Este documento reflexiona sobre la obra redentora de Cristo y cuestiona la enseñanza común de que Dios era tan airado que no podía perdonar sin un sacrificio perfecto. Argumenta que la Biblia muestra a un Dios listo para perdonar cuando nos volvemos a Él, y que Cristo vino como libertador del pecado y la muerte, no para apaciguar la ira de Dios. También analiza pasajes como Isaías 53, argumentando que han sido distorsionados para justificar la idea errónea de que Dios castigó a Cristo
1. Reflexiones acerca de la obra redentora de Cristo
El evangelio moderno presenta a un Dios tan Airado que no puede
perdonar sí no hay un sacrificio perfecto. Sus frutos son contrarios a
Cristo. En cambio la Biblia nos muestra un Dios que envió a Cristo
como Libertador del poder del pecado y de la muerte y que está listo
para perdonarnos tan pronto como nos volvemos a Él y a Su Reino. Su
Sacrificio nos libra del captor satanás y Su sangre preciosa nos limpia sí
andamos en luz, practicando lo que Jesús nos enseñó.
Cuando se habla de la verdadera razón de la muerte de Jesús y de Su
sacrificio, de Su obra redentora, surgen preguntas con base en esos
versículos que fuertemente se nos enseñaron (en las iglesias
evangélicas y aun después de salir de ellas) mostrando a ese Dios que
cargó el pecado y derramó Su ira castigando a Su Hijo. Pasajes bíblicos
como Isaías 53 se han distorsionado para justificar la falsa enseñanza
de la satisfacción. Cuando lo llevamos a la lógica, nos parece que
realmente fue justo, y que el único que podía pagar por esos pecados
era el que vivió justamente en este mundo (Jesucristo). Pero Cómo
podemos contestar o explicar a aquellos que han creído tal enseñanza,
a los que han seguido ese evangelio reformado, cómo mostrarles que
aunque aparentemente la Biblia nos muestra esa imagen de Dios,
realmente nos es la verdadera.
El problema principal en esto es que durante mucho tiempo este tema
se ha tratado desde una perspectiva meramente teológica, buscando un
versículo aquí y otro allá, para mostrar que las cosas son como se
piensa (que Dios es un Dios tan airado que no pudo perdonar hasta que
Su Hijo lo satisfizo con el sacrificio). Pero cuando vemos la luz a la cual
Dios nos está invitando a andar, vemos que esto más bien se trata del
carácter de Dios, nadie estaría en contra de que satanás es nuestro
enemigo ¿cierto? (Y eso no ocupa entenderse por medio de la teología)
Sin embargo, cuando Cristo vino a este mundo, ¿Qué fue lo que más
enfrentó de los judíos? Sabemos que fue a los escribas, fariseos,
doctores de la ley; y ellos conocían muy bien la Escritura, pero Jesús les
dio la verdad y los que recibieron la verdad escuchándolo, anduvieron
entonces en la verdad, en la luz. Pero los que quisieron mejor adherirse
2. a sus teologías, se quedaron con su conocimiento y al final terminaron
matando a Jesús.
Él es la luz del mundo, Su luz brilla en la tinieblas, la Escritura lo único
que hace es dirigirnos hacia esa luz, sólo es un vehículo que nos señala
quién es Dios. La mayoría de la gente adora al libro, a la Biblia en vez
de adorar a Dios. Las Escrituras son solamente un método que Dios
escogió para anunciarnos este mensaje que hemos oído de ÉL, “Que Él
es la luz y que sí andamos en luz, Él nos libra y nos limpia de nuestros
pecados”. En 1 de Juan dice: “El que nos oye es de Dios, el que no nos
oye no es de Dios”.
Fuimos enseñados toda nuestra vida acerca de esto (el evangelio de la
satisfacción) nos dábamos cuenta de que en nuestro corazón había algo
que no encajaba, no teníamos toda una respuesta, pero sentíamos que
había algo malo allí. El punto es que no podemos convencer a nadie, no
se trata de eso. Uno de los primeros predicadores dijo: “La tarea del
predicador no es contestar preguntas, sino despertar conciencias”
porque qué bien hace si pudiéramos contestar a la perfección todas las
preguntas y tenerlas bien claras, si nuestras conciencias aun están
muertas para Dios. Tendríamos como resultado nada más a un teólogo
como un “tubo de escopeta más recto” que los demás, pero igualmente
vacio. Cristo no vino a formar teólogos sino a formar discípulos y a
libertar al hombre. Por ejemplo cuando Jesús enseñó la parábola del
siervo que debía 10 mil talentos, y fue llevado al rey, este calló a los pies
del rey y pidió perdón diciendo “no puedo pagar esto” y el rey lo
perdonó, el hombre entonces salió y encontró a otro que le debía sólo
100 denarios, lo sostuvo por el cuello diciéndole “págame lo que me
debes” y se le contestó “no tengo”, entonces lo echó a la cárcel, el rey
escuchó esto y mandó a traer a ese hombre que no perdonó a su
consiervo, “tráiganlo”, y le dijo: “Yo te perdoné toda esa deuda y ahora
tu saliste y trataste mal a este hombre, no lo perdonaste” ¿Es acaso que
entonces el hombre sacó un recibo de su bolsa para demostrar que la
deuda ya había sido pagada y después salió a la calle y pudo hacer lo
que él quería?.....No, no fue así, la deuda no fue pagada, fue perdonada.
Sí Jesús hubiera pagado nuestra deuda, entonces pagó por todos los
3. pecados, y ahora tenemos como fruto este mensaje: “Jesús me acepta
tal como soy, porque ya murió por mí, me acepta aunque soy
homosexual” ahora tendríamos vaqueros para Cristo, motociclistas
para Cristo, estrellas de películas pornográficas para Cristo,
fornicadores para Cristo, ¡pagó por sus pecados! ¿pagó por todo
no?…Pero más bien es que perdona a los que se arrepienten y andan en
la luz.
Con respecto a Isaías 53, debemos tomar en cuenta que el texto que
utilizamos en nuestras Biblias (Reina–Valera) normalmente es el
“masorético”, pero la “Septuaginta” escrita 250 años antes de Cristo, es
la Biblia de la que citaba el Señor Jesús. El texto masorético fue escrito
después de la muerte de Jesucristo y compilado por los judíos; ese texto
no fue aceptado en el cristianismo hasta 500 0 600 años después de la
muerte de Cristo, fue escrito por los judíos que odiaron y mataron a
Jesús y que se llamaban a sí mismos “Masoretas”.
El texto masorético fue confeccionado porque los judíos veían que se
estaban cumpliendo todas las profecías del Antiguo Testamento en
Cristo y también porque por esta causa muchos judíos vinieron al
Señor dejando sus tradiciones. Por esa razón los judíos que rechazaron
a Jesús confeccionaron el texto masorético, ellos tenían que cambiar
textos para que no vieran a Cristo en lo que se estaba cumpliendo. Pero
el cristianismo y hasta la iglesia católica no aceptó ese texto sino hasta
500 o 600 años después de Cristo. Los judíos convencieron a “San
Jerónimo” de que usara el texto masorético para su biblia y eso es lo
que tenemos ahora en la versión Reina – Valera.
En Isaías 53:4 de la versión Reina – Valera (texto masorético) dice:
“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió
nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por
herido de Dios y abatido.” Este versículo ya empieza a sonar como
que a Dios el Padre le satisfacía y le agradó el castigar a Su propio Hijo.
Pero en la Septuaginta vemos que dice: “Este nuestros pecados
lleva, y de nosotros duélese; y nosotros pensamos que él
estaba en trabajo, y en plaga, y en maltratamiento.”
Haciendo referencia a que sufrió por nosotros siendo maltratado.
4. En Isaías 53:10,11 del texto masorético dice: “10 Con todo eso,
Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento.
Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado,
verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová
será en su mano prosperada. 11 Verá el fruto de la aflicción
de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento
justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las
iniquidades de ellos.” Pero en la Septuaginta vemos que esa misma
cita dice: “10 Y el Señor quiere purificarle de la plaga; si
diereis por pecado, vuestra alma verá simiente longeva; y
quiere el Señor quitar del trabajo de su alma; 11 mostrarle
luz y plasmar con inteligencia, justificar a justo bien
sirviendo a muchos; y los pecados de ellos él llevará.” Vemos
que en el texto de la Septuaginta contrario al texto masorético, Dios
desea quitar el sufrimiento de Su Hijo y no está deseoso de cargar en Él
toda Su ira y el pecado de todos. De esa manera Jesús pudo entrar a la
muerte y tener poder sobre el cautivador, llevando cautiva la
cautividad, obteniendo la victoria de la resurrección; el diablo no tuvo
poder sobre aquel que vivió sin pecado.
Los judíos nos dieron el texto masorético distorsionado y la
Septuaginta es el libro del cual citó el Señor Jesús y el texto que
utilizaron los primeros cristianos. Por eso es peligroso tomar “un sólo
versículo aquí” y construir todo un caso para definir el carácter de Dios
sobre el sacrificio de Su Hijo.
El evangelio moderno rechaza las enseñanzas de Jesús, para ellos se
trata solamente de: “Cristo vino para apaciguar la ira de Dios” pero más
bien debemos decir “Cristo vino a enseñarnos cómo debemos vivir en
este mundo para de esa manera apaciguar la ira de Dios” que sin duda
será derramada sobre aquellos que no solamente pecaron, sino que
rechazaron la oportunidad de ser libres escuchando a Su Hijo.
Debemos guardarnos de tener una falsa idea de Dios y de lo que Él
quiere de nosotros. Dios no se pagó a sí mismo ni pagó al diablo por
nuestra libertad, el venció a satanás para libertarnos de su poder,
venció a la muerte y resucitó para rescatarnos. “Él es la propiciación
5. por nuestros pecados” (1 Juan 2:2) y no solamente Su sacrificio,
derramó Su sangre preciosa para “salvarnos DE la maldad” y no “EN la
maldad”. En ninguna manera negamos Su sacrificio y Su sangre que
nos libertó, pero al hacer tanto énfasis en eso, nos olvidamos de lo que
Jesús enseñó y comenzamos a confiar solamente en que “Cristo ya hizo
todo y que no necesitamos hacer nada más”, tenemos que ser dignos de
esa sangre y después de haber sido librados, caminar en obediencia a
Sus estatutos; una vez más insistimos “Andar en luz, es decir, en Él, en
Sus enseñanzas”.
El Evangelio del Reino no consiste en habilidades exegéticas ni
palabras griegas, ni tampoco en un sistema teológico complejo. El
evangelio que creemos y predicamos es el poder de Dios que
ciertamente nos libra del poder del pecado y nos lleva a una vida de
justicia y santidad delante de Dios. Es el evangelio que nos enseña a
hacer la voluntad de Dios, por medio de la Cruz. Ese es el poder del
Espíritu que da testimonio.
“Porque no menospreció ni abominó la aflicción del afligido, Ni de él
escondió Su rostro; Sino que cuando clamó a él, le oyó.” (Salmos 22:24)
Amén.
Comentarios realizados después del mensaje del domingo 12 de enero
del 2014 en Tlaxcala, México.