La reforma laboral española de 2012 tuvo como objetivos principales favorecer la empleabilidad de los trabajadores a través de agencias de colocación y formación profesional, fomentar la contratación indefinida y creación de empleo mediante nuevos tipos de contratos, y favorecer la flexibilidad interna en las empresas para evitar despidos. La reforma también incluyó medidas para reducir la dualidad del mercado laboral entre fijos y temporales.