La relación entre los superiores y subordinados en las fábricas de la época era estrictamente jerárquica: los superiores ordenaban y los subordinados debían cumplir sin cuestionar. Si los subordinados se quejaban o realizaban huelgas, eran reprimidos o despedidos. La mayoría de la sociedad trabajaba en condiciones esclavizantes en las fábricas o en trabajos relacionados con el puerto, mientras que los dueños de las empresas se enriquecían sin realizar apenas esfuerzo físico.