4. A MODO DE PROLOGO
No es fácil explicar el arte. Surge por muy diferentes motivos: por constancia, por inspiración, por ambos métodos... En mi caso ese es mi trabajo artístico: la inspiración.
Esta surge como una estrella fugaz en la noche de la mente. ¿Como surgió este libro? se preguntará usted. ¡Yo que sé!
Desde hacía años, mis amigos Aitor, Paco y Miguel, cuyas raíces de sus ancestros estaban en Villaralbo, me hablaban de ese lugar y sus rostros se iluminaban con cada frase. Por otro lado también encontré una grata referencia sobre Zamora en el romancero medieval: “Zamora la bien cercada, por un lado la cerca el Duero y por el otro Peñatajada”. Además tenía en la mente los libros de Antonio Machado sobre Castilla y el Duero y el sabor entre colorista y modernista que algunos autores de “La Generación del 27” dieron a sus obras (sobre todo Lorca destaca con su poema sobre Córdoba).
Cuando fui a Zamora invitado por mis amigos y me encontré con las inconmensurables llanuras de esos lugares y el sol casi perpetuo de algunas estaciones climáticas, avivaron mi imaginación y comenzaron a surgirme los versos.
Eran, en un principio, versos descriptivos, sin rima, que junté con otros sobre el mar, muy parecidos a estos de Zamora. Era una obra en principio muy ambiciosa que acabó durmiendo en el sueño de los benditos y en la siesta de los poetas desconocidos (tal es mi caso). Titulé a ese libro “Vida, mar y tierra (plegarias a la existencia)” y lo guardé por casa sin saber que hacer con él. Pero el tiempo pasaba. Pero una extraña espina estaba clavada en mi cabeza cada vez que recordaba a Zamora y me daba pena que los zamoranos no pudiesen leer y degustar los poemas escritos para ellos. Y pensé “Yo, vasco nacido en Munguia (la Euskadi profunda) y con apellidos vascos, gallegos y castellanos, ¿como voy a escribir algo sobre Zamora y que ellos lo acepten sin mas?” y también pensé “¿Porque no hacerlo? los escritores debemos de bendecir con nuestro arte los lugares que visitamos y que a su vez nos bendicen con su esencia y con su historia”.
Saqué los versos sobre Zamora de mi anterior libro y les añadí poemas nuevos. Los retoqué todos otra vez y ahora forman parte de este libro. Han sido escritos entre el 2000 y el 2002, esperando y buscando ese momento especial de la mágica inspiración (si bien el tiempo total de su escritura no ha superado el mes). He esperado a que mi mente buscase elementos de mi recuerdo en esas tierras para que cada poema fuese una pequeña joya digna de ser leída.
Termino, pues, con este prologo introductorio y pido perdón a los zamoranos, si diese lugar, por apropiarme de su esencia para llevarla al papel. Y si omito algún lugar es porque no lo visité: ha de saber que no tengo coche propio.
Si me preguntan de nuevo ¿porque un vasco describe la tierra zamorana? volveré a decir: “¡Yo que sé!
¿Porque no se puede escribir sobre algo que es hermoso?
Porque la vida, porque es vida es diversa y extraña.
5. Porque quien piensa que el caminar solo tiene un camino, descubrirá algún día, si lo descubre, que siempre hay senderos diversos para caminar, senderos diversos que su mente nunca hubiese divagado.
A Novalis, Byron, Shelley y Keats, por lo que comenzaron.
A Becquer por sus rimas, a Antonio Machado por sus “Campos de Castilla”, a Lorca por su poema sobre Córdoba.
A Joaquín Sabina y a Rosendo por estar ahí en forma de CD mientras escribo.
A la infinidad de Castilla y León.
Al romancero medieval.
Al cantar del Mio Cid.
A Zamora, la bien cercada...
A Toro por la magnifica colegiata...
A Villaralbo, el microcosmos...
A la familia González Gato: Daniel, Paca, Miguel, José, Maite, Paco, Arantxa, Aitor, Mª Jesús.
A todo aquel que le guste este libro.
6.
7. 1
A MACHADO
Sin patio de Sevilla, ni huerto ni limonero
con montañas húmedas y siempre verdes,
sin la milenaria Soria pero con el Nervión
con los campos utópicos en la memoria,
sin Guardia Civil y con la Ertzaina
con el grato recuerdo en mi cuaderno,
sin la castilla tan cerca como quisiera
con el Mio Cid en mi angosta biblioteca,
sin las nieves que pueblan la meseta
con el murmullo del Duero en la almohada,
sin la dulzura del sol castellano en mi cara
con el viento fresco de la mar salada,
sin ser Machado pero acordándome de él
con mi cabeza definiendo la inmensidad,
sin Machado cerca para enviarle una epístola
con Joaquín Sabina y Rosendo en el CD,
sin poder trabajar por culpa del ordenador
con la informática hasta en la sopa,
sin hablar el euskera como otros quisieran
con una leve dislexia en mi cabeza,
sin estudios grandes en mi parco currículum
con un mal castellano pulido por la insistencia,
sin saber si soy un gran literato garabateo
con la confianza de que tal vez lo sea,
sin la pretensión y con intensidad escribo esto
con el ardor de inmortalizar mis letras.
8. 2
Del masón que pude ser pero no soy,
del cristiano que fui pero dejé de serlo,
del budista que no debiera de ser pero que soy,
hablo de paz y de hermandad entre los pueblos,
escribo del rojo del atardecer y no de la sangre,
poetizo de la luna antes que del orgullo,
reboso con besos de amor el antiguo odio
que llenan el antagonismo de las banderas.
Sustituyo el oro de los dioses por el trigo,
prefiero el canto de las marinas sirenas a la droga,
olvido las armas gracias a mi amnesia,
dejo el sol y a las estrellas por su vitalidad,
hablaré hasta mi muerte de paz sin secuelas,
de horizontes infinitos sin saña ni violencia.
Porque los hombres estamos desde antiguo
y las fronteras son una marca de tiza blanca
que el tiempo cambia por diferentes motivos,
porque nuestra presencia es hollín y cenizas,
y un reguero de ausencia después del final.
Por eso hablo de varias tierras en mi literatura
por eso viene de mi voz la palabra PAZ,
porque nuestra gloría se esfuma en cada esquina
y todo se halla tan efímero como el respirar,
porque todo el planeta se halla tan hermanado
porque cuando se vive hay que vivir en paz.
9. 3
A veces siento que estoy entre varias tierras,
que varias patrias cobijan mi cuerpo,
liberada ya mi mente, libre mi ser de toda cuna,
navegando con las olas de la imaginación.
Pienso a veces, que yo soy de todos los lugares,
y que todas las naciones y pueblos,
vieron nacerme por primera vez.
Siento que el arte no posee patria ni génesis
y que el artista duda siempre de su origen
y que este se haya donde necesiten
de sus palabras por primera vez y le escuchen.
Ignoro, de donde vengo, a donde voy, quien soy;
quiero pensar que yo soy de todos los lugares,
todos los pueblos vieron nacerme y mi patria
sea ahí donde escuchen mi letra emborronada,
o que mi voz sea también de los desheredados
que nunca pueden hablan aunque quieran.
Yo soy el que no posee nombre definitivo,
el que aun muriendo físicamente, no morirá;
yo soy de todos los lugares,
de todos los pueblos, de todas las naciones,
mi patria se llama eternidad,
quiero pensar, que nací no solo para vivir
si no para dar un sentido a algún trozo de la vida
y apagar la ignorancia que no puede verse,
esa ignorancia que, peligrosa, nos cautiva;
caminaré invisible con los largos siglos,
a donde vaya el tiempo ahí estaré yo.
Gritaré al sonido cuando nadie lo oye y seré,
solamente, su negra y sutil sombra.
10. 4
A mi tierra, a cualquier tierra,
a la tierra grande de color marrón,
al desierto dorado o a la tierra rojiza,
al campo verde, terso y diamantino,
a los eternos tapices de trigo.
Por tí, mi tierra, cualquier tierra,
trota indómito el rudo potrillo,
sobrevuela sobre tus esperanzas el gorrión,
cambia el cielo de colores por tí,
el sol te acaricia con su luminosidad.
Y por tí, en mi tierra, en todas las tierras,
viven jubilosas miles de almas sin destino,
con un mañana incierto e invisible
y un presente insulso y teñido,
con los colores sucios y barrosos
de nuestra vulgar y áurea tierra.
A mi tierra, a cualquier tierra,
a esos valles ficticios entre la niebla
donde navega el mítico barco fantasma,
a esos colores que permanecen bajo las nubes
y que solo cambian de tono, ocasionalmente,
al compás de la muda música de las estaciones
que canta inmóvil la madre naturaleza.
11. 5
La tierra es tan enorme que parece pequeña
y cada rincón es un tono distinto
de esa luz blanca que siempre nos ilumina,
de ese infinito convertido en frondoso valle
en esas diferencias que a la larga se marchitan.
Todo está inundado por el mismo cielo y el sol
pero en verdad parecen distintos sobre otra tierra,
donde el firmamento semeja al gran arcón
del que surgen la virtud y el efímero paraíso
y puede mi ojo mortal ver el infinito cual desierto,
aunque sea solo un campo de trigo en la cosecha.
En el calor Helios expulsa sus besos,
y yo me pregunto una vez más:
¿Por qué a simple vista parecen distintos?
¿Acaso encierran sus nubes inciertas
el misterio que yo buscaba y no entendía?
Pero ¡Ay! no existe semilla primigenia
ni jardín donde nace el autentico paraíso,
todos los lugares tienen su encanto,
su cielo, siempre el mismo, su adorable amanecer,
su firmamento estrellado, su luna plateada,
el fresco rocío al llegar la mañana.
Y yo, que sé el sitio en donde vine al mundo,
y se hacia donde me lleva mi destino,
no comprendo mi suerte y a veces me apena,
pues con la certeza del lugar que me vio nacer
he de decir, en verdad, que no tengo patria.
12. 6
Me vio nacer mi tierra junto al mar,
el mar turquesa los días sin nubes,
grisáceo en el tiempo de la tempestad
en ese Cantábrico húmedo y lloroso,
que no conoce los campos teñidos de oro,
de ese oro que alimenta, trazado por el infinito
en forma de desafiante horizonte.
En la noche, estrellada, enorme,
aparece absurda una estrella errante y moribunda
y desaparece en la nada como se esfuma el deseo.
Mi alegría tiene forma de campo de trigo
y mi tristeza de cometa efímero,
mi recuerdo de agitado y bravo Cantábrico,
el mañana ni tiene forma ni existe,
aunque se quiera verlo como se ve la materia,
como aparecen los labios de una mujer en la mente
así sorprende a un extraño la amplia Castilla.
Tan amplia como el mar, pero es la tierra,
tan desbordante a la vista, tan grande,
que por ser grata la aprecio como a mi vida,
como un inculto se enamora de una vajilla
y un enamorado mira su amor en la luna,
yo miro en sus campos mis sueños
y veo en su eternidad la mía,
y no despreciando la tierra que me vio nacer
ante sus campos digo simplemente: me fascinan.
13. 7
VILLARALBO DESDE PORTUGALETE
Solo era una foto en un periódico,
una canción de amor apenas contada,
un pueblo con campanario y cigüeña,
cerca de la Zamora del Cid campeador,
un grupúsculo de calles con anciana,
generaciones escondidas en un portal.
Era solamente el pueblo de mis amigos,
un recuerdo que me sonaba y no viví,
un leño negro extinguido tiempo ha,
cien días de sol y un solo invierno,
un gato que pasea su pequeña soledad.
Tan solo lo vi en una foto hace tiempo,
tan pronto lo olvidé antes de llegar,
vi que la dignidad tiene su pueblo
y que el silencio se puede beber.
Lejos de las luces de neón de mi Bilbao
vi que Villaralbo existe a pesar de todo,
que las golondrinas no las inventó Becquer,
que los gorriones hacen un pacto al volar
y el cielo es tan grande como Neptuno.
Solo era una fotografía arrugada,
como una ola traída hacia la mar,
Villaralbo me sonaba tan lejos, tan cerca,
como una imagen de vieja postal.
14. 8
CAMINOS BURGALESES
Girasoles se agitan en la meseta,
mil olores duermen en la retina,
sabores múltiples en la llanura,
un castillo en ruinas al fondo.
Se derrite de negra pasión el asfalto
la naturaleza duerme en la cantina,
el sol se mete en sábanas blancas,
un puticlub al fondo nos recuerda
el mundo en el que todos vivimos.
Hoy se puede ir a muchas partes
pero no se llega mas que a una,
la noche se desploma suavemente,
una línea de luz se ve en el infinito,
parece que uno halla muerto
pero está tan vivo como al principio.
Los girasoles se resecan al sol,
una semana tras otra los miran,
y luego mustios son olvidados,
cuando lleguen las crudas heladas
el fantasma de la ausencia camina
por las carreteras castellanas.
Unos toros pastan pacíficos
junto a las ovejas descarriadas.
15. 9
EN LAS CARRETERAS DE CASTILLA
Sobre el polvo del árido camino
la tierra castellana emite su silencio
y las dunas de cebada bajo el calor
se mecen besados por el firmamento.
Una guitarra suena al final de la primavera
y unos chopos esperan en la carretera
las lluvias tórridas cuando llora el cielo,
y hay esencia de fiesta en la meseta.
En la noche las miradas se apagan
y las estrellas pululan enardecidas,
en ausencias de lunas brillantes y blancas,
el atardecer multitonal de escalas degradadas
pone su luz, incandescente y polvorienta,
sobre le camino, sobre la cebada.
Los fantasmas de los días deambulan callados
por el calor que la tierra recogió y aun mantiene.
La brisa ensancha los tontos sentidos,
y la noche despliega al infinito las fronteras
que tímidas comienzan en el polvo del camino
que aun sigue en las colinas de Castilla.
16. 10
PUEBLOS ABANDONADOS
Con mi becqueriana mente,
con un Machado en el pensamiento
y un Lorca en el recuerdo,
deambulo por las esquinas funestas,
entre los campos infinitos.
Sobre pueblos que son grandes
y quedaron reducidos,
a una mención en un mapa,
a un silencio maldito,
tan inmensa es esta tierra,
que miles de pueblos la llenan
como estrellas en la estepa
o luciérnagas en la explanada.
Tantos momentos vivídos,
tantas esperanzas vanas,
que recogerlo todo es difícil
e imposible escribirlo al completo:
como semillas de cereal
siembran la tierra incontenida,
cromática semblanza de vida
se mece en las entrañas,
lugares olvidados y ruinas,
roído paraje y tierra dorada,
caminos que siendo caminos
no conducen ya a nada.
17. 11
MURMULLOS DE ZAMORA
Ví aquella tierra zamorana en sus ojos
y rechacé la hermosura de mi añorado Bermeo,
con sus marinos y sus sirenas en el mar,
por un océano en forma de suelo reseco,
mientras el verano goza en todo su esplendor,
ante un sol sin compasión, sin olor a sal,
en una Zamora con memoria visigoda
con presencia árabe y esplendido románico.
Lo ví en sueños como si hubiese visto
a mis todos mis apergaminados antepasados,
al perro que aprecié y se fue, a mi gato,
a mis bisabuelos que nunca pude conocer.
Vi a Zamora en un sueño de sutil esencia,
en un sueño oscuro con tinta del amanecer,
todo de luz en la oscura noche calurosa,
con la luz y el brillo opaco del metal cobrizo
de los atardeceres olvidados por los hombres
y los amaneceres queriendo simular un soneto:
kilómetros respaldando miles de vidas.
Pero cuando busque el universo entero
Castilla se verá demasiado pequeña,
y Zamora su ámbar tallado por el sol,
y cuando los ojos retornen de nuevo a mí,
por su iris inmenso veré sus nobles tierras
y sus cereales cagados de viva esperanza.
18. 12
ZAMORA
La añeja Zamora, la medieval Zamora,
doncella ensortijada de cabellos dorados,
miel y ausencias en tus fuertes murallas,
mil esencias en tus viejas calles ennoblecidas,
la vieja Zamora “por el Duero cercada”,
la eterna ciudad por donde se extienden
colinas de pan y vino, quebrantadas praderas,
con su sol indestructible sobre la meseta,
el viento agita los ausentes pendones,
gritos de guerra en tu espigada silueta
de honores medievales de romancero castellano.
La ciudad amanece silenciosa y altanera
de entre el polvo de los antiguos caminos,
la doncella amurallada abre sus puertas,
al ave de la juventud que siempre regresa
por las gratas callejuelas de sol e historia,
por entre las sombras que mueren al alba,
el Duero rodea solemne su figura espigada,
que se torna entrañables risas y llantos
de vidas que se fueron a tierras lejanas.
A ti te canto, como un extraño, Zamora,
ciudad estrangulada por los avatares,
por la árida esencia de la abrupta Castilla,
nobles sueños, sueños rotos en el Duero,
por el anónimo trabajo de la tierra cobriza.
Sobre tu atardecer, veraniego y reseco,
el sol incandescente martillea tu contorno,
tu agrietada y pétrea esencia visigoda.
Mi Zamora histórica... mi Zamora poética
por tu Duero navegan como frágiles truchas,
todos los días perdidos en el duro pasado
que nosotros nunca veremos al nacer el día.
19. 13
ZAMORA ARABE
Háblame, hermosa y eterna Zamora,
dime con tu morisco silencio de ambrosia,
cuchichéame sobre tu nombre árabe
con destellos de apergaminado Corán,
con sabor a beso de muchacha mora.
Tu suelo aun retiene los cánticos hacia Alá
para rememorar las colinas del desierto
que se mecen en el remanso del padre Duero.
Tan lejos, tan lejos, tan cerca y melodioso,
pues aun escucho la música de oriente
en el viento ululante de la península,
los perfumes exóticos del campo andalusí
y los rezos fervorosos al profeta Mahoma.
En mis recuerdos se mece alegre la azucena
y se exhibe fresca la fuente junto a la mezquita,
tan lejos, pero en verdad tan cerca,
que tengo el Sahara en el pensamiento,
Argel en mi corazón, Arabia e las venas.
Y por siempre, aun pervive el sabor morisco
en lo profundo de mi memoria y de tu tierra.
20. 14
A DOÑA URRACA
Mujer de cuerpo enlutecido
con murallas en las entrañas,
en medio de varios hombres,
con sangre azul de la realeza:
ella gobernó Zamora en su época
y su poder perdura, aunque poco.
Con mercaderes en las plazas
y monjes en las esquinas,
torreones en las mejillas
y sabor a tierra en su alma.
Sobre su piel blanquecina
se mece el trigo enamorado,
tras su estela sombría
se escriben libros cansados,
caminando por su memoria
mil batallas se relatan:
Almanzor saqueando Zamora
los conversos cultivándola,
Doña Urraca de cabellera negra,
aunque sea al imaginármela,
en tu ausencia medito
con tu belleza adornada,
de campos de trigo mestizo
y tus mañanas recias
en la Zamora de alma blanca.
21. 15
CAMPOS DE ZAMORA
También hay oleaje en los campos de cebada,
amarillentos y dorados en el tiempo de la cosecha,
dorados y arrogantes, doblados por el sol,
allá donde la liebre hace de tierno delfín
y sustituye a la gaviota el cuervo carbonado,
y el barco insigne de ese ocasional y duro océano
es una lenta cosechadora que navega sin agua,
en esa tierra seca que si tuviese cerca el mar
hubiese perdido su encanto de océano espigado,
de olor a polvo adormilado en el camino,
a ovejas asomando por la cerca de su establo,
mirando, tímidamente, el crudo exterior.
Porque tan bello es el océano plagado de cebada
que me querré llevar a Zamora en un solo poema,
sin que ni aun miles de imágenes puedan captarlo,
no habrá palabras para contener esos campos,
como imposible resulta describir el mar azul
con sus atunes y sus estrellas en la arena,
en varias frases que se atrevan a resurgir su belleza.
Y no podré introducir, pese a mi pesar,
ese oro comestible en forma de cereal,
dentro de ese ánfora que acaba siendo una palabra.
Mirando y luego recordando el ayer, comprendo,
porque el hombre, mirando la clara lejanía
puede creer en Dios o en el alma; y lo escrito
como el paisaje deseo que permanezca eterno,
y por que lo efímero es habitual en la existencia,
me quedo con ese bello e impresionante momento
de la espiga ladeándose con el tórrido viento,
inclinándose en la tierra reseca de la vieja Zamora.
22. 16
TIERRA
Tierra... Siempre tierra... Tierra...
Tierra de pan, tierra de campos alegres,
tierra de vino, tierra de caminos llanos,
tierra de ovejas, tierra de pura lana,
tierra de penurias, tierra de gozo y alma.
Tierra... Siempre tierra... Tierra...
Tierra de vivos, tierra con recuerdo,
tierra engalanada, tierra de aromas,
tierra de pimentón y sombras largas,
tierra de pasos deshechos con escarcha,
tierra de embutidos, de sol y de sustancia.
Tierra... Siempre tierra... Tierra...
Tierra de olor intenso que hacen degustarla,
tierra de León y de Castilla, tierra ancha,
tierra de iglesias, de credos y procesiones,
tierra con colinas por el sol abotargadas,
tierra que al hombre siempre sobrepasa.
Tierra... Siempre tierra... Tierra...
Tierra de meseta soleada ¡tan inmensa!
tierra de Zamora, su reina junto al río,
tierra de Toro, su joya almibarada,
tierra es todo lo que la vista alcanza,
tierra lo que vemos en la distancia.
Tierra... siempre tierra... Tierra...
23. 17
VILLARALBO
Era un simple paraje de la vida
como cualquier otro de la tierra,
entre carreteras de tercera
y almas de primera calidad,
con gente sencilla e iglesia local.
Villaralbo apareció sobre el camino,
mientras el coche luchaba enérgico
con el primitivo y duro asfalto,
las calles estaban vacías
junto a rudos campos curtidos,
oliendo a cercana arqueología
y a leña ardiendo en la cocina,
a densidad en los momentos,
a rutinas enriquecidas al sol.
Para meditar sobre el mundo
no es necesario ir a la India,
los paisajes de Zamora
tienen la misma armonía,
pequeña amatista de León
tierra que huele a Castilla
Villaralbo de mis escritos,
Villaralbo la dulce y bendita:
ojos azules como el zafiro
calor del sol en mi mejilla.
24. 18
NOCTURNO EN VILLARALBO
Cuando la morena noche navega
y está cercano el sopor del sueño
y al mirar al amplio cielo se advierte
un puzzle enorme lleno de estrellas,
con luna llena y aureola plateada
que se trasforma al llegar el alba
en el leve piar de un pájaro alegre
te avisa, junto al sol, que ha llegado el día
hasta que la noche, de nuevo, vuelve.
Y cuando de nuevo el cielo se apaga
y vuelve, inmutable, la eterna noche,
apagándose el sol como un tizón,
engalanado de perlas el cielo negro,
indicado el campo de estrellas,
el camino hacia Santiago de Compostela.
A la luz del calor la iglesia sonríe
con su luz, ahora tenebrosa en la noche,
hasta que surja de nuevo la mañana
y todo, aunque no se quiera, regrese.
Y volverán miles de días con sus noches,
miles de soles y lunas que son la mismas,
y tan hermoso es el rostro de la luz
como la pálida luna y las candentes estrellas,
que se diluirán como la noche,
tan cálida y grande, como negra,
en los momentos perdidos del presente
que llegado el momento serán del pasado.
25. 19
LA IGLESIA DE VILLARALBO
Tan hermosa es la iglesia de Villaralbo
con su veraniega cigüeña y su cielo estrellado,
sin plomo en el aire, lleno de libertad,
y con espantapájaros en los campos,
con su luz en el mediodía, su sol tornasolado,
sus calles silenciosas sin el paso del tiempo,
sin las prisas de Bilbao, sin Nervión brumoso,
con la anciana sentada en la tarde,
con los murmullos de los pájaros en el silencio,
sus murciélagos en la tórrida noche
y la presencia cercana del Duero gozoso,
el histórico Duero en el estío, sedado,
con la amplia meseta, tan amplia
que parece al extraño un desierto ajardinado,
un desierto apaciguado, dorado de espigas,
después, en la primavera, verde como el cristal,
frío y blanco, en invierno, como el cuarzo.
Tan impresionante parece su nieve,
como el campo, aterciopelado y dorado,
bajo el calor, de nuevo con el buen tiempo
y el retorno de la cigüeña al campanario,
sus calles nocturnas en noctámbulo silencio,
bañando la tierra preciosa e intensa,
tan rubia y sugestiva como un lienzo al óleo,
sin que, aunque se quiera, aunque se intente
pueda ser, en verdad, Villaralbo captado.
26. 20
LA CIGÜEÑA DE VILLARALBO
La cigüeña dormitaba escuálida
en su nido allá en lo más alto,
sobre la vieja iglesia, junto a la veleta,
al lado del vetusto campanario.
El niño la mira, sobre el cielo, planeando
con la ráfaga de viento, indómita,
delante del enorme cielo azulado.
Y cuando la tarde llega, pues va llegando,
y el azul a lo lejos se torna encarnado,
las sombras se vuelven fantasmales
cuando se va lentamente caminando.
Y en el ocaso rojizo, rojizo y hechizado,
para dormir sigue la cigüeña mirando,
mirando a las golondrinas juguetear
en un cielo que se torna violado.
En la tarde corcupiscente, que ya se ha ido,
el sol se esconde tan rojo como apagado,
dando paso a una noche horneada
con estrellas, junto a su Vía Láctea,
y su grillo noctámbulo y enamorado.
Tan grande era esa imagen que la he guardado,
dentro de mi metropolitana mente,
para que me ilumine mis insomnes noches
y vuelva por un breve momento
al lugar de donde me he marchado.
27. 21
SOPAS DE AJO EN VILLARALBO
(a la familia González Gato)
Sopas de ajo en el fogón,
leña ardiendo junto a la cocina,
se enhebra una conversación
y se teje un dialogo tranquilo,
embutido zamorano en el cocido,
olor a madera chamuscada,
aroma de campo en la puerta,
trigales guardados en la retina.
Después del día viene la noche
tras la noche canta el gallo altanero,
el sol se asoma en la lejanía,
un perro ladra a su sombra
y arde la lumbre en la cocina.
No estaba ahora en mi casa
y la casa de mis eternos amigos
era tan acogedora como la mía,
en Villaralbo, en Zamora,
donde en un pueblo pequeño
el estrés se toma una tila.
Una vieja se sienta en la calle,
mientras, se habla de la vida,
de los hijos que viven lejos,
de lo que siempre importa.
Sopas de ajo en el fogón,
conversación en la cocina,
la noche se te mete de nuevo,
la vida camina tranquila.
28. 22
SAN PEDRO DE LA NAVE
Templo mítico de visigótico aroma
concebido cuando el mundo era joven
y las máquinas eran solo una pesadilla,
pequeño, emblemático, alejado del bullicio,
despuntando rezos que fueron abandonados
por la calida tierra de de claros tapices,
con árboles ocasionales entre la hierba seca.
Aun, con el eco de la imaginación,
se puede oler el incienso de los siglos
y el crudo golpear de espadas en guerra,
hace tiempo, hace años, se halla tranquila,
en su siesta estival que se ha merecido,
y la vihuelas y las flautas han silenciado
sus tonos festivos por el actual reposo,
desaparecidos los godos de antaño
los labradores permanecen modernizados,
los elfos danzan temblorosos en su presencia
y las flores le miran por ser quien es,
ha sobrevivido al tiempo, a las generaciones
a un embalse de agua que lo iba a matar,
por eso escribo este verso inmundo,
porque cuando a Zamora fui, me dije:
“Quiero ir a verlo; lo quiero, solo, admirar”.
29. 23
WAMBA (A Paco)
La tierra se extiende de nuevo al infinito,
dorada, calurosa, monótona, siempre audaz,
un ave rapaz por su cielo vuela sigilosa
y un firmamento sereno, suave y azul,
se extiende hasta mas allá de nuestra vista.
Una nube se enseñorea ahora majestuosa
y su sombra acaricia el terso y lejano suelo
como un fantasma sombrío, triste y errante,
a la nube le acompañan otras nubes aisladas,
el viento agita el trigo dorado y armónico.
Desde el pequeño monte junto a Wamba
se divisan claras las tierras dispersas,
vidas ocultas entre las casas lejanas,
con la rareza en el carácter del hombre
que trae la eterna soledad de los pueblos.
Sobre la cima de ese singular montezuelo
un repetidor de televisión irradia, sin descanso,
señales a la seca atmósfera zamorana
para llenar un insípido y artificial monitor.
El sol se ocultó, nosotros debíamos de irnos,
así es la vida, en el gozo como el desengaño,
a un año le sigue otro año, a un día otro día,
y lo que queda inmóvil, es la tierra firme
bajo nuestros pies cansados y doloridos.
30. 24
MONASTERIO DE MORERUELA
En los pasillos de un claustro derruido,
rodeado de árboles moviéndose al viento,
aun perduran en cada piedra las plegarias,
los rezos de antaño ahora fantasmales,
entre la piedra dormida afloran los pilares
y las ventanas desdentadas piden abrirse
cuando todo se abalanza hacia el mañana
y el hoy perdura tan poco como una sonrisa.
Enmudecidas las campanas que tocaron raudas
invisibles los salmos que fueron pronunciados,
entre el abrazo omitido de lo visible e intocable,
tan solo un coche a lo lejos rompe ese lugar
y revive en un solo instante las ruinas:
esa tumba artística que ahora, desolada,
acoge en la noche estelar a búhos plateados
y a espectros que deambulan con un rumbo fijo.
Con el rocío de la mañana desaparece el temor,
manteniéndose inmóviles las ruinas del templo,
que permanecerán solitarias entre lagartijas,
hasta que el tiempo, implacable y señorial,
despedace en polvo cualquier recuerdo visible
y disuelva en el aire, desgastándolo todo,
royendo las desdentadas piezas del puzzle
que aun perduran del pasado y no para siempre,
entre los campos resecos de una poética Zamora.
31. 25
TORO
Aun llega el oleaje de los tiempos,
el ayer en forma de calles estrechas;
sobre la carretera los camiones navegan
entre las nubes Marte duerme escondido.
Emerge de la tierra entonces la Colegiata
e inunda la vista (ésta cansada de la vida)
de detalles románicos sobre piedra;
en los callados rincones de las calles,
en las oscuridades de los viejos templos
resurgen trémulas las preguntas de siempre,
todos los interrogantes sin respuesta;
la niebla del albor de los tiempos existe
y tiene ahora forma de verraco esculpido,
de un desolado trozo de piedra dejado ahí.
La famosa Toro de la que hablan los libros,
aun permanece agazapada tras su esplendor,
tras la inercia de una tierra tan enorme,
con los cambios de la marea del tiempo,
el ruido de los motores de gasolina
y las guitarras eléctricas tocando heavy
hacen más ruido que el órgano sacro.
Duerme y al rato despierta, agraciada Toro,
la que cargó sobre sus espaldas el peso
y fue gran ciudad y sigue siéndolo aun,
la que a pesar de su pequeñez es grande,
pues no sigue la agitada banalidad
de nuestro aparente pero efímero presente.
32. 26
A LOS SEFARDIES DE TORO
Cantad desde Gaza, profetas de Israel,
los salmos de David, el que fue ungido,
hablad del Duero y de sus tierras
que son tan hermosas como las de Jericó,
bendecid los campos del trigo apelotonado,
el frío de la mañana al besar su semblanza,
decid: “Esta tierra es bendita como la nuestra,
cundo el sol tuesta lentamente la gavilla”,
cantad su gloria enmudecida, profetas de Israel.
Bendecid a Zamora, la bien creada,
y a Toro que nos ha acogido sin más,
hablad de los corderos que comen de ella,
de los infortunios que oye la hoguera
y los sueños de un grato dormir.
Bendecid esa tierra tan grande y fuerte,
que siendo de ellos es como nuestra,
bendecid a los judíos que vivimos en ella,
en una España mezclada desde tiempo ha,
en sus tierras a ratos se huele con ternura
la mirra de oriente entre las colinas
y se leen trozos dispersos de la Torá,
ahora que no estamos en la Jerusalén amada
amemos esta tierra y su eterna claridad.
33. 27
A LA CRUELDAD DEL TIEMPO
A las estirpes de reyes visigodos
que vinieron del norte con su azulado iris,
su rubia cabellera y su ansia de lucha,
a los templos que se fueron aunque estén,
a las monedas de oro que siembran el suelo,
a los romanos que cedieron el terreno,
a los dioses del pensamiento y de la paz,
a la bendita Ceres que permite la cosecha,
a los sueños de Morfeo que todo lo puede,
a los menhires que no duraron un día,
a las lascas de piedra que se tallaron,
a la gloria del ayer ahora marchita,
a los sueños efímeros de parca libertad,
en recuerdo de un noble romano enterrado
y de su esclavo traído de la antigua Judea,
a un legionario patrullando un camino,
cuando la estatua de Septimio Severo,
tan gallarda, hace tiempo fue rota,
a los momentos que parecían inmutables
y se fueron, roídos, casi olvidados,
menoscabados como un mosaico, roto,
después de siglos de fuerte inanición.
34. 28
Del norte, del norte, de más al norte,
vinieron los godos de rubias cabelleras,
pálidos y fuertes cuerpos, ojos color zafiro,
con recuerdos de tierras frías y sufrimiento.
Siempre hay un pasado para bien o para mal
un lugar aparentemente primigenio, oxidado,
con olor a cristianismo juvenil de año cero,
gracias a la decadencia de la loba romana.
Se cambiarán acueductos por iglesias,
los señores de la guerra forjarán espadas
por una vida insostenible pero duradera,
se oirá el ruido de los metales en la guerra
para traer la caja de todas las miserias.
La edad media y sus claros oscuros llegó,
tras los godos y sus olvidadas victorias:
la historia es grande, demasiado grande...
y siempre un extranjero llegará, cansado,
de algún lugar muy distante del nuestro...
35. 29
TIERRA DE PAN
Las nubes pasan sobre el peinado campo
y el trigo despunta sereno en sacras gavillas,
sobre la lejanía las nubes planean suavemente
y su lobreguez acaricia los campos amarillentos,
mientras el asfalto hace amagos de derretirse
y descansa del vuelo la loca golondrina,
el aire trae gratos olores de cualquier rincón
y regresa transparente el agua del riachuelo,
podría estar en cualquier sitio, en cualquier lugar,
pero la tierra que emana pan me sostiene,
la Zamora extensa de palomares solitarios,
de trozos de pensamiento sobre las colinas
y campesinos trabajando con el frío invernal
y luchando contra el bochorno de agosto.
En lo peor del verano surge la tenue sonrisa,
en lo peor del trabajo emerge la broma,
los campos zamoranos piden ser cuidados,
el pan pide sacrificio antes de llegar a la mesa.
Y como vienen, desoladas y a la vez blancas,
se van las nubes dejando en el suelo su sombra,
desde la planicie contemplo la tierra sembrada
y los múltiples pueblecitos con sus iglesias;
y mis ojos hacen un breve amago de llorar,
porque no pueden husmear todos esos lugares
que desde lejos llegan a mi gafosa vista.
36. 30
TIERRA DE VINO
Ya quisiera Baco beber tu esencia
de viejas glorias entre sagrados pilares
y bañar su cuerpo en el manto de tu barro,
recorrer todos esos caminos viejos
por donde asoma la liebre furtiva
y la vid sustituye al trigo aterciopelado.
Ya quisiera Baco ser tu cadencia
de jolgorio enmudecido por la brisa,
de pastor encanecido llevando las ovejas,
con su fulgor en los eternos prados rubios,
donde el ratoncillo campestre corretea
entre los interminables laberintos de pan.
Ya pudiera ser Baco tu existencia,
con los rumores godos en la carretera
y monedas de Adriano en tu subsuelo,
en verdad con gozo me cambiaría ahora
por ser quien eres, tu, tierra de vino,
tierra de vino que no lo bebe la tristeza.
Ya pudiera morir Baco en tu tierra,
trasformándose su cuerpo en tu maleza
y cantar canciones alegres de borrachera,
ya quisiera morir el placer en tu vera
y enterrar los luceros del alba en tu meseta,
mágica, ancestral, vinícola, altanera...
37. 31
A LOS AGRICULTORES QUE SIGLOS ATRÁS
TRABAJARON EN EL CAMPO
En la siega caen las gavillas de trigo
que con las manos estropeadas por el trabajo,
los campesinos, ayer, recogieron la cosecha;
el sol naciendo y muriendo, calor tras calor,
sin ninguna compasión para su amargura,
doblando su dignidad ante la semilla del pan,
cayendo, a la noche, bajo la derrota del cansancio
y mañana recobrando la fuerza para la lucha.
Tierra ingrata de incomparable dureza,
tierra pulida de dorada voluptuosidad
que te cobraste vidas en vano esfuerzo
para vivir un poco más cada amanecer,
sin hueco para un trozo de humana ternura,
huérfano de compasión, desolada semblanza,
gota a gota cae la vida en el amarillento trigal,
y la siega año tras año volverá penosa y alegre,
hasta que la técnica ponga fin (no punto y final)
a la danza macabra de la siega en el verano,
el trigo macerado por el sol, rubio y deseado,
sobre las colinas resecas de la tierra pajiza,
del ahora seco polvo cercano al camino,
donde reina el saltamontes y juega el viento
y donde años atrás, gentes perecieron
tras las agotadoras jornadas de la cosecha.
38. 32
DUERO
Duero largo, Duero recio,
Duero, amigo perpetuo,
sobre tu camino sin polvo
se mece agua y silencio,
entre murmullos sin sonrisa
y brisa serena en la alameda,
largo te alejas en la noche
y sigues alejándote en la mañana,
con las hierbas de tu sendero
y el croar de tus ranas,
las tardes despuntan terrones
de azúcar en leche blanca,
junto a tu figura eterna
colinas se extienden como si nada,
donde convive la nieve
y se hallan dispersas las casas,
con hogares avivados por sus luces
y los fulgores de las hadas,
serpentino te alejas solo,
con miles de campos en agosto
que tienen seca la garganta.
39. 33
MIRANDA DO DOURO
Más al este el Duero se hace portugués
y se vuelve fiero entre acantilados,
al son de Camoes con sus sonetos.
Miranda Do Douro presagia el Atlántico
y sus barcos majestuosos hacia América,
la Zamora de la frontera lusitana
se vuelve extraña e indefinible,
tan desnuda en sus campos como antes
y con una tristeza añadida en su atmósfera.
Portugal está cerca con su apreciada Lisboa,
con el mar verde, casi siempre embravecido,
colinas turquesas, olas con sazonadas algas,
galeotes fantasmas en el horizonte,
almas en una tierra demasiado dura.
La Zamora fronteriza con Portugal
tiene extraños árboles en sus colinas
tintadas color pirita y sol de verano,
toros pastando en sus praderas lánguidas,
secas aun de toda lluvia crepuscular,
simulando un jardín de suave arena,
la esmeralda portuguesa está cerca
pasando la discreta línea fronteriza.
40. 34
RÉQUIEM
Tras la puerta del mudo camposanto
se descubre la muerte en lápidas negras,
silencios de tierra estéril castellana,
cipreses esbeltos, serios y llorones;
en las antiguas trincheras del 36
que aun quedan de las dos españas,
la muerte lenta y cenicienta camina
con su mueca de eterno hastío,
y se notan las grandes ausencias
de todos los que al final se fueron.
Tras la verja negra y metálica,
las flores se marchitan en el mármol,
las plegarias se olvidan sin piedad,
cada generación tiene sus esquelas
y las esquelas del ayer las del mañana,
sobre el papel desnudo de palabras
despunta pronto una leve lágrima
y la muerte sonríe muda y solitaria,
ni siquiera el alegre trigo espigado,
que luce en la extensa colina iluminada,
amortigua la honda ausencia
de todos los que se fueron en el ayer,
todos esos que no degustaron nuestro ahora
y nosotros que no veremos el mañana.
41. 35
INVIERNO CASTELLANO
Nieve virginal, página en blanco,
inicio del invierno, el frío se convierte en decisión,
el hermano mayor del cubito de hielo
toca el arpa heladora y se convierte en manto,
papel equinoccial, añorando el verano,
lejos de lo pasional, es ahora lo gélido,
los copos de nieve caen al suelo, terribles,
las miradas trasformando en ensueño.
No se puede, la noche llega pronto, inhóspita,
en su corazón, plagado de constelaciones, no ama
ni hace agitar el pecho, emocionado y pasional,
por la boca no sale Cupido si no vapor,
en las cumbres no hay añoranza sino blancura.
Y el fuego, en el hogar, con alguna leña
rememora impertinente los besos del pasado,
los instantes plagados de verde humedecido,
de rojo florecido, de azul brotado, inconsciente
a cada llama del leño se visiona cualquier cosa,
los duendes fatuos resplandecen, un momento,
mientras afuera sigue la tormenta
y la naturaleza sueña con primaverales ninfas
y alegres caramillos y flautas dulces y alegres.
Y descubro, necio de mí, después de tanto tiempo,
que el ocaso del calor sirve para avivar la añoranza
y besar el frío con la mejilla engrandece el futuro,
ese futuro que se llena de días soleados y de color
y de vida que no se puede absorber totalmente.
42. 36
PRIMAVERA CASTELLANA
Euforia vegetal, orgiástica naturaleza,
árboles brotando del oscuro letargo,
semillas inocentes que desean vivir,
el ratoncillo corretea por los arbustos,
el polen sobrevuela la atmósfera y las alergias,
las ninfas ríen sobre los sucios riachuelos,
algo sobrevive a los siglos, aparte de nosotros.
Los pajarillos agradecen los nuevos rayos solares,
el viento no es tan soberbio y se vuelve dulce,
nace algo de nuevo, florecedor de sensaciones,
olores a tierra engalanada, festiva, feliz,
el mundo se agita su abrigo siniestro.
Se derrite la nieve, se derrite la melancolía,
la luz altanera y endiosada reparte caricias,
cosquilleos abrumadores, ingenuos y aniñados,
alguna última tormenta ataca el asfalto,
los penitentes, enfundados en sus capirotes
sacan a Cristo y lo pasean por la ciudad
en un acto que se llena de tetricidad y de misterio.
Y en el monte, altivo y visceral, inerte,
se mueven los animalillos y los saltamontes,
la lagartija inquieta y la lechuza plateada
y los elfos narran cuentos sobre el letargo invernal.
Ya pasó todo pero ya retornará de nuevo,
ciclo inerte que mantiene la vida, solo eso,
ilusiones incontables que van hacia delante...
43. 37
VERANO CASTELLANO
Por tierras de Zamora, en verano,
la meseta anda desnuda y descalza
sobre los cojines de las colinas
y sus abrasadoras madrugadas,
está arisca la hierba por el sol
el ocaso ruge en llamaradas,
silencioso camina el viento
para entrar en la sobria casa.
La noche se edulcora con fogatas
se quema la tristeza que empaña,
el ave Fénix resurge de las cenizas
de la madera vieja de las entrañas.
Trinos indecorosos sobre el árbol,
ocios que buscan la pereza,
sueños tórridos e hilarantes...
buscando, tras la comida, la siesta.
Corren los faunos al atardecer
y sonríe el ocaso buscando estrellas,
lo abrasador no desea apagarse
sin dejar un rastro en el cielo.
La duda irresoluble murió hoy,
sé que muchas cosas son posibles
ya no me importa tener que existir,
solo deseo vivir este momento,
escuchar al sapo croar distante
dentro de un arroyo reseco,
al grillo gritar su gran amor
y yo recordar aquel que fue mío.
44. 38
OTOÑO CASTELLANO
La vida parece marchitarse, tan cerca,
el follaje quedará marrón, aburrido en la maleza,
traicionado por la naturaleza dormitante,
deseosa de cerrar los ojos, no para siempre.
Y el miedo a que no vuelva la luz
se apoderarán de las almas que dicen serlo
y el gnomo que trabaja en nuestro cerebro
sintiendo el fresquillo de la tarde se adormece.
He visto el futuro, he visto el pasado,
¿qué va a ocurrir si no lo que ocurrió ya?
una estación le sucede a otra, el color se esfumó,
la lluvia golpea el suelo y mi animosidad;
aunque a mí ¿Qué me importa todo eso?
Busco un beso del sol antes de cerrar los ojos,
el calor suficiente para dormirme sin pensar,
era el ayer: sin cama fría, sin adaptación al otoño;
la luminosidad perdida, poco a poco, olvidada ya.
Pero mejor, cerrar la boca hasta que venga,
con su viento, su octubre gélido y otoñal,
y como ha de venir, sin duda, al final, vendrá.
45. 39
Se esconde el jabalí en lo profundo del bosque,
ya viejo, cansado de tantos años,
arropado por el verde intenso de los árboles,
sus ojos apenas pueden ver ya, su olfato le guía,
la vida lo acompaña hasta el último momento,
suspira, por la juventud perdida pero no olvidada,
sepultado bajo la vejez traidora de los años,
besada tiernamente por el olor de la tierra.
Ya no habrá mas trotes ingenuos y juveniles,
se fueron los juegos infantiles del jabato,
el recuerdo que quiere olvidar pero no puede.
Cualquier cosa se desvanecerá menos la memoria,
se irá la tierra, finalizará eso que llamamos cielo,
pero miles de momentos, aunque no los queramos,
no dejarán de volver una y otra vez al final de todo.
No tuvo tumba ni funeral el viejo jabalí,
si obtuvo, de la vida, un fenomenal olvido,
de esa vida que todos admiramos y que es hermosa
pero tiende a sufrir amnesia ante sus hijos,
como cualquier humano tiende a olvidar una deuda.
Quiero pensar que habrá un cielo para los jabalíes
donde correrán y buscaran raíces por siempre...
No siempre deseo un cielo para los humanos,
(las cosas del hombre no son gratas de recordar)
pero busco un paraíso para las bestias del campo,
ellos tienen la inocencia que indagamos
pero nunca encontramos a pesar de todo.
46. 40
Los rumores en Santiago el Viejo
reviven al Cid como a una primavera,
cristalina en albores y flores aromáticas.
Allí donde fue armado el héroe campeador,
donde los cristianos piensan en cruzadas,
con armaduras brillantes y armas de acero,
moros en las rudas tierras paneras,
cantares de gesta en hogueras rancias,
los pendones hablan por los señores
y la guerra es una desdicha cotidiana,
¡Hay Cid! mi Cid de poemas lánguidos,
de leyendas castellanas en la nieve,
cabalgando sobre la tierra llana,
la Zamora, por el Cid enriquecida,
con el galope agazapado de Babieca
y campanarios riendo con euforia,
por Zamora pasó el Cid y fue armado
caballero que fue y seguirá siéndolo,
aunque sea en los laureles de la literatura,
la iglesia donde sucedió este hecho
sigue aun en pie, para generar misterios,
aunque solo hubiese ocurrido
en los rincones de un pensamiento,
inquieto, excitante, gemelo a la fantasía.
47. 41
Aun cabalga el Cid por Castilla
a lomos de Babieca, no habrá caballero igual,
empuñando una espada que parece mágica,
deslizándose su figura por el frío matutino
de unos inviernos cercados por monasterios vacíos,
pasiones llenas de tierra incontenible
que sostiene un tren eléctrico con pasajeros ociosos
e imágenes en movimiento, mudas y asépticas.
Se siguen oyendo los cascos de Babieca,
arrullando al viento que muerde la catedral,
insigne estandarte del viejo Burgos,
testigo sin voz de lo que fue y pudo ser,
pero, hay, también los espectros caminan
silenciosos empapando cada lugar y cada piedra,
cada blasón y cada frase olvidada,
y todas las palabras que no se perdieron.
Pero que hermoso, aun lo escucho,
hablar a Rodrigo Díaz de Vivar con Doña Jimena
y decirla frases de amor en tiempos imposibles
ver llorar al Cid por estar tan lejos de casa,
por morir y matar en tierras de nadie,
y sollozando, despierto de mi sueño desvelado,
de mi soñar consciente sin cerrar lo ojos
y me embarga la emoción de no vivir en el ayer,
en no cargar con tantos sufrimientos inútiles
en un presente que es, sin duda, menos duro.
48. 42
Camina el Cid desterrado y desolado
por caminos de nadie, solitario,
con su gente a la espalda, silencioso,
pide alojo para él y los suyos,
pero nadie quiere hablarle por miedo
a las iras del rey Alfonso de Castilla.
Y una niña le salió al paso y le dijo:
“Nadie te dará cobijo, mi buen Cid,
te lo daríamos nosotros pero tememos
el castigo de nuestro poderoso rey,
ve con Dios, los senderos son tuyos,
y tu soledad compañera de la mía,
sea invierno con sus heladores gemidos
o verano con el grillo altanero cantando,
tu serás mas popular que tu Señor”.
Se fue galopando Babieca y con él, el Cid,
con la pesadumbre que asoma en la tristeza,
con el frío que se asoma en el otoño
y el invierno en las azules venas,
se fue apenado el Cid con su corcel
y su gente le siguió, todos enmudecidos,
y alguien dijo para si, al verles,
“En verdad que gran caballero sería
si tuviera a un buen señor a su lado”.
49. 43
Ah, mi Doña Jimena, mi dulce cielo,
me esperarás en nuestro castillo de arena,
lejos de la batalla que siempre me persigue,
roto mi pecho sigo sintiendo perderte,
nuestros rostros llenos de perras arrugas,
las dos esencias siempre bebiendo lejanía.
Doña Jimena, mi dulce arroyo cristalino,
aquel beso que pude darte se esfumó
con los días que pudieron volver y no lo hicieron,
y ya nada se escapa a mi silencio inerte,
a mi amor dorado que se mezcla con el tuyo,
inerte la piedra, viva la pasión, aun veo,
tu primer parpadeo me besó antes que tu boca.
Yo, Don Rodrigo, mucho he ganado,
sin ti ya nada tengo en el presente,
tu calor en mis manos, mis manos en las tuyas,
han pasado, traidores, tantos años,
y no hay lágrimas que se sientan perdidas.
Ah, la espada aun empuñada, vanamente,
sin poder conquistar los años que nos matan.
Mi querida Doña Jimena, mi bendito cielo,
mi armadura para el alma, ya sin corazón,
envejecida de vanidad cualquier ilusión,
solo me queda una imagen tuya que acaricie
el pozo fastuoso de todos mis deseos.
Ah, Doña Jimena, mi cándido amor,
madre de mis hijos, llave de mi camino eterno.
50. 44
El trovador canta alegre con su laúd,
canciones de gesta en la nieve cerrada,
sobre como el Cid es desterrado por Alfonso,
sobre amores imposibles entre un cristiano
y su mora al otro lado de la eterna frontera,
el trovador espera la primavera, con versos,
declama poemas sobre la ruda Castilla,
canta sobre el fuego consumiendo los leños,
anhelando la calidez sobre la ancha tierra.
Pero el trovador detiene sus estrofas,
vencido por el amable sueño pacificador...
una vez dormido, por sus sueños cabalga
el Cid henchido de juventud y nobleza,
la canícula venciendo al frío y a la nieve,
las lanzas poniendo sabor a la guerra,
sueños de trovador en la noche cerrada
cantigas en la mente, en las tinieblas,
imágenes de la juventud que no existieron,
vivencias escritas para ser cantadas.
Uno a uno los sueños desaparecen,
uno tras otro se inclinan ante el día,
pero por culpa del frío el laud enmudece,
y en las colinas gélidas y silenciosas
viven sin vida todos los versos recitados,
los personajes que murieron al bajar la voz
del rapsoda que pone su calor al mismo frío.
51. 45
Tiembla tierra castellana por lo ocurrido,
ha muerto tu hombre más ilustre,
el hombre que se sabe quien es
pero del que tanto se fabuló,
yace en tierra Rodrigo Díaz de Vivar,
el héroe a quien llamaron el Cid
los moros que vivían en tierras conquistadas.
Llora Burgos, llora Zamora, llora Valencia,
la sombra de tu caballero ya no se verá
junto a los sembrados madurando al sol
ni degustando el pan de tu tierra,
que los monjes canten gregoriano,
que los árboles lloren su antigua figura
tan mítica y sugestiva como terrenal,
ya no habrá más Cid, ni más Babieca,
ni poemas épicos en rugoso papel,
tierra llana, tiembla de nuevo,
tu hijo más famoso acaba de fallecer,
con la cara cansada, en su ocaso final,
su rostro, frío por la mano del hades,
descansa dulcemente en tierras de Castilla,
su océano angosto por el que luchó.
Que la muerte venga con su capucha blanca
a llevarse su alma y dejar su recuerdo,
que la tarde sea de nieve bajo el estío
y llueva en silencio la fatalidad,
que se recuerde su figura en letras granates
y que la muerte no vuelva jamás.
52. 46
ANTES DE VOLVER A CASA
Solo deseo antes de volver a casa
que las dos españas no se hagan la guerra
y el otoño deje la hoja caer,
navegue el vehículo por la carretera
monótona y clara, siempre lineal,
que el invierno se vaya muy pronto
y las aves vuelvan al pueblo a volar,
tras un viaje que parece de bodas
con muchas lunas y muy poca miel.
Que el sur no parezca tan lejano y seco
y un poeta llame a esto paraíso,
jueguen las flores en los solitarios parques
y rían las gentes junto a los altos chopos
antes de volver a casa y cenar.
Que el invierno se vista de estío
y los palomares se llenen de vida,
que el trigo me hable como a un amigo
y el sol no pierda su encanto y vuelva
con un recuerdo grato y a la vez sutil,
que todas la noches piense en Zamora
y sus atardeceres no tengan fin.
53. 47
DE REGRESO A PORTUGALETE
Me llevaré a casa, en mi mente,
esos caminos castellanos casi sin curvas,
tan rectos como la conducta de un ángel,
derretido el asfalto por el asfixiante calor,
alegrado su paisaje por colinas amarillentas,
árboles lejanos y castillos en la meseta.
Echaré de menos la húmeda brisa cantábrica,
el frescor y el calor apagado del norte,
pero será tan gris la visión de todo aquello,
que no me importará beber de su clima
si me llevo un trozo de esa tierra.
Sustraeré para mi futuro un pedazo de trigal,
con sus chopos ocasionales formando hileras,
bebiendo de su grato calor y su seco clima
oliendo a tierra tostada y dorada armonía.
Llevaré a mi casa un pedazo de recuerdo,
un poco de luz de la tierra zamorana,
con románico añejo pasando por Toro,
a camino rectilíneo castellano, en coche,
conduciendo en el ocaso del otoño virginal,
con aves ya en sus refugios y días agónicos,
cerca ya de Burgos, con su catedral, desafiando,
y esperando, tras unos kilómetros más,
volver a ver mi hogar, junto a las galernas,
en un Cantábrico inestable, azul pero furioso;
llevaré a mi casa, en mi mente, todo lo vivido
todo lo experimentado que mantendré siempre
hasta que mi mente, ya vieja, olvide el ayer.
54. 48
OTRA VEZ EN EL CANTÁBRICO
Una vez en casa el cantábrico me saluda,
huelo a sal marina en mis entrañas,
Bilbao se vuelve melancólico y gris,
aunque el cielo se tiña de azul y oro.
La noche se torna en un desfile de farolas,
el Nervión en una carretera a medio hacer,
Portugalete en el centro de mis novelas,
las tormentas frías en una forma de depresión.
Desde el gran Bilbao no podré ver las estrellas
por la contaminación y las luces de artificio,
todo mi pasado es un recuerdo pasivo,
los campos de Castilla un olvido avivado.
Los árboles desnudos agitan sus pobres ramas,
sobre un invierno vasco, mate y entristecido,
la ausencia de Castilla y de sus campos,
se vuelve recuerdo inquietante y vivo.
El amarillo de los campos de frágil trigo
se vuelve metal preciado a los sentidos,
me abrazo a la ausencia de su esplendor
cuando llega el otoño y el lánguido frío,
mi tierra vasca es hermosa y la quiero,
pero admiro la Castilla seca e infinita
que evoca cualquier cosa imaginable
mas allá de la línea del eterno horizonte,
lejos de playas brumosas con acantilados
y barcos de pesca danzando con el mar;
la Castilla de mis sueños en verdad existe,
aunque sea tan solo en la fugaz literatura,
pero cuando viajo la encuentro pletórica
con sus trigales de gran claridad.
55. 49
MEMORIA CASTELLANO LEONESA
A la memoria de la Castilla inconmensurable
donde el león pacta con el rugoso castillo
y el mar es un lago de dulce trigo,
y el cielo hace amistad con ese océano,
a ese territorio tan extenso como infinito,
a esos ocasos con línea azul violeta
donde los pasos se convierten en vida
y la vida eterna tiene hoy su frontera.
A Castilla y León por lo que pudieron ser
por lo que fueron y ya no son,
a las ovejas trashumantes de los sueños,
al ave que siempre estará en el firmamento
y a la carretera que parece no acabar.
Castilla y León en mi literario bolsillo,
Zamora sobre un breve, pero intenso libro,
León para poder en el futuro recordar:
historias de batallas siempre sangrientas,
olor a tierra tostada, aroma a tierno pan.
Volveré alguna vez a Castilla en un soneto,
a León en un cuadro de óleo fresco,
a Zamora en una canción de gesta,
a los recuerdos que llevo junto al mar;
a Castilla y León por lo que fueron,
a esos caminos extensos y sin miedo,
por hacerme ver toda la inmensidad.
56. 50
PLEGARIA (Jeremías 31, 31 – 34)
Naceremos una y mil veces si es necesario,
caminaremos hacia la luz y no a las tinieblas,
perdonaremos a los demás sus errores,
y con la compasión crearemos un nuevo mañana.
Dejaremos atrás la ignorancia que nos mata,
beberemos el agua que calma para siempre la sed
viviremos sin sentir odio, sin acaparar fortuna,
llevando sobre nuestra mente buena voluntad.
No necesitaremos enemigos en las alforjas,
ni espada ensangrentada para hablar de la guerra;
miraremos al cielo como a nuestra morada,
hablaremos con Dios igual que a un buen amigo,
utilizaremos el amor para los días buenos y malos
y buscando justicia en la tierra hallaremos libertad.
Y ya no hará falta soñar con los días futuros
pues será hermoso ver como el futuro ha llegado,
colmada la estupidez, trasformada la ignorancia,
en inmensa sabiduría que traspase la muerte.
Y no lloraremos a los muertos en su umbral,
porque sabremos, con el corazón, su paradero,
y no nos dolerá oír la verdad sea esta cual sea
y tampoco nos importará convertir en alegría
el lodo que no nos llevaba a ningún lugar;
y tan luminosa como una estrella parecerá una vela,
si trasformamos un trozo de nuestra soberbia,
en una tenue fuerza que se llame compasión
y de la que no nos importe recibir nada a cambio
si nada nos dan por lo que nosotros ofrecemos.
57. INDICE
1: A MACHADO: Sin patio de Sevilla, ni huerto ni limonero
2: Del masón que pude ser pero no soy
3: A veces siento que estoy entre varias tierras
4: A mi tierra, a cualquier tierra
5: La tierra es tan enorme que parece pequeña
6: Me vio nacer mi tierra junto al mar
7 VILLARALBO DESDE PORTUGALETE: Solo era una foto en un periódico
8: CAMINOS BURGALESES: Girasoles se agitan en la meseta
9: EN LAS CARRETERAS DE CASTILLA: Sobre el polvo del árido camino
10: PUEBLOS ABANDONADOS: Con mi becqueriana mente
11: MURMULLOS DE ZAMORA: Vi aquella tierra zamorana en sus ojos
12: ZAMORA: La añeja Zamora, la medieval Zamora
13: ZAMORA ARABE: Háblame, hermosa Zamora, dime con tu silencio
14: A DOÑA URRACA: Mujer de cuerpo enlutecido
15: CAMPOS DE ZAMORA: También hay oleaje en los campos de cebada
16: TIERRA: Tierra de pan, tierra de campos
17: VILLARALBO: Era un simple paraje para la vida
18: NOCTURNO EN VILLARALBO: Cuando la morena noche navega
19: LA IGLESIA DE VILLARALBO: Tan hermosa es la iglesia de Villaralbo
20: LA CIGÜEÑA DE VILLARALBO: La cigüeña dormitaba escuálida
21: SOPAS DE AJO EN VILLARALBO: Sopas de ajo en el actual fogón
22: SAN PEDRO DE LA NAVE: Templo mítico de visigótico aroma
23: WAMBA: La tierra se extiende de nuevo al infinito
24: MONASTERIO DE MORERUELA: En los pasillos de un claustro derruido
25: TORO: Aun llega el oleaje de los tiempos,
26: A LOS SEFARDIES DE TORO: Cantad desde Gaza, profetas de Israel
27: A LA CRUELDAD DEL TIEMPO: A las estirpes de reyes visigodos
28: Del norte, del norte, de más al norte
29: TIERRA DE PAN: Las nubes pasan sobre el peinado campo
30: TIERRA DE VINO: Ya quisiera Baco beber tu esencia
31: A LOS AGRICULTORES QUE SIGLOS
ATRÁS TRABAJARON EN EL CAMPO:
En la siega caen las gavillas de trigo
32: DUERO: Duero largo, Duero recio
33: MIRANDA DO DOURO: Mas al este el Duero se hace portugués
34: Tras la puerta del callado camposanto
35: INVIERNO CASTELLANO: Nieve virginal, página en blanco
36: PRIMAVERA CASTELLANA: Euforia vegetal, orgiástica naturaleza
37: VERANO CASTELLANO: ¿Dónde esta? Deseo recordarlo ahora... ¡ya!...
38: OTOÑO CASTELLANO: Profetizaré que a partir de mañana
39: Se esconde el jabalí en lo profundo del bosque
58. 40: Los rumores en Santiago el Viejo
41: Aun cabalga el Cid por Castilla
42: Camina el Cid desterrado y desolado
43: Ah, mi Doña Jimena, mi dulce cielo
44: El trovador canta alegre con su laúd
45: Tiembla tierra castellana por lo ocurrido
46: ANTES DE VOLVER A CASA:
Solo deseo antes de volver a casa
47: DE REGRESO A PORTUGALETE:
Me llevaré a casa, en mi mente
48: OTRA VEZ EN EL CANTÁBRICO:
Una vez en casa el cantábrico me saluda
49: MEMORIA CASTELLANO LEONESA:
A la memoria de la castilla inmensa
50: PLEGARIA: Naceremos una y mil veces si hace falta
61. 1
Tan infinito y tan ilimitado, siempre enorme,
y sin embargo lleno de diminutas gotas,
descarado gigante de tonos azul y verde,
suspiro helador de caricia cruel y salada,
bastión de animales que nadan y viven,
teatro donde muchas vidas viven y desaparecen,
alfombre tempestuosa sembrada de barcos,
música inquieta rezumando sobre las olas...
¡ah!, no es mi vida, es la mar inimaginable,
algo indescriptible que muchos soñaron describir,
tan cercano que no molesta su presencia,
tan mitológico que asombra al incauto,
maravilloso, espectacular, sorprendente.
Veneno mortífero que se ha llevado demasiado,
descarada caracola, semejando la propia alma,
chiste mal contado con naufragio y hundimiento,
segador de risas ingenuas, mal amante,
tazón ingenuo donde se ampara la esperanza y el adiós,
metáfora inacabable de la eternidad añorada,
ese algo que sueña a interminable es, acallada,
la mar angosta y dicharachera con letanía salada,
solo eso y, aunque no lo pensemos, aun demasiado.
62. 2
Quisiste ser tierra pero naciste mar,
hubieses deseado tener un camino
lleno de bajeles y de aves migratorias,
pero solo tuviste camino al navegar,
quiso la tierra ser mar y melancólico océano,
y se transformó en campo de trigo,
quiso el cielo, tan solo, ser apasionado
y volvió su paz en tempestad,
deseó el mar ver su amplio y azul destino,
pero solo sintió a la gaviota volar.
Pensantes que ser océano seria un atino
y solo vistes veleros tristes naufragar,
deseó mi ojo ver por siempre el infinito
y solo consiguió ver el inicio del fin.
Tal vez imaginaste que siendo agua serias vino,
pero solo a los que vivimos en tierra
nos haces embriagar con tu sustancia,
quiso mi pensamiento su blanca libertad
y tan solo pudo ser barco en tu imaginación;
ansiaba también el perro ser hombre,
pero no pudo nunca dejar de ladrar,
deseó también el can ser delfín
y solo consiguió nadar, nada más.
Yo nunca quise ser marinero, pero proyecté,
mi mente sobre tu espejo, azulado y finito,
y poder viajar, con mi imaginación,
con mi alma hueca sin poderte del todo amar.
Por eso quiso el mar volverse tierra,
quiso la alondra dejar de cantar,
pero no pudo, en verdad no pudo
dejarse nunca de transformar
63. 3
Pude estar en la mar o estar en tierra,
haber visto el día o haber contemplado la noche,
aterciopelada y elegante, siempre misteriosa,
haber robado para mí las estrellas del firmamento
o dormirme sin llegar a ningún lugar.
Ser navío salvaje en medio de un monte nevado,
viajero entre las olas del verde océano imaginado,
contemplar los barcos hundidos por los siglos,
plagado el fondo de monedas de oro
y estatuas de Neptuno desgastadas de hastío.
Cantarán para siempre las sirenas susurrando
lo que nunca pude escribir con mi fantasía
y con cada respiro, la mar se agitara valiente y alegre,
por cada ola habrá miles de gotas de agua,
haciendo de séquito a los dioses del mar,
a cambio de un calamar muerto por nosotros,
un sueño que se perdió sin remedio alguno.
Hallaré el mar en el interior de una botella de agua,
surcará mi mente un efímero barco de papel,
sellado con este poema, tierno y altivo,
diremos que era el mar cuando eran en verdad
dos pupilas azules y verdes como el agua,
que embiste el galeón en medio de la galerna.
Y hallaremos un puesto y miles de puertos
y como hay estrellas de mar el mar será el cielo,
porque tan azul como el mar es el fondo de la luna
y tan llena de despojos, de barcos hundidos,
está mi mente cuando se puebla de fantasmas,
que la mar, por estar llena de ánforas vacías
y aviones de guerra que cayeron en desgracia,
es como lo que gané, perdí con gran dolor,
pero que jamás recuperaré aunque quiera.
64. 4
Amaré el mar, aunque no quiera,
aunque viva en tierra, aunque muera en tierra,
a pesar de no saber nadar,
a pesar de poder como mucho andar
tímidamente por una verde vereda.
Amare el mar porque no tiene fronteras,
aunque el hombre ponga siempre sus banderas,
a pesar de vivir en suelo firme,
aunque de la tempestad quiera irme,
cantaré sin miedo a la mar en mis poemas.
Amaré por siempre a la mar, la amaré,
aunque la tenga lejos no la perderé,
la tendré en mi mente como espejo
y mi pluma será como del marino el catalejo,
que no desperdiciará del mar ni una sola de sus olas.
Amaré como siempre lo que no me incumbe,
como amo de la montaña la cumbre,
de la mujer su ausencia y su mirada,
de la guerra la limpia e inmaculada espada
y de la mar todo lo que de ella oí pero nunca percibí.
Y miraré a la mar como a mi tierra y la amaré
y la miraré como a un azulado ajedrez y la entregaré
todo lo que nunca me pidió pero la di,
y según la di un trozo de mi vida perdí,
queriendo ansiosamente ser marinero sin lograrlo.
65. 5
Eres grande, eres bello y a la vez infinito,
que no tenía ojos suficientes para verte.
Eras el Cantábrico que saludaste a mis ancestros,
azul e interminable; a veces gris, a veces triste;
a veces alegre, en ocasiones mío,
en ocasiones de toda la humanidad.
Enorme lagrimón plagado de nubes,
copia humedecida del gran desierto africano,
pupila azulada que de mi recuerdo nunca perdí.
Recordaré por siempre tu ola espumosa,
el mascaron de proa de un viejo barco
el canto de una sirena, un canto de amor,
el golpear de la tormenta en tu oscuro sueño.
Tan grande eres, infinito azul,
que no quisiera despertar de tu imagen,
del impulso sobre tus aguas de un barco rojo,
girando a babor o a estribor, siempre a algún sitio,
vagando sobre la tierra inestable de tus olas,
vagabundeando como lo haría cualquier estrella,
dejando en el vacío la estela de unos humanos
queriendo sobrevivir hasta que la vida se acabe.
66. 6
Se mecen las olas pausadamente
con su color azulado reflejo del cielo,
angosto y grande, tan profundo,
que ni miles de espejos podrían reflejar
el amplio libro que hay sobre nuestras cabezas.
Sus estrellas son miles de barcos
que abren destinos sobre las aguas,
sus aves son palabras sin significado,
los barrancos de las costas un grito grisáceo,
las playas, amarillentas, cabellos infinitos
que besan sin cesar las lejanas olas.
Y una y mil veces escribiré en mis tristezas,
sobre la mar y el océano que calman las penas,
cantando con su silencio una tórrida melodía
con sabor a sal y a momento incierto,
pensativo instante sentado en la arena,
acariciando con mi imaginación sinuosa
un trozo de Túnez y el agua del Pacifico.
Y no habrá nada que recoja tu momento
y no existirá nada que impida mi extinción,
como nada impide que yo escriba este poema
sin saber para que existe, o si navega al olvido.
Y tanto admiro esta vida como la temo,
y tan grato es el existir, como penoso y pesado,
y aunque todo lo posible ocurra, incluso lo indeseable,
me quedaré, entre otras cosas, con recuerdos,
recuerdos de la tierra, de cualquier tierra,
del mar, de cualquier mar que parece el mismo,
del amor, que fue, pero al final, existir, no pudo.
67. 7
Tan grande eres, enorme copa de cristal azul,
que tu grandeza se cobra miles de vidas,
navegando, sobreviviendo, atrevidas,
queriendo arañar el horizonte
o simplemente llenar estómagos vacíos.
Eres frío como el zafiro, o cálido,
según los rayos de sol que te iluminen,
eres alegría o sepultura, según te miren,
poesía, dibujo o película en technicolor.
Eres tantas cosas que a veces no eres nada,
pues los que viven en ti rechazan tu ferocidad
y los que te contemplamos hablamos sin pensar,
en tu belleza que se ha fraguado tantas muertes.
Eres amplio, tan amplio como el cielo,
pero siempre y, que pena, finito,
eres reflejo de lo que nunca vio mi imaginación
el dulce hogar para un ágil chicharro,
con tu húmedo sopor, cuyo pensamiento,
tiene forma de olas blancas e impetuosa tempestad
y tu fantasía es un diminuto y simple velero.
68. 8
Se repite siempre el azul,
el azul del cielo en el cálido verano,
el azul de las pupilas que nunca olvidaré,
el azul del vestido que deseaba ser cielo,
el azul del diamante teñido de esperanza,
el azul del futuro que se hizo presente,
el azul de la flor que quiso ser pajarillo,
el azul que decoraba el plumaje de la avecilla,
el azul del atardecer que coge colores rojizos.
Pero el mar,
el azul del mar es el mas extraño de todos,
el mar femenino de mujer fatal,
azul como el paño de un trozo de mi vida,
azul, siempre azul, y como todo en este mundo,
ánfora de lo bueno y lo malo,
recipiente del dragón reflejo del entusiasmo,
color intenso salpicado de momentos,
de olas blancas embravecidas por la tormenta,
embriagadas por el ayer en forma de gotas de lluvia,
en forma de vidas que siempre, siempre,
vuelven al mar azul de donde partieron.
69. 9
Dime, ola de mar,
si vienes a tierra o vas al océano,
si eres algo o no eres nada,
si te agitas al son del viento
o si sigues la calma de la mañana,
si buscas la noche azabache y estrellada,
si bebes los rayos del sol al llegar el alba.
Dime, ola de mar,
si eres estrella fugitiva sin calma,
si meces con malicia al viejo galeote,
si vienes o vas a alguna parte,
si forma parte de tu alma la ameba
o es un aparte de tu pesadilla el tiburón,
si se esconde en tus entrañas la bella sirena.
Dime, ola de mar,
si eres el bucle del cabello azulado,
si hablas con tu rugido en el eco de la caracola,
si eres blando colchón para el alegre delfín
o si mirando a tu silueta veré mi mañana,
si te contemplaré para luego quedarme sin nada
y llenarme tu azul intenso teñido de verde agua.
O mejor, no digas nada,
que guardando silencio es cuando lo has dicho todo,
con tu voz tersa y suave, siempre húmeda y salada.
70. 10
Nunca apartaré la vista del cielo,
jamás podré apartar los pies de la tierra,
ni quitar de la mente el mar intenso
que sube el nivel de la marea de mi pensamiento.
Cada una de mis ideas son como atunes,
plateados e inconstantes sobre las frías aguas,
que se tornan azuladas al reflejarse con el firmamento,
morada del rudo cimarrón y la ágil sardina.
Nunca apartaré la vista del azulado cielo,
para no perderme ni una gota de la mar tenebrosa,
grisácea y temible al llegar la gran galerna,
cuando cruza el cielo un relámpago sobrecogedor.
Y cuando tenga un cuarzo azulado en mi mano,
tan intenso y tan hermosos como el del ponto,
pensaré que tendré la mar y el cielo en forma de piedra
y será tan grata la sensación y el recuerdo,
que tendré el cielo y el mar en la tierra.
Por eso no quiero apartar la vista de la vía láctea
como mis pies nunca dejarán de buscar
las cuevas subterráneas de la fantasía,
podré ver el mar y el cielo en cualquier sitio
siempre que hayan un azul como espejo,
en la materia que rodea a la materia.
71. 11
Levantarás el vuelo, cormorán mío,
verás el cielo, la mar y la tierra,
corvada y sombría, o de vivos colores;
ambos azules te parecerán el mismo,
aunque los veas a leguas y leguas de distancia.
Levantarás el vuelo corazón mío
o fallecerás como lo ha hecho otras veces,
navegaras por entre las nubes con la imaginación
como un bogavante la haría entre las olas.
Levantarás una vez más el rumbo,
entre el eco de la victoria o la derrota,
los sinsabores de la vida te atacaron
como una batalla mil veces ganada.
Te levantaras una vez mas, corazón,
te elevarás entre el cruel desengaño,
serás polizón en la gran barca
o derrotado en la tierra de tu mente.
Y por ultima vez levantarás el vuelo,
aunque el corazón se te parta en el intento,
ya no veras la tierra corvada o sombría
por tener siempre la amplia distancia.
72. 12
No podrás apartar la tempestad en tu alma marchita,
pues tu alma ahora es un grupo de neuronas
salpicando de electricidad un trozo de lo que fue,
de lo que podría ser el mañana si el que llega.
Tampoco podrás evitar la terrible tempestad
que se cierne sobre el mar tumultuoso y gris,
o la tempestad que saluda a la montaña,
o la electricidad cerebral que ataca al epiléptico.
Pasará el tiempo y no podrás evitar,
tantas cosas que juraste en tu juventud
y que el destino o la naturaleza te impidió,
o tal vez no estaba en tu camino evitar.
Y ya sé, que ni yo mismo, aun deseando puedo,
evitar, aunque quisiera, tantas cosas
y me amargo por ello y le hablo a Dios,
esperando que este exista pero nadie contesta.
Y digo, solo digo, que no me importa evitar la belleza
y la justicia y todo lo bello que hay sobre la tierra,
pero todo lo demás, la injusticia, el dolor, la muerta
quiero luchar contra ello, pero no me quedan armas
para seguir, todos los días, luchando y luchando.
Y yo, como mortal que soy, hay veces,
que deseo tirar la toalla pero no puedo;
y lucho y lucho en mi mente para llegar a alguna parte
y cansado, solo puedo contemplar la tempestad,
rodeada de tierra mientras la tempestad se agita
y la tierra calla y observa, como los humanos,
que observamos en silencio y no podemos hacer nada.
73. 13
Se encuentra entristecido el mar, aunque lo neguemos,
se partió en dos el gran petrolero, el titán del mar,
y las inocente olas verdosas se trasformaron
en un fango extendido, viscoso y siempre negro.
Aun siendo día, llegó la noche al ponto, acartonado,
la muerte al inocente pez que allí vivía dichoso,
la melancolía al delfín juguetón y dicharachero;
de nuevo se trasformó la luz en desengaño,
lo que era vida, es ahora un maloliente recuerdo,
la antigua mar es ahora un charco inmundo,
una cloaca donde se baña apenada la confusa foca
y muere en la negra playa el envenenado cetáceo.
Se encuentra triste el océano del que surgió la vida
y no llora ni el cielo porque ya no tiene lágrimas,
para echar de menos a tantos de sus hijos
que murieron por el hombre y para el hombre,
para llenar estómagos llenos de hambruna,
por soportar el ansia humana de tenerlo todo,
o como ahora, por un descuido carente de amor.
Lo que era azul, ya no lo es, tal vez lo será
la vida que antes era, es ahora incertidumbre.
74. 14
Fue oculto en una isla perdida,
el botín fabuloso de un viejo pirata
que perdió su galeote en un combate
y hubo de huir en una inmunda chalupa.
Era el pirata, avaricioso y viejo,
tenía una pata de palo y un mal pasado,
un mal alcoholismo, una débil historia de amor,
y el mar mezclado con la sangre de sus venas.
Pero nunca fue hallado el tesoro
y era tan viejo el pirata que se le fue la vida,
buscando el brillo del sol en el oro
de unas monedas metidas en un cofre.
¡Que chillen los cañones con fuerza!
¡Que se hundan los barcos y su botín!
Fue enterrado en la miseria el pirata
y el secreto de su valioso tesoro
se fue con él, en la tumba de su playa.
¡El tesoro de oro plata y piedras preciosas!
Y que terrible, siempre que terrible,
que le verdadero tesoro, la vida, toda ella,
sea tan grande y fácil de coger, de tener,
y se prefiera el dorado y brillante oro,
aunque engañe su tacto magnifico,
antes que engrandecerse, mirando,
tan solo la delgada línea del azul infinito.
75. 15
Sobre las olas que el mar empuja apasionado,
entre bateles, y barcos pesqueros, y angustias,
la mar emana con su mirada de gata sigilosa,
de ojos azul zafiro, impenetrables siempre,
vacíos de amor y de toda posible ternura.
Los pescadores salen hacia la mar impenetrable,
en sus barcos coloristas plagados de antenas,
con sus redes casi infinitas y siempre mortales;
ellos, los hombres del mar, los épicos arrantzales,
esquivan los abrazos traicioneros del océano,
los besos gélidos y humedecidos de la marea,
que rodea sus existencias siempre anónimas,
sus manos agrietadas y ásperas por el trabajo,
el pelo encanecido por el paso del tiempo.
Su alma de héroe cotidiano quedó fatigada,
por ver tempestades a lomos del furiosos viento,
de contemplar las tormentas del alma en el mar
y sentirse solo por estar en medio del agua.
Escribiré con letras de oro los puertos y su gente,
Castro Urdiales, Ciervana, Bermeo, Guetaria,
con sus perfiles marinos de ciudad de sal,
de atardeceres donde el sol juega con la marea
y la mar brilla con destellos luminosos y dorados.
A ti te evoco ciudad del mar, ciudad marinera,
poética Atlántida de intrépidos navegantes,
lugar que te susurra, sin más, cuando se contempla.
76. 16
Me siento, simplemente, hechizado,
por el beso de amor de la ría al mar,
los remolcadores, serenos, surcando
al agua macilenta que dejó de ser agua,
tiempo atrás...
El ayer, pero escribo ahora, sosegado,
mientras bebo la brisa cantábrica
y repaso en la mente glorias y miserias
para escribir con un mínimo de justicia;
todo está en calma.
Duermen los peces soñando con el alba,
el cielo se agria como la leche cortada,
en el horizonte, en forma de tormenta,
hechizado estoy, sin motivo aparente
o con motivo...
Mientras paseo contemplando el abra,
con Santurce, brillando en la noche,
el puente de hierro, oscuro y negro,
con los botes flotando sobre el agua,
curiosa armonía...
He paseado, muchas, demasiadas veces,
por esta ría que está de nosotros cansada,
aun rezuma en el aire el olor férreo,
que salió de los contaminantes hornos
y que aun perdura...
77. 17
Ría vacilante de aguas ennegrecidas,
pupila venenosa cautivadora y altiva,
marcapasos acuoso de olas que vienen y van.
Quise escucharte, en las noches de invierno,
y solo conseguí un viento helador sobre la cara,
las barquichuelas zarandeándose sin risa,
mis ojos queriendo mirar entre las farolas,
mis pensamientos sumergidos en sus aguas.
Por un momento, siento la vida y eso me alegra,
instantes después lo pierdo todo por el soplo existencial
que acaricia mi cara aunque solo sea el viento;
desearé ponerle alas a la ría inútilmente,
engañado por mi imaginación, caótica y acuosa,
pero mis ojos solo ven un mundo decadente.
La caída de los dioses puede ser algo cotidiano,
el adiós del ayer, algo que se saborea cada minuto,
los sinsabores abismales algo divertido y alegre,
el silencio una canción para los que no quieren oír.
Y mañana, miles de generaciones deseando inmortalidad,
solo añorarán algo de aliento para subsistir,
no hay vino que calme esa sed, ni agua,
por eso contemplo, en silencio, el agua de la ría,
de la ría que dicen del Nervión, decadente cauce,
y algo escucho, aunque sea mi fantasía arrinconada,
algo que me dice: “Escucha, hay algo mas allá del mañana”.
78. 18
Bruma sobre aguas turbulentas,
reflejos dorados sobre el río oxidado,
lloviendo a las puertas del invierno,
paseando a su vera gentes ociosas,
almas, se dicen a sí mismas, pero vacías,
cuerpos marchitos rezumando ancianidad,
mujeres jóvenes, tan cerca, que son distantes,
caudales incipientes, sin pizca de armonía,
cuchicheos de voces, aun triunfantes y alegres,
que destilan cuchilladas de anonimidad, fantasmales.
Es de noche, la cara oculta de la luz nos traiciona,
antes éramos vivos surcando la tierra
en pos de algo, aunque solo sea una ilusión,
y la oscuridad nos trasforma sin rumbo.
Espíritus con carne, lejos de su final,
zombis con olor a colonia o a espuma de afeitar,
enfundados en trajes tenebrosos, paraguas en mano,
sin lugar para la ilusión verdadera, solo lo vano,
aguantando las gotas de agua mojando el suelo,
los automóviles fingiendo ser seres mitológicos,
riada de vida no sabiendo que proyectar
salvo la metáfora de la ría en nuestros cuerpos,
extinguiéndonos con ella sin ninguna compasión,
pues tan negras como sus aguas están nuestras almas
a diferencia que nosotros pensamos vivir eternamente,
y ella, en su inercia, vive mas que todos nosotros juntos.
79. 19
Río Ibaizabal, mugriento río, aplomado caudal,
cenizo pensamiento para miles de almas,
maloliente semblante, antes bello y marinero,
cloaca vigorosa con pictóricos espejismos,
evocador paisaje de un pasado menos mugriento
pero más duro a pesar de contemplar las limpias aguas.
Te llevaré conmigo hasta... que “ella” me lleve
y viviré una y otra vez, cansado, tu desencanto,
mezclado con aire del Cantábrico y la contaminación,
muerto ya Altos Hornos, vivo aun el grisáceo cielo,
menos asfixiante, pero más alocado, finalizando un siglo.
Pasan ante mí Santurce, Algorta, Guecho, Portugalete...
Y luego Sestao, Baracaldo, Erandio, Zorroza...
Y cuando llego a Bilbao, a la Gran Vía, a las Siete Calles,
el Arriaga me desafía y el Arenal me acoge
y veo al fondo el puente de San Antonio, y la ría...
De nuevo la ría, tan amarronada como pasional,
con miles de gentes que se fueron, ella se dibuja antigua,
carcomida, y nos dice: “Esto ocurrió, ya no será mas”
nuestro presente está demasiados días en entredicho,
lo que ahora es, en verdad, ¿Cuanto aguantará?
pero la ría quedará, aunque nos pese, limpia o sucia.
¿Qué mas da? La ría, esa ría, que muchos miran sin mirar,
pero el pasado ya se ha ido, y el presente queda sin mas;
alma mía, llora, por lo que ves y no puedes ver ya.
80. 20
No negaré que es hermosa la ría del Nervión
tanto de día como de noche, incitadora de mar,
con el sol, preciosa fotografía en tono plomizos,
con su puente trasbordador uniendo las orillas,
tras el ocaso fantasmal con sus farolas anaranjadas
semejando a la Santa Comparsa de almas en pena,
con miles de lucecitas al fondo como si fuesen hadas
sin estrellas en el cielo por la contaminación,
con su luna insignificante y acatarrada,
y el sol, cansado, destilando depresión y estrés.
No negaré que eran hermosos los barcos
que navegaban por sus horillas hasta Bilbao,
ni que su contorno, serpenteante y acuoso,
aunque elegante en su complicada esencia,
no tenía tanta fascinación que el de una mujer.
No negaré que el viento que sentía en mi cara
era el viento más hermoso de mi estrecho mundo,
desde Santurce hasta las míticas Siete Calles,
advirtiendo desde cada rincón de la ría
un paisaje de industria ferruginoso y gris,
donde los pájaros vuelan sin tanta alegría,
en donde mi vida transcurrió viendo ese oleaje
tan entristecido que me volví de filosofo a payaso,
de transeúnte apagado en habitante feliz.
Y no negaré que todo era hermoso aunque era feo
y de su semblante apagado también había una luz,
como esas que nadie las ve pero aseguran contemplar
cuando deseas mirar cosas más hermosas de las que ves
y solo puedes observar un mundo apelotonado y sombrío,
construido con asfalto y hormigón, carente de belleza.
81. 21
PORTUGALETE
Dime ¿quién te vio y quien te ve?
con tu ría ahora mugrienta antes cristalina,
con tus antiguas barquichuelas yendo a pescar,
con el aire salado a mar interminable,
con sus naufragios y su triste muerte,
con sabor a anchoa del mismo abra.
Dime ¿Cuántos ojos te vieron y cuantos te ven?
Trasformaste tu alma de inocente gorrión
en el piar alocado de gentes en busca de nada,
tú intentas recordar tu pasado con tu presente
y tus gentes beben el elixir del olvido,
y esa ánfora llena de liquido azul del Cantábrico
ya no serán recordados por las generaciones
que prefieren un vaso de cerveza
antes que mirar lúcidamente al infinito.
Gloria a tu pasado, loor a tu cuerpo incorrupto,
porque quiero equivocarme y no creo hacerlo,
al pensar que aquel pasado del ayer
se fue para siempre y no volverá,
y en vez de aquel pasado tendremos una máquina
que pensará por todos nosotros
lo que por desidia no lleguemos a pensar.
82. 22
Saboreo la espera, cansado, aguardo el bus,
monótono y largo, desde Bilbao a Santurce,
las gentes me miran sin mirarme, están ahí,
ellos no me ven, pero yo los miro, fascinado,
por cuantos somos en esta urbe, apiñados,
nuestros rostros son diferentes, y nuestras vidas.
Espera, corazón, el autobús no ha llegado,
espera, ya viene lento, ronroneando.
Al subir al bus, me siento de cara a la gente
y luego miro por la ventanilla, seco paisaje,
Bilbao abarrotado de prisas, Bilbao agobiado traje,
donde las golondrinas dejaron de jugar
y se viste el gato callejero de ocupado empresario
y suena los juegos de agua de las fuentes públicas.
Espera, corazón, recréate en Zabalburu,
espera, llévate a Moyúa en la retina.
Y arranca el bus y rueda saliendo de las calles
comiendo el asfalto con sus ruedas,
y veo la ofídica ría y su tristeza de ocaso
sus recuerdos a férreo imperio industrial
y a tantas cosas tragadas por el polvo del tiempo;
pero luego, llego a mi ciudad, se acabó el viaje
Espera corazón, el autobús ha llegado,
espera, ya se va, a lo lejos sigue ronroneando.
83. 23
No duró tanto, ¿Quién lo iba a pensar?
se disipó la calma de la marea,
la mirada del perro vagabundo que me miró,
cortina de niebla en la brumosa mañana,
ojos melancólicos sin ningún llanto
del perrillo, que aullando está en la calzada.
Aire, me falta el aire, de la ría,
me falta el aire, lóbrego y triste, como la vida.
El barco volvió, era la hora del alba,
tocaba en el eco la ronca sirena,
la marea estaba alta, el otoño vivaz,
los ojos cabizbajos no saben dónde mirar
y las grúas semejantes a cigüeñas
descargaban, antaño, las mercancías.
Aire, me falta el aire, que es la vida,
me falta la ría turbia y triste, antes cristalina y altiva
Ya no hay barcos en la misma ría,
el sonido de los barcos se fue y el silencio
es puro desgarro de un mundo perdido,
de paisaje ya desaparecido entre las aceras,
pero el perrillo de ojos tristes sin llanto
sigue aullando por mí en la calzada
Aire, me falta el aire, de la ardiente y fría ría,
aire, me falta el aire, el aire que no se olvida
Era verdad, era verdad, no duró tanto,
el barco no volvió, ya no hay barcos.
Aire, me falta el aire, de la ría,
de mi turbia ría, lóbrega y triste, como la vida.
84. 24
Brillo metalizado en tu distante silueta ,
caballo grisáceo con su airosa e impulsiva crin,
sonrisa amarga de áspera y seca despedida
rápida como un espontáneo y rápido colibrí;
alma salada que te vendiste, tu bien lo sabes,
a ese Mefistófeles del impresionante porvenir,
con un reguero dispar de empresas cenicero
y su humo tosco de hierro luminoso y candente,
camino absurdo a no se sabe bien para qué.
Fénix resucitado de tu delirante inconciencia,
ahora con turistas y paranoico Gugenheim,
por fin quieres despertarte de tu tristeza
con putas cubanas y polvo de ángel esnifado,
besar el mañana con cajeros automáticos
Con tu figura virtual exagerada eres autentico,
tus calles dispersas de ratoneras acogedoras,
eres, Bilbao, con tu ría asquerosa y entrañable
y el cuadro amargo de tus sutiles distancias,
de personas taciturnas, con prisas, desconfiadas,
del Bilbao que diré “pertenezco, aunque no quiera”
el Bilbao que no es mi bella Italia soñada
el Bilbao que no me puede, fácilmente, sonreír.
85. 25
ATARDECIENDO EN BILBAO
Color anaranjado sobre edificios de hormigón,
es la tarde,
es el ocaso y atardece con la fatiga cotidiana,
del sol trastornado.
Sobre el cielo el azul se enturbia de violeta,
de la noche,
que encamina los cuerpos al simple descanso,
y hace calor,
algunas nubes tienen aun colores tórridos,
de oro y blanco.
Y Bilbao se duerme entre las largas farolas,
encendidas,
bajo el firmamento con su negro y tupido manto,
vive aun la esencia,
de lo que fue una jornada brillante y acalorada,
de bochorno y sudor.
Entre la ría sucia y el denso y maloliente tráfico,
la noche llega,
pero se disolverá pronto en el áspero asfalto.
Bilbao duerme,
y se despertará perezoso, con vigor renovado.
86. 26
SESTAO
Helios sobre la marea indecisa de la ría,
espíritu decrepito en la espuma virginal,
el fantasma de Altos Hornos permanece
en la estrecha frontera de la imaginación.
Sestao buscando los ríos, buscando los mares,
buscando siempre los despertares.
Calles viejas de rancia y apolillada madera,
el Nervión serpenteante a tu gélido lado,
los duendes del ayer en todavía acechan,
queriendo fundir nuestro propio metal.
Sestao buscando ríos, buscando los mares,
buscando siempre despertarse.
Sobre el inexistente “Desierto” de Sestao,
un coche navega despistado en su rutina,
calles silenciosas, humo apagado,
el olor de una mini acería en la frontera.
Sestao buscando los ríos, Sestao buscado los mares,
Sestao anhelando los despertares.
Y hoy, aun con todo lo ocurrido algo perdura
y viven las dudas en las dunas del alma,
querré darte un tierno abrazo por tu tristeza,
pero sé que saldrás victorioso cada mañana.
Sestao buscando los ríos, buscando los mares,
buscando siempre los despertares.
87. 27
Aun pervive el olor de la miseria de las minas,
el sabor a hierro, sudor y sufrimiento,
Gallarta a lo lejos, Somorrostro marinero,
el recuerdo pulula en invisibles vagonetas,
oxidado y ferroso, olor y dolor hermanados,
en las entrañas de una gruta minera.
Aun grita en el corazón el deseo de huelga
y se vuelve, el perro guardián, proletario,
aun cuando las minas dejaron de rugir
y ya no hay motivo de luchar por la anarquía.
En La Arboleda, los fantasmas de los accidentados
caminan silenciosos buscando su ansiada paz,
y los gritos de la tierra, perforada y humillada,
no se puede disimular con tanta facilidad
aunque ahora parezcas una ninfa virginal
y antes solo tenías fauces para la miseria.
Han fallecido los tiempos malignos de antaño
y tú, zona minera, te levantas tímidamente,
esperando no tropezar con los augurios venideros,
pero no descuides la sombra de tu pasado,
pues ya sabes que quien olvida sus errores
acostumbra a repetirlos con ancha holgura,
y prefiero que se recuerde de ti tu pasado minero
y tu hado revolucionario de continua derrota,
pero con todo, camina, ambos podemos hacerlo,
no dejes de cantar los sones de aquellas canciones
que te levantaron sobre el yugo del empresario.
88. 28
A Timoteo
Demasiadas veces he caminado por el rompeolas,
al amparo del abra y de la ría, con sus remolcadores,
mientras paseaba por el histórico muelle de hierro,
desgranando pensamientos sobre la vida misma
al son de los vaivenes del agua juguetona y arrulladora;
demasiadas veces las luces de Algorta se han vestido,
de fiesta en la insólita noche de la tosca ría,
al amparo de la negrura abisal del abra del Nervión,
y los pensamientos nocturnos y perezosos de la gente
que prepara la cama para albergar a las alas del sueño;
Muchas veces el ocaso se ha vestido de aurora
y las nubes turbulentas se han teñido de tonos rojizos,
el viento ha susurrado su fuerza en la espuma del mar,
y las gaviotas han volado ingenuas y aniñadas;
demasiado tiempo hemos perdido divisando las aguas,
excesivas fueron las horas respirando el aire arrebatador
que teñido con leves olores sucios, aun permanece.
Demasiadas veces la luz se ha vestido de tinieblas
y el azul se ha degradado a tonalidades grises
que evoca el plomo de aun subyace en fondo de la ría;
como una película en blanco y negro, a ratos filmada,
a ratos vivida con ese misterio del ojo del alma,
a pesar de los días, a pesar del recuerdo, después de todo,
me queda un trozo de la ría en el rincón de la palabra,
y la reproduciré a pesar de quien me llame idiota,
y la extenderé con toda mi insólita voluntad,
en ese universo donde se avivan los bellos pensamientos.
89. 29
SANTURCE
Huele a sardinas y a chicharro asado, a libertad,
ese trozo de tierra rodeado de mar y de tormenta,
sabe a amores con sal, a besos de amor incipientes,
a barquichuelas flotando sobre la ría amarga,
se dibuja una pasión rutinaria en su vieja silueta,
con el Serantes como atalaya vetusta y verde,
que mira inquieta a la dudosa mar ensangrentada.
Se dibujan ausentes los palangreros, pasados de moda,
los remos perfilados por el ingenio del carpintero,
el corazón indómito del aguerrido marinero
que se deja su fidelidad en todos los puertos;
todos los días emerge en el puerto santurzano
evocadores cantos de orcas y sirenas mitológicas,
y en ese espectáculo cualquier paseante, yo mismo,
puedo ser un hombre de mar dejando caer la vista,
sobre el paisaje conmovedor que impulsa al gozo
y sumerge al espectador en un valle de emociones.
Así, como con todo, el vigor de mi joven existencia
decide, en mi atardecer, atracar el barco de mi vida,
y, como puerto, como cualquier puerto, busco alguno,
y echo las amarras y dejo caer el ancla, cansado,
porque no hay barco libertino, que eternamente,
desee navegar por la marea de los bruscos sentidos.
90. 30
Bilbao, el vagón de un tren en la estación,
cerebros estáticos empapados en rutinas,
melancolías que suenan a spot publicitario,
el tren comienza a andar, una vez mas,
mi alma, que la creía inerte, se metamorfosea
en sardina enlatada sin principio ni final,
da igual el día o la noche, es solo un tránsito,
un lugar para ir, posiblemente, a alguna parte,
una ciudad que te espera sin aplaudir tu llegada,
el paisaje se mueve a 25 fotogramas por segundo,
la rapidez descompone las formas, nada es igual,
el tren ya no es una locomotora humeante,
el plástico traspasa mis sentidos, el futuro presente,
la culebra repta veloz por los raíles, aun queda algo,
veo miradas perdidas y oigo palabras vacías, desafinadas,
alguien ha comprado a Dios un disco compacto,
en las mentes se retuerce una imagen pornográfica
que aun no se ha disipado del todo, ahora,
el tiempo es solo una metáfora de la prisa,
el estrés una urraca impertinente que te mira.
Las puertas del vagón, electrónicas y automáticas,
se abren para mí como en la cueva de Ali Babá,
de la ilusión de la tecnología insípida y sobrecogedora
el insospechado e inevitable regreso a la realidad,
a la realidad grisácea y colorista que debemos colorear
y a la que, a veces, debemos trasformarla inútilmente
todos los días de nuestra larga vida.
91. 31
Hay veces en las que, hastiado, tan joven,
por culpa de la falta de dinero, por mi enfermedad,
por no poder salir de la tierra que me cobija,
(me cansan los viajes, me cansa la vida)
salgo a respirar ese aire contaminado
a beber las imágenes metalizadas sin futuro
que incluye esa cesta plomiza, ese álbum,
de fotografías olvidadas que es la realidad,
a esa vena no tan azulada que es el Nervión.
La contemplo de día y de noche, engalanada,
artificial en sus palabras y su luz eléctrica,
verdadero e intenso en una tarde lluviosa,
quejumbroso por la falta de sol en sus aguas
en los atardeceres solsticiales cargados de añoranza.
La ría del Nervión se viste de todo
ignorando ella, como vena insinuante,
el hoy que la inunda y la desborda,
el presente cargado de decadencia luminosa
de canción electrónica caminando al olvido.
92. 32
Ya no volveré a ver tus aguas virginales,
cristalinas y sin el pecado de demonio progreso,
en los que tantas gentes se bañaron... ayer...
ya no volveré a ver la ría como la amaron
todos aquellos que vieron tu fulgor en el pasado,
tu etapa dorada con cara de penumbra y hambre,
tu rostro famélico de rata desnutrida.
Acallaron los violines y los laúdes gloriosos,
o tal vez nunca existieron, ni ahora,
en los que tus aguas soportan suciedad,
fiel reflejo de almas negras y mentes putrefactas,
efecto retardado de cincuenta mil cuerpos apiñados
al son de un puente trasbordador, fantasmal,
que pone broche trenzado a tu remanso nocturno.
Ahora es de noche, con luna blanca, sin nubes,
con reflejos ensoñadores sobre el agua
sobre la cara, el viento del sur te acaricia,
el viento invisible, siempre el viento, revoltoso,
embrujo de lo inalcanzable, del verbo inaudible,
igual que la luna, ese trozo de queso imposible,
esa roca de luz, esa roca desierta y sideral,
ese beso para la vista en medio de la oscuridad,
en medio de un remanso mágico y ennegrecido.
93. 33
Un atardecer de un día de invierno;
resucitan poco a poco las luces artificiales,
las nubes, gozosas, se dejan acariciar por la luz
plomiza y azul tristona, sin el sol, distraído,
el pavimento de las calles parece una alfombra envejecida,
las gentes son soldaditos de plástico, orgullosos y altivos,
los niños juegan a ser mayores eternamente,
los adultos a perpetuar la juventud perdida y efímera,
y mirando al viento se ve las nubes endulzadas
y un avión presuroso y monótono cruzando el horizonte.
Esta es la noche de Reyes, aunque sean reyes republicanos,
se saquearon las tiendas para simular la ilusión
que se envuelve en un papel de regalo con ositos rosas
simulando el entusiasmo que falleció al crecer;
pero un acartonado espectáculo llega al anochecer...
la cabalgata monótona de Reyes Magos comienza,
y los niños, inocentes, miran esperando el milagro,
el milagro de un juguete con recibo y marketing
a lomos de unos Reyes que no se ven nunca,
a los que la cabalgata pone su punto de teatralidad,
de alegría bañada en confetis multicolores,
bajo un cielo nuboso, antes teñido de azul,
de azul oscuro crepuscular con frío y sin nieve,
con su Cantábrico arisco musicando silencio,
donde la esperanza perdida sobrevive en cualquier lugar
y hay que saberla escuchar, aunque no se oiga nada,
aunque solo se escuche el viento; eso es esperanza.
94. 34
Que fascinante es el final del cotidiano día
y a la vez que tenebroso nos resulta,
caverna de las mejores proyecciones mentales,
infinitos caminos atizonados llenos de luciérnagas
intentando crear de nuevo un cosmos nebuloso,
vagina espantosa de las pesadillas deformes,
pizarra insinuante del abismo sin fondo,
trasfondo para el final de un roce carnal,
decorado vacío en el que se escriben las fantasías,
las buenas y las malas; las nubes de tormenta
y el tiempo placido que deja trasparentar la luna.
Cantará el hombre a la noche mientras pueda
sin esperar derrotarla y sin esperar el día,
tocando las cuerdas necesaria para vibrar la existencia,
da igual el violín o la mente de un niño.
Y contemplaremos, intensamente, enrojecer el sol
y enamorase, una vez mas, de la luz del ocaso,
de los tintes pecaminosos rasgando la conciencia
apareciendo el universo estelar, alucinado paisaje,
la emoción, inevitable, de estar vivo y vivir siempre.
Y que pena que la noche se acabe, sin mas,
los ojos somnolientos quieren cerrarse, la mente no,
se mira una y otra vez, desesperado, silencioso,
queriendo atrapar el entorno en nuestro pensamiento
pero poco puede hacer nuestra nebulosa mente,
tan tibia y confusa que demasiado espera y poco logra,
a pesar de lo que, constantemente, contempla.