La fe para ser salvos no se obtiene por el esfuerzo humano, sino que es un don de Dios. Aunque la fe es necesaria para recibir la gracia, la gracia y la salvación no dependen del ejercicio de nuestra fe, sino que más bien nuestra fe depende de la gracia divina. Dios es quien obra en nosotros para darnos la fe en Jesús y ser salvos por su justicia, no por ningún mérito propio.