Santa Eufrasia nació en Constantinopla en el 380 d.C. en una familia noble y virtuosa. Desde pequeña mostró una gran devoción a Dios, por lo que a los 10 años decidió consagrarse al convento para siempre. A lo largo de su vida enfrentó acusaciones y envidias, las cuales superó con humildad y confianza en Dios. Murió a los 30 años llena de méritos, dejando un ejemplo de fortaleza y amor a Dios.