso y no estaba respirando bien después del puñetazo en el
estómago. Me llevaron a mí y uno de los de la pandilla a la enfermería, a los otros dos los fueron
directamente al hospital, esos dos se veían realmente mal, los había dejado hechos polvo.
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Por fortuna para mí varios niños del orfanato habían visto bien lo que pasó y, por suerte que
nunca tengo, les dijeron a las monjas lo que había pasado: que ellos (los matones) habían
empezado la pelea porque yo les había dicho que no molestaran al niño nuevo y posteriormente
ellos me habían atacado, que yo me defendí como pude y pues terminamos en una pelea de tres
contra uno.
Aunque las monjas me conocían como un rebelde pelietas que no se juntaba con nadie, el
testimonio de un único niño bastó para que terminaran de creer la historia que contaban los
niños, por supuesto hablo del testimonio de Víctor; tenía sentido, al fin y al cabo, fue él quien
vio la pelea más de cerca y sabía que me peleé por protegerlo a él. Así que pesar de que siempre
había sido un dolor de cabeza para lasmonjas no les quedaba más remedio quecreer lo que pasó
y dejarme en el orfanato, porque de no ser por aquel testimonio, me hubieran mandado de una
vez por todas a la correccional de menores.
Yo estuve una hora y media en la enfermería, el otro tipo salió tras tomarse un acetaminofén.
Me cocieron tres puntos por encima de la ceja, tambiéncolocaranhielopara reducir la hinchazón
de la cara, luego desinfectaron las heridas más profundas que tenía, después me aplicaron una
inyección y luego de todo eso por fin me dejaron descansar en la camilla de la enfermería.
Me dolía hasta el pelo, me había golpeado muy fuerte, a pesar de que logré cubrirme de muchos
de los golpes que lanzaron y esquivar muchos otros, aunque yo no era precisamente debilucho,
los chicos con los que me había peleado me duplicaban la edad, la estatura y la fuerza;
compararme con ellos era como comparar a un ratón y a un elefante, a pesar de aquello esta vez
este ratón les ganó.
Es verdad que tengo pinta que langaruto, pero no soy para nada débil, más que todo no lo soy
porque en este lugar se comen vivos a las débiles.
Ya un poco más tranquilo, viendo el techo mientras descansando en la camilla me puse a pensar
en lo que había hecho, no entendía por qué quisedefender a aquelniño que ni conocía, esverdad
que nunca me había gustado que molestaran a los más pequeños, pero nunca hacia nada, solo
me alejaba para no quedar involucrado, a pesar de ser un “pelietas” sabía en qué peleas meterme,
además, aun que las monjas nunca me fueran a creer yo nunca iniciaba las peleas en las que
terminaba implicado, yo solo peleo si el primer golpe lo lanza la otra persona, nunca voy a ser
yo quien golpee primero a menos que me vayan a robar como ya ha pasado un par de veces.
Supongo que simplemente me dio algo de pesar de aquel niño o ya me habían cansado de
mesiado elgrupito de matonesdel orfanato, sea como fuesepor primera vezhabía quedadolibre
de culpa, lo único que me dijeron lasmonjas es que si volvía a ver quealguienestaba molestando
a otra persona avisara a alguna hermana.
Al cabo de la hora y media salí de la enfermería rumbo al comedor donde ya estaba lista la
comida, como de costumbre caminé bajo la atenta mirada de muchos de los huérfanos hasta la
mesa delfondo delcomedor con mi bandeja de comida, pues cada vez queme peleaba ydespués
iba a hacer alguna otra cosa todos me miraban como si fuera una especie totalmente diferente a
ellos. Lo único diferente ese día era que cuando me senté a comer vi como una persona se
acercaba.
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—¿puedo sentarme contigo? — preguntó una vocecita tímida. Alcé la cabeza y lo vi, era
el niño que había defendido esa tarde.
—como quieras, no tengo problema— le dediqué una pequeña sonrisa.
—me llamo Víctor—me dijo mientras se sentaba.
—yo Emanuel, mucho gusto — dije extendiendo la mano, él hizo lo mismo y nos dimos
un fuerte apretón de manos.
—Gracias por lo de esta tarde, no tenías por qué hacerlo— dijo mientras comía con
ansias su plato de lentejas.
—no pasa nada, solo quería hacerlo— seguí comiendo.
— ¿te duele mucho? — me pregunto un poco nervioso
—más o menos, pero me han pegado peores— le respondí mientras tomaba un poco de
jugo.
—eres muy fuerte para aguantar eso.
—aquí hay que ser fuerte para poder estar en paz, te lo dice alguien que lleva aquí toda
la vida.
—¿porque estás aquí desde hace tanto tiempo? — preguntó el pequeño
—mis padres me tiraron aquícuando nacíy ninguna familia quiso adoptarme, y ya es casi
imposible que me adopten, todas las familias quieren bebes.
—sí, no eres precisamente un bebe, estas un poquito grande— dijo entre risas.
—muy chistoso —dije con una sonrisa— y tú, ¿por qué estás aquí?
—Mis padres murieron hace poco en un accidente. Un camión se nos atravesó en la
carretera y pues…— en ese momento enmudeció.
—no tienes por qué contarme el resto de historia, nadie está aquí porque quiere, te lo
aseguro.
Desde aquel día Víctor nunca se separó de mí, además tuvo la suerte que le asignaran la parte de
arriba de mi litera. Con el tiempo nos volvimos más cercanos, hacíamos casi todo juntos, más
que todo porque él nunca se separaba de mí, solo cuando teníamos que ir a clases nos
distanciábamos y eso que me tocaba llevarlo hasta su salón, y si salía antes que él, yo lo esperaba
en la puerta de su clase (a día de hoy las cosas siguen siendo iguales). Al principio las monjas se
sorprendían mucho de que yo tuviese un amigo, porque todos los del orfanato incluidas las
monjas creían que era un antisocial, pero en realidad nunca me molestó que la gente me hablara
o se acercaran a mí, simplemente no me interesaba hablar o juntarme con alguien, así que no iba
a ser yo quien diera el primer paso para socializar; siempre estuve bien solo y no me interesaba
cambiar eso, hasta que llegó don garrapata y se sentó en la mesa donde yo estaba.
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Terminamos de desayunar y lo llevé, como todos los días, hasta su salón de clases, y yo me fui
al mío. yo estaba cursando cuarto de bachillerato y él apenas segundo de primaria. La primera
hora de clases fue una eternidad y todas las demás también, alcancé a dibujar en todos las clases
cosas diferentes, en álgebra dibujé una caricatura del profesar, en inglés me puse a dibujar un
personaje de la televisión, en ética dibujéun tiranosaurio rex vestido de Hitler con corbata y con
un mango en la mano, la única clase que no dibujé fue en educación física; el día fue larguísimo
y aburridor aunque educación física no fue tan mala, a pesar de que me tiraran unos diez
balonazos; me gusta hacer ejercicio, pero no los balones, en realidad no sé porque no me gustan,
pero los prefiero lejos de mí. Al acabar las horas de clase me fui a esperar a Víctor a su salón, me
quedé afuera mientras él empacaba sus cosas cuando salió le revolví el pelo como de costumbre,
luego agarré su maleta y me la tercié en la espalda, justo al lado de la mía, él intentó saltar para
quitármela mientras alegaba que él era lo suficientemente grande como para cargar su maleta, yo
hice caso omiso y empecé a caminar, al final él se rindió y dejó de alegar que le pasara su maleta,
nos fuimos hablando camino al dormitorio, al llegar le pase su maleta y solté la mía encima de
mi parte del camarote, después de eso me dirigía a las duchas para bañarme, venía muy sudado
de educación física, Víctor se quedó en el dormitorio sacando los cuadernos en los cuales tenía
tarea, después de ducharme me vestí y volví al dormitorio.
—¿qué haces? — le pregunté a Víctor que estaba sacando cosas de mi maleta.
—viendo si tienes tareas— alcé una ceja— siempre dices que no tienes y yo siempre
termino haciendo tareas solo en la biblioteca.
—eso es mentira, yo siempre te acompaño a la biblioteca y me quedo ahí contigo— dije
evadiendo el tema de que no hago tareas.
—ya ves sí que tenés, que no las hagas es otra cosa— cogí mis cosas que estaban regadas
—bueno pues vamos a hacer tareas— cuando me iba a poner a revisar de cuáles
cuadernos tenía tareas Víctor dijo— tienes tarea en álgebra, español, geometría e historia.
—¡mijo, pero usted no corre si no que vuela! — cogí los cuadernos de dichas materias y
salimos rumbo a la biblioteca.
Al final terminé mamándole gallo a Víctor y no hice tareas, eso sí le ayudé con las de él como
siempre, las tareas de un niño de segundo son demasiado fáciles. Cuando terminamos volvimos
al dormitorio para dejar nuestras cosas, había varios niños en el dormitorio jugando juegos de
mesa o haciendo tareas en sus literas también había unos pocos dormían. Mientras
organizábamos nuestras cosas se escuchó por los altavoces— todos reunirse en el auditorio principal
para la visita de posiblesfamiliasadoptivas— se escuchó la vos de la madre superiora por el altavoz.
—¡que pereza!, ¿esa vaina era hoy? — se escuchaba a lo lejos.
— ¡¿y uno para qué va a esas cosas si nunca nos adoptan?! ¡Solo quieren a los bebés! —
decía otro chico por ahí.
—de todas formas, hay que ir, no creo que quieran que la novia de Drácula nos regañe (así
le dicen a la madre superiora).
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Todos bajaron en un mar de murmullos de protesta, la mayoría ya se daba por vencido, nadie
creía que los iban a adoptar, algunos incluso habían pasado por familias adoptivas o casas de
acogida y los habían devuelto aquí por equis o ye motivo, quien iba a tener esperanzas después de
que lo devolvieran como a camisa manchada. Por lo menos yo nunca tuve esperanzas de nada,
al fin y al cabo, a ellos los devolvieron aquí, pero a mí me tiraron no más nacer, algo bastante
irónico que aun ateo empedernido lo tiren a un orfanato de monjas, enserio que la vida se ríe de
mi desde que nací. Nunca pude creer en dios por más de que me metieron la religión hasta por
los ojos, siempre tuve la idea de que si existiera un dios no me hubieran tirado a un orfanato
desde que nací, si existiera dios Víctor aun tendría a sus padres vivos o por lo menos se hubiera
ido con ellos envés de tener que recordar ese día por el resto de su vida, si existiera un dios no
hubieran ilusionados a los niños huérfanos con que habían conseguido una familia que los
adoptase, que para al final terminar devolviéndolos. A diferencia mía Víctor si cree en dios, no
es de los que rezan todos los días, pero él dice que debe existir algo, que no se puede ver o tocar
pero existe, en realidad para tener ocho tiene un criterio muy solito y es bastante inteligente,
algunas veces me pregunto dónde aprendió eso, supongo que aprendió eso de sus padres, pero
no puedo tener certeza de ello porque nunca le ha gustado hablar de ellos, la última vez que
habló de ellos fue el hace un año donde los mencionó levemente mientras comíamos, dijo que
las lentejas del orfanato sabían igual a las de su mamá, doy por hecho que por eso las come con
tanto gusto.
Víctor y yo bajamos con los demás como siempre, a él tampoco le gustaba los días que nos
venían a ver familias, pero en su caso no es porque lo hallan desilusionado, el simplemente no
quiere ser adoptado, una le vez le intenté insistir para que me contestara porque no quería que
lo adoptaran y se terminó enojando conmigo una semana, de todas formas aunque estuviera
enojado conmigo no era capaz de estar solo así que por una semana no me habló pero seguía
andando conmigo de arriba para abajo, después de eso no volví a insistir. A pesar de esas dos
grandes diferenciasnos llevábamosmuy bien (aunquelo de no querer ser adoptadono era como
tal una diferencia, yo decía que nunca iba a pasar y el que no quería que pasara) algunas veces él
bromeaba sobre mi ateísmo o yo de que él le hiciera mala cara a las parejas de casados que nos
venían a vernos.
Bajamos al auditorio principal, había varias parejas de casados, Víctor y yo nos fuimos a una
esquina, pocas parejas pasaron a saludarnos como ya era costumbre, todos eran muy amables,
pero nunca les interesábamos, o por lo menos yo no les interesaba, ya era bastantegrande, tengo
catorce años, nadie quiere adoptar a un adolescente, en cambio a Víctor habían parejas que le
intentaban hablar pero él era tajante, grosero, indiferente y muy irónico, eso no le gustaba
ninguna de las parejas.
Aunque muchos chicos se quejaran de las visitas de posibles familias adoptivashabían unos que
daban todo de sí para poder caerles bien a las parejas, yo era cordial y contestaba lo que me
pedían pero por alguna razón a pesar de hacer lo mismo toda la vida nunca le intereseni un poco
a ninguna pareja, mala suerte supongo, ahora me da igual pero al principio he de admitir que
quería ser adoptado, no tanto por tener padres, eso siempre me dio igual, era más porque quería
salir de estas cuatro paredes en las que me había criado.
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La visita de las parejas se demoró como dos horas, Víctor y yo aprovechamos para hablar un
rato, en un momento cuando estábamos hablando me di cuenta de que él se había quedado
profundo recostado en la mesa, recordé que ayer se había trasnochado por mi culpa, agarre entre
mis manos su cabeza con sumo cuidado y lo acosté en mi regazo para que no durmiera tan mal,
cuando se fue terminando la visita lo desperté y le dije que ya era hora de la comida.
Fuimos al comedor y cuando entramos escuchamos un relámpago estruendoso, en definitiva,
iba a caer un aguacero, comimos rápido para poder ir al dormitorio y jugar uno un rato antes de
que nos mandaran a dormir, a pesar de que mañana fuera sábado nos acostabanynos levantaban
a la misma hora de siempre.
Después de comer, bañarnos e ir a cepillarnos jugamos unas partidas de uno y, de costumbre,
Víctor me ganó en todas, no es que lo dejara ganar, soy extremadamente malo en los juegos de
mesa, he perdido con él en ajedrez, parqués, monopoli, y quién sabe en cuántos más juegos que no
me acuerdo he perdido contra él. A las ocho y media vino la hermana Claudia a acostarnos,
recogimos y guardamos el uno para luego acostamos en la litera, Víctor dormía en la parte de
arriba, parecía un mico cuando le toca treparse, algunas veces hasta hacia el ruidito de los monos
cuando subía, yo siempre me partía de la risa con cada una de sus ocurrencias.
En menos de cinco minutos Víctor ya estaba roncando, yo seguía despierto. Nuestra litera
quedaba justo al lado de la ventana, al frente de la ventana había una farola que daba algo de luz,
aprovechando mi falta de sueño, agarré unos cuadernos y me puse a hacer tareas, casi siempre
hacia lo mismo, por eso es que nunca hacia tareas en la biblioteca con Víctor prefiero ir a
ayudarlo, a hacer tareas en la biblioteca por la tarde y por la noche no tener nada que hacer.
Cuando terminé lastareasfaltabanuncuartopara lasdiez, ya tenía algode pereza, no tenía sueño,
pero no quería salir a la azotea ni dar vueltas por los pasillos, así que me recosté en el colcho
viendo hacia la ventana hasta que me quede dormido.
Estaba en un lugar oscuro y lleno de humo, hacia un frio espectral, se oían mis pasos al caminar, parecía que
estuviera pisandocharcos de algún liquidopegajoso, como si fuepetróleoo agua de pantano. Seguí caminado hasta
que me topé con una pared rocosa, mire hacia arriba y habían estalactitas, al parecer estaba en una cueva volteé
a la derecha y seguí caminando por aquella cueva, el humo cada vez se hacía más espeso y me impedía ver por
donde pasaba, di un paso en falso y caí por un hueco profundo hasta una un poso lleno de agua, intenté nadar
pero era incapaz, sentía que algo me jalaba hasta el fondo, pataleé con todas mis fuerzas pero fue inútil, algo me
jaló hasta al fondo y me encadenó a una roca. Yo estaba desesperado, me estaba quedando sin aire. Volteé a
mirar hacia todos lados, cundo gire a la izquierda vi que Víctor estaba igual que yo, encadenado a una roca, los
dos nos estábamos quedando sin aire, el primero en quedarse sin aire fue Víctor, al ver lo así me desesperé, la
impotencia me invadía. yo estaba forcejeando la cadena, era en vano, no funcionaba, ya estaba muy agitado y no
tenía nada de aire, sentía que me iba a desmayar, pero antes de que eso pasara vi una silueta, era una monja,
más específicamente la madre superiora, estaba sonriendo al verme a mí y a Víctor, en ese momento me percaté
que no éramos los únicos en cadenados en ese lugar, había miles de niños ahí… tambiénvi algo que me causo un
miedo descomunal…
En ese momento desperté dando bocanadas de aire para recuperar el aliento, sentí como si me
hubiera estado ahogando de verdad, tenía el corazón a mil, podría a postar que tenía tabicaría,
me encontraba temblando, me senté en el colchón, para poderme calmar un poco, después de
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unos minutos conseguí respirar con normalidad, pero seguía temblando, esa pesadilla había sido
tan realista. Desde hace días tenía el mismo sueño, me despertaba igual llevaba ya unas dos o
tres semanas así, no conciliaba el sueño después de eso, nunca había tenido pesadillas tan
recurrentemente, normalmente ni soñaba, ¿a qué se deberán estos sueños tan extraños?
Me levanté he hice lo mismo que la noche anterior, fui al baño me eché agua y subí a la azotea,
esta vez estaba lloviendo a cántaros, pero había un pequeño lugar techado donde me quedé
viendo la noche de lluvia. Eran alrededor de las doce de la madruga.
Literalmente en todos mis años en este lugar nunca había tenido pesadillas tan frecuentemente
tampoco había soñado lo mismo una más de una semana seguida, ni siquiera soy de los que se
asusta con facilidad, pero aquella pesadilla… me da escalofrió de solo recordarla.
La lluvia no daba tregua, yo la contemplaba acompañado únicamente de mis pensamientos, los
cuales tampoco daban descanso, después de un rato me rendir no iba a descubrir por qué estaba
soñando eso allí sentado. La noche era helada, y que yo anduviera un pantaloneta y camisilla no
ayudaba a calmarme, a cada minuto que corría, la lluvia se hacía más fuerte, a tal punto que el
choque del agua contra la azotea era tan estruendoso que me impedía escuchar mis propios
pensamientos, de noche Cali se veía preciosa, por lo menos desde donde yo estaba, no puedo
decir si Cali es fea o bonita porque nunca he salido de este edificio, lo más cercano a conocer
Cali para mi es hasta donde me permite la vista ver desde esta azotea, supongo que ya conoceré
esta ciudad cuando cumpla los dieciocho y me echen de aquí, ahora que lo pienso, ¿qué será de
Víctor cuando me echen de aquí?, nunca soporta que me vaya a alguna parte sin él, pero no me
puedo quedar así quisiera, no es que quiera, nunca había pensado en que pronto me marcharía
de este lugar, ya faltaban cuatro años, ¿Qué se supone que voy a hacer allá afuera, si ni siquiera
conozco la cuidad a pesar de haber vivido toda la vida en ella? Podría buscar a mis padres, pero
de qué serviría si me tiraron aquí con unas horas de nacido.
Según me cuentan las monjas un día una mujer llegó con un hombre y un niño de brazos, dicha
mujer le pidió a lasmonjas que lo recibieran, que recibieranal niño, ellasle dijeron que le traerían
los papeles para entregarlo al orfanato, pero cuando fueron a traer los papeles para entregarme
alorfanato legalmente, losdos se fueron y me dejaron en una silla envueltoenuna cobija, cuando
las monjas llegaron sólo estaba yo llorando porque me habían dejado solo, en ese momento una
de las hermanas me cargó hasta que dejé de llorar me llevaron a la sala de bebés, ni siquiera mis
padres mi pusieron un nombre, mi nombre me lo puso la hermana Beatriz, Emmanuel, porque
primero de enero ese día de san Emmanuel y yo nací ese día en el dos mil cinco. Todo esto lo
sé gracias al hermana Beatriz, la misma que me puso mi nombre, ella es la única de las hermanas
que aboga por mi cuando me meto en problemas, incluso intento no meterme en tantos
problemas por ella. Ella siempre ha sido muy buena conmigo, cuando era más pequeño siempre
jugaba conmigo y me ayudó a aprender a leer y escribir, ella fue la que me trajo por primera vez
a la azotea, y me mostró Cali de noche, ella decía que la ciudad era simplemente preciosa, y que
algún día yo la conocería porque le llaman la Sucursal del cielo.
Cuando yo tenía siete años ella pasó a ser madre superiora, todos los niños la querían, era muy
amable y cariñosa, para ese entonces ya no pasaba tanto tiempo conmigo, pero sé que siempre
estaba pendiente, incluso para mi cumpleaños número ocho me dio una caja grande de
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chocolates, una camiseta y unos zapatos. Era una buena persona siempre ayudaba a los que más
la necesitaban, era muy alegre y sabía cómo ganarse a los jóvenes, por más rebeldes que fueran.
En el dos mil trece cayó enferma, no sé qué era lo que tenía, pero se le veía muy mal, poco a
poco dejó de salir, solo iba de su cuarto a su oficina y de su oficina al cuarto, si se cruzaba con
alguno de nosotros nos saludaba igual que siempre y preguntaba como estábamos, a pesar de
que ella estuviera muy mal siempre se preocupaba por nosotros, siempre estuvo pendiente de
todos, tanto de las monjas como de los niños, nunca desamparó a nadie. El trece de mayo de ese
mismo año murió en su cuarto, se dice que fue un ataque al corazón, pero solo son rumores, eso
lo sé muy bien, ella misma me dijo qué estaba pasando; recuerdo que el día anterior me había
llamado a su oficina y me dijo que nos viéramos en la azotea a las doce de la madrugada. Fui
puntual a aquella reunión que me había que ella había planeado.
Recuerdo que cuando fui a su oficina ella me dijo que, si no llegaba al encuentro conmigo, no la
fuera buscar, que podría ser peligroso. Yo no entendía por qué me decía eso, solo sé que me lo
hizo prometer, que no la buscaría. Quedé con sus palabras en la cabeza todo aquel día.
Cuando llegué a la hora pactada ella ya estaba ahí, hablamos un largo rato de cosas triviales, me
preguntó cómo estaba, que si ya tenía amigos, o que si me gustaba alguien, yo contestétodas sus
preguntas y hablamosfluido, obviamente a mí no seme olvidaba lo queme había dicho esa tarde
en su oficina, eso me tenía algo contrariado, supongo que ya eran la una cuando ella me habló
de aquel tema.
—querido, no sé cuánto tiempo me queda aquí— dijo ella con esa voz tan suave y
tranquila que tanto la caracterizaba.
—¿a qué se refiere, madre? — dijo yo ingenuamente
—el clero ya no me quiere en este puesto— dijo acongojada
—¿Por quéno la querríanmás en el puestode madre superiora, si todos aquíla queremos
mucho? — la miré con tristeza
—hay algo que el clero quiere hacer que yo he impedido que hagan, y por eso se han
enojado conmigo— dijo ella acariciándome la cabeza
—entonces permítanselo. Dejé que hagan lo que quieren hacer y así usted se puede
quedar— dije intentando dar una solución
—no es tan simple, mi vida— ella seguía acariciando mi cabeza como lo hacía siempre
que me preocupaba
—¿por qué no es? — otra pregunta ingenua de mi parte
—ellos quieren hacer algo malo y yo me voy quedando sin fuerzas para detenerlos—
tosió y tardó un rato en recuperar el aliento
— Emmanuel, prométeme una cosa, que cuando yo ya no esté vas tener cuidado y que
quién sea la madre superiora la vas a respetar, pero siempre vas a estar precavido.
14
volvió a toser y entre tosido me dijo— promételo— me miró con cara de angustia— hazlo por
mí.
—lo prometo— después de hacer aquella promesa la abracé con fuerza, como si tuviera
miedo que desapareciera en ese mismo instante.
Nos quedamos un buen rato así hasta que ella me dijo que me fuera a dormir porque mañana
debía ir a estudiar, bajé hasta el dormitorio y me fui a dormir, fue la primera vez en mucho
tiempo que soñaba, y no era precisamentealgobonito: estaba en un cuartooscuro, yo la llamaba
para que me sacara de ahí y cuando repetía su nombre por decima vez se oía una voz gutural que
decía:
— no te va a servir de nada, llamar a un muerto a que te saque de aquí, estas solo, ella ya no está.
Después de eso me desperté sudando, ya era de día y tenía un muy mal presentimiento, a las seis
y media nadie nos despertó, cuando las monjas se dieron cuenta de aquello, se preguntaron
dónde estaba la madre superiora fueron a tocar a su cuarto y nadie abrió, después de un rato de
insistir, una de las hermanas vio que la puerta estaba sin llave así que la abrió, vieron a la madre
superiora acostada y pálida. Cuando una de las monjas se acerca le pregunta que cómo se sentía,
no hubo respuesta, en ese momento tocaron el brazo de la madre superiora para despertarla y
sintieron la piel fría, la hermana Claudia intentó buscar su pulso y no tenía, efectivamente la
madre superiora Beatriz estaba muerta. Nos levantaron con semejante noticia, aquel día el luto
de los presentes se podía palpar en el aire, yo estuve todo el día al borde de las lágrimas, pero
como lo he dicho antes, el que muestra su debilidad aquí se lo comen vivo así que me guardé mi
luto para mí solo.
Mas o menos a las nueve y media de la mañana llegó un médico a declarar la hora de muerte,
dijo que había sido un ataque cardiaco, la misa fue esa misma tarde y el entierro sería al otro día,
esa noche nos pusieron a orar a todos por ella, para que su alma descansara en paz, creo que fue
la primera vez que, en vez de fingir rezar, hice una plegaria para que ella estuviese bien. Aquella
noche no tuve ningún sueño, pero tampoco dormí muy bien. Me desperté muchas veces ya
cuando me había despertado por décima vez, decidí ir al baño a lavarme la cara, cuando salí del
baño vi las escaleras que conducían al tercer piso y decidí subir, quería estar tranquilo y ese
siempre había sido mi espacio seguro, donde nada me atormentaba, pase el resto de la noche y
parte de la madrugada ahí, en la azotea, en ese lugar logre por fin llorar la muerte de la única que
persona que me había querido de verdad, la única persona que alguna vez me defendió, había
perdido la única persona en quien confiaba y a la única persona a quien en verdad le importaba.
Recordar todo aquello me trae mucha tristeza, pero hay algo que me reconforta, a pesar de que
ya no esté puedo decir que alguien alguna vez me quiso de verdad. Aunque ahora también tengo
alguien a quien le importo, y él a mí también me importa mucho, por eso tengo miedo de qué
nos deparará el futuro, en especial cuando me toque ir de aquí.
Algunas veces me quedo pensando en qué era lo que quería hacer el clero que la madre Beatriz
no permitía, después de su muerte no vi ningún cambio significativo, solo teníamos a una nueva
medré supriora, la madre Rebeca, la cual era muy distante a los niños y me tenía a mi en un muy
concepto, pero nada fuera de lo normal, yo le caía mal a medio orfanato.
15
Hay veces supongo que no era algo tan importante, pero entonces, ¿por qué la madre Beatriz se
veía tan preocupada?, ¿sería algo más serio de lo que pensaba lo que ella impediría que pasara?
Muchas vecesmehice esaspreguntas, pero siempre llegaba almismo punto de inicio donde tenía
más dudas que repuestas.
Bajé las escaleras con sumo cuidado ya que no tenía conciencia de qué ahora era, así que preferí
ser precavido para que no me atraparan, cuando vi el reloj del portón del segundo piso me di
cuenta que no era tan tarde como pensaba, tenía algo de tiempo para dar una vuelta por el
orfanato, estaba algocansado, pero, tampoco es como si tuviera muchasganasdevolvera dormir
y repetir aquella pesadilla.
16
17
Capitulo dos
A la hora de la verdad
18
Recorrí unos cuantos pasillos del orfanato. Una noche de grillos que habitaban en el silencio de
los matorrales allá afuera. Aquí, en la sala, colgaban fotografías de la vieja historia de este caduco
lugar. Al lado una gran ventana, junto con el crucifico, los recuerdos del antiguo Padre Juan,
sacerdoteque nos visitaba todaslasmañanas, antesde los meses de marzo, cuando yo tenía unos
7 años.
Los domingos eran dados por él, las misas eran repetitivas, muchas veces aburridas; llegó aquel
día en que el ambiente se sentía extraño, fuera de lo común, como si algo estuviese pasando.
Aquella mañana de domingo las monjas nos despertaron a la misma hora de siempre, nos
ordenaron que nos vistiéramos para ir a la capilla, donde ya nos esperaba el padre Juan, me senté
en la penúltima silla, en aquella butaca dañada que nadie quería usar. El padre sólo se demoró
unos minutos en arreglartodo lo necesariopara la misa: elvino, lashostiasy la biblia; por último,
se puso la estola por encima de los hombros y se propuso a oficiar la misa.
El padre se puso delante de nosotros dispuesto a saludarnos, en el momento que fue a
pronunciar la primera sílaba se quedó en blanco, mudo, frente a los huérfanos, monjas y demás
personas que habían asistido a la misa aquel domingo.
Lo noté con desaliento y tímido, miraba discretamente a las monjas, y su rostro se extrañó de
nosotros.
—En el nombre del padre, del Hijo, del Espíritu Santo. — dijo el padre.
—Amén. —dijimos al unisonó.
Fueron las únicas palabras claras que dijo durante toda la eucaristía, el resto de la misa se la pasó
entre tartamudeos, parábolas sin resolver, versículos entre cortados y silencios incómodos.
La última vez que lo vi yo pasaba por el frente de la habitación de la madre Beatriz, donde se
encontraba él hablando con ella en un tono de voz bastante bajo como si intentaran susurrar,
sin embargo, como yo era más pequeño y no me notaban, pude escuchar con claridad lo que
estaban hablando, a diferencia de las monjas quienes se notaban al acercarse.
—No podemos permitir que esto pase—dijo la madre Beatriz.
—Nos tienen acorralados, ¿qué se supone que haremos? — dijo el padre con tono
preocupado.
—Aunque se nos escape de las manos debemos hacer algo.
—Sí, pero ¿qué hacemos?
—Aún no lo sé, pero no podemos permitir que le hagan eso a los niños
En ese momento sin querer tumbé una sombrilla que estaba cerca mío y ellos se percataron de
mi presencia, me tocó aparentar que me había tropezado con la sombrilla, la levanté y seguí
caminando.
Después de ese día nadie volvió a saber del padre Juan. Al siguiente domingo no hubo alguien
que fuera a oficiar la misa, hasta que llegó un sacerdote llamado Matías, uno más serio, tirando
19
a tétrico, y muy misterioso. este padre hacia aún más aburridas las misas, no sé cómo era posible,
pero lo hacía.
Después de pasar por el corredor de los cuadros de la historia del orfanato, fui rumbo al patio,
un lugar sombrío y oscuro a estashorasde la noche, la lluvia apenasestaba cesandoyelbochorno
era insoportable.
Muchas veces odié este lugar, puesto que los problemas en los que me metía me condujeron a
hacer decenas de rosarios, veinte Ave marías y lavar la ropa de todos mis compañeros. Pero a
pesar de todos estos disgustos, aprendí a tomarle cariño.
El pasto húmedo y el olor a la fragancia de la tierra, con los apaciguados rocíos que se alejaban
a cada paso, me llenaron de nostalgia, pensé en ellos. De algún modo los grillos se hallaban en
el cántico de la penumbra, entre manchas de lodo y maleza. El patio es un gran jardín, en donde
entre las laderas pasaban lágrimas escandalosas que reflejaban la Luna; un camino que me hacía
pensar en las parejas que nos visitan, ¿de dónde vendrán esas corrientes de tristeza que nos
llevarán a desplazarnos hacia el desconocido océano? Muchas veces los muchachos y yo
nadamos en ese río. Francisco fue quien nos enseñó a nadar en una parte poco profunda; me
tomó cuatro años para poder aprender.
A éllo considerécomo mi únicoamigo antesde quellegara Víctor. Recuerdoquesu personalidad
era agradable, sin mentiras. Sin rencores. Pasamos toda nuestra niñez juntos y la diferencia de
edad estaba dada por cinco años, siendo Francisco mayor que yo. Cuando pienso en él se me
vienea la mente un chico carismático, social; demasiadoalegrediría yo. Siempre estaba dispuesto
a saludar a las personas y a regalarles una sonrisa.
También puedo resaltar que era muy inteligente, sabía mucho sobre el entorno, del mundo y de
laspersonas. Con él conocí losalrededoresdel orfanato, el río y más allá deeste. Su lugarfavorito
siempre fue aquella loma a media hora de acá, una en donde se puede apreciar toda La Sucursal
Del Cielo, y en la cual yo me mamaba de subir, pero a pesar de esto es un lugar que he reservado
para mí mismo, guardado en un cofre con una dulce pena en el desierto de mi memoria.
-Ten, tomá agua- Agarró el termo con fría agua que había congelado desde temprano,
pero el cual se descongeló, y me lo pasó.
- ¿Es aquí donde me querías traer? -le pregunté mientas yo bebía algo agitado.
-Sí, pero tiene que ser un secreto entre los dos- Y sonrió -Emmanuel, mirá, ahí está la
ciudad, un lugar donde las personas andan en apuros por buscar finalmente algo de felicidad. La
mía está aquí, contigo. Algún día, y te prometo que algún día estaremos los dos juntos, en medio
de todo esto- Francisco extendió su brazo hacia toda Cali y habló con mucha emoción-
tendremos por fin un verdadero hogar. Feliz cumpleaños, hermanito.
A pesar de todo, nunca quiso responderme la pregunta que le hice en varias ocasiones: ¿por qué
estás aquí en el orfanato?
- Eso no importa- es lo que decía- eres demasiado joven para comprenderlo.
20
Definitivamente dejó de llover y en el cielo la luna se encontraba resplandeciendo
magníficamente, era una noche de luna llena. El viento soplaba frescamente y me dediqué a
observar el firmamento. “Hoy se pueden ver buenas estrellas”, pensé, supongo que el cielo aquí
está más despejado que en la cuidad; esto le hubiese encantado a él.
El gran y extenso muro de cañabrava que se agrupa y respalda al río lo utilizamos en muchas
ocasiones para hacer artesanías, donde somos visitados para hacer recaudo de dicho dinero al
orfanato. Si no estoy mal, es una fundación con el apoyo de Bienestar Familiar, para asegurarse
de que se nos fomente el derecho a la recreación.
Francisco me dio muchos consejos de cómo conquistar chicas, pero tengo que admitir que era
un pésimo consejero.
-A las mujeres les gustan los hombres seguros de sí mismos, tienes que demostrar que
eres el mejor amigo que ellas puedan tener, además de evitar cumplidos que te puedan dar; esto
te hará parecer más misterioso y reservado, ¡a ellas les en-can-ta eso!
Es cierto que eso era un asco, pero de algún modo funcionó, y mi primera novia fue Daniela. La
relación fue corta y no duramos más de una semana; solamente éramos niños. Nunca más me
interesé en alguien.
La abadesa de ese entonces, Beatriz, también le tenía mucho afecto a Francisco, fue ella quien
nos juntó, lo sé porque entre las fotografías del álbum del orfanato aparecemos los tres, donde
él me estaba cargando con una entusiasmada sonrisa, al igual que ella abrazándonos; debajo de
la foto donde hay una frase que dice: sobre sus sonrisas dejo un soplo de compasión.
Me dirigí hacia la gran fuentede agua que estaba en el medio del jardín, que tieneuna inscripción
diciendo“que el señornosguarde”debajodeuna gran estatua dela VirgenMaría, allí nos sentábamos
todos los días por la tarde Francisco y yo para hablar de cómo nos había ido en el día después
de clases, él siempre me contaba alguna de sus anécdotas divertidas que hacían sus compañeros
en clases.
-Ni te imaginás lo que pasó hoy vé- dijo él muy entusiasmado y muerto de la risa.
-Haber pues, cuente- dije con curiosidad.
-Estábamos en clase de español y uno de los del salón le pidió permiso al profesor para
ir al baño.
-Ajá.
-Así que no le dio permiso, ya que el muchacho es muy cansón y muchas veces molesta
a los maestros; además de que acabábamos de entrar del descanso.
- ¡¿Se orinó en los pantalones?!- le interrumpí sorprendido
- ¡No¡, hizo algo aún mejor, a los pocos minutos otro compañero le preguntó en voz alta
que qué era ese líquido amarillento que tenía en el frasco de cifrút, él simplemente le respondió
que el maestro le dijo que orinara en una botella, y así hizo, no pensó que el tipo fuera capaz de
hacer eso- Francisco simplemente estaba muerto de la risa, como todo el salón en su momento.
21
- ¡Oh por Dios!, ¿cómo fue capaz de hacer eso? – le pregunté impactado.
-Es simple, solamente se colocó la botella por dentro de la sudadera.
Otra anécdota de la que me habló fue acerca de su último día de clases, en donde se hicieron
entre ellosmismos hasta quinceempanadasa lasmochilasen una sola claseyesa era la de álgebra,
el profesor sabía de eso, pero les dejó hacerlo; además, por más estúpido que sea, también les
hicieron empanadas a las cartucheras, es el colmo.
Desde esta fuente de mármol disfuncional, tanto como algunos de los baños de este sitio, (no
entiendo por qué no los han reparado), me dispongo a reposar. El orfanato es verdaderamente
inmenso, además de contar con tres pisos; su forma es de ele mayúscula acostada, donde la
capilla, a pesar de ser la más pequeña que las otras estructuras, cuenta con un tamaño
verdaderamente considerable.
El templo tiene una elevación de siete metros de altura, las estatuas son casi a tamaño real
encajadas entre las paredes, los grandes ventanales puntiagudos, así como los hay circulares,
presentan una variedad de colores y figuras como ángeles, los reyes magos, las imágenes de la
resurrección de Cristo, el pesebre con el niño Jesús, José y María, entre otros hechos de la biblia.
La entrada principal de la iglesia tiene una longitud de tres metros de ancho por cuatro de largo,
en sus manijassepuedeapreciarun Cristo acribillado; supuerta está hecha de un materialantiguo
en el marco parecido al mármol y el resto de la puerta de abedul; conecta directamente con la
calle. Los vitrales antes no poseían esos barrotes, pero en una noche de febrero, al cabo de la
madrugada, algunas pertenencias de la iglesia desaparecieron, tocó reponer las cosas con nuestro
dinero, puesto que la denuncia que se entregó a la fiscalía no dio resultados y uno de mis
compañeros propuso que todos ayudáramos a pagar los daños; yo no estaba de acuerdo, pero la
mayoría sí, y con donacionesde más personas selogró. Como ya lo he mencionado antessiempre
me siento en la penúltima butaca dañada porque nadie la quiere y porque sirve para escaparme
de allí sin que las monjas lo noten, lo he hecho una infinidad de veces. Al lado está la escuela,
además de ser pública, pero está agrietada y muchas veces hemos perdido clases por esos paros
que hacen los maestros, sin embargo, eso me gusta.
Han pasado ya dos horas y se empiezan a escuchar a los gatos callejeros que maúllan a las altas
horas de la noche, a los perros vagabundos que ladran a lo lejos del río y entre los árboles
susurran los búhos mientras que los murciélagos van de aquí para allá volando
desenfrenadamente sin control. Empezó a hacer frío. Así es Cali, un horno durante el pleno día
y un horror de escalofríos durante las madrugadas, sin embargo, se siente el silencio de la
inmensidad de la ciudad. Desde aquí llega el olor a eso, un olor a monte indescriptible, algo
fuerte, más intenso que el tabaco, muy común en las calles de esta ciudad por las noches. Por mi
mente se cruza el recuerdo de aquella vez cuando no me alcanzó el dinero para comprarme un
paquete de chontaduros, así que el vendedor en su humildad decidió regalármelos, además de
darme ñapa. Las grandes personas son las que hacen sentir grandes a las demás, muchas veces
carecemos de empatía para comprender al otro, ahí está la falta de personalidad. Y ahora la
mudez del ambiente tiene espacio para hacerme compañía, no hay autora que haga música, solo
el chisme del rio hace murmullos de las penas que he arrojado en él; allí participan silbidos y
saltos; y el silencio que se enseñorea en el entorno se adueña de mi valentía provocándome
22
especulaciones de que realmente alguien está aquí, observándome. El pasto y las plantas se
menean suavemente, provocándome desconfianza porque siento pasos recorriendo entre los
matorrales. De repente allí estoy yo, buscando desesperadamente entre las matas, detrás de los
arbustos y por los alrededores del patio, miro con precaución hacia todos los lados, mi
respiración estaba acelerada y finalmente me rindo.
- ¡Por mí! - dijo una voz junto a la pared.
Eran las horas de la mañana. Francisco y yo jugábamos a las escondidas y nos la estábamos
pasando bien aquí en el patio; por supuesto nunca pensé que ocurriría lo de aquel día.
- ¿Dónde te habías encondido? - le pregunté.
-Escalé aquel árbol, fue lo mejor que se me ocurrió y por lo que veo realmente fue una
buena idea- después lo vi un poco triste- Emmanuel, entremos para tomar agua.
Fuimos hacia la cocina y nos servimos dos vasos. Nos quedamos hablando y molestando por un
par de horas mientras que andamos por los corredores. Ahora que lo pienso bien cuál sería la
razón por la cual alguien como él se apegaría tanto a mí, tal vez pudo ser compasión, pero estoy
seguro que las cosas no son así. Algunos de los

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Fraternidad entre huérfanos

  • 2. 2
  • 4. 4 Me despertésudando, otra vez; eranalrededor de lasoncey media, doce dela madrugada, me senté en el borde de la cama, con mucha cautela para no hacer bulla, en todo caso fue en vano porque la parte de arriba de la litera se movió al sentarme. —deja dormir, Emmanuel— escuché el leve quejido entre dormido de mi compañero de litera. Me levanté con suavidad, esta vez sin que la litera rechinara, me dirigía al baño, abrí la puerta del dormitorio la dicha puerta conducía hasta un pasillo largo con ventanas anchas y barrotes cual cárcelmedieval, dichopasilloera tenebroso a estashoras, según mis compañeros, yo, a diferencia de ellos, ya me había acostumbrado a andar de noche por los pasillos de este orfanato, nunca fui capaz de acostarme a la hora que las monjas nos mandaban a dormir, así que acabé emprendiendo caminatas nocturnas para entretenerme, al final terminé conociendo cada rincón del orfanato, desde el comedor hasta el cuarto de la madre superiora. Una vez llegue al baño me lavé la cara para despejarme un poco, después me vi en el espejo, tenía el pelo revuelto y enmarañado, parecía que me hubiera atacado una bandada de pájaros furiosos o algo por el estilo, tenía la camiseta mal colocada y algo rasgada por el costado; ya lleva un par de años con la misma camiseta, en realidad me extraña que no se me dañara antes. Tomé un poco de agua del grifo. Después de un rato ahí me di cuenta de que ya no tenía ni rastro de sueño así que decidí ir a dar un paseo para matar el tiempo y de paso tomar algo de brisa fresca (porque dentro de los dormitorios hacia un calor que derretiría hasta al mismísimo diablo). Salí del baño rumbo a la azotea del tercer piso, para por fin recibir algo de frio de la noche, subí las escaleras y alcance a divisar la luna, el viento ya me golpeaba la cara, me asomé al borde del muro para divisar la ciudad donde ya yacía la noche, el frio y la oscuridad; aduras penas se veían las estrellas en el firmamento, además tenía cara de que iba a llover. Me senté en aquel muro a ver la Cali nocturna; al cabo de un rato de estar viendo la ciudad escuché un ruido sospechoso a la lo lejos, por un momento pensé que era una de las monjas, no sabía qué hacer, pensé en esconderme, pero no había donde, era un lugar completamente baldío; al final opté por quedarmequieto esperandoel regaño, ya inmóvil ymuerto delmiedo alguienme dio un pequeño empujón. —¡Buuu! —escuché una voz chillona que conocía muy bien, di media vuelta y efectivamente, era Víctor —no asustes así, pirobo— aquel enano se sentó a mi lado, y recostó su cabeza en mi hombro — ¿Qué haces aquí a esta hora? — le pregunté. Me contó que se había despertado poco después de que salí del dormitorio, me siguió hasta la azotea ydecidióque sería divertidodarme un buen susto. Despuésde que me contara su pequeña historia le di un golpecito en el hombro por aquel susto de muerte que me había pegado hace un rato. Al cabo de una hora bajamos al dormitorio y logré que se durmiera unos minutos después. Por mi parte justo después de que él se durmiera me acosté en mi parte de la litera y caí rendido.
  • 5. 5 La hermana Claudia nos despertó a las seis y media de la mañana como todos los días, bajamos directamente a desayunar, había pan con huevo revuelto y agua panela, me senté en la mesa del fondo del comedor y, como de costumbre, tenía a la garrapata de Víctor pegado a mí. Él se acomodó a mi lado y empezó a comer entre bostezos y cabezadas, me dio pesar verlo trasnochado por mi culpa; él acostumbraba a dormir temprano, tenía el sueño liviano, pero caía como piedra al tocar el colchón. — ¿dormiste bien? — le pregunté cuando vi su décimo noveno cabeceó — ¡pues claro, como no me acosté a las dos de la mañana! — me respondió con su característico sarcasmo. —nadie te pidió que me siguieras— le dije mientras le revolvía el pelo. —¡ya deja de hacer eso! sabes que no me gusta, Emanuel — gruño el niñato— además no quería quedarme solo… así que te seguí. —hay mucha gente en el dormitorio, no te estaba dejando solo— dije mientras partía un pedazo de pan. Sabía perfectamente que no le gustaba que lo dejara solo (o mejor dicho que me fuera a algún lugar sin él), al fin y al cabo, desde que llegó aquí he sido yo quien ha cuidado de él, puesto que a nadiele importa la llegada delos nuevos huérfanos, excepto a los matones, queles gusta asustar a los más pequeños y a los nuevos, y precisamente Víctor reunía esas dos características que tanto atraían a los matones. Para ellos Víctor era como la sangre para los tiburones, los llamaba a kilómetros de distancia. El enano-garrapata que me seguía a todos lados, Víctor, llego hace dos años, él tenía unos seis, siete años; era bajito, langaruto, peli negro, de nariz respingada y con ojos de un color café muy particular, elcualnosabría cómo poner en palabras, (aundespuésdedos años no había cambiado mucho, con suerte se habría estirado unos centímetros). Cuando él llego estábamos en el patio aprovechando nuestro tiempo libre después de clases, yo como de costumbre estaba abajando por ahí, sin saber quehacer, con un cuaderno viejoen elcualalgunasvecesdibujaba; eldía estaba fresco, algo raro en Cali, venteaba bastante y la mayoría de niños aprovechaban el buen clima para la salir a jugar, unos saltaban lazo, otros hacían carreras, algunos jugaban futbol o basquetbol. Víctor llegó sobre las tres o cuatro de la tarde, apenas pisó el patio los matones le pusieron los ojos encima. Élentrótímido alpatio yse quedóquieto, seveía asustado, algonormal pues era bastantepequeñoy no conocía a nadie, ademásnadie está en un orfanato porque quiera, la mayoría son abandonados o sus padres murieron, también están los que a los padres les quitaron la custodia y terminaron aquí, al final da igual cual sea el motivo, ninguno es bueno; no he visto al primer recién huérfano que entre feliz a un orfanato, ni creo que lo llegue a ver. Unos minutos después de que Víctor llegara los matones se le acercaron. — veamos, ¿que hay aquí? — dijo uno de los más grandes —tenemos a un duende al parecer— dijo otro de los pelados mientras media a Víctor con la mano. —Yo no… yo no soy… yo no soy un duende— dijo Víctor con voz temblorosa.
  • 6. 6 —que dijiste duende, repetililò pues — lo reto el más grande —¡que no soy un duende! — gritó Víctor. El más grande lo agarró del cuello de la camiseta. —te jodiste, pirobo — el muchacho estaba preparando el puño para darle una paliza, yo me fui acercando y en el momento en él que tenía ya el puño alzado para pegarle intervine. —soltalo, imbécil— le dije desde mientras aún estaba a un metro de él . —No te metas donde no te llaman, huevon— me dijo él que todavía no había abierto la boca —que lo soltes, ¿acaso no escuchas bien o qué? — —a vos que te importa que le haga — me dijo mirándome fijamente a los ojos mientras aun sostenía a Víctor de la camiseta— no se me da la gana soltarlo. —no te estaba preguntando— me acerqué a él, rompiendo el metro de distancia que nos separaba— te estoy diciendo que lo soltes. En ese momento el tipo soltó a Víctor —si tanto quieres que no le pegue a este niñito pues los golpes te los llevás vos— ese momento aquel tipo que me duplicaba la altura; se abalanzó hacia mí para atacarme, yo esquivé su primera embestida, después uno de los de su grupito me sujetó de los brazos dejándome inmóvil — date por muerto. En ese momento moví mi cabeza hacia tras con fuerza y le pegué al tipo, que me sujetaba con fuerza, en el pecho, inmediatamente él me soltó y cuando quedé libre el otro sujeto se me vino encima y me tiró al suelo, lanzó un puñetazo a mi cara e instantáneamente corrí mi cabeza para esquivarlo, el tipo que me tenía contra el suelo terminó pegándole al piso y yo aproveché para lanzarle un golpe en toda la cara, con ese solo golpe lo quite de encima mío, después me levanté del suelo, cuando por fin estuve en pie él más grande se me acercó y me encajó un puño en el estómago, me quedé sin aire y él aprovecho para golpearme más, a duras penas me podía mantener en pie, logré taparme de varios golpes, hasta que, en un momento de descuido por parte de él, logre encargarle uno que otro golpe hasta que en un instante conseguí esquivar una patada y lo agarre del pie, lo sujete con fuerza y lo lancé lejos de mí, el tipo cayó al piso de espaldas y justo cuando él se estaba levantando llegaron las monjas a separarnos. Cuando nos distanciaron lo pude ver bien, él estaba sangrando por uno de los puñetazos que le había dado y su espalda vuelta nada, los otros dos sujetos de su pandilla estaban todos raspados y con moretones, el tipo que había estado encima mío tenía la cara hecha un cuadro y el otro era el menos lastimado, soloun raspón de cuando ledi el cabezazoy cayócontra una pared; en cambio a mí ellos me habían reventado la boca de uno puñetazo, tenía raspaduras en los antebrazos de cuando me habían tirado al piso y no estaba respirando bien después del puñetazo en el estómago. Me llevaron a mí y uno de los de la pandilla a la enfermería, a los otros dos los fueron directamente al hospital, esos dos se veían realmente mal, los había dejado hechos polvo.
  • 7. 7 Por fortuna para mí varios niños del orfanato habían visto bien lo que pasó y, por suerte que nunca tengo, les dijeron a las monjas lo que había pasado: que ellos (los matones) habían empezado la pelea porque yo les había dicho que no molestaran al niño nuevo y posteriormente ellos me habían atacado, que yo me defendí como pude y pues terminamos en una pelea de tres contra uno. Aunque las monjas me conocían como un rebelde pelietas que no se juntaba con nadie, el testimonio de un único niño bastó para que terminaran de creer la historia que contaban los niños, por supuesto hablo del testimonio de Víctor; tenía sentido, al fin y al cabo, fue él quien vio la pelea más de cerca y sabía que me peleé por protegerlo a él. Así que pesar de que siempre había sido un dolor de cabeza para lasmonjas no les quedaba más remedio quecreer lo que pasó y dejarme en el orfanato, porque de no ser por aquel testimonio, me hubieran mandado de una vez por todas a la correccional de menores. Yo estuve una hora y media en la enfermería, el otro tipo salió tras tomarse un acetaminofén. Me cocieron tres puntos por encima de la ceja, tambiéncolocaranhielopara reducir la hinchazón de la cara, luego desinfectaron las heridas más profundas que tenía, después me aplicaron una inyección y luego de todo eso por fin me dejaron descansar en la camilla de la enfermería. Me dolía hasta el pelo, me había golpeado muy fuerte, a pesar de que logré cubrirme de muchos de los golpes que lanzaron y esquivar muchos otros, aunque yo no era precisamente debilucho, los chicos con los que me había peleado me duplicaban la edad, la estatura y la fuerza; compararme con ellos era como comparar a un ratón y a un elefante, a pesar de aquello esta vez este ratón les ganó. Es verdad que tengo pinta que langaruto, pero no soy para nada débil, más que todo no lo soy porque en este lugar se comen vivos a las débiles. Ya un poco más tranquilo, viendo el techo mientras descansando en la camilla me puse a pensar en lo que había hecho, no entendía por qué quisedefender a aquelniño que ni conocía, esverdad que nunca me había gustado que molestaran a los más pequeños, pero nunca hacia nada, solo me alejaba para no quedar involucrado, a pesar de ser un “pelietas” sabía en qué peleas meterme, además, aun que las monjas nunca me fueran a creer yo nunca iniciaba las peleas en las que terminaba implicado, yo solo peleo si el primer golpe lo lanza la otra persona, nunca voy a ser yo quien golpee primero a menos que me vayan a robar como ya ha pasado un par de veces. Supongo que simplemente me dio algo de pesar de aquel niño o ya me habían cansado de mesiado elgrupito de matonesdel orfanato, sea como fuesepor primera vezhabía quedadolibre de culpa, lo único que me dijeron lasmonjas es que si volvía a ver quealguienestaba molestando a otra persona avisara a alguna hermana. Al cabo de la hora y media salí de la enfermería rumbo al comedor donde ya estaba lista la comida, como de costumbre caminé bajo la atenta mirada de muchos de los huérfanos hasta la mesa delfondo delcomedor con mi bandeja de comida, pues cada vez queme peleaba ydespués iba a hacer alguna otra cosa todos me miraban como si fuera una especie totalmente diferente a ellos. Lo único diferente ese día era que cuando me senté a comer vi como una persona se acercaba.
  • 8. 8 —¿puedo sentarme contigo? — preguntó una vocecita tímida. Alcé la cabeza y lo vi, era el niño que había defendido esa tarde. —como quieras, no tengo problema— le dediqué una pequeña sonrisa. —me llamo Víctor—me dijo mientras se sentaba. —yo Emanuel, mucho gusto — dije extendiendo la mano, él hizo lo mismo y nos dimos un fuerte apretón de manos. —Gracias por lo de esta tarde, no tenías por qué hacerlo— dijo mientras comía con ansias su plato de lentejas. —no pasa nada, solo quería hacerlo— seguí comiendo. — ¿te duele mucho? — me pregunto un poco nervioso —más o menos, pero me han pegado peores— le respondí mientras tomaba un poco de jugo. —eres muy fuerte para aguantar eso. —aquí hay que ser fuerte para poder estar en paz, te lo dice alguien que lleva aquí toda la vida. —¿porque estás aquí desde hace tanto tiempo? — preguntó el pequeño —mis padres me tiraron aquícuando nacíy ninguna familia quiso adoptarme, y ya es casi imposible que me adopten, todas las familias quieren bebes. —sí, no eres precisamente un bebe, estas un poquito grande— dijo entre risas. —muy chistoso —dije con una sonrisa— y tú, ¿por qué estás aquí? —Mis padres murieron hace poco en un accidente. Un camión se nos atravesó en la carretera y pues…— en ese momento enmudeció. —no tienes por qué contarme el resto de historia, nadie está aquí porque quiere, te lo aseguro. Desde aquel día Víctor nunca se separó de mí, además tuvo la suerte que le asignaran la parte de arriba de mi litera. Con el tiempo nos volvimos más cercanos, hacíamos casi todo juntos, más que todo porque él nunca se separaba de mí, solo cuando teníamos que ir a clases nos distanciábamos y eso que me tocaba llevarlo hasta su salón, y si salía antes que él, yo lo esperaba en la puerta de su clase (a día de hoy las cosas siguen siendo iguales). Al principio las monjas se sorprendían mucho de que yo tuviese un amigo, porque todos los del orfanato incluidas las monjas creían que era un antisocial, pero en realidad nunca me molestó que la gente me hablara o se acercaran a mí, simplemente no me interesaba hablar o juntarme con alguien, así que no iba a ser yo quien diera el primer paso para socializar; siempre estuve bien solo y no me interesaba cambiar eso, hasta que llegó don garrapata y se sentó en la mesa donde yo estaba.
  • 9. 9 Terminamos de desayunar y lo llevé, como todos los días, hasta su salón de clases, y yo me fui al mío. yo estaba cursando cuarto de bachillerato y él apenas segundo de primaria. La primera hora de clases fue una eternidad y todas las demás también, alcancé a dibujar en todos las clases cosas diferentes, en álgebra dibujé una caricatura del profesar, en inglés me puse a dibujar un personaje de la televisión, en ética dibujéun tiranosaurio rex vestido de Hitler con corbata y con un mango en la mano, la única clase que no dibujé fue en educación física; el día fue larguísimo y aburridor aunque educación física no fue tan mala, a pesar de que me tiraran unos diez balonazos; me gusta hacer ejercicio, pero no los balones, en realidad no sé porque no me gustan, pero los prefiero lejos de mí. Al acabar las horas de clase me fui a esperar a Víctor a su salón, me quedé afuera mientras él empacaba sus cosas cuando salió le revolví el pelo como de costumbre, luego agarré su maleta y me la tercié en la espalda, justo al lado de la mía, él intentó saltar para quitármela mientras alegaba que él era lo suficientemente grande como para cargar su maleta, yo hice caso omiso y empecé a caminar, al final él se rindió y dejó de alegar que le pasara su maleta, nos fuimos hablando camino al dormitorio, al llegar le pase su maleta y solté la mía encima de mi parte del camarote, después de eso me dirigía a las duchas para bañarme, venía muy sudado de educación física, Víctor se quedó en el dormitorio sacando los cuadernos en los cuales tenía tarea, después de ducharme me vestí y volví al dormitorio. —¿qué haces? — le pregunté a Víctor que estaba sacando cosas de mi maleta. —viendo si tienes tareas— alcé una ceja— siempre dices que no tienes y yo siempre termino haciendo tareas solo en la biblioteca. —eso es mentira, yo siempre te acompaño a la biblioteca y me quedo ahí contigo— dije evadiendo el tema de que no hago tareas. —ya ves sí que tenés, que no las hagas es otra cosa— cogí mis cosas que estaban regadas —bueno pues vamos a hacer tareas— cuando me iba a poner a revisar de cuáles cuadernos tenía tareas Víctor dijo— tienes tarea en álgebra, español, geometría e historia. —¡mijo, pero usted no corre si no que vuela! — cogí los cuadernos de dichas materias y salimos rumbo a la biblioteca. Al final terminé mamándole gallo a Víctor y no hice tareas, eso sí le ayudé con las de él como siempre, las tareas de un niño de segundo son demasiado fáciles. Cuando terminamos volvimos al dormitorio para dejar nuestras cosas, había varios niños en el dormitorio jugando juegos de mesa o haciendo tareas en sus literas también había unos pocos dormían. Mientras organizábamos nuestras cosas se escuchó por los altavoces— todos reunirse en el auditorio principal para la visita de posiblesfamiliasadoptivas— se escuchó la vos de la madre superiora por el altavoz. —¡que pereza!, ¿esa vaina era hoy? — se escuchaba a lo lejos. — ¡¿y uno para qué va a esas cosas si nunca nos adoptan?! ¡Solo quieren a los bebés! — decía otro chico por ahí. —de todas formas, hay que ir, no creo que quieran que la novia de Drácula nos regañe (así le dicen a la madre superiora).
  • 10. 10 Todos bajaron en un mar de murmullos de protesta, la mayoría ya se daba por vencido, nadie creía que los iban a adoptar, algunos incluso habían pasado por familias adoptivas o casas de acogida y los habían devuelto aquí por equis o ye motivo, quien iba a tener esperanzas después de que lo devolvieran como a camisa manchada. Por lo menos yo nunca tuve esperanzas de nada, al fin y al cabo, a ellos los devolvieron aquí, pero a mí me tiraron no más nacer, algo bastante irónico que aun ateo empedernido lo tiren a un orfanato de monjas, enserio que la vida se ríe de mi desde que nací. Nunca pude creer en dios por más de que me metieron la religión hasta por los ojos, siempre tuve la idea de que si existiera un dios no me hubieran tirado a un orfanato desde que nací, si existiera dios Víctor aun tendría a sus padres vivos o por lo menos se hubiera ido con ellos envés de tener que recordar ese día por el resto de su vida, si existiera un dios no hubieran ilusionados a los niños huérfanos con que habían conseguido una familia que los adoptase, que para al final terminar devolviéndolos. A diferencia mía Víctor si cree en dios, no es de los que rezan todos los días, pero él dice que debe existir algo, que no se puede ver o tocar pero existe, en realidad para tener ocho tiene un criterio muy solito y es bastante inteligente, algunas veces me pregunto dónde aprendió eso, supongo que aprendió eso de sus padres, pero no puedo tener certeza de ello porque nunca le ha gustado hablar de ellos, la última vez que habló de ellos fue el hace un año donde los mencionó levemente mientras comíamos, dijo que las lentejas del orfanato sabían igual a las de su mamá, doy por hecho que por eso las come con tanto gusto. Víctor y yo bajamos con los demás como siempre, a él tampoco le gustaba los días que nos venían a ver familias, pero en su caso no es porque lo hallan desilusionado, el simplemente no quiere ser adoptado, una le vez le intenté insistir para que me contestara porque no quería que lo adoptaran y se terminó enojando conmigo una semana, de todas formas aunque estuviera enojado conmigo no era capaz de estar solo así que por una semana no me habló pero seguía andando conmigo de arriba para abajo, después de eso no volví a insistir. A pesar de esas dos grandes diferenciasnos llevábamosmuy bien (aunquelo de no querer ser adoptadono era como tal una diferencia, yo decía que nunca iba a pasar y el que no quería que pasara) algunas veces él bromeaba sobre mi ateísmo o yo de que él le hiciera mala cara a las parejas de casados que nos venían a vernos. Bajamos al auditorio principal, había varias parejas de casados, Víctor y yo nos fuimos a una esquina, pocas parejas pasaron a saludarnos como ya era costumbre, todos eran muy amables, pero nunca les interesábamos, o por lo menos yo no les interesaba, ya era bastantegrande, tengo catorce años, nadie quiere adoptar a un adolescente, en cambio a Víctor habían parejas que le intentaban hablar pero él era tajante, grosero, indiferente y muy irónico, eso no le gustaba ninguna de las parejas. Aunque muchos chicos se quejaran de las visitas de posibles familias adoptivashabían unos que daban todo de sí para poder caerles bien a las parejas, yo era cordial y contestaba lo que me pedían pero por alguna razón a pesar de hacer lo mismo toda la vida nunca le intereseni un poco a ninguna pareja, mala suerte supongo, ahora me da igual pero al principio he de admitir que quería ser adoptado, no tanto por tener padres, eso siempre me dio igual, era más porque quería salir de estas cuatro paredes en las que me había criado.
  • 11. 11 La visita de las parejas se demoró como dos horas, Víctor y yo aprovechamos para hablar un rato, en un momento cuando estábamos hablando me di cuenta de que él se había quedado profundo recostado en la mesa, recordé que ayer se había trasnochado por mi culpa, agarre entre mis manos su cabeza con sumo cuidado y lo acosté en mi regazo para que no durmiera tan mal, cuando se fue terminando la visita lo desperté y le dije que ya era hora de la comida. Fuimos al comedor y cuando entramos escuchamos un relámpago estruendoso, en definitiva, iba a caer un aguacero, comimos rápido para poder ir al dormitorio y jugar uno un rato antes de que nos mandaran a dormir, a pesar de que mañana fuera sábado nos acostabanynos levantaban a la misma hora de siempre. Después de comer, bañarnos e ir a cepillarnos jugamos unas partidas de uno y, de costumbre, Víctor me ganó en todas, no es que lo dejara ganar, soy extremadamente malo en los juegos de mesa, he perdido con él en ajedrez, parqués, monopoli, y quién sabe en cuántos más juegos que no me acuerdo he perdido contra él. A las ocho y media vino la hermana Claudia a acostarnos, recogimos y guardamos el uno para luego acostamos en la litera, Víctor dormía en la parte de arriba, parecía un mico cuando le toca treparse, algunas veces hasta hacia el ruidito de los monos cuando subía, yo siempre me partía de la risa con cada una de sus ocurrencias. En menos de cinco minutos Víctor ya estaba roncando, yo seguía despierto. Nuestra litera quedaba justo al lado de la ventana, al frente de la ventana había una farola que daba algo de luz, aprovechando mi falta de sueño, agarré unos cuadernos y me puse a hacer tareas, casi siempre hacia lo mismo, por eso es que nunca hacia tareas en la biblioteca con Víctor prefiero ir a ayudarlo, a hacer tareas en la biblioteca por la tarde y por la noche no tener nada que hacer. Cuando terminé lastareasfaltabanuncuartopara lasdiez, ya tenía algode pereza, no tenía sueño, pero no quería salir a la azotea ni dar vueltas por los pasillos, así que me recosté en el colcho viendo hacia la ventana hasta que me quede dormido. Estaba en un lugar oscuro y lleno de humo, hacia un frio espectral, se oían mis pasos al caminar, parecía que estuviera pisandocharcos de algún liquidopegajoso, como si fuepetróleoo agua de pantano. Seguí caminado hasta que me topé con una pared rocosa, mire hacia arriba y habían estalactitas, al parecer estaba en una cueva volteé a la derecha y seguí caminando por aquella cueva, el humo cada vez se hacía más espeso y me impedía ver por donde pasaba, di un paso en falso y caí por un hueco profundo hasta una un poso lleno de agua, intenté nadar pero era incapaz, sentía que algo me jalaba hasta el fondo, pataleé con todas mis fuerzas pero fue inútil, algo me jaló hasta al fondo y me encadenó a una roca. Yo estaba desesperado, me estaba quedando sin aire. Volteé a mirar hacia todos lados, cundo gire a la izquierda vi que Víctor estaba igual que yo, encadenado a una roca, los dos nos estábamos quedando sin aire, el primero en quedarse sin aire fue Víctor, al ver lo así me desesperé, la impotencia me invadía. yo estaba forcejeando la cadena, era en vano, no funcionaba, ya estaba muy agitado y no tenía nada de aire, sentía que me iba a desmayar, pero antes de que eso pasara vi una silueta, era una monja, más específicamente la madre superiora, estaba sonriendo al verme a mí y a Víctor, en ese momento me percaté que no éramos los únicos en cadenados en ese lugar, había miles de niños ahí… tambiénvi algo que me causo un miedo descomunal… En ese momento desperté dando bocanadas de aire para recuperar el aliento, sentí como si me hubiera estado ahogando de verdad, tenía el corazón a mil, podría a postar que tenía tabicaría, me encontraba temblando, me senté en el colchón, para poderme calmar un poco, después de
  • 12. 12 unos minutos conseguí respirar con normalidad, pero seguía temblando, esa pesadilla había sido tan realista. Desde hace días tenía el mismo sueño, me despertaba igual llevaba ya unas dos o tres semanas así, no conciliaba el sueño después de eso, nunca había tenido pesadillas tan recurrentemente, normalmente ni soñaba, ¿a qué se deberán estos sueños tan extraños? Me levanté he hice lo mismo que la noche anterior, fui al baño me eché agua y subí a la azotea, esta vez estaba lloviendo a cántaros, pero había un pequeño lugar techado donde me quedé viendo la noche de lluvia. Eran alrededor de las doce de la madruga. Literalmente en todos mis años en este lugar nunca había tenido pesadillas tan frecuentemente tampoco había soñado lo mismo una más de una semana seguida, ni siquiera soy de los que se asusta con facilidad, pero aquella pesadilla… me da escalofrió de solo recordarla. La lluvia no daba tregua, yo la contemplaba acompañado únicamente de mis pensamientos, los cuales tampoco daban descanso, después de un rato me rendir no iba a descubrir por qué estaba soñando eso allí sentado. La noche era helada, y que yo anduviera un pantaloneta y camisilla no ayudaba a calmarme, a cada minuto que corría, la lluvia se hacía más fuerte, a tal punto que el choque del agua contra la azotea era tan estruendoso que me impedía escuchar mis propios pensamientos, de noche Cali se veía preciosa, por lo menos desde donde yo estaba, no puedo decir si Cali es fea o bonita porque nunca he salido de este edificio, lo más cercano a conocer Cali para mi es hasta donde me permite la vista ver desde esta azotea, supongo que ya conoceré esta ciudad cuando cumpla los dieciocho y me echen de aquí, ahora que lo pienso, ¿qué será de Víctor cuando me echen de aquí?, nunca soporta que me vaya a alguna parte sin él, pero no me puedo quedar así quisiera, no es que quiera, nunca había pensado en que pronto me marcharía de este lugar, ya faltaban cuatro años, ¿Qué se supone que voy a hacer allá afuera, si ni siquiera conozco la cuidad a pesar de haber vivido toda la vida en ella? Podría buscar a mis padres, pero de qué serviría si me tiraron aquí con unas horas de nacido. Según me cuentan las monjas un día una mujer llegó con un hombre y un niño de brazos, dicha mujer le pidió a lasmonjas que lo recibieran, que recibieranal niño, ellasle dijeron que le traerían los papeles para entregarlo al orfanato, pero cuando fueron a traer los papeles para entregarme alorfanato legalmente, losdos se fueron y me dejaron en una silla envueltoenuna cobija, cuando las monjas llegaron sólo estaba yo llorando porque me habían dejado solo, en ese momento una de las hermanas me cargó hasta que dejé de llorar me llevaron a la sala de bebés, ni siquiera mis padres mi pusieron un nombre, mi nombre me lo puso la hermana Beatriz, Emmanuel, porque primero de enero ese día de san Emmanuel y yo nací ese día en el dos mil cinco. Todo esto lo sé gracias al hermana Beatriz, la misma que me puso mi nombre, ella es la única de las hermanas que aboga por mi cuando me meto en problemas, incluso intento no meterme en tantos problemas por ella. Ella siempre ha sido muy buena conmigo, cuando era más pequeño siempre jugaba conmigo y me ayudó a aprender a leer y escribir, ella fue la que me trajo por primera vez a la azotea, y me mostró Cali de noche, ella decía que la ciudad era simplemente preciosa, y que algún día yo la conocería porque le llaman la Sucursal del cielo. Cuando yo tenía siete años ella pasó a ser madre superiora, todos los niños la querían, era muy amable y cariñosa, para ese entonces ya no pasaba tanto tiempo conmigo, pero sé que siempre estaba pendiente, incluso para mi cumpleaños número ocho me dio una caja grande de
  • 13. 13 chocolates, una camiseta y unos zapatos. Era una buena persona siempre ayudaba a los que más la necesitaban, era muy alegre y sabía cómo ganarse a los jóvenes, por más rebeldes que fueran. En el dos mil trece cayó enferma, no sé qué era lo que tenía, pero se le veía muy mal, poco a poco dejó de salir, solo iba de su cuarto a su oficina y de su oficina al cuarto, si se cruzaba con alguno de nosotros nos saludaba igual que siempre y preguntaba como estábamos, a pesar de que ella estuviera muy mal siempre se preocupaba por nosotros, siempre estuvo pendiente de todos, tanto de las monjas como de los niños, nunca desamparó a nadie. El trece de mayo de ese mismo año murió en su cuarto, se dice que fue un ataque al corazón, pero solo son rumores, eso lo sé muy bien, ella misma me dijo qué estaba pasando; recuerdo que el día anterior me había llamado a su oficina y me dijo que nos viéramos en la azotea a las doce de la madrugada. Fui puntual a aquella reunión que me había que ella había planeado. Recuerdo que cuando fui a su oficina ella me dijo que, si no llegaba al encuentro conmigo, no la fuera buscar, que podría ser peligroso. Yo no entendía por qué me decía eso, solo sé que me lo hizo prometer, que no la buscaría. Quedé con sus palabras en la cabeza todo aquel día. Cuando llegué a la hora pactada ella ya estaba ahí, hablamos un largo rato de cosas triviales, me preguntó cómo estaba, que si ya tenía amigos, o que si me gustaba alguien, yo contestétodas sus preguntas y hablamosfluido, obviamente a mí no seme olvidaba lo queme había dicho esa tarde en su oficina, eso me tenía algo contrariado, supongo que ya eran la una cuando ella me habló de aquel tema. —querido, no sé cuánto tiempo me queda aquí— dijo ella con esa voz tan suave y tranquila que tanto la caracterizaba. —¿a qué se refiere, madre? — dijo yo ingenuamente —el clero ya no me quiere en este puesto— dijo acongojada —¿Por quéno la querríanmás en el puestode madre superiora, si todos aquíla queremos mucho? — la miré con tristeza —hay algo que el clero quiere hacer que yo he impedido que hagan, y por eso se han enojado conmigo— dijo ella acariciándome la cabeza —entonces permítanselo. Dejé que hagan lo que quieren hacer y así usted se puede quedar— dije intentando dar una solución —no es tan simple, mi vida— ella seguía acariciando mi cabeza como lo hacía siempre que me preocupaba —¿por qué no es? — otra pregunta ingenua de mi parte —ellos quieren hacer algo malo y yo me voy quedando sin fuerzas para detenerlos— tosió y tardó un rato en recuperar el aliento — Emmanuel, prométeme una cosa, que cuando yo ya no esté vas tener cuidado y que quién sea la madre superiora la vas a respetar, pero siempre vas a estar precavido.
  • 14. 14 volvió a toser y entre tosido me dijo— promételo— me miró con cara de angustia— hazlo por mí. —lo prometo— después de hacer aquella promesa la abracé con fuerza, como si tuviera miedo que desapareciera en ese mismo instante. Nos quedamos un buen rato así hasta que ella me dijo que me fuera a dormir porque mañana debía ir a estudiar, bajé hasta el dormitorio y me fui a dormir, fue la primera vez en mucho tiempo que soñaba, y no era precisamentealgobonito: estaba en un cuartooscuro, yo la llamaba para que me sacara de ahí y cuando repetía su nombre por decima vez se oía una voz gutural que decía: — no te va a servir de nada, llamar a un muerto a que te saque de aquí, estas solo, ella ya no está. Después de eso me desperté sudando, ya era de día y tenía un muy mal presentimiento, a las seis y media nadie nos despertó, cuando las monjas se dieron cuenta de aquello, se preguntaron dónde estaba la madre superiora fueron a tocar a su cuarto y nadie abrió, después de un rato de insistir, una de las hermanas vio que la puerta estaba sin llave así que la abrió, vieron a la madre superiora acostada y pálida. Cuando una de las monjas se acerca le pregunta que cómo se sentía, no hubo respuesta, en ese momento tocaron el brazo de la madre superiora para despertarla y sintieron la piel fría, la hermana Claudia intentó buscar su pulso y no tenía, efectivamente la madre superiora Beatriz estaba muerta. Nos levantaron con semejante noticia, aquel día el luto de los presentes se podía palpar en el aire, yo estuve todo el día al borde de las lágrimas, pero como lo he dicho antes, el que muestra su debilidad aquí se lo comen vivo así que me guardé mi luto para mí solo. Mas o menos a las nueve y media de la mañana llegó un médico a declarar la hora de muerte, dijo que había sido un ataque cardiaco, la misa fue esa misma tarde y el entierro sería al otro día, esa noche nos pusieron a orar a todos por ella, para que su alma descansara en paz, creo que fue la primera vez que, en vez de fingir rezar, hice una plegaria para que ella estuviese bien. Aquella noche no tuve ningún sueño, pero tampoco dormí muy bien. Me desperté muchas veces ya cuando me había despertado por décima vez, decidí ir al baño a lavarme la cara, cuando salí del baño vi las escaleras que conducían al tercer piso y decidí subir, quería estar tranquilo y ese siempre había sido mi espacio seguro, donde nada me atormentaba, pase el resto de la noche y parte de la madrugada ahí, en la azotea, en ese lugar logre por fin llorar la muerte de la única que persona que me había querido de verdad, la única persona que alguna vez me defendió, había perdido la única persona en quien confiaba y a la única persona a quien en verdad le importaba. Recordar todo aquello me trae mucha tristeza, pero hay algo que me reconforta, a pesar de que ya no esté puedo decir que alguien alguna vez me quiso de verdad. Aunque ahora también tengo alguien a quien le importo, y él a mí también me importa mucho, por eso tengo miedo de qué nos deparará el futuro, en especial cuando me toque ir de aquí. Algunas veces me quedo pensando en qué era lo que quería hacer el clero que la madre Beatriz no permitía, después de su muerte no vi ningún cambio significativo, solo teníamos a una nueva medré supriora, la madre Rebeca, la cual era muy distante a los niños y me tenía a mi en un muy concepto, pero nada fuera de lo normal, yo le caía mal a medio orfanato.
  • 15. 15 Hay veces supongo que no era algo tan importante, pero entonces, ¿por qué la madre Beatriz se veía tan preocupada?, ¿sería algo más serio de lo que pensaba lo que ella impediría que pasara? Muchas vecesmehice esaspreguntas, pero siempre llegaba almismo punto de inicio donde tenía más dudas que repuestas. Bajé las escaleras con sumo cuidado ya que no tenía conciencia de qué ahora era, así que preferí ser precavido para que no me atraparan, cuando vi el reloj del portón del segundo piso me di cuenta que no era tan tarde como pensaba, tenía algo de tiempo para dar una vuelta por el orfanato, estaba algocansado, pero, tampoco es como si tuviera muchasganasdevolvera dormir y repetir aquella pesadilla.
  • 16. 16
  • 17. 17 Capitulo dos A la hora de la verdad
  • 18. 18 Recorrí unos cuantos pasillos del orfanato. Una noche de grillos que habitaban en el silencio de los matorrales allá afuera. Aquí, en la sala, colgaban fotografías de la vieja historia de este caduco lugar. Al lado una gran ventana, junto con el crucifico, los recuerdos del antiguo Padre Juan, sacerdoteque nos visitaba todaslasmañanas, antesde los meses de marzo, cuando yo tenía unos 7 años. Los domingos eran dados por él, las misas eran repetitivas, muchas veces aburridas; llegó aquel día en que el ambiente se sentía extraño, fuera de lo común, como si algo estuviese pasando. Aquella mañana de domingo las monjas nos despertaron a la misma hora de siempre, nos ordenaron que nos vistiéramos para ir a la capilla, donde ya nos esperaba el padre Juan, me senté en la penúltima silla, en aquella butaca dañada que nadie quería usar. El padre sólo se demoró unos minutos en arreglartodo lo necesariopara la misa: elvino, lashostiasy la biblia; por último, se puso la estola por encima de los hombros y se propuso a oficiar la misa. El padre se puso delante de nosotros dispuesto a saludarnos, en el momento que fue a pronunciar la primera sílaba se quedó en blanco, mudo, frente a los huérfanos, monjas y demás personas que habían asistido a la misa aquel domingo. Lo noté con desaliento y tímido, miraba discretamente a las monjas, y su rostro se extrañó de nosotros. —En el nombre del padre, del Hijo, del Espíritu Santo. — dijo el padre. —Amén. —dijimos al unisonó. Fueron las únicas palabras claras que dijo durante toda la eucaristía, el resto de la misa se la pasó entre tartamudeos, parábolas sin resolver, versículos entre cortados y silencios incómodos. La última vez que lo vi yo pasaba por el frente de la habitación de la madre Beatriz, donde se encontraba él hablando con ella en un tono de voz bastante bajo como si intentaran susurrar, sin embargo, como yo era más pequeño y no me notaban, pude escuchar con claridad lo que estaban hablando, a diferencia de las monjas quienes se notaban al acercarse. —No podemos permitir que esto pase—dijo la madre Beatriz. —Nos tienen acorralados, ¿qué se supone que haremos? — dijo el padre con tono preocupado. —Aunque se nos escape de las manos debemos hacer algo. —Sí, pero ¿qué hacemos? —Aún no lo sé, pero no podemos permitir que le hagan eso a los niños En ese momento sin querer tumbé una sombrilla que estaba cerca mío y ellos se percataron de mi presencia, me tocó aparentar que me había tropezado con la sombrilla, la levanté y seguí caminando. Después de ese día nadie volvió a saber del padre Juan. Al siguiente domingo no hubo alguien que fuera a oficiar la misa, hasta que llegó un sacerdote llamado Matías, uno más serio, tirando
  • 19. 19 a tétrico, y muy misterioso. este padre hacia aún más aburridas las misas, no sé cómo era posible, pero lo hacía. Después de pasar por el corredor de los cuadros de la historia del orfanato, fui rumbo al patio, un lugar sombrío y oscuro a estashorasde la noche, la lluvia apenasestaba cesandoyelbochorno era insoportable. Muchas veces odié este lugar, puesto que los problemas en los que me metía me condujeron a hacer decenas de rosarios, veinte Ave marías y lavar la ropa de todos mis compañeros. Pero a pesar de todos estos disgustos, aprendí a tomarle cariño. El pasto húmedo y el olor a la fragancia de la tierra, con los apaciguados rocíos que se alejaban a cada paso, me llenaron de nostalgia, pensé en ellos. De algún modo los grillos se hallaban en el cántico de la penumbra, entre manchas de lodo y maleza. El patio es un gran jardín, en donde entre las laderas pasaban lágrimas escandalosas que reflejaban la Luna; un camino que me hacía pensar en las parejas que nos visitan, ¿de dónde vendrán esas corrientes de tristeza que nos llevarán a desplazarnos hacia el desconocido océano? Muchas veces los muchachos y yo nadamos en ese río. Francisco fue quien nos enseñó a nadar en una parte poco profunda; me tomó cuatro años para poder aprender. A éllo considerécomo mi únicoamigo antesde quellegara Víctor. Recuerdoquesu personalidad era agradable, sin mentiras. Sin rencores. Pasamos toda nuestra niñez juntos y la diferencia de edad estaba dada por cinco años, siendo Francisco mayor que yo. Cuando pienso en él se me vienea la mente un chico carismático, social; demasiadoalegrediría yo. Siempre estaba dispuesto a saludar a las personas y a regalarles una sonrisa. También puedo resaltar que era muy inteligente, sabía mucho sobre el entorno, del mundo y de laspersonas. Con él conocí losalrededoresdel orfanato, el río y más allá deeste. Su lugarfavorito siempre fue aquella loma a media hora de acá, una en donde se puede apreciar toda La Sucursal Del Cielo, y en la cual yo me mamaba de subir, pero a pesar de esto es un lugar que he reservado para mí mismo, guardado en un cofre con una dulce pena en el desierto de mi memoria. -Ten, tomá agua- Agarró el termo con fría agua que había congelado desde temprano, pero el cual se descongeló, y me lo pasó. - ¿Es aquí donde me querías traer? -le pregunté mientas yo bebía algo agitado. -Sí, pero tiene que ser un secreto entre los dos- Y sonrió -Emmanuel, mirá, ahí está la ciudad, un lugar donde las personas andan en apuros por buscar finalmente algo de felicidad. La mía está aquí, contigo. Algún día, y te prometo que algún día estaremos los dos juntos, en medio de todo esto- Francisco extendió su brazo hacia toda Cali y habló con mucha emoción- tendremos por fin un verdadero hogar. Feliz cumpleaños, hermanito. A pesar de todo, nunca quiso responderme la pregunta que le hice en varias ocasiones: ¿por qué estás aquí en el orfanato? - Eso no importa- es lo que decía- eres demasiado joven para comprenderlo.
  • 20. 20 Definitivamente dejó de llover y en el cielo la luna se encontraba resplandeciendo magníficamente, era una noche de luna llena. El viento soplaba frescamente y me dediqué a observar el firmamento. “Hoy se pueden ver buenas estrellas”, pensé, supongo que el cielo aquí está más despejado que en la cuidad; esto le hubiese encantado a él. El gran y extenso muro de cañabrava que se agrupa y respalda al río lo utilizamos en muchas ocasiones para hacer artesanías, donde somos visitados para hacer recaudo de dicho dinero al orfanato. Si no estoy mal, es una fundación con el apoyo de Bienestar Familiar, para asegurarse de que se nos fomente el derecho a la recreación. Francisco me dio muchos consejos de cómo conquistar chicas, pero tengo que admitir que era un pésimo consejero. -A las mujeres les gustan los hombres seguros de sí mismos, tienes que demostrar que eres el mejor amigo que ellas puedan tener, además de evitar cumplidos que te puedan dar; esto te hará parecer más misterioso y reservado, ¡a ellas les en-can-ta eso! Es cierto que eso era un asco, pero de algún modo funcionó, y mi primera novia fue Daniela. La relación fue corta y no duramos más de una semana; solamente éramos niños. Nunca más me interesé en alguien. La abadesa de ese entonces, Beatriz, también le tenía mucho afecto a Francisco, fue ella quien nos juntó, lo sé porque entre las fotografías del álbum del orfanato aparecemos los tres, donde él me estaba cargando con una entusiasmada sonrisa, al igual que ella abrazándonos; debajo de la foto donde hay una frase que dice: sobre sus sonrisas dejo un soplo de compasión. Me dirigí hacia la gran fuentede agua que estaba en el medio del jardín, que tieneuna inscripción diciendo“que el señornosguarde”debajodeuna gran estatua dela VirgenMaría, allí nos sentábamos todos los días por la tarde Francisco y yo para hablar de cómo nos había ido en el día después de clases, él siempre me contaba alguna de sus anécdotas divertidas que hacían sus compañeros en clases. -Ni te imaginás lo que pasó hoy vé- dijo él muy entusiasmado y muerto de la risa. -Haber pues, cuente- dije con curiosidad. -Estábamos en clase de español y uno de los del salón le pidió permiso al profesor para ir al baño. -Ajá. -Así que no le dio permiso, ya que el muchacho es muy cansón y muchas veces molesta a los maestros; además de que acabábamos de entrar del descanso. - ¡¿Se orinó en los pantalones?!- le interrumpí sorprendido - ¡No¡, hizo algo aún mejor, a los pocos minutos otro compañero le preguntó en voz alta que qué era ese líquido amarillento que tenía en el frasco de cifrút, él simplemente le respondió que el maestro le dijo que orinara en una botella, y así hizo, no pensó que el tipo fuera capaz de hacer eso- Francisco simplemente estaba muerto de la risa, como todo el salón en su momento.
  • 21. 21 - ¡Oh por Dios!, ¿cómo fue capaz de hacer eso? – le pregunté impactado. -Es simple, solamente se colocó la botella por dentro de la sudadera. Otra anécdota de la que me habló fue acerca de su último día de clases, en donde se hicieron entre ellosmismos hasta quinceempanadasa lasmochilasen una sola claseyesa era la de álgebra, el profesor sabía de eso, pero les dejó hacerlo; además, por más estúpido que sea, también les hicieron empanadas a las cartucheras, es el colmo. Desde esta fuente de mármol disfuncional, tanto como algunos de los baños de este sitio, (no entiendo por qué no los han reparado), me dispongo a reposar. El orfanato es verdaderamente inmenso, además de contar con tres pisos; su forma es de ele mayúscula acostada, donde la capilla, a pesar de ser la más pequeña que las otras estructuras, cuenta con un tamaño verdaderamente considerable. El templo tiene una elevación de siete metros de altura, las estatuas son casi a tamaño real encajadas entre las paredes, los grandes ventanales puntiagudos, así como los hay circulares, presentan una variedad de colores y figuras como ángeles, los reyes magos, las imágenes de la resurrección de Cristo, el pesebre con el niño Jesús, José y María, entre otros hechos de la biblia. La entrada principal de la iglesia tiene una longitud de tres metros de ancho por cuatro de largo, en sus manijassepuedeapreciarun Cristo acribillado; supuerta está hecha de un materialantiguo en el marco parecido al mármol y el resto de la puerta de abedul; conecta directamente con la calle. Los vitrales antes no poseían esos barrotes, pero en una noche de febrero, al cabo de la madrugada, algunas pertenencias de la iglesia desaparecieron, tocó reponer las cosas con nuestro dinero, puesto que la denuncia que se entregó a la fiscalía no dio resultados y uno de mis compañeros propuso que todos ayudáramos a pagar los daños; yo no estaba de acuerdo, pero la mayoría sí, y con donacionesde más personas selogró. Como ya lo he mencionado antessiempre me siento en la penúltima butaca dañada porque nadie la quiere y porque sirve para escaparme de allí sin que las monjas lo noten, lo he hecho una infinidad de veces. Al lado está la escuela, además de ser pública, pero está agrietada y muchas veces hemos perdido clases por esos paros que hacen los maestros, sin embargo, eso me gusta. Han pasado ya dos horas y se empiezan a escuchar a los gatos callejeros que maúllan a las altas horas de la noche, a los perros vagabundos que ladran a lo lejos del río y entre los árboles susurran los búhos mientras que los murciélagos van de aquí para allá volando desenfrenadamente sin control. Empezó a hacer frío. Así es Cali, un horno durante el pleno día y un horror de escalofríos durante las madrugadas, sin embargo, se siente el silencio de la inmensidad de la ciudad. Desde aquí llega el olor a eso, un olor a monte indescriptible, algo fuerte, más intenso que el tabaco, muy común en las calles de esta ciudad por las noches. Por mi mente se cruza el recuerdo de aquella vez cuando no me alcanzó el dinero para comprarme un paquete de chontaduros, así que el vendedor en su humildad decidió regalármelos, además de darme ñapa. Las grandes personas son las que hacen sentir grandes a las demás, muchas veces carecemos de empatía para comprender al otro, ahí está la falta de personalidad. Y ahora la mudez del ambiente tiene espacio para hacerme compañía, no hay autora que haga música, solo el chisme del rio hace murmullos de las penas que he arrojado en él; allí participan silbidos y saltos; y el silencio que se enseñorea en el entorno se adueña de mi valentía provocándome
  • 22. 22 especulaciones de que realmente alguien está aquí, observándome. El pasto y las plantas se menean suavemente, provocándome desconfianza porque siento pasos recorriendo entre los matorrales. De repente allí estoy yo, buscando desesperadamente entre las matas, detrás de los arbustos y por los alrededores del patio, miro con precaución hacia todos los lados, mi respiración estaba acelerada y finalmente me rindo. - ¡Por mí! - dijo una voz junto a la pared. Eran las horas de la mañana. Francisco y yo jugábamos a las escondidas y nos la estábamos pasando bien aquí en el patio; por supuesto nunca pensé que ocurriría lo de aquel día. - ¿Dónde te habías encondido? - le pregunté. -Escalé aquel árbol, fue lo mejor que se me ocurrió y por lo que veo realmente fue una buena idea- después lo vi un poco triste- Emmanuel, entremos para tomar agua. Fuimos hacia la cocina y nos servimos dos vasos. Nos quedamos hablando y molestando por un par de horas mientras que andamos por los corredores. Ahora que lo pienso bien cuál sería la razón por la cual alguien como él se apegaría tanto a mí, tal vez pudo ser compasión, pero estoy seguro que las cosas no son así. Algunos de los