El salmista le suplica a Dios que no permanezca en silencio y acuda en su ayuda ante una situación de peligro mortal o enfermedad grave, prometiendo alabarlo si lo libra. Más adelante, la súplica se amplía para pedir protección para el rey y el pueblo. Jesucristo es la Palabra encarnada de Dios que da vida y salva a los hombres. El salmista encuentra en Dios, su Roca, fortaleza y refugio en un mundo cambiante e incierto.