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BASES PARA AFRONTAR 
LOS DILEMAS ÉTICOS AL 
FINAL DE LA VIDA 
Drs. Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A.
Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida 
El objetivo de la Medicina no es sólo combatir la muerte, sino luchar 
contra la muerte prematura y la muerte inoportuna y, cuando ello no es posi-ble, 
evitar el dolor y el sufrimiento para permitir una muerte tranquila. 
13 
Juan Gómez Rubí 
El alargamiento de la vida y el respeto cada vez mayor a la auto-nomía 
de las personas han creado diversos conflictos que no están 
sólo relacionados con la Medicina, sino también, y de manera muy 
intensa, con el mundo jurídico y los valores éticos de sus protago-nistas: 
los pacientes y sus familiares, los profesionales y la sociedad 
en general1. Estos dilemas obedecen a dos ideas básicas: el derecho 
de los enfermos a decidir sobre los tratamientos y las opciones clíni-cas 
como parte del principio de libertad y autonomía individual (no 
inicio o retirada de medidas de soporte vital), y el deber de la socie-dad 
y de los profesionales de intervenir en el proceso de la muerte y 
en las decisiones asistenciales relacionadas con la misma (cuidados 
paliativos, eutanasia y suicidio asistido). 
Las decisiones sanitarias son ahora mucho más complejas y difi-cultosas 
que antaño por el respeto a la autonomía personal y por la 
innovación bio-tecnológica que ha convertido en una posibilidad real 
el alivio del sufrimiento. Los problemas no siempre son los mismos y 
algunos tienden a ir cambiando conforme avanza la propia medicina. 
Hoy prácticamente nadie defiende una prolongación dolorosa de la 
vida o un encarnizamiento terapéutico, y sin embargo hace algunos 
años éste era mucho más frecuente. En este artículo vamos a revisar 
las bases éticas de la asistencia paliativa de los enfermos, los deberes 
de los médicos y los principales problemas éticos que surgen en la 
fase final sobre la información, la capacidad del enfermo para decidir 
y participar en los tratamientos (Testamento Vital, Directrices Previas, 
etc,), los derechos del paciente crítico, uso de medios de soporte vital, 
la toma de decisiones y cómo responder a sus peticiones de ayuda 
para aliviar su sufrimiento cuando éste exceda a los medios habitua-les 
de control para permitirle una muerte en paz. 
BASES ÉTICAS DE LOS CUIDADOS PALIATIVOS 
Los Cuidados Paliativos son la asistencia total y activa de aque-llos 
pacientes que padecen una enfermedad que no responde al tra-
Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A. 
tamiento curativo. Se orientan a controlar su dolor, otros síntomas 
molestos y sus problemas psicológicos, sociales y espirituales2. Su 
objetivo es procurar conseguir una mejor calidad de vida para los 
enfermos y sus familiares y se sitúan en un marco ético de notable 
calidad e incluso de excelencia moral: la solidaridad con el enfermo 
que sufre, poniendo la Medicina a la búsqueda de su bienestar hasta 
el final, sin que ello suponga alargar ni acortar la vida. 
Los principios de la Bioética que regulan la relación sanitaria se 
originan en una ética civil, pluralista y racional basada en tradicio-nes 
morales y médicas descritas por Aristóteles, Hipócrates, Galeno, 
Maimónides, Paracelso, Kant, Osler, entre otros3-4. Se aplican a los 
Cuidados Paliativos al tomar en consideración algunos hechos que 
no siempre han sido reconocidos en la relación médico paciente 
como: a) la legitimidad moral de todos los sujetos que intervienen en 
ella a conocer y participar en su tratamiento, b) la propia evolución 
de la profesión médica, c) las características de la asistencia sanita-ria 
actual, d) la exigencia ética de que todos los seres humanos 
deben ser tratados con igual consideración y respeto, y e) conseguir, 
si es posible, la tolerancia “cero” al sufrimiento3,5. Los cuatro princi-pios 
clásicos de la Bioética son3-4,6-7: 
La no maleficencia que obliga a no dañar a los demás (primun 
non nocere) y a realizar correctamente nuestro trabajo profesional. Se 
traduce en protocolos que recojan las exigencias de una buena prác-tica 
clínica. El tratamiento médico debe proporcionar más beneficio 
que riesgo o peligro para el paciente. 
La Justicia, que obliga a proporcionar a todos los enfermos las 
mismas oportunidades en el orden de lo social, sin discriminación, 
segregación o marginación y a la correcta administración de los 
recursos sanitarios en su mayoría públicos. 
La Autonomía, que es la capacidad que tienen las personas de 
realizar actos con conocimiento de causa, información suficiente y en 
ausencia de coacciones internas o externas. Un paciente competente 
tiene el derecho de aceptar o rechazar el tratamiento médico o de 
delegar su decisión a alguien que actúe en su nombre cuando él no 
lo pueda hacer. 
La Beneficencia, que obliga a hacer el bien, según los criterios de 
bien del posible beneficiado. El médico debe ayudar al paciente a 
sobrellevar y reducir el impacto de la enfermedad. 
14
Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida 
El paciente por el principio de autonomía es el titular de la infor-mación, 
lo que ha creado un nuevo tipo de relación médico-pacien-te 
por la que el enfermo aceptará o rechazará un procedimiento 
terapéutico en función de sus criterios, y elegirá, entre las diversas 
alternativas propuestas, la que considere más adecuada a sus propios 
valores e intereses7. El médico, a su vez, se encuentra en una encru-cijada 
en la que confluyen los principios éticos y las influencias cul-turales, 
familiares y elementos de justicia con la biografía única y 
personal del enfermo, con sus propios miedos y sus limitaciones de 
tiempo y formación. Es el responsable de garantizar ese derecho y de 
asegurarse de conocer lo que el paciente realmente desea para que 
no se reproduzca lo sucedido en el estudio SUPPORT8, en el que 
sólo el 40 % de los pacientes había hablado con su médico sobre el 
pronóstico de su enfermedad y que en el 80 % de los casos los médi-cos 
interpretaban erróneamente las preferencias del paciente. 
Los principios éticos son criterios normativos de conducta, que 
introducen la garantía de una racionalidad argumentativa en la toma 
de decisiones, pero por sí solos son insuficientes. Los conflictos que 
surgen en el final de la vida, para Beauchamp y Childress9, autores 
de la teoría de los cuatro principios, pueden resolverse con la pru-dencia 
o phrónesis, que la consideran como el concepto central en 
los Cuidados Paliativos e incluso en toda la asistencia sanitaria. La 
reflexión ética para D.J Roy y N. Mac Donald10 “es una cuestión de 
razonamiento práctico acerca de pacientes determinados, casos 
específicos y situaciones únicas”, por lo que se puede orientar a tres 
elementos: a) proporcionalidad de la intervención; b) responsabili-dad 
médica sobre el conjunto de ese proceso y c) el de los fines u 
objetivos que se persiguen. 
Diego Gracia11 considera que “la ética clínica no consiste en la 
aplicación directa de unos principios: por lo tanto, no es filosofía o 
teología aplicada, sino una labor original que nos obliga en todas las 
situaciones a buscar la decisión correcta, es decir que nos obliga a 
un ejercicio continuo de responsabilidad.” El cuidado del enfermo 
de acuerdo a su realidad peculiar y el respeto por ella, no obstante, 
puede llevar a decisiones que no siempre podemos mostrar que sean 
consistentes con los principios éticos generalmente aceptados o con 
las decisiones tomadas previamente en situaciones similares, por lo 
que A. Couceiro12 propone una “ética de la convicción responsa-ble”, 
principios, sí, pero confrontados con las consecuencias, perso- 
15
Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A. 
nas responsables de los resultados derivados de la aplicación de sus 
convicciones o principios. Para Victoria Camps5, la ética de la res-ponsabilidad 
siempre es más incómoda que la de los principios 
absolutos entendidos de una forma rígida. Estos nos dan respuestas 
claras, mientras la perspectiva de la responsabilidad nos obliga a 
adecuar la respuesta a cada situación concreta. 
DEBERES ÉTICOS DE LOS SANITARIOS 
Los fines de la Medicina según una colaboración internacional 
que apareció en la revista Hastings Center Report13 en 1996, son: “a) 
la prevención de la enfermedad y de las lesiones, b) la promoción y 
mantenimiento de la salud, c) el alivio del dolor y del sufrimiento 
causado por la enfermedad y las dolencias, d) la asistencia y cura-ción 
de los enfermos y el cuidado de los que no pueden ser curados, 
e) evitar la muerte prematura y f) velar por una muerte en paz”, por 
lo que los sanitarios, especialmente los médicos que atienden a 
pacientes moribundos tienen que guardar los siguientes deberes éti-cos3,4,6- 
12,14: 
• Realizar un buen diagnóstico (principio de no maleficencia) 
para darle el mejor tratamiento según su estado. 
• Obligación de no hacer daño (no maleficencia), lo que se 
facilita a través del establecimiento de protocolos de actua-ción 
o guías en la práctica clínica. 
• Respetar su autonomía y procurar realizar actos en su bene-ficio 
con su autorización tras un proceso de información sufi-ciente 
y en ausencia de coacción interna o externa. No es 
posible hacer el bien a otros en contra de su voluntad. 
• Utilizar los medios diagnósticos y terapéuticos más adecua-dos 
para aliviar sus molestias, paliar su sufrimiento hasta 
donde fuera posible y mejorar su pronóstico. 
• Procurar utilizar los recursos humanos, profesionales y técni-cos 
de la mejor manera posible, y evitar cualquier tipo de dis-criminación 
en su acceso por la población (principio de 
justicia). 
16
Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida 
• Intentar prevenir con tiempo suficiente las situaciones más 
difíciles y conflictivas; es decir, aquellas que pudieran dar 
lugar posteriormente a la aparición de síntomas refractarios 
psicológicos. 
• Deber de no abandono, de estar disponibles para responder 
a preguntas, de dar asesoramiento sobre lo que cabe esperar 
durante el proceso de la enfermedad y de prestar apoyo emo-cional, 
psicológico y espiritual tanto antes como después de 
la muerte. 
Los dos principios cardinales del tratamiento médico para la 
OMS son hacer el bien y minimizar el daño, lo que significa buscar 
un equilibrio aceptable entre las ventajas y los beneficios del trata-miento 
y sus aspectos negativos2. Los médicos tienen la responsabi-lidad 
de comprender los conceptos éticos básicos, de ser 
competentes para valorar el estado de la enfermedad, de informar al 
paciente de lo que se puede hacer, de tratar adecuadamente los sín-tomas 
molestos, en particular los que representen para el paciente 
una amenaza para su existencia, de estar disponibles para el enfer-mo 
y la familia para darles la información que requieran y ayudarles 
en la toma de decisiones. La comprensión de los principios funda-mentales 
facilitará no sólo el tratamiento clínico sino también la 
capacidad de comunicarse claramente con el paciente y sus cuida-dores 
durante los tiempos difíciles. Un cuidado competente entrega-do 
con compasión con una buena comunicación honesta y empática 
sobre la situación clínica que se está viviendo, es lo que esperan 
básicamente la mayoría de los pacientes. 
El control de síntomas no debe ser un fin en sí mismo, sino un 
medio –habitualmente muy importante– para conseguir que el enfer-mo 
alcance los mayores niveles de satisfacción y de bienestar dese-ados 
por él. Las disposiciones emitidas por el paciente para dirigir su 
tratamiento, cuando considere que no pueda hacerlo por sí mismo 
(Delegación de derechos-Delegaciones subrogadas), deben tener 
mucha relevancia legal en la atención sanitaria a pesar de todas las 
limitaciones que conocemos por estudios empíricos. Hay que tener 
presente que los síntomas tienen un triple origen: físico, psicológico 
y social, por lo que pueden en algunos casos, de forma paradójica, 
ser de utilidad para el paciente para negar su situación global. Se 
corre el riesgo de priorizar la dinámica del control (que suele tener 
17
Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A. 
que ver con el poder del profesional) frente a la dinámica de la elec-ción 
(que tiene mucho más que ver con la libertad del paciente, una 
libertad que –obviamente– puede llevar a que sea él quien realmen-te 
ejerza el control sobre los factores que son importantes en su 
vida)15,16,17. Existen estudios que prueban, por ejemplo, que uno de 
los factores de mayor impacto sobre la depresión, el dolor y su con-trol 
era el sentido que los enfermos atribuían a sus dolores15,16. En 
función de que si era vivido o no como un castigo, un desafío, un 
enemigo o simplemente como el resultado del crecimiento de un 
tumor, podía variar la intensidad de la percepción. Hay veces que un 
enfermo puede optar por sufrir un dolor no mitigado debido a sus 
creencias. Esta decisión debe respetarse, por más que sea una expe-riencia 
penosa para la familia y para las personas responsables del 
tratamiento2. 
Es necesario llevar a cabo una investigación que nos permita 
dotarnos de instrumentos fiables, válidos y sensibles para detectar y 
evaluar: a) los síntomas o situaciones susceptibles de desembocar en 
síntomas refractarios o de difícil manejo, b) los síntomas refractarios, 
en especial, los de carácter psicológico, c) hasta qué punto una per-sona 
se encuentra en paz a lo largo de su individualizado y cam-biante 
proceso de morir, y, d) los elementos que nos orienten al 
pronóstico17. 
ÁREAS OBJETO DE CONFLICTO BIOÉTICO EN LOS 
CUIDADOS PALIATIVOS 
Algunos de los conflictos éticos importantes en los Cuidados 
Paliativos son3,12,14: 
• ¿Está el enfermo en la fase terminal? 
• ¿Tiene capacidad para rechazar o no un tratamiento? 
• ¿Qué hacer ante la negativa del paciente a recibir hidratación 
o alimentación parenteral? 
• ¿Debe permitirse a los médicos citar la futilidad médica 
como justificación para interrumpir de forma unilateral el tra-tamiento 
de soporte vital? 
• ¿Cómo actuar con el paciente crítico y evitar el encarniza-miento 
terapéutico? 
18
Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida 
• ¿Cuándo estaría indicada la sedación? 
• ¿Puede el principio del doble efecto defender de forma sufi-ciente 
la provisión de sedación en el paciente cuya muerte es 
inminente? 
• ¿Qué puede ayudar el proceso de toma de decisiones en los 
Cuidados Paliativos? 
• ¿Qué hacer ante la petición de suicidio asistido por el médi-co 
o la eutanasia activa voluntaria? 
¿ESTÁ EL ENFERMO EN LA FASE TERMINAL? 
La elección correcta del tratamiento es un imperativo ético para 
un mejor aprovechamiento de los recursos y requiere una adecuada 
identificación de la fase en que se encuentra la enfermedad, la eva-luación 
de las ventajas e inconvenientes de las intervenciones, infor-mar 
al afectado y llegar a un consenso con el paciente, la familia y 
el equipo para que aquel pueda recibir el mejor tratamiento según 
los principios de la Bioética y la Medicina clínica12,18. Para aplicar 
bien los tratamientos paliativos es esencial tener unos criterios claros, 
como los de la SECPAL19, para no caer en el error de etiquetar como 
terminal al que no lo es, particularmente si es potencialmente cura-ble. 
Estos criterios son: 
• Existencia de una enfermedad avanzada, progresiva e incurable 
• Falta de posibilidades razonables de respuesta al tratamiento 
específico 
• Aparición de numerosos problemas o síntomas intensos, múl-tiples, 
multifactoriales y cambiantes 
• Pronóstico inferior a los 6 meses 
• Gran impacto emocional en el paciente, familia, y equipo 
terapéutico, muy relacionado con la presencia, explícita o 
no, de la muerte. 
Para algunos autores como Centeno20, la situación de terminali-dad 
puede definirse por la presencia de 3 de estos 5 criterios. Es 
necesario un alto nivel de actualización en la enfermedad que pade-ce 
el paciente y extremar la prudencia por parte del médico de fami-lia 
para procurar una adecuada coordinación con los servicios 
19
Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A. 
especializados para asegurarse de que el enfermo ha entrado en fase 
terminal. Por lo general toda enfermedad terminal tiene el siguiente 
curso21,22: Curativa: Utilización de tratamientos curativos como 
opción que pretende prolongar la supervivencia. Paliativa: Empleo 
de tratamientos paliativos o tratamientos curativos/activos/específicos 
con una intención paliativa de mantener o mejorar la calidad de 
vida. Agónica. Empleo exclusivo de tratamientos paliativos con 
intención de asegurar una muerte en paz o digna. Tabla 1 
Tabla 1. Adecuación ética de los tratamientos a las fases 
en la trayectoria de las enfermedades21,22 
F A S E S Curativa Paliativa Agónica 
Prioridad Supervivencia Calidad de vida Calidad de muerte 
Supervivencia prevista Prolongada Limitada Ninguna 
Tolerancia a la 
agresividad terapéutica Puede ser elevada Baja Nula 
Medicinas de apoyo Sí Posible (Calidad de vida) No 
Hidratación / Sí Posible (calidad No Alimentación artificial de vida) 
En los últimos tiempos se han producido avances significativos en 
el manejo de algunas enfermedades, por lo que los tratamientos cura-tivos 
y paliativos no son excluyentes. En algunos casos como el SIDA, 
algunos tipos de insuficiencia cardíaca o neoplasias hematológicas, las 
mejores opciones de control sintomático en la terminalidad están en el 
uso apropiado de los tratamientos activos/específicos/curativos confor-me 
avanza la enfermedad, en particular algunos como la cirugía, qui-mioterapia 
y radioterapia, siempre que sus beneficios superen a los 
efectos secundarios21. Existen con frecuencia dificultades para recono-cer 
la transición entre la fase curativa y la opción paliativa y la entra-da 
en situación terminal, porque el progreso científico modifica 
constantemente las fronteras entre estas fases. Se debe procurar excluir 
siempre otras patologías o situaciones concurrentes que puedan ser 
susceptibles de un control más específico. Tabla 2. 
20
Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida 
Tabla 2. Patologías intercurrentes que pueden precipitar 
la terminalidad en el cáncer avanzado23 
• Infecciones: tuberculosis, abscesos, sepsis 
• Anemia, hemorragia digestiva 
• Deshidratación: dificultad para deglutir 
• Déficit nutricional severo, insuficiencia pancreática exocrina 
• Causas metabólicas: hiponatremia 
• Metabólica: hiponatremia no SIADH (frecuentemente iatrogénica) 
• Endocrina: hipotiroidismo, insuficiencia suprarrenal 
• Complicaciones agudas: tromboembolismo pulmonar, fracaso 
renal y post renal agudo 
• Yatrogenia: miopatía esteroidea, parkinsonismo 
Los tratamientos paliativos no tienen que excluirse de los curati-vos 
y por la calidad de vida que proporcionan, deben aplicarse 
desde el principio de la enfermedad. Con ellos se consigue que un 
porcentaje inferior al 3 % de los pacientes admitidos anualmente en 
una Unidad de Cuidados Paliativos vuelva a incorporarse a trata-mientos 
activos con intención curativa. Un elemento que podría ayu-dar 
a establecer un tratamiento determinado sería conocer el 
pronóstico de la enfermedad. Por lo general es diferente cuando se 
trata de un cáncer o de una enfermedad avanzada de otra naturale-za, 
por lo que en ocasiones se emplea una agresividad despropor-cionada 
en la segunda. La mayoría de los enfermos con cáncer no 
tienen problemas con las actividades de la vida diaria y movilidad un 
año antes de fallecer, pero presentan un agudo declive funcional en 
los últimos 4 meses de vida. La mortalidad en este caso depende de 
las condiciones comórbidas que pueden alterar el curso de la enfer-medad. 
Según la posible supervivencia, en la práctica se consideran 
tres etapas: Fase terminal: pronóstico de hasta meses, Fase preagóni-ca: 
pronóstico de hasta semanas y Fase Agónica: pronóstico de hasta 
días. Se puede pensar en la entrada en la situación de agonía, cuan-do 
concurren los siguientes criterios: 
• Deterioro del estado psicofísico con debilidad intensa, enca-mamiento, 
disminución del nivel de conciencia, síndrome 
21
Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A. 
confusional frecuentemente asociado y dificultades en la 
comunicación. 
• Dificultades en la ingesta tanto de alimentos como de la 
medicación, en relación con una disminución del nivel de 
conciencia. 
• Síntomas físicos, psíquicos y emocionales de diversos tipos 
en relación con las características concretas de la enferme-dad 
crónica y sus síntomas. 
La toma de decisiones entre la fase terminal y agónica también 
requiere formación y experiencia por lo que el médico de familia 
tiene que recoger las aportaciones de quienes conviven con el enfer-mo 
y el equipo y procurar el consenso a la hora de definir los obje-tivos22. 
Una vez que se reconozca que el paciente está agonizando, 
son importantes estas medidas: a) comunicarse con el paciente y la 
familia de una manera compasiva y humana para poder establecer 
un sistema de cuidados eficaz, en el que se garantice que única-mente 
se ofrecen los cuidados necesarios y convenientes durante la 
última semana de vida; b) eliminar los cuidados innecesarios y des-proporcionados; 
c) revisar el control de los síntomas y el plan tera-péutico; 
d) evaluar el bienestar de los familiares; e) establecer un 
plan de contingencias: f) determinar el plan de cuidados actual y g) 
llevar a cabo la transición a entornos /sistemas de cuidados alterna-tivos 
(centros de cuidados paliativos, domicilio, hospital) cuando sea 
conveniente, según los deseos del paciente y de la familia24. 
¿TIENE EL ENFERMO CAPACIDAD PARA RECHAZAR O 
NO UN TRATAMIENTO? 
“El rasgo más relevante de nuestra cultura es la creencia de que las 
personas tienen el derecho y la responsabilidad moral de enfrentarse por 
sí mismas a las cuestiones fundamentales sobre el significado y valor de 
sus vidas”. 
22 
R. Dworkin 
Una característica de la Medicina occidental es el reconoci-miento 
de que los pacientes tienen derecho a rechazar todas las 
pruebas y tratamientos que recomienden los médicos, inclusive el 
tratamiento de soporte vital, aun cuando la consecuencia de tal
Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida 
rechazo sea su muerte. Este derecho a consentir o negarse deriva de 
los conceptos éticos y legales del respeto por la autodeterminación y 
la autonomía, así como del derecho a ser dejado a solas (o en paz)14. 
Se acepta que un paciente con enfermedad grave o potencialmente 
irreversible se conforma con las medidas normales, ordinarias y pro-porcionadas 
de tratamiento y que pueda rechazar los medios excep-cionales 
alternativos, terapéuticas dudosas o experimentales, hecho 
recogido en la Carta de los Derechos de los Pacientes en España, 
Capítulo VII, que dice en su Art. 27, 2, lo siguiente: “El médico no 
deberá emprender o continuar acciones diagnósticas o terapéuticas 
sin esperanza, inútiles u obstinadas. Ha de tener en cuenta la volun-tad 
explícita del paciente a rechazar el tratamiento para prolongar su 
vida y a morir con dignidad. Y cuando su estado no le permita tomar 
decisiones, el médico tendrá en consideración y valorará las indica-ciones 
anteriores hechas por el paciente y la opinión de las personas 
vinculadas responsables. “ 
La retirada de medidas es una decisión compleja que se debe 
tomar de acuerdo con los criterios de proporcionalidad y de respon-sabilidad 
sobre el proceso clínico y las consecuencias previsibles. En 
la situación de terminalidad es preciso respetar los deseos de los 
pacientes en cuanto a resucitación. El artículo 15 de la Constitución 
Española prohíbe los tratos inhumanos y degradantes. La Declara-ción 
sobre Enfermedad terminal, adoptada por la 35 Asamblea Médi-ca 
Mundial (Venecia, Octubre de 1983), dice lo siguiente: 
1.1. El médico puede aliviar el sufrimiento de un paciente con 
enfermedad terminal interrumpiendo el tratamiento curativo 
con el consentimiento del paciente o, en caso de no poder 
expresar su propia voluntad, de su familia. La interrupción 
del tratamiento no exonera al médico de su obligación de 
asistir al moribundo y de darle los medicamentos necesarios 
para mitigar la fase final de su enfermedad. 
1.2. El médico debe evitar emplear cualquier medio extraordi-nario 
que no tenga beneficio alguno para el paciente. 
La doctrina del conocimiento y la negativa informados consta de 
tres elementos, todos los cuales deben cumplirse para que sean váli-dos: 
1) debe transmitirse al paciente la información suficiente, 2) el 
enfermo debe ser capaz de decidir y 3) el paciente debe estar libre 
de coacción. La “información suficiente” es aquella que debe cono- 
23
Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A. 
cer una persona razonable para tomar una decisión en cuestión, esto 
es, que entienda sus opciones, los riesgos y beneficios generales de 
cada opción, la recomendación del tratamiento del médico y las 
razones de tal recomendación14. Para consentir o negarse, existe el 
concepto de competencia, que se refiere a la capacidad del enfermo 
para tomar decisiones médicas, para lo cual es necesario realizar una 
evaluación de su nivel de comprensión y de la propia decisión, así 
como de sus posibilidades de consentimiento o de rechazo (en rela-ción 
al beneficio o al riesgo), esto es, si puede pensar racionalmente 
y expresar una preferencia de tratamiento. 
El paciente competente es la única persona con legitimidad moral 
para convertir la evaluación técnica u objetiva (proporción/despro-porción) 
en subjetiva (ordinario/extraordinario). Ni la familia ni los 
profesionales pueden hacerlo por él, y sólo serán beneficentes en la 
medida que respeten las decisiones que salgan de este proceso12,14. 
El respeto por el paciente y su autonomía exige que corresponda a 
éste y no a su médico, decidir qué tratamiento debe ser o no aplica-do 
para dar cumplimiento a lo que el paciente estima su propia dig-nidad 
y para evitar lo que el enfermo consideraría sufrimiento, 
aportando su sistema personal de valores y de preferencias de trata-miento 
y las utiliza para considerar cada opción. Una buena vía de 
salida sería que el enfermo ponga el límite de hasta dónde quiere ser 
tratado y cómo, y que tenga toda la información y apoyo. El trata-miento 
se suspenderá en el momento que el enfermo determine o que 
el médico crea conveniente por la lex artis, para evitar prolongar la 
agonía y la obstinación terapéutica. En la práctica, el médico ofrece 
la información técnica sobre el tratamiento, efectos secundarios, efec-tos 
beneficiosos, resultados y pronósticos y a continuación ofrece una 
recomendación de tratamiento. Juntos en lo que se llama decisiones 
compartidas, tanto el médico como el paciente identifican un plan de 
tratamiento aceptable para ambos y lo ponen en práctica. 
Si el enfermo se niega a aceptar un tratamiento de soporte vital, el 
médico debe asegurarse de que tal rechazo es válido antes de respe-tarlo. 
Para ello procurará investigar si existen signos de pensamiento 
irracional, una posible depresión reversible con un tratamiento o algún 
problema físico o síntoma no controlado, y tratar la depresión para 
mejorar el estado psicológico del paciente y sus condiciones físicas y 
de comunicación para capacitarlo plenamente para participar en la 
toma de decisiones. Si llega a la conclusión de que la negativa del 
24
Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida 
paciente es válida, el médico deberá respetar su decisión interrum-piendo 
el tratamiento de soporte vital. Una vez rechazado, el trata-miento 
de soporte vital no iniciado no debe administrarse y el 
tratamiento de soporte vital ya iniciado debe retirarse. Durante su inte-rrupción, 
los médicos tienen que proporcionar cuidados paliativos 
adecuados para reducir al mínimo el sufrimiento del enfermo. Existen 
pruebas de que es preferible la rápida reducción de los ajustes de los 
parámetros del ventilador a la extubación sumaria a pacientes que 
dependen de aquel y que rechazan el tratamiento de soporte vital. 
¿QUÉ HACER ANTE LA NEGATIVA DEL PACIENTE A 
RECIBIR HIDRATACIÓN Y NUTRICIÓN? 
Si bien algunos autores colocan la alimentación enteral IV o la gas-trostomía 
como tratamientos médicos y la hidratación oral, suerotera-pia 
IV y la hipodermoclisis26 como cuidados básicos, particularmente 
este última para reducir los efectos de la deshidratación y una posible 
agravación de la sintomatología, desde el punto de vista ético, para la 
OMS2 “es justificable denegar o suprimir las intervenciones destinadas 
a prolongar la vida cuando éstas no estén de acuerdo con los deseos 
del paciente, a menos que tales intervenciones puedan hacer variar el 
curso de la enfermedad y no sean sólo medios que prolonguen la ago-nía 
del enfermo”. Por tanto, las bases éticas de la negativa del pacien-te 
a recibir hidratación y nutrición están en el respeto a la autonomía 
y a la autodeterminación y puede representar una forma de acabar con 
una vida insostenible como una alternativa al suicidio asistido. Estos 
procedimientos no son objetivos en sí mismos en la atención de enfer-mos 
terminales con cáncer, sobre todo cuando la desnutrición está 
relacionada con la progresión de la enfermedad sistémica, no suscep-tible 
de respuesta al tratamiento específico25-29. 
El paciente terminal experimenta una involución del hambre y la 
sed. Los temores de que los pacientes murieran de deshidratación no 
han sido confirmados por los datos de las Unidades de Cuidados 
Paliativos sobre la calidad de vida de enfermos sin alimentos o agua 
por lo que técnicamente no está justificada la nutrición ni la hidrata-ción 
oral o parenteral forzada, cuando los pacientes ya no obtienen 
beneficio de ello12,27-30. Si un médico bien intencionado pero mal 
25
Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A. 
informado intenta hidratar o nutrir a estos pacientes, puede aumentar 
su sufrimiento al producir edema pulmonar, náuseas y vómitos. La 
duda más importante es si la muerte por deshidratación terminal es 
humana. Puede no producir dolor e incluso una muerte digna y en 
paz, pero no es rápida (a veces tarda 3-4 semanas) pudiendo conver-tirse 
en penosa y estresante para toda la familia. Este periodo es simi-lar 
a las dos semanas que exige la Ley de Oregon después de solicitar 
el suicidio30. La no maleficencia nos obliga a una identificación de 
tales situaciones y a utilizar otro tipo de cuidados –uso fraccionado de 
líquidos, cuidados frecuentes de boca más efectivos, un pequeño 
volumen de líquido, una gasa húmeda o hielo triturado en la boca. 
¿DEBE PERMITIRSE A LOS MÉDICOS CITAR LA 
FUTILIDAD MÉDICA PARA INTERRUMPIR UN 
TRATAMIENTO DE SOPORTE VITAL? 
Morir más pronto o más tarde no es la cuestión, morir bien o mal, 
ésta es la verdadera cuestión. Y así como no siempre es mejor la vida más 
larga, así resulta siempre peor la muerte que más se prolonga. 
26 
Epístolas Morales a Lucilio 
La futilidad es aquella actuación médica que carece de utilidad 
para un paciente particular y que por tanto, puede se omitida por el 
médico. Se ha invocado en caso de resucitación cardiopulmonar, 
mantenimiento artificial de funciones vitales, pérdida irreversible de 
las funciones cerebrales, tratamientos agresivos de enfermos termi-nales 
o tratamientos que ofrecen una calidad de vida muy baja28,29. 
Existen varios elementos que están aceptados comúnmente: 1) La 
vida es el bien más importante que tenemos, pero no es un valor 
absoluto que deba mantenerse a costa de todo, porque la muerte es 
un hecho natural, que acaba igualando a todos: a los enfermos y a 
sus médicos y cuidadores; 2) Una medida terapéutica está indicada 
cuando viene avalada por el conocimiento científico o la experien-cia 
previa, y el beneficio que se espera obtener de ella supera sus 
riesgos potenciales. La controversia acerca de la no administración o 
la retirada del tratamiento de soporte vital es si una determinación de 
futilidad médica constituye una base legal defendible para que los
Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida 
médicos tomen la decisión de interrumpir el tratamiento, ante la exi-gencia 
de la familia o del representante de continuarlo28,31,32. En su 
nivel más básico, la determinación de futilidad médica implica que, 
en función de las pruebas disponibles, no se producirá el esperado 
efecto beneficioso a consecuencia del tratamiento. Los médicos no 
tienen el deber ético de prescribir ni de ofrecer tratamientos que no 
ayuden a los pacientes, por lo que pueden negarse unilateralmente a 
proporcionar o incluso a ofrecer tratamientos inútiles a pesar de que 
éstos sean solicitados por los pacientes, los representantes o los 
miembros de la familia. Algunos eruditos han llegado a la conclusión 
de que la única solución al debate sobre la futilidad es desarrollar un 
estándar de práctica médica mediante un consenso de toda la comu-nidad 
y aplicarlo. La Organización Médica Colegial en la Declara-ción 
de Pamplona de mayo 1998, indica: 
“La Medicina y el final de la Vida: 
1. Todo enfermo desahuciado tiene derecho a un exquisito cui-dado 
de su calidad de muerte. El médico con ciencia, expe-riencia 
y conciencia debe sentir el deber y poner los medios 
para procurar a cada moribundo su mejor muerte. El enfermo 
desahuciado es aquél para el que ya no existe esperanza 
alguna de curación. 
2. El médico debe evitar toda acción terapéutica fútil en el 
enfermo desahuciado. Es fútil todo acto médico inútil, sin 
valor real para el enfermo. 
3. Todo enfermo desahuciado debe recibir los cuidados paliati-vos 
adecuados para obtener la mejor calidad posible de cui-dados 
terminales.” 
¿CÓMO ACTUAR CON EL PACIENTE CRÍTICO Y EVITAR 
EL ENCARNIZAMIENTO TERAPÉUTICO? 
“La dignidad humana y el amor propio alcanzan su madurez en una 
persona cuando se respetan sus intenciones más ponderadas y aprecia-das. 
Cuando un enfermo sobrevive gracias a los aparatos que prolongan 
la vida, no siempre puede actuar conforme a esas intenciones”. 
27 
O.M.S2
Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A. 
Desde la mitad del siglo XX, la Medicina es cada vez más capaz 
de prolongar la vida a través de numerosos medios de soporte que le 
permiten en ciertos casos ganar tiempo para que actúe una determi-nada 
medida terapéutica, o que el individuo recupere la salud. Sin 
embargo no ha podido evitar que la muerte no se produzca o que su 
supervivencia no se acompañe de secuelas que afecten a su calidad 
de vida, con un alto costo de sufrimiento y a veces también de dine-ro 
(encarnizamiento o exceso terapéutico). La mayoría de las situa-ciones 
que en clínica desembocan en el ensañamiento terapéutico, 
son consecuencia de una cadena de acontecimientos que van mar-cando 
una pendiente donde es difícil encontrar el momento oportu-no 
para decidirse30,33. Es básico reconocer que la Medicina se 
mueve en la incertidumbre, que los índices probabilísticos son de 
difícil aplicación individual, además de tardíos, y a veces es duro 
sustraerse al empleo de una medida que mantiene una determinada 
función aunque no la vida. Por ello, no siempre es fácil utilizar las 
oportunidades que dan los medios de soporte vital sin caer en el 
ensañamiento terapéutico. 
Ante los diferentes efectos de los llamados medios de soporte 
vital, J. Gómez Rubí30, se formula estas preguntas: 1. Cuando está 
amenazada la vida, ¿hay que utilizar siempre todos los recursos 
disponibles en todas las situaciones? En caso negativo, ¿cómo se 
establecen los límites? 2. ¿Hasta dónde hay que llegar cuando la 
recuperación se presenta como improbable o imposible de acuer-do 
a los criterios actuales de la ciencia? Es decir, ¿dónde empieza 
la prolongación estéril de la vida? 3. Ante la posibilidad de que el 
resultado no sea la recuperación total, ¿cómo estimamos el nivel 
de secuelas compatible con una vida más o menos precaria, pero 
aceptables? En otras palabras, ¿cómo se define el nivel de calidad 
para que la vida merezca la pena ser vivida?, y sobre todo, tras 
estas consideraciones, ¿quién adopta la decisión de limitar el tra-tamiento? 
Está cada vez más aceptado que la preservación de la vida 
mediante medidas agresivas, a un costo personal intolerable para el 
enfermo, no es el camino adecuado y que cuando no existen posibi-lidades 
razonables de recuperación, debe limitarse o suspenderse el 
tratamiento porque vulnera principios bioéticos fundamentales (no 
maleficencia y beneficencia) ya que mantenerlo conduce a retrasar 
la muerte en vez de prolongar la vida. Además, los recursos malgas- 
28
Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida 
tados en esos enfermos podrían ser útiles para otros, con lo que se 
atentaría también contra el principio de justicia. La decisión debe 
establecerse con criterio médico, ya que se basa en razones técnicas 
(pronóstico irreversible, ausencia de posibilidades terapéuticas) que 
entran dentro de su competencia profesional30,33. La Declaración de 
Ética en Medicina Crítica y Cuidados Intensivos en el World Federa-tion 
of Societies of Intensive and Critical Care Medicine de Madrid 
de 1993, nos orienta sobre qué hacer en estos casos: 
5.2. En general, los pacientes que ingresan en una UCI deben 
tener expectativas de recuperación, y en tal forma deben ser tratados, 
aplicándoles todas las medidas de soporte vital que su condición 
requiere para la preservación de su vida. En aquellos casos en los 
cuales, a pesar de haber aplicado todos los tratamientos requeridos, 
la evolución se torna desfavorable y el pronóstico es manifiestamen-te 
malo, puede ser razonable el proceder a limitar la intensidad de 
las medidas terapéuticas. 
En principio todos los pacientes ingresados en la UCI merecen 
soporte total, es decir el uso de todos los recursos sin excepción, 
pero cuando las expectativas de recuperación se reducen o el 
enfermo manifiesta expresamente su deseo de no ser sometido a 
determinadas terapéuticas, ha de ser incluido en alguna categoría 
de escala de esfuerzos terapéuticos como la de Grenvik34 y ofre-cerle 
todas las medidas de carácter paliativo que estén disponibles 
para aliviar el dolor y el sufrimiento, y, al mismo tiempo, a propor-cionar 
el mayor bienestar posible al enfermo. Cuando no podemos 
curar, debemos cuidar. La Medicina Intensiva tiene ahora como 
objetivos no sólo curar o mantener la vida para dar la oportunidad 
a la curación, sino procurar una muerte en paz, entendiendo como 
tal aquella que se produce sin dolor ni sufrimiento por lo que se 
procura cada vez más contemplar los Cuidados Paliativos como 
una parte inseparable de la asistencia al paciente crítico30, toman-do 
como punto de partida la propuesta de Diego Gracia35 de que 
no existen medidas ordinarias o extraordinarias, sino tratamientos 
indicados o no, y que toda decisión médica es fruto de dos facto-res: 
indicación médica y aceptación por parte del paciente. A esto 
hay que añadir, para que la decisión sea correcta que sea aceptada 
por el paciente, naturalmente con las excepciones y matizaciones 
propias de la aplicación del principio de autonomía. 
29
Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A. 
¿CUÁNDO ESTARÍA INDICADA LA SEDACIÓN? 
El sufrimiento altera profundamente al ser humano y representa 
uno de los principales temores de los pacientes moribundos, por lo 
que el deber de aliviarlo es un objetivo fundamental de la práctica 
médica, porque tan importante es el objetivo de curar y prolongar la 
vida como el de ayudar a proporcionar una muerte en paz. El ser 
humano es un ser social en el que la mayor parte de su sufrimiento 
es relacional, es decir tiene que ver con la experiencia de pérdidas, 
de duelos mal resueltos, de abandonos en el núcleo de pertenencia, 
etc. Cuando en el balance entre la percepción de amenaza y los 
recursos psicológicos disponibles para afrontarla no son adecuados, 
aparece la experiencia moral del sufrimiento o angustia vital conti-nuada, 
muy conectada a la vivencia de vulnerabilidad16. Los cuida-dos 
paliativos son suficientes para aliviar el dolor y el sufrimiento en 
la mayoría de los pacientes moribundos, pero en algunos estados de 
dolor y sufrimiento intratables ante una enfermedad muy avanzada, 
la única solución puede ser sedar al paciente hasta el punto de la 
inconsciencia o semiinconsciencia administrándole barbitúricos o 
benzodiazepinas. Tabla 3 
Tabla 3 Indicaciones de la sedación21,37-40 
• Prevenir el sufrimiento predecible y cierto por una maniobra diag-nóstica, 
terapéutica o circunstancias propias de una enfermedad. 
• Tratar un síntoma físico o psicológico refractario a otros trata-mientos. 
• Disminuir el nivel de conciencia ante una situación deliberada 
(sopesada y compartida) como una estrategia terapéutica. 
• Proteger al paciente frente al sufrimiento que no puede evitarse 
sin disminuir su nivel de conciencia. 
• Disminuir la excitación del sistema nervioso central en un pacien-te 
frente a una situación real o ficticia que es vivida como una 
amenaza insuperable, permitiéndole un estado de cierta indife-rencia 
frente a la amenaza. 
Antes de utilizar la sedación es necesario36-40: 1. Reconocer la 
existencia de un síntoma refractario, bien por fracaso de tentativas 
30
Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida 
terapéuticas o porque el tiempo real de maniobra es insuficiente para 
garantizar el bienestar del paciente, si es posible con el consenso de 
otros miembros del equipo; 2. Procurar obtener del paciente el con-sentimiento 
para la disminución de la conciencia, que puede ser ver-bal 
y debe constar en la historia clínica. No tenemos que basarnos 
en lo que nos parece y es importante comprobar si nuestra interpre-tación 
de lo que el enfermo quiere es la correcta. Si éste no puede o 
no desea tomar esa decisión, se deberá intentar que la familia nos 
informe sobre los valores o deseos que pudo explícita o implícita-mente 
manifestar ante situaciones parecidas a las actuales y que dé 
su consentimiento. Es importante hacer participar a la familia en 
estas decisiones. 3. Averiguar y ayudarle a detectar si existe algún 
otro valor o deseo que ha quedado soterrado o mal expresado o si 
puede variar y 4. Ayudar a priorizar al enfermo, de entre sus valores, 
cuál hay que preservar con más esfuerzo.38 5. Muerte cercana, esto 
es en los últimos días por lo que es aplicable el término de sedación 
paliativa en la agonía. Otros elementos que se pueden tomar en 
cuenta en esta situación son procurar aumentar su autoestima, dis-minuir 
su sensación de fracaso, relativizar el tiempo y la vida o reva-lorizar 
explícitamente lo hecho, sus relaciones, su capacidad de 
amistad y rodearle de afecto. 
Algunos pacientes pueden lograr el alivio de sus síntomas duran-te 
la sedación ligera; otros requieren una sedación más profunda 
hasta el punto de la inconsciencia. No es necesario ni deseable pres-cribir 
una sedación profunda cuando grados menores de sedación 
son suficientes para el alivio de los síntomas. La sedación se utiliza a 
menudo durante la retirada del tratamiento de soporte vital, espe-cialmente 
cuando se retira del ventilador a los pacientes dependien-tes 
del mismo. Algunos médicos han realizado eutanasia activa bajo 
el disfraz de una sedación terminal en estadíos más tempranos y 
menos graves de la enfermedad cuando la sedación era innecesaria 
para los cuidados paliativos. Es necesario realizar una práctica clíni-ca 
correcta, lo que implica tener especial cuidado en no confundir 
un síntoma de difícil control con un síntoma refractario al tratamien-to, 
y, si es necesario, consultar con otro especialista, pues la expe-riencia 
clínica muestra que muchos de estos enfermos pueden 
alcanzar un control sintomático aceptable cuando son valorados por 
otros especialistas. Es importante que los profesionales vean que no 
31
Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A. 
pueden arrogarse el derecho a decidir cuando un enfermo debe 
morir o quedar desconectado. 
Cuando no existe una alternativa mejor, la conclusión es que la 
sedación es moralmente permisible. La muerte del paciente puede 
ser una consecuencia prevista, pero no es la consecuencia pretendi-da, 
sino aliviar el dolor u otros síntomas. Sólo un escrupuloso respe-to 
de las indicaciones médicas y de la autonomía podrá justificar esta 
práctica como lo que realmente debe ser, un “mal menor”, asumido 
desde una ética de la responsabilidad cuando el resto de las posibi-lidades 
de intervención no han dado resultado36. El alivio del dolor 
no requiere la muerte del paciente para ser eficaz. No obstante, cual-quier 
ayuda para morir, y ésta lo es, requiere como condición la 
voluntad del paciente, condición que no siempre es posible en tales 
casos, pero podría cubrirse con los testamentos vitales. Sería de 
mucho interés instruir a los ciudadanos sobre las posibilidades de 
sedación y su poder de elección. Esta sería otra forma de educarles 
para enfrentarse a la muerte. 
¿PUEDE EL PRINCIPIO DE DOBLE EFECTO DEFENDER 
DE FORMA SUFICIENTE LA SEDACIÓN EN UN 
PACIENTE CON MUERTE INMINENTE? 
En los últimos años se ha renovado el interés por el principio del 
doble efecto para valorar la moralidad de las cosas que se sabe tie-nen 
dos efectos opuestos: beneficioso y nocivo, no deseado y el otro 
previsto pero no intencional41. Es útil especialmente para tranquili-zar 
a aquellos que mantienen un miedo irracional al uso de analgé-sicos 
y sedantes, en especial morfina y derivados para tratar el dolor 
en los enfermos terminales, por su posible efecto depresor respirato-rio 
y la consiguiente aceleración del proceso de morir. Por lo gene-ral, 
junto a sus temores morales, existen también los de las posibles 
responsabilidades jurídicas, lo que lleva a que demasiados enfermos 
fallezcan en situación de dolor inaceptable y da argumento a los que 
propugnan la eutanasia activa. Para la OMS2, “uno de los elementos 
de una buena muerte es la ausencia del dolor que domina la mente 
del enfermo y lo incapacita física y mentalmente para lograr los obje-tivos 
que se ha puesto antes de morir”. Tabla 4 
32
Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida 
Tabla 4. Criterios para justificar moralmente el doble efecto de 
una medicación30 
• La acción debe ser buena o al menos indiferente. 
• El efecto buscado es igualmente bueno. Es decir, que no se puede 
obtener el bueno por medio del malo (simultaneidad). 
• El buen resultado no es consecuencia del malo (éste es un efecto 
33 
colateral). 
• Se busca sólo el bueno –aliviar el dolor– y se tolera el malo –la 
muerte (intencionalidad). 
• El bien buscado debe ser proporcionalmente mayor que el mal 
permitido (proporcionalidad). 
Para J. Gómez Rubí30, el empleo de morfina u otros opiáceos 
para aliviar el dolor y el sufrimiento en enfermos terminales cumple 
estos cuatro criterios; su aplicación es buena en sí misma (calmar el 
dolor); se aplica sólo con la intención de aliviar, no de causar la 
muerte por depresión respiratoria; la muerte no es consecuencia del 
alivio del dolor, y aliviar el dolor en estos casos es proporcional-mente 
una razón de gravedad suficiente para aceptar el riesgo de 
anticipar la muerte. Sería contrario a la ética médica el permitir que 
un paciente padezca un sufrimiento insoportable e innecesario si se 
dispone de medios para evitarlo42. 
¿QUÉ PUEDE AYUDAR EL PROCESO DE TOMA DE 
DECISIONES EN LOS CUIDADOS PALIATIVOS? 
“Ayudar a los seres humanos a morir en paz es tan importante como 
evitar la muerte.” 
Callahan 
El instrumento idóneo para detectar las situaciones difíciles y 
conflictivas en Cuidados Paliativos es la comunicación, llevada a 
cabo en un ambiente empático, entre el paciente y un profesional 
sanitario de su elección a lo largo del proceso de la enfermedad43. 
La calidad en la toma de decisiones dentro de la relación clínica
Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A. 
depende de un elemento clave: la colaboración entre profesionales 
cualificados y los pacientes competentes, lo que ha sido posible por-que 
se ha pasado del modelo médico paternalista en el que tomaba 
el médico decisiones e informaba a los demás a un modelo interdis-ciplinar 
democrático en el que los objetivos del enfermo se tienen en 
cuenta.43,44 
Existen factores que facilitan nuestra toma de decisiones en Cui-dados 
Paliativos: 1. Que la situación esté clara, si un enfermo está en 
situación de agonía, se toman más fácilmente las decisiones, según 
un menú de opciones y protocolos (por ejemplo, si hay que hidratar 
o no, cómo hay que hidratar). En varios hospitales existen protocolos 
de actuación en la agonía que ayudan a definir estas situaciones. 2. 
Que el método sea participativo, porque facilita tomar las decisiones 
clínicas razonables de manera conjunta (equipo, enfermo y familia) 
y prevenir las crisis. 3. Procurar seguir, si es posible, los objetivos del 
enfermo. El método participativo está demostrando ser muy eficaz 
para ayudar a la aceptación de situaciones difíciles, no sólo en los 
Cuidados Paliativos, sino en toda la Medicina porque hace más fácil 
aplicar un tratamiento adecuado y proporcionado44. Es importante 
que el enfermo ponga el límite de hasta donde quiera ser tratado y 
cómo. Es por ello esencial tratar de conseguir una buena comunica-ción 
equipo-enfermo-familia que permita al paciente conocer lo que 
tiene, las opciones de tratamiento y su opinión sobre qué hacer 
cuando deje de ingerir o tenga dificultad para hacerlo. Una adecua-da 
toma de decisiones en Cuidados Paliativos para Núñez Olarte21, 
ante un paciente en situación de terminalidad y una anormalidad clí-nica, 
podría seguir estas 5 etapas: 
1. Delinear el problema potencial y los efectos adversos de la 
anormalidad clínica motivo de estudio que puedan influir en 
la calidad de vida (hipercalcemia: náuseas, delirio, etc.). 
2. Valorar el grado de sufrimiento asociado al problema especí-fico 
y tratarlo sabiendo que, por ejemplo, una hipercalcemia 
puede ser objeto de tratamiento curativo/activo específico 
con bisfosfonatos al inicio de la fase terminal y un tratamien-to 
paliativo con haloperidol en la fase agónica. 
3. Identificar los problemas potenciales que derivan de la 
corrección de la anomalía clínica: (por ej. hipercalcemia: 
derivación hospitalaria, vía IV, hidratación parenteral). 
34
Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida 
4. Analizar riesgo/beneficio con valoración de las ventajas e 
inconvenientes de intervenir o no en el paciente. 
5. Desarrollar un consenso con el paciente, la familia y otros 
miembros del equipo sobre las conductas a seguir. 
¿QUÉ HACER ANTE LA PETICIÓN DE EUTANASIA Y DE 
SUICIDIO ASISTIDO? 
“La preservación de la vida a cualquier costo no es necesa-riamente 
la medida correcta, especialmente cuando el sacrificio 
personal es tal que el paciente lo encuentre inaceptable”. 
O.M.S2 
La eutanasia activa voluntaria (EAV) es aquella conducta dirigida 
intencionalmente a terminar con la vida de una persona afectada por 
una enfermedad terminal o irreversible que le provoca sufrimiento 
que considera intolerable y a petición expresa suya por un motivo 
compasivo y en un contexto médico. El suicidio médico asistido 
(SMA) es aquel por el que un paciente competente en fase terminal 
pide al médico que le proporcione los medios médicos para que 
cometa suicidio14. Las encuestas que se hacen a la población gene-ral 
sobre las peticiones de eutanasia activa no son muy fiables en este 
sentido porque cuando se está sano se responde de una forma a 
cuando se está en una situación distinta, sobre todo si se está bien 
atendido. Un estudio de E. Emanuel45 es claro: cuando se interroga 
a enfermos terminales en una situación hipotética, el 60,2% con-templan 
la eutanasia como una posibilidad, pero si se les pregunta si 
la han considerado para ellos mismos, la proporción baja al 10,6%, 
predominando en este grupo, los depresivos que sufren dolor o care-cen 
de cuidados adecuados, condiciones que pueden corregirse. 
Si bien se dice que una buena asistencia paliativa a los enfermos 
terminales reduce la petición de eutanasia (la demanda de eutanasia 
a los equipos de Cuidados Paliativos es escasa: un 0,3%44), existen 
estudios realizados en pacientes con enfermedades críticas y mori-bundos 
que confirman que la paliación es todavía insatisfactoria en 
la mayoría de estas situaciones y que la valoración de los enfermos 
35
Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A. 
o familias puede ser muy distinta de los profesionales sanitarios. Las 
peticiones de EAV y SMA tienen otras razones como el temor de los 
pacientes a que se les aplique un tratamiento más agresivo de lo que 
ellos desearían tener durante la enfermedad, a que no desean termi-nar 
sus días en una Unidad de Cuidados Intensivos o se experimen-ten 
nuevos tratamientos y hay algunos que desean acabar con lo que 
supone una grave carga emocional para él y para quienes le quieren, 
o que entienden simplemente que su vida está cumplida y no quie-ren 
prolongarla. Hay estudios que señalan que no es el dolor ni otros 
síntomas la causa principal por la que los pacientes piden ayuda para 
morir sino es la preocupación por la pérdida de control de las fun-ciones 
corporales, la reducción de la autonomía debida a la enfer-medad, 
el miedo a ser una carga y la dependencia de los demás6,18. 
Cuando una persona pide que le ayuden a morir es porque vive 
en unas condiciones que considera peores que la propia muerte, por 
lo que la sociedad tiene la obligación de mejorar los sistemas de 
atención a los menos favorecidos30. Si no realizamos buenas prácti-cas 
clínicas, además de ser maleficentes con los pacientes, los esta-mos 
colocando en situaciones que abocan con facilidad hacia este 
tipo de decisiones. Una posible mala calidad de muerte en un enfer-mo 
se considerará como una urgencia médica y se actuará en con-secuencia 
para mejorarla43,44,49, a través de intensificar todos los 
esfuerzos para aumentar el control de los síntomas, particularmente 
los que le signifiquen más amenaza a su existencia, inclusive con la 
consulta a otros profesionales más expertos, medidas para aliviar el 
sufrimiento (determinar si existe depresión y tratarla, intentar poten-ciar 
la integridad de la unidad familiar) y organizar otros apoyos espi-rituales 
y sociales. Si persiste el deseo del paciente por ayuda al 
suicidio (SMA) o de eutanasia activa voluntaria (EAV), los médicos 
pueden informarles de su posibilidad de rechazar toda alimentación 
y nutrición enteral y parenteral pero que ellos estarán a su lado y que 
no les faltará una buena paliación de sus síntomas14. 
¿Quién es el propietario de ese derecho a la vida? Desde el punto 
de vista bioético, es la persona competente para tomar decisiones en 
lo que hace referencia a sus propios actos intransitivos, es decir que su 
acto no afecta para nada a los derechos de los demás45-46. Hay un 
derecho fundamental a la vida, pero no hay un derecho fundamental 
a la muerte. No hay un derecho de disposición sobre la propia 
vida47,48. El Tribunal Constitucional en la Sentencia 53/1985, del 11 de 
36
Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida 
abril, ha declarado que “el derecho a la vida debe ser considerado 
como un valor superior del ordenamiento jurídico, pues sin éste, los 
demás derechos fundamentales no tendrían existencia posible.”47 El 
Código de Ética y Deontología Médica49, en su artículo 27, 3, indica: 
“El médico nunca provocará intencionadamente la muerte de ningún 
paciente, ni siquiera en caso de petición expresa por parte de éste”. 
La legalización o no del SMA y EAV son objeto de muchos deba-tes 
profesionales y públicos12,50. Los Drs. Quill, Cassell y Meier51han 
llegado incluso a diseñar unos criterios clínicos para el suicidio 
médico asistido a fin de prevenir los abusos y proporcionar alguna 
orientación a los médicos y a los pacientes que consideran estas 
opciones. Para ellos el SMA debe ser el último escalón de un conti-nuum 
de opciones, que comienza por la eliminación del dolor y 
sigue con los cuidados paliativos y la retirada de terapias de soporte 
vital, tratando de conceder progresivamente a los enfermos un mayor 
control sobre su muerte, sin dejarle sólo en el momento de la muer-te, 
salvo que lo solicite expresamente. Los que se oponen al SMA, sin 
embargo, sostienen que los médicos nunca deben matar a sus 
pacientes o ayudarlos a matarse, porque tales actos alteran negativa-mente 
los objetivos de la Medicina. Consideran que si se autoriza a 
hacerlo, se producirá un daño irreversible en la relación médico-paciente, 
al disminuir la confianza que forma la base de esta rela-ción. 
El deber del médico de no administrar o de retirar el 
tratamiento de soporte vital que ha sido rechazado de forma válida 
por un paciente no incluye proporcionarle un suicidio médico asisti-do, 
eutanasia o ningún otro tratamiento o acto que solicite el enfer-mo. 
Nuestra legislación es muy clara y contundente. La ayuda al 
suicidio está penalizada y se identifica con el delito de homicidio 
con independencia de que el sujeto otorgue o no su consentimiento. 
El camino sobre la regulación legal de la eutanasia es un camino 
muy difícil, muy complicado y a veces una acción legal puede ser 
hasta contraproducente. La eutanasia no es sólo un problema moral 
sino también jurídico. El problema que se debate es si un agente 
moral puede disponer de su vida en cuanto a cómo quiere morir, 
dónde quiere morir, cuándo quiere morir, pero no en cuanto a quién 
es el agente que le va a proporcionar la muerte, si la enfermedad, el 
propio individuo o una tercera persona. Las peticiones de eutanasia 
son en realidad casos excepcionales que afectan a la conciencia y 
por tanto a aspectos esencialmente íntimos del individuo, por lo que 
37
Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A. 
se está ante un auténtico drama humano, cuya excepcionalidad no 
justifica el recurso al Derecho Penal52. Sierra Gil52 y J.M. Prat53 con-sideran 
que este sólo puede incorporar aquellos comportamientos 
absolutamente intolerables para el resto de la comunidad porque no 
es un Código de moralidad, sino un instrumento para la convivencia 
y como tal, afortunadamente, no recoge todos los comportamientos 
que desde el plano personal uno rechaza, sino que se limita a enca-rar 
aquellos que en términos de gravedad única y exclusivamente 
pueden ser encarados a través de otros instrumentos jurídicos. Lo que 
puede y debe plantearse una sociedad es la delimitación de los 
supuestos atenuantes de las condenas cuando se cumplen una serie 
de requisitos exigentes y eso es lo que se ha hecho por ahora. El 
Código Penal Español introdujo en 1995 en el apartado 4 del Artícu-lo 
143 una modificación importante relacionada sólo a la coopera-ción 
activa, por tanto a las acciones y no a las omisiones, lo que 
permite que la colaboración pasiva, cuando se realiza tras la petición 
seria e inequívoca del paciente que sufre una enfermedad grave que 
vaya a conducir necesariamente a su muerte, o que le produzca 
serios padecimientos permanentes y difíciles de soportar esté exenta 
de responsabilidad penal.12 
Muchos problemas éticos se pueden resolver naturalmente con 
una mayor eficacia de la clase médica, con un buen nivel de comu-nicación 
y con la aplicación prudente de un razonamiento práctico 
acerca de pacientes determinados, casos específicos y situaciones 
únicas. Para A. Couceiro,12 autora del magnífico libro Bioética en Cui-dados 
Paliativos, en este proceso de toma de decisiones, la compa-sión, 
un elemento clave en la atención de los enfermos terminales y 
que puede influir en los juicios que se tomen en este campo (eutana-sia, 
suicidio inducido, alimentación, etc.,) debe ocupar un lugar más 
junto a otros elementos que orienten una reflexión racional sobre 
estos problemas fuertemente imbuidos por sentimientos y actitudes 
emocionales para que los juicios morales no se produzcan por un 
mero emotivismo, esto es, que surjan únicamente a partir de las emo-ciones 
y los sentimientos que provocan en nosotros la observación de 
una realidad que nos afecta. Sólo una reflexión racional hará posible 
que el sentimiento de compasión no sea sólo una compasión ante 
aquellos pacientes que provocan nuestra emoción, sino universal. 
La mayoría de los moribundos no requiere suicidio médico asis-tido 
ni eutanasia activa y la solución no radica en su legalización 
38
Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida 
sino en lograr unos buenos Cuidados Paliativos y agotar todas las 
otras formas de protección social50. El derecho a una muerte digna 
incluye varios elementos que deben ser respetados: 1) Proporcionar 
una información veraz y completa, facilitada con compasión y res-peto 
al paciente a no ser informado, 2) Garantizar que ningún enfer-mo 
terminal sea tratado contra su voluntad y que en esta materia no 
actúe bajo influencia de terceros o presiones económicas, 3) Asegu-rar 
que se respetará el rechazo al tratamiento mediante directivas 
previas o voluntades anticipadas, y 4) Recibir, si lo desea, los cuida-dos 
necesarios para vivir de forma más confortable el proceso de 
enfermedad y muerte y a ser administrado el tratamiento que necesi-ta 
para combatir el dolor físico y apoyo psicológico para paliar el 
sufrimiento mental53. 
Para finalizar y como corolario, es posible resolver mejor los con-flictos 
que surgen en la terminalidad con una actualización perma-nente 
de los conocimientos que permitan a los profesionales hacer 
un diagnóstico correcto de la fase en que se encuentra el enfermo 
(curativa, paliativa, terminal y agónica); desarrollar una buena comu-nicación 
con el enfermo y su familia; incorporar aquellos avances 
terapéuticos que proporcionen más bienestar a los enfermos tras 
valorar entre el paciente, familia y equipo las ventajas e inconve-nientes 
de las intervenciones y llegar con ellos a un consenso 18,21,24. 
Para conseguirlo es importante promover la formación científica de 
los médicos y enfermeros en el tratamiento del dolor, en el acompa-ñamiento 
psicológico en una mayor humanización de la asistencia 
con respeto a los derechos de los pacientes. Sería también de ayuda 
educar a la sociedad en general sobre la muerte y las posibilidades 
del Testamento Vital y de la delegación de poderes, para orientar la 
acción de los sanitarios en la continuación o suspensión de algunos 
tratamientos cuando el paciente no puede decidir por sí mismo49. 
Hay que comprometer a la sociedad en la ayuda a morir en paz y a 
la Medicina para que uno de sus mayores retos sea y siga siendo pro-mover 
la dignidad de la persona a lo largo de esta etapa. 
39
Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A. 
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43
T69

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  • 1. BASES PARA AFRONTAR LOS DILEMAS ÉTICOS AL FINAL DE LA VIDA Drs. Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A.
  • 2.
  • 3. Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida El objetivo de la Medicina no es sólo combatir la muerte, sino luchar contra la muerte prematura y la muerte inoportuna y, cuando ello no es posi-ble, evitar el dolor y el sufrimiento para permitir una muerte tranquila. 13 Juan Gómez Rubí El alargamiento de la vida y el respeto cada vez mayor a la auto-nomía de las personas han creado diversos conflictos que no están sólo relacionados con la Medicina, sino también, y de manera muy intensa, con el mundo jurídico y los valores éticos de sus protago-nistas: los pacientes y sus familiares, los profesionales y la sociedad en general1. Estos dilemas obedecen a dos ideas básicas: el derecho de los enfermos a decidir sobre los tratamientos y las opciones clíni-cas como parte del principio de libertad y autonomía individual (no inicio o retirada de medidas de soporte vital), y el deber de la socie-dad y de los profesionales de intervenir en el proceso de la muerte y en las decisiones asistenciales relacionadas con la misma (cuidados paliativos, eutanasia y suicidio asistido). Las decisiones sanitarias son ahora mucho más complejas y difi-cultosas que antaño por el respeto a la autonomía personal y por la innovación bio-tecnológica que ha convertido en una posibilidad real el alivio del sufrimiento. Los problemas no siempre son los mismos y algunos tienden a ir cambiando conforme avanza la propia medicina. Hoy prácticamente nadie defiende una prolongación dolorosa de la vida o un encarnizamiento terapéutico, y sin embargo hace algunos años éste era mucho más frecuente. En este artículo vamos a revisar las bases éticas de la asistencia paliativa de los enfermos, los deberes de los médicos y los principales problemas éticos que surgen en la fase final sobre la información, la capacidad del enfermo para decidir y participar en los tratamientos (Testamento Vital, Directrices Previas, etc,), los derechos del paciente crítico, uso de medios de soporte vital, la toma de decisiones y cómo responder a sus peticiones de ayuda para aliviar su sufrimiento cuando éste exceda a los medios habitua-les de control para permitirle una muerte en paz. BASES ÉTICAS DE LOS CUIDADOS PALIATIVOS Los Cuidados Paliativos son la asistencia total y activa de aque-llos pacientes que padecen una enfermedad que no responde al tra-
  • 4. Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A. tamiento curativo. Se orientan a controlar su dolor, otros síntomas molestos y sus problemas psicológicos, sociales y espirituales2. Su objetivo es procurar conseguir una mejor calidad de vida para los enfermos y sus familiares y se sitúan en un marco ético de notable calidad e incluso de excelencia moral: la solidaridad con el enfermo que sufre, poniendo la Medicina a la búsqueda de su bienestar hasta el final, sin que ello suponga alargar ni acortar la vida. Los principios de la Bioética que regulan la relación sanitaria se originan en una ética civil, pluralista y racional basada en tradicio-nes morales y médicas descritas por Aristóteles, Hipócrates, Galeno, Maimónides, Paracelso, Kant, Osler, entre otros3-4. Se aplican a los Cuidados Paliativos al tomar en consideración algunos hechos que no siempre han sido reconocidos en la relación médico paciente como: a) la legitimidad moral de todos los sujetos que intervienen en ella a conocer y participar en su tratamiento, b) la propia evolución de la profesión médica, c) las características de la asistencia sanita-ria actual, d) la exigencia ética de que todos los seres humanos deben ser tratados con igual consideración y respeto, y e) conseguir, si es posible, la tolerancia “cero” al sufrimiento3,5. Los cuatro princi-pios clásicos de la Bioética son3-4,6-7: La no maleficencia que obliga a no dañar a los demás (primun non nocere) y a realizar correctamente nuestro trabajo profesional. Se traduce en protocolos que recojan las exigencias de una buena prác-tica clínica. El tratamiento médico debe proporcionar más beneficio que riesgo o peligro para el paciente. La Justicia, que obliga a proporcionar a todos los enfermos las mismas oportunidades en el orden de lo social, sin discriminación, segregación o marginación y a la correcta administración de los recursos sanitarios en su mayoría públicos. La Autonomía, que es la capacidad que tienen las personas de realizar actos con conocimiento de causa, información suficiente y en ausencia de coacciones internas o externas. Un paciente competente tiene el derecho de aceptar o rechazar el tratamiento médico o de delegar su decisión a alguien que actúe en su nombre cuando él no lo pueda hacer. La Beneficencia, que obliga a hacer el bien, según los criterios de bien del posible beneficiado. El médico debe ayudar al paciente a sobrellevar y reducir el impacto de la enfermedad. 14
  • 5. Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida El paciente por el principio de autonomía es el titular de la infor-mación, lo que ha creado un nuevo tipo de relación médico-pacien-te por la que el enfermo aceptará o rechazará un procedimiento terapéutico en función de sus criterios, y elegirá, entre las diversas alternativas propuestas, la que considere más adecuada a sus propios valores e intereses7. El médico, a su vez, se encuentra en una encru-cijada en la que confluyen los principios éticos y las influencias cul-turales, familiares y elementos de justicia con la biografía única y personal del enfermo, con sus propios miedos y sus limitaciones de tiempo y formación. Es el responsable de garantizar ese derecho y de asegurarse de conocer lo que el paciente realmente desea para que no se reproduzca lo sucedido en el estudio SUPPORT8, en el que sólo el 40 % de los pacientes había hablado con su médico sobre el pronóstico de su enfermedad y que en el 80 % de los casos los médi-cos interpretaban erróneamente las preferencias del paciente. Los principios éticos son criterios normativos de conducta, que introducen la garantía de una racionalidad argumentativa en la toma de decisiones, pero por sí solos son insuficientes. Los conflictos que surgen en el final de la vida, para Beauchamp y Childress9, autores de la teoría de los cuatro principios, pueden resolverse con la pru-dencia o phrónesis, que la consideran como el concepto central en los Cuidados Paliativos e incluso en toda la asistencia sanitaria. La reflexión ética para D.J Roy y N. Mac Donald10 “es una cuestión de razonamiento práctico acerca de pacientes determinados, casos específicos y situaciones únicas”, por lo que se puede orientar a tres elementos: a) proporcionalidad de la intervención; b) responsabili-dad médica sobre el conjunto de ese proceso y c) el de los fines u objetivos que se persiguen. Diego Gracia11 considera que “la ética clínica no consiste en la aplicación directa de unos principios: por lo tanto, no es filosofía o teología aplicada, sino una labor original que nos obliga en todas las situaciones a buscar la decisión correcta, es decir que nos obliga a un ejercicio continuo de responsabilidad.” El cuidado del enfermo de acuerdo a su realidad peculiar y el respeto por ella, no obstante, puede llevar a decisiones que no siempre podemos mostrar que sean consistentes con los principios éticos generalmente aceptados o con las decisiones tomadas previamente en situaciones similares, por lo que A. Couceiro12 propone una “ética de la convicción responsa-ble”, principios, sí, pero confrontados con las consecuencias, perso- 15
  • 6. Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A. nas responsables de los resultados derivados de la aplicación de sus convicciones o principios. Para Victoria Camps5, la ética de la res-ponsabilidad siempre es más incómoda que la de los principios absolutos entendidos de una forma rígida. Estos nos dan respuestas claras, mientras la perspectiva de la responsabilidad nos obliga a adecuar la respuesta a cada situación concreta. DEBERES ÉTICOS DE LOS SANITARIOS Los fines de la Medicina según una colaboración internacional que apareció en la revista Hastings Center Report13 en 1996, son: “a) la prevención de la enfermedad y de las lesiones, b) la promoción y mantenimiento de la salud, c) el alivio del dolor y del sufrimiento causado por la enfermedad y las dolencias, d) la asistencia y cura-ción de los enfermos y el cuidado de los que no pueden ser curados, e) evitar la muerte prematura y f) velar por una muerte en paz”, por lo que los sanitarios, especialmente los médicos que atienden a pacientes moribundos tienen que guardar los siguientes deberes éti-cos3,4,6- 12,14: • Realizar un buen diagnóstico (principio de no maleficencia) para darle el mejor tratamiento según su estado. • Obligación de no hacer daño (no maleficencia), lo que se facilita a través del establecimiento de protocolos de actua-ción o guías en la práctica clínica. • Respetar su autonomía y procurar realizar actos en su bene-ficio con su autorización tras un proceso de información sufi-ciente y en ausencia de coacción interna o externa. No es posible hacer el bien a otros en contra de su voluntad. • Utilizar los medios diagnósticos y terapéuticos más adecua-dos para aliviar sus molestias, paliar su sufrimiento hasta donde fuera posible y mejorar su pronóstico. • Procurar utilizar los recursos humanos, profesionales y técni-cos de la mejor manera posible, y evitar cualquier tipo de dis-criminación en su acceso por la población (principio de justicia). 16
  • 7. Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida • Intentar prevenir con tiempo suficiente las situaciones más difíciles y conflictivas; es decir, aquellas que pudieran dar lugar posteriormente a la aparición de síntomas refractarios psicológicos. • Deber de no abandono, de estar disponibles para responder a preguntas, de dar asesoramiento sobre lo que cabe esperar durante el proceso de la enfermedad y de prestar apoyo emo-cional, psicológico y espiritual tanto antes como después de la muerte. Los dos principios cardinales del tratamiento médico para la OMS son hacer el bien y minimizar el daño, lo que significa buscar un equilibrio aceptable entre las ventajas y los beneficios del trata-miento y sus aspectos negativos2. Los médicos tienen la responsabi-lidad de comprender los conceptos éticos básicos, de ser competentes para valorar el estado de la enfermedad, de informar al paciente de lo que se puede hacer, de tratar adecuadamente los sín-tomas molestos, en particular los que representen para el paciente una amenaza para su existencia, de estar disponibles para el enfer-mo y la familia para darles la información que requieran y ayudarles en la toma de decisiones. La comprensión de los principios funda-mentales facilitará no sólo el tratamiento clínico sino también la capacidad de comunicarse claramente con el paciente y sus cuida-dores durante los tiempos difíciles. Un cuidado competente entrega-do con compasión con una buena comunicación honesta y empática sobre la situación clínica que se está viviendo, es lo que esperan básicamente la mayoría de los pacientes. El control de síntomas no debe ser un fin en sí mismo, sino un medio –habitualmente muy importante– para conseguir que el enfer-mo alcance los mayores niveles de satisfacción y de bienestar dese-ados por él. Las disposiciones emitidas por el paciente para dirigir su tratamiento, cuando considere que no pueda hacerlo por sí mismo (Delegación de derechos-Delegaciones subrogadas), deben tener mucha relevancia legal en la atención sanitaria a pesar de todas las limitaciones que conocemos por estudios empíricos. Hay que tener presente que los síntomas tienen un triple origen: físico, psicológico y social, por lo que pueden en algunos casos, de forma paradójica, ser de utilidad para el paciente para negar su situación global. Se corre el riesgo de priorizar la dinámica del control (que suele tener 17
  • 8. Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A. que ver con el poder del profesional) frente a la dinámica de la elec-ción (que tiene mucho más que ver con la libertad del paciente, una libertad que –obviamente– puede llevar a que sea él quien realmen-te ejerza el control sobre los factores que son importantes en su vida)15,16,17. Existen estudios que prueban, por ejemplo, que uno de los factores de mayor impacto sobre la depresión, el dolor y su con-trol era el sentido que los enfermos atribuían a sus dolores15,16. En función de que si era vivido o no como un castigo, un desafío, un enemigo o simplemente como el resultado del crecimiento de un tumor, podía variar la intensidad de la percepción. Hay veces que un enfermo puede optar por sufrir un dolor no mitigado debido a sus creencias. Esta decisión debe respetarse, por más que sea una expe-riencia penosa para la familia y para las personas responsables del tratamiento2. Es necesario llevar a cabo una investigación que nos permita dotarnos de instrumentos fiables, válidos y sensibles para detectar y evaluar: a) los síntomas o situaciones susceptibles de desembocar en síntomas refractarios o de difícil manejo, b) los síntomas refractarios, en especial, los de carácter psicológico, c) hasta qué punto una per-sona se encuentra en paz a lo largo de su individualizado y cam-biante proceso de morir, y, d) los elementos que nos orienten al pronóstico17. ÁREAS OBJETO DE CONFLICTO BIOÉTICO EN LOS CUIDADOS PALIATIVOS Algunos de los conflictos éticos importantes en los Cuidados Paliativos son3,12,14: • ¿Está el enfermo en la fase terminal? • ¿Tiene capacidad para rechazar o no un tratamiento? • ¿Qué hacer ante la negativa del paciente a recibir hidratación o alimentación parenteral? • ¿Debe permitirse a los médicos citar la futilidad médica como justificación para interrumpir de forma unilateral el tra-tamiento de soporte vital? • ¿Cómo actuar con el paciente crítico y evitar el encarniza-miento terapéutico? 18
  • 9. Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida • ¿Cuándo estaría indicada la sedación? • ¿Puede el principio del doble efecto defender de forma sufi-ciente la provisión de sedación en el paciente cuya muerte es inminente? • ¿Qué puede ayudar el proceso de toma de decisiones en los Cuidados Paliativos? • ¿Qué hacer ante la petición de suicidio asistido por el médi-co o la eutanasia activa voluntaria? ¿ESTÁ EL ENFERMO EN LA FASE TERMINAL? La elección correcta del tratamiento es un imperativo ético para un mejor aprovechamiento de los recursos y requiere una adecuada identificación de la fase en que se encuentra la enfermedad, la eva-luación de las ventajas e inconvenientes de las intervenciones, infor-mar al afectado y llegar a un consenso con el paciente, la familia y el equipo para que aquel pueda recibir el mejor tratamiento según los principios de la Bioética y la Medicina clínica12,18. Para aplicar bien los tratamientos paliativos es esencial tener unos criterios claros, como los de la SECPAL19, para no caer en el error de etiquetar como terminal al que no lo es, particularmente si es potencialmente cura-ble. Estos criterios son: • Existencia de una enfermedad avanzada, progresiva e incurable • Falta de posibilidades razonables de respuesta al tratamiento específico • Aparición de numerosos problemas o síntomas intensos, múl-tiples, multifactoriales y cambiantes • Pronóstico inferior a los 6 meses • Gran impacto emocional en el paciente, familia, y equipo terapéutico, muy relacionado con la presencia, explícita o no, de la muerte. Para algunos autores como Centeno20, la situación de terminali-dad puede definirse por la presencia de 3 de estos 5 criterios. Es necesario un alto nivel de actualización en la enfermedad que pade-ce el paciente y extremar la prudencia por parte del médico de fami-lia para procurar una adecuada coordinación con los servicios 19
  • 10. Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A. especializados para asegurarse de que el enfermo ha entrado en fase terminal. Por lo general toda enfermedad terminal tiene el siguiente curso21,22: Curativa: Utilización de tratamientos curativos como opción que pretende prolongar la supervivencia. Paliativa: Empleo de tratamientos paliativos o tratamientos curativos/activos/específicos con una intención paliativa de mantener o mejorar la calidad de vida. Agónica. Empleo exclusivo de tratamientos paliativos con intención de asegurar una muerte en paz o digna. Tabla 1 Tabla 1. Adecuación ética de los tratamientos a las fases en la trayectoria de las enfermedades21,22 F A S E S Curativa Paliativa Agónica Prioridad Supervivencia Calidad de vida Calidad de muerte Supervivencia prevista Prolongada Limitada Ninguna Tolerancia a la agresividad terapéutica Puede ser elevada Baja Nula Medicinas de apoyo Sí Posible (Calidad de vida) No Hidratación / Sí Posible (calidad No Alimentación artificial de vida) En los últimos tiempos se han producido avances significativos en el manejo de algunas enfermedades, por lo que los tratamientos cura-tivos y paliativos no son excluyentes. En algunos casos como el SIDA, algunos tipos de insuficiencia cardíaca o neoplasias hematológicas, las mejores opciones de control sintomático en la terminalidad están en el uso apropiado de los tratamientos activos/específicos/curativos confor-me avanza la enfermedad, en particular algunos como la cirugía, qui-mioterapia y radioterapia, siempre que sus beneficios superen a los efectos secundarios21. Existen con frecuencia dificultades para recono-cer la transición entre la fase curativa y la opción paliativa y la entra-da en situación terminal, porque el progreso científico modifica constantemente las fronteras entre estas fases. Se debe procurar excluir siempre otras patologías o situaciones concurrentes que puedan ser susceptibles de un control más específico. Tabla 2. 20
  • 11. Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida Tabla 2. Patologías intercurrentes que pueden precipitar la terminalidad en el cáncer avanzado23 • Infecciones: tuberculosis, abscesos, sepsis • Anemia, hemorragia digestiva • Deshidratación: dificultad para deglutir • Déficit nutricional severo, insuficiencia pancreática exocrina • Causas metabólicas: hiponatremia • Metabólica: hiponatremia no SIADH (frecuentemente iatrogénica) • Endocrina: hipotiroidismo, insuficiencia suprarrenal • Complicaciones agudas: tromboembolismo pulmonar, fracaso renal y post renal agudo • Yatrogenia: miopatía esteroidea, parkinsonismo Los tratamientos paliativos no tienen que excluirse de los curati-vos y por la calidad de vida que proporcionan, deben aplicarse desde el principio de la enfermedad. Con ellos se consigue que un porcentaje inferior al 3 % de los pacientes admitidos anualmente en una Unidad de Cuidados Paliativos vuelva a incorporarse a trata-mientos activos con intención curativa. Un elemento que podría ayu-dar a establecer un tratamiento determinado sería conocer el pronóstico de la enfermedad. Por lo general es diferente cuando se trata de un cáncer o de una enfermedad avanzada de otra naturale-za, por lo que en ocasiones se emplea una agresividad despropor-cionada en la segunda. La mayoría de los enfermos con cáncer no tienen problemas con las actividades de la vida diaria y movilidad un año antes de fallecer, pero presentan un agudo declive funcional en los últimos 4 meses de vida. La mortalidad en este caso depende de las condiciones comórbidas que pueden alterar el curso de la enfer-medad. Según la posible supervivencia, en la práctica se consideran tres etapas: Fase terminal: pronóstico de hasta meses, Fase preagóni-ca: pronóstico de hasta semanas y Fase Agónica: pronóstico de hasta días. Se puede pensar en la entrada en la situación de agonía, cuan-do concurren los siguientes criterios: • Deterioro del estado psicofísico con debilidad intensa, enca-mamiento, disminución del nivel de conciencia, síndrome 21
  • 12. Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A. confusional frecuentemente asociado y dificultades en la comunicación. • Dificultades en la ingesta tanto de alimentos como de la medicación, en relación con una disminución del nivel de conciencia. • Síntomas físicos, psíquicos y emocionales de diversos tipos en relación con las características concretas de la enferme-dad crónica y sus síntomas. La toma de decisiones entre la fase terminal y agónica también requiere formación y experiencia por lo que el médico de familia tiene que recoger las aportaciones de quienes conviven con el enfer-mo y el equipo y procurar el consenso a la hora de definir los obje-tivos22. Una vez que se reconozca que el paciente está agonizando, son importantes estas medidas: a) comunicarse con el paciente y la familia de una manera compasiva y humana para poder establecer un sistema de cuidados eficaz, en el que se garantice que única-mente se ofrecen los cuidados necesarios y convenientes durante la última semana de vida; b) eliminar los cuidados innecesarios y des-proporcionados; c) revisar el control de los síntomas y el plan tera-péutico; d) evaluar el bienestar de los familiares; e) establecer un plan de contingencias: f) determinar el plan de cuidados actual y g) llevar a cabo la transición a entornos /sistemas de cuidados alterna-tivos (centros de cuidados paliativos, domicilio, hospital) cuando sea conveniente, según los deseos del paciente y de la familia24. ¿TIENE EL ENFERMO CAPACIDAD PARA RECHAZAR O NO UN TRATAMIENTO? “El rasgo más relevante de nuestra cultura es la creencia de que las personas tienen el derecho y la responsabilidad moral de enfrentarse por sí mismas a las cuestiones fundamentales sobre el significado y valor de sus vidas”. 22 R. Dworkin Una característica de la Medicina occidental es el reconoci-miento de que los pacientes tienen derecho a rechazar todas las pruebas y tratamientos que recomienden los médicos, inclusive el tratamiento de soporte vital, aun cuando la consecuencia de tal
  • 13. Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida rechazo sea su muerte. Este derecho a consentir o negarse deriva de los conceptos éticos y legales del respeto por la autodeterminación y la autonomía, así como del derecho a ser dejado a solas (o en paz)14. Se acepta que un paciente con enfermedad grave o potencialmente irreversible se conforma con las medidas normales, ordinarias y pro-porcionadas de tratamiento y que pueda rechazar los medios excep-cionales alternativos, terapéuticas dudosas o experimentales, hecho recogido en la Carta de los Derechos de los Pacientes en España, Capítulo VII, que dice en su Art. 27, 2, lo siguiente: “El médico no deberá emprender o continuar acciones diagnósticas o terapéuticas sin esperanza, inútiles u obstinadas. Ha de tener en cuenta la volun-tad explícita del paciente a rechazar el tratamiento para prolongar su vida y a morir con dignidad. Y cuando su estado no le permita tomar decisiones, el médico tendrá en consideración y valorará las indica-ciones anteriores hechas por el paciente y la opinión de las personas vinculadas responsables. “ La retirada de medidas es una decisión compleja que se debe tomar de acuerdo con los criterios de proporcionalidad y de respon-sabilidad sobre el proceso clínico y las consecuencias previsibles. En la situación de terminalidad es preciso respetar los deseos de los pacientes en cuanto a resucitación. El artículo 15 de la Constitución Española prohíbe los tratos inhumanos y degradantes. La Declara-ción sobre Enfermedad terminal, adoptada por la 35 Asamblea Médi-ca Mundial (Venecia, Octubre de 1983), dice lo siguiente: 1.1. El médico puede aliviar el sufrimiento de un paciente con enfermedad terminal interrumpiendo el tratamiento curativo con el consentimiento del paciente o, en caso de no poder expresar su propia voluntad, de su familia. La interrupción del tratamiento no exonera al médico de su obligación de asistir al moribundo y de darle los medicamentos necesarios para mitigar la fase final de su enfermedad. 1.2. El médico debe evitar emplear cualquier medio extraordi-nario que no tenga beneficio alguno para el paciente. La doctrina del conocimiento y la negativa informados consta de tres elementos, todos los cuales deben cumplirse para que sean váli-dos: 1) debe transmitirse al paciente la información suficiente, 2) el enfermo debe ser capaz de decidir y 3) el paciente debe estar libre de coacción. La “información suficiente” es aquella que debe cono- 23
  • 14. Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A. cer una persona razonable para tomar una decisión en cuestión, esto es, que entienda sus opciones, los riesgos y beneficios generales de cada opción, la recomendación del tratamiento del médico y las razones de tal recomendación14. Para consentir o negarse, existe el concepto de competencia, que se refiere a la capacidad del enfermo para tomar decisiones médicas, para lo cual es necesario realizar una evaluación de su nivel de comprensión y de la propia decisión, así como de sus posibilidades de consentimiento o de rechazo (en rela-ción al beneficio o al riesgo), esto es, si puede pensar racionalmente y expresar una preferencia de tratamiento. El paciente competente es la única persona con legitimidad moral para convertir la evaluación técnica u objetiva (proporción/despro-porción) en subjetiva (ordinario/extraordinario). Ni la familia ni los profesionales pueden hacerlo por él, y sólo serán beneficentes en la medida que respeten las decisiones que salgan de este proceso12,14. El respeto por el paciente y su autonomía exige que corresponda a éste y no a su médico, decidir qué tratamiento debe ser o no aplica-do para dar cumplimiento a lo que el paciente estima su propia dig-nidad y para evitar lo que el enfermo consideraría sufrimiento, aportando su sistema personal de valores y de preferencias de trata-miento y las utiliza para considerar cada opción. Una buena vía de salida sería que el enfermo ponga el límite de hasta dónde quiere ser tratado y cómo, y que tenga toda la información y apoyo. El trata-miento se suspenderá en el momento que el enfermo determine o que el médico crea conveniente por la lex artis, para evitar prolongar la agonía y la obstinación terapéutica. En la práctica, el médico ofrece la información técnica sobre el tratamiento, efectos secundarios, efec-tos beneficiosos, resultados y pronósticos y a continuación ofrece una recomendación de tratamiento. Juntos en lo que se llama decisiones compartidas, tanto el médico como el paciente identifican un plan de tratamiento aceptable para ambos y lo ponen en práctica. Si el enfermo se niega a aceptar un tratamiento de soporte vital, el médico debe asegurarse de que tal rechazo es válido antes de respe-tarlo. Para ello procurará investigar si existen signos de pensamiento irracional, una posible depresión reversible con un tratamiento o algún problema físico o síntoma no controlado, y tratar la depresión para mejorar el estado psicológico del paciente y sus condiciones físicas y de comunicación para capacitarlo plenamente para participar en la toma de decisiones. Si llega a la conclusión de que la negativa del 24
  • 15. Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida paciente es válida, el médico deberá respetar su decisión interrum-piendo el tratamiento de soporte vital. Una vez rechazado, el trata-miento de soporte vital no iniciado no debe administrarse y el tratamiento de soporte vital ya iniciado debe retirarse. Durante su inte-rrupción, los médicos tienen que proporcionar cuidados paliativos adecuados para reducir al mínimo el sufrimiento del enfermo. Existen pruebas de que es preferible la rápida reducción de los ajustes de los parámetros del ventilador a la extubación sumaria a pacientes que dependen de aquel y que rechazan el tratamiento de soporte vital. ¿QUÉ HACER ANTE LA NEGATIVA DEL PACIENTE A RECIBIR HIDRATACIÓN Y NUTRICIÓN? Si bien algunos autores colocan la alimentación enteral IV o la gas-trostomía como tratamientos médicos y la hidratación oral, suerotera-pia IV y la hipodermoclisis26 como cuidados básicos, particularmente este última para reducir los efectos de la deshidratación y una posible agravación de la sintomatología, desde el punto de vista ético, para la OMS2 “es justificable denegar o suprimir las intervenciones destinadas a prolongar la vida cuando éstas no estén de acuerdo con los deseos del paciente, a menos que tales intervenciones puedan hacer variar el curso de la enfermedad y no sean sólo medios que prolonguen la ago-nía del enfermo”. Por tanto, las bases éticas de la negativa del pacien-te a recibir hidratación y nutrición están en el respeto a la autonomía y a la autodeterminación y puede representar una forma de acabar con una vida insostenible como una alternativa al suicidio asistido. Estos procedimientos no son objetivos en sí mismos en la atención de enfer-mos terminales con cáncer, sobre todo cuando la desnutrición está relacionada con la progresión de la enfermedad sistémica, no suscep-tible de respuesta al tratamiento específico25-29. El paciente terminal experimenta una involución del hambre y la sed. Los temores de que los pacientes murieran de deshidratación no han sido confirmados por los datos de las Unidades de Cuidados Paliativos sobre la calidad de vida de enfermos sin alimentos o agua por lo que técnicamente no está justificada la nutrición ni la hidrata-ción oral o parenteral forzada, cuando los pacientes ya no obtienen beneficio de ello12,27-30. Si un médico bien intencionado pero mal 25
  • 16. Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A. informado intenta hidratar o nutrir a estos pacientes, puede aumentar su sufrimiento al producir edema pulmonar, náuseas y vómitos. La duda más importante es si la muerte por deshidratación terminal es humana. Puede no producir dolor e incluso una muerte digna y en paz, pero no es rápida (a veces tarda 3-4 semanas) pudiendo conver-tirse en penosa y estresante para toda la familia. Este periodo es simi-lar a las dos semanas que exige la Ley de Oregon después de solicitar el suicidio30. La no maleficencia nos obliga a una identificación de tales situaciones y a utilizar otro tipo de cuidados –uso fraccionado de líquidos, cuidados frecuentes de boca más efectivos, un pequeño volumen de líquido, una gasa húmeda o hielo triturado en la boca. ¿DEBE PERMITIRSE A LOS MÉDICOS CITAR LA FUTILIDAD MÉDICA PARA INTERRUMPIR UN TRATAMIENTO DE SOPORTE VITAL? Morir más pronto o más tarde no es la cuestión, morir bien o mal, ésta es la verdadera cuestión. Y así como no siempre es mejor la vida más larga, así resulta siempre peor la muerte que más se prolonga. 26 Epístolas Morales a Lucilio La futilidad es aquella actuación médica que carece de utilidad para un paciente particular y que por tanto, puede se omitida por el médico. Se ha invocado en caso de resucitación cardiopulmonar, mantenimiento artificial de funciones vitales, pérdida irreversible de las funciones cerebrales, tratamientos agresivos de enfermos termi-nales o tratamientos que ofrecen una calidad de vida muy baja28,29. Existen varios elementos que están aceptados comúnmente: 1) La vida es el bien más importante que tenemos, pero no es un valor absoluto que deba mantenerse a costa de todo, porque la muerte es un hecho natural, que acaba igualando a todos: a los enfermos y a sus médicos y cuidadores; 2) Una medida terapéutica está indicada cuando viene avalada por el conocimiento científico o la experien-cia previa, y el beneficio que se espera obtener de ella supera sus riesgos potenciales. La controversia acerca de la no administración o la retirada del tratamiento de soporte vital es si una determinación de futilidad médica constituye una base legal defendible para que los
  • 17. Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida médicos tomen la decisión de interrumpir el tratamiento, ante la exi-gencia de la familia o del representante de continuarlo28,31,32. En su nivel más básico, la determinación de futilidad médica implica que, en función de las pruebas disponibles, no se producirá el esperado efecto beneficioso a consecuencia del tratamiento. Los médicos no tienen el deber ético de prescribir ni de ofrecer tratamientos que no ayuden a los pacientes, por lo que pueden negarse unilateralmente a proporcionar o incluso a ofrecer tratamientos inútiles a pesar de que éstos sean solicitados por los pacientes, los representantes o los miembros de la familia. Algunos eruditos han llegado a la conclusión de que la única solución al debate sobre la futilidad es desarrollar un estándar de práctica médica mediante un consenso de toda la comu-nidad y aplicarlo. La Organización Médica Colegial en la Declara-ción de Pamplona de mayo 1998, indica: “La Medicina y el final de la Vida: 1. Todo enfermo desahuciado tiene derecho a un exquisito cui-dado de su calidad de muerte. El médico con ciencia, expe-riencia y conciencia debe sentir el deber y poner los medios para procurar a cada moribundo su mejor muerte. El enfermo desahuciado es aquél para el que ya no existe esperanza alguna de curación. 2. El médico debe evitar toda acción terapéutica fútil en el enfermo desahuciado. Es fútil todo acto médico inútil, sin valor real para el enfermo. 3. Todo enfermo desahuciado debe recibir los cuidados paliati-vos adecuados para obtener la mejor calidad posible de cui-dados terminales.” ¿CÓMO ACTUAR CON EL PACIENTE CRÍTICO Y EVITAR EL ENCARNIZAMIENTO TERAPÉUTICO? “La dignidad humana y el amor propio alcanzan su madurez en una persona cuando se respetan sus intenciones más ponderadas y aprecia-das. Cuando un enfermo sobrevive gracias a los aparatos que prolongan la vida, no siempre puede actuar conforme a esas intenciones”. 27 O.M.S2
  • 18. Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A. Desde la mitad del siglo XX, la Medicina es cada vez más capaz de prolongar la vida a través de numerosos medios de soporte que le permiten en ciertos casos ganar tiempo para que actúe una determi-nada medida terapéutica, o que el individuo recupere la salud. Sin embargo no ha podido evitar que la muerte no se produzca o que su supervivencia no se acompañe de secuelas que afecten a su calidad de vida, con un alto costo de sufrimiento y a veces también de dine-ro (encarnizamiento o exceso terapéutico). La mayoría de las situa-ciones que en clínica desembocan en el ensañamiento terapéutico, son consecuencia de una cadena de acontecimientos que van mar-cando una pendiente donde es difícil encontrar el momento oportu-no para decidirse30,33. Es básico reconocer que la Medicina se mueve en la incertidumbre, que los índices probabilísticos son de difícil aplicación individual, además de tardíos, y a veces es duro sustraerse al empleo de una medida que mantiene una determinada función aunque no la vida. Por ello, no siempre es fácil utilizar las oportunidades que dan los medios de soporte vital sin caer en el ensañamiento terapéutico. Ante los diferentes efectos de los llamados medios de soporte vital, J. Gómez Rubí30, se formula estas preguntas: 1. Cuando está amenazada la vida, ¿hay que utilizar siempre todos los recursos disponibles en todas las situaciones? En caso negativo, ¿cómo se establecen los límites? 2. ¿Hasta dónde hay que llegar cuando la recuperación se presenta como improbable o imposible de acuer-do a los criterios actuales de la ciencia? Es decir, ¿dónde empieza la prolongación estéril de la vida? 3. Ante la posibilidad de que el resultado no sea la recuperación total, ¿cómo estimamos el nivel de secuelas compatible con una vida más o menos precaria, pero aceptables? En otras palabras, ¿cómo se define el nivel de calidad para que la vida merezca la pena ser vivida?, y sobre todo, tras estas consideraciones, ¿quién adopta la decisión de limitar el tra-tamiento? Está cada vez más aceptado que la preservación de la vida mediante medidas agresivas, a un costo personal intolerable para el enfermo, no es el camino adecuado y que cuando no existen posibi-lidades razonables de recuperación, debe limitarse o suspenderse el tratamiento porque vulnera principios bioéticos fundamentales (no maleficencia y beneficencia) ya que mantenerlo conduce a retrasar la muerte en vez de prolongar la vida. Además, los recursos malgas- 28
  • 19. Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida tados en esos enfermos podrían ser útiles para otros, con lo que se atentaría también contra el principio de justicia. La decisión debe establecerse con criterio médico, ya que se basa en razones técnicas (pronóstico irreversible, ausencia de posibilidades terapéuticas) que entran dentro de su competencia profesional30,33. La Declaración de Ética en Medicina Crítica y Cuidados Intensivos en el World Federa-tion of Societies of Intensive and Critical Care Medicine de Madrid de 1993, nos orienta sobre qué hacer en estos casos: 5.2. En general, los pacientes que ingresan en una UCI deben tener expectativas de recuperación, y en tal forma deben ser tratados, aplicándoles todas las medidas de soporte vital que su condición requiere para la preservación de su vida. En aquellos casos en los cuales, a pesar de haber aplicado todos los tratamientos requeridos, la evolución se torna desfavorable y el pronóstico es manifiestamen-te malo, puede ser razonable el proceder a limitar la intensidad de las medidas terapéuticas. En principio todos los pacientes ingresados en la UCI merecen soporte total, es decir el uso de todos los recursos sin excepción, pero cuando las expectativas de recuperación se reducen o el enfermo manifiesta expresamente su deseo de no ser sometido a determinadas terapéuticas, ha de ser incluido en alguna categoría de escala de esfuerzos terapéuticos como la de Grenvik34 y ofre-cerle todas las medidas de carácter paliativo que estén disponibles para aliviar el dolor y el sufrimiento, y, al mismo tiempo, a propor-cionar el mayor bienestar posible al enfermo. Cuando no podemos curar, debemos cuidar. La Medicina Intensiva tiene ahora como objetivos no sólo curar o mantener la vida para dar la oportunidad a la curación, sino procurar una muerte en paz, entendiendo como tal aquella que se produce sin dolor ni sufrimiento por lo que se procura cada vez más contemplar los Cuidados Paliativos como una parte inseparable de la asistencia al paciente crítico30, toman-do como punto de partida la propuesta de Diego Gracia35 de que no existen medidas ordinarias o extraordinarias, sino tratamientos indicados o no, y que toda decisión médica es fruto de dos facto-res: indicación médica y aceptación por parte del paciente. A esto hay que añadir, para que la decisión sea correcta que sea aceptada por el paciente, naturalmente con las excepciones y matizaciones propias de la aplicación del principio de autonomía. 29
  • 20. Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A. ¿CUÁNDO ESTARÍA INDICADA LA SEDACIÓN? El sufrimiento altera profundamente al ser humano y representa uno de los principales temores de los pacientes moribundos, por lo que el deber de aliviarlo es un objetivo fundamental de la práctica médica, porque tan importante es el objetivo de curar y prolongar la vida como el de ayudar a proporcionar una muerte en paz. El ser humano es un ser social en el que la mayor parte de su sufrimiento es relacional, es decir tiene que ver con la experiencia de pérdidas, de duelos mal resueltos, de abandonos en el núcleo de pertenencia, etc. Cuando en el balance entre la percepción de amenaza y los recursos psicológicos disponibles para afrontarla no son adecuados, aparece la experiencia moral del sufrimiento o angustia vital conti-nuada, muy conectada a la vivencia de vulnerabilidad16. Los cuida-dos paliativos son suficientes para aliviar el dolor y el sufrimiento en la mayoría de los pacientes moribundos, pero en algunos estados de dolor y sufrimiento intratables ante una enfermedad muy avanzada, la única solución puede ser sedar al paciente hasta el punto de la inconsciencia o semiinconsciencia administrándole barbitúricos o benzodiazepinas. Tabla 3 Tabla 3 Indicaciones de la sedación21,37-40 • Prevenir el sufrimiento predecible y cierto por una maniobra diag-nóstica, terapéutica o circunstancias propias de una enfermedad. • Tratar un síntoma físico o psicológico refractario a otros trata-mientos. • Disminuir el nivel de conciencia ante una situación deliberada (sopesada y compartida) como una estrategia terapéutica. • Proteger al paciente frente al sufrimiento que no puede evitarse sin disminuir su nivel de conciencia. • Disminuir la excitación del sistema nervioso central en un pacien-te frente a una situación real o ficticia que es vivida como una amenaza insuperable, permitiéndole un estado de cierta indife-rencia frente a la amenaza. Antes de utilizar la sedación es necesario36-40: 1. Reconocer la existencia de un síntoma refractario, bien por fracaso de tentativas 30
  • 21. Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida terapéuticas o porque el tiempo real de maniobra es insuficiente para garantizar el bienestar del paciente, si es posible con el consenso de otros miembros del equipo; 2. Procurar obtener del paciente el con-sentimiento para la disminución de la conciencia, que puede ser ver-bal y debe constar en la historia clínica. No tenemos que basarnos en lo que nos parece y es importante comprobar si nuestra interpre-tación de lo que el enfermo quiere es la correcta. Si éste no puede o no desea tomar esa decisión, se deberá intentar que la familia nos informe sobre los valores o deseos que pudo explícita o implícita-mente manifestar ante situaciones parecidas a las actuales y que dé su consentimiento. Es importante hacer participar a la familia en estas decisiones. 3. Averiguar y ayudarle a detectar si existe algún otro valor o deseo que ha quedado soterrado o mal expresado o si puede variar y 4. Ayudar a priorizar al enfermo, de entre sus valores, cuál hay que preservar con más esfuerzo.38 5. Muerte cercana, esto es en los últimos días por lo que es aplicable el término de sedación paliativa en la agonía. Otros elementos que se pueden tomar en cuenta en esta situación son procurar aumentar su autoestima, dis-minuir su sensación de fracaso, relativizar el tiempo y la vida o reva-lorizar explícitamente lo hecho, sus relaciones, su capacidad de amistad y rodearle de afecto. Algunos pacientes pueden lograr el alivio de sus síntomas duran-te la sedación ligera; otros requieren una sedación más profunda hasta el punto de la inconsciencia. No es necesario ni deseable pres-cribir una sedación profunda cuando grados menores de sedación son suficientes para el alivio de los síntomas. La sedación se utiliza a menudo durante la retirada del tratamiento de soporte vital, espe-cialmente cuando se retira del ventilador a los pacientes dependien-tes del mismo. Algunos médicos han realizado eutanasia activa bajo el disfraz de una sedación terminal en estadíos más tempranos y menos graves de la enfermedad cuando la sedación era innecesaria para los cuidados paliativos. Es necesario realizar una práctica clíni-ca correcta, lo que implica tener especial cuidado en no confundir un síntoma de difícil control con un síntoma refractario al tratamien-to, y, si es necesario, consultar con otro especialista, pues la expe-riencia clínica muestra que muchos de estos enfermos pueden alcanzar un control sintomático aceptable cuando son valorados por otros especialistas. Es importante que los profesionales vean que no 31
  • 22. Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A. pueden arrogarse el derecho a decidir cuando un enfermo debe morir o quedar desconectado. Cuando no existe una alternativa mejor, la conclusión es que la sedación es moralmente permisible. La muerte del paciente puede ser una consecuencia prevista, pero no es la consecuencia pretendi-da, sino aliviar el dolor u otros síntomas. Sólo un escrupuloso respe-to de las indicaciones médicas y de la autonomía podrá justificar esta práctica como lo que realmente debe ser, un “mal menor”, asumido desde una ética de la responsabilidad cuando el resto de las posibi-lidades de intervención no han dado resultado36. El alivio del dolor no requiere la muerte del paciente para ser eficaz. No obstante, cual-quier ayuda para morir, y ésta lo es, requiere como condición la voluntad del paciente, condición que no siempre es posible en tales casos, pero podría cubrirse con los testamentos vitales. Sería de mucho interés instruir a los ciudadanos sobre las posibilidades de sedación y su poder de elección. Esta sería otra forma de educarles para enfrentarse a la muerte. ¿PUEDE EL PRINCIPIO DE DOBLE EFECTO DEFENDER DE FORMA SUFICIENTE LA SEDACIÓN EN UN PACIENTE CON MUERTE INMINENTE? En los últimos años se ha renovado el interés por el principio del doble efecto para valorar la moralidad de las cosas que se sabe tie-nen dos efectos opuestos: beneficioso y nocivo, no deseado y el otro previsto pero no intencional41. Es útil especialmente para tranquili-zar a aquellos que mantienen un miedo irracional al uso de analgé-sicos y sedantes, en especial morfina y derivados para tratar el dolor en los enfermos terminales, por su posible efecto depresor respirato-rio y la consiguiente aceleración del proceso de morir. Por lo gene-ral, junto a sus temores morales, existen también los de las posibles responsabilidades jurídicas, lo que lleva a que demasiados enfermos fallezcan en situación de dolor inaceptable y da argumento a los que propugnan la eutanasia activa. Para la OMS2, “uno de los elementos de una buena muerte es la ausencia del dolor que domina la mente del enfermo y lo incapacita física y mentalmente para lograr los obje-tivos que se ha puesto antes de morir”. Tabla 4 32
  • 23. Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida Tabla 4. Criterios para justificar moralmente el doble efecto de una medicación30 • La acción debe ser buena o al menos indiferente. • El efecto buscado es igualmente bueno. Es decir, que no se puede obtener el bueno por medio del malo (simultaneidad). • El buen resultado no es consecuencia del malo (éste es un efecto 33 colateral). • Se busca sólo el bueno –aliviar el dolor– y se tolera el malo –la muerte (intencionalidad). • El bien buscado debe ser proporcionalmente mayor que el mal permitido (proporcionalidad). Para J. Gómez Rubí30, el empleo de morfina u otros opiáceos para aliviar el dolor y el sufrimiento en enfermos terminales cumple estos cuatro criterios; su aplicación es buena en sí misma (calmar el dolor); se aplica sólo con la intención de aliviar, no de causar la muerte por depresión respiratoria; la muerte no es consecuencia del alivio del dolor, y aliviar el dolor en estos casos es proporcional-mente una razón de gravedad suficiente para aceptar el riesgo de anticipar la muerte. Sería contrario a la ética médica el permitir que un paciente padezca un sufrimiento insoportable e innecesario si se dispone de medios para evitarlo42. ¿QUÉ PUEDE AYUDAR EL PROCESO DE TOMA DE DECISIONES EN LOS CUIDADOS PALIATIVOS? “Ayudar a los seres humanos a morir en paz es tan importante como evitar la muerte.” Callahan El instrumento idóneo para detectar las situaciones difíciles y conflictivas en Cuidados Paliativos es la comunicación, llevada a cabo en un ambiente empático, entre el paciente y un profesional sanitario de su elección a lo largo del proceso de la enfermedad43. La calidad en la toma de decisiones dentro de la relación clínica
  • 24. Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A. depende de un elemento clave: la colaboración entre profesionales cualificados y los pacientes competentes, lo que ha sido posible por-que se ha pasado del modelo médico paternalista en el que tomaba el médico decisiones e informaba a los demás a un modelo interdis-ciplinar democrático en el que los objetivos del enfermo se tienen en cuenta.43,44 Existen factores que facilitan nuestra toma de decisiones en Cui-dados Paliativos: 1. Que la situación esté clara, si un enfermo está en situación de agonía, se toman más fácilmente las decisiones, según un menú de opciones y protocolos (por ejemplo, si hay que hidratar o no, cómo hay que hidratar). En varios hospitales existen protocolos de actuación en la agonía que ayudan a definir estas situaciones. 2. Que el método sea participativo, porque facilita tomar las decisiones clínicas razonables de manera conjunta (equipo, enfermo y familia) y prevenir las crisis. 3. Procurar seguir, si es posible, los objetivos del enfermo. El método participativo está demostrando ser muy eficaz para ayudar a la aceptación de situaciones difíciles, no sólo en los Cuidados Paliativos, sino en toda la Medicina porque hace más fácil aplicar un tratamiento adecuado y proporcionado44. Es importante que el enfermo ponga el límite de hasta donde quiera ser tratado y cómo. Es por ello esencial tratar de conseguir una buena comunica-ción equipo-enfermo-familia que permita al paciente conocer lo que tiene, las opciones de tratamiento y su opinión sobre qué hacer cuando deje de ingerir o tenga dificultad para hacerlo. Una adecua-da toma de decisiones en Cuidados Paliativos para Núñez Olarte21, ante un paciente en situación de terminalidad y una anormalidad clí-nica, podría seguir estas 5 etapas: 1. Delinear el problema potencial y los efectos adversos de la anormalidad clínica motivo de estudio que puedan influir en la calidad de vida (hipercalcemia: náuseas, delirio, etc.). 2. Valorar el grado de sufrimiento asociado al problema especí-fico y tratarlo sabiendo que, por ejemplo, una hipercalcemia puede ser objeto de tratamiento curativo/activo específico con bisfosfonatos al inicio de la fase terminal y un tratamien-to paliativo con haloperidol en la fase agónica. 3. Identificar los problemas potenciales que derivan de la corrección de la anomalía clínica: (por ej. hipercalcemia: derivación hospitalaria, vía IV, hidratación parenteral). 34
  • 25. Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida 4. Analizar riesgo/beneficio con valoración de las ventajas e inconvenientes de intervenir o no en el paciente. 5. Desarrollar un consenso con el paciente, la familia y otros miembros del equipo sobre las conductas a seguir. ¿QUÉ HACER ANTE LA PETICIÓN DE EUTANASIA Y DE SUICIDIO ASISTIDO? “La preservación de la vida a cualquier costo no es necesa-riamente la medida correcta, especialmente cuando el sacrificio personal es tal que el paciente lo encuentre inaceptable”. O.M.S2 La eutanasia activa voluntaria (EAV) es aquella conducta dirigida intencionalmente a terminar con la vida de una persona afectada por una enfermedad terminal o irreversible que le provoca sufrimiento que considera intolerable y a petición expresa suya por un motivo compasivo y en un contexto médico. El suicidio médico asistido (SMA) es aquel por el que un paciente competente en fase terminal pide al médico que le proporcione los medios médicos para que cometa suicidio14. Las encuestas que se hacen a la población gene-ral sobre las peticiones de eutanasia activa no son muy fiables en este sentido porque cuando se está sano se responde de una forma a cuando se está en una situación distinta, sobre todo si se está bien atendido. Un estudio de E. Emanuel45 es claro: cuando se interroga a enfermos terminales en una situación hipotética, el 60,2% con-templan la eutanasia como una posibilidad, pero si se les pregunta si la han considerado para ellos mismos, la proporción baja al 10,6%, predominando en este grupo, los depresivos que sufren dolor o care-cen de cuidados adecuados, condiciones que pueden corregirse. Si bien se dice que una buena asistencia paliativa a los enfermos terminales reduce la petición de eutanasia (la demanda de eutanasia a los equipos de Cuidados Paliativos es escasa: un 0,3%44), existen estudios realizados en pacientes con enfermedades críticas y mori-bundos que confirman que la paliación es todavía insatisfactoria en la mayoría de estas situaciones y que la valoración de los enfermos 35
  • 26. Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A. o familias puede ser muy distinta de los profesionales sanitarios. Las peticiones de EAV y SMA tienen otras razones como el temor de los pacientes a que se les aplique un tratamiento más agresivo de lo que ellos desearían tener durante la enfermedad, a que no desean termi-nar sus días en una Unidad de Cuidados Intensivos o se experimen-ten nuevos tratamientos y hay algunos que desean acabar con lo que supone una grave carga emocional para él y para quienes le quieren, o que entienden simplemente que su vida está cumplida y no quie-ren prolongarla. Hay estudios que señalan que no es el dolor ni otros síntomas la causa principal por la que los pacientes piden ayuda para morir sino es la preocupación por la pérdida de control de las fun-ciones corporales, la reducción de la autonomía debida a la enfer-medad, el miedo a ser una carga y la dependencia de los demás6,18. Cuando una persona pide que le ayuden a morir es porque vive en unas condiciones que considera peores que la propia muerte, por lo que la sociedad tiene la obligación de mejorar los sistemas de atención a los menos favorecidos30. Si no realizamos buenas prácti-cas clínicas, además de ser maleficentes con los pacientes, los esta-mos colocando en situaciones que abocan con facilidad hacia este tipo de decisiones. Una posible mala calidad de muerte en un enfer-mo se considerará como una urgencia médica y se actuará en con-secuencia para mejorarla43,44,49, a través de intensificar todos los esfuerzos para aumentar el control de los síntomas, particularmente los que le signifiquen más amenaza a su existencia, inclusive con la consulta a otros profesionales más expertos, medidas para aliviar el sufrimiento (determinar si existe depresión y tratarla, intentar poten-ciar la integridad de la unidad familiar) y organizar otros apoyos espi-rituales y sociales. Si persiste el deseo del paciente por ayuda al suicidio (SMA) o de eutanasia activa voluntaria (EAV), los médicos pueden informarles de su posibilidad de rechazar toda alimentación y nutrición enteral y parenteral pero que ellos estarán a su lado y que no les faltará una buena paliación de sus síntomas14. ¿Quién es el propietario de ese derecho a la vida? Desde el punto de vista bioético, es la persona competente para tomar decisiones en lo que hace referencia a sus propios actos intransitivos, es decir que su acto no afecta para nada a los derechos de los demás45-46. Hay un derecho fundamental a la vida, pero no hay un derecho fundamental a la muerte. No hay un derecho de disposición sobre la propia vida47,48. El Tribunal Constitucional en la Sentencia 53/1985, del 11 de 36
  • 27. Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida abril, ha declarado que “el derecho a la vida debe ser considerado como un valor superior del ordenamiento jurídico, pues sin éste, los demás derechos fundamentales no tendrían existencia posible.”47 El Código de Ética y Deontología Médica49, en su artículo 27, 3, indica: “El médico nunca provocará intencionadamente la muerte de ningún paciente, ni siquiera en caso de petición expresa por parte de éste”. La legalización o no del SMA y EAV son objeto de muchos deba-tes profesionales y públicos12,50. Los Drs. Quill, Cassell y Meier51han llegado incluso a diseñar unos criterios clínicos para el suicidio médico asistido a fin de prevenir los abusos y proporcionar alguna orientación a los médicos y a los pacientes que consideran estas opciones. Para ellos el SMA debe ser el último escalón de un conti-nuum de opciones, que comienza por la eliminación del dolor y sigue con los cuidados paliativos y la retirada de terapias de soporte vital, tratando de conceder progresivamente a los enfermos un mayor control sobre su muerte, sin dejarle sólo en el momento de la muer-te, salvo que lo solicite expresamente. Los que se oponen al SMA, sin embargo, sostienen que los médicos nunca deben matar a sus pacientes o ayudarlos a matarse, porque tales actos alteran negativa-mente los objetivos de la Medicina. Consideran que si se autoriza a hacerlo, se producirá un daño irreversible en la relación médico-paciente, al disminuir la confianza que forma la base de esta rela-ción. El deber del médico de no administrar o de retirar el tratamiento de soporte vital que ha sido rechazado de forma válida por un paciente no incluye proporcionarle un suicidio médico asisti-do, eutanasia o ningún otro tratamiento o acto que solicite el enfer-mo. Nuestra legislación es muy clara y contundente. La ayuda al suicidio está penalizada y se identifica con el delito de homicidio con independencia de que el sujeto otorgue o no su consentimiento. El camino sobre la regulación legal de la eutanasia es un camino muy difícil, muy complicado y a veces una acción legal puede ser hasta contraproducente. La eutanasia no es sólo un problema moral sino también jurídico. El problema que se debate es si un agente moral puede disponer de su vida en cuanto a cómo quiere morir, dónde quiere morir, cuándo quiere morir, pero no en cuanto a quién es el agente que le va a proporcionar la muerte, si la enfermedad, el propio individuo o una tercera persona. Las peticiones de eutanasia son en realidad casos excepcionales que afectan a la conciencia y por tanto a aspectos esencialmente íntimos del individuo, por lo que 37
  • 28. Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A. se está ante un auténtico drama humano, cuya excepcionalidad no justifica el recurso al Derecho Penal52. Sierra Gil52 y J.M. Prat53 con-sideran que este sólo puede incorporar aquellos comportamientos absolutamente intolerables para el resto de la comunidad porque no es un Código de moralidad, sino un instrumento para la convivencia y como tal, afortunadamente, no recoge todos los comportamientos que desde el plano personal uno rechaza, sino que se limita a enca-rar aquellos que en términos de gravedad única y exclusivamente pueden ser encarados a través de otros instrumentos jurídicos. Lo que puede y debe plantearse una sociedad es la delimitación de los supuestos atenuantes de las condenas cuando se cumplen una serie de requisitos exigentes y eso es lo que se ha hecho por ahora. El Código Penal Español introdujo en 1995 en el apartado 4 del Artícu-lo 143 una modificación importante relacionada sólo a la coopera-ción activa, por tanto a las acciones y no a las omisiones, lo que permite que la colaboración pasiva, cuando se realiza tras la petición seria e inequívoca del paciente que sufre una enfermedad grave que vaya a conducir necesariamente a su muerte, o que le produzca serios padecimientos permanentes y difíciles de soportar esté exenta de responsabilidad penal.12 Muchos problemas éticos se pueden resolver naturalmente con una mayor eficacia de la clase médica, con un buen nivel de comu-nicación y con la aplicación prudente de un razonamiento práctico acerca de pacientes determinados, casos específicos y situaciones únicas. Para A. Couceiro,12 autora del magnífico libro Bioética en Cui-dados Paliativos, en este proceso de toma de decisiones, la compa-sión, un elemento clave en la atención de los enfermos terminales y que puede influir en los juicios que se tomen en este campo (eutana-sia, suicidio inducido, alimentación, etc.,) debe ocupar un lugar más junto a otros elementos que orienten una reflexión racional sobre estos problemas fuertemente imbuidos por sentimientos y actitudes emocionales para que los juicios morales no se produzcan por un mero emotivismo, esto es, que surjan únicamente a partir de las emo-ciones y los sentimientos que provocan en nosotros la observación de una realidad que nos afecta. Sólo una reflexión racional hará posible que el sentimiento de compasión no sea sólo una compasión ante aquellos pacientes que provocan nuestra emoción, sino universal. La mayoría de los moribundos no requiere suicidio médico asis-tido ni eutanasia activa y la solución no radica en su legalización 38
  • 29. Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida sino en lograr unos buenos Cuidados Paliativos y agotar todas las otras formas de protección social50. El derecho a una muerte digna incluye varios elementos que deben ser respetados: 1) Proporcionar una información veraz y completa, facilitada con compasión y res-peto al paciente a no ser informado, 2) Garantizar que ningún enfer-mo terminal sea tratado contra su voluntad y que en esta materia no actúe bajo influencia de terceros o presiones económicas, 3) Asegu-rar que se respetará el rechazo al tratamiento mediante directivas previas o voluntades anticipadas, y 4) Recibir, si lo desea, los cuida-dos necesarios para vivir de forma más confortable el proceso de enfermedad y muerte y a ser administrado el tratamiento que necesi-ta para combatir el dolor físico y apoyo psicológico para paliar el sufrimiento mental53. Para finalizar y como corolario, es posible resolver mejor los con-flictos que surgen en la terminalidad con una actualización perma-nente de los conocimientos que permitan a los profesionales hacer un diagnóstico correcto de la fase en que se encuentra el enfermo (curativa, paliativa, terminal y agónica); desarrollar una buena comu-nicación con el enfermo y su familia; incorporar aquellos avances terapéuticos que proporcionen más bienestar a los enfermos tras valorar entre el paciente, familia y equipo las ventajas e inconve-nientes de las intervenciones y llegar con ellos a un consenso 18,21,24. Para conseguirlo es importante promover la formación científica de los médicos y enfermeros en el tratamiento del dolor, en el acompa-ñamiento psicológico en una mayor humanización de la asistencia con respeto a los derechos de los pacientes. Sería también de ayuda educar a la sociedad en general sobre la muerte y las posibilidades del Testamento Vital y de la delegación de poderes, para orientar la acción de los sanitarios en la continuación o suspensión de algunos tratamientos cuando el paciente no puede decidir por sí mismo49. Hay que comprometer a la sociedad en la ayuda a morir en paz y a la Medicina para que uno de sus mayores retos sea y siga siendo pro-mover la dignidad de la persona a lo largo de esta etapa. 39
  • 30. Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A. BIBLIOGRAFÍA 1. CASTELLÓN, L.E. Decisiones al final de la vida. Ministerio de Sanidad y Consumo. Octubre, Madrid, 1998. 2. Alivio del dolor y tratamiento paliativo en el cáncer. Informe del Comi-té de expertos de la OMS. Serie Informes técnicos 804,1990. 3. CONDE, J., COUCEIRO, A. Asistencia espiritual a los enfermos termi-nales y a sus cuidadores. Problemas éticos en Cuidados Paliativos. En: Medicina del Dolor, editado por L.M.Torres,, J. Elorza, M.Gómez S. Rico, J.A., Muriel C. Masson, S.A. 1997. 4. DRIVER, L. Ethics. En: The M.A. Anderson symptom control and pallia-tive care handbook, editado por A. Elsayem, L. Driver, E. Bruera. The University of Texas, 2002. 119-123. 5. CAMPS, V. La perspectiva ética. En Ética y sedación al final de la vida. Fundació Grífols i Lucas, Barcelona, 2003. 111-114. 6. ASTUDILLO, W., MENDINUETA, C. La Medicina Paliativa y la Eutana-sia. En: Cuidados del enfermo en fase terminal y atención a su familia, editado por W. Astudillo,C. Mendinueta y E. Astudillo. EUNSA, Baraña-ín, 4ª edición. 2002, 543-553. 7. O´HARA, D. Principles of medical ethics in supportive care: a reflection. Support Care Cancer, 2004, 12:86-90. 8. SUPPORT principal investigators. A controlled trial to improve care for seriously ill hospitalized patients. JAMA,1995, 274:1591-1598. 9. BEAUCHAMP. T., L, CHILDRESS. J.F. Principios de Bioética biomédica. Barcelona. Masson. 1998. 10. ROY, D.J., MAC DONALD, N. Ethical issues in Palliative care. En: Doyle D, Hanks GWC y N. MacDonald. Oxford Textbook of Palliative Medicine. 2º Ed. Oxford Medical Publications. University of Oxford. 1998, 97-138. 11. GRACIA, D. Etica de los Cuidados Paliativos. De la convicción a la res-ponsabilidad. En: Ética en Cuidados Paliativos. Editado por A. Couceiro, Triacastela. San Sebastián, 2004, 363-393. 12. COUCEIRO, A. El enfermo terminal y las decisiones en torno al final de la vida. En: Ética en Cuidados Paliativos. Editado por A. Couceiro, Tria-castela. San Sebastián, 2004, 263-304. 13. The goals of Medicine: setting new priorities. The Hastings Center report. Vol. 26,6, Nov.-Dic. 1996. 14. BERNAT, J. Aspectos éticos y legales en los Cuidados Paliativos. Clin. Neurol. de N. Am. 2001, 4, 967-985. 40
  • 31. Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida 15. ARRANZ, P., BARBERO, J., BARRETO, P., BAYÉS, R. Intervención emo-cional en Cuidados Paliativos. Modelo y protocolos. Ariel. Ciencias Médicas, Barcelona, 2003. 16. CASSELL, E. The nature of suffering and the goals of Medicine. N. Y. Oxford University Press, 1991. 17. BAYÉS, R. Moderador. Ética y sedación al final de la vida. Fundació Gri-fols i Lucas, Barcelona, 2003,119-120. 18. ASTUDILLO, W., MENDINUETA, C., ASTUDILLO, E. Evaluación médi-ca del paciente terminal. En: Cuidados del enfermo en fase terminal y atención a su familia, editado por W. Astudillo, C. Mendinueta y E. Astu-dillo. EUNSA, Barañaín, 4ª edición. 2002, 47-53. 19. SÁNZ ORTIZ, J., GÓMEZ BATISTE, X., GÓMEZ SANCHO, M., NUÑEZ OLARTE, J.M. Cuidados Paliativos: recomendaciones de la SECPAL. Ministerio de Sanidad y Consumo, 1993. 20. CENTENO, C. Principios de Medicina Paliativa. En: Manual de Oncolo-gía. Editado por López L. F. González C, Santos J.A. Valladolid. Univer-sidad de Valladolid, 1999, 181-191. 21. NUÑEZ OLARTE, J.M. Una elección básica: tratamientos ¿curativos? O tratamientos paliativos. En: En: Ética en Cuidados Paliativos. Editado por A. Couceiro, Triacastela. San Sebastián, 2004, 108-125. 22. ALTISENT, R. Bioética y Cuidados Paliativos en Atención Primaria. En: Cuidados Paliativos y Atención Primaria, editado por M.A. Benitez del Rosario y A. Salinas. M. Springer, Barcelona 85-93. 23. ABEL, F. Sobre el dolor y el derecho a una muerte digna. Barcelona. Labor Hospitalaria. 1991, 222. 24. ASTUDILLO, W., MENDINUETA, C. Principios generales de los Cuidados Paliativos. En: Guia de recursos sanitarios y sociales en la fase final de la vida. Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos. San Sebastián, 2003, 17-58. 25. FAINSINGER, R.L., MacEACHERN, T., MILLAR, M.J., BRUERA, E. et al. The use of hypodermoclysis for rehidration in terminally ill cancer patients. J. Pain Sympt. Manage 1994:9:5; 298-302. 26. LYNN, J., CHILDRESS, J.F. Must patients always be given food and water? Hastings Center Report 1983, 5:13; 17-21. 27. SULLIVAN, R.J. Accepting death without artificial nutrition and hydra-tion. J. Gen. Intern Med. 1993:8:220-4. 28. CLAVÉ, E. Cuidados paliativos en las enfermedades neurológicas dege-nerativas. Problemas éticos. En: Ética en Cuidados Paliativos. Editado por A. Couceiro, Triacastela. San Sebastián, 2004, 211-244. 41
  • 32. Wilson Astudillo A. y Carmen Mendinueta A. 29. ASTUDILLO, W., MENDINUETA, C. Consejos dietéticos a la familia del enfermo terminal. En: Cuidados del enfermo en fase terminal y atención a su familia, editado por W. Astudillo, C. Mendinueta y E. Astudillo. EUNSA, Barañaín, 4ª edición. 2002, 419-423. 30. GÓMEZ RUBÍ, J. Conflictos al final de la vida. En: Ética en Medicina Crítica. Triacastela,. 2002, San Sebastián, 225-266. 31. CLAVÉ, E. La toma de decisiones en la enfermedad terminal. En: Cuida-dos del enfermo en fase terminal y atención a su familia, editado por W. Astudillo,C. Mendinueta y E. Astudillo. EUNSA, Barañaín, 4ª edición. 2002, 555-568. 32. SCHNEIDERMAN, L.J., JECKEU, N.S., JONSER, A.R. Medical futility: responses to critiques. Ann Intern Med. 1996, 125:669-674. 33. MONZÓN ,J.L. La eutanasia hoy: Decisiones al final de la Vida. Minis-terio de Sanidad y Consumo. Madrid, octubre,1998,145-158. 34. GRENVIK, A., POWNER, D.J., SNYDER, J.V. Cessation of therapy in ter-minal illness and brain death. Critical Care Medicine. 1978. 35. GRACIA, D. Bioética clínica. Santa Fé de Bogotá. El Buho, 1998, 113. 36. COUCEIRO, A. La sedación de los enfermos en el contexto de los Cui-dados Paliativos. En:” Etica y sedación al final de la vida. Fundació Vic-tor Grifols i Lucas. Barcelona, 2003. 37. BROGGI, M.A. Aportaciones de participantes. Etica y sedación al final de la vida. Fundació Grifols i Lucas, Barcelona, 114-116. 38. ROCA, J. Aspectos clínicos de la sedación en Cuidados Paliativos. En: Ética y sedación al final de la vida. Fundació Victor Grifols I Lucas. Bar-celona, 2003, 10-28. 39. ROCA, J. Sedación paliativa. Manual de control de síntomas en pacien-tes con cáncer avanzado y terminal. Editado por J. Roca, X. Gómez, A. Tuca. 2004, 259-270. 40. COUCEIRO, A., NUÑEZ OLARTE, J.M. Orientaciones para la sedación del enfermo terminal. En: Medicina Paliativa 2001; 8 (3). 41. SULMASY, D.P. The use and abuse of the principle of double effect. Clin. Pract. 1996, 3: 86-90. 42. AZULAY, A. Dilemas bioéticos en la situación de enfermedad terminal y en el proceso de la muerte. Med. Pal. (Madrid), 2000, 7:4, 145-156. 43. ASTUDILLO, W., MENDINUETA, C. Importancia de la comunicación en la terminalidad. En:La comunicación en la terminalidad, editado por W. Astudillo, A. Muruamendiaraz, C. Arrieta. Sociedad Vasca de Cuida-dos Paliativos. Baosa.Bilbao 1998,19-58. 42
  • 33. Bases para afrontar los dilemas éticos al final de la vida 44. GÓMEZ BATISTE, X. Aspectos éticos, asistenciales y juridiccionales. En: Decisiones al final de la vida. Ministerio de Sanidad y Consumo. Octu-bre 1998. 125-133. 45. EMANUEL, E.J., FAURCLOUGH, A.L., EMANUEL, L. Attitudes and desi-res to eutanasia and physician assisted suicide among terminally ill patients and their care givers, JAMA, 2000, 2460-8 46. SALINAS, E. Decisiones al final de la vida. Ministerio de Sanidad y Con-sumo. Octubre 1998. Madrid, 79. 47. MORALES, A. Derechos de los enfermos terminales. En: Cuidados del enfermo en fase terminal y atención a su familia, editado por W. Astu-dillo, C. Mendinueta y E. Astudillo. EUNSA, Barañaín, 4ª edición. 2002. 48. TRUEBA, G. J.L. Decisiones al final de la vida. Ministerio de Sanidad y Consumo, Octubre, 1998, 85. 49. Código de Etica y Deontología Médica, 1999, Consejo General de l Colegio de Médicos de España. 50. ALVAREZ PÉREZ, J. La eutanasia hoy. Decisiones al final de la vida. Ministerio de Sanidad y Consumo. Octubre 1998. Madrid, 125-133. 51. QUILL, T.E., CASSELL, C.K., MEIER, D.E. Care of the hopelessly ill: pro-posed clinical criteria for physician-assisted suicide. N. Engl. J. Med. 1992, 327:1380-1384. 52. SIERRA GIL, I. Decisiones al final de la vida. Ministerio de Sanidad y Consumo. Octubre 1998, Madrid, 67-75. 53. PRATS, J.M. Decisiones al final de la vida. Ministerio de Sanidad y Con-sumo. Octubre 1998, Madrid. 135-141. 54. SIMÓN, P., COUCEIRO, A. 1995. Decisiones éticas conflictivas en torno al final de la vida. Una introducción general y un marco de aná-lisis. Oncología, 1995, 18, 2-19. 43