Jesús contó la parábola de la semilla de mostaza para enseñar que el reino de Dios, aunque pequeño al comienzo, crecerá grande como un árbol. Jesús contó esta parábola a la gente en un barco en el año 33 d.C. para que reflexionaran sobre cómo el amor de Dios, aunque pequeño, se expande grandemente.