La civilización romana tuvo su origen en la península itálica, ubicada estratégicamente en el centro del mar Mediterráneo. Los romanos se establecieron inicialmente en las llanuras y colinas de la península itálica, donde desarrollaron una agricultura y ganadería exitosas gracias al clima mediterráneo y ríos como el Tíber. Con el tiempo, los romanos expandieron su dominio por toda la cuenca del Mediterráneo, convirtiéndose en un gran imperio.