Boris era un niño al que le gustaba burlarse de los demás, especialmente de un viejito cojo que caminaba con muletas. Un día, Boris sufrió un accidente jugando con una pelota frente a su casa y tuvo que usar muletas por 15 días, igual que el viejito del que se burlaba. Esto le hizo darse cuenta de lo malo que era burlarse de los demás y fue a la iglesia a pedir perdón por sus acciones.