SlideShare una empresa de Scribd logo
García Rodríguez, Juan José: Marejada.
Cincuenta y tres episodios emocionales. Sevilla:
Darío Libros, 2016 (Sanlúcar de Barrameda:
Santa Teresa).
No me podrán quitar el dolorido/ sentir:
Garcilaso, Égloga I
[…] los libros solo se escriben para, por
encima del propio aliento, unir a los seres huma-
nos, y así defendernos frente al inexorable rever-
so de toda existencia: la fugacidad y el olvido .
Zweig: Mendel el de los libros, 1929.
***
La cubierta, que se extiende en horizon-
tal, como una faja de bordado de imaginería,
hasta la contracubierta, y se reproduce en la por-
tada, presenta un grabado que explicará desde
fuera parte del contenido: el gris despierto de
unas olas, eternas, recalando despacio entre un
paisaje bocarriba de casas al fondo más cinco
barcas dormidas, con la total ausencia de seres
vivos. No hay nadie: ni la voz de una música. Se
trata de la soledad, la que queda una vez ese
movimiento moderado de las olas, o la que ante-
cede a esa exaltación de ánimos críticos que sue-
len preceder al alboroto, como el DEL define
marejada en sus dos entradas: ambas se enca-
llan en la garganta y callan al haber leído el inte-
rior de las 355 páginas. No hay, pues, en esa
cubierta animales, como un ciervo nadando, un
perro sublime, o pájaros amenazantes; ni rastros
humanos: ni rostros, ni una mano que estrechar,
tampoco un náufrago y su última voluntad sumer-
gida, ni un antiguo oficio que huele a brea y
calor, o la sombra vacía y apagada de una niña,
que sí se concentran enfilados ya en la superficie
clara, tersa, tensa y lisa del libro.
Cito el Diccionario porque he debido con-
sultar palabras náuticas en sus páginas: también
eso me ha enseñado Juan José, el mundo de la mar
adentro que viene hasta fuera, ola que nos saluda,
abraza, nos moja y acompaña en esa melancolía
que somos, a veces, nosotros mismos. Y así nos
quedamos: entre la soledad de la lectura, con la
lentitud pacífica de las páginas, a la vista de las
ilustraciones, al lado de las orillas del placer de
leer. Solos y somorgujados en la marejada.
El libro lo componen 53 episodios que,
como dice Zweig, nos defienden ante la fugaci-
dad y el olvido, refugio al que aspira Juan José.
Pasea por el Caribe, en crucero hasta Italia, las
playas descalzas del fútbol, la lota a voz en escri-
to del listero, los fortines para una guerra sangra-
da, Joselito Huerta –mi propia terraza de tanta
amistad–, la tierra prohibida y prometida de la
Otra Banda y su larga lengua de arena y verde.
Los juegos de niños y adolescentes, la prima
María José de su amigo –mi buen amigo Paco– y
aquel grandísimo Peña tan del Athletic Club como
sus cartuchos de pepitas o membrillos; barcos en
misteriosos naufragios, los tres másteres de su
padre, esos oficios perdidos que, prendidos, aún
colorean la memoria, Madrid en el Prado, los
inmensos Beatles que, afortunadamente, nos resu-
LasPiletas 1
“MAREJADA”,
RESEÑA LITERARIA
Ramón Asquerino Fernández
citaron…Todo ante la fugacidad y el olvido, por
eso los libros también se escriben para rescatar-
nos ante nosotros mismos, perviviéndonos.
La obra se vertebra bajo la unidad de un
narrador omnisciente, diegético –habla, canta y
calla, o sea, participa en la narración— a través
de José, niño, desdoble del autor, interlocutor y
narrador juntamente, quienes a veces llaman
cuento a lo que escriben. Estampas cegadoras
de poesía las llama muy certeramente en el pró-
logo el poeta José Vélez, quien, para La playa
prohibida, presta sus endecasílabos cargados
de aes como la espuma. Más que episodios, son
fragmentos de piel en recuerdos que se estiran,
y duelen al salir; historias de testimonios pervivi-
dos; son eso, estampas al modo mironiano: un
dolorido sentir, que procede del maestro Garci-
laso, y que se aprecia fuertemente en El niño que
miraba a los barcos: homenaje tricolor a su tío
Domingo con quien coincidí en afinidades de
reuniones, colores y sueños.
Dividido en seis partes con diferentes títu-
los, el libro guarda un equilibrio: 11, 7, 9, 8, 9
y 9 episodios, respectivamente, armonía que se
refleja a la hora de escribir: la memoria, el sen-
timiento –la emoción–, el desdoblamiento, las
muchas y variadas citas, varadas junto a las
escenas o episodios, la palabra escrita atrave-
sada por la mano de la imagen. Acompañan al
texto casi 70 ilustraciones, carboncillos, fotos,
grafitos, infografías, collages, grabados como el
citado arriba de la portada de Ramiro Unda-
beytia… y de distintas firmas, de los muchos ami-
gos a quienes el autor agradece sus trabajos en
su Introducción, donde guiña a Galdós —autor de
46 episodios: de Trafalgar a Cánovas, inmejora-
ble y obligada lectura en la actualidad— la ins-
piración del subtítulo, y donde él mismo califica
de cuentos a sus narraciones.
Estamos, pues, ante un texto mixto: a la
palabra escrita la acompaña el soporte visual,
como el propio autor me trazó en su dedicatoria.
Tal vez por eso hace al libro más escena y esce-
nario donde reposar los ojos para repasar y ver
a la par que se imagina. Así, al recorrer las are-
nas de Bajo de Guía, faro desde el que comien-
za la obra, jalón de vida marinera, mirada de
riomar; al pasear las aceras de los infantiles y tris-
tes domingos por la noche, o el maravilloso suce-
so de la almendra que se huele y se toca, antes
de comerla: Historia de una almendra. O la rela-
ción de aquel profesor sin libros de texto —¿se
conseguirá llegar otra vez al eco de aquella reno-
vación pedagógica de la gloriosa II República?—
que se vuelca en tiza y páginas con sus alumnos:
Y leía, leía, leía. Incluso se ve la pantalla de El
Gran Cinema —Darío acercándose todavía muy
lejos a cámara lenta—, el tacto de los veladores
en Café Martínez (una de mis lecturas preferi-
das); se sienten esas cartas de amor desde la
lejanía que acercaban emociones desde Madrid:
LasPiletas2
dos narraciones en torno a la capital: libros y lec-
turas o el Prado, investidos de los tiempos apro-
vechados y escritos de la mili en Marina. Central
Station lleva una preciosa cita de Félix J. Palma,
y en sus páginas huele a café y carbonilla. En La
inyección solo falta que gritemos un ¡ay! a causa
de los detenidos y minúsculos preparativos de la
jeringuilla, cuya llama azul nos llama despertán-
donos en los detalles. Un mundo, en fin, que hace
conocer y reconocer a los lectores, y que habla
con ellos como el narrador lo hace con su José,
tu José, Juan José, en una memoria llena de agua
y olas: se van, se fueron ya, reaparecen, estallan,
lo tiñen de blanco, se beben, y dan sed, más
ansias de sed de lecturas. Y un final como colo-
fón preciso, precioso, a su madre.
Hay una curiosidad, que el propio autor,
si quiere, puede explicar en la presentación de su
libro el 24 de junio, san Juan, noche de ilusión
mágica en Alacant, y es que las cuatro últimas
narraciones conforman como una historia de per-
sonajes que se expanden: Jerónimo y Verónica,
gran Jerónimo y desdichada Verónica bailando
su baile por encima de la muerte. Son los únicos
que se siguen, que continúan, que aparecen y
reaparecen, que conforman un episodio in
medias res, con su final. Casi en la misma línea
por extensión e historia de principio a fin, más
por la curiosidad o el parecido cervantino—tam-
bién lo tiene el dedicado a su precioso Beatle, al
que saludé, fotografié y conozco en persona— se
encuentra La Gitana: tiene alto cuerpo para ser
independiente, para formar una novela ejemplar.
Se emancipa de los otros: respira con su latido
propio, y viaja de Sanlúcar a Málaga y Sevilla,
bajo el toque de adamado amor desamorado y
pandereta en écfrasis, que aún es la etiqueta,
huella hoy más allá de la memoria.
En el verso de la portada figura también
la imprenta, esa Santa Teresa, esquina con Cer-
vantes –como no podía ser más que de esa
manera– y frente al manierismo de Regina, nos
trae aún ese palpo del olor de la tinta, aquel aire
de armónicos ruidos de las máquinas, el color
de los carteles, de los anuncios, la garantía de
un trabajo bien hecho. La imprenta de la santa
Teresa, en esas sus moradas del misterio: de la
idea, al papel, de la hoja a los ojos, devotos de
la fe en la letra impresa, fieles pero críticos, tam-
bién amarillo testigo del compromiso del tiempo.
Aparte de esta rápida lectura, me une el
abrazo con Juan José en el teatro que hicimos de
jóvenes en deseos, y con varios amigos, que aún
nos tenemos. Fue un 23 de agosto de 1967, él
hacía del señor West en El espejo del muerto de
Agatha Christie —le debo la reproducción del
cartel y la evocación a mi gran amiga Joaquina
Palma—, y después nos mirábamos en el espejo
de la adolescencia reparable y nos bebíamos una
horchata de vida, sin angustias. Después, coinci-
do con él en el tablado de la vida que hacemos
de mayores, en el gusto por la literatura, en la pro-
fesión, en la memoria inclinada por el peso de
tanto pasado. Pero él es de mar frontera y aden-
tro, y yo de en límites del Barrio Alto, niño de Bre-
tones, cerca de la herrería. Juan José se curtió en
la playa, en sus olas. Yo por de dentro, y luego
Madrid, pero coincidimos, y tomamos helados
durante veranos, nos subimos a las tablas, nos
cruzamos en esos paseos interminables por el
albero que él describe, el de aquella Calzada que
conducía, inexorablemente, a dar la vuelta, como
una obligación más que imprescindible: se llega-
ba ya a la oscuridad de la playa, ese su mundo.
Esto solo se debe brindar con versos:
Y como escribía mi compañero en los
pasillos Carlos Sahagún en su Primer y último ofi-
cio, 1981, es decir, el de profesor y premio
nacional de poesía:
Arde
la memoria, la vida alcanza
toda la angustia del retorno:
de sus cenizas, lentamente,
renace para lastimarnos
la adolescencia irreparable .
… no me podrán quitar el dolorido/ sentir si ya
del todo/ primero no me quitan el sentido: puesto
que Marejada nos baña de memorias sin aho-
garnos, pero nos duele, la sentimos primero y por-
que, además, los libros, como este tuyo, nos res-
catan: […] los libros solo se escriben para, por
encima del propio aliento, unir a los seres huma-
nos, y así defendernos frente al inexorable rever-
so de toda existencia: la fugacidad y el olvido .
Ramón Asquerino Fernández
Madrid, 27 de mayo y 5 y 6 de junio;
Sanlúcar, 31 de mayo de 2016.
LasPiletas 3
Los romances viejos y los libros de caba-
llerías son géneros nacidos en la Edad Media.
La utilización de esos romances en el Quijote por
parte de algunos de sus personajes es harto rele-
vante a lo largo y ancho de la obra cervantina.
Don Quijote tiene una pasión fervorosa por la
lectura y eso le hace recitar versos de romances
viejos de ambiente caballeresco.
El romance gozaba de una gran popula-
ridad desde la E. M. Ya en la Celestina- Acto I-
Sempronio lo canta tocando el laúd para conso-
lar a su triste señor Calisto. Cervantes nos recuer-
da en el capítulo 2 de la Parte I aquel romance
del caballero que sufre pena de amor y ya en el
mismo capítulo canta y refunda el de Lanzarote
frente a las mozas de la venta, como bien
comenta Emma Nishida.
Cervantes conocía muy bien la tradición
popular oral de su época. Por su carácter peculiar
de oralidad, los romances viejos han sufrido
desde su nacimiento refundiciones y modificacio-
nes en algunos de sus versos. ¿No es esa, acaso,
también una característica de la lírica flamenca?
En el capítulo 14 de la Parte I aparecen
referencias a la lírica como la Canción desespe-
rada de Marcela y Crisóstomo.
Altisidora, la dama de la Duquesa, que
finge estar enamorada de D. Quijote, una noche
bajo su ventana (¿nos recuerda algo?) le canta
un romance:
No mires de tu Tarpeza
Este incendio que me abraza
Nerón manchego del mundo
Ni le avives con tu saña.
En los Entremeses del Rufián Viudo llama-
do Trampagos, se describe la siguiente escena:
Tocan de improviso los Músicos (dos guitarras) y
comienzan a cantar (con Escarramán como solis-
ta) este romance:
“Ya salió de las gurapas
El valiente Escarramán,
Para asombro de la gura
Y para bien de su mal”.
En el capítulo XI Parte I: “De lo que suce-
dió a D. Quijote con unos cabreros”, se lee:
“… Y sin hacerse más de rogar, se sentó en el
tronco de una desmochada encina y, templando
su rabel, de allí a poco, con muy buena gracia,
comenzó a cantar, diciendo desta manera:
Antonio
Yo sé, Olalla, que me adoras
puesto que no me lo has dicho
ni aún con los ojos siquiera,
mudas lenguas de amoríos…
Este romance de 17 estrofas lo versioné
por romance-toná durante el encuentro-velada
de lecturas cervantinas con motivo del Cuarto
Centenario organizado por Bar-Cafetería Paraí-
so en Cerro Falón de Sanlúcar el 23 de abril del
año en curso de 2016.
De las Novelas Ejemplares, la Gitanilla
no deja lugar a dudas del conocimiento de Cer-
vantes del arte andaluz flamenco.
Las tonás de origen morisco están en
estrecha relación con los romances medievales,
que darían lugar a seguiriyas, fandangos o
deblas, etc.
Ricote, como no, morisco, tiene nombre
de cantaor de la Sevilla de Mateo Alemán que
vivió y sufrió D. Miguel.
Sanlúcar de Barrameda a
31 de Mayo de 2016
LasPiletas4
CERVANTES Y EL ROMANCE COMO
PALO FLAMENCO Manuel Malía Jiménez
Mirando el tríptico El carro de heno de
Hieronymus van Aeken -llamado el Bosco-, pintor
holandés de finales del siglo XV y principios del
XVI, cuyo tema en la tabla central es un carro
bastante grande con una enorme carga de heno,
me vienen a la imaginación unas reflexiones
sobre lo que podía ser una metáfora de la diná-
mica y evolución de la vida humana.
Empiezo centrando mi atención en las rue-
das sobre las que el carro se desplaza por el
camino y más concretamente en sus radios de
madera. Camino aquel que asimilo al de la vida,
a esa trayectoria vital que ha de recorrer todo ser
humano, sobre el cual la rueda irá girando hasta
completar vuelta tras vuelta, cada una de las cua-
les asimilo al ciclo vital de la persona.
Quiero ver en los radios de esas ruedas
los asideros sobre los que tras nacer se asentará
cada ser humano. En el que está más próximo a
la tierra -madre naturaleza- se colocaría, como
lo hace el óvulo fecundado en el útero materno,
una nueva vida. Ese radio que comienza a subir
conforme gira la rueda será el aposento vital de
cada persona a lo largo de su andadura en el
camino de su vida. A partir de aquí transcurrirá
por caminos suaves, llanos, cómodos y más o
menos placenteros para cada cual, alternados
con frecuencia y duración dispar con tramos irre-
gulares, pedregosos, incómodos, difíciles y
hasta peligrosos, que pondrán a prueba la capa-
cidad de la persona para mantenerse en el radio
y no caerse irreversiblemente -con la muerte- de
él. Y la rueda sigue, impasible a estos avatares
de las personales vidas establecidas en ella,
impulsada por la enorme fuerza de unos bueyes
-imaginarios, no visibles en el cuadro- que la
mueven, al igual que un impulso llamémosle
sobrenatural mueve el mundo.
LasPiletas 5
LA RUEDA DEL CARRO DE LA VIDA
José Santiago Miranda
Sobre el carro, una mole de heno -sim-
bolizando el oro, por su color amarillento, o las
riquezas y los placeres mundanos y los vicios de
la Humanidad. Alrededor, todo un muestrario
de la variopinta sociedad medieval: detrás del
simbólico heno, a caballo van un Papa y un
obispo, un emperador, un rey y los nobles. En
torno al carro, una multitud -que incluye al clero
masculino y femenino, al mendigo, gitanos, el
curandero, el juglar-, que porfía por coger algu-
nos trozos, aunque sean briznas, del heno.
La pintura, junto a lo descrito antes, incluye en
la tabla central, coronándola, las figuras de
Cristo en misericordia mostrando los estigmas
de la pasión, un ángel, un demonio, entre otras;
en la tabla lateral izquierda unas figuras alusi-
vas a la rebelión y caída de Lucifer, a la crea-
ción de Eva y al acto del pecado original y el
castigo divino consiguiente; en el panel lateral
derecho nos presenta, en el característico estilo
de toda la obra del Bosco, una referencia aluci-
nante y surrealista del infierno y sus criaturas.
Independientemente de la intención cla-
ramente escatológica del autor, que con todo un
programa iconográfico recogido en las tres
tablas nos quiere transmitir la idea del papel
redentor misericordioso de Jesucristo ante los
pecados de la Humanidad, mis reflexiones
sobre el tema del panel central del tríptico -el del
carro de heno y las figuras aledañas- van en
otra dirección.
Refería antes que las personas las imagi-
LasPiletas6
no situadas en sus respectivos radios avanzando
en la dinámica de sus vidas conforme al movi-
miento de las ruedas. Siguiendo con esta espe-
cie de metáfora equiparo el movimiento ascen-
dente de los radios desde el inicio más próximo
a la tierra -el origen, el nacimiento- como un ir
ascendiendo por las primeras etapas de la vida:
bebés, niños, preadolescentes. En ellas están
aún alejados, físicamente, de ese simbólico
heno. Están inmersos en otros intereses, como la
dependencia familiar en su alimentación y vesti-
do, los juegos más o menos divertidos y compe-
titivos, …, despreocupados de los intereses que
caracterizarán etapas posteriores de su vida,
pero acercándose conforme avanzan las ruedas,
conforme crecen, a ese heno que supone el cen-
tro de atención de la sociedad adulta en toda su
variedad y escalas sociales.
Si -por muerte temprana- no se caen del
radio correspondiente a esas etapas iniciales,
llegarán a la adolescencia y juventud percibien-
do de manera creciente que los intereses de
quienes ya pasaron por sus radios actuales se
fueron impregnando de lo que simboliza el heno
y modificaron sus intereses vitales, y -lo que es
más novedoso y, para algunos, sorprendente-
van percibiendo que ellos mismos dejan atrás su
anterior escala de valores e intereses y con
mayor o menor aceptación, según los casos,
pero casi irremisible e ineludiblemente se van
impregnando de la nueva escala de valores,
hasta convertirla en lo que será el principal “leiv
motiv” del resto de sus vidas.
En llegando el radio que los lleva por la
vida a la vertical próxima al heno, prácticamen-
te inmersos en él con todas sus consecuencias,
sitúo la vida humana en la cúspide, en el esplen-
dor, plétórica de ilusión, de fuerza y pujanza. Es
la madurez; es la etapa del intento de consoli-
dación de nuestros afanes. El que cojamos algu-
nos trozos, aunque sean sólo unas briznas, de
esa carga de intereses mundanos dependerá de
muchas circunstancias personales y sociales, en
tantos y tantos casos ajenas a nuestra voluntad,
pues no sólo dependerá o estará en función de
nuestras capacidades.
Con el avance de los radios hacia abajo
comienza más o menos paulatinamente el decli-
nar de la vida humana. Alejándonos de ese cau-
dal de afanes, pero sin perder nunca del todo el
bagaje más o menos abundante de “heno” que
hayamos obtenido o añorando el no haber pose-
ído todo el que quisiéramos. Y la bajada de
cada radio hacia el suelo es inexorable, hasta
llegar a hacer otra vez contacto con la tierra -la
madre tierra-, destino final del “viaje”.
Mientras los demás radios siguen en
movimiento en su posición respectiva y con su
carga humana atravesando las diferentes etapas
e intereses, el radio que llegó de nuevo a tierra
cerrando con ello el ciclo vital de una genera-
ción humana será el soporte de nuevas vidas, de
nuevas generaciones que comienzan de nuevo
su andadura vital. Vuelta tras vuelta las ruedas,
generación tras generación de seres humanos, el
carro sigue y las generaciones se suceden.
Mi última reflexión es para destacar que
en todas y cada una de las generaciones huma-
nas los afanes mundanos permanecen en lo fun-
damental, más o menos alterados o modificados
por las sucesivas circunstancias históricas que
aportan sus específicas situaciones políticas,
sociales, económicas, religiosas y culturales,
pero que, en cualquier caso, sólo modifican
esos afanes, no los cambian: el simbolismo del
heno del carro creo que es atemporal para los
humanos.
LasPiletas 7
Adelaida sentía como el cruel lobo negro
de la desesperanza daba dentelladas a su alma.
Recuerdos desagradables convertidos en gorrio-
nes hacían nido en su corazón que corría perse-
guido por el revoloteo y los gorjeos de las aves.
Los negros cuervos de la amargura, apagaron el
brillo de sus ojos.
Su padre, el gran amor de su vida, yacía
entre cuatro candelabros en el centro del salón.
Estaban solos. Se acercó al ataúd y puso sus
labios sobre el cristal que permitía ver la cara
del difunto. Un mechón de pelo rubio caía sobre
la frente. La nariz aguileña destacaba sobre la
piel pálida de las mejillas y el violeta, casi
negro, de los gruesos labios. Exclamó:
–¡Qué difícil es la existencia en este plano
tierra! –Golpeó el cristal con rabia– ¡Y ahora lo
será más! No podrán separarte de mí. ¡Jamás lo
consentiré! ¡Sé muy bien lo que tengo que
hacer! –Detuvo los golpes–. ¿Lo sé de verdad…?
En la biblioteca, su hermano gemelo,
Cosme Filiberto intentaba convencer a la prima
Verónica. Tendió sus brazos hacia ella.
–Vero…, acércate. Ya el viejo no puede
hacernos más daño. Se acabó la pesadilla.
Ahora viviremos nuestro sueño.
–No es tan fácil vivir –respondió la
joven–. ¡Vivir! Recuerda que la vida es sueño. Ya
lo dijo el poeta –puso cara de circunstancias
antes de decir–: A propósito de vivir… hoy no
harás gansadas como la de ayer, ¿verdad?
–¡Vivamos entonces el sueño! Quiero
compartir contigo la felicidad. ¡Quiero tenerte
toda como la otra noche! –intentó abrazarla y
levanto la mano derecha en señal de juramen-
to–. Te prometo que se acabaron las gansadas.
–Creo que no es momento de tonterías.
Hace solo unas horas que tu padre descansa en
paz –quiso decirle: –Cosmecito este sitio es el
menos apropiado para eso, pero sabía el odio
que su primo sentía por el diminutivo–. No me
parece oportuno que ahora…
–… ¿Ahora qué? ¿También nos va a
joder la vida después de muerto con el tema de
la consanguinidad…? ¡Es verdad que ningún
cagao se huele! ¿Dices que descansa en paz?
No lo creo. No creo que pueda descansar en
paz, ¡nunca! Tonterías… ¿Llamas a lo nuestro
LasPiletas8
A LOS PIES DEL PRÍNCIPE
Ángel Alberto Núñez Moreno
tonterías? –le reprochó–. El año que he vivido
fuera de aquí, pasando penurias y viéndonos a
escondidas como malhechores ¿ha sido una ton-
tería?, ¿acaso no he vivido todo ese tiempo
como un proscrito?
–Que no me apetece ahora eso... ¡Eso!
Por favor, no hables así. ¿Eres tú el que pide
compostura al hablar y mesura al comer? –lo
separó suavemente, diciéndole:
–Ahora resulta que eres un mártir. ¿Y yo
qué…? ¿Acaso no viví ese año esperándote
entre cuatro paredes?
La cara de Cosme era una máscara
encendida.
–Vale…. Vale. Muy bien… Retiro lo de
tontería, pero es que no me apetece ahora eso...
¡Eso! –le quitó el cigarrillo de los labios y sonrió.
Se arregló el pelo mientras le recriminaba: - Aquí
no se puede fumar… Bajemos, que Adelaida
está sola. Y déjate de insinuaciones canallas.
No seas malintencionado.
–¿Yooo malintencionado…? ¡Venga,
venga ya! No mezcles las churras con las meri-
nas. En fin…, qué le voy a hacer… –Se encogió
de hombros. El rictus desapareció de su cara–.
Recuerda: tan pronto como regrese del cemente-
rio me darás lo que quiero.
Verónica no pudo evitar la sensación de
asco. «¿Por qué tengo que aguantar este pelma-
zo? Es mi primo, pero eso no quita la verdad: es
un muermo, siempre obsesionado por el sexo.
Qué razón tenía mi tío cuando me advirtió: “Ten
cuidado con tu primo Cosmecito Filiberto. No te
dejes liar por él. Solo quiere compañeras de
cama. No me gustaría tomar decisiones funes-
tas.” Bueno… el difunto también se las traía por
cante. ¿Seré ahora rica? Don Acisclo, el cura, y
don Mamerto, el notario, siempre han dicho: “A
la muerte de Cosme Filiberto Veracruz Rosales y
de Valdepeñas Buendía Arroyo, habrá sorpre-
sas.” La verdad es que me conformo con poca
cosa, lo suficiente para seguir en la Universidad
y no volver nunca a este pueblo de mierda. Él
recibió la herencia familiar y la aumentó. Era
como el Rey Midas, todo lo contrario que mi
padre, su hermano menor. ¿Qué culpa tengo yo
que Luís de la Veracruz Rosales y de Valdepeñas
Buendía Arroyo fuera un manirroto y muriera
joven, alcoholizado, maldiciéndole? Cada día
que pasa comprendo mejor a mi madre. Ella
desapareció después de parirme. ¡Claro!, claro
que me parece lógico que teniendo tanto, deje
algo a la sobrina “a quien quiero como si fuera
mi hija”. ¿Por qué no…? La verdad es que me
parezco más a él que a mi padre».
–Verónica, ¡quieres quitar de tu cara esa
sonrisa tan parecida a la del difunto!
Ella respondió con una mueca. «Por qué
tengo que aguantar esta imbécil. Todo por lle-
varle la contraria a mi padre. “Cuando yo te
hable baja la cabeza. ¡Ah!, ni se te ocurra tocar
a Verónica. Para lo que tú la quieres, hay
muchas mujeres en la calle. No me gustaría
tomar decisiones funestas. ¿Has entendido, Cos-
mecito…?” Cuando se enteró hace un año que
la había tocado, me abofeteó. Insultos de todos
colores salieron de su boca. Apuntó con el revól-
ver a mi cabeza. Adelaida que había escucha-
do los gritos, entró y se metió por medio. “Si lo
matas a él, tendrás que matarme a mí también.”
Disparó al techo. “Esa bala era para ti. Recuer-
da que tengo otras y que jamás consentiré esas
relaciones. ¡Fuera de aquí, mal hijo! No tendrás
un centavo más mientras yo viva y ten por segu-
ro que te dejaré la mínima parte de la herencia
que señale la Ley. ¡Fuera!... ¡Fuera de aquí!”.
Bueno… a decir verdad, la prima es una
moza garrida que funciona bien en la cama y
casi seguro que el viejo le ha dejado un buen
pellizco. Un pellizco que yo me encargaré de
administrar. Ayer, cuando llegué, avisado por mi
hermana, el viejo agonizaba. Hizo gestos deses-
perados al verme como queriendo decir: «¡Que
no lo quiero ver. Sáquenlo de aquí. ¡Fuera!
¡Fuera!” Sin dudarlo, me arrodillé a su lado.
¡Cómo abrió los ojos! ¡Cuánto disfruté! En fin, ya
estará con Pedro Botero. Puso las manos en los
hombros de Verónica.
–Así estás mejor, con tu cara al natural.
Para compensar mi abstinencia, ¿me puedo
comer una fruta? Verás…, es la última naranja.
Buscó en el bolsillo la naranja que había
arrancado del árbol preferido de su padre. Y es
que él, Cosme Filiberto de la Veracruz Rosales y
de Valdepeñas Buendía Quintero, en cuanto
llegó la tarde anterior, arrancó las plantas, rom-
pió los tiestos y la cerámica de Manises del patio.
El primero en cortar fue el árbol de los cítricos, un
naranjo que ocupaba el centro del jardín con
LasPiletas 9
más de diez metros de altura, en el cual su padre
había injertado cinco variedades de cítricos:
pomelo, mandarina, navelina, pampelmusa y
limón. Riendo sin parar dio el primer hachazo
ante el asombro del jardinero. Las carcajadas y
las lágrimas le impidieron seguir. Recordó la
recomendación de su padre y la repitió en voz
alta: «Este árbol representa las seis generaciones
de los Rosales y de Valdepeñas Buendía y tú
debes mantenerlo en pie, así que de ahora en
adelante ¡cuídalo como a ti mismo! y hazle otro
injerto». Dejó de reír. Gritó: «Estás aviao. ¡Ahora
mismo le haré un injerto a tu naranjo de los cojo-
nes! Puedes esperar sentado. Sí. Espera sentado
al lado de Satanás, o mejor ¡acostado con cual-
quier diablesa! Vamos, ni que el naranjito fuera
el árbol del Bien y del Mal». Dio otro hachazo.
Verónica llegó a tiempo de escuchar sus
últimas frases. Se abalanzó sobre él.
–¡Eres, eres, eres… un mal hijo, Cosme-
cito! –gritaba mientras lo zamarreaba–.
¡Fuera!... ¡Fuera de aquí! Claro que en cualquier
lado estaré mejor que contigo, Cosmecito Fili-
berto! ¡Eres, eres, eres… un cínico de mucho cui-
dado. ¡Fuera!... ¡Fuera de aquí, mal hijo!
A Cosme Filiberto le pareció reconocer
entre aquellos gritos la voz de su padre.
Adelaida seguía abrazada al ataúd.
«Aquí estoy, a tus pies, como la golondrina del
cuento que murió después de besar los labios del
Príncipe. Toda mi vida atada a ti. Fui tu juguete
preferido, tu refugio y siempre, la hembra que
soñabas. A veces ¡cuántas Dios mío!, pensé que
me querías tanto como yo a ti. No supe de
mundo, ¿para qué? Tú eras mi todo. Dos veces
cayeron mis amapolas sobre las blancas saba-
nas: las que me regaló la naturaleza y las que tú
podaste. Así lo decías en unos versos:
Vimos caer el sol en la playa solitaria.
Nos amamos con todas nuestras fuerzas.
La oscura y silenciosa noche
se transformó en blanca sábana
donde cayeron tus amapolas.
El zumo de la flor cortada se mezclaba
con la miel del deseo...
¿Cuánto duró aquella oscuridad desgarra-
da? Luego nos perdimos en la selva de la vida.
Nadie tocó ni tocará mi cuerpo. ¡Únicamente tú
tenías derecho! Dime, ¿ahora qué hago? Afuera
solo hay frío, desolación, y el vacío del desprecio.
¿Sabes cómo me llaman en el pueblo?... ¡Unos
ámbar y otros chispita! ¡¿Qué hago, mi amor…?!
Soy tonta. ¿Para qué pregunto? En mi mano dere-
cha tengo la solución».
Se llevó el frasco a la boca. Minutos des-
pués el lobo dejó de morder. Su corazón dejó de
correr. Su alma voló libre. Los gorriones y los
cuervos se marcharon. Sus ojos no recuperaron
el brillo, quedaron opacos para siempre.
La encontraron a los pies de su Príncipe.
Parecía dormida. Mi padre corrió hacia ella.
Desesperado, la abrazó llamándola con
todas sus fuerzas. Un frasco cayó de la mano
derecha de la durmiente.
Estaba muerta. Comprendió entonces que
las habladurías y sus sospechas eran verdad.
LasPiletas10
Ya hace un tiempo, que me vengo cues-
tionando la labor que realizan algunos perros de
trabajo y lo que perjudica a la naturaleza de
cada uno de ellos el llevar a cabo esa actividad.
Ninguno de estos animales al nacer tiene con-
ciencia de que, debido a que poseen una serie
de características especiales, puedan ser utiliza-
dos para beneficio del ser humano sin que ellos
lleguen nunca a enterarse de lo que están
haciendo. Por supuesto que, biológicamente
hablando, la mayoría de estos trabajos no van a
suponer nada positivo ni para el individuo, ni
para una raza determinada. En muchas de estas
actividades se exige, al parecer por razones
obvias, que nuestros protagonistas estén esterili-
zados perdiéndose con ello la posibilidad de
que buenos ejemplares puedan engendrar. Al
mismo tiempo, de cachorros son evaluados
mediante unos test cuando menos cuestionables
que provocan que los que no sean aptos puedan
ser rechazados. Cuando se retiran debido a pro-
blemas de salud, aunque los motivos puedan ser
lógicos, no me deja de chirriar esa manía que
tenemos los seres humanos de “eliminar” a los
que no son supuestamente normales. Pero no se
nos debe olvidar que muchos individuos que
parecen estar preparados genéticamente para
una labor, es muy probable que por no hacerse
las cosas bien en su socialización, o que donde
realicen ésta en nada tenga que ver con las con-
diciones que se va a encontrar durante el resto
de su vida, puedan ser considerados aptos
perros que no lo son y viceversa.
Hay algunos trabajos, como pueden ser
el rastreo de personas en desastres naturales o la
detección de drogas o explosivos que implican
que el perro tenga una motivación, un objetivo,
aunque en algunos casos extremos éstos puedan
poner en riesgo sus vidas. Estos animales enfo-
can esta tarea como un juego, e incluso se
podría decir que puede llegar a parecerse a la
caza o cobro de una pieza, características estas
que son implícitas de algunas razas utilizadas
LasPiletas 11
¿SABEMOS CUIDAR A ESOS ANIMALES
QUE NOS CUIDAN?
Miguel Ángel Márquez Camacho
LasPiletas12
para este fin. Los amantes de las carreras de tri-
neos, defienden a capa y espada que los perros
que participan en esta actividad son enorme-
mente felices. Siempre he tenido mucho cuidado
en afirmar con rotundidad que es lo que al perro
le hace o no feliz, lo que puede o no sentir, o el
frío o calor que pueden tener; pero lo que pare-
ce cierto es que, por lo menos en estas carreras,
los perros tienen a su favor el ejercicio físico y la
interacción con otros perros, ambos factores
que, al parecer, al animal le pueden gustar.
Pero hay unas tareas y era donde yo que-
ría llegar que, la verdad, me producen, cuando
menos, dudas. Como es la que realizan los
perros de asistencia y sobre todo los Perros
Guías, que creo conocer.
La actividad que realizan estos perros es
lo más parecido a la esclavitud, si se me permi-
te expresarlo así. No conozco otro trabajo que
puedan hacer nuestros amigos que los aleje
más de su naturaleza. Al pastor alemán, se le
coarta su muy conocida protección, a los dóci-
les y sociables labradores, se les pide que mien-
tras trabajen no interactúen con otros perros, ni
con las personas. La vida que tienen estos ani-
males es altamente estresante. Desde que
nacen, hasta que son entregados a su usuario
definitivo, han pasado por diferentes fases y
casi siempre en ambientes distintos. La mayoría
de asociaciones que gestionan las escuelas que
adiestran a estos perros son dirigidas por per-
sonas que no saben nada de este maravilloso
animal y, en el peor de los casos como sucede
en nuestro país, son cargos políticos, que sólo
buscan su satisfacción personal. Todas estas
escuelas le deben pleitesía a los que ponen el
dinero, y esto provoca que prime más la canti-
dad de perros entregados en un año que su cali-
dad. Pero lo que no te dicen es la cantidad de
perros rechazados por cuestiones de enferme-
dad o de comportamiento. Muchas escuelas
deciden adiestrar a sus perros cuando ya tienen
un año y medio, para así garantizarse que no
van a adquirir ninguna enfermedad genética y
LasPiletas 13
con ello tener la seguridad de que el dinero
invertido en ellos no ha sido inútil; sin embargo,
aun así, siguen dándose casos de perros con
problemas hereditarios que no fueron detecta-
dos. Los problemas de comportamiento que
pueda tener un perro cuando ya ha sido entre-
gado a su usuario se podrían evitar si en el
periodo crítico de socialización se hicieran las
cosas de otra manera. Es admirable la labor
que realizan las familias educadoras en el pri-
mer año de vida de nuestros protagonistas, pero
cada vez tengo más claro que ese periodo
deberían pasarlo con el usuario con el que va a
compartir toda su vida. Desde pequeño convivi-
rá en el ambiente, con las personas, con las
condiciones climáticas, etc. que tendrán para
siempre, y con eso conseguiremos un perro
acostumbrado, socializado, equilibrado y sobre
todo se adaptará a una persona ciega, con sus
movimientos y gestos característicos.
Después de un año aparentemente idílico
y maravilloso con las familias educadoras,
donde supuestamente han sido socializados
correctamente, estos perros vuelven a las escue-
las para ser adiestrados. Durante un tiempo van
a vivir en el ambiente estresante de las perreras,
por muy confortables y modernas que puedan
ser éstas. Los adiestradores que trabajan para
las distintas escuelas suelen hacerlo bajo un esta-
do de presión constante, que puede provocar
que su trabajo pierda calidad. Cuando a éstos
llegan entre siete u ocho perros para su adies-
tramiento como guía, es muy probable que no
conozcan casi nada de ellos. Cómo ha sido su
vida hasta ese momento, dónde se ha desarro-
llado y en qué condiciones y sobre todo en qué
estructura familiar. El hecho de que en este tiem-
po nadie pueda tener garantizado su trabajo y
que muchos hagan lo imposible para conservar-
lo, no debe provocar el que algunos adiestrado-
res estén mirando hacia otro lado. Jamás debe-
rían olvidar que, con sus malas prácticas, pue-
den estar perjudicando la seguridad de una per-
sona ciega. Tengo la plena seguridad de que
muchas escuelas abandonan literalmente a sus
perros cuando son entregados a los usuarios.
No se llevan a cabo ningún tipo de seguimiento
que les permita conocer qué clase de vida están
teniendo sus perros. La excusa que dan es la
falta de presupuesto para poder realizarlos,
pero no tienen ningún problema en derrochar en
ámbitos totalmente innecesarios. Incluso son
capaces de alargar la vida laboral de los perros
más de los diez años, es decir que se pueden
jubilar con doce años de edad, para que las lis-
tas de espera no se agranden tanto. Pienso que
un perro-guía, debería ser retirado del trabajo
entre los 8 y diez años de edad. No me vale la
excusa de que, si con 11 o 12 años se encuen-
tra en unas condiciones óptimas, ese perro
puede seguir ejerciendo su labor. Creo que ellos
se merecen tener unos últimos años dignos; que
puedan hacer cualquier actividad física mientras
su salud se lo permita.
Después de todo lo contado, llega en mi
opinión la parte más estresante que estos ani-
males pueden tener. Su vida específica como
perro-guía junto a su usuario. Puede sonar muy
rotundo lo que voy a decir, pero cuantos más
dueños de perros-guías conozco, más claro
tengo el que muchos no se merecen tenerlos. Sé
perfectamente que en las condiciones actuales
en las que se encuentran nuestras ciudades, con
sus barreras tanto arquitectónicas, como físicas,
se puede considerar lógico y necesario el que
las personas ciegas posean una herramienta
segura y fiable para su movilidad. Pero estamos
hablando de un ser vivo, con sus necesidades y
no me refiero a las básicas, sino a las que
requiere este tipo de perros con un trabajo tan
complicado y exigente. Se les pide algunos infor-
mes a los que optan a ser usuarios de un perro-
guía en los que se mide su movilidad, capacidad
de orientación y conocimiento del lugar donde
vive habitualmente, etc., pero en mi opinión
echo de menos otro tipo de informe en el que se
valore lo que implica tener un perro, lo que se
debe o no hacer, cómo hay que actuar ante
diversas situaciones. No es raro el que me haya
encontrado con usuarios que no aplican las téc-
nicas necesarias y básicas que se les facilitan
desde la escuela, para no tener problemas en el
futuro. Los hay que no utilizan jamás el silbato
para que el perro sepa que tiene que comer, y
que es una herramienta tan importante a la hora
de soltarlo, en un sitio seguro, para que el perro
acuda a la llamada. Otros nunca realizan nin-
gún tipo de obediencia o cepillado, acciones
muy importantes que sirven, primero, para crear
un vínculo firme con el animal en el periodo de
adaptación, y segundo, para que al perro se le
aplique algún tipo de disciplina. También los hay
que sabiendo la vida tan estresante que tienen
estos animales, no les procuran momentos de
esparcimiento con otros perros. Quiero que
sepan lo que estos perros tienen que soportar
cada día. Alguien que no ve, les puede obligar
a que realicen algo totalmente contrario para lo
que han sido adiestrados. Porque el invidente,
aparte de no ver, en ocasiones es imbécil. El ani-
mal ha de tener una iniciativa y determinación
muy importantes que les haga desobedecer a su
usuario.
Tengo la ligera impresión de que muchos
ciegos o deficientes visuales consideran al perro
guía como una figura intimidatoria, o lo que es
peor, simplemente como un animal de compa-
ñía. Se ha invertido mucho dinero, en mi opinión
demasiado, para que se haga un uso inadecua-
do de este animal. Una amplia mayoría de usua-
rios no habrá tenido la capacidad de haber
conocido al animal con el que han convivido
durante un periodo más o menos largo de tiem-
po. No han sabido ver el potencial que tenían,
ni habrán analizado su comportamiento, ni el
por qué actúan como lo hacen, ni lo que sienten
y, ni mucho menos, lo que necesitan.
Yo aconsejaría que muchos usuarios se
plantearan la posibilidad de crear un diario
sobre el comportamiento de su perro; que tuvie-
ran el don de la curiosidad. En él se podría
tener constancia de cómo actúa en su recorri-
do, lo que le afecta, lo que le motiva, su ini-
ciativa, etc.
Para finalizar, a modo de conclusión, se
podría decir que, para obtener una unidad casi
perfecta, el perro tendría que pasar su año de
socialización en el ambiente y con la persona
con la que va a convivir durante toda su vida.
Incluso que el adiestramiento fuera aplicado por
el propio usuario, que, eso sí, habría adquirido
previamente una formación adecuada.
A las escuelas les pediría que prestaran
más atención a los perros y a quienes son entre-
gados. Que fueran dirigidas por directores téc-
nicos y no por cargos políticos. A los adiestra-
dores les exigiría profesionalidad y vocación.
Después de todo lo dicho, y conociendo
al ser humano lo coherente sería que los perros
no tuvieran que realizar este trabajo, pero des-
graciadamente no hay una herramienta tan fia-
ble y segura como la que supone este animal. Yo
mismo la poseo, y no hay un día que no me cues-
tione o pregunte qué puedo hacer para que mis
perros tengan la vida más digna y feliz posible.
Quiero expresar mi agradecimiento a etólogos,
adiestradores, que con sus palabras, sus libros o
sus artículos, me han enseñado tanto. No digo
aquí sus nombres, todavía tengo mucho conoci-
miento que adquirir.
Pero mi gratitud más importante va para
esos perros que han pasado por mi vida de los
cuales he aprendido tanto. A Yeyé, Donald,
Gabo y Rota.
LasPiletas14
Cuando el 17.4.2014 perdimos para
siempre a Gabo, el dolor por su ausencia no nos
permitió meditar con la distancia, que para estos
menesteres se precisa, sobre la inmensidad de
su legado literario. Transcurridos los meses
desde que nos dejara, estamos ya en condicio-
nes de tratar en estas páginas de uno de los
aspectos más relevantes del genial escritor; a
saber: su habilidad para perfilar los personajes
de sus novelas, su ingenio para dibujar caracte-
res que han quedado como arquetipos literarios
para siempre. Tal es el caso de José Arcadio
Buendía, Úrsula Iguarán, el Coronel, Santiago
Nassar, Florentino Ariza, Aureliano Buendía,
Melquíades, Nena Daconte, entre otros. Son
personajes que reflejan la diversidad de un país,
de un continente, de unos modos de vida que se
mantienen en el tiempo. Vamos a dedicar esta
colaboración a rememorar estas creaciones que
son fruto de una imaginación puesta al servicio
del relato. Y ello porque nos consideramos sus
lectores, aquellos de los que el escritor decía en
su discurso de agradecimiento por el homenaje
recibido en el IV Congreso Internacional de la
Lengua Española, celebrado en Cartagena de
Indias, 2007: ”que somos una comunidad que si
viviera en el mismo pedazo de tierra, esta sería
uno de los veinte países más poblados del
mundo”, en alusión a su país natal. Palabras que
son todo un tributo de agradecimiento del escri-
tor a sus lectores. Un claro reconocimiento de
que las obras no son nada sin los miles de lec-
tores que las disfrutan. Es digno de tener en
cuenta este interés del autor por llegar al alma
del lector, de tal modo que en el discurso pro-
nunciado en el foro antes citado se define como
un profesional dedicado en cuerpo y alma al ofi-
cio de escribir, “labor a la que me he dedicado
LasPiletas 15
ELOGIO AL PADRE DEL “REALISMO MÁGICO”:
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
Prof. Dr. Víctor Cantero García
Catedrático de Literatura Española
desde que tenia diecisiete años y hasta la maña-
na de hoy, sentarme frente a un teclado para lle-
nar una página en blanco o una pantalla vacía
del computador, con la única misión de escribir
una historia aún no contada por nadie, que le
haga feliz la vida a un lector inexistente”. Esta
presencia constante de lector en sus rutinas dia-
rias coincide con su interés por legarnos en sus
relatos retazos de su propia vida, que como él
mismo dice: “no es la que uno mismo vivió, sino
la que uno recuerda y cómo la recuerda para
contarla”, escribe en el epígrafe de Vivir para
contarlo, (2002) primer volumen de su anuncia-
da trilogía autobiográfica consagrado a sus
años de infancia y juventud (1927-1950).
Por ello, si queremos apreciar en toda su
extensión los matices de los personajes creados
por el autor, resulta imprescindible que las conec-
temos con su propia vida. No cabe duda de que
lo vivido marca y determina su modo de escribir,
por lo que desde su primera novela La hojarasca,
(1955), su inspiración creadora hunde sus raíces
en su trayectoria vital. Algo similar ocurre con
Cien años de soledad, (1967), relato que perte-
nece a un viaje de retorno a su infancia. No se
trata de un viaje introspectivo o metafórico, sino
del viaje concreto que el autor realizó a los 22
años en compañía de su madre para ayudarla a
vender la casa de Aracataca, donde él nació y
vivió hasta los ocho años. En aquellos tiempos,
nuestro escritor era tan solo un mal estudiante, un
aprendiz de académico, que sobrevivía en
Barranquilla como empleado del periódico El
Heraldo, rotativo que le pagaba tres pesos la
nota y cuatro la columna. En esta vinculación del
escritor con sus personajes, parece que esta vuel-
ta al pueblo de su niñez significó para él un reen-
cuentro con el trasmundo en el que transcurrieron
sus primeros años. Dominados por la alternancia
entre el realismo diurno de su abuelo y el realis-
mo nocturno de su abuela, ambos determinantes
en igual medida en la formación del autor. En
concreto, Gabo fue descubriendo el mundo paso
a paso de la mano de su abuelo, el coronel Nico-
lás Márquez, «Papalelo», un veterano de la Gue-
rra de los Mil Días, que desde muy temprano
reveló a su nieto la fascinación del diccionario
–herramienta de cabecera del escritor– y del
circo –espectáculo al que lo llevaba cada vez
que en su pueblo había función–. No menos influ-
yente fue la voz de su abuela, Tranquilina Igua-
rán, «Mina», una mujer imaginativa y supersti-
ciosa, cuyos relatos de aparecidos y augurios,
contados en tono impasible, poblaron el tempra-
no imaginario de Gabo.
LasPiletas16
Sin embargo, con ser fuertes, los lazos
familiares no fueron suficientes para despertar
en el genio literario su afán por contar historias
nuevas. Los recuerdos, imágenes y estilos narra-
tivos de sus abuelos pusieron la simiente. Sobre
ellos García Márquez fue añadiendo los hallaz-
gos propiciados por su voracidad lectora en su
adolescencia y la experiencia acumulada con la
práctica del periodismo. Tras años de reflexión
fue confirmando su opinión sobre la disparata-
da e inverosímil realidad. Con el paso del tiem-
po fue acuñando su propio microcosmos narra-
tivo en el que lo ordinario se entreteje con lo
extraordinario, en el lúdico ojo del huracán de
la Historia. Para él, la Historia es un viento car-
gado de presagios y añoranzas que arrastran
consigo las vidas y dramas de los hombres,
dejando a su paso un revuelo de hojarasca cre-
pitando entre los remolinos de recuerdos. Y es
precisamente su afán por añadir algo nuevo a
esas vidas lo que mueve al autor a ofrecer a sus
lectores una segunda oportunidad para luchar
contra la soledad y el olvido. Para Gabo vivir es
recordar y narrar el recuerdo, por eso su lega-
do sigue vivo mientras nosotros sigamos leyen-
do los capítulos de sus novelas, pues al igual
que los personajes de Cien años de soledad
intentan descifrar los manuscritos de Melquía-
des –el sabio gitano que poseía, entre otros, el
remedio contra la epidemia del olvido– nosotros
luchamos desde la lectura contra la soledad, el
olvido y la indiferencia que pretenden apode-
rarse de nuestra voluntad tras la muerte del
autor. Y si a lo largo de su vida García Már-
quez dijo en repetidas ocasiones que uno de los
oficios del escritor es lograr que los personajes
respiren solos en los libros, vamos aquí a repa-
sar, sin entrar en análisis profundos, los rasgos
fundamentales de alguno de ellos.
1.- Aureliano Buendía:
A él alude Gabo en su obra El olor de la
guayaba (1982) como el mítico coronel inspira-
do en la figura del militar y político colombiano.
Es este uno de los personajes en los que García
Márquez puso más de si mismo, retrata en él
parte de su alma, de su historia: el carácter de
sublevado del coronel nos recuerda aspectos del
propio autor: el niño que se asombra al conocer
el hielo, el niño que se refugia en su casa para
hacer pescaditos de oro, el personaje histórico
que quiere ir por mil batallas. Ya en el famoso
arranque de Cien años de soledad se contiene el
personaje más ilustre de una saga tan famosa
como el pueblo que habitan: Macondo, y lo
hace con las siguientes palabras: “muchos años
después, frente al pelotón de fusilamiento, el
coronel Aureliano Buendía había de recordar
aquella tarde remota en que su padre lo llevó a
conocer el hielo”. Por ello, en muchas de las edi-
ciones recientes de esta novela se incluye un
árbol genealógico con las siete generaciones de
los Buendía, la estirpe condenada a cien años
de soledad. Aureliano es el personaje principal
de esta novela, de él parten los hilos que tejen el
desarrollo del relato. Militar flaco, de bigotes y
cabello engominado, como el propio autor lo
describe. Es soñador, solitario y utópico, y por
etapas también representa al militar guerrero,
hombre de familia y padre se 17 aurelianos
LasPiletas 17
más. No muere asesinado, pese a las mil bata-
llas que libra, sino de anciano, retirado en su
taller de orfebrería, y sin memoria.
Mientras que Úrsula Iguarán es el princi-
pal personaje femenino de una obra en la que
no faltan grandes caracteres, el flaco y volcáni-
co coronel Aureliano Buendía es la personalidad
fulgurante del libro. Así lo afirma Mario Vargas
Llosa en Historia de un deicidio, que, 40 años
después de su publicación, sigue siendo un estu-
dio de referencia sobre la obra de su antiguo
amigo. En este personaje concentra el autor sus
recuerdos de las historias de los libertadores de
América, los caudillos liberales, y a la vez auto-
ritarios, del siglo XIX, en él refleja el escritor la
ambición humana por el poder y su visión del rol
del hombre en la familia. Hablamos de un per-
sonaje que es el más citado en el resto de sus
novelas: está presente en La hojarasca, (1955),
en El coronel no tiene quien le escriba, (1961),
en La mala hora, y más adelante, cuando el
autor borra a Macondo sobre la faz de la tierra,
lo rescata en Crónica de una muerte anunciada,
(1981). Con este personaje establece el escritor
una relación más íntima y sentimental, es él
quien sufre en mayor proporción el rigor de la
soledad, pues no puede expresar sus sentimien-
tos de amor ni a sus amantes ni a sus hijos, y ter-
mina recluido en casa hasta la muerte.
2.- Úrsula Iguarán:
Es cofundadora, junto con Aureliano su
esposo, de la ciudad de Macondo. Es el gran
personaje femenino de Cien años de soledad,
descrita en las primeras páginas como una figu-
ra omnipresente: “mujer de nervios inquebranta-
bles, a quien en ningún momento de su vida se le
oyó cantar, parecía estar en todas partes desde
el amanecer hasta muy entrada la noche, siem-
pre perseguida por el suave susurro de sus polle-
rines de olán”. Es una mujer inteligente y brillan-
te por su fortaleza, defensora tenaz de su familia,
es la que lidera Macondo tras la muerte de su
cónyuge, vivió más de cien años falleciendo sola.
Hablamos de una mujer exuberante, redentora,
generosa, que adoptó como suyos a los 17 hijos
naturales de Aureliano Buendía. Es justa, pero a
la vez rigurosa, y ante todo de una firmeza
pétrea: expulsa de su propia casa a sus dos hijos
Rebeca y José Arcadio, cuando se entera de que
están casados, y destituye al alcalde del pueblo
a correazos cuando comete una injusticia.
Mantiene un carácter matriarcal, que es
el fundamento de su pueblo por mas de cien
años, algo esencial para entender la obra de
Gabo, ante todo su visión de las mujeres: en los
libros del autor ellas son las que tienen el poder,
ellas deciden, y son conscientes de la realidad
que las rodea, mientras que los hombres están
persiguiendo fantasmas o peleando guerras. Ella
se queda al frente de su casa, a la cabeza de su
pueblo para sacarlo adelante. “Esta es una casa
de locos”, dice, cuando ya alcanza la edad de
la vejez, “pero mientras yo siga viva no faltará
dinero”.
3.- Florentino Ariza:
Enamorado de Fermina Daza desde su
adolescencia hasta la ancianidad en la novela El
amor en tiempos de cólera, (1985). Un texto que
contiene dos historias. La primera, apenas esbo-
zada, es la del amor secreto que culmina con la
LasPiletas18
muerte de un hombre que ha querido ponerse a
salvo de “los tormentos de la memoria”. La otra, es
la que hace de dichos tormentos su alimento. Se
trata de un amor acechado por los enemigos: el
deterioro físico, la vejez, la muerte, pero que el
personaje es capaz no solo de resistirlos, sino tam-
bién de transformarlos en el ímpetu del deseo.
Hablamos de un ser idealista que, en su nobleza
de espíritu, se pone al límite del delirio. Es un loco
y arruinado, pero que persiste en su pasión inva-
riable. Se trata de un modelo de moralidad, idea-
lismo y nobleza. Su presentación en la casa de su
amada conmueve por su determinación y arrojo.
Es un modelo de personaje de los mejor perfilados
por el autor. ¿Quién espera 53 años, 7 meses y 11
días para reencontrarse con el amor de su vida?
Solo él pudo hacerlo por su tenacidad.
Hijo del dueño de una compañía ferrovial
que navegaba por el río Magdalena, ve a Fermi-
na Daza una tarde después de llevarle un tele-
grama y se enamora perdidamente de ella. Cuan-
do decimos perdidamente es porque se trata de
un amor para siempre. Él prometió amor y virgi-
nidad, si bien lo segundo no lo cumple –se le
cuentan más de 300 amantes– mantiene su pro-
mesa de amor eterno, que no duda en reafirmar-
lo, tan pronto Fermina queda disponible, lo que
hace de su amor un “amor en tiempos de cólera”.
Su palabra y su valentía de aparecer en casa de
Fermina, solo horas después de la muerte de su
esposo, consiste en un arrebato incendiario, pero
a la vez nos deja sin aliento por su firme decisión.
4.- El Coronel:
La novela corta El coronel no tiene quien
le escriba, (1961) contenía ya un personaje que
anticipaba a los ancianos de la saga de Macon-
do: inspirada en el abuelo de Gabo, que espe-
ra inútilmente la pensión del Gobierno. Con muy
pocos elementos el autor crea en el texto una
atmósfera kafkiana de resignada tensión, propia
de otras novelas como El desierto de tártaros o
Zama. Al personaje se le identifica en la obra
por su graduación militar. Con la misma persis-
tencia que Ariza, pero sin su ilusión erótica, el
coronel aguarda la llegada de la pensión que
nunca le llegará. El personaje mantiene una
esperanza que no cuenta con la exuberancia de
Macondo en Cien años de soledad. La espera
camina sobre una atmósfera asfixiante que
entroniza la figura del coronel.
Novela escrita en París, mientras García
Márquez esperaba algunas respuestas para
regresar a Colombia después de una misión
periodística. Texto que se convirtió en la génesis
literaria de su Macondo. El coronel evidencia los
primeros rasgos de los demás habitantes: retraí-
dos, solitarios en sus horas finales, pero a la vez
retratos de la idiosincrasia de un país entero, a
saber: su capacidad de aguante. Nos referimos a
un hombre casi desahuciado, armado apenas de
un gallo de pelea, que no se rinde pese a la burla
de sus amigos. No cede ni siquiera ante el acoso
de su mujer, que desaparece por la situación. Él
continúa su viaje hasta la batalla final donde el
gallo les dará la comida que necesitan a gritos.
5.- Santiago Nassar:
Personaje de su novela Crónica de una
muerte anunciada, (1981), en la que el autor
echa mano de sus recursos periodísticos. Se trata
de un personaje que termina asesinado por los
hermanos de la mujer a la que robó la virgini-
dad, la joven Ángela Vicario. Gabo parte de
una historia real que tuvo como víctima a Caye-
tano Gentil, su amigo. Un joven de buen carác-
ter, querido de sus vecinos y dueño de una
hacienda. Su muerte es descubierta y recom-
puesta 20 años más tarde por un reportero,
hecho que constituye el argumento de la obra
Crónica de una muerte anunciada. Se trata del
relato más realista de García Márquez, basado
en un hecho histórico ocurrido en su tierra natal.
Cuando empieza la novela ya se sabe que los
hermanos Vicario van a matar a Santiago Nas-
sar para vengar el honor ultrajado de su herma-
na Ángela. El tiempo cíclico, tan usado por el
autor en sus obras, reaparece aquí.
LasPiletas 19
6.- Nena Daconte:
Tal como señala el autor: ”el esfuerzo por
escribir un cuento corto es tan intenso como
empezar una novela, pues en el primer párrafo
de una novela ha de definirse todo: estructura,
tono. Estilo, ritmo, longitud y, a veces, hasta el
carácter de algún personaje”. Lo dice Gabo en
alusión a la difícil factura de Doce cuentos pere-
grinos, (1992). Pasado este trance, continúa el
escritor, lo demás es escribir, el más íntimo y soli-
tario que pueda imaginarse, y si “uno se queda
corrigiendo el libro para el resto de su vida es
porque el mismo rigor de fierro que hace falta
para empezarlo, se impone para terminarlo”. El
cuanto, en cambio, tiene otra forma de conce-
birse, y cuando Macondo fue borrado de la tie-
rra del autor, tuvo que recurrir a otras fuentes de
inspiración para seguir adelante con su literatu-
ra. En esta obra, su último libro de relatos apa-
rece una mujer, Nena Daconte, lejana de la ima-
ginación bucólica de su pueblo imaginario,
moderna, educada, y con pantalones. En El ras-
tro de tu sangre en la nieve, ella conoce a Billy
Sánchez en medio de un ataque de una pandilla
de adolescentes al balneario en el que ella se
relaja. El autor nos la muestra como una mujer
que maneja su destino y que es capaz de regir
el planeta con inteligencia y dulzura.
Más adelante en el camino de su luna de
miel en Europa, su tragedia, que tal vez no advier-
te como grave, no la hace perder ni el buen humor
ni su naturaleza de mujer fundamental: siempre
tiene una respuesta acertada para todo. Y todo
esto dicho en la brevedad de un cuento, lo que
hace más poderoso a este personaje. Nena
Daconte no sobrevive ni a la mitad del relato, pero
vive su agonía con una dignidad asombrosa, que
la convierte en un personaje inolvidable en el
extenso legado literario del colombiano inmortal.
Ahora les corresponde a nuestros lectores
identificar a los personajes aquí presentados en
los textos del autor. Llega el momento de disfru-
tar con la lectura de sus hazañas y aventuras, de
recorrer el mundo que para ellos dibujó García
Márquez con una certeza irrepetible. Solo con la
lectura atenta y reflexiva puede el amante de la
buena literatura calibrar si el producto final está
bien elaborado. A mi me ha correspondido tan
solo poner al lector en el lance, que sea cada
cual desde el ruedo quien opine si el maestro
que nos dejó estaba en lo cierto.
LasPiletas20
LAS CARTAS DE AMOR
Enviar un billete o un papel, con el signi-
ficado de ‘carta breve de amor’, era el medio
que los enamorados usaban para comunicarse
sus sentimientos, salvando así las barreras que
los prejuicios y usos de aquella época los sepa-
raban. El enredo y el equívoco tenían estos bille-
tes como medio ideal. Timbrio entrega un billete
a su amada fingiendo que es de un amigo y Nísi-
da le contesta fingiendo también que proviene
de otra mujer. El tópico de la enfermedad de
amor sirve de pretexto para conseguir ablandar
la dureza de la amada:
TIMBRIO A NÍSIDA
»Determinado había, hermosa señora,
que el fin desastrado mío os diese noti-
cia de quien yo era, pareciéndome ser
mejor que alabárades mi silencio en la
muerte, que no que vituperárades mi
atrevimiento en la vida; mas, porque
imagino que a mi alma conviene partir-
se deste mundo en gracia vuestra, por-
que en el otro no le niegue amor el pre-
mio de lo que ha padecido, os hago
sabidora del estado en que vuestra rara
beldad me tiene puesto, que es tal, que,
a poder significarle, no procurara su
remedio, pues por pequeñas cosas
nadie se ha de aventurar a ofender el
valor estremado vuestro, del cual y de
vuestra honesta liberalidad espero res-
taurar la vida para serviros, o alcanzar
la muerte para nunca más ofenderos.
LOS CASOS DE AMOR EN LA GALATEA
Las historias entrecruzadas, como en una
película del cine de nuestro tiempo, forman el
núcleo fundamental de La Galatea.
Nos encontramos en la ribera del Tajo
con dos pastores, Elicio y Erastro, que comparten
su decepción por el rechazo de la bella Galatea.
Elicio es culto, educado, refinado en su habla,
mientras que Erastro es rústico, sencillo, simple y
espontáneo. Esta combinación es original de
Cervantes, que busca la ambigüedad de lo real
e histórico frente a la idealización de las novelas
pastoriles anteriores. El diálogo de los dos pas-
tores se rompe cuando aparece otro pastor
armado con un cuchillo que huye al interior del
bosque. Al anochecer, Elicio lo encuentra y escu-
cha de sus labios una trágica historia de amor:
una versión cervantina y española de Romeo y
Julieta, situada en Andalucía:
“-En las riberas del Betis, caudalosísimo
río que la gran Vandalia enriquece...”
Dos familias rivales de la nobleza dividen
al pueblo en dos bandos. Lisandro y Leonida
ocultan su amor y son víctimas de la envidia y de
la discordia entre sus respectivas familias. Cuan-
do Lisandro acuerda con Leonida casarse en
secreto, la traición de un falso amigo de ambos
desencadena la tragedia. El hermano de Leoni-
da, Crisalvo, cree que la mujer embozada es Sil-
via, de la que está celoso, y la asesina esa noche
en el bosque junto a un amigo de Lisandro. El
joven, preso de la ira y el dolor apuñala al ase-
sino y huye. Así conoce a Elicio, con el que com-
parte su soledad y su dolor.
En este momento, los tres pastores descu-
bren a Galatea ….
“...cuya hermosura era tanta que sería
mejor dejarla en su punto, pues faltan palabras
para encarecerla. Venía vestida a la serrana,
con los luengos cabellos sueltos al viento, de
quien el mismo sol parecía tener envidia...”
LasPiletas 21
LA GALATEA (CONT.)
Joaquín Romero Tallafigo
La bella pastora esquiva a sus dos pre-
tendientes y con su “extremada voz” canta este
soneto:
GALATEA
Afuera el fuego, el lazo, el hielo y flecha
de amor que abrasa, aprieta, enfría y hiere;
que tal llama mi alma no la quiere,
ni queda de tal nudo satisfecha.
Consuma, ciña, hiele, mate, estrecha
tenga otra voluntad cuando quisiere;
que por dardo, o por nieve, o por red no espere
tener la mía en su calor deshecha.
Su fuego enfriará mi casto intento,
el nudo romperé por fuerza o arte,
la nieve deshará mi ardiente celo,
la flecha embotará mi pensamiento;
y así no temeré en segura parte
de amor el fuego, el lazo, el dardo, el hielo
No hacen falta palabras para explicar el
contenido de este fresco pintado por Rafaello
Sanzio en 1510. ¿Por qué el amorcillo que se
esconde tras la nube no dispara sus flechas?
Más adelante, Erastro, canta así su amor
no correspondido por Galatea:
¡Oh clara luz, oh rayos del sol claro,
antes el mismo sol! De vos espero
sólo que consintáis que Erastro os quiera.
A los tres pastores se unen dos nuevos
enamorados. El genio de Cervantes ensaya el
juego de las distintas perspectivas que caracteri-
za a su obra maestra. Aquí es el amor el que se
descompone como la luz del arco iris. Ahora,
Tirsi, enamorado de Fili, representa el amor más
allá de la distancia o del tiempo. El pastor es
feliz con la ausencia de la mujer amada, pues
vive con ella en el espíritu. Damón, enamorado
de Amarilis, muere de pena y desconsuelo por
esa misma ausencia.
Y ahora es el momento de la música,
cuando a las voces acordadas de los pastores y
la música del rabel, el caramillo, la zampoña y
el arpa se unen a la música del verso:
“En la antigua y famosa ciudad de Jerez, nació
Timbrio, un valeroso caballero...”
Los pastores encuentran a un “mozo ermi-
taño que comienza así la narración de los
hechos que le han conducido a vivir en soledad,
lamentado sus desventuras. Es una historia que
se puede situar dentro de las de ‘los dos ami-
gos’. Cervantes volverá a utilizar este recurso en
El Quijote. Es un relato lleno de aventuras que
lleva a los dos amigos Silerio y Timbrio de Jerez
a Barcelona –donde están a punto de ser ajusti-
ciados– y, de allí a Nápoles. Ambos se enamo-
ran de la bella Nísida y se encuentran ante un
dilema: elegir entre su sincera amistad o luchar
por la misma mujer. El desenlace tendrá que
esperar porque la historia se interrumpe aquí.
Los pastores y pastoras prosiguen su
camino hacia la aldea en la que se va a celebrar
la boda del rico Daranio con la bella Silveria. En
esto, oyen el triste canto de Mireno, al son de su
LasPiletas22
El triunfo de Galatea
rabel. Este les descubre el motivo de su llanto:
ama a Silveria, pero ella y su familia prefieren a
Daranio. ¿Y cuál es el motivo?
“ -¿Cómo ha de esperar Mireno contento,
si mañana se desposa Daranio con la pastora
Silveria, con quien el pensabas casarse? Pero,
en fin, han podido más con los padres de Silve-
ria, las riquezas de Daranio, que las habilidades
de Mireno.”
Y Mireno canta así al poder del oro y las
riquezas, con resonancias en el Libro de Buen
Amor y en las letrillas de Góngora y Quevedo.:
Oro tuerce el derecho
de la limpia intención y fe sincera,
y más que la firmeza de un amante,
acaba un diamante,
pues su dureza vuelve un pecho cera,
por más duro que sea,
pues se le da con él lo que desea.
Este ‘caso de amor’ se refleja en un epi-
sodio de El Quijote (II, XX y XXI), cuando caba-
llero y escudero asisten a las bodas de Cama-
cho, el rico, con la hermosa Quiteria, con la
ingeniosa treta de Basilio, el pobre, que consi-
gue recuperar a su amada.
Las bodas de Camacho: una lección de
gastronomía manchega.
Y Cervantes -para disfrute de los que gus-
tan de la música y del folclore- describe así la
entrada en la aldea de los pastores, para feste-
jar la boda:
“Cada cual, como mejor pudo, comenzó
por su parte a regocijar la fiesta, cuál trayendo
verdes ramos para adornar la puerta de los des-
posados, y cuál con su tamborino y flauta les
daba la madrugada; acullá se oía la regocijada
gaita; acá sonaba el acordado rabel; allá el anti-
guo salterio; aquí, los curados albogues; quién
con coloradas cintas adornaba sus castañetas
para los esperados bailes...”
Una vez celebrada la boda, tras un
“generoso y suntuoso convite” -parece que esta-
mos en la Roma antigua- se celebra una ‘batalla’
poética, una justa lírica en la que cuatro enamo-
rados expresan sus distintos modos de ver y sen-
tir el amor: Desfilan así por el “humilde teatro”
cuatro jóvenes poetas:
A Orompo, la muerte le ha quitado a su
amada:
¡Oh muerte, que atajas y cortas el hilo
de mil pretensiones gustosas humanas.
¡Por qué no templaste, traidoras, el estilo tuyo
cruel? ¿Por qué, a mi despecho,
probaste en el blanco y más lindo pecho
de tu fiero alfanje la furia y el filo?
LasPiletas 23
LasPiletas24
Marsilo ruega desesperadamente a Beli-
sa que ablande su corazón y trueque su despre-
cio por amor:
¡Belisa, luz del día,
gloria de la edad nuestra:
si valen ya contigo
ruegos de un firme amigo,
tiempla el rigor airado de tu diestra,
y el fuego deste mío
pueda en tu pecho deshacer el frío!
Crisio sufre el mal de amor por la ‘ausen-
cia’ de la mujer amada:
Ausente estoy de aquellos ojos bellos
que serenaban la tormenta mía;
ojos vida de aquel que pudo verlos,
si allí no pasó la fantasía:
que verlos y pensar de merecerlos
es loco atrevimiento y demasía.
Yo los vi, ¡desdichado!, y no los veo,
y mátame de verlos el deseo.
El mismo Crisio que, al son de la zampo-
ña y del rabel, canta así:
Si a las veces desespera
del bien la firme afición,
quien desmaya en la carrera
de la amorosa pasión,
¿qué fruto o qué premio espera?
Yo no sé quién se asegura
gloria, gustos y ventura
por un ímpetu amoroso,
si en él y en el más dichoso
no es fe la fe que no dura.
Orfinio considera que los males de sus
competidores son menores en comparación con
el suyo: los celos, dolor riguroso que el corazón
padece”:
Calle su mal sobrado
Orompo; encubra Crisio su dolencia;
Marsilo esté callado:
muerte, desdén ni ausencia
no tengan con los celos competencia.
¿Quién gana esta ‘batalla’ poética?
Damón, el seudónimo que Cervantes da
a un poeta amigo suyo y como él de Alcalá de
Henares, proclama como triunfador a Orfinio:
“Pero habiéndose movido contienda
entre muchos de los circunstantes sobre cuál de
los cuatro había alegado mejor su derecho, en
fin se vino a conformar el parecer de todos con
el que dio el discreto Damón, diciéndoles que él
para sí tenía que, entre todos los disgustos y sin-
sabores que el amor trae consigo, ninguno fati-
ga tanto al enamorado como la incurable pesti-
lencia de los celos ...”
Los tres últimos libros de La Galatea se
animan con los enredos que producen los amo-
res tempestuosos de dos gemelas, Teolinda y Leo-
narda con dos hermanos gemelos como ellas,
Artidoro y Galercio. Mediante el equívoco del
asombroso parecido, Teolinda pierde a Artido-
ro, que finalmente pide la mano de Leonarda.
Y Galercio, ante el desprecio de Leonar-
da, pretende a la cruel Gelasia. Un papel empa-
pado por las lágrimas del amante despreciado
esconde esta bella canción:
GALERCIO A GELASIA
¡Ángel de humana figura,
furia con rostro de dama,
fría y encendida llama
donde mi alma se apura!
Escucha las sinrazones,
de tu desamor causadas,
de mi alma trasladadas
en estos tristes renglones.
Y AL FINAL...
Nos quedamos sin saber si Elicio verá
realizado su sueño de amor con Galatea. Su
padre la quiere casar y los pastores y pastoras
se ofrecen para mediar con él. Y si persiste se
juramentan para raptar violentamente a la bella
pastora para que consume su amor con Elicio.
Pero aquí se interrumpe el relato con estas pala-
bras del autor:
“El fin deste amoroso cuento, con otras
cosas sucedidas a los pastores aquí nombrados,
en la segunda parte desta historia se prometen,
la cual, si con apacibles voluntades esta primera
parte viere recibida, tendrá atrevimiento a salir
con brevedad a ser vista y juzgada de los ojos y
entendimiento de las gentes.”
Esta promesa -incumplida por don
Miguel- se repite en el capítulo VI de El Quijote,
en la dedicatoria de las Ocho comedias y ocho
entremeses, en el prólogo de la segunda parte
de El Quijote y en la dedicatoria de su obra pós-
tuma, Los trabajos de Persiles y Sigismunda.
La huella de La Galatea se puede ras-
trear en toda la creación del genio de Alcalá
de Henares durante treinta años, desde su
vuelta del cautiverio de Argel hasta su muerte:
en su obra teatral, en su poesía y en su narra-
tiva, especialmente en El Quijote y en las
Novelas ejemplares. Y no podemos dejar de
citar el juicio del propio autor -en boca del
cura- en el famoso escrutinio de la biblioteca
de Don Quijote:
“-...Pero ¿qué libro es ese que está junto
a él?
-La Galatea de Miguel de Cervantes -dijo
el barbero.
Muchos años ha que es grande amigo
mío ese Cervantes, y sé que es más versado en
desdichas que en versos. Su libro tiene algo de
buena invención: propone algo y no concluye
nada; es menester esperar la segunda parte que
promete: quizá con la enmienda alcanzará del
todo la misericordia que ahora se le niega; y
entre tanto que esto se ve, tenedle recluso en
vuestra posada, señor compadre.”
En la edición de La Galatea que he utili-
zado para este trabajo, en la magnífica colec-
ción CLÁSICOS CASTELLANOS (Espasa Calpe,
1968), Juan Bautista Avalle-Arce resume así su
visión sobre la novela: “Colocada en la tradición
pastoril, es de una novedad absoluta, que renue-
va el material de acarreo, al mismo tiempo que
novela con aspectos de una realidad vedada
por los cánones. Dentro de la imponente pers-
pectiva de las obras cervantinas, La Galatea
acusa muchas características que pasarán más
adelante a la historia de la literatura como mar-
cas indelebles de su autor.”
Y me quedo, por último, con una idea
presente en La Galatea, inspirada en Platón: el
amor es sabiduría y conocimiento. Por eso se jus-
tifica la metamorfosis -propia del género pastoril-
de unos rústicos pastores en músicos y poetas de
lenguaje refinado.
Dejo al gusto de cada uno leer esta nove-
la o no. Sí puedo decir que, para mí, ha sido
una experiencia muy agradable.
En Sanlúcar de Barrameda, a 29 de
febrero de 2016, un día muy especial que tar-
dará cuatro años en llegar de nuevo.
LasPiletas 25
LasPiletas26
UNA CARICIA CÁLIDA
María Salud Sobrino Corrales
La primavera coquetea con el cielo…
se pone su traje verde
y cose una a una, flores vivas,
que riega para que estén frescas.
Con un soplo las obliga
a exhalar presurosas sus perfumes
pues el cielo necesita de su aroma
para ser azul.
El cielo azul
está prendado de la primavera verde.
La mira y la envuelve en su luz.
En la noche enciende candiles
y con una caricia cálida la adormece,
mientras le susurra al oído
una melodía aprendida
en su constante peregrinar…
de los silencios árticos
de las profundidades marinas,
por las gotas de la lluvia
y por los suspiros de los enamorados.
El cielo es azul y la primavera verde.
***
LA ANTIMUERTE
Juan Carlos Palma Macías (1996)
Llegará la agonía del campo verde
y no me daré cuenta.
Y no habrá pájaros que canten en mi idioma
ni perros que ladren mi ausencia.
Se lo llevó un mar frondoso y verde,
se lo llevó un mar frondoso y verde.
La guadaña del tiempo segó su último grito
frondoso y verde.
Y desde el pulmón de las olas
expiro en la orilla como una ola más,
mojando la arena de recuerdos.
Seremos felices allí arriba -dijo el mar,
y el murmullo atravesado del viento
no le impidió escuchar.
Seré el abrigo de tu herida.
Y le hizo callar. Y le hizo callar.
Seré ,,,
Se lo llevó un mar frondoso y verde,
se lo llevó un mar frondoso y verde.
Y cuando la noche brilló por última vez
se hizo llevar su sonrisa frondosa y verde.
PÁGINAS PARA LA LÍRICA
Y mañana no habrá porqués,
será tarde para saber.
Por la cuesta del sol subirá desnudo
con los ojos llenos de porqués.
El corazón se lo dejó en la arena
y no se dará cuenta.
Se lo llevó un mar frondoso y verde
que seguirá llorando su pena.
***
DE “EL COLLAR DE LA PALOMA”
Ibn Hazn de Córdoba (994-1063)
La herida que me abriste tiene cura,
y es la herida de amor la que no cierra.
En su albísima piel son los lunares
nenúfares en campo de narcisos.
Cuántas veces aquella por quien muero
me dijo con palabras despectivas,
al yo hacerle apremiantes peticiones,
mezclando la lisonja a la insistencia:
“¿Es que no mi desdén tu sed aplaca,
ni el deseo que te urga por el pecho?”
Y yo le contestaba: “Si así fuese,
no habría dos vecinos enemigos.
Huestes que han de reñir se miran antes
de que la muerte entre ellas haga estragos”.
***
DE “ORILLAS DEL DUERO”
Antonio Machado
(…)
Era una tarde, cuando el campo huía
del sol, y en el asombro del planeta,
como un globo dorado aparecía
la hermosa luna, amada del poeta.
En el cárdeno cielo violeta
alguna clara estrella fulguraba.
El aire ensombrecido
oreaba mis sienes, y acercaba
el murmullo del agua hasta mi oído.
Entre cerros de plomo y de ceniza
manchados de roídos encinares,
y entre calvas roquedas de caliza,
iba a embestir los ocho tajamares
del puente el padre río,
que surca de Castilla el yermo frío.
¡Oh Duero, tu agua corre
y correrá mientras las nieves blancas
de enero, el sol de mayo
haga fluir por hoces y barrancas,
mientras tengan las sierras su turbante
de nieve y de tormenta
y brille el olifante
del sol, tras de la nube cenicienta!…
¿Y el viejo romancero
fue el sueño de un juglar junto a tu orilla?
¿Acaso como tú y por siempre, Duero,
irá corriendo hacia la mar Castilla?
***
LasPiletas 27
LasPiletas28
De la colección “Jóvenes escritores sanlu-
queños” 1991, libro publicado en 1993 por la
Delegación Municipal de Cultura y distribuido
por la Biblioteca Municipal y El Colegio El Pica-
cho, en el que se recogen los premios concedidos
ese año en el IV Concurso de relatos cortos “José
Luís Acquaroni” y Concurso de poesía “Manuel
Barbadillo”, con motivo del XIX Día Internacional
del Libro, en Sanlúcar de Barrameda.
EL TREN DE VAPOR
Ana Valencia Álvarez
6º E.G.B. - C.P. Princesa Sofía
Me cuenta mi padre, y así lo imagino y
lo cuento yo, que en mi pueblo blanco y verde,
a orillas del Guadalquivir, había hace ya tiempo
un pequeño tren de vapor, pues andaba por
medio del vapor que producía su vieja caldera.
Muy de temprano, un hombrecillo, que
siempre tenía la cara tiznada, se encargaba de
llenar la vieja caldera de carbón y agua, únicos
materiales que hacían el milagro de mover esa
caldera con ruedas y arrastrar tras ella seis u
ocho vagones de madera.
Una vez la caldera caliente, el vapor se
escapaba por las múltiples rendijas, inundaba la
pequeña estación y envolvía a los pocos y
madrugadores viajeros que esperaban en el
andén. Un señor con gorra roja, uniforme azul y
muchos botones dorados, con una bandera roja
en la mano, daba un pitido y la caldera, expul-
sando humo por todas partes, comenzaba a
moverse lentamente, escuchándose el chirrido de
las ruedas de los viejos vagones, como protesta
por el inmenso esfuerzo que debían hacer.
El viaje comenzaba muy lentamente,
como queriendo no correr demasiado para
recrearse del bello paisaje que le esperaba.
Nada más salir de la estación pasaba
por Las Piletas, un manantial todo lleno de ver-
dor, oliendo a las innumerables flores que allí
LITERATOS INFANTILES Y JUVENILES
había plantadas. Más adelante, y una vez esca-
lado el Castillo del Espíritu Santo -qué fatiguita le
costaba…- llegaba a La Jara, un lugar maravi-
lloso, donde la viña y el mar se besaban y,
empezando la primavera, los almendros se cua-
jaban de flores blancas.
Nuestro trenecito seguía su ruta, sin pri-
sas. Parecía que él quería que el viajero pudie-
ra contemplar tan bello paisaje.
Y siguiendo, dejando una estela de humo
blanco, se advertía un faro alto y majestuoso
sobre un fondo azul sin límites que hacía com-
prender que Chipiona estaba cerca, una villa
blanca, mitad marinera, mitad agrícola. En la
estación de este bonito pueblo, donde se baja-
ban escasos viajeros, esperaban para recoger-
los contados carricoches tirados por caballos,
que parecían salidos de una estampa del Oeste.
Siguiendo su camino, nuestro tren pasa-
ba por una playa virgen y de arenas doradas,
llamada La Ballena, ya muy cerca de otro pue-
blo muy marinero, Rota, donde los campesinos
saludaban con nostalgia al tren que pasaba.
Y, por último, el tren llegaba a su térmi-
no: una ciudad grande y hermosa llamada El
Puerto de Santa María, final de ese maravillo-
so viaje que, costeando, a veces tocaba el mar
y a veces tocaba el campo, parecía que juga-
ba al esconder.
Todo esto, aunque yo lo recibo como un
cuento, mi padre dice que fue realidad, y cuan-
do con él voy por aquellos parajes y veo las vías
enterradas y llenas de hierbas, no puedo evitar
que los ojos se me humedezcan y por mi mente
recorra la nostalgia de no poder ver ese treneci-
to de vapor que partía de una pequeña estación
de mi pueblo y que llenaba de humo muy blan-
co el cielo azul.
***
EL SENDERO ENTRE LAS VENAS
Ignacio Monge García
2º de B.U.P– I.B. Francisco Pacheco
Situado en la acera conclusa,
con la mirada vaga, vacía.
Observando las lindes de la eternidad,
él escucha sus pasos sobre la calle
nocturna y desolada de la muerte;
en sus venas.
El sabor a tumba penetra,
le llega fluyendo, jugueteando entre la vida.
En un falso paroxismo de placer y dolor.
Pero la eterna sonrisa, grotesca y anodina,
lo rechaza, lo empuja de nuevo hacia el
sufrimiento.
Hacia la luz mortecina.
Hacia la línea finita de la vida.
Porque el turno aún no le ha llegado.
Y la esperanza cae, escurriéndose entre
los dedos
de la locura mortal. Riéndose.
Cayendo, corriendo, cantando, castigando.
No más sol enardecido.
Ni brillo vivaz.
Ni reflejo en la mirada.
Sólo un llanto suicida, que suplica.
La aguja gotea la muerte.
Blanca.
Quizás las flores vivan tan poco,
deseosas de que no haya tiempo
para maltratarlas.
Manuel Barbadillo
LasPiletas 29
LasPiletas30
Octogenario, con el escaso pelo blanco,
la mirada perdida y los recuerdos vivos, me dis-
puse a lanzar al mar el último mensaje de mi
vida metido en una botella, para cumplir con la
tradición que desde niño me impuse: cuando me
sucediera algo importante en mi vida, lo lanza-
ría al mar en forma de mensaje en una botella,
para que alguien se enterara de lo feliz que yo
era y para compartirlo con él.
En cambio, esta vez no lo hice así, que-
ría meterme yo en forma de mensaje y averiguar
dónde iban, porque desde niño mandé muchos
y nunca tuve respuesta de nadie.
. . . . . . . .
Mientras lo decidía, se me vinieron a la
cabeza todos los recuerdos de mi vida y los viví
como si los estuviera realizando en el momento.
El primero fue de cuando hice mi primera comu-
nión. Cogí una estampa de recuerdo de ella y la
metí en la botella con un manuscrito hecho a
pluma, con tinta china y papel secante, donde se
vislumbraba mi escasa caligrafía con esa edad.
Ponía mis inquietudes y mi dirección, que
era una casa con un patio y un limonero en
medio y dos jaulas con canarios, los cuales com-
petían en color con los limones; a continuación,
la dirección postal, pero insistiendo: “mi casa es
la del patio con el limonero”.
Todo ello metido en una botella transpa-
rente con un tapón de corcho embadurnado en
cera de abeja para que no entrara el agua, lo
tiré al mar, acompañado de una plegaria y la
sensación de que llevaba algo de mi vida.
La segunda botella la mandé al terminar
los estudios primarios. Ya habíamos formalizado
nuestro noviazgo. Ella, compañera mía de clase,
era más romántica que yo y, cuando le dije la
promesa que tenía con el mar, se alió conmigo
para seguir la tradición. Esta vez el mensaje y la
dirección fueron dobles y, escrito con bolígrafo,
las plegarias se supone que eran distintas. La ilu-
sión de lanzarlas al mar fue para mí doble, al
hacerlo en presencia de mi compañera, que ya
creía para toda la vida.
La tercera la lanzamos el día de la boda.
Un día lleno de felicidad y emociones, y decidi-
mos para completarlo y que fuera eterno mandar
otro mensaje en una botella. Estaba compuesto
por una invitación a la boda, dando por invitado
-pasara el tiempo que pasara- al que nos contes-
tase, y con la nueva dirección postal, aunque yo
insistía en que también se podría mandar la de
mi antigua casa, “la del patio con el limonero”.
MENSAJE EN BOTELLAS
Domingo Sumariva Jiménez
El nacimiento de nuestro primer hijo fue
para nosotros un día muy especial. Y decidimos
mandar otra botella, con el aumento de la fami-
lia y la misma dirección postal, y dentro también
el primer chupete.
La quinta y la sexta lo fueron por el naci-
miento de nuestros dos nuevos hijos, pero un poco
cansados ya por no recibir respuestas de nadie,
aunque la esperanza estaba siempre viva.
La séptima fue especial. Con motivo de
nuestras bodas de plata, lanzamos una en el
mismo sitio de siempre. En ella iban los nombres
de toda la familia que, además de por nosotros
dos, estaba compuesta de tres hijos y dos nietos,
todo ello escrito en el ordenador, en un “pen”,
con fotos nuestras en la casa del patio con el
limonero. Renovábamos con ésta nuestros votos
secretos desde que nos hicimos novios.
Y así iban pasando los años, sin recibir
noticia alguna de alguien que fuera romántico
como nosotros. De vez en cuando, con motivo
de algún cumpleaños mandábamos una botella,
más bien para autoconvencernos de que llega-
ban a algún sitio mágico.
Y tras muchos años llegaron nuestras
bodas de oro, un motivo muy especial, al que
tantos no llegan por diferentes motivos.
En nuestra ceremonia faltaban ya algunos
amigos, pero se suplían ausencias con los nietos,
que llevaban la alegría por donde pasaban.
El banquete y el baile fueron mucho más
suaves que los del primer aniversario, aunque
cuando la juventud se hizo cargo de la música
tuvimos que abandonar el local, apartándonos
los amigos para charlar a un lugar mejor.
Me obligaron a que dijera unas pala-
bras. Yo, después de los agradecimientos y las
fotos, les conté a mi familia y amigos la tradición
que tenía desde niño de mandar un mensaje en
una botella cada vez que me ocurría algo impor-
tante, y este evento lo era. Por tanto, había que
seguir con la tradición y los invité a todos a
acompañarme a la tarde siguiente al espectácu-
lo de lanzar la botella. Un gran aplauso lleno de
besos y felicitaciones completó la noche.
Aquella tarde, en el lugar de siempre, me
dispuse a lanzar la botella, y me acordé de un
viejo amigo marinero que decía que la séptima
ola era la importante; que las olas venían en gru-
pos de siete, como queriendo empezar de
nuevo, y la séptima era la que barría todo y se
lo llevaba lejos. De esa forma empezaba un
nuevo ciclo. Y recordé que por respeto a aquel
amigo, le hice caso y la esperé; conté varios gru-
pos, y era cierto: la séptima era más importante
que las anteriores.
Mi nieto pequeño, que ese año hacía la
primera comunión, me dijo:
Abuelo, ¿por qué cuentas las olas?
Nadie se apercibió del hecho, sólo él,
LasPiletas 31
LasPiletas32
David; los demás creían que la nostalgia me
hacía dudar mientras recordaba las anteriores
botellas enviadas. Les conté entonces -nunca
antes la había contado- la historia de la séptima
ola. Quedaron gratamente sorprendidos.
De nuevo, sólo David me preguntó:
– Abuelo, ¿yo puedo seguir con la tradi-
ción?; este año hago yo la comunión. ¿Cuántas
veces te han contestado?
– Nunca -le dije con tristeza.
– Entonces, ¿por qué sigues?
– Porque la fe, la esperanza y la ilusión
son gratis. ¿Y si alguna vez contestan…? No
pierdo nada por esperar; a tu abuela también le
hace ilusión.
David miró a la abuela y ésta, haciendo
un gesto de complicidad, se puso cerca de mí
animándome a que tirara la botella.
Él se puso delante del grupo y como si
fuera el director de una orquesta invitó a todos a
contar las olas: uuuna, dooos, treeees, cuaaatro,
cinnnco, seeeis y ¡sietee!, y la lanzó en toda la
cresta de la ola, a la que siguió un ¡bieeen! y un
aplauso.
Me preguntó con la inocencia de su
edad:
– Abuelo, ¿se puede saber qué le has
puesto de mensaje esta vez?
– Claro que sí, nieto. He mandado una
tarjeta de la celebración de las bodas de oro, y
las direcciones de todos esta vez, porque con la
edad que tenemos es poco probable que reco-
jamos respuestas; de esta manera algunos de
ustedes puede seguir la tradición.
– Abuelo, ¿también has puesto la de la
casa del limonero en el patio?
– No, porque ya está casi seco, es muy
viejo; le pasa como a nosotros, que ya le hemos
sacado casi todo el jugo a nuestra vida, como a
un limón exprimido.
– Abuelo, ¿qué vas a hacer con el limo-
nero cuando se seque?
– Pues no lo sé, pero arrancarlo no.
– ¿Qué te parece -me dijo- si nos vamos
todos esta tarde a merendar bajo el limonero?
– ¡Es una buena decisión, antes de que se
le caigan las hojas!
– Marchémonos, acompáñame a comprar
pasteles y, mientras, tu abuela que prepare el café.
La tarde salió perfecta entre preguntas y
anécdotas.
A los pocos meses el limonero empezó a
marchitarse. Se llevó triste los dos últimos, todas
las hojas se pusieron amarillas y luego cayeron
al suelo. Las ramas seguían aún verdes. ¿Sucum-
biría del todo? Intenté reanimarlo con tratamien-
tos fungicidas. Pero en esos días la salud de la
abuela empezó a fallar y todo el tiempo lo dedi-
caba a ella. El limonero murió.
Presentía que se me escapaba de las
manos la vida de mi mujer y yo no podía hacer
nada, aunque le pusiera mucho más interés en rea-
nimarla del que le puse al limonero. Sólo rezar; y
no paraba de hacerlo. Además, empecé a infor-
marme sobre las dimensiones que hay en la vida,
por si podía acceder a alguna para estar cerca de
ella en el otro lugar. Mientras tanto, ella seguía
apagándose y murió a las pocas semanas.
David venía todas las tardes después de
hacer la tarea escolar a consolarme. Una de
ellas me dijo:
– ¡Abuelo, no te preocupes! Este año
hago la primera comunión y como tú no vas a
enviar más mensajes, yo los continúo. ¿Crees
que tendría que plantar un limonero?
– No, David -le dije mirándolo cariñosa-
mente-, no me imites, haz tu propia vida, pero
nunca pierdas la esperanza y la ilusión; ¡verás
como te salen cosas bonitas!
A la semana siguiente el sonido del mar me
llamó y acudí a él con algo de alegría. Sentado en
la orilla, empecé a contar las olas, y la séptima me
decía: “¿No te falta algo?”. Y cada vez que con-
taba un nuevo grupo, la séptima siempre me pre-
guntaba lo mismo. Dándome por enterado, me
marché a preparar el último mensaje de mi vida.
De la última rama del limonero, que toda-
vía estaba algo verde y suave, haciendo un corte
en redondo saqué la cáscara enrollada, como
una rama de canela, y, dentro metí, también enro-
llada, una esquela recordatoria del fallecimiento
de mi esposa, atado con una cinta del pelo, que
conservaba de ella. También, un manuscrito en
forma de despedida, a bolígrafo, pero con letra
inglesilla: Si alguien encuentra este mensaje y lo
lee, no es lógico que lo entienda sin haber leído
los anteriores, que durante más de setenta años
he ido lanzando al mar. Sin embargo, sí se puede
poner en contacto con mi nieto; él le comentará
todos los que mandé, pues le di una copia de
todos ellos en mi testamento. Gracias.
Una vez todo preparado, cogí dos bote-
llas, preparé dos tapones herméticos, llamé al
nieto y le dije: “David, acompáñame a lanzar la
última botella”.
– Abuelo, ¿por qué llevas dos?
– Ya lo verás; te sorprenderá, pues creo
que he encontrado una forma nueva de enviar
mensajes y recibir respuestas al instante.
David no quiso preguntar más hasta ver
los acontecimientos.
Al llegar a la playa, nos miramos y espe-
ramos a la séptima ola. Con lágrimas en los
ojos, lancé la penúltima botella de mi vida. Si en
la primera de mi infancia notaba que algo mío
iba dentro, en ésta iba todo.
Mientras venía el otro grupo de olas,
cogí la botella vacía y, aspirando una gran
carga, exhalé todo el aire de mis pulmones den-
tro queriendo llenarla de mi ser, tapándola inme-
diatamente para que no se escapara nada.
Esperé la séptima ola y la lancé acompa-
ñada de una plegaria y del deseo de un milagro.
David, viendo que ya no quedaban cere-
monias, vio oportuno comentarme:
– Abuelo, no entiendo nada.
– Es difícil de entender y de explicar -le con-
testé; te voy a contestar, pero sin más preguntas; a
lo largo de tu vida a lo mejor lo entiendes.
Como has visto, en la última botella no va
nada, está vacía; yo he supuesto que me he meti-
do en ella en forma de mensaje observador y voy
a hacer el mismo recorrido que hacen las demás,
a ver dónde van y por qué nadie contesta.
David sólo dijo: “Abuelo, ¿me invitas a
merendar?
MI ÚLTIMO VIAJE
Ya metido en la botella y viendo las cosas
de otra manera, empecé mi enigmático viaje.
Siempre iba cerca de la penúltima, a dos
grupos de siete olas, para no perderla de vista
ni tropezar -¡el tiempo que aquello durase no me
importaba!-, hasta que entramos en una corrien-
te marina y cogimos otro rumbo y otra veloci-
dad. Aquí coincidíamos con muchas botellas y al
acercarme veía que eran sólo basura. Sin
embargo, de vez en cuando había algunas con
mensajes -o algo parecido- dentro.
Llegamos a un cruce de corrientes y, como
era lógico, se incorporaron más botellas y basura;
un trozo de red se enredó en la de mi mensaje
principal; temí perderlo, pero al atravesar un remo-
lino se desprendió de ella y quedó libre otra vez.
Otro cruce de corrientes se veía venir, pero éste
más importante. Me di cuenta de que era muy
poco probable que fuéramos vistos por alguien en
medio de tanta bahorrina, y casi entendí por qué
no habían tenido éxito los envíos anteriores.
Al acercarnos a una gran bahía la basu-
ra cogía un rumbo distinto al de las botellas, o
mejor, al de las que estaban en pie (había una
extraña selección), y a medida que nos acercá-
bamos a la playa iban quedando menos. Yo
siempre tenía cerca la mía, aunque la distancia
de los dos grupos de siete olas se había deshe-
cho al entrar en las corrientes.
En la playa quedamos varadas, una junto
a otra, las dos botellas.
Pacientemente, esperé numerosos grupos
de siete olas -allí sí que llegaban de nuevo-, y no
pasaba nada; de vez en cuando llegaba alguna
botella.
Estaba satisfecho por haber encontrado
el lugar donde llegaban los mensajes, y con el
deseo de comunicar a los remitentes que sus
envíos no eran un caso perdido: ahora me pro-
ponía contestar a todos; pero al ser sólo aliento
me resultaba difícil.
Tirando del hilo de la séptima ola, con sus
ofertas, me acordé de que había leído algo sobre
la séptima dimensión, donde todo puede ocurrir
y ha ocurrido. Y yo sería el embajador para
transmitirles a todos los románticos, en forma de
sueños, que sus mensajes se cumplirían.
11/04/2015
LasPiletas 33
Según la mitología griega, Cronos mutiló
a su padre, Urano, y arrojó al mar los despojos
de su virilidad, los cuales flotaron mucho tiempo
sobre la superficie de las olas produciendo una
espuma blanca de la que nació la diosa Afrodi-
ta (o Venus, para los romanos), la diosa más her-
mosa y popular, protectora de las mujeres, del
amor y de la sensualidad.
Pero de esta diosa no vamos a comentar
nada, sino de un libro del mismo título del autor
francés PIERRE LOUŸS (París 1870-1925). Es
autor de numerosas obras en las que pone de
manifiesto el helenismo pagano y el amor libre,
todas ellas escritas en fino y cálido estilo y con
descripciones de atrevido sensualismo. Su pri-
mera obra, Astarté, fue una colección de poe-
sías publicadas en la revista “Corque”, fundada
por él. Le siguieron las novelas Leda, Ariadne,
La casa sobre el Nilo, Afrodita -que la
vamos a comentar- y muchas más.
“AFRODITA” se publicó en Madrid en
1903 y su acción se sitúa en Alejandría, en el
delta del Nilo, en tiempos de la reina Berenice,
esposa de Ptolomeo III Evergetes, e hija del rey
Magas, de Cirene. La mandó matar su hijo -cosa
frecuente en la época-, que sería después Ptolo-
meo IV Filopator.
“Afrodita” es la historia de Krysis, bella
cortesana “hetaira”, de Alejandría, nacida a ori-
llas del lago Genezareth, en Galilea. Hija de
otra cortesana de allí, que esperaba a los hom-
LasPiletas34
LIBROS RAROS
Elías Rodríguez González
bres en el camino de Jerusalén. A los doce años
se escapó con unos caravaneros que vendían
marfil y que iban para Alejandría.
Un lenguaje muy preciso, oraciones orde-
nadas y descripciones bellísimas, hacen que este
libro sea una joya literaria. Da la sensación de
que el autor es un experto en el mundo helenísti-
co, por la soltura con que describe los vestidos,
peinados, orgías, distribución de las casas, cos-
tumbres, etc.; es como si las estuviéramos vien-
do. Así, por ejemplo, como cuando su esclava
india Dyala la está maquillando, peinando y
resaltando la belleza de Krysis con los afeites y
ungüentos en boca, ojos, manos, uñas, etc., le
recitaba bellísimas frases comparativas y meta-
fóricas:
Tus brazos son redondos
como los colmillos de un elefante.
Tus pies son dos nenúfares
a flor de agua.
Tus pies son dos botones
de nenúfares hinchados.
Demetrios era un joven escultor del que
se enamoró la reina Berenice. Le hizo llamar a
su palacio y fue recibido al son de largas trom-
petas llamadas “salpingas”, y ella, con un vesti-
do calado hecho por una esclava frigia, que
dejaba al descubierto los veintidós lugares de la
piel donde las caricias son irresistibles (dato
curioso que ignoraba).
Le encargó una imagen suya de mármol
para que todo Egipto la adorara. Lo hizo su
amante. Demetrios, seducido y lleno de orgullo
por su masculinidad, se dejó querer por la reina.
Una noche, mientras paseaba por el mue-
lle, vio una bella cortesana de la que le impre-
sionaron sus bellos ojos, de un azul oscuro y bri-
llante a la vez. Era Krysis. Entablaron conversa-
ción, llena de sensualidad. Él quería poseerla,
pero ella se negó hasta que la satisfaciera en
tres deseos: el espejo de plata de su amiga Bak-
his, la peineta de marfil de una antigua reina de
Egipto, que la tenía ahora la mujer del sacerdo-
te, y el collar de perlas que colgaba del cuello
de Afrodita. Su premio consistiría en poseerla
cuanto quisiera, ella le cantaría bellas canciones
y bailaría desnuda para él.
Fuera de la ciudad había un gran parque
regado por el Nilo, mandado hacer por Ptolo-
meo I. Detallada descripción de sus plantas,
árboles y adornos; y a su alrededor había cua-
trocientas casas habitadas por cortesanas, tam-
bién llamadas “hetairas”, de distintos países y
costumbres.
Y nos describe aquí el autor algunas
curiosidades de la vida licenciosa y legalmente
establecida. Así, por ejemplo, en la puerta
donde vive una hetaira el aldabón debe ser un
gran falo y la contraldaba tenía que presentar un
surco en relieve con el sexo femenino y el nom-
bre de la cortesana.
Si alguna mujer quería dedicarse a ese
estimado oficio, pues lo estimaban mucho los
hombres, un sacerdote la desfloraba con un
cuchillo de plata, pues la virginidad era desa-
gradable a Afrodita. Después, tenía que ir a la
escuela del templo a aprender teoría y práctica
del arte erótico. El ejercicio final, donde tenía
que poner en práctica lo aprendido, consistía en
tener relaciones con tres hombres al mismo tiem-
po y estar toda la noche disponible.
El templo de Afrodita era el más visitado
de todos y a quien más ofrendas le hacían.
Las prácticas sexuales estaban permitidas
en todos sus aspectos, no había cortapisas. Los
amores lésbicos y homosexuales se veían de lo
más normal.
Los hombres tenían que demostrar su viri-
lidad y el ser dominantes, tanto con los esclavos
LasPiletas 35
REVISTA LAS PILETAS
REVISTA LAS PILETAS
REVISTA LAS PILETAS
REVISTA LAS PILETAS
REVISTA LAS PILETAS

Más contenido relacionado

La actualidad más candente

Amores difíciles, la vida y sus artistas
Amores difíciles, la vida y sus artistasAmores difíciles, la vida y sus artistas
Amores difíciles, la vida y sus artistas
María Belén García Llamas
 
Aquellos campos tan criollitos
Aquellos campos tan criollitosAquellos campos tan criollitos
Aquellos campos tan criollitos
Novedades Literarias
 
Un Buscador que te paga
Un Buscador que te pagaUn Buscador que te paga
Un Buscador que te paga
AngelRequena5
 
Contrastes de la tierra interior
Contrastes de la tierra interiorContrastes de la tierra interior
Contrastes de la tierra interior
palimpsestoMedellin
 
Reporte de lectura de poesía hispanoamericana de francisco montes de oca
Reporte de lectura de poesía hispanoamericana de francisco montes de ocaReporte de lectura de poesía hispanoamericana de francisco montes de oca
Reporte de lectura de poesía hispanoamericana de francisco montes de oca
Ariadne Reyes
 
Antologia poeticaa.h
Antologia poeticaa.hAntologia poeticaa.h
Antologia poeticaa.h
Heberto Mejia
 
Biblioteca pepi 1
Biblioteca pepi 1Biblioteca pepi 1
Biblioteca pepi 1
Pepi Marquez
 
Poesia reflexiva para leer al atardecer
Poesia reflexiva para leer al atardecerPoesia reflexiva para leer al atardecer
Poesia reflexiva para leer al atardecer
FUNDACIÓN SUEÑOS DE ESCRITOR
 
Sala prensa dosier_cien_anos_de_soledad
Sala prensa dosier_cien_anos_de_soledadSala prensa dosier_cien_anos_de_soledad
Sala prensa dosier_cien_anos_de_soledad
Ani Lu Torres Lam
 
CATHERINE-PARIS (1927) Marta Bibescu (Princesa Bibesco)
CATHERINE-PARIS (1927) Marta Bibescu (Princesa Bibesco)CATHERINE-PARIS (1927) Marta Bibescu (Princesa Bibesco)
CATHERINE-PARIS (1927) Marta Bibescu (Princesa Bibesco)
JulioPollinoTamayo
 
Poemas condidenciales-antonio-guerrero
Poemas condidenciales-antonio-guerreroPoemas condidenciales-antonio-guerrero
Poemas condidenciales-antonio-guerrero
Andrés Cifuentes Lozano
 
Fue Una Clara Tarde, Triste Y SoñOlienta úRsula
Fue Una Clara Tarde, Triste Y SoñOlienta  úRsulaFue Una Clara Tarde, Triste Y SoñOlienta  úRsula
Fue Una Clara Tarde, Triste Y SoñOlienta úRsula
mbalaste
 
La senda de las espigas - Antología poética de Boris Rozas
La senda de las espigas - Antología poética de Boris RozasLa senda de las espigas - Antología poética de Boris Rozas
La senda de las espigas - Antología poética de Boris Rozas
Zeus Pérez Villán
 
Antologia de poemas (autoguardado)
Antologia de poemas (autoguardado)Antologia de poemas (autoguardado)
Antologia de poemas (autoguardado)
karla rodriguez
 
Cartas desde mi celda, bécquer
Cartas desde mi celda, bécquerCartas desde mi celda, bécquer
Cartas desde mi celda, bécquer
CintiaPonceDeLeon
 
Fue una clara tarde triste y soñolienta
Fue una clara tarde triste y soñolientaFue una clara tarde triste y soñolienta
Fue una clara tarde triste y soñolienta
Bru Ribera
 
Antología 1
Antología 1Antología 1
Antología 1
comentarioslengua
 
EL ÁNGEL DE PIEDRA (1964) Margaret Laurence
EL ÁNGEL DE PIEDRA (1964) Margaret LaurenceEL ÁNGEL DE PIEDRA (1964) Margaret Laurence
EL ÁNGEL DE PIEDRA (1964) Margaret Laurence
JulioPollinoTamayo
 

La actualidad más candente (18)

Amores difíciles, la vida y sus artistas
Amores difíciles, la vida y sus artistasAmores difíciles, la vida y sus artistas
Amores difíciles, la vida y sus artistas
 
Aquellos campos tan criollitos
Aquellos campos tan criollitosAquellos campos tan criollitos
Aquellos campos tan criollitos
 
Un Buscador que te paga
Un Buscador que te pagaUn Buscador que te paga
Un Buscador que te paga
 
Contrastes de la tierra interior
Contrastes de la tierra interiorContrastes de la tierra interior
Contrastes de la tierra interior
 
Reporte de lectura de poesía hispanoamericana de francisco montes de oca
Reporte de lectura de poesía hispanoamericana de francisco montes de ocaReporte de lectura de poesía hispanoamericana de francisco montes de oca
Reporte de lectura de poesía hispanoamericana de francisco montes de oca
 
Antologia poeticaa.h
Antologia poeticaa.hAntologia poeticaa.h
Antologia poeticaa.h
 
Biblioteca pepi 1
Biblioteca pepi 1Biblioteca pepi 1
Biblioteca pepi 1
 
Poesia reflexiva para leer al atardecer
Poesia reflexiva para leer al atardecerPoesia reflexiva para leer al atardecer
Poesia reflexiva para leer al atardecer
 
Sala prensa dosier_cien_anos_de_soledad
Sala prensa dosier_cien_anos_de_soledadSala prensa dosier_cien_anos_de_soledad
Sala prensa dosier_cien_anos_de_soledad
 
CATHERINE-PARIS (1927) Marta Bibescu (Princesa Bibesco)
CATHERINE-PARIS (1927) Marta Bibescu (Princesa Bibesco)CATHERINE-PARIS (1927) Marta Bibescu (Princesa Bibesco)
CATHERINE-PARIS (1927) Marta Bibescu (Princesa Bibesco)
 
Poemas condidenciales-antonio-guerrero
Poemas condidenciales-antonio-guerreroPoemas condidenciales-antonio-guerrero
Poemas condidenciales-antonio-guerrero
 
Fue Una Clara Tarde, Triste Y SoñOlienta úRsula
Fue Una Clara Tarde, Triste Y SoñOlienta  úRsulaFue Una Clara Tarde, Triste Y SoñOlienta  úRsula
Fue Una Clara Tarde, Triste Y SoñOlienta úRsula
 
La senda de las espigas - Antología poética de Boris Rozas
La senda de las espigas - Antología poética de Boris RozasLa senda de las espigas - Antología poética de Boris Rozas
La senda de las espigas - Antología poética de Boris Rozas
 
Antologia de poemas (autoguardado)
Antologia de poemas (autoguardado)Antologia de poemas (autoguardado)
Antologia de poemas (autoguardado)
 
Cartas desde mi celda, bécquer
Cartas desde mi celda, bécquerCartas desde mi celda, bécquer
Cartas desde mi celda, bécquer
 
Fue una clara tarde triste y soñolienta
Fue una clara tarde triste y soñolientaFue una clara tarde triste y soñolienta
Fue una clara tarde triste y soñolienta
 
Antología 1
Antología 1Antología 1
Antología 1
 
EL ÁNGEL DE PIEDRA (1964) Margaret Laurence
EL ÁNGEL DE PIEDRA (1964) Margaret LaurenceEL ÁNGEL DE PIEDRA (1964) Margaret Laurence
EL ÁNGEL DE PIEDRA (1964) Margaret Laurence
 

Destacado

Percepción Visual
Percepción VisualPercepción Visual
Percepción Visual
DarianHurtado
 
아이씨엔 매거진- October 2012. Industrial Communication Network MAGAZINE
아이씨엔 매거진- October 2012. Industrial Communication Network MAGAZINE아이씨엔 매거진- October 2012. Industrial Communication Network MAGAZINE
아이씨엔 매거진- October 2012. Industrial Communication Network MAGAZINE
SeungMo Oh
 
Presentación power point 2
Presentación power point 2Presentación power point 2
Presentación power point 2
MEILYN LISETH BELLO PAEZ
 
SDGs & Evidence from Evaluation
SDGs & Evidence from EvaluationSDGs & Evidence from Evaluation
SDGs & Evidence from Evaluation
Ian C Davies
 
Maps of Social Action - Danesh Prakash Chacko
Maps of Social Action - Danesh Prakash ChackoMaps of Social Action - Danesh Prakash Chacko
Maps of Social Action - Danesh Prakash Chacko
International Map Industry Association
 
아이씨엔 매거진- January 2013. Industrial Communication Network MAGAZINE
아이씨엔 매거진- January 2013. Industrial Communication Network MAGAZINE아이씨엔 매거진- January 2013. Industrial Communication Network MAGAZINE
아이씨엔 매거진- January 2013. Industrial Communication Network MAGAZINE
SeungMo Oh
 
Sistemas operativos
Sistemas operativosSistemas operativos
Sistemas operativos
Linda Santos
 
Percepcion Visual
Percepcion VisualPercepcion Visual
Percepcion Visual
deltha12
 
PS 101 The Federal Judiciary
PS 101 The Federal JudiciaryPS 101 The Federal Judiciary
PS 101 The Federal Judiciary
Christopher Rice
 
All about of malaysia
All about of malaysiaAll about of malaysia
All about of malaysia
Mohamad Taufiq
 
Historia de los sistemas operativos
Historia de los sistemas operativosHistoria de los sistemas operativos
Historia de los sistemas operativos
Cesar Rodriguez
 
Maquinas electricas fraile mora ejerc_resueltos - transformadores
Maquinas electricas fraile mora ejerc_resueltos - transformadoresMaquinas electricas fraile mora ejerc_resueltos - transformadores
Maquinas electricas fraile mora ejerc_resueltos - transformadores
javier_1902
 
Arquitetura barroca
Arquitetura barrocaArquitetura barroca
Arquitetura barroca
Eduardo Sousa
 
Presentation1
Presentation1Presentation1
Presentation1
Sarah Syamimi
 
Forensic psychiatry concept & implications
Forensic psychiatry concept & implicationsForensic psychiatry concept & implications
Forensic psychiatry concept & implications
DrAngshuman Kalita
 
Introduzione ai Big Data e alla scienza dei dati - I formati dati
Introduzione ai Big Data e alla scienza dei dati - I formati datiIntroduzione ai Big Data e alla scienza dei dati - I formati dati
Introduzione ai Big Data e alla scienza dei dati - I formati dati
Vincenzo Manzoni
 
Social Media Report - Oil Companies September 2016
Social Media Report - Oil Companies September 2016Social Media Report - Oil Companies September 2016
Social Media Report - Oil Companies September 2016
Unmetric
 
PERCEPCION VISUAL
PERCEPCION VISUALPERCEPCION VISUAL
PERCEPCION VISUAL
miriangalarraga
 
H-T-P (House Tree Person)
H-T-P (House Tree Person)H-T-P (House Tree Person)
H-T-P (House Tree Person)
Ella Mae Ayen
 
Topic 8 multiracial society
Topic 8 multiracial societyTopic 8 multiracial society
Topic 8 multiracial society
Che Amm
 

Destacado (20)

Percepción Visual
Percepción VisualPercepción Visual
Percepción Visual
 
아이씨엔 매거진- October 2012. Industrial Communication Network MAGAZINE
아이씨엔 매거진- October 2012. Industrial Communication Network MAGAZINE아이씨엔 매거진- October 2012. Industrial Communication Network MAGAZINE
아이씨엔 매거진- October 2012. Industrial Communication Network MAGAZINE
 
Presentación power point 2
Presentación power point 2Presentación power point 2
Presentación power point 2
 
SDGs & Evidence from Evaluation
SDGs & Evidence from EvaluationSDGs & Evidence from Evaluation
SDGs & Evidence from Evaluation
 
Maps of Social Action - Danesh Prakash Chacko
Maps of Social Action - Danesh Prakash ChackoMaps of Social Action - Danesh Prakash Chacko
Maps of Social Action - Danesh Prakash Chacko
 
아이씨엔 매거진- January 2013. Industrial Communication Network MAGAZINE
아이씨엔 매거진- January 2013. Industrial Communication Network MAGAZINE아이씨엔 매거진- January 2013. Industrial Communication Network MAGAZINE
아이씨엔 매거진- January 2013. Industrial Communication Network MAGAZINE
 
Sistemas operativos
Sistemas operativosSistemas operativos
Sistemas operativos
 
Percepcion Visual
Percepcion VisualPercepcion Visual
Percepcion Visual
 
PS 101 The Federal Judiciary
PS 101 The Federal JudiciaryPS 101 The Federal Judiciary
PS 101 The Federal Judiciary
 
All about of malaysia
All about of malaysiaAll about of malaysia
All about of malaysia
 
Historia de los sistemas operativos
Historia de los sistemas operativosHistoria de los sistemas operativos
Historia de los sistemas operativos
 
Maquinas electricas fraile mora ejerc_resueltos - transformadores
Maquinas electricas fraile mora ejerc_resueltos - transformadoresMaquinas electricas fraile mora ejerc_resueltos - transformadores
Maquinas electricas fraile mora ejerc_resueltos - transformadores
 
Arquitetura barroca
Arquitetura barrocaArquitetura barroca
Arquitetura barroca
 
Presentation1
Presentation1Presentation1
Presentation1
 
Forensic psychiatry concept & implications
Forensic psychiatry concept & implicationsForensic psychiatry concept & implications
Forensic psychiatry concept & implications
 
Introduzione ai Big Data e alla scienza dei dati - I formati dati
Introduzione ai Big Data e alla scienza dei dati - I formati datiIntroduzione ai Big Data e alla scienza dei dati - I formati dati
Introduzione ai Big Data e alla scienza dei dati - I formati dati
 
Social Media Report - Oil Companies September 2016
Social Media Report - Oil Companies September 2016Social Media Report - Oil Companies September 2016
Social Media Report - Oil Companies September 2016
 
PERCEPCION VISUAL
PERCEPCION VISUALPERCEPCION VISUAL
PERCEPCION VISUAL
 
H-T-P (House Tree Person)
H-T-P (House Tree Person)H-T-P (House Tree Person)
H-T-P (House Tree Person)
 
Topic 8 multiracial society
Topic 8 multiracial societyTopic 8 multiracial society
Topic 8 multiracial society
 

Similar a REVISTA LAS PILETAS

Un andante más...por El Toboso
Un andante más...por El TobosoUn andante más...por El Toboso
Un andante más...por El Toboso
Félix Sánchez Paredes
 
La generación del 27
La generación del 27La generación del 27
La generación del 27
victoriamartos
 
Mil libros y una frase
Mil libros y una fraseMil libros y una frase
Mil libros y una frase
Carlos Herrera Rozo
 
Poemas textosprosa x_xaniversarioencuentros
Poemas textosprosa x_xaniversarioencuentrosPoemas textosprosa x_xaniversarioencuentros
Poemas textosprosa x_xaniversarioencuentros
Encuentros Universitarios 3 Cantos
 
06 7josefina aldecoa
06 7josefina aldecoa06 7josefina aldecoa
06 7josefina aldecoa
Alejandramalanda
 
CINCO SOMBRAS (1946) Eulalia Galvarriato
CINCO SOMBRAS (1946) Eulalia GalvarriatoCINCO SOMBRAS (1946) Eulalia Galvarriato
CINCO SOMBRAS (1946) Eulalia Galvarriato
JulioPollinoTamayo
 
Antonio Machado
Antonio  MachadoAntonio  Machado
Antonio Machado
guest11dbeb
 
La poesía posterior al 36
La poesía posterior al 36La poesía posterior al 36
La poesía posterior al 36
13Luis
 
La Rosa Por Defecto nº 2 (1995)
La Rosa Por Defecto nº 2 (1995)La Rosa Por Defecto nº 2 (1995)
La Rosa Por Defecto nº 2 (1995)
Alejandro González Terriza
 
ANTOLOGÍA POÉTICA Mercedes Escolano
ANTOLOGÍA POÉTICA  Mercedes EscolanoANTOLOGÍA POÉTICA  Mercedes Escolano
ANTOLOGÍA POÉTICA Mercedes Escolano
Biblioteca Escolar Juan Leiva
 
Géneros literarios.pdf
Géneros literarios.pdfGéneros literarios.pdf
Géneros literarios.pdf
LamamaDelamama
 
Generos literarios
Generos literariosGeneros literarios
Generos literarios
yery14
 
Cernuda antología poética
Cernuda antología poéticaCernuda antología poética
Cernuda antología poética
cernuda
 
Cernuda antología poética
Cernuda antología poéticaCernuda antología poética
Cernuda antología poética
cernuda
 
Cernuda antología poética
Cernuda antología poéticaCernuda antología poética
Cernuda antología poética
IES VALADARES
 
Cernuda antología poética
Cernuda antología poéticaCernuda antología poética
Cernuda antología poética
raul-vigo
 
Cernuda antologapotica-120129152814-phpapp01
Cernuda antologapotica-120129152814-phpapp01Cernuda antologapotica-120129152814-phpapp01
Cernuda antologapotica-120129152814-phpapp01
Aine757
 
Cernuda antologapotica-120129152814-phpapp01
Cernuda antologapotica-120129152814-phpapp01Cernuda antologapotica-120129152814-phpapp01
Cernuda antologapotica-120129152814-phpapp01
Aine757
 
Antología poética de Luis Cernuda
Antología poética de Luis CernudaAntología poética de Luis Cernuda
Antología poética de Luis Cernuda
Paulaoc11
 
Literatura medieval web
Literatura medieval webLiteratura medieval web
Literatura medieval web
S N High School
 

Similar a REVISTA LAS PILETAS (20)

Un andante más...por El Toboso
Un andante más...por El TobosoUn andante más...por El Toboso
Un andante más...por El Toboso
 
La generación del 27
La generación del 27La generación del 27
La generación del 27
 
Mil libros y una frase
Mil libros y una fraseMil libros y una frase
Mil libros y una frase
 
Poemas textosprosa x_xaniversarioencuentros
Poemas textosprosa x_xaniversarioencuentrosPoemas textosprosa x_xaniversarioencuentros
Poemas textosprosa x_xaniversarioencuentros
 
06 7josefina aldecoa
06 7josefina aldecoa06 7josefina aldecoa
06 7josefina aldecoa
 
CINCO SOMBRAS (1946) Eulalia Galvarriato
CINCO SOMBRAS (1946) Eulalia GalvarriatoCINCO SOMBRAS (1946) Eulalia Galvarriato
CINCO SOMBRAS (1946) Eulalia Galvarriato
 
Antonio Machado
Antonio  MachadoAntonio  Machado
Antonio Machado
 
La poesía posterior al 36
La poesía posterior al 36La poesía posterior al 36
La poesía posterior al 36
 
La Rosa Por Defecto nº 2 (1995)
La Rosa Por Defecto nº 2 (1995)La Rosa Por Defecto nº 2 (1995)
La Rosa Por Defecto nº 2 (1995)
 
ANTOLOGÍA POÉTICA Mercedes Escolano
ANTOLOGÍA POÉTICA  Mercedes EscolanoANTOLOGÍA POÉTICA  Mercedes Escolano
ANTOLOGÍA POÉTICA Mercedes Escolano
 
Géneros literarios.pdf
Géneros literarios.pdfGéneros literarios.pdf
Géneros literarios.pdf
 
Generos literarios
Generos literariosGeneros literarios
Generos literarios
 
Cernuda antología poética
Cernuda antología poéticaCernuda antología poética
Cernuda antología poética
 
Cernuda antología poética
Cernuda antología poéticaCernuda antología poética
Cernuda antología poética
 
Cernuda antología poética
Cernuda antología poéticaCernuda antología poética
Cernuda antología poética
 
Cernuda antología poética
Cernuda antología poéticaCernuda antología poética
Cernuda antología poética
 
Cernuda antologapotica-120129152814-phpapp01
Cernuda antologapotica-120129152814-phpapp01Cernuda antologapotica-120129152814-phpapp01
Cernuda antologapotica-120129152814-phpapp01
 
Cernuda antologapotica-120129152814-phpapp01
Cernuda antologapotica-120129152814-phpapp01Cernuda antologapotica-120129152814-phpapp01
Cernuda antologapotica-120129152814-phpapp01
 
Antología poética de Luis Cernuda
Antología poética de Luis CernudaAntología poética de Luis Cernuda
Antología poética de Luis Cernuda
 
Literatura medieval web
Literatura medieval webLiteratura medieval web
Literatura medieval web
 

Último

TRABAJO FINAL DEL CURSO(terminado).pptx.
TRABAJO FINAL DEL CURSO(terminado).pptx.TRABAJO FINAL DEL CURSO(terminado).pptx.
TRABAJO FINAL DEL CURSO(terminado).pptx.
ManuelSuclupe
 
1. Presentación PPT Trabajo Colaborativo mayo 2023.pdf
1. Presentación PPT Trabajo Colaborativo mayo 2023.pdf1. Presentación PPT Trabajo Colaborativo mayo 2023.pdf
1. Presentación PPT Trabajo Colaborativo mayo 2023.pdf
Eduardo420263
 
"impacto de factores ambientales en el crecimiento de plantas
"impacto de factores ambientales en el crecimiento de plantas"impacto de factores ambientales en el crecimiento de plantas
"impacto de factores ambientales en el crecimiento de plantas
amairanirc22
 
Exposición sobre PHRASAL VERBS.pdf en inglés y español
Exposición sobre PHRASAL VERBS.pdf en inglés y españolExposición sobre PHRASAL VERBS.pdf en inglés y español
Exposición sobre PHRASAL VERBS.pdf en inglés y español
KarenHortua2
 
Comunidades virtuales de aprendizaje 2 lll
Comunidades virtuales de aprendizaje 2 lllComunidades virtuales de aprendizaje 2 lll
Comunidades virtuales de aprendizaje 2 lll
eduardourbano812
 
SEMANA 11 DE EYV - GRUPO 7 .pdf piramide axiologia
SEMANA 11 DE EYV - GRUPO 7 .pdf piramide axiologiaSEMANA 11 DE EYV - GRUPO 7 .pdf piramide axiologia
SEMANA 11 DE EYV - GRUPO 7 .pdf piramide axiologia
SamuelReyesGastaadui
 
Prueba de un Slide Share para Aderling B
Prueba de un Slide  Share para Aderling BPrueba de un Slide  Share para Aderling B
Prueba de un Slide Share para Aderling B
Walter Francisco Núñez Cruz
 
Explicando el eneagrama una herramienta de autodescubrimiento
Explicando el eneagrama una herramienta de autodescubrimientoExplicando el eneagrama una herramienta de autodescubrimiento
Explicando el eneagrama una herramienta de autodescubrimiento
JessEspinoza18
 
5° SEMANA 1 SESIÓN DÍA_1_REL_Conocemos a los discípulos que elige Jesús.pdf
5° SEMANA 1 SESIÓN DÍA_1_REL_Conocemos a los discípulos que elige Jesús.pdf5° SEMANA 1 SESIÓN DÍA_1_REL_Conocemos a los discípulos que elige Jesús.pdf
5° SEMANA 1 SESIÓN DÍA_1_REL_Conocemos a los discípulos que elige Jesús.pdf
mariarosariollamccay2
 

Último (9)

TRABAJO FINAL DEL CURSO(terminado).pptx.
TRABAJO FINAL DEL CURSO(terminado).pptx.TRABAJO FINAL DEL CURSO(terminado).pptx.
TRABAJO FINAL DEL CURSO(terminado).pptx.
 
1. Presentación PPT Trabajo Colaborativo mayo 2023.pdf
1. Presentación PPT Trabajo Colaborativo mayo 2023.pdf1. Presentación PPT Trabajo Colaborativo mayo 2023.pdf
1. Presentación PPT Trabajo Colaborativo mayo 2023.pdf
 
"impacto de factores ambientales en el crecimiento de plantas
"impacto de factores ambientales en el crecimiento de plantas"impacto de factores ambientales en el crecimiento de plantas
"impacto de factores ambientales en el crecimiento de plantas
 
Exposición sobre PHRASAL VERBS.pdf en inglés y español
Exposición sobre PHRASAL VERBS.pdf en inglés y españolExposición sobre PHRASAL VERBS.pdf en inglés y español
Exposición sobre PHRASAL VERBS.pdf en inglés y español
 
Comunidades virtuales de aprendizaje 2 lll
Comunidades virtuales de aprendizaje 2 lllComunidades virtuales de aprendizaje 2 lll
Comunidades virtuales de aprendizaje 2 lll
 
SEMANA 11 DE EYV - GRUPO 7 .pdf piramide axiologia
SEMANA 11 DE EYV - GRUPO 7 .pdf piramide axiologiaSEMANA 11 DE EYV - GRUPO 7 .pdf piramide axiologia
SEMANA 11 DE EYV - GRUPO 7 .pdf piramide axiologia
 
Prueba de un Slide Share para Aderling B
Prueba de un Slide  Share para Aderling BPrueba de un Slide  Share para Aderling B
Prueba de un Slide Share para Aderling B
 
Explicando el eneagrama una herramienta de autodescubrimiento
Explicando el eneagrama una herramienta de autodescubrimientoExplicando el eneagrama una herramienta de autodescubrimiento
Explicando el eneagrama una herramienta de autodescubrimiento
 
5° SEMANA 1 SESIÓN DÍA_1_REL_Conocemos a los discípulos que elige Jesús.pdf
5° SEMANA 1 SESIÓN DÍA_1_REL_Conocemos a los discípulos que elige Jesús.pdf5° SEMANA 1 SESIÓN DÍA_1_REL_Conocemos a los discípulos que elige Jesús.pdf
5° SEMANA 1 SESIÓN DÍA_1_REL_Conocemos a los discípulos que elige Jesús.pdf
 

REVISTA LAS PILETAS

  • 1. García Rodríguez, Juan José: Marejada. Cincuenta y tres episodios emocionales. Sevilla: Darío Libros, 2016 (Sanlúcar de Barrameda: Santa Teresa). No me podrán quitar el dolorido/ sentir: Garcilaso, Égloga I […] los libros solo se escriben para, por encima del propio aliento, unir a los seres huma- nos, y así defendernos frente al inexorable rever- so de toda existencia: la fugacidad y el olvido . Zweig: Mendel el de los libros, 1929. *** La cubierta, que se extiende en horizon- tal, como una faja de bordado de imaginería, hasta la contracubierta, y se reproduce en la por- tada, presenta un grabado que explicará desde fuera parte del contenido: el gris despierto de unas olas, eternas, recalando despacio entre un paisaje bocarriba de casas al fondo más cinco barcas dormidas, con la total ausencia de seres vivos. No hay nadie: ni la voz de una música. Se trata de la soledad, la que queda una vez ese movimiento moderado de las olas, o la que ante- cede a esa exaltación de ánimos críticos que sue- len preceder al alboroto, como el DEL define marejada en sus dos entradas: ambas se enca- llan en la garganta y callan al haber leído el inte- rior de las 355 páginas. No hay, pues, en esa cubierta animales, como un ciervo nadando, un perro sublime, o pájaros amenazantes; ni rastros humanos: ni rostros, ni una mano que estrechar, tampoco un náufrago y su última voluntad sumer- gida, ni un antiguo oficio que huele a brea y calor, o la sombra vacía y apagada de una niña, que sí se concentran enfilados ya en la superficie clara, tersa, tensa y lisa del libro. Cito el Diccionario porque he debido con- sultar palabras náuticas en sus páginas: también eso me ha enseñado Juan José, el mundo de la mar adentro que viene hasta fuera, ola que nos saluda, abraza, nos moja y acompaña en esa melancolía que somos, a veces, nosotros mismos. Y así nos quedamos: entre la soledad de la lectura, con la lentitud pacífica de las páginas, a la vista de las ilustraciones, al lado de las orillas del placer de leer. Solos y somorgujados en la marejada. El libro lo componen 53 episodios que, como dice Zweig, nos defienden ante la fugaci- dad y el olvido, refugio al que aspira Juan José. Pasea por el Caribe, en crucero hasta Italia, las playas descalzas del fútbol, la lota a voz en escri- to del listero, los fortines para una guerra sangra- da, Joselito Huerta –mi propia terraza de tanta amistad–, la tierra prohibida y prometida de la Otra Banda y su larga lengua de arena y verde. Los juegos de niños y adolescentes, la prima María José de su amigo –mi buen amigo Paco– y aquel grandísimo Peña tan del Athletic Club como sus cartuchos de pepitas o membrillos; barcos en misteriosos naufragios, los tres másteres de su padre, esos oficios perdidos que, prendidos, aún colorean la memoria, Madrid en el Prado, los inmensos Beatles que, afortunadamente, nos resu- LasPiletas 1 “MAREJADA”, RESEÑA LITERARIA Ramón Asquerino Fernández
  • 2. citaron…Todo ante la fugacidad y el olvido, por eso los libros también se escriben para rescatar- nos ante nosotros mismos, perviviéndonos. La obra se vertebra bajo la unidad de un narrador omnisciente, diegético –habla, canta y calla, o sea, participa en la narración— a través de José, niño, desdoble del autor, interlocutor y narrador juntamente, quienes a veces llaman cuento a lo que escriben. Estampas cegadoras de poesía las llama muy certeramente en el pró- logo el poeta José Vélez, quien, para La playa prohibida, presta sus endecasílabos cargados de aes como la espuma. Más que episodios, son fragmentos de piel en recuerdos que se estiran, y duelen al salir; historias de testimonios pervivi- dos; son eso, estampas al modo mironiano: un dolorido sentir, que procede del maestro Garci- laso, y que se aprecia fuertemente en El niño que miraba a los barcos: homenaje tricolor a su tío Domingo con quien coincidí en afinidades de reuniones, colores y sueños. Dividido en seis partes con diferentes títu- los, el libro guarda un equilibrio: 11, 7, 9, 8, 9 y 9 episodios, respectivamente, armonía que se refleja a la hora de escribir: la memoria, el sen- timiento –la emoción–, el desdoblamiento, las muchas y variadas citas, varadas junto a las escenas o episodios, la palabra escrita atrave- sada por la mano de la imagen. Acompañan al texto casi 70 ilustraciones, carboncillos, fotos, grafitos, infografías, collages, grabados como el citado arriba de la portada de Ramiro Unda- beytia… y de distintas firmas, de los muchos ami- gos a quienes el autor agradece sus trabajos en su Introducción, donde guiña a Galdós —autor de 46 episodios: de Trafalgar a Cánovas, inmejora- ble y obligada lectura en la actualidad— la ins- piración del subtítulo, y donde él mismo califica de cuentos a sus narraciones. Estamos, pues, ante un texto mixto: a la palabra escrita la acompaña el soporte visual, como el propio autor me trazó en su dedicatoria. Tal vez por eso hace al libro más escena y esce- nario donde reposar los ojos para repasar y ver a la par que se imagina. Así, al recorrer las are- nas de Bajo de Guía, faro desde el que comien- za la obra, jalón de vida marinera, mirada de riomar; al pasear las aceras de los infantiles y tris- tes domingos por la noche, o el maravilloso suce- so de la almendra que se huele y se toca, antes de comerla: Historia de una almendra. O la rela- ción de aquel profesor sin libros de texto —¿se conseguirá llegar otra vez al eco de aquella reno- vación pedagógica de la gloriosa II República?— que se vuelca en tiza y páginas con sus alumnos: Y leía, leía, leía. Incluso se ve la pantalla de El Gran Cinema —Darío acercándose todavía muy lejos a cámara lenta—, el tacto de los veladores en Café Martínez (una de mis lecturas preferi- das); se sienten esas cartas de amor desde la lejanía que acercaban emociones desde Madrid: LasPiletas2
  • 3. dos narraciones en torno a la capital: libros y lec- turas o el Prado, investidos de los tiempos apro- vechados y escritos de la mili en Marina. Central Station lleva una preciosa cita de Félix J. Palma, y en sus páginas huele a café y carbonilla. En La inyección solo falta que gritemos un ¡ay! a causa de los detenidos y minúsculos preparativos de la jeringuilla, cuya llama azul nos llama despertán- donos en los detalles. Un mundo, en fin, que hace conocer y reconocer a los lectores, y que habla con ellos como el narrador lo hace con su José, tu José, Juan José, en una memoria llena de agua y olas: se van, se fueron ya, reaparecen, estallan, lo tiñen de blanco, se beben, y dan sed, más ansias de sed de lecturas. Y un final como colo- fón preciso, precioso, a su madre. Hay una curiosidad, que el propio autor, si quiere, puede explicar en la presentación de su libro el 24 de junio, san Juan, noche de ilusión mágica en Alacant, y es que las cuatro últimas narraciones conforman como una historia de per- sonajes que se expanden: Jerónimo y Verónica, gran Jerónimo y desdichada Verónica bailando su baile por encima de la muerte. Son los únicos que se siguen, que continúan, que aparecen y reaparecen, que conforman un episodio in medias res, con su final. Casi en la misma línea por extensión e historia de principio a fin, más por la curiosidad o el parecido cervantino—tam- bién lo tiene el dedicado a su precioso Beatle, al que saludé, fotografié y conozco en persona— se encuentra La Gitana: tiene alto cuerpo para ser independiente, para formar una novela ejemplar. Se emancipa de los otros: respira con su latido propio, y viaja de Sanlúcar a Málaga y Sevilla, bajo el toque de adamado amor desamorado y pandereta en écfrasis, que aún es la etiqueta, huella hoy más allá de la memoria. En el verso de la portada figura también la imprenta, esa Santa Teresa, esquina con Cer- vantes –como no podía ser más que de esa manera– y frente al manierismo de Regina, nos trae aún ese palpo del olor de la tinta, aquel aire de armónicos ruidos de las máquinas, el color de los carteles, de los anuncios, la garantía de un trabajo bien hecho. La imprenta de la santa Teresa, en esas sus moradas del misterio: de la idea, al papel, de la hoja a los ojos, devotos de la fe en la letra impresa, fieles pero críticos, tam- bién amarillo testigo del compromiso del tiempo. Aparte de esta rápida lectura, me une el abrazo con Juan José en el teatro que hicimos de jóvenes en deseos, y con varios amigos, que aún nos tenemos. Fue un 23 de agosto de 1967, él hacía del señor West en El espejo del muerto de Agatha Christie —le debo la reproducción del cartel y la evocación a mi gran amiga Joaquina Palma—, y después nos mirábamos en el espejo de la adolescencia reparable y nos bebíamos una horchata de vida, sin angustias. Después, coinci- do con él en el tablado de la vida que hacemos de mayores, en el gusto por la literatura, en la pro- fesión, en la memoria inclinada por el peso de tanto pasado. Pero él es de mar frontera y aden- tro, y yo de en límites del Barrio Alto, niño de Bre- tones, cerca de la herrería. Juan José se curtió en la playa, en sus olas. Yo por de dentro, y luego Madrid, pero coincidimos, y tomamos helados durante veranos, nos subimos a las tablas, nos cruzamos en esos paseos interminables por el albero que él describe, el de aquella Calzada que conducía, inexorablemente, a dar la vuelta, como una obligación más que imprescindible: se llega- ba ya a la oscuridad de la playa, ese su mundo. Esto solo se debe brindar con versos: Y como escribía mi compañero en los pasillos Carlos Sahagún en su Primer y último ofi- cio, 1981, es decir, el de profesor y premio nacional de poesía: Arde la memoria, la vida alcanza toda la angustia del retorno: de sus cenizas, lentamente, renace para lastimarnos la adolescencia irreparable . … no me podrán quitar el dolorido/ sentir si ya del todo/ primero no me quitan el sentido: puesto que Marejada nos baña de memorias sin aho- garnos, pero nos duele, la sentimos primero y por- que, además, los libros, como este tuyo, nos res- catan: […] los libros solo se escriben para, por encima del propio aliento, unir a los seres huma- nos, y así defendernos frente al inexorable rever- so de toda existencia: la fugacidad y el olvido . Ramón Asquerino Fernández Madrid, 27 de mayo y 5 y 6 de junio; Sanlúcar, 31 de mayo de 2016. LasPiletas 3
  • 4. Los romances viejos y los libros de caba- llerías son géneros nacidos en la Edad Media. La utilización de esos romances en el Quijote por parte de algunos de sus personajes es harto rele- vante a lo largo y ancho de la obra cervantina. Don Quijote tiene una pasión fervorosa por la lectura y eso le hace recitar versos de romances viejos de ambiente caballeresco. El romance gozaba de una gran popula- ridad desde la E. M. Ya en la Celestina- Acto I- Sempronio lo canta tocando el laúd para conso- lar a su triste señor Calisto. Cervantes nos recuer- da en el capítulo 2 de la Parte I aquel romance del caballero que sufre pena de amor y ya en el mismo capítulo canta y refunda el de Lanzarote frente a las mozas de la venta, como bien comenta Emma Nishida. Cervantes conocía muy bien la tradición popular oral de su época. Por su carácter peculiar de oralidad, los romances viejos han sufrido desde su nacimiento refundiciones y modificacio- nes en algunos de sus versos. ¿No es esa, acaso, también una característica de la lírica flamenca? En el capítulo 14 de la Parte I aparecen referencias a la lírica como la Canción desespe- rada de Marcela y Crisóstomo. Altisidora, la dama de la Duquesa, que finge estar enamorada de D. Quijote, una noche bajo su ventana (¿nos recuerda algo?) le canta un romance: No mires de tu Tarpeza Este incendio que me abraza Nerón manchego del mundo Ni le avives con tu saña. En los Entremeses del Rufián Viudo llama- do Trampagos, se describe la siguiente escena: Tocan de improviso los Músicos (dos guitarras) y comienzan a cantar (con Escarramán como solis- ta) este romance: “Ya salió de las gurapas El valiente Escarramán, Para asombro de la gura Y para bien de su mal”. En el capítulo XI Parte I: “De lo que suce- dió a D. Quijote con unos cabreros”, se lee: “… Y sin hacerse más de rogar, se sentó en el tronco de una desmochada encina y, templando su rabel, de allí a poco, con muy buena gracia, comenzó a cantar, diciendo desta manera: Antonio Yo sé, Olalla, que me adoras puesto que no me lo has dicho ni aún con los ojos siquiera, mudas lenguas de amoríos… Este romance de 17 estrofas lo versioné por romance-toná durante el encuentro-velada de lecturas cervantinas con motivo del Cuarto Centenario organizado por Bar-Cafetería Paraí- so en Cerro Falón de Sanlúcar el 23 de abril del año en curso de 2016. De las Novelas Ejemplares, la Gitanilla no deja lugar a dudas del conocimiento de Cer- vantes del arte andaluz flamenco. Las tonás de origen morisco están en estrecha relación con los romances medievales, que darían lugar a seguiriyas, fandangos o deblas, etc. Ricote, como no, morisco, tiene nombre de cantaor de la Sevilla de Mateo Alemán que vivió y sufrió D. Miguel. Sanlúcar de Barrameda a 31 de Mayo de 2016 LasPiletas4 CERVANTES Y EL ROMANCE COMO PALO FLAMENCO Manuel Malía Jiménez
  • 5. Mirando el tríptico El carro de heno de Hieronymus van Aeken -llamado el Bosco-, pintor holandés de finales del siglo XV y principios del XVI, cuyo tema en la tabla central es un carro bastante grande con una enorme carga de heno, me vienen a la imaginación unas reflexiones sobre lo que podía ser una metáfora de la diná- mica y evolución de la vida humana. Empiezo centrando mi atención en las rue- das sobre las que el carro se desplaza por el camino y más concretamente en sus radios de madera. Camino aquel que asimilo al de la vida, a esa trayectoria vital que ha de recorrer todo ser humano, sobre el cual la rueda irá girando hasta completar vuelta tras vuelta, cada una de las cua- les asimilo al ciclo vital de la persona. Quiero ver en los radios de esas ruedas los asideros sobre los que tras nacer se asentará cada ser humano. En el que está más próximo a la tierra -madre naturaleza- se colocaría, como lo hace el óvulo fecundado en el útero materno, una nueva vida. Ese radio que comienza a subir conforme gira la rueda será el aposento vital de cada persona a lo largo de su andadura en el camino de su vida. A partir de aquí transcurrirá por caminos suaves, llanos, cómodos y más o menos placenteros para cada cual, alternados con frecuencia y duración dispar con tramos irre- gulares, pedregosos, incómodos, difíciles y hasta peligrosos, que pondrán a prueba la capa- cidad de la persona para mantenerse en el radio y no caerse irreversiblemente -con la muerte- de él. Y la rueda sigue, impasible a estos avatares de las personales vidas establecidas en ella, impulsada por la enorme fuerza de unos bueyes -imaginarios, no visibles en el cuadro- que la mueven, al igual que un impulso llamémosle sobrenatural mueve el mundo. LasPiletas 5 LA RUEDA DEL CARRO DE LA VIDA José Santiago Miranda
  • 6. Sobre el carro, una mole de heno -sim- bolizando el oro, por su color amarillento, o las riquezas y los placeres mundanos y los vicios de la Humanidad. Alrededor, todo un muestrario de la variopinta sociedad medieval: detrás del simbólico heno, a caballo van un Papa y un obispo, un emperador, un rey y los nobles. En torno al carro, una multitud -que incluye al clero masculino y femenino, al mendigo, gitanos, el curandero, el juglar-, que porfía por coger algu- nos trozos, aunque sean briznas, del heno. La pintura, junto a lo descrito antes, incluye en la tabla central, coronándola, las figuras de Cristo en misericordia mostrando los estigmas de la pasión, un ángel, un demonio, entre otras; en la tabla lateral izquierda unas figuras alusi- vas a la rebelión y caída de Lucifer, a la crea- ción de Eva y al acto del pecado original y el castigo divino consiguiente; en el panel lateral derecho nos presenta, en el característico estilo de toda la obra del Bosco, una referencia aluci- nante y surrealista del infierno y sus criaturas. Independientemente de la intención cla- ramente escatológica del autor, que con todo un programa iconográfico recogido en las tres tablas nos quiere transmitir la idea del papel redentor misericordioso de Jesucristo ante los pecados de la Humanidad, mis reflexiones sobre el tema del panel central del tríptico -el del carro de heno y las figuras aledañas- van en otra dirección. Refería antes que las personas las imagi- LasPiletas6
  • 7. no situadas en sus respectivos radios avanzando en la dinámica de sus vidas conforme al movi- miento de las ruedas. Siguiendo con esta espe- cie de metáfora equiparo el movimiento ascen- dente de los radios desde el inicio más próximo a la tierra -el origen, el nacimiento- como un ir ascendiendo por las primeras etapas de la vida: bebés, niños, preadolescentes. En ellas están aún alejados, físicamente, de ese simbólico heno. Están inmersos en otros intereses, como la dependencia familiar en su alimentación y vesti- do, los juegos más o menos divertidos y compe- titivos, …, despreocupados de los intereses que caracterizarán etapas posteriores de su vida, pero acercándose conforme avanzan las ruedas, conforme crecen, a ese heno que supone el cen- tro de atención de la sociedad adulta en toda su variedad y escalas sociales. Si -por muerte temprana- no se caen del radio correspondiente a esas etapas iniciales, llegarán a la adolescencia y juventud percibien- do de manera creciente que los intereses de quienes ya pasaron por sus radios actuales se fueron impregnando de lo que simboliza el heno y modificaron sus intereses vitales, y -lo que es más novedoso y, para algunos, sorprendente- van percibiendo que ellos mismos dejan atrás su anterior escala de valores e intereses y con mayor o menor aceptación, según los casos, pero casi irremisible e ineludiblemente se van impregnando de la nueva escala de valores, hasta convertirla en lo que será el principal “leiv motiv” del resto de sus vidas. En llegando el radio que los lleva por la vida a la vertical próxima al heno, prácticamen- te inmersos en él con todas sus consecuencias, sitúo la vida humana en la cúspide, en el esplen- dor, plétórica de ilusión, de fuerza y pujanza. Es la madurez; es la etapa del intento de consoli- dación de nuestros afanes. El que cojamos algu- nos trozos, aunque sean sólo unas briznas, de esa carga de intereses mundanos dependerá de muchas circunstancias personales y sociales, en tantos y tantos casos ajenas a nuestra voluntad, pues no sólo dependerá o estará en función de nuestras capacidades. Con el avance de los radios hacia abajo comienza más o menos paulatinamente el decli- nar de la vida humana. Alejándonos de ese cau- dal de afanes, pero sin perder nunca del todo el bagaje más o menos abundante de “heno” que hayamos obtenido o añorando el no haber pose- ído todo el que quisiéramos. Y la bajada de cada radio hacia el suelo es inexorable, hasta llegar a hacer otra vez contacto con la tierra -la madre tierra-, destino final del “viaje”. Mientras los demás radios siguen en movimiento en su posición respectiva y con su carga humana atravesando las diferentes etapas e intereses, el radio que llegó de nuevo a tierra cerrando con ello el ciclo vital de una genera- ción humana será el soporte de nuevas vidas, de nuevas generaciones que comienzan de nuevo su andadura vital. Vuelta tras vuelta las ruedas, generación tras generación de seres humanos, el carro sigue y las generaciones se suceden. Mi última reflexión es para destacar que en todas y cada una de las generaciones huma- nas los afanes mundanos permanecen en lo fun- damental, más o menos alterados o modificados por las sucesivas circunstancias históricas que aportan sus específicas situaciones políticas, sociales, económicas, religiosas y culturales, pero que, en cualquier caso, sólo modifican esos afanes, no los cambian: el simbolismo del heno del carro creo que es atemporal para los humanos. LasPiletas 7
  • 8. Adelaida sentía como el cruel lobo negro de la desesperanza daba dentelladas a su alma. Recuerdos desagradables convertidos en gorrio- nes hacían nido en su corazón que corría perse- guido por el revoloteo y los gorjeos de las aves. Los negros cuervos de la amargura, apagaron el brillo de sus ojos. Su padre, el gran amor de su vida, yacía entre cuatro candelabros en el centro del salón. Estaban solos. Se acercó al ataúd y puso sus labios sobre el cristal que permitía ver la cara del difunto. Un mechón de pelo rubio caía sobre la frente. La nariz aguileña destacaba sobre la piel pálida de las mejillas y el violeta, casi negro, de los gruesos labios. Exclamó: –¡Qué difícil es la existencia en este plano tierra! –Golpeó el cristal con rabia– ¡Y ahora lo será más! No podrán separarte de mí. ¡Jamás lo consentiré! ¡Sé muy bien lo que tengo que hacer! –Detuvo los golpes–. ¿Lo sé de verdad…? En la biblioteca, su hermano gemelo, Cosme Filiberto intentaba convencer a la prima Verónica. Tendió sus brazos hacia ella. –Vero…, acércate. Ya el viejo no puede hacernos más daño. Se acabó la pesadilla. Ahora viviremos nuestro sueño. –No es tan fácil vivir –respondió la joven–. ¡Vivir! Recuerda que la vida es sueño. Ya lo dijo el poeta –puso cara de circunstancias antes de decir–: A propósito de vivir… hoy no harás gansadas como la de ayer, ¿verdad? –¡Vivamos entonces el sueño! Quiero compartir contigo la felicidad. ¡Quiero tenerte toda como la otra noche! –intentó abrazarla y levanto la mano derecha en señal de juramen- to–. Te prometo que se acabaron las gansadas. –Creo que no es momento de tonterías. Hace solo unas horas que tu padre descansa en paz –quiso decirle: –Cosmecito este sitio es el menos apropiado para eso, pero sabía el odio que su primo sentía por el diminutivo–. No me parece oportuno que ahora… –… ¿Ahora qué? ¿También nos va a joder la vida después de muerto con el tema de la consanguinidad…? ¡Es verdad que ningún cagao se huele! ¿Dices que descansa en paz? No lo creo. No creo que pueda descansar en paz, ¡nunca! Tonterías… ¿Llamas a lo nuestro LasPiletas8 A LOS PIES DEL PRÍNCIPE Ángel Alberto Núñez Moreno
  • 9. tonterías? –le reprochó–. El año que he vivido fuera de aquí, pasando penurias y viéndonos a escondidas como malhechores ¿ha sido una ton- tería?, ¿acaso no he vivido todo ese tiempo como un proscrito? –Que no me apetece ahora eso... ¡Eso! Por favor, no hables así. ¿Eres tú el que pide compostura al hablar y mesura al comer? –lo separó suavemente, diciéndole: –Ahora resulta que eres un mártir. ¿Y yo qué…? ¿Acaso no viví ese año esperándote entre cuatro paredes? La cara de Cosme era una máscara encendida. –Vale…. Vale. Muy bien… Retiro lo de tontería, pero es que no me apetece ahora eso... ¡Eso! –le quitó el cigarrillo de los labios y sonrió. Se arregló el pelo mientras le recriminaba: - Aquí no se puede fumar… Bajemos, que Adelaida está sola. Y déjate de insinuaciones canallas. No seas malintencionado. –¿Yooo malintencionado…? ¡Venga, venga ya! No mezcles las churras con las meri- nas. En fin…, qué le voy a hacer… –Se encogió de hombros. El rictus desapareció de su cara–. Recuerda: tan pronto como regrese del cemente- rio me darás lo que quiero. Verónica no pudo evitar la sensación de asco. «¿Por qué tengo que aguantar este pelma- zo? Es mi primo, pero eso no quita la verdad: es un muermo, siempre obsesionado por el sexo. Qué razón tenía mi tío cuando me advirtió: “Ten cuidado con tu primo Cosmecito Filiberto. No te dejes liar por él. Solo quiere compañeras de cama. No me gustaría tomar decisiones funes- tas.” Bueno… el difunto también se las traía por cante. ¿Seré ahora rica? Don Acisclo, el cura, y don Mamerto, el notario, siempre han dicho: “A la muerte de Cosme Filiberto Veracruz Rosales y de Valdepeñas Buendía Arroyo, habrá sorpre- sas.” La verdad es que me conformo con poca cosa, lo suficiente para seguir en la Universidad y no volver nunca a este pueblo de mierda. Él recibió la herencia familiar y la aumentó. Era como el Rey Midas, todo lo contrario que mi padre, su hermano menor. ¿Qué culpa tengo yo que Luís de la Veracruz Rosales y de Valdepeñas Buendía Arroyo fuera un manirroto y muriera joven, alcoholizado, maldiciéndole? Cada día que pasa comprendo mejor a mi madre. Ella desapareció después de parirme. ¡Claro!, claro que me parece lógico que teniendo tanto, deje algo a la sobrina “a quien quiero como si fuera mi hija”. ¿Por qué no…? La verdad es que me parezco más a él que a mi padre». –Verónica, ¡quieres quitar de tu cara esa sonrisa tan parecida a la del difunto! Ella respondió con una mueca. «Por qué tengo que aguantar esta imbécil. Todo por lle- varle la contraria a mi padre. “Cuando yo te hable baja la cabeza. ¡Ah!, ni se te ocurra tocar a Verónica. Para lo que tú la quieres, hay muchas mujeres en la calle. No me gustaría tomar decisiones funestas. ¿Has entendido, Cos- mecito…?” Cuando se enteró hace un año que la había tocado, me abofeteó. Insultos de todos colores salieron de su boca. Apuntó con el revól- ver a mi cabeza. Adelaida que había escucha- do los gritos, entró y se metió por medio. “Si lo matas a él, tendrás que matarme a mí también.” Disparó al techo. “Esa bala era para ti. Recuer- da que tengo otras y que jamás consentiré esas relaciones. ¡Fuera de aquí, mal hijo! No tendrás un centavo más mientras yo viva y ten por segu- ro que te dejaré la mínima parte de la herencia que señale la Ley. ¡Fuera!... ¡Fuera de aquí!”. Bueno… a decir verdad, la prima es una moza garrida que funciona bien en la cama y casi seguro que el viejo le ha dejado un buen pellizco. Un pellizco que yo me encargaré de administrar. Ayer, cuando llegué, avisado por mi hermana, el viejo agonizaba. Hizo gestos deses- perados al verme como queriendo decir: «¡Que no lo quiero ver. Sáquenlo de aquí. ¡Fuera! ¡Fuera!” Sin dudarlo, me arrodillé a su lado. ¡Cómo abrió los ojos! ¡Cuánto disfruté! En fin, ya estará con Pedro Botero. Puso las manos en los hombros de Verónica. –Así estás mejor, con tu cara al natural. Para compensar mi abstinencia, ¿me puedo comer una fruta? Verás…, es la última naranja. Buscó en el bolsillo la naranja que había arrancado del árbol preferido de su padre. Y es que él, Cosme Filiberto de la Veracruz Rosales y de Valdepeñas Buendía Quintero, en cuanto llegó la tarde anterior, arrancó las plantas, rom- pió los tiestos y la cerámica de Manises del patio. El primero en cortar fue el árbol de los cítricos, un naranjo que ocupaba el centro del jardín con LasPiletas 9
  • 10. más de diez metros de altura, en el cual su padre había injertado cinco variedades de cítricos: pomelo, mandarina, navelina, pampelmusa y limón. Riendo sin parar dio el primer hachazo ante el asombro del jardinero. Las carcajadas y las lágrimas le impidieron seguir. Recordó la recomendación de su padre y la repitió en voz alta: «Este árbol representa las seis generaciones de los Rosales y de Valdepeñas Buendía y tú debes mantenerlo en pie, así que de ahora en adelante ¡cuídalo como a ti mismo! y hazle otro injerto». Dejó de reír. Gritó: «Estás aviao. ¡Ahora mismo le haré un injerto a tu naranjo de los cojo- nes! Puedes esperar sentado. Sí. Espera sentado al lado de Satanás, o mejor ¡acostado con cual- quier diablesa! Vamos, ni que el naranjito fuera el árbol del Bien y del Mal». Dio otro hachazo. Verónica llegó a tiempo de escuchar sus últimas frases. Se abalanzó sobre él. –¡Eres, eres, eres… un mal hijo, Cosme- cito! –gritaba mientras lo zamarreaba–. ¡Fuera!... ¡Fuera de aquí! Claro que en cualquier lado estaré mejor que contigo, Cosmecito Fili- berto! ¡Eres, eres, eres… un cínico de mucho cui- dado. ¡Fuera!... ¡Fuera de aquí, mal hijo! A Cosme Filiberto le pareció reconocer entre aquellos gritos la voz de su padre. Adelaida seguía abrazada al ataúd. «Aquí estoy, a tus pies, como la golondrina del cuento que murió después de besar los labios del Príncipe. Toda mi vida atada a ti. Fui tu juguete preferido, tu refugio y siempre, la hembra que soñabas. A veces ¡cuántas Dios mío!, pensé que me querías tanto como yo a ti. No supe de mundo, ¿para qué? Tú eras mi todo. Dos veces cayeron mis amapolas sobre las blancas saba- nas: las que me regaló la naturaleza y las que tú podaste. Así lo decías en unos versos: Vimos caer el sol en la playa solitaria. Nos amamos con todas nuestras fuerzas. La oscura y silenciosa noche se transformó en blanca sábana donde cayeron tus amapolas. El zumo de la flor cortada se mezclaba con la miel del deseo... ¿Cuánto duró aquella oscuridad desgarra- da? Luego nos perdimos en la selva de la vida. Nadie tocó ni tocará mi cuerpo. ¡Únicamente tú tenías derecho! Dime, ¿ahora qué hago? Afuera solo hay frío, desolación, y el vacío del desprecio. ¿Sabes cómo me llaman en el pueblo?... ¡Unos ámbar y otros chispita! ¡¿Qué hago, mi amor…?! Soy tonta. ¿Para qué pregunto? En mi mano dere- cha tengo la solución». Se llevó el frasco a la boca. Minutos des- pués el lobo dejó de morder. Su corazón dejó de correr. Su alma voló libre. Los gorriones y los cuervos se marcharon. Sus ojos no recuperaron el brillo, quedaron opacos para siempre. La encontraron a los pies de su Príncipe. Parecía dormida. Mi padre corrió hacia ella. Desesperado, la abrazó llamándola con todas sus fuerzas. Un frasco cayó de la mano derecha de la durmiente. Estaba muerta. Comprendió entonces que las habladurías y sus sospechas eran verdad. LasPiletas10
  • 11. Ya hace un tiempo, que me vengo cues- tionando la labor que realizan algunos perros de trabajo y lo que perjudica a la naturaleza de cada uno de ellos el llevar a cabo esa actividad. Ninguno de estos animales al nacer tiene con- ciencia de que, debido a que poseen una serie de características especiales, puedan ser utiliza- dos para beneficio del ser humano sin que ellos lleguen nunca a enterarse de lo que están haciendo. Por supuesto que, biológicamente hablando, la mayoría de estos trabajos no van a suponer nada positivo ni para el individuo, ni para una raza determinada. En muchas de estas actividades se exige, al parecer por razones obvias, que nuestros protagonistas estén esterili- zados perdiéndose con ello la posibilidad de que buenos ejemplares puedan engendrar. Al mismo tiempo, de cachorros son evaluados mediante unos test cuando menos cuestionables que provocan que los que no sean aptos puedan ser rechazados. Cuando se retiran debido a pro- blemas de salud, aunque los motivos puedan ser lógicos, no me deja de chirriar esa manía que tenemos los seres humanos de “eliminar” a los que no son supuestamente normales. Pero no se nos debe olvidar que muchos individuos que parecen estar preparados genéticamente para una labor, es muy probable que por no hacerse las cosas bien en su socialización, o que donde realicen ésta en nada tenga que ver con las con- diciones que se va a encontrar durante el resto de su vida, puedan ser considerados aptos perros que no lo son y viceversa. Hay algunos trabajos, como pueden ser el rastreo de personas en desastres naturales o la detección de drogas o explosivos que implican que el perro tenga una motivación, un objetivo, aunque en algunos casos extremos éstos puedan poner en riesgo sus vidas. Estos animales enfo- can esta tarea como un juego, e incluso se podría decir que puede llegar a parecerse a la caza o cobro de una pieza, características estas que son implícitas de algunas razas utilizadas LasPiletas 11 ¿SABEMOS CUIDAR A ESOS ANIMALES QUE NOS CUIDAN? Miguel Ángel Márquez Camacho
  • 12. LasPiletas12 para este fin. Los amantes de las carreras de tri- neos, defienden a capa y espada que los perros que participan en esta actividad son enorme- mente felices. Siempre he tenido mucho cuidado en afirmar con rotundidad que es lo que al perro le hace o no feliz, lo que puede o no sentir, o el frío o calor que pueden tener; pero lo que pare- ce cierto es que, por lo menos en estas carreras, los perros tienen a su favor el ejercicio físico y la interacción con otros perros, ambos factores que, al parecer, al animal le pueden gustar. Pero hay unas tareas y era donde yo que- ría llegar que, la verdad, me producen, cuando menos, dudas. Como es la que realizan los perros de asistencia y sobre todo los Perros Guías, que creo conocer. La actividad que realizan estos perros es lo más parecido a la esclavitud, si se me permi- te expresarlo así. No conozco otro trabajo que puedan hacer nuestros amigos que los aleje más de su naturaleza. Al pastor alemán, se le coarta su muy conocida protección, a los dóci- les y sociables labradores, se les pide que mien- tras trabajen no interactúen con otros perros, ni con las personas. La vida que tienen estos ani- males es altamente estresante. Desde que nacen, hasta que son entregados a su usuario definitivo, han pasado por diferentes fases y casi siempre en ambientes distintos. La mayoría de asociaciones que gestionan las escuelas que adiestran a estos perros son dirigidas por per- sonas que no saben nada de este maravilloso animal y, en el peor de los casos como sucede en nuestro país, son cargos políticos, que sólo buscan su satisfacción personal. Todas estas escuelas le deben pleitesía a los que ponen el dinero, y esto provoca que prime más la canti- dad de perros entregados en un año que su cali- dad. Pero lo que no te dicen es la cantidad de perros rechazados por cuestiones de enferme- dad o de comportamiento. Muchas escuelas deciden adiestrar a sus perros cuando ya tienen un año y medio, para así garantizarse que no van a adquirir ninguna enfermedad genética y
  • 13. LasPiletas 13 con ello tener la seguridad de que el dinero invertido en ellos no ha sido inútil; sin embargo, aun así, siguen dándose casos de perros con problemas hereditarios que no fueron detecta- dos. Los problemas de comportamiento que pueda tener un perro cuando ya ha sido entre- gado a su usuario se podrían evitar si en el periodo crítico de socialización se hicieran las cosas de otra manera. Es admirable la labor que realizan las familias educadoras en el pri- mer año de vida de nuestros protagonistas, pero cada vez tengo más claro que ese periodo deberían pasarlo con el usuario con el que va a compartir toda su vida. Desde pequeño convivi- rá en el ambiente, con las personas, con las condiciones climáticas, etc. que tendrán para siempre, y con eso conseguiremos un perro acostumbrado, socializado, equilibrado y sobre todo se adaptará a una persona ciega, con sus movimientos y gestos característicos. Después de un año aparentemente idílico y maravilloso con las familias educadoras, donde supuestamente han sido socializados correctamente, estos perros vuelven a las escue- las para ser adiestrados. Durante un tiempo van a vivir en el ambiente estresante de las perreras, por muy confortables y modernas que puedan ser éstas. Los adiestradores que trabajan para las distintas escuelas suelen hacerlo bajo un esta- do de presión constante, que puede provocar que su trabajo pierda calidad. Cuando a éstos llegan entre siete u ocho perros para su adies- tramiento como guía, es muy probable que no conozcan casi nada de ellos. Cómo ha sido su vida hasta ese momento, dónde se ha desarro- llado y en qué condiciones y sobre todo en qué estructura familiar. El hecho de que en este tiem- po nadie pueda tener garantizado su trabajo y que muchos hagan lo imposible para conservar- lo, no debe provocar el que algunos adiestrado- res estén mirando hacia otro lado. Jamás debe- rían olvidar que, con sus malas prácticas, pue- den estar perjudicando la seguridad de una per- sona ciega. Tengo la plena seguridad de que muchas escuelas abandonan literalmente a sus perros cuando son entregados a los usuarios. No se llevan a cabo ningún tipo de seguimiento que les permita conocer qué clase de vida están teniendo sus perros. La excusa que dan es la falta de presupuesto para poder realizarlos, pero no tienen ningún problema en derrochar en ámbitos totalmente innecesarios. Incluso son capaces de alargar la vida laboral de los perros más de los diez años, es decir que se pueden jubilar con doce años de edad, para que las lis- tas de espera no se agranden tanto. Pienso que un perro-guía, debería ser retirado del trabajo entre los 8 y diez años de edad. No me vale la excusa de que, si con 11 o 12 años se encuen- tra en unas condiciones óptimas, ese perro puede seguir ejerciendo su labor. Creo que ellos se merecen tener unos últimos años dignos; que puedan hacer cualquier actividad física mientras su salud se lo permita. Después de todo lo contado, llega en mi opinión la parte más estresante que estos ani- males pueden tener. Su vida específica como perro-guía junto a su usuario. Puede sonar muy rotundo lo que voy a decir, pero cuantos más dueños de perros-guías conozco, más claro tengo el que muchos no se merecen tenerlos. Sé perfectamente que en las condiciones actuales en las que se encuentran nuestras ciudades, con sus barreras tanto arquitectónicas, como físicas, se puede considerar lógico y necesario el que las personas ciegas posean una herramienta segura y fiable para su movilidad. Pero estamos hablando de un ser vivo, con sus necesidades y no me refiero a las básicas, sino a las que requiere este tipo de perros con un trabajo tan complicado y exigente. Se les pide algunos infor- mes a los que optan a ser usuarios de un perro- guía en los que se mide su movilidad, capacidad de orientación y conocimiento del lugar donde vive habitualmente, etc., pero en mi opinión echo de menos otro tipo de informe en el que se valore lo que implica tener un perro, lo que se debe o no hacer, cómo hay que actuar ante diversas situaciones. No es raro el que me haya encontrado con usuarios que no aplican las téc-
  • 14. nicas necesarias y básicas que se les facilitan desde la escuela, para no tener problemas en el futuro. Los hay que no utilizan jamás el silbato para que el perro sepa que tiene que comer, y que es una herramienta tan importante a la hora de soltarlo, en un sitio seguro, para que el perro acuda a la llamada. Otros nunca realizan nin- gún tipo de obediencia o cepillado, acciones muy importantes que sirven, primero, para crear un vínculo firme con el animal en el periodo de adaptación, y segundo, para que al perro se le aplique algún tipo de disciplina. También los hay que sabiendo la vida tan estresante que tienen estos animales, no les procuran momentos de esparcimiento con otros perros. Quiero que sepan lo que estos perros tienen que soportar cada día. Alguien que no ve, les puede obligar a que realicen algo totalmente contrario para lo que han sido adiestrados. Porque el invidente, aparte de no ver, en ocasiones es imbécil. El ani- mal ha de tener una iniciativa y determinación muy importantes que les haga desobedecer a su usuario. Tengo la ligera impresión de que muchos ciegos o deficientes visuales consideran al perro guía como una figura intimidatoria, o lo que es peor, simplemente como un animal de compa- ñía. Se ha invertido mucho dinero, en mi opinión demasiado, para que se haga un uso inadecua- do de este animal. Una amplia mayoría de usua- rios no habrá tenido la capacidad de haber conocido al animal con el que han convivido durante un periodo más o menos largo de tiem- po. No han sabido ver el potencial que tenían, ni habrán analizado su comportamiento, ni el por qué actúan como lo hacen, ni lo que sienten y, ni mucho menos, lo que necesitan. Yo aconsejaría que muchos usuarios se plantearan la posibilidad de crear un diario sobre el comportamiento de su perro; que tuvie- ran el don de la curiosidad. En él se podría tener constancia de cómo actúa en su recorri- do, lo que le afecta, lo que le motiva, su ini- ciativa, etc. Para finalizar, a modo de conclusión, se podría decir que, para obtener una unidad casi perfecta, el perro tendría que pasar su año de socialización en el ambiente y con la persona con la que va a convivir durante toda su vida. Incluso que el adiestramiento fuera aplicado por el propio usuario, que, eso sí, habría adquirido previamente una formación adecuada. A las escuelas les pediría que prestaran más atención a los perros y a quienes son entre- gados. Que fueran dirigidas por directores téc- nicos y no por cargos políticos. A los adiestra- dores les exigiría profesionalidad y vocación. Después de todo lo dicho, y conociendo al ser humano lo coherente sería que los perros no tuvieran que realizar este trabajo, pero des- graciadamente no hay una herramienta tan fia- ble y segura como la que supone este animal. Yo mismo la poseo, y no hay un día que no me cues- tione o pregunte qué puedo hacer para que mis perros tengan la vida más digna y feliz posible. Quiero expresar mi agradecimiento a etólogos, adiestradores, que con sus palabras, sus libros o sus artículos, me han enseñado tanto. No digo aquí sus nombres, todavía tengo mucho conoci- miento que adquirir. Pero mi gratitud más importante va para esos perros que han pasado por mi vida de los cuales he aprendido tanto. A Yeyé, Donald, Gabo y Rota. LasPiletas14
  • 15. Cuando el 17.4.2014 perdimos para siempre a Gabo, el dolor por su ausencia no nos permitió meditar con la distancia, que para estos menesteres se precisa, sobre la inmensidad de su legado literario. Transcurridos los meses desde que nos dejara, estamos ya en condicio- nes de tratar en estas páginas de uno de los aspectos más relevantes del genial escritor; a saber: su habilidad para perfilar los personajes de sus novelas, su ingenio para dibujar caracte- res que han quedado como arquetipos literarios para siempre. Tal es el caso de José Arcadio Buendía, Úrsula Iguarán, el Coronel, Santiago Nassar, Florentino Ariza, Aureliano Buendía, Melquíades, Nena Daconte, entre otros. Son personajes que reflejan la diversidad de un país, de un continente, de unos modos de vida que se mantienen en el tiempo. Vamos a dedicar esta colaboración a rememorar estas creaciones que son fruto de una imaginación puesta al servicio del relato. Y ello porque nos consideramos sus lectores, aquellos de los que el escritor decía en su discurso de agradecimiento por el homenaje recibido en el IV Congreso Internacional de la Lengua Española, celebrado en Cartagena de Indias, 2007: ”que somos una comunidad que si viviera en el mismo pedazo de tierra, esta sería uno de los veinte países más poblados del mundo”, en alusión a su país natal. Palabras que son todo un tributo de agradecimiento del escri- tor a sus lectores. Un claro reconocimiento de que las obras no son nada sin los miles de lec- tores que las disfrutan. Es digno de tener en cuenta este interés del autor por llegar al alma del lector, de tal modo que en el discurso pro- nunciado en el foro antes citado se define como un profesional dedicado en cuerpo y alma al ofi- cio de escribir, “labor a la que me he dedicado LasPiletas 15 ELOGIO AL PADRE DEL “REALISMO MÁGICO”: GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ Prof. Dr. Víctor Cantero García Catedrático de Literatura Española
  • 16. desde que tenia diecisiete años y hasta la maña- na de hoy, sentarme frente a un teclado para lle- nar una página en blanco o una pantalla vacía del computador, con la única misión de escribir una historia aún no contada por nadie, que le haga feliz la vida a un lector inexistente”. Esta presencia constante de lector en sus rutinas dia- rias coincide con su interés por legarnos en sus relatos retazos de su propia vida, que como él mismo dice: “no es la que uno mismo vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”, escribe en el epígrafe de Vivir para contarlo, (2002) primer volumen de su anuncia- da trilogía autobiográfica consagrado a sus años de infancia y juventud (1927-1950). Por ello, si queremos apreciar en toda su extensión los matices de los personajes creados por el autor, resulta imprescindible que las conec- temos con su propia vida. No cabe duda de que lo vivido marca y determina su modo de escribir, por lo que desde su primera novela La hojarasca, (1955), su inspiración creadora hunde sus raíces en su trayectoria vital. Algo similar ocurre con Cien años de soledad, (1967), relato que perte- nece a un viaje de retorno a su infancia. No se trata de un viaje introspectivo o metafórico, sino del viaje concreto que el autor realizó a los 22 años en compañía de su madre para ayudarla a vender la casa de Aracataca, donde él nació y vivió hasta los ocho años. En aquellos tiempos, nuestro escritor era tan solo un mal estudiante, un aprendiz de académico, que sobrevivía en Barranquilla como empleado del periódico El Heraldo, rotativo que le pagaba tres pesos la nota y cuatro la columna. En esta vinculación del escritor con sus personajes, parece que esta vuel- ta al pueblo de su niñez significó para él un reen- cuentro con el trasmundo en el que transcurrieron sus primeros años. Dominados por la alternancia entre el realismo diurno de su abuelo y el realis- mo nocturno de su abuela, ambos determinantes en igual medida en la formación del autor. En concreto, Gabo fue descubriendo el mundo paso a paso de la mano de su abuelo, el coronel Nico- lás Márquez, «Papalelo», un veterano de la Gue- rra de los Mil Días, que desde muy temprano reveló a su nieto la fascinación del diccionario –herramienta de cabecera del escritor– y del circo –espectáculo al que lo llevaba cada vez que en su pueblo había función–. No menos influ- yente fue la voz de su abuela, Tranquilina Igua- rán, «Mina», una mujer imaginativa y supersti- ciosa, cuyos relatos de aparecidos y augurios, contados en tono impasible, poblaron el tempra- no imaginario de Gabo. LasPiletas16
  • 17. Sin embargo, con ser fuertes, los lazos familiares no fueron suficientes para despertar en el genio literario su afán por contar historias nuevas. Los recuerdos, imágenes y estilos narra- tivos de sus abuelos pusieron la simiente. Sobre ellos García Márquez fue añadiendo los hallaz- gos propiciados por su voracidad lectora en su adolescencia y la experiencia acumulada con la práctica del periodismo. Tras años de reflexión fue confirmando su opinión sobre la disparata- da e inverosímil realidad. Con el paso del tiem- po fue acuñando su propio microcosmos narra- tivo en el que lo ordinario se entreteje con lo extraordinario, en el lúdico ojo del huracán de la Historia. Para él, la Historia es un viento car- gado de presagios y añoranzas que arrastran consigo las vidas y dramas de los hombres, dejando a su paso un revuelo de hojarasca cre- pitando entre los remolinos de recuerdos. Y es precisamente su afán por añadir algo nuevo a esas vidas lo que mueve al autor a ofrecer a sus lectores una segunda oportunidad para luchar contra la soledad y el olvido. Para Gabo vivir es recordar y narrar el recuerdo, por eso su lega- do sigue vivo mientras nosotros sigamos leyen- do los capítulos de sus novelas, pues al igual que los personajes de Cien años de soledad intentan descifrar los manuscritos de Melquía- des –el sabio gitano que poseía, entre otros, el remedio contra la epidemia del olvido– nosotros luchamos desde la lectura contra la soledad, el olvido y la indiferencia que pretenden apode- rarse de nuestra voluntad tras la muerte del autor. Y si a lo largo de su vida García Már- quez dijo en repetidas ocasiones que uno de los oficios del escritor es lograr que los personajes respiren solos en los libros, vamos aquí a repa- sar, sin entrar en análisis profundos, los rasgos fundamentales de alguno de ellos. 1.- Aureliano Buendía: A él alude Gabo en su obra El olor de la guayaba (1982) como el mítico coronel inspira- do en la figura del militar y político colombiano. Es este uno de los personajes en los que García Márquez puso más de si mismo, retrata en él parte de su alma, de su historia: el carácter de sublevado del coronel nos recuerda aspectos del propio autor: el niño que se asombra al conocer el hielo, el niño que se refugia en su casa para hacer pescaditos de oro, el personaje histórico que quiere ir por mil batallas. Ya en el famoso arranque de Cien años de soledad se contiene el personaje más ilustre de una saga tan famosa como el pueblo que habitan: Macondo, y lo hace con las siguientes palabras: “muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. Por ello, en muchas de las edi- ciones recientes de esta novela se incluye un árbol genealógico con las siete generaciones de los Buendía, la estirpe condenada a cien años de soledad. Aureliano es el personaje principal de esta novela, de él parten los hilos que tejen el desarrollo del relato. Militar flaco, de bigotes y cabello engominado, como el propio autor lo describe. Es soñador, solitario y utópico, y por etapas también representa al militar guerrero, hombre de familia y padre se 17 aurelianos LasPiletas 17
  • 18. más. No muere asesinado, pese a las mil bata- llas que libra, sino de anciano, retirado en su taller de orfebrería, y sin memoria. Mientras que Úrsula Iguarán es el princi- pal personaje femenino de una obra en la que no faltan grandes caracteres, el flaco y volcáni- co coronel Aureliano Buendía es la personalidad fulgurante del libro. Así lo afirma Mario Vargas Llosa en Historia de un deicidio, que, 40 años después de su publicación, sigue siendo un estu- dio de referencia sobre la obra de su antiguo amigo. En este personaje concentra el autor sus recuerdos de las historias de los libertadores de América, los caudillos liberales, y a la vez auto- ritarios, del siglo XIX, en él refleja el escritor la ambición humana por el poder y su visión del rol del hombre en la familia. Hablamos de un per- sonaje que es el más citado en el resto de sus novelas: está presente en La hojarasca, (1955), en El coronel no tiene quien le escriba, (1961), en La mala hora, y más adelante, cuando el autor borra a Macondo sobre la faz de la tierra, lo rescata en Crónica de una muerte anunciada, (1981). Con este personaje establece el escritor una relación más íntima y sentimental, es él quien sufre en mayor proporción el rigor de la soledad, pues no puede expresar sus sentimien- tos de amor ni a sus amantes ni a sus hijos, y ter- mina recluido en casa hasta la muerte. 2.- Úrsula Iguarán: Es cofundadora, junto con Aureliano su esposo, de la ciudad de Macondo. Es el gran personaje femenino de Cien años de soledad, descrita en las primeras páginas como una figu- ra omnipresente: “mujer de nervios inquebranta- bles, a quien en ningún momento de su vida se le oyó cantar, parecía estar en todas partes desde el amanecer hasta muy entrada la noche, siem- pre perseguida por el suave susurro de sus polle- rines de olán”. Es una mujer inteligente y brillan- te por su fortaleza, defensora tenaz de su familia, es la que lidera Macondo tras la muerte de su cónyuge, vivió más de cien años falleciendo sola. Hablamos de una mujer exuberante, redentora, generosa, que adoptó como suyos a los 17 hijos naturales de Aureliano Buendía. Es justa, pero a la vez rigurosa, y ante todo de una firmeza pétrea: expulsa de su propia casa a sus dos hijos Rebeca y José Arcadio, cuando se entera de que están casados, y destituye al alcalde del pueblo a correazos cuando comete una injusticia. Mantiene un carácter matriarcal, que es el fundamento de su pueblo por mas de cien años, algo esencial para entender la obra de Gabo, ante todo su visión de las mujeres: en los libros del autor ellas son las que tienen el poder, ellas deciden, y son conscientes de la realidad que las rodea, mientras que los hombres están persiguiendo fantasmas o peleando guerras. Ella se queda al frente de su casa, a la cabeza de su pueblo para sacarlo adelante. “Esta es una casa de locos”, dice, cuando ya alcanza la edad de la vejez, “pero mientras yo siga viva no faltará dinero”. 3.- Florentino Ariza: Enamorado de Fermina Daza desde su adolescencia hasta la ancianidad en la novela El amor en tiempos de cólera, (1985). Un texto que contiene dos historias. La primera, apenas esbo- zada, es la del amor secreto que culmina con la LasPiletas18
  • 19. muerte de un hombre que ha querido ponerse a salvo de “los tormentos de la memoria”. La otra, es la que hace de dichos tormentos su alimento. Se trata de un amor acechado por los enemigos: el deterioro físico, la vejez, la muerte, pero que el personaje es capaz no solo de resistirlos, sino tam- bién de transformarlos en el ímpetu del deseo. Hablamos de un ser idealista que, en su nobleza de espíritu, se pone al límite del delirio. Es un loco y arruinado, pero que persiste en su pasión inva- riable. Se trata de un modelo de moralidad, idea- lismo y nobleza. Su presentación en la casa de su amada conmueve por su determinación y arrojo. Es un modelo de personaje de los mejor perfilados por el autor. ¿Quién espera 53 años, 7 meses y 11 días para reencontrarse con el amor de su vida? Solo él pudo hacerlo por su tenacidad. Hijo del dueño de una compañía ferrovial que navegaba por el río Magdalena, ve a Fermi- na Daza una tarde después de llevarle un tele- grama y se enamora perdidamente de ella. Cuan- do decimos perdidamente es porque se trata de un amor para siempre. Él prometió amor y virgi- nidad, si bien lo segundo no lo cumple –se le cuentan más de 300 amantes– mantiene su pro- mesa de amor eterno, que no duda en reafirmar- lo, tan pronto Fermina queda disponible, lo que hace de su amor un “amor en tiempos de cólera”. Su palabra y su valentía de aparecer en casa de Fermina, solo horas después de la muerte de su esposo, consiste en un arrebato incendiario, pero a la vez nos deja sin aliento por su firme decisión. 4.- El Coronel: La novela corta El coronel no tiene quien le escriba, (1961) contenía ya un personaje que anticipaba a los ancianos de la saga de Macon- do: inspirada en el abuelo de Gabo, que espe- ra inútilmente la pensión del Gobierno. Con muy pocos elementos el autor crea en el texto una atmósfera kafkiana de resignada tensión, propia de otras novelas como El desierto de tártaros o Zama. Al personaje se le identifica en la obra por su graduación militar. Con la misma persis- tencia que Ariza, pero sin su ilusión erótica, el coronel aguarda la llegada de la pensión que nunca le llegará. El personaje mantiene una esperanza que no cuenta con la exuberancia de Macondo en Cien años de soledad. La espera camina sobre una atmósfera asfixiante que entroniza la figura del coronel. Novela escrita en París, mientras García Márquez esperaba algunas respuestas para regresar a Colombia después de una misión periodística. Texto que se convirtió en la génesis literaria de su Macondo. El coronel evidencia los primeros rasgos de los demás habitantes: retraí- dos, solitarios en sus horas finales, pero a la vez retratos de la idiosincrasia de un país entero, a saber: su capacidad de aguante. Nos referimos a un hombre casi desahuciado, armado apenas de un gallo de pelea, que no se rinde pese a la burla de sus amigos. No cede ni siquiera ante el acoso de su mujer, que desaparece por la situación. Él continúa su viaje hasta la batalla final donde el gallo les dará la comida que necesitan a gritos. 5.- Santiago Nassar: Personaje de su novela Crónica de una muerte anunciada, (1981), en la que el autor echa mano de sus recursos periodísticos. Se trata de un personaje que termina asesinado por los hermanos de la mujer a la que robó la virgini- dad, la joven Ángela Vicario. Gabo parte de una historia real que tuvo como víctima a Caye- tano Gentil, su amigo. Un joven de buen carác- ter, querido de sus vecinos y dueño de una hacienda. Su muerte es descubierta y recom- puesta 20 años más tarde por un reportero, hecho que constituye el argumento de la obra Crónica de una muerte anunciada. Se trata del relato más realista de García Márquez, basado en un hecho histórico ocurrido en su tierra natal. Cuando empieza la novela ya se sabe que los hermanos Vicario van a matar a Santiago Nas- sar para vengar el honor ultrajado de su herma- na Ángela. El tiempo cíclico, tan usado por el autor en sus obras, reaparece aquí. LasPiletas 19
  • 20. 6.- Nena Daconte: Tal como señala el autor: ”el esfuerzo por escribir un cuento corto es tan intenso como empezar una novela, pues en el primer párrafo de una novela ha de definirse todo: estructura, tono. Estilo, ritmo, longitud y, a veces, hasta el carácter de algún personaje”. Lo dice Gabo en alusión a la difícil factura de Doce cuentos pere- grinos, (1992). Pasado este trance, continúa el escritor, lo demás es escribir, el más íntimo y soli- tario que pueda imaginarse, y si “uno se queda corrigiendo el libro para el resto de su vida es porque el mismo rigor de fierro que hace falta para empezarlo, se impone para terminarlo”. El cuanto, en cambio, tiene otra forma de conce- birse, y cuando Macondo fue borrado de la tie- rra del autor, tuvo que recurrir a otras fuentes de inspiración para seguir adelante con su literatu- ra. En esta obra, su último libro de relatos apa- rece una mujer, Nena Daconte, lejana de la ima- ginación bucólica de su pueblo imaginario, moderna, educada, y con pantalones. En El ras- tro de tu sangre en la nieve, ella conoce a Billy Sánchez en medio de un ataque de una pandilla de adolescentes al balneario en el que ella se relaja. El autor nos la muestra como una mujer que maneja su destino y que es capaz de regir el planeta con inteligencia y dulzura. Más adelante en el camino de su luna de miel en Europa, su tragedia, que tal vez no advier- te como grave, no la hace perder ni el buen humor ni su naturaleza de mujer fundamental: siempre tiene una respuesta acertada para todo. Y todo esto dicho en la brevedad de un cuento, lo que hace más poderoso a este personaje. Nena Daconte no sobrevive ni a la mitad del relato, pero vive su agonía con una dignidad asombrosa, que la convierte en un personaje inolvidable en el extenso legado literario del colombiano inmortal. Ahora les corresponde a nuestros lectores identificar a los personajes aquí presentados en los textos del autor. Llega el momento de disfru- tar con la lectura de sus hazañas y aventuras, de recorrer el mundo que para ellos dibujó García Márquez con una certeza irrepetible. Solo con la lectura atenta y reflexiva puede el amante de la buena literatura calibrar si el producto final está bien elaborado. A mi me ha correspondido tan solo poner al lector en el lance, que sea cada cual desde el ruedo quien opine si el maestro que nos dejó estaba en lo cierto. LasPiletas20
  • 21. LAS CARTAS DE AMOR Enviar un billete o un papel, con el signi- ficado de ‘carta breve de amor’, era el medio que los enamorados usaban para comunicarse sus sentimientos, salvando así las barreras que los prejuicios y usos de aquella época los sepa- raban. El enredo y el equívoco tenían estos bille- tes como medio ideal. Timbrio entrega un billete a su amada fingiendo que es de un amigo y Nísi- da le contesta fingiendo también que proviene de otra mujer. El tópico de la enfermedad de amor sirve de pretexto para conseguir ablandar la dureza de la amada: TIMBRIO A NÍSIDA »Determinado había, hermosa señora, que el fin desastrado mío os diese noti- cia de quien yo era, pareciéndome ser mejor que alabárades mi silencio en la muerte, que no que vituperárades mi atrevimiento en la vida; mas, porque imagino que a mi alma conviene partir- se deste mundo en gracia vuestra, por- que en el otro no le niegue amor el pre- mio de lo que ha padecido, os hago sabidora del estado en que vuestra rara beldad me tiene puesto, que es tal, que, a poder significarle, no procurara su remedio, pues por pequeñas cosas nadie se ha de aventurar a ofender el valor estremado vuestro, del cual y de vuestra honesta liberalidad espero res- taurar la vida para serviros, o alcanzar la muerte para nunca más ofenderos. LOS CASOS DE AMOR EN LA GALATEA Las historias entrecruzadas, como en una película del cine de nuestro tiempo, forman el núcleo fundamental de La Galatea. Nos encontramos en la ribera del Tajo con dos pastores, Elicio y Erastro, que comparten su decepción por el rechazo de la bella Galatea. Elicio es culto, educado, refinado en su habla, mientras que Erastro es rústico, sencillo, simple y espontáneo. Esta combinación es original de Cervantes, que busca la ambigüedad de lo real e histórico frente a la idealización de las novelas pastoriles anteriores. El diálogo de los dos pas- tores se rompe cuando aparece otro pastor armado con un cuchillo que huye al interior del bosque. Al anochecer, Elicio lo encuentra y escu- cha de sus labios una trágica historia de amor: una versión cervantina y española de Romeo y Julieta, situada en Andalucía: “-En las riberas del Betis, caudalosísimo río que la gran Vandalia enriquece...” Dos familias rivales de la nobleza dividen al pueblo en dos bandos. Lisandro y Leonida ocultan su amor y son víctimas de la envidia y de la discordia entre sus respectivas familias. Cuan- do Lisandro acuerda con Leonida casarse en secreto, la traición de un falso amigo de ambos desencadena la tragedia. El hermano de Leoni- da, Crisalvo, cree que la mujer embozada es Sil- via, de la que está celoso, y la asesina esa noche en el bosque junto a un amigo de Lisandro. El joven, preso de la ira y el dolor apuñala al ase- sino y huye. Así conoce a Elicio, con el que com- parte su soledad y su dolor. En este momento, los tres pastores descu- bren a Galatea …. “...cuya hermosura era tanta que sería mejor dejarla en su punto, pues faltan palabras para encarecerla. Venía vestida a la serrana, con los luengos cabellos sueltos al viento, de quien el mismo sol parecía tener envidia...” LasPiletas 21 LA GALATEA (CONT.) Joaquín Romero Tallafigo
  • 22. La bella pastora esquiva a sus dos pre- tendientes y con su “extremada voz” canta este soneto: GALATEA Afuera el fuego, el lazo, el hielo y flecha de amor que abrasa, aprieta, enfría y hiere; que tal llama mi alma no la quiere, ni queda de tal nudo satisfecha. Consuma, ciña, hiele, mate, estrecha tenga otra voluntad cuando quisiere; que por dardo, o por nieve, o por red no espere tener la mía en su calor deshecha. Su fuego enfriará mi casto intento, el nudo romperé por fuerza o arte, la nieve deshará mi ardiente celo, la flecha embotará mi pensamiento; y así no temeré en segura parte de amor el fuego, el lazo, el dardo, el hielo No hacen falta palabras para explicar el contenido de este fresco pintado por Rafaello Sanzio en 1510. ¿Por qué el amorcillo que se esconde tras la nube no dispara sus flechas? Más adelante, Erastro, canta así su amor no correspondido por Galatea: ¡Oh clara luz, oh rayos del sol claro, antes el mismo sol! De vos espero sólo que consintáis que Erastro os quiera. A los tres pastores se unen dos nuevos enamorados. El genio de Cervantes ensaya el juego de las distintas perspectivas que caracteri- za a su obra maestra. Aquí es el amor el que se descompone como la luz del arco iris. Ahora, Tirsi, enamorado de Fili, representa el amor más allá de la distancia o del tiempo. El pastor es feliz con la ausencia de la mujer amada, pues vive con ella en el espíritu. Damón, enamorado de Amarilis, muere de pena y desconsuelo por esa misma ausencia. Y ahora es el momento de la música, cuando a las voces acordadas de los pastores y la música del rabel, el caramillo, la zampoña y el arpa se unen a la música del verso: “En la antigua y famosa ciudad de Jerez, nació Timbrio, un valeroso caballero...” Los pastores encuentran a un “mozo ermi- taño que comienza así la narración de los hechos que le han conducido a vivir en soledad, lamentado sus desventuras. Es una historia que se puede situar dentro de las de ‘los dos ami- gos’. Cervantes volverá a utilizar este recurso en El Quijote. Es un relato lleno de aventuras que lleva a los dos amigos Silerio y Timbrio de Jerez a Barcelona –donde están a punto de ser ajusti- ciados– y, de allí a Nápoles. Ambos se enamo- ran de la bella Nísida y se encuentran ante un dilema: elegir entre su sincera amistad o luchar por la misma mujer. El desenlace tendrá que esperar porque la historia se interrumpe aquí. Los pastores y pastoras prosiguen su camino hacia la aldea en la que se va a celebrar la boda del rico Daranio con la bella Silveria. En esto, oyen el triste canto de Mireno, al son de su LasPiletas22 El triunfo de Galatea
  • 23. rabel. Este les descubre el motivo de su llanto: ama a Silveria, pero ella y su familia prefieren a Daranio. ¿Y cuál es el motivo? “ -¿Cómo ha de esperar Mireno contento, si mañana se desposa Daranio con la pastora Silveria, con quien el pensabas casarse? Pero, en fin, han podido más con los padres de Silve- ria, las riquezas de Daranio, que las habilidades de Mireno.” Y Mireno canta así al poder del oro y las riquezas, con resonancias en el Libro de Buen Amor y en las letrillas de Góngora y Quevedo.: Oro tuerce el derecho de la limpia intención y fe sincera, y más que la firmeza de un amante, acaba un diamante, pues su dureza vuelve un pecho cera, por más duro que sea, pues se le da con él lo que desea. Este ‘caso de amor’ se refleja en un epi- sodio de El Quijote (II, XX y XXI), cuando caba- llero y escudero asisten a las bodas de Cama- cho, el rico, con la hermosa Quiteria, con la ingeniosa treta de Basilio, el pobre, que consi- gue recuperar a su amada. Las bodas de Camacho: una lección de gastronomía manchega. Y Cervantes -para disfrute de los que gus- tan de la música y del folclore- describe así la entrada en la aldea de los pastores, para feste- jar la boda: “Cada cual, como mejor pudo, comenzó por su parte a regocijar la fiesta, cuál trayendo verdes ramos para adornar la puerta de los des- posados, y cuál con su tamborino y flauta les daba la madrugada; acullá se oía la regocijada gaita; acá sonaba el acordado rabel; allá el anti- guo salterio; aquí, los curados albogues; quién con coloradas cintas adornaba sus castañetas para los esperados bailes...” Una vez celebrada la boda, tras un “generoso y suntuoso convite” -parece que esta- mos en la Roma antigua- se celebra una ‘batalla’ poética, una justa lírica en la que cuatro enamo- rados expresan sus distintos modos de ver y sen- tir el amor: Desfilan así por el “humilde teatro” cuatro jóvenes poetas: A Orompo, la muerte le ha quitado a su amada: ¡Oh muerte, que atajas y cortas el hilo de mil pretensiones gustosas humanas. ¡Por qué no templaste, traidoras, el estilo tuyo cruel? ¿Por qué, a mi despecho, probaste en el blanco y más lindo pecho de tu fiero alfanje la furia y el filo? LasPiletas 23
  • 24. LasPiletas24 Marsilo ruega desesperadamente a Beli- sa que ablande su corazón y trueque su despre- cio por amor: ¡Belisa, luz del día, gloria de la edad nuestra: si valen ya contigo ruegos de un firme amigo, tiempla el rigor airado de tu diestra, y el fuego deste mío pueda en tu pecho deshacer el frío! Crisio sufre el mal de amor por la ‘ausen- cia’ de la mujer amada: Ausente estoy de aquellos ojos bellos que serenaban la tormenta mía; ojos vida de aquel que pudo verlos, si allí no pasó la fantasía: que verlos y pensar de merecerlos es loco atrevimiento y demasía. Yo los vi, ¡desdichado!, y no los veo, y mátame de verlos el deseo. El mismo Crisio que, al son de la zampo- ña y del rabel, canta así: Si a las veces desespera del bien la firme afición, quien desmaya en la carrera de la amorosa pasión, ¿qué fruto o qué premio espera? Yo no sé quién se asegura gloria, gustos y ventura por un ímpetu amoroso, si en él y en el más dichoso no es fe la fe que no dura. Orfinio considera que los males de sus competidores son menores en comparación con el suyo: los celos, dolor riguroso que el corazón padece”: Calle su mal sobrado Orompo; encubra Crisio su dolencia; Marsilo esté callado: muerte, desdén ni ausencia no tengan con los celos competencia. ¿Quién gana esta ‘batalla’ poética? Damón, el seudónimo que Cervantes da a un poeta amigo suyo y como él de Alcalá de Henares, proclama como triunfador a Orfinio: “Pero habiéndose movido contienda entre muchos de los circunstantes sobre cuál de los cuatro había alegado mejor su derecho, en fin se vino a conformar el parecer de todos con el que dio el discreto Damón, diciéndoles que él para sí tenía que, entre todos los disgustos y sin- sabores que el amor trae consigo, ninguno fati- ga tanto al enamorado como la incurable pesti- lencia de los celos ...” Los tres últimos libros de La Galatea se animan con los enredos que producen los amo- res tempestuosos de dos gemelas, Teolinda y Leo- narda con dos hermanos gemelos como ellas, Artidoro y Galercio. Mediante el equívoco del asombroso parecido, Teolinda pierde a Artido- ro, que finalmente pide la mano de Leonarda. Y Galercio, ante el desprecio de Leonar- da, pretende a la cruel Gelasia. Un papel empa- pado por las lágrimas del amante despreciado esconde esta bella canción: GALERCIO A GELASIA ¡Ángel de humana figura, furia con rostro de dama, fría y encendida llama donde mi alma se apura! Escucha las sinrazones, de tu desamor causadas, de mi alma trasladadas en estos tristes renglones. Y AL FINAL... Nos quedamos sin saber si Elicio verá
  • 25. realizado su sueño de amor con Galatea. Su padre la quiere casar y los pastores y pastoras se ofrecen para mediar con él. Y si persiste se juramentan para raptar violentamente a la bella pastora para que consume su amor con Elicio. Pero aquí se interrumpe el relato con estas pala- bras del autor: “El fin deste amoroso cuento, con otras cosas sucedidas a los pastores aquí nombrados, en la segunda parte desta historia se prometen, la cual, si con apacibles voluntades esta primera parte viere recibida, tendrá atrevimiento a salir con brevedad a ser vista y juzgada de los ojos y entendimiento de las gentes.” Esta promesa -incumplida por don Miguel- se repite en el capítulo VI de El Quijote, en la dedicatoria de las Ocho comedias y ocho entremeses, en el prólogo de la segunda parte de El Quijote y en la dedicatoria de su obra pós- tuma, Los trabajos de Persiles y Sigismunda. La huella de La Galatea se puede ras- trear en toda la creación del genio de Alcalá de Henares durante treinta años, desde su vuelta del cautiverio de Argel hasta su muerte: en su obra teatral, en su poesía y en su narra- tiva, especialmente en El Quijote y en las Novelas ejemplares. Y no podemos dejar de citar el juicio del propio autor -en boca del cura- en el famoso escrutinio de la biblioteca de Don Quijote: “-...Pero ¿qué libro es ese que está junto a él? -La Galatea de Miguel de Cervantes -dijo el barbero. Muchos años ha que es grande amigo mío ese Cervantes, y sé que es más versado en desdichas que en versos. Su libro tiene algo de buena invención: propone algo y no concluye nada; es menester esperar la segunda parte que promete: quizá con la enmienda alcanzará del todo la misericordia que ahora se le niega; y entre tanto que esto se ve, tenedle recluso en vuestra posada, señor compadre.” En la edición de La Galatea que he utili- zado para este trabajo, en la magnífica colec- ción CLÁSICOS CASTELLANOS (Espasa Calpe, 1968), Juan Bautista Avalle-Arce resume así su visión sobre la novela: “Colocada en la tradición pastoril, es de una novedad absoluta, que renue- va el material de acarreo, al mismo tiempo que novela con aspectos de una realidad vedada por los cánones. Dentro de la imponente pers- pectiva de las obras cervantinas, La Galatea acusa muchas características que pasarán más adelante a la historia de la literatura como mar- cas indelebles de su autor.” Y me quedo, por último, con una idea presente en La Galatea, inspirada en Platón: el amor es sabiduría y conocimiento. Por eso se jus- tifica la metamorfosis -propia del género pastoril- de unos rústicos pastores en músicos y poetas de lenguaje refinado. Dejo al gusto de cada uno leer esta nove- la o no. Sí puedo decir que, para mí, ha sido una experiencia muy agradable. En Sanlúcar de Barrameda, a 29 de febrero de 2016, un día muy especial que tar- dará cuatro años en llegar de nuevo. LasPiletas 25
  • 26. LasPiletas26 UNA CARICIA CÁLIDA María Salud Sobrino Corrales La primavera coquetea con el cielo… se pone su traje verde y cose una a una, flores vivas, que riega para que estén frescas. Con un soplo las obliga a exhalar presurosas sus perfumes pues el cielo necesita de su aroma para ser azul. El cielo azul está prendado de la primavera verde. La mira y la envuelve en su luz. En la noche enciende candiles y con una caricia cálida la adormece, mientras le susurra al oído una melodía aprendida en su constante peregrinar… de los silencios árticos de las profundidades marinas, por las gotas de la lluvia y por los suspiros de los enamorados. El cielo es azul y la primavera verde. *** LA ANTIMUERTE Juan Carlos Palma Macías (1996) Llegará la agonía del campo verde y no me daré cuenta. Y no habrá pájaros que canten en mi idioma ni perros que ladren mi ausencia. Se lo llevó un mar frondoso y verde, se lo llevó un mar frondoso y verde. La guadaña del tiempo segó su último grito frondoso y verde. Y desde el pulmón de las olas expiro en la orilla como una ola más, mojando la arena de recuerdos. Seremos felices allí arriba -dijo el mar, y el murmullo atravesado del viento no le impidió escuchar. Seré el abrigo de tu herida. Y le hizo callar. Y le hizo callar. Seré ,,, Se lo llevó un mar frondoso y verde, se lo llevó un mar frondoso y verde. Y cuando la noche brilló por última vez se hizo llevar su sonrisa frondosa y verde. PÁGINAS PARA LA LÍRICA
  • 27. Y mañana no habrá porqués, será tarde para saber. Por la cuesta del sol subirá desnudo con los ojos llenos de porqués. El corazón se lo dejó en la arena y no se dará cuenta. Se lo llevó un mar frondoso y verde que seguirá llorando su pena. *** DE “EL COLLAR DE LA PALOMA” Ibn Hazn de Córdoba (994-1063) La herida que me abriste tiene cura, y es la herida de amor la que no cierra. En su albísima piel son los lunares nenúfares en campo de narcisos. Cuántas veces aquella por quien muero me dijo con palabras despectivas, al yo hacerle apremiantes peticiones, mezclando la lisonja a la insistencia: “¿Es que no mi desdén tu sed aplaca, ni el deseo que te urga por el pecho?” Y yo le contestaba: “Si así fuese, no habría dos vecinos enemigos. Huestes que han de reñir se miran antes de que la muerte entre ellas haga estragos”. *** DE “ORILLAS DEL DUERO” Antonio Machado (…) Era una tarde, cuando el campo huía del sol, y en el asombro del planeta, como un globo dorado aparecía la hermosa luna, amada del poeta. En el cárdeno cielo violeta alguna clara estrella fulguraba. El aire ensombrecido oreaba mis sienes, y acercaba el murmullo del agua hasta mi oído. Entre cerros de plomo y de ceniza manchados de roídos encinares, y entre calvas roquedas de caliza, iba a embestir los ocho tajamares del puente el padre río, que surca de Castilla el yermo frío. ¡Oh Duero, tu agua corre y correrá mientras las nieves blancas de enero, el sol de mayo haga fluir por hoces y barrancas, mientras tengan las sierras su turbante de nieve y de tormenta y brille el olifante del sol, tras de la nube cenicienta!… ¿Y el viejo romancero fue el sueño de un juglar junto a tu orilla? ¿Acaso como tú y por siempre, Duero, irá corriendo hacia la mar Castilla? *** LasPiletas 27
  • 28. LasPiletas28 De la colección “Jóvenes escritores sanlu- queños” 1991, libro publicado en 1993 por la Delegación Municipal de Cultura y distribuido por la Biblioteca Municipal y El Colegio El Pica- cho, en el que se recogen los premios concedidos ese año en el IV Concurso de relatos cortos “José Luís Acquaroni” y Concurso de poesía “Manuel Barbadillo”, con motivo del XIX Día Internacional del Libro, en Sanlúcar de Barrameda. EL TREN DE VAPOR Ana Valencia Álvarez 6º E.G.B. - C.P. Princesa Sofía Me cuenta mi padre, y así lo imagino y lo cuento yo, que en mi pueblo blanco y verde, a orillas del Guadalquivir, había hace ya tiempo un pequeño tren de vapor, pues andaba por medio del vapor que producía su vieja caldera. Muy de temprano, un hombrecillo, que siempre tenía la cara tiznada, se encargaba de llenar la vieja caldera de carbón y agua, únicos materiales que hacían el milagro de mover esa caldera con ruedas y arrastrar tras ella seis u ocho vagones de madera. Una vez la caldera caliente, el vapor se escapaba por las múltiples rendijas, inundaba la pequeña estación y envolvía a los pocos y madrugadores viajeros que esperaban en el andén. Un señor con gorra roja, uniforme azul y muchos botones dorados, con una bandera roja en la mano, daba un pitido y la caldera, expul- sando humo por todas partes, comenzaba a moverse lentamente, escuchándose el chirrido de las ruedas de los viejos vagones, como protesta por el inmenso esfuerzo que debían hacer. El viaje comenzaba muy lentamente, como queriendo no correr demasiado para recrearse del bello paisaje que le esperaba. Nada más salir de la estación pasaba por Las Piletas, un manantial todo lleno de ver- dor, oliendo a las innumerables flores que allí LITERATOS INFANTILES Y JUVENILES
  • 29. había plantadas. Más adelante, y una vez esca- lado el Castillo del Espíritu Santo -qué fatiguita le costaba…- llegaba a La Jara, un lugar maravi- lloso, donde la viña y el mar se besaban y, empezando la primavera, los almendros se cua- jaban de flores blancas. Nuestro trenecito seguía su ruta, sin pri- sas. Parecía que él quería que el viajero pudie- ra contemplar tan bello paisaje. Y siguiendo, dejando una estela de humo blanco, se advertía un faro alto y majestuoso sobre un fondo azul sin límites que hacía com- prender que Chipiona estaba cerca, una villa blanca, mitad marinera, mitad agrícola. En la estación de este bonito pueblo, donde se baja- ban escasos viajeros, esperaban para recoger- los contados carricoches tirados por caballos, que parecían salidos de una estampa del Oeste. Siguiendo su camino, nuestro tren pasa- ba por una playa virgen y de arenas doradas, llamada La Ballena, ya muy cerca de otro pue- blo muy marinero, Rota, donde los campesinos saludaban con nostalgia al tren que pasaba. Y, por último, el tren llegaba a su térmi- no: una ciudad grande y hermosa llamada El Puerto de Santa María, final de ese maravillo- so viaje que, costeando, a veces tocaba el mar y a veces tocaba el campo, parecía que juga- ba al esconder. Todo esto, aunque yo lo recibo como un cuento, mi padre dice que fue realidad, y cuan- do con él voy por aquellos parajes y veo las vías enterradas y llenas de hierbas, no puedo evitar que los ojos se me humedezcan y por mi mente recorra la nostalgia de no poder ver ese treneci- to de vapor que partía de una pequeña estación de mi pueblo y que llenaba de humo muy blan- co el cielo azul. *** EL SENDERO ENTRE LAS VENAS Ignacio Monge García 2º de B.U.P– I.B. Francisco Pacheco Situado en la acera conclusa, con la mirada vaga, vacía. Observando las lindes de la eternidad, él escucha sus pasos sobre la calle nocturna y desolada de la muerte; en sus venas. El sabor a tumba penetra, le llega fluyendo, jugueteando entre la vida. En un falso paroxismo de placer y dolor. Pero la eterna sonrisa, grotesca y anodina, lo rechaza, lo empuja de nuevo hacia el sufrimiento. Hacia la luz mortecina. Hacia la línea finita de la vida. Porque el turno aún no le ha llegado. Y la esperanza cae, escurriéndose entre los dedos de la locura mortal. Riéndose. Cayendo, corriendo, cantando, castigando. No más sol enardecido. Ni brillo vivaz. Ni reflejo en la mirada. Sólo un llanto suicida, que suplica. La aguja gotea la muerte. Blanca. Quizás las flores vivan tan poco, deseosas de que no haya tiempo para maltratarlas. Manuel Barbadillo LasPiletas 29
  • 30. LasPiletas30 Octogenario, con el escaso pelo blanco, la mirada perdida y los recuerdos vivos, me dis- puse a lanzar al mar el último mensaje de mi vida metido en una botella, para cumplir con la tradición que desde niño me impuse: cuando me sucediera algo importante en mi vida, lo lanza- ría al mar en forma de mensaje en una botella, para que alguien se enterara de lo feliz que yo era y para compartirlo con él. En cambio, esta vez no lo hice así, que- ría meterme yo en forma de mensaje y averiguar dónde iban, porque desde niño mandé muchos y nunca tuve respuesta de nadie. . . . . . . . . Mientras lo decidía, se me vinieron a la cabeza todos los recuerdos de mi vida y los viví como si los estuviera realizando en el momento. El primero fue de cuando hice mi primera comu- nión. Cogí una estampa de recuerdo de ella y la metí en la botella con un manuscrito hecho a pluma, con tinta china y papel secante, donde se vislumbraba mi escasa caligrafía con esa edad. Ponía mis inquietudes y mi dirección, que era una casa con un patio y un limonero en medio y dos jaulas con canarios, los cuales com- petían en color con los limones; a continuación, la dirección postal, pero insistiendo: “mi casa es la del patio con el limonero”. Todo ello metido en una botella transpa- rente con un tapón de corcho embadurnado en cera de abeja para que no entrara el agua, lo tiré al mar, acompañado de una plegaria y la sensación de que llevaba algo de mi vida. La segunda botella la mandé al terminar los estudios primarios. Ya habíamos formalizado nuestro noviazgo. Ella, compañera mía de clase, era más romántica que yo y, cuando le dije la promesa que tenía con el mar, se alió conmigo para seguir la tradición. Esta vez el mensaje y la dirección fueron dobles y, escrito con bolígrafo, las plegarias se supone que eran distintas. La ilu- sión de lanzarlas al mar fue para mí doble, al hacerlo en presencia de mi compañera, que ya creía para toda la vida. La tercera la lanzamos el día de la boda. Un día lleno de felicidad y emociones, y decidi- mos para completarlo y que fuera eterno mandar otro mensaje en una botella. Estaba compuesto por una invitación a la boda, dando por invitado -pasara el tiempo que pasara- al que nos contes- tase, y con la nueva dirección postal, aunque yo insistía en que también se podría mandar la de mi antigua casa, “la del patio con el limonero”. MENSAJE EN BOTELLAS Domingo Sumariva Jiménez
  • 31. El nacimiento de nuestro primer hijo fue para nosotros un día muy especial. Y decidimos mandar otra botella, con el aumento de la fami- lia y la misma dirección postal, y dentro también el primer chupete. La quinta y la sexta lo fueron por el naci- miento de nuestros dos nuevos hijos, pero un poco cansados ya por no recibir respuestas de nadie, aunque la esperanza estaba siempre viva. La séptima fue especial. Con motivo de nuestras bodas de plata, lanzamos una en el mismo sitio de siempre. En ella iban los nombres de toda la familia que, además de por nosotros dos, estaba compuesta de tres hijos y dos nietos, todo ello escrito en el ordenador, en un “pen”, con fotos nuestras en la casa del patio con el limonero. Renovábamos con ésta nuestros votos secretos desde que nos hicimos novios. Y así iban pasando los años, sin recibir noticia alguna de alguien que fuera romántico como nosotros. De vez en cuando, con motivo de algún cumpleaños mandábamos una botella, más bien para autoconvencernos de que llega- ban a algún sitio mágico. Y tras muchos años llegaron nuestras bodas de oro, un motivo muy especial, al que tantos no llegan por diferentes motivos. En nuestra ceremonia faltaban ya algunos amigos, pero se suplían ausencias con los nietos, que llevaban la alegría por donde pasaban. El banquete y el baile fueron mucho más suaves que los del primer aniversario, aunque cuando la juventud se hizo cargo de la música tuvimos que abandonar el local, apartándonos los amigos para charlar a un lugar mejor. Me obligaron a que dijera unas pala- bras. Yo, después de los agradecimientos y las fotos, les conté a mi familia y amigos la tradición que tenía desde niño de mandar un mensaje en una botella cada vez que me ocurría algo impor- tante, y este evento lo era. Por tanto, había que seguir con la tradición y los invité a todos a acompañarme a la tarde siguiente al espectácu- lo de lanzar la botella. Un gran aplauso lleno de besos y felicitaciones completó la noche. Aquella tarde, en el lugar de siempre, me dispuse a lanzar la botella, y me acordé de un viejo amigo marinero que decía que la séptima ola era la importante; que las olas venían en gru- pos de siete, como queriendo empezar de nuevo, y la séptima era la que barría todo y se lo llevaba lejos. De esa forma empezaba un nuevo ciclo. Y recordé que por respeto a aquel amigo, le hice caso y la esperé; conté varios gru- pos, y era cierto: la séptima era más importante que las anteriores. Mi nieto pequeño, que ese año hacía la primera comunión, me dijo: Abuelo, ¿por qué cuentas las olas? Nadie se apercibió del hecho, sólo él, LasPiletas 31
  • 32. LasPiletas32 David; los demás creían que la nostalgia me hacía dudar mientras recordaba las anteriores botellas enviadas. Les conté entonces -nunca antes la había contado- la historia de la séptima ola. Quedaron gratamente sorprendidos. De nuevo, sólo David me preguntó: – Abuelo, ¿yo puedo seguir con la tradi- ción?; este año hago yo la comunión. ¿Cuántas veces te han contestado? – Nunca -le dije con tristeza. – Entonces, ¿por qué sigues? – Porque la fe, la esperanza y la ilusión son gratis. ¿Y si alguna vez contestan…? No pierdo nada por esperar; a tu abuela también le hace ilusión. David miró a la abuela y ésta, haciendo un gesto de complicidad, se puso cerca de mí animándome a que tirara la botella. Él se puso delante del grupo y como si fuera el director de una orquesta invitó a todos a contar las olas: uuuna, dooos, treeees, cuaaatro, cinnnco, seeeis y ¡sietee!, y la lanzó en toda la cresta de la ola, a la que siguió un ¡bieeen! y un aplauso. Me preguntó con la inocencia de su edad: – Abuelo, ¿se puede saber qué le has puesto de mensaje esta vez? – Claro que sí, nieto. He mandado una tarjeta de la celebración de las bodas de oro, y las direcciones de todos esta vez, porque con la edad que tenemos es poco probable que reco- jamos respuestas; de esta manera algunos de ustedes puede seguir la tradición. – Abuelo, ¿también has puesto la de la casa del limonero en el patio? – No, porque ya está casi seco, es muy viejo; le pasa como a nosotros, que ya le hemos sacado casi todo el jugo a nuestra vida, como a un limón exprimido. – Abuelo, ¿qué vas a hacer con el limo- nero cuando se seque? – Pues no lo sé, pero arrancarlo no. – ¿Qué te parece -me dijo- si nos vamos todos esta tarde a merendar bajo el limonero? – ¡Es una buena decisión, antes de que se le caigan las hojas! – Marchémonos, acompáñame a comprar pasteles y, mientras, tu abuela que prepare el café. La tarde salió perfecta entre preguntas y anécdotas. A los pocos meses el limonero empezó a marchitarse. Se llevó triste los dos últimos, todas las hojas se pusieron amarillas y luego cayeron al suelo. Las ramas seguían aún verdes. ¿Sucum- biría del todo? Intenté reanimarlo con tratamien- tos fungicidas. Pero en esos días la salud de la abuela empezó a fallar y todo el tiempo lo dedi- caba a ella. El limonero murió. Presentía que se me escapaba de las manos la vida de mi mujer y yo no podía hacer nada, aunque le pusiera mucho más interés en rea- nimarla del que le puse al limonero. Sólo rezar; y no paraba de hacerlo. Además, empecé a infor- marme sobre las dimensiones que hay en la vida, por si podía acceder a alguna para estar cerca de ella en el otro lugar. Mientras tanto, ella seguía apagándose y murió a las pocas semanas. David venía todas las tardes después de hacer la tarea escolar a consolarme. Una de ellas me dijo: – ¡Abuelo, no te preocupes! Este año hago la primera comunión y como tú no vas a enviar más mensajes, yo los continúo. ¿Crees que tendría que plantar un limonero? – No, David -le dije mirándolo cariñosa- mente-, no me imites, haz tu propia vida, pero nunca pierdas la esperanza y la ilusión; ¡verás como te salen cosas bonitas! A la semana siguiente el sonido del mar me llamó y acudí a él con algo de alegría. Sentado en la orilla, empecé a contar las olas, y la séptima me decía: “¿No te falta algo?”. Y cada vez que con- taba un nuevo grupo, la séptima siempre me pre- guntaba lo mismo. Dándome por enterado, me marché a preparar el último mensaje de mi vida. De la última rama del limonero, que toda- vía estaba algo verde y suave, haciendo un corte
  • 33. en redondo saqué la cáscara enrollada, como una rama de canela, y, dentro metí, también enro- llada, una esquela recordatoria del fallecimiento de mi esposa, atado con una cinta del pelo, que conservaba de ella. También, un manuscrito en forma de despedida, a bolígrafo, pero con letra inglesilla: Si alguien encuentra este mensaje y lo lee, no es lógico que lo entienda sin haber leído los anteriores, que durante más de setenta años he ido lanzando al mar. Sin embargo, sí se puede poner en contacto con mi nieto; él le comentará todos los que mandé, pues le di una copia de todos ellos en mi testamento. Gracias. Una vez todo preparado, cogí dos bote- llas, preparé dos tapones herméticos, llamé al nieto y le dije: “David, acompáñame a lanzar la última botella”. – Abuelo, ¿por qué llevas dos? – Ya lo verás; te sorprenderá, pues creo que he encontrado una forma nueva de enviar mensajes y recibir respuestas al instante. David no quiso preguntar más hasta ver los acontecimientos. Al llegar a la playa, nos miramos y espe- ramos a la séptima ola. Con lágrimas en los ojos, lancé la penúltima botella de mi vida. Si en la primera de mi infancia notaba que algo mío iba dentro, en ésta iba todo. Mientras venía el otro grupo de olas, cogí la botella vacía y, aspirando una gran carga, exhalé todo el aire de mis pulmones den- tro queriendo llenarla de mi ser, tapándola inme- diatamente para que no se escapara nada. Esperé la séptima ola y la lancé acompa- ñada de una plegaria y del deseo de un milagro. David, viendo que ya no quedaban cere- monias, vio oportuno comentarme: – Abuelo, no entiendo nada. – Es difícil de entender y de explicar -le con- testé; te voy a contestar, pero sin más preguntas; a lo largo de tu vida a lo mejor lo entiendes. Como has visto, en la última botella no va nada, está vacía; yo he supuesto que me he meti- do en ella en forma de mensaje observador y voy a hacer el mismo recorrido que hacen las demás, a ver dónde van y por qué nadie contesta. David sólo dijo: “Abuelo, ¿me invitas a merendar? MI ÚLTIMO VIAJE Ya metido en la botella y viendo las cosas de otra manera, empecé mi enigmático viaje. Siempre iba cerca de la penúltima, a dos grupos de siete olas, para no perderla de vista ni tropezar -¡el tiempo que aquello durase no me importaba!-, hasta que entramos en una corrien- te marina y cogimos otro rumbo y otra veloci- dad. Aquí coincidíamos con muchas botellas y al acercarme veía que eran sólo basura. Sin embargo, de vez en cuando había algunas con mensajes -o algo parecido- dentro. Llegamos a un cruce de corrientes y, como era lógico, se incorporaron más botellas y basura; un trozo de red se enredó en la de mi mensaje principal; temí perderlo, pero al atravesar un remo- lino se desprendió de ella y quedó libre otra vez. Otro cruce de corrientes se veía venir, pero éste más importante. Me di cuenta de que era muy poco probable que fuéramos vistos por alguien en medio de tanta bahorrina, y casi entendí por qué no habían tenido éxito los envíos anteriores. Al acercarnos a una gran bahía la basu- ra cogía un rumbo distinto al de las botellas, o mejor, al de las que estaban en pie (había una extraña selección), y a medida que nos acercá- bamos a la playa iban quedando menos. Yo siempre tenía cerca la mía, aunque la distancia de los dos grupos de siete olas se había deshe- cho al entrar en las corrientes. En la playa quedamos varadas, una junto a otra, las dos botellas. Pacientemente, esperé numerosos grupos de siete olas -allí sí que llegaban de nuevo-, y no pasaba nada; de vez en cuando llegaba alguna botella. Estaba satisfecho por haber encontrado el lugar donde llegaban los mensajes, y con el deseo de comunicar a los remitentes que sus envíos no eran un caso perdido: ahora me pro- ponía contestar a todos; pero al ser sólo aliento me resultaba difícil. Tirando del hilo de la séptima ola, con sus ofertas, me acordé de que había leído algo sobre la séptima dimensión, donde todo puede ocurrir y ha ocurrido. Y yo sería el embajador para transmitirles a todos los románticos, en forma de sueños, que sus mensajes se cumplirían. 11/04/2015 LasPiletas 33
  • 34. Según la mitología griega, Cronos mutiló a su padre, Urano, y arrojó al mar los despojos de su virilidad, los cuales flotaron mucho tiempo sobre la superficie de las olas produciendo una espuma blanca de la que nació la diosa Afrodi- ta (o Venus, para los romanos), la diosa más her- mosa y popular, protectora de las mujeres, del amor y de la sensualidad. Pero de esta diosa no vamos a comentar nada, sino de un libro del mismo título del autor francés PIERRE LOUŸS (París 1870-1925). Es autor de numerosas obras en las que pone de manifiesto el helenismo pagano y el amor libre, todas ellas escritas en fino y cálido estilo y con descripciones de atrevido sensualismo. Su pri- mera obra, Astarté, fue una colección de poe- sías publicadas en la revista “Corque”, fundada por él. Le siguieron las novelas Leda, Ariadne, La casa sobre el Nilo, Afrodita -que la vamos a comentar- y muchas más. “AFRODITA” se publicó en Madrid en 1903 y su acción se sitúa en Alejandría, en el delta del Nilo, en tiempos de la reina Berenice, esposa de Ptolomeo III Evergetes, e hija del rey Magas, de Cirene. La mandó matar su hijo -cosa frecuente en la época-, que sería después Ptolo- meo IV Filopator. “Afrodita” es la historia de Krysis, bella cortesana “hetaira”, de Alejandría, nacida a ori- llas del lago Genezareth, en Galilea. Hija de otra cortesana de allí, que esperaba a los hom- LasPiletas34 LIBROS RAROS Elías Rodríguez González
  • 35. bres en el camino de Jerusalén. A los doce años se escapó con unos caravaneros que vendían marfil y que iban para Alejandría. Un lenguaje muy preciso, oraciones orde- nadas y descripciones bellísimas, hacen que este libro sea una joya literaria. Da la sensación de que el autor es un experto en el mundo helenísti- co, por la soltura con que describe los vestidos, peinados, orgías, distribución de las casas, cos- tumbres, etc.; es como si las estuviéramos vien- do. Así, por ejemplo, como cuando su esclava india Dyala la está maquillando, peinando y resaltando la belleza de Krysis con los afeites y ungüentos en boca, ojos, manos, uñas, etc., le recitaba bellísimas frases comparativas y meta- fóricas: Tus brazos son redondos como los colmillos de un elefante. Tus pies son dos nenúfares a flor de agua. Tus pies son dos botones de nenúfares hinchados. Demetrios era un joven escultor del que se enamoró la reina Berenice. Le hizo llamar a su palacio y fue recibido al son de largas trom- petas llamadas “salpingas”, y ella, con un vesti- do calado hecho por una esclava frigia, que dejaba al descubierto los veintidós lugares de la piel donde las caricias son irresistibles (dato curioso que ignoraba). Le encargó una imagen suya de mármol para que todo Egipto la adorara. Lo hizo su amante. Demetrios, seducido y lleno de orgullo por su masculinidad, se dejó querer por la reina. Una noche, mientras paseaba por el mue- lle, vio una bella cortesana de la que le impre- sionaron sus bellos ojos, de un azul oscuro y bri- llante a la vez. Era Krysis. Entablaron conversa- ción, llena de sensualidad. Él quería poseerla, pero ella se negó hasta que la satisfaciera en tres deseos: el espejo de plata de su amiga Bak- his, la peineta de marfil de una antigua reina de Egipto, que la tenía ahora la mujer del sacerdo- te, y el collar de perlas que colgaba del cuello de Afrodita. Su premio consistiría en poseerla cuanto quisiera, ella le cantaría bellas canciones y bailaría desnuda para él. Fuera de la ciudad había un gran parque regado por el Nilo, mandado hacer por Ptolo- meo I. Detallada descripción de sus plantas, árboles y adornos; y a su alrededor había cua- trocientas casas habitadas por cortesanas, tam- bién llamadas “hetairas”, de distintos países y costumbres. Y nos describe aquí el autor algunas curiosidades de la vida licenciosa y legalmente establecida. Así, por ejemplo, en la puerta donde vive una hetaira el aldabón debe ser un gran falo y la contraldaba tenía que presentar un surco en relieve con el sexo femenino y el nom- bre de la cortesana. Si alguna mujer quería dedicarse a ese estimado oficio, pues lo estimaban mucho los hombres, un sacerdote la desfloraba con un cuchillo de plata, pues la virginidad era desa- gradable a Afrodita. Después, tenía que ir a la escuela del templo a aprender teoría y práctica del arte erótico. El ejercicio final, donde tenía que poner en práctica lo aprendido, consistía en tener relaciones con tres hombres al mismo tiem- po y estar toda la noche disponible. El templo de Afrodita era el más visitado de todos y a quien más ofrendas le hacían. Las prácticas sexuales estaban permitidas en todos sus aspectos, no había cortapisas. Los amores lésbicos y homosexuales se veían de lo más normal. Los hombres tenían que demostrar su viri- lidad y el ser dominantes, tanto con los esclavos LasPiletas 35