El documento argumenta que la educación debe unir a la gente y no discriminar, integrando a todos los estudiantes independientemente de dónde vivan. Afirma que los adolescentes necesitan una educación que abra sus mentes y les permita pensar en un buen futuro, ya que vivir en un barrio de bajos recursos no los hace menos inteligentes o capaces. Concluye que las aulas deben ser espacios de contención y aprendizaje, no jaulas, para compartir opiniones y conocimientos.